Zamorano, Raúl - Ciencia de la Sociedad y Producción teórica(1)
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Ciencia de la Sociedad y producción Teórica1
Prof. Dr. Raúl Zamorano Farías*
*Profesor titular del Centro de Estudios Teóricos y Multidisciplinarios en Ciencias
Sociales.
Teoría y ciencia
Wovon man nicht sprechen kann, darüber muß man schweigen
(L. Wittgenstein, 1921)
La teoría es un constructo que se articula para observar y explicar el mundo. Cuando
Heráclito sostiene que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, está construyendo
una teoría y, sobre la base de una diferencia, tratando de explicar algo.
Como ha señalado Gustavo Garduño –en los talleres sobre el sistema de la ciencia y
comunicación científica–2 si bien es dable sostener que la ciencia moderna es un producto
eminentemente barroco; podríamos decir la deriva evolutiva del orden de lo micro a lo
macro a través de metáforas y fábulas, también es dable reconocer que la operación de la
práctica científica es tan antigua como la preocupación humana por el saber. Preocupación
por y del saber ya rastreable tanto en los filósofos presocráticos (Tales de Mileto, Pitágoras,
Heráclito) cuanto en los postsocráticos (Platón, Aristóteles).
Para Aristóteles la ciencia es un conocimiento estable y cierto que, sin embargo, no
proviene de ideas trascendentales (platónicas) o del imitar la realidad. En la Metafísica
(1997: I) señala que todos los hombres desean por naturaleza saber y con este objetivo,
1 Este documento se elaboró, en lo central, sobre la base de la ponencia Formas de docencia
en la enseñanza de la teoría sociológica, que tuvo lugar en el Centro de Estudios Sociológicos de la FCPS–UNAM, 01 de marzo 2012, en el contexto del Proyecto PAPIME PE3305011.
2 IDICT, La Habana, Cuba 2010.
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crean conceptos que se forman al producirse una abstracción de las cosas concretas
observadas.3
Sin discutir las implicaciones de los postulados aristotélicos, históricamente deviene un
presupuesto operativo que la teoría no es nada más que una construcción. Una construcción
para intentar explicar racionalmente algo que es problemático o que se construye/constituye
como problema.
Precisamente, el construir un artefacto explicativo (concepto) es lo que el sistema de
razonamiento científico reconoce como teoría. En este sentido, y tal como sostienen los
teóricos constructivistas (Piaget, Von Glasarfeld, Von Foerster), todos los seres humanos
construyen teoría en su intento por explicarse el mundo.4 Construyen formas para
explicarse la realidad o inventar la realidad. Construyen verdad fuera del sistema de la
ciencia y ello no puede ser cuestionado ni cuestionable. Sin embargo, no toda teoría ni toda
verdad puede ser legitimada dentro del ámbito específico del razonamiento científico.
¿Cuáles son entonces los elementos y artefactos a utilizar para legitimar la construcción
científica del conocimiento?
En la modernidad este problema teórico, reglas del conocimiento, ya había sido instalado
por Kant –padre del pensamiento ilustrado– quien criticó los supuestos divinos del
conocimiento así como su dogmatismo e intentó conocer la realidad de manera teórica, al
margen de la experiencia sensorial. En esta perspectiva postuló una investigación
metafísica –de carácter crítico– cuyo objeto fuese el sujeto pensante (psicología racional no
divina). Es decir, una construcción teórica de verdad científica que tuviera coherencia de
método con los artefactos que se construyen, puesto que sólo la ciencia se ocupa de la
3 Aristóteles, Metafísica, Madrid, España: Editorial Gredos, 1997.
4 El constructivismo –considerado como un grupo de teorías con una visión de la realidad
que reniega del modelo epistemológico lineal de sujeto/objeto–, reemplaza la relación sujeto/objeto por una compleja relación de retroalimentación, entre estos dos elementos: observador y observado se funden en una relación interdependiente. Sus principios están basados en la asunción de que nuestras sensaciones, percepciones y conocimientos, no existen fuera de nuestras mentes. De esta forma, el conocimiento no es algo externo que se nos haya dado o entregado a los seres humanos. Por el contrario, es algo que se construye en nuestras interrelaciones con el mundo; es decir, en lo que hacemos nosotros en él cada día.
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verdad codificada (Luhmann, 1996: 197), incluso si esa verdad fuese ‘trascendental
fenomenológica’, positiva o ‘subjetiva’.
La elaboración de estos artefactos evidenció la inexistencia de verdades metafísicas e
incorruptibles y también que la lógica de esa ‘verdad trascendental’, constituye la dramática
imposición de un discurso ideológico incuestionable e inquebrantable. Constituye,
siguiendo la gramática foucaultiana un acto de violencia a la ‘racionalidad’. Precisamente,
la obliteración de este presupuesto evolutivo ha llevado a que muchas veces se confunda la
reflexión teórica con la descripción y valoración del dato por el dato (metafísica de la
presencia).5
Recordemos que, desde su origen, la ciencia moderna asentó las bases de aquello que los
científicos y académicos reconocemos actualmente como las condiciones del quehacer
científico. Es decir, la construcción –codificación– de teorías y fórmulas para legitimar el
conocimiento y someter también al juicio de expertos los temas y problemas postulados por
otros expertos, lo cual hizo plausible, desde aquel entonces, identificar la consistencia
argumentativa y fundamentación teórica y empírica de los resultados de investigación.6 El
sistema de la ciencia exige –y presupone– entonces que ese conocimiento (‘verdad
científica’) sea capaz de demostrar los artefactos con los cuales se construye. Estructuras,
reglas y parámetros que legitiman la vedad científica y que son significativos en tanto
construyen teoría para explicar eso que llamamos realidad.7
¿De dónde vienen estos parámetros?
Si aceptamos que el origen del significado de los enunciados científicos no puede ya
buscarse en la representación directa de la realidad sensorial inmediata –puesto que la
5 Esto da cuenta de una característica muy particular del sistema científico a finales del siglo
XX, el eterno retorno a la narrativa ontoteleológica y la emergencia de la opinión como supremo recurso científico.
6 Piénsese, además, que la posterior publicación de dichos resultados legitima el
conocimiento contenido en el informe presentado y la labor del investigador y de su grupo, y también la generación y producción de la opinión pública de la ciencia, pues –parafraseando a Luhmann– todo conocimiento es conocimiento sólo cuando se comunica, en tanto comunica una diferencia.7
Los enunciados verdaderos implican un examen previo y el rechazo de su eventual falsedad.
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realidad social nunca se confronta en sí misma y por sí misma–, entonces cuál es el proceso
que genera las cargas semánticas teórico-empíricas. En línea de principio, es dable sostener
que es en el uso de las estructuras de proposiciones y en el reconocimiento del carácter
social de los procesos de producción del conocimiento. Incluso, eventualmente, la
transformación y combinación estructural de los sistemas de conceptos, del lenguaje, puede
ser de tal magnitud que forje una discontinuidad radical con el paradigma de partida, con el
contenido semántico, generando una revolución científica, en el sentido que indica Thomas
Kuhn.8
Al respecto, desde Wittgenstein es ya sabido que en el ámbito del sistema científico no
existe una tradición, ni una orientación teórico-metodológica única –clásicos incluidos–,
sino que existen disputas (Questio) y debates en el marco de reglas; de los artefactos de
legitimación, que el propio sistema científico va produciendo.9 Tal que en el ámbito de la
ciencia, la teoría y construcción de verdad no es un problema del sentido común o de la
razón cínica, y tampoco de volver al argumento de valor –ideología– sino de la producción
y articulación de reglas que legitiman este juego del lenguaje, pues aun cuando creemos
una y otra vez que seguimos la naturaleza, lo que seguimos es sólo la forma construida a
través de la cual la contemplamos (Tractatus-philosophicus, 1921).
En la actualidad, y desde una perspectiva epistemológica, Olive (2007) señala diversas
claves de lectura para problematizar el papel de la ciencia y establecer diferencias
operativas en torno a lo que denomina sus representaciones, sean estas objetivas, subjetivas,
o puramente ideológicas. Las representaciones objetivas son las que se vinculan con las
8 Kuhn, Thomas, The structure of scientific revolutions, Chicago University Press, 1962.
Kuhn señala que “paradigma” es un cuerpo de conceptos y procedimientos que determinan la formación de un científico en una disciplina dada. Ningún científico desarrolla su trabajo en aislamiento: es necesario el aprendizaje de los patrones de interpretación propios de la comunidad en cuestión mediante el intercambio comunicacional con los maestros y expertos del paradigma. Porque es la comunidad de los científicos quien define y legitima qué es la “verdad científica/no verdad científica”. Es decir, define qué es ciencia. Plausiblemente al interior del sistema científico existan ‘anormalidades’ respecto con el método, las estructuras, etcétera; pero incluso ello forma parte de la ciencia.
9 La Royal Society se abre al mundo de la discusión a través de la publicación de la Revista
Philosophical Transactions (1665), cuyos objetivos fueron alojar repositorios históricos y depurados sobre temas de física (review), así como mantener un diálogo entre los miembros de la Society y otros expertos de disciplinas emergentes. Las premisas basales de la práctica científica fueron entonces: nollies verba, omnia probate, rerum cognoscere causas.
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reglas del quehacer científico, en tanto que las representaciones subjetivas, pero
constitutivas de la ciencia, tienen que ver con las discusiones en función de esas reglas (su
acento está puesto en la divulgación del conocimiento científico). Por último, están las
representaciones puramente ideológicas y también las más comunes (la ciencia desde el
entorno). Olive además de caracterizar cada una de ellas, pone en perspectiva la
construcción de indicadores que permitan evaluar el desempeño de las actividades
científicas, tomando en consideración elementos políticos y culturales, internos y externos
al sistema de la ciencia.
Desde nuestra observación, esta discusión registra el problema de las representaciones
como constitutivo de otro viejo problema analítico. El problema entre qué es la cosa
(empirismo-positivismo) y qué se esconde detrás de la cosa (teoría crítica); el cual por
cierto en ambos casos está sustentado por el interés. Es decir, por la ideología, sea para el
pragmatismo sea para la teoría crítica (Luhmann, 1998). Ésta es y ha sido la odisea de la
ciencia y de la producción científica –particularmente de las ciencias sociales–, que no han
logrado articular en la investigación científica ambos problemas/preguntas, pues ello
presupone establecer y marcar una diferencia y la unidad de esa diferencia, e incluso más,
señalar desde dónde y por qué se habla, argumenta o dice de la cosa y de lo que está detrás.
Tal que sólo al marcar la diferencia, la ciencia puede referirse a objetos y utilizar
distinciones especificas en sus observaciones, y sólo así es posible que se formule el saber
científico. Quizás por eso es que Humberto Maturana insista en la necesidad de declarar la
objetividad del discurso entre comillas.10
De cualquier modo, las representaciones que acompañan las orientaciones teóricas en la
ciencia social no pueden constituirse un factor limitante. Más bien platean preguntas que es
dable problematizar: ¿es la representación científica del mundo una estructura que se
origina en el mundo mismo?, o ¿es la representación científica una construcción de la
comunidad epistémica? Barry Barnes, uno de los creadores de la corriente de la sociología
del conocimiento en Edinburgo, señala que “las representaciones son presentaciones de sus
10 Paradoja en la semántica de Luhmann (1990 y 1996), quien para desplegar la paradoja lo
hace a través de una nueva distinción/diferencia.
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referentes manufacturadas activamente, producidas a partir de recursos culturales
disponibles [creaciones]. Las formas particulares de construcción que se adoptan reflejan
las funciones predictivas u otras funciones cognoscitivas técnicas”. El por qué se requieren
tales funciones de la representación es inteligible de una manera general, directa o
indirectamente, en términos de los objetivos de algún grupo social (Barnes 1977, p. 57).
Sobre las formas del conocimiento y su ulterior representación, Luhmann (1996: 435)
señala que desde Wittgenstein a Spencer Brown y muchos otros se reconoce y asume que
no existe un observador externo al mundo (presupuesto ideológico del positivo), que sólo se
puede observar el mundo si se ponen límites y se crean distancias a través de las cuales el
observador puede observar algo.
Ciencia y comunicación
En la modernidad de la sociedad moderna, podemos sostener que la ciencia (Wissenschaft,
ciência, scienza, science) es un sistema diferenciado al interior de la sociedad, que opera
sobre la base de un medio de comunicación: verdad (científica)/no verdad (científica), cuya
función es construir y generar conocimiento. Verdad científica que no consiste en
afirmaciones correspondientes a datos del entorno, sino a un medio de comunicación
simbólicamente generalizado que comunica exactamente la construcción y veracidad o no
veracidad de esa producción social (Luhmann, 1996).
En el nivel más general de observación de la actividad científica, la auto-atribución de
acceso privilegiado a la verdad es lo que distingue a la ciencia de otros sistemas sociales.
Luhmann señala que “la verdad como medio simbólico generalizado de comunicación
constituye una condición, y de hecho, un catalizador en la diferencia de la ciencia como
sistema. Todo lo que la ciencia comunica es completamente verdadero o falso [...] la ciencia
se diferencia con ello de otros sistemas funcionales”. Es decir, la asignación de lo
verdadero y de lo falso sólo puede ser decidida en el sistema de la ciencia y, por tanto, “los
condicionamientos que son necesarios para eso, únicamente competen al sistema de la
ciencia” (Luhmann, 1996: 196, 197, 499).
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En este devenir evolutivo, teoría, ciencia y comunicación científica constituyen un conjunto
de elementos que van co-evolucionando en función de una economía y condiciones del
discurso, para orientar este tipo de comunicación. Precisamente, es en el flujo
comunicacional del significado de los enunciados científicos, donde esta diferencia se
legitima a través de las publicaciones científicas y, todavía más fuertemente, en la
formación de científicos (Luhmann, 1996, 2007). Cuando la investigación produce
resultados nuevos y hasta entonces desconocidos, el saber científico se modifica de manera
correspondiente: surgen nuevas teorías o se elaboran nuevos conceptos, y desde ese
momento las estructuras de la ciencia alientan a esperar algo distinto con respecto a la
situación precedente (Corsi, Esposito y Baraldi, 1996: 38).
Los procesos de producción del conocimiento científico generan expectativas y relaciones
específicas entre componentes significativos de una red conceptual y entre la comunidad de
expertos. Formarse en el manejo de las herramientas de una red conceptual, mostrar
dominio del lenguaje propio de un área de interés y ser capaz de entender y responder al
lenguaje especializado de la disciplina –implícitas las emisiones comunicativas de los
colegas– es el inicio de la actividad científica de un investigador.11 En este proceso, el
lenguaje en tanto un instrumento al servicio de la comunicación (Saussure) es el trazo
observable más conspicuo de los procesos comunicacionales de la ciencia. Sin embargo, el
lenguaje es solamente un medium para la realización de las operaciones comunicacionales y
carece de unidad fenoménica por sí mismo.12 No obstante, la paradoja que con el lenguaje
se puede decir cualquier cosa: desde la argumentación teórica al periodismo sociológico.
11 Las carreras personales de los científicos dependen de su capacidad para producir literatura
especializada. Entonces, por razones eminentemente sociales, la cantidad de información inscrita (artículos) aumenta constantemente (Latour y Woolgar, 1986: p. 47).
12 El lenguaje es la estructura de signos relacionados que da cuerpo a los eventos
comunicacionales canalizando material y energéticamente la comunicación. Aunque no es la única posibilidad estructural de la comunicación, que puede darse en gestos u otros modos de interacción entre conciencias, el lenguaje –sobre todo escrito– es un medio sumamente eficiente de estabilizar un sistema comunicacional mediante la fijación de sus estructuras. Específicamente, el lenguaje es una estructura de la comunicación, si entendemos por estructura al conjunto de condiciones que canalizan los flujos operacionales de un sistema (Corsi, Esposito y Baraldi, 1996).
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Comunicación y tecnología13
Si consideramos la comunicación científica, como la unidad fundamental del sistema
llamado ciencia, esto presupone que la comunicación es tan importante como la
investigación en sí misma. Existen muchas formas de comunicación científica que van, en
lo fundamental, desde la formación de nuevos investigadores, la elaboración de reportes de
curso y exámenes, la interacción en reuniones y congresos y la publicación de libros y
revistas especializadas. Esto constata que la ciencia descansa en la sociabilidad de la
comunicación, mas no en la rebuscada concordancia del objeto con el mundo y menos en el
supuesto consenso trascendental (Luhmann, 1996, 2007).
Como cada vez que un estudiante de pregrado alcanza resultados de aprendizaje, cada vez
que un científico obtiene resultados de investigación tiene el deber de comunicarlos a la
comunidad científica, pues a partir de ello se diseñan o ejecutan nuevas estrategias e
investigaciones cuyos resultados son nuevamente dados a conocer y confrontados. Si los
resultados de una investigación no son dados a conocer la cadena se rompe, de igual forma
si un investigador no tiene la capacidad de acceder a una publicación científica puede estar
perdiendo información valiosa para sus trabajos. En ambos casos el déficit de información
favorece la reiteración innecesaria de líneas de investigación y la eficiencia teórico-
metodológica de la ciencia se resiente.14
Los investigadores en general reconocen que en poco o nada contribuyen los avances de
investigación si éstos no se dan a conocer en los medios que les permitan estimular el
diálogo entre especialistas (si no se comunican). No es gratuito, por tanto, que la
publicación de resultados de investigación —particularmente aquélla que se da a conocer
en libros y revistas especializadas— se considere como uno de los canales formales de
13 Problemas y temáticas que han sido discutidas, desarrolladas y confrontadas en los cursos
sobre El sistema de la ciencia y comunicación científica, impartidos junto a la Dra. Rosario Rogel Salazar en universidades de Perú, Costa Rica, Brasil, Cuba, México, entre otras.14
Es sabido que todos los científicos están interesados por enterarse de cualquier descubrimiento o incluso aplicaciones técnicas útiles que puedan surgir de éste.
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comunicación de la ciencia, aún cuando devenga también un rentable negocio (Maxwell,
2011).15
Asumiendo que la modernidad de la ciencia radica en el progreso de los conocimientos
mismos, probablemente en nuestros días la innovación más significativa en la
comunicación de la comunicación de la ciencia surge de la mano del desarrollo de las
nuevas tecnologías de información y comunicación y, en particular, del internet. Las
posibilidades que hoy en día brinda la publicación electrónica modifica la estructura de
producción del flujo de información científica, y ello abre nuevas oportunidades y también
nuevos problemas. Por ejemplo, el desarrollo de tecnologías de la información y
comunicación que modifica drásticamente no sólo la forma, sino también el fondo de lo que
comunicamos en ciencia16. E incluso, a veces se constituye y termina por ser el sustituto
funcional de la comunicación científica.
Reflexiones finales
Como todo sistema social, la ciencia transcurre en el tiempo y sus operaciones están
acotadas en función de un sentido que vincula las operaciones presentes y el futuro del
sistema. La operatividad del sistema de la ciencia, con sus estructuras teóricas y
prescripciones metodológicas (codificaciones), tiene por sentido neutralizar el influjo de las
acciones sobre el resultado de las investigaciones; sólo así pueden los resultados
presentarse como verdad (Luhmann, 2007: 264 ss). Esto presupone entonces la exclusión
15 “La publicación académica es un sistema raro, los autores no cobran por su trabajo,
tampoco lo hacen los pares que los revisan (ellos son sólo otros académicos sin paga), y en algunos campos incluso los editores de las revistas no cobran” (la mayor parte de la investigación y publicación científica es financiada por la universidad pública en el caso de América latina), “a veces los autores incluso deben pagar a los publicadores. Así y todo, las publicaciones científicas son una de las más bochornosamente caras obras literarias que uno puede comprar. En el pasado, los altos precios de acceso financiaban la costosa reproducción mecánica de revistas en papel para nichos reducidos, pero la distribución online ha vuelto a esta función prácticamente obsoleta”. 16
Amplía las brechas existentes entre países más o menos ricos, dadas las diferentes competencias informáticas y las posibilidades tanto de acceder a ellas, como de mantenerse continuamente actualizados en esta materia. En tal sentido piénsese en los costes que implica la compra de bases de datos a empresas privadas que revenden la producción científica, la cual se ha financia y desarrolla con recursos públicos (ISI, SCOPUS).
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del ámbito de los valores (ideologías, opiniones, creencias) como artefacto legitimador de
verdad científica. De lo contrario, el poner incluso el valor de todos los valores en la
verdad, significa que aun cuando esto siga siendo ‘una verdad’, no constituye verdad
científica.17
Precisamente, es en la comunicación de la comunicación científica donde esto puede ser
observado, discutido y confrontado. Lo cual nos lleva reconocer que si la producción
científica de los investigadores no es accesible para el público especializado, o si su
distribución es deficiente, si su visibilidad es nula, serán leídos por muy pocos especialistas
y con ello el círculo de la comunicación científica quedará trunco y limitado
exclusivamente a los puntos que le sean otorgados por los comités evaluadores de la
producción académica que —justo es mencionarlo— al no tener posibilidad para conocer el
impacto de los escritos entre la comunidad académica a la que esperan servir, se ven
limitados a tan sólo contar la cantidad de las publicaciones, mas no discutir su calidad.
Ciertamente, ello no implica que la labor científica inicia con publicaciones en libros
monográficos, capítulos en libros compilados o artículos en revistas académicas, puesto que
tampoco es dable hablar de lo que no se sabe…
Bibliografía
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De Solla, Derek (1986), Little Science, Big Science, Columbia University Press, Estados Unidos de Norteamérica.
Garfield, Eugene (1973), "Citation and distinction", Nature, 242, Estados Unidos de Norteamérica.
17 Dado que la ciencia carece de un acceso directo-intuitivo a la verdad como lo reclama para
sí la religión, debe discurrir por el fatigoso rodeo que pasa por el rechazo de las hipótesis contrarias (Pascal citado en Luhmann, 2007).
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