Ziegler, Jean, La victoria de los vencidos

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Ziegler, Jean, La victoria de los vencidos. Ediciones B, Barcelona, 1988. 2. REVOLUCIÓN EN ETIOPÍA Las piernas cortadas de los rais País de tierras altas, Etiopía está formado por dos mesetas que se hallan a más de 4.000 metros en las montañas del Simién; pero la mayor parte del territorio, las zonas intensamente pobladas, se sitúa entre los 2.000 y los 2.500 metros. Profundas fracturas atraviesan las llanuras: saliendo de Addis-Abeba hacia el sur, la carretera, después de DébréZeit,

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Ziegler, Jean, La victoria de los vencidos. Ediciones B, Barcelona, 1988. 2. REVOLUCIN EN ETIOPA Las piernas cortadas de los rais Pas de tierras altas, Etiopa est formado por dos mesetas que se hallan a ms de 4.000 metros en las montaas del Simin; pero la mayor parte del territorio, las zonas intensamente pobladas, se sita entre los 2.000 y los 2.500 metros. Profundas fracturas atraviesan las llanuras: saliendo de Addis-Abeba hacia el sur, la carretera, despus de DbrZeit, baja en vertiginosas curvas por un acantilado de casi 1.000 metros hasta llegar a una verde llanura llena de pjaros, la Rift Valley. Los valles estrechos y las gargantas cortan estas mesetas. El valle del Rift constituye una autntica fosa tectnica. Abundan los lagos pletricos de flamencos rosas y rodeados de alfombras de flores amarillas en primavera. Este valle separa ambas mesetas. Al pie de las mesetas se extienden vastas llanuras frtiles, poco habitadas, adonde emigran con sus camellos y sus rebaos de cebes los pueblos nmadas. Las mesetas son planas slo aparentemente: se rompen de pronto, tienen fracturas en el recodo de una pista que de pronto choca con un acantilado y se zambulle luego en una garganta como la formada por el Nilo Azul, que se ha hecho clebre. Etiopa es dos veces ms grande que Francia, pero slo dispone de unos 2.000 kilmetros de carreteras (que, adems, son difcilmente practicables en la estacin de las lluvias). Existen dos lneas de ferrocarril: la que va de Massawa a Bisha y otra ms estratgica que une Djibouti, capital del antiguo territorio francs de los Afars e Issas (TFAI), con las mesetas de Shoa y Addis-Abeba. El clima padece los mismos contrastes. Las tierras bajas son clidas y relativamente secas. Las mesetas, en cambio, conocen -en tiempo normal- el rgimen bianual de lluvias y temperaturas relativamente suaves. El 85 % de un total de 46 millones de etopes vive en las mesetas, que cubren slo el 44 % del territorio nacional. La poblacin est dispersa. Es necesario haber visto estos cultivos en pendiente, esas pequeas granjas agarradas a las laderas de las montaas, las pequeas terrazas formadas por la mano del hombre, donde crece el teff, para apreciar el valor, la obstinacin y el trabajo de los campesinos. Siento una profunda admiracin por esos campesinos y esos pastores: el 90 % de la produccin agrcola (y de la industria no pesada) proviene de las mesetas; 70 millones de cabezas de ganado y una cabaa que va del ceb a la cabra, cuidados con una habilidad milenaria, se cran all. En 1987, slo 5 de los 46 millones de etopes viven en ciudades. Con China y Egipto, Etiopa es uno de los pases ms antiguos del mundo: en el primer milenio antes de Cristo, inmigrados procedentes de la Arabia meridional atraviesan el mar Rojo y se instalan gradualmente en las tierras costeras primero y en la altiplanicie del Norte despus. Su encuentro con los pueblos autctonos da origen a una poderosa civilizacin organizada en torno a una lengua y una escritura que todava hoy sobreviven en los ritos y los documentos de la Iglesia, el geez. El reino de Aksum, nacido en los primeros tiempos del cristianismo, rivaliza con el Imperio romano y Persia. Introducido por los monjes de Alejandra, que erigen los primeros conventos, el cristianismo monofisita se convierte en religin de Estado en el siglo iv. En Lalibela se erigen suntuosas iglesias talladas en la roca. En pleno lago Tana, en la

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provincia de Gondar, donde nace el Nilo Azul, un antiguo monasterio alberga el arca de la Alianza concedida por Dios a Moiss y transportada all desde Palestina. Los prncipes-abades de los conventos de Debr Libanos, Debr Tabor, Wollo, Aksum y las montaas de Siniem, son seores soberanos en el interior de sus fortalezas. Tras sus muros se amontonan, bajo los esculpidos artesonados, tesoros maravillosos: bibliotecas enteras integradas por obras en arameo, hebreo, griego, sirio, geez; cuadros, iconos, vestidos de ceremonia y objetos de culto adornados con diamantes, oro y plata, todo ello de un valor inapreciable. A partir del siglo x el estado etope se extiende gradualmente hacia el sur y el oeste. Su expansin est unida a la del cristianismo, los conventos y la difusin de la escritura y la lengua ge'ez. La Iglesia copta de Egipto es la aliada ms fiel de los emperadores de Etiopa. (En 1956, el emperador romper con Alejandra y obtendr el derecho a nombrar directamente al Abuna o patriarca de la Iglesia abisinia.(1)). La bandera del Islam se levanta por el este en 1531. El imn Gragne conquista las tierras del Harrar y sus guerreros, procedentes del actual Yemen del Sur, penetran profundamente en tierra cristiana. Hoy, aproximadamente el 60 % de la poblacin total de Etiopa es musulmana. Extraordinaria permanencia del Estado: las actuales fronteras nacionales son el resultado de las ltimas conquistas, a finales del siglo xix, realizadas por el emperador Menelik. Aconsejado por el ingeniero suizo Alfred Ilg, Menelik es tambin un diplomtico admirable: firma tratados con todas las grandes potencias de la poca, y especialmente con Francia, Italia y Gran Bretaa. La estructura interna del Estado explica su permanencia y su fuerza: todas las dinastas que se suceden a lo largo de los siglos han surgido de las altiplanicies, de la etnia amhara o tigria esencialmente. A lo largo de los siglos, estos emperadores sometieron aproximadamente a 80 pueblos extranjeros: ls oromos, afars, somales de Ogaden, etc. Les designaban con la palabra shanqallas, que quiere decir "negros". Un violento racismo presidi esta integracin gradual de distintas etnias: los seores feudales amharas y tigrios despreciaban profundamente a sus sbditos. Pero en su estrategia de sumisin dieron pruebas de excepcional inteligencia poltica: tras cada nueva conquista, dejaban intacta la estructura, tambin feudal, del pueblo conquistado. Los hijos, hermanos, etc. de los seores vencidos eran llevados como rehenes a la corte imperial, educados, asimilados y a menudo integrados en las fuerzas armadas. Servan luego para reprimir en nombre del poder central a su propio pueblo de origen. Algunos reyes perifricos continuaban ejerciendo sus poderes regionales y locales. El emperador amhara o tigrio, por su parte, llevaba el ttulo de "rey de reyes". En 1962, el emperador Haile Selassie invadi la antigua colonia italiana de Eritrea, situada al norte de Etiopa. El Estado etope no haba sido colonizado prcticamente nunca: haba resistido victoriosamente las tentativas de invasin de los derviches sudaneses en el oeste, de las tropas anglo-egipcias en el noroeste, y de los cuerpos expedicionarios otomanos que desembarcaron en la pennsula de Massawa, en el mar Rojo. En 1896, los guerreros de Menelik, armados de azagayas, fusiles y granadas artesanales, destruyeron la artillera, los camiones blindados y las ametralladoras del ejrcito italiano en las gargantas de Adua. Slo en 1936 los aviones bombarderos y los gases mortales de Mussolini prevalecieron sobre el valor y la decisin etopes; pero la ocupacin fascista slo dur cuatro aos, y los gobernadores, guarniciones y colonos italianos no tuvieron tiempo de instalarse realmente en las mesetas. Se vieron acosados, diezmados y masacrados por la 2

guerrilla campesina y, finalmente, expulsados por Windgate, general ingls puesto a la cabeza de las tropas de las selvas del Sudn. Los emperadores etopes dirigan un estado fuertemente centralizado que dispona de una clase feudal cultivada, homognea y de un poder militar mvil. Practicaba frente a los pueblos sometidos (y frente a sus propios campesinos) una violenta poltica de explotacin. Los rais (prncipes), seores y abades amharas tomaban de la cosecha de los campesinos, segn las regiones, hasta dos tercios del grano para su consumo y uso personales (2). Estos exorbitantes tributos creaban en todo el pas una miseria abisal, pero proporcionaban a las clases feudales la base material para el desarrollo de una cultura pictrica, arquitectnica y literaria admirable. El aparato ideolgico de la Iglesia copta (que tambin era gran propietaria feudal) desempeaba en la construccin, la permanencia y la violencia del Estado un papel determinante: proporcionaba al poder estatal sus mitos de legitimacin, y a las multitudes famlicas de los campesinos un consuelo y una "explicacin" hipotticos para sus desgracias.

Conservo de la Etiopa feudal recuerdos precisos (3): La lluvia cae sobre Addis-Abeba. "Torrentes de agua" tras tres aos de mortal sequa... y ahora el diluvio! La capital etope, con un milln de habitantes, est construida en el crter de un volcn extinguido. Manantiales de agua caliente brotan aqu y all, en pleno centro de la ciudad. Son recogidos por conducciones que desembocan en un complejo balneario pblico. Dejando aparte los comerciantes del mercato (un inmenso mercado erigido sobre la colina, que ha conservado su nombre italiano), los oficiales superiores y los funcionarios diplomticos extranjeros, los habitantes de Addis-Abeba van pobremente vestidos, calzados con sandalias muy gastadas o descalzos. Muchos llevan harapos. Subalimentados, invlidos, ciegos, algunos ancianos se arrastran, apoyndose en su bastn. El paso de un autobs pblico parece un milagro! El traqueteante vehculo es inmediatamente asaltado por la muchedumbre, que con frecuencia hace horas que espera bajo la lluvia. En la cresta de las montaas que rodean el crter a ms de 3.000 metros de altitud crecen los eucaliptos. Fueron importados de Australia por el emperador Menelik. Durante la estacin de las lluvias, esta regin de las mesetas del centro es de una belleza inaudita: las pesadas nubes corren por encima de las colinas, contrastando con el color vivo de las flores, y con la tierra ocre y crasa, de la que asciende un ligero vapor. El aire est cargado de los ms diversos olores. En cuanto el trueno comienza a rugir y los relmpagos cruzan el cielo, anunciando una nueva tromba de agua, los viandantes se refugian precipitadamente, riendo, en improvisados abrigos, por lo general una de las innumerables quincalleras-burdeles que flanquean las calles. Las numerosas iglesias de la capital estn edificadas en su mayor parte en medio de parques suntuosos. Desde la verja de entrada hasta la monumental escalinata y el portal del santuario, hileras de mendigos se prolongan a ambos lados de las avenidas. Recuerdo nios con piernas de cerilla y mirada febril. Mujeres... altas, delgadas, hermosas, de ojos graves. Ancianos de cuarenta aos tendidos en el barro, con sus viejos harapos pdicamente colocados sobre el rostro. Hacia las siete de la tarde el da declina; lentamente se instala el crepsculo proveniente de la montaa. En el parque de la catedral Saint-Georges resuena una campana. La muchedumbre de los mendigos se agita, ondula como el agua tranquila bruscamente removida por el viento. Los mendigos 3

y sus hijos se levantan penosamente y se dirigen hacia la monumental escalinata, hacia el portal, deslizndose sin ruido a lo largo de los pilares, bajo las altas bovedas. De estos miles de gargantas emerge un murmullo: el de la plegaria. Los etopes, por pobres e indigentes que sean, son hombres de gran dignidad, de impresionante pudor y discrecin. Terminada la plegaria, que segn las zonas dura una o dos horas, una hilera de sacerdotes se coloca ante el altar principal. Son viejos ancianos dignatarios de fina barba, que llevan largos hbitos de seda negra y zapatos adornados con bordados de oro. Hay tambin jvenes diconos de mirada intensa. La campana vuelve a sonar: los sacerdotes levantan hasta la altura de los ojos la doble cruz que se utiliza en el rito copto. Extienden su brazo derecho y la cruz gira hacia la muchedumbre con un gesto lleno de dignidad, en silencio. Sus miradas se pierden, por encima de la gente, en la penumbra de la catedral. Algunos cirios proporcionan una luz incierta. La muchedumbre desfila: todos, uno tras otro, besan la cruz. Luego, llegados a la altura del ltimo sacerdote depositan en una bandeja de plata las pocas monedas que han mendigado durante la jornada. La noche ha invadido ahora la catedral. Los ltimos cirios se consumen. Con paso vacilante, los ltimos mendigos, los de ms edad, se retiran. Llegan los guardas, golpeando las losas de mrmol con su bastn herrado para acelerar el movimiento de los retrasados. La pesada puerta del santuario se cierra con un ruido seco; luego se pasa el cerrojo, que permanecer atrancado durante toda la noche. Fuera, la lluvia vuelve a caer. Ancianos, hurfanos, familias enteras se instalan para dormir en el barro, entre la niebla y el fro. Grupos de nios piojosos, vestidos de harapos, se amontonan junto al muro del recinto y luego se adormecen dulcemente. Algunos tienen pesadillas, otros morirn durante la noche.

La revolucin etope de 1974 (4) es una de las ms formidables revoluciones campesinas que haya conocido la historia. Por su composicin de clase, su super-yo y sus estrategias, desmienten prcticamente todos los cnones del marxismo-leninismo ortodoxo. En 1974, en Etiopa, hay 400.000 asalariados! Contemplemos de cerca el desarrollo del proceso de la insurreccin: todo comienza por el ejrcito. En noviembre de 1973 la tercera divisin, acantonada en Ogaden, frente a Somalia, se rebela. Fines de enero de 1974: rebelin de la segunda divisin, acantonada en Asmara, frente a la guerrilla eritrea. Todo se conjuga... En febrero de 1974, los conductores de taxi de Addis-Abeba, y luego los maestros, van a la huelga (5). Es el ltimo de un gran nmero de conflictos sociales de creciente intensidad. El gobierno no puede ya dominarlos, y cae: el emperador nombra un nuevo gabinete, compuesto, como el precedente, por aristcratas de alto rango. Pero la envoltura institucional de la sociedad se degrada, y las unidades del ejrcito, los estudiantes, los mercaderes del mercato y los empleados dan libre curso a sus reivindicaciones sociales reprimidas durante largo tiempo. Dos grandes manifestaciones imprimen una especial huella en la conciencia popular: la de los pequeos sacerdotes miserables de la Iglesia ortodoxa, levantados contra su jerarqua, y la de los musulmanes, reivindicando el estatuto de ciudadanos con plenos derechos. En abril de 1974 el emperador y su corte estn encerrados en el palacio del Jubileo, custodiados por regimientos de lite. Los obispos predican la sumisin. Los oficiales dan rdenes. Los ministros firman decretos. Pero nadie les obedece ni les escucha. Por 4

otra parte, ya no hay autoridad: el nuevo gabinete formado en febrero nunca pudo entrar en funciones. Sus miembros sern detenidos por la guarnicin de Addis-Abeba el 25 de abril. Desde el alba y hasta que cae la noche, varias veces por semana, interminables cortejos de obreros, empleados, estudiantes, parados y mujeres atraviesan la capital. Son ms de 100.000. El 20 de abril reclaman la separacin de la Iglesia y el Estado y la igualdad de trato para todas las comunidades religiosas del pas. Se dira que Etiopa es un gigantesco escenario teatral. Los actores representan su papel como sonmbulos: los manifestantes se manifiestan, los estudiantes redactan octavillas, los soldados organizan sus asambleas, los huelguistas hacen huelga y la corte imperial sigue, como si nada sucediera, con su inmutable ritual. El guin es bien conocido. Teln, iluminacin y msica funcionan. Pero ya no hay director; la gente aguarda la tempestad que, oscuramente, se presiente. (6) El huracn estalla a finales de mayo, como una montaa que se desgarra bajo la presin de miles de millones de metros cbicos de gas y xido comprimidos. El campesinado protesta. Los campesinos, sus mujeres y sus hijos invaden las tierras. Los aristcratas y los propietarios se ocultan en las ciudades y sus mansiones son rodeadas y quemadas. Segn una antigua tradicin, se corta las piernas a los supervivientes. La revolucin campesina se autodirige, se autorganiza, se nutre de casi dos mil aos de humillaciones, de insoportables odios. Barre todo el campo. En 1986 permanec en las cooperativas de la provincia de Kaffa. Junto a los actuales responsables de la Asociacin de los campesinos, recog los relatos de los acontecimientos de 1974. Kaffa es una vasta regin agrcola al sudoeste de Addis-Abeba (7). Su tierra es negra, rica, frtil. Su principal producto es el caf. Desde la cada del primer gobierno imperial, a fines de febrero de 1974, los campesinos se haban levantado. Dos semanas ms tarde no quedaba ya un solo seor feudal ni un solo funcionario imperial en Sebetta, Wolloiso, Dirre, Goura, Wolkitte, Sohoro o Assendabo. El ro Ghib, que baja de las altiplanicies del Sudn, y el Nilo acarreaban de da y de noche centenares de cadveres. Todas las etnias de la regin se haban levantado, como si obedecieran a una misteriosa seal: los oromos, los kaffas, los gimiras, los janjaros, los kulo-kontas... Todas se lanzaron a la caza del propietario, de los abades de los conventos, de los monjes, de sus guardias, de los recaudadores de impuestos, de los mensajeros imperiales. Con sus azagayas y sus puales, los campesinos degollaron a miles de representantes del odiado rgimen. Cortaron con sus guadaas decenas de miles de piernas. Tres prncipes especialmente valerosos, bien armados y avisados, consiguieron escapar gracias al nmero y al moderno armamento de sus guardias: el rais Mesfin Silehi, gobernador de Kaffa, que escap a las emboscadas, lleg a Gimma y se atrincher en su palacio de Ghib. Los dedjasmachs Tsehayu Inqu Selassie, antiguo gobernador de Kaffa, y Worku Inqu Selassie, gobernador de Illulabor, consiguieron tambin llegar a la ciudad. Con ellos se encontraba el rais Birru, que, en la provincia de Harrar, posea ms de 880.000 hectreas de tierra. De todos estos seores feudales sitiados en Gi'mma, el rais Mesfis Silehi era el ms detestado: no slo haba heredado innumerables tierras, sino que durante su gobierno haba conseguido expropiar las tierras de decenas de aristcratas de menor importancia y miles de pequeas parcelas pertenecientes a comerciantes y funcionarios. Viva de acuerdo con una clebre divisa que repeta por todo su reino: "Exijo en todas partes a donde voy viajar por mis propias tierras y respirar un aire que me pertenezca.

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Con sus esbirros, sus clientes, y sus cortesanos, el rais Mesfin consigui resistir durante seis semanas en la sitiada Gimma. Luego, la ciudad fue tomada, y el prncipe y los suyos masacrados. Tsehayu Inqu Selassie y Worku Inqu Selassie, en cambio, consiguieron escapar. Acompaados por sus guardias y numerosos clientes, se hicieron fuertes en las colinas de la vecina Shoa, y durante meses hicieron una guerra de guerrillas contra sus antiguos sbditos. Murieron en combate. El hambre de tierra es un hambre inextinguible, de inaudita violencia: del norte al sur de la inmensa Etiopa, los campesinos atacaron palacios, mataron gerentes, persiguieron a los seores. Muy pocos lograron escapar. Ninguna contrarrevolucin seria ha podido organizar-se jams, pese a la decisin, la vitalidad y el valor de esa antiqusima clase feudal. Las estructuras aparentemente ms inmutables se derrumbaron en pocas semanas: las del Estado feudal y las de las jerarquas animistas. Por ejemplo: Ibede Goda, el ms poderoso hechicero de Kaffa, haba reinado durante casi treinta aos en la segunda ciudad de la provincia, Bouga. Sus poderes mgicos de adivino y de juez y su alianza con los seores le haban valido una importante fortuna hecha de tierras palacios, rebaos y mujeres. Ibede Goda tena ciento veinte hijos y una milicia privada. Practicaba sacrificios humanos. Los campesinos le entregaban para ello a sus hijos. Rico, cnico, brutal, dijo: "Arranco la lluvia a las nubes, doy fertilidad al suelo, a las bestias y a las mujeres." Temido, cortejado, consultado, implorado tanto por los ricos como por los pobres, se haca pagar en tierras, granos o mujeres el menor de sus servicios. Abril de 1974: algunos estudiantes llegados de Addis-Abeba arengan a los soldados de la guarnicin de Gimma. Dirigida por los estudiantes, una unidad insurrecta se dirige a Bouga. El palacio de Ibede Goda es tomado. Algunos guardianes mueren, otros huyen, y otros, por fin, se unen a los insurrectos; pero llegados a una distancia de diez metros del hechicero, los soldados se inmovilizan, no se atreven a tocarle. Nuevas arengas, nuevas explicaciones. Los soldados regresan varias veces... y se marchan aterrorizados. Por fin, los estudiantes, ayudados por jvenes campesinos, se arrojan sobre el mago, le atan y se lo llevan a Gimma. Se constituye un tribunal popular, pero nadie quiere formar parte de l. Los estudiantes que custodian la crcel advierten un hecho extrao: cada maana encuentran bueyes y cabras atados a la reja de la crcel y montaas de sacos de teff se amontonan en la calle. Es evidente que algunos campesinos continan alimentando los poderes del brujo. Cierta noche de junio, unos estudiantes entran en la celda. Estrangulan a Ibede Goda. Su magia se disipa como niebla al sol. Mientras el huracn campesino barra las campias, la mayora de las guarniciones del ejrcito permaneci neutral. Campesinos alistados por la fuerza, hijos de campesinos, soldados y suboficiales se negaban a obedecer la llamada de los seores. Sus oficiales, de origen feudal en su mayor parte, se hallaban encerrados en los calabozos de los cuarteles. Las unidades se comunicaban entre s por todo el pas gracias a su sistema de radio. El 28 de junio, formaron el Deurg (abreviacin amhara de Consejo de administracin provisional militar). Sus delegados se reunieron en Addis-Abeba, y solicitaron a todos

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los seores feudales supervivientes que acudieran a Addis-Abeba para rendir cuentas de sus pasados actos. Sorpresa: la mayora de los seores supervivientes lo hicieron. En Etiopa, la autoridad, sea cual sea, es sagrada. Los seores fueron ejecutados. En la maana del 12 de septiembre de 1974, un teniente y cuatro soldados llegan ante el palacio del Jubileo. En el parque agonizan los leones: hace das que nadie los alimenta. El palacio est desierto. Un nico servidor abre la verja. En su despacho, un frgil anciano con uniforme de gala espera a los visitantes. Levanta los ojos. Con voz tmida dice: "Han venido." Luego, los militares le escoltan a travs de corredores y salas, a lo largo de espejos y sobre alfombras de incalculable precio hacia la terraza, el parque, y la verja. Un pequeo Volkswagen azul, annimo, est aparcado junto a la acera. El anciano entra. Los soldados lo llevan a los stanos del palacio de Menelik que domina la capital. El 28 de agosto de 1975, la Ethiopian News Agency anuncia que el CCXXV descendiente del rey Salomn y de la reina de Saba, len de Judea, rey de reyes, Haile Selassie I, emperador de Etiopa, ha muerto. Lenin en Addis-Abeba Cado el emperador, destruido el orden feudal, no por ello se extingue el volcn etope. Dos crteres permanecen especialmente activos: el de los campesinos y el de los estudiantes y militares progresistas. Entre 1974 y 1978, prcticamente toda la tierra del pas se redistribuye, bien por ocupacin salvaje o bien por decreto gubernamental8. El sueo inmemorial de todas las insurrecciones campesinas del mundo se hace realidad en las mesetas de Etiopa: toda la tierra para los campesinos, los frutos del suelo para quienes lo trabajan. La identidad singular de cada etnia proporciona los motivos colectivos y los instrumentos analticos de esta revolucin de desheredados. En la ciudad, en cambio, la situacin es ms confusa: centenares de estudiantes llegados de las universidades de Pars, Montpellier, Bruselas, Hamburgo, Jerusaln y Ginebra, as como sus colegas de la universidad de Addis-Abeba, se enfrentan en dos organizaciones opuestas: unos pertenecen al Meison (Movimiento socialista pan-etope), los otros al PRP (People Revolutionary Party). Ambos son igualmente marxistas-leninistas, igualmente sectarios e igualmente violentos. 1975: En Addis-Abeba y en los burgos campesinos, los dirigentes y cuadros del PRP inician el terror rojo contra los militares progresistas y el Meison. Objetivo: la direccin del proceso revolucionario. El PRP es destruido; ms de 20.000 vctimas llenan las calles de Addis-Abeba, de Asmara, de Dbr-Zeit, de Gimma, los stanos de las crceles y los patios de los cuarteles. 1976: Los intelectuales del Meison se erigen, cada vez ms, en preceptores de los militares. Toman el lugar de los PRP asesinados en los comits administrativos y las asociaciones populares. Se hace inevitable la prueba de fuerza con el Deurg: los intelectuales tienen las ideas, los militares las ametralladoras. Los supervivientes de esta segunda matanza se unen al Deurg y se convierten en los cuadros civiles del Estado en construccin. En 1985 nace el Workers Party of Ethiopia (WEP), partido marxista-leninista, partido nico, partido de Estado, que impone su ley a los campesinos, suprime las comunidades autogestionadas, crea las granjas de Estado e inicia un vasto programa de reagrupacin campesina. Cmo y por qu una de las revoluciones campesinas ms radicales y ms inventivas de todo el siglo xx se vio domesticada, rota, transformada en un rgimen de partido nico? Algunas respuestas: los dirigentes y equipos del Meison, surgidos generalmente de las clases feudales o de la alta burguesa, formados en las universidades occidentales y sinceramente convencidos de la validez y de la eficacia universales de los conceptos 7

marxistas-leninistas, fueron durante casi cuatro aos los profesores en ideologa de dirigentes militares ampliamente incultos. Su dogmatismo prevaleci sobre la riqueza inventiva, las intuiciones y la diversidad de motivos de la insurreccin campesina y popular. Segundo elemento: 1978 es el ao de la gran ofensiva en el norte de los dos movimientos eritreos de liberacin nacional, el FPLE (Frente popular de liberacin de Eritrea) y el FLE (Frente de liberacin de Eritrea). Confrontado ya a otro ataque masivo, el llevado a cabo por -Somalia y los somales etopes de Ogaden, el poder central de Addis. Abeba se vea amenazado en su propia existencia. Para detener el ataque procedente del norte tena que encontrar, urgentemente, aliados extranjeros, pero los Estados Unidos e Israel, largo tiempo aliados del poder feudal, se negaron a vender armas al nuevo rgimen y ste se volvi hacia la URSS. Con los kalachnikow, los rganos de Stalin, los Mig y los blindados 1-54 llegaron los oficiales, los comisarios y los consejeros soviticos. He aqu el artculo primero de la Constitucin etope: "La Repblica popular y democrtica de Etiopa es un Estado del pueblo trabajador basado en la unin de los obreros y los campesinos, en la que participan los intelectuales, el Ejrcito revolucionario, los artesanos y dems componentes democrticos de la sociedad. "La Repblica popular y democrtica de Etiopa es un Estado cuya soberana indivisible e inviolable se extiende por las tierras, el espacio areo y las aguas territoriales, incluyendo las islas. "La RDP de Etiopa, al realizar la Revolucin nacional y democrtica, pondr los fundamentos para la edificacin del socialismo." Por lo que se refiere a la identidad cultural de la nueva nacin, el artculo 23 la define as: "El Estado velar por la preservacin del legado cultural e histrico, por la erradicacin de las prcticas nefandas, por la difusin de la moralidad socialista entre los trabajadores y por el progreso de la cultura proletaria." Los papas, obispos y abades del marxismo-leninismo ortodoxo sudan la gota gorda para formular una definicin escolsticamente adecuada de las insurrecciones y levantamientos campesinos del tercer mundo. Durante los diez aos transcurridos he participado en numerosos concilios sobre la cuestin. En el Instituto de Oriente y la Academia de Ciencias de Mosc, en el Centro afro-asitico de Tachkent, en el instituto Fernando Ortiz de La Habana, en el Centro de estudios africanos de Maputo, he asistido a debates bizantinos. Como ni Marx, ni Lenin, ni ninguno de los santos fundadores de la doctrina consagraron jams la menor reflexin profunda al nacionalismo revolucionario de los pueblos del tercer mundo, a la cuestin campesina de la periferia o al funcionamiento de las cosmogonas de las sociedades africanas tradicionales, los doctores, los exgetas y los escribas de la vulgata se encuentran, efectivamente, ante problemas casi insuperables (9). La revolucin etope (angolea, mozambiquea, de Carbo Verde, etc.) es una revolucin proletaria? Evidentemente, no; le falta -al menos durante los primeros aosla vanguardia de un partido estructurado, la base obrera y el contenido socialista. Es entonces una revolucin burguesa antifeudal como las vividas por las burguesas

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francesa y americana a finales del siglo xviii? Tampoco. Porque no fue la burguesa nacional sino los campesinos aliados con los estudiantes y los militares pequeo burgueses los que la organizaron y condujeron. Lo repito: el imperio feudal etope cay bajo los golpes conjugados de los campesinos hambrientos, de los estudiantes exasperados y de algunos militares que, tardamente, se cambiaron de chaqueta. Marx, Engels, Plejanov, Bloch, slo pensaron en las insurrecciones campesinas en trminos de algaradas, negndoles la capacidad histrica para dar a luz un modo de produccin y un tipo de sociedad nuevos. La revolucin etope una simple algarada? De ningn modo! La cada del imperio inaugura sin duda una etapa cualitativamente nueva en la milenaria historia de los pueblos abisinios. Qu lugar atribuir entonces, en la escala de la evolucin unilineal de las sociedades, a estas formidables transformaciones que son las revoluciones campesinas de Etiopa, Angola, Mozambique, Cabo Verde, Mjico, Guinea-Bissau, Nicaragua, etc.? La lgica formal del dogma ofrece, afortunadamente, una salida: en la cronologa de los cambios cualitativos de modos de produccin que se suceden en el tiempo, Marx identifica -situada entre la revolucin burguesa antifeudal y la revolucin antiburguesa proletariauna revolucin intermedia: la revolucin democrtica-nacional. En Pars, Viena, Berna, Basilea, Roma, Berln y Leipzig, esta tuvo lugar en 1848. Gran alivio de los escribas: ni pura algarada ni indiscutible revuelta proletaria, la insurreccin etope es, por lo tanto, bautizada como ". Poco importa que no exista ningn parecido sociolgico entre las conmociones europeas de 1848 y los sucesos etopes de 1974. Fue la burguesa nacional aliada con los trabajadores de la industria la que, en Berln, Roma, Pars y Berna, se enfrent a las tropas reales o patricias. No hay rastros de burguesa nacional en AddisAbeba o Asmara, y los trabajadores industriales se reducen a unos miles de empleados de cerveceras, de fbricas textiles y del ferrocarril. Centenares de miles de campesinos como puntal de la revolucin en las altiplanicies? Los doctos escribas encargados de redactar la nueva Constitucin etope niegan, sencillamente, su accin revolucionaria. En las pistas de Shoa, fronterizas con Sudn, a lo largo de los ros Awash y Nilo, a orillas del Baro e incluso en las tierras de los anuak y de los nuer, hermosos arcos triunfales hechos de cintas de colores, flores y ramas se levantan a la entrada de cada pueblo, de cada burgo: "Trabajadores de todos los pases, unos!", "El marxismoleninismo es nuestro gua", "