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CAPITAL SOCIAL INDIVIDUAL Y CLASE SOCIAL EN ESPAÑA José Antonio López Rey Universidade da Coruña (UdC), [email protected] Abstract/Resumen: El objeto de este trabajo es mostrar la relación existente entre estructura social y capital social individual. Para ello se ofrece un repaso sobre las diversas formas de definir el capital social que, en la medida que derivaban de la definición estructural original de Bourdieu a la cultural de Putnam, ganaban en popularidad lo que perdían en capacidad operativa y analítica. En concreto, este trabajo aporta evidencia acerca de que la distribución de capital social se corresponde con la desigualdad social de clase. En tres sentidos: a) el capital social será mayor cuanto más alta sea la clase social de los individuos; b) a igualdad de clase, el volumen de capital social será mayor en aquellos individuos cuya clase social adscrita sea más alta; c) ejerce un efecto multiplicador en el capital propio, en consecuencia, y a igualdad de clase social, los mayores niveles de renta se verán acompañados de mayores niveles de capital social. Se presentan los datos de una encuesta realizada a la población española mayor de 18 años y que contó con un tamaño muestral de 3.400 casos (p=q, nivel de confianza del 95,5%, error del 1,7%). Las técnicas de análisis son las habituales: correlaciones, ANOVA, chi-cuadrado. Se contrastan las hipótesis antes referidas, y para ello se emplean tanto los indicadores clásicos en la literatura sociológica, económica y polítológica de confianza general y pertenencia a asociaciones (propios de la definición cultural del capital social) como otros de tipo estructural creados a partir de la obra de Lin, pero adaptados a la realidad española. Un objetivo secundario de este trabajo es dilucidar la mejor manera de medir el capital social individual y se comprueba cómo funcionan los indicadores derivados de las definiciones de Bourdieu y Lin con los de Coleman y Putnam.

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CAPITAL SOCIAL INDIVIDUAL Y CLASE SOCIAL EN ESPAÑA

José Antonio López Rey

Universidade da Coruña (UdC), [email protected]

Abstract/Resumen:

El objeto de este trabajo es mostrar la relación existente entre estructura social y capital social individual. Para ello se ofrece un repaso sobre las diversas formas de definir el capital social que, en la medida que derivaban de la definición estructural original de Bourdieu a la cultural de Putnam, ganaban en popularidad lo que perdían en capacidad operativa y analítica. En concreto, este trabajo aporta evidencia acerca de que la distribución de capital social se corresponde con la desigualdad social de clase. En tres sentidos: a) el capital social será mayor cuanto más alta sea la clase social de los individuos; b) a igualdad de clase, el volumen de capital social será mayor en aquellos individuos cuya clase social adscrita sea más alta; c) ejerce un efecto multiplicador en el capital propio, en consecuencia, y a igualdad de clase social, los mayores niveles de renta se verán acompañados de mayores niveles de capital social.

Se presentan los datos de una encuesta realizada a la población española mayor de 18 años y que contó con un tamaño muestral de 3.400 casos (p=q, nivel de confianza del 95,5%, error del 1,7%). Las técnicas de análisis son las habituales: correlaciones, ANOVA, chi-cuadrado.

Se contrastan las hipótesis antes referidas, y para ello se emplean tanto los indicadores clásicos en la literatura sociológica, económica y polítológica de confianza general y pertenencia a asociaciones (propios de la definición cultural del capital social) como otros de tipo estructural creados a partir de la obra de Lin, pero adaptados a la realidad española. Un objetivo secundario de este trabajo es dilucidar la mejor manera de medir el capital social individual y se comprueba cómo funcionan los indicadores derivados de las definiciones de Bourdieu y Lin con los de Coleman y Putnam.

Se concluye que para estudios que se preocupen de cómo el capital social opera en el nivel individual es necesario recurrir a enfoques como el de Bourdieu. Desde su concepción del capital social se demuestra que es un recurso que se hereda y que en los procesos de movilidad social proporciona más recursos a quienes descienden de clase social en relación a quienes mantienen la clase social de origen. También se apunta la posibilidad de que no sea solamente el volumen del capital social lo que se hereda, sino también los usos que se hacen de él. El aprovechamiento más intensivo de los recursos proporcionados por las redes sociales por parte de las clases más bajas puede explicar que los individuos que han adquirido una clase superior a la adscrita obtengan unos niveles de capital social ligeramente superiores a los propios de la clase a la que acceden. Por otro lado, los indicadores de tipo estructural se han mostrado más sólidos que los de tipo cultural para relacionar el capital social con otros recursos individuales, como el capital económico.

Palabras clave: capital social, indicadores, clase social, desigualdad, España.

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INTRODUCCIÓN

El capital social ha sido durante las tres últimas décadas en ciencias sociales lo que en el

mundo de Twitter se denominaría trending topic, lo cual no está nada mal para un

concepto que se planteó académicamente por vez primera en 1977 (Loury 1977). Ya

antes Granovetter (1973) había llamado la atención sobre la importancia de "los lazos

débiles" y, poco después y en un sentido contrario, Lin (1981) demostró que las "redes

densas" constituían un importante recurso social; pero ninguno de ellos había empleado

el concepto que haría fortuna. Fue operativizado por Bourdieu (1981), matizado

posteriormente por Coleman (1988) y triunfó con Putnam (1993a). Gittell y Vidal

(1998) establecieron la diferencia entre bonding (el capital social intracomunitario, que

une) y el bridging (el extracomunitario, que tiende puentes), diferencia que Woolcock y

Narayan generalizaron al nivel macro y que les sirvió para clasificar países en

funcionales y disfuncionales (Woolcock y Narayan 2000, 237). Estos dos últimos

autores eran asesores del Banco Mundial (el artículo citado fue publicado por esta

institución) y el concepto ya había pasado para entonces a formar parte de la

terminología habitual en las políticas de desarrollo económico, junto con el de sociedad

civil (desde 1996 existe una “Iniciativa para el Capital Social” dependiente del

Departamento de Desarrollo Social; Rodríguez 2006). Autores como Pena y Sánchez,

en este sentido, y analizando un estudio de caso, hallaron que el capital social y las

redes de relaciones eran determinantes del nivel de bienestar (Pena y Sánchez, 2010).

En este viaje del mundo académico al de las instituciones financieras multilaterales, y al

económico y político en general, tuvo mucho que ver el propio Putnam, quien ya desde

el inicio estableció el vínculo entre el capital social y el desarrollo económico y buen

gobierno político (Putnam 1993b).

Habida cuenta del enorme volumen de literatura que se ha escrito sobre el capital social

desde entonces, cabría pensar que el concepto es una herramienta útil proporcionada por

las ciencias sociales al acervo común de conocimiento y que sirve para describir,

analizar, explicar e incluso prever algunos comportamientos sociales. La realidad es

bastante diferente. Es cierto que existe una producción científica de gran calidad sobre

este tema (Herreros y de Francisco, 2001, hacen un detallado repaso de la misma tras

dos décadas de vigencia del concepto) pero lo cierto es que el término se muestra

“ambiguo, conceptualmente equívoco, imprecisamente definido, conducente a

razonamientos circulares, dudosamente operacionalizable, polisémico…” (Hintze

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2004:147). Una de las razones que explican esto es que el concepto fue adquiriendo

cada vez mayor ambigüedad e imprecisión según era redefinido por distintos autores.

Ya en 1999 Portes decía que “estamos llegando a un punto en el que el capital social

llega a aplicarse a tantos hechos y en tantos contextos diferentes que pierde cualquier

sentido distintivo que pudiera tener” (Portes 1999, 243).

En este trabajo nos proponemos clarificar el concepto de capital social y aplicarlo a un

caso concreto testando algunos de los indicadores que habitualmente se emplean para su

medición. Para ello se adapta a la realidad española un instrumento de medida que ya ha

sido probado con éxito en otras investigaciones (Lin y otros 2001). Antes se ofrece un

somero repaso, en modo alguno exhaustivo, de las definiciones más relevantes en la

literatura académica sobre el capital social. Dicho repaso se hace en orden cronológico

inverso con el objetivo de evidenciar parte de las carencias que crecieron parejas a la

popularización del término. Posteriormente se plantean las hipótesis del trabajo, la

metodología seguida para contrastarla y se aporta evidencia empírica sobre el capital

social en España.

CAPITAL SOCIAL: UN ÚNICO CONCEPTO, DOS PERSPECTIVAS, VARIAS DEFINICIONES

Existen varias definiciones de capital social, destacando especialmente las de Bourdieu

(1980 y 1984), la de Coleman (1988) y la de Putnam (1993a y 1993b); pero

básicamente dos perspectivas diferentes que las sustentan (Herreros y de Francisco,

2001). Putnam realiza una definición de capital social desde una perspectiva cultural y

lo entiende como algo subjetivo, formado por valores y actitudes, que determina la

manera en la que los individuos se relacionan con los demás y que acaba teniendo

efectos en el nivel macro. En esta perspectiva la pieza clave es la confianza social, esto

es, la confianza que se tiene en los demás y de manera general, cuando aun no se

dispone de información acerca de cómo son las otras personas porque todavía no se ha

interactuado con ellas (la confianza que ocurre en este caso, de haberla, es de tipo

particularizado). Esta definición de capital social está muy relacionada con el concepto

de cultura política. Los indicadores más empleados para medir el capital social desde

esta perspectiva son los relativos a la confianza social y la pertenencia a asociaciones

(también la lectura de prensa, el voto a candidatos independientes, aunque en menor

medida). El capital social se entiende como variable independiente que explica una

amplia variedad de fenómenos, desde la eficacia institucional al desarrollo económico,

pasando por la acción colectiva.

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Coleman adopta una definición estructural y afirma que el capital social se define por su

función. El capital social “no es una entidad singular, sino una entidad de variedades

distintas con dos elementos en común: todas ellas contienen alguna dimensión de las

estructuras sociales, y todas ellas facilitan ciertas acciones de los actores (bien personas,

bien actores corporativos) dentro de la estructura” (Coleman 2001, 51). Las personas

adquieren capital social al participar en redes sociales, y las formas que puede adquirir

son diversas: obligaciones, información y normas (Coleman, 2001: 79). El capital social

es productivo y no completamente fungible; es inherente a la estructura de relaciones

entre los actores, pero no se halla en ellos ni en sus instrumentos físicos. Y puede

adquirir forma de bien público.

Bourdieu también mantiene una definición de tipo estructural: es “el conjunto de los

recursos actuales o potenciales vinculados a la (…) pertenencia a un grupo, en tanto en

cuanto que conjunto de agentes que poseen no solo propiedades comunes (…) sino que

están también unidos por vínculos permanentes y útiles”. Pero si bien Coleman pone el

acento en la manera en que las relaciones entre individuos afectan la acumulación de

capital social y presta poca atención al modo en que las relaciones entre diferentes

clases, estratos y grupos afectan a estas relaciones entre individuos, este es, en cambio,

el punto central en Bourdieu (Hintze 2004, 150). Bourdieu ubica los recursos de capital

social en el individuo y hace posible su medición, puesto que “el volumen de capital

social que posee un agente social depende de la extensión de la red de vínculos que

pueda movilizar efectivamente así como del volumen del capital económico, cultural o

simbólico que cada uno de aquellos a los que está vinculado posee en propiedad”

(Bourdieu 1980-2001, 84).

El capital social es irreductible al capital económico y cultural, pero nunca es

completamente independiente de ellos. De hecho, ejerce un efecto multiplicador en el

capital propio. Los beneficios que proporciona la pertenencia a un grupo están en la

base de la solidaridad que los hace posible (aunque esto no significa que sean la razón

consciente de que se desee formar parte de ese grupo). Para Bourdieu, la red de vínculos

no es algo natural ni tampoco algo “dado socialmente”. Por el contrario, “es producto de

estrategias de inversión social destinadas de modo consciente o inconsciente (…) a la

transformación de relaciones contingentes (como las relaciones de vecindad, trabajo o

incluso parentesco) en relaciones necesarias y electivas al mismo tiempo, que implican

obligaciones duraderas…” (Bourdieu, 1980-2001, 85).

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Pero la diferencia radical entre Bourdieu y los otros autores es que su concepto de

capital social está integrado en una teoría más amplia, compleja y coherente acerca del

capital. El capital tiene tres dimensiones: volumen, historia y estructura o composición.

Dentro de esta última es donde Bourdieu desarrolla las cuatro formas de capital: junto al

capital social se encuentran también el económico, el cultural y el simbólico, con los

que está relacionado. Pero cuando Bourdieu habla de capital, numerosos autores dicen

que a lo que en realidad se refiere es al poder (Ansart, 1990; Brubaker 1993; Calhoun

1993, entre otros). Capital es todo tipo de recurso que da poder o que permite la

dominación (Martínez García 2003, 92). Esta puede ser una razón que explica el escaso

"éxito" de la definición bourdiana frente a las propuestas por Coleman y Putnam que, no

obstante, adolecen de mayores carencias a la hora de operativizar el concepto.

Bourdieu se ocupa pormenorizadamente de cómo ocurre y cómo se reproduce la

jerarquización y la dominación, tanto en el plano macro como en el micro. En esta

teoría el capital social es residual en términos relativos; los dos tipos de capital más

importantes son el económico y el cultural, puesto que son los que jerarquizan la

estructura social de las sociedades de capitalismo avanzado. No obstante, puede ser

relevante también el capital social. El capital es el eje de la estratificación en el nivel

macro, pero también en el nivel micro puesto que es capaz de explicar las prácticas

sociales concretas (Martínez García 2003, 101): los individuos actúan porque quieren

maximizar su capital. En cualquier caso, el capital jerarquiza. Esa es su función.

También la del capital social. Y a igualdad de volumen de capital (a igualdad de clase)

“la composición de capital marca las diferencias entre fracciones de la misma clase”

(Bourdieu 1991, 114). Y en el caso de que coincidan en un grupo, las diferencias habrá

que encontrarlas en el diferente nivel de capital social poseído.

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HIPÓTESIS Y METODOLOGÍA:

La teoría bourdiana afirma que el capital económico es fácilmente convertible en capital

social, pues solo se precisa de tiempo. En consecuencia, el capital social será mayor

cuanto más alta sea la condición social de los individuos (hipótesis 1).

Si el volumen de capital social que posee un individuo depende del volumen del capital

económico, cultural o simbólico que tiene cada uno de aquellos a quienes está

vinculado, el capital social es un recurso que se puede heredar. En consecuencia, y a

igualdad de clase, los hijos de padres de clases más altas deberán mostrar mayores

niveles de capital social que los que tienen la misma clase de origen (hipótesis 2).

El capital social es irreductible al capital económico y cultural, pero nunca es

completamente independiente de ellos hasta el punto, según Bourdieu de que ejerce un

efecto multiplicador en el capital propio. En consecuencia, y a igualdad de condición

social, los mayores niveles de renta se verán acompañados de mayores niveles de capital

social (hipótesis 3).

Para ello se analizan los datos de una encuesta realizada a la población española mayor

de 18 años y que contó con un tamaño muestral de 3.400 casos (p=q, nivel de confianza

del 95,5%, error del 1,7%). Esta encuesta se cita como "OSIM1 Encuesta sobre capital

social en España. 2011".

Las hipótesis 1 y 2 se pueden contrastar con los indicadores de confianza y participación

en asociaciones que habitualmente se utilizan en la literatura sobre capital social

deudora de las obras de Coleman y Putnam. Para medir la confianza generalizada se

empleó la pregunta estándar, tal y como se emplea en la World Values Survey (WVS).

La participación en asociaciones es similar a la empleada en la WVS en sus oleadas de

1995 y 2007 en cuanto a las opciones de respuesta, pero mejora la formulación de la

pregunta para evitar un sesgo que aumentaba la respuesta positiva. En este caso las

categorías de respuesta fueron “no pertenece”, “pertenece” y “participa activamente”.

Se conformó un índice que prima la participación activa sobre la mera pertenencia, bajo

el supuesto de que la participación real proporciona más capital social que el mero pago

de una cuota.

Pero también se crearon otros dos indicadores de capital social, basados esta vez en la

definición de Bourdieu, y tomando como referencia el generador de posiciones de Lin et

1 OSIM: Grupo de Investigación en Organizaciones Sociales, Instituciones y Mercados de la Universidade da Coruña (http://osimudc.es).

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al. (2001) pero con modificaciones. Se plantearon dos baterías de 14 variables cada una;

la primera, encaminada a determinar la amplitud de los contactos sociales, se asemeja a

la de Lin; pero si bien este autor mantiene la misma relación para indagar acerca de la

utilidad de esa red en caso de ser necesario, se prefirió ofrecer otra tanda de 14

posibilidades de obtener ayuda de contactos concretos en distintas cuestiones de la vida

cotidiana (desde asesorías en temas fiscales al cuidado de ancianos o personas

dependientes, pasando por la obtención de un puesto de trabajo). Ambas baterías se

resumen en sendos índices aditivos simples de “tamaño de red” y “recursos de red”, que

adquieren valores de entre 0 y 14 y medias de 4,94 y 8,70 y desviaciones típicas de

3,683 y 3,914 respectivamente (el de tamaño de red se obtuvo a partir de 3.260 casos y

el de recursos de 3.209). A partir de estas dos medidas se pudo obtener otro índice que

mide la eficiencia de la red individual (recursos/tamaño), también con un rango de 15

posiciones, una media de 2,4032, una desviación típica de 2,14538 y aplicable a 2.732

casos.

Para determinar la posición social se emplea la ocupación según la categorización

neoweberiana de Goldthorpe (realizada por García Docampo, 2001), que permite

agrupar las diferentes posiciones en las conocidas categorías clase de servicio, clases

intermedias y clase trabajadora.

A continuación contrastaremos las hipótesis anteriores empleando los indicadores ya

comentados. Un objetivo secundario de este trabajo es dilucidar la mejor manera de

medir el capital social. Obviamente, cada indicador responde a una concepción

determinada de lo que constituye capital social y, en función de cuál sea la que se

adopte en cada caso concreto, unos indicadores serán más adecuados que otros. No

obstante esto, creo que resultará interesante comprobar cómo funcionan los indicadores

derivados de las definiciones de Bourdieu y Lin con los de Coleman y Putnam.

EL CAPITAL SOCIAL EN ESPAÑA

Paul K. Piff es un psicólogo de la Universidad de Berkeley que está despertando una

gran controversia al afirmar que cuanto más se asciende en la escala social mayores son

los comportamientos antisociales, mientras que en las condiciones socioeconómicas más

bajas es donde se pueden encontrar los comportamientos más pro-sociales. En 2010

publicó un artículo en coautoría (Piff y otros, 2010), en el que se concluía que los

individuos pertenecientes a estratos sociales bajos eran más generosos, caritativos,

compasivos y confiados que los de estratos sociales superiores. Su trabajo ha

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trascendido el campo de las ciencias sociales y ha inspirado investigaciones en el campo

de la genética, desde donde se afirma que es posible que algunas disposiciones pro-

sociales posean una base genética (Kogan y otros, 2011).

Sin entrar a valorar el fondo de dichas ideas, debo decir que la evidencia empírica de

nuestro trabajo no permite corroborar esas afirmaciones. Es posible que ello se deba a

las diferentes metodologías o los diversos tipos de muestreo (Piff y sus colaboradores

realizaron diversos experimentos con cuatro muestras, fuertemente sesgadas en materia

de sexo y nivel de estudios, que oscilaban entre los 81 y 155 casos). Pero también es

posible que la razón estribe en que Piff pone a los individuos sujetos del experimento en

situación de tomar decisiones, mientras que nuestros datos provienen de medidas

estándar empleadas ampliamente como indicadores tipo en encuestas.

En cualquier caso, a la luz de los datos mostrados en la Tabla 1, se puede comprobar

que la confianza generalizada está condicionada socialmente, pero en sentido contrario

al que afirma Piff. Un 7,9% más de clases intermedias que de clase trabajadora dice ser

más confiado; y un 16,5% más de la clase de servicio sobre las clases intermedias (un

24,4% más que la clase trabajadora). Además, la pertenencia y la participación activa

son claros comportamientos pro-sociales cuyos comportamientos también indican lo

contrario de lo afirmado por Piff.

Los indicadores de tamaño de red tienen la ventaja de que son fácilmente interpretables,

puesto que los valores enteros se refieren a contactos personales que tienen los

individuos. Así, los individuos que pertenecen a la clase intermedia tienen de promedio

un contacto más que los que pertenecen a la clase trabajadora, y los de la clase de

servicio 1,77 más que la intermedia y 2,83 más que la trabajadora. Esto significa que,

pese a que podemos pensar que las clases menos pudientes pueden tener más contactos

porque relacionarse no cuesta, en la realidad ocurre lo contrario y, como decía

Bourdieu, las clases más altas disponen de más recursos (tiempo o dinero) para invertir

en hacer contactos, para relacionarse, que las clases más bajas. El indicador permite

además conocer la composición de la red (si está formada por familiares, por amigos o

por conocidos). Analizando los datos de la Tabla 1 se comprueba que pese a que la

diferencia en cuanto al tamaño de las redes familiares no es muy grande (como cabría

esperar), aumenta en el caso de las redes de amigos.

Tabla 1. Valores medios de distintos indicadores de capital social según clase social2.2 Las variables marcadas con (*) no ofrecieron una relación estadísticamente significativa (pese a ello se decidió incluirlas en la tabla para informar de su comportamiento). El resto sí están

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Clase de

servicio

Clases intermedi

as

Clase trabajador

aTotal N

Índice de asociacionismo 1,81 1,05 0,72 1,20 2667Se puede confiar en la mayoría de la gente 59,3% 42,8% 34,9% 45,8

% 2643

Tamaño de red 6,66 4,90 3,83 5,17 2640Tamaño de red familiar 3,23 2,90 2,47 2,92 2003Tamaño de red de amigos 4,11 3,26 3,00 3,53 1523Tamaño de red de conocidos (*) 2,69 2,84 2,67 2,74 1042Recursos de la red 10,07 8,64 7,56 8,80 2604Recursos de red útiles de tipo experto 2,62 2,07 1,53 2,10 2685

Recursos de red útiles de tipo institucional 2,70 2,16 1,87 2,26 2684

Recursos de red útiles de tipo no experto 4,74 4,39 4,15 4,44 2667

Recursos de red familiar 7,09 6,44 6,01 6,54 2601Recursos de red de amigos 3,61 3,21 2,61 3,22 1606Recursos de red de conocidos (*) 2,35 2,26 2,06 2,23 732Eficiencia de la red 2,04 2,35 2,49 2,28 2231Eficiencia de la red familiar (*) 3,14 3,29 3,46 3,27 1958Eficiencia de la red de amigos (*) 1,28 1,35 1,36 1,32 1167Eficiencia de la red de conocidos 1,22 1,03 0,92 1,06 442

Fuente: OSIM Encuesta sobre capital social en España. 2011. Elaboración propia.

Los indicadores de recursos de red se refieren a los contactos útiles, esto es, disponibles

como recursos, de los que se puede hacer uso para una determinada variedad de

situaciones. Se pueden interpretar como los anteriores. Por ejemplo, si la media total de

tamaño de red es de 5,17 y la de recursos de red de 8,8, un individuo promedio tiene a

algo más de 5 contactos red (de una batería de 14 posiciones) y puede hacer uso en casi

9 (8,8 en realidad, de un máximo de 14) ocasiones diferentes para diversas actividades o

necesidades de la vida cotidiana. Las 14 situaciones de este indicador se referían a

ayuda para temas expertos (como asesorías en temas laborales, financieros, fiscales o

legales), para temas no expertos (ayudar en una mudanza, en la compra cuando se está

enfermo, dejar un sitio para vivir mientras no se encuentra una vivienda, cuidar de los

niños, cuidar de ancianos u otras personas dependientes y préstamo de una importante

suma de dinero) y a temas institucionales (encontrar trabajo, dar buenas referencias para

estadísticamente relacionadas con la clase social.

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un empleo, asesoramiento en temas educativos y también en temas de salud), por lo que

se pudo subdividir en estos tres tipos de recursos.

Si atendemos a los datos de la Tabla 1, las clases medias obtienen de sus redes un

recurso más de media que las trabajadoras, y las de servicio 1,4 más que las intermedias

(2,5 más que las trabajadoras). Esta relación ocurre también en los indicadores recursos

de red expertos, no expertos e institucionales, siendo la diferencia mayor en el tipo de

recursos expertos. Analizando el tipo de red de la que se obtienen recursos, las clases

intermedias obtienen 0,43 recursos de media más que la clase trabajadora en su red

familiar y la de servicios 0,65 más que la intermedia (1,08 más que la clase trabajadora).

Con la red de amigos ocurre un comportamiento semejante.

Estos datos confirman la hipótesis 1. El capital social aumenta conforme aumenta la

clase social a la que pertenecen los individuos. Ya se entienda este como recurso

individual (o tipo de poder, desde la teoría bourdiana), ya se entienda como un rasgo

social rastreable en las actitudes individuales como la confianza o en los

comportamientos como la pertenencia a asociaciones, cualquier tipo de indicador de

capital social ofrece valores más altos según se asciende en la escala social.

Dicho esto, se procedió a calcular un indicador de la eficiencia de la red

(recursos/tamaño) y se comprobó que las clases trabajadoras son más eficientes que las

intermedias y éstas a su vez que la de servicio en lo que se refiere a obtener recursos

útiles de su red según el tamaño de la misma. Este hecho cabe interpretarlo como que a

la fuerza ahorcan: en términos de capital social, y cuando la necesidad obliga, los

recursos se acaban obteniendo y para ello, si es preciso, se exprime la red por pequeña

que sea. En el mismo sentido, las clases más altas no se ven tan impelidas a recurrir a

sus contactos para obtener algo que pueden obtener pagando su precio en el mercado, ya

se trate esta de ayuda experta, no experta o institucional. De ser esto cierto, las redes de

las clases más altas tendrían un carácter de tipo más expresivo, ocioso o relacional, más

que instrumental. Pero no es cierto, o no al menos en lo que se refiere a la red de

conocidos, más eficiente conforme se asciende en la categoría social. Las clases más

altas obtienen más recursos de sus conocidos que las más bajas, con lo que utilidad de

los lazos débiles se cumpliría más en unas categorías que en otras.

Para contrastar la hipótesis 2 se elaboró una variable que resume la condición social de

los entrevistados y la de su familia de origen (en este caso el padre). El resultado es un

indicador con nueve categorías: clase de servicio, intermedia o trabajadora a las que

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puede pertenecer el entrevistado, subdivididas cada una a su vez en las tres a las que

pertenece o pertenecía su padre.

Atendiendo al índice de asociacionismo, si se observa la Tabla 2, se puede comprobar

que existen diferencias intra-clase en función del origen social. Sea cual sea la clase

social del individuo, si el padre pertenecía a la clase de servicio, ofrecerá puntuaciones

mayores en el índice de asociacionismo que sus iguales de condición. Esta diferencia es

más acusada en la clase de servicio que en los pertenecientes a la clase intermedia y en

esta con respecto a los de clase trabajadora. Que la clase social adscrita sea la

intermedia no es tan importante ya que, si bien en la clase de servicio aumenta

ligeramente el índice de asociacionismo con respecto a los hijos de padres de clase

trabajadora, en la clase intermedia esta diferencia se anula y en la clase trabajadora se

invierte. En conjunto, cabe resaltar el grupo de clase de servicio cuyos padres

pertenecían a la misma condición social, puesto que ofrecen una puntuación media en el

índice de 2,16, casi tres veces más que los miembros de la clase trabajadora con padres

de misma condición social.

En lo que se refiere a la confianza generalizada, y contrariamente a las tesis de Piff y

colaboradores, el 66% de los pertenecientes a la clase de servicio cuyos padres

pertenecían a la misma clase confían de manera generalizada en los demás, lo que los

define como el colectivo más confiado; el porcentaje de confiados desciende si los

padres eran de clase intermedia al 57,1%, y al 52,6% si eran de clase trabajadora. En las

clases intermedias quienes tenían padres de clase de servicio confiaban un 47,8%, más

que si tenían padres de clases medias (42,8%) y padres de clase trabajadora (39,6%).

Los pertenecientes a la clase trabajadora son los menos confiados, alrededor del 35%,

siendo las diferencias según clase social adscrita despreciables (no alcanza el 1%). Este

indicador ofrece una tendencia similar para las clases intermedia y de servicio, la de

mayor porcentaje de confianza en quienes cuentan con padres de clase más alta, menor

si los padres pertenecían a la clase intermedia y más baja si eran de clase trabajadora, lo

que sumado a que la clase de servicio en su conjunto confía más que la intermedia,

ofrece para las seis primeras categorías un comportamiento casi lineal.

El indicador de tamaño de red vuelve a informar, en líneas generales, de mayores

niveles de capital social para quienes provienen de clases más altas, aunque si se analiza

el comportamiento intra-clase aparecen los matices. En el caso de las clases de servicio

y trabajadora, se vuelve a cumplir la tendencia comentada en el indicador anterior: con

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padres pertenecientes a la clase de servicio las puntuaciones medias son mayores que si

los padres son de clase intermedia y en estos mayores que si son de clase trabajadora.

Sin embargo, entre quienes pertenecen a la clase intermedia, la procedencia de familias

de distinto origen social parece proporcionar unas redes ligeramente mayores.

Tabla 2. Valores medios de distintos indicadores de capital social según clase social

adquirida y adscrita3

Índ. de asocia-cionismo

Se puede confiar en la mayoría de la gente

Tama-ño de Red

Recur-sos de la red

Efi-ciencia de red

Efi-ciencia de red familiar

Eficiencia de red de conocidos

Entvdo/a clase de servicio

Padre clase:

De servici

o2,16 65,90% 7,09 10,33 1,91 3,08 1,45

Inter-media 1,64 57,10% 6,55 9,9 2,02 3,22 1,03

Traba-jadora 1,51 52,60% 6,22 10,12 2,36 3,12 1,19

Entvdo/a clase inter-media

Padre clase:

De servici

o1,2 47,80% 6,18 9,86 2 2,88 1,66

Inter-media 1,02 42,80% 4,62 8,47 2,39 3,46 0,99

Traba-jadora 1,01 39,60% 4,77 8,52 2,41 3,26 0,9

Entvdo/a clase

trabaja-dora

Padre clase:

De servici

o0,82 35,30% 5,36 9,07 2,09 2,79 1,04

Inter-media 0,67 35,80% 3,74 7,64 2,54 3,82 1,01

Traba-jadora 0,76 34,90% 3,54 7,16 2,58 3,28 0,83

Total 1,21 46,20% 5,22 8,87 2,26 3,27 1,07N 2573 2554 2549 2516 2162 1901 428

Fuente: OSIM Encuesta sobre capital social en España. 2011. Elaboración propia.

En el indicador de recursos de red se repite este fenómeno, pero esta vez también en la

clase de servicio además de en la intermedia: en ambas, quienes tienen padres de clase

intermedia obtienen menos recursos de sus redes que quienes proceden de la clase

3 Todas las variables están estadísticamente relacionadas con la clase social adscrita y adquirida.

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superior o de la inferior (los hijos de clases trabajadoras poseen niveles de capital social

similares o ligeramente superiores en términos de tamaño y recursos de red, y en la

clase de servicio los hijos de clases trabajadoras obtienen ligeramente más recursos).

Solo entre quienes pertenecen a la clase trabajadora se cumple la tendencia de mayor

capital social según es mayor la clase social de origen. Quizás la explicación a este

fenómeno se encuentre en la mayor eficiencia demostrada por las clases trabajadoras a

la hora de obtener recursos de sus redes en conjunto (véanse indicadores de eficiencia

en Tabla 1 y Tabla 2). Acostumbrados a optimizar los recursos en redes pequeñas,

cuando éstas se amplían al ocurrir la movilidad social ascendente, la primera generación

que asciende de clase mantiene cierta inercia a aprovechar los contactos, de la misma

manera que se hace en la clase de origen.

Fuente: OSIM Encuesta sobre capital social en España. 2011. Elaboración propia.

Por todo esto creo que la hipótesis 2 se contrasta sobradamente: A igualdad de clase, los

individuos cuyo origen es la clase de servicio siempre ofrecen mayores niveles de

capital social, tanto en tamaño como en recursos de red; a igualdad de clase trabajadora,

los hijos de clases intermedias ofrecen mayores niveles de capital social tanto en

extensión como en recursos. No obstante, el fenómeno descrito en el párrafo anterior

sugiere un fenómeno que se puede definir de la siguiente forma: cuando ocurre un

proceso de movilidad social ascendente, el aprovechamiento intensivo de las redes en

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términos de utilidad característico de las clases más bajas puede compensar el déficit

heredado de capital social.

Para concluir la parte expositiva, se abordará a continuación la cuestión del efecto

multiplicador del capital social. Se decía antes que el capital social, siendo irreductible

al capital económico y cultural, no es independiente de ellos; de hecho, según Bourdieu,

el capital social ejerce un efecto multiplicador en el capital propio. Entonces, y a

igualdad de condición social, los mayores niveles de renta se verán acompañados de

mayores niveles de capital social.

Para contrastar esta hipótesis se compararon las medias de los indicadores de tamaño y

recursos de la red social según el nivel de ingresos, controlando la edad y la clase

social4.

El Gráfico 2 ofrece información de la relación entre capital social y nivel de ingresos, a

igualdad de clase, para el grupo de edad de entre 35 y 44 años. Sólo aparecen las clases

intermedia y trabajadora porque fueron las que mostraron resultados estadísticamente

significativos. En él se puede comprobar que efectivamente, entre los individuos que

pertenecen a la clase trabajadora y comparten el mismo grupo de edad, los mayores

niveles de renta se ven acompañados de mayores puntuaciones en los indicadores de

capital social, tanto en lo que se refiere a la amplitud de los contactos como a los

recursos útiles que se pueden obtener de ellos. Lo mismo ocurre en la clase intermedia.

Para comprobar que los resultados no fueran resultado del azar, se procedió a realizar la

comparación de las medias de los indicadores referidos antes para las tres condiciones

sociales y todos los grupos de edad. El resultado se ofrece en la Tabla 3.

En todos los casos en los que existe relación estadística la tendencia es idéntica a la que

ejemplificamos en el Gráfico 2: a igualdad de condición social y de edad, los mayores

niveles de ingresos se ven acompañados de mayores tamaños de la red social y de

recursos útiles. En aquellos casos en los que no se dio la significación estadística (que

en la tabla aparecen con un -) la tendencia era la misma, aunque no tan fuerte o bien con

un número muy reducido de casos en alguna categoría que sesgaba el análisis. Tan solo

en una ocasión la tendencia fue diferente, en la clase de servicio y grupo de edad de

entre 25 y 34 años.

4 El indicador de ingresos corresponde al del conjunto del hogar recodificado en cuatro categorías: sin ingresos; menos de 1.000 €; entre 1.000 y 1.999 €; más de 2.000 €. La edad fue recodificada en seis tramos: 18 a 24 años; entre 25 y 34 años; entre 35 y 44 años; entre 45 y 54 años; entre 55 y 64 años; 65 años y más. Para la clase se mantuvo la clasificación en tres categorías de clase de servicio, intermedia y trabajadora.

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Gráfico 25.

Fuente: OSIM Encuesta sobre capital social en España. 2011. Elaboración propia.

Resulta interesante observar el comportamiento de otros indicadores que habitualmente

se emplean para medir el capital social, como el de confianza generalizada y el de

pertenencia a asociaciones. En la Tabla 4 se muestran los resultados del análisis de la

varianza realizado para el índice de asociacionismo según ingresos y para los test de

Chi-cuadrado calculados para las tablas de contingencia que relacionan la confianza

generalizada con los ingresos. Todos ellos se realizaron controlando siempre la edad y

la clase social.

Tabla 3. ANOVA de las medias de tamaño y recursos de red que se demostraron

estadísticamente significativas a un nivel de 0,05 según ingresos

Clase de servicio Clase intermedia Clase trabajadoraTamaño Recurso Tamaño Recurso Tamaño Recurso

18-24 años - - - - Sí Sí25-34 años No - Sí Sí Sí -

5 Los otros indicadores de capital social habitualmente empleados en la literatura no se muestran igual de potentes. Bajo las mismas condiciones, (controlando la clase y el grupo de edad), para medir la significatividad de la confianza generalizada en su relación con el nivel de ingresos de la persona con mayores ingresos del hogar se realizaron tres pruebas chi-cuadrado para los tres grupos de clase; sólo se mostró significativo el de la clase intermedia con un chi-cuadrado de valor 12,078, con 3 g.l. y sig. asindótica bilateral de ,007. Para medir la significatividad de la diferencia en las puntuaciones medias del índice de asociacionismo para cada categoría de ingresos se realizaron tres análisis de la varianza para cada grupo de clase; ninguna relación se mostró significativa.

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35-44 años - - Sí Sí Sí Sí45-54 años - - Sí Sí Sí Sí55-64 años - - Sí Sí - -

65 años y más - - Sí Sí - -Fuente: OSIM Encuesta sobre capital social en España. 2011. Elaboración propia.

El indicador de confianza generalizada mostró una relación estadísticamente

significativa con los recursos en cinco de las dieciocho situaciones, pero de estas en dos

de ellas no se podría confirmar la hipótesis 3 con claridad (bien porque hay un

porcentaje importante de confiados en categorías de pocos ingresos, bien porque en las

de más ingresos no aumenta de manera inequívoca el porcentaje de confiados). En lo

que se refiere al indicador de asociacionismo, también se mostraron significativas

estadísticamente las diferencias de medias en cinco ocasiones de las dieciocho, pero

como en el caso anterior y por las mismas razones, en dos de ellas no se da la relación

clara entre niveles de ingresos y capital social.

Tabla 4. ANOVA y de las medias del índice de asociacionismo y Chi-cuadrado de

confianza generalizada que se demostraron estadísticamente significativas a un nivel de

0,05 según ingresos

Clase de servicio Clase intermedia Clase trabajadora

Asociacion. Confianza Asociacion. Confianza Asociacion. Confianza

18-24 años - - - - - -

25-34 años Sí - Sí - - Sí

35-44 años

- - - - - Sí

45-54 años

- Sí Sí Sí - -

55-64 años

- Sí Sí - - -

65 años y más

- - Sí - - -

Fuente: OSIM Encuesta sobre capital social en España. 2011. Elaboración propia.

Creo que esto no impide considerar contrastada la hipótesis 3. Por el contrario, lo que

confirma es la ambigüedad del concepto de capital social y la mayor adecuación de la

perspectiva estructural, en concreto la de Bourdieu, para medirlo. Se podría objetar que

las hipótesis que han guiado este trabajo se basan en la definición bourdiana de capital

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social, que responde a una teoría en la que éste aparece fuertemente relacionado con el

capital económico, mientras que Putnam, que utiliza ampliamente los indicadores de

confianza generalizada y pertenencia a asociaciones, se ubica en posiciones teóricas

alejadas de las de Bourdieu. Creo que esta objeción es legítima, pero no se sostiene.

La misma idea de Bourdieu operativizada como hipótesis 3, fue planteada también por

Putnam en “La Comunidad Próspera”, donde afirmaba que “el capital social aumenta

los beneficios de la inversión en capital físico y humano” (Putnam 1993b-2001, 36). Es

cierto que Putnam establece los efectos beneficiosos del capital social (medidos en

términos de confianza generalizada y pertenencia a asociaciones) sobre la economía en

el nivel macro, pero no deja de sorprender que no exista una mejor correlación con

indicadores económicos obtenidos a nivel micro.

En cualquier caso, hay que confirmar que existe relación entre los indicadores de

Coleman y Putnam y los de Bourdieu. En las Tablas 5 y 6 se ofrecen los resultados de

realizar correlaciones entre los indicadores métricos (tamaño de red, recursos útiles de

red e índice de asociacionismo) y del ANOVA de sus medias según las categorías de la

confianza generalizada estándar.

Tabla 5. Relación entre tamaño de red, recursos útiles de red y asociacionismo

CorrelacionesTamaño

de la red

Recursos de la red

Índice de asociacionismo

Tamaño de la red

Correlación de Pearson 1 ,549(**) ,336(**)

Sig. (bilateral) 0,000 0,000N 3.260 3.129 3.193

Recursos de la red

Correlación de Pearson ,549(**) 1 ,226(**)

Sig. (bilateral) 0,000 0,000N 3.129 3.209 3.143

Índice de asociacionismo

Correlación de Pearson ,336(**) ,226(**) 1

Sig. (bilateral) 0,000 0,000N 3.193 3.143 3.279

**. La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral).

Tabla 6. ANOVA de tamaño de red, recursos útiles de red y asociacionismo según

confianza generalizada

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ANOVA

Suma de cuadrados gl

Media cuadrátic

a F Sig.Tamaño de la red

Inter-grupos 890,519 1 890,519 67,007 0,000

Intra-grupos 41.398,300 3.115 13,290

Total 42.288,819 3.116Recursos de la red

Inter-grupos 972,459 1 972,459 65,309 0,000

Intra-grupos 45.652,809 3.066 14,890

Total 46.625,269 3.067Índice de asociacionismo

Inter-grupos 201,977 1 201,977 79,738 0,000

Intra-grupos 7.930,863 3.131 2,533

Total 8.132,840 3.132

CONCLUSIONES

Si el capital social adolece de un problema como concepto operativo hoy en día es el de

la carga semántica que conlleva. Hay muchos significados que diferentes autores de

distintas corrientes encuentran en el mismo término. La dimensión subyacente está

clara, puesto que se refiere a la propia relacionalidad social, de la cual se derivan

externalidades de todo tipo. Pero entiendo que es una cuestión básica diferenciar los

elementos que intervienen en este proceso por el cual las externalidades se convierten

en recursos con objeto de no confundirlos. La confianza generalizada es un indicador

que se ha mostrado útil en diferentes estudios a nivel macro y, aunque no tanto, la

pertenencia se reconoce como un indicador válido de capital social. Y pese a que resulta

obvio que una sociedad con un fuerte tejido asociativo es más fuerte en todos los

sentidos que una sociedad atomizada, después de casi treinta años se siguen formulando

en las encuestas preguntas en las que se obtiene el mismo valor siendo socio del Celta

de Vigo o gestionando un club de atletismo (o liderando un grupo vecinal, etc.).

Es necesario profundizar en las dimensiones del concepto de capital social, algo para lo

que el trabajo de Bourdieu se presenta como una herramienta muy útil. Sin embargo,

gran parte de los estudiosos del tema parecen ser renuentes a adoptar la definición del

autor francés. Es cierto que Bourdieu propone un concepto inserto en una teoría

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determinada, pero también lo es que los conceptos pueden y deben ser apropiados,

desmembrados, utilizados y modificados según se considere conveniente y en función

de las necesidades de la investigación (Lizardo 2008). La de Bourdieu gana en precisión

(y en riqueza) a cualquiera de las definiciones que se hicieron después y se debe

aprovechar su trabajo, como en su día hizo Di Maggio con el concepto de capital

cultural.

En el presente trabajo se ha presentado evidencia empírica que mide el capital social en

España, y lo hace aplicando los indicadores habituales en la literatura académica

deudora de las obras de Coleman y Putnam pero también otros extraídos de una

perspectiva puramente estructural como la de Bourdieu, elaborados a partir del trabajo

empírico de Lin. Estos indicadores, a diferencia de los anteriores, profundizan en la

relacionalidad social y son capaces de discriminar entre elementos básicos de la misma,

como la extensión de las redes sociales y la obtención en ellas de recursos útiles, y

permiten a su vez la elaboración de otros indicadores más precisos de enorme

potencialidad.

Indicadores como la confianza o la pertenencia a las asociaciones sirven perfectamente

para demostrar que existen diferencias de capital social asociadas a las clases sociales,

de manera que a mayor condición social, mayor nivel de capital social. Esto se cumple

para todos los indicadores, lo que muestra una imagen de la sociedad española en la que

los estratos sociales más bajos no lo son solamente en términos económicos y de

educación (o capital cultural) sino también social. Esto incluye tamaños de redes

familiares y de amistad menores y menos recursos de tipo experto e institucional,

además de menor participación asociativa y confianza generalizada.

La validez de los indicadores estándar comentados, sin embargo, no son válidos para

abordar la perspectiva de la desigualdad o que se preocupe de cómo el capital social

tiene efectos en el nivel individual, como plantea la hipótesis 2 de este trabajo. Es

necesario en este caso recurrir a otros enfoques como el de Bourdieu. Desde esta

concepción del capital social se ha demostrado que es un recurso que se hereda y que en

los procesos de movilidad social proporciona más recursos a quienes descienden de

clase social en relación a quienes mantienen la clase social de origen. También se ha

apuntado la posibilidad de que no sea solamente el volumen del capital social (en lo

relativo al tamaño y a la profundidad de la red) lo que se hereda, sino también los usos

que se hacen de él; el aprovechamiento más intensivo de los recursos proporcionados

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por las redes sociales por parte de las clases más bajas puede explicar que los individuos

que han adquirido una clase superior a la adscrita obtengan unos niveles de capital

social ligeramente superiores a los propios de la clase a la que acceden. Por otro lado,

los indicadores de tipo estructural se han mostrado más sólidos que los de confianza y

pertenencia a asociaciones para relacionar el capital social con otros recursos

individuales, como el capital económico, con el cual mantiene una estrecha relación.

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