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1 Religión, espiritualidad y sentido de la vida en los duelos Laura Yoffe* Publicado en Prácticas en Psicología Positiva Compiladora: María Martina Casullo. Buenos Aires: Lugar Editorial.(pp.269-98) * Laura Yoffe Dra en Psicología(PhD) por la Universidad de Palermo, Argentina. Lic.en Psicología (UBA) E-mail: [email protected]

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Religión, Espiritualidad y Sentido de La Vida en Los Duelos. en Prácticas en Psicología Positiva

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Religión, espiritualidad y sentido de la vida en los duelos

Laura Yoffe*

Publicado en Prácticas en Psicología Positiva

Compiladora: María Martina Casullo.

Buenos Aires: Lugar Editorial.(pp.269-98)

* Laura Yoffe

Dra en Psicología(PhD) por la Universidad de Palermo, Argentina.

Lic.en Psicología (UBA)

E-mail: [email protected]

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Introducción

Según Durkheim (1912) los rituales sobre la muerte y las actividades de conmemoración

colectiva pueden beneficiar a los individuos y servir como una función social importante al

intensificar las emociones compartidas y establecer lazos de unión entre aquellos cuyas

emociones se incrementan bajo la forma de un sentimiento de solidaridad. Cada cultura- frente

a la muerte de un ser querido- define quién tiene derecho u obligación de estar de duelo, quién es

el deudo principal, qué derechos y obligaciones tienen los familiares del fallecido, qué tipos de

emociones y conductas se pueden sentir y expresar, cuáles son las que se deben controlar,

estableciendo formas de ejercer el control social de las emociones en los duelos.

Parkes y Weiss (1983) sostienen que las conmemoraciones y rituales de duelo tienen un

rol funcional para la elaboración de la pérdida de seres queridos. Por otro lado, Worden (1991)

afirma que la ausencia de rituales de duelo es considerada como un factor de riesgo en las

reacciones psicológicas y pueden resultar en duelos patológicos .

La Psicología considera las pérdidas por muerte de un "ser querido" como sucesos de

vida negativos que pueden llegar a afectar la salud psicofísica, emocional, mental y espiritual de

las personas en duelo.(Ferraro, Mutran & Barresi,1984; Parkes,1972; Rogers & Reich,1988;

Stroebe & Stroebe,1983; Thompson, Beckenridge, Gallaher & Peterson,1984).

Las creencias, desde el punto de vista de la Psicología Social, son parte integrante del ser

humano y de las culturas. La mayoría de los sectores de la Psicología- influídos por la visión

materialista y empírica de la ciencia positiva- negaron validez a las creencias religiosas y

espirituales, poniendo al margen el estudio de la efectividad y el beneficio que las mismas

pueden brindarle al ser humano. Así, la religión con sus creencias, rituales y ceremonias fueron

dejados de lado -en parte por el dogmatismo de las respuestas religiosas- y tal vez por dicho

motivo la gran mayoría de los psicólogos consideraron las explicaciones y conductas religiosas

como nocivas para la salud mental del hombre.(Yoffe,2002).

La Psicologia se dedicó a proveer sólo explicaciones científicas sobre los problemas

humanos, dejando de lado -hasta hace muy pocos años- la dimensión espiritual y la salud

espiritual del hombre. La religión dejó de ser considerada una de las variables culturales y los

psicólogos dejaron de tener en cuenta las experiencias y los valores religiosos y espirituales de

sus pacientes.

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Psicología Positiva

Se considera que el inicio formal de la Psicología Positiva fue la conferencia inaugural de

Martin Seligman de su período presidencial de la American Psychological Association

(Seligman,1999). Según Poseck (2006), el germen de la Psicología Positiva se puede rastrear

desde mucho antes, ya que se pueden encontrar claras tendencias positivas en la corriente

humanista de la psicología, floreciente en los años´60 y representada por autores reconocidos

como Gordon Allport (1967), Abraham Maslow (1967), Erich Fromm (1967), Rollo May (1957)

y Víctor Frankl (1975). En los últimos años se retomaron muchos de los planteos de la

Psicología Humanista sobre la necesidad de estudio e investigación de la “parte positiva” de la

existencia humana ya que- luego de las guerras mundiales- diferentes circunstancias llevaron a la

psicología a centrarse exclusivamente en el trastorno mental y en el sufrimiento humano

(Seligman & Csikszentmihalyi, 2000). Durante las décadas pasadas, la psicología se planteó la

curación del sufrimiento humano buscando nuevos métodos de comprensión y abordaje de los

distintos trastornos mentales así como de nuevos tratamientos de las diferentes patologías

psíquicas.

Seligman (1999)- creador de la Psicología Positiva- elaboró y promovió una

concepción más positiva de la especie humana centrada en la prevención de la aparición de

trastornos mentales y patologías y en el propósito de mejorar la calidad de vida. Coincidimos con

lo planteado por Poseck (2006) acerca de que la Psicología Positiva se centra en la construcción

de competencias psicológicas como en la prevención de enfermedades y en la búsqueda del

desarrollo de sentimientos y estados positivos tales como: la alegría, el optimismo, la esperanza,

la fe, la creatividad, el humor, la ilusión, etc.; que habían sido ignorados o explicados

superficialmente por la psicología en general.

Actualmente, Fredrickson (2000) señaló la importancia de las emociones positivas como

medios para enfrentar muchos de los problemas que generan las emociones negativas, así como

para sobreponerse a momentos negativos de la vida y salir fortalecidos de ellos. Las mismas

mejoran la capacidad de afrontamiento de situaciones de vida negativas pues contribuyen a hacer

más resistentes a las personas que enfrentan la adversidad, ayudándolas en la construcción de la

resiliencia psicológica(Aspinwal,2001; Carver,1998; Lazarus,1993; Lazarus,1993; Lyubomirsky,

King & Diner,2005). Según este modelo, las emociones positivas pueden ser canalizadas hacia la

prevención, el tratamiento y el afrontamiento, de manera que se transformen en verdaderas armas

para enfrentar problemas. Según Stein, Folkman, Trabasso & Richards (1997) la presencia de

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emociones positivas durante los momentos de aflicción hace más probable que las personas

puedan desarrollar planes para el futuro y dichos planes, junto a las emociones positivas,

predicen un mejor ajuste psicológico doce meses después de haber vivido un suceso traumático.

Peterson y Seligman (2004) han considerado que la espiritualidad es universal y aunque

las creencias espirituales varíen, todas las culturas tienen creencias sobre lo absoluto, lo sagrado,

la divinidad y lo trascendente al ser humano.

Psicología de la religión y la espiritualidad

La Psicología de la Religión, surgida a comienzos del siglo XX en Europa y Estados

Unidos, investigó en las últimas dos décadas los modos diversos en que los sujetos se relacionan

con la salud, la felicidad, el afrontamiento de situaciones de vida negativos y los problemas

sociales. La mayoría de las conceptualizaciones buscó diferenciar la llamada “buena religión” de

la “mala religión”. Por ejemplo, James (1902) habló de la religión de las personas sanas y de la

de los “enfermos del alma”. A pesar de que existe variedad de material psicológico referido al

lado negativo y a los efectos adversos de la religión sobre la salud mental, también podemos

encontrar gran cantidad de estudios donde se ha explorado la compleja relación entre la

participación religiosa y la salud mental de las personas. (Ellison & Levin,1998; Levin, 1996;

Levin & Chatters, 1998). Se observa en dichos estudios que existen :

Diversos modos de participación religiosa que se asocian al bienestar psicológico de las

personas que tienen creencias religiosas.

Las creencias religiosas se asocian positivamente al estado de satisfacción en la vida.

La participación en redes sociales religiosas se asocia a tipos de estrategias de

afrontamiento de problemas que disminuyen el riesgo de estrés.

En los estudios de Ellison (1991); Levin, Chatters y Taylor (1995); Thomas y Holmes

(1992), se explicitan relaciones entre aspectos de religiosidad y la resolución de situaciones

traumáticas en las cuales la religión tuvo una influencia positiva para la salud mental de las

personas. Gartner, Larson y Allen (1991) llevaron a cabo una revisión de más de 200 estudios

psiquiátricos y psicológicos y llegaron a la conclusión sobre los beneficios positivos que la

religión provee a hombres y mujeres de diferentes edades, grupos raciales y étnicos, diversas

clases socioeconómicas y diversas ubicaciones geográficas .

Gran cantidad de estudios dentro del área de la Psicología de la Religión llegaron a la

conclusión de que la religión tiene un impacto positivo en el proceso de afrontamiento de

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sucesos vitales negativos, a partir de la pregunta realizada acerca de cuán importante había sido

la religión en su proceso de afrontamiento de sucesos estresantes.(Koenig, George &

Siegler,1988 ; Ellison y Taylor,1996; Pargament, Ensing et al.,1990). En un estudio llevado a

cabo por Glick, Weiss y Parkes (1974) se afirma que el 59% de las personas entrevistadas

concluyeron que sus creencias religiosas habían sido una fuente de alivio que les ayudó en el

afrontamiento de situaciones de vida negativas. Raleigh (1992) llevó a cabo una investigación

con pacientes con enfermedades crónicas y cáncer, en la cual éstos informaron sobre el efecto

positivo de la religión en el afrontamiento de su enfermedad. Veroffouvan y Kulka (1981)

llevaron a cabo una investigación en una población de hombres y mujeres adultos que

enfrentaron períodos de infelicidad en su vida y junto con Conway (1985/86) y Koenig et

al.,(1992), afirmaron que en todas estas muestras apareció que el 18% al 69% de los

participantes mencionaron lo útil que había sido su fe religiosa para el afrontamiento de sucesos

vitales estresantes de su vida. En todos estos casos, la religión fue mencionada como una gran

fuente de ayuda para el proceso de afrontamiento (Koenig, 1994).

Bergin (1980) señaló la necesidad de integrar las creencias religiosas y los valores de los

pacientes en la práctica psicoterapéutica, o al menos considerar su relevancia dentro de la misma.

A mediados del siglo XX, surgió una mayor atención por parte de los psicólogos hacia la religión

y la espiritualidad (Hill et al., 2000) y hacia la relación entre la religión, la espiritualidad y la

salud. Tal como lo destacó Mills (2002), las citas que incluyen las palabras clave religión y salud

o espiritualidad y salud en los centros de datos de PsychINFO o en Medline se quintuplicaron

desde 1994 hasta el año 2001. También aumentó la publicación de artículos y libros que

describen una integración entre la religión y la espiritualidad dentro de algunas líneas

psicológicas y tratamientos psicoterapéuticos (Miller, 1999; Richard & Bergin, 1997, 2000;

Shafransake,1997; Zinnbauer & Pargament , 2000).

En la actualidad, la investigación sobre temas espirituales no ha quedado limitada al área

de la Psicología de la Religión y la Espiritualidad, ya que diferentes campos de la Psicología se

preocupan de la influencia de los temas religiosos, por ejemplo: la psicología social, la psicología

clínica, la psicología de la salud mental y la psicología positiva tratan el impacto de la religión y

la espiritualidad en la salud física, mental, emocional e interpersonal. Esto demuestra el creciente

interés otorgado al estudio del componente psicofísico y espiritual en la vida de las personas.

(Bergin,1991; Kimble, Mac Fadden, Ellor & Seer, 1995; Paloutzian & Kirkpatrick, 1995;

Pargament & Park, 1995; Schumaher, 1994; Shafransake, 1996).

Consideramos posible pensar a la Psicología de la Religión y la Espiritualidad como un

área con un enfoque complementario al de la Psicología Positiva, ya que ambos campos de

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investigación estudian los modos de afrontamiento,la prevención de enfermedades, la promoción

de estados de esperanza, fe, autocontrol de los sentimientos y estados positivos que tiendan a la

protección y promoción de la salud psicofísica, afectiva, mental y espiritual.

Religión y espiritualidad

La Psicología de la Religión se amplió incluyendo el concepto espiritualidad, por lo cual

dicha área es denominada actualmente Psicología de la Religión y la Espiritualidad. Prueba de

ello son la aparición del Handbook of the Psychology of Religion and Spirituality (Manual de

Psicología de la Religión y la Espiritualidad) de Paloutzian y Park (2005); Psychology, Religion

and Spirituality (Psicología, religión y espiritualidad) de Fontana (2003), entre otros. Según

Spilka y Mc Intosh (1996), la literatura científica dentro de dicho área sigue careciendo de

acuerdos entre los distintos autores acerca de los conceptos religión y espiritualidad, ya que se

puede observar que los mismos siguen siendo utilizados por los autores de manera

intercambiable. Por ello, se torna necesario definir y concensuar los términos de manera de

posibilitar el progreso de la investigación científica en dicha área, a partir de acuerdos sobre la

identidad de los conceptos y la naturaleza de los fenómenos de interés más relevantes a la

misma. Sin dichos acuerdos teóricos, el campo de investigación de la Psicología de la Religión y

la Espiritualidad y las fronteras de dicha área se tornan difusos y sus hallazgos no permiten la

generalización y la investigación a partir de los mismos. (Emmons & Paloutzian, 2003; Hill et

al., 2000; Shanfransake, 2002; Zinnbauer et al.,1997).

Algunas definiciones de religión y espiritualidad

Hill et al.,(2000) plantean que la religión y la espiritualidad han sido considerados como

conceptos multidimensionales y fueron usados de manera intercambiable dentro del área de la

investigación científica de la Psicología de la Religión; por lo que el concepto espiritualidad fue

generalmente incluído dentro del concepto religión. Según Fontana (2003), la religión alude a la

“representación del reconocimiento humano de un poder sobrenatural, en especial de un Dios

personal o de dioses a los cuales se les debe obediencia y devoción.”. Dicha definición es

adecuada para las religiones monoteístas como el Catolicismo romano, el Protestantismo, el

Judaísmo y el Islam que comparten creencias sobre la existencia de un único Dios eterno,

universal y creador del universo. En las religiones no- teístas tales como el Budismo, el Taoísmo,

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el Jainismo y el Hinduismo no existe tal creencia en un Dios creador.

Dentro del campo de la Psicología de la Religión y la Espiritualidad existe diversidad de

definiciones de religión tales como :

La relación entre el hombre y un poder sobrenatural en el cual se cree y hacia el cual se

siente dependiente (Schoeps, 1967).

Un sistema de creencias sobre un poder divino o sobrenatural que incluye un conjunto de

prácticas devocionales y rituales dirigidos hacia dicho poder sobrenatural o hacia la

divinidad (Argyle & Beit- Hallahmi, 1975).

Conjunto de creencias, emociones, prácticas y experiencias que sirven como mecanismos

y modos de enfrentar temas existenciales tales como: el sentido de la vida, el sufrimiento,

la muerte, la soledad, la injusticia así como ayudan a afrontar situaciones de vida

negativos (Bruce,1996; Pargament ,1997).

Una dimensión social e institucional en la cual se incluyen creencias teológicas,

prácticas, compromisos y actividades congregacionales de la institución organizada como

tal.

La definición que brinda Pargament (1997) sobre la religión tiene un enfoque funcional

ya que plantea a la misma como un proceso y una búsqueda de sentido relacionado con lo

sagrado. Nielsen et al.,(1998) señalan que cualquier definición de religión debería ser extensiva

y compleja. Dichos autores brindan doce características que diferenciarían claramente lo

religioso de lo laico, definiendo la religión del siguiente modo:

1. Creencia en lo sobrenatural o en alguna realidad más allá de la existencia y la experiencia

ordinaria.

2. Presencia de una distinción entre lo sagrado y lo profano o entre la realidad última y la

aparente.

3. Énfasis en la observancia de rituales o en prácticas corporativas.

4. Posesión de códigos morales o principios éticos o creencia en espíritus o seres divinos

que deben ser apaciguados de algún modo a través de ofrendas, sacrificios, etc.

5. Esfuerzo por alcanzar niveles de conciencia más allá de la experiencia humana normal.

6. Uso de textos sagrados, plegarias, mantras, himnos, como tentativa para influir sobre el

poder divino.

7. Presencia de una visión del mundo y un lugar del individuo dentro de esta cosmovisión.

8. Compromiso personal de los que adhieren a esta cosmovisión y a las demandas que ésta

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les plantea.

9. Presencia de una organización formal bajo la forma de instituciones, agrupamientos

sociales, etc.

10. Promoción de estados internos de armonía con lo divino y con la verdadera naturaleza

personal .

11. Creencia de algún tipo en una vida después de la muerte (en otras dimensiones y/o a

través de la reencarnación en este mundo.)

12. Deseo (en algunos casos más fuerte que en otros) de proselitismo.

Nielsen et al.,(1998) plantean que -aunque no sea necesario que las doce características

se presenten juntas ni de manera definitiva- para definir el concepto religión se deberá contar con

tres factores imprescindibles al mismo:

1. Creencia en una dimensión religiosa.

2. Observancia de un conjunto de rituales o prácticas religiosas.

3. Adhesión a una doctrina o código de conducta ética que surge de las enseñanzas religiosas.

A pesar de la divergencia en la definición de religión y espiritualidad, la mayoría de los

investigadores del área de la salud (Davidson,1975; Fetzer Institute /National Institute on

Aging,1999; Glock, 1962; Hill et al.,1998; Hood et al.,1996) incluyen dentro de ambos

conceptos lo siguiente: las creencias religiosas, los valores religiosos, el compromiso personal,

las experiencias espirituales, las prácticas religiosas organizadas y públicas así como las

prácticas religiosas privadas o no organizacionales.

La visión de Fontana (2003) se basa en dos enfoques de la religión: centrada en lo

exterior y lo social y centrada en lo interior e introspectivo del ser humano.

El primero de dichos enfoques fue formalizado y explorado extensivamente por Argyle y

Beit-Hallahmi (1975) y por Beit-Hallahmi y Argyle (1977), quienes consideraron a la religión

como lo concerniente a conductas observables, predominantemente sociales y ritualísticas que

surgen de una adhesión formal del individuo a grupos o a tradiciones religiosas reconocidas. Este

abordaje basado principalmente en características exteriores y sociales de la religión, considera a

la misma como un conjunto de creencias y prácticas de importancia tal como para influenciar al

individuo, al grupo y a los comportamientos culturales. El mismo está asociado a variables

psicológicas cuantificables tales como: la necesidad, la conformidad social, la presión grupal, los

miedos y las fantasías articulados a ello. La participación religiosa es vista como un signo de la

observancia religiosa individual dentro de un grupo que puede servir para brindar un sentimiento

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de cohesión grupal, un sentido de pertenencia del individuo al grupo, un modo de promoción de

conductas guiadas éticamente y la posibilidad de encarar actividades asociadas a la caridad y/o al

servicio a los demás. En diversas investigaciones se halló una correlación positiva entre lo

antedicho y un menor abuso de sustancias adictivas y de alcohol, menores índices de divorcio,

menor sentimiento de soledad y menores índices de promiscuidad sexual. Este abordaje de la

religión enfatiza la objetividad, la medición y el análisis riguroso de los datos; emplea para ello

cuestionarios, encuestas, investigación exploratoria, grupos de control y experimentación,

variables especificas. Plantea que si sus hallazgos son conducidos adecuadamente, podrán ser

confiables ya que darán la posibilidad de ser replicados.

El segundo enfoque interior o introspectivo de la religión busca explorar la naturaleza de

la experiencia religiosa y de las actividades mentales del individuo que dan surgimiento a dichas

experiencias y que brindan sostén a creencias asociadas a las mismas. La investigación se basa

en informes personales que brindan los individuos religiosos sobre la naturaleza y la importancia

de la experiencia religiosa y de sus creencias religiosas, las experiencias místicas y las

comunicaciones o el contacto con fuentes divinas o con fuentes ligadas a quienes han muerto ya

que pueden afectar el sistema de creencias de los sujetos que experimentan dichas experiencias

religiosas. Dicho abordaje incluye modelos de la mente y de sistemas de desarrollo psicológico-

espiritual contenidos en algunas enseñanzas espirituales occidentales y orientales tales como la

Cábala Hebrea (Scholem, 1974) y en las enseñanzas Budistas Visuddhimagga (Nanamoli, 1991).

También incluye descripciones de estados interiores tales como la iluminación y la salvación; así

como métodos de meditación, contemplación, plegaria y rituales que conducirían a dichos

estados interiores.

William James (1902) es identificado como el pionero del área de la Psicología de la

Religión y su visión de la religión está incluída en el enfoque interior o introspectivo, a partir de

su famoso libro Variedades de experiencias religiosas (1902).

El enfoque de la religión como interior o introspectiva busca observar e investigar

modos en que los sujetos que participan en actividades religiosas podrían aumentar su sentido de

lo sagrado, hallar confirmación al sentido de su existencia, elevar su espíritu a través de una

mayor conciencia del amor y la protección divina y desarrollar un contacto y un sentimiento de

mayor cercanía con Dios o con la divinidad (Fontana, 2003). Este abordaje se basa en informes

personales y sus hallazgos han generado una aproximación al verdadero sentido que tiene la

religión para quienes adhieren a sus creencias y prácticas religiosas. Fontana (2005) plantea que

sería adecuado que la Psicología de la Religión y la Espiritualidad utilizara ambos abordajes

interno y externo de la religión, manteniendo las limitaciones y fortalezas de cada uno de ellos,

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mientras que dicha área no usurpe el lugar de la teología y tienda a brindar respuestas a

preguntas sobre la existencia y la naturaleza de Dios o de las divinidades. El objetivo sería

focalizar en por qué los individuos necesitan hacerse ciertas preguntas religiosas, en cómo llegan

a ciertas respuestas, en el tipo de respuestas alcanzadas y en los motivos por los cuales algunas

personas consideran que ciertas respuestas son aceptables, mientras otras consideran lo contrario.

Según la Psicología de la Religión y la Espiritualidad, la espiritualidad alude a una

experiencia personal y a una conexión con lo trascendente que puede o no estar enraizada en una

iglesia organizada o en una forma de credo formal(Burkhard,1989; Fetzer Institute/National

Institute on Aging, 1999; King, Speck y Thomas,1994). Definir la espiritualidad es problemático

debido a que tradicionalmente ésta fue considerada como parte de la religión (Turner, Lukoff,

Barnhouse & Lu, 1995; Zinbauer et al., 1997). Recién en las últimas décadas, la espiritualidad

fue diferenciada de la religión a partir de que algunos sectores de la sociedad se sintieron

desencantados de las instituciones religiosas tradicionales. De todos modos, tanto las creencias

en la espiritualidad como en la religión plantean ciertas responsabilidades que en una persona

espiritual se definen más por una convicción personal que por la adhesión a una doctrina

religiosa formal.

Para Pargament (1977), la espiritualidad es la función principal de la religión cuando

alude a lo sagrado y a la búsqueda de sentido. Hood et al.,(1996) y Wulff (1991) -en cambio-

utilizan los conceptos religión personal o fe en el mismo sentido en que los investigadores del

área de la salud se refieren a la espiritualidad cuando consideran a ésta como el conjunto de

creencias internalizadas y de experiencias personales diferentes a los aspectos sociales e

institucionales de la religión organizada. Diversidad de autores utilizan el término espiritualidad

cuando desean indicar una apertura de las enseñanzas espirituales presentes en las religiones y

escuelas de pensamiento. También se refieren al hecho de que- aunque una persona pueda ser

miembro de un reconocido grupo religioso- puede además ser más o menos tolerante hacia otras

tradiciones religiosas.

Fontana (2003), define la espiritualidad a partir de cinco de los doce elementos incluídos

en la religión:

Creencia en una realidad sobrenatural.

Distinción entre una realidad mundana y otra sagrada.

Búsqueda personal para alcanzar niveles superiores de conciencia.

Posesión de un código moral y ética.

Promoción de armonía interior.

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Elkins, Hedstrom, Hughes, Leaf y Saunders (1998), señalan que la espiritualidad

involucra un interés personal relacionado con la búsqueda de sentido y de trascendencia de la

vida y que los temas espirituales pueden o no estar enraizados en creencias y prácticas religiosas

institucionalizadas. Según dichos autores, la conexión con lo sagrado es un elemento importante

para definir la espiritualidad y señalan que- tanto las experiencias místicas como las experiencias

religiosas- están conectadas con un nivel absoluto de la realidad que difiere del nivel de la

realidad cotidiana u ordinaria. Emmons y Crumpler (1999) se preocupan por la inclusión de la

espiritualidad en la vida cotidiana del hombre y señalan que las actividades cotidianas pueden ser

investidas de un sentido espiritual. Según Wulff (1996), el concepto espiritualidad ha sido usado

generalmente para denotar ciertas cualidades y percepciones positivas relacionadas con lo

interior, evitando de ese modo las implicancias de las creencias dogmáticas y la observancia

religiosa obligatoria. La espiritualidad es más bien una actitud, una postura del propio ser que

permite ver no sólo cosas diferentes sino las cosas de una manera diferente (Edwards,

1755/1960; Holifield, 1983).

Para Miller y Martin (1988), así como para Thorensen (1998), la religión es una entidad

organizada socialmente, aunque existen atributos comunes a la religión y a la espiritualidad, por

ejemplo: la búsqueda de lo sagrado y lo trascendente en la vida junto a la relación con Dios o con

un poder superior o una energía universal. Según Thorensen (1998), los factores religiosos son

aquellos focalizados en las creencias, prácticas y rituales prescriptos y en los aspectos sociales e

institucionales de los mismos. Los factores espirituales -en cambio- se refieren a experiencias

subjetivas que pueden ser compartidas con otros (Zinnbauer et al.,1997). Maslow (1976),

diferenció las formas subjetivas de la experiencia religiosa de las religiones socialmente

institucionalizadas; y en ese sentido, la espiritualidad no involucraría necesariamente a la

religión debido a que muchas personas experimentan la espiritualidad como algo personal y

privado que otorga sentido a su vida. Muchas personas definen su espiritualidad personal como

algo diferente de cualquier religión (Maslow, 1976).

Miller y Thoresen (1998), caracterizan la espiritualidad de un modo más general que

puede ser concebida dentro del ámbito de la religión como fuera de la misma, y establecen tres

dominios de la espiritualidad: la práctica espiritual, las creencias y las experiencias. Cada uno

dichos dominios puede ser investigado a través de una variedad de métodos cuantitativos y

cualitativos tales como: material biográfico o autobiográfico, entrevistas narradas, medidas

fisiológicas, cuestionarios e informes personales, etc.

La primera dimensión de la espiritualidad alude al grado de su compromiso con las

prácticas espirituales que pueden ser llevadas a cabo en forma privada y/o grupal. Ejemplos de

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ello son: la plegaria, el ayuno, la meditación, la contemplación, diversas formas de actividades

rituales como la danza, la lectura y el estudio de textos sagrados, los cantos devocionales, la

confesión, la oración grupal, etc.

La segunda dimensión alude a las creencias espirituales cuyos contenidos varían según

las culturas (Smith, 1994) ya que pueden estar relacionadas con: la trascendencia (la existencia

del alma, la vida después de la muerte, etc), la divinidad, las deidades, la realidad de la

dimensión espiritual más allá de la posibilidad del conocimiento intelectual y sensorial. El

concepto de Dios es una dimensión interesante a tener en cuenta en cuanto a su naturaleza,

imagen y a las intenciones atribuídas al mismo como un ser fundamentalmente amoroso o

benevolente, indiferente o punitivo hacia la humanidad.

La tercera dimensión de la espiritualidad alude a las experiencias y presenta los mayores

desafíos para llevar a cabo mediciones válidas, ya que las mismas pueden clasificarse como

ordinarias de acuerdo a la posibilidad de tener contactos cotidianos con lo trascendente o lo

sagrado, en contraposición con las experiencias espirituales y místicas excepcionales. Según

Miller y C. de Baca (1994), algunos individuos describen con lenguaje espiritual algunas

experiencias que han experimentado que los han llevado a un cambio dramático, repentino y

transformador de su vida; mientras que otros individuos experimentan situaciones de la misma

especie y no utilizan por ello ningún tipo de lenguaje espiritual.

Pargament (1997), plantea que las distintas tradiciones religiosas se centran en la relación

con lo sagrado, aunque la mayoría trata cuestiones terrenales de la humanidad, buscando el

desarrollo y la evolución de la misma hacia el reino de lo espiritual o de lo divino. En la

búsqueda religiosa existe un lugar para lo espiritual y para lo humano, de modo que ambas

dimensiones de lo sagrado y lo profano pueden ser integradas en la vida del ser humano y de la

humanidad.

En la mayoría de los estudios del área de la Psicología de la Religión- el concepto

religión fue restringido al dogma, a los rituales y a las tradiciones religiosas; mientras que la

espiritualidad quedó reservada al proceso personal interno y a la búsqueda individual de la

sensación de conexión con una fuerza trascendente (Pargament, 1997; Emblen, 1992; Legere,

1984). Los conceptos antedichos son compartidos por la mayoría de los autores que han

mostrado una mayor preferencia hacia la espiritualidad que hacia la religión, ya que consideran a

esta última como dogmática y más atada a reglas (Elkins,1995).

Según Zinnbauer, Pargament, Cowell, Rye y Scout (1996), se pueden establecer cuatro

opciones posibles para situarse en relación a la religión y la espiritualidad:

ser religioso y espiritual

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ser religioso pero no espiritual

ser espiritual pero no religioso

no ser religioso ni espiritual.

Siguiendo la clasificación mencionada, se llevó a cabo un estudio con participantes de

distintos grupos de profesionales de la salud mental, miembros de iglesias del movimiento New

Age, enfermeras de hospicios y hogares de ancianos, miembros de iglesias cristianas

conservadoras y de los principales grupos cristianos. En dicho estudio se encontró que el 74% de

los participantes se autodenominaba “espiritual y religioso”; mientras que los participantes del

campo de la salud mental se denominaban en general “espirituales pero no religiosos” (más que

la mayoría del resto de los grupos). Una pequeña porción de la muestra se autodenominó

“espiritual pero no religioso” porque participaban en prácticas no tradicionales como la

meditación, la sanación o grupos de yoga. Otra porción de la muestra corresponde a quienes

buscan significados por fuera de las instituciones religiosas tradicionales a través de la formación

de grupos nuevos que mantienen una relación con lo sagrado por medios individuales, subjetivos

y a través de experiencias no tradicionales. Berger (1967), plantea que en la actualidad existe un

proceso de individualización de la experiencia religiosa dentro del contexto social, que está

conduciendo a una privatización de la fe.

Pargament (1997), brinda una conceptualización que nos parece útil considerar en cuanto

que plantea la religión en su aspecto institucional referido a las organizaciones, denominaciones

y tradiciones religiosas; reservando el concepto espiritualidad para la función fundamental de la

religión como la búsqueda de lo sagrado y del sentido de la vida. Podemos ver en dicho autor

cómo ambos conceptos quedan entrelazados e íntimamente conectados entre sí.

Religión, espiritualidad y salud

La religión y la espiritualidad incluyen diferentes niveles de análisis y diversidad de

actividades y experiencias humanas.Hill et al.,(1998), señalan la existencia de un concenso

basado en el informe del National Institute for Healthcare Research (Instituto Nacional para la

Investigación del Cuidado de la Salud) que identifica algunas de las características básicas de los

conceptos religión y espiritualidad. Según dicho enfoque, la espiritualidad puede estar enraizada

o no en una tradición religiosa formal, pero el concepto de afrontamiento religioso o espiritual

designa los esfuerzos del individuo para manejar las demandas de una especifica situación de

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riesgo, por ejemplo: una enfermedad cardíaca, una cirugía cardiovascular, la pérdida de un ser

querido, una enfermedad terminal, etc.(Pargament,1997).

Miller y Thorensen (2005), consideran que la espiritualidad debe ser considerada no sólo

como una variable dependiente sino como una variable independiente en relación a la salud

humana. Entre los años 1996 y 1997, el National Institute Healthcare Research (Instituto

Nacional de Investigación sobre Cuidados de la salud) llevó a cabo paneles centrados en la

investigación científica sobre la espiritualidad y la salud (Larson et al.,1997). Tres de ellos se

centraron en el estudio sobre la relación de la espiritualidad con la salud física y mental y con los

problemas de alcoholismo y abuso de drogas. Luego de revisar los datos existentes, llegaron a

conclusiones similares sobre la participación religiosa y espiritual y su relación positiva con la

salud; y de manera inversa con los desórdenes psicológicos.

En diversos estudios correlacionales, longitudinales y prospectivos se halló que la

participación religiosa y espiritual resulta ser predictiva a posteriori de efectos positivos en la

salud física (Levin,1994); en la salud mental (Bergin,1983; Larson, Pattison, Blazer, Omran &

Kaplan,1986; Larson et al.,1992), y en relación con desórdenes debidos al uso de sustancias

adictivas (Gorsuch,1995). Dichos paneles coincidieron en sus planteos acerca de algunas de las

causas de la relación protectora de la religión y la espiritualidad sobre la salud; considerando

prioritario poder continuar en el futuro la investigación de dicha relación. El Instituto Fetzer de

los Estados Unidos organizó un panel de eruditos con conocimientos en religión, espiritualidad y

salud como continuación de la iniciativa surgida en la conferencia llevada a cabo en marzo del

año 1995 sobre dicha temática. Posteriormente, se dedicó junto al National Institute on Aging

Group (Instituto Nacional sobre Grupos de Tercera Edad ) al estudio de los siguientes temas:

La identificación de los dominios de la religiosidad y la espiritualidad que producen

efectos en la salud.

La sugerencia de mecanismos potenciales dentro de las cuales operan dichas variables.

La provisión de un estudio multidimensional breve para ser utilizado en la investigación

clínica.

Las investigaciones llevadas a cabo por las organizaciones antedichas señalaron la

importancia de poder identificar los campos significativos dentro del área de la religión y de la

espiritualidad que estén relacionados con la salud, ya que muchos han sido largamente ignorados

en las investigaciones llevadas a cabo dentro del área de la salud y de la salud mental en

particular. Asimismo, plantearon la necesidad de articular y distinguir diferencias entre la

religión y la espiritualidad dado que -aunque muchos autores no realizan distinciones entre

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ambos términos-, otros creen que la religión implica características conductuales, sociales,

doctrinales, con denominaciones propias que incluyen un sistema devocional y doctrinario

compartido en forma grupal. La espiritualidad, en cambio, estaría relacionada con lo

trascendente, debido a que se pregunta por cuestiones fundamentales sobre el sentido de la vida y

lo que suele existir mucho más allá de lo que podamos observar, percibir o comprender a través

de nuestros sentidos. La religión busca nutrir nuestra vida espiritual, mientras que la

espiritualidad es un aspecto destacado de la participación religiosa. Aunque es posible adoptar

formas religiosas externas que no tengan una relación fuerte con lo trascendente.

Koenig (1994) describió diversos modos en que la fe religiosa promueve la salud mental

de adultos mayores que padecen situaciones de riesgo de su salud física. De manera similar,

planteó que la fe religiosa promueve actitudes de esperanza, de cambio y de curación,

considerando a éste como un paradigma que brinda un modelo para la comprensión del

sufrimiento humano. La religión y la fe religiosa se centran en las relaciones interpersonales, en

la búsqueda del perdón hacia uno mismo y hacia los otros, en el sentido de control y de

autodeterminación personal, en la promoción de apoyo comunitario y en promesas de una vida

después de la muerte que reflejan perspectivas cognitivas positivas y estados emocionales que

buscan conducir al sujeto hacia un mayor y mejor ajuste y adaptación frente a sucesos de la vida

negativos o estresantes (Pargament, 1997).

Algunas investigaciones relacionan la participación religiosa y las creencias religiosas

con efectos positivos en la salud mental, argumentando que éstas influencian las conductas y el

estilo de vida de las personas a través de la internalización de normas religiosas, mensajes

morales, a través del deseo y la búsqueda de aprobación de los grupos de pertenencia en el seno

de las comunidades religiosas y a través de la no-exposición a redes y actividades inmorales o

amorales (Ellison 1994; Grasmick, Bursick & Cochran, 1991). Los estudios de Cochran,

Beeghley y Bock (1988) y los de Koenig et al.,(1994, 1998) señalan una vinculación positiva

entre la participación religiosa y/ o las creencias religiosas y la evitación de conductas

negativas, por ejemplo: consumo de alcohol, drogas, prácticas sexuales riesgosas que pueden

aumentar el riesgo de ciertos problemas de salud. Esto adquiere gran importancia debido a que-

en situaciones de duelo por pérdida de seres queridos- algunas personas recurren a conductas

adictivas hacia el alcohol y las drogas como para mitigar el efecto doloroso de la pérdida. Para

algunas personas religiosas - en cambio- sus creencias actúan como medidas protectoras de

conductas adictivas negativas.

Se ha considerado -en general- que las creencias y prácticas religiosas tienen un efecto

beneficioso para la salud ya que disminuyen el estrés o actúan previniéndolo. Shafranske (1996),

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planteó que la religión provee modelos significativos que orientan las cogniciones y que dichos

valores religiosos determinan los modos de afrontamiento; por ello la religión es vista como

fuente potencial de salud mental. En el Proyecto sobre Religión y Afrontamiento, Pargament,

Olsen et al.,(1992) señalan que los miembros de una congregación religiosa suelen expresar su

religiosidad de diferentes maneras: a través de rezos y/o plegarias, de su participación en

actividades devocionales dentro de su congregación religiosa, por medio de sentimientos de

contacto con Dios y/o con imágenes benevolentes de Dios o de algún otro tipo de deidad o

divinidad y a través de un compromiso religioso activo.

Según el teólogo Smith (1969):

En todas las culturas existen momentos cruciales de transiciones vitales tales como: el

nacimiento, la pubertad, la elección vocacional, el matrimonio y la muerte. Los mismos forman

parte de sucesos ordinarios que suelen celebrarse por medio rituales, de usos y costumbres y así

surgen días festivos, de celebración o de recordación. Los momentos de crisis revelan los

misterios de la vida en sí misma y son aperturas hacia la profundidad de la vida, hacia el

propósito y el carácter finito de la misma debido a que revelan la vulnerabilidad del ser humano

frente a fuerzas más grandes y poderosas. Los tiempos de crisis dan un sentido de la finitud y

fragilidad de la vida humana, de la dependencia del hombre sobre aquellos recursos que están

más allá de él mismo y de su necesidad de hallar una realidad suprema que pueda ser adorada o

venerada y hacia la cual pueda dirigir su devoción sin ningún tipo de reserva.

La búsqueda de sentido desde la religión y la espiritualidad

Las religiones del mundo se preocupan de las transiciones y de las crisis más importantes

de la vida ya que todas tienen algo que decir sobre: el nacimiento, el envejecimiento, la

formación de las familias, las enfermedades, el dolor y el sufrimiento, los accidentes, las

injusticias, las pérdidas, las tragedias y la muerte. Los distintos credos religiosos ofrecen

creencias y rituales para los acontecimientos mencionados, proveyendo diversidad de símbolos y

metáforas dentro la vida religiosa que a su vez generan nuevas formas acordes con los cambios

sociales y culturales. Ejemplos de esto son: la aceptación de las nuevas prácticas y técnicas de

fertilización asistida, el trasplante de órganos, los cuidados paliativos que buscan una “muerte

digna” de los ancianos y los enfermos terminales. En las últimas décadas y a partir del avance de

la ciencia se han planteado nuevos interrogantes éticos y morales para las distintas religiones,

debido al gran avance y al desarrollo tecnológico de las ciencias y de la medicina en general.

Hood (1977,1978) al examinar las llamadas “situaciones límites” propuso una variedad

de experiencias religiosas místicas en las cuales las personas pueden llegar a sentir sensaciones

de unión con Dios, las cuales suelen manifestarse cuando se afrontan situaciones estresantes de

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manera inesperada. Frente a dichas situaciones límites, el hombre intenta atribuir sentido a su

vida, a su relación con lo sagrado, a la muerte, a su relación con Dios o algún otro tipo de fuerza

sobrenatural. La búsqueda de sentido y propósito en la vida es el eje de la logoterapia de Victor

Frankl (1975), que facilita la reevaluación de la vida después de atravesar situaciones de vida

negativas tales como la pérdida de un ser querido. Dicha psicoterapia les propone a las personas

en duelo tratar de descubrir un nuevo sentido de su vida. Según Pargament (1997), la logoterapia

es profundamente religiosa porque ayuda a las personas en su afrontamiento religioso a través de

la búsqueda del propósito de la vida y de la vocación espiritual de cada individuo.

La búsqueda de sentido en el Judaísmo, el Catolicismo romano, el Protestantismo

y el Budismo Tibetano.

1. Judaísmo y atribución de sentido al sufrimiento y a la vida.

El Judaísmo es una cultura de vida ya que considera que el tiempo, los rituales, el

consuelo y el acompañamiento de los seres queridos enseñan a los deudos a convivir con

las heridas; pero que éstos tendrán que aprender a transformar el dolor en amor. El Rabino

Skorka (2005) señala la importancia de poder expresar las emociones, teniendo en cuenta

no quedar instalado en los sentimientos negativos sino en mantener la conexión con la vida

que será lo que permita una posterior salida del duelo.

En el Judaísmo hallamos rituales que - desde el punto de vista del análisis de la

conducta humana- tienen un significado muy profundo, como por ejemplo ayudar

a la superación del duelo constantemente. El hecho de que se defina un tiempo para

el llanto y para el duelo quiere jugar con dos elementos: por un lado, éste es el

momento del duelo; y a la vez - de aquí en más de alguna forma u otra – se debe

superar ese dolor, manteniendo la herida pero siguiendo adelante con la vida, sin

mantenerse en la postura de estar siempre de duelo.

Según Gerson (1994) el Judaísmo considera el proceso de duelo no sólo en

reacción a la muerte sino que intenta- a partir de sus rituales- que la muerte y el duelo

conduzcan simbólicamente a un renacimiento y a un proceso de crecimiento que pueda

servir como un rito de pasaje. Kushner (1981) plantea la dificultad de hallar sentido a

situaciones límites en las cuales el hombre suele otorgar distintas consideraciones a Dios,

tanto como ser amoroso y benevolente, como quien castiga de manera injusta provocando

la muerte de un ser querido. Dicho autor, después de la muerte de uno de sus hijos,

reflexionó desde su propia experiencia sobre el tema de las pérdidas por muerte de seres

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queridos y la relación con Dios, planteando lo siguiente :

Yo creo en Dios. Pero no creo en las mismas cosas sobre Él en las cuales creía años

atrás, mientras crecía, o cuando fui un estudiante de teología. Reconozco sus

limitaciones, Él es limitado en el alcance de sus acciones por las leyes de la

naturaleza y por la evolución de la naturaleza humana y la libertad moral humana.

Yo no responsabilizo más a Dios por las enfermedades, accidentes y desastres

naturales, porque percibo que pierdo mucho y gano poco cuando culpo a Dios por

estas cosas. Consigo reverenciar más fácilmente un Dios que odia el sufrimiento

pero no puede eliminarlo, que a un Dios que elige hacer que niños sufran y

mueran, sea cual sea el motivo superior. Hace algunos años, cuando la teología de

la muerte de Dios estaba de moda, me acuerdo de haber visto un adhesivo en donde

estaba escrito “Mi Dios no está muerto, siento mucho por el suyo.” Creo que en mi

adhesivo se leería “Mi Dios no es cruel, siento mucho por el suyo.” Dios no causa

nuestros infortunios. Algunos son causados por la mala suerte, otros son causados

por malas personas, y otros son simplemente una consecuencia inevitable de que

somos humanos y mortales, viviendo en un mundo de leyes naturales inexorables.

Las cosas dolorosas que nos pasan no son castigos por nuestro mal

comportamiento, ni son, de algún modo, parte de algún gran proyecto de Dios.

Porque la tragedia no es voluntad de Dios, no precisamos sentirnos molestos con

Dios, ni traicionados por Él, cuando la tragedia nos afecta. Podemos dirigirnos a Él

para que nos ayude a superarla, exactamente porque podemos convencernos de que

Él se siente tan ultrajado por ella cuanto nosotros…

Según Kushner (1987), frente al dolor y al sufrimiento solemos preguntarnos sobre el por

qué del hecho trágico y del sentido del mismo, ya que el ser humano podría soportar cualquier

fardo si supiera que existe un sentido para ello. Las cosas malas que nos pasan no tienen sentido

para nosotros cuando las atravesamos, pero podemos otorgarles algún significado a posteriori y

así redimirlas de la insensatez. Las personas que sufren lo que consideran como una tragedia

suelen plantearse la pregunta: “¿Por qué me pasó esto a mí? ¿Qué hice yo para merecer esto?”.

Dichas preguntas no tienen respuestas, por lo cual sería mejor preguntarse: “Ahora que me pasó

esto ¿qué voy hacer al respecto?”. Una postura de este tipo implica mirar al futuro como un

modo de redención de las tragedias, por lo cual Kushner (1987) cita el caso de Martin Gray -

sobreviviente del Gueto de Varsovia y del Holocausto- quien escribió un libro sobre su vida

llamado For those I Loved (Para aquellos que amé) en el cual cuenta cómo - después del

Holocausto- pudo reconstruir su vida, casándose y armando una familia. Pero cierto día, su mujer

e hijos murieron cuando un incendio forestal destruyó su casa en el sur de Francia. Gray quedó

destrozado, al borde de la locura, después de esta nueva tragedia. Las personas lo exhortaban a

exigir una investigación para determinar las causas de la tragedia; pero -en vez de eso- Gray

eligió dedicarse a llevar a crear y llevar adelante un movimiento de protección de la naturaleza

contra futuros incendios. Kushner plantea que Gray podría haberse concentrado en una

investigación sobre lo sucedido que podría haberle dejado centrado en las cuestiones personales

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de su duelo, en su dolor, en su tristeza y en su culpa. A diferencia de esto, Gray se concentró en

el futuro y en proyectar tareas de prevención de incendios forestales. La investigación de lo

sucedido podría haberlo colocado en contra de otras personas, preguntando quién había sido

negligente y quién habría sido culpable del suceso trágico. De este modo, se podría haber

implicado en contra de otras personas, dedicándose a encontrar un villano; lo que podría haberlo

dejado en una situación de mayor soledad. Kushner -tomando el ejemplo de la vida de Martin

Gray- plantea la posibilidad de superar las cuestiones personales del duelo concentradas en el

pasado y en el dolor que surgen ante la pregunta (sin respuesta) de: “¿Por qué me pasó esto a

mí ?”. En cambio, Kushner sugiere abrirnos al futuro y decirnos a nosotros mismos: “¿Ahora

que me pasó esto, qué voy hacer al respecto?”. Esta postura es similar a la postura

reconstruccionista planteada por el rabino Aaron Rokeach, Rebe de Belz, ya que implica iniciar

una tarea constructiva y un proyecto de vida a partir de una situación de pérdida, donde no

quedemos en situaciones de soledad o de silencio sino que busquemos el contacto con otros.

Existen grupos e instituciones judías que –siguiendo las propuestas de Kushner- centran su tarea

en ayudar a personas que afrontan situaciones de enfermedad y/o pérdida de seres queridos. El

Núcleo de Healing y Bikur Cholim (Grupo de Sanación y Cuidado de enfermos) de la

Comunidad Shalom de la Liga Israelita de Brasil, lleva a cabo una tarea de este tipo que suele

producir efectos positivos en los deudos ya que éstos pueden hallar una salida de su duelo

llevando a cabo alguna tarea social o comunitaria. Dichas acciones les permiten salir de su

situación de aislamiento, soledad y/o dolor en el que pudieron haber quedado instalados debido a

la impotencia para hallar sentidos o respuestas al “porqué” de su sufrimiento. Las personas en

duelo que –en cambio- no logran otorgar sentido a su vida, que no pueden plantearse salidas al

mismo ni armar nuevos proyectos de vida, podrían quedar culpándose por el hecho trágico,

blasfemando a Dios, tornándose ateos o antirreligiosos a partir de una situación o una

experiencia personal que pudieran haber considerado como una tragedia sin elecciones ni salida

(Pargament,1997).

2.Catolicismo romano : algunas respuestas al dolor y al sufrimiento

Overberg (2002), señala que al enfrentarnos a situaciones dolorosas solemos hacernos la

pregunta:“¿Por qué el sufrimiento?”. Dentro del catolicismo romano, el sentido del sufrimiento

está planteado desde la vida de Jesús y de las interpretaciones dadas a su sufrimiento y a su

muerte. Las Escrituras y la Tradición Cristiana son fuentes para comprender y encontrar

respuestas al sufrimiento del hombre. La reacción humana ante el dolor hace surgir la pregunta

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del“¿Por qué?”, la cual nos conduce a la búsqueda de sentidos y motivos; aunque el sufrimiento

siga permaneciendo como un misterio y un problema a ser resuelto. El planteo de Overberg

(2002) es similar al de Kushner cuando propone la pregunta: “¿cómo debo responder al

sufrimiento?”. Así busca que podamos tomar conciencia de la situación, considerando temas

concernientes a lo político y a lo económico que nos permitan solidarizarnos con los demás y

buscar modos de superar el sufrimiento y sus causas en el mundo entero. Los planteos de

Overberg (2002), surgieron a partir de la tragedia del atentado y la caída de las Torres Gemelas

en los Estados Unidos (el 11 de Septiembre del 2001), por lo cual su acento está puesto -no en la

pregunta sobre el por qué del sufrimiento- sino en la postura católica romana de que Dios no

desea el sufrimiento para los hombres. Podemos lamentarnos como seres humanos, pero al

mismo tiempo actuar desde una actitud de esperanza en que podremos superar el sufrimiento.

Podemos reconocer el misterio y la incomprensibilidad del mismo, y decirnos a la vez:“¿Cómo

puedo responder al sufrimiento?¿Qué puedo hacer ahora?”. Esto implica una salida al

sufrimiento a partir de sentir confianza en Dios y que podemos relacionarnos con otros para

pedir ayuda. Según Overberg (2002):

En los tiempos más oscuros de sufrimiento se podría entablar un diálogo con Dios a

partir del cual se podría desarrollar gradualmente una nueva confianza, tomando a Jesús

como ejemplo maravilloso de confianza en Dios. En momentos de sufrimiento

necesitamos buscar a los demás y pedir su ayuda, recibiendo lo que nos ofrecen y

permitiéndoles acompañarnos en momentos del“abismo más oscuro”.

Dicho autor plantea la importancia de poder reconocer el sufrimiento desde una actitud de

honestidad que nos permita admitir el dolor y el horror del mismo -cualquiera sea su causa – para

alcanzar una madurez más profunda y una sabiduría; y no un quiebre del espíritu humano. Una

actitud cristiana de profunda confianza espiritual en un Dios compasivo podría permitir hacernos

preguntas y accionar con sorprendente paz y esperanza ante los problemas que pudieran haber

surgido.

El Reverendo Cleary (1998), señala que las enseñanzas de Jesús en la Biblia muestran

cómo manejarse en situaciones de sufrimiento donde- a veces- es tan arrollador que no permite

crecer ni desarrollarse espiritualmente. La intensidad del dolor puede disminuir la fuerza

corporal y la capacidad humana para otorgar sentidos, produciendo sentimientos de

desesperación, pérdida de fe y esperanza. Aquellos que logran encontrar sentido y crecer a partir

del sufrimiento, sienten al mismo como una “redención”, desde la posibilidad de identificarse

con el sufrimiento de Cristo y lograr su propia salvación o liberación. Grün (2006), se basó en los

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aportes de Psicología Salugénica desarrollada primeramente por Antonovsky (1997), quien -

siendo judío- trabajó como psicoterapeuta con pacientes víctimas del Holocausto y pudo

comprobar que el mismo tipo de experiencias que provocaban el derrumbe y la enfermedad de

algunas personas, permitían a otros ser más fuertes y más sanos. Según Grün (2006):

Esto produce un cambio de perspectiva que permite adoptar una nueva óptica por la cual

a la psicología de la salud le interesa conducir a los hombres hacia sus recursos, a partir

de los cuales pueden alimentarse para que su vida resulte. Cada uno de nosotros posee un

núcleo interior colmado de energía, colmado de promesas. Pero es necesaria la calma para

romper la cáscara que recubre este núcleo. Sólo así hará florecer la vida en nosotros y

dará profusos frutos. El hombre halla todos esos recursos dentro de sí mismo. Pero

también puede desarrollarlos. A veces están cubiertos por heridas o situaciones

conflictivas. Entonces, la tarea del terapeuta o del asistente espiritual consiste en conducir

al paciente otra vez hacia sus propios recursos.

Algunos de los recursos personales relacionados con la salud emocional señalados por

Grün (2006) son: el sentimiento de coherencia, la confianza o el optimismo, una actitud

esperanzada y confiada que persista más allá de los fracasos, la convicción subjetiva de poder

influir sobre los acontecimientos en la vida, la confianza en sí mismo como convicción de poder

dominar las situaciones problemáticas, el sentimiento de autoestima, un sistema propio estable

sin riesgo de derrumbe, una apreciación de sí mismo con capacidad de mantener o volver a

construir una actitud básica tranquila, serena y conforme, inclusive en cambios radicales. Todo

proceso de sanación implica poder atravesar un proceso de transformación personal que pueda

dar frutos a partir del desarrollo de virtudes que puedan servir de guía de la propia vida. De este

modo, el proceso de sanación espiritual se asemejaría - en cierta medida- a un proceso

psicoterapéutico, ya que ambos permitirían tomar conciencia de los propios recursos personales

y desarrollar a partir de los mismos un proceso de curación de las propias heridas y una visión

más adecuada de sí mismo, del mundo exterior y de los otros (Grün ,2006).

El Padre Pérez del Viso (2006), señala que quienes han sufrido la pérdida de un ser

querido no deben centrarse en una actitud de resignación, sino que deben poder retomar los

valores por los cuales la persona fallecida trabajó y luchó durante su vida. El catolicismo romano

destaca valores como la fe y la esperanza en la vida, por lo cual el consuelo a los deudos pasaría

por alentarlos a mantener y trasmitir los valores por los cuales luchó su ser querido en vida y en

poder recordarlo –no sólo desde la tristeza y el dolor de la pérdida- sino desde lo positivo que

dejó como legado y trasmisión para las nuevas generaciones. Por ello:

Quien ha perdido un familiar, es abrazado por el amigo que lo toma de ambas

manos. Sin ser conscientes de ello, una mano se aferra al más allá y otra al más

acá. No es posible separar ambos horizontes. En realidad, es un solo horizonte que

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une el cielo y la tierra, y al mismo tiempo los separa. La fe nos ayuda a vivir ese

vínculo. El cielo desciende como una bendición en forma de lluvia sobre todos los

vivientes. Pero también puede caer como una tormenta y entonces, el hombre,

aterrado, se refugia. La muralla lo protege de los enemigos, la medicina de la

enfermedad, pero nada lo protege de la muerte. Esta se presenta como una ruptura

entre el cielo y la tierra, si bien sentimos, en la fe, que no todo es ruptura. La

Iglesia, como todas las religiones, le habla al que ha perdido un familiar, unas veces

con palabras que le hacen contemplar el cielo estrellado, otras veces con palabras

que lo ayudan a seguir caminando en la tierra. Unas veces mirando hacia arriba y

otras hacia adelante. Por momentos no se percibe la diferencia entre ambas

direcciones, porque se expresan juntamente con palabras de esperanza...Por eso, el

consuelo que llevamos a los afligidos no significa inducirlos a una resignación ante

el hecho de que el familiar murió, como ante algo que se rompió y nada podemos

hacer. No es resignación ante lo caído sino decisión de no dejar caer aquello por lo

que el difunto trabajó y luchó: la familia, los amigos, el país, determinados valores.

Lo que nos transmitieron mediante la educación no morirá. Ponemos el acento en la

continuidad más que en la ruptura, en el legado cultural más que en el testamento

de los bienes materiales….Cuando un familiar muere, es reconfortante recordar lo

que aportó a la sociedad, a este gran laboratorio de la historia.

Pargament (1997) señala la importancia del significado del sufrimiento y del sentido

de la vida en los sujetos religiosos del credo católico romano, que les permite conservar su fe,

alentándolos a afrontar y resolver situaciones dolorosas de su vida.

3.Metodismo y el Ministerio de esperanza

El Pastor Pablo Andiñach (2006) señala acerca de la fe y la confianza en Dios:

En la tradición protestante se habla de la confianza en que Dios está en la vida y en

la muerte, y aquel que falleció también está con Dios. El que queda vivo sabe que

queda caminando con Dios y tiene la tranquilidad -sobre todo- de saber que éste es

un momento muy desagradable, muy triste, pero que no tiene que enfrentarlo solo,

sino con la ayuda de Dios. Esta creencia es una herramienta muy poderosa para las

personas religiosas porque los ayuda a enfrentar la muerte y la pérdida de su ser

querido. Es muy importante ayudarlos a aceptar ese momento de duelo para que

puedan aceptar que la vida continúa y que quien se va, aquel que ha fallecido –

desde la fe cristiana - está con Dios. La liturgia protestante tiene como fin

fortalecer el sentimiento de fe y de esperanza basada en la convicción sobre lo que

ha sucedido, por lo cual se suele decir “Dios nos trajo y algún día también nos

llevará”.

Podemos observar que la tendencia pastoral del credo protestante busca ayudar a las

personas en duelo por la pérdida de un ser querido para que puedan superar dicha situación y

logren reconstruir su vida lo antes posible, teniendo en cuenta su propia dinámica personal.

Asimismo, se centra en el agradecimiento por haber conocido en vida a la persona fallecida, en la

apreciación de la vida y de los valores positivos de la misma y en la fe relacionada con la

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esperanza. Para quienes han perdido a un ser querido, es muy importante poder sentir esperanza

en que podrán salir del duelo y en que podrán hacer proyectos nuevos; por ello el “Ministerio de

Esperanza” ofrece la oportunidad de enfrentar la propia actitud ante la muerte y el dolor. Según

la Hermana Gilfeather (2006):

El proceso de duelo no se termina en el cementerio. El dolor de haber perdido a

un ser querido puede durar largos meses después del funeral. Precisamente

después de las ceremonias del entierro cristiano, cuando la realidad demanda la

reincorporación a la vida cotidiana, es cuando las personas se sienten más solas y

aisladas. Es entonces cuando se necesita un grupo de personas que se dedique a

entregar apoyo y cariño a través de una serie de actos: la preparación de un

almuerzo después del entierro; las llamadas telefónicas durante las semanas, y tal

vez meses, de duelo; visitas a la familia y la voluntad de pasar tiempo con ellos;

su presencia en las misas aniversarias, etc. Nadie encuentra fácil enfrentar el

dolor propio o el del otro. El dolor nos hace sentir vulnerables, desgraciados,

aislados. La soledad del dolor debería abrirnos a Dios pero, desgraciadamente,

con frecuencia nos cierra y nos quita la esperanza. A menudo se trata de evitar

conversar con aquellos que han experimentado un gran dolor porque simplemente

no sabemos qué decir, cómo consolarles; nos damos cuenta de nuestra propia

falta de esperanza. Por lo tanto, el Ministerio de Esperanza ofrece la oportunidad

de enfrentar nuestra propia actitud frente a la muerte y al hermano de la muerte,

el dolor, no en soledad sino en compañía de otros.

4.Budismo Tibetano: del sufrimiento y el dolor al desarrollo de la compasión.

Las distintas escuelas budistas- en particular el Budismo Tibetano- están interesadas en el

tema de la muerte como un proceso fisiológico, psicológico, mental y espiritual. Las técnicas de

meditación se desarrollaron para las personas que están por morir como para aquellos que

proveen cuidados a los moribundos así como también para las personas sanas interesadas en

dicho método de desarrollo de la sabiduría y la compasión. Levine (1987) guía a quienes están

comprometidos con el budismo como religión y como vía espiritual así como a trabajadores del

área de cuidados paliativos de enfermos terminales que no están comprometidos con dicho credo

ni con ningún otro credo religioso.

Según los psicoterapeutas Finn y Rubin (2000), en las últimas décadas muchas personas

de Occidente se vieron atraídas hacia el Budismo por diversas razones: para aumentar las

posibilidades de afrontamiento de situaciones de vida negativas y de crisis personales, para tomar

conciencia de los pensamientos, sentimientos y fantasías negativas; para restaurar o reparar el

sentimiento de fragilidad del propio self; para disminuir el ego, para sentir una conexión con uno

mismo, la comunidad y la realidad más amplia, etc. Según dichos autores: “Las personas

budistas que hemos visto en procesos de psicoterapia han luchado con gran cantidad de temas

tales como: pérdidas tempranas, pensamientos perturbadores que deben afrontar, sentimientos

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de perfeccionismo, falta de satisfacción o falta de valoración positiva de sí mismos, adicciones,

sumisión a la autoridad y patologías de falta de identidad y fallas en el desarrollo del self.”

El Budismo puede enriquecer la experiencia psicoterapéutica tanto como la práctica

psicoterapéutica puede aumentar la propia experiencia sobre el Budismo. El entrenamiento en la

práctica de la meditación puede ayudar a quienes se entrenan para ser psicoterapeutas al

colaborar para el cultivo de una mayor atención hacia la propia contratransferencia como

psicoterapeutas, así como en el desarrollo de la propia receptividad de los comportamientos

verbales y no verbales de los pacientes (Finn & Rubin, 2000).

Según el XIVª Dalai Lama (2005) existen distintos estados psicológicos que incluyen

emociones opuestas de estados mentales que interactúan en una dinámica constante. Dentro de la

familia de las emociones negativas se pueden hallar el enojo, el odio, la hostilidad y el apego; y

en oposición a éstos se encuentra la familia de las emociones positivas conocidas como: el amor,

la compasión y la empatía. El budismo considera que si uno trabaja para incrementar, reforzar y

fortalecer el grupo de las emociones positivas, al mismo tiempo estará debilitando las negativas;

y producirá -como consecuencia- una transformación de los pensamientos y las emociones

propias. Las emociones positivas son más receptivas de los procesos de pensamiento importantes

para la práctica de contemplación. Existen además diversas prácticas de meditación, de cultivo

del amor y la compasión, de superación de las emociones destructivas,etc. Según el Dalai lama

(2005):

Entrenando la mente y creando una disciplina interior uno puede cambiar su

mentalidad y también su conducta….Durante mi vida he perdido a mi país y he

quedado reducido a una total dependencia de la buena voluntad de los demás.

También he perdido a mi madre, y la mayoría de mis tutores y maestros (gurus) han

fallecido, aunque ahora he encontrado algunos nuevos maestros. Por supuesto, todo

esto son incidentes trágicos, y me entristezco cuando pienso en ellos. No obstante,

no me siento abrumado por la tristeza. Las viejas caras familiares desaparecen y

aparecen otras nuevas, pero todavía mantengo mi felicidad y mi paz de espíritu.

Esta capacidad de relacionarse con los acontecimientos desde una perspectiva más

amplia es, para mí, una de las maravillas de la naturaleza humana.

Un objetivo básico de las prácticas de meditación y contemplación es el alivio del

sufrimiento. La ley de la impermanencia que integra las tempranas enseñanzas budistas, sugiere

que si uno crea las condiciones adecuadas, podrá dirigir concientemente un cambio hacia la

transformación de la propia mente que servirá para disminuir el sufrimiento y así alcanzar

estados de mayor calma mental, placer, felicidad (Dalai Lama, 2005). Dado que la Psicología

Positiva busca alcanzar un propósito similar, podríamos decir que comparte el objetivo

fundamental con dicha práctica Budista.

El Lama Tibetano Sogyal Rinpoche (2006), destaca lo siguiente:

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No huiré de este sufrimiento. Quiero utilizarlo de la mejor manera posible para así

volverme más compasivo y más capaz de ayudar a los demás. El sufrimiento,

después de todo, puede enseñarnos mucho sobre la compasión. Si sufrís, sabréis

qué sienten los demás cuando sufren. Y si estáis en situación de ayudar a otros, por

medio del propio sufrimiento hallaréis la comprensión y la compasión necesarias

para hacerlo…Por desesperados que lleguéis a sentiros, aceptad vuestro dolor tal

como es, porque en realidad está intentando haceros un regalo inapreciable: la

posibilidad de descubrir por medio de la práctica espiritual , lo que hay más allá del

dolor. “La aflicción puede ser el jardín de la compasión” escribió Rumi. Si

mantenéis el corazón abierto en todo momento, el dolor puede llegar a ser vuestro

mayor aliado en vuestra búsqueda vital de amor y sabiduría.¿ Acaso no sabemos

todos muy bien que protegerse contra el dolor no da resultado y que cuando

intentamos defendernos del sufrimiento, sólo conseguimos sufrir más y no aprender

todo lo que podríamos de esa experiencia? Como escribió Rilke, el corazón

protegido que no está nunca expuesto a la pérdida, inocente y seguro, no puede

conocer la ternura; sólo el corazón recobrado puede sentirse alguna vez satisfecho ,

libre´…

Dado que el dolor y la aflicción por la pérdida de un ser querido puede obligarnos a

contemplar directamente en forma directa nuestra vida y a esforzarnos para encontrar un sentido

a la misma, que tal vez antes carecíamos, también puede llevarnos a cambios transformadores en

nuestra vida o a llevar a cabo proyectos nuevos. Sogyal Rinpoche (2006), ha expresado:

Cuando os halléis solos después de la muerte de una persona a la que amábais,

puede surgir la sensación de que se os ofrece nueva vida y se os pregunta: “¿Qué

váis a hacer con vuestra vida?¿por qué deseáis seguir viviendo?”. Tal vez el dolor

y la pérdida también os recuerden vivamente lo que puede ocurrir si en vida no

expresáis vuestro amor y vuestro aprecio o no pedís perdón; eso puede contribuir a

haceros más sensibles a los seres queridos que aún viven…Así pues, mi consejo de

corazón para quienes se hallan en las profundidades del dolor y la desesperación

tras haber perdido a una persona muy querida es que recen pidiendo ayuda,

fortaleza y gracia. Rezad para que podáis sobrevivir y descubrirle el sentido más

pleno posible a la nueva vida en que ahora os encontráis… Sed vulnerables y

receptivos, sed valerosos y pacientes. Por encima de todo, examinad vuestras vidas

en busca de maneras de compartir más profundamente vuestro amor con los demás

ahora mismo….

La meditación es una práctica espiritual budista que permite el surgimiento de la

compasión como búsqueda de alivio del sufrimiento humano, a través del desarrollo de un

sentido de responsabilidad y del firme propósito de que todos los seres puedan alcanzar la

felicidad. La compasión es más noble y grandiosa que la lástima, ya que ésta última tiene sus

raíces en el miedo y en una sensación de arrogancia. Entrenarse en la compasión permite

aprender que todos los seres son iguales y sufren de la misma manera; lo cual puede llevar a

respetar a quienes sufren, buscando ayudarlos a disminuir su dolor y a alcanzar su felicidad. Para

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ello, la religión puede pedir la colaboración de la medicina, de la psicología y de la sociología

para poder comprender situaciones que están más allá del terreno religioso o que no son

exclusivos de éste.

Comentarios finales

La religión, la espiritualidad y la ciencia son fuentes de conocimiento y bienestar que

comparten el propósito del mejoramiento de la humanidad. Sus caminos- así como los de la

Psicología Positiva- son diversos; pero confluyen en algunos modos de promoción de la salud a

través del aumento de la capacidad de percibir y producir estados de paz, calma interior, placer,

bienestar, alegría, creatividad, buen humor así como de estados, pensamientos y sentimientos

positivos que tiendan al desarrollo psicofísico, social y espiritual de las personas y las

comunidades y al mejoramiento de la calidad de vida de las mismas.

Desde la Psicología de la Religión y la Espiritualidad, Shafransake (2002) señala la

importancia de la fe religiosa para la atribución de sentidos a la vida, a la muerte, al dolor y al

sufrimiento del hombre enfrentado a situaciones de vida negativas. Dicho autor ha expresado lo

siguiente:

La pérdida de fe surge cuando la persona -frente a la adversidad- siente dolor y

sufrimiento que parecen no tener sentido. La pérdida de sentido puede aparecer

como una amenaza al yo de la persona que siente su integridad personal en riesgo

ante una situación de vida negativa o un momento de crisis vital. Es importante que

el individuo logre atribuir nuevos sentidos a la pérdida sufrida, conectándose con

sus propios recursos individuales que le permitan afrontar dicha situación negativa

de una manera positiva.

Se debe destacar el planteo de Pargament (1997), sobre las funciones de la religión y la

espiritualidad para proveer recursos que faciliten la búsqueda de valores y del sentido de la vida.

La psicoterapia podría apoyarse en lo central de cada religión así como en la creencia de que

toda vida humana tiene valor y sentido.

En situaciones de crisis existenciales, la religión nos ofrece soluciones que pueden

llegar bajo la forma del apoyo espiritual; en forma de explicaciones que nos

parecen convincentes y nos brindan una sensación de control a través de lo sagrado

cuando la vida nos parece fuera de control; a través de objetos significativos -

cuando los viejos parecen no tener más sentido-. De todos modos, el afrontamiento

religioso puede complementarse con el afrontamiento no- religioso y ambos podrán

permitirnos sentir que tenemos respuestas que van más allá de los límites

personales. En casos así, el poder de lo sagrado se torna más significativo cuando

sentimos que los poderes humanos fueron puestos a prueba.

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Shafranske y Sperry (2005), plantean que las personas se acercan a la psicoterapia porque

sufren de diversas maneras, por ello los psicoterapeutas podrían ofrecer a sus pacientes un

abordaje holístico y hermenéutico basado en la búsqueda de significados y sentidos, desde el

estar atentos y sensibles al aspecto psicológico y espiritual de cada paciente, escuchando la

implicación espiritual de un problema psicológico, así como la implicación psicológica de

anhelos espirituales. La Psicología Positiva así como las religiones y la espiritualidad buscan el

logro de la integración del ser humano como sujeto biológico, psicológico, social y espiritual.

Como psicoterapeutas y profesionales del área de la salud mental podemos decidir si deseamos

colaborar para el desarrollo de virtudes y fortalezas de aquellos sujetos religiosos y/o espirituales

que acudan a nosotros en busca de ayuda, de modo de promover en ellos un proceso de

evolución espiritual armónico y paralelo a un proceso de crecimiento psicológico, biológico y

social integral (Sperry, 2005).

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