Ha pasado un ao desde que Ben Holiday compr el reino mgico al mago Meeks,
por mediacin de los almacenes Rosen s. A su llegada al mismo, comprob que ste haba
establecido una serie de trampas contra l. Ben las super, y sobrevivi a ellas por la ayuda
que le prestaron tres amigos leales: Questor Thews, un mago bastante incompetente;
Abernathy, un perro con la facultad de hablar que desempeaba el cargo de amanuense de
la Corte; y la adorable Sauce que, a veces, tena que convertirse en rbol. Pero Meeks no se
dio por vencido y.
Terry Brooks
El unicornio negro
Reino mgico de Landover #2
ePub r1.0
whatsername 19.01.14
Ttulo original: The black unicorn
Terry Brooks, 1987
Traduccin: Pilar Alba & A. Herrera
Diseo de portada: Ramon Parada
Editor digital: whatsername
ePub base r1.0
Para Amanda,
que ve unicornios que yo no puedo ver
Cmo sabes que l es un unicornio? pregunt Molly. Y por qu te asusta que te toque? Te he visto. Tienes miedo.
No creo que me apetezca continuar esta conversacin contest el gato sin resentimiento. Yo no perdera el tiempo en tonteras semejantes si fuese t. Considera, en primer lugar, que a ningn gato que haya mudado de pelaje al menos una vez se le puede
engaar con apariencias. En eso difieren de los seres humanos, que se dejan arrastrar por
ellas. En cuanto a tu segunda pregunta Aqu vacil, y de repente su inters se concentr en su propio aseo; no volvera a
hablar hasta haberse lamido a contrapelo y despus en sentido contrario. Cuando al fin lo
hizo no mir a Molly, sino a sus zarpas.
Si me hubiese tocado dijo en voz baja. Le pertenecera a l y no a m mismo. Peter S. Beagle, EL LTIMO UNICORNIO
PRLOGO
El unicornio negro surgi de la niebla matutina, casi como si hubiera nacido de ella,
y contempl el reino de Landover.
La aurora asomaba por el horizonte oriental, igual que una intrusa que sacara la
cabeza de su escondite para ver la rpida partida de la noche. El silencio pareci hacerse
ms profundo con la aparicin del unicornio, como si ese insignificante suceso acaecido en
un rincn hubiera repercutido de algn modo en el valle. En todas partes el descanso dio
paso a la actividad, los sueos a la vida, y en ese momento de transicin pareci que el
tiempo se detena.
El unicornio se encontraba cerca de la cima del borde norte del valle, sobre las
montaas del Melchor, prximo a la frontera con el mundo de las hadas. Landover se
extenda ante l, con sus montes arbolados y riscos desnudos que descendan hacia las
colinas y las praderas, los ros y los lagos, los bosques y la maleza. El color rielaba en
manchas brumosas a travs de la declinante oscuridad donde los rayos del sol se reflejaban
en el roco. Los castillos, pueblos y casas eran formas vagas e irregulares, y parecan
criaturas durmiendo acurrucadas que exhalaban humo al respirar.
Haba lgrimas en los ojos de fuego verde que recorran el valle de extremo a
extremo y brillaban con una reencontrada vida. Cunto tiempo! Un arroyo bajaba para acumular sus aguas en un cuenco formado de roca a una
decena de metros del unicornio. Un pequeo grupo de criaturas del bosque estaba junto al
borde de ese estanque contemplando con admirado temor la maravilla que acababa de
materializarse ante ellas. El grupo estaba compuesto por un conejo, un tejn, varias ardillas
y ratones campestres, un opossum y un joven y solitario sapo. Al fondo, una criatura
caverncola se funda con las sombras. Dentro de su agujero se aplastaba un wump de
pantano. Los pjaros estaban inmviles en las ramas de los rboles. La calma lo llenaba
todo. El nico sonido era el susurro que produca el arroyo al correr sobre la roca.
El unicornio asinti con la cabeza en reconocimiento del homenaje que le rendan.
Su cuerpo de bano brillaba en la media luz, la crin y las cernejas destellaban como seda
agitada por el viento. Los pies de cabra se movan inquietos y la cola de len restallaba
como un ltigo, en contraste con la quietud circundante. El cuerno cort la oscuridad
emitiendo un leve brillo mgico. Nunca haba existido una criatura de tanta gracia y
belleza, y nunca volvera a existir.
El amanecer irrumpi bruscamente en el valle de Landover, y un nuevo da
comenz. El unicornio negro sinti el calor del sol en la cara y levant la cabeza
agradecido. Pero an lo sujetaban cadenas invisibles, y la frialdad de su presencia disip
casi al instante la calidez del momento.
El unicornio tembl. Era inmortal y los seres mortales nunca podran matarlo. Pero,
a pesar de ello, la vida poda serle arrebatada. El tiempo era el aliado del enemigo que lo
haba aprisionado. Y el tiempo empezaba a avanzar de nuevo.
El unicornio negro se desliz entre las sombras y la luz, como si fuera mercurio, en
busca de su libertad.
SUEOS
Esta noche he tenido un sueo dijo Ben Holiday, dirigindose a sus amigos durante el desayuno.
Fue como si les hubiese dado el parte meteorolgico. El mago Questor Thews no
pareci orle. Su delgada cara de bho tena una expresin pensativa y su mirada estaba fija
en un objeto invisible situado a unos seis metros sobre la mesa. Los kobolds Juanete y
Chiriva apenas levantaron la vista de la comida. El amanuense Abernathy logr mirarlo
con curiosidad corts, pero para un perro de rostro peludo que miraba habitualmente con
curiosidad corts, eso no era demasiado difcil.
Slo la slfide Sauce, que en ese momento entraba en el comedor del castillo de
Plata Fina, mostr autntico inters con un repentino e inquieto cambio de expresin.
He soado con mi casa continu l, decidido a no abandonar el tema. He soado con el viejo mundo.
Perdn? Questor lo miraba ahora, ya de regreso de cualquier planeta que hubiese estado visitando. Perdonadme, he odo algo sobre? Qu sosteis exactamente sobre el viejo mundo, gran seor? lo interrumpi Abernathy con impaciencia, transformando la curiosidad corts en leve desaprobacin.
Dirigi a Ben una mirada reprobatoria por encima de las gafas. Siempre lo miraba
de ese modo cuando mencionaba el viejo mundo.
Ben se inclin hacia delante.
He soado con Miles Bennett. Recuerdan lo que les cont sobre Miles, verdad? Mi antiguo compaero de bufete. Bueno, pues he soado con l. He soado que tenia
problemas. No fue un sueo completo. No tena un verdadero comienzo ni un final. Fue
como si yo llegase a mitad de la historia. Miles estaba en su oficina, trabajando, ordenando
papeles. Llamaban por telfono, entregaban mensajes, haba personas sentadas en las
sombras que no poda ver con claridad. Pero pude apreciar que Miles estaba prcticamente
frentico. Su aspecto era terrible. Preguntaba por m. Preguntaba que dnde me haba
metido y por qu no estaba all. Yo le llam, pero no me oy. Entonces se produjo una
especie de distorsin, una oscuridad, un retorcimiento de lo que vea. Miles sigui
llamando, preguntando por m. En aquel momento, algo se interpuso entre nosotros, y me
despert.
Pase la mirada por los rostros que lo rodeaban. Ahora todos estaban pendientes de
l.
Pero eso no es todo aadi al instante. Haba una atmsfera de de desastre inminente que acechaba detrs de toda la serie de imgenes. Haba una tensin que daba
miedo. Era tan real. Algunos sueos son as, gran seor observ Abernathy, encogindose de hombros. Empuj sus gafas hacia arriba y cruz las patas delanteras ante el pecho. Era un
perro remilgado. Con frecuencia, los sueos son manifestaciones de los temores de nuestro subconsciente, segn he ledo.
Este sueo no insisti Ben. Fue algo ms que un sueo normal. Fue como una premonicin.
Abernathy hizo un gesto de desdn.
Supongo que ahora diris que por la fuerza de estos sueos emocionalmente
perturbadores, aunque racionalmente infundados, sents la necesidad de volver a vuestro
mundo, verdad?
El amanuense no haca el menor esfuerzo por disimular su preocupacin. Sus
temores estaban a punto de realizarse.
Ben vacil. Haba pasado ms de un ao desde que atraves las nieblas del mundo
de las hadas en algn lugar escondido del bosque de las montaas del Blue Ridge, unos
treinta kilmetros al suroeste de Waynesboro, en Virginia, y penetr en el reino de
Landover. Con anterioridad, haba pagado un milln de dlares por ese privilegio,
respondiendo a un anuncio del catlogo de unos almacenes, actuando ms por la
desesperacin que por la razn. Lleg a Landover como rey, pero que le reconocieran como
tal los habitantes del pas no haba sido tarea fcil. Los ataques a su derecho al trono
llegaron de todas partes. Criaturas cuya existencia ni siquiera hubiera credo posible
estuvieron a punto de destruirlo. La magia, el poder que gobernaba todo en este extrao
mundo, era una espada de dos filos que haba tenido que dominar para sobrevivir. Desde
que tom la decisin de entrar en las nieblas, se vio obligado a aceptar otro concepto de la
realidad, y la vida que conoci cuando ejerca su profesin en Chicago se convirti en un
recuerdo alejado de su existencia presente. Sin embargo, esa antigua vida no estaba
desechada por completo y, de vez en cuando, pensaba en volver a ella.
Sus ojos se encontraron con los del amanuense. No saba qu respuesta darle.
Admito que estoy preocupado por Miles dijo al fin. El comedor se qued muy silencioso. Los kobolds dejaron de comer, sus caras de
mono se inmovilizaron con esas aterradoras semisonrisas que mostraban sus numerosos
dientes. Abernathy estaba rgido en su asiento. Sauce palideci, dando la impresin de que
iba a decir algo que no dijo.
Pero fue Questor Thews quien habl primero.
Un momento, gran seor solicit con gesto pensativo y uno de sus huesudos dedos sobre los labios.
Se levant de la mesa, hizo salir de la habitacin a los dos sirvientes que se hallaban
de pie a ambos lados de las puertas y las cerr. Los seis amigos se quedaron solos en el
enorme comedor. Pero no fue suficiente para Questor. La gran arcada de la pared opuesta
comunicaba a travs de un vestbulo con el resto del castillo, y Questor se dirigi a ella con
sigilo para ver si haba alguien en las proximidades.
Ben lo observ, lleno de curiosidad, preguntndose por qu tomara tantas
precauciones. Haba que reconocer que las cosas no eran como en los tiempos en que slo
ellos ocupaban Plata Fina. Ahora haba criados de todas las edades y categoras, soldados y
guardianes, emisarios y representantes diplomticos, mensajeros y muchos otros, que
desempeaban diversos cometidos en la corte; todos tropezando entre s e interfiriendo en
su vida privada cuando era menos conveniente. Pero la posibilidad de su regreso al viejo
mundo se haba comentado abiertamente por la mayora de los residentes en el castillo y
Questor actuaba como si el pueblo de Landover no supiese que Ben no era un landoveriano.
Sonri con resignacin. Bueno, las precauciones no perjudican a nadie.
Se estir, relajando los msculos an tensados por el sueo. Era un hombre de
apariencia normal, de altura y corpulencia media, con el peso distribuido
proporcionalmente. Sus movimientos eran rpidos y precisos. En su juventud haba sido
boxeador y an conservaba gran parte de su antigua habilidad. Tena la cara curtida por el
sol y el viento, la frente alta y los pmulos prominentes, nariz aguilea e inicio de calvicie
en las entradas. En los extremos de sus ojos comenzaban a notarse finas arrugas, pero stos
eran de un azul brillante y fro.
Desvi la vista hacia arriba. El sol de la maana atravesaba con sus rayos los
cristales de las altas ventanas y stos danzaban sobre la piedra y la madera pulida. La
calidez del castillo penetr en l, y pudo sentir su inquietud creciente. El castillo siempre
estaba escuchando. Saba que lo haba odo hablar del sueo y ahora le responda con una
manifestacin de descontento. Era como una madre preocupada por un hijo alocado e
incauto. Era una madre que trataba de mantener a su hijo seguro junto a ella. No le gustaba
que hablase de dejarla.
Ben mir disimuladamente a sus amigos: Questor Thews, el mago cuya magia
fallaba con frecuencia, un espantapjaros con ropas llenas de parches de color y gestos
complicados; Abernathy, el amanuense de la corte transformado en terrier de pelo liso por
la magia de Questor, que continuaba as porque ste no consigui hallar la invocacin
mgica que lo devolviera a su estado original, un perro vestido como un caballero; Sauce,
la bella slfide que era medio mujer y medio rbol, una criatura del mundo de las hadas
provista de magia; Juanete y Chiriva, los kobolds que parecan monos orejudos y vestan
calzones, mensajero y cocinero respectivamente. Al principio, le haban parecido muy
extraos. Un ao despus, los consideraba amables y fieles, y se senta protegido en su
presencia.
Sacudi la cabeza. Viva en un mundo de dragones y brujas, de gnomos, trolls y
otras criaturas peculiares, de castillos vivientes y magia de hadas. Viva en un mundo de
fantasa del cual era rey. Lo que haba soado ser, por lo que haba dejado atrs su vida
pasada. En consecuencia, pareca contradictorio que todava pensara tan frecuentemente en
ese mundo y esa vida, en Miles Bennett y en Chicago, en las responsabilidades y
obligaciones que abandon. Los hilos del tapiz del sueo de la noche anterior se
entrelazaban con sus recuerdos y tiraban de l de modo inexorable. No era fcil de olvidar
aquello a que haba dedicado muchos aos y esfuerzos.
Questor Thews se aclar la garganta.
Yo tambin he tenido un sueo esta noche, gran seor dijo, ya de vuelta de su reconocimiento. Ben fij la vista en l. La alta y estrafalaria figura se inclin sobre su silla
de respaldo alto, con sus ojos verdes perdidos en la distancia. Se rasc la barba con dedos
huesudos y habl empleando un susurro cauteloso. He soado con los libros de magia desaparecidos!
Entonces comprendi Ben las precauciones tomadas. Pocos en Landover conocan
la existencia de esos libros. Haban pertenecido al hermanastro de Questor, el anterior mago
de la corte de Landover, un tipo que Ben haba conocido como Meeks en el viejo mundo.
Fue Meeks, asociado con el insatisfecho heredero del trono, quien haba vendido a Ben el
reino por un milln de dlares; seguro de que caera en alguna de las numerosas trampas
dispuestas para destruirlo, seguro de que, cuando al fin fuese eliminado, el reino volvera a
l y podra venderlo de nuevo. Meeks haba intentado ganarse la colaboracin de Questor,
prometindole los conocimientos impresos en los libros de magia escondidos. Pero
Questor, a pesar de eso, se ali con Ben, eludiendo todas las trampas que Meeks haba
tendido, cortando los lazos que lo unan al anterior mago con Landover.
Los ojos de Ben permanecan fijos en los de Questor. S, Meeks se haba ido, pero
los libros de magia seguan en algn lugar del valle Habis odo lo que he dicho, gran seor? Los ojos de Questor chispeaban de excitacin. Los libros desaparecidos, la magia compilada por los magos de Landover desde el amanecer de la creacin del reino! Creo que s dnde estn! Lo vi en mi sueo!
Sus ojos bailaban y su voz baj an ms de tono. Estn escondidos en las catacumbas de la fortaleza ruinosa de Mirwouk, prxima a la cumbre del Melchor. En mi sueo, yo
segua a una antorcha que ninguna mano sustentaba, la segua a travs de la oscuridad, a
travs de tneles y escaleras, hasta una puerta adornada con volutas y runas. La puerta se
abri. Tras ella, el suelo estaba pavimentado con bloques de piedra; uno de ellos marcado
con un signo extrao. Cedi a mi toque, descubriendo los libros! Lo recuerdo todo como s hubiera ocurrido en realidad.
La mirada de Ben mostraba sus dudas. Empez a decir algo y luego se detuvo, sin
saber cmo continuar. Sinti que Sauce se estremeca a su lado, inquieta.
No estaba seguro de la conveniencia de hablar de mi sueo, para ser sincero confes el mago, con palabras precipitadas. Cre que lo mejor sera descubrir primero si era verdadero o falso. Pero cuando os referisteis al vuestro y titube. El mo era como el vuestro, gran seor. Ms una premonicin que un sueo. Fue intenssimo, de
asombrosa claridad. No asustaba como el vuestro; era estimulante! Abernathy, al menos, no se impresion por el relato.
Todo eso pudo ser consecuencia de algo que cenaste, mago sugiri sin demasiada amabilidad.
Questor pareci no orle.
Os dais cuenta de lo que puede significar la posesin de los libros de magia? pregunt con ansiedad y una tensa expresin en su rostro de bho. Tenis idea de la magia que podra dominar?
A m me parece que utilizas ya ms de la necesaria! exclam Abernathy. Permite que te recuerde que fue tu dominio de la magia, o tu carencia de l, lo que me
redujo a mi presente estado hace aos. No quiero ni pensar en los daos que causaras si
tus poderes aumentaran!
Daos? Y qu me dices del bien que podra hacer? Questor se gir haca l, acercndose. Y si lograra encontrar un medio para devolverte a tu estado anterior? Abernathy se qued callado. Una cosa era ser escptico, y otra empecinarse en ello.
Lo que ms deseaba en el mundo era volver a ser humano.
Questor, ests seguro de eso? pregunt Ben. Tan seguro como vos, gran seor contest el mago y, tras una indecisin momentnea, exclam: Qu curioso que en una misma noche se hayan producido dos sueos! Tres dijo Sauce de repente. Todos la miraron. Questor dej sin terminar la frase. Ben, que an estaba tratando
de comprender el significado de la revelacin de Questor, interrumpi su meditacin. Las
expresiones de Abernathy y los kobolds revelaron sorpresa. Haba dicho? Tres repiti. Yo tambin he tenido un sueo. Fue extrao e inquietante y quizs ms vivido que los vuestros.
Ben capt de nuevo la intranquilidad de la slfide, ms aguda, ms intensa. Hasta
aquel momento, apenas le haba prestado atencin, sumido en sus propios problemas. Sauce
no era dada a las exageraciones. Estaba impresionada por algo. Vio una preocupacin en
sus ojos que bordeaba el miedo.
Qu has soado t? le pregunt. Ella no respondi de inmediato. Dio la impresin de que se esforzaba en recordar.
Estaba viajando por unas tierras que me resultaban familiares y al mismo tiempo desconocidas. Me hallaba en Landover y a la vez en otro lugar. Yo buscaba algo. Mi gente
estaba all, como vagas sombras que me susurraban de un modo apremiante. Era necesario
apresurarse, pero no comprenda por qu. Me limit a continuar buscando.
Hizo una pausa.
Entonces la luz del da se convirti en oscuridad, y la luz lunar inund el bosque que se alzaba a mi alrededor como un muro. Me encontr sola. Estaba asustada y no poda
pedir ayuda aunque tena la sensacin de que deba hacerlo. La niebla, recin aparecida, se
agitaba. Las sombras se hicieron tan intensas que amenazaban con ahogarme. Su mano busc la de Ben y la apret. Te necesitaba, Ben. Te necesitaba tanto que no poda soportar la idea de no tenerte all. Una voz pareca susurrar en mi interior que si no
terminaba el viaje en poco tiempo, te perdera. Para siempre.
Algo del tono con que Sauce pronunci esas palabras hizo que Ben Holiday se
helase hasta los huesos.
De repente apareci una criatura ante m, un espectro salido de las nieblas que preceden al amanecer. Los ojos verdes de la slfide centellearon. Era un unicornio, Ben, tan oscuro que pareca absorber la luz lunar como una esponja absorbe el agua. Era un
unicornio, pero algo ms. No era blanco como los unicornios de la antigedad, sino negro
como el carbn. Se interpuso en mi camino, con su cuerno bajado, escarbando la tierra con
las pezuas. Su cuerpo esbelto pareci retorcerse y cambiar de forma, y vi que era ms
diablo que unicornio, ms demonaco que mgico. Estaba ciego como los grandes toros de
los pantanos, y tena su misma fiereza. Se dirigi hacia m, y yo corr. Saba, de algn
modo, que no deba permitir que me tocase, que si llegaba a hacerlo estara perdida. Y fui
rpida, pero el unicornio negro me segua de cerca. Quera alcanzarme. Quera atraparme.
Su respiracin se haba acelerado, y su cuerpo menudo estaba tenso por las
emociones que soportaba. La habitacin se sumi en un silencio total.
Y entonces vi que mi mano sostena una brida de cordn de oro, hecha con autnticos hilos de oro trenzados por las hadas de antao. No supe cmo haba llegado a mi
mano, slo que no deba soltarla. Saba que era la nica cosa en el mundo que poda
controlar al unicornio negro.
La mano presion con ms fuerza.
Corr en busca de Ben. Tena que entregarle la brida. Si tardaba en encontrarlo, el unicornio negro me alcanzara y me Su voz se apag y sus ojos se fijaron en los de Ben. Durante un momento, l olvid
todo lo que acababa de contar, perdido en esos ojos, en el contacto de su mano. Durante un
momento, slo vio a la mujer indescriptiblemente bella que haba encontrado mientras se
baaba en las aguas del Irrylyn haca casi un ao, tentadora e infantil. La visin nunca lo
abandonaba. Siempre que ella estaba presente el recuerdo renaca.
Se produjo un silencio tenso. Abernathy se aclar la garganta.
Parece que ha sido una noche dedicada a los sueos coment en tono de broma. Todos los que estn en esta habitacin, excepto yo, han tenido uno. Y t, Juanete? Has soado con amigos en apuros, libros de magia o unicornios negros?
Chiriva?
Los kobolds sisearon suavemente y negaron con la cabeza a la vez. Pero haba una
mirada cautelosa en sus agudos ojos sugiriendo que no deseaban tratar el asunto de los
sueos con tanta frivolidad como Abernathy.
Hay algo ms dijo Sauce, an con la mirada fija en Ben. Me despert mientras hua del ser, unicornio negro o diablo. Me despert con la seguridad de que el
sueo no haba terminado, de que an tena que suceder algo.
Ben asinti lentamente, con su arrobamiento roto.
A veces soamos lo mismo ms de una vez No, Ben susurr ella con voz segura, mientras su mano aflojaba la presin que ejerca sobre la de l. Este sueo era como el tuyo, ms una premonicin que un sueo. Fue un aviso, mi gran seor. Una criatura del mundo de las hadas est ms cerca de la
verdad de los sueos que los dems seres. Se me estaba mostrando algo que deba conocer,
y todava no se me ha revelado todo.
Hay menciones de un unicornio negro en las historias de Landover inform Questor Thews de repente. Recuerdo haberlas ledo dos o tres veces. Ocurri hace mucho tiempo, y las referencias son vagas y no confirmadas. Se deca que el unicornio era
un engendro del demonio, algo tan maligno que slo mirarlo una vez significaba la
perdicin La comida y la bebida del desayuno se enfriaban sobre las tazas y platos olvidados
en la mesa. El comedor estaba tranquilo y vaco, pero Ben tena una sensacin de presencia
de ojos y odos en todas partes. Era una sensacin inquietante. Dirigi una breve mirada al
rostro sombro de Questor y despus al de Sauce. Si alguien le hubiera hablado de sus
sueos antes de su propia experiencia, posiblemente se hubiera sentido inclinado a negarles
valor. Pero el recuerdo de Miles Bennett en la oscura oficina, preocupado y casi frentico
porque no estaba all cuando lo necesitaba, penda sobre l como una nube. Era tan real
como su vida. Reconoci un apremio similar en la narracin de los sueos de sus amigos, y
su insistencia reforzaba la conviccin de que sueos tan vividos como aqullos no podan
ser atribuidos a una cena indigesta ni a un subconsciente superactivo.
Por qu hemos tenido esos sueos? pregunt en voz alta. Esta es una tierra construida sobre sueos, gran seor contest Questor Thews. Esta es una tierra donde los sueos del mundo de las hadas y del mundo de los mortales se unen y se encauzan. La realidad en uno es fantasa en el otro, excepto aqu,
donde se encuentran. Se levant, espectral en su ropa de colores. Se han dado casos de sueos semejantes. Reyes, magos y hombres de poder tuvieron tales sueos a lo largo de la
historia de Landover.
Sueos que son revelaciones, o incluso avisos? Sueos que ofrecen una gua, gran seor. Ben se mordi el labio inferior.
Piensa dejarse guiar por los suyos, Questor? Pretende ir en busca de los libros de magia desaparecidos, tal como su sueo muestra?
Questor vacil, frunciendo el entrecejo con gesto meditativo.
Y Sauce, debe ir a buscar la brida de oro de su sueo? Y yo, debo volver a Chicago para ver en qu situacin se encuentra Miles Bennett?
Gran seor, por favor, esperad un momento! Abernathy se levant, con una expresin francamente preocupada. Lo inteligente sera pensar en este asunto con ms detenimiento. Sera un grave error salir corriendo en busca de de lo que muy bien podra ser un montn de falsedades producidas por una mala digestin. Mir de frente a Ben. Gran seor, debis recordar que el mago Meeks sigue siendo vuestro peor enemigo.
Mientras os hallis en Landover no podr alcanzaros, pero estoy seguro de que vive
esperando el da en que cometis la estupidez de aventuraros a regresar al mundo en donde
lo dejasteis atrapado. Y si descubre que habis vuelto? Y si el peligro que amenaza a
vuestro amigo es el propio Meeks?
Existe esa posibilidad reconoci Ben.
S, es casi seguro! aadi Abernathy mientras se colocaba las gafas en su sitio. Luego se volvi hacia Questor. Y t deberas ser lo bastante sensato para apreciar los peligros inherentes a cualquier intento de utilizar el poder de los libros de magia perdidos.
Un poder que fue la herramienta de magos como Meeks! Hay rumores de que mucho antes
de que t y yo existisemos los demonios se apoderaron de libros de magia y los
sometieron a un conjuro para que slo pudieran usarse para el mal. Cmo vas a asegurarte
de que tal poder no te consumir con tanta rapidez como el fuego consume un trozo de
pergamino seco? Esa magia es peligrosa, Questor Thews!
Y en cuanto a ti aadi, dirigindose a Sauce, cortando los intentos de protesta de Questor, tu sueo es el que ms me asusta. La leyenda del unicornio negro es una leyenda de maldad. Incluso tu sueo te lo indic. Questor Thews olvid mencionar en su
narracin de las historias de Landover que todos aquellos que afirmaron haber visto a esa
criatura tuvieron una muerte sbita y terrible. Si existe tal unicornio negro, lo ms probable
es que sea un demonio escapado de Abaddon, y es mejor no relacionarse con l.
Concluy cerrando de golpe las mandbulas, rgidas por el esfuerzo de su discurso.
Sus amigos lo observaban.
Slo estamos haciendo conjeturas dijo Ben, intentando serenar al excitado amanuense. Slo estamos considerando posibles alternativas Sinti la mano de Sauce otra vez junto a la suya.
No, Ben. El instinto de Abernathy es certero. Las alternativas ya estn consideradas.
Ben se qued en silencio. Ella tena razn, lo saba. Ninguno de los tres lo
expresaron antes, pero ya haba tomado su decisin. Iban a partir en viajes separados hacia
sus diferentes objetivos. Estaban dispuestos a comprobar la veracidad de sus sueos.
Al menos uno es sincero! resopl Abernathy. Sincero respecto a la marcha aunque no respecto a los peligros que de ella se derivan!
Siempre hay peligros empez a decir Questor. S, s, mago! lo cort Abernathy, y centr su atencin en Ben. Habis olvidado los proyectos que se estn llevando a cabo, gran seor? pregunt. Qu ocurrir con el trabajo que requiere vuestra presencia para su finalizacin? El consejo de
judicatura se rene dentro de una semana para considerar el mtodo que habis propuesto
para el proceso de agravios. Los trabajos de canales de regado y trazados de caminos en el
extremo oriental del Prado estn dispuestos para su inicio, pendientes de vuestra
supervisin del mareaje. La recaudacin de impuestos requiere una contabilidad inmediata.
Y los seores del Prado realizarn su visita oficial dentro de tres das! No podis
marcharos precisamente ahora!
Ben miraba a lo lejos asintiendo con aire abstrado. Pensaba en lo que le deca, pero
tambin en algo ms. En qu momento haba decidido que se ira? No poda recordarlo.
En cierto modo, era como si alguien hubiese decidido por l. Sacudi la cabeza. Eso no era
posible.
Sus ojos se volvieron de nuevo a Abernathy.
No te preocupes. No estar fuera mucho tiempo le prometi. Pero no podis hacer eso! insisti el amanuense. Ben esper un momento. Luego, una inesperada sonrisa ilumin su rostro.
Abernathy, algunas cosas tienen prioridad sobre otras. Los asuntos de Landover pueden esperar los pocos das que me harn falta para llegar al viejo mundo y volver. Se levant y camin para acercarse ms a sus amigos. No puedo dejarlo de lado. No puedo
simular que el sueo no se ha producido y que no estoy preocupado por Miles. En cualquier
caso, tarde o temprano tendra que volver. He dejado durante demasiado tiempo muchos
asuntos no resueltos.
Tales asuntos pueden aguardar con menor perjuicio que los de vuestro reino. Qu ocurrira aqu si no regresarais, gran seor? murmur el amanuense, preocupado. La sonrisa de Ben se ensanch.
Prometo que tendr cuidado. Deseo el bien de Landover y de su gente tanto como t.
Adems, yo puedo encargarme de los asuntos de estado en vuestra ausencia, gran seor aadi Questor. Abernathy gru.
Por qu no siento ningn alivio ante esa perspectiva? Ben cort la respuesta de Questor con un gesto de advertencia.
Por favor, no discutan. Necesitamos el apoyo de todos. Se gir hacia Sauce. Ests tambin decidida?
Sauce se ech hacia atrs su largo cabello y le dirigi una mirada significativa y casi
triste.
Ya sabes la respuesta a esa pregunta. El asinti.
Supongo que s. Dnde empezars la bsqueda? En la regin de los lagos. All hay algunos qu me ayudarn. Podras esperarme hasta que vuelva para que te acompae? Los ojos verdemar permanecieron fijos.
Me esperaras t, Ben? l presion suavemente su mano en respuesta.
No, creo que no. Pero, sin embargo, t ests bajo mi proteccin y no deseo que vayas sola. De hecho, no deseo que t ni Questor vayis solos. Necesitis cierta proteccin.
Juanete ir con uno y Chiriva con el otro. No, las protestas son intiles continu, viendo que las palabras de oposicin comenzaban a articularse en los labios de la slfide y del
mago. Vuestros viajes pueden ser peligrosos. Y el vuestro tambin, gran seor seal Questor. Ben asinti.
S, ya me doy cuenta. Pero nuestras circunstancias son distintas. Yo no puedo llevarme a nadie de este mundo, al menos no puedo hacerlo sin llamar demasiado la
atencin, y es en el otro mundo donde aguarda el peligro que puede amenazarme. Tendr
que ser mi propio protector en esta expedicin.
Adems, el medalln que llevo colgado al cuello ya es suficiente proteccin, pens.
Desliz sus dedos sobre la tnica hasta palpar la dura superficie. Resultaba irnico que
Meeks le hubiera proporcionado al venderle el reino la llave de la magia que ahora era
suya. Slo su portador poda ser reconocido como rey. Slo su portador poda atravesar las
nieblas del mundo de las hadas desde Landover a otros mundos y volver de nuevo. Y slo
su portador poda contar con los servicios del invencible campen conocido como el
Paladn.
Evoc la imagen del caballero errante saliendo por las puertas de Plata Fina al
amanecer. l era el nico conocedor del secreto del Paladn. Ni siquiera Meeks haba
llegado a comprender por completo el alcance del poder del medalln o su conexin con el
Paladn.
Esboz una sonrisa tensa. Meeks se haba considerado demasiado inteligente. Haba
usado el medalln para entrar en el mundo de Ben y despus se haba quedado all,
atrapado. Qu no dara el viejo mago por recuperar el medalln!
La sonrisa se desvaneci. Pero eso nunca ocurrira, desde luego. Nadie, excepto el
portador, poda quitarse el medalln una vez colocado, y l nunca se lo quitara. Meeks ya
no era una amenaza.
Pero en algn lugar de las profundidades de su mente, casi enterrado en el muro de
determinacin que soportaba todo aquello a lo que se haba comprometido, un diminuto
fragmento de duda lanzaba su aviso.
Bueno, parece que nada de lo que yo pueda decir sobre este asunto os har cambiar de parecer declar Abernathy sin dirigirse a nadie en particular, pero logrando atraer la atencin de Ben. El perro le observ por encima de sus gafas, empuj stas hacia
arriba sobre la nariz, y adopt la postura de un profeta rechazado. Que as sea. Cundo partiris, gran seor?
Se produjo un silencio incmodo. Ben se aclar la garganta.
Cuanto antes me vaya, antes volver. Sauce se levant y se situ ante l. Sus brazos le rodearon la cintura, estrechndola.
Estuvieron un momento abrazados bajo las miradas de los otros. Ben pudo sentir algo que
se agitaba en el menudo cuerpo de la slfide, una especie de vibracin que indicaba temores
no expresados.
Creo que ser mejor que todos volvamos a nuestras ocupaciones dijo Questor en voz baja.
Nadie contest. El silencio fue suficiente. El desayuno se haba prolongado hasta la
media maana y haba una necesidad compartida de aprovechar el da que tenan ante s.
Vuelve a m sano y salvo, Ben Holiday le dijo Sauce. Abernathy oy el ruego y apart la mirada.
Vuelva a todos nosotros sano y salvo dijo. Ben no perdi el tiempo en preparativos.
Despus de la cena se retir a su dormitorio y guard en la bolsa que haba llevado
consigo cuando abandon su mundo las pocas pertenencias que crey necesarias. Se puso el
chndal azul marino y las Nike. Se sinti extrao dentro de aquellas ropas y zapatos
despus de haber vestido tanto tiempo al estilo de Landover pero eran cmodos y, a pesar
de todo, le resultaban familiares. Al fin iba a volver, pens mientras se preparaba. Al fin iba
a hacerlo.
Sali de la habitacin, baj una serie de escaleras y atraves varios salones hasta
llegar a un pequeo patio situado ante la entrada principal donde aguardaban los otros. El
sol de la maana brillaba en un cielo azul sin nubes reflejndose en la piedra blanca del
castillo, produciendo destellos deslumbrantes al incidir en los adornos plateados. El calor se
desprenda de la tierra de la isla en la que se asentaba Plata Fina y le proporcionaba al da
una especie de atmsfera indolente.
Estrech con fuerza las manos de los kobolds Juanete y Chiriva, devolvi a
Abernathy su rgida reverencia protocolaria, abraz a Questor y bes a Sauce con una
pasin generalmente reservada para las noches. No haba mucho que decir. Casi todo se
haba hablado ya. Abernathy le previno de nuevo contra Meeks, y esta vez Questor le hizo
caso.
Tened cuidado, gran seor le aconsej el mago, apretando con una mano el hombro de Ben como para retenerlo. Aunque se encuentre en un mundo extrao, mi
hermanastro no est del todo privado de su magia. An es un enemigo peligroso. Cuidado
con l.
Ben prometi que lo tendra. Atraves con ellos las puertas, pas junto a los
centinelas de la guardia diurna y baj a la orilla. Su caballo le esperaba en la opuesta, un
bayo castrado al que haba dado por nombre Jurisdiccin. Era su chiste privado, puesto que
cualquier sitio al que viajase a lomos del caballo siempre estaba bajo su jurisdiccin. Nadie
ms que l comprendi a qu se refera.
Un grupo de soldados montados esperaba all tambin. Abernathy haba insistido en
que, al menos dentro del reino, el rey de Landover viajara con la proteccin adecuada.
Ben. Sauce se acerc a l una vez ms, para estrechar sus manos. Llvate esto.
l baj la vista disimuladamente. Le haba dado una piedra lisa y de color lechoso,
con runas grabadas.
Sauce le cerr la mano sobre la piedra.
Mantena oculta. Es un talismn que suele llevar mi gente. Si amenaza algn peligro, la piedra se calienta y se vuelve escarlata. De esa forma te avisar. Levant una mano para acariciarle la mejilla. Recuerda que te quiero. Siempre te querr. l le sonri para tranquilizarla, pero aquellas palabras le incomodaron como
siempre. Prefera que no le amase; al menos, que su amor no fuera tan intenso ni tan
incondicional. Le asustaban las implicaciones. Annie tambin le haba querido as. Su
esposa Annie, una parte de su antigua vida, de su antiguo mundo, muerta en un accidente
de coche que a veces pareca haber sucedido haca ms de mil aos y otras el da anterior.
No deseaba arriesgarse a un amor semejante y perderlo por segunda vez. No poda. La
perspectiva lo aterrorizaba.
Una repentina punzada de dolor le atraves. Era extrao, pero hasta que encontr a
Sauce nunca haba soado con la posibilidad de experimentar de nuevo aquellos
sentimientos compartidos con Annie Bes a Sauce y guard la piedra en su bolsillo. El toque de su mano permaneci en
su mejilla cuando le dio la espalda.
Questor lo condujo en el deslizador del lago a la otra orilla y esper hasta que
estuvo montado.
Cuidaos, gran seor le rog el mago. Ben se despidi con la mano, dirigi una ltima mirada a las torres de Plata Fina,
oblig a Jurisdiccin a dar media vuelta y se alej galopando seguido por la patrulla de
soldados.
La maana cedi paso al medioda y ste a la tarde mientras Ben cabalgaba en
direccin oeste hacia el borde del valle y las nieblas que marcaban los lmites del mundo de
las hadas. Los colores de final del ao cubran los campos que atravesaba de tonos
brillantes. Los prados estaban alfombrados por hierbas de verdes suaves, azules y rosas, y
trboles blancos moteados de rojo. Los lindoazules, los rboles que eran elemento
fundamental en el valle por la bebida y comida que proporcionaban, crecan en grupos por
todas partes, contrastando su color azul intenso con las distintas tonalidades de verde del
bosque. En el horizonte norte estaban suspendidas dos de las ocho lunas de Landover,
visibles incluso a la luz del da, una anaranjada y la otra malva plido. La cosecha se estaba
recogiendo en los campos de las pequeas granjas esparcidas por todo el paisaje. An
faltaba un mes para la semana de descanso del invierno.
Ben absorbi el olor, el sabor y la vista, y sabore el valle como si fuese un vino
exquisito. Ya haba desaparecido la neblina y el gris invernal que caracterizaban al pas a su
llegada, cuando la magia estaba agonizando. Ahora se haba recuperado la magia y con ella
la tierra. El valle y su gente estaban en paz.
l no lo estaba. Mantena una marcha estable en su viaje, pero sin apresuramiento.
La urgencia que haba sentido al principio haba sido sustituida por una extraa ansiedad
ante la conciencia de lo que dejaba. Era la primera vez que sala de Landover desde su
llegada y, aunque la idea de marcharse no le haba incomodado antes, ahora comenzaba a
hacerlo. Una preocupacin insistente rondaba por los lmites de su determinacin. Cuando
dejase Landover sera incapaz de regresar.
Era ridcula, desde luego, y trat de superarla, intentando convencerse de que estaba
experimentando los mismos temores que cualquiera al comienzo de un viaje que lo alejara
de su hogar. Trat de persuadirse de que era vctima de las repetidas advertencias de sus
amigos y tarare una cancin para levantar el nimo.
No obstante, nada de eso le ayud y, por ltimo, dej que la preocupacin actuara.
Ciertas cosas tenan que ser toleradas hasta que perdan su fuerza.
Era media tarde cuando lleg a las laderas inferiores del borde occidental del valle.
All dej a los soldados y los caballos y les dio instrucciones para que estableciesen un
campamento y esperaran su vuelta. Poda tardar una semana como mximo, les dijo. Si para
entonces no haba regresado, se dirigiran a Plata Fina y avisaran a Questor. El capitn de
la patrulla le dirigi una mirada divertida, pero acept las rdenes sin discutir. Estaba
acostumbrado a que su rey saliese en extraas misiones sin proteccin, aunque por lo
general iba acompaado de alguno de los kobolds o del mago.
Ben aguard a que el capitn hiciera su saludo, luego se colg la bolsa al hombro y
comenz a ascender la pendiente del valle.
Casi se haba puesto el sol cuando lleg a la cima y atraves la lnea neblinosa de
bosque que marcaba el lmite del mundo de las hadas. La calidez del da se transformaba
rpidamente en el fresco del anochecer, y su sombra alargada le segua como una silueta
grotesca. En el aire haba una quietud intensa y penetrante, y tuvo la sensacin de algo que
se ocultaba.
Busc con la mano el medalln colgado de su cuello, y lo apret con firmeza.
Questor le haba anticipado lo que encontrara. El mundo de las hadas estaba en todas
partes y en ninguna al mismo tiempo, y todos sus numerosos accesos a otros mundos se
encontraban en su interior. El camino de regreso sera el mismo que hubiese escogido para
la ida y poda encontrarlo en cualquier punto que eligiese para entrar. Lo nico que
necesitaba era fijar el destino en su mente y el medalln lo conducira por el pasadizo
adecuado.
sa era la teora, al menos. Questor no haba tenido nunca la oportunidad de
comprobarla.
La niebla se agit y se arremolin entre los grandes rboles del bosque, retorciendo
sus jirones como si fueran serpientes. Pareca estar viva. Ben procur convencerse de que
no haba motivo para asustarse. Se detuvo ante la niebla, la contempl con recelo, tom una
gran bocanada de aire para tranquilizarse y se introdujo en ella.
Al instante, se cerr a su alrededor y el camino de regreso se torn tan impreciso
como el que tena que recorrer. Sigui avanzando. Un momento despus se encontr ante
un tnel, el mismo agujero negro y enorme que haba atravesado a la inversa el ao anterior
desde su mundo. Se adentraba en la niebla y los rboles y desapareca en la nada. Haba
sonidos en el tnel, distantes e inciertos, y sombras danzando sobre sus paredes.
Ben enlenteci el paso, recordando lo que haba ocurrido la primera vez que viaj
por l. En aquella ocasin, el demonio conocido como la Marca y su negro y alado portador
surgieron de la nada y l slo comprendi que eran reales cuando estaban a punto de
matarlo. Despus, casi tropez con el dragn que dorma En los lmites de la oscuridad, entre los rboles y la niebla se movan leves formas.
Las hadas.
Ben desech los recuerdos y se oblig a caminar con ms rapidez. Las hadas le
ayudaron una vez y hubiera debido sentirse cmodo entre ellas. Pero no era as. Se senta
extrao y solo.
Los rostros se materializaban y se desvanecan en las nieblas, facciones angulares,
ojos penetrantes y cabellos musgosos. Las voces susurraban, pero no se captaban las
palabras. Ben estaba sudando. Le repela estar dentro del tnel y ansiaba salir de all. Al
frente, la oscuridad avanzaba.
Los dedos de Ben se mantenan aferrados al medalln y, de repente, pens en el
Paladn.
En aquel instante, la oscuridad se aclar hasta convertirse en una penumbra
griscea, y la longitud del tnel qued reducida a menos de cincuenta metros. Sombras
indefinidas ondeaban en la media luz, formando un entrelazado de telas de araa y varas
curvadas. Las voces y el movimiento de las paredes del tnel cedieron su puesto a un agudo
siseo. Se levant un viento repentino que aull.
Ben aguz la vista a travs de la penumbra. El viento se lanzaba contra l desde los
bordes del final del tnel, llevando el sonido siseante hasta su cara en una embestida
hmeda y punzante.
Y haba algo ms Sali de la proteccin del tnel una lluvia cegadora y se encontr cara a cara con
Meeks.
Y RECUERDOS
Ben Holiday se qued paralizado. Los rayos atravesaban el cielo plomizo cargado
de nubes bajas que vertan la lluvia en torrentes. Los truenos retumbaban y reverberaban en
el vaco, sacudiendo la tierra con la fuerza de su paso. Enormes robles se elevaban
alrededor como muros de una gigantesca fortaleza, con sus troncos y ramas sin hojas
oscuros y brillantes. Pinos y abetos de menor altura se apretaban en grupos entre los huecos
dejados por sus hermanos ms corpulentos, y las laderas escarpadas de las montaas de
Blue Ridge se destacaban en el horizonte casi invisible.
La figura espectral de Meeks pareca adecuada para aquel entorno. Estaba de pie,
inmvil, alto, encorvado y viejo, con su cabello canoso y su rostro arrugado tan duro como
el hierro. No se pareca casi nada al que recordaba Ben. Aquel hombre era humano; ste
tena el aspecto de un animal enfurecido. Ya no llevaba pantalones de franela, ni chaqueta
de pana, ni mocasines; los atavos de la civilizacin que caracterizaban al tpico ejecutivo
de ventas de unos importantes almacenes. Esa ropa de trabajo tan tranquilizadoramente
familiar haba sido sustituida por una tnica de color azul metalizado que se hinchaba como
la vela de una embarcacin y pareca absorber la luz. Un cuello alto sobresala de sus
hombros para enmarcar un rostro fantasmal contorsionado por una furia que bordeaba la
locura. La manga vaca de su brazo derecho an colgaba laxa. El guante de piel que cubra
su mano izquierda an pareca una garra. Pero, por alguna extraa razn, todo eso resultaba
ms patente, como si fuesen cicatrices descubiertas para que se las viera.
La garganta de Ben se obstruy. En aquel anciano haba una tensin inconfundible,
la tensin de alguien preparado para atacar.
Dios mo, me estaba esperando, pens Ben, consternado. Saba que iba a venir!
Entonces Meeks comenz a acercarse. Ben retrocedi un paso, apretando el
medalln con la mano derecha. Meeks estaba casi junto a l. El viento cambi de direccin
y los ruidos de la tormenta resonaron en las montaas con renovado bro. La lluvia arreci
contra su cara, obligndole a cerrar los ojos un momento.
Cuando los volvi a abrir, Meeks haba desaparecido.
Se qued atnito. Haba desaparecido como si fuese un fantasma. La lluvia y la
oscuridad envolvieron todo el entorno boscoso con un sudario de humedad gris. Mir a su
alrededor apresuradamente, con un gesto de incredulidad en el rostro. No haba ninguna
seal de Meeks.
Slo emple un momento en ordenar sus pensamientos dispersos. Capt las vagas
lneas de un camino y se dirigi hacia l. Avanz entre los rboles sin detenerse, bajando
por sus curvas serpenteantes a lo largo de la ladera de la montaa, alejndose del tnel del
tiempo que lo comunicaba con Landover. Ahora se encontraba en su mundo, de eso estaba
seguro. Se hallaba de nuevo en las montaas de Blue Ridge, en el Parque Nacional de
George Washington, en Virginia. Segua a la inversa el camino que haba recorrido para ir a
Landover un ao antes. Si continuaba en l, saldra de las montaas y llegara a la autopista
Skyline, en un desvo de cambio de sentido marcado con el nmero 13 sobre una seal
verde, a un lugar cubierto y, lo ms importante, a un telfono de informacin.
En poco tiempo estara empapado por completo, pero sigui avanzando sin
detenerse, con la bolsa de viaje apretada bajo el brazo. Su mente funcionaba con rapidez. El
que haba visto no era Meeks, ni siquiera se pareca mucho al viejo Meeks, apenas tena una
ligera semejanza. Adems, Meeks no hubiera desaparecido de esa forma.
Una duda punzaba su mente. Deba aceptar que lo haba imaginado todo? Que
slo fue una especie de espejismo?
Entonces record la piedra que le haba entregado Sauce. Busc sin precipitarse en
el bolsillo de su cazadora hasta encontrarla y la sac a la luz. An mantena su color
blanquecino y no desprenda calor. Eso significaba que no estaba amenazado por ninguna
magia. Pero qu haba provocado la visin fantasma de Meeks?
Sigui adelante, deslizndose por la tierra mojada, entre las ramas de pinos que
abofeteaban su cara y sus manos al pasar. De repente se dio cuenta de que haca fro, una
heladez que lo traspasaba. Haba olvidado que el final del otoo poda ser desagradable,
incluso al oeste de Virginia. En Illinois deba de hacer mucho fro, en Chicago incluso estar
nevando Sinti que algo oprima su garganta. Entre la niebla y la lluvia se movan sombras,
atravesndolas fugazmente y desapareciendo. Cada vez que suceda, tena la impresin de
ver a Meeks. Cada vez que suceda, notaba la presin de la mano enguantada en su
garganta.
Sigue avanzando, se dijo. Sigue hasta llegar al telfono.
El trayecto le pareci largusimo, pero alcanz su meta media hora despus. Sali
de entre los rboles y cruz la carretera hasta la zona cubierta donde se encontraba el
telfono. Estaba empapado hasta los huesos y helado, pero no era consciente de ello. Toda
su atencin estaba concentrada en la cabina de metal plateado y plexigls.
Por favor, que funcione, implor.
Funcion. La lluvia golpeaba el tejado con un repiqueteo constante, y la niebla y la
penumbra se cean alrededor. Le pareci or pisadas. Busc en la bolsa unas monedas y la
tarjeta de crdito que an llevaba en su cartera, pidi a informacin el nmero de una
compaa de taxis de Waynesboro, y llam para solicitar que fuera a buscarlo un coche.
Slo tard escasos minutos en todo eso.
Se sent a esperar en el banco de madera adosado a la pared del refugio. Se
sorprendi al descubrir que le temblaban las manos.
Cuando lleg el taxi y se acomod en su interior, recobr la suficiente serenidad
para razonar sobre lo ocurrido.
Ya no crea haber imaginado la aparicin de Meeks. Lo que vio era real. Pero no
haba visto al propio Meeks, sino una imagen de Meeks. La imagen haba sido impulsada
por su cruce en sentido contrario del tnel del tiempo. l haba estado predispuesto a ver la
imagen, y sta haba sido colocada al final del tnel para que la viera.
La cuestin era el porqu.
Se recost en el asiento posterior del taxi mientras ste circulaba por la carretera
hacia Waynesboro y consider las posibilidades. Haba que partir de que Meeks era el
responsable. Ninguna otra explicacin tena sentido. Pero qu intentaba conseguir?
Trataba de intimidarlo para que retrocediera a su punto de partida? Eso no tena sentido.
Bueno, que captara su presencia s lo tena. Meeks era lo bastante arrogante para desear que
Ben supiese que estaba enterado de su vuelta. Pero tena que haber algo ms. La imagen
tena que haber sido colocada all por algn otro motivo.
Encontr la respuesta casi de inmediato. La imagen estaba all no slo para
informarle de la presencia de Meeks, sino tambin para informar a Meeks de su regreso.
La imagen era un artilugio que le indicaba al mago el momento de su vuelta de Landover!
Eso tena lgica. Era razonable esperar que Meeks empleara algn artefacto,
mgico o no, para tener conocimiento de que los fracasados reyes de Landover regresaban
con el medalln. Sabindolo, podra encontrarlos O, en este caso, encontrarlo Era ms de media tarde cuando el taxista lo dej ante la escalera principal de un
hotel Holiday Inn del centro de Waynesboro. La lluvia segua cayendo, la luz diurna se
haba extinguido por completo. Ben le dijo al taxista que estaba de vacaciones y haba
iniciado una excursin por el paseo del norte desde Sataunton hasta que el mal tiempo le
oblig a abandonar su plan y pedir ayuda. El hombre lo mir como si estuviese chiflado. El
tiempo no haba cambiado en toda la semana, le contest. Ben se encogi de hombros, pag
en efectivo y se apresur a dejar el taxi.
En su camino al mostrador de recepcin se detuvo un momento para averiguar la
fecha del da en un peridico que alguien haba dejado en una mesa del vestbulo. Era
viernes, 9 de diciembre. Haba pasado un ao y diez das desde que entr por primera vez
en el tnel del tiempo para ir a Landover desde las montaas de Blue Ridge. El tiempo de
ambos mundos estaba sincronizado.
Solicit una habitacin para la noche, envi sus ropas a limpiar, tom una ducha
para entrar en calor y pidi que le enviasen la cena. Mientras esperaba la comida y la ropa,
llam al aeropuerto para reservar un billete a Chicago. Para el da siguiente no haba nada.
Tendra que volar a Washington y all hacer transbordo. Hizo la reserva, carg el importe a
su tarjeta de crdito y colg.
Mientras tomaba la cena, se dio cuenta de que usar la tarjeta de crdito para pagar
su pasaje de avin no era lo ms inteligente que poda haber hecho. Estaba sentado al borde
de la cama, ante el televisor, con la bandeja en equilibrio sobre las piernas, envuelto en una
toalla del Holiday Inn, y a una temperatura de unos dieciocho grados. An no le haban
devuelto su ropa. Tom Brokaw estaba dando las noticias y, de repente, Ben comprendi que
en un mundo de sofisticadas comunicaciones la pista de una tarjeta de crdito
computadorizada era algo relativamente fcil de seguir. Si Meeks haba logrado colocar esa
imagen en la salida del tnel del tiempo para enterarse del regreso de Ben, era casi seguro
que no se limitaba slo a eso. Sabra que Ben tena intencin de ir a Chicago. Sabra que lo
ms probable sera que decidiera utilizar el avin. El seguimiento de la tarjeta de crdito le
informara de las lneas areas, la fecha del viaje y el destino.
Caba la posibilidad de que lo estuviera esperando cuando bajase del avin.
Esa posibilidad le estrope el resto de la cena. Apart la bandeja, apag el televisor
y se concentr en el asunto a que se enfrentaba. Abernathy estaba en lo cierto. Aquello iba
a resultar ms peligroso de lo que haba imaginado. Pero, en realidad, no tena otra opcin.
Deba volver a Chicago y ver a Miles para descubrir si haba algo de verdad en su sueo.
Meeks le estara esperando en algn punto del trayecto. Lo importante era evitarlo.
Se permiti una leve sonrisa. No haba problema.
A las nueve le llevaron sus ropas y a las diez estaba durmiendo. Se despert
temprano, tom el desayuno, se colg la bolsa de viaje al hombro y tom un taxi al
aeropuerto. Vol a Washington en la reserva realizada la noche anterior, cancel el resto
del billete, se dirigi a otra lnea area, reserv un asiento para Chicago en la lista de espera
bajo un nombre falso, pag el billete en efectivo y se embarc antes del medioda.
Veamos si Meeks puede localizarme ahora, pens.
Cerr los ojos, ech hacia atrs el asiento y reflexion sobre la extraa serie de
circunstancias que le haban llevado desde su hogar en Chicago al Pas de Nunca Jams.
Los recuerdos le hicieron sacudir la cabeza de modo reprobatorio. Quizs, como Peter Pan,
no haba crecido nunca. Haba sido abogado, un buen abogado, alguien de quien los
promotores y magnates de los negocios esperaban grandes cosas. Ejerca su profesin con
su amigo y asociado Miles Bennett, una firma compartida en la que ambos se
complementaban como los zapatos viejos con los tejanos gastados. Ben, el abogado
litigante, elocuente y audaz, y Miles, el profesional de bufete, constante y conservador.
Miles deploraba con frecuencia los criterios que segua Ben para seleccionar los casos, pero
ste siempre demostraba tener los pies sobre la tierra a pesar de las alturas desde las que se
empeaba en saltar. Haba ganado muchsimas batallas en los tribunales, batallas en las que
sus oponentes pretendieron enterrarlo bajo una avalancha de retrica y escritos, de trucos
legales, retrasos y maniobras de todo tipo. Miles se haba sorprendido tanto por su triunfo
en el caso de Dodge City Express que, desde entonces, comenz a referirse a l llamndole
Doc Holiday, el pistolero de los tribunales.
Sonri. Aquellos haban sido tiempos buenos y satisfactorios.
Pero los buenos tiempos se esfumaron con la muerte de Annie. La satisfaccin se
dispers como el mercurio. Estaba embarazada de tres meses. Tras aquello, se convirti en
un solitario, evitando cualquier compaa excepto la de Miles. Siempre haba tenido
tendencia al aislamiento, y a veces pensaba que las muertes de su esposa y su futuro hijo no
haban hecho ms que reforzar lo que ya exista. Dej que su mente divagara sobre los das
del pasado, y los acontecimientos acaecidos en ellos se mezclaron incomprensiblemente.
Sinti que se alejaba de s mismo.
Era difcil saber qu hubiese sucedido en caso de no haber mediado el extrao
anuncio del catlogo de obsequios navideos de los almacenes Rosens poniendo a la venta el reino de Landover. Al principio, le haba parecido ridculo. Un reino de fantasa con
magos y brujas, dragones y doncellas, caballeros y bellacos, ofrecido a cambio de un milln
de dlares. Quin poda estar lo bastante loco para creerlo? Pero la profunda insatisfaccin
que colmaba su vida lo haba inducido a creer que algo de esa fantasa imposible fuera real.
Cualquier riesgo vala la pena si le ayudaba a reencontrarse. Haba arrinconado las dudas,
hecho las maletas y tomado un avin a Nueva York para visitar los almacenes y ver de qu
se trataba.
El anuncio exiga una entrevista personal para tratar de los detalles de la compra. El
entrevistador haba sido Meeks.
La imagen de Meeks destell durante un momento en su mente. Era un hombre alto
y anciano que hablaba con voz susurrante y miraba con ojos apagados, un veterano de
guerras que Ben slo poda imaginar. En aquella entrevista fue la nica vez que estuvieron
cara a cara. Meeks lo consider un candidato aceptable para rey de Landover; no para
desempear el cometido con xito, como Ben haba supuesto, sino para fracasar en el
empeo. Meeks lo convenci de que hiciese la compra. Meeks lo hipnotiz como una
serpiente a su presa.
Meeks lo haba subestimado.
Abri los ojos y susurr:
Eso es, Ben Holiday, te subestim. Ahora, asegrate de que t no lo subestimas. El avin aterriz en el OHara de Chicago poco despus de las tres, y Ben tom un taxi para ir a la ciudad. El conductor se pas hablando todo el trayecto, principalmente de
deportes. Los Cubs haban perdido la temporada, los Bulls confiaban en Jordn para el
partido decisivo, los Blackhawks tenan varios lesionados, los Bears Los Bears de Chicago? Ben escuchaba, interviniendo a veces, mientras una vocecita en el fondo de su
mente le deca que haba un elemento extrao en la conversacin. Estaba cerca del centro
de la ciudad cuando lo descubri: era el idioma. Lo comprenda, a pesar de que no lo haba
odo ni hablado desde haca ms de un ao. En Landover, escuchaba, hablaba, escriba y
pensaba en landoveriano. La magia le permita hacerlo. Pero ahora estaba de nuevo en su
antiguo mundo, en el Chicago de siempre, oyendo hablar a un taxista en su propio idioma,
o en uno bastante parecido, como si fuese la cosa ms natural del mundo.
Bueno, quizs era eso lo que le extraaba, pens, sonriendo.
Pidi al taxista que lo llevase al Drake, porque no deseaba ir a su apartamento ni
contactar con amigos o conocidos en aquel momento. Deba ser precavido. Tena que
pensar en Meeks. Se registr con un nombre falso, pag en efectivo una noche por
adelantado, y dej que el botones lo condujese a su habitacin. Estaba cada vez ms
satisfecho de haber tenido la precaucin de llevarse varios miles de dlares cuando parti
hacia Landover el ao anterior. Se debi a una decisin de ltima hora, pero haba resultado
muy sensata. El dinero en efectivo estaba evitando que usara la tarjeta de crdito.
Sali de la habitacin con el dinero y la cartera en un bolsillo del chndal, tom el
ascensor para bajar, abandon el hotel y camin varias manzanas hasta llegar al Water
Tower Place. Se compr una chaqueta, pantalones, camisas, corbatas, calcetines, ropa
interior y un par de mocasines, pag en efectivo y volvi al hotel. No era conveniente
llamar la atencin, y vestido con un chndal y unas Nike en la zona de oficinas de Chicago
la llamara. A veces las apariencias lo eran todo; en especial, a primera vista. se era
motivo principal de que no hubiera dejado que lo acompaasen sus amigos. Un perro
hablador, un par de monos sonrientes, una chica que se converta en rbol y un mago a
quien la magia se le escapaba de las manos no habran pasado desapercibidos en la avenida
Michigan.
Se arrepinti al instante de la forma en que haba descrito a sus amigos. Se estaba
comportando con una ligereza innecesaria. Por peculiares que pareciesen, eran verdaderos
amigos. Lo haban apoyado siempre que lo necesit, aunque fuera peligroso y arriesgaran
sus vidas. Eso era ms de lo que poda esperarse de la mayora de los amigos.
Inclin la cabeza contra una sbita rfaga de viento, frunciendo el entrecejo.
Adems, no comparta l sus peculiaridades?
No era el Paladn?
Releg con rapidez ese pensamiento a los rincones ms oscuros de su mente y se
apresur a aprovechar el cambio de luz del semforo.
Compr varios peridicos y revistas en el vestbulo del hotel y se retir a su
habitacin. Pidi que le sirvieran la cena all y dedic el tiempo que faltaba revisando el
material de lectura para ponerse al da de lo que haba ocurrido en el mundo durante su
ausencia. Dedic una hora a las noticias locales y mundiales, hasta que lleg la cena. Sigui
leyendo mientras coma. Despus, ya cerca de las siete, decidi llamar a Ed Samuelson.
Haba dos razones para la vuelta de Ben a Chicago. La primera era visitar a Miles y
descubrir si el sueo sobre su amigo haba sido veraz. La segunda era poner sus asuntos en
orden de modo permanente. Haba decidido ya dejar la visita a su amigo para la maana
siguiente, pero no haba ninguna razn para posponer lo segundo. Eso significaba llamar a
Ed.
Ed Samuelson era su administrador, y socio fundador de la firma de asesores
financieros Haines, Samuelson & Roper. Ben le haba confiado su patrimonio, que era
bastante considerable antes de marcharse a Landover. Ed perteneca a la clase de personas
adecuadas para tales cometidos: discreto, fiable y concienzudo. En algunas ocasiones haba
pensado que Ben adoptaba decisiones financieras completamente absurdas, pero respetaba
el hecho de que, siendo su dinero, poda manejarlo a su capricho. Segn l, la culminacin
de la locura fue comprar el trono de Landover. Ed liquid los bienes suficientes para
conseguir el milln de dlares necesario y recibi poderes ilimitados para controlar los
activos de Ben mientras ste estaba ausente. Haba aceptado eso sin tener la menor idea de
cules eran sus propsitos.
Ben no se los haba comunicado entonces ni tena intencin de hacerlo ahora. Pero
estaba seguro de que Ed lo aceptara.
Telefonearle era un poco arriesgado. Supona a Meeks enterado de que Samuelson
era su administrador. Previendo que contactaran, el mago poda haber pinchado el
telfono del asesor financiero. Quizs era una suposicin paranoica, pero Meeks no era
alguien a quien se pudiera menospreciar. Su nica esperanza se basaba en la posibilidad de
que se hubiera limitado al telfono de la oficina, dejando libre el de su casa.
Llam a Ed en el preciso momento en que ste acababa de cenar, y pas los
primeros diez minutos convencindolo de que era Ben Holiday. Cuando lo consigui, le
advirti que nadie, absolutamente nadie, deba saber que lo haba llamado. Tena que
comportarse como si nunca lo hubiese hecho. Ed le pregunt si estaba metido en
problemas, como siempre haca cuando Ben le haca una de sus extraas peticiones. Le
asegur que no, pero que era conveniente que nadie supiese de momento que estaba en la
ciudad. Le asegur que proyectaba visitar a Miles, aunque no contaba con tiempo para ver a
muchos ms.
Ed pareci satisfecho y escuch con atencin mientras le explicaba lo que quera
que hiciese. Ben le prometi que pasara por su despacho al medioda siguiente para firmar
los documentos necesarios si Ed poda arreglrselas para estar all. Samuelson suspir
estoicamente y dijo que de acuerdo. Ben le dio las buenas noches y colg el telfono.
Una ducha de veinte minutos le ayud a aliviar la tensin y el cansancio crecientes.
Sali del bao y se tendi en la cama con unas cuantas revistas y peridicos apilados cerca
de l. Comenz a leer, los abandon al poco rato, cerr los ojos y dej vagar pensamientos.
Momentos despus, estaba dormido.
Esa noche so con el Paladn.
Al principio se hallaba solo, en un promontorio cubierto de pinos, mirando hacia el
valle neblinoso de Landover. Los azules y verdes se mezclaban donde el cielo y la tierra se
unan, y parecan estar al alcance de la mano. Respir, y sinti el aire limpio y fro. La
luminosidad del momento era asombrosa.
Entonces las sombras empezaron a oscurecerse. Descendieron y lo rodearon,
sumindolo en la noche. A travs de los pinos le llegaban gritos y susurros. Poda sentir el
relieve del medalln presionando la palma de su mano mientras lo apretaba en precaucin.
Senta que iba a necesitarlo de nuevo, y estaba contento. El ser que encerraba en su interior
quedara libre otra vez!
A un lado se produjo un movimiento repentino y surgi una figura negra y
monstruosa. Era un unicornio de ojos y aliento de fuego. Pero al instante cambi. Se
convirti en un demonio. Luego cambi otra vez.
Era Meeks.
El mago lo llam por seas. Su figura, alta y encorvada, mostraba una actitud
amenazante, y tena la cara cubierta de escamas como un lagarto. Se aproxim a Ben,
aumentando de tamao a cada paso, transformndose ahora en algo irreconocible. Ben
percibi el olor del miedo, de la muerte.
Pero l era el Paladn, el caballero errante cuya alma vagabunda haba encontrado
un hogar dentro de su cuerpo, el campen del rey que nunca haba perdido una batalla y a
quien nada poda vencer. Se fundi con su otro yo con un aterrador arrebato de jbilo.
Estaba dentro de la armadura y el olor a miedo y muerte fue sustituido por los olores
speros del hierro, el cuero y el aceite. Ya no era Ben Holiday, sino una criatura de otra
poca y otro lugar cuyos nicos recuerdos eran de batallas, combates y victorias, de lucha y
muerte. Las guerras rugan dentro de su cerebro, y haba atisbos de bestias colosales
acorazadas en hierro, embistiendo a un lado y a otro en una bruma rojiza. El metal
entrechocaba y las voces resoplaban y gruan con furia. Los cuerpos caan muertos,
destrozados y rotos.
Se senta contento!
Oh Dios, se senta renacido!
La oscuridad embisti contra l, las sombras lo tocaban y lo agarraban, y se enfrent
a ellas con rabia. El caballo blanco que montaba avanz como una mquina de vapor
impulsada por fuegos que l no poda controlar. Los pinos pasaban a sus lados en bandas
borrosas y continuas, y la tierra desapareci. Meeks se convirti en un espectro que no
poda tocar. Corri hacia delante, saltando del promontorio al vaco.
La sensacin de euforia se desvaneci. En algn lugar en la noche se oy un grito
aterrador. Mientras caa se dio cuenta de que el grito haba salido de su garganta.
Los sueos cesaron, pero durmi mal el resto de la noche. Se levant poco despus
de que amaneciera, se duch, pidi que le sirvieran el desayuno en la habitacin, comi, se
visti con las ropas que haba comprado el da anterior y tom un taxi ante el hotel poco
despus de las nueve. Llevaba la bolsa de viaje. Pensaba que no volvera.
El taxi lo condujo al sur de la avenida Michigan. Era sbado, pero las calles
comenzaban a estar llenas de ansiosos compradores navideos que trataban de adelantarse a
las aglomeraciones del fin de semana. Ben, en la relativa soledad del asiento trasero del
taxi, los ignoraba. El jbilo de la proximidad de las vacaciones era algo ajeno a su mente.
Fragmentos del sueo de la noche anterior se introducan en sus pensamientos.
Haba sentido miedo por el sueo y por las verdades que contena.
El Paladn era una realidad que no poda captar por completo. Slo una vez se haba
convertido en el caballero de la armadura, y ms por casualidad que por su voluntad. Le fue
necesario convertirse en el Paladn para sobrevivir, y lo hizo impulsado por esa necesidad.
Pero la transformacin haba sido aterradora; como desprenderse de la propia piel para
entrar en la de otro, humano o no. Los pensamientos del ser que lo acogi eran duros y
brutales; los pensamientos de un guerrero, de un gladiador. En ellos haba sangre y muerte,
toda una historia de supervivencia que Ben slo poda comprender a medias. Lo
aterrorizaron. No poda controlar al otro, no del todo. Slo poda convertirse en l y
aceptarlo.
No estaba seguro de su capacidad para soportar de nuevo semejante experiencia. No
la haba intentado ni la deseaba.
Y, sin embargo, una parte de l disenta, como le mostr el sueo. Y una parte de l
susurraba que algn da debera hacerlo.
Pas por delante de las oficinas de Holiday & Bennett. Estaban cerradas los
sbados, pero saba que Miles Bennett estara all a pesar de eso, trabajando hasta el
medioda en las redacciones de documentos que se le haban retrasado durante la semana,
aprovechando la ausencia de las molestas interrupciones que parecan acosarles en las horas
normales de oficina.
Le dijo al taxista que lo dejase al final de la manzana de la acera de enfrente. Luego
se apresur a entrar en otro edificio. Los transentes pasaban a su lado, sin preocuparse de
lo que haca, concentrados en sus propios asuntos. El trfico transcurra con rapidez. En la
calle haba coches aparcados, pero no pareca que hubiera nadie en su interior vigilando.
Nunca est de ms ser precavido se dijo en voz baja. Sali del edificio, cruz la calle por el semforo, se encamin hasta el otro edificio
y atraves las pesadas puertas de vidrio que conducan al vestbulo. No vio nada anormal,
nada extrao.
Se apresur hacia un ascensor abierto, entr, puls el botn de la decimoquinta
planta y observ el deslizamiento de las puertas al cerrarse. Comenz a subir. Slo faltan
unos momentos, pens. Y si Miles no estaba all por alguna razn, contactara con su casa.
Esperaba no tener que hacerlo. Tena la sensacin de que le faltaba tiempo. Quizs
era el sueo, quizs slo las circunstancias de su visita, pero ese presentimiento no lo
abandonaba.
El ascensor se detuvo. Las puertas se abrieron y sali al vestbulo de la planta
quince.
La respiracin se detuvo en su garganta. Se encontr de nuevo frente a Meeks.
Questor Thews apart la cortina de telas de araas que colgaba de la estrecha
entrada de piedra en las ruinas de la torre del castillo y la atraves. El polvo que se
introdujo en su nariz le hizo estornudar, y protest en tono bajo contra la humedad y las
tinieblas. Se dijo que debera haber llevado una antorcha Una chispa de fuego fulgur a su lado, y las llamas coronaron un trozo de rama de
rbol. Juanete se la pas a Questor.
Estaba a punto de usar la magia para conseguir una coment el mago en tono irritado, pero el kobold se limit a sonrer.
Se encontraba entre los decadentes muros de Mirwouk, la antigua fortaleza que
Questor haba visto cuando so con los libros de magia desaparecidos. Estaban muy al
norte de Plata Fina, en lo alto del Melchor, el viento golpeaba la piedra y aullaba en los
corredores vacos, la heladez empapaba el aire rancio como si el invierno se hallara
prximo. El mago y el kobold haban tardado casi tres das en llegar all, y haban viajado
con bastante rapidez. El castillo los recibi con las puertas abiertas y las ventanas vacas.
Sus habitaciones y salones estaban abandonados.
Questor avanz, buscando algo que le pareciese reconocible. Estaba atardeciendo y
no deseaba vagar por aquella lgubre tumba cuando anocheciera. Era un mago y poda
percibir cosas que estaban ocultas para los dems, y aquel lugar estaba impregnado de olor
a maldad.
Camin a tientas durante un rato, luego le pareci reconocer el pasadizo que
atravesaba. Sigui sus vueltas y revueltas, atisbando en la penumbra. El polvo y las
telaraas dificultaban su avance, y haba araas tan grandes como ratas y ratas tan grandes
como perros. Corran y reptaban, y deba tenerlas en cuenta antes de dar un paso.
Decididamente, aquello era muy incmodo. Estuvo tentado a usar la magia para
convertirlas en polvo y dejar que el viento se las llevase.
El pasadizo comenz a descender y la forma de sus paredes se alter
apreciablemente. Questor enlenteci an ms su marcha, estudiando la roca. De repente, se
enderez.
Conozco esto! exclam con un susurro excitado. ste es el tnel que vi en el sueo!
Juanete le quit la antorcha de la mano sin ningn comentario y continu el camino,
precedindolo. Questor estaba demasiado nervioso para discutir el asunto y lo sigui. El
pasadizo se ensanch y se aclar, libre de telaraas, polvo, roedores e insectos. Ahora haba
un nuevo olor en la piedra, una especie de olor almizcleo e insalubre. Juanete mantena un
paso rpido y, a veces, Questor slo poda ver ante s el halo de la antorcha.
Todo era exactamente igual que en el sueo!
El tnel prosegua, ahondando en la roca de la montaa, en una espiral de pasillos
cavernosos y curvadas escaleras. Juanete continuaba al frente, con los ojos atentos. Questor
se mantena tan cerca que su aliento rozaba el cuello del kobold.
Entonces el tnel finaliz en una puerta tallada con volutas y runas. Questor tembl
de excitacin. Palp los dibujos y su mano pareci saber exactamente a qu lugar dirigirse.
Toc algo y la puerta se abri con un dbil chirrido.
La habitacin a que dio paso era enorme, con el suelo pavimentado con granito
pulido. Ahora era Questor quien guiaba, siguiendo la visin de su mente, el recuerdo del
sueo. Se dirigi al centro de la cmara, con Juanete a su lado, rodeados por el eco de sus
pisadas.
Se detuvieron ante una de las losas del suelo de granito sobre la que haba grabado
el signo de un unicornio.
Questor Thews lo mir con atencin. Un unicornio? Se llev una mano a la
barbilla, desconcertado. Algo no encajaba. No recordaba ningn unicornio en su sueo.
Haba un signo grabado en la piedra, pero era el del unicornio? Pareca demasiada
coincidencia Durante un momento, consider la posibilidad de abandonar todo el proyecto y
desandar el camino que lo haba llevado all. Una vocecilla en su interior susurraba que
deba hacerlo. All exista un peligro oculto; lo notaba, lo senta, y le aterrorizaba.
Pero la atraccin que ejercan sobre l los libros desaparecidos era enorme. Toc el
suelo y sus dedos, casi por impulso propio, siguieron el contorno del cuerno de la criatura.
La losa tembl y se corri, deslizndose con suavidad por una ranura en la que encajaba a
la perfeccin.
Questor Thews mir el interior del agujero.
All haba algo.
El anochecer cubri la regin de los lagos de sombras y niebla, y la luz de las lunas
de colores y las estrellas plateadas no era ms que un dbil resplandor que se reflejaba en la
tranquila superficie del Irrylyn. Sauce se hallaba sola en la orilla de una pequea cala
rodeada de lamos y cedros. Las aguas del lago laman los dedos de sus pies. Estaba
desnuda, y sus ropas se hallaban cuidadosamente colocadas sobre la hierba, detrs de ella.
La brisa acariciaba su piel verde plido y agitaba su larga melena de color esmeralda,
encrespndola y dividindola en mechones, y erizaba el vello de sus pantorrillas y sus
antebrazos. Ella temblaba. Era una criatura de increble belleza, medio humana, medio
fantstica, como una descendiente de las mticas sirenas que atraan a los hombres a un
funesto destino sobre las rocas de los antiguos mares.
Los pjaros nocturnos lanzaban sus gritos a travs del lago, y sus llamadas
resonaban en la quietud. Sauce les responda con silbidos.
Alz la cabeza y olfate el aire como si fuese un animal. Chiriva la esperaba
pacientemente en el campamento, a unos cincuenta metros detrs. La luz de la hoguera
encendida para cocinar quedaba oculta tras los rboles. Haba ido sola al Irrylyn para
baarse y recordar.
Entr en el agua con precaucin. El lquido tibio provoc en su cuerpo un
estimulante hormigueo. Era all donde haba conocido a Ben Holiday, donde se haban visto
por primera vez mientras se baaban, despojados de formalismos. All haba sabido que l
era quien le estaba destinado.
Su sonrisa se acentu al recordar el maravilloso momento. Le habl del futuro que
deban compartir y, aunque l se mostr incrdulo y an continuaba dudando, su propia
certeza nunca flaque. Los hados de su nacimiento, expresados al modo de las hadas en las
enredaderas y flores del lecho donde fue concebida, no podan mentir.
Oh, ella amaba al extranjero Ben Holiday!
Su rostro infantil brill y se ensombreci luego. Lo echaba de menos. Estaba
preocupada por l. Algo en el sueo que haban compartido la inquietaba de un modo que
no poda explicar. Haba un enigma tras esos sueos que susurraba peligro.
No se lo haba mencionado a Ben porque haba captado en su voz cuando explicaba
el sueo que estaba decidido a irse. Supo entonces que no podra alterar su propsito y
decidi no intentarlo. Comprendi los riesgos y los acept. La urgencia de su preocupacin
se debilit ante la firme voluntad de l.
Quizs se era el motivo que haba impedido que le relatara todo su sueo. Exista
algo en l que lo diferenciaba de los de Ben y Questor Thews. Era algo sutil y difcil de
expresar, pero indudable.
Se agach en el agua, y el pelo esmeralda se extendi sobre ella como un manto. Su
dedo traz dibujos sobre la superficie inmvil, y el recuerdo del sueo volvi. Pens que la
sensacin angustiosa se hallaba en la estructura del sueo, en el modo de proyectarse en su
mente. Las visiones haban sido vividas, los hechos claros. Pero su contenido inclua algo
falso, algo que slo poda ocurrir en un sueo, pero no en la vigilia. Pareca como si el
recuerdo fuese una mscara que ocultase un rostro debajo.
Dej de dibujar en el agua y se levant, preguntndose por la identidad del rostro
que la mscara ocultaba.
Su expresin preocupada y sombra se acentu y, de repente, dese no haber
aceptado la decisin de Ben. Dese haberse opuesto a su marcha o insistido en que la
llevase consigo.
No, saldr bien del paso susurr una y otra vez. Sus ojos se elevaron al cielo y dej que el resplandor lunar la calentase. Al da
siguiente pedira consejo a su madre, cuya vida estaba tan prxima a la de las criaturas
fantsticas de las nieblas. Ella sabra del unicornio negro y de la brida de oro trenzado y le
dara consejo. Pronto volvera a estar con Ben.
Se sumergi de nuevo en el lago oscuro, dej que las aguas se cerrasen a su
alrededor y flot en paz.
SOMBRAS
La segunda aparicin de Meeks no provoc en Ben Holiday el mismo pnico que la
primera. No se qued paralizado, ni experiment la misma confusin. Estaba sorprendido,
pero no asustado. Despus de todo, ahora tena cierta idea de lo que sucedera. No era ms
que otra aparicin del mago desterrado. Alto, envuelto en ropajes de color azul metlico,
con el cabello canoso, el rostro arrugado y el guante de cuero negro alzado como una garra,
no era ms que una aparicin.
O no lo era?
Meeks empez a acercarse y, de repente, Ben ya no estuvo seguro. Los ojos azul
acuoso destellaban avivados por el odio, y las duras facciones contorsionadas le conferan
un aspecto no del todo humano. Meeks se aproximaba cada vez ms, deslizndose sin ruido
por el corredor vaco e iluminado por fluorescentes. Su figura pareca crecer. Ben se
mantuvo en su lugar con dificultad, buscando con una mano el bulto tranquilizador del
medalln bajo su camisa. Pero qu proteccin poda ofrecerle all? Su mente trabajaba sin
descanso. Se acord de la piedra de runas. La piedra le dira si exista verdadera amenaza!
Su mano libre rebusc frenticamente en el bolsillo de sus pantalones, tratando de
encontrarla. La figura se hallaba ya casi a su alcance. A pesar de su resolucin, Ben
retrocedi un paso. No lograba encontrar la piedra!
Meeks estaba justo delante, ttrico y amenazador. Ben no pudo evitar encogerse
cuando el mago se interpuso entre l y la luz Entonces, levant la vista y se encontr solo en el corredor desierto, contemplando
el espacio vaco, escuchando el silencio.
Meeks haba desaparecido, era otra aparicin inmaterial.
Haba encontrado la piedra encajada en un ngulo del bolsillo de su pantaln, y la
sac. Su color era rojo sangre y quemaba.
Demonios! gru, irritado y asustado al mismo tiempo. Se tom un momento para recobrar la sensatez, revisando el corredor para
asegurarse de que no haba nada oculto. Despus, al descubrir que mantena una agazapada
postura de defensa, se irgui y atraves las puertas del ascensor. Nada se mova a su
alrededor. Al menos, en apariencia estaba solo por completo.
Pero por qu esa segunda visin? Sera otro aviso? Sera un aviso de Meeks o
para Meeks?
Qu estaba pasando?
Dud slo un instante antes de girar bruscamente a la izquierda hacia las puertas de
vidrio de las oficinas de Holiday y Bennett. Ante cualquier cosa que estuviese ocurriendo,
lo ms sensato era avanzar. Meeks deba de saber que, tarde o temprano, ira a visitar a
Miles. Eso no significaba que Meeks se hallase all, ni siquiera cerca de all. La aparicin
poda ser otra contrasea para avisarle de la llegada de Ben. Si consegua ser lo bastante
rpido, se marchara antes de que Meeks pudiera actuar.
Las luces del vestbulo de las oficinas estaban apagadas. Tir del picaporte de la
puerta de entrada y la encontr cerrada. Eso era normal. Miles nunca dejaba abierta la
puerta principal ni encendidas las luces cuando trabajaba solo. Ben iba preparado para eso.
Sac la llave de la oficina y la meti en la cerradura. sta gir con facilidad, abriendo la
puerta. Entr, se guard la llave en el bolsillo y dej que se cerrase tras l.
Una radio sonaba suavemente; Willie Nelson, la clase de msica que le gustaba a
Miles. Dirigi la mirada hacia el pasillo interior y vio que sala luz del despacho de su
amigo. Esboz una sonrisa. Estaba all.
Tal vez. Una nueva oleada de dudas y desconfianza lo invadi, haciendo
desaparecer la sonrisa. Era mejor prevenir que curar, se dijo, pronunciando las palabras del
viejo refrn como si fuese las de un encantamiento para alejar a los malos espritus. Sacudi
la cabeza. Dese poder encontrar algn sistema para asegurarse de que Meeks Recorri el pasillo sin hacer ruido hasta llegar a la entrada iluminada. Miles Bennett
estaba sentado ante su mesa de despacho, absorto en sus libros de derecho; a un lado tena
un cuaderno amarillo lleno de notas. Haba ido a trabajar con chaqueta y corbata, pero el
nudo de sta estaba flojo y la chaqueta abandonada sobre un silln. Levant la vista como
si hubiera sentido la presencia de Ben, y sus ojos se desorbitaron.
Por todos los santos! Fue a levantarse, pero luego se dej caer. Doc, de veras eres t?
Ben sonri.
S, de veras soy yo. Cmo te van las cosas muchacho? Cmo me van? Has preguntado cmo me van? dijo Miles en tono de incredulidad. Qu maldita clase de pregunta es sa? Te largas a Sangri-La o adonde sea, permaneces ausente ms de un ao, nadie oye ni una palabra de ti, luego vuelves un da,
surgiendo de la nada, y quieres saber cmo me va. Maldito sinvergenza!
Ben asinti desvalidamente e intent decir algo. Miles le dej balbucear durante un
momento, luego solt una carcajada y se puso en pie, como un enorme osito de felpa un
poco ajado vestido de ejecutivo.
Bueno, ven aqu, Doc. No te quedes en el umbral como el hijo prdigo al volver, aunque eso es lo que eres. Ven aqu, sintate, cuntame! Maldita sea, no puedo creer que
seas realmente t!
Se apresur a rodear el escritorio, extendi su manaza, cogi la de Ben y la estrech
con energa.
Estaba a punto de darte por perdido, sabes? A punto de darte por perdido. Al no saber nada de ti, daba por seguro que te haba ocurrido algo. Ya sabes que en este trabajo la
cabeza no deja de funcionar. Empec a imaginar todo tipo de cosas. Incluso pens en
recurrir a la polica o a alguien semejante, pero no me atreva a contar que mi socio se haba
ido a cazar duendes y dragones.
De nuevo ri, esta vez con tanta fuerza que se le saltaron las lgrimas, y Ben lo
secund.
Probablemente reciben muchas llamadas como sa. Seguro, eso es lo que hace de Chicago la estupenda pequea ciudad que es! Miles se enjug los ojos. Llevaba una camisa azul arrugada y pantalones de vestir. Pareca un gigante. Oye Doc, no te imaginas lo que me alegro de verte. Yo tambin, Miles. Mir a su alrededor. No se ve que haya habido muchos cambios desde que me fui.
No, hemos mantenido un santuario vivo en tu recuerdo. Miles pase la mirada por la habitacin y luego se encogi de hombros. De todas formas, no hubiramos sabido por dnde empezar. Este lugar es una obra monumental de art dco. Sonri, esper durante un momento que Ben dijera algo y, como no lo hizo, se aclar la garganta con
nerviosismo. As que ests aqu, eh? Te importara decirme qu ha ocurrido en fantasilandia, Doc? Si no es demasiado doloroso para ti. Pero si prefieres no hablar de
eso Podemos hablar. No, no hay por qu hacerlo. Olvida la pregunta. Olvda
Top Related