Y EL COMUNISMO DESTRUYÓ ASIA · 2016. 12. 30. · los desastres sucedidos en Asia, nue-vamente, no...

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INTERNACIONAL ... Y EL COMUNISMO DESTRUYÓ ASIA Veinte años después de la matanza de Tiananmen, sigue prohibido mencionar el asunto en China Guy Sorman 1 , ensayista y ex profesor de Economía y Filosofía Política de la Universidad de París 19/06/2009 Nº 104 Veinte años después de la masacre estudiantil de Tiananmen perpetrada por los militares bajo las órdenes del Partido Comunista, todo ha cambiado en China aunque nada haya cambiado. Lo que resulta visible, las grandes ciudades, han cambiado sin duda profundamente; sin embargo, lo que permanece en gran medida invisible, el campo sucio y pobre y la penetrante represión política parecen inmutables. Veinte años después de la masacre de Tiananmen, en China aún está prohibido siquiera mencionar este tema. Oficialmente, no sucedió nada en la plaza de Tiananmen de Pekín en junio de 1989. 1 Gota a Gota, el sello editorial de FAES, tiene publicados dos libros de Guy Sorman: La economía no miente (2008) y El año del gallo. Chinos y rebeldes (2007). REUTERS /Cordon Press Un ciudadano pequinés permanece inmóvil ante la hilera de tanques en la Avenida de la Paz Eterna (Pekín, 5 de junio de 1989)

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  • INTERNACIONAL

    ... Y EL COMUNISMO DESTRUYÓ ASIA

    Veinte años después de la matanza de Tiananmen, sigue prohibido mencionar el asunto en China

    Guy Sorman1, ensayista y ex profesor de Economía y Filosofía Política de la Universidad de París

    19/06/2009Nº 104

    Veinte años después de la masacre estudiantil de Tiananmen perpetrada por los militares bajo las órdenes del Partido Comunista, todo ha

    cambiado en China aunque nada haya cambiado. Lo que resulta visible,las grandes ciudades, han cambiado sin duda profundamente;

    sin embargo, lo que permanece en gran medida invisible, el campo sucio ypobre y la penetrante represión política parecen inmutables. Veinte años

    después de la masacre de Tiananmen, en China aún está prohibido siquiera mencionar este tema. Oficialmente, no sucedió nada en la plaza

    de Tiananmen de Pekín en junio de 1989.

    1 Gota a Gota, el sello editorial de FAES, tiene publicados dos libros de Guy Sorman: La economíano miente (2008) y El año del gallo. Chinos y rebeldes (2007).

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    Un ciudadano pequinés permanece inmóvil ante la hilera de tanques en la Avenida de la Paz Eterna (Pekín,5 de junio de 1989)

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  • El discurso del Gobierno, los libros es-colares, mencionan vagamente algu-nas revueltas que tuvieron lugar enalgún momento de ese año 1989, in-mediatamente seguidas de un retornoal orden implantado por la policía dePekín. A pesar de estos enormes es-fuerzos políticos por esconder la ver-dad, la mayor parte de la poblaciónchina es consciente de lo que sucedióy muchos aún lo recuerdan. Pero lasgeneraciones más jóvenes no estántan bien informadas sobre Tiananmeny sus padres no se atreven a hablar;estas generaciones no saben muchode la historia de China, pasada o pre-sente en general. Cuando estuve allí,le pregunté al conocido autor de Sorgorojo (Red Sorghum en inglés), Mo Yan,si podría escribir una novela sobre Tia-nanmen como hizo con la RevoluciónCultural y, avergonzado, respondió enun susurro: “Es muy pronto”.

    ¿Hubo alguna víctima en la plaza deTiananmen en junio de 1989? El Par-tido Comunista lo niega. Aún hoy sedesconoce la cifra exacta. Según laCruz Roja, aproximadamente 3.000estudiantes murieron a manos de losmilitares. La mayor parte de los cuer-pos han desaparecido, los soldadoslos robaron y quemaron para borrar laspruebas de la masacre.

    La asociación de madres de las víc-timas de Tiananmen, dirigidas por

    Ding Zilin, una ex profesora universita-ria en Pekín, lleva veinte años inten-tando rescatar los nombres de lasvíctimas con escasos resultados. ElPartido Comunista no deja de aco-sarla para que cese en su empeño. Sirecibe financiación de chinos en elextranjero para ayudarla en su inves-tigación, se le confisca el dinero; hasido enviada a la cárcel repetida-mente acusada de corrupción. Al me-nos, Ding Zilin tuvo el privilegio deque se le restituyeran los restos de suhijo de diecisiete años, matado porlos militares. Había ido a la plaza deTiananmen esa noche fatal en buscade unos compañeros de clase. Hoy,Ding Zilin, debido a que tiene más deochenta años, está libre en Pekín pero aún sigue siendo acosada y se le impide hablar con otras familias

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    “La mayor parte de los cuerpos han desaparecido, los soldados los robaron y quemaron para borrar las pruebas de la masacre”

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    que hayan perdido un hijo en las mis-mas circunstancias.

    La situación se puede compararcon el terremoto de Sichuan del añopasado, que enterró a miles de jóve-nes alumnos bajo los escombros desus escuelas, pobremente construi-das. Es mejor que los supervivientesguarden silencio si quieren librarse delacoso policial o algo peor. Hastaahora, la asociación de Ding Zilin sóloha conseguido recopilar el nombre decuatrocientas víctimas, la lista ha sidopublicada en Hong Kong.

    ¿Puede la tradición cultural chinaexplicar tanta crueldad? Son mayori-tariamente los líderes cínicos y losadmiradores europeos del “despo-tismo chino ilustrado” los que recu-rren a este tipo de argumento cul -tural. En la civilización china, elin dividuo no contaba, sólo la comu -nidad era legítima, ése es el argu-mento. Si éste fuera el caso, las organizaciones occidentales de Dere -chos Humanos deberían considerarseenemigos de la respetable civilizaciónde una China eterna.

    Los comunistas tratan de vender alresto del mundo la leyenda de su par-tido como el heredero de sus tradicio-nes milenarias. Si aceptásemos estesupuesto, ir en contra del partido seríaun menosprecio imperialista a la cul-

    tura china. Algunos occidentales creenen este pretexto por ignorancia o ci-nismo. En realidad, si se hubiera se-guido la tradición china, los cuerposde las víctimas se habrían restituido asus familias para proporcionarles unfuneral adecuado. Sin los cuerpos ysin los funerales, los muertos nuncadescansarán en paz.

    Así, la masacre de Tiananmen, se-guida del silencio impuesto por la po-licía, no le debe nada a la milenariacultura china, sino que ambos hechosle deben todo a la ideología represoradel Partido Comunista. También su-cede que los dirigentes actuales delpartido, el presidente de la Repúblicay el primer ministro, fueron miembrosdel grupo de Gobierno de Deng Xiao-ping en 1989.

    Deng Xiaoping ordenó la matanza ysus discípulos todavía permanecen enel poder. Después de todo, no ha cam-biado demasiado en China. Los parti-dos comunistas de Asia se han trans-formado en una suerte de dinastíadonde el emperador en el poder eligea su sucesor. La gente lo sabe cuandocitan los nombres de sus líderes como“Mao III” o “Mao IV”.

    “Nuestro mayor error,” me diceWuher Caixi desde su exilio político enTaiwán, “fue pensar que podríamos dia-logar con los líderes comunistas”. En

    “Deng Xiaoping ordenó la matanza y sus discípulos todavía permanecen en el poder”

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    1989 Wuher Caixi fue elegido líder yportavoz por los estudiantes de la ma-nifestación democrática de la plaza deTiananmen, veinte años después discu-tir con el partido sigue sin ser una op-ción. Un granjero de la provincia deShaanxi que conocí en el verano de2008 trató de averiguar por qué el líderdel pueblo nombrado por el partido lehabía confiscado su casa. “No se dis-cuten las decisiones del partido”, fuetodo lo que obtuvo como respuesta. Ellíder del partido le dio la casa confis-cada a sus parientes políticos. “Esagente no es como nosotros”, me dijo laindefensa víctima. ¿Acaso son estetipo de exacciones una continuación delas normas culturales feudales?

    Nuevamente, la tradición china noexplica la violencia diaria que se da enel campo; tan sólo la ideología comu-nista y la organización del partido nospueden ayudar a entender la difícil si-tuación de la represión sufrida por lapoblación china. Conviene recordarque el crecimiento económico actualsólo afecta al 20% de la población,sobre todo en las ciudades, no en laszonas rurales donde 800 millones dechinos aún viven en condiciones pro-pias del Medievo.

    Si se viaja por el este de Asia, deun país comunista a otro, entre civiliza-ciones bastante divergentes entre sí,la gente se enfrenta a las mismas for-mas de tiranía, expresadas con el

    mismo vocabulario, brutalmente im-puestas con métodos similares.

    En Corea del Norte, cuya civilizaciónno le debe mucho a China, el PartidoComunista explota a la población localsiguiendo exactamente las mismaspautas que el Partido Comunistachino. En Pyongyang, al igual que enPekín o en Shangai, pude comprobarque la población urbana, normalmentemiembros del partido, militares o per-sonas con familiares en ambas par-tes, han alcanzado un nivel de vidabastante decente. En ambos países,este bienestar relativo se basa en laincesante explotación económica de lapoblación rural que vive en condicio-nes semejantes a las de los esclavos.

    Karl Marx, si hubiese sabido de lascondiciones presentes de China yCorea del Norte, nos explicaría que laburguesía comunista urbana ha confis-cado las plusvalías del proletariadorural. Y en Corea del Norte, al igualque en la China continental, no se dis-cute con el Partido Comunista. Uno sepregunta si realmente significa algoque los Gobiernos extranjeros intentennegociar con el partido. En Corea delNorte como en China, la civilización noexplica mucho de estos regímenes,todo tiene que ver con la organización,no con las tradiciones.

    La “Organización”, Angkar, fue elnombre que el líder camboyano Pol Pot

    “En Corea del Norte, al igual que en la China continental, no se discute con el Partido Comunista”

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    le dio al Partido Comunista a princi-pios de los años 70. El Angkar ase-sinó sistemáticamente a un cuarto dela población camboyana cuando loscomunistas estuvieron en el poder,desde 1975 a 1979. ¿Deberíamosbuscar alguna explicación cultural aeste genocidio? ¿Había algo enraizadoen la antigua civilización jemer, muy di-ferente de la china, que condujera a lamasacre contemporánea? No haynada de este tipo.

    El hilo común entre los Campos dela Muerte camboyanos, la RevoluciónCultural de Mao Zedong, los camposde concentración de Corea del Norte yla reeducación forzada en Vietnam esla ideología comunista. Una mismaideología, una organización idéntica, elmismo holocausto. Sólo a Mao Ze-dong se le imputan cuarenta millonesde víctimas.

    El drama de Asia en el siglo XX noha sido la pobreza, la superpoblación,la colonización o las tradiciones anti-modernas. El único y verdadero dramatras las masacres masivas de China,el genocidio de Camboya, el exilio delos “boat people” de Vietnam, loscampos de concentración de Coreadel Norte, la masacre de Tiananmen,es única y exclusivamente la ideologíamarxista. El marxismo ha sido la pie-dra angular de la “organización” y elrecurso “científico” de sus líderes.

    Estos días se puede asistir enPhnom Penh al juicio de algunos de losantiguos líderes comunistas acusadosde masacrar a su propia gente. Nomuestran remordimiento alguno y argu-mentan que trataban de construir unasociedad mejor. “Hice todo lo posiblepor ser un buen comunista”, declaróDuch ante los jueces, uno de los prin-cipales ejecutores del régimen de losJemeres Rojos, ahora caído. Desdeluego que fue un buen comunista.

    Si alguna vez se juzgase a los diri-gentes de Corea del Norte, de China ode Vietnam, seguramente nos daríanla misma respuesta: “construir una

    “El hilo común entre los Campos de la Muerte camboyanos,la Revolución Cultural de Mao Zedong, los campos de

    concentración de Corea del Norte y la reeducación forzada en Vietnam es la ideología comunista”

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    sociedad mejor, ser buenos miembrosdel partido”. Esta trivial autodefensa ylos desastres sucedidos en Asia, nue-vamente, no están relacionados conninguna tradición milenaria asiática. Elmarxismo es una ideología típicamenteeuropea importada a Asia por líderescomo Pol Pot, Zhou Enlai o Deng Xiao-ping, quienes, por cierto, compartían lacaracterística de haber trabajado o es-tudiado en París.

    Cuando estuve en Pekín el veranopasado, le pregunté a la profesoraFeng Lanrui (economista), que tieneahora 86 años, “¿qué quieren los chi-nos realmente?”. Cuando Feng Lanruiera aún una niña estaba próxima aMao Zedong y participó junto a él enla llamada Liberación de Pekín en1949. Tras la masacre de Tiananmen,dejó el Partido Comunista y se convir-tió en una disidente a favor de los De-rechos Humanos. La policía sólo hadejado de acosarla por su edad.“¿Están los chinos satisfechos con eldespotismo relativamente ilustradodel Partido?”, le pregunté. “Somos–respondió Feng Lanrui– como todo elmundo. Queremos la misma democra-cia que vosotros. Sabemos perfecta-mente lo que es una democracia. Noqueremos un régimen represor ennombre de las llamadas característi-cas chinas”.

    Veinte años después de la masacrede Tiananmen, para entender real-

    mente lo que sucede en China deberí-amos escuchar a Feng Lanrui, una vozsolitaria en un océano de represión.Tenemos el deber de recordar a lasvíctimas desconocidas de Tiananmeny de apoyar el empeño de Ding Zilin derescatar sus nombres. Tenemos undeber todavía más fuerte de apoyar alos vivos, como Hu Jia y Liu Xiao Bo.Ambos están en la cárcel por atre-verse a colgar en la web una peticiónde libertad política y religiosa enChina. Al Partido Comunista de Chinale encantaría que los occidentales per-cibiésemos este país como unaenorme masa de gente sin cara y sinnombre, donde no deben sobresalir in-dividuos sin el sello del partido. El ré-gimen soviético trató de hacer lomismo hasta que conocimos los nom-bres de Sájarov o Solzhenitsyn, entreotros. Hoy debemos grabar en nuestramemoria los nombres de los indivi-duos chinos que se resisten al anoni-mato de la ideología totalitaria.

    Hasta ahora hemos descrito los re-gímenes marxistas de Asia como in-mutables, ¿pero lo son realmente? ¿Elcrecimiento económico no conduciráespontáneamente hacia una sociedadabierta? Probablemente esto no seamás que un sueño occidental. El profe-sor Samuel Huntington, en los años80, propuso una teoría que postulabaque, pasado un cierto umbral, el pro-greso económico necesariamente con-duciría a la democracia. Encontró su

    “Tenemos el deber de recordar a las víctimas desconocidas de Tiananmen”

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    inspiración en Taiwán o en Corea delSur, sin embargo estos países nuncase sometieron a regímenes comunis-tas totalitarios.

    La verdad histórica es que no haysitio para la evolución, no hay un ca-mino hacia la reforma política en unsistema totalitario: un Partido Comu-nista reina o se desmorona, comomuestra claramente la experiencia so-viética. Cuando a partir de 1988 Gor-bachov trató de reformar el partido, elpartido desapareció.

    Los comunistas asiáticos han anali-zado de cerca la caída del Partido Co-munista soviético para no repetir lo queellos perciben como el error gorbacho-viano. En los partidos comunistas asiá-ticos, cualquier potencial reformista alestilo Gorbachov será erradicado antesde llegar a la cima.

    En mayo de 1989, cuando Zhao Zi-yang, entonces secretario general delPartido Comunista chino, trató de ne-gociar con los manifestantes de laplaza de Tiananmen, fue inmediata-mente despedido por el verdaderolíder, Deng Xiaoping. Deng envió con-tra los estudiantes al Ejército y ZhaoZiyang fue puesto en arresto domicilia-rio hasta el final de su vida. Desde en-tonces, ningún miembro con el estiloaperturista de Gorbachov o de Zhao Zi-yang ha llegado nunca a estar en posi-ción de alcanzar los altos mandos delpartido.

    Quizá los líderes chinos oyeron ha-blar de las famosas palabras de Ale-xis de Tocqueville sobre la imposibili-dad de que un régimen autoritarioconsiga realizar reformas políticas. Alintentar comprender la RevoluciónFrancesa, Tocqueville escribió que elAntiguo Régimen provocó su propiacaída al aliviar el yugo de la gente. “Elyugo –dice Tocqueville– al que la na-ción estaba acostumbrada cuandoera pesado, se volvió insoportabletan pronto se hizo más ligero”.

    Al contrario de lo que les gustaríacreer a los occidentales, podemosestar seguros de que en China, enCorea del Norte o en Vietnam no hayninguna confrontación dentro del par-tido entre los llamados reformistas ylos partidarios de la línea dura. La am-bición de estos últimos es aplastar

    “Al Partido Comunista de China le encantaría que losoccidentales percibiésemos este país como

    una enorme masa de gente sin cara y sin nombre”

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    FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales no se identifica necesariamente con las opiniones expresadas en los textos quepublica. © FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales y los autores. Depósito Legal: M-42391-2004

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    cualquier intento tendente a la demo-cratización. También quieren demos-trar al mundo que la democracia libe-ral no es inevitable.

    Los comunistas asiáticos en reali-dad no creen en la unión de la huma-nidad sino que contraponen la menteoccidental a la oriental. Al escuchar alos líderes comunistas de Asia es evi-dente que ellos consideran que la democracia liberal es lo suficiente-mente buena… para los occidentales.Lo que ellos denominan “democraciacomunista” o “democracia con carac-terísticas chinas” se promueve comouna mejor adaptación a la civilizaciónasiática y como superior a la democra-cia occidental. Lamentablemente, al-gunos occidentales están dispuestosa creerse esta propaganda. Debería-mos escuchar a Feng Lanrui, Ding

    Zilin, Hu Jia o Liu Xiao Bo, ellos sin em-bargo opinan: “Somos como vosotros.Queremos ser libres como vosotros”.

    Siempre recordaré una visita quehice a Liu Xia, la mujer de Liu Xiao Bo,cuando ésta estaba bajo arresto domi-ciliario en Pekín. Una vez más, su ma-rido había sido detenido sin ningún mo-tivo legal. Liu Xia me dijo: “nosotros,los activistas de los Derechos Huma-nos de China, somos como los judíosen la Alemania nazi. Podemos serarrestados, encarcelados, matados encualquier momento según el caprichodel Partido Comunista. Es un misteriopara nosotros por qué los medios decomunicación occidentales y sus inte-lectuales y líderes políticos no nos apo-yan más. Cuando desparezcamos, sepreguntarán, pero ya será demasiadotarde, por qué no nos apoyaron”.

    “No hay un camino hacia la reforma política en un sistema totalitario: un Partido Comunista reinao se desmorona, como muestra claramente la experiencia soviética”

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