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“ EL CASÓN DE J UMI LLA” : LÍNEAS DE
ESTUDIO PARA UN PROYECTO INTEGRAL
DE INV ESTIG ACIÓN HISTÓRICO-
ARQUEOLÓGICA DE UN MAUSOLEO
TARDORROMANO
José Miguel Noguera Celdrán
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I. INTRODUCCIÓN
Con el top ónim o “Casón”1 se designa un pequeño edifi-
cio sepulcral tardorrom ano que, hace tan sólo unas déca-
das, quedaba a las afueras de Jum illa, en concreto en un
antiguo paraje llam ado Tras el H uertecico em plazado en el
piedem onte de la ladera SE del Cerro del Castillo y a tan
sólo 1’6 m de la vía férrea del ya desap arecido F.E.V .E.Cieza–Villen a (antiguas líneas de ferrocarril V A Y y JC)2,
cuyo trazado ap rovecha la m oderna A vda. del Casón en
cuya m argen m eridional está ubicado actualm ente. El m au-
soleo fue declarado M onum ento histórico–artístico p ertene-
ciente al Tesoro A rtístico N acional (en la actualidad B IC)
por D ecreto de 4 de junio de 19313, aunque no se procedió
a su protección con un vallado de m am postería y enrejado
hasta los años 1956–57 (lám . 1) (uide inf ra capítulo V II.2.).
A l quedar inserto desde fechas recientes en pleno casco
urbano com o consecuencia de la expansión urbanística de
la localidad hacia el S, iniciada en los años 60, tanto el
vigente PG O U com o el nuevo –que aún está en fase de
redacción–contem plan la inserción del m onum ento en una
am plia p laza de planta triangu lar, abierta a las avdas. del
Casón y de N tra. Sra. de la A sunción, en cuyo vértice occi-dental quedará exento (fig. 1). A sim ism o, su en torno de
protección, fijado de m odo provisional por la C onsejería de
Cultura y Educación (B O RM , nº 37, de 17 de febrero d e
1995), fue decretado definitivam ente en 1996 por O rden
resolutoria de la C onsejería de Política Territorial y O bras
Públicas de la Com unidad A utónom a de la Región de M ur-
cia (B O RM , nº 21, de 26 de en ero de 1996) (fig. 2). Sin
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“ EL CASÓN DE J UMI LLA” : LÍNEAS DE
ESTUDIO PARA UN PROYECTO INTEGRAL
DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICO-
ARQUEOLÓGICA DE UN MAUSOLEO
TARDORROMANO
JOSE MIGUEL NOGUERA CELDRÁN
Área de Arqueologí a de la Universidad de Murcia
Palabras clave: Jum illa, ‘Casón’, com plejo arqueo lógico ‘Casón-Ped re-
gal’, arquitectura funeraria tardorrom ana, cella b icora, poblam iento
rural, arqueología de la arquitectura, cartografía arquitectónica, arqueo-
m etría de m ateriales constructivos.
Resumen: En la presente M em oria se expon en las líneas de investiga-
ción y objetivos básicos del Proyecto “El m ausoleo tardo rrom ano de
Jum illa (‘Casón’). Excavación arqueo lógica, análisis y cartografías arqui-
tectónicos, arqueom etría d e m ateriales constructivos y estudio histó-
rico–arqueológico”. Asim ism o se exp onen los objetivos y resultados de
la cam paña de 1995 centrada, de una parte, en la contextualización
geográfica y arqueológica d el m ausoleo, su estudio historiográfico y la
planificación d e las futuras intervenciones de cam po en razón del aná-
lisis previo de las alteraciones en la estratificación, y d e o tro, en las
actuaciones de salvam ento acom etidas tras las lluvias torrenciales que
afectaron el sepulcro en el verano de dicho año .
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em bargo, no se ha diseñado todavía un plan de restaura-
ción y conservación del ed ificio4
, fuertem ente dañado (enespecial en su sector N O ) por los avatares sufridos con el
devenir de los siglos y por las vibraciones que desde inicios
de nuestra centuria (ca . 1921) y durante m ás de 40 años
recibió de los trenes que circulaban junto a él. M ás recien-
tem ente, le han afectado las virulentas avenidas de aguas
que, procedentes de la ladera m eridional del Cerro, acae-
cieron durante todo el año 1995 (y, en especial, en el m es
de julio) com o consecuencia de la prolon gación hacia el S
y hasta el propio ed ificio de la calle Isaac Peral, la cual fue
realizada en 1994 sin una correcta planificación urbanística,
discurriendo su trazado perpendicular a la pendiente delpiedem onte, razón por la cual conectaba con la calle de la
A m argura que recoge parte de las aguas de lluvia del refe-
rido Cerro (fig. 3).
La singularidad del m ausoleo de Jum illa y la escasez de
estudios de que ha sido objeto (uide inf ra capítulo V ) no s
llevó a plantear en 1994 ante la D irección G eneral de C ul-
tura de la Com unidad A utónom a de la Región de M urcia, un
Proyecto de Investigación que, bajo el título de “El mauso-
leo tard orromano de Jum il la ( ‘Casón’ ). Excavación a rqu eo- lógica , análi si s y car togra fías ar qu i tectón icos, ar queome-
tría de materi al es constru cti vos y estu di o históri co–
arqueológico” , abordase no sólo su excavación arqueoló-
gica sino tam bién su análisis arquitectónico integral, dado el
excep cion al estado de conservación en que se ha p reser-
vado el edificio hasta la actualidad, pues restan gran parte
de sus alzados originarios, a excep ción de algunas zonas
rehechas com o las jam bas de la fachada principal, el tercio
inferior del lien zo de la posterior, los ladrillos de los arcos
de acceso al m ausoleo y sus absidiolos laterales y la práctica
totalidad de los revocos y revestim ientos originarios de lasparedes y de la cubierta del absidiolo m eridional. D e igual
m od o, se planteaba la necesidad de determ inar en lo posi-
ble el contexto histórico–arqueológico a que adscribir el
edificio sepulcral; sin duda, ha de tratarse de un asenta-
m iento de índole rural que, hasta fechas recientes–y aún en
la actualidad–, se ha caracterizado por un elevado grado de
indefinición en lo concerniente tanto a las estructuras y edi-
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Figura 1. Plan General de Ordenaci ó n Urbana vigente de Jumilla. Proyecto de inserci ó n del mausoleo en el v é rtice NO de una plaza abierta a las actuales avenidas de Ntra. Sra.
de la asunci ó n y del Casó n.
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ficios que lo configuraban, com o a las distintas fases de su
desarrollo vital y la cronología asignable a cada un a deéstas. En efecto, son m uchos los restos y m ateriales arqueo-
lógicos que, disem inados por toda elárea donde se ubica el
m ausoleo y sus inm ediaciones, se han exhum ado acciden -
talm ente en distintas épocas5, en particular en la últim a cen-
turia, si bien el hecho de que se trate siem pre de hallazgos
fortuitos y de restos descontextualizados desde un punto de
vista arqueológico, ha dificultado considerablem ente su
interpretación y su inserción en el m arco de un conjunto
unitario6.Ú ltim am ente, las excavaciones arqueológicas sis-
tem áticas qu e hem os acom etido en 1999 y 2000 en el solar
de referencia catastral 5792201 –em plazado en elángulo SEde la confluencia de las avdas. de N tra. Sra. de la A sunción y
de la Libertad y ubicado tan sólo a 30 m al E del m ausoleo–
han posibilitado, de un lado, la identificación incom pleta de
la pars ur bana del referido asentam iento rural (en concreto
parte de u n balneum ), y de o tro, concretar la caracteriza-
ción histórico–cronológica del m ausoleo que, al carecer de
secuencia estratigráfica asociada al m ism o (uide infra capí-
tulo V II.1.), tan sólo puede estudiarse desde un punto de
vista form al y estilístico–tipológico.En la presente m em oria esbozam os en líneas generales
los objetivos fundam entales del Proyecto d e Investigación
planteado a la D irección G eneral de Cultura de la Com uni-
dad A utónom a de la Región de M urcia y p resentam os la
m em oria de las actuaciones específicas sobre el m ausoleo
desarrolladas en el transcurso de la I Cam paña que, acom e-
tida en el verano–otoño de 1995, fue autorizada y dotada de
una subvención económ ica de 300.000 ptas. por la antedi-
cha D irección G eneral con fecha 25 de m ayo de 1995 (Ref.
IB/am , N /expte. 550/95)7. D ichas labores consistieron bási-
cam ente en la contextualización global del m ausoleo previaal inicio de las excavaciones de los depósitos arqueológicos
sensu str i cto –tanto en su área p erim etral com o en el inte-
rior–, del análisis de la estratificación construida del edificio
y de la elaboración de su cartografía. D e esta form a, analiza-
m os el m arco geográfico en que se encuadra el asenta-
m iento rural a que cabe adscribir el sepulcro; su co ntexto
arqueológico–top ográfico en el seno del qu e hem os defi-
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Figura 2. Entorno de protecci ó n del mausoleo establecido en 1996 por Orden resolutoria de la Consejer í a de Pol í tica Territorial y Obras P úblicas de la Comunidad Aut ó noma de
la Regi ó n de Murcia.
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II. OBJETIVOS Y METODOLOGÍA GENERALES DEL PROYECTO DE
INVESTIGACIÓN
El objetivo fundam ental del Proyecto “ El mau soleo tar -
dorroman o de Jum illa ( ‘ Cas ón ’ ). Excavaci ón a rqueol ógica,
an á li sis y cart ograf í as arquitect ónicos, arqueometr í a de
ma teria les constructi vos y estudi o hi st ór ico – arqueol ógico ” es
el estudio integral del edi cio sepulcral en sus m últiples ver-
tientes: docum ental, arqueológico–estratigráfica, cartográ-
fica, arqueom étrica e histórica. D e esta form a, a m ás de laexcavación total de los depósitos terrosos que en la actuali-
dad se entregan al m ausoleo y de la excavación de los relle-
nos m odernos que colm atan, tanto las tres fosas de inhum a-
ción de su interior, com o sus absidiolos, y al objeto de
com pletar de la form a m ás rigurosa posible el análisis de la
construcción, se abordarán varias líneas de trabajo cuya
m etodología básica es la siguiente. Se acom eterá el análisis
de la estratificación construida del m ausoleo, al objeto de
identificar sus diversas fases de construcción y reparación, y
el estudio arqueom étrico de los distintos tipos de p iedras,
m orteros y estucos em pleados en la construcción originaria y
las posteriores reparaciones. Todo ello, unido al análisis
exhaustivo del contexto histórico–top ográfico en que se
inserta, facilitará su interpretación histórico–arqueológica,
perm itiendo establecer la m orfología del edificio original y
sus sucesivas restauraciones y posibilitará abordar y con
m ayor rigor el estudio tanto de su tipología arquitectónica
com o de su problem ática adscripción cultural. Asim ism o, el
exam en de la estrati cación vertical del edi cio y los análisis
quím icos y m ineralógicos realizados sobre los m ateriales uti-
lizados en el edi cio original y sus restauraciones perm itirán
obtener datos fundam entales orientados a la restauración
integral del edi cio.
El prim er objetivo del proyecto es la excavación deldepósito arquelógico perim etral y adyacente al m ausoleo, al
n de constatar la realidad de su secuencia estratigrá ca; asi-
m ism o se prevé la reexcavación de las tres tum bas de inhu-
m ación del interior al objeto de tratar de recuperar la m ayor
cantidad de inform ación arqueológica posible; no obstante,
partim os de la base de que el entorno m ás inm ediato del
sepulcro se ha visto afectado por m últiples rem ociones y que
el interior ya fue excavado –com o m ínim o–por C. de M erge-
lina en los años 20 o 30 del s. X X. Al respecto, los estudios
previos concernientes al análisis de las alteraciones de la
estratificación horizontal y vertical son básicos para uncorrecto planteam iento de los trabajos de excavación (u ide
infra capítulo VII).
En segundo térm ino, realizarem os el registro estratigrá-
fico de la totalidad del m ausoleo con el fin de profundizar
en los procesos de construcción, rem oción y transform a-
ción que se han ido “estratificando”en su estructura edili-
cia. Tam bién se acom eterá el an álisis estratigráfico de los
restos de acabados y revestim ientos que constituyeron la
“epiderm is”, tanto de la fachada exterior del edificio, com o
de las tres tum bas de inh um ación existentes en el interior
del edificio9. Toda esta “estratificación”está “construida”,pero respo nde a los m ism os parám etros que la form ación
de las estratificaciones arqueo lógicas horizontales, razón
por la cual pueden identificarse U nidades Estratigráficas
que, reflejadas en un diagram a estratigráfico (m atrix), nos
perm itirán conocer m ejor, entre otros datos de interés, sus
distintas fases constructivas y la cronología relativa de cada
una de ellas10.
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Figura 4. Emplazamiento del Altiplano Jumilla– Jumilla en el contexto del Sureste de
la pení nsula Ib é rica. Red de comunicaci ó n principal y secundaria deé poca romana
(según Mu
ñoz Tom
ás, en: Poblamiento rural romano en el Sureste de Hispania,1995, fig. 1).
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En tercer lugar, una vez excavado p or com pleto tanto su
interior com o su exterior, se procederá a la realización de la
cartografía (restitución geom étrico–dim ensional) com pleta
del m ausoleo con el fin de representarlo verídicam ente;
m ediante fotogram etría terrestre, los correspondientes apo-
yos m étricos y topográ cos tom ados in situ y diseño asistido
por ordenador se elaborarán las plantas general y de cubier-
tas del m onum ento; los alzados interiores y exteriores de
todos los paños m urarios, incluyendo el desarrollo de los tra-
m os curvos de los absidiolos a fin de conocer su verdaderam agnitud 11. D el m ism o m odo, se obtendrán varias secciones
constructivas y croquis con representación de la m icroestra-
tigrafía constructiva de las fosas de enterram iento, al objeto
de conocer m ejor las técnicas de preparación y los elem en-
tos necesarios para la posterior consolidación y restauración
de dichas partes. Los datos obtenidos perm itirán elaborar
una propuesta de restitución hipo tética del edificio en su
estado originario, con indicación en las correspondientes
cartografías de las distintas U U .EE identificadas y las activi-
dades y grupos de actividades en que pueden agrup arse.
Asim ism o, a partir de la docum entación cartográfica, se tra-
tará de establecer una clasificación del tipo de ap arejo con
que fueron construidas las distintas partes del edificio y sus
restauraciones12.
Por últim o, y com o com plem ento fundam ental de este
estudio, se analizarán los distintos tipos de m ateriales natura-
les, argam asas, ladrillos y estucos y sus pigm entacionesem pleados en las distintas fases identi cables en la construc-
ción, así com o la com posición de los m ism os. A tal objeto se
efectuarán m uestreos sistem áticos en cortes seriados desde
los cim ientos al techo del edi cio13.
La intervención arqueológica de cam po y el resto de
estudios propuestos están íntim am ente ligados a la reurbani-
zación del entorno inm ediato del m ausoleo y su restauración
“EL CASÓN DE JUMILLA”: LÍNEAS DE ESTUDIO PARA UN PROYECTO INTEGRAL DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICO-ARQUEOLÓGICA DE UN MAUSOLEO TARDORROMANO
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Figura 5. Llanura de Jumilla. Cartograf í a General de España. Mapa General. Serie L. E. 1:50.000. Jumilla (26 –34 [869]).
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integral. El proyecto de sistem atización d e la zona contem -
plará la inserción del edificio en el extrem o occidental de
una am plia plaza abierta por sus lindes septentrional y orien-
tal a las avenidas del Casón y de N tra. Sra. de la A sunción,
respectivam ente. En diciem bre de 2000 ha concluido la pri-
m era fase de p uesta en valor del m ausoleo por parte de la
D irección G eneral de C ultura de la Com unidad A utónom a
de la Región de M urcia, la cual ha consistido en la construc-
ción de la antedicha plaza en el entorno m ás inm ediato del
sepulcro, con los consiguientes sistem as de evacu ación de
aguas, la regularización de los desniveles entre la actual cotade circulación de la Avda. del Casón y la originaria del edi -
cio, tareas de ajardinam iento y la construcción de los siste-
m as de acceso al m onum ento desde la referida avda.14; la
fase final del proceso será la definitiva restauración integral
del m onum ento para la cual los resultados de la arqueom e-
tría perm iten recom endar el em pleo exclusivo d e rocas de
las elevaciones cercanas a Jum illa (Sierras del Carche, del
M olar, de Enm edio, de las Cabras y del Buey), m ucho m ás
com pactas y resistentes a la alteración. Asim ism o, los m orte-
ros a utilizar deberán estar fabricados según las técnicas
constructivas características de época tardorrom ana.
II.1. La I Campaña (1995): objetivos y metodologí a
Los objetivos y actuaciones planteados para la prim era
cam paña de actuaciones arqueológicas en el m ausoleo fune-
rario, realizada en 1995, así com o la m etodología em pleada a
tal efecto, pueden com pilarse en siete puntos básicos; a
saber:
1º) Análisis historiográ co y docum ental del m ausoleo. A
tal objeto, se realizó la revisión de la totalidad de estudios
que, o bien dedicados al m ism o o bien de form a tangencial,
abordan algunas de sus distintas problem áticas. Asim ism o,
se com piló la totalidad de inform ación docum ental referente
al sepulcro y, en particular, a las distintas actuaciones
em prendidas por las adm inistraciones com petentes para
garantizar su conservación; en la actualidad, dicha docum en-
tación se encuentra depositada en el A rchivo Central de la
Secretaría de Estado de Cultura del M inisterio de Educación,
Cultura y D eporte (M adrid), el Archivo M unicipal de Jum illa,el Archivo del Servicio Regional de A rqueología de la D irec-
ción G eneral de C ultura de la Com unidad A utónom a de la
Región de M urcia (M urcia) y el Archivo particular de J.
M olina G arcía (Fam ilia M olina G arcía) (Jum illa).
2º) Contextualización geográfica del m ausoleo y del
asentam iento rural a que cabe adscribirlo (“Com plejo arque-
ológico Casón–Pedregal”).
3º) Contextualización topográfica del m ausoleo y del
“Com plejo arqueológico C asón–Pedregal”en que se integra.
Para la ubicación precisa del m ausoleo y de las unidades
top ográ cas m ás signi cativas de este com plejo, se recurriráal m anejo de la cartografía digitalizada del Servicio de Carto-
grafía de la Consejería de Política Territorial y O bras Públicas
de la Com unidad Autónom a de la Región de M urcia (plano
1:500).
4º) A partir del estudio historiográ co y docum ental, ana-
lizar las alteraciones exp erim entadas, en especial en el deve-
nir del s. XX, en la estrati cación, tanto de la fábrica y reves-
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Figura 6. Complejo arqueol ó gico“ Casó n–Pedregal ” , con indicaci ó n de los principales hallazgos en la zona (A. Mart í nez).
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tim ientos del m ausoleo, com o del depósito arqueológico
asociado al m ism o.5º) Lim pieza y acondicionam iento del m ausoleo y su
entorno inm ediato delim itado por la cerca de protección cons-
truida en 1956–1957, al objeto de facilitar el planteam iento de
la excavación en el interior del edificio y su área perim etral;
para ello, se procedió a la lim pieza exhaustiva (vegetación,
basuras...) tanto del interior com o del entorno del sepulcro y,
en particular, de las dos catas arqueológicas realizadas en sep-
tiem bre de 1992 por B. M uñoz Tom ás, que aún perm anecían
sin cubrir15.
6º) Regularización y p erfilam iento del gran socavón y
destrozos acaecidos bajo el um bral de la m od erna puertade acceso al m ausoleo, ocasionados por las torrenciales llu-
vias del m es de julio de 1995, así com o baldeo y criba de la
tierra suelta;. Todo ello ha perm itido la obtención de datos
interesantes con relación a la estructura arquitectónica del
edificio y sus posteriores rem odelaciones (especialm ente
intensas en la fachada principal y en el testero), ya detecta-
das por G onzález Sim ancas (1905–07) y por C. de M erge-
lina (1943) y confirm adas ahora desde un punto de vista
arqueológico.7º) O btención de nuevas m edidas y puntos de referencia
del edificio (red básica) que posibiliten la elaboración de su
cartografía (planim etría, altim etrías y secciones de los alza-
dos), para lo cual se recurrió a m edios topográficos y foto-
gram étricos terrestres. Por m edio de fotogram etría terrestre,
se inició la ejecución de la planta de cubiertas y de parte de
los alzados interiores.
III. EL CONTEXTO GEOGRÁFICO: MEDIO FÍSICO, PAISAJE Y
UBICACIÓN TOPOGRÁFICA DEL“COMPLEJO ARQUEOLÓGICO
CASÓN–PEDREGAL”
El A ltiplano Jum illa–Y ecla se em plaza en el SE de la
península Ibérica, en con creto en el extrem o N E de la
Región de M urcia, y está integrado por los m unicipios que le
dan nom bre16; el térm ino m unicipal de Jum illa se ubica en el
ángulo suroccidental de dicha dem arcación. La estratégica
situación geográfica de la com arca la convierte en zona de
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Figura 7. Instalaciones balnearias documentadas en el solar de referencia catastral 5792201, sito en la confluencia de las avenidas de Ntra. Sra. de la Asunci ó n y de la Liber-
tad de Jumilla (complejo arqueol ó gico“ Casó n–Pedregal ” ). Fase II. Campaña de 1999. Planimetr í a (dibujo: J. A. Ramí rezÁguila).
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transición entre regiones m uy dispares (Levante, SE m edite-
rráneo, zona m eridional de La M ancha y alta Andalucíaoriental), tanto en lo concerniente a sus aspectos físicos
com o a los de carácter hum ano, lo cual determ inó que ya
desde época rom ana estuviese atravesada por m últiples vías
de com unicación secundarias que enlazaban la vía Carthago
Noua – Complutum con la que conectaba Saetabi y Cástulo17
( g. 4).
El com plejo arqueológico“Casón–Pedregal”(uide infra
capítulo IV), en cuyo extrem o occidental se em plaza el m au-
soleo tardorrom ano secularm ente conocido com o “Casón”,
se extiende al N de una de las m ás im portantes cuencas del
Altiplano, la denom inada“cubeta de El Prado”18 o Llanura deJum illa y, en concreto, en los declives del piedem onte de las
estribaciones SO del Cerro del Castillo de Jum illa, constituido
por terrenos de inclinación m uy suave y ligeram ente eleva-
dos con relación al fondo del llano ( g. 5). D icha cubeta está
delim itada al N por el referido Cerro del Castillo (645
m .s.n.m .), al S por la Sierra de Santa A na (967 m ), al O por la
del M olar (940 m ) y al E por las del Buey (1.087 m ), Enm edio
(799 m ) y El Carche (1.375 m ). Se trata de una cuenca
sem iendorreica, cuya topografía es prácticam ente llana aexcepción de una suave pendiente hacia el SO , cuya super -
cie está form ada por depósitos cuaternarios de aluvión flu-
vial –procedentes de los aportes de diversas ram blas y
torrenteras–, que se extienden sobre am plios depósitos colu-
viales y de glacis de acum ulación recientes form ados por
una sucesión de gravas y arenas que alternan con arcillas y
lim os anaranjados, todo ello sobre un lecho m iocénico de
calcarenitas y m argas arenosas de facies lacustre. Las ram blas
de Jum illa y de la A lquería se unen al O del Cerro del Castillo
y form an la Ram bla del Judío (o río Juá) que discurre sobre
los m ateriales de aluvión aportados por aquellas dos al sec-tor septentrional de dicha cubeta, configurando un enorm e
cono de deyección que se extiende al SO de la actual ciudad
de Jum illa. Tam bién confluye en el extrem o N O de El Prado
la ram bla de Las Royalizas, que drena las aguas de las sierras
del m ism o nom bre y de Las Royalizas; por el S, desaguan
algunas torrenteras que parten de los declives septentriona-
les de la Sierra de Santa A na, destacando entre todas la Ram -
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Figura 8. T é rmino municipal de Jumilla (Altiplano Jumilla–Yecla). Distribuci ó n del poblamiento rural deé poca romana (ss. I –IV d.C.) en las vertientes S, O y SE del Cerro del Cas-
tillo (J. M. Noguera).
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El topoclim a de la llanura es m editerráneo, aunque fuer-
tem ente in fl uido por la continentalidad, con una tem peratura
m edia de 16 ºC, que se extiende entre la m edia m ínim a de 5
ºC y la m edia m áxim a de 25 ºC, aunque se alcanzan m áxim as
de m ás de 40 ºC en verano y de –7 ºC en invierno, con hela-
das en otoño. Las precipitaciones m edias son de 288’5 m m
anuales, con m áxim os en p rim avera y otoño, e inviernos
secos.
Em plazado en la m argen izquierda de la Ram bla de la
Alquería o Río Juá, topográ cam ente el“Com plejo arqueoló-
gico C asón–Pedregal”ocupa un am plio sector donde otrora
se extendía la antigua estación de las com pañías de ferrocarril
VAY y JC (posterior F.E.V.E. Alcoy–Villena–Cieza), así com o
sus áreas aledañas, tanto a oriente y a occidente, com o en los
terrenos de antigua huerta que se extendían al S de las insta-
laciones ferroviarias. La zona está en la actualidad inserta en
el casco urbano de Jum illa, por lo que ha experim entado unprofundo proceso de urbanización desde los años 70 de
nuestra centuria, quedando parte del yacim iento arqueoló-
gico ocupado por com plejos industriales abandonados, de un
lado, y de otro, bajo las m odernas avdas. de N tra. Sra. de la
Asunción y de la Libertad (esta últim a fosiliza el trazado de la
antigua estación del F.EV.E.); otro am plio sector, el m ás m eri-
dional, fue colm atado parcialm ente hace años por un potente
relleno de tierra destinado a configurar un aterrazam iento
arti cial donde ubicar el recinto ferial de la localidad.
III.1. Potencial agroclimático: marco geoarqueológico yfactores medioambientales
Los condicionantes derivados del m edio físico y del pai-
saje del A ltiplano Jum illa–Y ecla, en general, y de la cubeta
de El Prado, en particular, evidencian cóm o m últiples facto-
res m edioam bientales con dicionaron de m anera positiva,
tanto los caracteres com o la densidad del poblam iento
hum ano del territorio al S del Cerro del Castillo de Jum illa en
época rom ana (ss. I–IV d.C.). Cabría referir, en prim er lugar,
que los m ateriales cuaternarios de origen aluvional que tapi-
zan la cubeta con guran óptim as tierras para el laboreo agrí-
cola y la práctica de la ganadería. D e hecho, estos fértilessuelos, abundantes en hum us fósil, deb ieron ser óptim os
para cultivos tales com o los propios de la trilogía m editerrá-
nea. Tam bién debió destacar la existencia de enorm es hato-
chares distribuidos en determ inadas áreas de m ontaña y en
los glacis de acum ulación, potencial que sin duda debió de
ser optim izado por lospossesores de las distintas propiedades
rurales existentes en la zona entre los ss. I al IV d.C. D istintos
autores clásicos, com o Estrabón (III, 4, 9) y Plinio (NH , XIX,
26–31), re eren la im portancia que había alcanzado la explo-
tación espartera en el ager carthagin ensis , actividad que
valió a la capital del convento jurídico el apelativo de Cart-
hago Spartar ia y por extensión a parte de su terr itorium el
de campus Spartar iu s 19; de hecho, la riqueza espartera del
Altiplano llegó a ser tal que algunos investigadores han pro-
puesto situar el foco principal de estas explotaciones en las
tierras del interior del SE pen insular20. A ello conviene aña-
dir, en segundo lugar, la relativa riqueza de agua que tam -
bién pudo generar la existencia de zonas y cultivos de rega-dío; el territorio carece de cursos perm anentes de agua, si
bien posee grandes reservas hídricas subterráneas cuya
explotación en época rom ana evidencian tanto las infraes-
tructuras construidas en la zona para el transporte del agua
com o los depósitos de gran capacidad docum entados en
diversos puntos del“Com plejo arqueológico C asón–Pedre-
gal”y otros m uchos. Porúltim o, factor de la m áxim a im por-
tancia p ara el desarrollo poblacional y económ ico del territo-
rio debió ser su excelente em plazam iento geográfico en el
conjunto del Altiplano, que convirtió la Llanura de Jum illa en
un im portante nudo de com unicaciones secundarias interio-res que enlazaban la costa con el interior peninsular21.
Todos estos factores m edioam bientales debieron atraer
la instalación en determ inadas zonas del A ltiplano y de la
cubeta de E l Prado –en este últim o caso, sobre todo en las
periféricas–de im portantes explotaciones de carácter agro-
pecuario, con probabilidad organizadas m ediante la t i fun-
di a , con sus correspondientes u i l lae , cuya distribución
MEMORIAS DE ARQUEOLOGÍA
378
Figura 10. Sepulcro de Jumilla ( “ Casó n” ). Planimetr í a y altimetr í a según C. de
Mergelina (1943).
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IV. EL CONTEXTO TOPOGRÁFICO: EL“COMPLEJO ARQUEOLÓGICO
CASÓN–PEDREGAL” Y EL HÁBITAT RURAL DEÉPOCA ROMANA ENLA LLANURA DE JUMILLA
IV.1. Identificación de unidades topográficas
Las labores agrícolas desarrolladas en las tierras blancas
de regadío em plazadas en el piedem onte al S y SE del Cerro
del Castillo de Jum illa y, sobre todo, las intensas rem ociones
de tierra efectuadas en esta zona relacionadas con la cons-
trucción del trazado, edificios de pasajeros, m uelles de m er-
cancías, cocheras y otras instalaciones de la estación com par-
tida por los antiguos ferrocarriles Villena–Jum illa (VAY ) y
Jum illa–Cieza (JC), de un lado, y de otro, de construcionesdestinadas a industrias esparteras y de otro género, han pro-
piciado el continuo hallazgo en esta zona de todo género de
restos arqueológicos–m uebles e inm uebles–descontextuali-
zados. M ás recientem ente, y aun a sabiendas de la riqueza
arqueológica de todo este sector, el intenso proceso de urba-
nización a que ha sido som etido este área, con los consi-
guientes m ovim ientos de terreno que ello conlleva aparejado,
ha determ inado que gran cantidad de restos arqueológicos,
m uebles e inm uebles, hayan continuado a orando a la super- cie, casi siem pre sin una correcta supervisión técnica y, por
ende, sin poder establecer de m odo preciso su contexto
arqueológico. M ª. C. y J. M olina ordenaron y sistem atizaron
en su Carta Arqu eol ógica de Jum il la , publicada en 197324, los
diferentes hallazgos acaecidos en todo este am plio sector,
individualizando y adscribiendo cada uno a distintos yaci-
m ientos que, desde entonces, han sido conocidos en la
bibliografía arqueológica com o “Casón”25, “H ypnos”26,
“Pedregal”27 y “Cam ino del Pedregal”(o “Busto”)28. Todos se
ubican al S y SE de la actual población y se alinean en dos
ejes dispuestos, uno de O a E y de aproxim adam ente unos400 m , y otro de N a S y de cerca de 260 m . Considerados
hasta fechas recientes com o núcleos independientes unos de
otros29, la cercanía entre ellos y el estado actual de nuestros
conocim ientos induce a ponerlos en relación e interpretar
algunos de ellos com o integrantes de un único enclave rural
del que sólo conocem os elem entos aislados, tanto m uebles
com o inm uebles, de sus distintas fases cronológicas y partes ,
MEMORIAS DE ARQUEOLOGÍA
380
Figura 12. Sepulcro de Jumilla ( “ Casó n” ). Campaña de 1995. Secci ó n horizontal con indicaci ó n de las Catas nos 1 y 2 de la Campaña de 1992, así como del actual umbral de
ingreso al edificio.
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tanto las urbana y rustica , com o la necrópolis. D ado que el
predio donde se em plazaba el m ausoleo tardorrom ano
objeto de nuestro estudio era conocido secularm ente con el
topónim o “Casón”y que los terrenos donde se alzaron lasantedichas instalaciones ferroviarias se denom inaban con el
térm ino de “Pedregal”, debido a la acum ulación y am ontona-
m ientos de piedras existentes en la zona derivados del labo-
reo agrícola, consideram os oportuno uniform ar la term inolo-
gía con que definir este am plio asentam iento o conjunto de
asentam ientos, de un lado, y de otro, respetar en lo posible la
toponim ia preexistente, acuñando de esta form a el nom bre
de “Com plejo arqueológico C asón–Pedregal”para el enclave
ubicado en esta zona ( g. 6).
El m ausoleo llam ado “Casón”es el edificio que, casi en
los lindes con la Ram bla del Judío, m arca por el m om ento ellím ite occidental de este com plejo arqueológico y de, al
m enos, uno de sus asentam ientos. Si bien es problem ático
establecer su filiación cultural, básicam ente se trata de una
cella bicora cuya tipología y paralelos arquitectónicos avalan
una datación m uy a nales de la tercera centuria o, m ejor, en
pleno siglo IV d.C.30. Carente de contexto arqueológico31, las
intervenciones acom etidas en sus inm ediaciones reciente-
m ente perm iten de nir con m ayor precisión su contexto his-
tórico–cronológico y adscribirlo a un establecim iento rural,
una de cuyas partes (urbana ) ha sido parcialm ente identifi-
cada. Así, a unos 30 m al N E del sepulcro se excavó en 1993el solar donde se ubicaba la antigua bodega de F. G utiérrez
Cutillas, em plazada en elángulo N O de la con fl uencia de las
actuales avenidas de N tra. Sra. de la A sunción y del Casón,
docum entándose una serie de estructuras arquitectónicas
vinculadas a zonas de alm acenaje y que, presum iblem ente,
constituyen el cierre O de la pars ur bana del referido asen-
tam iento32. En este m ism o lugar, pero una centuria antes
(1893) y al construir la antedicha bodega, fue encontrada
casualm ente una m agnífica estatuilla de bronce con evoca-
ción del dios Somnus , el Hypnos griego, estilísticam ente
datable en el s. II d.C.33 y sin duda perteneciente al program aornam ental que decoró la referida vivienda34. Asim ism o,
siem pre que se han realizado trabajos de reform a o rem ode-
lación en los edi cios contiguos y al N de la bodega, destina-
dos a fábrica de alcohol e industria vitivinícola, respectiva-
m ente, se han exhum ado restos de m uros, cenizas, m olinos
y otros m ateriales arqueológicos. En razón de estos hallazgos
y, en particular, de la estatua broncínea, el lugar fue denom i-
“EL CASÓN DE JUMILLA”: LÍNEAS DE ESTUDIO PARA UN PROYECTO INTEGRAL DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICO-ARQUEOLÓGICA DE UN MAUSOLEO TARDORROMANO
381
Figura 13. Sepulcro de Jumilla ( “ Casó n” ). Campaña de 1995. Secci ó n A–A’ . Se ubica el socav ó n y su correspondiente perfil, bajo el actual umbral de ingreso al edificio.
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nado en 1973 con el topónim o “H ypnos”por M ª. C. y J.
M olina, quienes consideraron la existencia en la zona de unaui l la rom ana35.
D e otro lado, la em presa Telefónica S.A. realizó en el
año 1991 una zanja en la acera oriental de la avenida de
N tra. Sra. de la A sunción, en concreto a unos 50 m al E d el
“Casón”y unos 30 m al SE del solar donde se alzó la antedi-
cha bodega y, por consiguiente, en elám bito en la topogra-
fía del referido “yacim iento”36; en el transcurso de dichas
obras se recuperaron diversos m ateriales arqueológicos
entre los cuales cabría destacar los latericios, en particular
num erosos ladrillos bessales y varias clavijas (claui coctile ),
utilizados en la construcción de los sistem as de hypocausisde las term as y baños rom anos37. Estos hallazgos nos con-
dujeron a plantear en 1999 y 2000 sendas cam pañas de
excavaciones arqueológicas sistem áticas en el solar de refe-
rencia catastral 5792201, sito en elángulo SE de la intersec-
ción entre las avenidas de N tra. Sra. de la A sunción y de la
Libertad, fruto de las cuales ha sido el hallazgo de parte de
un com plejo term al, con probabilidad un balneum con, al
m enos, dos fases edilicias bien identificables38. D iversas cir-
cunstancias han im posibilitado com pletar la excavación deledificio39, razón por la cual el análisis de su estructura está
sujeto a m ultitud de p roblem as que dificultan considerable-
m ente una interpretación integral de su organización, que-
dan do aspectos tan im portantes com o la fun cionalidad de
cada am biente y su interrelación sujetos a la form ulación de
hipótesis de trabajo que, en cualquier caso, sólo futuras
investigaciones en zonas adyacentes al solar podrán corro-
borar o refutar. Con todo, podem os reconocer la orientación
general de las estructuras arquitectónicas, parte de su com -
partim entación y, al m enos, do s fases crono lógicas bien
diferenciadas (I y II). La p lanta exhum ada en 1999 co rres-po nde a la últim a etapa del com plejo que, datable en el IV
d.C. en razón del contexto cerám ico docum entado en el
relleno de nivelación de la estancia nº 4, debió de ser con
probab ilidad la de m ayor m agnitud arquitectónica de su
secu encia (fig. 7); en líneas generales, los vestigios recupe-
rados constituyen desde un punto de vista planim étrico un
cuerpo edificado orientado en dirección N /N O –S/SE, en el
MEMORIAS DE ARQUEOLOGÍA
382
Figura 14. Sepulcro de Jumilla ( “ Casó n” ). Campaña de 1995. Secci ó n B–B’ . Se ubican el socav ó n y su correspondiente perfil, bajo el actual umbral de ingreso al edificio, y las
Catas nº 1 y 2 de la Campaña 1992.
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que se reconocen un total de dos estancias casi com pletas, a
saber: un am biente de grandes dim ensiones (ca. 12’60 m delongitud por 6’14 m de anchura) atravesado longitudinal-
m ente por un canal (fig. 7, nº 4), y una estancia calefactada
dotada de cám ara de calor reparada (caldar ium ) (fig. 7, nº
1); otros vestigios evidenciaban la existencia de otros espa-
cios sólo parcialm ente conocidos y, por tanto, de am bigua
com prensión: otra sala caliente contigua (tepidarium ) (fig.
7, nº 2) y al N de la anterior, dos am bientes, quizá al m enos
un o de ellos un receptáculo de agua relacionado con el
espacio atravesado por el canal (fig. 7, nº 5). En la cam paña
de 2000 se excavó el hypocaustum del tepidarium , que
estaba am ortizado en su Fase II, y se procedió a la elim ina-ción de la gran sala atravesada por el canal, lo cual eviden-
ció la existencia en este lugar y durante la Fase I, de un
espacio abierto en que se disponía un receptáculo d e agua
rectangular cuyas paredes y suelo están revestidos de m or-
tero hidráulico (fig. 7, nº 5), con probabilidad destinado al
abastecim iento hídrico del asentam iento rural en general y
del com plejo balneario en p articular.
Con todo, dado que los resultados obtenidos en las inter-
venciones son parciales, que no están del todo de nidos loslím ites y relaciones internas entre los diferentes am bientes
identi cados y, sobre todo, que no existe seguridad sobre la
contem poraneidad o no de sus diferentes fases constructi-
vas, optam os a nivel planim étrico por diferenciar en el con-
junto dos sectores, articulado cada uno de ellos en torno a
otros tantos ejes axiales; el Sector I se extiende en sentido
N /N O –S/SE a lo largo de un eje central e incluye las dos
salas calefactadas dotadas de hypocausta ; en la fase I (fines
del s. I–s. II d.C.) am bas estancias debieron ser construidas,
en tanto que en la fase II (s. IV d.C.) parece que elhypocaus-
tu m del caldar ium fue reparado y que el tepidarium fueam ortizado com o tal. El Sector II, igualm ente dispuesto en
derredor de un segundo eje axial paralelo al anterior, está
ocupado en la fase I por el antedicho espacio abierto con
una cisterna y en la fase II por un ám bito de grandes dim en-
siones conectado al N /N O con dos am bientes de difícil inter-
pretación, aunque al m enos uno parece un receptáculo de
agua ( g. 7, nº 5)40.
“EL CASÓN DE JUMILLA”: LÍNEAS DE ESTUDIO PARA UN PROYECTO INTEGRAL DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICO-ARQUEOLÓGICA DE UN MAUSOLEO TARDORROMANO
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Lámina 1. Sepulcro de Jumilla ( “ Casó n” ). Julio de 1999. Cerco y verja de protecci ó n construido en 1956 –1957. N ó tese que el cercado apoya directamente en el absidiolo sep-
tentrional al haberse construido a tan só lo 1’ 60 mdel mausoleo la l í nea f é rrea Jumilla–Cieza, cuyo antiguo trazado se aprecia en primer plano.
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trazado del tendido férreo, se desm ontó y trasladó dicha acu-
m ulación de m ateriales para confeccionar el terraplén derelleno que desde la estación iba al llam ado Puente de Pie-
dra; asim ism o, al realizar las obras de construcción de la
estación de viajeros y las vías de tránsito y de m aniobra, y
según re eren dos vecinos de la localidad que así lo presen-
ciaron, fueron exhum adas “ var ias estan cias con pi sos de
mosai cos geom é tri cos un os y con fi gur as otros, de un colo-
rido m á s ri co y varia do que el que he podido apr eciar en los
ha ll ados y r escata dos en Los Cipr eses ” 43; lam entablem ente
nada ha subsistido, ni de estos restos de estructuras, ni de los
m osaicos policrom os44. Tan sólo en una pequeña interven-
ción de urgencia realizada en el verano de 2000 por E. H er-nández Carrión, 30 m al S del antiguo edi cio de viajeros del
ferrocarril JC (actual sede de la A sam blea Local de la C ruz
Roja), ha podido docum entarse la existencia de una balsa
que, en los ss. III-IV d.C., se construyó am ortizando estructu-
ras anteriores de cronología im precisa (tardorrepublicana o
altoim perial ?). La estructura estaba colm atada por un relleno
constituido básicam ente p or un vertido de revestim ientos
parietales, m olduras y restos m uy fragm entados de pintura
m ural; asim ism o se recuperó abundante m aterial cerám ico ygran cantidad de teselas policrom as. En principio, estos
hallazgos parecen verificar la veracidad de la inform ación
recopilada por J. M olina relativa a la existencia en esta zona
de una vivienda dotada de un rico p rogram a ornam ental, a la
par que podrían con rm ar la existencia en este sector de una
vivienda, encuadrable entre la segunda m itad del s. II y el s.
IV d.C., cuyos revocos, m olduras y pinturas m urales fueron
am ortizados en un m om ento im preciso y arrojados a la m en-
cionada balsa que, en todo caso, es posterior al s. III45.
D e otra parte, en las décadas de los años 60 y 70, con
ocasión de la ejecución de obras de infraestructura de la ciu-dad y zonas adyacentes pudo verificarse, al m enos en parte,
la realidad de tales a rm aciones; en efecto, con m otivo de la
apertura en 1968 de una zanja por parte del Instituto N acio-
nal de C olonización, J. M olina realizó prospecciones en que
docum entó la existencia de abundantes vestigios arquitectó-
nicos; en concreto, exhum ó un am plio conjunto de m uros de
m am postería, reforzados por sillares y ladrillos, pavim entos
“EL CASÓN DE JUMILLA”: LÍNEAS DE ESTUDIO PARA UN PROYECTO INTEGRAL DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICO-ARQUEOLÓGICA DE UN MAUSOLEO TARDORROMANO
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Lámina 3. Sepulcro de Jumilla ( “ Casó n” ). Fines del s. XIX –inicios del XX. Fachada posterior semiarruinada (Gonz ález Simancas, Cat álogo Monumental de la Provincia de Murcia,
1905–1907) (Foto Archivo Centro de Estudios Hist ó ricos, CSIC).
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de argam asa, una pileta y diversas conducciones de carácter
hidráulico que, en una longitud de unos 110 m de O a E,
quedan hoy día soterrados bajo el actual recinto ferial46. Pos-
teriorm ente, en 1972 se practicó a todo lo largo de la 4ª vía
extinguida, a aproxim adam ente a 22 m al S del antiguo edi -cio de viajeros de la línea férrea JC, una zanja de 3 m de pro-
fundidad por 2 m de anchura destinada al alcantarillado de
la población; en el transcurso de los trabajos, igualm ente
supervisados por J. M olina, se destruyeron m uros de m am -
postería trabada con argam asa y se extrajeron grandes blo-
ques escuadrados de piedra, ladrillos, tegulae , pondus ,
poleas de telar y gran cantidad de cerám ica sigillata de la
qu e desconocem os tipos y, por ende, cronología47. Final-
m ente, la D irección G eneral de Patrim onio A rtístico y C ultu-
ral concedió perm iso para practicar excavaciones en la zona,
dirigidas asim ism o por M olina G arcía, y en julio de 1975 serealizaron alguno s sondeos que dieron com o resultado el
hallazgo de restos de estructuras pertenecientes a una estan-
cia, de unos 2’97 m de anch. por al m enos 4’65 m de long.
conservada, pavim entada con piso de argam asa; al haberse
practicado dicha intervención con posterioridad a 1973,
fecha de edición de la Carta Ar queol ógica de Jum il la de M ª.
C. y J. M olina, los resultados han perm anecido inéditos hasta
la actualidad 48; con relación a esta últim a se ap recia en el
“estrato C”la existencia de diversos m ateriales entre los cuá-
les cabe reseñar una clavija del tipo em pleado en la cons-
trucción de los sistem as de hypocausis rom anos y m uy sim i-
lar a las recuperadas a unos 150 m m ás al O en el transcursode las excavaciones de 1999 y 2000 en el solar de referencia
catastral 5792201.
IV.2. Hipótesis y problemas de interpretación del
poblamiento rural romano de la Llanura de Jumilla
El panoram a anteriorm ente esbozado plantea diversos
problem as de interpretación que, por el m om ento y en tanto
no se acom etan estudios exhaustivos en la zona, son de difí-
cil resolución. D e esta form a, la actual y fragm entaria infor-
m ación arqueológica ofrecida por el“Com plejo arqueológico
Casón–Pedregal”prefigura la existencia de, al m enos, dosnúcleos habitacionales tan sólo separados porca. 150 m . En
el antiguo predio del Casón –actual intersección de la avdas.
de la Asunción y de la Libertad–se constata la existencia de
un balneum , sólo parcialm ente docum entado, y, por ende,
de una presum ible vivienda asociada a esta instalación. En el
transcurso de su excavación se han definido claram ente dos
fases cronológicas: la prim era correspondería al m om ento
MEMORIAS DE ARQUEOLOGÍA
386
Lámina 4. J. Tamé s, Propuesta de obras de consolidaci ó n y acondicionamiento en el“ Casó n” de Jumilla (Murcia). Monumento Nacional (Expediente sobre obras urgentes en el
“ Casó n” de Jumilla [Murcia], Monumento Nacional, importante, 10.000 ’ 00 pesetas. Ministerio de Educaci ó n, Cultura y Deporte, Secretar í a de Estado de Cultura, Gabinete
Archivo Central, c/ 87399).
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fundacional del enclave, con la construcción de un com plejo
balneario, de posible planta lineal sim ple y recorrido retró-grado, que en razón a los escasísim os contextos cerám icos de
los niveles de am ortización podría fecharse hacia la segunda
m itad del s. I o los inicios del II d.C. La segunda fase corres-
ponde a una refectio de las instalaciones balnearias que
determ inó la am ortización parcial de algunas de sus estancias
(tepidarium ) y la am pliación hacia el E m ediante la construc-
ción de nuevas instalaciones de entre las cuales sobresale la
sala nº 4 atravesada en su eje axial por un canal ( g. 7, nº 4);
el relleno de nivelación del pavim ento de esta estancia deter-
m ina para esta fase una cronología encuadrable en el s. IV
d.C. Es difícil establecer con seguridad la funcionalidad de lasantiguas instalaciones balnearias durante esta segunda fase:
con seguridad sabem os que eltepidarium se am ortizó y que
el hipocausto delcaldar ium experim entó una considerable
reducción volum étrica, en tanto que la nueva sala nº 4 es de
com pleja interpretación, si bien no ha de excluirse su consi-
deración com o un espacio abierto, atravesado por una espe-
cie de euripus y vinculado a los baños.
Referente al Pedregal, no es posible establecer una
correcta caracterización arqueológica del núcleo aquí em pla-zado, si bien los restos exhum ados hasta la fecha parecen
acreditar la existencia de un asentam iento dotado de una
presum ible pars ur bana y una zona de m anufacturación,
alm acenaje y tal vez, residencia de operarios (par tes ru sti ca
y fructuaria ). A la vivienda pertenecerían los m osaicos poli-
crom os destruidos en el transcurso de las obras de construc-
ción de la estación de FF.CC. y los restos de m olduras, revo-
cos parietales, fragm entos de p intura m ural y teselas
policrom as encontradas en 2000 en las excavaciones de H er-
nández C arrión; en la m ism a dirección apuntan los m ateria-
les cerám icos pertenecientes a la infraestructura de unosbaños. A la zona de producción y alm acenam iento cabría
adscribir los restos de canalizaciones, pilas y estancias pavi-
m entadas con argam asa docum entadas en los años 70 por
M olina G arcía. Pero, lam entablem ente, por el m om ento
carecem os de datos precisos para perfilar una m ínim a
secuencia cronológica de estas instalaciones, si bien la
pequeña intervención de H ernández Carrión en 2000 evi-
“EL CASÓN DE JUMILLA”: LÍNEAS DE ESTUDIO PARA UN PROYECTO INTEGRAL DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICO-ARQUEOLÓGICA DE UN MAUSOLEO TARDORROMANO
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Lámina 5. Sepulcro de Jumilla ( “ Casó n” ). Fachada principal yábside SO despué s de la restauraci ó n de inicios del s. XX (foto Archivo J. Molina Garc í a).
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dencia al m enos un horizonte constructivo de los ss. III-IVd.C., de una parte, y de otra, la existencia de m osaicos polí-
crom os –que se difun dieron desde época antonina alcan-
zando gran popularidad en los ss. III y IV d.C.–avalaría para
el enclave, al m enos, una fase cronológica encuadrable en
las referidas centurias, m om ento en que asim ism o se datan
las abigarradas com posiciones geom étricas de las cercanas
ui l lae de Los Torrejones (Y ecla)49 y Los Cipreses50.
Por tanto, no poseem os certeza segura sobre si el uso y la
secuencia cronológica de las instalaciones docum entadas en
el“Pedregal”fueron los m ism os que en las identi cadas en el
balneum de la vivienda del paraje del“Casón”. Ante tal pro-blem a se nos m uestran diversas posibilidades: en prim er
lugar, cabría plantear la existencia en los antiguos predios de
dos asentam ientos cercanos, tan sólo separados por unos 150
m e independientes el uno del otro, si bien en tal caso sor-
prendería la cercanía de las instalaciones dom ésticas docu-
m entadas. En segundo térm ino, tam poco es descartable la
hipótesis de la pertenencia de todas estas instalaciones a un
único fundus con su correspondiente asentam iento rural,quizás una única ui l la , del que se conocerían sólo algunos
elem entos, tanto m uebles com o inm uebles, pertenecientes a
distintas fases cronológicas de sus diferentes partes , tanto las
urbana y rustica , com o de las necrópolis altoim perial y tar-
día; con el devenir del tiem po, en este núcleo se podría haber
producido un cam bio de ubicación de la vivienda principal;
así, en un prim er m om ento ( nales del s. I–s. II d.C.), la casa
pudo estar em plazada en el punto donde hem os identi cado
elbalneum (predio del Casón), y en un periodo im preciso
del s. IV d.C. pudo am ortizarse esta vivienda para ser susti-
tuida por una nueva construida en la zona del Pedregal, sibien esta hipótesis queda pendiente de ulteriores excavacio-
nes en esta últim a área, de una parte, y de otra, im plicaría la
am ortización de los baños en la Fase II (s. IV d.C.), cuestión
que, por el m om ento, no es del todo evidente.
En todo caso, la m ayoría de restos identificados por
M olina G arcía al S de la antigua Estación del F.E.V.E. m ues-
tran un evidente carácter m anu facturero. D e hecho, hem os
MEMORIAS DE ARQUEOLOGÍA
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Lámina 6. Sepulcro de Jumilla ( “ Casó n” ). 1953. Vista desde el SO tras la construcci ó n de un cercado de mamposter í a y ladrillo que apoyaba directamente en el mausoleo y las
remociones de tierras que dejaron el cimiento del absidiolo meridional al descubierto (foto J. Tamé s, Informe sobre obras efectuadas en el Casó n de Jumilla y Catedral de Mur-
cia. Monumentos Nacionales. 1953 –IX –25. Ministerio de Educaci ó n, Cultura y Deporte, Secretar í a de Estado de Cultura, Gabinete Archivo Central, c/ 88617).
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recuerdo de un anónim o personaje, cuyo cognomen podría
serNepos (?); los caracteres paleográ cos de las letras avalan
una datación en la segunda m itad del s. II d.C.55. N ada
prueba que el retrato perteneciese al referido m ausoleo,
aunque el hecho de que el busto con retrato y el fragm ento
de epígrafe procedan del m ism o lugar y tengan sim ilar cro-
nología parece apoyar no sólo la existencia de la antedicha
necrópolis, sino tam bién el referido uso funerario del busto.
Con todo eso, se trate de uno o m ás núcleos rurales, cabe
integrar estas instalaciones en el am plio abanico de fund i ysus respectivasui l lae que, em plazadas en las fértiles llanuras
que circundan el Cerro del Castillo de Jum illa por sus ver-
tientes S, O y SE56 ( g. 8), presentan en su m ayoría sim ilares
problem as de indefinición cronológica al no haberse practi-
cado en la zona ni prospecciones sistem áticas ni trabajos de
excavación arqueológica ordenados. Así ocurre con las
ui l lae de “La Ñ orica”57 –de la que conocem os la existencia
de un balneum de difícil caracterización a través de las noti-
cias antiguas transm itidas por Lozano Santa58–y de “Los
Cipreses”, cuya fase m ejor conocida está representada por
los m osaicos del s. IV dados a conocer asim ism o en 1800 por
Lozano y excavados en la década de 1960 por J. M olina59. La
indefinición jurídica y cronológica de buena parte de estos
asentam ientos dificulta asim ism o cualquier propuesta de
interpretación arqueológica referida al proceso de coloniza-
ción de los territorios del actual Altiplano y, en concreto, de
la Cubeta de El Prado o Llanura de Jum illa. En 1974, A. M ora-
les planteó la distribución y sistem atización de los enclaves
rurales em plazados en esta llanura y sus áreas adyacentes (a
saber, la prolongación de la cubeta hacia el SO a través de la
Cañada del Judío hasta las inm ediaciones de la Ram bla de
Los Álam os) m ediante una centuriación que establecía la
existencia de un cardo principal que, orientado de N E a SO ,
se conservaba en el fondo del Prado hasta los años 60 fosili-zado en un cam ino vecinal, confluyendo sus extrem os en
sendos accidentes top ográ cos: al SO El Puntal, que p enetra
a m odo de cuña en la apertura de la cubeta hacia la C añada
del Judío, y al N O la Sierra del Buey. Eldecumanus principal
se orientaría de N O a SE, apoyando en el extrem o occidental
de la población allí donde convergen las ram blas de Jum illa
y de la Alquería para form ar la del Judío. Paralelos a este eje
se disponen decum anos secundarios, igualm ente p aralelos
entre sí, fosilizados en lindes y cam inos rurales60 (fig. 9). La
sup er cie de la centuriatio que M orales denom ina com o del
Prado–Cañada del Judío abarcaría entre 3.500 y 4.000 H a. defértiles tierras (ui de supr a III.1.) que, básicam ente dedicadas
al cultivo de la trilogía m editerránea, quedarían distribuidas
en lotes de aproxim adam ente 12’6 H a., es decir, unas 50
iugeras 61. En este sentido, m erece destacar que estos cálcu-
los coinciden a grandes rasgos con los obtenidos por López
Cam puzano y Salm erón Juan para la centuriación de la Vega
de Cieza, donde los fund i tendrían una extensión de entre
10 y 12’3 H a., es decir, de 40 a 50 iugeras 62. Sin em bargo,
con la inform ación arqueológica que poseem os en la actuali-
dad es m uy difícil determ inar con un m ínim o de precisión
cuándo se produjo la organización y colonización de esteterritorio, cuáles fueron los m otivos, quiénes la p rotagoniza-
ron, qué régim en jurídico se aplicó a la tierra y su tenencia y,
por supuesto, cuál fue la evolución del pob lam iento en la
zona63.
Los traum áticos acontecim ientos que, en el m arco de la
segunda guerra púnica o de la rebelión generalizada de 197
a.C., enfrentaron a finales del s. III o inicios del II a.C. a las
MEMORIAS DE ARQUEOLOGÍA
390
Lámina 8. Sepulcro de Jumilla ( “ Casó n” ). 1996. Muro interior reparado del testero
de la nave central. La textura de la f ábrica del tercio inferior evidencia la restau-
raci ó n de inicios del s. XX (foto A. Ló pez).
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com unidades indígenas y a las tropas rom anas conllevaron
la destrucción de prósperos asentam ientos ibéricos com o el
del poblado de Coim bra del B arranco Ancho, el principal
núcleo de control geopolítico de la Llanura de Jum illa junto
con el poblado ubicado en el Cerro del Castillo64. Las pros-
pecciones realizadas en derredor de esta elevación por J.
M olina, los seguim ientos arqueológicos desarrollados con
ocasión de la construcción de la circunvalación de la N -344
que atraviesa la totalidad de la cubeta, así com o los trabajos
de excavación arqueológica acom etidos en 1988 y 1991-92
en el“Cam ino del Pedregal”por M uñoz Tom ás, H ernández
Carrión y U rueña G óm ez65, perm iten deducir que la ocup a-
ción y aprovecham iento de las tierras de la llanura pudo
estructurarse desde nes del s. III al I a.C. en torno a peque-
ñas explotaciones de tipo cam pesino, al m odo en qu e se
docum enta en otras regiones peninsulares, com o Andalucía
o elárea catalana66
, y en diversos puntos del SE peninsularcom o la com arca del Alto G uadalentín67 o el valle alto del río
Q uípar (Ram bla de Tarragoya)68, zonas éstas donde los exce-
dentes de producción p udieron abastecer oppida cercanos.
Estas pequeñas granjas de la llanura fueron dependientes de
la población indígena, al m odo en que se docum enta en el
Q uípar69, sin que pueda rastrearse un fenóm eno de funda-
ciones ex n ouo a partir de contingentes de inm igrantes itáli-
cos sim ilar al que aconteció en elárea litoral m ás inm ediata a
Cartha go Noua 70. A dem ás, los contextos cerám icos (im por-
taciones áticas) recuperados en las excavaciones del Cam ino
del Pedregal71
y los hallazgos superficiales en yacim ientoscom o el Perul72 y, tal vez, La M arquina73, testim onian que
este poblam iento de llanura dispuesto en un radio de 3 km .
en torno al Cerro del Castillo podría rem ontar a los ss. IV-III
a.C. (Ibérico Pleno)74. Los contextos cerám icos de la Llanura
de Jum illa en los ss. II-I a.C. están relacionados con esta ocu-
pación rural, por dem ás sustentada en un cam pesinado indí-
gena fuertem ente arraigado a usos y tradiciones prerrom a-
nos y alejado de los principales focos de rom anización al
quedar la zona alejada del sistem a prim ario de com unicacio-
nes viarias del SE peninsular. D e esta form a, m ientras que en
las áreas costeras en torno a Carthago Noua pronto sedetecta la llegada m asiva de productos itálicos de im porta-
ción75, lo qu e asim ism o se constata en la com arca del G ua-
dalentín com o consecuen cia del activo p roceso de rom ani-
zación acaecido tras el fin de la contienda púnica en 206
a.C.76, en nuestra zona de estudio carecem os, al m enos por
el m om ento, de este género de m ateriales (lo que asim ism o
acontece de m odo generalizado en otros m uchos puntos de
las com arcas internas del SE peninsular), com o bien eviden-ciaron las excavaciones en el Cam ino del Pedregal donde los
contextos estratigráficos datables entre los ss. III al I a.C.
aportaron gran cantidad de carám ica indígena y tan sólo un
pequeño recipiente cerrado de cam paniense A y algunas
im itaciones en cerám ica com ún de cam panienses A y B
(Lam b. 1, 2 y 36)77. Este panoram a p arece atestiguarse de
m anera generalizada en otros puntos del Altiplano, com o el
área de Y ecla do nde, asim ism o, la presencia de produccio-
nes cam panienses en m ínim a78. N o parece factible que en
esta época la actividad de estas pequeñas granjas estuviese
orientada a la obtención de productos agropecuarios desti-nados al aprovisionam iento de núcleos urbanos de entidad,
com o sería el caso de Carthago Noua ; la producción se des-
tinaría básicam ente al autoabastecim iento, aunque no es de
descartar la existencia de excedentes que, en el m arco de un
circuito com ercial a pequeña escala, sirviese para el sum inis-
tro alim entario del poblado del Cerro del Castillo, habitado al
m enos hasta fines del s. II-inicios del III d.C., donde asi-
“EL CASÓN DE JUMILLA”: LÍNEAS DE ESTUDIO PARA UN PROYECTO INTEGRAL DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICO-ARQUEOLÓGICA DE UN MAUSOLEO TARDORROMANO
391
Lámina 9. Sepulcro de Jumilla ( “ Casó n” ). 1995. Cimentaci ó n de la jamba meridio-
nal, rehecha a inicios del s. XX, de la fachada principal; apoya sobre los restos de la
f ábrica originaria del edificio (foto A. Ló pez).
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m ism o se podrían obtener escasos productos de im porta-
ción, en especial vajillas79; relaciones sim ilares se aprecian
en otras com arcas, com o la Ram bla de Tarragoya en el valle
alto del río Q uípar donde el sobrante productivo de estos
pequeños núcleos se incorporaba al flujo económ ico y
com ercial capitalizado por eloppidum de Asso 80.
Aunque algunos autores han postulado para la com arca
del Altiplano Jum illa–Y ecla la eclosión, a partir de finales de
época augústea, de un nuevo poblam iento rural disperso
centrado en ui l lae de carácter agrícola dedicadas al cultivo
de cereales, viñedos y olivares81, no parece que el patrón deasentam iento en la Llanura de Jum illa, con pequeñas unida-
des de explotación cam pesina dependientes de población
indígena, cam biase sustancialm ente durante el cam bio de
Era y buena parte del s. I d.C. La presencia de vajillas im por-
tadas en la llanura, en particular de sigillatae itálicas y sud-
gálicas, es escasa en los contextos conocidos asociables a
esta centuria82, com o bien acreditan los trabajos en el
Cam ino del Pedregal83. Sin em bargo, es en las últim as deca-
das del s. I d.C. cuando se produce en este últim o asenta-
m iento una im portante refectio que im plicó la construcción
ex nou o de los espacios habitacionales y productivos hasta
ahora constatados, si bien respetando la orientación m arcada
por las estructuras preexistentes y recurriendo a técnicas
constructivas de raigam bre netam ente ibérica84. El m ism o
proceso, aunque en este caso con la construcción de estruc-
turas arquitectónicas de indudable rom anidad, parece cons-
tatarse en la vivienda (pars urban a ) a que cab e adscribir el
balneum excavado en la Avda. de la Asunción, dond e los
contextos cerám icos de la fase de am ortización de fines del
s. III/s. IV d.C. carecen de m ateriales cerám icos de im porta-
ción anteriores a los últim os decenios del s. I d.C. En este
sentido, los m ateriales cerám icos y num ism áticos recupera-
dos sin contexto arqueológico bien definido en la u i l la de
Los Cipreses ofrecen una cronológía alta que no va m ás alláde época claudio-neroniana85, en tanto que para La Ñ orica
sólo disponem os de indicios de fechación posteriores a los
ss. II-III86, cuando se docum enta su necrópolis87 y, al m enos,
parte de su program a ornam ental88. Por tanto, es a nes de la
prim era centuria cuando p arece verificarse un im portante
cam bio en la estructura y tram a poblacional de la Llanura de
Jum illa con la creación de posibles fund i agropecuarios
estructurados en torno a ui l lae dotadas de sus correspon-
dientes partes ; es de supon er que esta nueva organización
del espacio rural se apoyase en el potencial clim ático,
hídrico y edafológico de la zona y que se acom etiese enrazón de una centuriatio bien planificada del territorio89, si
bien resulta arriesgado con la escasez de datos conocidos
hasta el m om ento realizar propuestas precisas–que en cual-
quier caso serían teóricas–relativas a cronología exacta, regi-
m en jurídico del territorio y de la prop iedad de la tierra,
extensión de las explotaciones o fundi o ascendencia socio-
económ ica de los nuevos propietarios90. Con relación a todo
ello, sorprende en prim er lugar el relativo retraso con que
parece producirse la colonización de esta fértil zona con res-
pecto a otras com arcas del SE tem pranam ente colonizadas
m ediante patrones de asentam iento cada vez m ejor conoci-dos; así, los territorios litorales al E de Carthago Noua cono-
cieron una fortísim a im plantación rural de itálicos qu e se
extiende desde época tardorrepublicana hasta la prim era
centuria de época im perial91; la com arca del G uadalentín
experim entó una intensa colonización, sin duda vinculada a
la política colonial m arcada p or Augusto y desarrollada a
partir de ejes viarios de prim er orden com o la vía Augusta o
MEMORIAS DE ARQUEOLOGÍA
392
Lámina 10. Sepulcro de Jumilla ( “ Casó n” ). 1996. Umbral de la puerta de acceso al
mausoleo construida a inicios del s. XX a ca. 0 ’ 55 mdel nivel originario (foto J. M.
Noguera).
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el Cam ino Real de Vera, ya desde nes del s. I a.C. y durante
todo el s. I d.C.92; y las fértiles tierras de la V ega A lta del
Segura experim entaron una intensa fase de colonización
que,ca. 20-50 d.C., conllevó una im plantación de ui l lae en
el cauce del curso uvial en la cual jugó igualm ente un papel
determ inante la red viaria de la zo na y, en particular, la vía
Carthago Noua -Saltigi 93 . En la Llanura de Jum illa el proceso
colonizador parece acontecer unas décadas después que en
la V ega A lta del Segura, lo que podría avalar una coloniza-
ción p rogresiva del territorio, que probablem ente pertenecíaalager publi cus del territorium de Carthago Noua , hecho al
que probablem ente coadyuvaron el arraigo de la población
indígena a tradiciones prerrom anas y el acceso a la llanura a
través de vías de com unicación de carácter secundario. Refe-
rente a ello y en segundo lugar, sin duda en este proceso
colonizador jugó un papel clave la red viaria de la zona; la
Llanura de Jum illa no estuvo atravesada por ninguna vía de
prim er orden, pero si lo estaba por una vía secundaria que
unía la vía Carthago Noua – Complutum , al SE, con la que
conectaba Saetabi y Cástulo94, al N O . D e este eje secundario,
con probabilidad una vía de carácter vecinal de titularidad
pública por enlazar am plios espacios com arcales, partirían
diversos cam inos privados (in ter agros ), dotados de servi-
dum bre de paso y destinados a posibilitar el acceso a los
diversos fund i de la llanura desde la vía secundaria95. Por
últim o, queda por resolver la cuestión relativa al“rol”que, a
partir del proceso de colonización, desem peñó la poblaciónindígena que habitaba la llanura, es decir, las relaciones
sociales y económ icas establecidas entre los diversos grupos
sociales asentados en la zona96. Es interesante el contraste
que se observa entre asentam ientos que m uestran rasgos
culturales de tradición indígena y otros de evidente raigam -
bre rom ana; al respecto, es significativo el binom io Cam ino
del Pedregal–Avdas. de la Asunción/Libertad. En el prim er
“EL CASÓN DE JUMILLA”: LÍNEAS DE ESTUDIO PARA UN PROYECTO INTEGRAL DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICO-ARQUEOLÓGICA DE UN MAUSOLEO TARDORROMANO
393
Lámina 11. Sepulcro de Jumilla ( “ Casó n” ). 1995. Vista de p á jaro. Apr é ciense los desperfectos en los revestimientos de signinumde las cubiertas (foto A. Ló pez).
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género de enclaves cabría referir los habitáculos y estancias
de alm acenaje docum entados en el Cam ino del Pedregal,datables desde finales del s. I d.C. a fines del s. II/prim eras
décadas del III d.C., constituidos por edificaciones de plan
bipartito caracterizadas por la pobreza tanto de sus m ateria-
les constructivos com o de los ajuares dom ésticos que se les
asocian97; todo lo cual concluye que este tipo de hábitat con-
tinuó ocupado por la población indígena que desde hacía
siglos cultivaba la tierra. Resta dilucidar en qué régim en jurí-
dico realizaron a partir de entonces su trabajo estas gentes.
Cabría pensar que la creación de fund i y el surgim iento d e
unidades de explotación estructuradas en ui l lae dotadas de
sus correspondientes partes conllevara la inserción de lasseculares unidades habitacionales ahora refundadas dentro
de las partes ru sti cae y fructuariae de las nuevas explotacio-
nes, pasando a trabajar la población cam pesina indígena en
las labores agrícolas y en las tareas m anufactureras a ellas
ligadas. El proceso tendría sentido si atendem os a la refun-
dación de espacios productivo-habitacionales paralela a la
construcción de una pars urban a en la A vda. de la A sunsión.
Pero tam poco es de descartar la existencia, a partir de las
últim as décadas del s. I d.C., de diversos m odelos de asenta-m iento –con diferentes sistem as de vida y de explotación–
en la llanura, pudiéndose establecer un régim en de com ple-
m entariedad entre las viejas granjas indígenas y los nuevos
fund i de carácter latifundista, al m odo en que se detecta en
determ inadas zonas de la B ética98. Al segundo tipo de insta-
laciones cabría asignar la vivienda atestiguada en la A vda. de
la A sunción que, dotada de un balneum , acredita para sus
m oradores un elevado grado de rom anidad. Esa y otras
viviendas rurales cercanas debieron alcanzar un prim er cénit
en el s. II d.C. a tenor de hallazgos tales co m o la estatuilla
broncínea de Somnus , sin duda perteneciente a la casa a quedebe asociarse el antedicho balneum , o el retrato segura-
m ente funerario y el pequeño m onum ento sepulcral atesti-
guado en la zona del Cam ino del Pedregal y asignable a una
necrópolis rural de la segunda m itad de la referida centuria
(ui de supra IV.1.); elem en tos todos ellos que certifican
sobradam ente, junto a otros m uchos, la rom anidad de las
nuevas gentes instaladas desde finales del s. I en la llanura.
MEMORIAS DE ARQUEOLOGÍA
394
Lámina 12. Sepulcro de Jumilla ( “ Casó n” ). Cata nº 1 (1992), en elángulo derecho del testero. Se aprecia: cara exterior recta del muro del testero, parte del muro de orienta-
ci ó n E –O apoyado en el mismo y pavimento de arcilla rojiza (foto I. Urue ña).
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D urante este p roceso de im plantación colonial no se pro-duce fundación urbana alguna que cohesionara y dotase al
territorio de la pertinente articulación; en todo caso, elúnico
asentam iento de estas características, lam entablem ente bas-
tante dañado y m uy m al conocido es el poblado del Cerro
del Castillo que perm aneció poblado, com o m ínim o, hasta
losúltim os años del s. II o los prim eros del III d.C. a tenor de
los m ateriales cerám icos recup erado s en prospecciones
super ciales99.
Problem as de interpretación histórico–arqueológica pre-
senta asim ism o el estudio del poblam iento en la Llanura de
Jum illa en época tardía. La docum entación arqueológica conque contam os en la actualidad parece evidenciar una reorga-
nización del hábitat rural hacia fines del s. III-inicios del IV
d.C. Las excavaciones en el Cam ino del Pedregal acreditan
un abandono de los espacios habitados en este periodo100,
en tanto que en la vivienda de la A vda. de la A sunción asisti-
m os, en un m om ento indeterm inado del s. IV d.C., a una
im portante refectio del balneum que im plicó la am ortiza-
ción, quizá parcial, de los am bientes balnearios preexistentesy la construcción de nuevos espacios arquitectónicos m arca-
dos por su carácter m onum ental101. Los m osaicos avalan que
fueron tam bién las últim as décadas del s. III y la cuarta cen-
turia el periodo de m ayor desarrollo arquitectónico y orna-
m ental en la cercana ui l la de los Cipreses102. Esta reorganiza-
ción del territorio rural afectó a am plias regiones de las
provincias occidentales y, en el SE, se produjo en épocas dis-
tintas y de form a diferente en unas y otras com arcas; fenó-
m enos de ruptura poblacional se aprecian a m ediados del s.
II d.C. en las inm ediaciones de Carthago Noua , probable-
m ente ligados a la recesión económ ica de la ciudad103; tam -bién en la cuenca alta del Segura (Vega de C ieza) se atesti-
gua a nes del s. II-inicios del III el abandono de los fundi y
sus correspondientes ui l lae de época altoim perial dispuestos
en torno al cauce fluvial y la creación de tipos de hábitat
hasta ahora desconocidos en nuevas zonas: sería el caso del
poblado (uicus ?) del Cabezo de las Beatas y de la “casa
fam iliar”de la cueva-sim a de La Serreta, los cuales m uestran
“EL CASÓN DE JUMILLA”: LÍNEAS DE ESTUDIO PARA UN PROYECTO INTEGRAL DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICO-ARQUEOLÓGICA DE UN MAUSOLEO TARDORROMANO
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Lámina 13. Sepulcro de Jumilla ( “ Casó n” ). Cata nº 1 (1992), en elángulo derecho del testero. Se aprecia: cara exterior recta del muro del testero, pavimento de arcilla rojiza y
muro de orientaci ó n E –O, enlucido en su cara N (foto I. Urue ña).
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am plios abanicos vitales com prendidos entre ca. 200-320
d.C.104
. Por el contrario, en la com arca del G uadalentín sedocum enta durante los ss. III y IV d.C. una fase de gran esta-
bilidad en las ui l lae ligadas a grandes latifundios, si bien ya
desde el s. III se constatan, de un lado, pequeños núcleos de
gentes que, instaladas en laderas y elevaciones m ontañosas
suaves, trabajaban pequeñas parcelas, bien de su propiedad,
bien arrendadas, y de otro, dim inutas com unidades que en
las tierras altas alejadas del llano (com o Los Peñones y Casas
de Peña M aría) vivían esencialm ente de la cría del ganado105.
Tam bién en la llanura de Jum illa –com o en otras áreas del
A ltiplano com o el térm ino m unicipal de Y ecla106–parece
darse un reforzam iento de los fund i preexistentes, fenó-m eno éste quizá ligado al proceso de reestructuración de la
población rural en grandes propiedades latifundistas que
afectó en época tardía a todo el E peninsular107. En todo
caso, y a pesar de la constatación de ricos program as orna-
m entales de carácter m usivario, los contextos cerám icos de
esta época se caracterizan básicam ente p or la presencia de
grandes cantidades de cerám ica com ún, m al estudiada y sis-
tem atizada hasta la fecha, y p or la escasez de vajillas y p ro-
ductos im portados que pudiesen ayudar a per lar con m ayor
precisión el m arco cronológico de esta etapa a la que, en
todo caso y en el caso de la u i l la atestiguada bajo la actualA vda. de la A sunción, hem os de asignar el m onum ento
sepulcral objeto de nuestro estudio.
V. HISTORIOGRAFÍA
N o existen fuentes antiguas, literarias o epigrá cas, relati-
vas al m ausoleo; de ahí que no sea posible ni una identifica-
ción con personaje concreto alguno, ni una adscripción cultu-
ral segura. D ado que no hem os encontrado m ención alguna al
sepulcro en obras anteriores al s. XIX, com o podrían ser las
Rela ciones Topogr áfi cas de Felipe II, redactadas hacia 1575, o
en elCatastro del Marqu é s de la Ensenada (1751–1752), rela-
tivo a la historiografía contem poránea se aprecia una evidente
evolución en su conocim iento desde los albores del D ieci-
nueve hasta nuestros días. Al respecto, pueden establecerse
cuatro peldaños sucesivos en el conocim iento del m ausoleo,
en el transcurso de los cuales su estudio fue abordado de
form a desigual, interesándose los distintos autores por cues-
tiones y problem áticas concretas y diferentes.
La prim era etapa, que rem onta a los inicios de la época
contem poránea, está representada p or un absoluto descono-
cim iento de los caracteres arquitectónicos, cronológicos y,
sobre todo, culturales y funcionales del edi cio –en que indi-
ferencia y displicencia m arcan pautas dom inantes con res-pecto a otros conjuntos de la zona, com o las ui l lae de los
Cipreses o de la Ñ orica–. Es el caso de la prim era m ención al
edi cio p or nosotros conocida, datable en el año 1800, fecha
de edición de la Historia Anti gua y Modern a de Jum illa del
canónigo J. Lozano Santa. Referente al m ausoleo propia-
m ente dicho, el clérigo reseña que el Casón está em plazado
al“ norte de las vi ñ as (pago de Los C ipreses), y prox î mo a
ellas ” y que “ d á nombr e a su di stri to ” , de un lado, y de otro,
que se trata de una “ obra defi gura oval , con otr os dos ovalos
que salen d e este edi fi cio por u na y otra ban da. Es de arga-
masa m ezclad a con pelotones bien im penetra ble, pero en extremo obra m uy tosca. [...] En el d ia tiene mezcla de ladr i-
ll o: pero con ocemos ser in gert o mu y posteri or ” ; asim ism o,
desconocía la funcionalidad del pequeño edificio y advertía
que no era “ de gusto á rabe, ni romano, ni Carthagin é s ” 108 .
La descripción de Lozano evidencia que el m ausoleo en
aquellos años ya había perdido sus originarios revestim ien-
tos de fina argam asa, si bien lam entablem ente no especifica
su grado de ruina, lo que hubiese sido de gran interés dado
que la docum entación fotográ ca de inicios del siglo XX evi-
dencia que tanto su fachada com o el testero estaban parcial-
m ente derruidos en estos años. La pobreza m onum ental tes-tim oniada por el topónim o que designaba la construcción,
unida a la m anifiesta incertidum bre de Lozano sobre su atri-
bución cultural, son con probabilidad causas que conduje-
ron a J. A. Céan B erm udez, buen conocedor de la obra del
clérigo, a om itir m ención alguna al m ausoleo en su Sumario
de Anti g üedades Romanas que hay en Espa ñ a , publicado en
1832, obra en que, por el contrario, realiza una detallada
MEMORIAS DE ARQUEOLOGÍA
396
Lámina 14. Sepulcro de Jumilla ( “ Casó n” ). Cata nº 2 (1992), delante del tercio
derecho de la fachada principal. Vista frontal del peque ño reborde formado por las
piedras que, dispuestas horizontalmente entre sendas capas de hormigó n, formaron
parte de la cimentaci ó n de los nuevos hastiales de la fachada restaurada (foto I.
Urue ña).
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exposición de otros ricos yacim ientos arqueológicos de las
inm ediaciones, com o los Cipreses o la Ñ orica109.
Poco m ás de un siglo después de la redacción de la obra
de Lozano, la segunda etapa en la historiografía del m auso-
leo está representada por el prolijo estudio que M . G onzález
Sim ancas le dedicó en suCat á logo Monumental d e la Pro-
vincia de Murcia (1905–1907)110; dicha obra no sólo suplió
la aludida carencia de estudios referentes al sepulcro, sino
que acredita profundos cam bios en su conocim iento e inter-
pretación. El interés por una detallada descripción de sus
caracteres arquitectónicos que, lejos de detenerse única-
m ente en cuestiones referentes a p lanim etría y alzados,
ahonda en aspectos concernientes incluso a la restitución de
algunas partes originales perdidas, com o el arco de ladrillos
del vano de acceso al interior; la búsqueda de paralelos tipo-
lógico–arquitectónicos en el contexto de la prim era edilicia
cristiana de Rom a; y, sobre todo, un prim er intento riguroso–y no desacertado en líneas generales–de otorgarle una cro-
nología precisa; son todos ellos aspectos que m arcan un evi-
dente punto de inflexión con relación al periodo anterior,
representado por la obra de Lozano. Sin em bargo, que dicho
trabajo no superase el estadio de m anuscrito determ inó que
las interesantes observaciones del autor sobre el m onum ento
perm aneciesen prácticam ente inéditas hasta fechas recientes.
Cabe destacar la extraordinaria m inuciosidad con que el
estudioso realizó la descripción y exam en de la m orfología
arquitectónica del edi cio, siendo de gran exactitud e interés
sus observaciones referentes a la planim etría y a los sistem asconstructivos em pleados tanto en la bóveda de cañó n y en
los casquetes hem iesféricos de losábsides laterales, com o en
el arco de ladrillos del vano de ingreso al edi cio, cuyos res-
tos apreció con gran m inuciosidad. D e igual form a explicitó
los desperfectos sufridos en su estructura arquitectónica, lo
que en la actualidad, tras realizar un exhaustivo análisis de
cam po sobre el prop io edificio (cam pañas de 1998 y 1999),
resulta de gran interés para contrastar los datos obtenidos
por aquél y determ inar de m anera exacta cuáles son sus por-
ciones derruidas y posteriorm ente reconstruidas; a tal
efecto, del m áxim o interés para com pletar dicha inform acióny evaluar justam ente los antedichos daños es asim ism o la
docum entación fotográfica incluida en el Cat á logo (lám s.
2–3). El autor re ere, de un lado, que la portada principal era
la parte m ás arruinada de la fábrica, especificando al res-
pecto qu e de los m am puestos originales “ no se conservan
m á s que dos trozos adherid os al i n tra d ós ” del arco de la
bóveda, y de otro, que p arte de la m itad inferior de la
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