PENSAMIENTO CONTEMPOgANEO
ColecciÓn dirigida por Manuel Cruz
1. L. Wittgenstein, COl~/érencia sobre ética2. J. Derrida, La desconstrucciÓn en las/rontera;
de la filosqfia3. P.K. Feyerabcnd, Lfmites de la ciencia4. J.F. Lyotard, ('Por qué/ilos(!Iar?5. A.C. Danto, ¡listoria.r narraciÓn6. T.S. Kuhn, ¿Qué SOI1 las revoluciones cient[jlcls?7. M. Foucault, Tecnologfas del.ro8. N. Luhmann, "Yociedad.r sistema:
la ambición de la teoría9 . .l. Rawls, Sobre las libertades
10. G. Vattimo, La sociedad transparente11. H.. Rorty, El giro lingidstico12. G. Colli, El libro de nuestra crisis13. K.-O. Apel, T'corla de la verdad.y ética del dis:lll~<;O14. J. EIster, Dornar la suerte15. H.G. Gadamer, La actualidad de lo bello16. G.E.M. Anscombe, Intención
G.E.M. AnSCOlllbe
llllcnciÓn
IntroducciÓn de .JesÚs Mosterín
&\1~,1.'Or/f'''[l.Ul NAqC •••.•••.t
A"".,.,.lA r4:,"\UI'-O
Ediciones PaidÓsLC.E. de la Universidad AutÓnoma de BarcelonaBarcelona - Buenos Aires - México
Título original: In/en/ionPublicado en inglés por Basil Blackwcll PublislH'r', O· ford
Traducción de Ana Isabel Slcllino
Cubierta de Mario Eskeu;u.i v Pablo Martín
r edición, 199 J
Quedan riguI-OSallll'IlIC prohihidas, sin 1;1ilUlori/,;lciÚn ('s(Tila dt, los lilul;¡n's (1, 1 «CnpYl'ightlt,bajo las sanciones establ(~c'ldas en las Il'.\'es. la reproduccic'lJ\ tolal n parcial di esta ohra porcualquier medio o procedimiento, rompn'tldidos la I"f'prografía .r cllnll;lInipll 1 inforndtico,y la distribuciÓn de ej(~lllp¡ares dt' ella Ilwdian!p alquiler o pr('stélnlO pÚblicos
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ISBN: 84-7509-680-8
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SUMARIO
INTRODUCCIÓN: Acciones e intenciones, JesúsMas/crin
Lo que hacemos y lo que nos pasaAcción voluntaria e involuntaria
Causa como culpaIntención y premeditaciónIntención e intento
Eventos y accionesSilogismo práctico en AristótelesAusencia de moralismoMentalismo tradicionalConductismoFilosofía analítica
Enfoque computacionalEnfoques biológicosRacionalidad y preferencias dadasConflictos interiores
INTENCIÓN
ContenidoIntroducciÓnIntención
999
1112l314161919202122242526
313941
1. Con mucha frecuencia, cuando un hombre dice: «Voya hacer tal cosa», decimos que se trata de una expresión deintención. En ocasiones también hablamos de una accióncomo intencional, e incuso podemos preguntar con qué intención se ha hecho algo. En cada caso empleamos un concepto de {(intención», pero si nos propusiéramos definirlo ytomáramos sólo uno de estos tres tipos de enunciados comosi abarcara todo nuestro tema, es muy probable que dijéramos cosas sobre el significado de <<intención» que resultarían falsas para cualquiera de los otros casos. Por ejemplo,podríamos afirmar que {(la intención siempre se refiere alfuturo». Pero una acción puede ser intencional sin implicarel futuro en modo alguno. Darnos cuenta de esto podríallevarnos a decir que existen varios sentidos de {(intención»,y quizá que resulta completamente equívoco relacionar altérmino «intencional» con el término «intención», pues unaacción puede ser intencional sin que haya ninguna intención. O por el contrario, podemos sentirnos tentados a pensar que sólo las acciones que se realizan con cierta intención posterior deberían denominarse intencionales. Y podemos inclinarnos a afirmar que la <<intención» posee unsentido diferente cuando hablamos de las intenciones deun hombre simpliciler, es decir, lo que intenta hacer, y de laintención c011tenida en su acto o proposición, es decir, suobjetivo. Pero en realidad, resulta poco creíble la afirmaciónde que el término es equívoco según se presenta en estosdistintos casos.
Cuando nos sentimos tentados a hablar de los «diferentes sentidos» de una palabra que evidentemente no esequívoca, podemos inferir que, en realidad, nos hallamostotalmente a oscuras en lo que se refiere al carácter del
42 INTENCIÓN INTENCIÓN Y PREDICCIÓN 43
concepto que ella representa. Sin embargo, no e·jste ningún impedimento para abordar un tema por p lrtes. Enconsecuencia, comenzaré el estudio con la obscr' ación delas expresiones de intención.
2. Por lo general, nos referimos a la distinc ón cntreuna expresión de intención y una predicción cor la a algoclaro en términos intuitivos. Normalmente, «Me 10Y a poner enfermo» es una predicciÓn; «Voy a dar un )asco» espor lo regular una expresión de intcnción. La (istinciÓnseñalada resulta cn efccto intuitivamente clara en ( 1siguiente sentido: si digo «Vaya suspender este examen», y alguienme replica «Seguro que no desconoces la materia hasta esepunto», puedo aclarar lo que he querido decir e .plicandoque estaba expresando una intención y no una ar reciaciÓnde mis probabilidades de éxito.
No obstante, si en filosofía preguntamos sobl ~ la diferencia entre, por ejelnplo, «Me vaya poner enfen }O»en suacepción más usual, y «Vaya dar un paseo» también ensu sentido más habitual, no resulta muy revelad(.r señalarque una constituye una predicción y la otra una I~xpresiónde intención. Pues en realidad estamos preguntan lo qué escada una de ellas. Supongamos que se dijera 'lue «unapredicción es un enunciado acerca del futuro». E to indicaque una expresión de intención no lo es. Constitu re tal vezla descripciÓn, o la expresiÓn, de un estado de á limo presente, un estado de ánimo que posee las propiedai les que locarácterizan como intención. Posiblemente, aún haya quedescubrir cuáles son éstas, pero entonces resulta <lifícil entender por qué deben estar relacionadas esencialmente conel futuro, como la intención parece estado. Es pro:)able quenadie crea que se trata de un accidente, un simplt hecho depsicología, el que los estados de ánimo que son iriLencionesse vinculen siempre con el futuro, de la misma forma enque constituye un hecho de la psicología racial como lapodríamos denominar, el que la mayoría de las primerastradiciones históricas se refieran a figuras hero caso y sitratamos de que alguna propiedad definitoria de las inten-
ciones se halle vinculada con el futuro, se nos podría preguntar de qué nos sirve distinguir esta vinculación de larelación existente enLre el futuro y la predicción.
Tratemos entonces de explicar la predicción. El siguiente ejemplo parece prometedor: una persona dice algo utilizando cierta conjugación verbal en su enuncialilo; posteriormente, la misma proposición, con sólo un cambio deconjugación, podrá calificarse de verdadera (o falsa) a laluz de lo sucedido.
Ahora bien, según este criterio, las órdenes y las expresiones de intención también serían predicciones. En vistade las dificultades expuestas más arriba, esto tal vez norepresente una objeción. Recogiendo una sugerencia deWittgenstein (Investigaciones fzlos6ficas, § 629-630), podríamos dar una primera definiciÓn gener"al de la predicciÓnque se parezca a lo anterior, para después, entre las predicciones, diferenciar órdenes, expresiones de intención, apreciaciones, profecías duras, etc. La distinción {<intuitivamente clara» de la que hablábamos resulta ser una diferenciaciÓn entre expresiones de intención y apreciaciones. Perouna misma proposición puede funcionar como más de unade estas clases de predicción. Por ejemplo, cuando un médico le dice al paciente, en presencia de la enfermera: {<Laenfermera lo llevará al quirófano», esto puede funcionar ala vez como una expresión de su intención (si con ella queda expresada su decisión de lo que debe suceder) y comouna orden, además de ser una informaciÓn para el paciente; y es esto último, a pesar de que no se trata en modoalguno de una apreciación del futuro basada en hechos, nitampoco una conjetura ni una profecía. Asimismo, el paciente no Ú1flere normalmente la información a partir de lodicho por el médico; afirmará que el doctor se lo ha dicho.Este ejemplo muestra que el carácter indicativo (descriptivo, informativo) no es la marca distintiva de las «predicciones» como opuestas a las <,expresiones de intención», segúnnos hubiéramos inclinado a pensar en un principio.
Un imperativo es la descripción de alguna acciÓn futura, dirigida al agente probable, y expresada de una forma
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cuya finalidad en el lenguaje consiste en lograr q\ e la persona haga lo descrito. Digo que es su finalidad en {[lenguaje y no el propÓsito del hablante, en parte pOIque éstepuede, desde luego, dar una orden con un propÓ ;ito muydistinto al de su cumplimiento (po,- ejemplo, q le /lO secumpla), sin que por ello deje de ser una orden.
Las condiciones de ejecución para las órdenes CL rresponden a las condiciones de verdad para las propcsiciones.¿Cuáles son las razones, además de un uso pre~.cindible,para no hacer de las órdenes algo verdadero y fa so segÚnsean o no obedecidas?
Por lo regular, una orden se imparte con cier ~a intención, pero no es en sí misma la expresión de una volición;se trata simplemente de la descripción de una ae ción formulada de un modo especial. Esta forma en ocasioJ les adopta una inflexión particular y otras veces unliemJ 10 futuroque posee además otros usos.
Generalmente, se evalÚa las órdenes segÚn sea! razonables o no, en lugar de calificadas en función de SI' cumplimiento; pero esto no nos sirve para distinguirl;.s de lasapreciaciones del futuro, ya que lo mismo suele s'~r válidopara estas Últimas cuando son científicas. (Claro está quelas estimaciones no científicas se aprecian por Sl cumplimiento y no por su fundamentación, pues desconc :emos loque sería una buena fundamentación para este tip:) de conjeturas, por ejemplo, las políticas.) Sin embargo, e ciste unadiferencia en cuanto a la clase de motivos con la I 'ual calificamos una orden o una apreciación del futuro c')mo fundamentada. Las razones que justifican una orden y·o son lasque indican la probabilidad o la verosimilitud de un suceso, sino, por ejemplo, las que sugieren qué suce~ c>habríaque provocar con vistas a lograr un objetivo, o pa -a alcanzar un objetivo razonable. En este sentido, las órd( nes y lasexpresiones de intención son semejantes.
Es natural sentir cierta reticencia a llamar prediccionestanto a las órdenes como a las expresiones de inte! ción. Enel caso de las primeras, la razón reside en la gmmática'elemental, por lo cual resulta más fácil desecharbs. Por el
contrario, en el caso de las intenciones, la gramática nospredispone a aceptar ese dictamen, ya que una forma comÚn de expresar intenciones es mediante el tiempo futurosimple, y de hecho este empleo del tiempo futuro desempefía un papel dominante cuando los niños las aprenden. Peronuestras objeciones poseen raíces más profundas.
Si no hago lo que dije que haría no debe suponerse quehaya cometido un error, ni tampoco necesariamente que haya mentido, de modo que en apariencia la verdad de unenunciado de intención no reside en que lleve a cabo lo quehe dicho. Pero, ¿por qué no hemos de pensar que esto sólomuestra que existen otras formas de expresar lo que no esverdad, aparte de mentir y equivocarse?
No obstante, es posible mentir, y si miento, lo que digoes una mentira debido a algo presente, no futuro. Puedoincluso mentir al decir que vaya hacer una cosa, aun cuando después termine por realizada. La respuesta a esto consiste en que una mentira es un enunciado contrario a lo queuno piensa, y lo que uno piensa puede ser una opinión o ladecisión de provocar un suceso. El hecho de que una mentira constituya un enunciado contrario a lo que uno piensano significa que sea una información falsa sobre el contenido de nuestra conciencia, como cuando mentimos en respuesta al « Dime lo que estás pensando».
Tal vez uno no «piense» llevar a cabo una acción, fuerade expresada con palabras. Pero entonces, como señaló Quine en cierta ocasión (durante un encuentro de filosofía), esposible que se realice para «convertir en sincera proposición» lo que se ha dicho. Pero si no hago lo que he dicho,mi proposición no era cierta (aun cuando no existan razones para cuestionar mi veracidad en el momento de expresada). Pero la razón de que el comentario de Quine sea unabroma reside en que tal falsedad no impugna necesariamente lo que he dicho. En algunos casos, los hechos son, por asídecido, impugnados a causa de que no coinciden con laspalabras, y no al contrario. En ocasiones, esto ocurre cuando cambio de opinión, pero otro caso es cuando, por ejem-
46 INTENCIÓN LA EXPRESIÓN VERBAL DE LA INTENCIÓN 47
plo, escribo algo distinto a lo que creo que estoy es :ribiendo: como señala Teofrasto (Magna Moralia, 1 1189b ':'2) aquíel error es de ejecución, no de juicio. Existen tambi( n oti·oscasos: por ejemplo, san Pedro no cambi6 de opin 611 conrespecto a su negación de Cristo y, sin embargo, 10 seríacorrecto afirmar que hizo una falsa promesa de fe.
Una orden es en esencia un signo (o símbolo), nientrasque una intención puede existir sin el símbolo; 101' ellohablamos de órdenes, no de la expresión de orden, n ientrasque hablamos de la expresiÓn de inIenciÓn. Esta es otrarazón de la idea muy natural de que, con el fin de ccmprendel' la expresión de intención, debamos tener en cuentaalgo interno, a saber, de qué es expresión. Tal consid ?raciónnos desanima a denominada predicción, es decir, l na descripción de algo futuro, aun cuando ésta es precisan lente laapariencia de «Vaya hacer tal cosa», y aun cuando «Tengointenciones de dar un paseo pero no voy a salir» Sllene unpoco contradictorio.
Aparentemente, la intención es algo que podemo expresar, pero que también los animales (que, por ejerr'plo, nodan órdenes) pueden poseer, a pesar de que carecen de formas para expresada de manera distintiva. Difícilmente podríamos decir que los movimientos de un gato al al' ~cho deun pájaro son una expresión de intención. Del mismll modo,podríamos reconocer en el hecho de que un motor falle suexpresión de que está a punto de pararse. En este, entido,la intención difiere de la emoción en que su expn sión espuramente convencional; podríamos calificada de « 'inguística» si se nos permitiera incluir ciertos movimien :os corporales con significado convencional dentro del le nguaje.Me parece que Wittgenstein se equivoca al habla r de la«expresión natural de una intención» (lnvesligacio les filo-
-, s6ficas, §647).
1. Suponiendo que fuera cierto que la autoría corre~ ,:Jonde aTeofrasto.
3. Necesitamos una línea de investigación más rica quela consideración exclusiva de la expresión verbal de la intención o el intento de comprender de qué es expresión.Pues si consideramos únicamente su expresión verbal, sólollegaremos a la conclusión de que es una especie (rara) depredicción; y si tratamos de descubrir de qué es expresión,probablemente nos topemos con uno u otro de varios callejones sin salida: con los psicologismos sobre «pulsiones»,con la reducción de la intención a una especie de deseo, esdecir, a una clase de emoción, o con una intuición irreductible del significado de «Es mi intención».
El análisis de la expresión verbal de intención es enrealidad útil para evitar precisamente estos callejones sinsalida. A todos ellos se llega a causa de que la distinciónentre las apreciaciones del futuro y las expresiones de intención se toma simplemente como algo obvio en el nivel intuitivo. Alguien dice: «Vaya dar un paseo», y nosotrosafirmamos que se trata de una expresión de intención, node una predicción. Pero, ¿cómo lo sabemos? Si se lo preguntáramos a la persona en cuestión, seguramente nos lo diría;pero, ¿qué sabe y cómo lo sabe? Wittgenstein demostró laimposibilidad de responder a esta pregunta cuando dijo:« Reconoce que tiene o ha tenido la intención de dar unpaseo, o que ha empleado las palabras como una expresiónde intención». Si esto fuera correcto, debería existir la posibilidad de un reconocimiento erróneo. Es más, cuandorecordamos que quisimos hacer algo, la memoria nos revela a lo sumo unas cuantas cosas sueltas de lo que sucedióen nuestra conciencia, las cuales no llegan a integrar esaintención, o sencillamente nos impulsa a emplear palabrascomo «Tenía pensado ...», sin ni siquiera una imagen mental que nos sirva para juzgar si las palabras constituyenuna descripción adecuada. La distinción, entonces, no puede quedar como algo intuitivamente claro, excepto cuandose emplea para contestar en qué sentido alguien utilizó laspalabras «Vaya ...» en una ocasión determinada.
Podríamos tratar de establecer la distinción diciendoque una expresión de intención es una descripción de algo
48 INTENCIÓN LAS INTENCIONES DE UNA PERSONA 49
futuro, en la cual el hablante es una especie de agen ,e, cuyadescripción se justifica (si llegara a ofrecer una justif'cación)mediante razones para actuar, es decir, razones de )or quésería útil o atractivo que la descripción se llevara él efecto,y no mediante pruebas de su veracidad. Sin emb lrgo, alllegar a este punto, no veo adónde nos conduce esa líneade razonamiento, y nuestro tema sigue siendo toda'ía bastante oscuro. Una vez leí unas notas sobre una con' erenciade Wittgenstein, en la cual él imaginaba alguna; hojasarrastradas por el viento que, conforme éste las en) Jujaba,decían: «Ahora iré en esta dirección ... Ahora iré en al luélla».La analogía es insatisfactoria, pues en apariencia n< asignaninguna función a estas predicciones, excepto la de ser unacompañamiento innecesario de los movimientos de las hojas. Pero se nos podría replicar: ¿qué significa aco'npañamiento «innecesario»? Si queremos decir que, en S1: ausencia, el movimiento de las hojas sería el mismo, la a 'lalogíaresulta decididamente mala. Pero, ¿cómo sabemos que elmovimiento de las hojas habría sido el mismo si no! lubieraestado acompañado por esos pensamientos? Si qu ~remos
decir que es posible calcular sus movimientos é partirsolamente de la velocidad y la dirección de los viell tos, asícomo del peso y otras propiedades de las hojas, ¿segviremosinsistiendo en que tales cálculos no pueden incluir lo; cálculos de sus pensamientos? Cuando se le ocurrió a Wttgenstein esta analogía, estaba discurriendo acerca del I ¡bre albedrío; ahora bien, la objeción no es que asigne Ul \ papelfalso a nuestras intenciones, sino únicamente que no describe su papel de ningún modo; sin embargo, éste no era supropósito. Su propósito consistía, evidentemente, en algunanegación del libre albedrío, ya sea que tomemos el vientocomo un símbolo de las fuerzas físicas que nos afecté n, o deDios o del destino. La descripción correcta de la j unciónde la intención en nuestras acciones tal vez no sea importante para la discusión de ese tema; en todo caso, se 5pechoque ésta era la opinión de Wittgenstein, por lo cual, alpresentar este cuadro contra el libre albedrío, se hal 'aba en
libertad de dejar totalmente a oscuras el papel de la intención.
Ahora bien, nuestra descripción de las expresiones deintención, en la cual las distinguimos de las apreciacionesdel futuro, nos deja en la misma posición que el cuadro delas hojas arrastradas por el viento. En realidad, las personas explican acontecimientos futuros, para los cuales sonuna especie de agentes, pero no justifican estas explicaciones mediante razones que las hagan creíbles, sino medianteuna clase diferente de razones, que con mucha frecuenciason correctas. A esta clase de explicaciones se le llama expresión de intención. Esta simplemente ocurre en el lenguaje humano. Si lo que buscamos es el concepto de «intención», nuestro estudio ha arrojado resultados que, aunqueno son realmente falsos, parecen muy confusos.
Obviamente, el sentido de «razón» que aquí empleamosofrece una línea de investigación fructífera, pero prefieroconsiderarla primero en su relación con la noción de acciónintencional.
4. Así pues, comenzaré una nueva línea de reflexión: ¿cómo sabemos las intenciones de una persona? O también:¿qué clase de juicios verdaderos podemos formular con certeza acerca de las intenciones de las personas, y cómo sabemosque son verdaderos? En otras palabras, ¿es posible encontrar una clase de juicios del tipo «A tiene la intención X»,de la cual podamos afirmar que posee un alto grado decertidumbre? Bien, si queremos decir por lo menos algunascosas verdaderas acerca de las intenciones de un hombre,tendremos grandes probabilidades de éxito si mencionamoslo que hizo o está haciendo. Pues al margen de cualquierotro objetivo que tenga en mente, o de sus intenciones alactuar como actúa, la mayor parte de lo que digamos directamente a partir de lo que un hombre hace o estuvo haciendo serán cosas que él tiene la intención de realizar.
Estoy refiriéndome a la clase de cosas que diríamos enun juicio si fuéramos testigos y se nos preguntara qué estaba haciendo el hombre cuando lo vimos. Es decir, común-
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mente, entre la amplia cantidad de juicios verdac eras quepodríamos formular acerca del hombre, nuestra eleccióncoincidiría con lo que él hubiera dicho que hacÍ¡·, tal vezincluso sin pensar en ello, y seguramente sin dar~e cuentade que era observado. Estoy sentada en una silla <. ;¡cribiendo, y cualquier persona de este mundo que teng.l uso derazón lo sabría apenas me viera, y normalmente {sta seríasu primera descripción sobre lo que estoy hacien{ o. Si tu-'viera dificultades para llegar a esta conclusión y e' \ cambiose diera cuenta de inmediato y con exactitud cÓ no estoyafectando a las propiedades acústicas del cuarto (l na información inasequible para mí), la comunicación en .re nosotros se vería seriamente obstaculizada.
Así pues, con el fin de mostrar en líneas gen ~rales laclase de cosas que aquí se pone de manifiesto, puedo tomarun atajo y no explicar la forma en que hago mi elecciónentre el gran número de juicios verdaderos que puedo formular sobre una persona, ni qué entraña la exis encia dedescripciones directas como «Ella está sentada en una sillay escribe». (Esto no quiere decir que no suscite r I'eguntasinteresantes. Véase Investigaciones filosófzcas, p<g. 59 b:"Veo una foto: muestra a un hombre apoyado en tn bastónque sube un camino empinado. ¿Cómo lo sé? ¿Fa podríaverse de la misma manera si estuviera deslizándo ;e cuestaabajo en esta posición? Quizás un marciano lo de scribiríaasí». El passim.) Todo mi interés radica ahora en destacareste hecho: podemos decir simplemente: "ObseJ ve a esehombre y explique qué está haciendo», o en otras palabras,diga lo que vendría espontáneamente a su mente s' estuviera informando a una persona que no puede ver a' hombrey que quiere saber qué está pasando en ese lug lr. En lamayoría de los casos, lo que puede decirse es lo mis' no que elhombre sabe, y también en la mayoría de ellos, aum ue de hecho en menos, se estará informando no sÓlo de lo que hacesino además de una de sus intenciones, a saber, 11 realización de esa acción. Es más, si ésta no fuera su i 'ltención,casi siempre quedará claro aun sin preguntárselo.
Ahora bien, no es difícil que parezca que, por le general,
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la cuestión de cuáles son las intenciones de una personasólo pueda resolverse definitivamente por ella misma. Unarazón de esto consiste en que, comúnmente, no sólo nosinteresa su intención de realizar una acción, sino tambiénsu intenciÓn en la realizaciÓn del acto, y a menudo esto nopuede percibirse a partir de la mera observación de lo quehace. Otra razón es que, por lo regular, no se nos ocurrecuestionar si tiene la intención de hacer lo que hace (porque la respuesta es obvia), y en el caso de que se nos ocurra,el problema se resuelve frecuentemente preguntándoselo.Por último, existe la posibilidad de que un hombre albergue una intención, pero que no haga nada por llevada aefecto, ya sea porque encuentra un impedimento o porqueha cambiado de parecer: no obstante, la intención puedehallarse completa en sí misma, aunque permanezca comoalgo puramente interior. Todo esto nos obliga a pensar quesi deseamos saber las intenciones de una persona debemosbuscar en la sustancia de su pensamiento y sÓlo en ella. Enconsecuencia, si queremos comprender qué es la intencióntendremos que investigar una materia cuya existencia se dapuramente en el ámbito de la mente, y aun cuando la intenciÓn desemboca en acciones, y la forma en que esto sllcedepresenta problemas interesantes, lo que ocurre físicamente,es decir, lo que esa persona hace en realidad, es lo último que necesitamos considerar en nuestra investigación.Aunque quisiera afirmar que es lo primero. Con este preámbulo, pasaremos al segundo punto de la división que herealizado en el §1: la acción intencional.
5. ¿Qué distingue a las acciones inteIlcionalcs de lasque no lo son? La respuesta que voy a sugerir consisteen que aquéllas comprenden las acciones en las cuales resulta aplicable alguno de los sentidos de la pregunta ,,¿Porqué?»; desde luego, el sentido al que nos referimos es el quepresenta en su respuesta, de ser positiva, una razón paraactuar. Sin embargo, esto no basta, pues las preguntas:«¿Cuál es el sentido pertinente de la pregunta "Por qué"?»
52 INTENCIÓN LAS ACCIONES INTENCIONALES 53
y «¿Qué se quiere decir con "razÓn para actuar"?" son unay la misma.
Para comprender las dificultades que lo anteri)r entraña, consideramos la pregunta: «¿Por qué has tiralo la tazade la mesa?», cuya respuesta sería: «He creído ha ber vistouna cara en la ventana y me he sobresaltado». Ah·)ra bien,hasta el momento he caracterizado a la razón paa actuarúnicamente en su oposición al hecho para imp ¡ icar quealgo va a ocurrir, pero en este caso la <'razón» n) pruebaque esa persona fuera a tirar la taza de la mesa. fampocopodemos decir que, como menciona algo previo a] l acción,la respuesta es una causa en lugar de una razón. S preguntamos, «¿Por qué lo mataste?», y nos responden: «Mató ami padre», se trata sin duda de una razón y nI I de unacausa, aunque el hecho mencionado sea previo a 11 acción.Es cierto que normalmente no pensamos en co~as comosobresaltarse cuando hablamos de razones para a:tuar. Sepodría decir que «sobresaltarse» no es actuar en (1 sentidoque sugiere la expresión «razón para actuar». Por lo tanto,aun cuando estamos dispuestos a decir, por ejem¡: lo, «¿Porqué te has sobresaltado tan bruscamente?», esto e~ completamente distinto a preguntar: «¿Por qué has e, cluido afulano de tu testamento?» o «¿Por qué has Ilam; ldo a untaxi?» Pero, ¿cuál es en realidad la diferencia? La J espuestano es, en ninguno de los casos, factual. ¿Por qué] espingaro sobresaltarse no es una «acción», mientras que llamar aun taxi o cruzar la calle sí lo es? No podemos cont:star que<'se debe a que la respuesta a la pregunta "¿Por qu·~" puedeofrecer una razón en los útlimos casos», pues la ]espuestapuede «dar una razón» en los primeros casos tamb én. Y nopodemos replicar: «Sí, pero no una razón para ac 'uan:, yaque comenzarían10s a movernos en círculos. Deb ~mos encontrar la diferencia entre ambas clases de «razón .),despojada del «actuar»; si lo conseguimos, quizá descub ramos loque quiere decir <,actuap, cuando se utiliza con es e énfasisespecial.
No sería muy revelador decir que en el caso d ~Isobresalto, la «razón» es una causa. El tema de la causllidad se
halla en un estado de confusión demasiado grande: sabemosque ésta es una de las circunstancias en que se emplea eltérmino <'causa», pero también sabemos que se trata de uncaso bastante extraño de causalidad. El sujeto puede establecer la causa de un pensamiento, de un sentimiento o deun movimiento corporal del mismo modo en que puedelocalizar el lugar de su dolor o la posición de sus miembros.
Tampoco podemos decir: <,Bueno, la "razón" de un movimiento es una causa, y no es una razón en el sentido de"razón para actuar", cuando el movimiento es involuntario;es una razón, en oposición a una causa, cuando el movimiento es voluntario e intencional ». Esto se debe en parte a que,en última instancia, el objetivo de toda esa reflexión es enrealidad delinear conceptos tales como lo voluntario y lointencional, y en parte porque también se puede dar una«razón» que sea solamente una «causa» de lo que es voluntario e intencional. Por ejemplo: «¿Por qué caminas de unlado a otro de ese modo?» «Es por la banda militar: meentusiasma». O bien «¿Qué te hizo firmar por fin el documento?» «La idea de que era mi deber no dejaba de resonar en mi mente, hasta que me dije: "Es lo único que puedohacer" y firmé».
Con mucha frecuencia escuchamos que talo cual proposición es lo que llamamos «razones para actuap, y que es«racional», o «lo que llamamos racional», actuar por razones; pero estos comentarios tienen un sentido fundamentalmente moralista (y el moralismo, según dijo Bradley, esmalo para el pensamiento). Por lo demás, dejan intactosnuestros problemas conceptuales mientras pretenden darrápida cuenta de ellos. En todo caso, esta pretensión no esni siquiera verosímil, ya que tales comentarios no contienenni una vaga sugerencia de qué significa actuar por razones.
6. Para aclarar la solución propuesta de que <,las acciones intencionales son aquellas a las que puede aplicarsealgunos de los sentidos de la pregunta "¿Por qué?"», expondré este sentido y simultáneamente presentaré casos en queesa pregunta no es aplicable. Vaya emprender la segunda
54 INTENCIÓN «INTENCIONAL», "DESEADO», "VOUJNTARIO» 55
tarea en dos etapas, porque lo exprcsado en la Jrimeracontribuirá a explicar el sentido pertinente de la J: regunta«¿Por qué?»
La respuesta «No estaba pensando cn lo que haCÍa»vuelvc inaplicable la prcgunta, Esa réplica no es ( n realidad una prueba (ya que puede ser una mentira), ~ino unaafirmación de que la prcgunta «¿Por qué lo hiciste lo estáshaciendo)?», en el sentido que nos interesa, no tiene aplicación. No es creíble una rcspucsta de estc tipo en t lelos loscasos; por ejemplo, si le preguntamos a una pers ma queestá cortando una tabla por qué ]0 hace, y nos re ,ponde:«No sabía quc estuvicra cOI'lando una labia », tcn Iríamosque averiguar qué quiso decir. Es posible que la pet sana noconociera la palabra «tabla» de antemano y deciu iera expresado de esta manera. Sin embargo, no sicmpre "enemosque preguntarnos qué quiso decir; por ejemplo, el ando lepreguntamos a alguien por qué está de pie sobre l1J la manguera y nos contesta: «No sabía que lo esluviera».
Como una sola acción puede tener muchas des:ripciones distintas, por ejemplo, «aserrar una tabla», ,aserrarcaoba», «aserrar una de las tablas de Pérez», «hanr rechinar el serrucho», «sacar mucho serrín», y así suces vamente, es importantc señalar que un hombre puede saJer queestá haciendo una cosa segÚn una descripción perl' no según otra. No siempre sucede que sabe parte de lo qJe hacey no sabe otra parte (por ejemplo, puede saber uue estáaserrando pero no que está produciendo chirrido~. con elserrucho). Puede saber que está aserrando una tabia, perono que está aserrando una tabla de caoba o de Pén ·Z; aunque aserrar una tabla de caoba o de Pérez no es un<· accióndiferente a la de estar simplemente aserrando un l tabla.Por esta razón, la afirmación de que una persona slbe quehace X no implica la afirmación de que, en lo concernientea cualquier otro aspecto de su realización de X, la >ersonasepa que lo lleva a cabo. Por lo tanto, decir que un hombresabe que realiza X es dar la descripción de lo que luce COll
la cual él lo reconoce. Así pues, cuando una pers(J"la diceque «no sabía que estaba haciendo X», y en conse,:uencia
afirma que la pregunta «¿Por qué?» es inaplicable, no siempre se le puede cuestionar la veracidad de su respuesta porel hecho de que haya prestado atención a los actos que ellamisma estaba ejecutando y que componen la realizaciónde X.
7. También es evidente que negamos la aplicación de lapregunta «¿Por qué?» (en su sentido pertinente) si decimosque «fue involuntario», aun cuando fuéramos conscientesde la acción. Pero no puedo utilizar lo anterior según quedóexpresado, porque resulta demasiado obvio que el conceptode lo involuntario abarca exactamente las nociones del tipoque debería elucidar la investigación filosófica sobre laintención.
En este punto, mediante una digresión momentánea,quisiera refutar la creencia popular de que los términos«voluntario» e «involuntario» se emplean apropiadamentesólo cuando una persona ha realizado un acto ingobernable.Si alguien se siente atraído por esta concepción, deberíapensar que a los fisiólogos les interesa la acción voluntaria,y que no asignan un sentido técnico especial al término. Siles preguntamos cuál es su criterio de diferenciación responderán que cuando se trata de un ser humano adulto lointerrogarán, y cuando se trata de un animal consideraránlos movimientos mediante los cuales intenta, por ejemplo,conseguir algo, digamos comida. En otras palabras, el movimiento que hace un perro al erguir las orejas ante unruido repentino no se usaría como ejemplo.
Esto no quiere decir que los fisiólogos se interesen entoda descripción de las acciones en las que se pueda considerar la voluntad. Sólo están interesados, desde luego, enlos movimientos corporales.
También es fácil confundirse por el hecho de que <<involuntario» no significa simplemente no voluntario, ni tieneuna acepción propia que no presente problemas, En realidad, este par de conceptos se presta a muchos equívocos,Consideremos los cuatro ejemplos siguientes sobre lo involun tario:
56 INTENCIÓN «INTENCIONAL", «DESEADO", «VOLUNTARIO" 57
a) El movimiento peristáltico de los intestinos.b) El espasmo o sacudida del cuerpo que en oc lsiones
se produce cuando uno está a punto de dormirse.e) «Retiró la mano con un movimiento invohlt11 ario de
repulsión. »d) «El bien involunta¡'io que le hice con el acto '!'ledian
te el cual pensaba perjudicarlo.»Ante ejemplos como c) y d), ¿de qué manera voy 1 intro
ducir el «fue involuntario» como una forma de al ular lapregunta «Por qué», empleada en el sentido espe( ial quequiero elucidar, siendo que el propósito de la e1ucid;ción esdar cuenta del concepto «intencional»? Obviamente. no puedo hacerla. Sin embargo, existe una clase de fenómclOs queestán englobados bajo el concepto « involuntario» ) que esposible introducir sin la formulación de pregunt,'s ni lasuposición de que se comprenden las nociones del t;po queprecisamente me propongo investigar. El ejemplo h) pertenece a esta clase, la cual abarca los movimientos COIporalesen una descripción puramente física. Otros ejemplos sonlos tics, los reflejos rotulares y el movimiento de brazohacia arriba que se observa después de haberlo pre: ionadocon fuerza contra una pared.
8. Es preciso describir esta clase de fenómenos ,;in utilizar nociones con10 <<Íntenciona)", «deseado» o «\ )luntarío», e «involuntario». Ello puede efectuarse de la sil~uientemanera: primero señalamos una clase particular d,~ cosasque son verdaderas con respecto a un hombre, a s,lber laclase de cosas que esa persona sabe sin obse1Vaá in. Porejemplo, generalmente un hombre conoce la posil iÓn desus miembros sin observados. Lo sabe sin observaci'm porque nada le muestra la posición de sus miembros no escomo si una especie de comezón le indicara que tiene larodilla Elexionada y no extendida. Cuando podemos hablarde sensaciones que se describen independientement·~ y queen algún sentido constituyen nuestro criterio pan; hacerun comentario, podemos decir que observamos el objetodel comentario. Pero normalmente éste no es el caso) cuan-
do sabemos la posición de nuestros miembros, y no obstante, sin pauta alguna, podemos indicarla. Pero digo que lasabemos y no simplemente que podemos indicarla porqueexiste la posibilidad de acertar o equivocarnos: resulta importante hablar de conocimiento únicamente cuando se presenta un contraste entre «él sabe» y «él (solamente) cree quesabe». De esta forma, a pesar de que hay una similitudentre señalar la posición de nuestros miembros y localizarel sitio de un dolor, quisiera aclarar que ordinariamentesabemos la posiciÓn de nuestros miembros, sin observaciÓn,pero la capacidad de señalar dónde nos duele no es unejemplo de algo sabido. Esto no es así porque la localizaciÓn del dolor (la sensación, no el daño) deba ser aceptadapor la persona a quien se la señalo, pues podemos imaginarcircunstancias en que no se acepte, como, por ejemplo, sidigo que es mi pie y no mi mano lo que está muy lastimado, pero me toco la mano y no temo ni me opongo a que semanipule mi pie con brusquedad, aunque lo sigo señalandocomo la parte lesionada. Pero en este caso diríamos queresulta difícil adivinar qué quiero significar, mientras que sialguien afirma que su pierna está extendida cuando la tieneElexionada, puede ser sorprendente pero no particularmente oscuro. La persona se equivoca en lo que dice, pero no esininteligible. Por lo tanto, llamo «conocimiento» a este tipode capacidad de expresión y no solamente «capacidad deexpresión».
Ahora bien, la clase de cosas conocidas sin observaciónes de interés general para nuestro estudio porque las acciones intencionales constituyen una subclase de ella. Ya hemencionado que el «No me di cuenta de lo que hacía» esuna negación de la pregunta «¿Por qué?», cuyo sentido estamos tratando de establecer; en este punto, puedo añadirque «Sabía lo que estaba haciendo, pero sólo porque loobservaba», también sería una negación de aquélla. Porejemplo, si nos damos cuenta de que accionamos un semáforo al cruzar la calle.
Pero la clase de cosas conocidas sin observación tambiénposee un interés especial en esta parte de nuestra investiga-
58 INTENCIÓN CAUSA Y RAZÓN 59
Clan porque nos permi te describir la clase p8 ,·ticular de«acciones involuntarias» que hasta aquí sólo I a quedadoindicada mediante unos cuantos ejemplos: ésta~ son acciones como el ejemplo h) que presentamos más arr ba, y ntleStra tarea consiste en identificar/as sin dar por n sueltas laspreguntas que estamos tratando de responder. Los movimientos corporales como el peristaltismo de lo~ intestinosson involuntarios, pero no nos interesan desde e momentoen que un hombre no sabe que su cuerpo los es13.realizando, si no es por medio de ]a observación, la infe 'encia, cte.Lo involuntario que nos interesa se limita a 1 a clase decosas conocidas sin observación, como sabríam )s aun conlos ojos cerrados que hemos dado un puntapié cuando elmédico nos ha golpeado ]a rodilla, a pesar de qte no podemos identificar una sensación que nos lo indie¡ le. Hablarde «la sensación que experimentamos al dar un puntapié por reflejo cuando se nos golpea la rodilla" 10 se parece, por ejemplo, a ,da sensación de descender el un ascensor». Aun cuando podemos decir «Creí que hab a dado unpuntapié reflejo aunque no me moví", nunca dil íamos, porejemplo, «Las noticias sorprendentes provocan esa sensación»: ésta no es separable, como lo es la se Isación de«descender en un ascensor".
Ahora bien, entre las cosas conocidas sin 01 servación,en ocasiones se incluye la causa dc un movin iento. Porejemplo: «¿Por qué has retrocedido repentinam :ntc?» «Lasacudida y el grito que ha lanzado ese cocodril(, me hicieron saltar». (No digo que no haya observado];. conductadel cocodrilo, pero no he observado que eso ne hicierasaltar.) En cambio, en casos como b) ]a causa del novimiento se sabe solamente a través de la observación.
Entonces, esta clase de acciones involuntari¡¡, es la clase de movimientos del cuerpo, en una descripción puramente física, que se saben sin observación, y para la ' cuales noexiste una causa conocida sin observación. (Por 1 ) tanto, misobresalto por la sacudida y el grito del coco dril ) 110 pertenece a esta subclase de acciones involuhtarias.) E ,ta subelase puede describirse sin necesidad de aclarar ar tes el con-
cepto «involuntario». Asignarle un movimiento equivaldríaa negar la pregunta «¿Por qué?"
9. En un principio, a] considerar las expresiones dc intención, ha señalado que se trataban de predicciones justificadas, en todo caso, por razones para actuar, como opuestas a las razones para creer en su veracidad. De modo queaquí ya he distinguido un sentido de «¿Por qué?», en el cualla respuesta menciona hechos. «Habrá un eclipse mañana.»«¿Por qué?" «Porque ... », y ]a respuesta constituye ]a razónpara creer que así será. O bien: «Aquí hubo un antiguocampamento bretón." «¿Por qué?», y la respuesta constituye la razón para creer que así fue. Pero como ya hemosseñalado, una respuesta a la pregunta «¿Por qué?» que noofrezca razones para creer en la realidad del hecho no proporciona por lo tanto una razón para actuar. Puede mencionar una causa, y esto no es en modo alguno ]0 que queremos.No obstante, observamos que hay contextos en los cualcsresulta difícil explicar la distinción entre una causa y unarazón; como, por ejemplo, cuando respondemos a la pregunta «¿Por qué has tirado la taza de la mesa?» con la frase «Hevisto tal cosa yeso me ha sobresaltado». Ahora bien, podemosver que los casos en que se presenta esta dificultad son precisamente aquellos cn que la causa misma qua causa (o talvez deberíamos más bien decir: la causalidad misma) se encuentra en la clase de cosas conocidas sin observación.
10. Llamaré al tipo de causa en cuestión una «causamental". Las causas mentales son posibles no sólo para lasacciones (<< La música marcial me apasiona, por eso caminode un lado a otro»), sino también para sensaciones e incluso pensamientos. Al considerar acciones es importante distinguir entre causas mentales y motivos; al considerar sentimientos, como miedo o enfado, es importante distinguirentre causas mentales y objetos del sentimiento. Para comprender esto, analicemos los siguientes casos:
Un niño vio algo rojo en un rellano de la escalera y
60 INTENCiÓN MOTIVOS E INTENCIONES 61
preguntó qué era. Creyó que su niñera le decía qve se trataba de un pedazo de Satán y sintió un tremencio temor(sin duda, ella dijo que era un pedazo de satén) Estabaasustado por aquel pedazo de material; la causa d( su miedo fue el comentario de su niñera. El objeto d( 1 temorpuede ser la causa del temor, pero, como comenta v Tittgenstein,2 no es en cuanto tal la causa del temor. (Un rostrorepugnante que aparece en la ventana sería, des(e luego,tanto causa como objeto, por lo cual ambos se cc nfundenfácilmente.) O también, podemos enfadamos por h acciónde una persona cuando lo que /105 produce el e .fado esacordarnos de esa acción o el que alguien nos L refiera.
Esta clase de causa de un sentimiento o de una !'eacciónpuede ser identificada por el mismo individuo, y I ~conocida por otra persona, aun cuando sea distinta a objeto.Observemos que esta clase de causalidad o sentí lo de la«causalidad» se halla tan lejos de adecuarse a las explicaciones de Hume que quienes creen que éste agotó el temade la causalidad la dejarían completamente fuer:, de susrazonamientos; si se llamara su atención al respc' :to, probablemente insistiría en que la palabra «causa» enl inapropiada o muy equívoca. O tal vez tratarían de re~olver lacuestión a la manera de Hume en lo que se refiere al reconocimiento de la causa por parte de un observador~xterno;pero no desde el punto de vista del agente.
11. Podría pensarse que cuando se responde é la pregunÚl «¿Por qué?», presentando la intención con q le actúauna persona, por ejemplo, con ]a menciÓn de Ul hechofuturo, también sc trata de una causa mcntal, p ICS, ¿nopodría acaso repJantearse la respuesta segÚn la fornia: «Porque quería ... » o «Debido al deseo de ...»? Si me aSéltan deseos de comer nlanzanas y me levanto y voy a la alacenadonde creo que hay algunas, podría responder a la pregunta de qué me condujo a esta acción mencionandc I que el
2. Investigaciones filosÓficas, § 476.
deseo me hizo , etc. Pero no en todos los casos «Hice estocon el fin de » se puede justificar con «sena un deseoque ... ». Por ejemplo, puedo simplemente escuchar que llaman a la puerta y bajar las escaleras para abrir sin tenerningunas ganas de hacerla. O supongamos que me enfurezco con una persona y destruyo un mensaje destinado a ella,de modo que faltará a una cita. Si explico mi acción diciendo: «Quería que faltara a esa cita», no quiero decir necesariamente que pensara: «Si hago esto, éL.», y que tal ideasuscitara en mí el deseo de que sucediera, el cual a su vezme condujo a proceder de ese modo. Pudo haber sucedidoasí, pero no necesariamente. Quizá sólo ocurrió lo siguiente: leí el mensaje, pensé: «¡Ese miserable!», con un sentimiento de rencor, rompí el mensaje y me reí. Entonces, sialguien me preguntara por qué lo hice, dejando claro quequiere que mencione las causas mentales, es decir, qué aconteció en mi mente que me indujera a esa acción, deberíadarle quizá la explicación anterior, pero normalmente noes ésta la respuesta. No es frecuente que se formule esapregunta. Tampoco me atrevería a decir que, en caso de serformulada, siempre recibe una respuesta. Uno puede encogerse de hombros o limitarse a decir: «No sé de qué estáshablando», o «Simplemente se me ocurrió ...»
Desde luego, no es preciso que una «causa mental» serefiera a un hecho mental, es decir, a un pensamiento, unsentimiento o una imagen; puede tratarse de una llamadaa la puerta. Pero aunque no sea un hecho mental, la persona afectada debe percibirlo (por ejemplo, la llamada debeser escuchada), de modo que si en este sentido alguien quier"e afirmar que se trata siempre de un hecho mental notengo ninguna objeciÓn. Una causa mental es la explicaciÓnque uno daría ante esta pregunta específica: ¿qué te llevó aesta acción, pensamiento o sentimiento, qué viste u oíste osentiste, o qué ideas o imágenes surgieron en tu mente quete indujeron a ello? He aislado esta nociÓn de causa mentalporque existen cosas como esta pregunta con este tipo derespuesta, y porque deseo distinguida de las acepcionesordinarias de «motivo» e «intención», y no porque sea en sí
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misma de gran importancia, pues en realidad c,'eo que essecundaria. No obstante, resulta esencial tenel una ideaclara de ella porque ll/W concepción muy natura: de «motivo» consiste en que es aquello que mueve (la pala Ira mismalo sugiere), interpretado como «lo que causa» \;.,3 accionesde los hombres, etc. Y quizá se piense entonces ~n <do quelas causa» como un hecho que produce efecto (aunque laforma en que lo hace, es decir, si debe concebirs'~ como untipo de introducción de un tercero o de alguna ot! a manera,quede desde luego completamente a oscuras).
12. En filosofía, se ha establecido en ocasiol1l s una distinción entrc nuestros motivos y nucstras intenc oncs paraactuar como si fueran cosas muy diferentes. Lo intcnciónde un hombre es aquello que prctcnde o que ~scoge, sumotivo es lo que determina la pretensión o clec :ión, y supongo que «determina» debe de ser eÍ1este caso (Itro término para «causa».
En sentido popular, motivo e intención no •.e utilizancomo si tuvieran un significado tan distinto. Pe - ejemplo,se habla de «motivos para ganar». Algunos fil'lsofos hanpreferido considerar esta expresión como clípt 'ca; ganardebe ser la intención y deseos de ganar, el motivo. \1 preguntárscle por su motivo, un hombre puede conteé<:ar: «Quería ...», lo cual complacería a esos filósofos, o «L...>hice conel fin de ... », lo cual no sería de su agrado. Sin e nbargo, elsignificado de ambas frases es idéntico. Decir qu ~los motivos de un hombre son buenos puede ser lo r ¡ismo quellamar buenas a sus intenciones, por ejemplo, «~ólo queríatranquilizar a sus amistades».
No obstante, incluso en sentido popular, exis'e una distinción entre el significado de «motivo» yel de «iltención».Por ejemplo, si un hombre mata a alguien, pUl de decirseque lo hizo por amO!-y piedad, o por rencor. Est<, podría enrealidad formularse como «para Iiberarlo de su 1 ~rrible sufrimiento» o «para deshacerse de ese cerdo». P.Ero aunqueéstas son formas de expresión que indican un ob etivo, quizás estén manifestando el espíritu con que el hon bre come-
tió cI asesinato, en lugar de explicar el fin para el cual elcrimen fue un medio, es decir, la situación futura provocadapor el acto de matar. Y esto nos demuestra parte de la distinción que existe entre las acepciones populares de motivoe intención. Poddamos decir que, popularmente, «motivo de una acción» posee una aplicación mucho más ampliay diversa que «intención con que se ejecutó el acto».
Cuando un hombre, en su habla común, nos refiere cuálfue su motivo y lo hace de una manera en que «motivo» noes intercambiable con «intención», no está proporcionandouna «causa mental», en el sentido que le he dado a estetérmino. En realidad, la identificación de las causas mentales puede contribuir a hacer inteligible su afirmación. Porotra parte, aunque la persona manifieste que su motivo fueéste o aquél, sin vacilar ni mentir, esto es, sin decir cosasque sabe o medio sabe que son falsas, es posible, no obstante, que la consideración de diversos aspectos, que puedenincluir las causas mentales, provoque que ella misma yquienes la escuchen juzguen como falsa la declaración desu propio motivo. Sin embargo, creo que rara vez las causas mentales constituyen algo más que un aspecto muytrivial entre las cosas que sería razonable analizar. En cuanto a la importancia de considerar los motivos de una acción,en contraposición al examen de la intención, me alegra noestar escribiendo sobre ética o crítica literaria, áreas a lasque pertenece este problema.
Los motivos pueden explicamos las acciones, pero ellono quiere decir que las «determinen», en el sentido de causarlas. Acostumbramos a decir: «Su amor a la verdad fue lacausa de que ... », y frases semejantes, e indudablemente tales expresiones contribuyen a que pensemos que un motivodebe de ser lo que produce o provoca una elección. Peromás bien, esto significa: «Lo hizo porque amaba la verdad»,es decir, interpreta su acción.
Quien observe las confusiones implicadas en la distinción radical entre motivos e intenciones y en la definiciónde los motivos, así diferenciados, como los determinantesde la elección, puede sentirse inclinado con facilidad a ne-
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gar que exista algo semejante a la causalidad mental .vque«motivo» signifique algo distinto de intención. Pero ambasnegaciones son erróneas. Generaremos confusiones si noobservamos que: a) existen fenómenos que merecen el nombre de causalidad mental, en tanto podemos formular lapregunta «¿Por qué?», solicitando una respuesta del tipo
'que he considerado bajo ese encabezado; b) la causalidadmental no se limita a las elecciones ni a las acciones voluntarias o intencionales, sino que tiene una aplicación másamplia; se restringe al campo más general de las cosas queel agente sabe pero 110 como observador, por lo cual incluyealgunas acciones involuntarias; e) los motivos no son causas mentales, y ti) existen aplicaciones de «motivo» distintas a las aplicaciones de «la intención con que actúa unindividuo».
13. La venganza y la gratitud son motivos. Si mato aalguien como un acto de venganza puedo decir que lo hagopara ser vengado o que mi objetivo es la venganza. Sinembargo, esta última no es algo posterior que se obtiene almatar a una persona, más bien el acto de matarIa es lavenganza. Si me preguntan por qué la maté, contestaré:«Porque asesinó a mi hermano». Podemos comparar estarespuesta, que describe un hecho concreto del pasado, conla respuesta que describe un hecho concreto del futuro yque en ocasiones recibimos como enunciaciones de objetivos. Lo mismo sucede con la gratitud, el remordimiento yla piedad aplicados a algo específico. Estos motivos sólodifieren de, pongamos por caso, el amor, la curiosidad o ladesesperación en lo siguiente: se presenta un hecho que haocurrido (o que está ocurriendo en el presente) como fundamento de una acción o una abstención que resulta buena omala para la persona (que puede ser uno mismo, como enel caso del remordimiento) a quien está dirigida. Y si, porejemplo, quisiéramos explicar la venganza, diríamos que setrata de lastimar a una persona porque nos ha hecho daño;no necesitamos añadir una descripción de los sentimientosque originaron la acción ni de los pensamientos que la
acompañaron. En cambio, no es posible explicar de la misma manera la afirmación de que un individuo hizo algo poramistad. Llamaré a la venganza, la gratitud, el remordimiento y la piedad motivos retrospectivos, para diferenciarlos de los motivos en general.
Estos últimos constituyen un tema muy escabroso en elque no deseo profundizar. Consideremos la aseveraciónde que uno de los motivos para suscribir cierta solicitudconsistió en la admiración que siento por su promotor, X.Si alguien me preguntara: «¿Por qué la suscribiste?», podría contestar: «Bueno, por una parte, X, que la está promocionando, hizo ...», y describir su proceder en términosentusiastas. Podría añadir: «Por supuesto, ya sé que ésta noes razón para suscribida, pero estoy segura de que fue unade las cosas que más influyeron en mí». En realidad, digo«consideremos esto» para poder decir «no lo examinemosaquÍ». Es un problema demasiado complejo.
,~La explicación de «motivo» que popularizó el profesorRyle no parece apropiada. Ryle recomienda que «presumíapor vanidad» se interprete como «presumía ... y al hacerlasatisface la proposición, con carácter de ley, de que siempreque encuentra una oportunidad para granjearse la admiración y la envidia de los demás hace todo lo que, según cree,las despertará».3 Este pasaje es más bien curioso y evasivoen su expresión; parece indicar, y soy incapaz de entendersi no quiere decidu, que no se puede decir que un hombreestaba presumiendo por vanidad a menos que siemprese comportara vanidosamente, o que lo hiciera con múchafrecuencia. Pero esto no parece ser cierto.
Presentar un motivo (de la clase que he llamado motivoen general, en contraposición con motivos e intencionesretrospectivos) equivale a decir algo como «Veamos la acción a e<;ta luz». La explicación de nuestras propias accionesindicando un motivo implica colocarlas bajo cierta perspectiva. Con frecuencia brindamos este tipo de explicación en
3. The Concept ofMind, pág 89.
66 INTENCIÓN MOTIVOS E INTENCIONES 67
respuesta a la pregunta «¿Por qué?» La cuestión de si la luzcon que iluminamos nuestra acción es verdadera resultaparticularmente difícil de abordar.
Motivos como la admiración, la curiosidad, el desprecio,la amistad, el miedo, el amor a la verdad, la desesperacióny muchos otros pertenecen a esta clase en extremo compleja o se encuentran orientados al futuro o se presentan combinados. Digo que un motivo está orientado al futuro si esuna intención. Por ejemplo, afirmar que una persona hizoalgo por temor a ... equivale frecuentemente a decir que lohizo para que ... o con el objeto de que ... no sucediera.
14. Dejemos el tema de los motivos en general o motivos «interpretativos» y regresemos a los motivos retrospectivos. ¿Por qué sucede que con la venganza y la gratitud, lapiedad y el remordimiento, el hecho pasado (o la situaciónpresente) es una razón para actuar, y no sólo una causamental?
Observemos que el aspecto más notable de estos cuatromotivos es la forma en que involucran el bien y el mal. Porejemplo, si le estoy agradecida a una persona es porque meha causado algÚn bien, o al menos creo que lo ha hecho, yno puedo mostrar gratitud mediante una acción concebidapara dañarla. Con respecto al remordimiento, siento repulsión por ciertas cosas que me resultarían buenas; no podríaexpresar remordimiento procurándome diversiones, o conalgo que no considero malo. Si llevo a cabo un acto devenganza que resulte provechoso para mi enemigo en vezdé perjudicial, mi acción, en tanto que provechosa para él,es involuntaria.
Estos hechos constituyen la clave del problema que nosocupa ahora. Si el agente debe concebir la acción comoalgo que produce cierto tipo de bien o mal y el hecho pasado como bueno o malo, para que este último se conviertaen una razón para la acción, entonces esta razón no representa una causa mental sino un motivo. Ello se manifestaráen la elaboración de la respuesta que el agente dé a lapregunta «¿Por qué?»
Podría parecer que el punto más importante no fueraéste, sino la posibilidad de cuestionar la acción propuesta yque la réplica haga mención de algo pasado. «Vaya matarlo». «¿Por qué?» «Mató a mi padre.» Pero con ello demostraremos que olvidamos el curso de nuestra investigación.Aún no sabemos qué es una acción propuesta; hasta aquísólo podemos describirla como una acción predicha por elagente, ya sea que éste no justifique su predicción o quepara justificada aluda a una razón para actuar; y es precisamente el significado de la expresión «razón para actuar»lo que de momento estamos tratando de elucidar. ¿No esposible predecir las causas mentales y sus efectos? ¿O incluso sus efectos después de que se han producido las causas?Por ejemplo, «Esto va a irritarme». En este punto cabríadestacar que es un error creer que no se puede elegir entreactuar o no actuar por un motivo. Un ejemplo de ello noslo dio Platón cuando le dijo a un esclavo: «Te golpearía sino estuv.iera enfadado». O un individuo puede tener el propósito de no hacer comentarios sobre cierta persona porquees incapaz de referirse a ella sin envidia o sin admiración.
Hemos logrado distinguir entre un motivo retrospectivoy una causa mental y hemos encontrado que, al menos eneste aspecto, lo que el agente dice en respuesta a la pregunta «¿Por qué?» es una razón para actuar si al tratarla entanto tal la concibe como algo bueno o malo y consideraque su propia acción causa un bien o un mal. Si, por ejemplo, pudiéramos mostrar que la acción de la cual se havengado era inofensiva o benéfica, el agente ya no tiene unarazón, excepto si va precedida por un «Yo creía». Si setrata de una venganza propuesta, el agente deberá abandonarla o cambiar de razón. Este descubrimiento no afectaríaa una afirmación de causalidad mental. AúnJalta por determinar si el bien y el mal desempeñan, en términos generales, una función esencial dentro del concepto de intención.Hasta aquí, sello los hemos introducido en tanto que establecen una clara diferencia entre motivos retrospectivos ycausas mentales. Cuando la respuesta a la pregunta «¿Porqué?», referida a una acción presente, describe una situa-
68 INTENCIÓN CONCLUSIONES 69
ción futura, se la distingue inmediatamente de una causa mental por el simple hecho de aplicarse al futuro. Por lotanto, hasta el momento no parece existir la necesidad dedecir que la intención como tal es intención de un bien o unmal.
15. Pero consideremos ahora este caso:-¿Por qué lo hiciste?-Porque él me lo dijo.¿Se trata de una causa o de una razón? Aparentemente,
dépende en gran medida de cuál fue la acción o cuálesfueron las circunstancias. Y normalmente nos negaríamos aestablecer una distinción entre la razón y la causa de estetipo de problema, pues hemos explicado que éste es el objetivo que el agente manifiesta cuando le preguntamos quélo impulsó y provocó la acción. Pero el hecho de que lehayan dado una razón para actuar y haberla aceptado podria ser lo mismo. ¿ Y cómo vamos a diferenciar entre causay razón en casos como el de haber colgado el sombrero enuna percha porque nuestro anfitrión ha dicho: «Cuelgue susombrero en la percha». Pienso que tampoco sería correctodecir que se trata de una razón y no de una causa mentaldebido a que hemos comprendido las palabras, lo cual nosha llevado a la aceptación de la sugerencia. Ello equivaldríaa tratar de comparar este caso con el de, por ejemplo. darnos la vuelta al escuchar que alguien silba. Pero en realidad, esto último no se situaría definitivamente de uno uotro lado. Si nos viéramos obligados a elegir entre considerar el sonido como razón o como causa, probablementedecidiríamos basándonos en la rapidez de la reacción. Aúnmás, en el siguiente caso no se presenta el problema de lacomprensión de un enunciado: «¿Por qué hiciste girar tusíndices en torno a tus sienes?» «Porque él estaba haciendolo mismo». Esto no es muy diferente de colgar nuestrosombrero porque el anfitrión lo haya indicado. En líneasgenerales, si nos fuerzan a ahondar en la distinción, cuandola acción se explica mejor como una mera respuesta, nosinclinamos más por el término «causa»; en cambio, en la
medida en que se explica mejor como una reaCCIón cuyasignificaciÓn está considerada en la interpretación del agente, o una reacciÓn rodeada de pensamientos y preguntas,nos sentiremos más inclinados a emplear el término «razón». Sin embargo, en la mayoría de los casos la distinciónno tendría sentido.
Pero ello no significa que siempre carezca de sentido.Podríamos llamar «completos» a los casos en que fundamosla distinción en un principio, es decir: de un lado, el casode, por ejemplo, la venganza, y del otro, lo que provocó quenos sobresaltáramos y tiráramos la taza de la mesa. Entérminos generales. se establece que algo es una razón sipodemos argumentar en contra de ello; no como cuandoalguien dice: «Los ruidos no deberían sobresaltarte de esemodo; harías bien en consultar a un médico», sino de unamanera que lo vincule con motivos e intenciones: «¿Lo hiciste porque te dijo que lo hicieras? Pero, ¿por qué hacer loque él dice?» Respuestas como «Ha hecho tanto por mí»,«Es mi padre», «Me habría ido mal si no lo hubiera hecho»,colocan la respuesta original entre las razones. Desde luego, «razones» se une aquí a nuestra explicación general. Asípues, los casos completos son los que se deben considerarpara entender la distinción entre razón y causa. Pero cabedestacar que no es verdad la aseveración tan común de quela razón y la causa son siempre nociones que se diferenciannítidamente.
16. Resultará provechoso resumir en este punto las conclusiones a las que hemos llegado hasta el momento. Lasacciones intencionales constituyen una subclase de los hechos en la historia de un hombre que éste conoce no sóloporque los haya observado. En esta clase más amplia seincluye un tipo de acciones involuntarias, caracterizadaspor el hecho de que la causalidad mental queda excluida deellas; y a su vez la causalidad mental se distingue porquese conoce sin observación. Pero las acciones intencionalesno se caracterizan únicamente por estar sujetas a la causalidad mental, puesto que hay acciones involuntarias que no
70 INTENCIÓN CONCLUSIONES 71
excluyen a esta última. Por lo tanto. las acciones intencionales son aquellas que permiten la aplicación cle la pregunta «¿Por qué?», en un sentido especial que hasta aquí seexplica como sigue: la pregunta no tienc csc scntido sila respuesta es factual o presenta una causa, que incluvc lascausas mentales; en caso contrario, la respucsta pucclea) mencionar sencillamente un suceso del pasado, 17) interpretar la acción o c) mencionar algo futuro. En los casos b)
y c), la respuesta se caracteriza de inmediato como unarazón para actuar, es decir, como respuesta a la pregunta«¿Por qué?», formulada en el sentido requerido; y en elcaso a), será una respuesta a esa pregunta si las nocionesdel bien y del mal se hallan implicaclas en su significadocomo respuesta, o si la investigación posterior demuestraque está vinculada con un motivo «interpretativo» o unaintención con la cual proceder.
17. Puedo ahora terminar mi exposición sobre los casosen que nuestra pregunta «¿Por qué?» no tiene aplicación.Vimos que resultaba inaplicable cuando la respuesta delagente era «No me he dado cuenta de lo que hacía», ytambién si la respuesta indicaba que «obsenJaba que lo estaba haciendo». Había además una tercera circunstanciaen la cual esta pregunta resultaba inaplicable, a saber: cuando la acción se caracteriza de alguna manera por no darlugar a lo que denomino causalidad mental. Este sería elcaso si, por ejemplo, la única forma de tratar una preguntasobre la causa fuera mediante especulaciones o explicandopor qué habría que considerar un hecho determinado comosu causa. Por ejemplo, si preguntamos: «¿Qué te ha hechosaltar de esa forma?», cuando una persona acaba de sacudirse con el espasmo que en ocasiones se produce antes dequedarnos dormidos, el interrogado podría no hacercaso de la pregunta o decir: «Ha sido involuntario; ya sabes, a veces uno tiene esos espasmos». Ahora bien, un indicio de la negación de esa pregunta particular, «¿Qué te hallevado a hacerla?», consiste en que contestamos cosas como((No sé si alguien conoce la causa» o «¿No tiene algo que
ver con descargas eléctricas?», y que ése es el único sentidoque atribuimos a «causa» en estos casos.
Desde luego, una respuesta posible a la pregunta «¿Porqu~')" es "SÓlo se me ha oCIIITido h;lCerlo". (l "Ha sido 1111
imptIlso". o « PUl' ninguna l'azon parliculan>, o «Ha sidouna acción sin sentido, sólo estaba garabateando». No denomino negación de la pregunta a respuestas de este tipo.La pregunta no se vuelve inaplicable porque la respuestaexprese que no hay razón, del mismo modo que la preguntade cuánto dinero tengo en la cartera no resulta inaplicablesi la respuesta es «Nada».
Una respuesta que posee un interés muy peculiar es:«No sé por qué lo he hecho». Esta puede tener un sentidoque no se refiera a que quizás existe una explicación causal que uno desconoce. Se aproxima a «Me he encontradohaciéndolo», «Me he oído decir ...», pero resulta apropiadapara acciones que parecen exigir alguna razón especial, yno tenemos ninguna. Sugiere sorpresa ante nuestras propiasacciones, aunque esto no es una condición suficiente paradarla, pues podemos estar un poco sorprendidos sin necesidad de utilizar esa expresión, por ejemplo, cuando hacemosun jueg9 de palabras que no corresponde a nuestro estilohabitual.
.l< No sé por qué lo he hecho» constituye quizás una expresión frecuente entre personas a quienes se sorprendecuando cometían un delito trivial, en cuyo caso suele estaracompañada por «Ha sido un impulso». No tendré en cuenta este uso porque se ha convertido en un formulismo, yporque en realidad no es extraño sentirse inclinado a cometer delitos triviales sin necesidad (lo extraño radica únicamente en que no nos disuadan algunas consideraciones obvias, y no en que pensemos hacer ese tipo de cosas). Enocasiones, nos podemos preguntar: «¿Y ahora por qué hehecho esto?», por ejemplo, cuando descubrimos que hemoscolocado un objeto en un lugar bastante insólito. En cambio, «No sé por qué lo he hecho» puede ser dicho por alguien que no descubre que lo ha hecho; se da cuenta de ellomientras lo está haciendo, pero acude a esta expresión como
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si quisiera decir: «Es el tipo de acciones que parece exigiruna razón». Como si existiera una razón que debiera saber.Desde luego, en este caso no se trata del sentido pertinente,aunque el psicoanálisis lo convenza de algo como su razón,o de si encuentra la razón en algún plan o inspiración deorigen divino o diabólico, o de una explicación causal en elhecho de haber sido hipnotizado previamente.
Yo misma siempre evito utilizar esas palabras de estaforma, pero ello no me lleva a suponer que carezcan desentido. Se trata de un curioso caso intermedio: la pregunta «¿Por qué?» es y, sin embargo, no es aplicable; lo es enel sentido de que se"'la admite como una pregunta apropiada; no lo es por cuanto la respuesta consiste en que no hayrespuesta. Más adelante discutiré la diferencia entre lo intencional y lo voluntario, y una vez establecida esa distinción podremos decir: una acción de este tipo es voluntariay no intencional. También veremos (§ 25) que hay otroscasos más comunes en los cuales no se comprueba que lapregunta «¿Por qué?», sea inaplicable y, sin embargo, notiene aplicación.
18. Respuestas como «Por ninguna razón particular» o«Sólo se me ha ocurrido» y otras son con frecuencia totalmente inteligibles, en ocasiones extrañas y a veces ininteligibles. Es decir, si alguien tomara todos los libros verdes desu casa y los extendiera cuidadosamente por el techo, yluego diera una de estas respuestas para contestar a lapregunta «¿Por qué?», sus palabras resultarían ininteligibles excepto como una broma. Serían ininteligibles no porque desconozcamos lo que ellas significan, sino porque nopodríamos desentrañar lo que la persona quiso decir alempleadas en ese contexto. Resultará útil abundar un pocosobre estas distintas formas de ininteligibilidad.
Wittgenstein dijo que cuando calificamos algo como unsinsentido, no es que su significación carezca de sentido,sino que una forma de expresión queda excluida del lenguaje. Por ejemplo, «Quizá los ciegos de nacimiento tienenimágenes visuales». Sin embargo, el argumento para «ex-
cluir esta forma de expresión del lenguaje» consiste aparentemente en que (~susignificado carece de sentido». El argumento sigue aproximadamente esta línea: ¿qué significa?Que esas personas perciben lo mismo que yo cuando tengouna, imagen visual. ¿Y qué tengo yo? Algo como esto. Deaquí Wittgenstein pasaba a refutar las definiciones ostensibles internas. El paso siguiente consiste en considerar cuáles el juego linguístico que se manifiesta con «tener unaimagen visual» o «ver con los ojos de la mente». No se tratasolamente de decir estas cosas, ni se puede explicar por elhecho de que se formulan con la referencia correcta (estoquedó demostrado mediante la refutación de las definiciones ostensibles internas). La conclusión es que el juego linguístico de «ver» forma parte necesaria del juego de «vercon los ojos de la mente», o más bien, que sólo podemosidentificar al Último como un juego linguístico si el primero se construye con las mismas palabras. El resultado delargumento, de tener éxito, es que ahora evitaremos decir«Quizá los ciegos ..., etc.» Por ello Wittgenstein habla de«terapias». La «exclusión del lenguaje» no se realiza por lasleyes, sino por la persuasión. El «significado que carece desentido» es el tipo de significado que sugieren nuestras expresiones; la sugerencia se origina en una «falsa asimilaciónde lt5sjuegos».
Sin embargo, el caso que nos ocupa es enteramentediferente. Si decimos: «No tiene sentido que este hombrediga que ha hecho esto sin ninguna razón en especia!», noestamos «excluyendo una forma de expresión del lenguaje»; estamos diciendo que «no podemos entender a un hombre así». (El interés de Wittgenstein parece haber pasadodel primer tipo de «falta de sentido» al segundo a medidaque desarrollaba sus Investigaciones filosóficas.)
Del mismo modo, «No me he dado cuenta de lo quehacia» es en ocasiones inteligible, a veces extraño y enalgunos casos resultaría ininteligible.
Requeriría bastante destreza emplear el lenguaje frecuentemente con este tipo de ininteligibilidad; sería tan
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.ACCIÓN INTENCIONAL 75
. difícil como entrcnarnos para expresar con fluidez rcvoltijos de palabras largos y espontáneos.
Vemos, pues, que las preguntas que permitcn la aplicación de la pregunta «¿Por qué?» pertenecen a una categoríamás amplia que las respuestas que ofrecen razones paraactuar. Ahora podemos definir la pregunta «¿Por qué?»como aquella para la cual se espera una respuesta de esacategoría. y con esto hemos delineado a grandes rRsgos elcampo de las acciones intencionales.
. No añadimos nada relativo a la acciÓn en el momento en ue se realiza si la describiínos como intencional.Llamar de ese modo es asignada a la clase de las accionesintenciona es, y por lo tanto indicar que debemos considerar pertinen la pregunta «¿Por qué?» en el sentido que yahe explicado, r el momento no vaya inquirir por qué estapregunta puede .plicarse a algunos hechos y no a otros,
El siguiente ra namiento demuestra que una acciÓn nose denomina «in ten 'anal» en virtud de alguna característica adicional que ex te cuando se efectúa. Supongamosque encontramos tal ca cterística y que la llamamos «I ».Ahora bien, no se puede a 'rmar el carácter intencional dela acción sin presentar la de ripción según la cual es intencional, pues la misma acció puede resultar intencionalsegún una descripción y no inte ional según otra. No obstante, si existe una acción inten 'anal, lo intencional esalgo que realmente ocurrió. Sin du a, un hombre contraeciertos músculos para coger un marti o, pero por lo general sería falso decir que la contracció de sus músculosconstituye el acto intencional que acaba e realizar. Estosignifica que la contracción de sus músculo no sea intencional. Vamos a denominada «preintenciona . ¿Debemosafirmar que I. que supuestamente es la carac rística envirtud Adela cual su a.cción resulta intencional, c nstituyeálgo que acompaña a una acción preintendonal, u movimiento de su cuerpo? De ser así, el movimiento preinten 'onal+ 1 garantiza que se lleve a efecto tUJa acción inten .anal; pero ¿cuál? Es evidente que nuestro símbolo «1» de
terpretarse como la descripción, o el portador de unare ación interna con la descripción de una acción. Pero nadaen hombre considerado en sí mismo en el momento de contraer sus músculos puede determinar el contenido deesa de cripción; y ésta por lo tanto puede ser cualquierdes~ripc'ón, si solamente consideramos lo que se determinacon respe to al hombre en sí mismo durante ese momento.Entonces s trata simplemente de un feliz accidente el queun 1 aplicab ai contexto más amplio y a consecuenciasposteriores sie lpre acompañe a los movimientos preintencionales con los cuales el hombre ejecuta una acción intencional determ ada. Lo que convierte en verdadero elhecho de que el mo imiento del individuo sea el medio conel cual realiza una cción específica no incide en modoalguno sobre el 1 que t'ene lugar, a menos que supongamosun mecanismo por el cu 1 pueda producirse un 1 apropiadoa la situación en virtud el conocimiento que el hombreposee con respecto a ella ( resupone, por ejemplo, que suscontracciones musculares lo levarán a sujetar el martillo,y de esta manera se produce 1 correcto). Pero no es probable que así suceda, pues un hombre muy difícilmentetendrá alguna conciencia de sus a os preintencionales. Además, queremos sin duda que 1 ten a cierto efecto sobre loque ocurre. ¿Acaso el individuo ob rva que 1 va seguidofrecuent'emcntc por la realización de u descripción, y porello recurre a I? Pero entonces esto con 'erte al mismo actode recurrir a 1 en una acción intenciona , para la cual tendremos que buscar un segundo 1. De esta rma, la suposición de que una característica del momento e actuar vuelve intencionales las acciones nos conduce a c fusiones insalvablcs, por lo cual debemos' abandonada.
y cuando describimos acciones intencionale en tantoque tales, sería un error buscar la descripción fun mentalde lo que ocurre, como el movimiento de los múscu s o delas moléculas, para. después pensar en la intención amÓalgo, quizá muy complejo, que la califica. Los Únicos he osque deben considerarse son las acciones intencionales m'smas, y llamar intencional a una acción significa que e
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