Vol. 2 Nº2 Mayo 2014
LA AVENTURA DEL SANADOR. PERCEPCIÓN, VALORACIÓN Y SIGNIFICADO QUE OTORGAN DOS PSICOTERAPEUTAS TRANSPERSONALES A SU ROL Y EJERCICIO CLÍNICO
Por PAMELA TORRES CHOMÓN, [email protected]
RESUMEN
Este trabajo examina la postura de dos selectos psicoterapeutas nacionales de la visión transpersonal, desde la interrogante: ¿Cuál es la valoración, sentido y significado que atribuyen a su ejercicio clínico?, determinando cuál es esa mirada desde su testimonio como actor social.
Y desde ahí: ¿qué significa ser psicoterapeuta transpersonal?, ¿cómo se actualiza el ser humano en el misterioso mundo de lo psicoterapéutico?, ¿qué permite el despliegue del ser en la dupla de trabajo paciente y psicoterapeuta? ¿quién (se) sana? ¿cómo va descubriendo el paciente quién es realmente?
Se recoge el relato desde los aprendizajes personales de dos psicoterapeutas humanistas transpersonales chilenos, revisando sus visiones, propuestas, aplicaciones para llegar a un manifiesto terapéutico. Seres con intenciones de cambio en su mochila, que buscan la transformación encaminada al desarrollo humano. No se trata de una compilación teórica, sino de un registro centrado en el quehacer práctico. Una reflexión, una metacognición, de lo que significa este ejercicio clínico desde la orientación humanista transpersonal.
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PALABRAS CLAVES: Psicoterapia, transpersonal, psicoterapeutas, psicología humanista, psicología transpersonal, psicología integral, conciencia, evolución de la conciencia.
ABSTRACT
This work examines the therapeutical approach of highly considered national transpersonal psychotherapists, using the following guiding question: Which is the value, direction and meaning that they attribute to their clinical practice?, An attempt is made to determine what is specific to that regard, based on their testimony as agents in their unique social role.
Furthermore, what does it mean to be a transpersonal psychotherapist? How does the human being come unto its full potential in the mysterious world of psychotherapy? What is it that allows the unfolding of being within the patient- psychotherapist working partnership? Who heals? How does the patient start to discover who it really is?
Personal learning stories from two Chilean transpersonal humanistic psychotherapists are gathered here, and their vision, proposals, and strategy are reviewed in order to arrive at a therapeutic manifesto. These are beings who carry their will for change in their knapsack, who strive for transformation aimed at human development. This is not a theoretical compilation, but rather a practice-centered record. It´s a reflection on what therapeuthical practice means from a transpersonal humanistic perspective.
KEYWORDS: Psycotherapy, transpersonal, psychotherapists, humanistic psychology, transpersonal psychology, integral psychology, consciousness, consciousness evolution.
RECIBIDO: 04 de abril de 2014.
ACEPTADO: 18 de abril de 2014.
CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO:
Torres, P. (2014). La aventura del sanador. Percepción, valoración y significado que otorgan dos psicoterapeutas transpersonales a su rol y ejercicio clínico. Visión Posible. Recuperado el [día] de [mes] de [año] desde http://upacifico.cl/visionposible/.
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INTRODUCCIÓN
Tú estás aquí para permitir que el divino propósito del universo se despliegue.
¡Esa es tu importancia!
Eckhart Tolle
Las interrogantes fundamentales que orientaron este trabajo fueron: ¿Cuál es
el sentido, valoraciones y percepción que dos psicoterapeutas transpersonales
chilenos atribuyen a su ejercicio clínico profesional? La idea fue determinar
cuál era la mirada.
Lo relevante de la propuesta es que se trata de un paradigma aún emergente
en psicología, y no hay estudio que reúna la propuesta y la mirada de
psicoterapeutas humanistas transpersonales de Santiago de Chile.
El campo de estudio fueron dos psicoterapeutas humanistas transpersonales
de Santiago de Chile, ambos con vasta trayectoria y treinta años de profesión.
El objeto de estudio fueron el sentido, las valoraciones y los significados que
los psicoterapeutas otorgaron a la práctica clínica que realizan.
Estratega, mago, guerrero o alquimista… Cada uno en su estilo se fueron
develando a través de explicaciones y descripciones de lo que hacen y cómo
hacen este sacro oficio de la psicoterapia, cómo ven al consultante y cómo se
plantean como psicoterapeutas. Ni médicos ni gurúes, más bien comenzaron a
perfilarse como inspiradores…
Derivadas de las interrogantes ya enunciadas surgieron preguntas tales como:
¿Cuál es el rol del terapeuta? ¿Qué recursos debería ocupar para permitir el
despliegue del ser? Por ahora, se podría responder que el terapeuta utópico
(idealizado como maestro, vieja sabia, chamán) debería facilitar la conexión
con la celebración y el regocijo del propio ser. Y eso lo hace bien el que está en
gratitud, el que acepta e integra, el que sabe, el que confía, el que fluye...
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Resulta seductora la idea de un “terapeuta libre del deseo (y la exigencia) de
curar” que Thomas Hora expresa en “Psicoterapia y salud en Oriente y
Occidente”:
“Nadie hace psicoterapia, lo único que nosotros podemos hacer es
permitir que la psicoterapia tenga lugar. La psicoterapia no es pasiva ni
activa. La psicoterapia es la amorosa y respetuosa sensibilidad a lo que es
en cada momento”.
Alivia, por un lado, y conecta con otro tipo de motivaciones y mayores
exigencias, por otro. Pero se intuye que por ahí podría ir el camino de
transformarse en una “presencia benéfica”, como indica el mismo Welwood
(Welwood, 2002).
Karen Wegela, en “Cómo ser una ayuda en vez de una molestia” (Wegela,
1996), manifiesta que hay tres cualidades importantes de considerar: la
capacidad de acoger cualquier cosa que surja, la llama “apertura”; la
capacidad de sentir las experiencias, “claridad”, y la capacidad de compasión
(en el sentido budista de empatía o ‘ternura de corazón’) o “calidez”.
Agrega:
“Son nuestra naturaleza, a pesar de lo que esté pasando (…) Cuando
podemos manifestar apertura, claridad y compasión, sin importar cuál es
la experiencia, entonces estamos tocando nuestra cordura
resplandeciente. Esto es posible en cualquier momento”.
Invita a esta aventura esta propuesta de Welwood: “Cuando más podía estar
conmigo, más podía estar con los demás y permitirles ser ellos mismos”. Y así
ir por la vía de contemplar las estrategias egoicas (mías y de los otros) “no
como enemigo sino como intentos de ser nosotros mismos”, permitiendo “que
la experiencia de la otra persona resuene en y a través de mí”.
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Explica Welwood:
“Nuestro ego es un testimonio claro de la fuerza del amor. Se desarrolló
como una forma de protegernos de las amenazas percibidas a nuestra
existencia, fundamentalmente, la falta de amor. Erigimos las defensas de
nuestro ego precisamente en aquellas regiones en que era más patente
nuestra carencia de amor, de modo que cada vez que se pone en marcha
una estrategia defensiva, prestamos también un homenaje implícito a la
importancia del amor” (Welwood, 2002).
Una noble consigna resulta el “devolverle al paciente lo que él es”. Es una
difícil tarea, pero un bello desafío que tiene que ver no sólo con la
disponibilidad, sino que con una actitud: con “la reverencia ante la existencia y
singularidad de cada paciente”, expresa (Welwood, 2002).
Porque la principal pregunta que la visión transpersonal quiere responder es
¿quién eres?, aludiendo a un ser multidimensional que se va actualizando.
Héctor Bazán (Bazán, 2007) explica:
“La existencia es el despliegue de la esencia. Ésta se realiza cuando las
necesidades de las diversas etapas de su despliegue posible se satisfacen
o no. Si es así, hay armonía; si no, psicopatología. El conflicto se genera
por no ser confirmado como ser en el plano emocional-vital, existencial y
trascendente”.
Aurobindo, gran pensador de la India plantea:
“Aquello que dentro de nosotros quiere progresar y saber no es la mente,
sino algo que está detrás de ella y se sirve de ella”
¿A qué está aludiendo Sri Aurobindo? ¡A la conciencia! Esto es un asunto
complicado, porque en Occidente hemos reducido nuestra vida psíquica a
nuestra actividad mental.
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La visión transpersonal plantea una conciencia que trasciende la mente y se
expande en los límites del nacimiento y la muerte. Estudios de Kenneth Ring y
Michael Sabom exploran el tema con los sorprendentes relatos de personas
que revivieron de su muerte clínica. Buen ejemplo para entender cómo la
conciencia puede hallarse como telón de fondo o contexto más allá de la
muerte.
La psicología transpersonal entiende la espiritualidad como inherente al ser
humano. Como dice Pierre Teilhard de Chardin: “Somos seres espirituales
viviendo una experiencia humana". Asimismo, lo transpersonal asume que la
personalidad no corresponde a la totalidad del individuo ni es el mejor armazón
posible para existir y adaptarse. La idea es romper la ilusión que cada uno vive
para darnos cuenta quiénes somos realmente y, así, identificarnos con un
estado de paz.
Gustavo Jiménez, psicólogo y quizás el más antiguo difusor de la meditación
budista de nuestro país, acota:
“Nos vamos sanando a medida que vamos despertando y conectando con
la bondad básica. Eso no se puede comprar... Hay que sentarse a meditar.
Así, el melodrama de nuestras tragedias personales, familiares,
cósmicas... o cómicas, turbias o acongojadas, va transitando hacia a un
ámbito íntimo y amplio de dulzura, amor, compasión e inteligencia
infinita” (Jiménez, 2008, entrevista inédita de la autora).
Eckhar Tolle quien plantea en “La Nueva Tierra (Tolle, 2005) la idea del sanador
como pura presencia que ve en el otro tan sólo otra presencia que tiene que
despojarse de esos cuerpos del dolor, esos surcos en la manera de sentir y
pensar... No es necesario comprender mejor, es necesario establecer un nuevo
vínculo para culminar esa historia infeliz que es la identidad. O, como
recomienda Paula Sepúlveda: “recuperar la biografía para darla de baja”. Como
señalar la piel al abandonarla, como una serpiente que se renueva al dejar sus
escamas. Algo se suelta, se libera, entre sensaciones de pérdida y plenitud…
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Ya no hay lucha, ni dolor ni preocupación, sólo hay experiencia… “Todo en la
vida está bendito”, señala Paula.
En este trabajo se busca describir y analizar la propuesta de psicoterapeutas
de Chile, sus creencias y las prácticas que despliegan y transmiten dentro de
su comunidad de especialistas y con sus pacientes.
Se seleccionó a dos psicoterapeutas de esta orientación, de una muestra inicial
que congregaba a más de una decena de “candidatos”. Posteriormente se
recogió la propuesta de cinco psicoterapeutas, todos casualmente con treinta
años de servicio clínico profesional: Héctor Bazán, Alejandro Celis, Gustavo
Jiménez, Paula Sepúlveda y Gonzalo Pérez. De ellos, seleccionamos (en aras de
la síntesis y el espacio del escrito) sólo a dos:
PAULA SEPÚLVEDA CAMPOS, psicóloga de la Universidad Católica, desde su
infancia escuchó hablar de las experiencias de Claudio Naranjo y de las buenas
nuevas de Lola Hoffmann. Posteriormente vivió el programa Fisher Hoffman,
una reconocida terapia de descondicionamiento.
GONZALO PÉREZ BENAVIDES, psicólogo de la Universidad de Chile que ha
reflexionado sobre la astrología como coadyuvante para entender los grandes
ciclos de la evolución de la conciencia humana. Es un lúcido conferencista y ha
escrito reciente su libro de vida llamada “Un espejo Cósmico” donde habla de
astros y arquetipos.
Aquí comienza la privilegiada tarea de develarlos -como señala Luis Weinstein-
desde “el sencillo y silvestre preguntar. Y por qué, de dónde. Y qué hay más
allá, después” (Weinstein, 2003). Y luego transcribirlos, reescribirlos.
En este trabajo se señalarán objetivos y preguntas directrices, detallará la
metodología ocupada, para luego entregar los resultados a través de un
análisis descriptivo. Luego discutirá los hallazgos para entregar las
conclusiones y reflexiones finales.
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OBJETIVOS Y PREGUNTAS DIRECTRICES
Objetivo General: Describir percepciones, valoraciones y significados en
torno a la práctica psicoterapéutica de orientación humanista transpersonal.
Objetivos Específicos: Identificar los significados que tienen los
psicoterapeutas de su rol y ejercicio clínico profesional, identificar las
valoraciones que le otorgan los psicoterapeutas a su intervención en el proceso
de sanación e identificar las percepciones atribuidas por los psicoterapeutas al
proceso e hitos en el despliegue del paciente.
Preguntas Directrices: ¿Qué significa ser psicoterapeuta transpersonal?
¿Qué sana? ¿Cuándo se actualiza el paciente y qué lo permite?
METODOLOGÍA
JUSTIFICACIÓN DEL ENFOQUE METODOLÓGICO. El enfoque metodológico
utilizado en el presente trabajo se sitúa en el paradigma interpretativo,
intentando acceder al significado de la acción social de la psicoterapia de
visión humanista transpersonal desde los psicoterapeutas como actores
sociales. Es un estudio descriptivo de tipo exploratorio sobre sus
significaciones, valoraciones y percepciones de su ejercicio clínico.
Corresponde a una investigación cualitativa y, como tal, inductiva. Ello
significa que el punto de partida del diseño son las preguntas directrices que
orientan y guían tanto la recolección de información como su análisis. Se trata
de un trabajo que aborda una metacognición de lo que significa ser
psicoterapeuta transpersonal, centrado en el quehacer práctico, desarrollando
un conocimiento ideográfico, sin perder de vista la realidad como dinámica,
múltiple, holística y co-construida.
Se aborda desde una perspectiva teórica fenomenológica, descrita como tal,
a partir de Deutscher (1973), cuya vasta tradición se alberga en la filosofía y
en la sociología (Husserl, 1913; Bruyn, 1966; Berger y Luckmann, 1967; Shutz,
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1967; Psathas, 1973). Se busca describir los fenómenos sociales desde la
propia perspectiva del actor, examinando el modo en que se experimenta el
mundo. Desde esta posición, la realidad que importa es lo que las personas
perciben como relevante. En tal sentido, es de una investigación en la que se
asume el desafío fenoménico de alcanzar lo que Max Weber (1968) ha
denominado ‘verstehen’, es decir, el relato descriptivo en un nivel personal de
los motivos y creencias que están detrás de las acciones de dos
psicoterapeutas transpersonales respecto a su ejercicio clínico.
PARTICIPANTES. El procedimiento muestral corresponde a un muestreo
intencionado de acuerdo con los criterios de Patton (Patton, 1982). La
muestra fue seleccionada por la realizadora de este escrito de acuerdo a
antecedentes proporcionados por la especialización a la que ha sido expuesta.
Los criterios de inclusión estipulados, según el encuadre del problema de
investigación, fueron: psicoterapeuta, de orientación humanista transpersonal,
vasta experiencia profesional (años de ejercicio profesional), psicólogo o
psiquiatra.
RECOLECCIÓN DE DATOS. La entrevista en profundidad
semiestructurada fue el instrumento ocupado de recolección de la
información. A cada actor social se le invitó a discurrir en cómo se manifiesta
su quehacer, sobre el proceso de psicoterapia, la figura del psicoterapeuta y
del paciente a partir de un guión de entrevista previamente elaborado.
Se escogió la entrevista en profundidad porque se trata de una técnica en
donde ocurre un encuentro entre dos iguales y se va profundizando en las
percepciones, valoraciones y sentidos del actor social respecto de su
problemática, mediante la relación intersubjetiva entrevistado-entrevistador.
Sólo se realizó una única entrevista con cada sujeto muestral de una hora
de duración aproximadamente. El encuentro ocurrió, en el caso de Gonzalo
Pérez, en su consulta-residencia. Y, en el caso de Paula Sepúlveda, en el
domicilio de la investigadora.
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ANÁLISIS DE DATOS. Siguiendo la naturaleza inductiva de una investigación
cualitativa, se desarrollaron conceptos, descripciones e intelecciones, a partir
de las preguntas directrices formuladas en la investigación (Taylor y Bogdan,
1986).
El análisis descriptivo de los datos se realizó a través de la codificación
abierta, fragmentando los datos en categorías y subcategorías, para constituir
un índice de conceptos básicos. Posteriormente se procedió a construir el
correlato de este análisis de acuerdo con la estructura categorial de las
visiones y valoraciones de los psicoterapeutas transpersonales en torno a su
quehacer clínico.
En cuanto a los criterios de rigor del estudio, se ha efectuado triangulación
temporal, es decir que cada entrevista fue analizada más de una vez en el
tiempo, y triangulación de investigadores, es decir, las entrevistas fueron
revisadas también por otros observadores hábiles.
ASPECTOS ÉTICOS. Las entrevistas contaron con la voluntariedad de ambos
participantes. Los sujetos de la muestra fueron convocados a través de una
solicitud escrita (vía correo electrónico) y verbal, en la cual se invitó a
participar en este estudio. Además, se les solicitó permiso para grabar el audio
de las entrevistas, mediante grabadora “analógica” de bolsillo.
RESULTADOS (ANÁLISIS DESCRIPTIVO)
La psicoterapia como impulso evolutivo
PAULA SEPÚLVEDA plantea, en la entrevista realizada para este estudio, que
la práctica psicoterapéutica de orientación humanista transpersonal se trata de
un encuentro que provee las condiciones necesarias para que ocurran
experiencias e inspiraciones que permiten que el paciente se habite en
conformidad consigo mismo. Y propone una ruta cuyo vector va desde nuestra
personalidad (o ego) hacia el contacto más íntimo con el alma o esencia (que
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es lo que seríamos realmente), permitiendo que surja lo verdadero y despierte
lo genuino.
Indica que las vivencias de sufrimiento abren un momento evolutivo posible:
“a mí me encanta la psicoterapia como un impulso a la evolución más que
a la curación, pero están ligados. Una psicoterapia bendecida verá a un
entusiasta paciente trasluciendo emocionado el recuerdo de sí mismo.
Entonces las ‘alianzas’ han dado paso el ‘encuentro’ y se hace difícil,
honradamente difícil, saber quien sana a quien”.
Percibe que la propuesta transpersonal se abocaría a escuchar, lo espiritual, lo
inspirador, lo intuitivo, reconociendo lo complejo que es describir
concretamente de qué se tratan sus intervenciones y desde dónde funcionan,
recalcando nuevamente lo inefable de esta mirada y reconociendo que le
resulta difícil hablar cómo ocurren los procesos, cómo ocurre la transformación,
“aunque vale la pena el esfuerzo porque es más interesante”. Y frente al
encuentro terapéutico, señala:
“De pronto algo está sucediendo (…) es un estado no ordinario de
conciencia (…) no hago hada (…) estoy receptiva (…), dócil (…), lúcida…”
Y esa presencia en estado distinto de conciencia, implica para Paula dos cosas:
“bajar información” (recepción) y “hacer estratégicamente” (acción). Y
especifica que la revelación de información es desde la certeza, la fluidez, la
emoción y lo otro se encamina hacia “acechar el ego del paciente, para que el
paciente vea su ego con perspectiva”.
Para la psicóloga esta orientación reporta beneficios en lo personal: inspira,
reinspira, conecta, disciplina, permite comprender que todo está bien y que
“así es el viaje”. Y valora su intervención en relación a proveer un contexto que
impulse a la evolución. “Hay que buscar al ser saludable actualizándose”,
explica.
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Manifiesta que su mirada diagnóstica tiene que ver primero con descartar
patologías graves, visualizar al paciente desde el eneagrama, determinando
sus niveles de sufrimiento, desadaptación, no actualización, desarmonía por
área específica. Y argumenta que recoge los problemas como posibilidades
puesto que en el corazón del problema estaría la solución: “estamos invertidos,
nacemos invertidos y justamente en el conflicto está el potencial”.
En todo caso, indica que sus hipótesis diagnósticas “son siempre transitorias” y
que entre los recursos terapéuticos que ocupa está el espejeo constante
usando de metáforas, historias, trabajo de sueños, imaginerías, entre otros.
Frente a su visión de ser humano plantea que somos “seres encarnados en
distintos niveles de densidad (..) un alma aprisionada buscando expresarse (…)
una valiente luchadora tratando de actualizar tu alma”.
Significa el vivir como un proceso de encarnación que implica sufrimiento: “Y
encarnar supone ser heridos, demanda adaptarnos. Encarnar es una vivencia
heroica que hay que celebrar para luego afinarnos y permitir que emerja el
Ser”.
Valora el enfermarse como un “perderse, invertirse (expresar la antivirtud),
desafinarse estar sordo, sufrir, alejarse del eje, del foco, del centro…”. Y
sanarse como volver a casa, volver a la virtud.
Sin embargo, esta psicóloga expresa que se maneja en “dos niveles”. Por un
lado comprende un nivel dual que percibe lo que realizan “mis manos”, donde
la realidad puede separarse en saludable-enfermo. Y otro nivel, que trasciende
la dualidad, donde entiende que existen “las Manos”, accediendo a una
realidad siempre perfecta.
“A veces tengo tan clara esta sensación casi conmovedora que hay algo
que está detrás todo el tiempo. Y que todo ha estado bien hecho. Cuando
me encuentro en este estado ya no sé si hay enfermos y sanos. Quizá
estar más enfermo es estar olvidado de Ti Mismo. Estando más sano me
doy cuenta a ratos y tengo esa experiencia si de qué me tengo que
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preocupar si estoy en buenas manos. No sólo mis manos. Porque mis
manos lo que han hecho cuando se han convertido en buenas manos es
que se han aliado con las Manos. Entonces estamos trabajando juntos. La
persona empieza su vuelta a casa cuando puede comprender y
experimentar la diferencia entre la base de datos que le dieron como
información y la base de datos original, genuina”.
A juicio de Paula, la sanación adviene cuando aparece la simetría en el vínculo
terapeuta-paciente. Criterios de mejoría para ella son: cuando no hay síntoma,
no hay “fiebre”, quedan con “hambre”, continúan buscando búsquedas del
alma (“mi criterio de mejoría favorito”), cuando algo despierta, cuando “el ser
despierta”, es “afinarse”, se mejoran las condiciones de respuesta, alivio de
síntomas permiten percatarse de mejorías, afinar el oído, recuperar la
inspiración, confiar en el sentido, despertar al sentido, un viaje. Porque parte
del proceso es trabajar a través de la polaridad: “tenemos que irnos un poco al
infierno”. La persona sana, concluye Paula, se renueva, se actualiza, busca,
tiene capacidad de aprender.
“La sanación ¿cuándo inicia? Podemos estimarlo. Podemos hacer
consenso. Pero ¿termina?. Evoco al poeta Kavafis: “Itaca sólo prometió el
viaje... Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje”. Viene a decir que lo
que merece la pena en la vida no es tu objetivo, sino todo lo que aprendes
al tratar de conseguirlo”.
Y describe con mayor definición:
“La vieja realidad se deshace, se esfuma. Surge una nueva Realidad.
Grande, gigantesca, generosa. Todo cabe. Mucho más puede Ser.
Antiguos gendarmes, celadores, policías y alcaides son dados de baja.
Quedan en libertad. Antiguos curas y monjas cuelgan el hábito. Pequeños
niños tontos, ojerosos, torturados y castigados son liberados. Pequeños
despojos salen al sol. Caen ídolos, el poder se democratiza. Los cadáveres
se sepultan y se entregan a la transformación. La muerte se desdemoniza.
Aparecen los vecinos, los hermanos. Aparece la comunidad. Aparece lo
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que es. Y es grande y está bien. El paciente recogerá sus propias señales.
Las tendrá que usar: sus sentimientos, sus sensaciones. Retazos de
recuerdos. ¡Volver a sentir lo evitado!. Invertir la orden de no sentir lo
sentido. Se acerca al cruce. El punto cero. Hasta aquí todo es esfuerzo y
trabajo. Si el terapeuta está bendecido, sabrá aliar también al ego. Todo
vale en el camino de regreso a casa. Todo es pura cuesta arriba, todo es
pujar y empujar. Hasta el punto cero. A partir de allí ‘casa’ ejerce su
fuerza de atracción. Liberados de la fuerza gravitacional de la neurosis, el
Ser se eleva. Cada vez es menor el esfuerzo. Cada vez es menos. Casa
está llamando y ha sido escuchada. Ambos, terapeuta y paciente, asisten
conmovidos al cambio de signo. A partir de aquí, el aceleramiento es
sostenido. El imán actúa y atrae cada vez con más potencia. Surge la
nueva forma. Esplendorosa y lejanamente familiar”.
Frente a los significados que tiene Paula Sepúlveda de su rol y ejercicio clínico
profesional manifestó que su identidad se corresponde inevitablemente con su
quehacer: “su ser persona vinculado a ser terapeuta”. Y para ello le fue
necesario “afinarse”, es decir, desplegar un camino de desarrollo personal
progresivo, con un sentido de evolución, es decir, “de menos a más”,
trabajando el “ego” a lo largo de la vida.
Para Paula un psicoterapeuta no se hace, sino que “nace con cierto talento que
se afina”. Y tendría que tener ciertas cualidades como: ser autoridad, ser
verosímil, que sepa “leer” al paciente y percibir qué necesita (ella plantea
¿requiere silencio, humor o contención?) que tenga estrategia, que sea
compasivo. Y la compasión la ve como expresión de un “sanador herido”,
puesto que ve al psicoterapeuta como “pecador rehabilitado, un neurótico
anónimo, una ex alcohólica, ex neurótica que sabe lo que es estar en el
infierno y que, al mismo tiempo, conoce el alivio de salir de él”. Paula asume
que el psicoterapeuta es un “inspirador que despierta el sentido”.
Para la psicóloga, la experiencia, los eventos biográficos, sus propias
búsquedas y encuentros fueron parte de su formación. Para ella es importante
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“dejarse guiar por lo intuitivo y lo biográfico accidental”. En su vivencia
personal, ella se pregunta “¿no sé por qué fui dócil a ello?” Considerando que
lo transpersonal se valora –durante su etapa universitaria- como un camino y
una búsqueda que escapa a lo convencional. E incluso describe lo difícil e
inenarrable que, en sus albores, era aludir a ello: “era un camino extra oficial,
que daba nervio decirla. Primero fue una búsqueda y luego tuvo nombre”. De
todas formas era “el lado negro, psicopático, exiliado, al margen e
innombrable de la psicología”.
Frente a aspectos formativos en el ejercicio del oficio, la psicoterapeuta
reconoce que le resultó de particular importancia su vínculo con Eleodoro Ortiz
de Zárate, terapeuta del que aprendió “todo lo que sé de psicoterapia”. En ese
ámbito ella alude a cómo este cuerpo de conocimientos y prácticas se
transmite de maestro a discípulo: se desarrollaría a través de “una cadena de
seres que se van ayudando”.
La psicoterapia como aventura
GONZALO PÉREZ valora la psicoterapia como un encuentro de almas, de
esencias; una relación entre iguales donde uno de los dos seres iguales conoce
algo; es decir, profesionalmente una de esas dos almas -en ese momento y en
ese setting- puede despejarse un poco. Define esta instancia como inspirada,
sagrada, secreta, verdadera, aventurera, donde se intenta “asomar hacia una
visión nítida sobre el proceso del otro para transmitir a la otra esencia ‘tú
sabes, tú puedes’”.
Aclara que es algo fácil, que brota, fluye con naturalidad, es disposición a
servir, llega, es socrático, dialéctico, es un nacimiento.
Especifica que es un tiempo “impecable, un tiempo de cirujano”, es conversar
“la firme, la dura, la terrible”. Y también es tener permiso para preguntar,
buscando la “esencia”. Señala que “las cosas más aventureras del alma las
vivo casi todas en consulta”, enfatizando la “intensidad interpersonal” que se
juega en la consulta: “son encuentros a todo dar”.
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La meta del trabajo terapéutico para Gonzalo es acceder a la aceptación y ello
incluye desmitificar el idealismo, perdonarse, no tomarse en serio y, en
definitiva, despejar los obstáculos para el amor. Asume una visión jungiana
frente a la psicoterapia y plantea que primero se “tiene que construir el edificio
y que se tiene que venir abajo; Jung aceptaba pacientes desde la cincuentena.
Es necesaria la desilusión como punto de partida, la revuelta para empezar y
darnos cuenta que formamos parte de un universo viviente, palpitante,
presente”.
Su mirada diagnóstica incluye alcances y capacidades del consultante, es
decir, donde puede llegar y de qué es capaz. Utiliza la astrología como mapa,
determinando en qué etapa está el paciente, en qué etapa del sufrimiento
está. Un punto importante para él es discriminar la patología grave y efectuar
diagnóstico diferencial, evaluando la estructura de la persona y “prestar
atención a si no hay algo orgánico”. También valora si es “corazón puro” (“de
buena fe, con deseo verdadero de asumir la transformación”) o “corazón
corrupto” (“corazón distorsionado que elige mentir o manipular”). Y distingue
“pacientes fértiles” versus “pacientes cuyas opciones están lejos”.
Entre los recursos terapéuticos: desde la guía interior. Limpiando factores
egóticos. Oportunidad de conversar en serio. Profundizar su conocimiento de sí
mismo. Comunicación ajustada a la situación del consultante. Percibir el valor
evolutivo del conflicto.
Respecto de los significados y percepciones que tiene Gonzalo de su rol y
ejercicio clínico profesional define: “el psicoterapeuta es un partero que da un
servicio explícito a la humanidad, un tiempo que no es corriente”. Y describe:
“No produzco ni la guagua ni el parto, pero sé cómo ocurre y estoy ahí
ayudando a las personas en sus contracciones psíquicas. Cae el cascarón
de la programación social. Ayudo al renacimiento de la guagua
maravillosa que es el ser inocente, la esencia”.
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Refiere como cualidades del psicoterapeuta la autenticidad, la coherencia
profesional, personal y trabajo espiritual. Debe ser honesto y focalizado en el
paciente. No identificarse con el otro; la idea sería empatizar con el problema
del otro, separándolo de la propia vida: “no perder los límites, no confundir el
espacio, no hacer ‘puré’”
Frente al vínculo terapéutico plantea que se tiene que establecer una relación
igualitaria y una comunicación democrática para no inhibir la fuerza del
desarrollo responsable del paciente. Detalla que no se debe entrar en el
espacio jerárquico ni autoritario: no imponer lo que el paciente tiene que hacer
o definir lo que le pasa. Tiene que ser empático, tener la capacidad de
reconocer lo que el otro está sintiendo, comprender el espacio dónde está y,
sobretodo, abrir el corazón para sentir compasivamente.
Entre las estrategias, destaca “la risa como algo liberador. Aprender a reírse
de sí mismo. Invitar al otro a que nos riamos juntos”. Y mirar, observar,
escuchar; “distinguir cuándo la persona está conectada y cuando se está
contando un cuento; hacer intervenciones laparoscópicas: sin confrontación.
Dejar en evidencia el encatrado (…) Tomarle la palabra al paciente y llevarlo a
una profundidad. Descolocar. Cambiar el contexto (…) Soslayar el ego, porque
el ego busca la complicidad del terapeuta. Y ocupar la contratransferencia,
porque es potentísima. Lo que dice el paciente siempre tiene resonancias
personales en el psicoterapeuta”.
Respecto a su formación profesional, menciona el efecto profundo que tuvo
una vivencia personal de “conciencia expandida” al inicio de su carrera de
pregrado:
“Se abrieron las puertas de la percepción: pasé de ver televisión en
blanco y negro a televisión en colores. Percibí mayor vivacidad, mayor
intensidad, mayor belleza. Percibí la energía. Todo era vivo y vívido. Tuve
una visión esencial. Y sensación de lo inmediato, de estar corporalmente
conectado con la naturaleza. Una sensación íntima de alegría, entrega,
gratitud, amor fluyendo sin dificultad, un brillo intelectual fantástico, una
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sensación íntima hacia adentro. De comprender, puesto que las cosas se
tornaban obvias y transparentes. La contradicción desapareció: todo se
armoniza, todo se volvía coherente, todo se volvía consistente”.
Frente a otros hitos que llevaron a la visión transpersonal relata que la
psicología humanista estaba de moda y, con ella, se “liberó el animal feliz:
estar sanos, compartir, trabajar, cantar, bailar, hacer el amor”. Y menciona lo
que describen los psicólogos de la corriente transpersonal con al menos una
veintena de años de ejercicio profesional: el cambio de paradigma.
“Lo que ocurre es que cuando el animal está sano, el príncipe o la
princesa galácticos quieren abrir sus parabólicas al universo. Y ahí
comienzan otros procesos. En esos mismos años conocí a Lola Hoffmann,
mi amiga y maestra, que me conectó con lo junguiano y con la tradición
transpersonal europea. Entonces, comenzaron a tener nombres
experiencias y a adqurí conexión con las tradiciones. Ella estaba volada,
en esa época, con el I Ching, con la sabiduría china. Me pasó lo mismo que
todos los psicólogos de vanguardia de mi época. Es que vivimos los
setenta en forma muy humanista y en los ochenta se fue moviendo todo
esto hacia la meditación, el mundo budista y transpersonal”.
Y desde ese aprendizaje, junto su maestra y amiga Lola Hoffmann, comienza a
moverse hacia otros intereses: la astrología, la meditación, el mundo sutil.
Este psicólogo significa el vivir desde sus comprensiones desde la conciencia
expandida. Y menciona que comprendió el sentido de este juego (la vida), de
porqué está aquí y que “lo que vive la humanidad es un malentendido”.
Asegura que el sufrimiento tiene arreglo. Aunque lo incorpora como
oportunidad: afirma que viviendo “la exclusión del paraíso y la noche oscura
del alma” pudo entender que “el sentido de estar aquí es ayudar a los
semejantes”. Dice que para ayudar es necesario ir donde está detenida la
energía, ir hacia el dolor y transformar las emociones negativas.
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Gonzalo percibe el ser humano enfermo como encerrado en algo, inalcanzable
en algo, blindado en un peligro. Lo enfermo para él frustración, obsesión,
“fiebre”, sufrimiento. Aunque distinguiendo dos tipos de sufrimiento: los
inevitables, es decir el dolor de los cambios vitales, y los evitables o
sufrimientos del ego. Y significa el sanarse como un despertar, comprender,
hacer conciente. Y se percibe y distingue lo saludable porque “el alma sana da,
comparte y disfruta, transmite luz y alegría”. En síntesis, este psicólogo
visualiza al ser humano “como un ser que sufre y que anhela amarse”.
DISCUSIÓN
Tres son los fenómenos principales que se despejaron en el desarrollo de este
trabajo:
La figura del psicoterapeuta transpersonal, con su visión, aspectos
formativos y actitudinales.
La práctica de la psicoterapia transpersonal, métodos diagnósticos,
intervenciones y meta.
Y la figura del paciente-buscador-consultante.
Pese a que la orientación transpersonal reúne heterogéneas y multiformes
miradas del mundo psíquico, tanto como en Paula Sepúlveda como en Gonzalo
Pérez apareció una visión bastante particular y similar de ser humano.
Los entrevistados entienden el ser humano como un ser en evolución, como un
ser en proceso psicoespiritual. Asimismo, de sus relatos se devela una
concepción multinivel, multidimensional de problemática humana. Y
discriminan aspectos sustantivos y accesorios en el vivir, distinguiendo
factores egoicos y esenciales. Los primeros aludirían elementos más
superficiales que tienen que ver con la personalidad e imagen de sí mismos;
los otros, con lo más verdadero. Además aseguran que la cualidad sanadora
yace en el buscador. Y asumen el sufrimiento-conflicto como puerta evolutiva.
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Respecto a su formación, se constató que en ambos vida y oficio se unifican. Y
el trabajo personal de autoconocimiento y las experiencias de vida suman
maestría. Asimismo, reconocen la psicoterapia como un oficio-arte-disciplina
que se aprende desde el rol de paciente, aprendiz, discípulo, buscador. Los
psicólogos, además, han internalizado un marco referencial integral e
integrativo que da cuenta de una visión holística del ser humano y de la
realidad. Y los respalda académicamente su formación universitaria –en las dos
más importantes y tradicionales del país-, admitiendo que ello les permite
conceptualizar, comprender y diferenciar en el campo clínico.
En relación a su actitud en el ejercicio clínico desde la mirada transpersonal,
nuestros entrevistados aludieron a tres aspectos específicos: al estado de
conciencia al que accedían, a la presencia particular a la que estaban
orientados y a las estrategias que utilizaban. Respecto a lo primero,
describieron entrar en contacto con “estados expandidos”, “lúcidos”,
“impecables”, “inspirados”. Sobre la presencia particular se orientaba a
aceptar, empatizar, confiar, ser compasiva, no juzgar, esperar, observar,
escuchar, discriminar ser conectado y desconectado, entre otros.
En relación a la estrategia que desarrollan, se encamina, por una parte, a
proveer nuevas vivencias (descolocando, acechando, invitando a reírse) y, por
otra, a proveer nuevos significados que permitan resignificar y redefinir la
experiencia.
La psicoterapia transpersonal la definen como ‘encuentro’ de dos almas,
aludiendo a una visión inclusiva que incorpora espacios sutiles del ser, también
como ‘aventura’ sagrada hacia el misterio de sí mismo y como ‘invitación’ a la
evolución, asumiendo una valoración progresiva del curso de la conciencia en
la historia ontogénica y filogénica.
En torno al diagnóstico -además de la mirada funcional, estructural y
comprensiva de la psicología convencional- exploran aspectos relacionados con
la cualidad psicoenergética del paciente y asumen el diagnóstico como una
hipótesis transitoria que permite sondear, investigar, profundizar.
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En torno a la intervención, plantean proveer las condiciones necesarias que
inviten a la paciente a sentirse, auto observarse, establecer distancia,
desmontar lo condicionado (permitir que colapse lo mecánico que constriñe y
limita), desidentificarse, aceptar, integrar y educir la cualidad sanadora
inherente del paciente. Ellos, como se ha señalado, trabajan con lo intangible:
lo inspirado, la intuición.
La meta del trabajo psicoterapéutico está encaminado a despertar dimensiones
esenciales que otorguen comprensión (significados más amplios, descubrir
sentidos), estabilidad: (contacto con habitarse, centrarse junto con favorecer el
desapego, con la emergencia del testigo interior a la que aluden tradiciones
espirituales ancestrales) y dinamismo (un impulso a seguir buscando y
actualizándose).
Y, en relación al paciente, ambos psicoterapeutas lo definen como ser que
sufre, ser que anhela amarse, aceptarse, aprender; como ser espiritual,
sagrado, trascendente en proceso de evolución, y como ser sano que tiene
potencial.
CONCLUSIONES
“Y con mi aliento puro comienzo a cantar hoy
y abro de par en par las puertas a la energía original de la naturaleza
desenfrenada”
Walt Whitman, Canto a mi mismo
Luego de atender a los significados, valoraciones y percepciones en torno a la
práctica psicoterapéutica de orientación humanista transpersonal que
entregaron los psicólogos Paula Sepúlveda y Gonzalo Pérez, en este trabajo
quedan resonando al menos tres aspectos:
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TIENDE A INTEGRARSE EL CAMINO PROFESIONAL CON EL CAMINO DE
VIDA. Lo personal y lo laboral se concilian en un estilo de vida, que
retroalimenta, que nutre, que inspira. Ser y hacer que compromete al propio
terapeuta en su proyecto existencial y de servicio. La unificación de vida y
oficio en la experiencia de explorarse, de reflejar al otro, de mirarse. La visión
transpersonal se integra no sólo como comprensión sino como valoración que
otorga sentido y contextualiza. Mientras Paula señala que “se afina” como
persona para ser terapeuta, Gonzalo indica: “Se me dio en forma espontánea a
partir de mi primera relación de pareja”. Una curiosa coincidencia es que en
ambos psicoterapeutas la mirada transpersonal aparece en la biografía antes
que la formación profesional.
El rol de psicoterapeuta se despliega más allá de la voluntad. Hacer, pensar y
decir buscan coherencia. No hay voluntad ni intención puesta en “parecer”,
sino en “ser”. No es el psicólogo investido de un papel esperado: que da pautas
o que no dice nada... empático, curioso, neutro o cercano. Más allá de una
postura o propósito, el psicólogo transpersonal se responsabiliza de un
compromiso, de una actitud de vida.
Mientras la Sociedad Chilena de Psicología Clínica acredita como psicólogo
clínico especialista en psicoterapia, cursando programas tutoriales o postítulos,
la postura clínica transpersonal emerge como camino de vida.
TIENDE A COMPLEMENTARSE LO TEÓRICO Y LO EXPERIENCIAL. Las
necesidades psicoespirituales de Gonzalo y Paula no se satisfacen en sus
estudios formales. En primera instancia, aparece lo transpersonal como un
llamado que se topa, durante la etapa formativa de nuestros entrevistados, con
un currículo que rechaza dimensiones transegoicas. “Yo estudié psicología
porque me interesaba el alma. Y del alma no me hablaron en la escuela, me
hablaron de pura conducta”, expresa Gonzalo formado en la Universidad de
Chile. Paula, de la Universidad Católica, cuenta que cuando llegó a la escuela
encontró “que nadie conocía lo que yo consideraba que era la psicología. Fue
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un shock. Porque era como que todo esto era el lado negro, el lado psicopático,
de la psicología. Así es que me quedé bastante perpleja”.
En este ámbito, cabe tomar en cuenta el cambio paradigmático que se produce
en nuestro país con el surgimiento de la Escuela de Psicología de la
Universidad del Pacífico en el concierto de formaciones universitarias de
pregrado. El Dr. Héctor Bazán, quien lidera esta iniciativa, manifiesta: “La
escuela universitaria que tenemos surge porque hay un hambre de
trascendencia. El vacío existencial no se resuelve con medicamentos.
Entonces, esta búsqueda (…) ha permitido que se cultive una nueva
sensibilidad, surjan universidades y esta escuela que, como escuela de
pregrado (…) es la única que ha organizado su malla curricular orgánicamente
desde la visión transpersonal.
Gonzalo Pérez, después de la entrevista, aclara la importancia de conciliar lo
académico con la vivencia: “Inevitablemente, toda sistematización intelectual
a la experiencia transpersonal la distorsiona, sutil o gruesamente. Como por
ejemplo, las doctrinas religiosas. Resulta comparable a un tratado de sexología
para una persona que no conoce el deseo ni el orgasmo. La teoría
transpersonal sin vivencia en carne propia viene a ser una etnología de una
cultura fascinante, pero irremediablemente ajena. Pero, como todas las almas
añoran la experiencia de conciencia expandida, indica al menos un lugar muy
anhelado. Lo decisivo para evitar los autoengaños, idealizaciones e hipocresías
tan comunes en el ámbito de las espiritualidades es el desarrollo de una ética
de honestidad intransable, implementada con un escepticismo de amable
ironía y abundante comunicación. Solo es tan fácil sugestionarse y engañarse;
en el grupo de iguales en confianza, muy distinto. Una transpersonalidad
genuina es siempre pragmática y sencilla; jamás idealista o solemne” (Perez,
2008).
Lo transpersonal emerge para los entrevistados fundamentalmente como
fenómeno: más que constructo teórico, como condición inherente a lo humano.
Entonces, uno podría preguntarse qué implicancias tiene este alero académico.
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Gianfranco Mónaco, profesor de la escuela de psicología de la Universidad del
pacifico, plantea que es necesario complementar experiencia y teoría. “Tanto,
como resulta saludable el trabajo de los dos hemisferios”. Y eso queda
confirmado, puesto que tanto Paula como Gonzalo traslucen un acabado
bagaje teórico-clínico.
TIENDE A DESPLEGARSE UN ARTE PSICOTERAPÉUTICA. Un oficio-arte-
disciplina que emerge de una disposición natural y que se traspasa de maestro
a discípulo, “una cadena de seres que se van ayudando”: “Doro” (Doroteo Ortiz
de Zarate) para Paula y Lola Hoffmann (Helena Jacoby) para Gonzalo. Seres
que comparten su ser y su quehacer. Más que proporcionar conocimientos,
estos seres que modelan, traspasan lo medicinal para acceder a lo poético:
inspiran, sugieren, insuflan. Nuestros entrevistados aprenden desde el rol de
paciente, aprendiz, buscador para, a su vez, desplegar sus propios estilos como
terapeutas replicando algunos aspectos del arte de sus referentes.
Y vislumbramos en Gonzalo y Paula su arte. Se develaron como
desmalezadores del jardín del alma, cazadores de ego, guías de camino,
navegantes de aguas profundas… Arte, del latín ‘ars’, alude a “una virtud,
disposición y habilidad para hacer algo” Son los abordajes del desafío
terapéutico los que hablaron de destrezas y virtudes particulares. ¡Los astros
de Gonzalo y las flores de Paula! Recursos como la fuerza de la tierra, el agua,
el fuego y el aire…
El abordaje creativo de la tierra, del arraigo, junto con cuidar las raíces y
aceptar -sin apresurar- los ciclos naturales, invita a sentir lo obvio y
amplificarlo en la conciencia. En tanto, la presencia del agua, de la apertura a
la sensualidad y la curiosidad, convoca a explorar, navegar, viajar a tierras
remotas para finalmente “regresar a casa” (Sepúlveda, 2008). Y del fuego, de
la chispa de la atención y el intelecto nos llama a estar alerta y conciente:
“impecable” (Pérez, 2008). Y, finalmente, el abordaje creativo del aire, del
guía, nos mueve a confluir hacia una realidad mayor.
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¿Qué hace de nuestros psicoterapeutas entrevistados inspiradores,
buscadores, artesanos del trabajo interior? Puede haber variedad de objetivos
del tratamiento y muchas estrategias de intervención tomadas de distintas
corrientes de la psicología, sin embargo, lo distintivo que muestran Paula y
Gonzalo es desde dónde hacen lo que hacen: desde qué mirada, desde qué
actitud escuchan, crean vínculos, convocan a experienciar, rescatan o
restauran lo dañado. Desde dónde despliegan su danza y su canto, su oficio, su
arte. Y proponen una paradójica invitación que los aleja de la psicoterapia
convencional: permitir contemplar la vivencia problemática “tal cual es”
(Welwood, 1990), sin orientarse a su solución. Su apuesta es que, en la medida
en que se experiencie lo sombrío o “el conflicto evitado” (Sepúlveda, 2008),
con la atención viva, a poco andar, se recupera el Ser –pues la esencia ha
comenzado a iluminar el ego- y se produce la transformación.
REFLEXIONES FINALES
“Allí donde despierta el amor, muere el yo, el oscuro déspota”
Rumi
Es la insoportable levedad de la presencia. ¡La eclosión de la viveza pura! Sin
apellidos. Como pura intensidad que no puede ser llamada dolor, amor, sabor,
olor a nada. No tiene cadencia, textura ni cosquilleo registrable. Porque a la
hora que lo hacemos, comenzamos a dramatizar la vivencia desde esas
palabras boconas que conocemos de antemano.
Así parece ser el pequeño duelo que abre espacio al trabajo psicoterapéutico
transpersonal. Ese viaje de dura semilla a sutilísimo brote. Podría ser la
crisálida en ese tiempo que nunca brilla. Retiro en el que nos sentimos boa
digiriendo elefantes. No tenemos idea, pobres oruguitas, pero podríamos estar
a punto de saber lo que es canela. ¿Qué hago? ¿Cómo lo hago? ¿Para dónde
vamos? ¿Qué significa esto? Y yo ¿qué monos pinto? Gonzalo Pérez responde:
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“La epifanía psicoterapéutica viene cuando es necesaria y siempre relacionada
con el otro”.
Hay un instante cada tantas que se vive desde la pérdida y la plenitud. Una
desilusión encantada. Eso que no tiene nombre y pareciera ser un instante en
que ningún logro ni ningún fracaso puede ser tan relevante. Y uno simplemente
se rinde a la metamorfosis y ya no teme. Metanóiate: “El Ser está llamando”,
puedes dar un “salto evolutivo”, indica Paula Sepúlveda. Es esa necesidad de
parir para seguir. Es “la muerte menos temida que da más vida”, de Pedro de
Valdivia. O el momento en que los eventos se transforman en “accesorios”,
como describe el psiquiatra Héctor Bazán. Se acalla por un momento la tiranía
de la intención, de la emoción, del miedo, del deseo, de la mente. Las
preferencias son sólo preferencias. Las tendencias son sólo tendencias. Surgen
posibilidades ignotas hasta entonces.
Una mudanza hacia el centro, a la poética más genuina y, a la vez, más
anónima y misteriosa. Imposible encontrar un autor que la firme. ¿Quién se
está expresando? Es en ese instante revelado, quizá, que comienza la
AVENTURA DEL SANADOR, del consultante…, de dos buscadores
despertándose y despertando a la humanidad.
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INTERNET
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* Para acceder a la transcripción completa de las entrevistas a los psicoterapeutas Gonzalo Pérez y Paula Sepúlveda, solicite a [email protected].
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