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20diciembre
Domingo IV de Adviento (Ciclo C) – 2015
· Lecturas de la Santa Misa· Guión para la Santa Misa
Domingo IV de Adviento (C)
(Domingo 20 de Diciembre de 2015)
LECTURAS
De ti nacerá el que debe gobernar a Israel
Lectura de la profecía de Miqueas 5, 1-4a
Así habla el Señor: Tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me
nacerá el que debe gobernar a Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un
tiempo inmemorial.
Por eso, el Señor los abandonará hasta el momento en que dé a luz la que debe ser
madre; entonces el resto de sus hermanos volverá junto a los israelitas.
Él se mantendrá de pie y los apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad del
nombre del Señor, su Dios.
Ellos habitarán tranquilos, porque Él será grande hasta los confines de la tierra. ¡Y Él
mismo será la paz!
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 79, 2ac. 3b. 15-16. 18
R. Restáuranos, Señor del universo.
Escucha, Pastor de Israel,
Tú que tienes el trono sobre los querubines,
resplandece, reafirma tu poder
y ven a salvarnos. R.
Vuélvete, Señor de los ejércitos,
observa desde el cielo y mira:
ven a visitar tu vid, la cepa que plantó tu mano,
el retoño que Tú hiciste vigoroso. R.
Que tu mano sostenga al que está a tu derecha,
al hombre que Tú fortaleciste,
y nunca nos apartaremos de ti:
devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre. R.
Aquí estoy para hacer, Dios, tu voluntad
Lectura de la carta a los Hebreos 10, 5-10
Hermanos:
Cristo, al entrar en el mundo, dijo: «Tú no has querido sacrificio ni oblación; en
cambio, me has dado un cuerpo. No has mirado con agrado los holocaustos ni los
sacrificios expiatorios. Entonces dije: Dios, aquí estoy, yo vengo —como está escrito
de mí en el libro de la Ley—para hacer tu voluntad».
Él comienza diciendo: «Tú no has querido ni has mirado con agrado los sacrificios,
los holocaustos, ni los sacrificios expiatorios, a pesar de que están prescritos por la
Ley». Y luego añade: «Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad». Así declara
abolido el primer régimen para establecer el segundo. Y en virtud de esta voluntad
quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez
para siempre.
Palabra de Dios.
ALELUIA Lc. 1, 38
Aleluia.
Yo soy la servidora del Señor;
que se haga en mí según tu Palabra.
Aleluia.
¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas 1, 39-45
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de
Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de
alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: « ¡Tú eres bendita
entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la
madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en
mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de
parte del Señor».
Palabra del Señor.
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GUION PARA LA MISA
IV Domingo de Adviento 20 de diciembre 2016- Ciclo C
Entrada: Es por medio de María que nos llega Jesús al alma, y en esta santa liturgia
podremos exclamar con Santa Isabel, bendito el fruto de tu vientre, pues es la
salvación que ya está próxima a nacer por nosotros.
Liturgia de la Palabra
Primera Lectura: Mi 5,1-4a
El profeta Miqueas anuncia que el que debe gobernar a Israel nacerá en Belén de
Judá.
Salmo Responsorial: 79
Segunda Lectura: Hb 10,5-10
Por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre, quedamos
santificados.
Evangelio: Lc 1,39-45
Isabel proclama a María feliz por haber creído que se cumplirá lo que le fue
anunciado de parte del Señor.
Preces:
Elevemos nuestras súplicas al Padre eterno que, movido por su infinito amor, envió al
mundo a su Hijo para salvarnos, y digámosle confiados.
A cada intención respondemos cantando:
* Por todos los cristianos que formamos la gran familia de los hijos de Dios, para que
inspirados en el misterio de la visitación llevemos a Dios a los que mas lo necesitan y
buscan con sinceridad en sus corazones. Oremos.
* Por la fortaleza y consuelo espiritual del Santo Padre en el gobierno de la Santa
Iglesia. Oremos.
* Por los pobres que no tienen trabajo, por los enfermos y por todos los desvalidos,
para que encuentren en sus prójimos el apoyo de una verdadera y solícita caridad.
Oremos.
* Por todas las familias que se preparan para la Navidad que se aproxima, que por el
amor se estrechen cada vez más los vínculos entre sus miembros y den testimonio de
la visita salvadora del Hijo de Dios. Oremos.
Padre todopoderoso, que sabes compadecerte de nuestra indigencia, concédenos lo
que te pedimos junto al don de tu Hijo Jesucristo Nuestro Señor, que vive y reina por
los siglos de los siglos.
Liturgia Eucarística
Ofertorio:
Nuestra disposición a recibir la salvación de manos de María Santísima es un don que
queremos ofrecer a Dios junto al sacrificio de su divino Hijo.
* Recibe en este incienso Señor el suave aroma de los frutos de las misiones
predicadas.
* Presentamos el pan y el vino, que por medio de tu sacerdote se convertirán en
nuestro alimento para la vida eterna.
Comunión: Acerquémonos a Jesús Eucaristía pidiendo la gracia de ser hostias vivas
que se consuman en su amor.
Salida: María, la humilde Virgen de Nazaret, oriente hoy a la humanidad hacia Aquel
que es la luz verdadera que ilumina a todo hombre, y que ya viene.
(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _
Argentina)
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Inicio Exégesis · Alois Stöger
Encuentro
(Lc.1,39-45)
El encuentro entre María e Isabel enlaza las dos narraciones de la anunciación de
Juan y de Jesús, pero también las dos narraciones del nacimiento y de la infancia.
Gracias al encuentro con Isabel adquiere María una inteligencia más profunda del
mensaje que le ha dirigido Dios (Lc.1:39-45) y canta un cántico de alabanza a la
acción salvífica de Dios (Lc.1:46-55). Con unas breves palabras sobre la permanencia
de María junto a Isabel y sobre su regreso (Lc.1:56) se cierra este relato que respira
admirable intimidad y calor religioso.
a) Las madres agraciadas (Lc.1:39-45).
39 Por aquellos días, María se puso en camino y se fue con presteza a una ciudad de
la región montañosa de Judá. 40 Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
La marcha tuvo lugar por aquellos días, poco después de la anunciación. El camino
lleva de Nazaret a una ciudad de Judá, situada en la región montañosa limitada por el
Negeb, el desierto de Judá y la Sefalá. Según una vieja tradición, estaba situada la
ciudad en el emplazamiento de la actual En-Karim, a unos seis kilómetros y medio al
oeste de Jerusalén. El camino que tuvo que recorrer María desde Nazaret exigía tres
o cuatro días de marcha.
María se fue a la región montañosa con presteza. El viaje era incómodo, y sin
embargo fue María con presteza. Aquí se inicia la gran marcha que llena la obra
histórica de Lucas, el evangelio y los Hechos de los Apóstoles. La Palabra de Dios
efectúa una marcha del cielo a la tierra, de Nazaret a Jerusalén, de Jerusalén a
Judea y Samaría y hasta los confines de la tierra, sin tener en cuenta las dificultades,
siempre con presteza.
Al término de la marcha entra María en casa de Zacarías y saluda a Isabel. También
esto se hace con presteza. Sólo saluda a Isabel, a quien Dios la ha remitido. En el
camino no saluda a nadie. Procede como los mensajeros que enviará Jesús y que
recibirán el encargo: «No saludéis a nadie por el camino» (10,4). La historia de la
infancia contiene las líneas fundamentales de la acción de Jesús; la acción de Jesús
es modelo para la vida de la Iglesia.
41 Y apenas oyó ésta el saludo de María, el niño saltó de gozo en el seno de Isabel,
la cual quedó llena de Espíritu Santo.
En el saludo de María, que lleva al Mesías en su seno, la salud mesiánica alcanza a
Isabel y, a través de su madre, a Juan. El niño salta de gozo en el seno materno. El
movimiento natural del niño se convierte en signo del gozo que suscita el encuentro
con el portador de la salud. Este signo tenía un significado más profundo que el
movimiento de los gemelos Esaú y Jacob en el seno de Rebeca. «Chocaban entre sí
en el seno materno los gemelos, lo que le hizo exclamar: Si esto es así, ¿para qué
vivir? Y fue a consultar a Yahveh, que le respondió: Dos pueblos llevas en tu seno.
Dos pueblos que al salir de tus entrañas se separarán. Una nación prevalecerá sobre
la otra. Y el mayor servirá al menor» (Gen_25:22s). Dios dirige la historia de los
hombres aun antes de que nazcan. El profeta Jeremías consigna la palabra de Dios:
«Antes que te formara en las entrañas maternas te conocía; antes que tú salieses del
seno materno te consagré y te designé para profeta de pueblos» (Jer_1:5).
Isabel quedó llena de Espíritu Santo. Cuando María entra en la casa y se oyen sus
palabras de saludo, se inicia la bendición del tiempo de salud. Dios dirá a sus
mensajeros: «Y en cualquier casa en que entréis, decid primero: Paz a esta casa. Y si
allí hay alguien que merece la paz, se posará sobre él vuestra paz» (Jer_10:5s). En la
casa de Zacarías se efectúa en el estrecho ámbito de la historia de la infancia lo que
se efectuará en Jerusalén después de la resurrección del Señor: «Y sucederá en los
últimos días que derramaré mi Espíritu sobre toda carne. Y profetizarán vuestros hijos
y vuestras hijas» (Act 2,l7: Joe_3:1-5). La historia de la infancia de la Iglesia es la
renovación de la historia de la infancia de Jesús.
42 Y exclamó a voz en grito: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu
vientre! 43 ¿Y de dónde a mí esto: que la madre de mi Señor venga a mí? 44 Porque
mira: apenas llegó a mis oídos tu saludo, el niño saltó de gozo en mi seno. 45
¡Bienaventurada tú, que has creído; porque se cumplirán las palabras que se te han
anunciado de parte del Señor!
Isabel, llena del Espíritu Santo, habla en una moción extática, bajo el influjo de Dios,
en forma litúrgica solemne, como cantaban los levitas delante del arca de la alianza
(1Cr_16:4). Es pregonera de la salud, servidora del Señor que se presenta en su
casa. El Espíritu Santo le da a conocer el misterio de María.
La profetisa recoge la alabanza del ángel y la confirma: Bendita tú entre las mujeres.
Añade la razón de esta bendición: Y bendito el fruto de tu vientre. Se le predica
bendición porque antes ha sido bendecida por Dios con la abundancia de todas las
bendiciones que están compendiadas en Cristo (Efe_1:3).
María, Arca de la Alianza: ¿De dónde a mí esto? Análogamente habló David cuando
había de llevar el arca de la alianza a Jerusalén: «Habiéndose puesto en marcha,
David y todo el ejército que lo acompañaba partieron en dirección a Baalá de Judá,
para subir el arca de Dios, sobre la cual se invoca el nombre de Yahveh Sebaot,
sentado entre los querubines. Pusieron sobre un carro nuevo el arca de Dios y la
sacaron de casa de Abinadab, que está sobre la colina... David y toda la casa de
Israel iban danzando delante de Yahveh con todas sus fuerzas con arpas, salterios,
adufes, flautas y címbalos... Atemorizóse entonces David de Yahveh y dijo: ¿Cómo
voy a llevar a mi casa el arca de Yahveh? Y desistió ya de llevar a su casa el arca de
Yahveh a la ciudad de David, y la hizo llevar a casa de Obededón de Gat, y Yahveh le
bendijo a él y a toda su casa. Dijéronle a David: Yahveh ha bendecido a la casa de
Obededón y a cuanto tiene con él por causa del arca de Dios» (2Sa_6:2-11). Parece
que este texto influyó en la exposición de Lucas. María fue considerada como el arca
de la alianza del Nuevo Testamento. Lleva al Santo en su seno, la revelación de Dios,
la fuente de toda bendición, la causa del gozo de la salvación, el centro del nuevo
culto.
El saludo de María tiene por respuesta los jubilosos saltos del niño. Irrumpe el júbilo
del tiempo mesiánico de salvación, que el profeta había descrito con estas palabras:
«Saldréis y saltaréis como terneros que salen del establo (a los que se han soltado
las cadenas)» (Mal_3:20). El tiempo de salvación es tiempo de alegría.
El cántico de alabanza que entona Isabel termina con palabras de felicitación para
María. Bienaventurada tú, que has creído. María es madre de Jesucristo, porque ha
dado el sí en santa obediencia. Cuando aquella mujer del pueblo bendijo a Jesús
diciendo: «Bienaventurado el seno que te llevó y los pechos que te criaron», dijo él:
«Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan»
(Mal_11:27s). Con un acto de fe comienza la historia de la salvación de Israel:
Abraham se marcha con su mujer a una tierra desconocida, únicamente porque Dios
lo ha llamado y le ha prometido bendecirle con gran descendencia (Gen_12:1-5); con
un acto de fe comienza la historia de la salvación del mundo: María creyó las palabras
de Dios: que ella sería la virgen madre del Mesías.
(Stöger, A., El Evangelio de San Lucas, en El Nuevo Testamento y su Mensaje,
Herder, Barcelona, 1969)
___________________________________
El paralelismo entre el saludo de Isabel y las palabras de David es el siguiente.
Isabel, al entrar María a su casa, exclama: “¿De dónde a mí esto que venga a mi
casa la Madre de Dios?”. David, cuando el arca de la alianza está por entrar en su
casa dice, en otras palabras: “¿De dónde a mí esto que venga a mi casa el arca de la
alianza?”. Por eso es que se puede establecer ese paralelismo: María es la nueva
Arca de la Alianza. De hecho es una de las letanías lauretanas: Foederis Arca (Nota
del Editor).
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InicioComentario Teológico· San Juan Pablo II
El misterio de la Visitación, preludio de la misión del Salvador
1. En el relato de la Visitación, san Lucas muestra cómo la gracia de la Encarnación,
después de haber inundado a María, lleva salvación y alegría a la casa de Isabel. El
Salvador de los hombres, oculto en el seno de su Madre, derrama el Espíritu Santo,
manifestándose ya desde el comienzo de su venida al mundo.
El evangelista, describiendo la salida de María hacia Judea, usa el verbo anístemi,
que significa levantarse, ponerse en movimiento. Considerando que este verbo se usa
en los evangelios para indicar la resurrección de Jesús (cf. Mc 8,31; 9,9.31; Lc
24,7.46) o acciones materiales que comportan un impulso espiritual (cf. Lc 5,27-28;
15,18.20), podemos suponer que Lucas, con esta expresión, quiere subrayar el
impulso vigoroso que lleva a María, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a dar al
mundo el Salvador.
2. El texto evangélico refiere, además, que María realiza el viaje "con prontitud" (Lc
1,39). También la expresión "a la región montañosa" (Lc 1,39), en el contexto lucano,
es mucho más que una simple indicación topográfica, pues permite pensar en el
mensajero de la buena nueva descrito en el libro de Isaías: "¡Qué hermosos son sobre
los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que
anuncia salvación, que dice a Sión: "Ya reina tu Dios" (Is 52,7).
Así como manifiesta san Pablo, que reconoce el cumplimiento de este texto profético
en la predicación del Evangelio (cf. Rom 10,15), así también san Lucas parece invitar
a ver en María a la primera evangelista, que difunde la buena nueva, comenzando los
viajes misioneros del Hijo divino.
La dirección del viaje de la Virgen santísima es particularmente significativa: será de
Galilea a Judea, como el camino misionero de Jesús (cf. Lc 9,51).
En efecto, con su visita a Isabel, María realiza el preludio de la misión de Jesús y,
colaborando ya desde el comienzo de su maternidad en la obra redentora del Hijo, se
transforma en el modelo de quienes en la Iglesia se ponen en camino para llevar la
luz y la alegría de Cristo a los hombres de todos los lugares y de todos los tiempos.
3. El encuentro con Isabel presenta rasgos de un gozoso acontecimiento salvífico,
que supera el sentimiento espontáneo de la simpatía familiar. Mientras la turbación
por la incredulidad parece reflejarse en el mutismo de Zacarías, María irrumpe con la
alegría de su fe pronta y disponible: "Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel" (Lc
1,40).
San Lucas refiere que "cuando oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en
su seno" (Lc 1,41). El saludo de María suscita en el hijo de Isabel un salto de gozo: la
entrada de Jesús en la casa de Isabel, gracias a su Madre, transmite al profeta que
nacerá la alegría que el Antiguo Testamento anuncia como signo de la presencia del
Mesías.
Ante el saludo de María, también Isabel sintió la alegría mesiánica y "quedó llena de
Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: "Bendita tú entre las mujeres y
bendito el fruto de tu seno" (Lc 1,41-42).
En virtud de una iluminación superior, comprende la grandeza de María que, más que
Yael y Judit, quienes la prefiguraron en el Antiguo Testamento, es bendita entre las
mujeres por el fruto de su seno, Jesús, el Mesías.
4. La exclamación de Isabel "con gran voz" manifiesta un verdadero entusiasmo
religioso, que la plegaria del Avemaría sigue haciendo resonar en los labios de los
creyentes, como cántico de alabanza de la Iglesia por las maravillas que hizo el
Poderoso en la Madre de su Hijo.
Isabel, proclamándola "bendita entre las mujeres", indica la razón de la
bienaventuranza de María en su fe: "¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las
cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" (Lc 1,45). La grandeza y la alegría de
María tienen origen en el hecho de que ella es la que cree.
Ante la excelencia de María, Isabel comprende también qué honor constituye para
ella su visita: "¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lc 1,43). Con
la expresión "mi Señor", Isabel reconoce la dignidad real, más aún, mesiánica, del
Hijo de María. En efecto, en el Antiguo Testamento esta expresión se usaba para
dirigirse al rey (cf. 1 R 1, 13, 20, 21, etc.) y hablar del rey-mesías (Sal 110,1). El ángel
había dicho de Jesús: "El Señor Dios le dará el trono de David, su padre" (Lc 1,32).
Isabel, "llena de Espíritu Santo", tiene la misma intuición. Más tarde, la glorificación
pascual de Cristo revelará en qué sentido hay que entender este título, es decir, en un
sentido trascendente (cf. Jn 20,28; Hch 2,34-36).
Isabel, con su exclamación llena de admiración, nos invita a apreciar todo lo que la
presencia de la Virgen trae como don a la vida de cada creyente.
En la Visitación, la Virgen lleva a la madre del Bautista el Cristo, que derrama el
Espíritu Santo. Las mismas palabras de Isabel expresan bien este papel de
mediadora: "Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el
niño en mi seno" (Lc 1,44). La intervención de María, junto con el don del Espíritu
Santo, produce como un preludio de Pentecostés, confirmando una cooperación que,
habiendo empezado con la Encarnación, está destinada a manifestarse en toda la
obra de la salvación divina.
Juan Pablo II, Catequesis (2-X-96), L'Osservatore Romano, edición semanal en
lengua española, del 4-X-96.
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InicioSantos Padres· San Juan Damasceno
Homilías sobre la Natividad
El alma de María está pendiente de solo Dios
Los pueblos más ricos buscan el favor de esta mujer. Ante ella se postrarán los reyes
de las naciones trayéndole ofrendas.
¡Oh mujer amable, tres veces dichosa! ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto
de tu vientre! ¡Oh mujer, hija del rey David y madre de Dios, el rey universal! ¡Oh
divino y animado joyel, en el que se ha complacido el Dios creador, joyel cuyo espíritu
es gobernado y está pendiente de solo Dios, cuyo deseo está exclusivamente
canalizado hacia lo deseable y lo amable, cuya animosidad se centra únicamente en
el pecado y en quien lo comete! Tú tendrás una vida superior a la naturaleza, pues la
tendrás no para ti, como tampoco has nacido para ti. La tendrás, por tanto, para Dios,
por quien tú has sido llamada a la vida, por quien tú te pondrás al servicio de la
salvación universal, para que el primitivo designio de Dios, el de la encarnación del
Verbo y de nuestra divinización, tengan en ti un feliz cumplimiento.
Tu deseo es alimentarte de las palabras divinas y de fortalecerte con su savia como
verde olivo en la casa del Señor, como un árbol plantado al borde de la acequia del
Espíritu, como el árbol de la vida, que ha dado su fruto en el tiempo prefijado: el Dios
encarnado, vida eterna de todos los seres. Tú retienes todo pensamiento nutritivo y
útil al alma, pero rechazas, aun antes de gustarlo, cualquier pensamiento superfluo o
perjudicial para el alma. Tus ojos están siempre puestos en el Señor, contemplando la
luz eterna e inaccesible; tus oídos escuchan la divina palabra y se deleitan con la
cítara del Espíritu: por ellos entró el Verbo para encarnarse; tu nariz aspira con
fruición el aroma de los perfumes del Esposo, siendo él mismo un perfume divino que
espontáneamente se expande ungiendo su humanidad: Tu nombre —dice la Escritura
— es como un bálsamo fragante, tus labios alaban al Señor y están pendientes de
sus labios; tu lengua y tu paladar disciernen las palabras del Señor y se sacian de la
suavidad divina; tu corazón puro y sin mancha contempla y anhela al Dios sin
mancha.
Vientre en el que el ilimitado estableció su morada, y pechos lactantes de los que
Dios, es decir, el niño Jesús, recibió su alimento; puerta de Dios que siempre
permanece virgen; manos que llevan a Dios y rodillas que son un trono más elevado
que el de los querubines: por ellas se fortalecen las manos débiles y se robustecen
las rodillas vacilantes; pies que, guiados por la ley de Dios cual lámpara luciente,
corren tras él sin volverse, hasta haber conducido a la amada junto al amado.
Todo su ser es cámara nupcial del Espíritu; todo su ser es la ciudad del Dios viviente,
alegrada por el correr de las acequias, es decir, por el flujo de los carismas del
Espíritu. Toda hermosa, toda próxima a Dios. Pues, dominando a los querubines y
sobresaliendo sobre los serafines, cercana a Dios, es a ella a quien se aplican estas
palabras: ¡Toda eres hermosa, amada mía, y no hay en ti defecto!
San Juan Damasceno, Homilías sobre la Natividad (SC 80, pp. 69-73)
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Inicio
Aplicación· P. Alfredo Sáenz, S.J.
· San Juan Pablo II· S.S. Benedicto XVI· P. Gustavo Pascual, I.V.E.. S.S. Benedicto XVI
P. Alfredo Sáenz, SJ..
La gran paradoja
LA VISITACIÓN
El evangelista San Lucas nos ha referido el relato de la Visitación de María a su prima
Santa Isabel. Probablemente este acontecimiento sucedió al poco tiempo de la
Anunciación, quizás entre los meses de abril y junio del mismo año del Nacimiento
del Señor.
El Arcángel Gabriel le había anunciado a María que su prima había concebido, a
pesar de su vejez, ya que nada es imposible para Dios. María se levantó y sin dudar
ni un momento de lo que el Angel le anunciara, exigida por su amor, se puso sin
demora en camino a Ain Kárim, pequeño pueblo donde vivía Santa Isabel. Corto se le
hizo sin duda el camino de 127 kilómetros —casi cinco días de jornada— porque iba
pensando en su Amor, iba contemplando las maravillas que Dios estaba obrando en
Ella. María es contemplativa en grado eminente. Si ello lo decimos de los santos, con
mayor razón de aquella que está muy por encima de la perfección de todos los
ángeles y santos juntos. Acompañemos el gozo interno que lleva María, gozo inefable
por haber concebido al mismo Dios. El camino terreno hacia Ain Kárim, se le hace
corto por la largueza que ha recorrido en el camino de su mundo interior. Apresura
caminos de tierra, y lleva en su seno al Camino de los hombres hacia el Padre.
En el Misterio de la Visitación, lleno de luz como un día radiante de sol, María
Santísima nos ha dejado varias enseñanzas que pasamos a considerar.
Fe – Esperanza
Una vez que Nuestra Señora pronuncia su fiat, concibiendo al Hijo de Dios, da como
un salto al vacío. Intuye que se trata del Mesías sufriente, sabiendo que tendrá que
padecer a la par de su Hijo. No entiende bien cómo se le solucionarán sus cosas,
pero firme en su fe, persevera confiando plenamente en el Señor. Se lanza en los
brazos de Dios, como quien lo espera todo de Él. Su alma es como un barco que
parte de la ribera hacia mares todavía desconocidos, pero con la certeza de que su
timonel, que es Dios, le ha de guiar por buen norte.
María comprende cada vez más, porque guarda todas esas cosas en su corazón,
aquello que le dijo el Ángel al referirse a la concepción de su prima Santa Isabel:
"Ninguna cosa es imposible para Dios". Nada hay imposible. Quizás recordó aquellas
concepciones obradas por el poder de Dios en el Antiguo Testamento, como la de
Sara, mujer de Abraham, o como la de Ana, mujer de Elcana. Y no duda en modo
alguno de lo que el Ángel le ha dicho. Por eso el evangelista nos la muestra a María
partiendo "sin demora".
¿Pero quién le solucionaría a Nuestra Señora su propio problema? En la antigüedad,
según el Deuteronomio, una mujer sorprendida en adulterio tenía que ser lapidada, o
también era posible que fuese castigada con la pena de fuego El marido podía
perdonar a la mujer adúltera o también repudiarla, con lo cual quedaba infamada
públicamente. ¿Quién le haría comprender a San José, su esposo, que lo que ha
concebido es obra del Espíritu Santo? Aquella que todo lo espera del Altísimo,
pensaría interiormente: "Ninguna cosa es imposible para Dios". Se enfrenta con una
dificultad de difícil solución. ¡Podría correr peligro su propia vida! Situémonos en la
confianza total de esta mujer. No tiene a quien contarle lo sucedido, sólo tiene la
fortaleza en Dios. No sin cierta audacia, va a visitar a su prima, saltando nuevamente
al vacío, como lo había hecho en la Encarnación, pero allí, en el vacío de sí,
encuentra los brazos poderosos de Dios, que la sostendrá en la firmeza de la Roca.
San José entenderá luego, por un enviado de Dios, que lo que había concebido su
esposa, era obra del Espíritu Santo, y que por tanto no debía temer en recibirla.
A lo largo de la vida de Nuestra Señora, encontramos con frecuencia estas valientes
acometidas frente a las dificultades. Ella esperó en Dios cuando no encontró lugar en
la posada para dar a luz; confió en Él cuando tuvo que partir a Egipto; no desesperó
de encontrar al Niño, cuando lo perdió a la edad de doce años; confió en Jesús en el
Misterio más doloroso para su vida: el de la Cruz; no dudó de las palabras del Señor,
quien había prometido que resucitaría al tercer día... Podemos aplicar a María el
elogio que hace San Pablo, al referirse a la gran prueba que sufrió Abraham, cuando
Dios le pidió que sacrificase a su único hijo: "Esperó contra toda esperanza". Cuando
parecen cerrarse todas las salidas en nuestra vida, porque las circunstancias nos
agobian, cuando se ha nublado toda posibilidad de poder seguir el camino,
aprendamos de María Virgen. Ella puso toda su confianza en Dios. Bien podríamos
poner en sus labios las palabras del Apóstol: "Todo lo puedo en aquel que me
conforta".
María es la Madre de nuestra fe y de nuestra esperanza. Cuando tengamos
dificultades, miremos a María. ¡Cómo se contrasta la esperanza de Nuestra Señora
con nuestras desesperanzas! Apenas se nos presentan cruces, incomprensiones,
sufrimientos, nos quejamos o nos desanimamos, e incluso a veces hasta nos
desesperamos. Tengamos la santa audacia de María, arrojémonos a los brazos del
Invisible confiando en su Providencia. Entonces el Señor hará sentir su protección
poderosa.
Misericordia
El primer gesto de María Santísima después de la Encarnación es un gesto de
misericordia. No nos debe extrañar que así sea. Ella es la Reina de la misericordia. Y
con este gesto resulta santificado San Juan, quien da saltos en el seno de su anciana
madre. Toda la vida de María será ayudar al Señor en la grandiosa tarea de la
santificación de los hombres. Lo hizo especialmente al pie de la Cruz, corredimiendo a
la humanidad. Lo hace desde el cielo, desde donde con sus manos maternales
acerca a los hijos dispersos hasta el Autor de la misericordia.
La misericordia es poner el corazón de parte del que sufre. María arrima los trabajos
de su corazón para ayudar a quien lo necesita. Este es su primer acto de
misericordia: ayudar a una mujer que va a dar a luz. De donde podemos colegir la
conveniencia de que las mujeres que están esperando un niño recurran
confiadamente a Aquella que también fue Madre. Por eso en María, así como en toda
persona misericordiosa, se cumple aquello del salmo 40: "Bienaventurado el que se
ocupa por el necesitado y el desvalido; en el día malo lo librará el Señor".
Bienaventurada es María porque siempre usó de misericordia. Ella es la Madre del
Amor Hermoso, por eso hemos de recurrir siempre a su santo auxilio, con la
confianza de que nos hará abundar en sus cuidados. Santa Isabel experimentó la
riqueza de los dones espirituales de la Madre de Dios: ¿Quién era ella, para que la
Madre de su Señor fuera a visitarla? Y no sólo a visitarla, sino a ponerse a su
disposición y servicio. Así es esta Madre cuando ve que alguien recurre a Ella con
devoción.
No podía ser de otra manera. Aquella que encarnó al Verbo en el olvido de sí,
manifiesta a la Iglesia la servicialidad de su espíritu, haciendo esta obra de compasión
con una necesitada. Es el apostolado de María, movido siempre por su inmenso
amor.
La influencia de María no sólo se extiende a su prima, sino también al hijo que ésta
lleva en su seno. Dice el evangelio que cuando Isabel escuchó el saludo de María, su
criatura dio saltos en su vientre. Es Juan, el futuro precursor, quien recibe por María la
influencia de la virtud santificadora del Señor.
María proclamada Reina
Isabel exclamó en alta voz: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres, y bendito es el
fruto de tu vientre!" Alabanza que quedó en los labios de la Iglesia cada vez que se
reza el Ave María, y por tanto el Santo Rosario. Bendita entre todas las mujeres.
Ninguna mujer fue, ni es tan bendita como la Virgen. Tampoco podrá serlo, pues sólo
Ella fue elegida desde toda la eternidad para concebir un Fruto que es Divino. Bendito
es el Fruto de este nuevo Paraíso viviente, ya que por el mismo resultarán arrancados
los hombres del mal. Por una mujer, y por el fruto del paraíso, vino la muerte y la
desgracia al mundo; por esta Mujer, y por el Fruto bendito de su Paraíso, vendrá la
alegría y la vida sobrenatural al mundo.
Isabel, llena del Espíritu Santo, y con gran visión de fe, reconocerá a María como "la
madre de su Señor", y se sentirá indigna de que tan excelsa creatura sea quien se
haya tomado el trabajo de visitarla. Tiene esta santa una conciencia delicada, que
proviene de su humildad y de su amor. Se ve indigna de semejante visita. No es para
menos. Frente a ella están el Hijo de Dios hecho carne, y la Madre de tal Hijo.
Isabel proclamará la fe de María al decir: "Feliz de ti por haber creído". La humildad
de la "esclava del Señor" no le permitirá adueñarse de estas alabanzas, sabiendo que
es sólo administradora de los bienes recibidos. Por eso, llena del Espíritu, proclamará
las hazañas del Todopoderoso por medio del Magníficat, su cántico inspirado.
Hemos desbrozado el misterio de la Visitación. Mucho queda por comprender todavía.
Este misterio nos ha llevado como de la mano a descubrir los virtuosos frutos del
alma de María. Aprendamos de Ella a tener fe, esperanza y gran misericordia.
Aprendamos de Ella a comportarnos en nuestras dificultades, que las tendremos y
numerosas en toda nuestra vida. Recurramos a Ella como nos lo enseña tan
hermosamente San Bernardo en una de sus homilías: "En los peligros, en las
angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu
boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir su ayuda intercesora no te apartes
tú de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si le
ruegas, no te perderá si en Ella piensas. Si Ella te tiene de su mano, no caerás; si te
protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás si es tu guía; llegarás felizmente al
puerto si Ella te ampara".
Ain Kárim es el lugar de la misericordia de María. Acudamos a su encuentro y
resultaremos beneficiados. Cantémosle siempre por boca de Santa Isabel: "Bendita tú
eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre".
Ain Kárim es el lugar del encuentro nuestro con María, especialmente por medio del
Santo Rosario...
(SAENZ, A., Palabra y Vida, Ciclo C, Ediciones Gladius, Buenos Aires, 1994, p. 25-
31)
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Juan Pablo II
“¡El Señor está cerca!” (Flp 4,5). Con estas palabras nos saluda la Iglesia en la liturgia
de los últimos días antes de Navidad. Estos son los días en los que la Iglesia fija la
mirada particularmente en Aquél que debe venir la noche de Belén.
Hallamos su expresión en la liturgia del último domingo de este período. A través de
la lectura de la Carta a los Hebreos percibimos las palabras del Hijo de Dios: “Aquí
estoy... Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo... Aquí
estoy... ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad” (Hb 10,5.7).
En estas palabras, la venida de Dios en medio de los hombres toma la forma del
misterio de la Encarnación. Dios ha preparado este misterio desde la eternidad, y
ahora lo realiza. El Padre manda al Hijo. El Hijo acoge la misión. Por obra del Espíritu
Santo se hace hombre en el seno de la Virgen de Nazaret. “Y el Verbo se hizo carne”
(Jn 1,14). El Verbo es el Hijo eternamente amado y eternamente amante. El amor
significa la unidad de las voluntades. La voluntad del Padre y la voluntad del Hijo se
unen. El fruto de esta unión es el Amor personal, el Espíritu Santo. El fruto del Amor
personal es la Encarnación: “me has preparado un cuerpo”.
“El Señor está cerca”. El Padre “ha preparado” al Hijo el “cuerpo humano” por obra
del Espíritu Santo, que es Amor.
El misterio de la Encarnación significa una especial “efusión” de este Amor:
descendimiento del Espíritu Santo sobre la Virgen de Nazaret. Sobre María.
“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra;
por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios” (Lc 1,35).
El Espíritu Santo con su fuerza divina actúa ante todo en el corazón de María. De
este modo la fuente del misterio de la Encarnación se hace la fe de Ella: obediencia
de la fe. “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).
En la Visitación -de la que habla el Evangelio de hoy-, Isabel alaba antes de nada la
fe de María: “¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se
cumplirá” (Lc 1,45).
En efecto, en la anunciación María pronuncia su “fiat” en la obediencia de la fe. Este
“fiat” es el momento clave. El misterio de la Encarnación es misterio divino y al mismo
tiempo humano. Efectivamente, Aquél que asume el cuerpo es Dios-Verbo (Dios-
Hijo). Y al mismo tiempo el cuerpo que asume es humano. “Admirable commercium”.
En este momento, cuando la Virgen de Nazaret pronuncia su “fiat” (hágase en mí
según tu palabra), el Hijo puede decir al padre: “Me has preparado un cuerpo”.
El Adviento de Dios se realiza también por obra del hombre. Mediante la obediencia
de la fe.
La liturgia de hoy nos pone ante los ojos no sólo la eterna obediencia del Hijo: “Aquí
estoy, ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad”, no sólo la obediencia de Aquella que ha sido
elegida para ser su Madre terrena..., sino que nos pone ante los ojos también el lugar
en el que se debe realizar el misterio de la Encarnación.
En el centro de la profecía de Miqueas aparece el topónimo: Belén. Este es
precisamente el lugar en el que el Eterno Hijo debía por primera vez revelarse en el
cuerpo humano. El Hijo de Dios como Hijo del hombre: Hijo de María.
El Profeta dice: “Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti
saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial” (Miq
5,1). Dicho origen “desde lo antiguo”: de tiempo inmemorial (¡y sin comienzo!) es
participado por el Hijo-Verbo. “Hasta el tiempo en que la madre dé a luz” (cfr. Miq 5,2)
-anuncia posteriormente el Profeta- “y el resto de sus hermanos retornará a los hijos
de Israel”.
Este nacimiento humano del Hijo de Dios de la Virgen da comienzo al nuevo Israel: al
nuevo Pueblo de Dios. Será éste el pueblo de los “hermanos” de Cristo: de aquellos
que mediante la gracia, nos convertiremos en “hijos en el Hijo”. Recibirán “poder para
ser hijos de Dios”, como dirá San Juan en el prólogo de su Evangelio (cfr. Jn 1,12).
El lugar en el que todo esto se cumplirá: donde se cumplirá y al mismo tiempo se
recordará siempre de nuevo en la historia de la salvación, es precisamente esa Belén
de Efrata.
Cuando Cristo entró en el mundo dijo: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me
has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces
yo dije...: Aquí estoy, ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad” (Hb 10,5-7). El misterio de la
Encarnación significa el comienzo del nuevo sacrificio: del perfecto sacrificio. El que
es concebido en el seno de la Virgen por obra del espíritu Santo, que nace en la
noche de Belén, es Sacerdote Eterno. Lleva al Sacrificio y realiza el Sacrificio ya en su
Encarnación. Es decir, el Sacrificio que “es agradable a Dios”. Agrada a Dios el
sacrificio en el que se expresa toda la verdad interior del hombre: el sacrificio de la
voluntad y del corazón. El Hijo de Dios asume la naturaleza humana, el cuerpo
humano, precisamente para comenzar dicho sacrificio en la historia de la humanidad.
Lo realizará definitivamente mediante su “obediencia hasta la muerte” (cfr. Flp 2,8).
Sin embargo, el comienzo de esta obediencia está ya en el seno de la Virgen María.
Ya en la noche de Belén: “Aquí estoy, ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad”. Al rodear al
recién nacido, en la noche de Belén y durante todo el período de Navidad, demos
desahogo a la necesidad de nuestros corazones.
Gocemos de esa alegría, que el tiempo de Navidad lleva consigo. Cantemos “Gloria a
Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama” (Lc 2,14). Y sobre
todo: aprendamos hasta el final la verdad contenida en este misterio penetrante: “Aquí
estoy... ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad”. Aprendamos del Hijo de Dios a hacer la
voluntad del padre. En efecto, ésta es la vocación de los que se han convertido en
“hijos en el Hijo”. Esta es vuestra vocación cristiana. Este es fruto del Adviento de
Dios en la vida humana.
(IV Domingo de Adviento, parroquia San Gregorio Barbarigo, 22 de Noviembre de
1985)
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Benedicto XVI
Queridos hermanos y hermanas:
Con el IV domingo de Adviento, la Navidad del Señor está ya ante nosotros. La
liturgia, con las palabras del profeta Miqueas, invita a mirar a Belén, la pequeña
ciudad de Judea testigo del gran acontecimiento: "Pero tú, Belén de Efratá, la más
pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo
antiguo, de tiempo inmemorial" (Mi 5, 1). Mil años antes de Cristo, en Belén había
nacido el gran rey David, al que las Escrituras concuerdan en presentar como
antepasado del Mesías. El Evangelio de san Lucas narra que Jesús nació en Belén
porque José, el esposo de María, siendo de la "casa de David", tuvo que dirigirse a
esa aldea para el censo, y precisamente en esos días María dio a luz a Jesús (cf. Lc
2, 1-7). En efecto, la misma profecía de Miqueas prosigue aludiendo precisamente a
un nacimiento misterioso: "Dios los abandonará -dice- hasta el tiempo en que la
madre dé a luz. Entonces el resto de sus hermanos volverá a los hijos de Israel" (Mi
5, 2).
Así pues, hay un designio divino que comprende y explica los tiempos y los lugares
de la venida del Hijo de Dios al mundo. Es un designio de paz, como anuncia también
el profeta hablando del Mesías: "En pie pastoreará con la fuerza del Señor, por el
nombre glorioso del Señor su Dios. Habitarán tranquilos porque se mostrará grande
hasta los confines de la tierra. Él mismo será nuestra paz" (Mi 5, 3-4).
Precisamente este último aspecto de la profecía, el de la paz mesiánica, nos lleva
naturalmente a subrayar que Belén es también una ciudad-símbolo de la paz, en
Tierra Santa y en el mundo entero. Por desgracia, en nuestros días, no se trata de
una paz lograda y estable, sino una paz fatigosamente buscada y esperada. Dios, sin
embargo, no se resigna nunca a este estado de cosas; por ello, también este año, en
Belén y en todo el mundo, se renovará en la Iglesia el misterio de la Navidad, profecía
de paz para cada hombre, que compromete a los cristianos a implicarse en las
cerrazones, en los dramas, a menudo desconocidos y ocultos, y en los conflictos del
contexto en el que viven, con los sentimientos de Jesús, para ser en todas partes
instrumentos y mensajeros de paz, para llevar amor donde hay odio, perdón donde
hay ofensa, alegría donde hay tristeza y verdad donde hay error, según las bellas
expresiones de una conocida oración franciscana.
Hoy, como en tiempos de Jesús, la Navidad no es un cuento para niños, sino la
respuesta de Dios al drama de la humanidad que busca la paz verdadera. "Él mismo
será nuestra paz", dice el profeta refiriéndose al Mesías. A nosotros nos toca abrir de
par en par las puertas para acogerlo. Aprendamos de María y José: pongámonos con
fe al servicio del designio de Dios. Aunque no lo comprendamos plenamente,
confiemos en su sabiduría y bondad. Busquemos ante todo el reino de Dios, y la
Providencia nos ayudará. ¡Feliz Navidad a todos!
(Ángelus, IV Domingo de Adviento, 20 de diciembre de 2009)
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P. Gustavo Pascual, I.V.E.
LA CARIDAD NOS URGE
“En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a
una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel”.
“Al oír María este anuncio, llena de gozo y sin demora, partió hacia las montañas, no
porque dudara de las palabras del ángel ni porque estuviera incierta de la veracidad
del hecho ni porque vacilara ante la realidad del ejemplo, sino porque se sentía
impulsada por el deseo de cumplir un deber de piedad, anhelante de prestar sus
servicios y presurosa por la intensidad de su alegría”.
Del pasaje de la Visitación podemos sacar tres enseñanzas:
+ La prontitud de María en seguir la insinuación del ángel
El ángel no le manda ir a ver a su prima. Simplemente insinúa que es la
voluntad de Dios, “mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez,
y éste ya es el sexto mes de aquella que llamaban estéril”.
- María comprende que es la voluntad de Dios que vaya a Ain Karin.
- La caridad mueve a María, quiere ir a servir a su prima.
- Quiere comenzar su apostolado, llevar la salvación.
+ Lleva la salvación a casa de Isabel
- Juan es santificado por la presencia de Jesús.
- Isabel se llena de gracia y de entendimiento.
Se llena del Espíritu Santo y profetiza: “Bendita tú entre las mujeres”.
Es iluminada para conocer el centro del misterio: “Bendito el fruto de tu vientre”.
Además conoce la causa de la respuesta de María, la fe.
Crece en humildad ante la grandeza de Cristo y de su Madre: “¿De dónde a mí
que la madre de mi Señor venga a mí?”.
+ Conoce la más grande virtud de María, causa de su aceptación al plan de Dios
No la felicita por ser Madre de Dios sino por su fe “feliz la que ha creído”.
Es la fe de María lo que principalmente debemos imitar.
Nuestra fe debe ser un asentimiento intelectual y no sentimental. María en la
anunciación “discurría qué significaría aquel saludo”, es decir, trabajó con su
inteligencia para que su acto de fe no fuera incoherente y dijo finalmente “hágase”. Si
bien, su acto de fe se apoyó en la autoridad de Dios que le hablaba por medio del
ángel, también uso de sus potencias naturales para que su fe fuera más profunda.
Hoy militan contra la fe: la fe sin obras que es una especie de fariseísmo y el
sentimentalismo, que es amor humano sin sentido sobrenatural.
¿Qué más nos enseña el pasaje de la visitación?
Nos enseña el valor de la gracia de Dios.
La gracia de Dios es un don, un regalo de Dios.
Por ser regalo no lo merecemos. Dios nos la da por pura misericordia.
La da como una fuerza para que lleguemos a Él. Es como una elevación de
nuestras fuerzas para obrar al modo divino.
La gracia es un tesoro incomparable. Vale más que la vida. Vale más que el
mundo creado. El que la halla, ha hallado un tesoro.
¿Y cómo se obtiene? Es un don de Dios, sin embargo, nos podemos disponer
para que Dios la infunda.
- Siendo dóciles a lo que Dios nos pide.
- Estando atentos a su llamada.
- Rezando y pidiéndola a Dios.
- Confiando plenamente en Dios.
María fue llamada por el ángel “llena de gracia”. Llena de gracia en sentido
personal porque es María la criatura más cercana a Dios por ser Madre de la Divina
Gracia, Jesucristo.
En la Visitación María muestra su actitud ante cada gracia de Dios.
Isabel le dijo: “¡feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron
dichas de parte del Señor!”.
Es que María por su fe concibió al Salvador primero en su alma y luego en su
seno.
María por su fe recibió de Dios una gracia especialísima: ser la Madre de Dios.
María por su fidelidad a Dios recibió también gracias carismáticas como la
gracia de profecía, pues dice en el magnificat: “desde ahora todas las generaciones
me llamarán bienaventurada”.
María fue fiel también a las gracias actuales que le dio Dios. Una vez que
escucha las palabras del ángel se pone en camino a Ain Karim “se puso en camino
María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá”.
María posee la gracia santificante desde su concepción. Y en la Visitación es
portadora de esa gracia. María lleva en su seno al autor de esa gracia, a la fuente de
esa gracia, Jesús. Por eso cuando María llega junto a Isabel, Jesús santifica a Juan.
San Juan Bautista recibió juntamente la gracia santificante con la gracia de la
perseverancia final porque fue santificado en el seno de Isabel y confirmado en gracia
hasta el día de su muerte. “Apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo (le dijo Isabel
a María), saltó de gozo el niño en mi vientre”.
María es para nosotros ejemplo de fidelidad a toda gracia.
Te pedimos Madre la gracia de imitar tu fe para que Jesús autor de la gracia
pueda ser concebido en nuestras almas y así podamos darlo a luz a nuestros
hermanos.
_____________________________________
Lc 1, 39-56
San Ambrosio, Tratado sobre el Evangelio de San Lucas, L. 2, 19, comentario a Lc 1,
39-56, Obras de San Ambrosio , BAC 1966, 95
Lc 1, 36
Lc 1, 42
Ídem
Lc 1, 43
Lc 1, 45
Lc 1, 29
Cf. Mt 13, 44
Lc 1, 45
Lc 1, 48
Lc 1, 39
Lc 1, 44
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P. Jorge Loring, S.J.
Cuarto Domingo de Adviento - Año C Lc. 1:39-45
1.-El Evangelio de hoy me sugiere hablar de la servicialidad, pues María fue a ayudar
a su prima Isabel en su avanzado embarazo.
2.- María tenía excusas para no haber hecho el viaje, pero su espíritu de servicio
pudo más, y fue a ayudar a su prima.
3.- Es muy importante que sepamos poner las necesidades del prójimo por encima de
las nuestras.
4.- Hay un cuento en el que un ángel vio que los hombres tenían sólo un ala, y así no
podían volar. Entonces le pregunta a Dios por qué ha hecho a los hombres así, y Dios
le contesta que para que los hombres se necesiten unos a otros para volar, y así
practiquen la caridad. Por eso Dios ha repartido los dones. Los hombres somos
diferentes para que nos ayudemos unos a otros. En una ocasión leí la historia de dos
soldados heridos en la guerra, uno ciego y el otro cojo: el ciego cargó con el cojo y el
cojo guiaba al ciego. Se ayudaron los dos mutuamente y salieron andando.
5.- Otra lección del Evangelio de hoy es que Isabel reconoce que María es la Madre
de Dios, pues le dice: «¿de dónde a mí que venga a visitarme la Madre del Señor?»
El Señor es Dios.
6.- Las palabras de Isabel han pasado al Avemaría: «Bendita tú eres entre todas las
mujeres».
7.- Éste es un bonito piropo para la Virgen. Por eso le gusta que recemos el Santo
Rosario, porque se lo repetimos cincuenta veces, y Ella lo oye con agrado.
8.- En casi todas las apariciones de la Virgen Ella pide que recemos el Rosario.
Deberíamos organizar nuestro tiempo para rezarlo a diario. Rezado en común o ante
un sagrario tiene indulgencia plenaria.
Queridos hermanos y hermanas:
Nuestra celebración eucarística se inició con la exhortación "Alegrémonos todos en el
Señor". La liturgia nos invita a compartir el gozo celestial de los santos, a gustar su
alegría. viembre de 2006
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InicioDirectorio HomiléticoCuarto domingo de Adviento
CEC 148, 495, 717, 2676: la “Visitación”
CEC 462, 606-607, 2568, 2824: el Hijo se ha encarnado para cumplir la voluntad del
Padre
La Visitación
143 La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe. En
la fe, María acogió el anuncio y la promesa que le traía el ángel Gabriel, creyendo que
"nada es imposible para Dios" (Lc 1,37; cf. Gn 18,14) y dando su asentimiento: "He
aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). Isabel la saludó:
"¡Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte
del Señor!" (Lc 1,45). Por esta fe todas las generaciones la proclamarán
bienaventurada (cf. Lc 1,48).
495 Llamada en los Evangelios "la Madre de Jesús"(Jn 2, 1; 19, 25; cf. Mt 13, 55,
etc.), María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como "la madre de mi Señor"
desde antes del nacimiento de su hijo (cf Lc 1, 43). En efecto, aquél que ella concibió
como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo
según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la
Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios
["Theotokos"] (cf. DS 251).
717 "Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. (Jn 1, 6). Juan fue
"lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre" (Lc 1, 15. 41) por obra del
mismo Cristo que la Virgen María acababa de concebir del Espíritu Santo. La
"visitación" de María a Isabel se convirtió así en "visita de Dios a su pueblo" (Lc 1,
68).
2676 Este doble movimiento de la oración a María ha encontrado una expresión
privilegiada en la oración del Ave María:
"Dios te salve, María [Alégrate, María]". La salutación del Angel Gabriel abre la
oración del Ave María. Es Dios mismo quien por mediación de su ángel, saluda a
María. Nuestra oración se atreve a recoger el saludo a María con la mirada que Dios
ha puesto sobre su humilde esclava (cf Lc 1, 48) y a alegrarnos con el gozo que El
encuentra en ella (cf So 3, 17b)
"Llena de gracia, el Señor es contigo": Las dos palabras del saludo del ángel se
aclaran mutuamente. María es la llena de gracia porque el Señor está con ella. La
gracia de la que está colmada es la presencia de Aquél que es la fuente de toda
gracia. "Alégrate... Hija de Jerusalén... el Señor está en medio de ti" (So 3, 14, 17a).
María, en quien va a habitar el Señor, es en persona la hija de Sión, el arca de la
Alianza, el lugar donde reside la Gloria del Señor: ella es "la morada de Dios entre los
hombres" (Ap 21, 3). "Llena de gracia", se ha dado toda al que viene a habitar en ella
y al que entregará al mundo.
"Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre,
Jesús". Después del saludo del ángel, hacemos nuestro el de Isabel. "Llena del
Espíritu Santo" (Lc 1, 41), Isabel es la primera en la larga serie de las generaciones
que llaman bienaventurada a María (cf. Lc 1, 48): "Bienaventurada la que ha creído...
" (Lc 1, 45): María es "bendita entre todas las mujeres" porque ha creído en el
cumplimiento de la palabra del Señor. Abraham, por su fe, se convirtió en bendición
para todas las "naciones de la tierra" (Gn 12, 3). Por su fe, María vino a ser la madre
de los creyentes, gracias a la cual todas las naciones de la tierra reciben a Aquél que
es la bendición misma de Dios: Jesús, el fruto bendito de su vientre.
El Hijo se ha encarnado para cumplir la voluntad del Padre
462 La carta a los Hebreos habla del mismo misterio:
Por eso, al entrar en este mundo, dice: No quisiste sacrificio y oblación; pero
me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron.
Entonces dije: ¡He aquí que vengo ... a hacer, oh Dios, tu voluntad! (Hb 10, 5-7,
citando Sal 40, 7-9 LXX).
606 El Hijo de Dios "bajado del cielo no para hacer su voluntad sino la del Padre que
le ha enviado" (Jn 6, 38), "al entrar en este mundo, dice: ... He aquí que vengo ... para
hacer, oh Dios, tu voluntad ... En virtud de esta voluntad somos santificados, merced
a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo" (Hb 10, 5-10). Desde
el primer instante de su Encarnación el Hijo acepta el designio divino de salvación en
su misión redentora: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar
a cabo su obra" (Jn 4, 34). El sacrificio de Jesús "por los pecados del mundo entero"
(1 Jn 2, 2), es la expresión de su comunión de amor con el Padre: "El Padre me ama
porque doy mi vida" (Jn 10, 17). "El mundo ha de saber que amo al Padre y que obro
según el Padre me ha ordenado" (Jn 14, 31).
607 Este deseo de aceptar el designio de amor redentor de su Padre anima toda la
vida de Jesús (cf. Lc 12,50; 22, 15; Mt 16, 21-23) porque su Pasión redentora es la
razón de ser de su Encarnación: "¡Padre líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a
esta hora para esto!" (Jn 12, 27). "El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo voy a
beber?" (Jn 18, 11). Y todavía en la cruz antes de que "todo esté cumplido" (Jn 19,
30), dice: "Tengo sed" (Jn 19, 28).
2568 La revelación de la oración en el Antiguo Testamento se inscribe entre la caída y
la elevación del hombre, entre la llamada dolorosa de Dios a sus primeros hijos:
"¿Dónde estás?... ¿Por qué lo has hecho?" (Gn 3, 9. 13) y la respuesta del Hijo único
al entrar en el mundo: "He aquí que vengo... a hacer, oh Dios, tu voluntad" (Hb 10, 5-
7). Así, la oración está ligada con la historia de los hombres, es la relación con Dios
en los acontecimientos de la historia.
2824 En Cristo, y por medio de su voluntad humana, la voluntad del Padre fue
cumplida perfectamente y de una vez por todas. Jesús dijo al entrar en el mundo: "
He aquí que yo vengo, oh Dios, a hacer tu voluntad" (Hb 10, 7; Sal 40, 7). Sólo Jesús
puede decir: "Yo hago siempre lo que le agrada a él" (Jn 8, 29). En la oración de su
agonía, acoge totalmente esta Voluntad: "No se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22,
42; cf Jn 4, 34; 5, 30; 6, 38). He aquí por qué Jesús "se entregó a sí mismo por
nuestros pecados según la voluntad de Dios" (Ga 1, 4). "Y en virtud de esta voluntad
somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de
Jesucristo" (Hb 10, 10).
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InicioiNFO - Homilética.ive Función de cada sección del Boletín¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética?
Función de cada sección del Boletín
Homilética se compone de 7 Secciones principales:
Textos Litúrgicos: aquí encontrará Las Lecturas del Domingo y los salmos, así
como el Guion para la celebración de la Santa Misa.
Exégesis: presenta un análisis exegético del evangelio del domingo, tomado deespecialistas, licenciados, doctores en exégesis, así como en ocasiones de Papaso sacerdotes que se destacan por su análisis exegético del texto.
Santos Padres: esta sección busca proporcionar la interpretación de los Santos
Padres de la Iglesia, así como los sermones u escritos referentes al texto del
domingo propio del boletín de aquellos santos doctores de la Iglesia.
Aplicación: costa de sermones del domingo ya preparados para la predica, los
cuales pueden facilitar la ilación o alguna idea para que los sacerdotes puedan
aplicar en la predicación.
Ejemplos Predicables: es un recurso que permite al predicador introducir
alguna reflexión u ejemplo que le permite desarrollar algún aspecto del tema
propio de las lecturas del domingo analizado.
Directorio Homilético: es un resumen que busca dar los elementos que
ayudarían a realizar un enfoque adecuado del el evangelio y las lecturas del
domingo para poder brindar una predicación más uniforme, conforme al
DIRECTORIO HOMILÉTICO promulgado por la Congregación para el Culto
Divino y la Disciplina de los Sacramentos de la Santa Sede en el 2014.
¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética? El Instituto del Verbo Encarnado fue fundado el 25 de Marzo de 1984, en SanRafael, Mendoza, Argentina. El 8 de Mayo de 2004 fue aprobado como instituto devida religiosa de derecho Diocesano en Segni, Italia. Siendo su Fundador el SacerdoteCatólico Calos Miguel Buela. Nuestra familia religiosa tiene como carismala prolongación de la Encarnación del Verbo en todas las manifestaciones delhombre, y como fin específico la evangelización de la cultura; para mejor hacerloproporciona a los misioneros de la familia y a toda la Iglesia este servicio como unaherramienta eficaz enraizada y nutrida en las sagradas escrituras y en la perennetradición y magisterio de la única Iglesia fundada por Jesucristo, la Iglesia CatólicaApostólica Romana.
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