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EL MUNDO DEL ANTIGUO TESTAMENTO
1. EL MARCO HISTÓRICO DEL ANTIGUO TESTAMENTO
1. La tierra del Antiguo Testamento
La mayor parte de la historia bíblica se desarrolla en un reducido
territorio del extremo oriental del mar Mediterráneo, en la larga y
estrecha franja de tierra situada entre el mar y los grandes
desiertos de Siria y Arabia. A pesar de su aparente insignificancia,
la región es punto de encuentro de tres continentes (Asia, África
y Europa) y a lo largo de la historia se ha visto convertida en un
importante paso de civilizaciones. La parte sur de esta franja
costera ha recibido distintos nombres: país de Canaán (por sus
antiguos moradores), Palestina (nombre debido a uno de los
pueblos ocupantes, los filisteos o “pelistín”) e Israel (el nombre
más común del pueblo de la Biblia, principal ocupante del
territorio).
Toda esta región, a su vez, forma parte de un conjunto geográfico
más amplio, denominado Creciente Fértil por su forma de media
luna, cuyos extremos coincidirían respectivamente con el delta
del Nilo y la desembocadura del Tigris y el Éufrates, y cuyo centro
se situaría a la altura del desierto de Siria y al norte el desierto
de Arabia, zonas infranqueables en la antigüedad.
El conjunto albergó en la antigüedad importantes núcleos de
población, con intensa circulación entre ambos extremos. Esta
comunicación se veía favorecida por las grandes vías de
comunicación a través de las que transitaron ejércitos, caravanas
comerciales e ideas. Este será el escenario de la historia de Israel
en el AT. La mayor parte de los acontecimientos se desarrollará
en los alrededores del centro del arco, donde se incluye la tierra
de Israel; pero algunos otros no menos significativos como la
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opresión egipcia o el exilio babilónico, tendrán lugar en sus
extremos: el delta del Nilo y la baja Mesopotamia.
2. Las grandes etapas de la historia de Israel
La fe de Israel es fundamentalmente histórica: su único Dios,
Yahvé el Señor, se fue revelando en la historia, a través de
sucesivas intervenciones, transmitidas en los libros del AT. Ello
quiere decir que la historia se ha convertido en el lugar
privilegiado de la revelación de Dios y en el medio ambiente vital
en que nace y se desarrolla toda su literatura.
Parece evidente que Israel, como pueblo plenamente constituido,
nace con la monarquía entre los siglos IX-X a.C. También con la
monarquía y sus nuevas instituciones (escribas, listas y archivos
de corte, anales reales) nace su historia escrita. Sin embargo, este
momento ha estado precedido de un largo periodo de formación,
que abarca ocho o nueve siglos y que escapa por completo al
historiador. De este periodo “constituyente” Israel ha conservado
diversos recuerdos de acontecimientos y personajes: son
recuerdos transmitidos por tradición oral, que una vez
contrastados con otras fuentes de la historia del antiguo Oriente
Próximo y con los descubrimientos arqueológicos, contienen
información útil y pueden ofrecernos datos de importancia sobre
los orígenes de Israel. Todos estos recuerdos destacan tres
momentos especialmente significativos: la prehistoria patriarcal,
la estancia y salida de Egipto, y la conquista y progresivo
asentamiento en Canaán.
LOS ORÍGENES
La Biblia comienza narrando la acción creadora de Dios. El origen
y sustento de todo lo creado está en sus manos. El deterioro de
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esta bondad de la creación es responsabilidad del ser humano.
Debe tomar conciencia y transformar la situación:
Restableciendo las relaciones rotas por el pecado (Adán y
Eva).
Recuperando la fraternidad entre pueblos (Caín y Abel).
Propiciando la llegada de una nueva creación (Diluvio).
Aceptando su condición de criatura humana y el señorío
de Dios (Babel).
La humanidad necesita de redención. La fuerza transformadora
de Dios, que siempre toma la iniciativa, hace nacer la esperanza,
a pesar del pecado.
ÉPOCA PATRIARCAL (3000-1300 a.C.)
Diversos clanes recorren la media luna fértil con sus rebaños.
Uno de ellos es el de Abraham, que abandona Ur de los Caldeos,
su país de origen, obedeciendo a Dios, que lo bendijo y le prometió
una tierra donde asentarse y una numerosa descendencia para
habitarla.
La bendición de Dios se mantuvo en los hijos de Abraham y Sara:
Isaac y Rebeca, Jacob y Raquel. Se mantienen como
seminómadas. Creen en el Dios de los Padres, que les promete
tierra y familia.
Jacob es el padre del pueblo de Israel. A pesar de ser el pequeño
y aunque su vida se desenvuelve entre la debilidad, la mentira y
la astucia, el Señor lo elige para llevar adelante la historia de su
pueblo.
Uno de los hijos de Jacob, José, fue ministro del faraón en Egipto.
Gracias a su protección, la situación del pueblo en Egipto fue
privilegiada, hasta que hubo un faraón que no le había conocido.
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Los descendientes de José son oprimidos por el faraón. El Dios
libertador toma partido por el pueblo explotado y se opone a la
política opresora de Egipto.
INICIOS DE LA ESCRITURA-ESCRITOS DE LA ÉPOCA
ÉXODO Y ASENTAMIENTO EN CANAÁN (1300-1050 a.C.)
Dios ve y escucha el clamor de los oprimidos. Elige y envía a
Moisés, un hebreo educado en la corte del faraón, para sacar al
pueblo de la esclavitud. (1290 a.C.: Época de Ramsés II, uno de
los faraones más importantes del Imperio Nuevo egipcio.)
Moisés descubre el rostro del Dios liberador. Acaudilla al pueblo
que sale de Egipto y camina por el desierto, hacia la Tierra
Prometida. En el Sinaí, Dios establece una Alianza con el pueblo
(Decálogo: diez mandamientos. Éxodo 20,1-17)
3300 a.C.:
• Escritura pictográfica en Sumer (Baja Mesopotamia)
3100 a.C.:
• Escritos jeroglíficos egipcios
1900 a.C.:
• Poemas acádicos: Enuma Elis, Epopeya de Gilgamés
1750 a.C.:
• Código de Hammurabi
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Grupos israelitas entran en Canaán. Unas veces se instalan
pacíficamente, otras se enfrentan en guerra por el dominio del
territorio.
Extendidas por Canaán, las tribus se unen en una especie de
federación, con centro en Siquem. Josué les propone un pacto
con Dios y entre ellos. (Josué 24,1-28)
Los israelitas necesitaron adaptarse a aquel país, sin perder su
identidad ni su fe. En medio de ellos Dios suscitó doce jueces,
hombres y mujeres animados por el Espíritu de Yahvé, que les
ayudan y guían. (Libro de Jueces)
REINO UNIDO (1050-930 a.C.)
1030 a.C.: Saúl, primer rey de Israel.
1010 a.C.: David es ungido rey de Israel.
970 a.C.: Salomón sucede a David como rey de Israel.
Por petición del pueblo y en contra de la voluntad de Dios, y con
el apoyo de Samuel (último juez), Saúl es ungido como primer rey
de Israel.
A Saúl le sucede David, reconocido como rey por las tribus del
Sur y por las del Norte, estableciendo en Israel un reino unido
con capital en Jerusalén.
Salomón sucede a David como rey de Israel. Desarrolla una
intensa actividad comercial, cultural y constructora, en la que
destaca la edificación del Templo de Jerusalén. Todo ello a costa
de impuestos y de trabajos forzados, también para los israelitas.
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REINO DIVIDIDO (930-722 a.C.)
930 a.C.: Roboam sucede a Salomón. Se produce la división del
reino. Numerosos reyes se suceden en los tronos del reino del
Norte (Israel) y del reino del Sur (Judá).
722 a.C.: Sargón II, rey de Asiria, asedia y destruye Samaria. Fin
del reino del Norte.
A la muerte de Salomón, Palestina queda dividida en dos reinos:
Reino del Norte: Israel, con capital en Samaria. Reino con
prosperidad económica y abierto a relaciones
internacionales. Inestabilidad interna (golpes de estado,
cambios de dinastía, etc.).
División religiosa: el templo de Salomón queda sustituido
por dos antiguos santuarios: Dan y Betel.
Los profetas: (Elías y Eliseo, Amós y Oseas) denuncian en
nombre de Dios los excesos de la monarquía y de las clases
dirigentes, la injusticia social, el culto vacío y la idolatría.
Samaria cae en manos de Asiria: fin del reino del Norte.
Reino del Sur: Judá, con capital en Jerusalén. Más estable
desde el punto de vista político (durante trescientos
cincuenta años se mantuvo la dinastía de David).
Conservador en lo religioso (por la centralidad del templo).
Los profetas: (Isaías y Miqueas) denuncian el lujo y la
riqueza de unos pocos a costa de la mayoría empobrecida,
condenan la corrupción y las alianzas políticas que olvidan
el señorío de Dios. Tras la caída del reino del Norte, el Sur
pasa a ser vasallo de Asiria.
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REINO DE JUDÁ (722-587 a.C.)
716 a.C.: Reforma religiosa del rey Ezequías.
639 a.C.: Reinado del rey Josías.
605 a.C.: Nabucodonosor es nombrado rey de Babilonia.
Emprende la conquista de todo Oriente Medio.
597 a.C.: Jerusalén se rinde al ejército babilónico
El reino del Norte, Israel, es repoblado por gentes llegadas de
otros lugares conquistados por Asiria. Sus descendientes serán
los “samaritanos”.
Judá acoge a quienes, tras la destrucción del reino del Norte, se
refugian en el Sur. Aceptan sus documentos (textos históricos,
leyes, etc.), que luego quedarán integrados en la tradición bíblica.
Reformas religiosas durante los reinados de Ezequías y Josías.
Centralizaron el culto en Jerusalén.
Gran actividad profética: Isaías rechaza las alianzas políticas que
olvidan el señorío de Dios sobre su pueblo. Jeremías denuncia los
pecados del rey, los falsos profetas, los sacerdotes y el pueblo. El
castigo será el destierro. El futuro queda abierto por una nueva
alianza de Dios. Otros profetas: Nahum, Sofonías, Habacuc.
Nabucodonosor invade Judea y destruye el templo de Jerusalén.
Conduce al exilio a los mandatarios, artesanos y comerciantes,
dejando a la clase más pobre en el país.
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EXILIO EN BABILONIA (587-539 a.C.)
587 a.C.: la familia real judía es ejecutada. Segunda caída de
Jerusalén y nueva deportación. Destierro en Babilonia.
586 a.C.: Nabucodonosor nombra a Godolías como gobernador de
Judea. Al poco tiempo es asesinado.
549 a.C.: Ciro II es aclamado como rey de medos y persas.
El pueblo que se tenía por pueblo de Dios está disperso. Una parte
ha huido a Egipto, otra ha quedado en Jerusalén y la tercera está
exiliada en Babilonia. Lejos de la Tierra Prometida y sin las
instituciones y el templo se preguntaban por qué Yahvé los había
abandonado.
Sacerdotes y profetas (Segundo Isaías [40-45], Ezequiel,
Jeremías, etc.) trataron de explicar el sentido de aquel desastre
desde las infidelidades de Judá, abriendo un horizonte de
esperanza. Crece entre los desterrados la conciencia de ser “el
resto o remanente” y la confianza en un Mesías davídico.
Los exiliados refuerzan antiguas prácticas como la circuncisión y
el Sabbath, descanso del sábado. Se reúnen para orar, escuchar
las palabras de la Ley y recordar su pasado como pueblo de
Yahvé.
Ciro II, rey de Persia, se vislumbra como el conquistador de
Babilonia y el liberador de los desterrados. El profeta conocido
como Segundo Isaías, ayuda al pueblo a prepararse para volver
al país.
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ÉPOCA PERSA (539-333 a.C.)
539 a.C.: Ciro II conquista Babilonia. Disputas entre persas,
griegos y egipcios.
539 a.C.: Fin del destierro. Josué y Zorobabel inician la
reconstrucción del templo.
445 a.C.: Esdras y Nehemías en Palestina.
334 a.C.: Alejandro Magno comienza la batalla contra Persia.
Ciro, rey de Persia, conquista Babilonia y permite a los
deportados volver a su país: para algunos lo decisivo es
reconstruir las murallas y el templo de Jerusalén. Para otros, es
imprescindible remediar la pobreza en la que se encuentra la
gente y volver a constituirse como pueblo de Yahvé.
Esdras emprende una reforma religiosa convirtiendo la ley judía
en ley del país. Algunos rechazan el rigorismo, el nacionalismo y
el racismo naciente, reaccionando con los libros de Rut y Jonás.
Actividad profética: Ageo y Zacarías insisten en la reconstrucción
del Templo. Joel anuncia el “Día del Señor”. Abdías reprueba la
actitud autosuficiente y soberbia, Malaquías promueve la
purificación interior. El Tercer Isaías (Trito-Isaías) pide un nuevo
culto y ofrece una perspectiva universal del amor de Dios.
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ÉPOCA HELENÍSTICA (333-141 a.C.)
323 a.C.: muere Alejandro Magno. Su imperio se divide en tres
reinos: Macedonia, Asia Menor y Egipto. Palestina queda bajo el
control de Egipto y Siria.
185 a.C.: florecimiento de la literatura apocalíptica.
175 a.C.: Antíoco IV Epífanes.
167 a.C.: Levantamiento Macabeo contra la opresión sirio-
helenística.
146 a.C.: Roma impone el control directo sobre Grecia y
Macedonia.
El pueblo de Israel se encuentra frente al helenismo. Algunos se
rebelan y otros, en su mayoría comerciantes y aristócratas lo
aceptan.
Antíoco IV Epífanes, rey seleúcida, saquea el Templo y prohíbe el
judaísmo, imponiendo la filosofía y la religión griegas. Matatías y
sus hijos, los MACABEOS, se sublevan. Piden la libertad religiosa,
cultural y política de los judíos. Surge la expectativa de un Mesías
guerrero.
Durante la persecución de Antíoco IV y las luchas macabeas, el
libro de Daniel anima a los judíos perseguidos, fortalece su fe y
fidelidad a la ley, alimenta la esperanza de los oprimidos.
Se perfilan con claridad tres centros judíos: uno en Palestina, otro
en Egipto y un tercero en Asia Menor. Quienes se encuentran en
la diáspora se educan en un judaísmo más abierto y adoptan una
visión más universalista de Dios.
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DOMINACIÓN ROMANA (141-6 a.C.)
141 a.C.: Dinastía asmonea en Palestina.
63 a.C.: Pompeyo conquista Jerusalén.
40 a.C.: El senado romano nombra a Herodes el Grande rey de
Judea.
29 a. C.: Octavio Augusto se convierte en el emperador de Roma.
La dinastía asmonea, descendiente de los Macabeos, se adhiere
al helenismo. El partido religioso hasidim se separa de ellos.
Surge el grupo de los fariseos, que significa “separados”.
HASIDIM
Término que deriva de la voz hebrea assidaei, que significa textualmente ‘devotos’. Erael nombre con el que se conocía a una corriente religiosa judía que se desarrollódurante el reinado en Judea de los monarcas seléucidas. En el siglo II a.C. fue necesariotraducir los libros del Antiguo Testamento al griego para los numerosos judíos quehabitaban ya en la diáspora y que sólo conocían el griego. Surgió entonces un conflictoentre dos formas de observancia de la religión hebrea: una corriente, la de loshelenistas, era partidaria del acercamiento a la cultura helena; el otro grupo, másconservador, consideraba incompatibles el judaísmo con el mundo y la cultura griega:éstos eran los hasidim. Durante el reinado de Antíoco IV, algunos de estos hasidim seunieron al partido de los macabeos en su lucha armada frente a la progresivahelenización del pueblo hebreo.
Este grupo no constituía una secta organizada, simplemente fue el nombre que se dio aaquéllos que defendían la pervivencia de las tradiciones judías frente a la crecientepenetración de la cultura griega llevada a cabo durante los reinados seléucidas.Algunos apoyaron a los macabeos, otros eran pacifistas pero les unía el estrictocumplimiento de las leyes y tradiciones judías, muchos de ellos se adhirieron a lassectas de los fariseos y de los esenios (de hecho, se considera a los hasidim como losprecursores del grupo de los fariseos).
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Las rebeliones en Judea dejan:
Conflictos entre los distintos grupos: los saduceos son
helenizantes; los fariseos, antihelenizantes; los escribas están
centrados en el estudio de la Ley; los esenios mantienen un
aislamiento voluntario para vivir la tradición hebrea en toda su
pureza.
Gran parte del pueblo hebreo vive en la miseria. Abundan
esclavos sin dueño, campesinos expulsados de sus tierras,
refugiados empobrecidos.
Los líderes políticos y religiosos ignoran al pueblo.
El pueblo anhela más que nunca la llegada del Mesías.
Roma interviene para proteger sus fronteras y solucionar
conflictos. Nombra como “rey asociado” a Herodes, que edifica
ciudades romanas en Palestina y reconstruye el Templo.
2. EJES TEOLÓGICOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
1. Pluralidad de teologías
En la redacción final de los escritos y colecciones del AT se percibe
una fuerte tendencia a acentuar los elementos unitarios de la fe
y religión de Israel. Sin embargo la religión de Israel es plural,
solo al final de la época veterotestamentaria existe una clara
unidad, un cuerpo de creencias y vivencias amplio y consistente,
pero esa unidad es fruto de una larga historia hecha de
asimilación e integración de las aportaciones de distintos autores
y grupos al patrimonio común. Por eso, no resulta extraño que
aun en su estadio final el AT deje traslucir indicios claros de esa
diversidad teológica. Por eso, hemos de acostumbrarnos a
contemplar cada libro o cada perspectiva teológica como ópticas
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distintas que permiten percibir más plenamente la riqueza de la
revelación.
2. Unidad de fe
La religión de Israel nació y se desarrolló en el ambiente politeísta
de las distintas civilizaciones del antiguo Oriente Próximo. Sin
embargo, desde al principio al final del AT late una firme
convicción monoteísta. Esta fe monoteísta se va perfilando
progresivamente a lo largo de la historia, en contacto o en
conflicto con expresiones, fórmulas y elementos cultuales
politeístas del entorno que llegaron a tener un fuerte arraigo
popular. La predicación de algunos profetas como Oseas, Isaías y
Jeremías contribuye decisivamente a definir las exigencias del
monoteísmo. Solo desde la reforma de Josías y, sobre todo, a
partir del exilio, la unidad de fe queda claramente formulada. El
resultado de este proceso es el fuerte teocentrismo que recorre y
unifica todos los escritos del AT, concebido finalmente como el
gran libro de la revelación de un único y mismo Dios, realizada a
través de los acontecimientos (historia) y de la palabra (ley y
profecía).
3. Una fe histórica
Esta fe monoteísta y teocéntrica es fundamentalmente una fe
histórica: Dios se ha revelado en la historia y a través de
acontecimientos históricos. Por eso la historia bíblica es sobre
todo, historia de salvación. Los llamados “credos históricos” de
Israel son la expresión cabal de esta profunda convicción: Dios se
ha dado a conocer en acontecimientos muy concretos de la
historia del pueblo como la liberación de Egipto, la alianza del
Sinaí, el don de la Tierra Prometida, la elección de David y
Jerusalén.
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4. Dimensión comunitaria de la fe: la alianza
El objeto de todas las intervenciones de Dios en la historia es el
pueblo de Israel: prefigurado en las personalidades corporativas
de sus ancestros y patriarcas, representado en sus mediadores
institucionales (Moisés, Samuel, David, etc.) o concretado en la
comunidad teocrática postexílica, se trata siempre del mismo
protagonista colectivo, que se convierte sucesivamente en el
objeto privilegiado de la elección de Dios, en el depositario de sus
promesas, en el interlocutor de su diálogo, en el “contrayente” de
su alianza, en el destinatario de sus amenazas, castigos y
bendiciones. En esta perspectiva, las figuras individuales sólo
adquieren relieve en la medida en que forman parte del pueblo, lo
sirven o lo representan.
Lo que mejor expresa esta dimensión comunitaria de la religión y
la fe de Israel es el concepto de la alianza, expresión perfecta de
las relaciones Dios-pueblo y uno de los principales ejes teológicos
de todo el AT. Dios ha sellado con su pueblo un pacto del que
derivan derechos y obligaciones mutuas, expresados a su vez en
la ley, verdadero protocolo de dicha alianza. El cumplimiento o
incumplimiento de sus condiciones acarreará bendiciones o
maldiciones. La constatación de la continua infidelidad del pueblo
y su incapacidad de respuesta irá abriendo paso, a partir de
Jeremías y Ezequiel, a la idea de una “nueva alianza”, más
espiritual y definitiva que la anterior, que pasará a engrosar el
cuerpo de expectativas mesiánicas.
5. Responsabilidad y destino del individuo
La dimensión comunitaria no anula la preocupación por el
individuo ni lo disuelve en el anonimato del colectivismo. En el
marco de la alianza el destino del individuo está indisolublemente
unido al de su comunidad: el individuo es solidario, para bien o
para mal, de la suerte del pueblo. Con el tiempo algunos profetas
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como Ezequiel y Jeremías apelan a la responsabilidad individual.
La literatura sapiencial tras el exilio refleja un claro cambio de
enfoque: el individuo es el último responsable de su conducta y,
en consecuencia, de su destino. Es lo que proclama en sus
diferentes formulaciones la doctrina de la retribución. Los últimos
escritos del AT como Daniel 12, 2 Macabeos y Sabiduría, con la
afirmación de la resurrección y la retribución ultramundana
abrirán al problema de que esa retribución no siempre es evidente
en esta vida, nuevas perspectivas.
6. Mesianismo: esperanza y utopía
Dos de los ejes más constantes y presentes en todo el AT son los
expresados en las fórmulas promesa-realización y profecía-
cumplimiento. Podríamos decir que todo el Pentateuco, los libros
históricos y proféticos, han sido estructurados a partir de esos
ejes o los convierten en sus contenidos fundamentales.
Las primeras promesas hechas a Abraham se irán enriqueciendo
con nuevos desarrollos hasta culminar en la posesión de la tierra.
La promesa dinástica hecha a David contribuirá a la estabilidad
de la monarquía y a la confianza en la protección de Dios sobre
Jerusalén y su ungido. Los anuncios proféticos, a su vez, pondrán
de manifiesto las limitaciones y caducidad de las antiguas
promesas, purificándolas y ensanchando su contenido.
La dura y decepcionante experiencia del exilio parecía significar
el fracaso y caducidad de todas las promesas y profecías
anteriores. Sin embargo, gracias a la labor de sacerdotes y
profetas, se empezó a abrir paso la esperanza en una futura y
decisiva intervención de Dios que culminaría en el triunfo sobre
todos los enemigos y en la instauración de su reino. Antiguos
conceptos como “día del Señor” y “ungido” (Mesías), se
espiritualizan, se cargan de nuevos contenidos y se convierten en
símbolo y expresión de las nuevas esperanzas.
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Las escatologíasi proféticas dan paso a la apocalíptica, y el
mesianismo en su doble versión: (real y profético) cataliza
esperanzas y utopías: se habla así de nueva alianza, nuevo David,
nueva Jerusalén, nuevo reino, nuevos cielo y tierra, nueva
creación; realidades todas en cuyo cumplimiento jugará un papel
decisivo el ungido o mesías futuro y esperado.
Los textos apocalípticos y mesiánicos convierten, de esta forma,
al AT en una obra abierta a futuras realizaciones y
cumplimientos. Jesús y la primera Iglesia releerán toda la
Escritura en esta última clave: el AT se convierte así en
anticipación, promesa y profecía de la decisiva intervención de
Dios acaecida en la vida, muerte y resurrección de Cristo Jesús.
Esta Nueva Alianza (testamento o pacto) es, finalmente,
cumplimiento, plenitud y superación de la Antigua Alianza.
i Doctrina o tratado de las cosas o tiempos últimos y tiene por objeto los acontecimientos que seguirán a la decisiva intervención de Dios al final de los tiempos, de la que se hacen eco constante tanto el AT como el NT.
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