Y AHORA… ¿QUÉ FOTOGRAFIAMOS_

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Y AHORA… ¿QUÉ FOTOGRAFIAMOS? Reflexiones en torno a la post fotografía, el retrato y el uso tel teléfono móvil. La fotografía desde su invención ha sido un medio para relacionarnos con nuestro entorno, un eficaz vehículo de intermediación entre nosotros y el mundo, a través de ella aprendimos a ver de una forma determinada, a construir nuestra memoria en base a imágenes fotográficas, se moldeó nuestro ojo, y por lo tanto, nuestro pensamiento. En función de las miradas hegemónicas que se encargaron de mostrarnos todo, de decirnos con imágenes qué valía la pena ser mostrado y por lo tanto qué valía la pena ser recordado, se construyó la memoria colectiva a partir de una forma de ver. Sin duda alguna entendemos que “cada tiempo y cada tecnología aplicada a la imagen construye un tipo de cultura visual con un receptor que interpreta lo percibido. La cultura visual digital contemporánea tiene un público que ya no pide a la imagen que sea fidedigna, descree de la imagen como referente de realidad y construye una práctica colectiva..” 1 Esta relación nuestra con la imagen desde luego pasó por el objeto mismo, por la fotografía como un pedazo de realidad que podía ser tocado y guardado, que debía ser conservado porque contenía un pedazo de tiempo y de espacio, que su contenido era parte indisoluble de nuestra historia y sobre todo porque socialmente tenía un valor pocas veces otorgado a otro medio tecnológico de comunicación. En este sentido, y sobre todo en vista de las transformaciones que se están dando en esta relación entre imagen/individuo/sociedad, debemos recordar a Debray cuando nos dice que “existe el concepto de que cada época de la historia reconoce un inconsciente visual particular que rige el modo de percibir, un código figurativo que impone como denominador común su forma de representar, una especie de arte de las artes que tiene la capacidad de modelar a las demás de acuerdo a su forma”. 2 ¿Cuál será en esta época el modo de percibir al que se refiere Debray cuando nuestra relación con la fotografía está cambiando por completo? Cuando por ejemplo, la imagen impresa prácticamente ha desaparecido del escenario de los usuarios aficionados, cuando las nuevas tecnologías han desposeído a la fotografía de la intriga del revelado y por lo tanto de la habilidad y manufactura del proceso que eran necesarios. ¿Cuál será este modo de percibir el mundo a través de las imágenes, cuando éstas ya no sólo no es necesario revelarlas o imprimirlas, sino que ni siquiera hay que tomarlas con una cámara? En este momento cabe hacernos estas y muchas más preguntas, ahora que 1 Term used by Darley, A. in Visual Digital Culture, meaning massive public gloating in the realism of images created by electronic means. Edited by Routledge, London. (2002). 2 Debray, Régis. Vida y Muerte de la imagen. Paidós, España. 1994

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Texto de Francisco Mata Rosas sobre fotografía 3.0

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Y AHORA… ¿QUÉ FOTOGRAFIAMOS?

Reflexiones en torno a la post fotografía,

el retrato y el uso tel teléfono móvil. La fotografía desde su invención ha sido un medio para relacionarnos con nuestro entorno, un eficaz vehículo de intermediación entre nosotros y el mundo, a través de ella aprendimos a ver de una forma determinada, a construir nuestra memoria en base a imágenes fotográficas, se moldeó nuestro ojo, y por lo tanto, nuestro pensamiento. En función de las miradas hegemónicas que se encargaron de mostrarnos todo, de decirnos con imágenes qué valía la pena ser mostrado y por lo tanto qué valía la pena ser recordado, se construyó la memoria colectiva a partir de una forma de ver. Sin duda alguna entendemos que “cada tiempo y cada tecnología aplicada a la imagen construye un tipo de cultura visual con un receptor que interpreta lo percibido. La cultura visual digital contemporánea tiene un público que ya no pide a la imagen que sea fidedigna, descree de la imagen como referente de realidad y construye una práctica colectiva..” 1 Esta relación nuestra con la imagen desde luego pasó por el objeto mismo, por la fotografía como un pedazo de realidad que podía ser tocado y guardado, que debía ser conservado porque contenía un pedazo de tiempo y de espacio, que su contenido era parte indisoluble de nuestra historia y sobre todo porque socialmente tenía un valor pocas veces otorgado a otro medio tecnológico de comunicación. En este sentido, y sobre todo en vista de las transformaciones que se están dando en esta relación entre imagen/individuo/sociedad, debemos recordar a Debray cuando nos dice que “existe el concepto de que cada época de la historia reconoce un inconsciente visual particular que rige el modo de percibir, un código figurativo que impone como denominador común su forma de representar, una especie de arte de las artes que tiene la capacidad de modelar a las demás de acuerdo a su forma”.2

¿Cuál será en esta época el modo de percibir al que se refiere Debray cuando nuestra relación con la fotografía está cambiando por completo? Cuando por ejemplo, la imagen impresa prácticamente ha desaparecido del escenario de los usuarios aficionados, cuando las nuevas tecnologías han desposeído a la fotografía de la intriga del revelado y por lo tanto de la habilidad y manufactura del proceso que eran necesarios. ¿Cuál será este modo de percibir el mundo a través de las imágenes, cuando éstas ya no sólo no es necesario revelarlas o imprimirlas, sino que ni siquiera hay que tomarlas con una cámara?

En este momento cabe hacernos estas y muchas más preguntas, ahora que

                                                                                                               

1  Term used by Darley, A. in Visual Digital Culture, meaning massive public gloating in the realism of images created by electronic means. Edited by Routledge, London. (2002).

2  Debray, Régis. Vida y Muerte de la imagen. Paidós, España. 1994  

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hasta nuestra relación ergonómica con el aparato fotográfico ha cambiado. ¿Qué es fotografiable y qué no? Se preguntaba Bordieu desde los setentas. “¿Por qué los grupos sociales seleccionan, cuidadosa y subjetivamente algunos elementos que consideran pertinentes y otros los dejan de lado? ¿Qué es digno de ser fotografiado, es decir, fijado, conservado, mostrado y admirado”?3

A primera vista seguimos fotografiando lo mismo, pero ahora fotografiamos mucho más y enfocamos –por seguirlo llamando de esta descriptiva manera– a mucho más sujetos y objetos que antes. El tener el aparato que captura imágenes siempre listo y a la mano nos obliga a registrar prácticamente diario lo que hacemos. El tener en la mano o en el bolsillo un aparato sólo equiparable en su multifuncionalidad a una navaja suiza, nos obliga a usarlo, el teléfono celular con cámara es una irresistible invitación y tentación a compartir constantemente nuestra vida por medio de imágenes fijas y en movimiento, por medio de sonidos y por medio de textos.

Compartimos el cómo queremos que nos vean, describimos lo que nos interesa que se sepa de nosotros, somos, a final de cuentas y gracias a estas nuevas posibilidades tecnológicas, los directores y guionistas de esta versión multimedia de nuestra autobiografía.

Tomás Caballero nos dice que la muerte de la representación en la época contemporánea que alcanza a la fotografía, nos obliga a preguntarnos: “¿Cómo se puede pensar la fotografía en el mundo contemporáneo de la inmaterialidad, la hipertextualidad, la inercia y el vacío de la muerte del arte? ¿Qué papel tiene en un mundo de aparente muerte de la representación?”4

La post fotografía nos obliga a replantearnos fundamentos y teorías sobre el uso y construcción del lenguaje fotográfico, ya explicábamos cómo el acto fotográfico se extendió más allá de la toma, más adelante abordaremos cómo la idea de imagen latente se transforma en información latente y cómo en la actualidad se pone especial énfasis en la lectura por sobre la construcción; la hipervisualidad como efecto hipermediático, las múltiples lecturas como resultado de las nuevas formas de circular la información y en general el contexto tecnológico como factor decisivo de la creación de imágenes, nos motivan a reflexionar sobre los rumbos de la fotografía, pero a pesar de todo esto, mantenemos vínculos no resueltos con este medio desde sus incios, uno de ellos el misterio del retrato.

La necesidad de reconocernos, la obligación de distinguirnos de los demás y sobre todo de reafirmar nuestra identidad, es un atributo que durante siglos se le concedió al espejo. En la actualidad esta función de reconocimiento se le otorga a la fotografía, a la digital en particular, cada vez que nos fotografiamos –ya sea en un retrato tradicional o en el ahora llamado my space shoot– estamos agregando un ladrillo más a la construcción de quiénes somos, nos observamos en la fotografía, ahí estamos, pretendemos ser quienes se                                                                                                                

3  Bourdieu, Pierre (C.) La fotografía. Un arte intermedio. Editorial Nueva Imagen, México, D.F. 1979.

4 http://web.mac.com/gerardvillar/Disturbls/TCaballero.htlm

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parecen a nosotros en la imagen, pero es inevitable preguntarnos ¿en realidad ése soy yo? Esta experiencia de reconocimiento se complica aún más cuando fotografiamos al otro, cuando buscamos expresarnos a través del sujeto/objeto de la fotografía, cuando nos valemos de nuestra mirada para tratar de definir, desde nuestro punto de vista, al que está enfrente, al del otro lado del espejo, al que voluntaria o involuntariamente hemos eternizado con nuestra cámara o teléfono celular. Al ser fotografiados actuamos, jugamos un rol y pretendemos ser un personaje, mostramos sólo lo que queremos, pero sobre todo ocultamos, disimulamos, engañamos, tergiversamos la visión que tenemos de nosotros mismos; el otro, el fotógrafo, no importa, él nunca sabrá tampoco quiénes somos realmente, él es parte del juego, es parte de la simulación, su papel en esta puesta en escena es dirigir la farsa, es decir, éste eres tú, sin preguntarse siquiera ¿lo conozco en verdad? Al mismo tiempo pareciera que hemos perdido todo interés en decir la verdad, al menos como se le concebía en la relación entre fotografía y realidad. Por momentos todo indica que, sin ser producto de una reflexión, como sociedad formamos parte de una gran mentira, una que construimos entre todos, pero cuando hablamos de mentira no hablamos de no decir la verdad en términos fotográficos y si se quiere filosóficos, nos referimos, y aquí pido ayuda a Fontcuberta, a que: “Toda fotografía es una ficción que se presenta como verdadera. Contra lo que nos han inculcado, contra lo que solemos pensar, la fotografía miente siempre, miente por instinto, miente porque su naturaleza no le permite hacer otra cosa. Pero lo importante no es esa mentira inevitable. Lo importante es cómo la usa el fotógrafo, a qué intenciones sirve. Lo importante, en suma, es el control ejercido por el fotógrafo para imponer una dirección ética a su mentira. El buen fotógrafo es el que miente bien la verdad”.5 Y esto inevitablemente nos conecta con otros usos de la fotografía tomada con teléfonos celulares, el arte y el documentalismo.

En estos usos también la fotografía digital, en todas sus formas posibles de construcción y con todas las herramientas hasta hoy desarrolladas, se ha modificado por completo, tanto que muchos autores nombran a éste el momento posfotográfico, momento que inevitablemente nos obliga a preguntarnos hacia donde va la fotografía en el siglo XXI, pero cuando nos preguntamos esto no debemos de buscar la respuesta en la imagen sino en el conjunto, como nos decía Debray a finales del siglo XX “no existe la imagen en sí misma: su estatuto y sus poderes varían continuamente con las revoluciones técnicas y los cambios en las creencias colectivas”6, en los cambios que se generan hasta en nuestras concepciones sociales, es difícil imaginarse términos como sociedad civil, política, protesta, organización, solidaridad,                                                                                                                

5  Fontcuberta, Joan. El beso de Judas. Fotografía y Verdad. Editorial Gustavo Gilly, Barcelona, España. 1997.

6  Debray, Régis. Vida y Muerte de la imagen. Paidós, España. 1994  

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etcétera, sin la presencia de la imagen digital y cada vez más frecuentemente, sin la presencia de los teléfonos celulares, porque cuando hablamos, y en esto hay que insistir, de fotografía tomada con teléfonos móviles estamos hablando de texto, de video y de sonido, pero sobre todo de inmediatez en la difusión, de acceso a socializarlas rápidamente y de una exigencia tácita de retroalimentación, en suma, estamos hablando de nuevas formas de organización social mediadas por la imagen multimedia y los teléfonos celulares.

De aquí podemos desprender que estamos ante una nueva manera de entender el hecho comunicativo al relacionarlo con los sistemas tecnológicos formalmente expandidos, “…no estamos solamente ante un tema del impacto de las llamadas nuevas tecnologías para el tratamiento y la manipulación de las informaciones textuales, visuales, auditivas o por la posibilidad operativa de generarlas sintéticamente o de manera simulada en un ordenador; es algo más que radica en el pensamiento icónico y en la actitud expresiva y creadora aparecida en el inicio del periodo posmoderno. Nos encontramos en una encrucijada que contribuye a la extensión de las herramientas de conocimiento y al advenimiento de un nuevo modelo de visión, una visualidad propia independiente de los referentes del mundo real que hasta el momento actual habían dominado”.7

Entonces queda todo por resolver, queda todo por preguntar, ¿cómo o quién está construyendo la mirada hegemónica del siglo XXI? Si al parecer mantenemos todavía como sociedad una estrecha relación entre imagen y memoria ¿en el futuro nuestros recuerdos serán falsos? La relación con otro de nuestros antiguos amores, el archivo, ahora ¿será una relación promiscua? ¿Qué papel juega la fotografía en una sociedad cada vez más estetizada? ¿Cómo ha cambiado y cambiará nuestra relación con la imagen como intermediaria del mundo, si a esto cada vez más le sumamos una pantalla?

¿La respuesta será tan obvia como que simplemente nos encontramos en medio de otro modo de ver y por lo tanto de ser?

Antes de responder, si eso fuera posible en este momento, recordemos que hablar del futuro de la fotografía es hablar de la naturaleza de su pasado y de su presente; recordemos también que la fotografía cumplía un papel importante en nuestras vidas pero no era lo que es ahora –sobre todo en los adolescentes– el eje de nuestra acción, aunque recordemos otra vez cómo en el ámbito personal o familiar nos enseñó cómo relacionarnos, cómo actuar para la toma, moldeó nuestra relación física y nuestras actitudes en poses definidas por otras imágenes, por momentos ya no sabíamos si lo más importante era el evento en sí mismo o las fotografías de éste, pareciera que hacíamos o hacemos cosas para ser fotografiadas, incluso relaciones corporales tales como abrazarnos, reír o pegar nuestros rostros, fueron inventados por los fotógrafos.

                                                                                                               

7  Arte Digital. ¿Un supuesto válido? Antoni Mercader. Consultado el 4 de julio del 2011. http://www.avizora.com/publicaciones/arte/textos/arte_digital_supuesto_valido_0007.htm  

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Debemos estar atentos a las nuevas maneras en que la fotografía digital, y sobre todo la de dispositivos móviles, nos educarán; debemos estar atentos a las nuevas formas que nos serán enseñadas para construir nuestras relaciones y nuestra historia, basta mencionar la tan difundida práctica del autorretrato con el brazo extendido en diagonal y en contrapicada disparando el celular.

Las imágenes digitales se volvieron parte de nuestra vida casi sin darnos cuenta, es más, creo que sería más exacto decir que nos volvimos parte de ellas casi sin darnos cuenta; pocos recuerdan cómo llegó, la mayoría de los usuarios, el mercado grande es decir los jóvenes, adolescentes y niños, nunca conocieron “la otra fotografía”, ¿quién recuerda el último comercial de televisión sobre películas Kodak o Fuji?

El uso extendido de la fotografía digital con cámaras y teléfonos celulares es producto no sólo de una revolución tecnológica sino también de una revolución industrial, comercial y mediática. Pero es al mismo tiempo la artífice de una revolución en nuestras conciencias, en nuestras formas de percibir y de relacionarnos, la fotografía en esta práctica extendida, la de los aficionados, es cada vez más una forma de comunicación y de generación de vínculos que un objeto portador de testimonios y recuerdos.

Artistas, periodistas y usuarios en general utilizan de manera más frecuente al teléfono móvil como su herramienta de expresión, como ya dijimos, esto modifica desde nuestra relación ergonómica con la captura hasta cómo nos relacionamos con la imagen, tanto, que en serio y en broma muchos solemos decir “lo que yo uso es una cámara que entre otras cosas me permite hacer llamadas telefónicas”.

Nuevos dispositivos, nuevas formas de producir y leer la información, nuevas relaciones entre la sociedad y la imagen, pero la pregunta sigue siendo la misma ¿qué fotografiamos?

Francisco Mata Rosas Ciudad de México

Marzo , 2012