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FORMENTERA, DEIÀ. DE LAS VISIONES ROMÁNTICAS A LA INDUSTRIALIZACIÓN POSTFORDISTA DE LOS PAISAJES CULTURALES EN LAS ISLAS MEDITERRÁNEAS. Jaume Mateu i Lladó y Joana Maria Seguí Pons Departament de Ciències de la Terra, Universitat de les Illes Balears [email protected] [email protected] La imagen del Mediterráneo creada a través de sus paisajes ha servido como base para el desarrollo del turismo de masas que se centró, a partir de la segunda mitad del siglo XX, en la creación de espacios turísticos litorales y su posterior expansión hacia el interior. El modelo postfordista de desarrollo turístico ha supuesto la puesta en valor de los espacios rurales y naturales,acarreando la dispersión de usos y la aparición de nuevos modelos de explotación turística. Esta evolución socioeconómica supone incidir en las dinámicas de cambio de los paisajes culturales mediterráneos tradicionales, como consecuencia de la pérdida de los valores sobre los que se sustentan, tal y como ejemplifican los casos de Formentera y Deià. FORMENTERA, DEIÀ. FROM ROMANTICISM TO THE POSTFORDIST INDUSTRIALISATION OF THE CULTURAL LANDSCAPES IN MEDITERRANEAN ISLANDS The image of the Mediterranean created through its landscapes has been used to support mass tourism, based since the second half of the XXth century on building new coastal tourist resorts. The postfordist development of tourism has also spread tourist activity towards the hinterlands, using the rural and natural areas as tourist attractions to create new tourism developments in these spaces. This process has involved a change of the dynamics of the mediterranean cultural landscapes due to the loss of the traditional rural land uses in the last decades. The cases of Deia and Formentera are good examples of this process in the Balearic islands. 1. INTRODUCCIÓN

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FORMENTERA, DEIÀ. DE LAS VISIONES ROMÁNTICAS A LA INDUSTRIALIZACIÓN POSTFORDISTA DE LOS PAISAJES

CULTURALES EN LAS ISLAS MEDITERRÁNEAS.

Jaume Mateu i Lladó y Joana Maria Seguí PonsDepartament de Ciències de la Terra, Universitat de les Illes Balears

[email protected]@uib.cat

La imagen del Mediterráneo creada a través de sus paisajes ha servido como base para el desarrollo del turismo de masas que se centró, a partir de la segunda mitad del siglo XX, en la creación de espacios turísticos litorales y su posterior expansión hacia el interior. El modelo postfordista de desarrollo turístico ha supuesto la puesta en valor de los espacios rurales y naturales,acarreando la dispersión de usos y la aparición de nuevos modelos de explotación turística. Esta evolución socioeconómica supone incidir en las dinámicas de cambio de los paisajes culturales mediterráneos tradicionales, como consecuencia de la pérdida de los valores sobre los que se sustentan, tal y como ejemplifican los casos de Formentera y Deià.

FORMENTERA, DEIÀ. FROM ROMANTICISM TO THE POSTFORDIST INDUSTRIALISATION OF THE CULTURAL LANDSCAPES IN MEDITERRANEAN ISLANDS

The image of the Mediterranean created through its landscapes has been used to support mass tourism, based since the second half of the XXth century on building new coastal tourist resorts. The postfordist development of tourism has also spread tourist activity towards the hinterlands, using the rural and natural areas as tourist attractions to create new tourism developments in these spaces. This process has involved a change of the dynamics of the mediterranean cultural landscapes due to the loss of the traditional rural land uses in the last decades. The cases of Deia and Formentera are good examples of this process in the Balearic islands.

1. INTRODUCCIÓN

1.1. La definición de paisaje cultural y su evolución

El concepto de “paisaje cultural” hace referencia al resultado de la impronta humana sobre el medio físico, y a su percepción y simbolización. La conversión de un territorio en paisaje sólo se produce a través de diferentes miradas: en cada etapa histórica ha existido un entramado cultural que ha permitido conocer y valorar un paisaje, aun cuando estas valoraciones han sido diferentes en función del origen y estructura cultural de cada uno de los observadores (GARRABOU Y NAREDO, 2008). Un paisaje cultural es también un ámbito asociado a unos valores estéticos y culturales (SABATÉ, 2008), y representa un vínculo identitario, más allá del sentido de la vista, de una comunidad con un territorio o región delimitada como paisaje. Este vínculo influye en las estrategias de reproducción social de la propia comunidad y tiene relación con los modos cambiantes de apropiación social del espacio (COSGROVE, 2002). El

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paisaje cultural así entendido es pues tanto el proceso de transformación humana del territorio como su percepción y representación simbólica, fruto de las diferentes culturas en los diferentes períodos históricos que se suceden sobre el espacio y se vinculan a él.

Desde un punto de vista morfogenético Marc Antrop ha establecido tres grandes etapas en la evolución de los paisajes culturales a nivel europeo(ANTROP, 2005). Los paisajes anteriores al siglo XVIII, de base agraria y con una identificación muy fuerte entre la población y su territorio, se identifican generalmente con los paisajes tradicionales. Estos paisajes son considerados con valor patrimonial, aunque reflejan unos modos de relación con el medio natural de base local que mayoritariamente han desaparecido. A partir de la revolución industrial, entre el siglo XIX y la Segunda Guerra Mundial, se forman los paisajes de la era de las revoluciones, reflejo de los cambios demográficos y económicos de la época. Finalmente, a partir de la Segunda Guerra Mundial es cuando se forman los nuevos paisajes postmodernos, como consecuencia de la aceleración de la dependencia global que conlleva la disminución del uso de los recursos locales y que suponen la creación de nuevos paisajes y el rápido deterioro de los anteriores.

Paradójicamente, en esta última etapa el incremento de la preocupación por la preservación y conservación del paisaje y su valoración ha evolucionado de forma paralela a la rapidez y alcance de su transformación, tal y como ha puesto de manifiesto de forma magistral Augustin Berque (BERQUE, 2009), a través de lo que él denomina “pérdida de pensamiento paisajero”, reflejo también del alejamiento entre la sociedad y el medio natural. En la base de tal cambio en la época postmoderna se encuentran tres factores principales (VAN EETVELDE y ANTROP, 2004): el incremento de la accesibilidad/movilidad; la extensión de la urbanización; y las dinámicas asociadas a la globalización, por cuanto suponen una separación cada vez mayor entre las formas de producción y consumo, trasladando la función productiva a escala global y haciendo desaparecer, entre otros, los usos tradicionales a escala local. De este modo, la pérdida de diversidad cultural sobre el territorio debido a los procesos de globalización es un fiel reflejo del incremento de la dependencia externa de los recursos y del aumento de la insostenibilidad del modelo de producción actual.

1.2. Los paisajes culturales en las islas mediterráneas

El Mediterráneo es una de las regiones bioclimáticas con mayor diversidad biológica, a la par que las zonas tropicales. Las islas mediterráneas, como espacios diferenciados y con una evolución geohistórica particular, pueden ser considerados como puntos de concentración de biodiversidad, refugio de especies y creadoras, a través de los procesos de evolución diferencial debidos a la insularidad, de endemismos y diferenciaciones evolutivas de alto valor biológico (VOGIATZAKIS et al, 2008). A su vez, el Mediterráneo es una de las regiones con una mayor diversidad cultural e histórica de Europa, lo que ha supuesto un proceso co-evolutivo entre los procesos ecológicos y culturales a lo largo de varios milenios que ha condicionado tanto el medio natural como la evolución histórica del uso del territorio.

El papel de las islas mediterráneas en este proceso es clave, hasta el punto de que buena parte de los caracteres físicos y culturales se fundamentan en la naturaleza insular de la región. Las más de 5.000 islas existentes en el mar mediterráneo constituyen verdaderos centros de diversidad cultural y biológica debido a la intrínseca relación existente en la región entre las civilizaciones y el mar. Las islas, a partir de su tamaño y

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su localización, han funcionado en el Mediterráneo como grandes centros de poder o como simples puntos de refugio en las conexiones marítimas. En cualquier caso, han sido eslabones a través del mar entre las grandes civilizaciones procedentes de Europa, Asia y África. Cada una de estas civilizaciones ha dejado su huella sobre los paisajes culturales insulares del mediterráneo. Este intercambio de ideas, sociedades y culturas está en la base de su riqueza y valores paisajísticos actuales.

1.3. Los paisajes culturales y el turismo

El mito del Mediterráneo como objeto de deseo viajero fue fijado, entre otros, por los grandes románticos del siglo XIX, que identificaron el Mediterráneo como símbolo de libertad, de aventura, de exotismo o de gusto por lo oriental (SEGUÍ LLINÁS, 1995). Muy enraizado en el imaginario centroeuropeo, la imagen del mundo mediterráneo como paraíso, como espacio de libertad y como lugar con una extraordinaria significación histórica y cultural ha sido una de las bases sobre las que se ha desarrollado la industria turística desde sus inicios, a principios del siglo XX (CIRER, 2009).

Las Baleares son uno de los mejores ejemplos del proceso de utilización de la imagen simbólica del Mediterráneo en favor de la industria turística. El aumento de la accesibilidad territorial, gracias a las mejoras de los sistemas de transporte y la existencia de condiciones favorables al desarrollo de la propia actividad han sido los factores clave, desde una primera etapa elitista, en el siglo XIX, hasta el desarrollo del turismo de masas, en la llamada época fordista que en Europa puede situarse a partir de la Segunda Guerra Mundial, en forma de urbanizaciones turísticas litorales que responden a la demanda de “sol y playa”(GORMSEN, 1997).

Siguiendo este mismo modelo, la etapa postfordista, iniciada a partir de los años 90, ha supuesto la puesta en valor de los paisajes naturales y rurales, al ampliar el alcance del fenómeno turístico hacia los espacios interiores. El proceso de utilización de los recursos paisajísticos, culturales y rurales del interior, aparece como una respuesta al proceso de maduración de los destinos inicialmente localizados en el litoral. Esta nueva función y ocupación territorial, acarrea principalmente una mayor dispersión de los usos turísticos que se extiende al conjunto del territorio, como una expresión más de los procesos de dispersión y difusión urbana característicos de las últimas décadas.

2. FORMENTERA Y DEIÀ: EVOLUCIÓN MORFOGENÉTICA Y VISIONES SIMBÓLICAS DEL PAISAJE

Uno de los nexos de unión entre la isla de Formentera y el municipio de Deià, en Mallorca, se basa en un hecho más simbólico que geográfico. Se trata de dos espacios idealizados por la presencia de artistas de renombre internacional y por el auge de determinados movimientos sociales de los años 60 y 70, como el movimiento hippie, cuyos miembros se sentían atraídos por la búsqueda del sol y de los ideales del Mediterráneo. Generalmente huían de sus lugares de origen marcados por los conflictos políticos y manifestaban la disconformidad con la sociedad a la que pertenecían. Esta consideración como “lugares de refugio” por parte de diferentes movimientos culturales ha supuesto una de las principales aproximaciones simbólicas y culturales postmodernas a su paisaje.

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En cualquier caso, ambos son espacios insulares mediterráneos que por sus características fisiográficas han padecido en la historia épocas de aislamiento importantes debido a una cierta “doble insularidad”, que en el caso de Deià deviene de su ubicación en la Serra de Tramuntana de Mallorca, en determinadas épocas una isla dentro de otra isla. En el caso de Formentera, es clara su dependencia de Ibiza. Por el contrario, este hecho ha favorecido su mayor grado de protección territorial en el contexto balear debido a un proceso de inserción diferente al modelo turístico preponderante propio de las metrópolis turísticas cercanas de Mallorca (en el caso de Deià) y de Ibiza (en el caso de Formentera), que ha ayudado a la preservación de algunos de sus más valiosos enclaves naturales.

2.1. Formentera2.1.1. Construcción del paisaje cultural

Los condicionantes del medio físico de Formentera han supuesto un hándicap muy considerable a la evolución de la ocupación humana de su territorio debido a la escasez de recursos hídricos y a las dificultades para los usos agrícolas. Prueba de ello es que la isla no tuvo una población estable hasta bien entrado el siglo XVIII. La naturaleza calcárea de la Isla, constituida por dos unidades tabulares de época miocénica unidas por una zona central calcarenítica de origen cuaternario (COSTA et al, 1985) impiden el desarrollo de suelos fértiles en abundancia. Por su parte las características termopluviométricas definen Formentera como la isla más árida de todas las Baleares, con temperaturas medias entre los 17ºC y 18ºC y 370 mm de precipitación media anual, lo que acarrea, junto con la configuración hidrogeológica de la Isla, unos escasos recursos hídricos. La vegetación, adaptada a las duras condiciones climáticas, está formada principalmente por seis comunidades principales: las maquias mediterráneas calcáreas acompañadas de pinos; las maquias de romero, ubicadas en espacios de extrema aridez y suelos muy poco desarrollados; los sabinares con la característica sabina como emblema; la vegetación dunar presente en los bien desarrollados sistemas dunares de la isla; la vegetación halófila asociada a los estanques salinos presentes en la zona norte; y la vegetación rupícola propia de acantilados y zonas rocosas costeras (LLORENS y TÉBAR, 1990). En relación a la fauna son especialmente importantes los endemismos presentes en la Isla y, sobretodo, en los islotes adyacentes.

Si bien existen evidencias de la presencia humana en Formentera desde el II milenio AC, su poblamiento ha sido irregular, alternando épocas de población estable en la Isla con otras épocas con total despoblación, debido a epidemias o inseguridad por causa del corsarismo y la piratería. Así pues, tras el paso por la Isla de las culturas fenicio-púnica, romana e islámica y tras la conquista catalana de todo el archipiélago balear, no será hasta el siglo XVIII cuando se conseguirá poblar de forma definitiva el territorio de Formentera con colonos procedentes de la isla de Ibiza, gracias a la concesión de tierras en explotación y a la mejora de la seguridad marítima. A partir del siglo XVIII –cuando en Europa se inician los “paisajes de la era de las revoluciones”- es cuando se produce la definitiva construcción del paisaje agrario tradicional de la Isla, que se mantendrá inalterado hasta la llegada de la economía turística, a partir de la segunda mitad del siglo XX. Las bases del paisaje cultural tradicional son una transposición del modelo de ocupación territorial procedente de Ibiza, caracterizado por la asignación de una porción de tierra a cada nuevo habitante, en la cual se construye la casa familiar –con un sistema modular que se adapta a los recursos disponibles- y se

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practica una agricultura de subsistencia sustentada en la diversificación de cultivos complementados con una actividad ganadera muy básica (PRATS, 2001).

Los trabajos de Joan Vilà Valentí (VILÁ VALENTÍ, 1950) en la Isla en los años 40 permiten caracterizar el sistema tradicional de ocupación del territorio, en el que era necesario complementar el trabajo agrícola –la ocupación principal- con trabajos esporádicos en actividades forestales (carboneo, producción de cal, madera), marítimas –pesca, básicamente- y en la única industria existente en la isla, las salinas, vinculadas a las existentes en Ibiza. Este modelo socioeconómico se plasma geográficamente en una ocupación dispersa del territorio a pesar de los intentos de concentrar la población en núcleos estables por parte de los ilustrados. La ciudad de Ibiza (Vila), al otro lado del mar, es el único referente urbano de los habitantes de Formentera, aún cuando aparecen los pequeños núcleos de Sant Francesc, Sant Ferran y el Pilar de la Mola, que junto con el puerto de La Savina constituyen los nodos del sistema de asentamientos. Se construye así el paisaje cultural tradicional de la Isla, basado en el mosaico de explotación agroforestal característico de la zona central y de sus dos promontorios (la Mola y la Miranda – Cap de Barbaria). A este mosaico se le añaden los pequeños núcleos de población y el puerto de la Savina, vinculado a la explotación salinera en torno al Estany Pudent, y principal punto de conexión con el exterior. El resto del territorio se aprovecha para usos forestales, o permanece en estado natural. La implantación de asentamientos turísticos litorales en diversos espacios (principalmente en la zona de Es Pujols) a partir de los años 60 se desarrolla sobre todo en las zonas naturales cercanas a las principales playas.

2.1.2.Visiones simbólicas

Formentera fue objeto de la visita por parte de viajeros ilustres, a partir del siglo XIX. Entre ellos, el Archiduque Luís Salvador de Austria, quién dejó su huella en todas las Baleares, plasmada en su obra científica y literaria y visitó la isla en 1867. Posteriormente, la visita continuada de numerosos artistas tanto a la isla de Ibiza como a Formentera puso las bases para la creación del mito de una Isla virgen y con unas tradiciones ancestrales arraigadas en el tiempo. Santiago Rusiñol, Rafael Alberti, Walter Benjamin, Raoul Haussmann o Josep Lluís Sert contribuyeron a lanzar la fama de las Pitiusas como lugares de paz y refugio en los que se desarrollaban actividades artísticas de primer nivel.

El mito de Formentera fue difundido a su vez por parte de los jóvenes hippies llegados a la isla entre los años 1968 y 1970 como consecuencia del auge del movimiento a nivel norteamericano y europeo. La vocación provocadora y contestataria del movimiento, a pesar de su pacifismo, y su transgresión de las normas morales establecidas en la época, provocó fuertes represionespor parte de las autoridades franquistas de la época, hecho que, paradójicamente, quizás contribuyó a una mayor difusión a escala internacional (CERDÁ y RODRIGUEZ, 1999). Así fue como Formentera acogió un gran número de “inmigrantes utópicos” y se dio a conocer entre artistas de gran nivel que giraban en torno al movimiento hippie. Peter Sinfield se inspiró en su estancia en Formentera para componer las letras del álbum Islands, del grupo británico “King Crimson” con su “Formentera Lady” a la cabeza. Bob Dylan, Roger Waters y Sid Barrett (Pink Floyd); Kevin Ayers, Noel Redding, Robert Wyatt, Mike Oldfield, David Allen, Jimi Hendrixy Pau Riba contribuyeron también a la fama internacional de Formentera como paraíso y como representación de la utopía buscada a

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través del viaje. El movimiento coincidió con el desarrollo de la primera etapa del turismo de masas y sirvió como apoyo a la imagen turística de la isla en sus primeras etapas; así como para potenciar su fama de lugar de libertades, asociado al consumo de drogas y a la transgresión tolerada (MICHAUD, 2012).

2.2. Deià2.2.1.Construcción del paisaje cultural

El municipio de Deià se ubica en la vertiente norte de la Serra de Tramuntana. El valle de Deià se encaja en las laderas del macizo calcáreo del Teix –que llegan a más de 1.000 m. de altitud-, y cae de forma más o menos abrupta sobre el mar Mediterráneo, a excepción de algunos salientes rocosos en forma de pequeñas colinas ubicadas a media ladera. En una de ellas se localiza el pequeño pueblo de Deià. Geomorfológicamente el relieve del municipio se caracteriza por la alternancia entre los paquetes calcáreos de época jurásica con las zonas de materiales blandos e impermeables (arcillas, margas) del keuper que son propios de toda la cordillera. Esta disposición, junto con una mayor pluviometría en comparación con el resto de la isla de Mallorca, favorece la surgencia de manantiales kársticos en las zonas de contacto entre los paquetes calcáreos y las arcillas.

La vegetación natural asociada a las características geoclimáticas de la zona se corresponde mayoritariamente con el dominio del encinar baleárico y de las maquias termófilas mediterráneas. Destaca a su vez el llamado “piso culminal”, en las zonas más elevadas, caracterizado por la presencia de endemismos y adaptaciones vegetales a unas condiciones a veces extremas, y la vegetación propia de zonas de acantilados litorales y costa rocosa. Estos ambientes contienen los valores ecológicos más relevantes de la zona, con abundante presencia de endemismos y taxones raros y relictuales objeto de un elevado grado de protección.

La ocupación humana en Deià es de las más antiguas de las Baleares, como atestiguan los numerosos e importantes yacimientos arqueológicos del municipio. Sin embargo, cabe atribuir la estructura del paisaje rural actual principalmente a las aportaciones de la época islámica (entre los siglos X y XIII) y al sistema de explotación agraria posterior a la conquista cristiana, a partir del siglo XIII. El modelo islámico de ocupación del espacio rural se fundamentó en la creación de zonas irrigadas a partir de los manantiales naturales a través de técnicas de construcción y gestión de sistemas hidráulicos muy depuradas, en torno a las cuales se creaban los asentamientos –alqueries y rafals- y se organizaba la comunidad (KIRCHNER, 1994). Estos espacios irrigados permitían abastecer a la población local y comerciar con los excedentes. Se complementaba el territorio de regadío con zonas de cultivo del olivo y, en el resto de territorio boscoso, la ganadería extensiva. La conquista cristiana de Mallorca supuso un cambio en el modelo de ocupación debido a la implantación del sistema feudal y la división del territorio en base a grandes propiedades en manos de la nobleza, así como la creación de asentamientos más concentrados –los pueblos- a partir de planes de colonización del espacio rural. Los territorios irrigados andalusíes dieron lugar a los nuevos asentamientos urbanos y casas de las nuevas fincas rurales (las possessions). En los siglos XV y XVI se expande el cultivo del olivo y la producción de aceite para la exportación a través de bancales construidos con muros de piedra en seco ocupando las laderas hasta los límites climáticos del cultivo. A partir de los siglos XVIII y XIX estos cultivos tradicionales –huerta y olivar- son complementados con nuevos cultivos como

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el almendro o la vid. Cambios en la propiedad rural debido a las desamortizaciones y la aparición de una nueva actividad económica, el turismo, marcarán los inicios del siglo XX en Deià. La mejora de las comunicaciones y la creación de oferta de alojamiento y servicios marcan el cambio de una sociedad eminentemente rural y que sufría despoblación hacia una economía fundamentada en el sector servicios, a partir de los años 60 del siglo XX.

La configuración del paisaje cultural en Deià se fundamenta, así, en los bancales de piedra en seco para la creación de espacios de cultivo en forma de huertas –cerca de los puntos de captación de los manantiales- y de olivares en las zonas de secano. Los elementos también de piedra en seco que complementan los bancales –caminos, puentes, sistemas de regulación hídrica- conforman un tejido sobre el que se sustenta todo el paisaje. Las zonas no aptas para el cultivo se dejan como espacios para el aprovechamiento forestal –encinares- o para el pastoreo. La construcción de accesos y pequeños refugios para el uso y disfrute de la costa– como en la cala de Deià –caracterizan el espacio litoral.

2.2.2.Visiones simbólicas

Dos grandes figuras marcan la visión simbólica del paisaje en Deià: el Archiduque Luís Salvador de Austria y el poeta inglés Robert Graves. El ya citado Archiduque dejó en Deià más que obras literarias a su paso, ya que a partir de 1872 adquirió diversas propiedades entre el municipio de Deià y Valldemossa –Miramar, Son Marroig- y construyó en ellas las primeras infraestructuras –caminos, miradores y elementos decorativos- dedicadas exclusivamente a la contemplación y exaltación del paisaje. Fruto de estas intervenciones para la puesta en valor del paisaje, y de la acogida en sus propiedades de numerosos intelectuales y viajeros de la época, la Serra de Tramuntana adquirió un gran renombre internacional. Las primeras guías turísticas, hasta el desarrollo del turismo de masas en los años 50, marcaban la zona de Deià y Valldemossa como uno de los tres principales atractivos turísticos de Mallorca, junto con la ciudad de Palma y las Cuevas de Artá.

Por sugerencia de Gertrud Stein, el poeta Robert Graves (1895-1985) estableció su lugar de residencia en Deià a partir de 1929, buscando un refugio ante los horrores que vivió en su participación como soldado británico en la Primera Guerra Mundial. El paisaje de Deià fue el escenario a partir del cual desarrolló una extensa obra literaria, en la que destacó la novela histórica inspirada en la época clásica y la poesía. La exaltación e inspiración en el paisaje mediterráneo de Deià fueron claves en su obra.De la mano de Robert Graves y de la fama que dio al lugar llegaron, en los años 70, algunos de los jóvenes músicos y artistas de renombre internacional, el ya citado Kevin Ayers o Robert Wyatt -componentes ambos de The Soft Machine-, y muchos otros artistas extranjeros, atraídos por la fama del lugar. Formentera y Deià quedaron así ligados como espacios de inspiración y libertad en el paisaje mediterráneo, siguiendo los ideales marcados por la estética de los años setenta.

3. LAS DINÁMICAS TERRITORIALES ACTUALES: ACCESIBILIDAD, URBANIZACIÓN, GLOBALIZACIÓN

El proceso de inserción de las Baleares en las dinámicas económicas globales ha venido de la mano del turismo. Los cambios sobre los paisajes tradicionales mediterráneos en las islas han seguido la lógica de la economía turística que, en función

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de las diferentes etapas, ha supuesto una transformación directa de estos paisajes. Se han creado espacios urbanos de ocio, o a través de una transformación más sutil, ligada a la valoración de los paisajes rurales y naturales, han permutado su función inicial hacia una mayormente terciaria, como atractores de demanda turística, de forma diferente a los procesos de urbanización que se dan en los territorios continentales.

Fig. 1. El proceso de urbanización funcional de los espacios rurales en Formentera y Deià.

Formentera1956 2012

2012

Deià1956 2012

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la Infraestructura de Dades Espacials de les Illes Balears, Govern de les IllesBalears (www.ideib.cat).

Sin duda la imagen generada por los ilustres viajeros y artistas en Deià y Formentera ayudó a su desarrollo turístico y al reconocimiento del valor de su paisaje. Esta valoración ha impedido el desarrollo de grandes proyectos urbanísticos en ambos territorios, cuya amenaza fue constante a lo largo de los años 70, 80 y 90. En cambio, la atracción que generan sus valores paisajísticos y naturales ha favorecido el incremento de la presión recreativa, un crecimiento notable de la oferta de alojamiento turístico y, finalmente, una presión residencial sobre el espacio rural muy elevada, que ha conllevado el paulatino abandono de la actividad agrícola tradicional y profundos cambios sociodemográficos.

El proceso de industrialización vinculado al ocio y a los servicios en estos paisajes ha venido de la mano, al igual que en el resto de Europa, del aumento de la accesibilidad, la urbanización y, en definitiva, de la globalización del territorio. El

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aumento de la accesibilidad es condición básica para la economía turística: el incremento del tráfico de pasajeros en el puerto de La Savina, conectado a su vez con el continente a través del puerto y aeropuerto de Ibiza ha supuesto que la Isla pueda llegar a alcanzar una población flotante cercana a los 50.000 habitantes, cuando su población real se sitúa en torno a los 10.000 (AAVV, 2010). La urbanización dispersa del territorio se manifiesta en forma de nuevos alojamientos turísticos en zonas rurales, y, sobretodo, en un aumento muy notable de la presión residencial sobre el suelo rústico (PRATS, 2011). Entre otros factores, conlleva un incremento de los precios del suelo que supone desincentivar definitivamente su dedicación a usos agrarios para convertirse en zona residencial de alto nivel, en un peculiar proceso de gentrificación del espacio rural, similar al que se produce en otras zonas urbanas de las Baleares, como Palma. La globalización se hace presente en la provisión de recursos externos –energía, agua, y productos de consumo- hacia todo el sistema carente de ellos. A su vezse refuerza creando marcas territoriales de alcance internacional (como la marca “Ibiza” vinculada al ocio) e impacta igualmente a través de procesos migratorios duales, con flujos de inmigración yresidencial de elevado nivel económico que, junto con otros flujos demográficos de bajo poder adquisitivo, confluyen sobre el mismo espacio.

Las redes de comunicación, a través de internet, los nuevos dispositivos de acceso,las múltiples aplicaciones y la aparición de las redes sociales, han contribuido igualmente a acercar estos espacios al resto del mundo y a mantenerlos conectados en permanencia, lo que los hace aún más atractivos, a la vez que más vulnerables (SEGUI PONS, 1997)

Así pues, el uso turístico de los paisajes culturales mediterráneos conlleva paradójicamente su transformación de un modo muy acelerado, a través de un modelo de consumo a partir del cual se generan nuevos paisajes basados en los “venerados” paisajes tradicionales transformados. El turismo supone la evolución desde la contemplación del territorio a su explotación. Para evitar que ello desemboque en una transformación radical del objeto contemplado, es necesario definir instrumentos de gobierno que gestionen el cambio, es decir, hay que pasar de la “explotación” a la “gestión”, también en el caso de los paisajes culturales tradicionales.

Bibliografía citada

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