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Noventa y cinco años del Banco de la República de Colombia. Introducción Los bancos centrales constituyen una institución relativamente joven, desde un punto de vista histórico. Como lo recuerda nuestro ilustre invitado, el profesor Bordo, el consenso universal que hoy existe en torno a conferir a los bancos centrales un mandato claro de estabilidad de precios se fue construyendo trabajosamente a lo largo del tiempo, 1 y su nacimiento se remonta apenas tres siglos atrás, al siglo XIX. También fue lenta y problemática la consolidación de nuestro banco central. En una ocasión como esta, en la cual se reúnen las instituciones que fueron los pilares de las drásticas reformas propuestas por el profesor Kemmerer a los sistemas bancarios, monetarios y fiscales, es conveniente recorrer la historia del Banco de la República, y con ello la forma como la sociedad colombiana eligió crear su dinero y conducir la política monetaria a partir de 1923. En el recuento que sigue se hace énfasis en los principales hitos en la historia del Banco de la República, comenzando por los hechos que determinaron la búsqueda de una solución ortodoxa, con independencia del ejecutivo y dentro del patrón oro, al problema de escasez de circulante que caracterizó el primer cuarto del siglo XX, hasta llegar a la etapa actual, con un nuevo arreglo institucional alcanzado en la Constitución de 1991. Allí se estableció que el objetivo primario del Banco de la República es el control de la inflación “en coordinación con la política económica general”, y se definió una estructura de gobierno corporativo que desde entonces permite la definición autónoma de la política monetaria. La narración se concentra en las ideas y doctrinas económicas imperantes a lo largo de la historia de la institución, y en cómo éstas se reflejaron en el diseño de las políticas y en la actuación de las autoridades. La tarea es posible gracias a los textos y documentos producidos en el seno del Banco de la República, entidad que siempre ha tenido interés en registrar su propia historia, y en exponer los escenarios que en cada etapa condicionaron las decisiones de política monetaria. Antecedentes. El fantasma de la emisión. 1

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Noventa y cinco años del Banco de la República de Colombia.

Introducción

Los bancos centrales constituyen una institución relativamente joven, desde un punto de vista histórico. Como lo recuerda nuestro ilustre invitado, el profesor Bordo, el consenso universal que hoy existe en torno a conferir a los bancos centrales un mandato claro de estabilidad de precios se fue construyendo trabajosamente a lo largo del tiempo,[endnoteRef:2] y su nacimiento se remonta apenas tres siglos atrás, al siglo XIX. [2: Véase Bordo, M.; Siklos, P. (2017). Central Banks: Evolution and Innovation in Historial Perspective. NBER. Working Paper 23847.]

También fue lenta y problemática la consolidación de nuestro banco central. En una ocasión como esta, en la cual se reúnen las instituciones que fueron los pilares de las drásticas reformas propuestas por el profesor Kemmerer a los sistemas bancarios, monetarios y fiscales, es conveniente recorrer la historia del Banco de la República, y con ello la forma como la sociedad colombiana eligió crear su dinero y conducir la política monetaria a partir de 1923.

En el recuento que sigue se hace énfasis en los principales hitos en la historia del Banco de la República, comenzando por los hechos que determinaron la búsqueda de una solución ortodoxa, con independencia del ejecutivo y dentro del patrón oro, al problema de escasez de circulante que caracterizó el primer cuarto del siglo XX, hasta llegar a la etapa actual, con un nuevo arreglo institucional alcanzado en la Constitución de 1991. Allí se estableció que el objetivo primario del Banco de la República es el control de la inflación “en coordinación con la política económica general”, y se definió una estructura de gobierno corporativo que desde entonces permite la definición autónoma de la política monetaria.

La narración se concentra en las ideas y doctrinas económicas imperantes a lo largo de la historia de la institución, y en cómo éstas se reflejaron en el diseño de las políticas y en la actuación de las autoridades. La tarea es posible gracias a los textos y documentos producidos en el seno del Banco de la República, entidad que siempre ha tenido interés en registrar su propia historia, y en exponer los escenarios que en cada etapa condicionaron las decisiones de política monetaria.

Antecedentes. El fantasma de la emisión.

A comienzos de los 1920s no existía un banco central en Colombia, “una institución encargada de crear y controlar la cantidad de dinero que circula en las economías nacionales, actúa como banquero de los demás bancos y es su prestamista de última instancia, maneja las reservas internacionales y usualmente es agente fiscal del gobierno. El principal propósito de sus políticas es preservar el poder adquisitivo del dinero y de esa manera contribuir al logro de un crecimiento económico sostenido”[endnoteRef:3]. Las funciones que de forma usual se asocian con ese tipo de institución eran ejercidas por diversas entidades bancarias y/o estatales. [3: Véase Hernández, A. (2001). La banca central en Colombia: Banco Nacional (1880), Banco Central (1905) y Banco de la República (1923). Revista Credencial de Historia. Bogotá. No. 135.]

El sistema monetario anterior a 1923 tenía su origen en la Guerra de los Mil Días (1899-1902), un evento que había dejado maltrecha la economía. El número de muertos fue devastador, su impacto sobre la riqueza real muy elevado, y la forma en que se financió la guerra llevó a niveles anuales de inflación superiores a 300%, los más altos de nuestra historia[endnoteRef:4]. Desde entonces permaneció en la memoria colectiva un temor justificado hacia la emisión monetaria como mecanismo para cubrir los gastos estatales. Era importante poner orden en la emisión, controlar la creación de dinero, y evitar la desvalorización de la moneda. [4: Según los cálculos de Meisel, A. (1994) en Inflación y mercados cambiarios durante la Regeneración y la Guerra de los Mil Días. Un análisis econométrico, en Sánchez, F. (ed.), Ensayos de historia monetaria y cambiaria en Colombia. Bogotá: TM Editores – Fedesarrollo – Asobancaria. El cálculo se realizó con el índice publicado en Pardo, A. (1972), Geografía económica y humana de Colombia. Bogotá, Tercer Mundo Editores.]

Las primeras medidas del gobierno Reyes se concentraron en reducir las emisiones de papel moneda y, posteriormente, en establecer una nueva unidad monetaria. La Ley 33 de octubre de 1903 prohibió las nuevas emisiones de papel moneda e indicó que el dinero emitido continuaría circulando a la tasa de cambio del día. También se creó una Junta Nacional para amortizar el papel moneda, es decir, para recoger las viejas denominaciones de circulante. La iniciativa más importante de la Ley 33 fue la libertad que estableció para hacer transacciones de todo tipo en moneda nacional o extranjera; siempre se podía transar en monedas extranjeras si se perdía la credibilidad en el peso.[endnoteRef:5] [5: Véase Meisel, A. (2015). Antecedentes del Banco de la República, 1904 – 1922 en Uribe, J. D. (ed.), Historia del Banco de la República, 1923 – 2015. Bogotá. Banco de la República. ]

Las múltiples medidas adoptadas en el período propiciaron la recuperación económica, pero no todas tuvieron éxito. De hecho, una de las reformas monetarias de mayor importancia se dio en 1909, como consecuencia del fracaso del llamado Banco Central para cumplir las funciones que originalmente se le habían otorgado en 1905. Se creó la Junta de Conversión, compuesta de tres miembros nombrados por el poder legislativo y creada con el mandato de organizar el sistema monetario y continuar con el proceso de recoger las viejas denominaciones monetarias[endnoteRef:6]. [6: Véase Romero, A. (1994). La banca privada en Bogotá, 1870 – 1922 en Sánchez, F. (ed.), Ensayos de historia monetaria y cambiaria en Colombia. Bogotá: TM Editores – Fedesarrollo – Asobancaria.]

En 1910 se prohibieron las futuras emisiones de papel moneda de curso forzoso, mediante un acto legislativo que reformó la Constitución. De ahí en adelante, hasta 1923, se sucedieron leyes y decretos que cambiaron denominaciones, equivalencias y recogieron viejas denominaciones[endnoteRef:7]. De una u otra forma los cambios en las características de la unidad monetaria buscaron establecer un sistema monetario basado en el oro, pero los reiterados intentos por retornar al patrón oro ortodoxo fracasaron. Se podría decir que el esquema monetario que perduró hasta 1923 estuvo basado en la libre estipulación, con el predominio de las transacciones en oro, y el control de la Junta de Conversión. [7: Un recuento detallado puede consultarse en Torres, G. (1945). Historia de la moneda en Colombia. Imprenta del Banco de la República.]

La presión sobre el sistema monetario aumentó con el desarrollo económico del país. En las primeras décadas del siglo XX la expansión del cultivo del café y de sus exportaciones, con su efecto amplificador sobre el resto de la economía, trajeron la prosperidad. En efecto, entre 1905 y 1922, el PIB real per cápita tuvo un crecimiento anual promedio de 2,72%, muy superior al de 0,1% que se había registrado entre 1800 y 1905[endnoteRef:8]. El dinamismo de la economía incrementó la demanda de circulante. [8: Meisel, A. (2015). Antecedentes del Banco de la República, 1904 – 1922. Cuadernos de Historia Económica y Empresarial. Cartagena. No. 37, p. 10. De 1800 a 1905, toma los datos ofrecidos por Kalmanovitz, S. (2010). Nueva Historia Económica de Colombia. Bogotá, p. 75, mientras que, para el periodo de 1905 – 1922, el autor realiza sus propios cálculos de acuerdo a GRECO (2002). El crecimiento económico del siglo XX. Bogotá. Banco de la República, Anexo estadístico. La publicación del GRECO realiza dos estimaciones: por función de demanda del dinero y por relación entre comercio internacional y PIB. Las dos ecuaciones estimadas son:

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Durante los años de la Primera Guerra Mundial dejó de llegar el oro del exterior, e incluso se presentaron salidas del metal por las condiciones que estaban dándose en el mercado internacional. Ello contrajo la oferta monetaria. El gobierno de Concha (1914-1918), agobiado por la crisis fiscal originada en la disminución de las importaciones y por la escasez de circulante, expidió varias normas tratando de superar las dificultades, una de ellas la apropiación de los recursos que había acumulado la Junta de Conversión. El gobierno siguiente (Suarez), con Esteban Jaramillo como Ministro del Tesoro, quiso permitir la circulación de los billetes emitidos por la Tesorería y por el Banco de Inglaterra[endnoteRef:9], pero la Corte Suprema prohibió la circulación de los billetes ingleses, y dejó al país en una grave situación de liquidez. [9: Véase Jaramillo, E. (1990) Memorias de Hacienda, Colección Bibliográfica del Banco de la República.]

La creación en 1914 del Banco de la Reserva Federal en Estados Unidos parece haber inclinado la balanza en Colombia en favor de un banco único de emisión, cuando hasta ese momento había defensores vehementes de la banca múltiple. Al finalizar la legislatura de 1922 competían tres proyectos con el mismo propósito de crear un banco emisor que pudiera solucionar las dificultades de nuestro sistema monetario; de ellos se tramitaron solo dos en el Congreso.

En Colombia no se produjo el sendero evolutivo que traza Goodhart para muchos países de Europa occidental en el siglo XIX y XX, con una lenta pero sistemática transición desde un gran banco de gobierno a un banco central.[endnoteRef:10] Más bien, el Banco de la República de Colombia se creó en 1923 para proveer circulante en cantidades adecuadas y apoyar el vigoroso desarrollo económico que ya impulsaba el cultivo del café, pues la necesidad de circulante era apremiante y se fue agudizando a medida que avanzaba el siglo. [10: Véase Goodhart, Ch. (1998). The Evolution of Central Banks. Cambridge, Mass, The MIT Press.]

La decisión final se plasmó en la Ley orgánica 30 de 1922, la cual autorizó al gobierno para promover y realizar la fundación de un banco de emisión, giro, depósito y descuento, cuyas bases serían las que se fijaran en sus estatutos, con sujeción a dicha Ley y a las demás que le fueran aplicables. El mismo Congreso de 1922 dictó la ley 60, por medio de la cual se autorizó al gobierno a traer al país una misión de técnicos expertos en asuntos económicos y financieros. A propósito, el fracaso del llamado Banco Central en la primera década del siglo es parcialmente responsable de que nuestro Banco de la República no se llame Banco Central como en la mayoría de países del mundo.

Creación del Banco de la República.

Con la elección del profesor de Princeton Edward Kemmerer para dirigir la misión, se estaba eligiendo un propósito, pues el rasgo más destacado del profesor fue su firme confianza en las bondades del patrón oro[endnoteRef:11]. Su propuesta fundamental, replicada en varios países, era la de establecer bancos centrales muy conservadores que tenían como objetivo principal estabilizar las tasas nominales de cambio a través del mecanismo automático del patrón oro[endnoteRef:12]. Se trataba de bancos independientes del gobierno, pero muy pasivos en su política monetaria contracíclica. Se pretendía, finalmente, adoptar un modelo muy cercano al de la Reserva Federal en E.E.U.U., sobre el cual Kemmerer era un reconocido especialista. [11: Véase Seidel, R. N. (1972). American Reformers Abroad: The Kemmerer Missions in South America, 1923 – 1931. The Journal of Economic History. Vol. 32, No. 2, pp. 520 – 545.] [12: Véase Drake, P. (1994). La creación de los bancos centrales en los países andinos, en Tedde, P. y Marichal, C. (ed.). La formación de los bancos centrales en España y América Latina (siglos XIX y XX). Volumen 2: Suramérica y el Caribe. Banco de España – Servicio de Estudios de Historia Económica. No. 30.]

Los alcances de la misión fueron amplios y llevaron a una reforma administrativa profunda que, además de crear el Banco de la República, modificó los pilares del Estado colombiano en el sector bancario y en las finanzas públicas del país[endnoteRef:13]. La creación de la Superintendencia Bancaria generó la mayor resistencia de los banqueros locales, pero la crisis de un banco privado importante terminó legitimando la creación de la entidad[endnoteRef:14]. En contraste, el proyecto de un banco de emisión como el propuesto logró un amplio consenso, excepto por parte de los gremios agrícolas que siempre insistieron en la necesidad de contar con un gran banco de fomento[endnoteRef:15]. [13: Su labor se concretó en los siguientes proyectos, convertidos en leyes por el Congreso de la República: i) Ley del Banco de la República, por la cual se organizó el Banco Emisor. ii) Ley sobre Establecimientos Bancarios, por la cual se creó la Superintendencia Bancaria. iii) Ley de Timbre, que reorganizó el funcionamiento de las Aduanas y estableció la Recaudación de Rentas Nacionales. iv) Ley de impuesto sobre la renta, que organizó el recaudo tributario. v) Ley de Contraloría, que transformó la antigua Corte de Cuentas en la Contraloría General de la República. vi) Ley sobre fuerza restrictiva del presupuesto, que limitó las facultades del Parlamento para ordenar el gasto público y dejó esta iniciativa en manos del Poder Ejecutivo.] [14: Los proyectos de impuesto a la renta y pasajes no fueron aprobados. Véase Sánchez, F.; Bedoya, J. (2017). La danza de los millones, 1923 – 1933, en Uribe, J. D. (ed.). Historia del Banco de la República, 1923 – 2015. Bogotá. Banco de la República.] [15: No faltaron, sin embargo, algunos sectores nacionalistas que acusaron a la misión de representar los intereses del gobierno de Estados Unidos y de poner en riesgo la soberanía, la cultura y los bienes de los nacionales. Otros señalaron que el fin de la misión era poner la economía colombiana en manos de los banqueros norteamericanos y los especuladores de Wall Street. Véase Drake, P. (1989). The Money Doctor in the Andes. The Kemmerer Missions, 1923 – 1933. Durham y London. Duke University Press.]

Se creó una entidad de carácter semipúblico cuyo capital se dividió por igual entre el Gobierno Nacional y el sector privado[endnoteRef:16], con la exclusividad para emitir la moneda legal colombiana. Se trató de un banco de bancos, función que cumplía principalmente mediante operaciones de descuento y redescuento, de un prestamista de última instancia, administrador de las reservas internacionales, y agente fiscal del Gobierno. Mediante contrato se trató de evitar que de manera unilateral el gobierno impusiera modificaciones a la naturaleza, estructura o funciones de la nueva institución. El gobierno tenía una participación minoritaria en la Junta Directiva al nombrar a tres de diez miembros, y éstos participaban con voz, pero sin voto. [16: El capital inicial era de 10 millones de pesos.]

El Ministro de Hacienda fue siempre uno de los representantes gubernamentales, aunque la Ley 25 omitió mencionarlo explícitamente. De los siete representantes del sector privado, cuatro correspondían a los bancos privados locales, dos a los bancos extranjeros y uno al público. La idea de otorgar asiento en la Junta Directiva a los banqueros extranjeros pretendía generar confianza por parte de los inversionistas foráneos[endnoteRef:17], y la baja participación del sector público pretendía reducir la influencia de la política en el banco[endnoteRef:18]. [17: En la misma dirección, estaba el depósito de una parte importante de las reservas en el extranjero.] [18: Según texto de la Misión citado por Avella, M. (2014). La independencia de la banca central en Colombia desde 1923. Revista de Economía Institucional. Vol. 26, No. 30, pp. 171 – 214.]

Se estableció un tope a las operaciones de crédito con el Gobierno, las cuales de todas formas requerían la aprobación de los siete miembros restantes. Por disposición legal se facultó a los bancos para suscribir el 15% de su capital y reservas en acciones del Banco de la República, con lo cual se reducía de forma paulatina la participación del Gobierno. La Ley también impuso límites a las operaciones de crédito que el Banco podía extender a los bancos accionistas y estipuló las características del encaje de los bancos[endnoteRef:19]. [19: Las tasas de encaje para los bancos se fijaron en 50% para depósitos de corto plazo y 25% para depósitos a término (más de treinta días).]

Como uno de los principales objetivos del Banco era mantener el patrón oro, se estableció un respaldo en oro del 60% para los billetes en circulación y para los depósitos. Se escogió el mecanismo de redescuento como el principal instrumento para otorgar crédito al sector privado, con lo cual el Banco podía orientarlo hacia las actividades productivas más “deseables”.

El recién creado Banco de la República debió dedicarse con urgencia a la recuperación de la confianza luego de la corrida contra el Banco López, uno de los más grandes de la época, y cuyos efectos habían comenzado a sentirse en el resto del sistema bancario. La provisión de liquidez concentró los esfuerzos del Banco Central y, por recomendación de Kemmerer, se otorgaron descuentos de 30 días a los bancos Colombia, Bogotá, Central y Alemán Antioqueño a una tasa del 10%. Superado el problema el Banco Central se enfocó en proveer la liquidez necesaria para reactivar las actividades comerciales e industriales y en comenzar a reemplazar todo el circulante, en especial las cédulas de tesorería, por sus propios billetes[endnoteRef:20]. [20: Véase Sánchez, F.; Bedoya, J. (2017). La danza de los millones, 1923 – 1933, en Uribe, J. D. (ed.). Historia del Banco de la República, 1923 – 2015. Bogotá. Banco de la República.]

En los años siguientes y hasta 1929, cuando el deterioro de la economía internacional comenzó a afectar a Colombia, se dio un período de auge, con un crecimiento promedio del PIB de 8.6% entre 1926 y 1928, una de las tasas más altas en la historia del país (ver Anexo 1 – A1). Coincidieron en el período las elevadas cotizaciones del café, el ingreso de la indemnización estadounidense por la pérdida de Panamá, una entrada de capitales sin precedentes en la historia del país (en parte incentivada por la creación del Banco de la República), y la construcción sin precedentes de obras públicas (Echavarría, 1982).[endnoteRef:21] [21: Véase Uribe, J. D. (2013). La independencia de la banca central en Colombia, en Alonso, G. (ed.). Banco de la República: 90 años de la banca central en Colombia. Bogotá. Banco de la República.]

La Gran Depresión y el abandono del patrón oro.

La dinámica de la economía colombiana cambió abruptamente con el inicio de la Gran Depresión. La deflación generalizada que acompañó la contracción en la producción global marcó el fin de la enorme expansión internacional en los años 1920s[endnoteRef:22]. Se detuvieron los flujos de capital hacia el país y, posteriormente, se presentó una caída estruendosa en el precio externo del café. Las importaciones cayeron aún a pesar de la disminución de sus precios. Se afectaron en consecuencia los recursos producto de la tributación externa, una de las principales fuentes de ingresos fiscales del país durante gran parte de la década de los años veinte. Además, el patrón oro produjo la transmisión de la caída en la producción internacional a Colombia, por medio de un fuerte choque monetario negativo, y las dificultades de índole fiscal frenaron aún más la economía. [22: Véase Sánchez, F.; Bedoya, J. (2017). La danza de los millones, 1923 – 1933, en Uribe, J. D. (ed.). Historia del Banco de la República, 1923 – 2015. Bogotá. Banco de la República. Pp. 66.]

La depresión - deflación que se gestó entre 1929 y 1931 hizo que arreciaran las críticas contra el Banco de la República y ello llevó a que se invitara nuevamente al país al profesor Kemmerer. La nueva misión recomendó cambios leves que en buena parte recogían ideas que se estaban dando en la discusión pública nacional e internacional[endnoteRef:23] [endnoteRef:24]. [23: Estos cambios se plasmaron en la Ley 73 de 1930, 57 de 1931 y 80 de 1931. Véase Sánchez, F.; Bedoya, J. (2017). La danza de los millones, 1923 – 1933, en Uribe, J. D. (ed.). Historia del Banco de la República, 1923 – 2015. Bogotá. Banco de la República. Pp. 71.] [24: Tales como ampliar la capacidad de emisión del banco central y aumentar la liquidez del mercado para enfrentar el proceso de caída generalizada de los precios, todo esto en el marco del patrón oro. También se redujo del 60% al 50% la reserva de oro de los billetes del Banco; asimismo los requisitos de encaje de los bancos privados se redujeron del 50% al 40% para las cuentas corrientes y del 25% al 20%. Los bancos miembros del Banco de la República estaban facultados a mantener solo la mitad de este requisito. Finalmente, se aprobó que el Banco de la República pudiera realizar préstamos con vencimientos no mayores a noventa días a los bancos miembros por un máximo de 15% sobre su capital y reservas. Esto último, en adición al 30% que había quedado establecido en la Ley 25 de 1923.]

Un cambio importante fue la reforma de la Ley Orgánica de 1923 por medio de la Ley 82 de 1931. Se modificó la composición de la Junta Directiva del Banco, con mayor injerencia del gobierno y de los sectores agrícolas y comerciales[endnoteRef:25] y se establecieron controles de cambios, con lo cual se amplió la actividad del Banco como regulador de las operaciones monetarias, ahora tanto en moneda doméstica como extranjera. También se aceptó un aumento del crédito al gobierno de 15% sobre el límite establecido en 1923 (que era del 30% del capital pagado y las reservas del Banco): se podrían hacer préstamos a la banca, garantizados con deuda pública de corto plazo, siempre y cuando fuesen aprobados por 10 de los doce miembros de la nueva Junta Directiva[endnoteRef:26]. [25: En la nueva Junta Directiva, se incorporaron representantes de la Federación Nacional de Cafeteros y de las Cámaras de Comercio, se disminuyeron los representantes de los bancos nacionales de cuatro a dos, y se formalizó la inclusión del Ministro de Hacienda.] [26: Véase Avella, M. (2017). La economía colombiana en la Revista del Banco de la República, 1927 – 2015. Bogotá. Banco de la República. ]

El deterioro de la situación internacional y la debilidad de la economía nacional pronto llevaron a las autoridades económicas a abandonar los principios que quisieron preservar antes de la crisis y que en teoría garantizarían el acceso al crédito externo: el patrón oro y el pago de la deuda externa. La acumulación de hechos negativos como el cierre del crédito externo, el colapso de las importaciones y su impacto sobre los ingresos tributarios, la caída de las exportaciones, el agotamiento de las reservas internacionales, el abandono del patrón oro por parte de Gran Bretaña y la oleada de moratorias soberanas, fueron poco a poco arrinconando a las autoridades en Colombia.

En efecto, el 21 de septiembre de 1931 Gran Bretaña suspendió el patrón oro ante el creciente retiro de fondos en libras esterlinas por quiebras bancarias en Alemania; en adelante Gran Bretaña solo pagó en moneda extranjera las obligaciones del gobierno o del Banco de Inglaterra. Con esta medida aumentó la incertidumbre a lo largo y ancho de la economía mundial. La situación en Colombia era insostenible, y el 24 de septiembre el Presidente de la República expidió el Decreto 1683 de 1931, mediante el cual se suspendió temporalmente el libre comercio de oro y se prohibió su exportación. Así mismo, y por considerar que lo exigía el interés nacional, se encomendó a la Comisión de Control de Operaciones de Cambio[endnoteRef:27] el control de los cambios internacionales y el traslado de fondos al exterior. [27: Véase Ibáñez, J. (1990). La concentración de las reservas internacionales en el Banco de la República y su administración, en Meisel, A.; López, A. (ed.). El Banco de la República: antecedentes, evolución y estructura. Bogotá. Banco de la República.]

En lo sucesivo solo el Banco de la República podría comprar y vender divisas, previa autorización de la Comisión de Control. Se restringieron las importaciones, con el mismo propósito de defender las reservas metálicas del país, se prohibió la entrada de ciertos artículos “superfluos” o de lujo a Colombia, y se elevaron considerablemente los derechos de aduana sobre distintos productos de consumo ordinario[endnoteRef:28]. También se abandonó el principio de honrar la deuda externa. A finales de 1931 se fijaron controles al servicio de la deuda externa, y comenzó un proceso de moratoria que se extendería hasta 1935. La renegociación de la deuda externa sería un asunto complejo que solo terminaría a finales de los años cuarenta[endnoteRef:29]. [28: La otra medida tomada a fines de 1931, para combatir la crisis, fue la concesión de las salinas de Zipaquirá, Nemocón, Sesquilé y Tausa, al Banco de la República, por parte del Gobierno Central y que habría de convertirse en una pieza central para el manejo monetario entre 1932 y 1934. En efecto, en virtud de la norma que le confería la administración de las salinas, el Banco debería entregarle al Gobierno un anticipo sobre las utilidades futuras de las salinas, de 15 millones de pesos con un interés anual del 3%. El primer anticipo, por un valor de $ 3.8 millones, fue entregado al Gobierno Central en diciembre de 1931.] [29: Véase Avella, M. (2007). El acceso de Colombia al financiamiento externo durante el siglo XX, en Robinson, J.; Urrutia, M. (ed.). Economía colombiana del siglo XX. Un análisis cuantitativo. Bogotá. Fondo de Cultura Económica – Banco de la República.]

Las diferentes medidas extraordinarias cambiaron para siempre el espíritu de los estatutos originales diseñados por Kemmerer. Para comenzar, el Gobierno le asignó al Banco de la República nuevas funciones, poco relacionadas con los fines de la banca central (administración de las salinas y de otras minas). De otro lado, las disposiciones que autorizaron el redescuento sobre activos de largo plazo en la forma de cartera hipotecaria y préstamos de prenda industrial, representaban un activismo sin precedentes en el crédito.[endnoteRef:30]. El endeudamiento gubernamental continuó aumentando e hizo carrera “el expediente que permitiría acceder al financiamiento primario mediante la expedición de leyes que autorizaban la compra de deuda pública por el Banco sin comprometer la utilización del cupo legal originalmente establecido[endnoteRef:31]”. La política fiscal comenzó a dominar a la política monetaria. [30: Hay que recordar que este periodo también estuvo caracterizado por el nacimiento de algunos institutos oficiales de crédito, como lo fueron la Caja de Crédito Agrario y el Banco Central Hipotecario. ] [31: El crédito al gobierno llego a alcanzar 60% de los activos del Banco, con el agravante de que se trataba sobre todo de deudas de largo plazo. En 1942 se dispuso que una porción importante de aquellos créditos se transformará en inversiones del Banco en títulos de deuda pública, que en aquel momento llegaron a representar el 35% de sus activos. Véase Alviar, O. (1972). Instrumentos de dirección monetaria en Colombia. Bogotá. Ediciones Tercer Mundo.]

A las medidas fiscales y monetarias se sumó la devaluación nominal del peso con respecto al dólar que en 1933 (19,1%) y 1934 (30,4%) propició el Banco de la República. Esa devaluación nominal llevo a una real de 54,2%[endnoteRef:32]. En conjunto, las disposiciones poco ortodoxas que se tomaron permitieron superar la situación de depresión con caídas de precios (deflación) que había sufrido la economía desde 1929. El PIB comenzó a crecer en 1932, impulsado por la mayor competitividad de las exportaciones colombianas y la recuperación del sector industrial y agropecuario. El crecimiento fue sostenido hasta 1940, cuando la actividad económica se frenó como consecuencia de la escasez de insumos importados durante la guerra mundial. El dinamismo de la economía se recobró a partir de 1943 y creció el resto de la década al 5,5%, con una inflación del 13,7%. Después de 1934 la tasa de cambio nominal se mantuvo fija hasta que en 1948 y 1951 se devaluó el peso nuevamente en 11,4% y 28,0%, respectivamente, con el fin de reversar la revaluación observada desde mediados de los treintas[endnoteRef:33] (ver Anexo 1 – A3). [32: Véase Meisel, A. (2017). Las políticas del Banco de la República durante un auge entre dos crisis, 1930 – 1951, en Uribe, J. D. (ed.). Historia del Banco de la República, 1923 – 2015. Bogotá. Banco de la República. La metodología desarrollada por el autor consiste en realizar un cálculo de la forma donde el datos de es extraido de Measuring Worth e es elaborado con el índice del promedio del costo en el país de algunos alimentos desde 1923 a 1937 y empalmado con el índice que los 15 alimentos de primera necesidad. La fuente de los datos de es el Banco de la República. ] [33: Véase Meisel, A. (2017). Las políticas del Banco de la República durante un auge entre dos crisis, 1930 – 1951, en Uribe, J. D. (ed.). Historia del Banco de la República, 1923 – 2015. Bogotá. Banco de la República. Pp. 91.]

El camino hacia el financiamiento del desarrollo.

La posguerra trajo cambios en las instituciones monetarias en el mundo entero. Se repensó el papel de los bancos centrales y el de la política monetaria. La institucionalidad monetaria y financiera de la mitad del siglo se caracterizó por la arquitectura creada en Bretton Woods en julio de 1944. Esta arquitectura consistió en un sistema de tasas de cambio fijas con respecto al dólar de los Estados Unidos, país que fijaba la paridad de su moneda con respecto al oro. Con el clima inflacionario que siguió a la guerra, surgieron tensiones acerca de los instrumentos de política económica que se estaban utilizando; y fue una época de renovados debates acerca de la organización de la banca central y de su independencia frente al gobierno.

El financiamiento del desarrollo constituyó un tema importante en las discusiones internacionales en el período. Y pronto hizo carrera la idea de asignarle a los bancos centrales de los países en desarrollo, e incluso en algunos países desarrollados, un papel más activo dentro de las políticas de fomento económico, utilizando para ello instrumentos monetarios y crediticios. La misma Reserva Federal apoyó estos nuevos objetivos en algunos países en desarrollo.[endnoteRef:34] [34: Véase Bloomfield, A. (1957). Some problems of Central Banking in Underdeveloped Countries. The Journal of Finance. Vol. 12, No. 2, pp. 190 – 204.]

El cambio de orientación fue recogido en la reforma de 1951, en la cual se otorgaron al Banco amplios poderes en la asignación del crédito y en el control de la política cambiaria. Se facultó a su Junta Directiva para fijar cupos de crédito ordinario, especial o de fomento y de emergencia; fijar las tasas de interés; otorgar descuentos y redescuentos en los préstamos; y señalar y modificar el encaje legal de los establecimientos bancarios. Para las decisiones más importantes se exigía el voto favorable del Ministro de Hacienda. En la nueva Junta también se amplió la participación de los representantes gremiales, con el sesgo inflacionario que ello implicaba. La reforma se complementó con la creación de bancos oficiales y sectoriales como el Banco Popular creado en 1950, el Banco Cafetero en 1954, y el Banco Ganadero en 1956.

El Decreto Legislativo 2057 de 1951 también prorrogó el término de duración del Banco y el ejercicio exclusivo de la emisión de billetes por 20 años más a partir del 20 de julio de 1953. En materia de capital, se autorizó a los particulares a vender sus acciones y al Estado a enajenar las suyas, lo que no implicaba que el Gobierno perdiese sus prerrogativas en el Banco ni la facultad de nombrar a los directores que le correspondían, en razón de que el derecho de emisión le pertenecía constitucionalmente.

El control de cambios y la política cambiaria se concentraron desde 1951 en el Banco de la República por medio de los decretos legislativos 637 y 143. El primero de ellos determinó que el movimiento total de las divisas extranjeras se haría por intermedio del Banco de la República o por los bancos autorizados por este, para lo cual se le ratificó la función de comprar las divisas provenientes de las exportaciones y vender las necesarias para las importaciones […] al tipo de cambio que señalara la Junta Directiva del Banco[endnoteRef:35]. El decreto 143 “atribuyó a la Junta Directiva del Banco de la República la facultad de señalar periódicamente el monto global de divisas disponibles para efectuar pagos al exterior”[endnoteRef:36]. [35: Véase Ibáñez, J. (1990a). La reforma de 1951, en Meisel, A.; López, A. (ed.). El Banco de la República: antecedentes, evolución y estructura. Bogotá. Banco de la República.] [36: Véase Ibáñez, J. (1990a). La reforma de 1951, en Meisel, A.; López, A. (ed.). El Banco de la República: antecedentes, evolución y estructura. Bogotá. Banco de la República.]

En sus nuevas funciones el Banco de la República debió enfrentar tres episodios de crisis cambiarias en 1951, 1957 y 1962. El primero fue acompañado por un conjunto de políticas de estabilización y los dos últimos por programas de estabilización con el Fondo Monetario Internacional. La liberalización de las importaciones en 1953, la bonanza cafetera del año siguiente y el estímulo a la economía con la utilización del crédito de fomento llevaron a un auge de la actividad que permitió superar los efectos contraccionistas de la primera crisis cambiaria. Al caer el precio del café en 1955 se precipitó una escasez de divisas que trajo como consecuencia una moratoria de la deuda comercial, seguida por una crisis de balanza de pagos y de un nuevo programa de estabilización en 1957. El programa de ajuste de 1957 ayudó a recuperar la normalidad en los pagos externos, pero desde 1960 se abandonó el objetivo de la estabilidad macroeconómica.

El cambio en las políticas condujo a una nueva crisis de balanza de pagos y al malogrado programa de estabilización de finales de 1963, entre otras razones por el aumento desproporcionado de los salarios a comienzos de 1963, que atizó la inflación y dio reversa al ajuste de la tasa de cambio real logrado con la devaluación de finales de 1962. Era claro que el deseo de fomentar el desarrollo llevó a un crecimiento del dinero que sostuvo una inflación promedio de 9,33% en el período 1951-1963 mayor que la de los países avanzados, con ajustes frecuentes de la tasa de cambio[endnoteRef:37] (ver Anexo 1 – A2). La política monetaria debió enfrentar la tensión entre ampliar el crédito para el fomento y controlar la cantidad de dinero[endnoteRef:38]. [37: La serie de inflación fue extraída de El crecimiento económico del siglo XX realizado por el GRECO tomando datos desde 1905 de su anexo estadístico. Para completar la serie hasta 2017, se tomaron los datos del Banco de la República para luego, empalmar ambas series. Para el cálculo de la inflación en el periodo mencionado, se realizó un promedio simple de las observaciones de inflación desde 1951 hasta 1963. Para mayor información, ver Anexo 1 – A2.] [38: Véase Gómez, J. (2017). El Banco de la República durante 1951 – 1963: la estabilidad macroeconómica en la balanza, en Uribe, J. D. (ed.). Historia del Banco de la República, 1923 – 2015. Bogotá. Banco de la República.]

La creación de la Junta Monetaria

En esas condiciones se empezó de nuevo a discutir acerca del papel del Banco de la República y de sus políticas. La respuesta gubernamental fue la creación en 1963 de una Junta Monetaria como autoridad monetaria, cambiaria y crediticia, mientras que al Banco se le asignó la primera de las tres tareas[endnoteRef:39]. La idea con la Junta Monetaria como órgano gubernamental, era que el Estado colombiano recuperara para sí el ejercicio de la soberanía monetaria. En los campos monetario y crediticio, la Junta heredó las facultades que ya se habían otorgado, y más adelante recibió algunas atribuciones nuevas, sobre todo en materia cambiaria. La participación de funcionarios con rango ministerial y sectorial mantuvieron un sesgo inflacionario en sus decisiones[endnoteRef:40]. [39: En Hernández, A.; Jaramillo, J. (2017). La Junta Monetaria y el Banco de la República, en Uribe J. D. (ed.). Historia del Banco de la República, 1923 – 2015. Bogotá. Banco de la República., en la nueva institucionalidad el Banco de la República continuaría siendo: “i) El guardián y administrador de las reservas internacionales. ii) El banquero del Gobierno. iii). El guardián de las reservas de los bancos comerciales y demás intermediarios financieros, en tanto que el encaje legal a que ellos estuviesen sometidos debía mantenerse, en muy buena parte, en el Banco de la República. iv) El banquero de las instituciones financieras, mediante operaciones de préstamo y descuento. v) El banquero del Fondo Nacional del Café, de los fondos ganaderos y del Instituto de Desarrollo Cooperativo. vi) El administrador de los fondos de fomento que se fueron creando. vii) El administrador de los convenios de pago suscritos entre Colombia y otros países. viii) El depositario en Colombia de las disponibilidades en el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y el representante del país ante esas entidades, pues en los estatutos básicos de ellas se previó que los bancos centrales serían los depositarios de sus fondos y cumplirían otras funciones en relación con ellas.”] [40: La Junta Monetaria quedó compuesta por el equipo económico del Gobierno Nacional, a saber: los Ministros de Hacienda, Fomento (más tarde, de Desarrollo Económico) y Agricultura, el Jefe del Departamento Nacional de Planeación y el Gerente del Banco de la República. También se facultó a la Junta Monetaria para nombrar a dos asesores técnicos, responsables de preparar los documentos a ser discutidos en la Junta Monetaria y participaban en ella con voz y sin voto.]

Durante la existencia de la Junta Monetaria, entre 1963 y 1990, la economía colombiana creció de manera continua a una tasa promedio del 5%, en medio de acentuadas oscilaciones del sector externo, con un crecimiento del tamaño del Gobierno y recurrentes dificultades fiscales, una rápida expansión y diversificación del sector financiero, y un proceso inflacionario sostenido y estable, en especial a partir de los años setenta[endnoteRef:41] (ver Anexo 1 – A1). [41: Véase Hernández, A.; Jaramillo, J. (2017). La Junta Monetaria y el Banco de la República, en Uribe J. D. (ed.). Historia del Banco de la República, 1923 – 2015. Bogotá. Banco de la República.]

El diseño institucional original provocó problemas de diversa índole en la economía y por esto debió ser modificado. Para comenzar, el esquema adoptado en 1963 rompió la unidad en el ejercicio de las funciones de banca central al quedar estas divididas en dos instancias: las atribuciones de la Junta Monetaria y las del Banco de la República. En 1973 el Gobierno consideró que debería intervenir nuevamente en el capital de la entidad para aclarar cualquier equívoco sobre el atributo de emisión como parte de la soberanía monetaria del Estado. La nacionalización del Banco de la República se concretó mediante la Ley 7 del citado año, en virtud de la cual el Banco se transformó en entidad de derecho público para el ejercicio de la facultad de emisión y ejecutor de las políticas que determinara la Junta Monetaria[endnoteRef:42]. [42: Véase Boada, A.; Gómez, C.; Ocampo, M. (2017). Autonomía del Banco de la República en la Constitución de 1991 y en la ley 31 de 1992, en Uribe J. D. (ed.). Historia del Banco de la República, 1923 – 2015. Bogotá. Banco de la República.]

Una crítica repetida en esos primeros años de la década del setenta hacía referencia al sesgo inflacionario que se daba como consecuencia del arreglo institucional vigente. En la década siguiente la situación se agravó. La recurrente financiación del déficit fiscal con emisión monetaria primaria, así como el acceso de particulares a recursos de emisión mediante cupos de crédito, fue la principal causa de expansión monetaria en Colombia durante la década de los ochenta y el consecuente deterioro del poder adquisitivo de la moneda[endnoteRef:43]. Esto último promovió la proliferación de mecanismos de indexación, creados por los agentes para protegerse de las sorpresas inflacionarias, originándose con esto también una alta inercia que transformó la inflación en un fenómeno permanente, incluso cuando en la segunda mitad de la década ya se había eliminado el déficit fiscal. Los intentos de estabilizar una economía muy indexada fracasaron ante los fuertes desalineamientos en precios relativos y/o altos costos reales de los ajustes a los choques. [43: Véase Boada, A.; Gómez, C.; Ocampo, M. (2017). Autonomía del Banco de la República en la Constitución de 1991 y en la ley 31 de 1992, en Uribe J. D. (ed.). Historia del Banco de la República, 1923 – 2015. Bogotá. Banco de la República.]

Autonomía

El debate público en Colombia acerca de las causas de la elevada inflación en los años ochenta estaba en línea con la discusión internacional, en un período en que la independencia de los bancos centrales toma nuevamente importancia. Ya en la primera mitad de los años setenta ilustres economistas destacaban la imposibilidad de ejercer un control monetario autónomo si al organismo que debía hacerlo no se le liberaba de su dependencia del ejecutivo y de su compromiso con la asignación de crédito a sectores específicos. Al comenzar los ochenta se dieron iniciativas parlamentarias que no prosperaron y que iban en esa dirección[endnoteRef:44]. [44: Véase Avella, M. (2014). La independencia de la banca central en Colombia desde 1923. Revista de Economía Institucional. Vol. 26, No. 30, pp. 171 – 214.]

La autonomía le fue conferida finalmente al Banco de la República en la Carta Constitucional de 1991. Como antes, el cambio en el pensamiento económico acerca de la función de los bancos centrales tuvo una influencia determinante en la discusión interna y en su epílogo. En el mundo la percepción se había modificado como consecuencia de la respuesta fallida de la política económica a tres fenómenos nuevos: niveles de inflación cercanos a 10% en los Estados Unidos y en otras economías avanzadas, la emergencia de la estanflación tras los choques petroleros de los años setenta y la evolución del sistema financiero en la década siguiente, bajo la influencia de las innovaciones y de la liberalización financiera. El activismo macroeconómico frente al primer fenómeno, caracterizado por una política fiscal expansionista y condiciones monetarias acomodaticias, llevó a un deterioro progresivo de las finanzas públicas y a una inflación crónica. Por su parte, la expansión sustancial de la esfera financiera en relación con la real, fue la principal característica de los cambios en el entorno financiero.

Los desarrollos en la economía global contribuyeron a la nueva relación entre los bancos centrales, los gobiernos y los mercados financieros. En esa perspectiva, los bancos centrales y los gobiernos persistieron en la búsqueda de la estabilidad financiera en el espíritu de aprovechar de la mejor forma su potencial. Al mismo tiempo, la experiencia de la inflación llamó la atención, una vez más, sobre los riesgos que surgen de combinar el gasto del gobierno con débiles o inexistentes restricciones al financiamiento monetario. En consecuencia, hacia finales de los años ochenta existía un ambiente político más receptivo al propósito de otorgar a los bancos centrales un mayor grado de autonomía frente a los gobiernos, con un mandato más claro, concentrado en la estabilidad de precios.

La Constitución de 1991 permitió la desvinculación del Banco de la República del financiamiento fiscal y del otorgamiento indiscriminado de crédito al sector privado, permitiéndole concentrarse en su función propia: la estabilidad macroeconómica y financiera. La fórmula escogida fue la de un banco central gobernado por una Junta Directiva de siete miembros (JDBR), en la cual se incluyó al Ministro de Hacienda y al Gerente del Banco de la República. Los miembros permanentes (5 Codirectores) son designados por el Presidente de la República, sirven por períodos de hasta 12 años, no pueden ser removidos, y son nombrados escalonadamente (dos miembros cada cuatro años). Además, el cargo de Codirector es incompatible con otras funciones en los sectores público o privado, excepto si se trata de labores académicas. La Junta no está sujeta a instrucciones de ningún poder del Estado y es, en ese sentido, genuinamente autónoma. Se pensó que la presencia del Ministro de Hacienda contribuía a la coordinación de la política económica.

La nueva institucionalidad permitió reducir gradualmente la inflación desde 32% a comienzos de los años noventa[endnoteRef:45] (ver Anexo 1 – A2). En ese proceso se combinaron varios elementos: la desindexación de la tasa de cambio a la inflación, a partir de un esquema de bandas cambiarias en un período en el cual entraron masivamente capitales atraídos por las reformas estructurales y los hallazgos petroleros, la política de reducir paulatinamente la oferta monetaria y una apertura comercial limitada que aumentó la oferta de bienes importados a precios reducidos[endnoteRef:46]. [45: El dato de inflación de 1990 fue de 32,37%. Este dato fue extraído de la serie del GRECO en su texto El crecimiento económico del siglo XX.] [46: Véase Kalmanovitz, S. (2013). El Banco de la República y el desarrollo económico, en Alonso, G. (ed.). Banco de la República: 90 años de la banca central en Colombia. Bogotá. Banco de la República.]

Sin embargo, al tiempo con la reducción de la inflación, se fue acumulando un fuerte desbalance macroeconómico que al presentarse la destorcida de los ingresos externos en 1998 precipitó una profunda crisis. De hecho, los mayores ingresos de capital entre 1991 y 1997 financiaron el mayor gasto de la economía colombiana, hecho que se reflejó en el comportamiento de la cuenta corriente de la balanza de pagos, la cual pasó de registrar un superávit de 4,9% del PIB en 1991, a un déficit promedio de 4,0% entre 1993 y 1998[endnoteRef:47]. [47: Véase Urrutia, M. (2002). Una visión alternativa: la política monetaria y cambiaria en la última década. Revista del Banco de la República. Vol. 75, No. 895.]

El déficit externo estuvo acompañado de un creciente déficit fiscal, explicado, en parte, por los compromisos adquiridos por el gobierno nacional central (GNC) después de la Constitución de 1991. El crecimiento en el saldo de la deuda externa ayudó a financiar el déficit de cuenta corriente, que alcanzó a representar el 8% del PIB durante el primer trimestre de 1998. De otro lado, el endeudamiento externo del sector privado aumentó durante los últimos años del siglo XX y alcanzó a sobrepasar al endeudamiento externo público; eso causó que el riesgo cambiario de los agentes privados aumentara. Los desbalances y nuevos riesgos se materializaron a finales de los años 1990s, generando la peor crisis económica del siglo XX (Urrutia y Llano, 2012).

El ingreso de capitales externos durante la década de los noventa influyó en el comportamiento de la cartera nacional, y la profundización financiera, medida como el saldo de la cartera como porcentaje del PIB casi se duplicó. Las fricciones financieras que sufría el sector bancario en esta época, dentro de las cuales la principal era el sistema UPAC, hicieron que el aumento en la cartera fuera una fuente adicional de presión. Con un desbalance de esa magnitud y con la fragilidad financiera que se había generado la corrección tenía que ser sustancial[endnoteRef:48]. Desde 1998 se precipitó la destorcida económica, en medio de fuertes salidas de capital y de una aguda crisis política. Colombia, Ecuador y Venezuela fueron los tres países más afectados en la región (Echavarría, et al., 2012). [48: Véase Uribe, J. D. (2011). Comentarios a ‘La crisis internacional y cambiaria de fin de siglo en Colombia´. Desarrollo y Sociedad – Universidad de los Andes (CEDE). Vol. 67, pp. 49 – 52.]

El Banco usó los instrumentos que tenía a su disposición para hacerle frente a la crisis. En particular, defendió la banda cambiaria hasta garantizar que eliminarla no resultara en una devaluación peor; y a partir de la segunda mitad de 1998 aumentó la liquidez disponible en la economía por medio de menores encajes bancarios y reducciones en el corredor de la tasa interbancaria. El banco también actuó como prestamista de última instancia para las entidades de crédito. A diferencia de la crisis bancaria de comienzos de los ochenta, en este caso, el eje de la acción al lidiar con la intervención de los bancos comerciales en problemas recayó sobre el Fondo de Garantías de Instituciones Financieras (Fogafín), creado para tal propósito[endnoteRef:49]. [49: Véase Ocampo, J. A. (2015). La liberalización y el gran ciclo de auge y colapso financiero, 1990 – 2003 en Ocampo, J. A. (ed.). Una historia del sistema financiero colombiano. Bogotá. Casa Editorial El Tiempo.]

La evaluación de la crisis y sus determinantes permitió poner en marcha una política de inflación objetivo,[endnoteRef:50] inicialmente adoptada por Nueva Zelanda, Canadá y el Reino Unido a comienzos de los 1990s. Entre sus elementos centrales se destacan la gran independencia y transparencia de los bancos centrales, un fuerte énfasis en las expectativas de los agentes económicos y la flotación cambiaria. Sus bondades han sido destacadas en varios estudios internacionales (IMF, 2005). [50: En los años noventa, ya se habían incorporado algunos elementos de la estrategia de inflación objetivo como las metas cuantitativas anuales de inflación que en Colombia eran por ley obligatorias y habían comenzado a divulgarse desde 1991; esto llevó a que se mejoraran los modelos de pronóstico de la inflación, aunque estos no eran condicionales a la política monetaria tenían alguna utilidad en la construcción de pronósticos. También se generaba un reporte interno de inflación de periodicidad mensual con el propósito de orientar las decisiones de política. Hacia finales de 1998 ese último documento comenzó a hacerse público en versión trimestral. Véase López, E.; Vargas, H.; Rodríguez, N. (2017). La estrategia de inflación objetivo en Colombia, en Uribe, J. D. (ed.). Historia del Banco de la República 1923-2015. Bogotá. Banco de la República.]

Con 19 años de vida la nueva estrategia ya es “adulta”, y la nueva política monetaria permitió alcanzar la meta de inflación de largo plazo de 3% y estabilizar el ciclo económico. Sus bondades fueron puestas a prueba durante la crisis internacional de 2008-2010, la peor crisis vivida por los países desarrollados desde los años 1930s. En ese momento fue posible hacer política monetaria contra cíclica, en parte gracias a la flexibilidad cambiaria, amortiguando el impacto de un choque de esas dimensiones. La economía desaceleró en 2009 su crecimiento (a 1,65%) pero nunca creció a tasas negativas[endnoteRef:51] (ver Anexo 1 – A1). [51: Para encontrar el dato de crecimiento económico, se tomó la serie de crecimiento ofrecida por el GRECO en su libro El crecimiento económico del siglo XX, la serie interpolada realizada por el DANE y los datos del Banco de la República. El dato de crecimiento para el año 2009 fue realizado con cálculos propios de acuerdo a las series anteriores. Para mayor información, ver Anexo 1 – A1.]

Las políticas económicas seguidas por los países desarrollados con el propósito de recuperar el crecimiento de sus economías en los años siguientes llevo a un aumento de la liquidez internacional, mientras que el impulso de las grandes economías emergentes (China e India, sobre todo) elevó los precios de los bienes básicos. Esto propició un auge en las economías emergentes, y la economía colombiana creció 4,5% en promedio entre 2010 y 2015[endnoteRef:52] (ver Anexo 1 – A1). La posterior “normalización” de la política económica en los países desarrollados y el fin del llamado super-ciclo en los precios de los bienes básicos afectaron el ingreso de las economías emergentes y el de Colombia. [52: El dato de crecimiento de 2010 a 2015 fue tomado de la serie construida desde 1905 a 2017 con los datos del GRECO, DANE y Banco de la República. Para el cálculo de crecimiento en el periodo mencionado, se realizó un promedio simple de las observaciones de crecimiento económico desde 2010 hasta 2015. Para mayor información, ver Anexo 1 – A1.]

El país cuenta hoy con uno de los bancos centrales más independientes del mundo, donde el Gerente es nombrado por la Junta y no por el Presidente de la República (esto último ocurre en la mayoría de países), y rinde cuentas al país en su Informe bianual al Congreso de la República. El Banco trata en todo momento de comunicar al público y a los agentes económicos la racionalidad de sus políticas, y cuenta con el mejor equipo técnico de Colombia, dedicado a entender la situación de la economía, a modelarla, a dilucidar los mecanismos de transmisión de la política monetaria y a realizar proyecciones del producto y de la inflación.

Hoy se cuenta con una estrategia de metas de inflación plena, probada y creíble, que incluye un tipo de cambio flotante en un mercado financiero y cambiario cada vez más profundo. El país está mejorando en sus indicadores macroeconómicos, tiene un sistema financiero robusto y un alto grado de integración a los mercados internacionales de bienes y de capitales. La autonomía del Banco de la República y la política económia adoptada por el Banco y por los gobiernos de turno han llavado a que Colombia esté hoy mejor preparada para enfrentar choques internos e internacionales.

La actividad cultural

No puedo terminar esta historia exitosa sin referirme al maravilloso papel que ha jugado el Banco en el desarrollo de la actividad cultural del país. Lo sucedido no hacia parte de la estrategia concebida por Kemmerer, quien solo consideró importante el ordenamiento monetario y crediticio[endnoteRef:53]. Sin embargo, algunos gerentes “iluminados” (Julio Caro y Luis Angel Arango, entre otros) decidieron adquirir los primeros objetos precolombinos, libros y colecciones de arte, conscientes de la importancia de preservar nuestro patrimonio cultural, y fortalecer el legado histórico y la identidad nacional. Las colecciones fueron creciendo en cantidad y calidad. [53: Véase Urrutia, M. (2017) La cultura en el Banco de la República, en Uribe, J.D. (ed.). Historia del Banco de la República 1923-2015. Bogotá. Banco de la República.]

Los constituyentes de 1991 insistieron en que se mantuviera la actividad cultural del Banco, propósito que quedó registrado en los anales de la Asamblea Constituyente y recogido en la Ley 31 de 1992. De esa forma, en el nuevo diseño del Banco de la República se mantiene la actividad cultural en áreas que el Emisor había apoyado tradicionalmente[endnoteRef:54]. [54: Véase Urrutia, M. (2017) La cultura en el Banco de la República, en Uribe, J.D. (ed.). Historia del Banco de la República 1923-2015. Bogotá. Banco de la República. Pp. 55

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Urrutia, M. (2002). Una visión alternativa: la política monetaria y cambiaria en la última década. Revista del Banco de la República. Vol. 75, No. 895.

Urrutia, M. (2017) La cultura en el Banco de la República, en Uribe, J.D. (ed.). Historia del Banco de la República 1923-2015. Bogotá. Banco de la República.

Urrutia, M., J. Llano, (2012), Los Actores en la Crisis Económica de Fin de Siglo, Universidad de Los Andes, Bogotá

Anexo 1 – Series de tiempo

A1. Crecimiento económico

Nota metodológica: para la construcción de la serie de crecimiento económico, se tomaron los datos del GRECO (anteriormente citado), el DANE y el Banco de la República. Los datos presentados están expresados en millones de pesos constantes del 2005. Los datos ofrecidos por el GRECO inician en 1905 y finalizan en 1994; los del DANE inician en 1975 y finalizan en 2016 mientras que los del Banco de la República inician en el 2000 y finalizan en 2017 con un valor provisional. En este caso, el PIB es tomado a precios constantes del 2005 por lo que fue necesario hacer la retropolación correspondiente para empalmar la serie de acuerdo con la metodología del DANE (2013) y la base de datos que ofrece la entidad. Finalmente, para hallar el crecimiento económico, se realiza el procedimiento siguiendo la fórmula .

A2. Inflación

Nota metodológica: para la serie de inflación, se tomaron los datos ofrecidos por el GRECO y por el Banco de República. La primera fuente ofrece datos desde 1906 hasta 1997 mientras que la segunda los ofrece desde el segundo semestre de 1954 de manera mensual con su respectiva variación anual. De esta manera, se toman los datos desde 1906 hasta 1954 del GRECO y se completa la serie con los datos del Banco de la República. Debido a que el año base usado por el Banco Central es el 2008, fue necesario hacer la retropolación de la serie del GRECO para que ambas series pudieran ser comparables siguiendo la metodología del DANE (2013).

A3. Índice de tasa de cambio real (ITCR) y tasas de cambio nominal

Nota metodológica: para la serie de tasa de cambio real, se tomaron los datos ofrecidos por el GRECO y por el Banco de República. La primera fuente ofrece datos desde 1906 hasta 1997 mientras que la segunda los ofrece desde diciembre de 1986 de manera mensual. De esta manera, se toman los datos desde 1906 hasta 1986 del GRECO y se completa la serie con los datos del Banco de la República. Sin embargo, debido a que la periodicidad de los datos del Banco Central es mensual, se realizó un promedio simple con los 12 datos de cada año para tener un solo dato de forma anual. Debido a que los datos del Banco de la República consideran como año base el 2010, se realizó la respectiva retropolación de los datos antes de 1987 siguiendo la metodología del DANE (2013).

Por otro lado, para la serie de tasa de cambio nominal, se tomaron los datos del GRECO y del Banco de la República. La primera fuente ofrece datos desde 1906 hasta 1997 mientras que la segunda los ofrece desde el 27 de noviembre de 1991 con periodicidad diaria. Ambas series de tiempo se encuentran expresadas en pesos equivalentes a un dólar. Para la construcción de la serie, se tomaron los promedios anuales de cada año con respecto a los datos del Banco de la República; los datos del GRECO ya están encontraban promediados. Debido a que se trata de una variable nominal, no requiere realizarse retropolación de la serie.

A4. Tasa de interés activa real

Nota metodológica: para la serie de tasa de interés activa real, se tomaron los datos ofrecidos por el GRECO y por el Banco de República. La primera fuente ofrece datos desde 1905 hasta 1997 sin realizar el cálculo del indicador mientras que la segunda los ofrece desde mayo de 1995 de manera mensual. Para ambos casos, se tomó como indicador la tasa de interés activa total. Para descontar el efecto de la inflación, se tomó la serie de inflación (ver paginas anteriores) y se realizó la resta de las tasas teniendo en cuenta que ambas son efectivas. Al realizar la sustracción, resulta la tasa de interés activa real para el periodo 1906 – 2017.

A.5 Términos de intercambio

Nota metodológica: para la serie de términos de intercambio, se tomaron los datos ofrecidos por el GRECO y por el Banco de República. Los datos de exportaciones e importaciones son índices de precios para cada operación. La primera fuente ofrece datos desde 1905 hasta 1997 sin realizar el cálculo del indicador mientras que la segunda los ofrece desde diciembre de 1995 de manera mensual. Ambas fuentes ofrecen el índice de precios de exportaciones e importaciones aunque, en el caso del Banco de la República, el cálculo sí es realizado. Debido a que el año base tomado por el GRECO es 1990 y para el Banco de la República es el 2000, se realizó la respectiva retropolación de los datos hasta 1906 para que las series quedaran empalmadas siguiendo la metodología del DANE (2013). Posteriormente, se calculó la relación entre el índice de precios de exportaciones e importaciones encontrando así el índice de términos de interc

Anexo 2 – Gráficas

Las gráficas presentadas a continuación fueron construidas de acuerdo con las series presentadas en el Anexo 1.

Crecimiento económico

Inflación

Índice de tasa de cambio real (ITCR)

Tasa de interés real activa

Términos de intercambio

Anexo 3 – Mapas

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La actividad cultural representada en los programas culturales y las colecciones del Banco se ha cualificado desde entonces y ha extendido su radio de acción por todo el territorio nacional (véase Anexo 3). Ha aumentado significativamente la demanda, representada por la cantidad de público que visita la Biblioteca, el Museo del Oro, el Museo de Arte, y los eventos que se organizan en estos espacios; y nuestras encuestas al público muestran marcados niveles de satisfacción, respeto y reconocimiento por la acción del Banco.

El Banco de la República también ha apoyado la formación de profesionales de alto nivel, otro contribución a la modernización del país. En el período 1980-2016 el Emisor ha financiado estudios de maestría y doctorado a cerca de 1.200 colombianos, funcionarios como particulares, en prestigiosas universidades del país y del exterior[endnoteRef:55]. Las áreas de formación se concentran en economía y finanzas, aunque también se han apoyado estudios superiores en ingeniería, antropología, y derecho económico, entre otros[endnoteRef:56]. Muchos de los beneficiarios han logrado importantes posiciones en el sector público (ministros, miembros de la Junta del Banco de la República, directores del DNP) y en la academia (decanos de algunas de las principales universidades del país). Estas personas también han contribuido al diseño de políticas públicas, a la estabilidad macroeconómica, y a la formación académica de las nuevas generaciones. [55: Véase Gamboa, J.; Gómez, J.; Hirs, J.; Meisel, A.; Ojeda, J. (2016). El programa de apoyos para estudios en el exterior del Banco de la República y la formación de capital humano en el área económica de Colombia. Borradores de economía. No. 973. Banco de la República.] [56: La evaluación se concentra en los estudios en el área económica, aunque existen programas de apoyo para estudios en el exterior de música y derecho económico. ]

Muchas gracias.

Notas bibliográficas

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