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LA CONTRAINSURGENCIA MEXICANA EN LA DÉCADA DE 1970:
¿ANTICOMUNISTA O EN DEFENSA DE LAS INSTITUCIONES? UNA
MIRADA AL APARATO CONTRAINSURGENTE A PARTIR DE SUS
DOCUMENTOS.
Rubén Ortiz Rosas
Instituto Mora
Introducción
A partir de la década de 1960 tuvieron lugar en México una serie de movimientos
sociales que recordaban al Estado que las conquistas de la revolución mexicana no
habían llegado a toda la nación.1 Si bien la mayor parte de estas movilizaciones
eran producto de procesos de lucha política, sindical y campesina de varios años,2
fue hasta ésta década cuando se hizo evidente que el discurso revolucionario
comenzaba a agotarse. Hasta ese momento, el gobierno mexicano había
establecido una serie de mecanismos de control político y social basados en la
1 El gran logro del que hacían gala los políticos del momento estaban basados en los artículos 3°, referente a la educación; 27° referente a la posesión de la tierra y 123° que establecía derechos laborales. La existencia de estos artículos no necesariamente indicaba que fueran aplicados. 2 La Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM) fue una de estas organizaciones. Fundada como una central que aglutinaba de forma independiente al Estado a sindicatos y obreros y campesinos, tuvo un papel relevante en la lucha campesina, principalmente en Chihuahua, donde ocuparon tierras y, hacia 1965, una escisión pasó a conformar el primer grupo guerrillero de carácter socialista en México. Fiscalía, Informe Histórico, 2008, p.272
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compra de líderes sociales y negociaciones, o bien en su asesinato o represión,3 lo
que llevaba a la disminución de las movilizaciones. Cuatro estallidos sociales
ampliaron estas formas de control y volcaron a México en una retórica acorde con
el discurso de distención y contención al comunismo de la Guerra Fría: El
levantamiento armado del Grupo Popular Guerrillero, en la sierra de Chihuahua; los
levantamientos de Lucio Cabañas y Genaro Vásquez, separados y cada uno con
una organización diferente, en la sierra de Guerrero y el movimiento estudiantil de
1968 en la ciudad de México.
Si bien la salida por parte del gobierno mexicano a estos estallidos sociales
fue fundamentalmente violenta, a través del uso del Ejército Mexicano y los
diferentes cuerpos policiacos, es necesario comprender si existió alguna doctrina
bajo la cual hayan operado. Esto con la intención de buscar si fue el anticomunismo
un referente que funcionó como motor ideológico contrainsurgente o bien en qué
forma influyó para el para el ataque y exterminio de las organizaciones sociales de
tipo radical. Así, el presente trabajo gira en torno a la siguiente pregunta: ¿Fueron
las fuerzas de seguridad mexicanas anticomunistas?
El Ejército y la retórica anticomunista
3 La ejecución de Rubén Jaramillo en el Estado de Morelos en mayo de 1962 evidenció que a práctica del asesinato como forma de contrarrestar un movimiento social podía volverse una constante. Padilla, Después de Zapata, 2015, pp. 285 - 288
3
En 1956 se publicó en la revista Siempre!, un artículo dividido en tres partes
realizado por un oficial militar llamado José María Ríos de Hoyos en el que esbozó
una serie de problemáticas que se suscitaban en el seno del Ejército Mexicano. De
acuerdo con el artículo, llamado “Grandezas y miserias del Ejército Mexicano”, las
fuerzas armadas carecían de una capacidad combativa contra cualquier ejército
moderno, hacía falta una doctrina militar, había abusos por parte de los mandos
hacia la tropa, actuaba como una fuerza de ocupación al llevar a cabo acciones de
represión, lo que provocaba desconfianza por parte de la población hacia el Ejército
y, por último, mantenía una oficialidad anciana, veterana de la revolución que
mantenía una retórica desde hacía tres décadas y, bajo la cual, justificaban
cualquier acto.4
La importancia de este artículo radica en que muestra cómo hacia la década
de los sesenta, cuando en América Latina el anticomunismo llegaba a una cúspide
debido al avance de los grupos revolucionarios de corte socialista y también por la
influencia de las presiones estadounidenses por impedir un supuesto avance
comunista en la región, existían voces críticas al interior de las fuerzas armadas
mexicanas que ponían en evidencia una serie de prácticas en las que no había
cabida, hasta ese momento, de una lucha ideológica anticomunista. Inclusive una
de las propuestas que presentó el oficial Ríos de Hoyos para solventar las
problemáticas del Ejército, radicó en que debía basarse la doctrina militar en la
4 Veledíaz, Jinetes de Tlatelolco, 2017, pp. 69-79
4
guerra de guerrillas, pues sería ésta la única forma de lucha a través de la cual se
podía hacer frente a un ejército moderno poderoso, como lo era el estadounidense.5
Una de las consecuencias del artículo de Ríos de Hoyos fue que hacia 1964,
bajo el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, por órdenes de Marcelino García Barragán
(secretario de la Defensa Nacional) se escribieron manuales de adiestramiento para
el Ejército basados en la guerra de guerrillas, aunque los demás problemas
planteados por Ríos continuaron. Por otra parte, diez años después de “Grandezas
y miserias del Ejército Mexicano”, Ríos de Hoyos fue identificado por la Dirección
Federal de Seguridad como miembro del Partido Obrero Revolucionario (Trotskista)
(PORT) y quien junto a otros militares preparaban militarmente al grupo para llevar
a cabo una guerra de guerrillas en contra del gobierno mexicano.6 Ríos fue detenido
e interrogado por García Barragán quien le increpó no por su filiación ideológica,
sino por lo que consideró como una “traición al mismo Ejército Mexicano” y,
finalmente, fue perdonado y siguió trabajando para la institución.7 El caso de Ríos
de Hoyos es importante porque evidencia que hasta 1966 el Ejército Mexicano no
persiguió comunistas solo por ese hecho, aunque es cierto que trataron de alejarlos
de los círculos de poder.
Ante la falta de un archivo que permita indagar sobre las lecciones que se
impartían a los estudiantes del colegio militar, no es posible saber con certeza si
existió una educación anticomunista dentro de las fuerzas armadas, sin embargo en
5 Ibid, p. 79 6 “Los Trotskistas”, en Nexos, 1 de junio, 1998, <http://www.nexos.com.mx/?p=8893>. [Consulta: 2 de junio de 2017] 7 Veledíaz, , Jinetes de Tlatelolco, 2017, p. 113
5
los archivos de inteligencia civil, como el de la Dirección Federal de Seguridad (DFS)
e Investigaciones Políticas y sociales (IPS) existen fragmentos de información que
dan cuenta de algunas posturas respecto al comunismo. En este sentido es
necesario aclarar que si bien existió un Partido Comunista Mexicano (PCM) desde
1919 y hubo un acoso sistemático en su contra, el gobierno mexicano nunca tuvo la
intensión de exterminarlo, aunque sí de mantenerlo bajo control. A pesar de esto, el
PCM se las arregló para vincularse con grupos clandestinos de corte radical,
proveerles recursos e incluso armas, situación que en muchos casos pasaron
desapercibidas para el Estado.8
Uno de estos rastros que permiten entrever las posturas del Ejército
Mexicano respecto al comunismo, se encuentra en una “Síntesis de la situación
nacional” que entregó el secretario de la Defensa Nacional al presidente Luis
Echeverría (1970-1976) el 17 de octubre de 1972. Ésta se encuentra dividida en
siete apartados, siendo el primero de ellos el “aspecto estudiantil”, seguido por el
“sindical”, el “agrario”, “delictivo” (con sub apartados: “terroristas”, “bandolerismo”,
“sabotajes” y “estupefacientes”), “clerical”, “político”, y “Ejército y Fuerza Aérea”. Es
importante hacer notar que sobre el apartado “clero”, el documento hace referencia
al “clero profresista” encabezado por el obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez
Arceo, quien “por medio de pláticas y lectura de propaganda socializante” trataba
de “concientizar a los cristianos en la dialéctica marxista”. Aparentemente lo
preocupante para la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), no era que se
8 Condés, Represión y rebelión, 2009, t. III, pp. 209-215
6
hablara de marxismo, sino que consideró esto como una intervención del clero en
política nacional, lo que constituía una violación a los “preceptos constitucionales”.9
Respecto a los demás apartados, la síntesis hace hincapié en la influencia
del PCM como promotor de desorden, donde “ha politizado intensamente […] con
doctrinas tendientes a cambiar nuestro sistema de gobierno”,10 influyendo entre
estudiantes, trabajadores, campesinos y políticos. En cambio sobre el “aspecto
delictivo”, el problema radicó en los jóvenes estudiantes de la Universidad de la
Amistad de los Pueblos, “Patricio Lumumba” de la URSS y entrenados en la
República Popular de Corea, que al regresar a México constituyeron grupos
guerrilleros, resaltando que aún había más estudiantes en la URSS y Corea, así
como “centros de sedicentes guerrilleros que se preparan para realizar acciones
subversivas armadas y actos de terrorismo y bandolerismo”.11
Hacia la parte final de la “Síntesis”, el secretario de la Defensa concluía con
una serie de razonamientos en los que dejaba acentuado una posible paranoia con
respecto a los alcances del comunismo, donde éste era el principal incitador del
desorden en todo el espectro político: “El Comunismo Internacional por medio de
las Embajadas de Rusia y Cuba y la acción del llamado Partido Comunista
Mexicano […] ha llegado a producir graves alteraciones en el orden […] que se torna
cada vez más peligrosa para el país”. Ante esto, la recomendación del secretario
era contundente: “medidas radicales para limitar o destruir la acción del comunismo
9 Síntesis de la situación nacional, México, 17 de octubre de 1972, en AGN, Secretaría de la Defensa Nacional, Caja 12, exp. 37, fs. 1-11 10 Ibid. 11 Ibid.
7
en beneficio del pueblo y gobierno, que solo así podrán continuar su marcha para
el progreso”.12 Sin duda ésta síntesis enviada al presidente Luis Echeverría no solo
mostraba el involucramiento del Ejército Mexicano como un instrumento de control
político, sino que además resaltó un carácter anticomunista de sesgo nacionalista
e, incluso, ¡progresista!, aunque cabría preguntarse qué entendía el secretario de la
Defensa cuando refería a la “marcha para el progreso”.
Hay un aspecto que es necesario resaltar en el documento de la Sedena, y
es que el peligro que ésta veía en el PCM se debía a su carácter como alterador del
orden social, donde las protestas, la toma de las armas y la politización eran vistas
como un riesgo potencial para el Estado. En este sentido parece ocioso discutir la
creencia generalizada acerca de la supuesta capacidad de insurrección del PCM y
su influencia determinante en todos los movimientos sociales opositores al régimen,
sin embargo no hay que dejar de mencionar que el pensamiento común dentro de
las fuerzas armadas occidentales era la de considerar a los Partidos Comunistas
como parte de una conjura internacional dirigida desde Moscú, discurso que en la
práctica sirvió para que los ejércitos nacionales aumentaran su poder e influencia
política, situación que para el caso mexicano se vio reflejada en el incremento de
su presupuesto.13
En contraste con el informe dirigido al presidente Echeverría, en la
documentación interna del Ejército Mexicano no hay referencias directas al PCM
12 Ibid. 13 En 1972, año de la síntesis, el presupuesto de la Sedena era casi del doble de 1970 cuando Echeverría inició su mandato, pasando de 1,797,790 en 1970, a 2,237,049 pesos y llegar en 1975 a 4,219,000 pesos. Boils, Los militares y la política, 1975, p. 102
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porque en la práctica no los enfrentaba, aunque sí los espiaba. Así, para la
institución solo existía un comunismo de carácter político con influencia en
estudiantes, sindicatos y campesinos, cuyas acciones eran fundamentalmente
doctrinarias y ampliamente conocidas por las fuerzas armadas. En cambio los
grupos armados que proclamaban el establecimiento de un régimen comunista,
eran considerados desde su carácter bélico e ilegal.
En contraste con lo anterior, en marzo de 1971 la Sección Tercera de la
Sedena dedicada a Operaciones, elaboró el “Plan Telaraña” dirigido a eliminar a la
Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR) que actuaba en forma de
guerrilla y era dirigida por Genaro Vázquez; y a la Brigada Campesina de
Ajusticiamiento (BCA) del Partido de los Pobres (PDLP) encabezada por Lucio
Cabañas. En este plan, es nula la mención a grupos guerrilleros, no así la de
“facinerosos”, “gavilleros” o “maleantes”; el adjetivo de comunista ni siquiera es
mencionado.14 El “Plan Telaraña” se jactaba de que “los facinerosos […] no
representan una amenaza desde el punto de vista militar” y que la intervención del
ejército se debía a un plan erigido por el Gobierno Federal con el fin de arrebatar la
bandera política a la guerrilla. Así, la función principal del “Plan Telaraña” consistió
en tres etapas: la primera fue desarrollar acciones sociales “poniendo a disposición
del pueblo todos los recursos humanos y materiales de que dispone [el Ejército]” ;
la segunda fue allegarse información sobre quiénes eran los “gavilleros” y dónde se
ubicaban y, tercero, la acción militar orientada a la “búsqueda, localización, cerco y
14 Plan Telaraña, México, marzo de 1971, en AGN, Secretaría de la Defensa Nacional, Caja 93, Expediente 279, fs. 1-6
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neutralización o captura de los maleantes, con el fin de restablecer la tranquilidad
en las áreas críticas del Estado de Guerrero”.15
La ausencia en todo el plan de un componente ideológico, la exaltación del
carácter criminal de los guerrilleros y la alusión a la inferioridad militar utilizada por
los civiles, muestran que en la práctica los militares eran conscientes de su papel
como contenedores de la expansión de los grupos armados radicales y les
importaba fijarse en el imaginario popular como garantes de la seguridad y el
bienestar lo que les llevaría a obtener legitimidad y disminuir, probablemente, los
costos de la lucha contrainsurgente. Sin embargo, la aplicación del “Plan Telaraña”
tuvo en la realidad una dimensión criminal en la que los asesinatos, torturas,
desapariciones y masacres se volvieron una constante.16
El uso del Ejército Mexicano para llevar a cabo investigaciones de corte
policiaco y militar con el fin de reprimir a las organizaciones sociales, no es un indicio
suficiente que demuestre que se tratara de un Ejército anticomunista, a pesar de la
retórica empleada en la “Síntesis” enviada a Luis Echeverría un año después. Como
se ha indicado, éste discurso se encontró ausente en la documentación interna,
inclusive en aquella que tenía un carácter doctrinario.
En el mismo año del “Plan Telaraña”, el Coronel de Infantería, D.E.M., José
Pánico Rodríguez, elaboró un manual para inhibir la actitud de combate y resistencia
por parte de civiles en armas, mismo que debía utilizarse al mismo tiempo en que
se desarrollaban operaciones contrainsurgentes. En dicho plan, el Coronel Pánico
15 Ibid. 16 Fiscalía, Informe Histórico, 2008, p.351-352
10
consideró a los “guerrilleros, civiles ex frentistas y partisanos” como “frustrados”
porque “buscan reducir la tensión causada por el logro de un objetivo” que no
pueden alcanzar y, como respuesta, podían recurrir a tres opciones: “agrediendo el
obstáculo, conformándose con la búsqueda de un objetivo alterno o resignándose
apáticamente a su suerte”. Por ello, era labor de los especialistas en “Operaciones
Psicológicas” ayudar a los individuos a “identificar el obstáculo […] enseñarle qué
acciones no peligrosas o contrarias a la ley puede adoptar para eliminar el obstáculo
[…] que lo satisfará aliviando así su tensión”. Así, debía remotivarse a los “frustrados
agresivos” para encausarlos “apegados a nuestras leyes y a los intereses
nacionales”, acción que tenía que ser establecida apenas se realizara la captura del
o los individuos.17
En el manual se hace énfasis en investigar el sistema de enseñanza que
motivó la aparición de guerrilleros (lo que tiene una clara connotación hacia los
movimientos estudiantiles) en donde el “Estado y la tranquilidad pública quedaron
interpuestas como obstáculos dignos de agredirse, con el fin de contrarrestar o
reajustar tal sistema de enseñanza en beneficio general, tópico que aún puede
incluirse dentro de la Reforma Educativa”.18 La búsqueda dentro del sistema
educativo para explicar los levantamientos armados surgió seguramente cuando las
fuerzas armadas se dieron cuenta de que la mayor parte de los grupos armados
tenían vínculos con la educación: en el caso de la ACNR, del PDLP y el GPG, sus
dirigentes habían sido profesores rurales; mientras que en el caso de los grupos
17 Reactivación de actitudes para modificar el comportamiento de guerrilleros, civiles extremistas y partisanos con el propósito de lograr los aspectos del objetivo de las Operaciones Psicológicas realizadas en apoyo de las Operaciones Contra guerrilleras, México, febrero de 1972, en AGN, IPS, Caja 1747-A, exp. 1. 18 Ibid.
11
armados urbanos, la mayor parte de sus miembros eran jóvenes estudiantes.
También resalta que la única alusión al comunismo sea de forma indirecta y haya
sido considerada como un medio contaminante: “es importante que el Estado […]
controle o dirija propaganda de todos los tipos, libremente inducida en las mentes
de los ciudadanos, a través de los órganos de difusión masiva y […] prohíba
definitivamente la tendenciosa propaganda subversiva proveniente de países
extranjeros que buscan la hegemonía mundial”.19
No se sabe cuál fue el impacto del manual del Coronel Pánico dentro de las
fuerzas armadas,20 sin embargo, algunas de sus propuestas posiblemente fueron
llevadas a la práctica: algunos de los militantes de los grupos armados que fueron
detenidos y presentados ante la justicia, desistieron de la lucha armada y se
integraron a la lucha partidista o bien, fueron considerados para puestos en
universidades, empresas paraestatales o se les dio facilidades para desarrollar
profesionalmente sus estudios.
Si bien las fuerzas armadas llevaron a cabo acciones de exterminio en contra
de grupos sociales, cometiendo detenciones arbitrarias, torturas, desapariciones
forzadas y ejecuciones, éstas no respondían al perfil comunista de quienes se
levantaban en armas, sino a su carácter bélico del que el Ejército Mexicano se
consideraba privilegiado, lo que explicaría el contraste entre el nivel de acoso al que
sometió al PCM y el exterminio de los grupos en armas. Por otra parte, su actuación
19 Ibid. 20 En noviembre de 1973 en una reunión con estudiantes, Luis Echeverría comentó que “la violencia es frustración […] si la búsqueda [de un futuro más justo socialmente] implica cambios que exigen al mismo tiempo audacia y prudencia, estos cambios no serán realizados por quienes actúan impelidos por fuerzas oscuras”. “Violencia es frustración”, El diario de México, 29 de noviembre de 1973.
12
correspondió más a un pragmatismo nacionalista empapado de un discurso cuya
base se encontraba en una revolución social y en el que la aparición de otras fuerzas
en armas, cuya retórica también se basaba en un prometido cambio, lo hacían
evadir en sus documentos internos las referencias al comunismo, al que en buena
medida el régimen debía su estabilidad pues era crítico acérrimo de la lucha
armada.21
El control urbano ¿anticomunista?
La DFS fue creada en abril de 1947 casi a la par que nació la Guerra Fría.22 A pesar
de que desde su origen se le identificó como un cuerpo de policía política encargado
de perseguir a los enemigos del régimen, careció de una estructura que se lo
permitiera, además de que su existencia la confrontaba con otros organismos como
el Estado Mayor Presidencial (por órdenes del presidente Miguel Alemán la DFS se
encargó de su seguridad personal, papel que tenía reservado el EMP),
Investigaciones Políticas y Sociales (dependencia de la Secretaría de Gobernación
encargada del espionaje) e inclusive con las policías secretas y confidenciales de
cada estado y territorio. 23
A pesar del choque con los otros cuerpos de seguridad, hacia 1964 con la
llegada de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) a la presidencia, se llevó a cabo una
21 Condés, Represión y rebelión, 2007, t. I, p. 55 22 Aguayo, La Charola, 2001, p. 62 23 En todas las policías estatales había un cuerpo de policía secreto y, a su vez, cada gobernador tenía a su disposición un cuerpo de policía confidencial encargado de llevar a cabo investigaciones de tipo político.
13
profesionalización de la misma, en donde se renovó su estructura y se conservó a
sus agentes de forma transexenal, situación que antes no ocurría, lo que permitió
que pudiese realizar investigaciones en una escala mayor.24
Desde la órbita de la inteligencia civil de la segunda mitad del siglo XX, a nivel
federal existía otro organismo además de la DFS: Investigaciones Políticas y
Sociales. La diferencia entre ambas giraba en torno a las formas en que se proveían
de información y en la manera en que actuaban. La DFS era operativa y sus agentes
portaban armas y realizaban detenciones, mientras que los agentes de IPS sólo
recolectaban información mediante informantes, infiltrados o fuentes abiertas, esto
es la información obtenida en los medios de comunicación. Ambas formaban parte
de la Secretaría de Gobernación a quien entregaban informes.
El archivo de la DFS resguardado en el Archivo General de la Nación
contiene información referente a sujetos u organizaciones investigados. Nada
operativo ni administrativo, por ello es difícil reconstruir cuáles eran las amenazas
principales para la DFS así como la doctrina que se impartió durante cerca de
cuarenta años dentro de sus edificios, lo que aumenta el nivel de secrecía con que
actuó. Lo contrario sucede con el caso de IPS, donde se conservan manuales de
investigación, planes, nóminas y claves de sus informantes.
Aproximadamente hasta 1977, la función principal de IPS era la de “recabar
información sobre las diversas situaciones de carácter político que se producen en
el País, así como prever o adelantarse a todas aquellas que pudieran tornarse
24 Ibid., p. 87-88
14
conflictivas o que representen algún peligro la estabilidad del País (sic)”. La
metodología utilizada para tomar decisiones se basaba en “encontrar las relaciones
entre los diferentes fenómenos políticos, de modo que reflejen su totalidad y no una
realidad fragmentada”,25 enunciado sumamente importante porque a través de él se
podría entender la lógica de lo que se ha considerado como una paranoia por parte
del gobierno mexicano durante la Guerra Fría, pues podría ayudar a entender las
conexiones realizadas por los analistas de la Secretaría de Gobernación para
magnificar movilizaciones sociales y localizar conjuras donde ahora sabemos que
no existieron, como en el caso del movimiento estudiantil de 1968.
La información llegaba a IPS de todo el país y fluía a través de dos oficinas:
una donde se manejaban los asuntos estatales y en la otra los del área
metropolitana del Valle de México. IPS estaba compuesta por cuatro grupos, donde
los primeros dos se encargaban de “información general”: laboral, política,
económica, agraria, magisterial y religiosa. El tercer grupo “también llamado
estudiantil”, cubría la “problemática vigente en el D.F. en todas las entidades
educativas” y el cuarto denominado Valle de México cubría “las informaciones de
todo tipo del Área Metropolitana del Estado de México”. En los informantes recaía
la responsabilidad de las investigaciones pues estaban obligados a conocer la
fuente de donde emanaba la información y, ante posibles cambios o incidentes
imprevistos en un hecho, los informantes debían “siempre por norma… desconfiar
de las apariencias, de lo superficial”.26
25 Proceso para la recolección, cuantificación y análisis de la información, México, s/f, en AGN, IPS, C-3007-A, exp. 13, fs. 1-10 26 Instructivo de información, México, 1979, en AGN, IPS, C-3038-A, exp. 2, fs. 1-8
15
Por obligación, los informantes de IPS debían desconfiar de lo que veían a la
vez que debían establecer conexiones a través de diversos tópicos de información
requerida por el manual, tales como: nombre y cargo de los sujetos, ideología,
domicilio, estado civil, nacimiento, estudios, ingresos, nexos políticos, antecedentes
penales, hora de incidentes, oradores de un mitin o manifestación, composición de
contingentes, asistencia a una asamblea, presencia de policías o militares e,
inclusive la asistencia, costo de entrada, tema, título, duración y sala de proyección
de alguna “película subversiva o prohibida”.27 La correlación de estos datos podían
ser indicios suficientes para considerar la peligrosidad de un grupo o individuo para
“mantener informado al Ejecutivo Federal, y así facilitar la toma de decisiones y
estrategias para la resolución de problemas generales”.28
La búsqueda de la postura ideológica en los sujetos y organizaciones
investigados se encontraba explícita en los manuales, sin embargo ésta no era la
característica principal o dominante que buscaban los agentes de IPS (y
seguramente de la DFS también), porque haberlo hecho se habría tomado como
una condición subjetiva que era innecesaria para el gobierno mexicano. Entonces
podría asegurarse que existían dos retóricas en los métodos de control. Una abierta
y propagandística que parecía anticomunista y otra encubierta en la que el
comunismo no tenía la suficiente relevancia, entonces, ¿Cómo explicar que las
principales víctimas de la represión fueran comunistas?, una posible respuesta sería
el radicalismo con que se enfrentaban al Estado, mismo que correspondía a un
27 Prontuario para la obtención de antecedentes penales, México, s/f, en AGN, IPS, C-3038-A, exp. 2, fs. 1-2 28 Coordinación para la información, México, s/f, en AGN, IPS, C-3038-A, exp. 2, fs. 1-4
16
proceso de hartazgo, autoritarismo y represión por parte de las instituciones que no
dejaban otros caminos para la resolución de conflictos.
En el apartado anterior se dio cuenta del “Plan Telaraña” creado por la
Sedena para eliminar a los grupos guerrilleros del Estado de Guerrero en 1971 y
cómo en él se hace hincapié en el carácter delincuencial de los guerrilleros y no
aparece su filiación política e ideológica. Una situación similar se presentó en el
Valle de México cuando en junio de 1976 la DFS decidió exterminar a la Liga
Comunista 23 de Septiembre (LC23S).
Tras una serie de ataques de alto impacto perpetrados por la LC23S a
principios de 1976,29 los jefes de las corporaciones policiacas se reunieron para
conformar un plan operativo que a su vez, requirió de la creación de un grupo
especial conformado por policías y militares con experiencia contraguerrillera. La
razón fue que se había alterado el orden público y “puesto en entredicho la eficacia
del sistema de seguridad gubernamental”. Quizá para evitar represalias
innecesarias en contra del PCM o porque la palabra podía parecerles molesta, los
agentes, funcionarios gubernamentales y periodistas se referían públicamente a la
LC23S únicamente como “Liga 23 de Septiembre”,30 lo que también eliminaba el
significado y postura del grupo, en tanto que la fecha no decía nada excepto a
29 Las principales ocurrieron en mayo de 1976 cuando un comando de la Liga ejecutó a cuatro escoltas (dos de ellos había participado en la cacería de Lucio Cabañas en la sierra de Guerrero disfrazándose de campesinos, como lo sugería el Plan Telaraña, para obtener información sobre él) de la poderosa familia Vázquez Raña y a dos vigilantes de la Secretaría de Hacienda en la colonia Lindavista del D.F.; días después secuestraron a la hija del embajador de Bélgica, Nadine Chaval, por quien obtuvieron 500 mil dólares; y hacia el 4 de junio otro comando de la Liga atacó una caseta de vigilancia en Ecatepec, Estado de México, donde ejecutaron a cinco policías dejaron heridos a otros cuatro. Además del dinero obtenido en el secuestro, la Liga obtenía las armas de los policías ejecutados y producía miedo en las corporaciones policiacas, lo que a la larga llegó a producir deserciones de agentes. Ortiz Rosas, “La Brigada Especial”, 2014, pp. 69-71 30 Ibid., p. 72
17
aquellos iniciados con conocimientos en las luchas populares y rebeliones armadas.
Así, este despojo ideológico explícito en el nombre podía incrementar el halo de
misterio que envolvía al grupo y lo hacía parecer más radical y peligroso ante la
sociedad.
El “Plan de Operaciones No. Uno ‘Rastreo’” fue creado el 7 de junio de 1976
y fue elaborado con información que tenía de la LC23S la DFS y probablemente los
demás cuerpos de inteligencia militares y civiles. En él se destaca la creación de
una Brigada Especial que haría frente a la Liga y se encargaría del patrullaje,
ubicación, detención y “neutralizar” a sus miembros. La Brigada estaría integrada
por agentes policiacos y del Ejército, tendría ocho grupos operativos, uno aéreo
(compuesto por los helicópteros de la Dirección General de Policía y Tránsito del
Distrito Federal), tres grupos especiales (explosivos, acción o enfrentamiento cuyos
agentes portarían armamento especializado en combate urbano y uno de
interrogadores), así como Servicios Generales encargados del mantenimiento de
vehículos. Los patrullajes se realizarían en vehículos sin logotipos oficiales, taxis y
motocicletas; y su centro de operaciones estaría ubicado dentro de las instalaciones
del Campo Militar Número Uno.31
Si bien en el “Plan de Operaciones No. Uno ‘Rastreo’” se menciona el
nombre completo de la Liga, destaca la forma en que se hace referencia a ella: “la
llamada ‘Liga Comunista 23 de Septiembre’”. Por otra parte, tampoco se hace
alusión a su ideología, no así a sus acciones que motivaban “la alteración del orden
31 Plan de Operaciones No. Uno “Rastreo”, México, junio de 1976, en AGN, DFS, Exp. 11-235-76, L-38, fs. 50-57
18
público” poniendo en entredicho la “eficacia del sistema de seguridad
gubernamental” a través de la distribución de “literatura de carácter subversivo” en
zonas fabriles, estudiantiles y de construcciones, cuyos objetivos eran el “asesinato
de policías en situación pasiva […] asaltos y secuestros” para fortalecerse y
mantenerse en la clandestinidad.32 Al parecer lo importante para las fuerzas de
seguridad no era la motivación político – ideológica del grupo, sino sus actividades
de hostigamiento.
Como documento doctrinario de la DFS para los cuerpos de seguridad que
participarían dentro de la Brigada Especial, se creó un Libro Blanco en el que se
daba cuenta del origen, influencia y objetivos de la LC23S. Este Libro Blanco fue el
principal instrumento de inducción para que los agentes conocieran al grupo, sus
redes y su peligrosidad. Así, resalta que el prólogo del mismo esté dedicado al
“Terrorismo” donde se hace un breve recorrido sobre el concepto y su utilidad para
las guerrillas: “el terrorismo invita a la represión. Los rebeldes se han organizado en
guerrillas cuya meta es provocar al su enemigo […] y obligarlo a realizar actos de
contraterrorismo en forma generalizada y brutal […] con la intención de que la
comunidad de exaspere en contra de su propio gobierno y lo presione para que
haga un cambio”.33 Así, a pesar de estar alimentadas con “las frustraciones
generadas por las condiciones de vida y sobrepoblación”, las acciones terroristas
tenían limitantes en su efectividad ya que “el acto de organizar una fuerza armada
en contra de un gobierno, debe ser sostenido por el interés de una gran proporción
32 Ibid. 33 Libro Blanco, 1976, pp. 7-8
19
de la población y por el interés de las masas en sus operaciones”,34 situación de la
que eran conscientes las fuerzas armadas y policiacas pues con sus acciones de
control y represión habían conseguido contener o aislar a los grupos radicales
armados. En este sentido su efectividad era patente.
Si bien a lo largo del Libro Blanco la DFS dio seguimiento a la conformación
de la LC23S y su influencia con otros grupos guerrilleros tanto urbanos como
campesinos, visibilizó que la red que unía a todos estos jóvenes radicales pasaba
siempre por el PCM. Quienes no habían militado en el partido, lo habían hecho en
alguna otra organización de carácter socialista como la UGOCM; los caracterizaba
su oposición al “Imperialismo Yanqui” y estaban inspirados en la Revolución
Cubana. De esta manera el hilo conductor planteado en los manuales de
investigación de IPS se encontraba sin duda en el comunismo, por lo que esta
filiación político-ideológica debió tener a los ojos de los agentes militares y contra
guerrilleros una gran influencia para considerar al comunismo como un grupo
enemigo de las instituciones.
Consideraciones finales
El anticomunismo como elemento ideológico de persecución estuvo ausente de las
instituciones de seguridad mexicanas durante los años setenta. Si bien existía un
“ambiente” de polarización en la sociedad y en la retórica oficial era constantemente
34 Ibid., p. 16
20
utilizado, esto fue fundamentalmente con fines propagandísticos y no reales. La
documentación elaborada en la conformación, persecución y exterminio de grupos
radicales así lo deja patente, aunque en ellos están ausentes las dimensiones de
los crímenes de Estado y las creencias de los agentes y militares que participaron
en la represión. En este sentido una buena parte de los estudios realizados sobre
los grupos armados y los pocos elaborados sobre contrainsurgencia, han partido de
analizar el fenómeno desde una óptica viciada en el conflicto binario de “derecha –
izquierda”, “capitalismo – comunismo”, en donde se ha llegado a asegurar que las
fuerzas de seguridad mexicanas se encontraban dentro de la “Doctrina de
Seguridad Nacional” estadounidense (sin indicar qué es o en qué consiste esa
doctrina) y por ello debían exterminar a cualquier “terrorista rojo”,35 o sin un análisis
profundo aseguran que la DFS y el Ejército Mexicano “inflaban” el peligro real de los
grupos guerrilleros solo para obtener privilegios y poder por parte del Estado,36 e
incluso, que el gobierno mexicano estaba abocado en combatir por cualquier medio
la “presencia del ‘comunismo rojo’ […] para preservar la paz y estabilidad social […]
ante el peligro del avance del totalitarismo comunista”.37 En este sentido se requiere
acercarse a las fuentes documentales de las fuerzas de seguridad e inclusive a los
mismos perpetradores, pues es necesario entender el fenómeno contrainsurgente
no de forma parcial desde el lado de la víctima del crimen de Estado, sino también
considerando la lógica de la represión.
35 Rangel, El virus rojo, 2013, p. 396 36 Aguayo, La Charola, 2001, p. 85 y Gamiño, Guerrilla, represión, 2011, p. 85-87. Éste último solo lleva a cabo una revisión de lo dicho por Aguayo para sostener la misma hipótesis. 37 Sánchez, Estudiantes en armas, 2012, p. 414
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Una de las tantas muestras de la riqueza y complejidad del estudio de la
represión puede encontrarse en el caso de Guillermo Rubio y de Vizcarrondo, quien
se encontraba adscrito, por parte de la Policía Judicial del Estado de México, al
“Grupo Zorba de Información” de la Brigada Especial, desempeñándose en la 3er
guardia de la patrulla 4018.38 Éste personaje se convirtió, en abril de 1990 en
guardaespaldas de Carlos Payán Velver, director de La Jornada, tras la ejecución
de dos guardias del edificio de ese diario, por parte de miembros del Partido
Revolucionario Obrero Clandestino – Unión del Pueblo (PROCUP) cuando se les
impidió entregar en el diario un comunicado de su organización. Sobre la protección
hacia Carlos Payán, el ex agente Guillermo Rubio comentó que: “Era la primera vez
en mi carrera de policía que tenía que proteger a un connotado personaje de la
izquierda, esto me molestaba en mis adentros ya que fui entrenado y aleccionado
durante años para perseguir a los comunistas”.39 Durante los siguientes seis años
que protegió a Payán, Rubio entró en contacto con escritores, cineastas y artistas
plásticos lo que terminó por influir en él y motivarlo en escribir novelas policiacas, la
primera de ellas “terminada entre patrullajes en la Selva Lacandona”.40 Finalmente
también se encontró con una diferenciación binaria entre comunistas “buenos”
(artistas, periodistas) y “malos” (guerrilleros) a los que siempre persiguió: La LC23S,
PROCUP y posiblemente el EZLN.
38 No hay una fecha exacta de su pertenencia, sin embargo debió suceder cerca de 1980. Ortiz Rosas, “La Brigada Especial”, 2014, p. 121 39 Rubio, Pasito Tun Tun, 2006, p.5 40 Ibid., p. 6
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Fuentes
Archivos
AGN Archivo General de la Nación
Hemerografía
El diario de México, ciudad de México
Bibliografía
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en México, México, Grijalbo, 2001
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en Historia, México, Facultad de Filosofía y Letras-Universidad
Nacional Autónoma de México, 2014.
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Rangel Hernández, Lucio, El virus rojo de la revolución. La guerrilla en México. El
caso de la Liga Comunista 23 de Septiembre, 1973-1981,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2013
Rubio y de Vizcarrondo, Guillermo, Pasito Tun Tun, México, Grupo Extra Editores,
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cultural del movimiento estudiantil de los “enfermos” (1972-1978),
México, Universidad Autónoma de Sinaloa, 2012
Veledíaz, Juan, Jinetes de Tlatelolco. Marcelino García Barragán y otros retratos
del Ejército Mexicano, México, Ediciones Proceso, 2017
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