Añodepublicación:1863
Sinopsis: Primera obra del ciclo que el propio Julio Verne tituló «Viajesextraordinarios». Cinco semanas en globo reúne ya lamayor parte de loselementosquehanhechodesuautorunclásico indicutible.Con todo,porencimadelatramaqueatrapaallectordesdelasprimeraspáginas,delvigorpoético y sombólico que por momentos lo conecta con las principalescorrientesliterariasdesusiglo,enlapresentenovelaseaspira,indeleble,elaromadelaaventura,deldescubrimientodeloexóticoylodesconocido,delosespaciosinexploradosdondelasorpresaaúnesposible.
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JulioVerne
CincosemanasengloboePUBv2.0
akilino31.07.12
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Títulooriginal:Cinqsemainesenballon.VoyagesdedécouvertesenAfriquepartroisanglais.RédigésurlesnotesdudocteurFergussonJulioVerne,1863.
Editor:akilinoePubbasev2.0
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CAPITULOI
Eldía14deenerode1862habíaasistidounnumerosoauditorioalasesióndelaRealSociedadGeográficadeLondres,plazadeWaterloo,3.Elpresidente,sirFrancisM… comunicaba a sus ilustres colegas un hecho importante en un discursofrecuentementeinterrumpidoporlosaplausos.
Aquella notable muestra de elocuencia finalizaba con unas cuantas frasesrimbombantes en las que el patriotismo manaba a borbotones: «Inglaterra hamarchadosiemprealacabezadelasnaciones(yasesabequelasnacionesmarchanuniversalmente a la cabeza unas de otras) por la intrepidez con que sus viajerosacometen descubrimientos geográficos. (Numerosas muestras de aprobación). Eldoctor Samuel Fergusson, uno de sus gloriosos hijos, no faltará a su origen. (Pordoquier. ¡No! ¡No!). Su tentativa, si la corona el éxito (gritos de: ¡La coronará!),enlazará, completándolas, las nociones dispersas de la cartografía africana(vehemente aprobación), y si fracasa (gritos de: ¡Imposible! ¡Imposible!), quedaráconsignada en laHistoria como una de lasmás atrevidas concepciones del talentohumano.(Entusiasmofrenético)».
—¡Hurra! ¡Hurra! —aclamó la asamblea, electrizada por tan conmovedoraspalabras.
—¡Hurra por el intrépido Fergusson! —exclamó uno de los oyentes másexpansivos.
Resonaronentusiastasgritos.ElnombredeFergussonsaliódetodaslasbocas,yfundadosmotivostenemosparacreerqueganómuchopasandoporgaznatesingleses.El salón de sesiones se estremeció. Allí se hallaba, sin embargo, un sinfín deintrépidosviajeros,envejecidosyfatigados,alosquesutemperamentoinquietohabíallevadoarecorrerlascincopartesdelmundo.Todosellos,enmayoromenormedida,habíanescapadofísicaomoralmentealosnaufragios,losincendios,lostomahawkdelosindios,losrompecabezasdelossalvajes,loshorroresdelsuplicioolosestómagosde la Polinesia. Pero nada pudo contener los latidos de sus corazones durante eldiscursodesirFrancisM…ylaRealSociedadGeográficadeLondres,sinduda,norecuerdaotrotriunfooratoriotancompleto.
Peroen Inglaterra el entusiasmono se reduceavanaspalabras.AcuñamonedaconmásrapidezaunquelosvolantesdelaRoyalMint.Seabrió,antesdelevantarselasesión,unasuscripciónafavordeldoctorFergussonquealcanzólasumadedosmilquinientas libras.La importanciade lacantidadrecaudadaguardabaproporciónconlaimportanciadelaempresa.
UnodelosmiembrosdelasociedadinterpelóalpresidenteparasabersieldoctorFergussonseríapresentadooficialmente.
—Eldoctorestáadisposicióndelaasamblea—respondiósirFrancisM…
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—¡Queentre!¡Queentre!—gritarontodos—.Buenoesqueveamosconnuestrospropiosojosaunhombredetanextraordinariaaudacia.
—Acaso tan increíble proposición —dijo un viejo comodoro apoplético— notengamásobjetoqueembaucarnos.
—¿YsieldoctorFergussonnoexistiera?—preguntóunavozmaliciosa.—Tendríamosqueinventarlo—respondióunmiembrobromistadeaquellagrave
sociedad.—HaganpasaraldoctorFergusson—dijosencillamentesirFrancisM…Yeldoctorentróentreestrepitososaplausos,sinconmoverselomásmínimo.Era un hombre de unos cuarenta años, de estatura y constitución normales; el
subido color de su semblante ponía en evidencia un temperamento sanguíneo; suexpresiónera fría,yen sus facciones,quenada teníandeparticular, sobresalíaunanariz asaz voluminosa, a guisa de bauprés, como para caracterizar al hombrepredestinado a los descubrimientos; sus ojos, de mirada muy apacible y másinteligente que audaz, otorgaban un gran encanto a su fisonomía; sus brazos eranlargos y sus pies se apoyaban en el suelo con el aplomo propio de los grandesandarines.
Todalapersonadeldoctorrespirabaunagravedadtranquila,quenopermitíaniremotamenteacariciarlaideadequepudieseserinstrumentodelamásinsignificantefarsa.
Asíesqueloshurrasylosaplausosnocesaronhastaque,conunademánamable,el doctor Fergusson pidió un poco de silencio. A continuación se acercó al sillóndispuesto expresamente para él y desde allí, en pie, dirigiendo a los presentes unamiradaenérgica,levantóhaciaelcieloelíndicedelamanoderecha,abriólabocaypronuncióestasolapalabra:
—¡Excelsior!¡No! ¡Ni una interpelación inesperada de los señores Dright y Cobden, ni una
demanda de fondos extraordinarios por parte de lord Palmerston para fortificar lospeñascosdeInglaterra,habíanobtenidonuncaunéxitotancompleto!Eldiscursodesir FrancisM…había quedado atrás,muy atrás.El doctor semanifestaba a la vezsublime,grande, sobrioycircunspecto;habíapronunciado lapalabraadecuadaa lasituación:«¡Excelsior!».
El viejo comodoro, completamente adherido a aquel hombre extraordinario,reclamólainserción«íntegra»deldiscursodeSamuelFergussonenlosProceedingsoftheRoyalGeographicalSocietyofLondon.
¿Quiénera,pues,aqueldoctor,ycuállaempresaqueibaaacometer?ElpadredeljovenFergusson, denodado capitán de laMarina inglesa, había asociado a su hijo,desde sumás tierna edad, a los peligros y aventuras de su profesión.Aquel dignoniño,quenoparecióhaberconocidonuncaelmiedo,anunciómuyprontountalento
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despejado, una inteligencia de investigador, una afición notable a los trabajoscientíficos; mostraba, además, una habilidad poco común para salir de cualquieratolladero; no se apuró nunca por nada de este mundo, ni siquiera a la hora deservirseporvezprimeraenlacomidadeltenedor,cosaenlaquelosniñosnosuelensobresalir. Su imaginación se inflamó muy pronto con la lectura de las empresasaudacesydelasexploracionesmarítimas.SiguióconpasiónlosdescubrimientosqueseñalaronlaprimerapartedelsigloXIXysoñóconlagloriadelosMungo-Park,delosBruce,delosCaillié,delosLevaillant,einclusounpoco,segúncreo,conladeSelrik,elRobinsónCrusoe,quenoleparecíainferior.¡Cuántashorasbienocupadaspasó con él en la isla de Juan Fernández! Aprobó con frecuencia las ideas delmarinero abandonado; discutió algunasveces susplanesy susproyectos.Él habríaprocedidodeotromodo,talvezmejor;encualquiercaso,igualdebien.Pero,desdeluego,jamáshabríadejadoaquellaisladebienaventuranza,dondeeratanfelizcomounreysinsúbditos…No,nisiquieraenelcasodequelehubierannombradoprimerlorddelAlmirantazgo.
Dejo a la consideración del lector si semejantes tendencias se desarrollarondurante su aventurera juventud lanzada a los cuatro vientos. Su padre, hombreinstruido, no dejaba de consolidar aquella perspicaz inteligencia con estudioscontinuadosdehidrografía,físicaymecánica,acompañadosdealgunasnocionesdebotánica,medicinayastronomía.
Alamuertedeldignocapitán,SamuelFergussonteníaveintidósañosdeedadyhabíadadoyalavueltaalmundo.Ingresóenelcuerpodeingenierosbengalíesysedistinguióenvariasacciones;perolaexistenciadesoldadonoleconvenía,dadasuescasa inclinación a mandar y menos aún a obedecer. Dimitió y, ya cazando, yaherborizando,remontóhaciaelnortedelapenínsulaindiaylaatravesódesdeCalcutaaSurate.Unsimplepaseodeaficionado.DesdeSuratelevemospasaraAustralia,ytomarparte,en1845,enlaexpedicióndelcapitánSturt,encargadodedescubriresemarCaspioquesesuponeexisteenelcentrodeNuevaHolanda.En1850,SamuelFergusson regresó a Inglaterra y, más dominado que nunca por la fiebre de losdescubrimientos, acompañó hasta 1853 al capitánMacClure en la expedición quecosteó el continente americano desde el estrecho de Behring hasta el cabo deFarewel. A pesar de todas las fatigas, y bajo todos los climas, Fergusson resistíamaravillosamente.Sehallabaasusanchasenmediodelasmayoresprivaciones.Eraelperfectoviajero,cuyoestómagosereduceosedilataavoluntad,cuyaspiernasseestiranoseencogensegúnlaimprovisadacama,yqueseduermeacualquierhoradeldíaydespiertaacualquierhoradelanoche.
Nadamenosasombrosoporconsiguiente,quehallaranuestroinfatigableviajerovisitandodesde1855hasta1857todoeloestedelTíbetencompañíadeloshermanosSchtagintweit,paratraernosdeaquellaexploraciónobservacionesetnográficasdelo
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más curioso. Durante aquellos viajes, Samuel Fergusson fue el corresponsal másactivoeinteresantedelDailyTelegraph,eseperiódicoquecuestaunpeniqueycuyatirada,queasciendeacientocuarentamilejemplaresdiarios,apenaslograabastecerasusmillonesdelectores.
Así pues, el doctor era hombre bien conocido, pese a no pertenecer a ningunainstitución científica, ni a las Reales Sociedades Geográficas de Londres, París,Berlín,VienaoSanPetersburgo, ni alClubde losViajeros, ni siquiera a laRoyalPolitechnicInstitution,dondesuamigo,elestadistaKokburn,metíamuchoruido.Undía Kokburn le propuso, para darle gusto, resolver el siguiente problema: dado elnúmerodemillasrecorridasporeldoctoralrededordelmundo,¿cuántasmillasmáshaandadosucabezaquesuspies,teniendoencuentaladiferenciadelosradios?Obien, conociendo el número de millas recorridas por los pies y por la cabeza deldoctor, calcular su estatura con toda exactitud. Pero Fergusson continuabamanteniéndose alejado de las sociedades científicas, pues era feligrésmilitante, noparlante;leparecíaemplearmejoreltiempoinvestigandoquediscutiendo,ypreferíaundescubrimientoaciendiscursos.
CuéntasequeuningléssetrasladóaGinebraconintencióndevisitarellago.Lemetieronenuncarruajeantiguoenelquelosasientosestabandelado,comoenlosómnibus,yaélletocóporcasualidadestarsentadodeespaldasallago.Elcarruajerealizópacíficamentesuviajecircularynuestroinglés,aunqueniunasolavezvolviólacabeza,regresóaLondresperdidamenteenamoradodellagodeGinebra.
EldoctorFergusson,porsuparte,durantesusviajessehabíavueltomásdeunavez, y de tal modo que había visto mucho. No hacía más que obedecer a sunaturaleza, y tenemosmásdeunmotivovalederopara creer que era algo fatalista,aunquedeun fatalismomuyortodoxo,puescontabaconsigomismoyhastacon laProvidencia;sesentíamásbienempujadoalosviajesqueatraídoporellosyrecorríaelmundoalamaneradeunalocomotora,lacualnosedirige,sinoqueesdirigidaporelcamino.
—Yonosigomicamino—decíaeldoctorconfrecuencia—;elcaminomesigueamí.
Anadieasombrará,pues,laindiferenciaysangrefríaconqueacogiólosaplausosde laRealSociedad; estabamuyporencimade talesmiserias, exentodeorgulloymás aún de vanidad; le parecía muy sencilla la proposición que había dirigido alpresidente, sir FrancisM… y ni siquiera se percató del inmenso efecto que habíaproducido.
Despuésde lasesión,eldoctor fueconducidoalTraveller'sClub,enPallMall,dondesecelebrabaunsoberbiobanquete.Lasdimensionesdelaspiezasservidasalamesa guardaban proporción con la importancia del personaje, y el esturión quefigurabaen tan espléndida comidanomedíaniun centímetromenosque el propio
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SamuelFergusson.Se hicieron numerosos brindis con vinos de Francia en honor de los célebres
viajerosquesehabíanilustradoenlastierrasdeÁfrica.Sebebióasusaludoensumemoria, y por orden alfabético, lo que es muy inglés: por Abbadie, Adams,Adamson,Anderson,Arnaud,Baikie,Baldwin,Barth,Batuoda,Beke,Beltrame,DuBerba,Binbanchi,Bolohnesi,Bolwik,Bolzoni,Bonnemain,Brisson,Browne,Bruce,Brun-Rollet, Burchell, Burtckhardt, Burton, Caillaud, Caillié, Campbell, Chapman,Clapperton, Clol Rey, Colomien, Courval, Cumming, Cunny, Debono, Decken,Denham, Desavamchers, Dicksen, Dickson, Dochard, Duchaillu, Duncan, Durand,Duroulé, Duveyrier, Erchardt, D'Escayrac de Lautore, Ferret, Fresnel, Gallnier,Galton, Geoffroy, Golberry, Hahn Hahn, Harnier, Hecquart, Heuglin, Homernann,Houghton,ImbertKaufmann,Knoblecher,Krapf,Kummer,Lafaille,Lafargue,Laing,Lambert, Lamiral, Lamprière, John Lander, Richard Lander, Lefebre, Lejean,Levaillan, Livingstone, Maccarthie, Magglar, Maizan, Malzac, Moffat, Mollien,Monteiro, Morrison, Mungo-Park, Neimans, Overweg, Panett, Partarrieau, Pascal,Pearse,Peddie,Peney,Petherick,Poncet,Puax,Raffene,Rath,Rebmann,Richardson,Riley, Ritchie, Rochet D'Aricourt, Rongawi, Roscher, Ruppel Saugnier, Speke,Steidner, Tribaud, Thompson, Thornton, Toole, Tousny, Trotter, Tuckey, Tyrwitt,Vaudey, Veyssiére, Vincent, Vinco, Vogel, Warhlberg, Warington, Washington,Werne,Wildy,porúltimo,poreldoctorSamuelFergusson,elcual,consuincreíbletentativa,debíaenlazar los trabajosdeaquellosviajerosycompletar la seriede losdescubrimientosafricanos.
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CAPITULOII
Al día siguiente, en su número del 15 de enero, elDailyTelegraph publicó unartículoconcebidoenlossiguientestérminos:
África desvelará por fin el secreto de sus vastas soledades.UnEdipomodernonosdarálaclavedelenigmaquenohanpodidodescifrarlossabiosdesesentasiglos.Enotro tiempo,buscarelnacimientodelNilo, fontesNiliquoerere, seconsiderabaunatentativainsensata,unairrealizablequimera.
El doctor Barth, siguiendo hasta Sudán el camino trazado por Denham yClapperton;eldoctorLivingstone,multiplicandosusintrépidasinvestigacionesdesdeel cabo de Buena Esperanza hasta el golfo de Zambeze; y los capitanes Burton ySpeke,coneldescubrimientodelosGrandesLagosinteriores,abrierontrescaminosa la civilización moderna. Su punto de intersección, al cual no ha podido llegarningúnviajero,eselcorazónmismodeÁfrica.Haciaahídebenencaminarse todoslosesfuerzos.
Pues bien, los trabajos de aquellos atrevidos pioneros de la ciencia quedaránenlazados gracias a la audaz tentativa del doctor Samuel Fergusson, cuyasimportantes exploraciones han tenido ocasión de apreciarmás de una vez nuestroslectores.
El intrépidodescubridor (discoverer) seproponeatravesarenglobo todaÁfricadeesteaoeste.Sinoestamosmalinformados,elpuntodepartidadesusorprendenteviajeserálaisladeZanzíbar,enlacostaoriental.Encuantoalpuntodellegada,tansólolaProvidencialosabe.
AyersepresentóoficialmenteenlaRealSociedadGeográficalapropuestadeestaexploración científica, y se concedieron dosmil quinientas libras para sufragar losgastos de la empresa. Tendremos a nuestros lectores al corriente de tan audaztentativa,sinprecedenteenlosfastosgeográficos.
Como era de esperar, el artículo del Daily Telegraph causó un gran alboroto.Levantó las tempestades de la incredulidad, y el doctor Fergusson pasó por un serpuramentequimérico,inventadoporelseñorBarnum,quedespuésdehabertrabajadoenEstadosUnidos,sedisponíaa«hacer»lasislasBritánicas.
EnGinebra,enelnúmerodefebrerodelosBoletinesdelaSociedadGeográfica,aparecióunarespuestahumorística;suautorseburlaba,connopocoingenio,de laRealSociedaddeLondres,delTraveller'sClubydelfenomenalesturión.
PeroelseñorPetermann,ensusMittneilungen,publicadosenGotha, impusoelmás absoluto silencio al periódico de Ginebra. El señor Petermann conocíapersonalmente al doctor Fergusson y salía garante de la empresa de su valerosoamigo.
Todaslasdudasseinvalidaronmuypronto.EnLondressehacíanlospreparativos
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delviaje;lasfábricasdeLyonhabíanrecibidoelencargodeunaimportantecantidadde tafetán para la construcción del aeróstato; y el Gobierno británico ponía adisposicióndeldoctoreltransporteResolute,almandodelcapitánPennet.
Brotaron estímulos, estallaron felicitaciones. Los pormenores de la empresaaparecieron muy circunstanciados en los Boletines de la Sociedad Geográfica deParís y se insertó un artículo notable en los Nuevos Anales de viajes, geografía,historia y arqueología de V. A. Malte-Brun. Un minucioso trabajo publicado enZeitschriftAlgemeineErdKundeporeldoctorW.Kouer,demostrólaposibilidaddelviaje, sus probabilidades de éxito, la naturaleza de los obstáculos y las inmensasventajas de la locomoción por vía aérea; no censurómás que el punto de partida;creíapreferiblesalirdeMassaua,ancóndeAbisinia,desdeelcualJamesBruce,en1768, se había lanzado a la exploración del nacimiento del Nilo. Admiraba sinreservaalgunaelcarácterenérgicodeldoctorFergussonysucorazóncubiertoconuntripleescudodebroncequeconcebíaeintentabasemejanteviaje.ElNorthAmericanReviewvio,nosindisgusto,queestabareservadaaInglaterratanaltagloria;procuroponerenridículo laproposicióndeldoctor,y le indicóque,hallándoseentanbuencamino,noparasehastaAmérica.
En una palabra, sin contar los diarios del mundo entero, no hubo publicacióncientífica, desde el Journal desMissions evangéliqueshasta laRevue algérienne etcoloniale,desdelosAnnalesdelaPropagationdelaFoihastaelChurchMissionaryIntelligencer,quenoconsideraseelhechobajotodossusaspectos.
En Londres y en toda Inglaterra se hicieron considerables apuestas: primero,sobrelaexistenciarealosupuestadeldoctorFergusson;segundo,sobreelviajeensí,quenoseintentaría,segúnunos,ysegúnotrosseemprenderíapronto;tercero,sobresi tendría o no éxito; y cuarto, sobre las probabilidades o improbabilidades delregreso del doctor Fergusson. En el libro de las apuestas se consignaron enormessumas,comosisehubiesetratadodelascarrerasdeEpsom.
Asípues,créduloseincrédulos,ignorantesysabios,fijarontodossuatencióneneldoctor,elcualseconvirtióenunacelebridadsinsospecharlo.Diogustosonoticiasprecisasdesusproyectosexpedicionarios.Hablabaconquienqueríahablarleyeraelhombremásfrancodelmundo.Se lepresentaronalgunosaudacesaventurerosparaparticipardelagloriaypeligrosdesutentativa,perosenegóallevarlosconsigosindarrazóndesunegativa.
Numerosos inventoresdemecanismosaplicablesa ladirecciónde losglobos lepropusieronsusistema,peronoquisoaceptarninguno.Alosque lepreguntabansiacercadelparticularhabíadescubiertoalgonuevo,lesdejósinningunaexplicación,ysiguióocupándose,conunaactividadcreciente,delospreparativosdesuviaje.
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CAPITULOIII
EldoctorFergussonteníaunamigo.Noeraésteunaréplicadesímismo,unalterego,pueslaamistadnopodríaexistirentredosseresabsolutamenteidénticos.
Pero, si bien poseían cualidades y aptitudes diferentes y un temperamentodistinto,DickKennedyySamuelFergussonvivíananimadosporunmismoyúnicocorazón,cosaque,lejosdemolestarles,lescomplacía.
DickKennedyeraescocésentodalaaceptacióndelapalabra;franco,resueltoyobstinado.VivíaenlaaldeadeLeith,cercadeEdimburgo,unverdaderoarrabaldela«ViejaAhumada».Avecespracticabalapesca,peroentodaspartesysiempreerauncazador determinado, lo que nada tiene de particular en un hijo deCaledonia algoaficionadoa recorrer lasmontañasdeHighlands.Se lecitabacomounmaravillosotiradordeescopeta,puesnosólopartía lasbalascontralahojadeuncuchillo,sinoquelaspartíaendosmitades tanigualesque,pesándolas luego,nosehallabaentreunayotradiferenciaapreciable.
LafisonomíadeKennedyrecordabamucholadeHalbertGlendinningtalcomolo pintó Walter Scott en El Monasterio. Su estatura pasaba de seis pies inglesesaunqueagraciadoy esbelto, parecía estar dotadodeuna fuerzahercúlea.Un rostromuy tostado por el sol, unos ojos vivos y negros, un atrevimiento natural muydecidido,algo,enfin,debondadysolidezentodasupersona,predisponíaenfavordelescocés.
LosdosamigosseconocieronenlaIndia,dondeservíanenunmismoregimiento.MientrasDickcazabatigresyelefantes,Samuelcazabaplantaseinsectos.Cadacualpodíablasonardediestroensuespecialidad,ymásdeunaplantararacogióeldoctor,cuya conquista le costó tanto como un buen par de colmillos de marfil. Los dosjóvenesnuncatuvieronocasióndesalvarselavidaunoaotronideprestarseservicioalguno, por lo que su amistad permanecía inalterable. Algunas veces les alejó lasuerte,perosiemprelesvolvióaunirlasimpatía.
AlregresaraInglaterra,lessepararonconfrecuencialaslejanasexpedicionesdeldoctor,peroeste,alavuelta,nodejónuncadeir,noyaapreguntarporsuamigoelescocés,sinoapasarconélalgunassemanas.
Dick hablaba del pasado, Samuel preparaba el porvenir; el uno miraba haciaadelante,elotrohaciaatrás.DeelloresultabaqueFergussonteníaelánimosiempreinquieto,mientrasqueKennedydisfrutabadeunaperfectacalma.
DespuésdesuviajealTíbet,eldoctorestuvodosañossinhablardeexpedicionesnuevas. Dick llegó a imaginar que se habían apaciguado los instintos de viaje eimpulsosaventurerosdesuamigo,loquelecomplacíaenextremo.Lacosa,sedecíaasímismo, teníaundíauotroqueconcluirdemalamanera.Pormásquese tengadon de gentes, no se viaja impunemente entre antropófagos y fieras. Kennedy
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procuraba,pues,tenerarayaaSamuel,quehabíahechoyabastanteporlacienciaydemasiadoparalagratitudhumana.Eldoctornorespondíaunapalabra;permanecíapensativo y después se entregaba a secretos cálculos, pasando las noches enoperacionesdenúmerosyexperimentosconaparatossingularesdelosquenadiesepercataba.Sepercibíaqueensucerebrofermentabaungranpensamiento.
—¿Quéestarátramando?—sepreguntóKennedyenenero,cuandosuamigoseseparódeélparavolveraLondres.
UnamañanalosupoporelartículodelDailyTelegraph.—¡Misericordia! ——exclamó—. ¡Insensato! ¡Loco! ¡Atravesar África en un
globo! ¡Es lo único que nos faltaba! ¡He aquí en lo quemeditaba desde hace dosaños!
Sustituyan todos esos signos de admiración por puñetazos enérgicamenteasestadosenlacabeza,yseharánunaideadelejercicioalqueseentregabaelbuenDickmientrasproferíasemejantespalabras.
CuandolaviejaElspteh,queerasuamadellaves,insinuóquepodíatratarsemuybiendeunachanza,élrespondió:
—¡Unachanza!No,leconozcodemasiado,yaséyodequépiecojea.¡Viajarporelaire!¡Ahoraselehaocurridotenerenvidiadelaságuilas!¡No,noseirá!¡Yoleatarécorto!¡Siledejase,eldíamenospensadosenosiríaalaLuna!
Aquella misma tarde, Kennedy, inquieto y también incomodado, tomó elferrocarrilenGeneralRailwayStation,yaldíasiguientellegóaLondres.
Trescuartosdehoradespuésseapeódeuncochedealquilerjuntoalapequeñacasadeldoctor,enSohoSquare,GreekStreet,seencaramóporlaescalerayllamóalapuertacincovecesseguidas.LeabrióFergussonenpersona.
—¿Dick?—dijosinmuchoasombro.—Elmismo—respondióKennedy.—¡Cómo,miqueridoDick!¿TúenLondresdurantelascaceríasdeinvierno?—YoenLondres.—¿Yquétetraeporaquí?—Lanecesidaddeimpedirunalocuraquenotienenombre.—¿Unalocura?—preguntóeldoctor.—¿Esciertoloquediceesteperiódico?—replicóKennedy,mostrandoelnúmero
delDailyTelegraph.—¡Ah! ¿Te refieres a eso? ¡Qué indiscretos son los periódicos! Pero, siéntate,
Dick.—Noquierosentarme.¿Deverdadtieneslaintencióndeemprendereseviaje?—Yalocreo.Estoyhaciendolospreparativosypienso…—¿Dóndeestánesospreparativos,quequierohacerlospedazos?¿Dóndeestán?Eldignoescocésestabaverdaderamentefurioso.
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—Calma, mi querido Dick—repuso el doctor—. Comprendo tu cólera. Estásofendidoconmigoporquehasta ahorano tehe contadonadaacercademisnuevosproyectos.
—¡Yaesolellamasnuevosproyectos!—Estabamuyocupado—añadióSamuelsinadmitirlainterrupción—,hetenido
quehacermuchascosas.Pero,tranquilízate,nohubierapartidosinescribirte…—Meríoyo…—Porquetengointencióndellevarteconmigo.Elescocésdiounsaltodignodeuncamello.—¿Conqueésastenemos?—repuso—.¿Pretendesquenosencierrenalosdosen
elhospitaldeBetlehem?—He contado positivamente contigo, carísimo Dick, y te he escogido a ti
excluyendo a muchos aspirantes. —Kennedy estaba atónito—. Cuando me hayasescuchado durante diezminutos—respondió tranquilamente el doctor—,me daráslasgracias.
—¿Hablasenserio?—Muyenserio.—¿Ysimeniegoaacompañarte?—Notenegarás.—Pero¿ysimeniego?—Meirésolo.—Sentémonos—dijoelcazador—,yhablemosdesapasionadamente.Puestoque
nobromeas,valelapenadiscutirelasunto.—Discutamosalmorzando,sinotienesenelloinconveniente,miqueridoDick.Los dos amigos se sentaron a la mesa frente a frente, entre un montón de
emparedadosyunaenormetetera.—AmigoSamuel—dijoelcazador—,tuproyectoesinsensato.¡Esderealización
imposible!¡Esdetodopuntoimpracticable!—Esoloveremosdespuésdehaberlointentado.—Precisamenteesoesloquenohayquehacer,intentarlo.—¿Porqué?—¿Ylospeligrosyobstáculosdetodogénero?—Losobstáculos—contestógravementeFergusson—sehaninventadoparaser
vencidos.Encuantoalospeligros,¿quiénpuedeestarsegurodequelosevita?Todoespeligroenlavida.Peligrosopuedesersentarsealamesaoponerseelsombrero;además,esprecisoconsiderarloquedebesucedercomosihubieseyasucedido,ynovermásqueelpresenteenelporvenir,puestoqueelporvenirnoessinounpresentealgomáslejano.
—¿Quédices?—replicóKennedy,encogiéndosedehombros—.Eresunfatalista.
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—Fatalistaenelbuensentidodelapalabra.Nonospreocuparemosdeloquelasuertenosreservaynoolvidemosjamásnuestroproverbioinglés:«Hagaloquehaga,noseahogaráquienhanacidoparaserahorcado».
Nohabíanadaqueresponder,loquenoimpidióaKennedyeslabonarunaseriedeargumentosfácilesdeimaginar,peroqueresultaríainterminablereproduciraquí.
—Enfin—dijo,despuésdeunahoradediscusión—,siteempeñasenatravesarÁfrica, si ello es necesario para tu felicidad, ¿por qué no tomas los caminosordinarios?
—¿Porqué?—respondióeldoctor,animándose—.¡Porquehastaahoratodaslastentativas han fracasado! ¡Porque desdeMungo-Park, asesinado en el Níger, hastaVogel,quedesaparecióenelWadal;desdeOudney,muertoenMurmur,yClapperton,muertoenSackatou,hastaMaizan,hechopedazos;desdeelmayorLaing,asesinadoporlostuaregs,hastaRoscherdeHamburgo,degolladoaprincipiosdel1860,sehaninscrito numerosas víctimas en elmartirologio africano! ¡Porque luchar contra loselementos,contraelhambre,lasedylafiebre,contralosanimalesferocesycontratribus más feroces aún es imposible! ¡Porque lo que no se puede hacer de unamanera, debe intentarse de otra! ¡En fin, porque cuando no se puede pasar por enmedio,sepasaporunladooporencima!
—¡Si no se tratase más que de pasar!—replicó Kennedy—. ¡Pero es posiblecaerse!
—Y bien —repuso el doctor con la mayor sangre fría—, ¿qué puedo temer?Comosupondrás,hetomadomisprecaucionesparanosufrirunacaídadelglobo;y,si éste me fallase, me hallaría en tierra en las condiciones normales de losexploradores.Peromiglobonomefallará;nisiquieraconsiderotalposibilidad.
—Puesesmenesterconsiderarla.—No,amigoDick.Nopiensosepararmedemiglobohastaquehayallegadoala
costa occidental de África. Con él, todo es posible; sin él, quedo expuesto a lospeligros y obstáculos naturales de tan difícil expedición; con él, ni el calor, ni lostorrentes, ni las tempestades, ni el simún, ni los climas insalubres, ni los animalessalvajes,niloshombrespuedeninspirarmemiedoalguno.Sitengodemasiadocalor,subo;sitengofrío,bajo;siencuentrounamontaña,lasalvo;siunprecipicio,lopaso;siunrío,loatravieso;siunatempestad,ladomino;siuntorrente,locruzocomounpájaro. Avanzo sin cansarme, me detengo sin necesidad de reposo. Planeo sobreciudadesdesconocidas.Vueloconlarapidezdelhuracán,tanprontoporlasregionesmáselevadasdelaatmósferacomoacienpasosdetierra,yelmapadeÁfricaseabreantemisojosenelgranatlasdelmundo.
El buen Kennedy empezaba a emocionarse, y sin embargo, el espectáculoevocado le producía vértigo.Contemplaba aSamuel con admiración, pero tambiénconmiedo;leparecíaqueestabayabalanceándoseenelespacio.
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—Veamos—dijo—.Reflexionemosunpoco,amigoSamuel.¿Hashalladopues,elmediodedirigirlosglobos?
—Porsupuestoqueno.Esunautopía.—Entonces,irás…—AdondequieralaProvidencia;peroserádelestealoeste.—¿Porqué?—Porquecuentoconvalermedelosvientosalisios,cuyadirecciónesconstante.—¡Es verdad! —exclamó Kennedy, reflexionando—. Los vientos alisios…
Seguramente…Enrigor,sepuede…Algohay…—¡Sihayalgo!No,amigomío,haymásquealgo.ElGobiernoingléshapuesto
un transporte a mi disposición, y está también resuelto que crucen tres o cuatrobuquesporlacostaoccidentalhacialaépocapresuntademillegada.Dentrodetresmeses, todo lomás,mehallaréenZanzíbar,dondehincharémiglobo,ydesdeallínoslanzaremos…
—¿Noslanzaremos?—exclamóDick.—¿Teatreverásahacermeaúnalgunanuevaobjeción?Habla,amigoKennedy.—¡Una objeción! Seme ocurrenmás demil; pero entre otras, dime: si tienes
previstoconocer elpaís, si tienesprevisto subirybajar a tu albedrío,no lopodráshacersinperdergas;hastaahoranosehapodidoprocederdeotramanera,loquehaimpedidosiemprelaslargasperegrinacionesporlaatmósfera.
—QueridoDick,sólotediréunacosa:yonoperderéniunátomodegas,niunamolécula.
—¿Ybajaráscuandoquieras?—Cuandoquiera.—¿Cómo?—Elcómoesmisecreto,amigoDick.Tenconfianza,yquemidivisasealatuya:
¡Excelsior!—Pues bien, ¡Excelsior!—respondió el cazador, que no sabía una palabra de
latín.Sin embargo, estaba decidido a oponerse por todos los medios posibles a la
partida de su amigo.Demomento fingió adherirse a su parecer y se contentó conobservar.EncuantoaSamuel,fueaactivarsuspreparativos.
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CAPITULOIV
LalíneaaéreaqueeldoctorFergussonseproponíaseguirnohabíasidoescogidaal azar; su punto de partida fue cuidadosamente estudiado, y no sin razón elexploradorresolvióverificarlaascensióndesdelaisladeZanzíbar.Estaisla,situadacerca de la costa oriental de África, se encuentra a 60 de latitud austral, es decir,cuatrocientas treintamillasgeográficasdebajodelecuador.Deaquella islaacababadepartirlaúltimaexpediciónenviadaporlosGrandesLagosenbuscadelnacimientodelNilo.
Pero conviene indicar qué exploraciones esperaba enlazar el doctor Fergussonunasconotras.
Destacandos:ladeldoctorBarth,en1849,yladelostenientesBurtonySpeke,en1858.
El doctor Barth es un hamburgués que obtuvo para sí y para su compatriotaOverwegelpermisodeunirse a la expedicióndel inglésRichardson, encargadodeunamisiónenSudán.
Sudánesunvastopaíssituadoentrelos150ylos100delatitudnorte,esdecir,queparallegaraélesmenesterpenetrarmásdemilquinientasmillasenelinteriordeÁfrica.
HastaentoncesaquellacomarcaúnicamenteeraconocidaporelviajedeDenham,ClappertonyOudney,verificadoentre1822y1824.Richardson,BarthyOverweg,ansiososdellevarmáslejossusinvestigaciones,lleganaTúnezyaTrípoli,comosusantecesores,yluegoaMurzuk,capitaldelFezzán.
Abandonan entonces la línea recta y tuercen en dirección oeste, hacia Ghat,guiados, no sin dificultades, por los tuaregs. Después de mil escenas de saqueo,vejacionesyataquesamanoarmada,sucaravanallegaenoctubrealvastooasisdelAsben.EldoctorBarthseseparadesuscompañeros,haceunaexcursiónalaciudadde Agadés y se incorpora de nuevo a la expedición, la cual vuelve a ponerse enmarcha el 12 de diciembre. Ésta llega a la provincia de Damergu, donde los tresviajerosseseparan,yBarth,quetomaelcaminodeKano,llegaaestepuntoafuerzadepacienciaypagandoconsiderablestributos.
Apesardeunafiebreintensa,dejalaciudaddeKanoel7demarzo,acompañadoporunsolocriado.ElprincipalobjetodesuviajeesreconocerellagoChad,delcualleseparanaún trescientascincuentamillas.Avanza,pues,haciaelesteyalcanza laciudaddeZuricolo, enBornu,quees elnúcleodelgran imperio centraldeÁfrica.AllíseenteradelamuertedeRichardson,debidaalafatigaylasprivaciones.LlegaaKuka,capitaldeBornu,aorillasdel lago.Alcabode tres semanas, el14deabril,docemesesymediodespuésdehabersalidodeTrípoli,alcanzalaciudaddeNgornu.
Levolvemosaencontrarpartiendoel29demarzode1851,conOverweg,para
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visitarelreinodeAdamaua,alsurdellago.LlegaalaciudaddeYola,unpocomásabajodelos90delatitudnorte;esellímiteextremoalcanzadoalsurportanatrevidoviajero.EnagostovuelveaKuka,desdedonderecorresucesivamenteelMandara,elBaguirmiyelKanem,yalcanzacomo límiteextremoaleste laciudaddeMesena,situada a 170 20' de longitud oeste. El 25 de noviembre de 1852, después de lamuerte de Overweg, su último compañero, se adentra por el oeste, visita Sokoto,atraviesaelNígeryllegaalfinaTombuctú,dondeseconsumeduranteocholargosmeses, sometido a las vejaciones del jeque, los malos tratos y la miseria. Pero lapresenciadeuncristianoenlaciudadnopuedetolerarsepormástiempoylosfuhlahsamenazanconsitiarla.Eldoctorsaledeellael17demarzode1854,serefugiaenlafrontera,dondepermanecetreintaytresdíasenlaindigenciamáscompleta,regresaaKanoennoviembreyvuelveaentrarenKuka,desdedondetomadenuevoelcaminodeDenham,trascuatromesesdeespera.Aúltimosdeagostode1855setrasladaaTrípoliy llegaaLondresel6de septiembre,despuésdehaberperdidoa todos suscompañeros.
HeaquíloquefueelaudazviajedeBarth.EldoctorFergussonanotócuidadosamentequesehabíadetenidoa40delatitud
nortey170delongitudoeste.VeamosahoraloquehicieronlostenientesBurtonySpekeenÁfricaoriental.LasdiversasexpedicionesqueremontaronelNilonopudieronllegarjamásasu
misterioso nacimiento. Según el relato delmédico alemán F.Werne, la expediciónintentada en 1840, bajo los auspicios deMehemed Alí, se detuvo en Gondokoro,entrelosparalelos40y50norte.
En 1855, Brun Rollet, un saboyano nombrado cónsul de Cerdeña en Sudánoriental,ensustitucióndeVaudey,quehabíamuertoenactivo,partiódeKartumy,bajoel seudónimodeZacub, traficantedegomaymarfil, llegóaBelenia,másalládelgrado4,yregresóenfermoaKartum,dondemurióen1857.
NieldoctorPeney,jefedelosserviciosmédicosegipcios,elcual,enunpequeñovapor,llegóungradomásabajodeGondokoroymurióextenuadoenKartum;nielveneciano Miani, que recorriendo las cataratas situadas debajo de Gondokoro,alcanzóelparalelo20,nielnegociantemaltésAndreaDebono,quellevómáslejosaún su excursión por elNilo, pudieron franquear el infranqueable límite.En1859,Guillaume Lejean, encargado por el Gobierno francés de una misión especial, setrasladó aKartumpor elmarRojoy embarcó en elNilo conveintiúnhombres detripulaciónyveintesoldados;peronopudopasardeGondokoroycorriólosmayorespeligrosentrelosnegrosinsurrectos.LaexpedicióndirigidaporelseñorD'EscayracdeLautoreintentótambiénenvanollegaralfamosonacimiento.Elmismotérminofataldetuvosiemprea losviajeros.LosenviadosdeNerónhabíanalcanzadoen suépocalos90delatitud;porconsiguiente,endieciochosiglosnoseavanzomásque
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cincooseisgrados,esdecir,detrescientasatrescientassesentamillasgeográficas.AlgunosviajerosintentaronllegaralorigendelNilotomandounpuntodepartida
enlacostaorientaldeÁfrica.De1768a1772,elescocésBrucesaliódeMassaua,puertodeAbisinia,recorrió
elTigré,visitólasminasdeAxum,vioelnacimientodelNilodondenoestabaynoobtuvoningúnresultadoimportante.
En 1844, el doctor Krapf,misionero anglicano, fundaba un establecimiento enMombasa, en la costa de Zanguebar, y en compañía del reverendo Rebmanndescubría dos montañas a trescientas millas de la costa. Se trata de los montesKilimanjaroyKenia,queDeHeuglinyThornton,acabandeescalarenparte.
En1845,elfrancésMalzandesembarcabasoloenBagamoyo,frenteaZanzíbar,yllegaba a Deje la Mhora, cuyo jefe le hacía perecer víctima de los más cruelessuplicios.
Enagostode1859,eljovenviajeroRoscher,naturaldeHamburgo,partíaconunacaravana de mercaderes árabes y alcanzaba el lago Nyassa, donde fue asesinadomientrasdormía.
Porúltimo,en1857,lostenientesBurtonySpeke,oficialesambosdelEjércitodeBengala, fueron enviadospor laSociedadGeográficadeLondrespara explorar losGrandes Lagos africanos. Salieron de Zanzíbar el 17 de junio y se encaminarondirectamentealoeste.Despuésdecuatromesesdepadecimientos inauditos,dequeles hubiesen robado el equipaje y hubieran matado a sus porteadores, llegaron aKazeh,centrodereunióndetraficantesycaravanas.SehabríadichoqueestabanenlaLuna;allírecogieronprecisosdocumentosacercadelascostumbres,elgobierno,lareligión, la faunay la floradel país.Después sedirigieronhacia el primerode losGrandesLagos,elTanganica,situadoentrelos30ylos80delatitudaustral;llegaronaélel14defebrerode1858yvisitaronlasdiversastribusdelasorillas,ensumayorpartecaníbales.Partierondeallíel26demayoyregresaronaKazehel20dejunio.EnKazeh, Burton, rendido de fatiga, permaneció enfermo algunosmeses; duranteeste tiempo, Speke realizó una incursión demás de trescientasmillas en direcciónnorte, hasta el lago Ukereue, avistándolo el 3 de agosto; pero sólo pudo ver suembocadura,a203'delatitud.
El25deagostohabíaregresadoaKazehyreanudabaconBurtonelcaminohaciaZanzíbar, país que los dos intrépidos viajeros vieron de nuevo en marzo del añosiguiente. Entonces volvieron a Inglaterra, y la Sociedad Geográfica de París lesconcediósupremioanual.
El doctor Fergusson fijó mucho su atención en que los dos exploradores nohabíantraspasadonilos20delatitudaustral,nilos290delongitudeste.
Tratábase, pues, de enlazar las exploraciones de Burton y Speke con las deldoctorBarth,loqueequivalíaasalvarunaextensióndepaísdemásdedocegrados.
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CAPITULOV
EldoctorFergusson activaba afanoso los preparativos de sumarcha.Élmismodirigíalaconstruccióndesuaeróstato,introduciendociertasmodificacionesacercadelascualesguardabaunsilencioabsoluto.
Sehabíadedicado,desdemuchotiempoatrás,alestudiodelalenguaárabeydevarios idiomas mandingas, en los cuales, gracias a sus aptitudes políglotas, hizorápidosprogresos.
Entretanto,suamigoelcazadornoledejabaniasolniasombra,puessindudatemía que el doctor tomase el portante sin decirle una palabra; seguía dirigiéndoleacerca del particular las arengasmás persuasivas, sin persuadir con ellas aSamuelFergusson,y sedeshacíaen súplicaspatéticasquenoconmovían lomásmínimoaéste.Dicknotabaquesuamigoseleescapabadelasmanos.Elpobreescocésera,enrealidad,dignodelástima.Nopodíamirarsinterror laazuladabóvedadelcielo,aldormirse experimentaba balanceos vertiginosos y todas las noches soñaba que sedespeñabadesdeinconmensurablesalturas.
Debemosañadirque,durantetanterriblespesadillas,secayódosotresvecesdelacama.SuprimerimpulsofuemostraraFergussonlaseñaldeunfuertegolpequehabíarecibidoenlacabeza.
—¡Ynolleganiaunmetrodealtura!—exclamóconcandorseráfico—.¡Niaunmetro!¡Yelchichónescomounhuevo!¡Juzgatúmismo!
Aquellainsinuaciónmelancólicanoconmovióaldoctor.—Nosotrosnocaeremos—dijo.—¿Ysicaemos?—Nocaeremos.LaconviccióndeldoctordejóaKennedysinrespuesta.LoqueexasperabaparticularmenteaDickeraqueeldoctorparecíadarmuestras
deunaabnegaciónabsolutahaciaél;leconsiderabairrevocablementedestinadoasersu compañero aéreo. Eso ya no era objeto de duda alguna. Samuel abusaba de unmodo insoportabledelpronombredeprimerapersonaenplural:«Nosotros»vamosadelantando…, «nosotros» estaremos en disposición…, «nosotros» partiremos eldía…
Y del adjetivo posesivo en singular: «Nuestro» globo…, «nuestro» esquife…,«nuestra»exploración…
Ytambiénenplural:«Nuestros»preparativos…,«nuestros»descubrimientos…,«nuestras»ascensiones…
Dicksentíaescalofríos,apesardequeestabadecididoanomarchar;sinembargo,noqueríacontrariardemasiadoasuamigo.Confesemos,noobstante,que,sindarseélmismo cuenta de ello, había hecho que le enviaran poco a poco de Edimburgo
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algunostrajesapropiadosysusmejoresescopetasdecaza.Un día, después de reconocer que aun teniendo mucha suerte había mil
probabilidades contraunade salirmaldelnegocio, fingió acceder a losdeseosdeldoctor;pero,pararetardarelviajetodoloposibleyganartiempo,esgrimióunaseriede argumentos de lomás variados. Insistió en la utilidad de la expedición y en suoportunidad…¿EldescubrimientodelorigendelNiloeraabsolutamentenecesario?… ¿Contribuiría en algo al bienestar de la humanidad?… Cuando finalmente seconsiguiese civilizar a las tribus de África, ¿serían éstas más felices?… Además,¿quiénpodíaasegurarquenoestuvieseenellaslacivilizaciónmásadelantadaqueenEuropa?Nadie…Y,aménde todo,¿nosepodíaesperaralgún tiempo…?Undíauotro seatravesaríaÁfricadeunextremoaotro,ydeunamaneramenosazarosa…Dentrodeunmes,odeseis,odeunaño,algúnexploradorllegaríasinduda…
Aquellasinsinuacionesproducíanunefectoenteramentecontrarioalperseguido,ylaimpacienciadeldoctoraumentaba.
—¿Quieres, pues, desgraciadoDick, pérfido amigo, que sea para otro la gloriaque nos aguarda? ¿Quieres que traicione mi pasado? ¿Quieres que retroceda anteobstáculos de poca importancia? ¿Quieres que pague con cobardes vacilaciones loquepormíhanhechoelGobiernoinglésylaRealSociedaddeLondres?
—Pero…—respondióKennedy,queeramuyaficionadoaestaconjunción.—Pero—replicóeldoctor—¿nosabesquemiviajehadeconcurriraléxitode
lasempresasactuales?¿IgnorasquenuevosexploradoresavanzanhaciaelcentrodeÁfrica?
—Sinembargo…—Escúchameatentamente,Dick,ycontemplaestemapa.Dicklomiróconresignación.—RemontaelcursodelNilo—dijoeldoctorFergusson.—Loremonto—respondiódócilmenteelescocés.—LlegaaGondokoro.—Yahellegado.YKennedypensabacuánfácileraunviajesemejante…enelmapa.—Coge una punta de este compás—prosiguió el doctor—, y apóyala en esta
ciudad,delacualapenashanpodidopasarlosmásaudaces.—Yaestá.—AhorabuscaenlacostalaisladeZanzíbar,a60delatitudsur.—Yalatengo.—SigueahoraeseparaleloyllegaaKazeh.—Hecho.—Sube por el grado treinta y tres de longitud hasta la embocadura del lago
Ukereue,enelpuntoenquesedetuvoeltenienteSpeke.
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—Yaestoy.Unpocomásycaigodecabezaallago.—Pues bien, ¿sabes lo que tenemos derecho a suponer, según los datos
suministradosporlastribusribereñas?—Notengoniidea.—Pues voy a decírtelo. Este lago, cuyo extremo inferior se halla a 20 30' de
latitud,debedeextenderseigualmentea2050'Porencimadelecuador.—¿Deveras?—Y de este extremo septentrional surge una corriente de agua que
necesariamentehadeirapararalNilo,siesquenoeselpropioNilo.—Realmentecurioso.—ApoyalaotrapuntadelcompásenesteextremodellagoUkereue.—Apoyada,amigoFergusson.—¿Cuántosgradoscuentasentrelosdospuntos?~dijoFergusson.—Apenasdos.—¿Sabescuántosumatodo,Dick?—No.—Puesapenascientoveintemillas,esdecir,nada.—Casinada,Samuel.—¿Ysabesloquepasaenestemomento?—¿Yo?—Voy a decírtelo. La Sociedad Geográfica ha considerado muy importante la
exploracióndeeste lagoentrevistoporSpeke.Bajosusauspicios,el teniente,en laactualidadcapitánSpekesehaasociadoalcapitánGrant,delejércitodelasIndias,yambos se han puesto a la cabeza de una numerosa expedición generosamentesubvencionada. Se les ha confiado la misión de remontar el lago y volver aGondokoro.Hanrecibidounasubvencióndemásdecincomillibras,yelgobernadordeElCabohapuestoasudisposiciónsoldadoshotentotes.PartierondeZanzíbaraúltimosdeoctubrede1860.Almismotiempo,elinglésJohnPetherick,cónsuldeSuMajestad en Kartum, ha recibido del Foreign Office unas setecientas libras; debeequipar un buque de vapor en Kartum, abastecerlo suficientemente y zarpar paraGondokoro, donde aguardará la caravana del capitán Speke y se hallará endisposicióndeproporcionarlevíveres.
—Bienpensado—dijoKennedy.—Ya ves que el tiempo apremia si queremos participar en esos trabajos de
exploración.Yesonoestodo;mientrashayquienmarchaapasoseguroenbuscadelnacimientodelNilo,otrosviajerossedirigenaudazmentehaciaelcorazóndeÁfrica.
—¿Apie?—preguntóKennedy.—Apie—repitióeldoctor,sinpercatarsedelainsinuación—.EldoctorKrapfse
proponeencaminarsealoesteporelDjob, ríosituadodebajodelecuador.Elbarón
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De Decken ha salido de Mombasa, ha reconocido las montañas de Kenia y deKilimanjaroypenetraenelcentro.
—¿Apietambién?—Todosapieomontadosenmulos.—Paraloqueyoquierosignificaresexactamentelomismo—replicóKennedy.—Por último —prosiguió el doctor—, De Heuglin, vicecónsul de Austria en
Kartum,acabadeorganizarunaexpediciónmuyimportante,cuyoprincipalobjetoesindagar el paradero del viajero Vogel, que en 1853 fue enviado a Sudán paraasociarsealostrabajosdeldoctorBarth.En1856saliódeBornuyresolvióexplorareldesconocidopaísqueseextiendeentreellagoChadyelDarfur.Desdeentoncesnoha aparecido. Cartas recibidas en Alejandría, en junio de 1860, informan que fueasesinadoporordendelreydeWadai;perootras,dirigidasporeldoctorHartimannalpadredelviajero,afirman,basándoseenelrelatodeunfellatahdeBornu,queVogelseencuentraprisioneroenWarayque,porconsiguiente,noestánperdidastodaslasesperanzas.Bajo lapresidenciadelduqueregentedeSajonia-Coburgo-Gotha,sehaformadounacomisióndelaqueessecretariomiamigoPetermann;sehancubiertolosgastosde la expediciónconuna suscripciónnacional en laquehanparticipadomuchísimossabios.ElseñorDeHeuglinpartiódeMassauaenjunio;mientrasbuscalashuellasdeVogel,debeexplorartodoelpaíscomprendidoentreelNiloyelChad,es decir, enlazar las operaciones del capitán Speke con las del doctor Barth. ¡YentoncesÁfricahabrásidocruzadadeesteaoeste!
—Y bien —respondió el escocés—, puesto que todo enlaza sin nosotros tanperfectamente,¿quévamosahacerallí?
EldoctorFergussondiolacalladaporrespuesta,contentándoseconencogersedehombros.
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CAPITULOVI
EldoctorFergusson teníaun criadoque respondía condiligencia al nombredeJoe. Era de una índole excelente. Su amo, cuyas órdenes obedecía e interpretabasiempre de una manera inteligente, le inspiraba una confianza absoluta y unaadhesiónsinlímites.EraunCaleb,auncuandoestabasiempredebuenhumorynorefunfuñaba; no habría salido tan buen criado si lo hubieran mandado construirexpresamente.Fergussonseconfiabaenteramenteaélparalasminuciosidadesdesuexistencia, y hacía perfectamente. ¡Raro y honrado Joe! ¡Un criadoque dispone lacomidadesuseñorytienesumismopaladar;quearreglasumaletaynoolvidanilasmediasnilascamisas;queposeesusllavesysussecretos,ynisisanimurmura!
¡Pero qué hombre era también el doctor para el digno Joe! ¡Conqué respeto yconfianzaacogíaéste susdecisiones!CuandoFergussonhabíahablado,precisoerapararesponderlehaberperdidoeljuicio.Todoloquepensabaerajusto;todoloquedecía, sensato; todo lo que mandaba, practicable; todo lo que emprendía, posible;todo loqueconcluía, admirable.Aunquehubiesenhechoa Joepedazos, loque sindudahabríarepugnadoacualquiera,nolehabríanhechomodificarenlomásmínimoelconceptoquelemerecíasuamo.Asíesquecuandoeldoctorconcibióelproyectode atravesar África por el aire, para Joe la empresa fue cosa hecha. No habíaobstáculosposibles.DesdeelmomentoenqueFergussonhabíaresueltopartir,podíadecirse que ya había llegado…, acompañado de su fiel servidor, porque el buenmuchacho, aunque nadie le había dicho una palabra, sabía que formaría parte delpasaje.
Por otra parte, prestaría grandes servicios gracias a su inteligencia y sumaravillosaagilidad.SihubiesesidoprecisonombrarunprofesordegimnasiaparalosmonosdelZoologicalGarden,muyespabiladosporcierto,sinlugaradudasJoehabríaobtenidolaplaza.Saltar,encaramarse,volaryejecutarmilsuertesimposibleseranparaélcosadejuego.
Si Fergusson era la cabeza y Kennedy el brazo, Joe sería la mano. Ya habíaacompañado a su señor en varios viajes, y a sumanera poseía cierto barniz de laciencia apropiada; pero se distinguía principalmente por una filosofía apacible, unoptimismo encantador; todo le parecía fácil, lógico, natural, y, por consiguiente,desconocíalanecesidaddegruñirodequejarse.
Poseía, entre otras cualidades, una capacidad visual asombrosa. Compartía conMoestlín,elprofesordeKepler,lararafacultaddedistinguirsinanteojoslossatélitesdeJúpiterydecontarenelgrupodelasPléyadescatorceestrellas,lasúltimasdelascuales son de novena magnitud. Pero no se envanecía por eso; todo lo contrario,saludabademuylejosy,llegadoelcasosabíasacarpartidodesusojos.
Con la confianza que Joe tenía en el doctor, no son de extrañar, pues las
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incesantesdiscusionesqueseproducíanentreelseñorKennedyyeldignocriado,sibienguardandosiempreeldebidorespeto.
El uno dudaba, el otro creía; el uno era la prudencia clarividente, el otro laconfianzaciega;yeldoctorseencontrabaentre laduday lacreencia,aunquedeboconfesarquenolepreocupabanilaunanilaotra.
—¿Ybien,muchacho?—Elmomentoseacerca.ParecequenosembarquemosparalaLuna.—Querrás decir la tierra de la Luna, que no queda nimuchomenos tan lejos.
Pero,notepreocupespuestanpeligrosoeslounocomolootro.—¡Peligroso!¡ConunhombrecomoeldoctorFergusson!¡Imposible!—No quisiera matar tus ilusiones, mi querido Joe, pero lo que él trata de
emprenderessimplementeunalocura.Nopartirá.—¿Que no partirá? ¿Acaso no ha visto su globo en el taller de los señores
Mitchell,enelBorough?—Meguardarémuchodeiraverlo.—¡Pues se pierde un hermoso espectáculo, señormío! ¡Qué cosa tan preciosa!
¡Quécortetanelegante!¡Quéesquifetanencantador!¡Estaremosanuestrasanchurasahíadentro!—¿Cuentas,pues,conacompañaratuseñor?—¡Yoleacompañaréadondeélquiera!—replicóJoeconconvicción. ¡Faltaría
más!¡Dejarleirsolo,cuandojuntoshemosrecorridoelmundo!¿Quiénlesostendríacuando estuviese fatigado? ¿Quién le tendería una mano vigorosa para saltar unprecipicio?¿Quiénlecuidaríasicayeseenfermo?No,señorDick,Joepermanecerásiempre en su puesto junto al doctor, o, por mejor decir, alrededor del doctorFergusson.
—¡Buenmuchacho!—Además,ustedvendráconnosotros—repusoJoe.—¡Sin duda!—dijo Kennedy—. Os acompañaré para impedir hasta el último
momentoqueSamuelcometauna locurasemejante.Leseguiré,siespreciso,hastaZanzíbar,afindequelamanodeunamigoledetengaensuproyectoinsensato.
—Ustednodetendránada, señorKennedy, salvo su respeto.Mi señornoesuncabezaloca;siempremeditamucholoquevaaemprendery,cuandohatomadounaresolución,nohayquienleapeedeella.
—Esoloveremos.—Noalimentesemejanteesperanza.Enfin,loimportanteesquevenga.Paraun
cazador como usted, África es un país maravilloso y, por consiguiente, no searrepentirádelviaje.
—Dices bien, no me arrepentiré; sobre todo si ese terco se rinde al fin a laevidencia.
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—Apropósito—dijoJoe—,yasabráquehoynospesan.—¡Cómo!¿Nospesan?—Exacto,vamosapesarnoslostres:usted,miseñor,yyo.—¿Comolosjockeys?—Como los jockeys. Pero, tranquilícese, no se le hará adelgazar si pesa
demasiado.Seleaceptarátalcomoes.—Puesyonomedejarépesar—dijoelescocés.—Peroseñor,parecequeesnecesarioparalamáquina.—¿Quémeimportaamílamáquina?—¡Ledebeimportar!¿Ysiporfaltadecálculosexactosnopudiéramossubir?—¡Quémásquisierayo!—Puessepa,señorKennedy,quemiseñorvendráenseguidaabuscarnos.—Noiré.—Noquerráhacerleundesaire,¿verdad?—Seloharé.—¡Bueno!—exclamó Joe, riendo—.Habla así porque no está él delante; pero
cuando le diga a la cara: «Dick (perdone la confianza), Dick, necesito saberexactamentetupeso»,irá,yorespondodeello.
—Noiré.En aquelmomento entró el doctor en sugabinetede trabajo, donde tenía lugar
estaconversación,ymiroaKennedy,elcualsesintiócomoencogido.—Dick—dijoeldoctor—,venconJoe;necesitosabercuántopesáislosdos.—Pero…—Noharáfaltaquetequiteselsombrero.Ven.YKennedyfueconél.EntraronlostreseneltallerdelosseñoresMitchell,dondehabíapreparadauna
de esas balanzas, llamadas romanas. Preciso era, efectivamente, que el doctorconociese el peso de sus compañeros para establecer el equilibrio de su aeróstato.Hizo,pues,subiraDickalaplataformadelabalanza,yéste,sinoponerresistenciamurmuró:
—Estábien,estábien.Laverdadesqueestonocomprometeanada.—Cientocincuentaytreslibras—dijoeldoctor,apuntandolacifraensulibreta
denotas.—¿Pesodemasiado?—No,señorKennedy—replicóJoe—.Además,yosoyligeroyesocompensara.Y,diciendoesto,JoeocupóconentusiasmoelsitiodelCazador,elcualestuvoa
puntodederribarlabalanzaalbajar.JoesecolocóenlaactituddelWellingtonqueremedaaAquilesenlaentradadeHydePark,y,aunquenollevabaelescudo,estabamagnífico.
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—Cientoveintelibras—escribióeldoctor.—¡Bravo!—exclamóJoe,sonriendosinsabermuybienporqué.—Ahorayo—dijoFergusson,yañadióporpropiacuentaciento treintaycinco
libras.—Señor —intervino Joe—, si fuese necesario para la expedición, yo,
absteniéndomedecomer,podríaadelgazarperfectamenteunasveintelibras.—No hace falta, muchacho —respondió el doctor— puedes comer cuanto
quieras.Tomamediacoronaparaatracartecomotevengaengana.
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CAPITULOVII
El doctor Fergusson se ocupaba desde hacía mucho tiempo de todos lospormenoresdesuexpedición.Comosesupondrá,elglobo,elmaravillosovehículodestinadoatransportarleporaire,fueobjetodesuconstantesolicitud.
En primer lugar, y para no dar al aeróstato dimensiones excesivas, resolvióhincharlocongashidrógeno,queescatorcevecesymediamásligeroqueelaire.Laproducción del hidrógeno es fácil, y es el gas que ha dado en los experimentosaerostáticosresultadosmássatisfactorios.
Eldoctor,calculandoconlamayorexactitud,concluyóqueelpesodelosobjetosindispensablespara suviajeyde suaparatodabaun totaldecuatromil libras;porconsiguiente,fueprecisoaveriguarcuálseríalafuerzaascensionalcapazdelevantarestepeso,ycuálportantoseríalacapacidaddelaparato.
Unpesodecuatromillibrasestárepresentadoporundesplazamientodeairedecuarenta y cuatromil ochocientos cuarenta y siete pies cúbicos, lo que equivale adecir que cuarenta y cuatro mil ochocientos cuarenta y siete pies cúbicos de airepesanunascuatromillibras.
Dandoalgloboestacapacidaddecuarentaycuatromilochocientoscuarentaysiete pies cúbicos y llenándolo, en lugar de aire, de gas hidrógeno, que, por sercatorce veces y media más ligero, sólo pesa doscientas setenta y seis libras, seproduce una ruptura de equilibrio, es decir una diferencia de tres mil setecientasveinticuatro libras.Estadiferencia entre el pesodel gas contenido en el globoy elpesodelairecircundanteconstituyelafuerzaascensionaldelaeróstato.
Sinembargo,siseintrodujesenenelgloboloscuarentaycuatromilochocientoscuarentaysietepiescúbicosdegasdequehablamos,éstequedaríatotalmentelleno,cosainadmisible,pues,amedidaqueelglobosubealascapasmenosdensasdelaire,elgasquecontienetiendeadilatarseynotardaríaenromperlaenvoltura.Asípuesno se suelen llenarmás que dos terceras partes. Pero el doctor, a consecuencia deciertoproyectoquesolamenteélconocía,resolviónollenarmásquelamitaddesuaeróstato,ycomoteníaquellevarcuarentaycuatromilochocientoscuarentaysietepiescúbicosdehidrógeno,dioasuglobounacapacidadcasidoble.Loconcibióconesa forma alargada que se sabe es la preferible. El diámetro horizontal era decincuenta pies y el vertical de setenta y cinco; así obtuvo un esferoide, cuyacapacidadascendía,encifrasredondas,anoventamilpiescúbicos.
Si el doctor Fergusson hubiese podido emplear dos globos, habrían aumentadosusprobabilidadesdeéxito,porqueencasode romperseunoenelaire,esposible,echando lastre, sostenerse pormedio del otro. Pero lamaniobra de dos aeróstatosresultamuydifícilcuandose tratadequeconservenuna fuerzadeascensión igual.Después de haber reflexionado largamente, Fergusson mediante una disposición
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ingeniosa, reunió las ventajas que ofrecen dos globos evitando sus inconvenientes.Construyódosdedesigualvolumenymetióunodentrodeotro.Elgloboexterior,queconservólasdimensionescitadas,contuvootromáspequeño,delamismaforma,quesóloteníacuarentaycincopiesdediámetrohorizontalysesentayochodediámetrovertical.Lacapacidaddeesteglobointeriornoera,pues,másquedesesentaysietemilpiescúbicos.Debíanadarenelfluidoqueloenvolvía,ydeunoaotrogloboseabríaunaválvulaque,encasonecesario,permitíaponerlosencomunicaciónunoconotro.
Estadisposiciónpresentabalaventajadeque,sieraprecisodarsalidaalgasparabajar, se dejaría escapar el del globo grande; de este modo, aun en caso de quehubieraquevaciarloporcompleto,elpequeñoquedaríaintacto.Entonceseraposibledesembarazarsedelacubiertaexteriorcomodeunpesoinútil,yelsegundoaeróstato,alquedarsolo,noofrecíaalvientoelasideroqueledanlosglobosmediohinchados.
Además, en caso de accidente, por ejemplo, si el globo exterior sufría undesgarrón,sejugabaconlaventajadequeelotroquedabaileso.
Losdosaeróstatos seconstruyeronconun tafetánasargadodeLyon,untadodegotapercha. Esta sustancia gomorresinosa está dotada de una impermeabilidadabsoluta,yesresistentealosácidosylosgases.Eltafetánsepusodobleenelpolosuperiordelglobo,dondeserealizacasitodoelesfuerzo.
Estaenvolturapodíaretenerelfluidoduranteuntiempoilimitado.Pesabamedialibra por cada nueve pies cuadrados. Como la superficie del globo exterior era deoncemilseiscientospiescuadrados,suenvolturapesabaseiscientascincuentalibras.La envoltura del segundo globo tenía nueve mil doscientos pies cuadrados desuperficie, ynopesaba,por consiguiente,másquequinientasdiez libras, o sea, entotalmilcientosesentalibras.
Lareddestinadaasostenerlabarquillaeradecuerdadecáñamomuysólida.Lasdos válvulas fueron objeto de cuidados minuciosos, tal como lo hubiera sido elgobernalledeunbuque.
Labarquilla,deformacircularydeundiámetrodequincepies,erademimbre.Estabareforzadaconunaligeraarmaduradehierroyrevestidaensuparteinferiorderesortes elásticos destinados a amortiguar los choques. Su peso y el de la red noexcedíandedoscientasochentalibras.
El doctor hizo construir, además, cuatro cajas de palastro de un grosor de doslíneas, unidas entre sí por medio de tubos provistos de llaves. Agregó a ellas unserpentíndeunasdospulgadasdediámetro, que terminabaendos ramas rectasdelongitud desigual, la mayor de las cuales medía veinticinco pies y la más corta,quince.Lascajasdepalastrofueroncolocadasenlabarquillademodoqueocupasenelmenorespacioposible.Elserpentín,quenoteníaqueajustarsehastamásadelante,fue empaquetado separadamente, al igual queunapila eléctricadeBunsendegran
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potencia. El aparato había sido tan ingeniosamente ideado que no pesaba más desetecientaslibras,incluyendoenellasveinticincogalonesdeaguacontenidosenunacajaespecial.
Los instrumentos destinados al viaje consistieron en dos barómetros, dostermómetros,dosbrújulas,unsextante,doscronómetros,unhorizonteartificialyunaltacimutparamedirlosobjetoslejanoseinaccesibles.ElobservatoriodeGreenwichse había puesto a disposición del doctor, pese a que éste no se proponía hacerexperimentos de física, sino únicamente reconocer su dirección y determinar laposicióndelosprincipalesríos,montañasypoblaciones.
Seproveyódetresanclasdehierroatodaprueba,asícomodeunaescaladesedaligerayresistente,decincuentapiesdelongitud.Calculóigualmenteelpesoexactode los víveres, que consistían en café, té, galletas, carne salada y pemmican,preparaciónque,enunpequeñovolumen,contienemuchoselementosnutritivos.
Independientemente de una considerable reserva de aguardiente, dispuso doscajas de agua que contenían veintidós galones cada una. El consumo de estosalimentos haría disminuir poco a poco el peso sostenido por el aeróstato. Y debesaberse que el equilibrio de un globo en la atmósfera es de una sensibilidadextremada. La pérdida de un peso casi insignificante basta para producir undesplazamientomuyapreciable.
El doctor no olvidó ni una tienda para cubrir una parte de la barquilla, ni lasmantas para dormir durante el viaje, ni las escopetas del cazador con lascorrespondientesmuniciones.Heaquíelresumendesusdiferentescálculos:
Fergusson 135 librasKennedy 153 ››Joe 120 ››Pesodelprimerglobo 650 ››Pesodelsegundoglobo 510 ››Barquillayred 280 ››Anclas,instrumentos,escopetas,mantas,tienda,utensiliosvarios 190 ››Carne,pemmican,galletas,té,café,aguardiente 386 ››Agua 400 ››Aparato 700 ››Pesodelhidrógeno 276 ››Lastre 200 ››TOTAL 4,000 ››
AsísedesglosabanlascuatromillibrasqueeldoctorFergussonseproponíaecharavolar;nollevabamásquedoscientaslibrasdelastre,«sóloparacasosimprevistos»,
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decíaél,porque,graciasasuaparato,nocreíatenerquerecurriraellas.
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CAPITULOVIII
Hacia el 10 de febrero, los preparativos tocaban a su fin. Los aeróstatos,encerradosunodentrodeotro,estabantotalmenteterminados.Habíansidosometidosa una fuerte presión de aire comprimido, dando buena prueba de su solidez ydemostrandoquesehabíaprocedidoasuconstrucciónconelmayoresmero.
Joenocabíaensídegozo.IbaincesantementedeGreekStreeta lostalleresdelos señoresMitchell, siempre atareado, pero comunicativo, explicando detalles delasuntohastaalosquenoselospedíanysintiéndoseorgullosoporencimadetododeacompañarasuseñor.Semeantojaqueinclusoenseñandoelaeróstato,desarrollandolas ideasy losplanesdeldoctor,ydandoaconoceraéstea travésdeunaventanaentreabiertaocuandopasabapor lacalle,eldignomuchachoganóalgunaqueotramediacorona.Peronohayquereprochárselo;teníaderechoaespecularunpococonlaadmiraciónycuriosidaddesuscontemporáneos.
El16defebrero,elResoluteanclódelantedeGreenwich.Eraunbuquedehélicede ochocientas toneladas de porte, muy rápido, que ya había tenido a su cargo elabastecimiento de la última expedición de sir James Ross a las regiones polares.Pennet, su comandante, pasaba por hombre de trato agradable y estaba muyinteresadoenelviajedeldoctor,aquienapreciabadesdehacíamuchotiempo.Pennetparecíamás un sabio que un soldado, lo cual no impedía a su buque llevar cuatropiezasdeartillería,quenohabíanhechonuncadañoanadieyqueservíansolamenteparaproducirlosestrépitosmáspacíficosdelmundo.
SeacondicionólabodegadelResoluteparaacomodarenellaelaeróstato,quefuetransportadocon lasmayoresprecaucioneseldía18de febrero.Sealmacenóde lamejormanera posible para prevenir cualquier accidente, y en presencia del propioFergusson se estibaron la barquilla y sus accesorios, las anclas, las cuerdas, losvíveres y las cajas de agua que debían llenarse a la llegada. Se embarcaron dieztoneladasdeácidosulfúricoyotrastantasdehierroviejoparaobtenergashidrógeno.Esta cantidad era más que suficiente, pero convenía estar preparado para posiblespérdidas.Elaparatodestinadoaproducirelgas,compuestodeunostreintabarriles,fuecolocadoalfondodelabodega.
Estospreparativosfinalizaronalanochecerdeldía18defebrero.DoscamarotescómodamentedispuestosaguardabanaldoctorFergussonyasuamigoKennedy.Esteúltimo,mientrasjurabaquenopartiría,setrasladóabordoconunverdaderoarsenaldecaza,dosexcelentesescopetasdedoscañonesquesecargabanporlarecámara,yuna carabina de toda confianza de la fábrica de Purdey Moore y Dickson, deEdimburgo.Consemejantearma,elcazadornoteníaningúnproblemaparaalojar,aunadistanciadedosmilpasos,unabalaenelojodeuncamello.Llevabatambiéndosrevólveres Colt de seis disparos para los imprevistos, su frasco de pólvora, su
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cartuchera, y perdigones y balas en cantidad suficiente, aunque sin traspasar loslímitesprescritosporeldoctor.
Eldía19defebreroseacomodaronabordolostresviajeros,quefueronrecibidoscon lamayordistinciónporelcapitánysusoficiales.Eldoctor,preocupadopor laexpedición, se mostraba distante; Dick estaba conmovido, aunque no queríaaparentarlo; y Joe, que brincaba de alegría y hablaba por los codos, no tardó enconvertirseen ladistracciónde la tripulación,entre laquese lehabíareservadounpuesto.
Eldía20,laRealSociedadGeográficaofrecióungranbanquetededespedidaaldoctor Fergusson y aKennedy. El comandante Pennet y sus oficiales asistieron alfestín, que fue muy animado y abundante en libaciones halagüeñas. Se hicieronnumerososbrindisparaasegurara todoslos invitadosunaexistenciacentenaria.SirFrancisM…presidíaconemocióncontenida,perorebosantededignidad.
Dick Kennedy, para su gran sorpresa, recibió buena parte de las felicitacionesbáquicas. Tras haber bebido «a la salud del intrépido Fergusson, la gloria deInglaterra», se bebió «a la salud del no menos valeroso Kennedy, su audazcompañero».
Dicksepusocoloradocomounpavo,loquesetomópormodestia.Aumentaronlosaplausos,yDicksepusomáscoloradoaún.Durantelospostresllegóunmensajedelareina,quecumplimentabaalosviajerosyhacíavotosporeléxitodelaempresa.
Ellorequiriónuevosbrindis«porSuMuyGraciosaMajestad».A medianoche los convidados se separaron, después de una emocionada
despedida, sazonada con entusiastas apretones de manos. Las embarcaciones delResolute aguardaban en el puente deWestminster. El comandante tomó elmando,acompañadodesuspasajerosydesusoficiales,ylarápidacorrientedelTámesislescondujohaciaGreenwich.
Alaunatodosdormíanabordo.Aldíasiguiente,21defebrero,alastresdelamadrugada,lascalderasestabana
punto;a lascinco levaronanchasyelResolute,a impulsosdesuhélice,sedeslizóhacialadesembocaduradelTámesis.
Huelga decir que, a bordo, las conversaciones no tuvieron más objeto que laexpedicióndeldoctorFergusson.Tantoviéndolecomooyéndole,eldoctorinspirabaunaconfianzatalque,aexcepcióndelescocés,nadieponíayaendudaeléxitodelaempresa.Durantelaslargashorasdeociodelviaje,eldoctordabaunverdaderocursodegeografíaenlacámaradelosoficiales.AquellosjóvenesseentusiasmabanconlanarracióndelosdescubrimientoshechosdurantecuarentaañosenÁfrica.EldoctorlescontólasexploracionesdeBarth,Burton,SpekeyGrant,ylesdescribióaquellamisteriosacomarcaobjetodelasinvestigacionesdelaciencia.Enelnorte,el jovenDuveyrierexplorabaelSáharayllevabaaParísalosjefestuaregs.Poriniciativadel
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Gobierno francés se preparaban dos expediciones que, descendiendo del norte ydirigiéndose hacia el oeste, coincidirían en Tombuctú. En el sur, el infatigableLivingstone continuaba avanzando hacia el ecuador y, desde marzo de 1862,remontaba, en compañíadeMackenzie, el ríoRovuma.El sigloXIXnoconcluiríaciertamente sin que África hubiera revelado los secretos ocultos en su seno porespaciodeseismilaños.
Elinterésdelosoyentesaumentócuandoeldoctorlesdioaconocerendetallelospreparativos de su viaje. Todos quisieron verificar sus cálculos; discutieron, y eldoctorparticipóenladiscusióncontodafranqueza.
En general, les asombraba la cantidad relativamente escasa de víveres con quecontaba.Undía,unodelosoficialesleinterrogóacercadelparticular.
—¿Esolessorprende?—preguntóFergusson.—Sinduda.—Pero¿cuántosuponenquedurarámiviaje?¿Mesesenteros?Estánenunerror;
siseprolongase,estaríamosperdidos;no lo lograríamos.Sepanquenohaymásdetresmilquinientasmillas,pongamoscuatromil,deZanzíbara lacostadeSenegal.Puesbien,recorriendodoscientascuarentamillascadadocehoras,velocidadmenoraladenuestrosferrocarriles,siseviajadíaynochebastaránsietedíasparaatravesarÁfrica.
—Peroentoncesnopodríaver,nidibujarplanosgeográficos,nireconocerelpaís.—¿Cómo?—respondióeldoctor—.Sisoydueñodemiglobo,sisuboobajoa
miarbitrio,medetendrécuandomeparezcabien,sobretodocuandocorrapeligrodequemearrastrencorrientesdemasiadoviolentas.
—Yencontraráesascorrientes—dijoelcomandantePennet—.Hayhuracanesenlosquelavelocidaddelvientosobrepasalasdoscientascincuentamillasporhora.
—¿Sedancuenta?—replicóeldoctor—.ConunarapideztalcruzaríaÁfricaendocehoras;melevantaríaenZanzíbarymeacostaríaenSanLuis.
—Pero —repuso el oficial— ¿acaso podría un globo ser arrastrado a unavelocidadsemejante?
—Escosaquesehavisto—respondióFergusson.—¿Yelgloboresistió?—Perfectamente. Fue en la época de la coronación de Napoleón, en 1804. El
aeronautaGarnerinlanzóenParís,alasoncedelanoche,unglobo,conlasiguienteinscripciónenletrasdeoro:«París,25frimarioañoXIII,coronacióndelemperadorNapoleónporS.S.PíoVII.»Adíasiguiente,alascincodelamañana,loshabitantesdeRomaveían elmismoglobo balancearse sobre elVaticano, recorrer la campiñaromanaycaerenellagodeBraciano.Asípues,señores,unglobopuederesistirtanconsiderablevelocidad.
—Unglobo,sí;perounhombre…—balbuciótímidamenteKennedy.
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—¡Unhombretambién!Porquenoloolviden,unglobosiempreestáinmóvilconrelaciónalairequelocircunda;noesélelqueavanza,sinolapropiamasadeaire.Siencendemosunavelaenlabarquilla,lallamanooscilarásiquiera.UnaeronautaquesehubiesehalladoenelglobodeGarnerin,nohabríasufridoningúndañoacausadelavelocidad.Además,yonotratodealcanzarunarapidezsemejante,ysidurantelanoche puedo enganchar el ancla en algún árbol o algún accidente del terreno, nodejaré de hacerlo. Llevamos víveres para dosmeses, y nada impedirá que nuestrohábilcazadornosproporcionecazaenabundanciacuandotomemostierra.
—¡Ah!¡SeñorKennedy!¡Darágolpesmaestros!—dijounjovenguardiamarina,mirandoalescocésconenvidia.
—Sincontar—repusootro—conqueasuplacerseasociaráunagrangloria.—Señores —respondió el cazador—, soy muy sensible… a sus cumplidos…,
peronomecorrespondeaceptarlos…—¡Cómo!—exclamarontodos—.¿Nopartirá?—Nopartiré.—¿NoacompañaráaldoctorFergusson?—Nosólonoleacompañaré,sinoquemipresenciaaquínotienemásobjetoque
intentardetenerlehastaelúltimomomento.Todaslasmiradassedirigieronaldoctor.—Nolehagancaso—respondióésteconcalma—.Esunasuntoquenosedebe
discutirconél;enelfondo,sabeperfectamentequepartirá.—¡PorsanPatricio!—exclamóKennedy—.Juro…—No jures nada, amigo Dick. Estás medido y pesado, y también lo están tu
pólvora,tusescopetasytusbalas;asíquenohablemosmásdelasunto.Ydehecho,desdeaqueldíahastalallegadaaZanzíbar,Dicknodijoestabocaes
mía.Nohablónidelasuntonideningunaotracosa.Calló.
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CAPITULOIX
ElResoluteavanzabarápidamentehaciaelcabodeBuenaEsperanza.Eltiemposemanteníasereno,aunqueelmarsepicounpoco.
El30demarzo,veintisietedíasdespuésdelasalidadeLondres,seperfilóenelhorizonte la montaña de la Mesa. La ciudad de El Cabo, situada al pie de unanfiteatrodecolinas,aparecióalolejos,ymuyprontoelResoluteanclóenelpuerto.Pero el comandante nohacía escala allí, sinopara proveersede carbón, lo que fuecosade undía, y al siguiente el buque se dirigió hacia el sur para doblar la puntameridionaldeÁfricayentrarenelcanaldeMozambique.
No era aquél el primer viaje por mar de Joe, demanera que éste no tardó enhallarseabordocomoensupropiacasa.Todoslequeríanporsufranquezaysubuenhumor.Granpartedelacelebridaddesuseñorrepercutíaenél.Seleescuchabacomoaunoráculo,ynoseequivocabamásquecualquierotro.
Mientras el doctor proseguía su curso en la cámara de los oficiales, Joe sedespachabaagustoenelcastillodeproayhacíahistoriaasumanera,procedimientoseguidoporlosmáseminenteshistoriadoresdetodoslostiempos.
Se trataba, comoeranatural,delviaje aéreo. Joeconsiguió,no sin trabajo,queaceptasen la empresa los espíritus recalcitrantes; pero, una vez aceptada, laimaginacióndelosmarineros,estimuladaporlosrelatosdeJoe,yanoconcibiónadaquefueseimposible.Elamenonarradorpersuadíaasuauditoriodequedespuésdeaquelviajeemprenderíanotrosmuchos.Aquélnoeramásqueelprimereslabóndeunalargaseriedeempresassobrehumanas.
—Creedme,camaradas;cuandosehaprobadoestegénerodelocomoción,nosepuedeprescindirdeél;asíesque,ennuestrapróximaexpedición,enlugardeirdelado,iremoshaciaadelantesindejardesubir.
—¡Bueno!—exclamóunoyente,maravillado—.EntoncesllegaréisalaLuna.—¡AlaLuna!—respondióJoecondesdén—.¡No,esoesdemasiadocomún!Ala
Luna va todo elmundo.Además, allí no hay agua y es preciso llevar una enormecantidaddeprovisiones;einclusoatmósferaenfrascos,porpocointerésquesetengaenrespirar.
—¡Con tal de que haya ginebra! —dijo un marinero muy aficionado a estabebida.
—Tampoco, camarada. ¡No! Nada de Luna. Recorreremos esas hermosasestrellas,esosencantadoresplanetasdelosquetantasvecesmehahabladomiseñor.VisitaremosprimeroSaturno…
—¿Elquetieneunanillo?—preguntóelcontramaestre.—¡Sí,unanillonupcial!Loqueocurreesqueseignoraelparaderodesumujer.—¡Cómo!¿Tanaltoirán?—preguntóungrumete,atónito—.Suseñordebedeser
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eldiablo.—¿Eldiablo?¡Esdemasiadobuenoparasereldiablo!—¿YdespuésdeSaturno?—preguntóunodelosmásimpacientesdelauditorio.—¿DespuésdeSaturno?HaremosunavisitaaJúpiter,unextrañopaísdondelos
días no son más que de nueve horas Y media, lo cual resulta cómodo para losperezosos,ydondelosaños,porextrañoqueparezcadurandoceaños,locualofreceventajaspara losqueno tienenmásqueseismesesdevida. ¡Esoprolongaalgosuexistencia!
—¿Doceaños?—repusoelgrumete.—Sí, pequeño, en esas tierras tú mamarías aún, y aquel de allá, que roza la
cincuentena,seríaunchiquillodecuatroañosymedio.—¡Nopuedeser!—exclamaronunánimestodosloshombresquesehallabanen
elcastillodeproa.—Eslapuraverdad——dijoJoeconaplomo—.Pero¿quéqueréis?Cuandouno
seempeñaenvegetarenestemundo,noaprendenadayestanignorantecomounamarsopa. ¡Pasead un poco por Júpiter y veréis! ¡Es menester, sin embargo, sabercomportarseallíarriba,pueshaysatélitesquenosontolerantes!
Ytodosreían,perosólolecreíanhastaciertopunto.YélleshablabadeNeptuno,dondelosmarinerossonmuybienrecibidos,ydeMarte,dondelosmilitaresimponensuautoridad,locualacabaporresultarfastidioso.EncuantoaMercurio,esunpícaropaís de ladrones y mercaderes, tan parecidos unos a otros que difícilmente se lesdistingue.Y,porúltimo,deVenuslespintabauncuadroverdaderamenteencantador.
—Y cuando volvamos de esta expedición —dijo el ameno narrador— se noscondecoraráconlaCruzdelSur,quebrillaalláarribaenelojaldelbuenDios.
—¡Ybienmerecidalatendréis!—admitieronlosmarineros.Así, en alegres pláticas, transcurrían las largas tardes en el castillo de proa.
Mientrastanto,lasconversacionesinstructivasdeldoctorseguíansucamino.Undía,hablandodeladireccióndelosglobos,selepidióaFergussonquediese
acercadelparticularsuparecer.—Yonocreo—dijo—quesepuedallegaradirigirunglobo.Conozcotodoslos
sistemas que se han ensayado o ideado, y ni uno solo es practicable. Comocomprenderán, me he ocupado de esta cuestión, de interés capital para mí. Sinembargo, no he podido resolverla con los medios suministrados por losconocimientosactualesdelamecánica.Seríaprecisodescubrirunmotordeunpoderextraordinarioydeunaligerezaimposible.Yaunasí,nosepodríancontrarrestarlascorrientesdeciertaimportancia.Además,hastaahorasehapensadomásendirigirlabarquillaqueelglobo,locualesunerror.
—Existe,sinembargo—replicóunoficial—,unagranrelaciónentreunaeróstatoyunbuque,yéstepuededirigirseavoluntad.
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—No—respondióeldoctorFergusson—.Existemuypocarelaciónoninguna.Elaireesinfinitamentemenosdensoqueelagua,enlacualelbuquenosesumergemásque hasta cierto punto, mientras que el aeróstato se abisma por completo en laatmósferaypermaneceinmóvilconrelaciónalfluidocircundante.
—¿Creeentoncesquelacienciaaerostáticahadichoyasuúltimapalabra?—¡No tanto! ¡No tanto! Es preciso buscar otra cosa; si no se puede dirigir un
globo, al menos hay que intentar mantenerlo en las corrientes atmosféricasfavorables. Éstas, a medida que se sube, se vuelven mucho más uniformes y sonconstantesensudirección;yanolasperturbanlosvallesylasmontañasquesurcanlasuperficie del planeta, y eso, como muy bien sabe, es la principal causa de lasvariacionesdelvientoydelairregularidaddesusoplo.Unavezdeterminadasestaszonas,elglobonotendrámásquecolocarseenlascorrientesqueleconvengan.
—Pero, entonces —repuso el comandante Pennet—, para alcanzarlas serámenester subir o bajar constantemente. He ahí la verdadera dificultad, mi queridodoctor.
—¿Porqué,miqueridocomandante?—Entendámonos:sólosupondráunadificultadyunobstáculoparalosviajesde
largorecorrido,noparalossimplespaseosaéreos.—¿Ytendríalabondaddedecirmeporqué?—Porque para subir es imprescindible soltar lastres, y para bajar es
imprescindibleperdergas,ycontantosubirybajarlasprovisionesdegasydelastreseagotanenseguida.
—Heahílacuestión,amigoPennet.Heahílaúnicadificultadquedebeprocurarallanarlaciencia.Nosetratadedirigirglobos;setratademoverlosdearribaabajosingastaresegasqueconstituyesufuerza,susangre,sualma,sieslícitohablarasí.
—Tiene razón,mi querido doctor, pero esa dificultad aún no está resuelta, esemediotodavíanosehaencontrado.
—Perdone,sehaencontrado.—¿Quiénlohaencontrado?—¡Yo!—¿Usted?—Comprenderáque,deotromodo,nomeaventuraríaacruzarÁfricaenglobo.
¡Alasveinticuatrohorasmequedaríasingas!—PeronohablódeesoenInglaterra.—¿Para qué?Quería evitar una discusión pública;me parecía algo inútil.Hice
experimentospreparatoriosensecretoyquedésatisfechodeellos.Noteníanecesidaddemás.
—Ybien,miqueridoFergusson,¿seríaunaimprudenciapreguntarlesusecreto?—Enabsoluto.Elmedioesmuysencillo,señores;ahoraloverán.
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Elauditorioredoblósuatenciónyeldoctortomótranquilamentelapalabra.
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CAPITULOX
—Seha intentadomuchasveces,señores,subirobajaravoluntadsinperderelgasoellastredelglobo.Unaeronautafrancés,elseñorMounier,pretendíaalcanzaresteobjetivocomprimiendoaireenun receptáculo interiorUnbelga,eldoctorVanHecke,pormediodealasypaletasdesplegabauna fuerzaverticalqueen lamayorparte de los casos hubiera sido insuficiente.Los resultados prácticos obtenidos porestosmedioshansidoinsignificantes.
»Yoheresueltoabordarlacuestiónmásdirectamente.Desdeluego,suprimoporcompletoellastre,salvoquemeobliguearecurriraélalgúncasodefuerzamayor,como,porejemplo,laroturadelaparatoolanecesidaddeelevarmecongranrapidezparaevitarunobstáculoimprevisto.
»Mismediosdeascensiónydescensoconsistenúnicamenteendilatarocontraer,pormediodedistintastemperaturas,elgasalmacenadoenelinteriordelaeróstato.Yheaquícómoobtengoesteresultado.
»Hanvistoque,conlabarquilla,embarcaronunascajascuyousodesconocensinduda.Haycincocajas.
»Laprimeracontieneunosveinticincogalonesdeagua,a lacualañadoalgunasgotas de ácido sulfúrico para aumentar su conductibilidad y la descompongo pormedio de una potente pila de Bunsen. El agua, como saben, se compone de dosvolúmenesdegashidrógenoyunvolumendegasoxígeno.
»Esteúltimo,bajo laacciónde lapila,pasaporelpolopositivoaunasegundacaja. Una tercera, colocada encima de la segunda y de doble capacidad, recibe elhidrógenoquellegaporelpolonegativo.
»Dos espitas, una de las cuales tiene doble abertura que la otra, ponen encomunicaciónestasdoscajasconotra,queeslacuartaysellamacajademezcla.Enella,enefecto,semezclanlosdosgasesprocedentesdeladescomposicióndelagua.Lacapacidaddeestacajademezclavieneaserdecuarentayunpiescúbicos.
»Enlapartesuperiordeestacajahayuntubodeplatino,provistodeunallave.»Ya habrán comprendido, señores, que el aparato que les describo es,
simplemente,unsopletedegasoxígenoehidrogeno,cuyocalorsuperaeldelfuegodeunafragua.
»Establecidoesto,pasoalasegundapartedelaparato.»Delaparteinferiordelglobo,queestáherméticamentecerrado,salendostubos
separadosporunpequeño intervalo.Elunoarrancade lascapassuperioresdelgashidrógeno,yelotrodelasinferiores.
»Estosdostubosestánprovistos,detrechoentrecho,desólidasarticulacionesdecauchoquelespermitenadaptarsealasoscilacionesdelaeróstato.
»Los dos bajan hasta la barquilla y se pierden en una caja cilíndrica de hierro,
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llamadacajadecalor,cerradaenambospordosfuertesdiscosdelmismometal.»El tuboquesalede la región inferiordelglobopasaa lacajacilíndricaporel
disco inferior y, penetrando en él, adopta entonces la forma de un serpentínhelicoidal,cuyosanillossuperpuestosocupancasitodalaalturadelacaja.Antesdesalir,elserpentínpasaaunpequeñocono,cuyabasecóncava,enformadeesférico,sedirigehaciaabajo.
»Porelvérticedeesteconosaleelsegundotubo,quesetraslada,comohedicho,alaspartessuperioresdelglobo.
»Elcasqueteesféricodelpequeñoconoesdeplatino,paraquenosefundaporlaaccióndelsoplete,pueséstesehallacolocadoenelfondodelacajadehierro,enelcentrodelserpentínhelicoidal,yelextremodelallamarozaligeramenteelcasquete.
»Todos saben, señores, lo que es un calorífero destinado a calentar lashabitaciones,ysabentambiéncómoactúa.Elairedelahabitación,traspasarporlostubos,vuelveaunatemperaturamáselevada.Elaparatoqueacabodedescribirnoes,enrealidad,másqueuncalorífero.
»¿Quéocurreentonces?Unavezencendidoelsoplete,elhidrógenodelserpentínydelconocóncavosecalientaysuberápidamenteporeltubo,queloconducealasregiones superioresdelaeróstato.Debajo se formaelvacío,queatraeelgasde lasregionesinferiores,elcualsecalientaasuvezyescontinuamentereemplazado.Asíseestableceenlostubosyelserpentínunacorrientesumamenterápidadegas,quesaledelgloboyvuelveaélcalentándosesincesar.
»Ahorabien,losgasesaumentan1/480desuvolumenporgradodecalor.Porlotanto, si fuerzo180 la temperatura, elhidrógenodelaeróstato sedilatará18/480,omil seiscientos setenta y cuatro pies cúbicos;' por consiguiente, desplazará milseiscientos setenta y cuatro pies cúbicos de aire más, lo cual aumentará milseiscientas librassufuerzaascensionalqueequivaleaundesprendimientode lastredeigualpeso.Siaumento1800latemperatura,elgasexperimentaráunadilataciónde180/480,desplazarádieciséismil setecientoscuarentapiescúbicosmásy su fuerzaascensionalseincrementarámilseiscientaslibras.
»Como ven, señores, puedo obtener fácilmente desequilibrios considerables. Elvolumen del aeróstato ha sido calculado demanera que, estandomedio hinchado,desplace un peso de aire exactamente igual al de la envoltura del hidrógeno y labarquillaconlosviajerosytodoslosaccesorios.Enesepunto,sehallaenequilibrioenelaire,sinsubirnibajar.
»Paraverificarlaascensión,doyalgasunatemperaturasuperioralatemperaturaambientepormediodel soplete.Conesteexcesodecalor,obtieneuna tensiónmásfuerteehinchamáselglobo,quesubetantomáscuantomásdilatoelhidrógeno.
»Eldescensoserealiza,naturalmente,moderandoelcalordelsopleteydejandoquebajelatemperatura.Laascensiónserá,pues,generalmentemuchomásrápidaque
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eldescenso.Peroestacircunstanciaresultafavorable,puesnotengoningúninterésenbajarrápidamente,mientrasqueunaprontamarchaascensionalesloquemepermiteevitarlosobstáculos.Lospeligrosestánabajo,noarriba.
»Además, como les he dicho, tengo cierta cantidad de lastre queme permitiráelevarme con más prontitud aun en caso necesario. La válvula situada en el polosuperior del globo no es más que una válvula de seguridad. El globo conservasiempre la misma carga de hidrógeno, siendo las variaciones de temperatura queproduzco en esemediode gas cerrado las queprovocan todos losmovimientos deascensiónydescenso.
»Ahora,señores,añadiréundetallepráctico.»La combustión del hidrógeno y del oxígeno en la punta del soplete produce
únicamentevapordeagua.Hedotado,porello,alaparteinferiordelacajacilíndricadehierrodeun tubodedesprendimientoconválvulaque funcionaamenosdedosatmósferas de presión; por consiguiente, desde el momento en que alcanza estapresión,elvaporseescapaporsímismo.
»Heaquícifrasmuyexactas.»Veinticincogalonesdeaguadescompuestaen suselementosconstitutivos,dan
200librasdeoxígenoy25dehidrógeno.Estorepresentaenlapresiónatmosférica,milochocientosnoventapiescúbicosdelprimeroytresmilsetecientosochentadelsegundo;entotalcincomilseiscientossetentapiescúbicosdemezcla.
»Laespitadelsoplete,enteramenteabierta,consumeveintisietepiescúbicosporhora, con una llama por lomenos diez vecesmás potente que la de las farolas dealumbrado. Por término medio, pues, para mantenerme a una altura pococonsiderable, no quemaré más de nueve pies cúbicos por hora, por lo que misveinticincogalonesdeaguarepresentanseiscientastreintahorasdenavegaciónaérea,esdecir,algomásdeveintiséisdías.
»Ycomopuedobajaramiarbitrio,yrenovarporelcaminolaprovisióndeagua,miviajepuedeprolongarseindefinidamente.
»Heaquími secreto, señores.Es sencillo,y, como todas las cosas sencillas,nopuededejardeteneréxito.Ladilataciónylacontraccióndelgasdelaeróstato,talesmimedio,quenoexigenialasembarazosasnimotormecánico.Uncaloríferoparaproducir las variaciones de temperatura y un soplete para calentarlo; eso no esincómodonipesado.
»Creo,pues,haberreunidotodaslascondicionesparaeléxito.Así terminó su discurso el doctorFergusson, y fue cordialmente aplaudido.No
habíaobjeciónalgunaquehacer;todoestabaprevistoyresuelto.—Sinembargo—dijoelcomandante—,puedeserpeligroso.—¿Quéimporta—respondiósencillamenteeldoctor—,siespracticable?
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CAPITULOXI
UnvientoconstantementefavorablehabíaaceleradolamarchadelResolutehaciaellugardesudestino.LanavegacióndelcanaldeMozambiquefueparticularmenteapacible. La travesía marítima era un buen presagio de la aérea. Todos deseabanllegarprontoyayudaraldoctorFergussonensusúltimospreparativos.
El buque avistó por fin la ciudad de Zanzíbar, situada en la isla del mismonombre,yel15deabril,alasoncedelamañana,anclóenelpuerto.
La isla de Zanzíbar pertenece al imán de Mascate, aliado de Francia y deInglaterra,yesindudablementelamásbelladesuscolonias.Elpuertorecibemuchosbuquesdelospaísesvecinos.
La isla está separadade la costa africanaporuncanal, cuyaanchuramayornopasadetreintamillas.
Existeungrancomerciodecaucho,marfily,sobretodo,ébano,porqueZanzíbares el granmercadode esclavos.Allí se concentra todo el botín conquistado en lasbatallas que los jefes del interior libran incesantemente. El tráfico se extiende portoda la costa oriental, e incluso en las latitudes delNilo, yG.Lejean ha visto allítratarabiertamentebajopabellónfrancés.
ApenasllegóelResolute,elcónsulinglésdeZanzíbarsubióabordoysepusoadisposicióndeldoctor,decuyosproyectos lehabían tenidoalcorrientedesdehacíaun mes los periódicos de Europa. Pero hasta entonces había formado parte de lanumerosafalangedelosincrédulos.
—Dudaba—dijo,tendiéndolelamanoaSamuelFergusson—,peroahorayanodudo.
Ofreciósupropiacasaaldoctor,aDickKennedyy,naturalmente,albravoJoe.Porelcónsultuvoeldoctorconocimientodevariascartasquehabíarecibidodel
capitánSpeke.ElcapitánysuscompañeroshabíantenidoquepasarmuchahambreymuchoscontratiemposantesdellegaralpaísdeUgogo.Noavanzabansinoconunagran dificultad y no pensaban poder dar noticias inmediatas de su situación yparadero.
—Heaquípeligrosyprivacionesquenosotrospodremosevitar—dijoeldoctor.Elequipajedelostresviajerosfuetrasladadoalacasadelcónsul.Sedisponíana
desembarcarelgloboenlaplayadeZanzíbar,puescercadelastadelasbanderasdeseñalizaciónhabíaunsitiofavorable,juntoaunaenormeconstrucciónquelohubierapuesto a cubierto de los vientos del este.Aquella gran torre, semejante a un tonelinmensojuntoalcuallacubadeHeidelberghabríaparecidouninsignificantebarril,servía de fuerte, y en su plataforma vigilaban unos beluchíes, armados con lanzas,especiedesoldadosharaganesyvocingleros.
Sinembargo,duranteeldesembarcodelaeróstato,elcónsulrecibióavisodeque
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lapoblacióndelaislaseopondríaaelloporlafuerza.Nohaynadatanciegocomoelapasionamientofanático.Lanoticiade la llegadadeuncristianoque ibaaelevarseporlosairesfuerecibidaconindignación,ylosnegros,másconmocionadosquelosárabes,vieronenesteproyectointencioneshostilesasureligión,figurándosequesedirigíacontraelSolylaLuna,quesonobjetodeveneraciónparalastribusafricanas.Asípues,resolvieronoponerseaexpedicióntansacrílega.
El cónsul conferenció acerca del particular con el doctor Fergusson y elcomandantePennet.Éste noquería retroceder ante las amenazas; pero su amigo lehizoentrarenrazón.
—Yasé—ledijo—queacabaremosmetiéndonosaesagenteenelbolsillo,yencasonecesariolospropiossoldadosdelimánnosprestaránauxilio;pero,miqueridocomandante,unaccidente sobrevieneenelmomentomenospensado,ybastaríaungolpe cualquiera para causar al globo una avería irreparable que comprometiera elviajeirremisiblemente.Es,pues,preciso,queandemosconpiesdeplomo.
—¿Quéharemos, pues?Si desembarcamos en la costa deÁfrica, tropezaremosconlasmismasdificultades.¿Quépodemoshacer?
—Esmuysencillo—respondióelcónsul—.¿Venaquellasislassituadasmásalládel puerto? Desembarquen en una de ellas el aeróstato, apuesten a los marinerosformandouncinturóndeprotección,ynocorreránningúnpeligro.
—Perfectamente—dijo el doctor—.Yallí podremoscon toda libertad concluirnuestrospreparativos.
ElcomandanteaprobóelconsejoyelResolute seacercóa la isladeKumbeni.Durantelamadrugadadel16deabril,elglobofuepuestoabuenrecaudoenmediodeunclaro,entrelosextensosbosquesquecubríanaquellatierra.
Clavaronenelsuelodospalosde80piesdealto,situadosaunadistanciasimilarunodeotro;unjuegodepoleassujetoasuextremopermitiólevantarelaeróstatopormediodeuncabletransversal.Elgloboestabaentoncesenteramentedeshinchado.Elglobointeriorsehallabaunidoalvérticedelexterior,demodoquesubíanlosdosaunmismotiempo.
Enelapéndiceinferiordeunoyotro,sefijaronlosdostubosdeintroduccióndelhidrógeno.
El día 17 se invirtió en disponer el aparato destinado a producir el gas; secomponía de 30 toneles, en los que se verificaba la descomposición del agua pormediodepedazosdehierroviejoyácidosulfúricosumergidosenunagrancantidaddeagua.Elhidrógenopasabaaungrantonelcentraltrashabersidolavado,ydesdeallísubíaporlostubosdeintroducciónalosdosaeróstatos.Deestamanera,ambosrecibíanunacantidaddegasperfectamentedeterminada.
Para esta operación fue preciso echar mano de mil ochocientos sesenta y seisgalones de ácido sulfúrico, dieciséis mil cincuenta libras de hierro y novecientos
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sesentayseisgalonesdeagua.Estaoperaciónempezóaproximadamentealastresdelamañanadeldíasiguienteydurócasiochohoras.Alotrodía,elaeróstato,cubiertocon su red, se balanceaba graciosamente sobre la barquilla, sostenido por un grannúmero de sacos llenos de tierra. Se montó con el mayor cuidado el aparato dedilatación,ylostubosquesalíandelaeróstatofueronadaptadosalacajacilíndrica.Lasanclas,lascuerdas,losinstrumentos,lasmantasdeviaje,latienda,losvíveresylasarmasocuparonenlabarquillaelpuestoqueteníanasignado;laaguadasehizoenZanzíbar. Las doscientas libras de lastre se distribuyeron entre cincuenta sacoscolocadosenelfondodelabarquilla,peroalalcancedelamano.
Hacia las cinco de la tarde finalizaban estos preparativos. Unos centinelasmontabanguardiaalrededordelaisla,ylasembarcacionesdelResolutesurcabanelcanal.
Los negros seguíanmanifestando su cólera con gritos, muecas y contorsiones.Los hechiceros recorrían los grupos irritados y acababan de exasperar los ánimos;algunosfanáticostratarondeganarlaislaanado,peroselesrechazófácilmente.
Entoncesempezaronlossortilegiosylosencantamientos;loshacedoresdelluvia,quepretendíantenerpodersobrelasnubes,llamaronensuauxilioaloshuracanesyalas«lluviasdepiedra»;cogieronhojasdetodaslasespeciesdeárbolesdelpaísylascocieronafuegolento,mientrasmatabanuncorderoclavándoleunalargaagujaenelcorazón.Pero,apesardetodassusceremonias,elcielopermanecióserenoypuro.
Entonces los negros se entregaron a furiosas orgías embriagándose con tembo,aguardientequeseextraedelcocotero,oconunacervezasumamentefuertellamadatogwa.Sus cantos, sinmelodía apreciable, pero conun ritmomuy exacto, duraronhastamuyentradalanoche.
Hacialasseis,unaúltimacomidareunióalosviajerosalrededordelamesadelcomandante y de sus oficiales. Kennedy, a quien nadie dirigía pregunta alguna,murmuraba en voz baja palabras incomprensibles, con la mirada fija en el doctorFergusson.Lacomidafuetriste.Laaproximacióndelmomentosupremoinspirabaatodos penosas reflexiones. ¿Qué reservaba el destino a aquellos audaces viajeros?¿Volverían a hallarse entre sus amigos, a sentarse junto al fuego del hogar? Si lesllegaban a faltar losmedios de transporte, ¿qué sería de ellos en el seno de tribusferoces,enaquellascomarcasinexploradas,enmediodedesiertosinmensos?
Estasideas,vagashastaentoncesyalasquetodosseinclinabanpoco,enaquelmomentoasaltabanlasimaginacionessobreexcitadas.EldoctorFergusson,tanfríoeimpasible como siempre, habló de varias cosas para disipar aquella tristezacomunicativa,perosusesfuerzosfueronvanos.
Como se temía alguna demostración contra la persona del doctor y de suscompañeros, los tres se quedaron a dormir a bordo del Resolute. A las seis de lamañanasalierondesucamaroteysetrasladarondenuevoalaisladeKumbeni.
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Elglobosebalanceabaligeramente,mecidoporelvientodeleste.Lossacosdetierraqueloreteníanhabíansidoreemplazadosporveintemarineros.ElcomandantePennetysusoficialesasistíanaaquellasolemnemarcha.
EnaquelmomentoKennedysedirigióaldoctor,lecogiólamanoyledijo:—¿Escosadecididatumarcha,Samuel?—Muydecidida,miqueridoDick.—¿Hehechoyocuantodemídependíaparaimpediresteviaje?—Todo.—Entoncestengosobreelparticularlaconcienciatranquilayteacompaño.—Ya lo sabía—respondió el doctor, dejando que aflorase a su semblante una
furtivaemoción.Se acercaba el instante de los últimos adioses. El comandante y los oficiales
abrazaronconefusiónasusintrépidosamigos,sinexceptuaraldignoJoe,queestabamuy contento y satisfecho. Todos quisieron que el doctor Fergusson les diese unapretóndemanos.Alasnueve,lostrescompañerosdeviajeocuparonsupuestoenlabarquilla.Eldoctorencendióelsopleteyavivóla llamademodoqueprodujeseuncalorrápido.Elglobo,quesemanteníajuntoalsueloenperfectoequilibrio,empezóa levantarse a los pocos minutos. Los marineros tuvieron que aflojar un poco lascuerdasqueloretenían.Labarquillaseelevóunosveintepies.
—¡Amigosmíos—exclamóeldoctor,puestoenpieentresusdoscompañerosyquitándoseel sombrero—,pongámosleanuestrobuqueaéreounnombreque ledésuerte!¡LlamémosleVictoria!
Resonóunhurraformidable.—¡Vivalareina!¡VivaInglaterra!Enaquelmomentolafuerzaascensionaldelaeróstatoaumentóprodigiosamente.
Fergusson,KennedyyJoedirigieronunúltimoadiósasusamigos.—¡Sueltenlascuerdas!—exclamóeldoctor.Y elVictoria se elevó por los aires rápidamente,mientras las cuatro piezas de
artilleríadelResoluteatronabanelespacioensuhonor.
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CAPITULOXII
Elaireerapuroyelvientomoderado.ElVictoriasubiócasiperpendicularmenteaunaalturademilquinientospies,quefueindicadaporunadepresióndedospulgadasmenosdoslíneasenlacolumnabarométrica.
Aaquella altura,unacorrientemásmarcada impelióalglobohacia el suroeste.¡Qué magnífico espectáculo se extendía ante los ojos de los viajeros! La isla deZanzíbarseofrecíaporcompletoalavistaydestacabaenuncolormásoscuro,comosobreunvastoplanisferio; loscampos tomabanlaaparienciademuestrasdevarioscolores;ygrandesramilletesdeárbolesindicabanlosbosquesylasselvas.
Los habitantes de la isla parecían como insectos. Los hurras y los gritos seperdíanpocoapocoenlaatmósfera,ysóloloscañonazosdelbuquevibrabanenlaconcavidadinferiordelaeróstato.
—¡Qué hermoso es todo esto! —exclamó Joe, rompiendo por primera vez elsilencio.
No obtuvo respuesta. El doctor estaba ocupado observando las variacionesbarométricasytomandonotadelospormenoresdesuascensión.
Kennedymirabaynoteníaojosparaverlotodo.Losrayosdelsol,uniendosucaloraldelsoplete,aumentaronlapresióndelgas.
ElVictoriasubióaunaalturadedosmilquinientospies.ElResolutepresentabaelaspectodeunbarquichuelo,ylacostaafricanaaparecía
aloestecomounainmensaorladeespuma.—¿Nodicennada?—preguntóJoe.—Miramos—respondióeldoctor,dirigiendosuanteojohaciaelcontinente.—Loqueesyo,sinohablo,reviento.—Hablacuantoquieras,Joe;nadieteloimpide.Y Joe hizo él solo un espantoso consumo de onomatopeyas. Los «¡oh!», los
«¡ah!»ylos«¡eh!»brotabandesuslabiosaborbotones.Durante la travesía del mar, el doctor creyó conveniente mantenerse a aquella
altura que le permitía observar la costa más extensamente. El termómetro y elbarómetro, colgadosdentrode la tienda entreabierta, sehallabanconstantemente alalcance de su vista, y otro barómetro, colocado exteriormente, serviría durante laguardiadenoche.
Alcabodedoshoras,elVictoria,aunavelocidaddepocomásdeochomillas,seaproximó sensiblemente a la costa.El doctor resolvió acercarse a tierra;moderó lallamadelsoplete,ymuyprontoelglobobajóatrescientospiesdelsuelo.
SehallabasobreelMrima,nombrequellevaaquellaporcióndelacostaorientaldeÁfrica.Protegíansusorillasespesosmanglares,ylamareabajapermitíadistinguirsusgruesasraícesroídasporlosdientesdelocéanoíndico.Lasdunasqueformaban
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enotrotiempolalíneacosteraondulabanenelhorizonte,yelmonteNgurualzabasupicoalnoroeste.
ElVictoria pasó cerca de una aldea que el doctor reconoció en elmapa comoKaole.Todalapoblaciónreunidalanzabaaullidosdecóleraydemiedo;dirigieronenvanoalgunasflechasaesemonstruodelosairesquesebalanceabamajestuosamentesobreaquellosimpotentesfurores.
Elvientoconducíahaciaelsur,loque,lejosdeinquietaraldoctor,lecomplació,porquelepermitíaseguirelderroterotrazadoporloscapitanesBurtonySpeke.
KennedysehabíavueltotanhabladorcomoJoe,ylosdossedirigíanmutuamentefrasesadmirativas.
—¡Seacabaronlasdiligencias!—decíaeluno.—¡Ylosbuquesdevapor!—decíaelotro.—¡Y los ferrocarriles —respondía Kennedy—, con los que se atraviesan los
paísessinverlos!—¡Nohaycomounglobo!—exclamabaJoe—.Seandasinsentir,ylanaturaleza
setomalamolestiadepasarantetusojos.—¡Quéespectáculo!¡Quéasombro!¡Quééxtasis!¡Unsueñoenunahamaca!—¿Ysialmorzásemos?—preguntóJoe,aquienelairelibreabríaelapetito.—Buenaidea,muchacho.—¡Oh!¡Lospreparativosnoseránlargos!Galletasycarneenconserva.—Ycaféadiscreción—añadióeldoctor—.Tepermitotomarprestadounpoco
decalordemisoplete,quetienedesobra.Asínotendremosquetemerunincendio.—Seríaterrible—repusoKennedy—.Parecequellevemosencimaunpolvorín.—Notanto—respondióFergusson—.Sielgasseinflamase,seconsumiríapoco
apocoybajaríamosatierra,loquesindudaseríauncontratiempo;pero,notemáis,nuestroaeróstatoestáherméticamentecerrado.
—Comamos,pues—dijoKennedy.—Coman, señores ——dijo Joe—, y yo, al mismo tiempo que les imito,
prepararéuncafédelquemehablarándespuésdehaberlotomado.—El hecho es —repuso el doctor— que Joe, amén de mil virtudes, tiene un
talentoespecialísimoparaprepararesabebidadeliciosa;laelaboraconunamezcladevariasprocedenciasquenuncamehaqueridodaraconocer.
—Puesbien,miseñor,alaalturaenquenoshallamospuedoconfiarlemireceta.Sereducesimplementeamezclarmoca,bourbonyrio-nunezenpartesiguales.
Pocosinstantesdespués,treshumeantesyaromáticastazasponíanpuntofinaldeunsustancialalmuerzo,sazonadoporelbuenhumordeloscomensales;luego,cadacualvolvióasupuntodeobservación.
El país destacaba por su prodigiosa fertilidad. Senderos tortuosos y estrechosdesaparecíanbajobóvedasdeverdor.Sepasabaporencimadecamposcultivadosde
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tabaco,maízycentenoenplenamadurez,y recreaban lavistavastosarrozalesconsus tallos rectos y sus flores de color purpúreo. Se distinguían carneros y cabrasencerradosengrandesjaulascolocadasenalto,sobrepilotes,parapreservarlasdelavoracidad de los leopardos.Una vegetación espléndida cubría aquel suelo pródigo.EnmuchasaldeassereproducíanescenasdegritosyasombroalavistadelVictoria,y el doctor Fergusson semantenía prudentemente fuera del alcance de las flechas.Loshabitantes,agrupadosalrededordesuschozascontiguas,perseguíanlargotiempoalosviajerosconvanasimprecaciones.
Almediodía,eldoctor,consultandoelmapa,estimóquesehallabasobreelpaísdeUzaramo.Lacampiñasepresentabaerizadadecocoteros,papayosyalgodoneros,sobre los cuales el Victoria parecía reírse. Tratándose de África, a Joe aquellavegetaciónleparecíamuynatural.Kennedyveíaliebresycodornicesquelepedíanpor favor una perdigonada; pero no quiso complacerlas, pues, siendo imposiblecobrarlas,nohubierahechomásquegastarpólvoraensalvas.
Losaeronautasnavegabanaunavelocidaddedocemillasporhora,yprontosehallarona38020'delongitudsobrelaaldeadeTounda.
—Allíes—dijoeldoctor—dondeBurtonySpekesufrieroncalenturasviolentasyporuninstantecreyeronsuexpedicióncomprometida.Apesardequetodavíanosehallabandemasiadoalejadosdelacosta,yasehacíansentirrudamentelasfatigasylasprivaciones.
Enefecto,enaquellacomarcareinaunamalariaperpetua,cuyoataqueeldoctorsólo pudo evitar elevando el globo por encima de las miasmas de aquella tierrahúmeda,cuyasemanacionesabsorbíaelardientesol.
De vez en cuando divisaban una caravana que descansaba en un kraal,aguardando el fresco de la noche para proseguir su camino. Un kraal es un vastoespaciorodeadodeespinos,unaespeciedevalladoosetovivodondelostraficantesse ponen al abrigo de los animales dañinos y de las tribus merodeadoras de lacomarca. Se veía a los indígenas correr y dispersarse al ver al Victoria. Kennedydeseabacontemplarlosdecerca,aloqueSamuelseopusoconstantemente.
—Los jefes —dijo— van armados con mosquetes, y nuestro globo ofrece unblancofácilparaalojarenélunabala.
—Yunbalazo,¿echaríaabajoelglobo?—preguntóJoe.—Inmediatamente, no; pero el agujero seharíagrandemuypronto, ypor él se
escaparíatodoelgas.—Mantengámonos, pues, a una distancia respetable de esos tunantes. ¿Qué
pensarán de nosotros, viéndonos volar por el aire? Estoy seguro de que deseanadorarnos.
—Quenosadoren,perode lejos—respondióeldoctor—.No lesquieroverdecerca.Mirad,elpaístomaotroaspecto.Lasaldeassonmásescasas;losinangleshan
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desaparecido;aestalatitudlavegetaciónsedetiene.Elterrenosevuelvemontuosoypreludiamontañaspróximas.
—Enefecto—dijoKennedy—,meparece quepor aquel ladodistingo algunasprominencias.
—Haciaeloeste…Son lasprimerascordillerasdelUrizara;elmonteDuthumi,sinduda,detrásdelcualesperoquepodamosrefugiarnosparapasarlanoche.Voyaactivar la llama del soplete, pues debemos mantenernos a una altura de entrequinientosyseiscientospies.
—Esunamagníficaidea,señor,laquehatenido—dijoJoe—,lamaniobranoesdifícilnifatigosa:sedavueltaaunallaveynohaynecesidaddemás.
—Aquí estamos mejor —afirmó el cazador, cuando el globo hubo subido; elreflejodelosrayosdelsolenlaarenarojaresultabainsoportable.
—¡Qué árboles tan magníficos!—exclamó Joe—. Aunque son una cosa muynatural,sonhermosísimos.Conmenosdeunadocenasepodríahacerunbosque.
—Son baobabs —respondió el doctor Fergusson—. Mirad, allí hay uno cuyotroncotendrácienpiesdecircunferencia.Fueacasoalpiedeestemismoárboldondeen 1845 pereció el francésMalzan, pues nos hallamos sobre la aldea de Deje-la-Mhora,dondeseaventuróaentrarsoloyfueapresadoporeljefedelacomarca.Leamarraron al pie de un baobab, y aquel negro feroz, mientras sonaba el canto deguerra,lecortólentamentelasarticulacionesunatrasotra;alllegaralagargantasedetuvoparaafilarsucuchilloembotadoyarrancólacabezadeldesventuradomártirantesdequeestuvieseenteramentecortada.Elpobrefrancésteníaveintiséisaños.
—¿YFrancianohavengadouncrimensemejante?—preguntóKennedy.—Francia reclamó, y el sald de Zanzíbar hizo cuanto pudo para dar caza al
asesino,perotodassuspesquisasfueroninútiles.—Suplicoquenonosdetengamosenelcamino—dijoJoe—;subamos,subamos,
señor,hágamecaso.—Encantado,Joe,yaqueelmonteDuthumisealzaantenosotros.Simiscálculos
sonexactos,antesdelassietedelatardelohabremospasado.—¿Noviajaremosdenoche?—preguntóelcazador.—No, mientras podamos evitarlo. Con precauciones y vigilancia, no habría
peligro;peronobastaatravesarÁfrica,esprecisoverla.—Hastaahoranotenemosmotivodequeja,señor.¡Elpaísmáscultivadoyfértil
delmundo,enlugardeundesierto!¡Comoparacreeralosgeógrafos!—Aguarda,Joe,aguarda;veremosmásadelante.Hacia las seis y media de la tarde, el Victoria se encontró frente al monte
Duthumi;parasalvarlo,tuvoqueelevarseamásdetresmilpies.Alefecto,eldoctorno tuvomásque elevar180 la temperatura.Bienpuededecirsequemaniobraba elglobo con habilidad.Kennedy le indicaba los obstáculos que tenía que salvar, y el
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Victoriavolabapor losaires rozando lamontaña.A lasochodescendía lavertienteopuesta,cuyapendienteeramássuave.Echaronlasanclasfueradelabarquilla,yunadeellas,encontrandolasramasdeunenormenopal,seagarrófirmementeaellas.Joesedeslizóporlacuerdaylasujetóconlamayorsolidez.Luegoletendieronlaescalade seda, y se encaramó por ella con gran agilidad. El aeróstato, al abrigo de losvientosdeleste,permanecíacasiinmóvil.
Los viajeros prepararon la cena y, excitados por su paseo aéreo, abrieron unaampliabrechaensusprovisiones.
—¿Cuánto camino hemos recorrido hoy? —preguntó Kennedy, engullendoinquietantesbocados.
El doctor fijó su posición por medio de observaciones lunares y consultó elexcelente mapa que le servía de guía, el cual pertenecía al atlas Der NeusterEntedekungen inÁfrica, publicado enGhota por su sabio amigoPotermann y queéste le había enviado. Aquel atlas debía servir para todo el viaje del doctor, puesconteníaelitinerariodeBurtonySpekealosGrandesLagos,SudánsegúneldoctorBarth, el bajo Senegal segúnGuillaumeLejean, y el delta delNíger por el doctorBaikie.
FergussonsehabíaprovistotambiéndeunaobraqueenunsolovolumenreuníatodaslasnocionesadquiridassobreelNilo.TitulábaseThesourcesoftheNil,beingageneralsurveyofthebasinofthatriverandofitsheabstreamwiththehistoryoftheNiloticdiscoverybyCharlesBeke,th.D.
Poseía igualmente los excelentes mapas publicados en los Boletines de laSociedad Geográfica de Londres, y no podía escapársele ningún punto de lascomarcasdescubiertas.
Consultando el mapa, vio que su rumbo latitudinal era de 20 o ciento veintemillasoeste.
Kennedyobservóqueelcaminosedirigíahaciaelmediodía.Peroestadirecciónsatisfacíaaldoctor,elcualqueríareconocer,enlamedidadeloposible,lashuellasdesuspredecesores.
Se resolviódividir lanocheen trespartes, a finde turnarseen lavigilancia.Eldoctorcomenzabasuguardiaalasnueve,KennedyalasdoceyJoealastres.
Asípues,KennedyyJoe,envueltosensusmantas,setendieronbajolatiendaydurmieronapiernasueltamientraseldoctorFergussonvelaba.
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CAPITULOXIII
Lanochetranscurrióencalma.Sinembargo,elsábadoporlamañana,Kennedysintiócansancioyescalofríosaldespertarse.Eltiempocambiaba;elcielo,cubiertodedensasnubes,parecíaprepararseparaunnuevodiluvio.Un tristepaís,Zungomero,dondelluevecontinuamente,exceptotalvezunosquincedíasenelmesdeenero.
Una violenta lluvia no tardó en envolver a los viajeros; debajo de ellos, loscaminos cortados por nullabs, especie de torrentes momentáneos se volvíanimpracticables, además de estar cubiertos de matorrales espinosos y llanasgigantescas.SepercibíanclaramenteesasemanacionesdehidrógenosulfuradodelasquehablaelcapitánBurton.
—Segúnél—dijoeldoctor—,ytienerazón,sediríaquehayuncadáverocultodetrásdecadamatorral.
—Esunmalditopaís—respondióJoe—,ymeparecequeel señorKennedyseencuentramalporhaberpasadoenéllanoche.
—Enefecto,tengounafiebrebastantealta—dijoelseñorKennedy.—Nadatienedeparticular,miqueridoDick;noshallamosenunadelasregiones
más insalubres de África. Pero no permaneceremos en ella mucho tiempo. Enmarcha.
GraciasaunadiestramaniobradeJoe,elanclasedesenganchó,y,pormediodela escala, el hábil gimnasta volvió a subir a la barquilla. El doctor dilatóconsiderablemente el gas y el Victoria remontó el vuelo, impelido por un vientobastantefuerte.
Aparecía alguna que otra choza enmedio de aquella niebla pestilente. El paíscambiabadeaspecto.EnÁfricaocurreconfrecuenciaqueunaregiónmefíticaydepocaextensiónconfinacomarcasabsolutamentesalubres.
Kennedysufríavisiblemente;lacalenturaabatíasuvigorosanaturaleza.—Seríamalacosacaerenfermo—dijo,envolviéndoseensumantayechándose
bajolatienda.—Unpocodepaciencia,miqueridoDick—respondióeldoctorFergusson—,y
prontorecobraráscompletamentelasalud.—¡Ojalá,Samuel!Si en tu botiquíndeviaje tienes algunadrogapara curarme,
adminístramelasinperdertiempo.Latragaréaojoscerrados.—Tengo un medicamento mejor que todas las drogas, amigo Dick, y
naturalmente,voyadarteunfebrífugoquenocostaránada.—¿Ycómoloharás?—Muysencillo.Subiréencimadeestasnubesquenosenvuelvenymealejaréde
estaatmósferapestilente.Diezminutostepidoparadilatarelhidrógeno.Nohabíantranscurridolosdiezminutoscuandolosviajerosestabanyafueradela
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zonahúmeda.—Aguardaunpoco,Dick,ynotaráslainfluenciadelairepuroydelsol.—¡Vayaunremedio!—dijoJoe—.¡Esmaravilloso!—¡No!¡Estotalmentenatural!—Esonolopongoenduda.—Envió a Dick a tomar aires, como se hace todos los días en Europa, y del
mismomodo que en laMartinica le enviaría a los Pitons para librarle de la fiebreamarilla.
—Laverdadesqueestegloboesunparaíso—dijoKennedy,yamásaliviado.—Oporlomenosconduceaél—respondióJoecongravedad.Era un espectáculo curioso el que ofrecían las nubes aglomeradas en aquel
momento debajo de la barquilla.Rodaban unas sobre otras, y se confundían en unresplandormagnífico reflejando los rayos del sol.ElVictoria llegó a una altura de4.000pies.Eltermómetroindicabaalgúndescensoenlatemperatura.Noseveíayala tierra. A unas cincuenta millas al oeste, el monte Rubeho levantaba su cabezacentelleante.Formabael límitedelpaísdeUgogo,a36020'de longitud.Elvientosoplaba a una velocidad de veinticinco millas por hora, pero los viajeros no sepercatabandesurapidez,nisiquierateníansensacióndelocomoción.
Tres horas después, la predicción del doctor se realizaba. Kennedy noexperimentabaningúnescalofríoyalmorzóconapetito.
—¡Yqueaúnhayaquientomesulfatodequinina!—dijoconsatisfacción.—Decididamente—exclamóJoe—,aquíesdondemeretirarécuandoseaviejo.Hacia lasdiezde lamañana, laatmósferasedespejo.Sehizounagujeroen las
nubes, la tierra reapareció y elVictoria se acercó a ella insensiblemente.El doctorFergussonbuscabaunacorrientequelellevasealnoroeste,ylaencontróaseiscientospiesdelsuelo.Elterrenosevolvíaaccidentado,inclusomontuoso.Aleste,eldistritodeZungomeroseborrabaconlosúltimoscocoterosdeaquellalatitud.
Luego,lascrestasdeunamontañasepresentaronmásacentuadas.Algunospicosse levantaban en distintos puntos del horizonte. Era preciso vigilar constantementelosconosagudosqueparecíansurgirinopinadamente.
—Noshallamosentrelosrompientes—dijoKennedy.—Puedesestartranquilo,amigoDick,notropezamos.—¡Hermosamaneradeviajar!—replicóJoe.Enefecto,eldoctormanejabaelgloboconunadestrezamaravillosa.—Si tuviésemos que andar por este terreno encharcado —dijo—, nos
arrastraríamosporun lodo insalubre.Desdenuestra salidadeZanzíbarhasta llegardonde estamos, la mitad de nuestras bestias de carga habrían muerto de fatiga, ynosotros pareceríamos espectros y llevaríamos la desesperación en el alma.Estaríamos en incesante lucha con nuestros guías y expuestos a su brutalidad
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desenfrenada.Duranteeldíanosagobiaríauncalorhúmedo,insoportable,sofocante.Durantelanoche,experimentaríamosunfríoconfrecuenciaintolerable,yacabaríanconnuestrapaciencialaspicadurasdeciertasmoscas,cuyoaguijónatraviesalatelamásgruesayescapazdevolver locoacualquiera. ¡Yanodigonadade lasbestiassalvajesydelastribusferoces!
—¡Diosnoslibredeunasyotras!—replicósimplementeJoe.—Noexageronada—prosiguióeldoctorFergusson—,puesnosepuedenleerlas
narracionesdelosviajerosquehantenidolaaudaciadepenetrarenestascomarcassinqueselellenenlosojosdelágrimas.
Hacia lasoncepasaban la cuencade Imengé; las tribus esparcidaspor aquellascolinas amenazaban en vano con sus armas alVictoria, que llegaba, por fin, a lasúltimasondulacionesmontuosasqueprecedenalRubehoyformanlaterceraymáselevadacordilleradelasmontañasdeUsagara.
Los viajeros distinguían perfectamente la conformación orográfica del país.Aquellas tres ramificaciones,de lasqueelDuthumi formaelprimereslabón,estánseparadas unas de otras por vastas llanuras longitudinales; las elevadas lomas secomponendeconosredondeados,entre loscuales lasgargantasestánsembradasdepedruscoserráticosyguijarros.Eldeclivemasacusadodeaquellasmontañassehallafrente a la costa deZanzíbar; las pendientes occidentales no sonmás que llanurasinclinadas. Las depresiones del terreno están cubiertas de una tierra negra y fértildondelavegetaciónesvigorosa.VariosriachuelosseinfiltranhaciaelesteyafluyenalKingani,entregigantescosramosdesicomoros,tamarindos,guayabasypalmeras.
—¡Atención! —dijo el doctor Fergusson—. Nos acercamos al Rubeho, cuyonombresignificaenlalenguadelpaís«pasodelosvientos».
Haremosbienendoblaraciertaalturalosagudospicachos.Simimapaesexacto,subiremoshastaunaalturademásdecincomilpies.
—¿Alcanzaremosconfrecuenciaesaszonassuperiores?—Raravez;laalturadelasmontañasdeÁfricaesmenor,segúnparece,quelade
las de Europa y Asia. Pero, de todosmodos, el Victoria las salvará sin dificultadalguna.
En poco tiempo el gas se dilató, bajo la acción del calor y el globo tomó unamarchaascensionalmuypronunciada.Ladilatacióndelhidrógenonoofrecíaningúnpeligro,ylavastacapacidaddelaeróstatonoestaballenamásqueensustrescuartaspartes. El barómetro, mediante una depresión de unas ocho pulgadas, indicó unaelevacióndeseismilpies.
—¿Podríamosestarsubiendoasímuchotiempo?—preguntóJoe.—La atmósfera terrestre —respondió el doctor— tiene una altura de seis mil
toesas.Conunglobomuygrande, iríamos lejos.Esoes loquehicieron losseñoresBrioschiyGay-Lussac,peroempezóamanarlessangrede labocay losoídos.Les
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faltabaaire respirable.Haceunosaños,dosaudaces franceses, losseñoresBarralyBixio,selanzarontambiénalasaltasregiones,perosugloboserasgó…
—¿Ycayeron?—preguntóalmomentoKennedy.—Sinduda,perocomodebencaerlossabios,sinhacerseningúndaño.—¡Puesbien, señores—dijo Joe—, sonustedes libresdecaer cuantasveces lo
deseen!Peroyo,quenosoymásqueunignorante,prefieropermanecerenunjustotérminomedio,nidemasiadoalto,nidemasiadobajo.Nohayqueserambicioso.
Aseismilpies,ladensidaddelairehadisminuidoyasensiblemente;elsonidosemueve con dificultad y la voz se oye mucho menos. Los objetos se venconfusamente.Lamiradanopercibemásquegrandesmolesbastanteindeterminadas;loshombresylosanimalessevuelvenabsolutamenteinvisibles;loscaminosparecencintas,yloslagos,estanques.
El doctor y sus compañeros se sentían en un estado anormal; una corrienteatmosféricadegranvelocidadlosarrastrabamásalláde lasmontañasáridas,cuyascimascoronadasdenievedeslumbraban;suaspectoconvulsionadodemostrabaalgúntrabajoneptunianodelosprimerosdíasdelmundo.
El sol brillaba en su cenit, y los rayos caían a plomo sobre aquellas desiertascimas.Eldoctorhizoundibujoexactodelasmontañas,formadasporcuatrocumbressituadascasienlínearecta,delascualeslamásseptentrionaleslamásalargada.ElVictoria no tardó en descender por la vertiente opuesta delRubeho, costeandounallanura poblada de árboles de un verde muy sombrío. A esta llanura sucedieroncrestas y barrancos colocados en una especie de desierto que precedía al país deUgogo. Más abajo se presentaban llanuras amarillentas, tostadas, agrietadas,salpicadasatrechosdeplantassalinasydematorralesespinosos.
Algunos bosquecillos, que más adelante se convirtieron en verdaderas selvas,embellecieronelhorizonte.Eldoctorseaproximóatierra,echaronlasanclas,yunadeellasquedóagarradaalasramasdeuncorpulentosicomoro.
Joe,deslizándose rápidamente, sujetóelanclaconprecaución;eldoctordejóelsoplete funcionandopara conservar en el aeróstato cierta fuerza ascensional que lomantuvoenelaire.Elvientohabíacalmadocasisúbitamente.
—Ahora,amigoDick—dijoFergusson—,cogedosescopetas,unaparatiyotraparaJoe,yprocuradentrelosdostraerunosbuenosfiletesdeantílopeparalacomidadehoy.
—¡Decaza!—exclamóKennedy.Echó la escala y bajó. Joe fue brincando de una a otra rama y aguardó,
desperezándose,aKennedy.Eldoctor,aliviadodelpesodesusdoscompañeros,pudoapagarelsoplete.
—Noecheavolar,señor—exclamóJoe.—Tranquilo,muchacho, estoy sólidamente anclado. Voy a poner en ordenmis
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apuntes. Cazad bien y sed prudentes. Yo, desde aquí, observaré el terreno y a lamenorsospechaqueconcibadispararélacarabina.Eltiroserálaseñaldereunión.
—Deacuerdo—respondióelcazador.
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CAPITULOXIV
Elpaís,árido,seco,formadodeunatierraarcillosaqueelcaloragrietaba,parecíadesierto.Devezencuandoseencontrabanalgunosvestigiosdecaravanas,osamentasblanquecinasdehombresyanimales,medioroídasymezcladasconelpolvo.
DickyJoe,despuésdeunamediahorademarcha,seinternaronenunbosquedegomeros,alacechoyconeldedoenelgatillode laescopeta.Nosabíanconquiéntendríanquehabérselas.Joe,sinseruntiradordeprimera,manejababienunarmadefuego.
—Caminar sienta bien, señor Dick, aunque el terreno que pisamos no es muycómodo—dijoJoe,tropezandoconlosfragmentosdecuarzodequeestabasembradoelsuelo.
Kennedyindicóconungestoasucompañeroquecallaseysedetuviese.Faltabanperros,ylaagilidaddeJoe,pormuchaquefuese,noequivalíaalolfatodeunpachónodeunpodenco.
Enellechodeuntorrente,enelquequedabanalgunasaguasestancadas,saciabasusedungrupodeunosdiezantílopes.Aquellosgraciososanimales,olfateandounpeligro, parecían inquietos; entre sorbo y sorbo de agua, levantaban la cabeza conazoramiento,husmeandoconsushocicoslasemanacionesdeloscazadores.
Kennedy rodeóunosmatorrales, en tanto que Joe permanecía inmóvil.Llegó atiro de los antílopes y disparó su escopeta. El grupo desapareció rápidamente,quedando sólo un antílopemacho que cayó como herido por un rayo.Kennedy seprecipitó sobre su víctima. Era un magnífico ejemplar de un azul claro, casiceniciento, con el vientre y la parte anterior de las patas de una blancuradeslumbradora.
—¡Buen tiro!—exclamó el cazador—.Es una especie de antílopemuy rara, yesperopoderprepararsupielparaconservarla.
—¿Quédice,señorDick?—Loqueoyes.¡Miraquépelajetanespléndido!—PeroeldoctorFergussonnoadmitiráunexcesodepeso.—¡Tienes razón, Joe! Triste cosa es, sin embargo, no aprovechar nada de una
piezatanmagnífica.—¿Nada?No,señorDick;vamosasacardelanimaltodaslasventajasnutritivas
queposee,y, con supermiso, loharéahoramismopedazos tanbiencomopudierahacerloelsíndicodelailustrecorporacióndecarnicerosdeLondres.
—Puesyapuedesempezar,camarada;aunquedebessaberque,afuerdecazador,medesenvuelvotanbiendesollandounarescomomatándola.
—Estoysegurodeello,señorDick,comoloestoytambiéndeque,enmenosquecantaungallo,contrespiedrasarmaráunaparrilla.Leñasecanofalta,ysólolepido
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unosminutosparautilizarsusascuas.—Laoperaciónnoesmuylarga—replicóKennedy.Yprocediódeinmediatoalaconstruccióndelaparrilla,delaqueunosinstantes
despuéssalíannumerosasllamas.Joesacódelcuerpodelantílopeunadocenadechuletasytrozosdelomo,quese
convirtieronmuyprontoenunasadodelicioso.—ElamigoSamuel—dijoelcazador—sevaachuparlosdedosdegusto.—¿Sabeloqueestoypensando,señorDick?—¿Enquéhasdepensarmásqueenloqueestáshaciendo?—Pues, no, señor. Pienso en la cara que pondríamos si no encontráramos el
globo.—¡Vayaunaocurrencia!¿Habíaeldoctordeabandonarnos?—Pero¿ysisedesengancharaelancla?—Imposible.Yaunquesedesenganchara,yasabríaSamuelbajarconsuglobo.—Pero¿ysielvientoselollevase?—Mala cosa sería; pero, no hagas semejantes suposiciones que nada tienen de
agradable.—Nohaynada imposibleenestemundo,señor,yespor tantoprecisopreverlo
todo…Enaquelmismomomentoseoyóuntiro.—¡Oh!—gritóJoe.—¡Micarabina!Conozcosudetonación.—¡Unaseñal!—¡Unpeligronosamenaza!—¡Aéltalvez!—replicóJoe.—¡Enmarcha!Loscazadoresrecogieronenunmomentolacarnequehabíanasadoyempezaron
adesandarelcamino,guiándoseporlasramasqueKennedyhabíaesparcidoconesaintención.LaespesuradelaarboledalesimpedíaverelVictoria,delcualnopodíanestarlejos.
Seoyóunsegundodisparo.—Lacosaapremia—dijoJoe.—¡Otrotiro!—Esotienetrazasdeunadefensapersonal.—¡Corramos!Yecharonacorrercontodoelvigordesuspiernas.Alsalirdelbosquevieronel
Victoria,coneldoctorenlabarquilla.—¿Quépasa,pues?—preguntóKennedy.—¡Diosdelcielo!—exclamóJoe.
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—¿Quéves?—¡Mire!¡Unacatervadenegrosasaltanelglobo!En efecto, a dos millas de donde ellos estaban, unos treinta individuos se
agolpaban, gesticulando, gritando y brincando, al pie del sicomoro. Algunos,encaramándose por el árbol, subían hasta las ramas más altas. El peligro parecíainminente.
—¡Miseñorestáperdido!—exclamóJoe.—¡Calma, Joe,y apuntabien!Ennuestrasmanos tenemos lavidadecuatrode
esosmonigotes.¡Adelante!Habíanavanzadounamillaconsumarapidez,cuandopartiódelabarquillaotro
tiro que derribó a uno de aquellos demonios que se encaramaba por la cuerda delancla.Uncuerposinvidacayóderamaenramayquedócolgadoaveintepiesdelsuelo,conlaspiernasylosbrazosextendidos.
—¿Pordóndediablossesostieneesebárbaro?—exclamóJoe.—¿Quénosimporta?—respondióKennedy—.¡Corramos!¡Corramos!—¡Ah,señorKennedy!—exclamóJoe,sinpodercontenerlarisa—.¡Porelrabo!
¡Esunmono!¡Unasaltodemonos!—Mejor, más vale que sean monos que hombres —replicó Kennedy,
precipitándosehaciaelgrupovociferante.Era una manada de cinocéfalos bastante temibles, feroces y brutales, con un
hocicodeperroquelesdabaunaspectorepugnante.Sinembargo,unoscuantostirosbastaron para obligarles a abandonar el campo de batalla, donde dejaron no pocoscadáveres.
Kennedyseencaramóporlaescala.Joesubióalsicomoro,desenganchóelanclay subió a labarquilla sindificultad.Algunosminutosdespués, elVictoriavolvió aremontarseysedirigíahaciaelesteaimpulsosdeunvientomoderado.
—¡Vayaunasalto!—exclamóJoe.—Creíamosqueestabasrodeadodeindígenas.—Afortunadamente,noeranmásquemonos—respondióeldoctor.—Delejos,ladiferencianoesgrande,amigoSamuel.—Nidecercatampoco—replicóJoe.—Decualquiermodo—repusoFergusson—,esteataquedemonospodíahaber
tenidofunestasconsecuencias.Si,consusrepetidostironeslleganadesengancharelancla,noséadóndemehubierallevadoelviento.
—¿Noselodecíayo,señorKennedy?—Teníasrazón,Joe;pero,aunteniéndola,enaquelmomentoestabasasandounas
chuletasdeantílopecuyavisiónmeabríaelapetito.—Locreo—respondióeldoctor—.Lacarnedeantílopeesexquisita.—Ahoralaprobaremosseñor;lamesaestápuesta.
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—Enverdad—dijoelcazador—queestaslonchasdevenadoechanunhumillomontaraznadadesdeñable.
—¡Yalocreo!—respondióJoeconlabocallena—.Yomecomprometeríaanocomermásqueantílopetodoslosdíasdemivida,contalquenomefaltaseunbuenvasodegrogparadigerirlomásfácilmente.
Joepreparólacodiciadapócimaylostreslapaladearonconrecogimiento.—Lacosamarcha—dijo.—Apedirdeboca—respondióKennedy.—¿Quétal,señorDick?¿Sientehabernosacompañado?—¿Quién hubiera sido capaz de impedírmelo? —respondió el cazador
resueltamente.Eran las cuatro de la tarde. El Victoria encontró una corriente más rápida. El
terrenoseelevabainsensiblemente,ymuyprontolacolumnabarométricaindicóunaaltura de mil quinientos pies sobre el nivel del mar. El doctor se vio entoncesobligadoasostenerelaeróstatomedianteunadilatacióndegasbastantefuerte,yelsopletefuncionabaincesantemente.
Hacia las siete, el Victoria planeaba sobre la cuenca de Kanyemé. El doctorreconoció al momento aquel vasto desmonte de seis millas de extensión, con susaldeasocultasentrebaobabsygüiras.Allí seencuentra la residenciadeunode lossultanesdelpaísdeUgogo,dondelacivilizaciónestámenosatrasadaysecomerciararavezconcarnehumana;sinembargo,hombresyanimalesvivenjuntosenchozasredondassinarmazóndemadera,queparecenhacesdeheno.DespuésdeKanyemé,el terreno se vuelve árido y pedregoso; pero a una hora de distancia, cerca deMdaburu,hayunvallefértildondelavegetaciónrecobratodosuvigor.Elvientocesóalanochecer,ylaatmósferapareciódormirse.Eldoctorbuscóenvanounacorrienteadiferentesalturas;alconstatarlacalmadelanaturaleza,resolviópasarlanocheenel aire y, para mayor seguridad, se elevó unos mil pies. El Victoria permanecíainmóvil, y la noche, magníficamente estrellada, cayó en silencio. Dick y Joe setumbaronensuapaciblecamaysesumieronenunprofundosueñodurantelaguardiadeldoctor,quefuereemplazadoporelescocésamedianoche.
—Siseproducecualquierincidente—ledijoaDick—,despiértamey,sobretodo,nopierdasdevistaelbarómetro.Elbarómetroesnuestrabrújula.
Lanochefuefría;llegóahaber270dediferenciaconlatemperaturadeldía.Conlastinieblashabíaempezadoelconciertonocturnodelosanimales,aquieneslasedyelhambreobligabanaabandonarsusguaridas.Seoyólavozdesopranodelasranas,acompañadade losaullidosde loschacales,mientrasque los imponentesgravesdelosleonessosteníanlosacordesdeaquellaorquestaviviente.
Por lamañana,alvolverasupuesto,eldoctorFergussonconsultó labrújula,yobservóquedurantelanochehabíavariadoladireccióndelviento.Hacíacosadedos
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horasqueelVictoriaderivabaunastreintamillashaciaelnoreste.PasabaporencimadeMabunguru,paíspedregoso,sembradodebloquesdesienitabellamentepulidaydegibososmontículos;masascónicas,análogasalospeñascosdeKarnak,erizabanelterreno cual dólmenes druídicos; numerosas osamentas de búfalos y elefantessalpicabanelsuelodeblanco,y,exceptuandolapartedeleste,enqueselevantabanprofundosbosquesbajoloscualesseocultabanalgunasaldeas,habíapocosárboles.
Hacia las siete,una rocaesférica,que tendríadosmillasdeextensión, apareciócomoinmensaconchadegalápago.
—Vamos bien encaminados—dijo el doctor Fergusson—. Allí está Jihoue-la-Mkoa,dondenosdetendremosunrato.Quierorenovarlaprovisióndeaguanecesariaparaalimentarelsoplete.Busquemosunsitiodondeagarrarnos.
—Pocosárboleshay—respondióelcazador.—Probemos.Joe,echalasanclas.El globo, perdiendo poco a poco su fuerza ascensional, se acercó a tierra; las
anclascorrieronhastaqueunadeellashincóunauñaenlahendiduradeunaroca,yelVictoriaquedósujeto.
No se crea que el doctor, durante las paradas, pudo apagar completamente elsoplete. El equilibrio del globo había sido calculado al nivel del mar, y como elterrenoseelevabasincesar,alhallarseaunaalturadeseiscientososetecientospies,elglobohabríatenidounatendenciaadescendermásabajoqueelpropiosuelo;poresoeraprecisosostenerlomedianteunadilatacióndelgas.Sóloenelcasodeque,enausenciatotaldeviento,eldoctorhubieradejadolabarquilladescansarenelsuelo,elaeróstato,libredeunpesoconsiderable,sehabríamantenidoenelairesinayudadelsoplete.
Los mapas indicaban vastas ciénagas en la vertiente occidental de Jihoue-la-Mkoa. Joe sedirigióallí soloconunbarrilquepodríacontenerunosdiezgalones;encontró sin trabajo el punto indicado, no lejos de un poblado desierto, hizo suprovisióndeaguayenmenosdetrescuartosdehoraestuvoyadevuelta.Nohabíavisto nada de particular, aparte de enormes trampas para cazar elefantes; inclusoestuvoapuntodecaerenunadeellas,enlaqueyacíaunesqueletomedioroído.
Trajodesuexcursiónunaespeciedenísperosquelosmonoscomíanávidamente.Eldoctorreconocióelfrutodelmbenbú,árbolqueabundaenlaparteoccidentaldeJihoue-la-Mkoa. Fergusson aguardaba a Joe con cierta impaciencia, porque enaquellatierrainhospitalariaunadetención,porbrevequefuese,leinspirabasiemprezozobra.
Elaguafueembarcadasindificultad,pueslabarquilladescendiócasialniveldelsuelo;Joe,trasdesengancharelancla,subióconprestezajuntoasuseñor.Encuantoéstereavivólallama,elVictoriareemprendiósurutaporlosaires.
SehallabaentoncesaunascienmillasdeKazeh,importanteestablecimientodel
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interiordeÁfrica,donde,graciasaunacorrientedelsureste,podíanprometerse losviajeros llegar durante aquel día.Avanzaban a unavelocidadde catorcemillas porhora. La conducción del aeróstato se hizo entonces bastante difícil; no era posibleelevarseagranalturasindilatarexcesivamenteelgas,porqueelterrenosehallabayaaunaalturamediadetresmilpies.Eldoctorprefería,enlamedidadeloposible,noforzar su dilatación, por lo que siguió muy hábilmente las sinuosidades de unapendientebastanteempinada,ypasócasirozandolasaldeasdeThemboydeTura-Wels.EstaúltimaformapartedelUnyamwezy,magníficacomarcadondelosárbolesalcanzan las más colosales dimensiones, especialmente los cactos, que songigantescos.
Hacia las dos, con un tiempomagnífico, bajo un sol ardiente que devoraba lamenor corriente de aire, el Victoria planeaba sobre la ciudad de Kazeh, situada atrescientascincuentamillasdelacosta.
—Partimos de Zanzíbar a las nueve de lamañana—dijo el doctor Fergusson,consultandosusnotas—,yendosdíasdetravesíahemosrecorridomásdequinientasmillasgeográficas.¡LoscapitanesBurtonySpekeinvirtieroncuatromesesymedioenhacerelmismocamino!
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CAPITULOXV
Hablandoconpropiedad,Kazeh,punto importantedelÁfricacentral,noesunaciudad; a decir verdad, en el interior no hay ciudades. Kazeh no es más que unconjunto de seis vastas excavaciones, repleto de barracas y chozas con patios yhuertecillos cuidadosamente cultivados; allí crecen cebollas, patatas, berenjenas,calabazasysetasdeunsabordelicioso.
ElUnyamwezyeslatierradelaLunaporexcelencia,elfértilyespléndidojardínde África. En el centro se encuentra el distrito de Unyanembé, deliciosa comarcadondevivenperezosamente algunas familias deomaníes, que son árabesdeorigenmuypuro.DurantemuchotiemposededicaronalcomercioenelinteriordeÁfricayenArabia; traficaban en gomas,marfil, telas de algodóny esclavos; sus caravanassurcabanaquellasregionesecuatoriales,yaúnvanabuscaralacostaobjetosdelujoydeplacerparamercaderesricos,loscuales,rodeadosdemujeresycriados,llevanenaquellaencantadoracomarcalaexistenciamenosagitadaymáshorizontalposible,siempre tumbados, riendo, fumandoo durmiendo.Alrededor de esas excavaciones,numerosasbarracasdeindígenas,grandesextensionesparalosmercados,camposdecannabisydedatura,hermososárbolesyfrescassombras:esoesKazeh.
Es el punto de cita general de las caravanas: las del sur, con sus esclavos ycargamentosdemarfil,ylasdeloeste,queexportanalgodónyabaloriosalastribusdelosGrandesLagos.Asíesqueenlosmercadosreinaunaagitaciónperpetua,unaalgarabíaindescriptibledondesemezclangritosdevendedoresambulantesmestizos,ruido de tambores y cornetas, relinchos de mulos, rebuznos de asnos, cantos demujeres,chillidosdechiquillosygolpesdevaradelimadar,queenaquellasinfoníapastoralesquienmarcaelcompás.
Allí se exhiben desordenadamente, o, por mejor decir, con un desordenencantador, telas vistosas, sartas de abalorios, objetos de marfil, dientes derinoceronte y de tiburón, algodón, miel, tabaco; allí se llevan a cabo las másextravagantes transaccionesmercantiles, en las que cada objeto sólo tiene valor enfuncióndelosdeseosqueexcita.
De repente, aquellaagitación,aquelmovimiento,aquel ruidocesaroncomoporencanto. El Victoria acababa de aparecer en el aire; planeaba majestuosamente ydescendía poco a poco, sin desviarse de la vertical. Hombres, mujeres, niños,esclavos,mercaderes,árabesynegros,todosdesaparecieron,agazapándosemásquedeprisaenlostembésylaschozas.
—AmigoSamuel—dijoKennedy—, si seguimos causandoelmismoefecto entodas partes, trabajo nos ha de costar establecer con estas gentes relacionesmercantiles.
—Sin embargo—dijo Joe—, podríamos realizar una operación comercialmuy
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sencilla. Consistiría en bajar tranquilamente y cargar con las mercancías de másvalor,sincuidarnosdeentrarentratosconlosvendedores.Nosharíamosricos.
—¡Sí!—replicóeldoctor—.Peroesosindígenas,pasadoelprimersobresalto,notardaránenvolver,movidosporsusupersticiónosucuriosidad.
—¿Ustedcree,señor?—Pronto lo veremos. Por si acaso, será una medida prudente no acercarse
demasiadoaellos.ElVictorianoesungloboblindadoniacorazado;porlotanto,noestáasalvodebalasyflechas.
—¿Piensas,amigoSamuel,entrarentratosconesosafricanos?—¿Porquéno, si sepuede?—respondió el doctor—.EnKazehdebedehaber
mercaderesárabesmásinstruidosymenossalvajes.RecuerdoqueBurtonySpekenotenían bastante boca para alabar la hospitalidad de los habitantes de este pueblo.Podemos,pues,intentarlo.
El Victoria, tras haberse acercado poco a poco a tierra, enganchó una de susanclasenlacopadeunárbol,cercadelaplazadelmercado.
En aquel momento toda la población salía de sus madrigueras, asomando lacabezaconcircunspección.Varioswaganga,aquienessereconocíaporsusinsigniasde conchas cónicas, se acercaron resueltamente a los viajeros. Eran losmagos dellugar.Llevabancolgandodelacinturacalabacitasnegrasuntadascongrasayvariosobjetos de magia de una suciedad verdaderamente doctoral. Poco a poco, lamuchedumbre siguió su ejemplo; salieron de todas partes niños ymujeres, y huboruidodetambores,ypalmoteos,ymillaresdemanoslevantadashaciaelcielo.
—Ésa es sumanera de orar—dijo el doctor Fergusson—. Si nome equivoco,estamosllamadosarepresentarunimportantepapel.
—Puesbien,señor,represéntelo.—Talveztú,mibuenJoe,teconviertasenundios.—Nolosentiría,señor;nomedisgustaelolordelincienso.Enaquelmismomomento,unodelosmagos,unmyanga,hizounademán,yel
clamorsetransformóenunprofundosilencio.Elhombrelesdirigióalgunaspalabrasalosviajeros,peroenunalenguadesconocida.
EldoctorFergusson,quenohabíaentendidoabsolutamentenada,dijoloprimeroqueseleocurrióenárabe,lenguaenlaqueobtuvoinmediatayprontarespuesta.
Eloradorpronunció,conunaverbosidadsuma,unaarengamuyfloridaquefueescuchadacon religiosaatención;eldoctorno tardóencomprenderqueelVictoriahabía sido tomado por la Luna en persona, amable dios que se había dignadoacercarse a la ciudad con sus tres hijos, honra incomparable que permaneceríaeternamentegrabadaenlamemoriadeaquellatierratanamadadelSol.
Eldoctorrespondió,congrandignidad,quelaLunarealizabacadamilañosunagirapor todas lasprovinciasparaque sus adoradores laviesenmásdecerca,y les
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suplicóquelediesenaconocersusnecesidadesydeseossinmiedodeabusardesudivinapresencia.
Elmagodijoentoncesqueelsultán,elmwani,enfermodesdehacíamuchosaños,implorabalaayudadelcielo,yqueélinvitabaaloshijosdelaLunaaquefuesenavisitarle.
Eldoctorhizopartícipesasuscompañerosdelainvitación.—¿Yseráscapazdeiravisitaraesereynegro?—preguntóelcazador.—¡Sin duda! ¿Qué inconveniente hay? Me parece que los ánimos están
dispuestosanuestrofavor;laatmósferaestátranquila,nosemuevenilahojadeunárbol.PorelVictoria,nadatenemosquetemer.
—¿Yquéharás?—No te preocupes, amigoDick; con un poco demedicina saldré del paso.—
Luego,dirigiéndosealpúblico,añadió—:LaLuna,compadeciéndosedelsoberanoaquien tan acendrado cariño profesan los hijos delUnyamwezy, nos ha confiado sucuración.¡Prepárese,pues,arecibirnos!
Los gritos, los cantos y las demostraciones se multiplicaron y todo aquelhormiguerodecabezasnegrassepusodenuevoenmovimiento.
—Ahora, amigos, hay que prepararse para cualquier eventualidad. En unmomento dado, podemos vernos obligados a partir rápidamente.Así pues,Dick sequedaráen labarquillay,pormediodel soplete,mantendráuna fuerzaascensionalsuficiente.Elanclaestásólidamentesujeta;nohayquetemernada.Yobajaréatierra.Joemeacompañará,perosequedaráalpiedelaescala.
—¡Cómo!—exclamóKennedy—.¿Vasairsoloacasadeesesalvaje?—¡Señor!—le secundó Joe—. Entonces, ¿no quiere que le acompañe hasta la
conclusióndelaaventura?—No,irésolo.Estasbuenasgentescreenquehavenidoavisitarlessugrandiosa
laLuna,asíquelasupersticiónnosprotege.Nadatemáis,pues,ypermanecedcadacualenelpuestoqueleheasignado.
—Siéseestudeseo…—respondióelcazador.—Vigilaladilatacióndelgas.—Puedesmarchartetranquilo.Losgritosdelosindígenasibanenaumento;reclamabanlaintervencióndelcielo.—¡Escuche! —dijo Joe—. Percibo una actitud un tanto imperiosa hacia la
bondadosaLunaysusdivinoshijos.Eldoctor,provistodesubotiquíndeviaje,bajóa tierraprecedidodeJoe.Éste,
grave y digno como exigían las circunstancias, se sentó junto a la escala con laspiernascruzadasalausanzaárabe,ypartedelamultitudformóuncírculorespetuosoasualrededor.
Entretanto, eldoctorFergusson, conducidoal sondenumerosos instrumentosy
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escoltadoporungrupoqueejecutabadanzasreligiosas,marchólentamentehaciaeltembéreal,situadoenlasafuerasdelaciudad.Eranlastres,yelsol,haciéndosesindudacargodelasolemnidaddelacto,resplandecía.
Eldoctorandabacondignidad;loswagangalorodeabanyconteníanalamultitudqueseagolpabaasupaso.Alpocoseunióalacomitivaelhijonaturaldelsultán,unjovencitodebuenafiguraque,segúnlacostumbredelpaís,eraelúnicoherederodelos bienes paternos, con exclusión de los hijos legítimos. El príncipe se prosternóreverentemente ante el hijo de la Luna, el cual, con un ademán solemne, le hizolevantarse.
Despuésdetrescuartosdehorademarchaporsenderossombríos,entreellujodeuna vegetación tropical, la entusiasmada procesión llegó al palacio del sultán, unaespeciedeedificiocuadrado,llamadoItitenya,situadoenlaladeradeunacolina.Eltecho de bálago, apoyado en postes de madera que querían parecer esculpidos,formaba como un alero. Adornaban las paredes largas líneas de arcilla rojiza queintentabanreproducirfigurasdehombresydeserpientes,pareciéndosemásalnaturaléstasqueaquéllos.Nohabíaventanas; sólounapuertademuypocaconsideración.Sin embargo, el aire circulaba interiormente con la mayor libertad, gracias a laaberturaquedejabalatechumbrealnodescansardirectamentesobrelasparedesdeledificio.
El doctor Fergusson fue recibido con grandes honores por los guardias y losfavoritos, pertenecientes a la hermosa raza de los wanyamwezi, tipo puro de laspoblaciones de África central. Eran hombres fuertes y robustos, sanos y bienformados. Caían sobre sus hombros los cabellos divididos en mechonesminuciosamente trenzados, y desde las sienes hasta la boca surcaban sus mejillasnumerosas incisiones negras o azules. Sus orejas, horriblemente grandes, estabanadornadas con discos demadera y placas de copal, y cubrían su cuerpo con telaspintadas de colores brillantes. Los soldados iban armados con azagayas, arcos,flechasenvenenadasconzumodeeuforbio,cuchillosylargossablesllamadossimes,dentadoscomosierras,améndeconunsinfíndehachas.
El doctor penetró en el palacio, donde a pesar de la enfermedad del sultán, elestrépito,queerayaterrible,aumentó.Eneldinteldelapuertaviorabosdeliebreycrinesdecebracolgadosamododetalismán.FuerecibidoporeltropeldeesposasdeSuMajestadalarmoniososondelupatu,especiedecímbalohechoconelfondodeunacaceroladecobre,yelestruendodelkilindo,untambordecincopiesdealturaconstruido con el tronco ahuecado de un árbol, que dos virtuosos tocaban apuñetazos.
Lamayorpartedelasmujeresparecíanmuyguapas,yfumaban,riendo,thangytabacoengrandespipasnegras;revelabanmuybuenasformasbajolaslargastúnicasdispuestascongraciayceñidasaltalleconsukiltdefibrasdecalabazaentretejidas.
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Seisdeellasformabanungruposeparadodelasdemásacausadelcruelsuplicioaqueselasteníadestinadas,pesealocualdemostrabanlamismaalegríaqueelresto.A la muerte del sultán debían ser enterradas vivas junto al cadáver de éste, paraproporcionarlealgunadistracciónensueternasoledad.
EldoctorFergusson,trashaberabarcadotodoelconjuntodeunasojaojeada,seacercó a la cama demadera del soberano.Allí vio a un hombre de unos cuarentaaños,completamenteembrutecidopororgíasdetodaclaseyporelcualnosepodíahacernada.Suenfermedad,queseprolongabadesdehacíaaños,noeramásqueunaborracheracrónicaycontinua.Elrealborrachocasihabíaperdidoelconocimiento,ynitodoelamoníacodelmundolehabríahechovolverensí.
Durante lasolemnevisita, los favoritosy lasmujeresse inclinaban flexionandolas rodillas. El doctor, por medio de algunas gotas de un poderoso estimulante,consiguió reanimar instantáneamente aquel cuerpo embrutecido. El sultán hizo unmovimiento,yesesíntoma,enunhombrecasicadáverquenodabasignosdevidadesdehacíahoras,fueacogidocongritosenhonordelmédico.
Éste, cansado ya de tanta farsa, se abrió paso entre sus demasiado entusiastasadoradoresysaliódelpalacioparadirigirsealVictoria.Eranlasseisdelatarde.
Durante su ausencia, Joe aguardaba tranquilamente al pie de la escala, siendoobjetodelamayorveneración.ComoverdaderohijodelaLuna,élsedejabaadorar.Paraserunadivinidad,suactituderaladeunbuenhombre,nadasoberbioeinclusodetratofamiliarconlasjóvenesafricanas,quenosecansabandecontemplarlo.Éllesdirigíalasmásamablesfrases.
—Adorad, señoritas, adorad—les decía—. ¡Aunque hijo de diosa, no soymásqueunpobrediablo!
Le presentaron ofrendas propiciatorias, que normalmente se depositaban en losmzimuochozas-fetiches,yqueconsistíanenespigasdecebadayenpombé.Joesecreyóen laobligacióndeprobaraquellaespeciedecervezafuerte,perosupaladar,aunqueacostumbradoa laginebrayelwhisky,nopudo resistirla.Hizounamuecahorrible,quesusadoradorestomaron,porunaamablesonrisa.
A continuación, las jóvenes, cantando a coro una melopea, ejecutaron a sualrededorunadanzamuygrave.
—¡Conquesabéisbailar!—exclamóelmuchacho—.Puesyonohedequedarmecortoconvosotras.Osenseñaréunbailedemipaís.
Yempezóunagigaaturdidora,estirándose,encogiéndose,retorciéndose,bailandoapoyadoenlospies,enlasrodillas,enlasmanos,girandodemilmanerasacuálmásextravagante, adoptando actitudes increíbles, haciendo gestos imposibles, endefinitiva, dando a aquellas gentes una extraña idea de la manera que tienen losdiosesdebailarenlaLuna.
Y todos aquellos africanos, imitadores como monos, quisieron reproducir sus
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maneras, suscabriolas, susmovimientos;noseperdíanungesto,noolvidabanunapostura,yaquelloseconvirtióenundelirio,unatremolina,unatempestaddecarneyhuesosdelaqueresultaimposibledarlamáspequeñaidea.Enlomejordelafiesta,Joevioacercarsealdoctor.
Éste regresaba precipitadamente, en medio de una chusma aulladora ydesordenada.Losmagosy los jefesparecíanmuyenojados.Rodeabanaldoctor, loempujabanyleamenazaban.¡Extrañogiro!¿Quéhabíasucedido?¿Habíasucumbidotorpementeelsultánentrelasmanosdesumédicocelestial?
Kennedy, desde la barquilla, vio el peligro sin comprender la causa. El globo,imperiosamentesolicitadoporladilatacióndelgas,tensabalacuerdaquelosujetaba,impacienteporelevarse.Eldoctor llegóalpiede laescala.Un temorsupersticiosocontenía aún a lamultitud y le impedía actuar con violencia contra su persona.EldoctorsubiórápidamentelosescalonesyJoelesiguióconagilidad.
—Nohayqueperderuninstante—ledijosuseñor—.¡Nointentesdesengancharelancla!¡Cortaremoslacuerda!¡Sígueme!
—Pero¿quépasa?—preguntóJoe,entrandoenlabarquilla.—¿Quéhasucedido?—dijoKennedy,conlacarabinaenlamano.—Mirad—respondióeldoctor,señalandoelhorizonte.—¿Ybien?—preguntóelcazador.—¿Ybien?¡LaLuna!LaLuna,enefecto,rojayespléndida,destacabacomounglobodefuegosobreun
fondoazul. ¡Eraella!¡EllayelVictoria!¡Ohabíados lunas,o losextranjeroseranunosimpostores,unosintrigantes,unosfalsosdioses!
Taleshabíansidolasreflexionesnaturalesdelamuchedumbre.Deahíelgiroquehabíandadolosacontecimientos.
Joe soltó una carcajada. La población de Kazeh, comprendiendo que se lesescapabalapresa,lanzóprolongadosaullidos;arcosymosquetesapuntaronhaciaelglobo.
Pero uno de los magos hizo un signo y todos bajaron las armas; el mago seencaramóalárbolconintencióndecogerlacuerdadelanclayobligaralamáquinaabajar.
Joecogióunhacha.—¿Corto?—dijo.—Aguarda—respondióeldoctor.—Pero,esenegro…—Tal vez podamos salvar el ancla, y me conviene no perderla. Para cortar
siemprehabrátiempo.Elmago,yaenelárbol, rompió las ramasconsusmaniobrasydesenganchóel
ancla;ésta,violentamentearrastradaporelaeróstato,agarróentrelaspiernasalpobre
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mago,elcual,montadoenaquelhipogrifo inesperado,partióhacia las regionesdelaire.
Inmenso fue el asombro de lamultitud al ver lanzarse al espacio a uno de suswaganga.
—¡Hurra!—exclamóJoe,entantoqueelVictoria,graciasasupoderascensional,subíacongranrapidez.
—Seagarrabien—dijoKennedy—;unpaseítonolevendrámal.—¿Losoltaremosdegolpe?—preguntóJoe.—¡No!—replicóeldoctor—.Ledejaremosentierratranquilamente,ycreoque
despuésdeestaaventurasupoderdemagocrecerásingularmenteenelánimodesuscontemporáneos.
—Capacessondeconvertirloendios—exclamóJoe.ElVictoriahabíaalcanzadounaalturadeaproximadamentemilpies.Elnegroseagarrabaalacuerdaconunaenergíaincreíble.Permanecíaensilencio
yconlamiradafija.Habíaensuterroralgodeasombro.Unligerovientodeloesteempujabaelglobomásalládelaciudad.
Media hora después, el doctor, viendo el país desierto, moderó la llama delsopleteyseacercóatierra.Alllegaraveintepiesdeella,elnegrotomórápidamentela iniciativa: soltó la cuerda, cayó de pie y echó a correr haciaKazehmientras elVictoria,súbitamentelibredeaquellastre,subíaotravezagranaltura.
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CAPITULOXVI
—Heaquílasconsecuencias—dijoJoe—dehacersepasarporhijosdelaLunasinsupermiso.Estesatélitehaqueridojugarnosunamalapasada.¿Acaso,señor,hacomprometidosureputaciónconsumedicina?
—Enresumidascuentas—intervinoelcazador—,¿quiéneraelsultándeKazeh?—Unborrachomediomuerto—respondió el doctor—, cuya pérdida será poco
sentida.Perolamoralejadetodoloquehapasadoesqueloshonoressonefímerosynoconvieneaficionarseaellosdemasiado.
—Esunalástima—replicóJoe—.Lacosameibaapedirdeboca.¡Seradorado!¡Hacereldiosamiarbitrio!Pero¿qué levamosahacer?Haaparecido laLuna,ymuyroja,locualdemuestraclaramentequeestabaenfadada.
Duranteestosrazonamientosyotrosvarios,enlosqueJoeexaminóalastrodelanochebajounpuntodevistaenteramentenuevo,enelcielo,porlapartedelnorte,seacumulabandensasnubes,nubessiniestrasypesadas.Unvientobastantefuerte,quesoplabaatrescientospiesdelsuelo,impelíaalVictoriahaciaelnorte-noreste.Encimadelglobo,labóvedaazuladaestabalímpida,peroresultabaabrumadora.
Hacialasochodelanoche,losviajerosseencontrarona32040'delongitudy4017' de latitud. Las corrientes atmosféricas, bajo la influencia de una tormentapróxima,losempujabanaunavelocidaddetreintaycincomillasporhora.PasabanrápidamentebajosuspieslasllanurasonduladasyfértilesdeMfuto.Losaeronautasadmiraronaquelespectáculo.
—NoshallamosenplenopaísdelaLuna—dijoeldoctorFergusson—.Sindudaha conservado este nombre que le dio la antigüedad, porque en él siempre se haadorado a la Luna. Es verdaderamente una comarca magnífica, y difícilmente seencontraríaenelmundootravegetaciónmásbella.
—SiselaencontrasecercadeLondres—respondióJoe—,noseríanatural,perosímuyagradable.¿Porquétalesbellezasestánreservadasapaísestanbárbaros?
—¿Quiénsabe—replicóeldoctor—sinoseconvertiráalgúndíaestacomarcaenel centro de la civilización? Tal vez se establezcan aquí los pueblos del futuro,cuando,extenuadas,lasregionesdeEuropanopuedanyanutrirasushabitantes.
—¿Túcrees?—preguntóKennedy.—Sin duda, mi querido Dick. Observa la marcha de los acontecimientos;
consideralasmigracionessucesivasdelospueblosyllegarásalamismaconclusiónqueyo.¿NoesverdadqueAsiaeslaprimeranodrizadelmundo?Porespaciotalvezdecuatromilaños,trabaja,esfecundada,produce,ydespués,cuandonosevenmásquepiedrasdondeantesbrotabanlasdoradasmiesesdeHomero,sushijosabandonanaquelsenoagotadoymarchito.EntoncessedirigenaEuropa,jovenyvigorosa,quelos está alimentando desde hace ya dos mil años. Pero su fertilidad se agota; sus
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facultades productoras disminuyen de día en día; esas enfermedades nuevas queatacan cada año los productos de la tierra, esas malas cosechas, esos recursosinsuficientes, todo ello es indicio cierto de una vitalidad que se altera, de unaextenuaciónpróxima.AsíesqueyavemosalospueblosprecipitarsealosturgentespechosdeAmérica,comoaunmanantialquenoesinagotable,peroqueaúnnoestáagotado. A su vez, el nuevo continente se hará viejo: sus bosques vírgenesdesapareceránbajoelhachadelaindustria;susuelosedebilitaráporhaberproducidoenexceso loqueenexcesose lehapedido;allídondeanualmentese recogíandoscosechas,apenassaldráunadeesastierrasallímitedesusfuerzas.EntoncesÁfricaofreceráalasnuevasrazaslostesorosacumuladosporespaciodesiglosensuseno.Estosclimasfatalesparalosextranjerossesanearánpormediodeladesecaciónylascanalizaciones,quereuniránenunlechocomúnlasaguasdispersasparaformarunaarterianavegable.Yestepaíssobreelcualplaneamos,másfértil,másrico,másllenode vida que los otros, se convertirá en un gran reino donde se producirándescubrimientosmásasombrososaúnqueelvaporylaelectricidad.
—¡Ah,señor!—exclamóJoe—.Quisieravertodoeso.—Tehaslevantadodemasiadotemprano,muchacho.—Además—dijoKennedy—,talvezseaunaépocamuydesdichadaaquellaenla
quelaindustrialoabsorbatodoensuprovecho.Afuerzadeinventarmáquinas,loshombresacabarándevoradospor ellas.Yo siemprehe imaginadoqueelúltimodíadelmundoseráaquelenquealgunainmensacalderacalentadaamilesdemillonesdeatmósferashagaestallarnuestroplaneta.
—Y yo añado —dijo Joe— que no serán los americanos los que menoscontribuyanalaconstruccióndeesacaldera.
—¡En efecto —respondió el doctor—, son grandes caldereros! Pero,prescindiendoahoradesemejantesdiscusiones,limitémonosaadmirarestatierradelaLuna,yaquenoshallamosendisposicióndeverla.
Elsol,filtrandosusúltimosrayosporelcúmulodenubesamontonadas,adornabaconunacrestadeorolosmenoresaccidentesdelterreno:árbolesgigantescos,hierbasarborescentes, musgos a ras del suelo, todo recibía su parte de aquel luminosoefluvio.Elterreno,ligeramenteondeado,formabadevezencuandopequeñascolinascónicas.Ningunamontañalimitabaelhorizonte.Inmensasempalizadascubiertasdemaleza, impenetrables setos y junglas espinosas delimitaban los claros donde selevantaban numerosas aldeas, que los gigantescos euforbios cercaban defortificacionesnaturales,entrelazándoseconlasramascoraliformesdelosarbustos.
Luego,elMalagarasi,principalafluentedellagoTanganica,empezóaserpentearbajoel follaje.Ensusenorecogíanumerososriachuelos,derivadosde los torrentesque se formabanen laépocade lascrecidasyde losestanquesabiertosen lacapaarcillosadelterreno.Aquelpanorama,paralosqueobservabanavistadepájaro,era
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unareddecascadastendidasobretodalasuperficieoccidentaldelpaís.Animales provistos de gibas monstruosas pacían en las fértiles praderas y
desaparecíanbajolasaltashierbas.Losbosques,queexhalabanmagníficasesencias,se ofrecían a la vista como inmensos ramilletes; pero en aquellos ramilletes serefugiabandelosúltimoscaloresdeldíaleones,leopardos,hienasytigres.Devezencuando, un elefante hacía ondear la cima de las selvas, y se oía el crujido de losárbolesquecedíanasusebúrneoscolmillos.
—¡Quépaísdecaza!—exclamóKennedy,entusiasmado—.Unabaladisparadaal azar, en medio del bosque, tropezaría siempre con una res digna de ella. ¿Nopodríamoscazarunpoco?
—No,amigoDick,seacercalanoche,unanocheamenazadora,escoltadaporunatormenta.Y las tormentas son terribles en esta comarca, cuyo suelo está dispuestocomounainmensabateríaeléctrica.
—Tienerazón,señor—dijoJoe—;elcalorsehavueltosofocanteyelvientohacesadoporcompleto.Estebochornomedicequesepreparaalgo.
—Laatmósferaestásobrecargadadeelectricidad—respondióeldoctor—.Todoservivienteessensibleaesteestadodelairequeprecedealaluchadeloselementos,yconfiesoquenuncahabíaexperimentadotantocomoahorasuinfluencia.
—¿Noconvendría,pues,descender?—preguntóelcazador.—Alcontrario,Dick,preferiríasubir;perotemoserarrastradomásalládedonde
vamosduranteestoscruzamientosdecorrientesatmosféricas.—¿Quieres,pues,abandonarelrumboqueseguimosdesdelacosta?—Sipuedo—respondióFergusson—,medirigirémásdirectamentehaciaelnorte
durante siete u ocho grados y procuraré subir hacia las presuntas latitudes de lasfuentesdelNilo.QuizáencontremosalgúnrastrodelaexpedicióndelcapitánSpeke,o incluso de la caravana del señor De Heuglin. Si mis cálculos son exactos, noshallamos a 320 40' de longitud, y quisiera subir directamente hasta más allá delecuador.
—¡Mira! —exclamó Kennedy, interrumpiendo a su compañero—. ¡Mira esoshipopótamos que se deslizan fuera de los estanques, esas masas de carnesanguinolentayesoscocodrilosqueaspiranelaireconestrépito!
—¡Parecequeseahogan!—dijoJoe—.¡Ah!¡Quémaneradeviajartandeliciosala nuestra, que nos permite despreciar a toda esa chusma dañina! ¡Señor Samuel!¡SeñorKennedy!¡Mirenesasmanadasdeanimalesquemarchanencolumnacerrada!Nobajandedoscientos;sonlobos.
—No, Joe, son perros salvajes; una famosa raza que no teme luchar contra elleón.Su encuentro es para los viajeros el peligromás terrible.El que tropieza conellosesinmediatamentedespedazado.
—Pues no será Joe quien se encargue de ponerles bozal—respondió el buen
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criado—.Porlodemás,sitalessunaturaleza,noselespuedereprochar.Pocoapoco,bajolainfluenciadelatempestadseimponíaelsilencio;parecíaque
elairecondensadoresultabaimpropioparatransmitirlossonidos;laatmósferaestabacomo acolchada y, al igual que una sala forrada de gruesos tapices, perdía todasonoridad. El pájaro remero, la grulla coronada, los arrendajos rojos y azules, elsinsonteylamoscaretaseocultabanentrelasramasdelosgrandesárboles.Todalanaturalezapresentabalossignosdeuncataclismopróximo.
A las nueve de la noche elVictoria permanecía inmóvil sobreMsené, un grangrupo de aldeas difíciles de distinguir en la penumbra. Algunas veces, lareverberacióndeunrayoextraviadoenelaguadormidaindicabahoyosregularmentedistribuidos,y,graciasaunúltimoresplandorcrepuscular,pudolamiradacaptar laforma tranquila y sombría de las palmeras, los tamarindos, los sicomoros y loseuforbiosgigantescos.
—¡Me ahogo!—dijo el escocés, aspirando a pleno pulmón la mayor cantidadposibledeaquelaireenrarecido—.¡Nonosmovemos!¿Vamosabajar?
—Pero¿ylatormenta?—objetóeldoctor,bastanteinquieto.—SitemesserarrastradoPorelviento,meparecequenopuedeshacerotracosa.—Talvezlatormentanoestalleestanoche—repusoJoe—.Lasnubesestánmuy
altas.—Una razón más que me impide traspasarlas. Sería menester subir a mucha
altura,perderlatierradevistayestartodalanochesinsabersiavanzamos,nihaciadóndenosdirigimos.
—Puesdecídete,Samuel,porquelacosaurge.—Hasidounafatalidadquecesaseelviento—repusoJoe—.Noshabríaalejado
delatormenta.—En efecto, amigos, es lamentable, ya que las nubes suponen un peligro para
nosotros.Contienencorrientesopuestasquepuedenenvolvernosensustorbellinosyrayoscapacesdeincendiarnos.Además,lafuerzadelasráfagaspuedeprecipitarnosalsuelosiechamoselanclaenlacopadeunárbol.
—¿Quéhacemos,pues?—Es preciso mantener el Victoria en una zona media entre los peligros de la
tierraylosdelcielo.Tenemossuficienteaguaparaelsoplete,yconservamosintactaslasdoscientaslibrasdelastre.Encasonecesario,lasutilizaré.
—Haremoslaguardiacontigo—dijoelcazador.—No, amigos.Poned las provisiones a cubierto y acostaos; yoos despertaré si
sobrevienealgunanovedad.—Pero, señor, ¿por qué no se echa también un poco, puesto que nada nos
amenazaaún?—No, muchacho, prefiero vigilar. Estamos inmóviles, y, si no varían las
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circunstancias,mañanaamaneceremosexactamenteenelmismositio.—Buenasnoches,señor.—Buenasnoches,siesposible.KennedyyJoeseacostaron,yeldoctorpermaneciósoloenlainmensidad.Sinembargo,lacúpuladenubesbajabainsensiblementeylaoscuridadsehacía
profunda.Aquellanegrabóvedasecondensabaalrededordelgloboterrestrecomosiintentara aplastarlo.De repente, un potente relámpago, rápido e incisivo, rasgó lastinieblas;aúnnosehabíacerradolagrietacuandounespantosotruenoconmoviólasprofundidadesdelcielo.
—¡Alerta!—gritóFergusson.Los dos compañeros del doctor, a quienes había despertado el estampido del
trueno,estabanyaasusórdenes.—¿Vamosabajar?—preguntóKennedy.—¡No! El globo se haría pedazos. ¡Subamos antes de que esas nubes se
conviertanenaguaysedesencadeneelviento!Actoseguido,activólallamadelsopleteenlasespiralesdelserpentín.Lastempestadesdelos trópicossedesarrollanconunarapidezcomparableasu
violencia. Un segundo relámpago desgarró la nube, y otros muchos le sucedieroninmediatamente.Cruzabanelcielodestelloseléctricosquechisporroteabanbajo lasgruesasgotasdelluvia.
—Hemos tardado demasiado—dijo el doctor—. ¡Ahora tenemos que atravesarunazonadefuegoconnuestroglobollenodeaireinflamable!
—¡Atierra!¡Atierra!—repetíasincesarKennedy.—Elpeligrodeserfulminadosporunrayoseríacasielmismo,ylasramasdelos
árbolesnotardaríanenrasgarelglobo.—¡Subimos,señorSamuel!—¡Notandeprisacomoyoquisiera!Durante las borrascas ecuatoriales es muy común, en aquella parte de África,
contar de treinta a treinta y cinco relámpagos por minutos. El cielo se conviertematerialmenteenunainmensafragua,ylostruenossesucedensininterrupción.
En aquella atmósfera inflamada, el viento se desencadenaba con una violenciaaterradorayretorcíalasnubesincandescentes;parecíaqueelsoplodeunventiladorinmensoactivaseaquellahoguera.EldoctorFergussonmanteníael sopleteaplenorendimiento;elglobosedilatabaysubía,mientrasKennedy,derodillasenelcentrode labarquilla, sujetaba lascortinasde la tienda.Elglobosearremolinabahastaelpunto de producir vértigo, y los viajeros experimentaban peligrosas oscilaciones.Formábansegrandeshuecosenlaenvolturadelaeróstato,yelvientoseintroducíaenellos con fuerza, golpeando el tafetán. Una especie de granizada, precedida de unrumor tumultuoso, surcaba laatmósferaycrepitaba sobreelVictoria.Elglobo, sin
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embargo,seguíasucursoascensional; losrelámpagos trazabanensucircunferenciatangentesinflamadasqueledabanlaaparienciadeunaesferadefuego.
—¡Confiémonos aDios!—dijo el doctorFergusson—.Estamos en susmanos;sólo Él puede salvarnos. Preparémonos para cualquier cosa, incluso un incendio.Nuestracaídapuedesergradualynosúbita.
Lavozdeldoctor llegabaapenasaoídosdesuscompañeros,peroéstospodíanver su semblante tranquilo en medio de los surcos que abrían los relámpagos.Observaba los fenómenosde fosforescenciaproducidospor el fuegodeSanTelmoqueondeabaenlareddelaeróstato.
Éstegiraba,searremolinaba,peronodejabadesubir,yalcabodeuncuartodehorahabíatraspasadolazonadelasnubestempestuosas.Lasemanacioneseléctricasse extendían debajo de él como una gigantesca corona de fuegos artificialessuspendidadesubarquilla.
Aquéleraunodelosmásbellosespectáculosquelanaturalezapuedeofreceralhombre.Abajo,latempestad.Arriba,elcieloestrellado,tranquilo,mudo,impasible,conlalunaproyectandosuspacíficosrayossobrelasnubesenfurecidas.
EldoctorFergussonconsultóelbarómetro.Marcabadocemilpiesdeelevación.Eranlasoncedelanoche.
—¡GraciasaDios,elpeligrohapasado!—dijo—.Ahorabastaconmantenernosaestaaltura.
—¡Debuenanoshemoslibrado!—respondióKennedy.—Bien—replicóJoe—,estascosasanimanelviaje.Nomepesahabervistouna
tempestaddesdeciertaaltura.¡Esunespectáculograndioso!
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CAPITULOXVII
Hacialasseisdelamañanadellunes,elsolseelevósobreelhorizonte,lasnubessedisiparonyunagradablevientecillorefrescóelambientedurantelaalborada.
Latierra,intensamenteperfumada,reaparecióantelosviajeros.Elglobo,girandoalrededordesímismoenmediode lascorrientesantagonistas,habíaderivadomuypoco,yeldoctor,dejandoqueelgassecontrajera,descendióconobjetodetomarunadirección más septentrional. Sus tentativas fueron durante mucho tiempoinfructuosas.Elvientoloempujóhaciaeloeste,hastaavistarlascélebresmontañasdelaLuna,queformanunsemicírculoalrededordeunextremodellagoTanganica.
La cordillera, poco accidentada, destacaba en el azulado horizonte; parecía unafortificación natural, inaccesible a los exploradores del centro de África. Algunosconosaisladosostentabanelsellodelasnievesperpetuas.
—Nosencontramosenunpaísinexplorado—dijoeldoctor—.ElcapitánBurtonavanzómuchohaciaeloeste,peronopudollegaraestasmontañascélebres;inclusonegósuexistencia,defendidaporsucompañeroSpeke,pretendiendoqueeranfrutodelaimaginacióndeéste.Paranosotros,amigos,yanohaydudaposible.
—¿Lastraspasaremos?—preguntóKennedy.—NoloquieraDios.Esperohallarunvientofavorablequemedevuelvahaciael
ecuador; si esnecesario,medetendré, igual queunbarco echa el anclapara evitarvientosqueleharíanperderelrumbo.
Pero las previsiones del doctor no tardaron en realizarse. Después de habertanteadodiferentesalturas,elVictoriafueimpelidohaciaelnordesteaunavelocidadmoderada.
—Avanzamos en la dirección correcta —dijo, consultando la brújula—, yescasamente a doscientos pies de tierra. Tales circunstancias nos favorecen paraexplorar estas nuevas regiones. El capitán Speke, cuando iba en busca del lagoUkereue,remontómásaleste,enlínearectaconKazeh.
—¿Iremosmuchotiempoasí?—preguntóKennedy.—Tal vez. Nuestro objetivo es reconocer el nacimiento del Nilo, y aún nos
quedan por recorrer seiscientas millas antes de llegar al límite extremo que hanalcanzadolosexploradoresprocedentesdelNorte.
—¿Ynoecharemospieatierraparaestirarunpocolaspiernas?—preguntóJoe.—Por supuesto; tenemos que conseguir víveres. Tú, mi buen Dick, nos
aprovisionarásdecarnefresca.—Cuandoquieras,amigoSamuel.—Tendremostambiénquereponerlareservadeagua.¿Quiénnosaseguraqueno
seremosarrastradoshaciacomarcasáridas?Todaslasprecaucionessonpocas.Amediodía,elVictoriasehallabaa29015'delongitudy3015'delatitud.Había
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pasadolaaldeadeUyofu,últimolímiteseptentrionaldelUnyamwezy,alaalturadellagoUkereue,quelosviajerosnoteníanaúnalalcancedesusmiradas.
Los pueblos que viven cerca del ecuador parecen algomás civilizados, y estángobernados por monarcas absolutos cuyo despotismo no conoce límites. SuaglomeraciónmáscompactaconstituyelaprovinciadeKaragwah.
Quedóresueltoentrelostresviajerosecharpieatierraencuantoencontrasenunsitiofavorable.Debíanhacerunaltoprolongadoparainspeccionarcuidadosamenteelaeróstato.Semoderóla llamadelsopleteyseecharonfueradelaquilla lasanclas,que corrían rozando las altas hierbas de una inmensa pradera; desde cierta alturaparecíacubiertademenudocésped,peroestecéspedteníaenrealidaddesieteaochopiesdelargo.
ElVictoriaacariciabaaquellashierbassincurvarlas,comosifueraunamariposagigantesca.Lavistanotropezabaconningúnobstáculo.Parecíaunocéanodeverdorsinningúnrompiente.
—Nosécuándopararemosdecorrer—dijoKennedy—,puesnodistingounsoloárbolalcualpodamosacercamos.Meparecequetendréquerenunciaralacaza.
—Aguarda, amigo Dick, aguarda. Imposible te sería cazar en medio de estashierbas,quesonmásaltasquetú;peroacabaremosporencontrarunlugarpropicio.
Verdaderamente eraunpaseodelicioso, un auténtico cruceropor aquelmar tanverde,casitransparente,consuavesondulacionesprovocadasporelsoplodelviento.La barquilla justificaba su nombre, pues parecía realmente que hendía las olas,levantando de vez en cuando bandadas de pájaros de espléndidos colores queescapabanemitiendoalegresgritos.Lasanclassesumergíanenaquellagodefloresytrazabanunsurcoquesecerrabatrasellas,comolaesteladeunbarco.
Depronto,elgloborecibióunafuertesacudida.Sindudaelanclahabíahincadosusuñasenlahendiduradeunarocaocultabajolagigantescaalfombradecésped.
—Estamosanclados—dijoJoe.—Puesbien,echalaescala—replicóelcazador.Nobienhubopronunciadoestaspalabras,ungritoagudoretumbóenelaire,yde
la boca de los tres viajeros escaparon las siguientes frases, entrecortadas porexclamaciones:
—¿Quéeseso?—¡Ungritosingular!—¡Yseguimosavanzando!—Sehabrádesprendidoelancla.—¡No!¡Estáasegurada!—exclamóJoe,tirandodelacuerda.—¡Sindudaconelanclaarrastramoslaroca!Las hierbas se removieron a bastante distancia, y encima de ellas apareció una
formaalargadaysinuosa.
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—¡Unaserpiente!—exclamóJoe.—¡Unaserpiente!—repitióKennedy,altiempoquecargabasucarabina.—¡No!—replicóeldoctor—.Eslatrompadeunelefante.—¡Unelefante,Samuel!Yasídiciendo,Kennedyapuntóconlaescopeta.—Aguarda,Dick,aguarda.—No,notire,señor;elanimalnosremolca.—Yenbuenadirección,Joe,enmuybuenadirección.Elelefante,queavanzabaconciertarapidez,notardóenllegaraunraso,donde
selepudoverentero.Porsugigantescotamaño,eldoctorreconocióaunmachodeunamagníficaespecie.Losbrazosdelanclahabíanquedado trabadosentresusdosblancoscolmillos,admirablementecurvados,cuyalongitudnobajabadeochopies.
Elanimalforcejeabaenvanoparadesprenderseconlatrompadelacuerdaquelosujetabaalabarquilla.
—¡Adelante,valiente!—exclamóJoeenelcolmodelaalegría,animándoloconentusiasmo—.¡Heaquíunanuevamaneradeviajar!Mejor tiraesteanimalqueunbuencaballo.
—Pero¿adóndenoslleva?—preguntóKennedy,queagitabaconimpaciencialacarabinacomosilequemaselasmanos.
—Nosllevaadondequeremosir,amigoDick.Tenunpocodepaciencia.—Wigamore!Wigamore!,comodicenloscampesinosescoceses—gritabael
alegreJoe—.¡Adelante,adelante!El animal empezó a galopar muy deprisa. Agitaba la trompa de derecha a
izquierda, y con sus bruscos movimientos sacudía violentamente la barquilla. Eldoctor,hachaenmano,estabapreparadoparacortarlacuerdaencasonecesario.
—Perononossepararemosdelanclahastaelúltimomomento—dijo.Aquellacarreraaremolquedelelefantedurócercadehoraymedia.Elanimal,al
parecer, no sentía lamenor fatiga.Esos enormespaquidermospueden estarmuchotiempogalopando,ydeundíaparaotroselosencuentraadistanciasenormes,comolasballenas,conlasquecoincidenenvelocidadydimensiones.
—Si bien se mira—dijo Joe—, hemos hincado el arpón en una ballena y nohacemosmásqueremedarlamaniobradelosballenerosdurantelapesca.
Perouncambioenlanaturalezadelterrenoobligóaldoctoramodificarsumediodelocomoción.
Alnortedelapradera,aunastresmillas,seveíaunespesobosque,porloqueeranecesariosepararelglobodesuimprovisadoconductor.
Kennedy tomóa sucargodeteneral elefanteen sucarrera; apuntó,peroestabamal colocado para herir al animal con éxito.Una primera bala, dirigida al cráneo,quedó tan chafadacomo si hubiesedadocontraunaplanchadehierro fundido, sin
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causar lamenor impresióna laenormebestia;ésta,alestampidodelarma,nohizomásqueacelerarelpaso,alcanzandolavelocidaddeuncaballolanzadoalgalope.
—¡Diablos!—dijoKennedy.—¡Vayaunacabezadura!—exclamóJoe.—Lo intentaremosconunasbalas cónicas—repusoDick, cargando la carabina
concuidado.Cuandoelescocéshizofuego,elanimallanzóungritoterribleysiguiógalopando
comositalcosa.—SeñorDick—dijoJoe,cogiendounaescopeta—,sinoleayudoestovaaserel
cuentodenuncaacabar.Ydosbalasentraronenloscostadosdelelefante.Éstesedetuvo,levantólatrompayemprendiódenuevolamarchaatodoescape
hacia el bosque. Sacudía su colosal cabeza, y la sangre empezaba a brotarcopiosamentedesusheridas.
—Sigamoshaciendofuego,señorDick.—¡Yqueseamuynutrido!—añadióeldoctor—.Tenemoselbosqueamenosde
veintetoesas.Sonaron otros diez disparos. El elefante dio un salto tan espantoso que la
barquillayelglobocrujieroncomosisehubiesenpartido,yaldoctorselecayóelhachadelasmanos.
La pérdida del hacha, que fue a parar al suelo, complicaba la situación de unamanera terrible, pues el cable del ancla, reciamente asegurado, no podía ni serdesatado ni cortado por los cuchillos de los viajeros. El globo se aproximabarápidamentealbosquecuandoelanimal,enelmomentodelevantarlacabeza,recibióunbalazoenunojo.Entoncessedetuvo,vaciló,susrodillassedoblaronypresentósupechoalcazador.
—Unabalaenelcorazón—dijoéste,descargandounavezmáslacarabina.Elelefantelanzóungritodedolorydeagonía;seincorporómomentáneamente,
haciendoondear la trompa, y cayódesplomado sobre unode sus colmillos, que serajódearribaabajo.Estabamuerto.
—¡Sehapartidouncolmillo!—exclamóKennedy—.EnInglaterra,elmarfilsepagaatreintaycincoguineaslascienlibras.
—¿Tanto?——dijoJoe,bajandoatierraporlacuerdadelancla.—¿Dequésirveecharcuentas,amigoDick?—respondióeldoctorFergusson—.
¿Traficamosacasonosotrosconmarfil?¿Hemosvenidoaquíparahacerfortuna?Joecontemplóelancla,sólidamenteagarradaalcolmilloquehabíaquedadoileso.
Samuel y Dick también bajaron, mientras el aeróstato, medio deshinchado, sebalanceabasobreelcuerpodelanimal.
—¡Magníficapieza!—exclamóKennedy—.¡Quémole!¡EnlaIndianuncahabía
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vistounelefantedeestetamaño!—Claro que no, amigo Dick; los elefantes del centro de África son los más
corpulentos. Los Anderson y los Cumming los han perseguido con talencarnizamiento por las inmediaciones de El Cabo que emigran hacia el ecuador,dondelosencontraremosconfrecuenciaennutridasmanadas.
—Entretanto—intervinoJoe—,creoquepodremossaborearunpocodeéste.Mecomprometo a ofrecerles una suculenta comida a expensas de este animalazo. ElseñorKennedyiráacazarduranteunaodoshoras;elseñorSamuelinspeccionaráelVictoriayyodesempeñarémisfuncionesdecocinero.
—Muy bien ordenado—respondió el doctor—. Tienes carta blanca para obrarculinariamentecomomejorteparezca.
—Yyo—dijoelcazador—haréusode lasdoshorasde libertadqueJoesehadignadootorgarme.
—Sí,amigo;peronocometasningunaimprudencia.Notealejes.—Puedesestartranquilo.YDick,armadoconsufusil,seinternóenelbosque.EntoncesJoeempezóadesempeñarsusfunciones.Primerocavóunhoyodedos
piesdeprofundidadylollenóderamassecas,quecubríanelsueloprocedentesdelosboquetes hechos en el bosque por los elefantes, cuyas huellas se veían. Una vezestuvo lleno el agujero, levantó encima una pila de leña de dos pies y le prendiófuego.Acontinuaciónsedirigióalosinanimadosrestosdelelefante,quehabíacaídoa unas diez toesas del bosque; cortó diestramente la trompa, que medíaaproximadamentedospiesdeanchoensubase,escogiólapartemásdelicadayaellaunióunadelasesponjosaspezuñasdelanimal,porque,enefecto,estaspartessonelmejorbocado,comolagibadelbisonte,laspatasdelosoylacabezadeljabalí.
Cuando la hoguera se hubo consumido del todo, interior y exteriormente, elagujero,limpiodecenizasybrasas,ofrecióunatemperaturamuyelevada.Lostrozosdelelefante,envueltosenhojasaromáticas,fuerondepositadosenelfondodeaquelhorno improvisado y cubiertos de ceniza caliente, sobre la cual Joe encendió unanuevahoguera.Cuandosehuboconsumidolaleña,lacarneestabaapuntoparasercomida.
Entonces,Joesacólaapetitosacarnedelhorno,lacolocósobrehojasverdesyladispuso en medio de una magnífica alfombra de hierba, añadiendo galletas,aguardiente, café y un agua fresca y cristalina que cogió de un arroyo inmediato.Dabagustoveraquelfestíntanbienpresentado,yJoe,sinserdemasiadovanidoso,eradelaopinióndequemásgustodaríacomerlo.
—¡Un viaje sin fatigas ni peligros!—repetía—. ¡Una comida a tiempo! ¡Unahamacaperpetua!¿Quémássepuedepedir?¡YelbuenodelseñorKennedyquenoqueríavenir!
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Por su parte, el doctor Fergusson realizaba una inspección minuciosa delaeróstato, el cual no había sufrido en la tormenta avería alguna. El tafetán y lagutaperchahabíanresistidoalasmilmaravillas.Teniendoencuentalaalturaactualdel terreno y calculando la fuerza ascensional del globo, el doctor vio consatisfacción que había la misma cantidad de hidrógeno y que, hasta entonces, laenvolturasemanteníaperfectamenteimpermeable.
No hacía más que cinco días que los viajeros habían salido de Zanzíbar. Laprovisióndepemmicanestabaincólume;ladegalletasycarneenconservabastabanparaunlargoviaje;porconsiguiente,loúnicoquehabíaquerenovareralareservadeagua. Los tubos y el serpentín se hallaban en perfecto estado. Gracias a susarticulacionesdecaucho,sehabíanprestadodócilmenteatodaslasoscilacionesdelaeróstato.
Terminadosuexamen,eldoctorpusoenordensusapuntes.Trazóuncroquismuyexactodelterrenocircundante,conlapraderaqueseextendíahastaperdersedevista,elbosqueyelgloboinmóvilsobreelcuerpodelmonstruosoelefante.
Pasadaslasdoshorasqueteníaasudisposición,Kennedyvolvióconunasartaderollizasperdicesyunpernildeoryx,animalpertenecientea laespeciemáságildeantílopes.Joeseencargódeguisaresteaumentodeprovisiones.
—Lamesaestápuesta—anuncióluegoconciertasolemnidad.Ylostresviajerosnotuvieronmásquesentarsesobrelaalfombradeverdor.Las
pezuñas y la trompa del elefante fueron declaradas exquisitas por unanimidad; sebebióalasaluddeInglaterra,comodecostumbre,ydeliciososhabanosperfumaronporprimeravezaquellaencantadoracomarca.
Kennedycomía,bebíayhablabaporloscodos;estabaunsiesnoesachispado,ypropusoseriamenteasuamigoeldoctorestablecerseenaquelbosque,construirenélunascabañasycomenzarladinastíadelosrobinsonesafricanos.
La idea no tuvo consecuencias, si bien Joe se propuso a sí mismo paradesempeñarelpapeldeViernes.
La campiña parecía tan tranquila, tan desierta, que el doctor resolvió pasar lanocheen tierra. Joe formóuncírculodehogueras,barricadas indispensablescontralasbestiasferoces.Lashienas,losnaguardosyloschacalesatraídosporelolordelacarne del elefante, vagaban por los alrededores. Kennedy tuvo que hacer algunosdisparos para ahuyentar a visitantes demasiado audaces; pero, finalmente, la nochetranscurriósinincidentesdesagradables.
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CAPITULOXVIII
Alascincode lamañanasiguiente,empezaron lospreparativospara lamarcha.Joe,conelhachaquehabíatenidolafortunadeencontrar,rompióloscolmillosdelelefante.ElVictoria,recobrandosulibertad,arrastróalosviajeroshaciaelnordesteaunavelocidaddedieciochomillas.
Durantelanocheanterior,eldoctorhabíacalculadocuidadosamentesuposiciónguiándosepor laalturade lasestrellas.Sehallabaa204'de latitudpordebajodelecuador, o sea a ciento sesenta millas geográficas. Atravesó numerosas aldeas sinhacer ningún caso de los gritos que provocaba su aparición; tomó nota de laconformacióndeloslugaresbasándoseenobservacionessumarias;salvólascuestasdelRubembé,casitanpinascomolascimasdelUsagara,ymásadelante,enTenga,encontró las primeras lomas de las cordilleras de Karagwah, que, en su opinión,derivannecesariamentedelasmontañasdelaLuna.LaantigualeyendaqueconvertíaaquellassierrasenlacunadelNiloseacercabaalaverdad,puestoqueconfinanconellagoUkereue,presuntoreceptáculodelasaguasdelgranrío.
DesdeKafuro, grandistrito de losmercaderesdel país, distinguiópor fin en elhorizonte aquel lago tan buscado que el capitán Speke entrevió el 3 de agosto de1858.
El doctor Samuel Fergusson se sentía enormemente emocionado. Estaba casillegandoaunodelosprincipalespuntosdesuexploracióny,sinsoltarunmomentoelanteojo,observabaelmenoraccidentedeaquellacomarcamisteriosa,estudiándolacontododetalle.
Debajodeélseextendíauna tierrageneralmenteestéril,quenopresentabamásquealgunasladerascultivadas;el terreno,sembradodeconosdemedianaaltura,sehacía llano en las inmediaciones del lago; campos sembrados de cebadareemplazabanaarrozales,yallícrecíanelllanténdedondesesacaelvinodelpaísyelmwani,plantasilvestresucedáneadelcafé.UnconjuntodeunascincuentachozascircularescubiertasdebálagoenflorconstituíalacapitaldeKaragwah.
Sepercibíansindificultadlasexpresionesatónitasdeunarazabastantebella,detezmorenaamarillenta.Mujeresdeunacorpulenciainverosímilsearrastrabanporlasplantaciones, y el doctor asombro a sus compañeros diciéndoles que aquellaobesidad, allí muy apreciada, se obtenía por medio de un régimen obligatorio delechecuajada.
AmediodíaelVictoriasehallabaa1045'delatitudaustral,yalaunadelatardeelvientoloempujabahaciaellago.AquellagodebealcapitánSpekeelnombredeNyanzaVictoria.Enaquelpuntoteníaunasnoventamillasdeancho.Ensuextremomeridional el capitán encontró un grupo de islas al que llamó archipiélago deBengala.LlegóhastaMuanza,eleste,dondefuebienrecibidoporelsultán.Hizola
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triangulación de aquella parte del lago, pero no pudo conseguir una barca paraatravesarlo, ni tampocopara visitar la gran isla deUkereue, que esmuypopulosa,estágobernadaportressultanesy,albajarlamarea,noformamásqueunapenínsula.
ElVictoriaabordabael lagomásalnorte, locualapesadumbrabaaldoctor,quehubiera querido determinar sus contornos inferiores. Las orillas, erizadas dematorralesespinososymaleza inextricable,desaparecían literalmentebajomiríadasdemosquitosdeuncolorpardusco.
Aquel país debía de ser inhabitable y estar deshabitado. Se veían manadas dehipopótamosrevolcándoseenloscañaresosumergiéndoseenlasblanquecinasaguasdellago.
Éste,vistodesdeloalto,ofrecíahaciaeloesteunhorizontetananchoqueparecíaun mar. La distancia impide establecer comunicaciones entre una y otra orilla;además,lastempestadessonallífuertesyfrecuentes,pueslosvientosnoencuentranobstáculoalgunoenaquellacuencaelevadaydescubierta.
Trabajolecostóaldoctordirigirelglobo.Temíaserarrastradohaciaeleste;pero,por fortuna,unacorriente le llevódirectamente alnortey, a las seisde la tarde, elVictoria se situó sobre una pequeña isla desierta, a 00 3' de latitud y 320 52' delongitud,yaveintemillasdelacosta.
Losviajeroslograronanclarenunárbol;alanochecercalmóelvientoypudieronquedarseallítranquilamente.Eraimpensabletomartierra,porqueallí,lomismoqueenlasorillasdelNyanza,laslegionesdemosquitoscubríanelsuelocomounadensanube. Joe volvió del árbol acribillado; pero, como le parecía muy natural que losmosquitospicasen,nosedesazonónipoconimucho.
Eldoctor,sinembargo,menosoptimista,soltótodalacuerdaquelefueposiblepara librarse de aquellos despiadados insectos que ascendían con un murmulloinquietante.
Eldoctorestableció laalturadel lago sobreelniveldelmar, tal como lohabíadeterminadoelcapitánSpeke,esdecir,tresmilsetecientoscincuentapies.
—¡Conqueestamosenunaisla!—dijoJoe,quesedesollabarascándose.—Una islaquepodríamos recorrerenmenosquecantaungallo—respondióel
cazador—ydonde,salvoesosamablesinsectos,noseveunsoloservivo.—Las islasdequeestáel lagosalpicado—respondióeldoctorFergusson—no
son, en realidad, más que crestas de colinas sumergidas, y no hemos tenido pocafortunaenencontrarenellasunabrigo,porquelasorillasdellagoestánpobladasdetribusferoces.Dormid,pues,yaqueelcielonospreparaunanochetranquila.
—¿Ynoharástúotrotanto,Samuel?—No;yonopodríacerrarlosojos.Mispensamientosmeloimpedirían.Mañana,
si el viento es favorable, marcharemos directamente hacia el norte y tal vezdescubramoslasfuentesdelNilo,esesecretohastaahoraimpenetrable.Tancercade
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lasfuentesdelgranríomeseríaimposibleconciliarelsueño.Kennedy y Joe, a quienes no turbaban hasta tal extremo las preocupaciones
científicas, no tardaron en dormirse profundamente bajo la vigilancia del doctorFergusson.
Elmiércoles23deabril,alascuatrodelamañana,elVictoriazarpaba.Elcieloestaba ceniciento; la noche abandonaba difícilmente las aguas del lago, envueltastotalmenteenunadensanieblaqueunvientoviolentoenseguidadisipó.ElVictoriasebalanceóporespaciodealgunosminutosyporfinremontódirectamentehaciaelnorte.
EldoctorFergussonpalmoteóconalegría.—¡Estamos en el buen camino!—exclamó—. ¡Si hoynovemos elNilo, no lo
veremosnunca!¡Amigos!¡pasamoselecuador,entramosennuestrohemisferio!—¡Oh!—exclamóJoe—.¿Ustedcree,señor,queelecuadorpasaporaquí?—¡Justoporaquí,muchacho!—Puesbien,consupermiso,meparececonvenientequesinpérdidadetiempolo
rociemosconunbuentrago.—¡Estupendo,vengauntragodegrog!—respondióeldoctorFergusson,riendo
—.Tienesunamaneranadatontadeentenderlacosmografía.Y así se celebró el paso de la línea a bordo del Victoria. Este avanzaba
rápidamente.Sevislumbrabaaloestelacostabajaypocoaccidentada,yalfondolasmesetasmáselevadasdelUgandayelUsoga.Lavelocidaddelvientoeraexcesiva:casitreintamillasporhora.
LasaguasdelNyanza,agitadasconfuerza,espumeabancomolasolasdelmar.Elmar de fondo que se percibía le indicó al doctor que el lago era muy profundo.Duranteaquellarápidatravesíaapenasvieronunaodosembarcacionestoscas.
—Este lago —dijo el doctor— es evidentemente, por su posición elevada, eldepósitonaturaldelosríosdelaparteorientaldeÁfrica,dándoleelcieloenlluvialoquelequitaenvaporasusafluentes.MepareceindudablequeelNilonaceaquí.
—Loveremos—replicóKennedy.Hacia las nueve avistaron la costa oeste, que parecía desierta y poblada de
árboles.Elvientoaumentóunpocohaciaeleste,ysepudodistinguirlaotraorilladellago.Éstasecurvabademaneraqueterminabaenunángulomuyabierto,a2040'delatitud septentrional.Altasmontañas erguían sus áridospicos enaquel extremodelNyanza; pero entre ellas una garganta profunda y sinuosa daba paso a un río quehervíaconviolencia.
EldoctorFergusson,altiempoquemaniobrabaelaeróstato,examinabaelterrenoconávidamirada.
—¡Mirad!—exclamó—. ¡Mirad, amigos míos! ¡Las narraciones de los árabeserandeltodoexactas!Hablabandeunríoporelcualdesaguahaciaelnorteellago
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Ukereue, y ese río existe, y nosotros seguimos su curso, y fluye con una rapidezcomparable a nuestra propia velocidad. ¡Y esa gota de agua que discurre bajonuestrospiesvaindudablementeaconfundirseconlasolasdelMediterráneo!¡EselNilo!
—¡EselNilo!—repitióKennedy,quesedejabacontagiarporelentusiasmodeSamuelFergusson.
—¡Viva el Nilo! —dijo Joe, que, cuando estaba alegre, vitoreaba gustosocualquiercosa.
Enormesrocasobstaculizabanendiversospuntoselcursodeaquelmisteriosorío.El agua espumeaba; formaba rápidos y cataratas que confirmaban al doctor en susprevisiones. De las montañas circundantes partían numerosos torrentes; se podíancontaracentenares.Delatierraseveíabrotardelgadoshilosdeagua,dispersos,quese cruzaban, se confundían, rivalizaban en velocidad y se precipitaban en aquelriachueloque,despuésdeabsorberlos,seconvertíaencaudalosorío.
—HeaquíelNilo—repitióeldoctorconconvicción—.Elorigendesunombreha apasionado a los sabios nomenos que el origen de sus aguas. Se lo ha hechoderivardelgriego,delcopto,delsánscrito;despuésdetodo,eslodemenos,yaquefinalmentehatenidoquerevelarelsecretodesuprocedencia.
—Pero¿cómopodremosestarseguros—preguntóelcazador—dequeesteríoeselmismoqueexploraronlosviajerosdelnorteanteriormente?
—Tendremospruebasseguras, irrecusables, infalibles—respondióFergusson—,sielvientosiguesiéndonospropicioaunquenoseamásqueunahora.
Las montañas se separaban, dando paso a numerosas aldeas y a camposcultivadosdesésamo,dourrabycañadeazúcar.Lastribusdeaquellascomarcassemostraban agitadas y hostiles. Presintiendo extranjeros, y no dioses, parecían máspropensas a la cólera que a la adoración. Se diría que el hecho de dirigirse a lasfuentesdelNilosignificarausurparlesalgo.ElVictoriatuvoquemantenersefueradelalcancedelosmosquetes.
—Difícilseráabordaraquí—dijoelescocés.—¡Peor para esos indígenas! —replicó Joe—. Les privaremos del encanto de
nuestraconversación.—Y sin embargo, es preciso que yo baje—respondió el doctor Fergusson—,
aunqueno seamásqueuncuartodehora.Deotromodo,nopuedocomprobar losresultadosdenuestraexploración.
—¿Es,pues,indispensable,Samuel?—Tanindispensablequebajaremosaunquetengamosqueandaratiros.—Nolosentiría—respondióKennedy,acariciandosucarabina.—Dispuestoestoyabordo,señor—dijoJoe,aprestándosealcombate.—Noserálaprimeravez—respondióeldoctor—quelacienciahayatenidoque
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empuñarlasarmas.AellassevioobligadoarecurrirenlasmontañasdeEspañaunsabiofrancéscuandomedíaelmeridianoterrestre.
—Manténlacalma,Samuel,yconfíaentusdosguardaespaldas.—¿Bajamosya,señor?—Todavía no. Vamos a elevarnos un poco para conocer con exactitud la
configuracióndelterreno.Elhidrógeno sedilatóy, enmenosdediezminutos, elVictoriaplaneabaauna
alturadedosmilquinientospiesdelsuelo.Desdeallísedistinguíaunainextricablered de arroyos que el río acogía en su lecho. La mayor parte venían del oeste,atravesandofértilescamposynumerosascolinas.
—Nos hallamos a menos de noventa millas de Gondokoro —dijo el doctor,señalandoelmapa—,yamenosdecincodelpuntoalcanzadoporlosexploradoresprocedentesdelnorte.Acerquémonosatierraconprecaución.
ElVictoriadescendiómásdedosmilpies.—Ahora,amigos,preparaosparacualquiercosa.—Loestamos—respondieronDickyJoe.—¡Bien!Muypronto,elVictoriaavanzósiguiendoellechodelríoyapenasacienpiesde
éste.Enaquelpunto,elNilomedíacincuentatoesas,yenlasaldeasdelasorillaslosindígenasseagitabantumultuosamente.Alllegaralsegundogrado,elríoformaunacascadaverticaldeunosdiezpiesdealturay,porconsiguiente,infranqueable.
—AquítenemoslacascadaindicadaporDebono—exclamóeldoctor.El cauce del río se ensanchaba y estaba sembrado de numerosos islotes que
SamuelFergussondevorabaconlamirada;parecíabuscarunpuntodereferenciaquenoencontraba.
Unos negros se habían acercado en una barca hasta quedar situados debajo delglobo. Kennedy les saludó con un disparo, y, aunque no hirió a ninguno, todoshuyeronprecipitadamentealaorilla.
—¡Buenviaje!—lesdeseóJoe—.Siyo fueraquienestuvieseensupellejo,novolvería;medaríamiedounmonstruoquelanzarayosavoluntad.
Depronto,eldoctorFergussoncogiósuanteojoyexaminóla islaquehabíaenmediodelrío.
—¡Cuatroárboles!——exclamó—.¡Miradalláabajo!Enefecto,ensuextremosealzabancuatroárbolesaislados.—¡EslaisladeBenga!—añadió.—¿Yqué?—preguntóDick.—Allíbajaremos,siDiosquiere.—¡Peroparecehabitada,señorSamuel!—Joetienerazón;sinomeequivoco,hayungrupodeunosveinteindígenas.
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—Los asustaremos para que huyan —replicó Fergusson—. No será empresadifícil.
—Deacuerdo—asintióelcazador.Elsolestabaenelcenit.ElVictoriaseacercóalaisla.Losnegros,pertenecientes
a la tribudeMakado,prorrumpieronengritosdesaforados.Unodeellosagitabasusombrerodecorteza.Kennedyapuntóhaciaelsombrero,disparóylohizopedazos.
Se produjo una desbandada general. Los indígenas se echaron al ríoprecipitadamente y lo atravesaron a nado. Enseguida partió de las dos orillas unagranizada de balas y una lluvia de flechas, pero sin peligro para el aeróstato, cuyaancla había hincado sus uñas en la hendidura de una roca. Joe se deslizó por lacuerda.
—¡Laescala!—gritóeldoctor—.Sígueme,Kennedy.—¿Quévasahacer?—Bajemos;necesitountestigo.—Hemeaquí.—Joe,alerta.—Respondodetodo,señor.Estétranquilo.—¡Ven,Dick!—dijoeldoctoralllegaratierra.Yllevóasucompañerohaciaungrupoderocasqueselevantabanenlapuntade
laisla.Unavezallí,sepasóunratobuscando,escudriñóentrelamalezaysellenólasmanosdesangre.
Derepente,agarróconfuerzaelbrazodelcazador.—Mira—ledijo.—¡Letras!—exclamóKennedy.En efecto, aparecían dos letras grabadas con toda claridad en la roca. Se leía
perfectamente:A.D.—A.D. —especificó el doctor Fergusson—. ¡Andrea Debono! ¡La firma del
viajeroquemássehaacercadoalasfuentesdelNilo!—Elhechoesirrebatible,Samuel.—¿Estásconvencidoahora?—¡Nocabeduda,eselNilo!El doctor miró por última vez aquellas preciosas iniciales, cuya forma y
dimensionescopióexactamente.—Yahora—dijo—,alglobo.—Rápido,porqueveoalgunosindígenasquesepreparanparacruzarelrío.—¡Yapoconosimporta!Queelvientonosempujehaciaelnortedurantealgunas
horas:llegaremosaGondokoroyestrecharemoslamanodenuestroscompatriotas.Diezminutos después, elVictoria se elevabamajestuosamente, en tanto que el
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doctor Fergusson, en señal de triunfo, desplegaba el pabellón con las armas deInglaterra.
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CAPITULOXIX
—¿Cuál es nuestra dirección? —preguntó Kennedy a su amigo, que estabaconsultandolabrújula.
—Norte-noroeste.—¡Entoncesnoesnorte!—No,Dick,ycreoquenosresultarádifícilllegaraGondokoro.Losiento;pero,
en fin, hemos enlazado las exploraciones del este con las del norte y, porconsiguiente,nopodemosquejarnos.
ElVictoriasealejabapocoapocodelNilo.—Quierodirigirunaúltimamirada—dijoeldoctor—aestaaltitudinfranqueable
quenuncahanpodidotraspasarlosmásintrépidosviajeros.AhíestánesasintratablestribusquemencionanPetherick,D'Arnaud,MianiyeljovenviajeroLejean,aquiensedebenlosmejorestrabajossobreelAltoNilo.
—¿Quiere eso decir —preguntó Kennedy— que nuestros descubrimientosconcuerdanconlospresentimientosdelaciencia?
—Completamente. Las fuentes del Nilo Blanco, del Bahr-el-Abiad, estánsumergidasenunlagoquepareceunmar;allíesdondeelríonace.Sinlugaradudas,la poesía saldrá perdiendo, pues gustaba atribuirle a este rey de los ríos un origencelestial. Los antiguos lo llamaron océano, y algunos creyeron que procedíadirectamente del sol. Pero es preciso ceder y aceptar de vez en cuando lo que laciencianosenseña.Quizánohayasabiossiempre;perosiemprehabrápoetas.
—Aúnsedistinguencataratas—dijoJoe.—SonlascataratasdeMakedo,atresgradosdelatitud.¡Nohaynadamásexacto!
¡QuélástimaquenohayamospodidoseguirporespaciodealgunashoraselcursodelNilo!
—Yalláabajo,delantedenosotros—dijoelcazador—,distingolacimadeunamontaña.
—EselmonteLogwek,lamontañatemblorosadelosárabes.TodaestacomarcahasidoexploradaporDebono,quelarecorríabajoelnombredeLetifEffendi.Lastribus próximas al Nilo son enemigas unas de otras y tienden a exterminarsemutuamente.ImaginaoscuántospeligroshabrátenidoqueafrontarDebono.
ElvientoconducíaalVictoriahaciaelnoroeste.ParaevitarelmonteLogwek,fueprecisobuscarunacorrientemásinclinada.
—Amigos —dijo el doctor a sus dos compañeros—, ahora empezaremosverdaderamente nuestra travesía africana.Hasta hoy apenas hemos hechomás queseguir las huellas de nuestros predecesores. En lo sucesivo nos lanzaremos a lodesconocido.¿Nosfaltarávalor?
—No—respondieronaunmismotiempoDickyJoe.
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—¡Adelante,pues,yqueelcielonosproteja!Alasdiezdelanoche,sobrevolandohondonadas,bosquesyaldeasdispersas,los
viajeros llegaban a la vertiente de la montaña temblorosa, pasando por entre susinhabitadascolinas.
Aquelmemorabledía23deabril,enquincehorasdemarchahabíanrecorrido,aimpulsosdeunvientofuerte,unadistanciademásdetrescientasquincemillas.
Peroestaúltimapartedelviajeleshabíadejadounaimpresióntriste.Reinabaenlabarquillaunsilenciocompleto.¿EstabaeldoctorFergussonreflexionandoensusdescubrimientos? ¿Pensaban sus dos compañeros en aquella travesía por regionesdesconocidas?Algodeesohabía,sinduda,mezcladoconlosmásvivosrecuerdosdeInglaterra y de los amigos lejanos. Joe era el único que daba muestras de unadespreocupada filosofía, pareciéndole muy natural que la patria no estuviese allíestando en otra parte; pero respetó el silencio de Samuel Fergusson y de DickKennedy.
A las diez de la noche el Victoria «fondeó» en un punto de la montañatemblorosa; los expedicionarios cenaron debidamente y se durmieron, quedando,comosiempre,unodeellosdeguardia.
Aldíasiguientesedespertaronmásserenos.Hacíauntiempodeliciosoyelvientoerafavorable;unalmuerzocondimentadoconloschistesdeJoeacabódedevolverelbuenhumoratodos.
LacomarcaqueentoncesrecorríanconfinaconlasmontañasdelaLunaylasdelDarfur,yescasitanextensacomotodaEuropa.
—Atravesamos, sinduda—dijoeldoctor—, la tierraque sehadadoen llamarreinodeUsoga.AlgunosgeógrafosafirmanqueenelcentrodeÁfricahayunavastadepresión,uninmensolagocentral.Veremossitalteoríatienealgúnvisodeverdad.
—Pero ¿cómo se ha podido hacer una suposición semejante? —preguntóKennedy.
—Por las narraciones de los árabes. Los árabes son muy aficionados a loscuentos, tal vez demasiado. Algunos viajeros, al llegar a Kazeh o a los GrandesLagos,vieronesclavosprocedentesdelascomarcascentralesylespidieronnoticiasdesupaís.Deestemodoreunieronunlegajodedocumentosquelessirvierondebaseparaelaborarteorías.Enelfondodetodoesosiemprehayalgocierto,puesyahemosvistoquenoseequivocabanrespectoalnacimientodelNilo.
—Enefecto,noseequivocaban—respondióKennedy.—Basándoseenesosdocumentossehantrazadomapas,entreelloselquetengoa
lavistaparaquemesirvadeguíayquemepropongorectificarencasonecesario.—¿Todaestaregiónestáhabitada?—preguntóJoe.—Sinduda,ymalhabitada,porcierto—respondióeldoctor.—Melofiguraba.
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—Estas tribus dispersas se hallan agrupadas bajo la denominación genérica denyam-nyam,y estenombrenoesmásqueunaonomatopeya tomadadel ruidoqueproducelamasticación.
—¡Perfectamenteexpresado!—dijoJoe—.¡Nyam!¡Nyam!—Sitú,Joe,fueseslacausainmediatadeestaonomatopeya,notepareceríatan
perfecta.—¿Quéquieredecir,señor?—Queestospueblostienenfamadeantropófagos.—¿Deveras?—¡Ytandeveras!Sedijotambiénqueestosindígenasestabanprovistosderabo,
como lamayorpartede loscuadrúpedos;pero luegose reconocióque talapéndicepertenecíaalapieldeanimalconquesevestían.
—¡Lástima!Unbuenrabovamuybienparaespantaralosmosquitos.—Esposible,Joe;perodebemosrelegaresodelraboalacategoríadelasfábulas,
comolascabezasdeperroqueelviajeroBrun-Rolletatribuíaaciertospueblos.—¿Cabezasdeperro?Paraaullaryhastaparaserantropófagonomeparecedel
todomal.—Loquedesgraciadamentenoadmitedudaeslaferocidaddeestospueblos,muy
ávidosdecarnehumana.—Sentiríaqueprobaranlamía—dijoJoe.—¿Deveras?—dijoelcazador.—Comolooye,señorDick.Siestoypredestinadoasercomidoenunmomento
dehambre,queseaensuprovechoyeneldemiseñor.Pero¡servirdepastoaesossalvajes!¡Memoriríadevergüenza!
—Deacuerdo,Joe—dijoKennedy—,contamoscontigosisedaelcaso.—Asudisposición,señores.—Adivino la treta—replicóeldoctor—;loqueJoequiereesque le tratemosa
cuerpodereyyloengordemos.—¡Talvez!—respondióJoe—.¡Loshombressomostanegoístas!Por la tarde, una niebla caliente que rezumaba del sol cubrió el cielo; apenas
permitía distinguir los objetos, por lo que, temiendo chocar contra algún picoimprevisto,eldoctor,aesodelascinco,dispusoqueseechaseelancla.Nosobrevinoningúnaccidentedurantelanoche,perolaprofundaoscuridadreclamóunavigilanciaextrema.
Al amanecer del día siguiente el monzón sopló con gran violencia; el vientopenetrabaconímpetuenlascavidadesdelgloboyagitabaviolentamenteelapéndicepor el que entraban los tubos de dilatación. Fue necesario sujetar los tubos concuerdas,operaciónqueJoepracticómuyhábilmente.
Al mismo tiempo, se aseguró de que el orificio del globo permanecía
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herméticamentecerrado.—La importancia que eso tiene para nosotros—dijo el doctor Fergusson— es
doble.Enprimerlugar,evitamoslapérdidadeungaspreciosoy,ensegundolugar,no dejamos a nuestro alrededor un reguero inflamable, al cual tarde o tempranoprenderíamosfuego.
—Locualseríaunincidentefastidioso—dijoJoe.—Sitalsucediese,¿caeríamosdespeñados?—preguntóDick.—¡No!Elgasarderíagradualmenteynosotrosbajaríamospocoapoco.Deeste
accidentefuevíctimaMadameBlanchard,aeronautafrancesaqueprendiófuegoasuglobodisparandocohetesdesdelabarquilla.
No cayó precipitada, y seguramente no habría muerto si no hubiese tenido ladesgracia de que su barquilla chocase contra una chimenea, desde la cual cayó alsuelo.
—Esperemos que no—dijo el cazador—. Hasta ahora nuestra travesía no meparecepeligrosa,ynoveorazónquenosimpidallegaranuestrameta.
—Niyotampoco,amigoDick.Losaccidenteshansidocasisiemprecausadosporla imprudenciade losaeronautasopor lamalaconstruccióndesusaparatos,yaunasí, contándose pormillares las ascensiones aerostáticas, no se consignanmás queveinteaccidentesquehayanocasionadolamuerte.Engeneral,elmomentodetomartierra y el de empezar la ascensión son los más peligrosos, y durante ellos nodebemosomitirprecauciónalguna.
—Hallegadolahoradealmorzar—dijoJoe—.Tendremosquecontentamosconcarne en conserva y café, hasta que al señorKennedy se le presente la ocasión deregalarnosconunabuenaracióndevenado.
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CAPITULOXX
El viento arreció horriblemente y perdió su regularidad. El Victoria bordeabaincesantemente, mirando tan pronto al norte como al sur, sin poder tomar ningúnrumbodeterminado.
—Nos movemos mucho y avanzamos poco —dijo Kennedy, observando lasfrecuentesoscilacionesdelaagujaimantada.
—ElVictoriasemueveaunavelocidadquenobajadetreintaleguasporhora—dijoSamuelFergusson—.Asomaosyveréiscuánrápidamentedesapareceelcampobajonuestrospies.¡Mirad!Aquelbosqueparecequeseprecipitacontranosotros.
—Elbosquesehaconvertidoyaenunraso—respondióelcazador.—Yelrasoenunaaldea—añadióJoeunos instantesdespués—.¡Quécarasde
negrosseventanembobadas!—Es muy natural —respondió el doctor—. En Francia, los campesinos, al
aparecer los primeros globos, hicieron a éstos fuego tomándolos por monstruosaéreos;porconsiguiente,biensepuedepermitiraunnegrodeSudánmanifestarsuasombro.
—Señor,consupermisovoyaecharlesunabotellavacía—dijoJoe,mientraselVictoria pasaba a unos cien pies de una aldea—. Si la botella llega entera, laadorarán; si se hace pedazos, cada uno de ellos se convertirá en un talismánprodigioso.
Ysinmás,tiróunabotella,quealllegaralsuelosehizoañicos,comoeranatural,ylosindígenassemetieronprecipitadamenteensuschozaslanzandohorriblesgritos.
UnpocomásadelanteKennedyexclamó:—¡Miradquéárbolmásextraño!Porarribaesdeunaespecieyporabajodeotra.—¡Éstasíqueesbuena!—dijoJoe—.Enestepaísnacenlosárbolesunossobre
otros.—Es pura y simplemente un tronco de higuera—explicó el doctor—, sobre el
cualhacaídounpocodetierravegetal.Elvientohallevadohastaallíunasemilladepalmera,yéstahacrecidoigualqueenplenocampo.
—Es un buen procedimiento—dijo Joe—, que pienso introducir en Inglaterra.Con él mejorarán mucho los parques de Londres y se multiplicaránconsiderablemente los árboles frutales. Los huertos se extenderán a lo alto, lo queseráunagranventajaparalospropietariosdepequeñosterrenos.
En aquel momento fue preciso elevar el Victoria para salvar un bosque desecularesbanianosdemásdetrescientospiesdealtura.
—¡Magníficos árboles!—exclamó Kennedy—. No he visto nada tan hermosocomoelaspectodeesosvenerablesbosques.Míralos,Samuel.
—Laalturadeesosbanianosesverdaderamentemaravillosa,amigoDick;ysin
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embargo,notendríanadadeexcepcionalenlosbosquesdelNuevoMundo.—¡Cómo!¿Hayárbolesaúnmásaltos?—Sindudaloshayentrelosconocidoscomomammouthtrees.EnCaliforniase
encontróuncedrodecuatrocientospiesdealtura,esdecir,másaltoquelatorredelParlamento y que la gran pirámide de Egipto. La base tenía ciento veinte pies decircunferencia,ypor lascapasconcéntricasdesumaderapudocalcularsequeteníamásdecuatromilaños.
—Noera,pues,extrañoqueestuviesetancrecidito.Encuatromilañosdatiempoadarunbuenestirón.
Pero,durantelaanécdotadeldoctorylarespuestadeJoe,elbosquehabíadadopaso a un grupo de chozas dispuestas circularmente alrededor de una plaza.En sucentroselevantabaunúnicoárbolquehizoexclamaraJoe:
—Puessiéstellevacuatromilañosdandosemejantesflores,nomeparecealgodignodeelogio.
Yseñalabaunsicomorogigantesco,cuyotroncodesaparecíaenteramentebajounmontón de huesos humanos. Las flores a que se refería Joe eran cabezas reciéncortadas,clavadasenlacortezaconpuñales.
—¡Elárboldeguerradeloscaníbales!—dijoeldoctor—.Losindiosarrancanelcuerocabelludo,ylosafricanostodalacabeza.
—Claro,esodependedelamodadecadapaís—dijoJoe.La aldea de las cabezas sangrientas desapareció en el horizonte, y se presentó
entonces otro espectáculo no menos repugnante: cadáveres medio devorados,esqueletos carcomidos ymiembros humanosdesparramados, dejados para pasto dehienasychacales.
—Son, sin duda, cuerpos de criminales. Al igual que en Abisinia, los dejan amerceddelosanimalescarniceros,quelosdevorandespuésdehaberlosdespedazado.
—No es mucho más cruel que la horca —dijo el escocés—. Tan sólo másasqueroso.
—En las regiones del sur de África —repuso el doctor— se encierra a loscriminalesensupropiachoza,consuganadoyalgunasvecescontodasufamilia,ylesprendenfuego.
—Esoes,sinduda,unacrueldad,peroconvengoconKennedyenquelahorcanoesmenosbárbara.
Joe, con la excelente vista de que tan buen uso sabía hacer, distinguió en elhorizontealgunasbandadasdeavesderapiña.
—Son águilas—exclamóKennedy, tras haberlas reconocido con su anteojo—.Unosmagníficospájaros,cuyovueloestanrápidocomoelnuestro.
—¡Líbrenoselcielodesusataques!——dijoeldoctor—.Paralosqueviajamosporelaire,sonmásterriblesquelasfierasylastribussalvajes.
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—¡Bah!—respondióelcazador—.Conunoscuantostiroslasahuyentaríamos.—Prefiero,amigoDick,notenerquerecurriratuhabilidad;eltafetándelglobo
no resistiría suspicotazos.Afortunadamente,meparecequenuestramáquina, lejosdeatraerlas,lasasusta.
—Semeocurreunaidea—intervinoJoe—.Hoyestoyenvena,yacadainstantebrota de mi cerebro una nueva. Si pudiésemos formar un tiro de águilas vivas yengancharlasalglobo,nosarrastraríanporlosaires.
—Elmétodohasidopropuestoenserio—respondióeldoctor—,peromeparecepocopracticableconanimalestanariscospornaturaleza.
—Las adiestraríamos —repuso Joe—. En lugar de ponerles bocado, lasguiaríamospormediodeunasanteojerasquelestapasenlosojos.
Tapandounode losdos, segúncuál fueseéste, iríanaderechaoa izquierda,ytapandolosdossedetendrían.
—Permíteme, Joe, preferir un viento favorable a tus águilas de tiro; sumanutenciónresultamásbarata,yesmásseguro.
—Selopermito,señor,peronoecholaideaensacoroto.Era mediodía. Desde hacía un rato, el Victoria avanzaba a una velocidad más
moderada;latierrayanohuíaasuspies,simplementepasaba.De pronto llegaron a oídos de los viajeros gritos y silbidos que les hicieron
asomarse para ofrecerles un espectáculo emocionantísimo. Dos tribus se batíanencarnizadamente, envolviéndose en nubes de flechas. Cegados por el furor de lapelea, los combatientes no se percataron de la llegada del Victoria. Eran unostrescientos, habiendo entre ellos algunos que, revolcándose en la sangre de losheridos,ofrecíanuncuadrodelomásnauseabundo.
Alverelglobo,hicieroncesarunmomentolashostilidades.Luegomultiplicaronsus aullidosydispararonalgunas flechas contra labarquilla.Unade ellaspasó tancercaqueJoelacogióalvueloconlamano.
—¡Pongámonos fuera de tiro!—exclamó el doctor Fergusson—. No podemospermitirnosningunaimprudencia.
Después de la tregua, empezó de nuevo lamatanza con azagayas y hachas; encuanto un enemigo caía, era instantáneamente decapitado por su adversario. Lasmujeres tomaban parte en la refriega, recogiendo las ensangrentadas cabezas yapilándolas a ambos extremos del campo de batalla. A veces se peleaban paraquedarseconlosasquerosostrofeos.
—¡Repugnanteescena!—exclamóKennedyconprofundoasco.—¡Menuda pandilla!—dijo Joe—.Y sin embargo, si llevaran uniforme serían
comotodoslosguerrerosdelmundo.—¡Quéganastengodeintervenirenelcombate!—repusoelcazador,apuntando
consucarabina.
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—¡No!—respondió al momento el doctor—. ¡No nos metamos en camisa deoncevaras!¿Sabesacasocuáldelosdosbandostienerazónparaasumirelpapeldela Providencia? Huyamos pronto de tan repugnante espectáculo. Si los grandescapitales pudieran dominar así el escenario de sus hazañas, acabarían tal vez porperderlaaficiónalasangreylasconquistas.
Eljefedeunadelastribussedistinguíaporunaconstituciónatlética,unidaaunafuerza hercúlea. Con una mano clavaba la lanza en las compactas filas de susenemigos, y con la otra descargaba el hacha. En un momento dado, tiro suensangrentada azagaya, se precipitó sobre un herido a quien cortó un brazo de untajo,cogióelmiembroaúnpalpitanteyempezóadevorarlo.
—¡Quéhorriblebestia!—dijoKennedy—.¡Nopuedoseguirconteniéndome!Yelguerrero,heridodeunbalazoenlafrente,cayódeespaldas.Alverlocaer,se
apoderódesusguerrerosunprofundoestupor.Aquellamuertesobrenaturallosdejóhelados y reanimó el ardor de sus adversarios, que les obligaron a abandonar elcampodebatalla.
—Busquemosmásarribaunacorrientequenosalejedeaquí—dijoeldoctor—.Esteespectáculomeresultavomitivo.Pero,pormuchaquefueselaprisaquesedioen partir, tuvo que ver cómo la tribu victoriosa se precipitaba sobre losmuertos yheridosysedisputabaaquellacarneaúncaliente,quedevorabaconlamayoransia.
—¡Quéasco!—dijoJoe—.¡Esnauseabundo!ElVictoria se elevaba amedida que se iba dilatando. Los aullidos de la horda
ebriadesangrelosiguieronalgúntiempo;finalmente,fueimpelidohaciaelsuryseapartódeaquellaescenadecarniceríayantropofagia.
El terreno presentaba accidentes variados, y lo surcaban numerosos cursos deaguaquefluíanhaciaeleste;sindudaerantributarlosdeesosafluentesdellagoNuodelríodelasGacelas,delcualLejeanhahechodetallesrealmentecuriosos.
Llegadalanoche,elVictoriaechóelanclaa270delongitudy4020'delatitudseptentrional,despuésdeunatravesíadecientocincuentamillas.
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CAPITULOXXI
Oscurecía con gran rapidez. El doctor, sin poder reconocer el terreno, habíaenganchadoelgloboaunárbolmuyalto,delcualdistinguíaaduraspenasconfusasformas.
Empezósuguardiaalasnueve,comoteníaporcostumbre,yDicklerelevóalasdoce.
—¡Vigilancia,Dick,muchavigilancia!—recomendóeldoctor.—¿Hayalgunanovedad?—No, pero no puedo asegurar de una manera positiva dónde nos ha traído el
viento,ycreohaberoídodebajodenosotrosvagosrumores.Unexcesodeprudencianoresultaráperjudicial.
—Habrásoídolosgritosdealgunasfieras.—No,mehaparecidootracosa…Enfin,veremos;alamenoralarmanodejesde
despertarnos.—Duermetranquilo.Eldoctor,despuésdehaberescuchadodenuevocon lamayoratención, sinoír
nadadeparticular,seechósobresumantaynotardóendormirse.El cielo estaba cubierto de densas nubes, pero ni un soplo de aire turbaba la
tranquilidaddelaatmósfera.ElVictoria,sujetoconunasolaancla,noexperimentabaoscilaciónalguna.
Kennedy,acodadoenlabarquillademaneraquelepermitiesevigilarelsoplete,considerabaaquellaoscuracalma.Interrogabaelhorizonte,y,comosuelesucederlesaquienesposeenunespíritu inquietooprevisor,devezencuandosumiradacreíadistinguirvagosresplandores.
Hastahubounmomentoenquecreyópercibirunomuyclaramenteadoscientospasosdedistancia;peronofuemásqueundestello,traselcualnovolvióavernada.
Era, sinduda,unadeesassensaciones luminosasqueelaparatode lavisiónseforjaenlasoscuridadesprofundas.
Kennedy se tranquilizó y volvió a abismarse en su contemplación indecisa,cuandohendiólosairesunagudosilbido.
¿Eraelgritodeunanimal,dealgúnpájaronocturno?¿Salíadelabioshumanos?Kennedy,comprendiendolagravedaddelasituación,estuvoapuntodedespertar
asuscompañeros,perocomo,fuerenhombresoanimales,noestabanasualcance,selimitó a comprobar que sus armas estaban cargadas y, con un anteojo de noche,abismósumiradaenelespacio.
Creyóvislumbrardebajode labarquilla ciertas formasvagasque sedeslizabancuidadosamentehaciaelárboly,alpálidoresplandordeunrayodelunaquesefiltrócomounrelámpagoentredosnubes,reconocióclaramenteaungrupodeindividuos
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queseagitabanenlasombra.Recordóentonceslaaventuradeloscinocéfalosytocóconlamanoaldoctoren
elhombro.Eldoctorsedespertóinmediatamente.—Silencio—dijoKennedy—,hablemosenvozbaja.—¿Ocurrealgo?—Sí;despertemosaJoe.EncuantoJoeselevantó,elcazadorrefirióloquehabíavisto.—¿Otravezlosmalditosmonos?—dijoJoe.—Esposible;perodebemostomarprecauciones.—Joeyyo—dijoKennedy—bajaremosalárbolporlaescala.—Y entretanto —respondió el doctor— yo tomaré mis medidas para poder
ascenderrápidamente.—Deacuerdo.—Bajemos—dijoJoe.—Nohagáisusodelasarmasmásqueenúltimoextremo;esinútilrevelarnuestra
presenciaenestosparajes.DickyJoecontestaronconunademán.Sedeslizaronsinruidohaciaelárbolyse
colocaron en la horquilla formada por las dos gruesas ramas donde el ancla habíaclavadosusuñas.
Llevaban unos minutos escuchando, sin moverse y casi sin respirar, entre elfollaje,cuandoseprodujocomounroceenlacortezayJoeasiólamanodelescocés.
—¿Oye?—Sí;seacerca.—¿Seráunaserpiente?Elsilbidoquehaoído…—¡No!Teníaalgodehumano.—Prefieroqueseansalvajes.Losreptilesmerepugnan.—Elruidoaumenta—repusoKennedypocodespués.—¡Sí!Algosube,algunotrepa.—Vigilaestelado;yomeencargódelotro.—Bien.Sehallabanaisladosenlacimadeunarobustaramaquearrancabaverticalmente
delcentrodelbaobab,queparecíaélsolotodounbosque.Laoscuridad,aumentadaporelespesofollaje,eraprofunda;sinembargo,Joe, indicandoaKennedy laparteinferiordelárbol,ledijoaloído:
—Negros.Algunaspalabraspronunciadasenvozbajallegaronalosdosviajeros.Joesepreparóparadisparar.—Aguarda—dijoKennedy.
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Unossalvajes,enefectosehabíanencaramadoporelbaobab;brotabandetodaspartes, subiendo por las ramas como reptiles, con lentitud, pero con aplomo; lesdenunciabanlasemanacionesdesuscuerpos,frotadosconunagrasainfecta.
NotardaronenaparecerdoscabezasanteKennedyyJoe, justoa laalturadelaramaqueocupaban.
—¡Atención!—dijoKennedy—.¡Fuego!Ladobledetonaciónretumbócomountruenoyseextinguióentregritosdedolor.
Enunmomento,todalahordahabíadesaparecido.Pero en medio de los aullidos había sonado un grito extraño, inesperado,
imposible.Deunabocahumanasalieronestaspalabraspronunciadasenfrancés:«¡Amí!¡Amí!».
KennedyyJoe,atónitos,volvieronalabarquillaatodaprisa.—¿Habéisoído?—lespreguntóeldoctor.—¡Perfectamente!—¡Unfrancésenmanosdeesosbárbaros!—¿Unviajero?—¡Unmisionerotalvez!—¡Pobrecillo!—exclamóelcazador—.¡Loestánmartirizando!Eldoctorprocurabaenvanoocultarsuemoción.—No hay duda—dijo—. Un desdichado francés ha caí do en manos de esos
salvajes.Peronosotrosnopartiremossinhaberhechotodoloposibleporsalvarle.Aloí nuestros disparos, habrá pensado en un auxilio inesperado, en una intervenciónprovidencial.Nodefraudaremossuúltimaesperanza.¿Noeséstevuestroparecer?
—Nopuedeserotro,Samuel,ydispuestosestamosaobedecerte.—Entalcaso,idearemosunplanyapenasamanezcaintentaremosliberarlo.—Pero¿cómolosepararemosdeesosmiserablesnegros?—preguntóKennedy.—Esevidente—dijoeldoctor—,por lamaneraquehantenidodehuir,queno
conocen las armas de fuego. Debemos, pues, aprovecharnos de su terror; pero esprecisoaguardarlamadrugadaparaobrar,yurdirnuestroplandesalvamentosegúnladisposicióndeloslugares.
—Eldesdichadonodebedeestarlejos—dijoJoe—,porque…—¡Amí!¡Amí!—repitiólavoz,másdebilitada.—¡Losmuybárbaros!—exclamóJoe,conmovido—.¿Ysilomatanestanoche?—¿Oyes,Samuel?—repusoKennedy, cogiendo lamanodeldoctor—.¿Ysi lo
matanestanoche?—No es probable, amigos; los pueblos salvajes dan muerte a sus prisioneros
duranteeldía;necesitanlaluzdelsol.—¿Y si aprovechara las tinieblas de la noche—dijo el escocés—, para llegar
hastaesedesdichado?
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—¡Leacompaño,señorDick!—¡Deteneos, amigos, deteneos! Vuestra resolución honra vuestro corazón y
vuestrovalor;peronospondríaenpeligroatodosyacabaríadeagravarlasituacióndelquequeremossalvar.
—¿Porqué?—replicóKennedy—.Lossalvajesestánamedrentadosydispersos.Novolverán.
—Dick, te lo suplico, obedéceme;mi objetivo es la salvación de todos. Si porcasualidadtedejasessorprender,estaríatodoperdido.
—Pero,eseinfortunado,¿quéaguarda,quéespera?¡Ningunavoz respondea suvoz!…¡Nadie le socorre!…¡Debedecreerque le
hanengañadosussentidos,quenohaoídonada!…—Selepuedetranquilizar—dijoeldoctorFergusson.Yenpie,enmediodelaoscuridad,formandoconlasmanosunabocina,gritócon
fuerzaenlalenguadelextranjero.—¡Quienquieraquesea,tengaconfianza!¡Tresamigosvelanporusted!Lerespondióunaullidoterrible,quesindudaahogólarespuestadelprisionero.—¡Le degüellan…, le van a degollar! —exclamó Kennedy—. ¡Nuestra
intervenciónnohabráservidomásqueparaacelerarlahoradelsuplicio!¡Esprecisoactuar!
—Pero¿cómo,Dick?¿Quépretendeshacerenmediodeestaoscuridad?—¡Oh…,sifuesededía!—exclamóJoe.—¿Yquéharíassifuesededía?—preguntóeldoctor,enuntonosingular.—Nada más sencillo, Samuel —respondió el cazador—. Bajaría a tierra y
dispersaríaatirosaesachusma.—¿Ytú,Joe?—preguntóFergusson.—Yo, señor, obraríamásprudentemente, haciendo llegar un aviso al prisionero
paraquehuyeraenunadirecciónconvenida.—¿Ycómoharíasllegarelaviso?—Pormedio de esta flecha que he cogido al vuelo, a la cual ataría una nota o
simplementehablándole envozalta, puestoque losnegrosnocomprendennuestroidioma.
—Vuestrosplanes,amigosmíos,sonimpracticables.Lamayordificultadparaeseinfortunado seria escaparse, admitiendo que llegase a burlar la vigilancia de susverdugos.Encuantoati,Dick,conmuchaaudaciayvaliéndotedelterrorocasionadopor nuestras armas de fuego, tal vez tuvieras éxito; pero si tu proyecto fracasaseestaríasperdidoy tendríamosquesalvaradospersonasen lugardeauna. ¡No!Esprecisoquetodaslasbazasesténanuestrofavoryactuardeotramanera.
—Peroinmediatamente—replicóelcazador.—¡Talvez!—respondióSamuel,insistiendoenesapalabra.
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—Señor,¿seríacapazdedisiparestastinieblas?—¿Quiénsabe,Joe?—¡Ah!Sihicieraunacosasemejante,leproclamaríaelprimersabiodelmundo.El doctor permaneció algunos instantes silencioso y reflexivo. Sus dos
compañeros le miraban con ansiedad, sobreexcitados por aquella situaciónextraordinaria.Fergussonnotardóenvolveratomarlapalabra.
—Heaquímiplan—dijo—.Nosquedandoscientas librasdelastre,puestoqueestán aún intactos los sacos que hemos traído. Supongamos que el prisionero,extenuado evidentemente por los padecimientos, pesa tanto como cualquiera denosotros; todavía nosquedaránunas sesenta libras para arrojar conobjetode subirmásrápidamente.
—¿Cómopiensas,pues,maniobrar?—preguntóKennedy.—Voy a decírtelo, Dick. Sin duda admitirás que si recojo al prisionero y me
desprendo de una cantidad de lastre igual a su peso, no habré turbado en lo másmínimoelequilibriodelglobo;peroentonces,siquierorealizarunaascensiónrápidaparaponermefueradelalcancedeesatribudenegros,tendréquerecurriramediosmás enérgicos que el soplete. Pues bien, precipitando el lastre excedente en elmomentorequerido,estoysegurodesubirconmucharapidez.
—Esevidente.—Sí,perohayunpequeñoinconveniente.Después,parabajar,tendréqueperder
unacantidaddegas—proporcionalalexcesodelastredequemehayadesprendido.Esegasnotieneprecio,peronosepuedelamentarsupérdidacuandosetratadelasalvacióndeunserhumano.
—Tienesrazón,Samuel,debemossacrificarlotodoporsalvarle.—Actuemos,pues,ytengamoslossacospreparadosenlabarquillademodoque
podamosarrojarlostodosaunmismotiempo.—Pero,estaoscuridad…—Oculta nuestros preparativos y no se disipará hasta que estén terminados.
Procuradtenertodaslasarmasalalcancedelamano.Talvezseaprecisohacerfuego,para lo cual disponemos de una bala en la carabina, cuatro en las dos escopetas ydoceenlosdosrevólveres;entotal,diecisiete,quepuedendispararseenuncuartodeminuto.Aunquequizánotengamosquearmartantoescándalo.¿Preparados?
—Preparados—respondióJoe.Enefecto,lossacosestabanapunto,ylasarmascargadas.—Bien—dijoeldoctor—.Estadmuyalerta. Joequedaencargadodearrojarel
lastre,yDickdeapoderarsedeprisionero;peroquenosehaganadahastaqueyodélaorden.Joe,veahoraadesengancharelanclayvuelveenseguidaalabarquilla.
Joe se deslizó por el cable y reapareció a los pocos instantes. El Victoria, enlibertad,flotabaenelaire,casiinmóvil.
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Duranteestetiempoeldoctorseaseguródequehabíaunacantidadsuficientedegasenlacajademezclaparaalimentar,encasonecesario,elsopletesinnecesidadderecurrirdurante algún tiempoa la acciónde lapiladeBunsen.Quitó losdoshilosconductoresperfectamenteaisladosqueservíanparadescomponerelagua;luego,trasregistrarsubolsadeviaje,sacódeelladospedazosdecarbónterminadosenpuntaylosfijóenelextremodecadahilo.
Susdosamigoslemirabansincomprenderloquehacía,perocallaban.Cuandoeldoctorhuboterminadosutrabajo,secolocóenpieenmediodelabarquilla,cogióuncarbónencadamanoyacercóunapuntaalaotra.
Derepente,unresplandorintensoydeslumbrador,quenopodíanresistirlosojos,seprodujoentrelasdospuntasdecarbón,yunhazinmensodeluzeléctricadisipólaoscuridaddelanoche.
—¡Oh,señor!—exclamóJoe.—¡Silencio!—ordenóeldoctor.
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CAPITULOXXII
Fergussondirigióavariospuntosdelespaciosupoderosorayodeluzylodetuvoenunlugardedondepartíangritosdeasombro;suscompañeroslanzaronhaciaallíunaansiosamirada.
El baobab sobre el cual el Victoria semantenía casi inmóvil, se hallaba en elcentro de un raso. Entre campos de sésamo y de caña de azúcar, unas cincuentachozas,bajasycónicas,alrededordelascualeshormigueabaunanumerosatribu.
Acienpiesdebajodelglobodescollabaunposte,juntoalcualyacíaunacriaturahumana,unjovendeapenastreintaaños,conlargoscabellosnegros,mediodesnudo,flaco, ensangrentado, cubiertodeheridasy con la cabeza inclinada sobre el pecho,comoCristocrucificado.Algunoscabellosmáscortosenlacoronillaindicabanaúnlaexistenciadeunatonsuracasidesaparecida.
—¡Unmisionero!¡Unsacerdote!—exclamóJoe.—¡Pobredesdichado!—respondióelcazador.—¡Losalvaremos,Dick!—dijoeldoctor—.¡Losalvaremos!Aquellacatervadenegros,alverelglobo,semejanteaunaenormecometacon
una cola de deslumbradora luz, experimentó, como era natural, un sobresaltoindescriptible.Aloírsusgritos,elprisionerolevantólacabeza.Brillórápidamenteensusojos la luzde la esperanza, y, sin comprender loquepasaba, tendió losbrazoshaciasusinesperadoslibertadores.
—¡Vive,vive!—exclamóFergusson—.¡LoadoseaDios!¡Esossalvajessehallanabismadosenunmagníficoespanto!¡Losalvaremos!¿Estáispreparados,amigos?
—Sí,Samuel.—Joe,apagaelsoplete.La orden del doctor fue ejecutada. Un vientecillo casi imperceptible empujaba
suavemente al Victoria encima del prisionero, al mismo tiempo que, con lacontracción del gas, descendía insensiblemente. Quedó flotando en medio de lasluminosasondasporespaciodediezminutos.Fergussonenvolvióalamuchedumbreenelhazcentelleantequeproyectabaatrechosmanchasdeluz,muyrápidasyvivas.La tribu,bajoeldominiodeun indescriptible terror,desapareciópocoapocoenelfondo de las chozas, sin quedar ningún negro alrededor del poste. El doctor habíaacertadoalcontarconlaapariciónfantásticadelVictoria,queproyectabarayosdesolenaquellaintensaoscuridad.
Labarquillaseacercóatierra.Algunosnegros,sinembargo,másaudacesquelosotros y comprendiendo que se les escapaba su víctima, aparecieron de nuevolanzandoespantososgritos.Kennedycogiósuescopeta,peroeldoctornoquisoqueladisparase.
El sacerdote, de rodillas, sin fuerzas ya para tenerse en pie, ni siquiera estaba
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atadoalposte,pues sudebilidadhacía innecesarias las cuerdas.Enelmomentoenquelabarquillallegócercadelsuelo,elcazador,soltandosuarma,tomóalsacerdoteen brazos y lo subió al globo; al mismo tiempo Joe arrojaba, todas a la vez, lasdoscientaslibrasdelastre.
El doctor contaba con subir rápidamente, pero, contra todas sus previsiones, elglobo,despuésdehaberseelevadounoscuatropies,permanecióinmóvil.
—¿Quiénnossujeta?—exclamóconacentodeterror.Algunossalvajesacudíanlanzandoferocesaullidos.—¡Oh! —exclamó Joe, asomándose—. ¡Uno de esos malditos negros se ha
colgadoalabarquilla!—¡Dick!¡Dick!—exclamóeldoctor—.¡Lacajadelagua!Dickcomprendiólaintencióndesuamigoy,levantandounadelascajasdeagua,
quepesabamásdecienlibras,laarrojóporlaborda.El Victoria, descargado de aquel lastre, subió bruscamente trescientos pies en
medio de los rugidos de la tribu, cuyo prisionero se evadía envuelto en una luzresplandeciente.
—¡Hurra!—gritaronlosdoscompañerosdeldoctor.Elglobodioderepenteunnuevosalto,quelehizoalcanzarunaalturademásde
milpies.—¿Quésucede?—preguntóKennedy,apuntodeperderelequilibrio.—¡Nada! Es ese pícaro, que se ha desasido de la barquilla —respondió
tranquilamenteSamuelFergusson.YJoe,asomándoserápidamente,pudoaúndistinguiralsalvajegirarenelespacio
conlosbrazosextendidos,yestrellarsealllegaratierra.Eldoctorseparóentonceslosdoshiloseléctricos,ytodoquedóabismadoenunaoscuridadprofunda.Eralaunadelanoche.
Elfrancés,quesehabíadesmayado,abrióporfinlosojos.—Estáustedasalvo—ledijoeldoctor.—¡Asalvo!—repitióéleninglés,conunamelancólicasonrisa—.¡Asalvodeuna
muertecruel!Lesdoylasgracias,hermanos,perotengolosdíascontados,contadaslashoras.Mequedamuypocotiempodevida.
Yelmisionero,exhausto,cayóenunaespeciedesopor.—Semuere—exclamóDick.—No,no—respondióFergusson, inclinándosesobreél—,peroestámuydébil.
Acostémoslebajolatienda.Y,congransuavidad,tendieronsobrelasmantasaquelpobrecuerpodemacrado,
cubiertodecicatricesyheridasdelasqueaúnbrotabasangre,aquelcuerpoenqueelhierroyelfuegohabíandejadomuchasymuydolorosashuellas.Eldoctorconvirtióun pañuelo en hilas, que aplicó sobre las llagas después de haberlas lavado con la
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delicadezadeundiestromédico; luegotomódesubotiquínunestimulanteyvertióalgunasgotasenloslabiosdelsacerdote.
Ésteabriócondificultadlabocayapenastuvofuerzasparadecir:—¡Gracias!¡Gracias!Eldoctorcomprendióqueelenfermonecesitabadescansar,porloquecorriólas
cortinasdelatiendayvolvióatomarladireccióndelglobo.Teniendoen cuenta el pesodelnuevohuésped, el globohabía sido liberadode
casi ciento ochenta libras de lastre, y por consiguiente, semantenía sin ayuda delsoplete.Alrayareldía,unacorrienteloimpelióconsuavidadhaciaeloeste-noroeste.Fergussonfueaexaminaralsacerdotealetargado.
—¡Ojalá podamos conservar la vida de este compañero que el Cielo nos haenviado!—exclamóelcazador—.¿Tienesalgunaesperanza?
—Sí,Dick.Abasedecuidadosyconesteairetanpuro…—¡Cuánto ha sufrido el infeliz!—dijo Joe,muy conmovido—. ¿Saben que ha
acometido empresas más atrevidas que las nuestras, viniendo solo a visitar estospueblos?
—¿Quiénloduda?—repusoelcazador.Durantetodoeldía,noquisoeldoctorqueseinterrumpieseelsueñodelenfermo,
a pesar de que aquel sueño era un largo sopor, entrecortado por quejidos que nodejabandeinspiraraFergussonseriasinquietudes.
Alllegarlanoche,elVictoriapermanecíaestacionarioenmediodelaoscuridad,yentantoqueJoeyKennedyserelevabanjuntoalenfermo,Fergussonvelabaporlaseguridaddetodos.
Aldíasiguienteporlamañana,elVictoriahabíaderivadoalgohaciaeloeste.Eldíaseanunciabapuroymagnífico.Elenfermopudollamarasusnuevosamigosconunavozmásclara.Éstoslevantaronlascortinasdelatienda,yelsacerdoteaspiróconplacerelairefrescodelamañana.
—¿Cómoseencuentra?—lepreguntóFergusson.—Mejor,creo—respondióél—.¡Pero,misbuenosamigos,no leshevistomás
quecomolasimágenesqueaparecenenunsueño!¡Apenassoyconscientedeloquehapasado!Díganmesusnombresparaquenolosolvideenmisúltimasoraciones.
—Somosviajerosingleses—respondióSamuel—.IntentamosatravesarÁfricaenglobo,ydurantenuestratravesíahemostenidolasuertedesalvarle.
—Lacienciatienesushéroes—dijoelmisionero.—Perolareligióntienesusmártires—respondióelescocés.—¿Esustedmisionero?—preguntóeldoctor.—Soyunsacerdotedelamisióndeloslazaristas.ElCieloleshaenviado,¡loado
seaDios! ¡El sacrificio demi vida estaba hecho! Pero, ustedes vienen de Europa.¡HáblenmedeEuropa,háblenmedeFrancia!Noherecibidoencincoañosniunasola
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noticia.—¡Cincoañossoloentreesossalvajes!—exclamóKennedy.—Son almas que hay que rescatar —dijo el joven sacerdote—. Hermanos
ignorantesybárbarosaquienessólolareligiónpuedecivilizareinstruir.SamuelFergusson,paracomplaceralmisionero,lehablómuchodeFrancia.Éste le escuchaba con atención, y las lágrimas humedecían sus ojos. El
desdichadojovenestrechabasucesivamentelasmanosdeKennedyylasdeJoeentrelassuyas,ardientesacausadelafiebre.Eldoctorlepreparóalgunastazasdeté,quebebióconfruición;entoncessesintióconfuerzasparaincorporarseunpocoysonreír,viéndosemecidoenuncielotanpuro.
—Son audaces viajeros —dijo—, y el éxito coronará su atrevida empresa;volveránaverasusparientesyamigos,regresaránasupatria…
Peroladebilidaddeljovensacerdoteaumentótantoquefueprecisoacostarlodenuevo.Unapostraciónqueduróalgunashorasletuvocomomuertoentrelasmanosde Fergusson, el cual se sentía profundamente conmovido. Veía que aquellaexistenciaseextinguía.¿Tanpronto ibaaperdera lavíctimaquehabíanarrancadodelsuplicio?Curódenuevolashorriblesúlcerasdelmártirysacrificólamayorpartedesuprovisióndeaguapararefrescarsusardientesmiembros.Lededicólaatenciónmástiernaeinteligente.Elenfermorenacíapocoapocoentresusbrazos,yrecobrabaelsentimiento,yaquenolavida.
Eldoctorsorprendiósuhistoriaentresuspalabrasentrecortadas.—Hable su lengua materna —le había dicho—. Le fatigara menos y yo la
comprendoperfectamente.Elmisioneroeraunhumildejovenbretón,nacidoenlaaldeadeAradón,enpleno
Morbihan. Emprendió por vocación la carrera eclesiástica, pero a esa vida deabnegación quiso añadir una vida de peligro, para lo cual ingresó en la orden demisionerosfundadaporelgloriososanVicentedePaúl.Alosveinteañospasódesupaís a las playas inhospitalarias de África. Y desde allí, poco a poco, superandoobstáculos, desafiando privaciones, andando y orando, avanzó hasta el seno de lastribus que pueblan los afluentes del Nilo superior. Por espacio de dos años fuerechazadasureligión,desconocidosucelo,despreciadasucaridad.CayóprisionerodeunadelasmáscruelestribusdeNyambara,queletratódeunamanerahorrible.Él,sinembargo,seguíaenseñando,instruyendo,orando.Derrotadaaquellatribuenunodesusfrecuentescombatesconotras igualmentecrueles,elmisionerofuedadopormuerto y abandonado. Entonces, en lugar de volver sobres sus pasos, continuó superegrinaciónevangélica.Duranteunatemporadaletuvieronporloco,yaquéllafuelamás tranquilade suvida.Se familiarizócon los idiomasdeaquellascomarcasysiguió catequizando. Recorrió aquellas bárbaras regiones durante dos años más,empujadoporesafuerzasobrehumanaquevienedeDios.Unañohacíaquesucelo
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evangélicolehabíallevadoaunatribudenyam-nyamllamadaBarafri,queesunadelasmássalvajes.Lainesperadamuertedesujefe,acaecidahacíaunosdías,lehabíasidoachacadaaél,porloquesedecidióinmolarlo.Cuarentahorashacíaquedurabasusuplicio,que,comoeldoctorhabíasupuesto,debíaterminarconlamuertealdíasiguiente a las doce. Cuando oyó las detonaciones de las armas de fuego, sintióreaccionarenélelinstintodeconservaciónygritó:«¡Amí!¡Amí!».Ycreyósoñarcuandounavozvenidadeloaltoledirigiópalabrasdeconsuelo.
—¡Nosientomorir!—añadió—.MividaesdeDios,yDiosdisponedeella.—Espere—le respondió el doctor—, estamos a su lado y le salvaremos de la
muerteigualquelehemosliberadodelsuplicio.—No Pido tanto al Cielo—respondió el sacerdote, resignado—. ¡Bendito sea
Diosporhabermeconcedido,antesdemorir,ladichadeapretarmanosamigasyoírlalenguademipaís!
El misionero se sintió desfallecer nuevamente, y el día transcurrió entre laesperanzaylazozobra.Kennedyestabamuyconmovido,yJoevolvíalacabezaparaocultarsuslágrimas.
ElVictoriaavanzabapoco,yelvientoparecíaacunarsupreciosacarga.Alacaídadelatarde,Joedistinguióhaciaeloesteunresplandorinmenso.Bajo
latitudesmáselevadassehubieratomadoaquelresplandorporunaauroraboreal.Elcieloparecíaunahoguera.Eldoctorexaminóconatenciónelfenómeno.
—Nopuedesermásqueunvolcánenactividad—dijo.—Pueselvientonosllevahaciaél—replicóKennedy.—Tranquilízate.Pasaremosaunaalturaconsiderable.Tres horas después, el Victoria se hallaba rodeado de montañas. Su posición
exacta era 250 15’ de longitud y 40 42’ de latitud. Tenía delante un cráter quevomitabatorrentesdelavaderretidayarrojabaagranalturaenormespeñascos.Habíaarroyosde fuego líquidoquesedespeñabanformandocascadasdeslumbradoras.Elespectáculoeramagnífico,peropeligroso,porqueelviento,conunafijezaconstante,impelíaelglobohaciaaquellaatmósferaincendiada.
Precisoerasalvaraquelobstáculo,antelaimposibilidaddedejarloaunlado.Laespitadelsopletefueabiertaporcompleto,yelVictoriasubióaunaalturadeseismilpies,dejandoentreelvolcányélunespaciodemásdetrescientastoesas.
Desdesulechodedolor,elsacerdotemoribundopudocontemplaraquelcráterdelqueseescapabanconestrépitomilhacesresplandecientes.
—¡Quéhermosoespectáculo!—dijo—.¡CuáninfinitoeselpoderdeDioshastaensusmásterriblesmanifestaciones!
Aquella inmensaexplosióndelavaenignicióncubría las laderasdelamontañaconunverdaderotapizdellamas.Elhemisferioinferiordelgloboresplandecíaenlanoche,yuncalortórridosubíahastalabarquilla.EldoctorFergussondecidióqueera
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precisohuirprontodeaquellaatmósferapeligrosa.Hacia las diez de la noche, la montaña no era más que un punto rojo en el
horizonte y el Victoria proseguía tranquilamente su viaje por una zona menoselevada.
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CAPITULOXXIII
Lanochetendiósobrelatierraelmásmagníficodesusmantos.Elsacerdotesedurmió,sumidoenunapostraciónpacífica.
—¡Novolveráensí!—dijoJoe—.¡Pobrejoven!¡Treintaañosapenas!—¡Morirá en nuestros brazos! —dijo el doctor con desesperación—. Su
respiraciónsedebilitamásymás,ynadapuedohaceryoparasalvarle.—¡Malvados!—exclamóJoe,quesentíadevezencuandoarrebatosdecólera—.
¡Cuando pienso que el infeliz aún ha tenido palabras para compadecerles, paraexcusarlesyparaperdonarles…!
—ElCielo le concedeunahermosanoche, Joe, tal vez suúltimanoche.Yanosufrirámucho;sumuertenoserámásqueunpacíficosueño.
Elmoribundopronuncióalgunaspalabrasentrecortadasyeldoctorseacercóaél.La respiración del enfermo se hacía difícil; el joven pedía aire. Levantaronenteramentelascortinas,yélaspirócondeleitelaligerabrisadeaquellanocheclara;lasestrellasledirigíansutemblorosaluz,ylalunaleenvolvíaenelblancosudariodesusrayos.
—¡Amigosmíos—dijoconvozdébil—memuero!¡QueelDiosquerecompensalesconduzcaapuerto!¡Quelespaguepormímideudadereconocimiento!
—Nopierda la esperanza—le respondióKennedy—.Lo que siente no esmásque un abatimiento pasajero. ¡No va a morir! ¿Se puede morir en una noche deveranotanhermosa?
—¡Lamuerteestáaquí!—respondióelmisionero—.¡Losé!¡Déjenmemirarlaalacara!Lamuerte,principiodelaeternidad,noesmásqueelfindelastribulacionesdelatierra.¡Pónganmederodillas,hermanos,selosuplico!
Kennedy lo levantó. Lástima daba ver aquellos miembros sin fuerza que sedoblabanbajosupropiopeso.
—¡Diosmío!¡Diosmío!—exclamóelapóstolmoribundo—.¡Tenpiedaddemí!Su semblante resplandeció.Lejos de la tierra cuyas alegrías no había conocido
jamás,enmediodeunanochequeleenviabasusmássuavesclaridades,enelcaminodelcielohaciaelcualseelevabaenunaascensiónmilagrosa,parecíayarevivirunanuevaexistencia.
Su último movimiento fue una bendición suprema a sus amigos de un día.DespuéscayóenbrazosdeKennedy,cuyosemblanteestabainundadodelágrimas.
—¡Muerto!—exclamóeldoctor,inclinándosesobreél—.¡Muerto!—Ylostresamigossearrodillaronalavezparaorarenvozbaja—.Mañanaporlamañana—dijodespués Fergusson— le daremos sepultura en esta tierra de África regada con susangre.
Duranteelrestodelanoche,eldoctor,KennedyyJoevelaronsucesivamenteel
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cadáver, y ni una sola palabra turbó su religioso silencio. Los tres derramabanabundanteslágrimas.
Aldíasiguienteelvientoveníadelsur,yelVictoriaavanzabalentamentesobreunavastamesetamontañosa,sembradadecráteresapagadosyyermashondonadas,sin una gota de agua en sus áridas crestas. Montones de rocas, cantos rodados ymarguerasblanquecinasdenotabanunaesterilidadprofunda.
Hacia mediodía, el doctor, para sepultar el cadáver, resolvió bajar a unahondonada,enmediode rocasplutónicasde formaciónprimitiva.Teníaquebuscarunrefugioenlasmontañascircundantesparallegaratierra,puesnohabíaniunsoloárboldondepoderengancharelancla.
Sin embargo, tal como le había explicado a Kennedy, el lastre de que sedesprendieraparasalvaralsacerdotenolepermitíaahoradescendersindesprendersedeunacantidadproporcionaldegas,por loquetuvoqueabrir laválvuladelgloboexterior.Elhidrógenosalió,yelVictoriabajótranquilamentehacialahondonada.
Apenaslabarquillallegóalsuelo,eldoctorcerrólaválvula;Joesaltóatierray,agarrándoseconunamanoalabarquilla,conlaotrarecogiólospedruscosnecesariospara reemplazar supeso; entonces,quedándoseya librede lasdosmanos,pudoenmuy poco tiempo meter en la barquilla más de quinientas libras de piedras, quepermitieron al doctor y a Kennedy desembarcar a su vez, sin que la fuerzaascensionaldelglobofuesesuficienteparalevantarlo.
No se necesitaron paramantener el equilibrio delVictoria tantas piedras comopudierapresumirse,yaquelasrecogidasporJoepesabanextraordinariamente,locualllamólaatencióndeldoctor.Elsueloestabacompletamentesembradodecuarzoyderocasporfídicas.
«He aquí un singular descubrimiento», se dijo mentalmente, mientras a pocospasosdedistanciaKennedyyJoeescogíanunsitioapropósitoparaabrirlafosa.
Aquelbarrancoencajonadoeracomounaespeciedehornodondehacíauncalorinsoportable.Losabrasadoresrayosdelsoldemediodíacaíanaplomo.
Fue preciso limpiar el terreno de los fragmentos de roca que lo cubrían; luegocavaron un hoyo bastante profundo para poner el cadáver fuera del alcance de lasfieras.
Allídepositaronconrespetolosrestosmortalesdelmártir.Luegoleecharontierraencima y formaron con rocas una especie de tumba. El doctor, sin embargo,permanecía inmóvil y abismado en sus reflexiones. No oía la llamada de suscompañerosnibuscabaunasombraparaguarecersedelcalordeldía.
—¿Enquépiensas,Samuel?—lepreguntóKennedy.—Enunextrañocontrastedelanaturaleza,enunsingularefectodelazar.¿Sabéis
enquétierrahaencontradosusepulturaesehombreabnegadoypobreporvocación?—¿Quéquieresdecir,Samuel?—preguntóelescocés.
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—¡Esesacerdote,quehabíahechovotodepobreza,reposaahoraenunaminadeoro!
—¡Unaminadeoro!—exclamaronKennedyyJoe.—Una mina de oro —respondió tranquilamente el doctor—. Las piedras que
pisáiscomosicareciesendevalorsonmineraldeunagranpureza.—¡Imposible!¡Imposible!—repitióJoe.—Siescarbaraisenestashendidurasdeesquistoarcilloso,notardaríaismuchoen
encontrarpepitasimportantes.Joeseprecipitócomounlocosobreaquellosfragmentosdispersos,yKennedyno
estuvolejosdeimitarle.—Cálmate,mibuenJoe—ledijosuseñor.—Señor,esoesmuyfácildedecir.—¡Cómo!Unfilósofodetutemple…—No,señor;nohayfilosofíaquevalga.—¡Veamos! Reflexiona un poco. ¿De qué nos serviría toda esta riqueza? No
podemosllevárnosla.—¿Nopodemosllevárnosla?¿Porquéno?—Pesa demasiado para nuestra barquilla. No quería participarte este
descubrimientopormiedoaexcitartucodicia.—¡Cómo!—dijoJoe—.¡Abandonarestostesoros!¡Unafortunaqueesnuestra,
muynuestra,ydesperdiciarla!—¡Cuidado, amigo! ¿Se habrá apoderado de ti la fiebre del oro? ¿Acaso ese
muertoqueacabamosdeenterrarnotehaenseñadoelvalordelascosashumanas?—Es cierto —respondió Joe—. ¡Pero el oro es oro! ¿No me ayudará señor
Kennedy,arecogerunoscuantosmillones?—¿Quéharíamosconellos,mipobreJoe?—dijoelcazador,sinpoderdejarde
sonreír—.Nohemosvenidoaquíahacerfortunaydebemosvolversinella.—Losmillonespesanmucho—repusoeldoctor—,ynosemetenenelbolsillo
tanfácilmente.—Detodasformas—respondióJoe,acorraladoensusúltimastrincheras—,¿no
podemos,enlugardearena,cargarestemineralcomolastre?—Consientoenello—dijoFergusson—.Peroavinagrarásmuchoelgestocuando
tengamosquedesprendernosdealgunosmilesdelibras.—¡Milesdelibras!—repusoJoe—.¿Esposiblequeestoseaoro?—Sí,amigomío,esundepósitodondelanaturalezahaacumuladosustesorospor
espaciodesiglos,yhaysuficienteparaenriquecerpaísesenteros.UnaAustraliayunaCaliforniareunidasenelfondodeundesierto.
—¿Ynoseaprovecharánada?—¡Talvez!Encualquiercaso,haréalgoparaconsolarte.
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—Difícilserá—replicóJoe,contritoymustio.—Tomarélasituaciónexactadeestesitioyteladaré.AlregresaraInglaterra,tú
ladarásaconoceratusconciudadanos,sicreesquetantooropuedehacerlosfelices.—Veo, señor, que tiene razón. Me resigno, ya que no puedo hacer otra cosa.
Llenemos la barquilla de este preciosomineral, y lo que quede a la conclusión denuestroviaje,esoganaremos.
YJoepusomanosalaobracontantoafánquenotardóenreunircasimillibrasenfragmentosdecuarzo,dentrodelcualsehallaencerradoelorocomoenunagangadegrandureza.
El doctor sonreía y le dejaba hacermientras él realizaba su estima, de la cualresultóquelaminaqueservíadetumbaalmisionerosehallabaa22°23’delongitudy4°55”delatitudseptentrional.
Después, dirigiendo una última mirada al montículo de tierra bajo el cualdescansabaelcuerpodelpobrefrancés,volvióalabarquilla.
Hubiera querido poner una tosca y modesta cruz sobre a aquella tumbaabandonadaenmediodelosdesiertosdeÁfrica,peronohabíaenlascercaníasniunmiserablearbusto.
—Dioslareconocerá—dijo.Una preocupación bastante seria ocupaba también la mente de Fergusson. El
doctorhabríadadotodoaqueloroporhallarunpocodeaguaconquereemplazarlaquehabíaechadoconlacajacuandoelnegrosecolgódelabarquilla.Peroesoeraimposible en aquellos terrenos áridos, lo que le tenía muy inquieto. Obligado aalimentar incesantementeelsoplete,empezabaaescasear ladestinadaabeber,ysepropusonodesperdiciarningunaocasiónderenovarsureserva.
Alvolveralabarquilla,laencontrócasienteramenteocupadaporlaspiedrasdelávido Joe. No dijo, sin embargo, una palabra. Kennedy ocupó también su sitiohabitual,yJoelossiguióaambos,nosindirigirunamiradacodiciosaalostesorosquequedabanenelbarranco.
Eldoctorencendióelsoplete;elserpentínsecalentó,lacorrientedehidrógenoseestablecióalospocosminutosyelgassedilató;sinembargo,elglobopermanecióinmóvil.
Joeleveíaactuarconinquietudynodecíaestabocaesmía.—Joe—dijoeldoctor.Joenorespondió.—¿Meoyes,Joe?Joedioaentenderqueoía,peroquenoqueríacomprender.—¿Quiereshacermeelfavor—repusoFergusson—dearrojaralgunaspiedras?—Pero,señor,ustedmehapermitido…—Tehepermitidoreemplazarellastre,esoestodo.
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—Sinembargo…—¿Acasopretendesquenosquedemoseternamenteenestedesierto?Joe dirigió una mirada de desesperación a Kennedy, pero éste se encogió de
hombrosdándoleaentenderqueeraprecisoresignarse.—¿Ybien,Joe?—¿Esquenofuncionaelsoplete?—insistióelmuchachoconobstinación.—Estáencendido,¿noloves?Peroelglobonoseelevarámientrasnoloaligeres
unpoco.Joeserascóunaoreja,cogióunpedazodecuarzo,elmenordecuantoshabía,lo
sopesóunayotravezy,porfin,loarrojóconlamayorrepugnancia.Pesaríaunatresocuatrolibras.
ElVictoriapermanecióinmóvil.—¿Todavíanosubimos?—Todavíano—respondióeldoctor—.Sigueechandolastre.Kennedy se reía. El joven tiró unas diez libras más pero el globo seguía sin
moverse.Joesepusopálido.—Miqueridomuchacho—dijoFergusson—,Dick, tú y yo pesamos, si nome
equivoco unas cuatrocientas libras; es preciso, por consiguiente, que nosdesprendamosdeunpesoigualalnuestro.
—¡Echarcuatrocientaslibras!—exclamóJoe,aterrorizado.—Yalgomás,sihemosdesubir.¡Ánimo!Eldignomuchacho,exhalandoprofundossuspiros,empezóaecharlastre.Devez
encuandosedetenía.—¡Subimos!—exclamaba.—Nosubimos—lerespondíainvariablementeeldoctor.—Yasemueve—decíaunosinstantesdespués.—Sigueechando—repetíaFergusson.—¡Sube!Estoysegurodeello.—Sigueechando—replicabaKennedy.Entonces,Joe,cogiendocondesesperaciónunúltimopedrusco,loarrojófuerade
labarquilla.ElVictoriaseelevóunoscienpiesy,conayudadelsoplete,notardóenalejarsedelascumbresdelasmontañascircundantes.
—Ahora, Joe —dijo el doctor—, si conseguimos conservar esta provisión delastrehastalaconclusióndelviaje,tequedaráunabuenafortunayserásricoelrestodetuvida.
Joenorespondióunapalabraysetumbósobresulechomineral.—Ya ves, mi querido Dick —prosiguió el doctor Fergusson—, el poder que
ejerce ese metal en un buen sujeto como Joe. ¡Cuántas pasiones, cuán sórdidasavaricias, qué crímenes tan atroces engendraría el conocimiento de una mina
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semejante!Resultarealmentetriste.Porlanoche,elVictoriahabíaavanzadonoventamillasaloesteyseencontrabaa
milcuatrocientasmillasdeZanzíbarenlínearecta.
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CAPITULOXXIV
ElVictoria,sujetoaunárbolsolitarioycasiseco,pasóunanocheabsolutamentetranquila. Los viajeros, abrumados por los tristes recuerdos de los últimos días,pudieronconciliarelsueñoquetantonecesitaban.
Alamanecer,elcielorecobrósubrillantelimpidezysucalor.Elgloboseelevóporlosaires,ytrasvariastentativasinfructuosas,encontróunacorrienteque,aunquepocorápida,leimpelióhaciaelnoroeste.
—Noadelantamosnada—dijoeldoctor—.Sinomeequivocoencosadediezdías hemos realizado la mitad de nuestro viaje; pero, al paso que vamos,necesitaremosmesespara llegarasu término.Y, teniendoencuentaqueempiezaaescasearelagua,lacuestiónresultabastantefastidiosa.
—Encontraremos agua —respondió Dick—; es imposible que en un país tanextensonohayaalgúnrío,algúnarroyooalgúnestanque.
—Asílodeseo.—¿NoseráelcargamentodeJoeelqueretardanuestramarcha?Kennedy,alhablarasí,queríaverlacaraqueponíaelmuchachoydivertirseasu
costa,comosiaélnose lehubiesen ido también losojos traseloro,aunquesupoocultaratiemposucodicia.
Joeledirigióunamiradasuplicante.Eldoctornoestabadehumorparachanzas,pensandoúnicamenteconsecretoterrorenlasinmensassoledadesdelSáhara,enelquelascaravanaspasansemanasenterassinencontrarunpozodondeapagarlaseddevoradora.Examinabaconlamayoratencióntodaslasdepresionesdelatierra.
Estas precauciones y los últimos incidentes habían modificado de una manerasensibleladisposicióndeánimodelostresviajeros.Hablabanmenosysequedabanmásabsortosensuspropiospensamientos.
EldignoJoenoeraelmismohombredesdequesumiradasehabíasumergidoenunocéanodeoro.Guardabasilencioymirabaconavidezlaspiedrasamontonadasenla barquilla, que, aunque en aquel momento carecían de valor, lo adquirirían másadelante.
Además, el aspecto de aquella parte de África era inquietante. Empezaba eldesierto.Noseveíaniunaaldea,niungrupoinsignificantedechozas.Lavegetaciónlanguidecía.Distinguíanseapenasunascuantasplantassinfuerzaparadesarrollarse,como en los terrenos brezosos de Escocia, algunas arenas blanquecinas y piedrascalcinadas,algunoslentiscosymatorralesespinosos.Enmediodeaquellaesterilidad,elrudimentarioarmazóndelplanetaaparecíaenformadeagudasyafiladasaristasderoca.AquellossíntomasdearidezdabanmuchoquepensaraldoctorFergusson.
Noparecíaquecaravanaalgunahubiesecruzadojamásaquellacomarcadesierta.Nosevislumbrabaningúnvestigiodecampamento,niblancasosamentasdehombres
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oanimales.¡Nada!Ytodoindicabaqueunarenalinmensosucederíaaaquellaregióndesolada.
Sin embargo, no se podía retroceder.Había que seguir adelante, y el doctor noaspirabaaotracosa.Hubieradeseadounatempestadqueloalejasedeaquellaregión.¡Yniunanubeenelcielo!AlfinaldelajornadaelVictoriaapenashabíaavanzadotreintamillas.
¡Si no hubiese escaseado el agua! ¡Pero no quedabanmás que tres galones entotal!Fergussonseparóunodestinadoaapagar laardientesedqueuncalorde900hacíainsoportable.Quedaban,pues,dosgalonesparaalimentarelsoplete,loscualesno podían producirmás que cuatrocientos ochenta pies cúbicos de gas, y como elsoplete consumía unos nueve pies cúbicos por hora, sólo había gas suficiente paracincuentaycuatrohoras.Elcálculoerarigurosamentematemático.
—¡Cincuenta y cuatro horas! —dijo a sus compañeros—. Y como estoytotalmenteresueltoanoviajardurantelanocheparanoexponermeapasarporaltounarroyo,unmanantialounpantano,nosquedantresdíasymediodeviaje,duranteloscualesesprecisoencontraraguaatodacosta.Hecreído,amigosmíos,queesmideberponerenvuestroconocimientoestagravesituación,puesnoreservomásqueunsologalónparaapagarnuestrasedyforzososeráquenossometamosaunaraciónsevera.
—Comoquieras—respondióelcazador—,peroaúnnohallegadoelmomentodeentregarnosaladesesperación.¿Nohasdichoquetodavíanosquedaaguaparatresdías?
—Sí,amigoDick.—Pues bien, como nuestros lamentos serían inútiles, dentro de tres días
tomaremosunadecisión;entretanto,redoblemoslavigilancia.Enlacenadeaquelmismodíasemidióestrictamenteelagua.Verdadesquese
aumentólacantidaddeaguardienteenlosgrogs,perohabíaquedesconfiardeaquellicor,máspropioparaaumentarlasedqueparaapagarla.
Labarquilladescansódurantelanochesobreunainmensamesetaquepresentabaunadepresiónconsiderable.Sualturaeraapenasdeochocientospiessobreelniveldelmar.Estacircunstanciahizoconcebiralgunaesperanzaaldoctor,recordándolelapresuncióndelosgeógrafosacercadelaexistenciadeunavastaextensióndeaguaenelcentrodeÁfrica.Peroaunenelsupuestodequeellagoexistiese,habíaquellegaraél,ynoseproducíamodificaciónalgunaenaquelcieloinmóvil.
A la noche, apacible y magníficamente estrellada, le sucedieron los ardientesrayosde soldeundía inmutable.La temperatura fueabrasadoradesdeque rayóelalba.Alascincodelamañana,eldoctordiolaseñaldemarcha,ydurantebastantetiempoelVictoriapermanecióestancadoenunaatmósferadeplomo.
El doctor habría podido librarse de aquel calor intenso elevándose a zonas
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superiores, pero hubiera tenido que consumir una cantidadmayor de agua, lo queentonces era imposible. Se contentó, pues, con mantener el globo a cien pies delsuelo; allí, una corriente harto débil lo empujaba lentamente hacia el horizonteoccidental.
Elalmuerzosecompusodeunpocodececinaydepemmican.Haciamediodía,elVictoriaapenashabíarecorridounascuantasmillas.
—No podemos ir más deprisa —dijo el doctor—. Nosotros no mandamos,obedecemos.
—Amigo Samuel —repuso el cazador—, he aquí una ocasión en que unpropulsorvendríaapedirdeboca.
—Sinduda,Dick;admitiendo,sinembargo,quenorequirieseaguaparaponerseen movimiento, pues de lo contrario la situación sería exactamente la misma.Además, hasta ahora no se ha inventado nada que sea practicable. Los globos sehallanaúnenelpuntoenquesehallabanlosbuquesantesdelainvencióndelvapor.Seismilañossetardóenidearlasruedasylashélices;tenemos,pues,pararato.
—¡Malditocalor!—exclamóJoe,quesudabaamares.—Situviésemosagua,estecalornosserviríadealgo,porquedilataelhidrógeno
delaeróstatoy senecesitauna llamamenosvivaenel serpentín.Verdadesque, situviésemosagua,no tendríamosnecesidaddeeconomizarla. ¡Malditoseaelsalvajequenoshacostadolapreciosacaja!
—¿Tearrepientesdeloquehashecho,Samuel?—No,Dick,puestoquehemospodidosustraeraundesgraciadodeunamuerte
horrible. Pero las cien libras de agua que arrojamos nos serían muy útiles, puestendríamosdoceotrecedíasdemarchaasegurada,suficientesindudaparaatravesareldesierto.
—¿Noestamos,porlomenos,alamitaddelviaje?—preguntóJoe.—Endistancia, sí; pero no en duración, si el viento nos abandona.Y el viento
tiendeacesarcompletamente.—Señor—repusoJoe—,nonosquejemos;hastaahoranoslashemosarreglado
perfectamente, y a mí, por más que me empeñe, me es imposible desesperarme.Hallaremosagua,selodigoyo.
De milla en milla se deprimía el terreno, y las ondulaciones de las montañasauríferas morían en la llanura, siendo las últimas prominencias de una naturalezaextenuada. Hierbas dispersas reemplazaban los hermosos árboles del este; algunasfajasdeunverdoralteradoluchabancontralainvasióndelasarenas;yenormesrocascaídas de las lejanas cumbres, haciéndose pedazos al caer, se desparramaban enagudos guijarros, que pronto se convertirían en tosca arena y más adelante enimpalpablepolvo.
—He aquí África tal como tú te la imaginabas, Joe; tenía yo razón cuando te
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decía:¡Aguarda!—¿Yqué,señor?—replicóJoe—.Esto,almenos,eslonatural.¡Caloryarena!
Absurdo sería buscar otra cosa en un país semejante. Yo —añadió, riendo— noconfiabaensusbosquesypraderas,quemeparecieronsiempreuncontrasentido.NovalíalapenavenirdetanlejosparaencontrarlacampiñadeInglaterra.AhoraeslaprimeravezquecreoestarenÁfrica,ynosientoconocerladecerca.
AlanochecereldoctorcomprobóqueelVictoria,duranteaqueldíabochornoso,nohabíarecorridoniveintemillas.Unaoscuridadcalienteloenvolvióunavezqueelsol hubo desaparecido detrás de un horizonte trazado con la limpieza de una línearecta.
El día siguiente, 1 de mayo, era jueves; pero los días se sucedían con unamonotonía desesperante. Cada mañana era idéntica a la que había precedido; elmediodía lanzaba siempre con igual profusión los mismos rayos inagotables, y lanochecondensabaensusombraelcalordispersoqueeldíasiguientedebíalegaralasiguiente noche. El viento, apenas perceptible, parecía más una aspiración que unsoplo,ysepodíapresentirelinstanteenquehastaaquelalientocesaría.
Eldoctorlograbareaccionarcontralatristezadeaquellasituación;conservabalacalma y la sangre fría de un corazón aguerrido. Con un anteojo en la mano,interrogaba todos los puntos del horizonte; veía decrecer imperceptiblemente lasúltimascolinasyborrarselaúltimavegetación,mientrasqueanteélseextendíatodalainmensidaddeldesierto.
La responsabilidad que pesaba sobre él le afectaba mucho, aunque sabíadisimularlo. Aquellos dos hombres, Dick y Joe, ambos amigos, habían sidoarrastradosporél,casiporlafuerzadelaamistadodeldeber.¿Habíaobradobien?¿No había entrado en vías prohibidas? ¿No intentaba en aquel viaje traspasar loslímites de lo imposible? ¿No habría Dios reservado a siglos muy posteriores elconocimientodeaquelcontinenteingrato?
Todos estos pensamientos, como sucede en las horas de desaliento, semultiplicaban en su cabeza, y, por una irresistible asociación de ideas, le llevabanmásalládelalógicayelraciocinio.Despuésdeconstatarloquenodebióhacer,sepreguntabaloquedebíahacerenaquelmomento.¿Seríaimposiblevolversobresuspasos?¿Nohabíacorrientessuperioresquelellevaranhaciacomarcasmenosáridas?Conocíalazonaquehabíanatravesado,peronoaquellahacialaquesedirigían,porlo que su conciencia le hizo tomar la resolución de abrirse a sus compañeros,exponiéndoles la situación sin tapujos. Les mostró el camino recorrido y el quequedaba aún por recorrer; en rigor, se podía retroceder, o al menos intentarlo, ydeseabaconocersuopinión.
—Yo no tengo otra opinión que la demi señor—respondió Joe—. Lo que élsufra,yopuedosufrirlomejorqueél.Adondeélvaya,yoiré.
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—¿Ytú,Kennedy?—Yo, mi querido Samuel, no soy hombre que se desespere; nadie era más
conscientequeyodelospeligrosdelaempresa,perodecidíignorarloscuandoviquetúlosafrontabas.Asípues,estoycontigoencuerpoyalma.Enlaactualsituaciónsoydel parecer de que debemos perseverar, ir hasta el fin.Además, nome parece queretrocediendofuesenmenoreslospeligros.Adelante,pues,ycuentaconnosotros.
—¡Gracias, mis dignos amigos! —respondió el doctor, verdaderamenteconmovido—. Conocía vuestra adhesión, pero tenía necesidad de que vuestraspalabrasmealentasen.¡Gracias,gracias!
Ylostresseestrecharonlamanoconefusión.—Oídme—prosiguióFergusson—.Segúnmiscálculos,nonoshallamosamás
de trescientas millas del golfo de Guinea. El desierto no puede, pues, extenderseindefinidamente, puesto que la costa está habitada y reconocida hasta ciertaprofundidad tierra adentro. Si es necesario, nos dirigiremos hacia dicha costa, y esimposible que no encontremos algún oasis, algún pozo donde renovar nuestraprovisióndeagua.Peroloquenosfaltaesviento;sinélnoshallamosretenidosenelaireporunacalmachicha.
—Aguardemosconresignación—dijoelcazador.Perotodosinterrogaronenvanoalespacioduranteaquelinterminabledía.Nada
aparecióquepudiesehacerconcebirunaesperanza.Losúltimosmovimientosde latierra desaparecieron al ponerse el sol, cuyos rayos horizontales se prolongaron enlargaslíneasdefuegosobreaquellainmensallanura.Eraeldesierto.
Los viajeros, pese a haber recorrido una distancia no superior a quincemillas,habíanconsumido,lomismoqueeldíaanterior,cientotreintaycincopiescúbicosdegaspara alimentar el soplete, y deochopintas de agua tuvieronque sacrificar dosparaapagarunaseddevoradora.
Lanochetranscurriótranquila,demasiadotranquila.Eldoctornodurmió.
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CAPITULOXXV
Al día siguiente, la misma pureza del cielo y la misma inmovilidad de laatmósfera.ElVictoriaseelevóaunaalturadequinientospies,peroavanzómuypocohaciaeloeste.
—Noshallamosenplenodesierto—dijoeldoctor—.¡Quéinmensidaddearena!¡Qué extraño espectáculo! ¡Qué singular disposición de la naturaleza! ¿Por qué enalgunas comarcas hay una vegetación tan exuberante y en éstas una aridez tandesconsoladora, hallándose todos en lamisma latitud y bajo losmismos rayos delsol?
—El porqué, amigo Samuel, me tiene sin cuidado—respondió Kennedy—; larazónmepreocupamenosqueelhecho.Esasí,ynohaymásvueltasquedarle.
—Buenoesfilosofarunpoco,amigoDick;esonoperjudicaanadie.—Filosofemos;nohayinconveniente.Tiempotenemosparaello,puesapenasnos
movemos.Alvientoledamiedosoplar,estádormido.—No durará la calma —dijo Joe—, pues ya me parece distinguir algunos
nubarronesaleste.—Joetienerazón—respondióeldoctor.—¡Estupendo!—exclamóKennedy—.¿Ynoscorresponderáunanube,conuna
buenalluviayunbuenvientoquenosazotenlacara?—Yaveremos,Dick,yaveremos.—Sinembargo,hoyesviernes,señor,yyodesconfíodelosviernes.—Puesesperoverhoymismodisipadastusprevenciones.—¡Ojalá, señor! ¡Uf!—añadió, enjugándose la cara—. Bueno será el calor en
invierno,peroahoramalditalafaltaquehace.—¿No crees que este sol abrasador puede echar a perder el globo?—preguntó
Kennedyaldoctor.—No;lagutaperchaconlaqueestáuntadoeltafetánresistetemperaturasmucho
más elevadas. La temperatura a que lo he sometido interiormente por medio delserpentínha sidoalgunasvecesde1580,y el envoltoriono seha resentido lomásmínimo.
—¡Unanube!¡Unanubedeveras!—exclamóenaquelmomentoJoe,cuyavistadesafiabatodoslosprismáticos.
Enefecto,unafajaespesayyavisibleseelevabalentamentesobreelhorizonte.Era una nube de un carácter especial, formada, al parecer, de nubecillas queconservaban su forma primitiva, de lo que el doctor dedujo que no había en suaglomeraciónningunacorrientedeaire.
Aquellamasacompactahabíaaparecidohacialasochodelamañana,yalasoncealcanzaba el disco del sol, que desapareció por completo detrás de aquella tupida
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cortina.Enesemismomomento,laparteinferiordelanubeabandonabalalíneadelhorizonte,quebrillabaconunaluzcopiosa.
—No es más que una nube aislada —dijo el doctor—, y no podemos contarmucho con ella.Mira,Dick, sigue teniendo exactamente lamisma forma que estamañana.
—Enefecto,Samuel,ahínohaynilluvia,niviento,almenosparanosotros.—Esoesloquemetemo,puessemantieneaunagranaltura.—Samuel, ¿y si fuésemos a buscar la nube, ya que no quiere descargar sobre
nosotros?—No creo que nos sirva demucho—respondió el doctor—; será un consumo
más considerable de gas y, por consiguiente, de agua. Pero, en nuestra situación,debemosintentarlotodo;vamosasubir.
Eldoctoractivóalmáximolallamadelsopleteenlasespiralesdelserpentín.Seprodujouncalorviolento,yelgloboseelevóbajolaaccióndelhidrógenodilatado.
Aunosmilquinientospiesdelatierraencontrólamasaopacadelanubeyentróenunaespesaniebla,manteniéndoseaestaaltura.Sinembargo,nohallóunsoplodeviento;lanieblaparecíainclusodesprovistadehumedad,yapenassehumedecieronlosobjetosexpuestosasucontacto.ElVictoria,envueltoenaquelvapor,marchóconunpocomenosdepereza,perofuecosainsignificante.
Eldoctorconstatabacontristezaelmediocreresultadoobtenidoconsumaniobra,cuandooyóaJoeexclamarenuntonodevivasorpresa:
—¡Cielosanto!—¿Quésucede,Joe?—¡SeñorSamuel!¡SeñorKennedy!¡Quécosatanrara!—¿Quéocurre?Explícate.—¡Noestamosaquísolos!¡Hayintrigantes!¡Noshanrobadonuestroinvento!—¿Sehavueltoloco?—preguntóKennedy.Joeeralavivaimagendelasombro.Nosemovía.—¿Habrá turbado el sol la razón de este pobre muchacho? —dijo el doctor,
volviéndosehaciaél.—¿Quieresdecirme…?—lepreguntó.—Pero¿nolove,señor?—exclamóJoe,indicandounpuntoenelespacio.—¡Por sanPatricio!—exclamóKennedy a suvez—. ¡Esto es increíble! ¡Mira,
mira,Samuel!—Loveo—respondiótranquilamenteeldoctor.—¡Otroglobo!¡Otrosviajeroscomonosotros!Enefecto, a doscientospiesdedistancia, un aeróstato flotaba en el aire con su
barquillaysusviajeros,yseguíaexactamenteelmismorumboqueelVictoria.—Pues bien —dijo el doctor—, vamos a hacerle algunas señales. Toma el
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pabellón,Kennedy,yenseñémoslenuestroscolores.Parecequelosviajerosdelsegundoaeróstatohabíanconcebidosimultáneamente
lamismaidea,pueslamismaenseñarepetíaidénticamenteelmismosaludoenunamanoquelaagitabadelamismaforma.
—¿Quésignificaesto?—preguntóelcazador.—¡Sonmonos!—exclamóJoe—.¡Seestánburlandodenosotros!—Esto significa —respondió Fergusson, riendo— que eres tú mismo, amigo
Dick,quienhacelaseñalenlasdosbarquillas;quieredecirqueenlasdosbarquillasestamosnosotros,yqueeseglobo,enresumidascuentas,eselVictoria.
—Contodorespeto,señor—dijoJoe—,porahínopaso.—Pontejuntoalaborda,Joe,muevelosbrazosdeunladoaotro,yverás.Joe obedeció y vio instantáneamente reproducidos con toda exactitud sus
movimientos.—Esunefectodeespejismo—explicóeldoctor—,unsimplefenómenoóptico
debidoalenrarecimientodesigualdelascapasdeaire.Ésaeslaexplicación.—¡Esmaravilloso!—repetíaJoe,quenodabacréditoasusojosynoparabade
hacercontorsionesparaconvencerse.—¡Qué curioso espectáculo! —repuso Kennedy—. ¡Da gusto ver nuestro
Victoria!¿Sabesquetienebuenporteyquesemantienemajestuosamente?—Explíquesecomosequiera—replicóJoe—,eslacosamássingulardelmundo.Pero la imagenno tardóendesvanecersegradualmente: lasnubesseelevarona
mayor altura, abandonando alVictoria, queno trató de seguirlas, y al cabodeunahoradesaparecieronenelcielo.
Elviento,apenasperceptible,disminuyómásymás.Eldoctor,desesperado,hizobajarelglobohastamuycercadetierra.
Losviajeros,aquienesaquelincidentehabíaarrancadodesuspreocupaciones,seentregarondenuevoasustristespensamientos,abrumadosporuncalorinsoportable.
Hacia las cuatro, Joe indicó un objeto que sobresalía en el inmenso arenal, yprontopudoafirmarqueerandospalmerasqueseelevabanapocadistancia.
—¡Palmeras!—exclamóFergusson—.¿Hay,pues,unafuente,unpozo?TomólosprismáticosyseconvenciódequeaJoenoleengañabalavista.—¡Por fin, agua! ¡Agua! —repitió—. Estamos salvados, pues, por poco que
avancemos,tardeotempranollegaremos.—¿Nopodríamos,entretanto,señor,echaruntrago?Elaireessofocante.—Echémoslo,muchacho.Nadiesehizoderogar.Enunmomentodesaparecióunapintaentera,porloque
laprovisiónquedóreducidaatrespintasymedia.—¡Nohaynadaenelmundocomoelagua!—dijoJoe—.¡Quécosatanrica!Me
lahebebidomásagustoquelacervezadePerkins.
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—Ahítieneslasventajasdelaprivación—respondióeldoctor.—¡Pobresventajas!—dijoelcazador—.Yodebuenaganarenunciaríaalplacer
debeberagua,contaldequenomefaltaranuncacuandolanecesito.Alasseis,elVictoriaplaneabasobrelaspalmeras.Erandosárbolesenclenques,enfermizos,casisecos,dosespectrosdeárbolessin
hojas,másmuertosquevivos.Fergussonloscontemplóconespanto.Juntoauntroncosedistinguíanlaspiedrasmediopulverizadasdeunpozo,que,
desmenuzadaspor losardoresdel sol, seconfundíancasicon laarenadeldesierto.Nohabíarastroalgunodehumedad.Samuelsintióqueseleoprimíaelcorazón,ysedisponíaaparticiparsusrecelosasuscompañeroscuandolasexclamacionesdeéstosllamaronsuatención.
Hacia el oeste, hasta donde alcanzaba la vista, se extendía una larga línea deblancas osamentas. Fragmentos de esqueletos rodeaban la seca fuente. Sin dudaalguna,unacaravanahabíallegadohastaallí,marcandosupasoconestelargoosario.Losmásdébileshabíancaídounotrasotroenlaarena,ylosmásfuertes,despuésdellegaratandeseadafuente,habíanencontradojuntoaellaunamuertehorrible.
Lospasajerossemiraronysequedaronpálidos.—¡No bajemos!—dijoKennedy—. ¡Huyamos de tan horrible espectáculo!No
hallaremosunagotadeagua.—Debemosconvencernospornuestrospropiosojos,Dick,y lomismodapasar
aquí lanochequeenotraparte.Exploraremoselpozohastael fondo;acasoquedeaúnalgodelmanantialquehuboenotrotiempo.
ElVictoriatomótierra.JoeyKennedypusieronenlabarquillaunpesodearenaequivalentealsuyoybajaron.Corrieronalpozoypenetraronensuinteriorporunaescaleraquenoeramásquepolvo.Elmanantialparecíaagotadodesdemuchosañosatrás. Cavaron en una arena seca y suelta, de una aridez incomparable, sin hallarindicioalgunodehumedad.
Eldoctorlesviovolveralasuperficiedeldesiertoinundadosdesudor,agotados,cubiertosdeunpolvofino,desalentados,desesperados.
Comprendiólainfructuosidaddesusinvestigaciones.Lopresentía,peronohabíadichounapalabra.Comprendíaqueapartirdeaquelmomentodeberíatenervaloryenergíaporlostres.
Joetraíaenlamanolosfragmentosdeunodre,quetiróconcóleraenmediodeloshuesosesparcidosporelsuelo.
Durante la cena reinó un profundo silencio entre los viajeros, que comían conrepugnancia.
Y sin embargo, nohabían sufrido aún losverdaderos tormentosde la sed; sólodesesperabanporelfuturo.
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CAPITULOXXVI
El espacio recorrido por el Victoria en todo el día anterior no pasaba de diezmillas,yhabíaconsumidocientosesentaydospiescúbicosdegas.
Elsábadoporlamañanaeldoctorordenópartir.—El soplete——dijo—ya no puede funcionarmás que seis horas. Si en este
tiempo no hemos descubierto un pozo ni unmanantial, ¡Dios sabe lo que será denosotros!
—¡Ni un soplo de aire esta mañana, señor! —dijo Joe—. Aunque tal vez selevante—añadió,viendolamaldisimuladatristezadeFergusson.
¡Vanaesperanza!Reinabaunacalmachicha,unadeesascalmasqueenlosmarestropicales encadenan obstinadamente a los buques de vela. El calor se hizointolerable,yeltermómetromarcó113°alasombra,bajolatienda.
JoeyKennedy,tendidosunoalladodelotro,buscabanenlamodorra,yaquenoen el sueño, el olvido de la situación. Una inactividad forzada los condenaba apenosos ocios. El hombre es más digno de lástima cuando no puede apartar suspensamientospormediodeuntrabajouocupaciónmaterial.Losviajerosnadateníanque vigilar, ni nada tampoco que intentar; debían padecer la situación sin podermejorarla.
Los tormentosde lasedempezaronahacersesentircruelmente.Elaguardiente,lejosdeapaciguaraquellanecesidadimperiosa,laaumentabamásymás,ysehacíamuyacreedoralnombrede«lechedelostigres»queledanlosnaturalesdeÁfrica.Quedabanapenasdospintasdeunlíquidorecalentado,ytodosfijabansusmiradasenaquellasgotaspreciosas,sinquenadieseatrevieseamojarconellassuslabios.¡Dospintasdeaguaenmediodeundesierto!
EntonceseldoctorFergusson,abismadoensusreflexiones,sepreguntósihabíaobrado con prudencia, si no hubiera valido más conservar el agua que habíadescompuesto paramantenerse en la atmósfera.Algún camino había recorrido, sinduda,pero¿habíaganadoalgoconello?Aunqueseencontraseseiscientasmillasmásatrásbajoaquellalatitud,¿quépodíaimportarle,puestoquecarecíadeaguaenaquelsitio?Elviento,siporfinselevantara,soplaríatantoallícomoaquí,inclusoaquíconmenosfuerzasivinieradeleste.PerolaesperanzaempujabaaSamuelhaciaadelante.¡Y sin embargo, los dos galones de agua consumidos inútilmente hubieranbastadoparahacereneldesiertounaltodenuevedías!¡Yennuevedíaspodíanproducirsemuchos cambios! Tal vez, al mismo tiempo que conservaba el agua, debió subirechando lastre, aunque luego para volver a bajar tuviese que perder gas enabundancia.¡Peroelgaseralasangredelglobo,erasuvida!
Estas mil reflexiones se cruzaban en su cabeza, que apoyaba entre las manosdurantehorasenterassinlevantarla.
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«¡Esprecisohacerunúltimoesfuerzo!—sedijohacialasdiezdelamañana—.¡Esprecisointentarporúltimavezdescubrirunacorrienteatmosféricaquenoslleve!¡Esprecisoarriesgarnuestrosúltimosrecursos!».
Y, mientras sus compañeros dormitaban, llevó a una elevada temperatura elhidrógeno del aeróstato, el cual se redondeó con la dilatación del gas, y subiósiguiendoenlínearectalosrayosperpendicularesdelsol.Eldoctorbuscóenvanounsoplodeairedesdeloscienpieshastaloscincomil;supuntodepartidapermaneciótenazmente debajo de la barquilla. Una calma absoluta parecía reinar hasta en losúltimoslímitesdelaatmósfera.
Finalmente, el agua se acabó, el soplete se apagó por falta de gas, la pila deBunsendejóde funcionaryelVictoria,contrayéndose,bajónuevamentea laarenaparadetenerseenelmismohoyoquehabíaabiertoconlabarquilla.
Eramediodía.Eldoctorestimóqueseencontrabana19035’delongitudy6051’delatitud,acercadequinientasmillasdellagoChadyamásdecuatrocientasdelascostas occidentales de África. Al tomar tierra el globo, Dick y Joe salieron de supesadamodorra.
—Nosdetenemos—dijoelescocés.—Porfuerza—respondióeldoctorentonograve.Sus compañeros le comprendieron. El nivel del suelo, a consecuencia de su
constante depresión, se hallaba entonces al nivel del mar, por lo que el globo semantuvoenunequilibrioperfectoyunainmovilidadabsoluta.
El peso de los viajeros fue reemplazado por una carga equivalente de arena, yéstosecharonpieatierra,sesumieronensuspensamientosydurantealgunashorasno despegaron los labios. Joe preparó la cena, compuesta de galletas y pemmican,queapenasprobónadie,yunsorbodeaguacalientecompletótantristecena.
Durantelanoche,nadieveló,peronadiedurmiótampoco.Elcalorerasofocante.Aldíasiguientenoquedabamásquemediapintadeagua;eldoctorlapusoaparteytodosresolvieronnorecurriraellasinoenúltimoextremo.
—¡Meahogo!—exclamóalpocoJoe—.¡Elcalorvaenaumento!Nomeextraña—dijo,despuésdehaberconsultadoeltermómetro—.¡Cientocuarentagrados!
—Laarena—respondióelcazador—abrasacomosisaliesedeunhorno.¡Yniunanubeenestecielodefuego!¡Esparavolverseloco!
—No nos desesperemos —dijo el doctor—; a estos grandes calores sucedeninevitablemente, en esta latitud, tempestades que llegan con la rapidez del rayo.Apesardelaangustiosaserenidaddelcielo,puedenproducirseenélenmenosdeunahoragrandesalteraciones.
—¡Peroalgúnindiciohabría!—repusoKennedy.—Pues bien—dijo el doctor—, me parece que el barómetro tiene una ligera
tendenciaabajar.
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—¡El cielo te oiga, Samuel! Porque estamos clavados al suelo comoun pájaroconlasalasrotas.
—Con una diferencia, sin embargo, amigoDick: nuestras alas están intactas yesperoquetodavíapodamosutilizarlas.
—¡Viento!¡Viento!—exclamóJoe—.¡Vientoconquetrasladarnosaunarroyo,aun pozo, y no nos faltará nada! Tenemos víveres suficientes, y con aguaaguardaríamosunmessinsufrir.¡Perolasedesunacosahorrible!
La sed, así como la contemplación incesante del desierto, fatiga la mente. Nohabía ni un accidente del terreno, ni unmontículo de arena, ni un guijarro dondedescansarlamirada.Aquellallanuradescorazonadoracausabaesadesazónconocidacomoenfermedaddeldesierto.Laimpasibilidaddeaqueláridoazuldelcieloyaquelamarilloinmensodelaarenaacababanporasustar.Enaquellaatmósferaincendiada,el calor parecía vibrar, como encima de una fragua incandescente; el corazón sedesesperaba ante aquella calma inmensa, yno se entreveíaninguna razónparaquecesaseaquelestadodecosas,pueslainmensidadesunaespeciedeeternidad.
Asíesquelospobresviajeros,privadosdeaguabajoaquellatemperaturatórrida,empezaron a experimentar síntomas de alucinación; sus ojos se agrandaban y sumiradasevolvíaturbia.
Llegada la noche, el doctor resolvió combatir por medio de un paseo rápidoaquella disposición alarmante. Quiso recorrer aquella llanura de arena durantealgunashoras,noparabuscar,sino,simplemente,paraandar.
—Seguidme—dijoasuscompañeros—;creedme,elpaseoossentarábien.—Imposible—respondióKennedy—.Nopodríadarunpaseo.—Yoprefierodormir—dijoJoe.—Pero,amigos,elsueñooelreposoosseránfunestos.Reaccionadcontravuestro
abatimiento.Vamos,seguidme.Nada pudo obtener de ellos el doctor, y partió solo en medio de la estrellada
transparencia de la noche. Sus primeros pasos fueron penosos: los pasos de unhombredebilitadoyquehaperdidolacostumbredeandar.Peroprontosepercatódequeaquelejercicioleresultaríabeneficioso.Avanzóunasmillashaciaeloeste,ysuánimo cobraba algún aliento cuando, de repente, se sintió acometido por unasensacióndevértigo;secreyóinclinadosobreunabismo,sintióquese ledoblabanlas rodillas; aquella inmensa soledad le aterrorizó; él era el punto matemático, elcentro de una circunferencia infinita, es decir, ¡nada! El Victoria desaparecíaenteramente en la oscuridad. ¡El impasible doctor, el audaz viajero experimentósúbitamenteunmiedoinsuperable!Quisoretroceder,perofueenvano.Gritó,peronolecontestóningúneco,ysuvozcayóenelespaciocomounapiedraenunabismosinfondo.Setumbóenlaarenadesfallecidoysolo,enmediodelosgrandessilenciosdeldesierto.
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Amedianochevolvió en sí entre losbrazosde su fiel Joe; éste, inquietopor laprolongadaausenciade su señor,había seguido sushuellasperfectamente impresasenlallanuraylohabíaencontradodesvanecido.
—¿Quélehaocurrido,señor?—preguntó.—Nada,mibuenJoe;unmomentodedebilidad,nimásnimenos.—Enefecto,señor,noseránada.Pero, levántese;apóyeseenmíyvolvamosal
Victoria.Eldoctor,delbrazodeJoe,volvióatomarelcaminoquehabíaseguido.—Hasidounaimprudencia,señor,aventurarsecomolohahecho.Podíanhaberle
robado—añadió,riendo—.Ahora,señor,hablemosconseriedad.—Habla.Teescucho.—Es absolutamente indispensable tomar una decisión. Nuestra situación no
puedeprolongarsemásqueunospocosdías,ysinollegavientoestamosperdidos.—Eldoctorguardósilencio—.Esnecesarioquealgunodenosotrossesacrifiqueporlasalvacióncomún,yesmuynaturalqueseayo.
—¿Quéquieresdecir?¿Cuálestuproyecto?—Unproyectomuysencillo:cogerprovisionesycaminarsiemprehaciaadelante
hastallegaraalgúnsitio.Duranteesetiempo,sielcielolesenvíaunvientofavorable,nomeaguarden;partan.Yo, si llegoaunaaldea, saldrédelpasoconunascuantaspalabrasenárabequeustedmehabráfacilitadoporescritoyregresaréconayudaodejaréenlaempresamipellejo.¿Quéleparecemiplan?
—Que es insensato, pero digno de tu gran corazón, Joe. No te separarás denosotros;esimposible.
—Pero,señor,algosehadehacer,yloquepropongonoleperjudicaenlomásmínimo, puesto que, como he dicho, no tendrá que aguardarme; y, en rigor, ¿nopuedosalirbiendemiempeño?
—¡No, Joe! ¡No! ¡No nos separaremos! La separación sería un nuevo dolorañadidoalosquenosafligen.Estabaescritoquehabíamosdepasarloqueestamospasando, y escrito también está probablemente que nuestra situación mejore másadelante.Aguardemos,pues,conresignación.
—De acuerdo, señor, pero le advierto que le doy un día para pensarlo y noaguardaré más. Hoy es domingo, o, mejor dicho, lunes, pues ya es la una de lamadrugada.Sielmartesnopartimos,probaréfortuna.Midecisiónesirrevocable.
El doctor no respondió; llegó a la barquilla y se acomodó al lado deKennedy.Éstesehallabasumidoenunsilencioabsoluto,quenodebíadeserefectodelsueño.
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CAPITULOXXVII
Al día siguiente, lo primero que hizo el doctor fue consultar el barómetro. Lacolumnademercuriohabíaexperimentadoundescensoapenasapreciable.
«¡Nada!—dijoparasí—.¡Nada!».Salióde labarquillaparaexaminarel tiempo:elmismocalor, lamismapureza
delcielo,lamismaimpasibilidad.—¿Es,pues,precisodesesperar?—exclamó.Joe, absorto en suspensamientos, en suproyectode exploración,nodespegaba
loslabios.Kennedyse levantómuyenfermoypresadeunasobreexcitaciónalarmante.Le
acosaba la sed de una manera horrible; su lengua y sus labios entumecidosdifícilmentepodíanarticularunsonido.
Quedabanaúnalgunasgotasdeagua.Todoslosabían,todospensabanenellasysesentíanatraídoshaciaellas,peronadieseatrevíaaacercarse.
Aquellostrescompañeros,aquellostresamigossemirabanconojosextraviados,conunsentimientodeavidezbestialquesepintabaprincipalmenteenelsemblantedeKennedy, cuyo vigoroso organismo sucumbía antes a aquellas intolerablesprivaciones.Durantetodoeldíaestuvodelirando;ibayveníalanzandogritosroncos,mordiéndoselospuños,dispuestoaabrirselasvenasparaapagarsusedconsupropiasangre.
—¡Ah! —exclamó—. ¡País de la sed! ¡Mejor deberías llamarte país de ladesesperación!
Cayó luego profundamente postrado, y no se oyó más que el silbido de surespiraciónentresuslabiosabrasados.
Al anochecer, Joe fue acometido a su vez por un principio de locura. Aquellainterminablesábanadearenalaparecíauninmensoestanquedelimpiasycristalinasaguas, ymásde unavez se pusodebruces en la inflamada arenapara beber, y selevantóconlabocallenadepolvo.
—¡Maldición!—dijoconcólera—.¡Esaguasalada!Entonces,mientrasFergussonyKennedypermanecían tendidossinmoverse, se
apoderódeélelinvenciblepensamientodeapurarlaspocasgotasdeaguaquehabíareservadas. Este pensamiento fuemás fuerte que él; se dirigió, arrastrándose, a labarquilla,contemplóconsedientosojoslabotelladondeestabaelagua,lacogióyselallevóaloslabios.
Enaquelmomento,estaspalabras,«¡Abeber!¡Abeber!»,fueronpronunciadasenuntonoquedesgarrabaelalma.
EraKennedy, que se arrastraba junto a él; el desgraciado inspiraba compasión,pedíaderodillas,lloraba.
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Joe,llorandotambién,leofreciólabotella,yKennedyapurósucontenidohastalaúltimagota.
—Gracias—dijo.PeroJoenoleoyó;igualqueél,sehabíadesplomadosobrelaarena.Se ignora lo que pasó durante aquella espantosa noche. Pero el martes por la
mañana,bajo los chorrosde fuegoquederramabael sol, los infortunados sintieronque susmiembros se secabanpocoapoco.Cuando Joequiso levantarse, le resultóimposible,demaneraquenopudoponerenprácticasuproyecto.
Elmuchachomiró a su alrededor.En la barquilla, el abrumadodoctor, con losbrazos cruzados,miraba un punto imaginario en el espacio espantoso;meneaba lacabezadederechaaizquierdacomounafieraenjaulada.
Derepente,lamiradadelcazadorsedirigióasucarabina,cuyaculatasobresalíadelbordedelabarquilla.
—¡Ah!—exclamó,levantándoseconunesfuerzosobrehumano.Yseprecipitóhaciaelarma,extraviado,loco,ydirigióelcañónhaciasuboca.—¡Señor!¡Señor!—exclamóJoe,arrojándosesobreél.—¡Déjame!¡Quita!—dijoelescocésconvozronca.Losdosluchabanconencarnizamiento.—Apártateotemato—repitióKennedy.PeroJoeseasíaaélconfuerza,yasícombatierondurantemásdeunminutosin
queeldoctorparecieserepararennada;pero,durantelalucha,lacarabinasedisparó,y al ruido de la detonación el doctor se levantó como un espectro y miró a sualrededor.
Depronto,sumiradaseanimó,extendióunamanohaciaelhorizontey,conunavozquenadateníadehumano,exclamó:
—¡Allá!¡Allá!¡Alláabajo!HabíaunaenergíatalensugestoqueJoeyKennedysesepararonymiraron.Lallanuraseagitabacomounmarencrespadoporlatempestad;olasdearenase
estrellaban unas contra otras en medio de una intensa polvareda; una inmensacolumnaveníadelsudestearremolinándoseconextremarapidez;elsoldesaparecíadetrásdeunanubeopacacuyasombradesmedidaseprolongabahastaelVictoria;losgranos de fina arena se deslizaban con la facilidad de las moléculas líquidas, yaquellamareaascendentesubíapocoapoco.
UnaenérgicamiradadeesperanzabrillóenlosojosdeFergusson.—¡Elsimún!—exclamó.—¡Elsimún!—repitióJoe,sincomprendermuybienloquedecíaeldoctor.—¡Mejor!—exclamóKennedyconuna rabiadesesperada—. ¡Mejor! ¡Vamosa
morir!—¡Mejor!—replicóeldoctor—.¡Vamosavivir!
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Yempezóaecharrápidamentelaarenaqueservíadelastrealabarquilla.Suscompañeroslecomprendieronalfinyseunieronaél.—¡Y ahora, Joe —dijo el doctor—, echa fuera unas cincuenta libras de tu
mineral!Joe no vaciló, aunque no dejó de experimentar cierta repugnancia. El globo se
elevó.—Yaerahora—exclamóeldoctor.El simún llegaba, en efecto, con la rapidez del rayo. Poco faltó para que el
Victoria quedara aplastado, despedazado, destrozado. El inmenso torbellino loalcanzóyloenvolvióenunalluviadearena.
—¡Máslastrefuera!—gritóeldoctoraJoe.—¡Yaestá!—respondióesteúltimo,arrojandounenormefragmentodecuarzo.ElVictoriasubiórápidamenteencimadeltorbellino;pero,envueltoenelinmenso
desplazamientodeaire,fuearrastradoaunavelocidadincalculablesobreaquelmarespumoso.
Samuel,DickyJoenohablaban.Mirabanyesperaban,refrescadosporelvientodeltorbellino.
Alastrescesabalatormenta;laarena,alcaerdenuevo,formabaunainnumerablecantidaddemontículos,yelcielorecobrabasutranquilidadinicial.
ElVictoria,otravezinmóvil,flotabaalavistadeunoasis,islacubiertadeárbolesverdesquesobresalíadelasuperficiedeaquelocéano.
—¡Allí! ¡Allí está el agua! —exclamó el doctor. De inmediato, abriendo laválvulasuperior,dejóescaparelhidrógenoybajólentamenteadoscientospasosdeloasis.
Losviajeroshabíanrecorridoencuatrohorasunespaciodedoscientascuarentamillas.
Labarquillaquedóalmomentoequilibrada,yKennedy, seguidodeJoe, saltóatierra.
—¡Vuestrosfusiles!—exclamóeldoctor—.¡Vuestrosfusiles,ysedprudentes!DickcogiósucarabinayJoeunadelasescopetas.Avanzaronrápidamentehasta
losárbolesypenetraronbajoaquellafrescavegetaciónquelesanunciabamanantialesabundantes,sinhacercasodeunasanchaspisadas,deunashuellasreciéndejadasenlatierrahúmeda.
Derepente,aveintepasosdedistancia,sonóunrugido.—¡Elrugidodeunleón!—dijoJoe.—¡Mejor! —repitió el cazador, exasperado—. ¡Lucharemos! Uno es fuerte
cuandonosetratamásquedeluchar.—¡Prudencia,señorDick,prudencia!Delavidadeunodependeladetodos.PeroKennedy no le escuchaba.Avanzaba con los ojos en llamas y la carabina
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amartillada,terribleensuaudacia.Debajodeunapalmera,unenormeleóndenegramelenapermanecíaenactituddeataque.Apenasdistinguióalcazador,diounsaltohaciaél;peronohabíallegadoaúnatierracuandounabalaleatravesóelcorazónycayómuerto.
—¡Hurra!¡Hurra!—exclamóJoe.Kennedy se precipitó hacia el pozo, se deslizó por los húmedos peldaños y se
tumbóbocaabajoanteun frescomanantial,dondesumergió los labiosávidamente.Joeleimitó.Sóloseoíanesoslametonesquedanlosanimalesparabeber.
—¡Cuidado,señorDick!——dijoJoe,respirando—.¡Noabusemos!PeroDick, sin responder, seguía bebiendo. Sumergía la cabeza y lasmanos en
aquellaaguabienhechora;seembriagaba.—¿YelseñorFergusson?—preguntóJoe.ElnombredeldoctorhizovolverensíaKennedy,elcualllenóunabotellaque
llevabaysedirigiócorriendohacialaescaleradelpozo.Pero cuál no sería su asombro al encontrarse cerrada por un enorme cuerpo la
salidadelagruta.Joe,queloseguía,tuvoqueretrocederconél.—¡Estamosencerrados!—¿Quiénnospuedehaberencerrado?¡Esoesimposible!Antesdeconcluirlafrase,unrugidoterriblelehizocomprenderconquénuevo
enemigoteníaquehabérselas.—¡Otroleón!—exclamóJoe.—¡No,unaleona!¡Ah!¡Malditoanimal!Aguarda—dijoelcazador,volviendoa
cargarconprestezasucarabina.Uninstantedespuéshacíafuego,peroelanimalhabíadesaparecido.—¡Adelante!—exclamóKennedy.—No,señorDick,no.Laleonaestáviva;silahubiesematado,sucuerpohabría
rodado hasta aquí. ¡Está al acecho, preparada para saltar sobre el primero que veaaparecer,yéseestáperdido!
—¿Quéhacer,pues?¡Esprecisosalir!¡Samuelnosestáesperando!—Atraigamosalanimal;cojamiescopetaydemesucarabina.—¿Cuálestuplan?—Ahoraloverá.Joe se quitó la chaqueta que llevaba, la puso en el extremo del arma y se la
presentó como cebo a la leona, asomándola por la abertura. La fiera se arrojó confurorcontraaquelobjeto,yKennedy,quelaaguardabamuypreparado, lemetióunbalazo en el cuerpo.La leona rodópor la escalera, rugiendo, yderribó a Joe.Éstecreíayasentirensucuerpolasenormesgarrasdelanimal,cuandoseoyóunsegundodisparo y el doctor Fergusson apareció en la abertura, con una escopeta todavíahumeanteenlamano.
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Joe se levantó con ligereza, saltó por encima de la leona, ya rematada, y leentregóasuseñorlabotellallenadeagua.
CogerlayvaciarlacasiporcompletofueparaFergussonunamismacosa,y lostresviajeros,desdeelfondodesucorazón,dierongraciasalaProvidencia,quetanmilagrosamenteleshabíasalvado.
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CAPITULOXXVIII
La noche fue encantadora. La pasaron bajo la fresca sombra de las mimosas,despuésdeunareconfortantecenaenlaquenoseescatimaroneltéyelgrog.
Kennedyhabíarecorridoaquelpequeñodominioentodasdirecciones,sindejarseunsolomatorralporregistrar.Losviajeroseranlosúnicosseresanimadosdeaquelparaíso terrenal;seecharonsobresusmantasypasaronunanocheapacibleque leshizoolvidarsuspasadosdolores.
Aldíasiguiente,7demayo,elsolbrillabacontodosuesplendor;perosusrayosnopodíanatravesarladensacortinadesombra.Comohabíaabundanciadevíveres,eldoctorresolvióaguardarenaquelpuntounvientofavorable.
Joe había trasladado allí su cocina portátil y se entregaba a una multitud decombinacionesculinarias,gastandoelaguacondespreocupadaprodigalidad.
—¡Qué extraña sucesión de penas y placeres! —exclamó Kennedy—. ¡Tantaabundanciadespuésdetantaprivación!¡Tantolujodespuésdetantamiseria!¡Cuáncercaestuvedevolvermeloco!
—Amigo Dick—le dijo el doctor—, de no ser por Joe, no estarías ahora enactituddedisertarsobrelainestabilidaddelascosashumanas.
—¡Buenamigo!—exclamóDick,tendiéndolelamanoaJoe.—No tiene que agradecerme nada—respondió éste—. Llegado el caso, señor
Dick, usted haría conmigo otro tanto, aunque prefiero que no se le presente laocasión.
—¡Cuánpobreesnuestranaturaleza!—repusoFergusson—.¡Dejarseabatirportanpocacosa!
—¡Por un poco de agua, señor! ¡Preciso es que sea el agua un elementomuynecesarioparalavida!
—Sinduda,Joe.Losquesevenprivadosdecomerresistenmuchomás tiempoquelosquesevenprivadosdebeber.
—Yolocreo.Además,encasonecesariosecomeloqueseencuentra,aunqueseaaunsemejante,sibiendebedeserunalimentoquedejaunaprofundahuellaenelánimo.
—Esunacomida,sinembargo—dijoKennedy—,alaquelossalvajesnohacenningúnasco.
—Sí,perolossalvajessonsalvajesyestánacostumbradosacomercarnecruda,unacostumbrequemerepugnaría.
—Tanrepugnantees,enefecto—repusoeldoctor—,quenadiediocréditoalosrelatos de los primeros viajeros que vinieron a África, los cuales refirieron quemuchastribussealimentandecarnecruda.Lageneralidadnegóelhecho,loquedioorigenaunasingularaventuradeJamesBruce.
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—Cuéntenosla, señor, ya que tenemos tiempo para escucharle —dijo Joe,repantigándosevoluptuosamentesobrelafrescahierba.
—Conmucho gusto. JamesBruce era un escocés del condado de Stirling que,desde 1768 hasta 1772, recorrió todaAbisinia hasta el lago Tana, en busca de lasfuentes del Nilo. Regresó después a Inglaterra, donde no publicó sus viajes hasta1790. Sus narraciones fueron acogidas con la mayor incredulidad, como sin dudaalguna serán acogidas las nuestras. Los hábitos de los abisinios parecían tandiferentes de los usos y costumbres ingleses que nadie quería creerlo. Entre otrospormenores, James Bruce había dicho que los pueblos del África oriental comíancarnecruda.Estehechohizoquetodoelmundosedeclarasecontraelviajero.¡Podíadecir lo que se le ocurriese! ¡Nadie iría a comprobarlo! Bruce era un hombre demucho valor y con un genio de demonios. Las dudas le ponían de un humor deperros.Undía,enunsalóndeEdimburgo,unescocéssacódelantedeéleltemadelaschanzasdiarias,yalhablardelacarnecrudadeclaróquetalcosanoeraniposibleni cierta. Bruce guardó silencio. Salió y volvió a los pocos instantes con un filetecrudo,espolvoreadoconsalypimienta,segúnlacostumbreafricana.«Caballero—dijoelescocés—,porelmerohechodedudardeunacosaqueyoheasegurado,meha inferido una gran ofensa. Creyéndola imposible, ha incurrido en error, y parademostrárseloa lospresentes sevaa comer inmediatamenteeste filete crudoomedará satisfacción por sus injurias». El escocés tuvomiedo y obedeció sin dejar dehacer muecas de repugnancia. Entonces, con la mayor sangre fría, James Bruceañadió: «Aun admitiendo, caballero, que la cosa no sea cierta, en lo sucesivo nosostendráqueesimposible».
—Bien contestado —dijo Joe—. Si el escocés cogió una indigestión, bienmerecida la tuvo. Y si al regresar a Inglaterra hay quien ponga nuestro viaje enduda…
—¿Quéharás,Joe?—¡HarécomeralosincréduloslosrestosdelVictoria,sinsalysinpimienta!Y Kennedy y el doctor se rieron de la ocurrencia de Joe. Así pasó el día en
agradablesconversaciones.Conlafuerzavolvíalaesperanza,yconlaesperanza,laaudacia.Elpasadoseborrabadelantedelporvenirconunarapidezprovidencial.
Joenohubieraqueridosalirnuncadeaquelsitioencantador;eraelreinodesussueños.Estabaenélcomoensucasa.Seempeñóenquesuseñorledieralasituaciónexactadeloasis,yconmuchagravedadescribióentresusapuntesdeviaje:15°43’delongitudy8°32’delatitud.
Kennedy no lamentabamás que una cosa: no poder cazar en aquel bosque enminiatura,pornohaber,segúnéldecía,abundanciadefieras.
—Sinembargo,amigoDick—repusoeldoctor—,eresdemasiadoolvidadizo.¿Yelleónylaleona?
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—¿Y qué? —dijo con el desdén que inspira al verdadero cazador la caza yamuerta—.Peroelhechoesquesupresenciaenesteoasisnospermitesuponerquenoestamosmuylejosdecomarcasmásfértiles.
—Noessuficienteprueba,Dick.Semejantesanimales,acosadosporelhambreola sed, salvan con frecuencia distancias considerables.Así es quedurante la nocheharemosbienenvigilarconmásatencióneinclusoenencenderhogueras.
—¡Hoguerasconesta temperatura!—exclamóJoe—.Enfin,siesnecesario,sehará. Pero, la verdad, me causará verdadero pesar la destrucción de este hermosobosquequetanútilnoshasido.
—Procuraremos no incendiarlo —respondió el doctor—, a fin de que otrospuedanhallarenélunrefugioenmediodeldesierto.
—Loprocuraremos,señor;pero¿creeustedqueesteoasisesconocido?—Sinduda.Esun lugar de alto para las caravanasque frecuentan el centrode
África,ysuvisitapodríanogustarte,Joe.—¿Esqueporaquítambiénabundanesoshorriblesnyam-nyam?—Desde luego.Ésees elnombregeneralde todasestaspoblaciones,y,bajoel
mismoclima,lasmismasrazasdebendetenercostumbresanálogas.—¡Quéasco!—dijoJoe—.Pero,sibiensemira, lacosaesmuynatural.Si los
salvajes tuviesen los mismos gustos que los civilizados, ¿en qué se diferenciaríanunos de otros? He aquí unos personajes que no se hubieran hecho de rogar parazamparseelfiletedelescocésyalpropioescocésporañadidura.
Después de esta reflexión tan sensata, Joe fue a encender las hogueras para lanoche, procurando escatimar la leña todo lo posible. Afortunadamente, lasprecaucionesfueroninútiles,yunotrasotrocayeronenuntranquilosueño.
Aldíasiguienteeltiemposiguiósincambiar;semanteníaobstinadamentebueno.El globo permanecía inmóvil, sin que la más insignificante oscilación revelase elmenorsoplodeviento.
Eldoctorempezabaainquietarsedenuevo.Sielviajeseprolongaba,losvíveresseríaninsuficientes.Despuésdehaberestadopróximosasucumbirporfaltadeagua,¿severíancondenadosamorirdehambre?
Pero cobró ánimo al ver que el mercurio bajaba muy sensiblemente en elbarómetro.Habíaseñalesevidentesdeunapróximavariaciónatmosférica.Resolvió,por tanto,hacer lospreparativosdemarchaparaaprovechar laprimeraocasión.Laprimeramedidafuellenarlacajadevíveresyladeagua.
FergussontuvoquerestableceracontinuaciónelequilibriodelaeróstatoyJoesevio obligado a sacrificar una notable parte de su preciosomineral.Con la salud lehabíanvuelto las ideasdeambición,ypusomuymalacaraantesdeobedecera suseñor,peroestelemanifestóquenopodíalevantarunpesotanconsiderable,yledioaescogerentreelaguayeloro.Joedejódevacilar,yechóalaarenaunconsiderable
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númerodesuspreciosospedruscos.—Paralosquevengandetrásdenosotros—dijo—.Quedaránmuyasombradosal
hallarlafortunaenestesitio.—¿Ysialgúnsabioviajero—preguntóKennedy—encuentraesosejemplares?—Nodudes, amigoDick,que le sorprenderámuchoypublicará su sorpresaen
numerosos volúmenes.Algún día oiremos hablar de unmaravilloso yacimiento decuarzoauríferoenmediodelasarenasdeÁfrica.
—YlacausadetodoseráJoe.Laideadeengañartalvezaalgúnsabioconsolóaljovenylehizosonreír.Duranteelrestodeldíaeldoctoraguardóenvanounavariaciónenlaatmósfera.
La temperatura subió, y habría resultado insoportable sin las sombras del oasis.Eltermómetromarcó1490alsol.Unaverdaderalluviadefuegoatravesabaelaire.Fueeldíademáscalorobservadohastaentonces.
Joedispuso lashogueras igualque lanocheanterior,y,durante lasguardiasdeldoctorydeKennedy,noseprodujoningúnnuevoincidente.
Pero,hacialastresdelamañana,Joe,queeraelencargadodelavigilancia,notóque bajaba la temperatura, que el cielo se cubría de nubes y que la oscuridadaumentaba.
—¡Alerta! —exclamó, despertando a sus compañeros—. ¡Alerta! ¡Se levantaviento!
—¡Esunatempestad!—dijoeldoctorcontemplandoelcielo—.¡AlVictoria!¡AlVictoria!
Tuvieron que darse prisa. ElVictoria se inclinaba bajo la fuerza del huracán yarrastraba labarquilla, que iba surcando la arena.Si, por casualidad, hubiera caídounapartedel lastre, el globohabríapartidoy toda esperanzade encontrarlohabríasidovana.
PeroJoe,corriendomásqueungalgo,detuvolabarquilla,yelaeróstatosedoblósobrelaarenaconpeligroderomperse.Eldoctorocupósusitio,encendióelsopleteyarrojóelexcesodepeso.
Los viajerosmiraron por última vez los árboles del oasis, que se plegaban porefectodelatempestad,yluegoarrastradosporunvientodelesteadoscientospiesdealtura,desaparecieronenlanoche.
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CAPITULOXXIX
Desdeelmomentodelapartida,losviajerosavanzaroncongranrapidez,comosilesfaltasetiempoparaabandonaraqueldesiertoquetanfunestohabíaestadoapuntodeserles.
Hacia las nueve y cuarto de la mañana se entrevieron algunos indicios devegetación: hierbas flotando en aquelmar de arena y que les anunciaban, como aCristóbal Colón, la proximidad de la tierra.Verdes vástagos brotaban tímidamenteentrepedruscosque,asuvez,seconvertiríanenrocasdeaquelocéano.
Ondeabanenelhorizontecolinasaúnpocoelevadas,cuyoperfil,difuminadoporlabruma,sedibujabavagamente.Lamonotoníadesaparecía.
El doctor saludaba con entusiasmo aquella nueva comarca, y, cual vigía en unbuque,estabaapuntodegritar:
—¡Tierra,tierra!Unahoradespués,elcontinenteseofrecíaasusojosconunaspectoaúnsalvaje,
peromenosllano,menosdesnudoyconalgunosárbolesqueseperfilabanenelcieloceniciento.
—¿Noshallamos,pues,entierracivilizada?—preguntóelcazador.—Según lo que entienda por civilizado, señor Dick; de momento no veo
habitantes.—Alpasoquellevamos—respondióFergusson—,notardaremosenverlos.—¿Nosencontramosaúnentierradenegros,señorSamuel?—Sí,Joe,mientrasnolleguemosalpaísdelosárabes.—¿Árabes,señor?¿Verdaderosárabesconsuscamellos?—No,sincamellos.Loscamellossonraros,pornodecirdesconocidos,enestas
comarcas.Paraencontrarlosesprecisosubirunosgradosalnorte.—¡Quéfastidio!—¿Porqué,Joe?—Porque,situviésemosvientocontrario,loscamellospodríansernosútiles.—¿Cómo?—Esunaideaquesemeocurre,señor.Podríamosengancharlosalabarquillay
hacerquelaremolcaran.—¿Quéleparece?—Noereselprimero,Joe,aquiense lehaocurridola idea.Hasidoexplotada,
aunque es verdad que en una novela, por un autor francés muy ingenioso. Unosviajerosmontanenunglobotiradoporcamellos,aquienesdevoraunleón,elcualsecolocaensupuestoyarrastraasuvez,yasísucesivamente.Yavesquetodoesonoesmásquepurafantasíaynadatieneencomúnconnuestrogénerodelocomoción.
Joe, algo humillado al pensar que su idea ya había sido utilizada, estuvo
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devanándose los sesos para averiguar qué animal pudo devorar al león, y, noencontrándolo,sededicóaexaminarelpaís.
Bajo sumirada seextendíaun lagodemedianaextensión, conunanfiteatrodecolinas que aún no tenían derecho a llamarse montañas. Allí serpenteaban vallesnumerososyfecundos,eintrincadasselvascongranvariedaddeárboles.Elpalmitodominabaaquellamasa,consushojasdequincepiesdelongitudysustalloserizadosdeagudasespinas;elbombax transmitíaalvientoel finovellodesussemillas; losintensosperfumesdelpendano,esekendadelosárabes,impregnabanelairehastalazonaqueatravesabaelVictoria,elpapayodehojaspalmeadas, laesterculiáceaqueproduce la nuez de Sudán, el baobab y los bananos completaban aquella floralujuriantedelasregionesintertropicales.
—Elpaísessoberbio—dijoeldoctor.—Ahíhayanimales—dijoJoe—.Noestaránlejosloshombres.—¡Magníficoselefantes!—exclamóKennedy—.¿Nohabríamediodecazarun
poco?—¿Cómo quieres que nos detengamos, amigo Dick, con una corriente tan
violenta?SufreunpocoelsupliciodeTántalo.Yatedesquitarásmásadelante.Motivoshabía,enefecto,paraexcitarlaimaginacióndeuncazador,asíesqueel
corazóndeDickpalpitabaconfuerzaysusdedossecrispabansobrelaculatadesuPurdey.
Lafaunadeaquelpaísestabaalaalturadesuflora.Eltorosalvajeserevolcabaen una hierba espesa bajo la cual desaparecía enteramente. Elefantes de la mayortalla,grises,negrosoamarillos,pasabancomountifóntempestuosoporlospobladosbosques, rompiendo, golpeando, saqueando, dejando tras de sí una huella dedevastación.Porlasverdesladerasdelascolinasfluíancascadasyarroyos,formandoespaciosas charcas donde los hipopótamos se bañaban con mucho estrépito, ymanatíesdedocepiesdelongitudydecuerpopisciformeseexhibíanenlasorillas,dirigiendoalcielosusredondospechoshenchidosdeleche.
Eraunextrañozoológicoenunmaravillosojardínbotánico,dondeinnumerablespájarosdemilcoloresbrillabanentrelasplantasarborescentes.
Poraquellaprodigalidaddelanaturaleza,eldoctorreconocióelsoberbioreinodeAdamaua.
—Seguimos las huellas de los descubrimientos modernos —dijo—. Herecuperado la pista interrumpida de los viajeros, lo que es, amigosmíos, una felizfatalidad. Podremos enlazar los trabajos de los capitanes Burton y Speke con lasexploracionesdeldoctorBarth.Hemosdejadoalosviajerosinglesesparaencontraraun hamburgués, y no tardaremos en llegar al punto extremo alcanzado por esteatrevidosabio.
—Meparece—dijoKennedy—,ajuzgarporelespacioquehemosrecorrido,que
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entrelasdosexploracioneshayunaextensióndepaísmuyconsiderable.—Escosafácildecalcular;cogeelmapaymiracuáleslalongituddelapunta
meridionaldellagoUkereuealcanzadaporSpeke.—Seencuentraaproximadamenteatreintaysietegrados—dijoKennedy.—YlaciudaddeYola,cuyasituaciónfijaremosestanocheyalaquellegóBarth,
¿acuántosgradosseencuentra?—Aunosdocegradosdelongitud.—Son,pues,veinticincogrados;asesentamillascadaunohacenuntotaldemil
quinientasmillas.—Unagradablepaseítoparahacerloapie—dijoJoe.—Sedará,sinembargo,esepaseo.LivingstoneyMoffatsiguensubiendohaciael
interior; el Nyassa, descubierto por ellos, no está muy lejos del lago Tanganica,reconocido por Burton, y, antes de que concluya el siglo presente, estas comarcasinmensasseránindudablementeexploradas.Pero—añadióeldoctor,consultandosubrújula—sientoqueelvientonosempujetanaloeste;yohubieraqueridoremontarhaciaelnorte.
Despuésdedocehorasdemarcha,elVictoriaseencontróen losconfinesde laNigricia.Losprimeroshabitantes de aquella tierra, árabes chouas, apacentaban susrebañosnómadas.LasinmensascumbresdelosmontesAlantikapasabanporencimadelhorizonte.Susmontañas,quehastaahoranohapisadoningúnpieeuropeo,tienenunaalturaquesecalculaenmiltrescientastoesas.Supendienteoccidentaldeterminael curso de todas las aguas de aquella parte de África hacia el océano; son lasmontañasdelaLunadeaquellaregión.
A lavistade losviajeros apareció, al fin,unverdadero río,ypor los inmensoshormigueros que lo rodeaban, el doctor reconoció el Benué, uno de los grandesafluentesdelNíger,llamadoporlosindígenasla«fuentedelasaguas».
—Esterío—dijoeldoctorasuscompañeros—seconvertiráconeltiempoenlavíanaturaldecomunicaciónconelinteriordelaNigricia.ElvaporPléyade,bajoelmandodeunodenuestrosbravoscapitanes,ya loha remontadohasta laciudaddeYola.Demaneraque,comoveis,nosencontramosentierrasconocidas.
Numerososesclavosseocupabandelostrabajosdelcampo;cultivabansorgo,unaespecie de mijo que constituye la base de su alimentación. Las más estúpidasmuestrasdeasombrosesucedíanalpasodelVictoria,quepasabacomounmeteoro.Al anochecer, el globo se detuvo a cuarentamillas deYola, y ante él, aunque a lolejos,sealzabanlosdosconospuntiagudosdelmonteMendif.
El doctormandó echar las anclas, que quedaron enganchadas en la copade unárbol elevado. Pero un viento muy recio azotaba al Victoria hasta el punto detumbarlo,yalgunasveceslaposicióndelabarquillaresultabasumamentepeligrosa.Fergusson no cerró los ojos en toda la noche, y con frecuencia estuvo a punto de
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cortar el cable y huir de la tormenta. Por último, la temperatura calmó y lasoscilacionesdelaeróstatoyanadatuvierondealarmante.
Al día siguiente, el viento fuemásmoderado, pero alejaba a los viajeros de laciudad de Yola, la cual, reconstruida por los fuhlahs excitaba la curiosidad deFergusson;sinembargo,fueprecisoelevarsehaciaelnorteeinclusounpocohaciaeleste.
Kennedy propuso hacer un alto en aquel territorio de caza; Joe, por su parte,afirmaba que la necesidad de carne fresca se dejaba sentir; pero las costumbressalvajes de aquel país, la actitud de la población y algunos disparos dirigidos alVictoriaobligaronaldoctoraproseguirelviaje.Atravesabanunacomarca,escenariodematanzas y de incendios, en que los combates son incesantes y los sultanes sejueganunreinoentrelasmásatrocescarnicerías.
Numerosas y pobladas aldeas se extendían entre inmensos prados, cuya espesahierbaestabasembradadevioletas;laschozas,semejantesagigantescascolmenas,serefugiabandetrásdeespinosossetos.KennedycomentóvariasvecesquelasagrestesladerasdelascolinasrecordabanlosglendelasaltastierrasdeEscocia.
Pese a todos sus esfuerzos por seguir otro rumbo, el doctor iba derecho alnordeste,haciaelmonteMendif,quedesaparecíaentrelasnubes.LasaltascumbresdeaquellasmontañasseparanlacuencadelNígerdelacuencadellagoChad.
No tardó en aparecer elBagelé, con susdieciocho aldeas a su alrededor, cornounamultituddeniñosen tornoasumadre.Elespectáculoeramagníficoparaunasmiradasquedominabanyabarcabantodoelconjunto.Lasladerasestabancubiertasdecamposdearrozydecacahuetes.
A las tres,elVictoriasehallabafrentealmonteMendif.Nohabiéndolopodidoevitar, era menester traspasarlo. El doctor, aumentando ciento ochenta grados latemperatura, dio al globouna fuerza ascensionalde cercademil seiscientas libras;éste se elevó amás de ochomil pies. Fue lamayor elevación obtenida durante elviaje;latemperaturabajódetalmodoqueeldoctorysuscompañerostuvieronquerecurriralasmantas.
Fergusson se dio prisa en bajar, ya que el envoltorio del aeróstato amenazabaromperse.Tuvo,sinembargo,suficientetiempoparacomprobarelorigenvolcánicodelamontaña,cuyoscráteresapagadosnosonmásqueprofundosabismos.GrandesaglomeracionesdeexcrementosdeavesdabanalaslomasdelMendiflaaparienciaderocascalizas,bastandoaquellasaglomeracionesparaabonarlastierrasdetodoelReinoUnido.
Alascinco,elVictoria,aresguardodelosvientosdelsur,seguíaconlentitudlaspendientes de lamontaña y se detenía en un inmenso raso separado de todo lugarhabitado.Apenasllegóatierra,setomaronlasdebidasprecaucionesparasujetarlo,yKennedy,escopetaenmano,sedirigióhacialallanurainclinada.Notardóenvolver
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conmediadocenadeánadesyunaespeciedechochaqueJoecondimentólomejorquepudo.Lacenafueagradableylanochetranscurrióenunagrancalma.
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CAPITULOXXX
Aldíasiguiente,demayo,elVictoriareemprendiósuazarosoviaje.Losviajerosteníanpuestaenéllamismaconfianzaqueunmarinoensubuque.
Huracanes terribles, calores tropicales, ascensiones peligrosas y descensosmáspeligrososaún,todolohabíaresistido.SepodríadecirqueFergussonloguiabaconungesto;demodoque,peseanoconocerelpuntodefinitivodesullegada,eldoctornodudabadelbuenéxitodesuviaje.Pero,enaquelpaísdebárbarosyfanáticos,laprudencialeobligabaatomarlasmásseverasprecauciones,porloquerecomendóasuscompañerosqueestuviesensiempreojoavizor,vigilándolotodoatodashoras.
El viento conducía un poco más hacia el norte, y alrededor de las nueveentrevieronlagranciudaddeMosfeya,edificadaenunaeminenciaencajonadaentredosaltasmontañas.Inexpugnableporsuposición,nosepodíapenetrarenellasinoporuncaminoangostoentreunpantanoyunbosque.
Enaquelmomento,un jequeacompañadodeunaescoltaacaballo,vestidoconropajesdevivoscolores,yprecedidode trompeterosybatidoresque separaban lasarmasdelcamino,entrabaorgullosamenteenlaciudad.
Eldoctordescendióparacontemplarmásdecercaaaquellos indígenas,pero,amedidaque el globo aumentabade tamañoa susojos, se fueronmultiplicando susademanesdeprofundoterror,ynotardaronendesfilarcontodalavelocidadquelespermitíansuspiernasolaspatasdesuscaballos.
El jeque fue el único que permaneció inmóvil. Cogió su largo mosquete, loamartillóyaguardóresueltamente.Eldoctorseacercóaélamenosdequincepiesy,con toda la fuerza de sus pulmones, le saludó en árabe. Al oír aquellas palabrasbajadas del cielo, el jeque se apeó y se prosternó sobre el polvo del camino, y eldoctornopudodistraerledesuadoración.
—Esimposible—dijo—queesasgentesnonostomenporseressobrenaturales,puesto que cuando vieron a los primeros europeos creyeron que pertenecían a unarazasobrehumana.Ycuandoestejequehabledesuencuentroconnosotros,nodejarádeexagerarelhechocontodoslosrecursosdeunaimaginaciónárabe.Juzgad,pues,loquelasleyendasdiránalgúndíaacercadenosotros.
—Bajo el punto de vista de la civilización —respondió el cazador—, seríapreferiblepasarporsimplesmortales;esodaríaaestosnegrosunaideamuydistintadelpodereuropeo.
—Estamosdeacuerdo,amigoDick;pero¿quépodemoshacer?Pormásquelesexplicasesalossabiosdelpaíselmecanismodeunaeróstato,sequedaríanenayunasycontinuaríanatribuyéndoloaunaintervenciónsobrenatural.
—Señor—preguntóJoe—,hahabladodelosprimeroseuropeosqueexploraronestepaís,¿puededecirnosquiénesfueron?
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—Queridomuchacho,noshallamosprecisamenteenlarutadelmayorDenham,que fue recibido en Mosfeya por el sultán de Mandara. Había salido de Bornu,acompañabaal jequeaunaexpedicióncontra los fellatahsyasistióal ataquede laciudad,queconsusflechasresistiódenodadamentealasbalasárabesyobligóahuiralastropasdeljeque.Todoesonoeramásqueunpretextoparacometerasesinatos,robosyrazzias.Despojaronalmayordesuspertenenciasylodejarondesnudo,ydenoserporuncaballobajoelvientredelcualseescondióyquelepermitióhuiratodoescapegraciasasudesenfrenadogalope,jamáshubieraregresadoaKuka,lacapitaldeBornu.
—Pero¿quiéneraesemayorDenham?—Un intrépido inglés que, desde 1822 hasta 1824, estuvo al mando de una
expedición en Bornu, en compañía del capitán Clapperton y del doctor Oudney.PartierondeTrípolienmarzo,llegaronaMurzuk,lacapitaldelFezzán,y,siguiendoelcaminoquemásadelantetomaríaeldoctorBarthpararegresaraEuropa,llegaronaKuka, cerca del lagoChad, el 16 de febrero de 1823.Denham llevó a cabo variasexploracionesenBornu,enelMandarayenlasorillasorientalesdellago;duranteesetiempo, el 15 de diciembre de 1823 el capitán Clapperton y el doctor OudneypenetraronenSudánhastaSackatu,muriendoOudneydefatigayagotamientoenlaciudaddeMurmur.
—Según veo—dijo Kennedy—, esta parte de África también ha pagado a lacienciasucorrespondientetributodevíctimas.
—Sí,estacomarcaesfatal.MarchamosdirectamentehaciaelreinodeBaguirmi,queen1856VogelatravesóparapenetrarenWadai,dondedesapareció.Eraunjovendeveintitrés años, quehabía sido enviadopara cooperar en los trabajos del doctorBarth; se encontraron los dos el 1 de diciembre de 1854; luegoVogel empezó lasexploracionesdelpaísy,hacia1856, anuncióen susúltimascartas su intencióndereconocer el reino de Wadai, en el cual no había penetrado aún ningún europeo;parecequellegóhastaWara,lacapital,donde,segúnunos,cayóprisionero,y,segúnotros,fuecondenadoamuerteyejecutadoporhaberintentadosubiraunamontañasagradade las inmediaciones.Perono sedebeadmitir con ligereza lanoticiade lamuertedelosviajeros,yaqueellodispensadebuscarlos.¡Cuántasveceshacirculadooficialmente lanoticiadel fallecimientodeldoctorBarth,cosaqueamenudo lehacausado una legítima irritación! Es muy posible, pues, que Vogel se encuentreretenidoporelsultándeWadai,elcualtalvezexijaunrescate.ElbaróndeNelmanssepusoenmarchahaciaWadai,peromurióenElCairoen1855.AhorasabemosqueDeHeuglin,conlaexpediciónenviadadeLeipzig,sigueelrastrodeVogel,yesdeesperarqueprontoconozcamosdeunamanerapositivaelparaderodeeste joveneinteresanteviajero.
Mosfeyahabíadesaparecidodelhorizontehacíatiempo.ElMandaradesplegaba
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bajo las miradas de los aeronautas su asombrosa fertilidad, con sus bosques deacacias,susárbolesderojasfloresylasplantasherbáceasdesuscamposdealgodóny de índigo. El Chari, que desagua en el Chad, ochenta millas más allá, corríaimpetuosamente.
EldoctormostróasuscompañeroselcursodelríoenlosmapasdeBarth.—Yaveis——dijo—quelos trabajosdeestesabiosondeunaprecisiónsuma.
Nosotros marchamos en línea recta hacia el distrito de Loggum, tal vez hacia sucapital,Kernak,queesdondemurióelpobreToole,joveninglésdeveintidósaños.Eraabanderadoenel80ºregimientoyhacíaalgunassemanasquesehabíaunidoalmayorDenhamenÁfrica,dondenotardóenhallarlamuerte.¡Bienpuedellamarseaestainmensacomarcaelcementeriodeloseuropeos!
Algunascanoasdecincuentapiesde longituddescendíanelcursodelChari.ElVictoria, a mil pies de tierra, llamaba poco la atención de los indígenas; pero elviento,quehastaentonceshabíasopladoconbastantefuerza,tendíaadisminuir.
—¿Vamosasufrirotranuevacalmachicha?—preguntóeldoctor.—¿Quénos importa, señor?Ahoranohemosde temerni la faltadeaguani el
desierto.—No,perohemosdetemeralastribus,quesonaúnpeores.—Heaquí—dijoJoe—algoquepareceunaciudad.—EsKernak,adondenos llevan lasúltimasbocanadasdeviento.Podremos,si
nosconviene,sacarunplanocontodaexactitud.—¿Nonosacercaremos?—preguntóKennedy.—Nadamásfácil,Dick.Estamosjustoencimadelaciudad.Permítemecerrarun
pocolaespitadelsopleteynotardaremosenbajar.Mediahoradespués,elVictoriasemanteníainmóviladoscientospiesdetierra.—MáscercaestamosdeKernak—dijoeldoctor—queloestaríadeLondresun
hombre encaramado en la esfera que corona la cúpula de San Pablo. Podemosexaminarlaciudadagusto.
—¿Quéruidodemazosesesequeseoyeportodaspartes?Joe miró con atención y vio que el ruido era producido por un considerable
númerode tejedores,quegolpeabanalaire libre sus telasextendidas sobregruesostroncosdeárbol.
La capital de Loggum se dejaba abarcar toda entera por las miradas de losviajeros, como si fuese un plano. Era una verdadera ciudad, con casas alineadas ycallesbastanteanchas.Enmediodeunagranplazahabíaunmercadodeesclavosqueatraía amuchos compradores, pues losmandarenses, demanos y pies sumamentepequeños,vanmuybuscadosysecolocanventajosamente.
AlavistadelVictoriaseprodujoelefectodecostumbre.Primerogritosydespuésun profundo asombro. Se abandonaron los negocios, se suspendieron los trabajos,
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cesarontodoslosruidos.Losviajerospermanecíaninmóvilesynoseperdíanniundetalledelapopulosaciudad.Descendieronhastasesentapiesdelsuelo.
Entonces el gobernador de Loggum salió de su morada, desplegando suestandarte verde y acompañado de músicos, que soplaban en roncos cuernos debúfaloconfuerzasuficienteparadestrozarlostímpanos.Lamuchedumbreseagolpóa su alrededor y el doctor Fergusson quiso hacerse comprender, pero no pudoconseguirlo.
Aquellos indígenas de frente alta, cabellos ensortijados y nariz casi aguileñaparecíanaltivose inteligentes,pero lapresenciadelVictoria les turbabademanerasingular.Seveíanjinetescorriendoendistintasdirecciones,yprontofueevidentequelastropasdelgobernadorsereuníanparacombatiratanextraordinarioenemigo.EnvanodesplegóJoe,paracalmar laefervescencia,pañuelosde todos loscolores.Noobtuvoresultadoalguno.
El jeque, sin embargo, rodeado de su corte, reclamó silencio y pronunció undiscurso del cual el doctor no pudo entender una palabra; era árabemezclado conbaguirmi. El doctor reconoció, por la lengua universal de los gestos, que se leinvitabaamarcharsecuantoantes, cosaquenopodíahacer,pesea susdeseos,porfaltadeviento.Suinmovilidadexasperóalgobernador,cuyoscortesanoscomenzaronaaullarparaobligaralmonstruoaalejarsedeallí.
Aquelloscortesanoseranpersonajesmuysingulares.Llevabanlafrioleradecincooseiscamisasdediferentescoloresyteníanvientresenormes,algunosdeloscualesparecíanpostizos.El doctor asombró a sus compañeros al decir que aquélla era sumanera de halagar al sultán. La redondez del abdomen indicaba la ambición de lapersona. Aquellos hombres gordos gesticulaban y gritaban, principalmente uno deellos, que forzosamente había de ser primerministro, si la obesidad encontraba surecompensa en la Tierra. La muchedumbre unía sus aullidos a los gritos de loscortesanos, repitiendo como monos sus gesticulaciones, lo que producía unmovimientoúnicoeinstantáneodediezmilbrazos.
Aestosmediosdeintimidación,quesejuzgaroninsuficientes,seañadieronotrosmás temibles. Soldados armados de arcos y flechas formaron en orden de batalla,pero el Victoria ya se hinchaba y se ponía tranquilamente fuera de su alcance. Elgobernador,cogiendoentoncesunmosquete,apuntóhaciaelglobo.PeroKennedylevigilabayconunabaladesucarabinarompióelarmaenlamanodeljeque.
A este golpe inesperado sucedió una desbandada general. Todos se metieronprecipitadamente en sus casas y durante el resto del día la ciudad quedóabsolutamentedesierta.
Vino lanoche.Nohacíanadadeviento.Preciso fue a losviajeros resolverse apermanecerinmóvilesatrescientospiesdetierra.Niunaluzbrillabaenlaoscuridad,yreinabaunsilenciosepulcral.Eldoctorredoblósuprudencia,porqueaquellacalma
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podíasermuybienunaestratagema.RazóntuvoFergussonenvigilar.Haciamedianoche,todalaciudadparecióarder.
Centenares de líneas de fuego se cruzaban como cohetes, formando una red dellamas.
—¡Cosasingular!—exclamóeldoctor.—Lomássingulares—replicóKennedy—quelasllamassubenyseacercana
nosotros.En efecto, acompañada de un griterío espantoso y descargas de mosquetes,
aquella masa de fuego subía hacia el Victoria. Joe se preparó para arrojar lastres.Fergussonencontrómuyprontolaexplicacióndelfenómeno.
Millares de palomas con la cola provista de materias inflamables habían sidolanzadas contra el Victoria. Asustadas, las pobres aves subían, trazando en laatmósferazigzaguesdefuego.Kennedydescargócontraellas todassusarmas,peronadapodíancontraunejércitotannumeroso.Laspalomasyarevoloteabanalrededorde labarquillaydelglobo, cuyasparedes, reflejando su luz,parecían envueltas enunareddellamas.
Eldoctornovacilóy,arrojandounfragmentodecuarzo,sepusofueradelalcancede tan peligrosas aves. Por espacio de dos horas se las vio desde la barquillacorriendoazoradas endistintasdirecciones,peropocoapoco fuedisminuyendo sunúmeroy,porúltimo,desaparecierontodasentrelassombrasdelanoche.
—Ahorapodemosdormirtranquilos—declaróeldoctor.—¡Paraserobradesalvajes—exclamóJoe—,elardidnoespocoingenioso!—Sí,suelenutilizarpalomasincendiariasparaprenderfuegoalaschozasdelas
aldeas;peronuestraaldeavuelamásaltoquesuspalomas.—Estávistoqueunglobonotieneenemigosquetemer—dijoKennedy.—Sílostiene—replicóeldoctor.—¿Cuáles?—Losimprudentesquellevaensubarquilla.Asíque,amigosmíos,vigilanciay
másvigilancia,siempreypordoquier.
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CAPITULOXXXI
Hacia las tres de la mañana, Joe, que estaba de guardia, vio que el globo sealejabadelaciudad.ElVictoriavolvíaaemprendersumarcha.Kennedyyeldoctorsedespertaron.
Este último consultó la brújula y reconoció con satisfacción que el viento losllevabahaciaelnorte-nordeste.
—Estamos de suerte —dijo—, todo nos sale a pedir de boca; hoy mismodescubriremosellagoChad.
—¿Esunagranextensióndeagua?—preguntóconinteréselseñorKennedy.—Considerable, amigo Dick; en algunos puntos puede llegar a medir ciento
veintemillastantodelargocomodeancho.—Pasearsobreunaalfombralíquidadaráunpocodevariedadanuestroviaje.—Meparecequeno tenemosmotivodequeja.Nuestroviajeesmuyvariadoy,
sobretodo,lohacemosenlasmejorescondicionesposibles.—Sin duda, Samuel; si exceptuamos las privaciones del desierto, no hemos
corridoningúnpeligrograve.—Cierto es que nuestro valiente Victoria se ha portado siempre a las mil
maravillas. Partimos el dieciocho de abril y hoy estamos a doce de mayo. Sonveinticincodíasdemarcha.Diezdíasmásyhabremosllegado.
—¿Adónde?—Nolosé;pero¿quénosimporta?—Tienes razón,Samuel.Confiemosa laProvidencia la tareadedirigirnosyde
mantenernos sanos y salvos. Nadie diría que hemos atravesado los países máspestilentesdelmundo.
—Porquenoshemospodidoelevarynoshemoselevado.—¡Vivan los viajes aéreos!—exclamó Joe—.Después de veinticinco días, nos
hallamos rebosantes de salud, bien alimentados y bien descansados; demasiado talvez, porquemis piernas empiezan a entumecerse y nomevendríamal hacer a pieunastreintamillasparaestirarlasunpoco.
—Tedarásesegustazoen lascallesdeLondres,Joe.Ahoradiré,paraconcluir,que al partir éramos tres, como Denham, Clapperton y Overweg, y como Barth,RichardsonyVogel,yque,másdichososquenuestrospredecesores,seguimossiendotres,Sinembargo,esimportantísimoquenonosseparemos.Si,hallándoseentierrauno de nosotros, el Victoria tuviese que elevarse de pronto para evitar un peligrosúbitoeimprevisto,¿quiénsabesilevolveríamosaver?AKennedyselodigo,puesnomegustaquesealejeconelpretextodecazar.
—Mepermitirás,sinembargo,amigoSamuel,quesigaconmicapricho;nohayningún mal en renovar nuestras provisiones. Además, antes de partir me hiciste
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entreverunaseriedesoberbiascacerías,yhastaahoraheavanzadomuypocoporlasendadelosAndersonydelosCumming.
—Otienesmuypocamemoria,amigoDick,olamodestiateobligaaolvidartusproezas.Mepareceque, sincontar la cazamenor,pesanya sobre tuconcienciaunantílope,unelefanteydosleones.
—¿Yqué es eso para un cazador africano que ve pasar por delante de su fusiltodoslosanimalesdelacreación?¡Mira,miraquémanadadejirafas!
—¡Jirafas!—exclamóJoe—.¡Sisondeltamañodelpuño!—Porque estamos amil piesde altura.De cercaveríasque son tresvecesmás
altasquetú.—¿Y qué dices de esa manada de gacelas?—repuso Kennedy—. ¿Y de esos
avestrucesquehuyenconlarapidezdelviento?—¡Avestruces! —exclamó Joe—. Son gallinas, y aún me parece exagerar
bastante.—Veamos,Samuel,¿nopodríamosacercarnos?—Sí podemos, Dick, pero no tomar tierra. ¿Y qué sentido tiene herir a unos
animalesquenohemosdepodercoger?Sisetratarademataraunleón,untigreounahiena, locomprendería;siempreseríaunabestiapeligrosamenos.Peromataraunantílopeounagacela,sinmásprovechoquelavanasatisfaccióndetusinstintosdecazador,nomerecelapena.Asípues,amigomío,nosmantendremosacienpiesdel suelo,y sidistinguesalguna fieraobtendrásnuestros aplausoshiriéndoladeunbalazoenelcorazón.
ElVictoriabajópocoapoco,pero semantuvoaunaaltura tranquilizadora.Enaquellacomarcasalvajeymuypobladaeramenesterestarsiempreenguardiacontrapeligrosinesperados.
Los viajeros seguían directamente el curso del Chari, cuyas encantadorasmárgenes desaparecían bajo las sombrías arboledas de variados matices. Lianas yplantas trepadoras serpenteaban en todas direcciones y formaban curiososentrelazamientos.Loscocodrilosretozabanalsolosezambullíanenelagualigeroscomo lagartos, y se acercaban, como jugando, a las numerosas islas verdes querompíanlacorrientedelrío.
AsípasaronsobreeldistritodeMaffatay,conelcualtanpródigayespléndidahasidolanaturaleza.Hacialasnuevedelamañana,eldoctorFergussonysusamigosalcanzaronlaorillameridionaldellagoChad.
AllíestabaaquelmarCaspiodeÁfrica,cuyaexistenciaserelegóporespaciodemucho tiempo a la categoría de las fábulas, aquel mar interior al que no habíanllegadomásexpedicionesqueladeDenhamyladeBarth.
Eldoctorintentófijarlaconfiguraciónactual,muydiferentedelaquepresentabaen1847.Enefecto,noesposibletrazardeunamaneradefinitivaelmapadeeselago
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rodeadodepantanosfangososycasiinfranqueablesdondeBarthcreyóperecer.Deunañoaotro,aquellasciénagas,cubiertasdeespadañasydepapirosdequincepiesdealtura,desaparecenbajolasaguasdellago.Confrecuencia,laspoblacionesribereñastambién quedan semisumergidas, como le sucedió a Ngornu en 1856; en laactualidad,loshipopótamosyloscaimanessezambullendondeantessealzabanlascasas.
Elsolderramabasusdeslumbradoresrayossobreaquellasaguastranquilas,yalnortelosdoselementosseconfundíanenunmismohorizonte.
El doctor quiso comprobar la naturaleza del agua, que por espacio de muchotiemposecreyósalada.Nohabíaningúnpeligroenacercarsealasuperficiedellago,ylabarquilladescendióhastarozarelaguacomounagolondrina.
Joemetióunabotellaylasacómediollena.Elaguateníaciertogustodenatrónquelahacíapocopotable.
Entantoqueeldoctoranotabaelresultadodesuobservación,asuladosonóundisparo. Kennedy no había podido resistir el deseo de enviarle una bala a ungigantesco hipopótamo. Éste, que respiraba tranquilamente, desapareció al oírse elestampido,sinquelabalacónicahicieseenélningunamella.
—Mejorhubierasidoclavarleunarpón—dijoJoe.—¿Ydóndeestáelarpón?—¿Qué mejor arpón que cualquiera de nuestras anclas? Para un animal
semejante,unanclaeselanzueloapropiado.—¡Caramba!Joehatenidounaidea…—dijoKennedy.—A la cual os suplico que renunciéis —replicó el doctor—. El animal nos
arrastraríamuyprontoadondenadatenemosquehacer.—Sobre todo, ahora que conocemos la calidad del agua del Chad. ¿Y es
comestibleesepez,señorFergusson?—Tupez,Joe,esunmamíferodelgénerodelospaquidermos,ysucarne,según
dicenexcelente,esobjetodeunactivocomercioentrelastribusribereñasdellago.—Siento,pues,queeldisparodelseñorDicknohayatenidomejoréxito.—Elhipopótamosóloesvulnerableenelvientreyentrelosmuslos.Labalade
Dick no le ha causado la menor impresión. Si el terrenome parece propicio, nosdetendremosenelextremoseptentrionaldel lago;allí,Kennedypodráhacerde lassuyasydesquitarse.
—¡De acuerdo! —dijo Joe—. Que cace el señor Dick algún hipopótamo; megustaríaprobarlacarnedeeseanfibio.NomeparecenaturalpenetrarhastaelcentrodeÁfricaparavivirdechochasyperdicescomoenInglaterra.
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CAPITULOXXXII
DesdesullegadaallagoChadelVictoriahabíaencontradounacorriente,queseinclinabamásaloeste.Algunasnubesmoderabanelcalordeldía;además,circulabaunpocodeaireenaquellainmensaextensióndeagua.Sinembargo,hacialauna,elglobo, tras cruzar en diagonal aquella parte del lago, se internó en las tierras porespaciodesieteuochomillas.
El doctor, al principio algo contrariado por esta dirección, ya no pensó enquejarse de ella cuando distinguió la ciudad deKuka, la célebre capital deBornu,rodeada de murallas de arcilla blanca; unas mezquitas bastante toscas se alzabanpesadamente por encima de esa especie de tablero de damas que forman las casasárabes.Enlospatiosdelascasasyenlasplazaspúblicascrecíanpalmerasyárbolesde caucho, coronadosporuna cúpulade follajedemásde cienpies de ancho. Joecomentóqueeltamañodeaquellosparasolesguardabaproporciónconlaintensidadde los rayos de sol, lo que le permitió sacar conclusionesmuy halagüeñas para laProvidencia.
Kukaestáformadapordosciudadesdistintas,separadasporeldendal,unpaseodetrescientastoesasdeancho,alasazónatestadodetranseúntesapieyacaballo.Aunladoseencuentralaciudadrica,consuscasasaltasyaireadas,yalotrolaciudadpobre, triste aglomeración de chozas bajas y cónicas, donde pulula una poblaciónindigente,porqueKukanoesnicomercialniindustrial.
Kennedyencontró enaquellasdos ciudades,perfectamentediferenciadas, ciertasemejanzaconunEdimburgoqueseextendieraenunllano.
Pero losviajerosnopudierondedicar aKukamásqueunamiradamuy rápida,porque con la inestabilidad característica de las corrientes de aquella comarca, unviento contrario sobrevino de pronto y los arrastró por espacio de unas cuarentamillassobreelChad.
Entoncesse lespresentóunnuevopanorama.Podíancontar lasnumerosas islasdel lago,habitadaspor losbiddiomahs, sanguinariospiratasnomenos temidosquelos tuaregs del Sahara. Aquellos salvajes se disponían a recibir valerosamente alVictoriaconflechasypiedras,peroelgloboprontodejóatráslasislas,sobrelasqueparecíaaletearcomounescarabajogigantesco.
Enaquelmomento,Joemirabaelhorizonte,yvolviéndosehaciaKennedyledijo:—SeñorDick, usted que siempre está pensando en cazar, aquí tiene una buena
oportunidad.—¿Porqué,Joe?—Yahoramiseñornoseopondráasusdisparos.—Explícate.—¿Novequébandadadepajarracossedirigehacianosotros?
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—¡Pajarracos!—exclamóeldoctor,cogiendoelanteojo.—Sí,losveo—replicóKennedy—.Porlomenoshayunadocena.—Sinoleimporta,catorce—respondióJoe.—¡Quiera el cielo que sean de una especie bastante dañina para que el tierno
Samuelnotenganadaqueobjetarme!—Loqueyodigoes—respondióFergusson—quepreferiríaqueesospajarracos
estuvieranmuylejosdenosotros.—¿Lestienemiedo?—dijoJoe.—Sonquebrantahuesosdegrantamaño,Joe,ysinosatacan…—¿Yqué?Si nos atacan, nos defenderemos,SamuelTenemos todoun arsenal.
Nomeparecequeesosanimalesseanmuytemibles.—¿Quiénsabe?—respondióeldoctor.Diezminutosdespués,labandadasehabíapuestoatiro.Loscatorceindividuos
de que se componía lanzaban roncos graznidos y avanzaban hacia elVictoriamásirritadosqueasustadosporsupresencia.
—¡Cómogritan!—dijoJoe—.¡Quéescándalo!Alparecernoleshacegraciaquealguieninvadasusdominiosysepongaavolarcomoellos.
—Laverdades—dijoelcazador—quesuaspectoesimponente,ymepareceríanbastantetemiblessifuesenarmadosconunacarabinaPurdeyMoore.
—Nolanecesitan—respondióFergusson,cuyosemblanteempezabaanublarse.Losquebrantahuesosvolabantrazandoinmensoscírculos,queibanestrechándose
alrededordelVictoria.Cruzabanel cielo conuna rapidez fantástica, precipitándosealgunasvecescon lavelocidaddeunproyectilyrompiendosu líneadeproyecciónmedianteunbruscoyaudazgiro.
El doctor, inquieto, resolvió elevarse en la atmósfera para escapar de aquelpeligrosovecindarioydilatóelhidrógenodelglobo,elcualsubióalmomento.
Perolosquebrantahuesossubieronconél,pocodispuestosaabandonarlo.—Tienen trazas de querer armar camorra —dijo el cazador, amartillando su
carabina.Enefecto,lospájarosseacercaban,yalgunosdeellosparecíandesafiarlasarmas
deKennedy.—¡Quéganastengodehacerfuego!—dijoéste.—¡No,Dick,no!¡Nolosprovoquemos!¡Nosatacarían!—¡Buenacuentadaríayodeellos!—Teequivocas,Dick.—Tenemosunabalaparacadauno.—Y si se colocan encima del globo, ¿cómo les dispararás? Imagínate que te
encuentrasentierrafrenteaunamanadadeleones,orodeadodetiburonesenplenoocéano.Puesbien,paraunaeronauta,lasituaciónnoesmenospeligrosa.
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—¿Hablasenserio,Samuel?—Muyenserio,Dick.—Entonces,esperemos.—Aguarda…Estatepreparadoporsinosatacan,peronohagasfuegohastaque
yotelodiga.Los pájaros se agruparon a poca distancia, de suerte que se distinguían
perfectamente su cuello pelado, que estiraban para gritar, y su cresta cartilaginosa,salpicadadepapilasvioláceas,queseerguíaconfuror.Sucuerpoteníamásdetrespiesdelongitud,ylaparteinferiordesusblancasalasresplandecíaalsol.Hubiérasedichoqueerantiburonesalados,conloscualespresentabanunfantásticoparecido.
—¡Nos siguen!—dijo el doctor, viéndolos elevarse con él—. ¡Y pormás quesubamos,subirántantocomonosotros!
—¿Qué hacer, pues?—preguntó Kennedy. El doctor no respondió—.Atiende,Samuel—prosiguióelcazador—;haciendofuegocontodasnuestrasarmas,tenemosa nuestra disposición diecisiete tiros contra catorce enemigos. ¿Crees que nopodremosmatarlosodispersarlos?Yomeencargodeunoscuantos.
—Nopongoenduda tudestreza,Dick,ydoypormuertos a losquepasenpordelantedetucarabina;pero,telorepito,siatacanelhemisferiosuperiordelglobo,sepondránacubiertode tusdisparosy romperánelenvoltorioquenossostiene. ¡Noshallamosatresmilpiesdealtura!
Enaquelmismomomento,unodelospájarosmásferocessedirigióalgloboconelpicoylasgarrasabiertos,enactituddemorderydesgarrarauntiempo.
—¡Fuego,fuego!—gritóeldoctor.Yelpájaro,mortalmenteherido,cayódandovueltasenelespacio.KennedycogióunaescopetadedoscañonesyJoeamartillóotra.Asustadosporelestampido,losquebrantahuesossealejaronmomentáneamente,
perovolvieroncasienseguidaalacargaconfurorcentuplicado.Kennedydecapitódeunbalazoalqueteníamáscerca.Joelerompióunalaaotro.
—Yanoquedanmásqueonce—dijo.Peroentonceslospájarosadoptaronotratácticay,comosisehubiesenpuestode
acuerdo,sedirigieronalVictoria;KennedymiróaFergusson.Éste,apesardesuimpasibilidadyenergía,sepusopálido.Hubounmomentode
espantososilencio.Despuésseoyóunruidoestridente,comoeldeuntejidodesedaqueserasga,ylabarquillaempezóaprecipitarserápidamente.
—¡Estamos perdidos!—gritó Fergusson, fijando la vista en el barómetro, quesubíamuydeprisa.
—¡Afueraellastre!—añadió—.¡Nadadelastre!Yenpocossegundosdesapareciótodoelcuarzo.—¡Seguimos cayendo!… ¡Vaciad las cajas de agua! ¿Me oyes, Joe? ¡Nos
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precipitamosenellago!Joe obedeció. El doctor se inclinó, mirando el lago que parecía subir hacia él
comounamareaascendente.Elvolumende losobjetosaumentaba rápidamente; labarquillaseencontrabaamenosdedoscientospiesdelasuperficiedelChad.
—¡Lasprovisiones!¡Lasprovisiones!—exclamóeldoctor.Ylacajaquelasconteníafuelanzadaalespacio.Lavelocidaddelacaídadisminuyó,perolosdesdichadosseguíancayendo.—¡Echadmás!¡Echadmás!—repitióeldoctor.—Noquedayanada—dijoKennedy.—¡Sí!—respondiólacónicamenteJoe,persignándoserápidamente.Ydesaparecióporencimadelaborda.—¡Joe!¡Joe!—gritóeldoctor,aterrorizado.PeroJoeyanopodíaoírle.ElVictoria,sinlastre,recobrósumarchaascensionaly
se elevó hasta una altura de mil pies. El viento, introduciéndose en la envolturadeshinchada,loarrastrabahacialascostasseptentrionales.
—¡Perdido!—dijoelcazadorconungestodedesesperación.—¡Perdidoporsalvarnos!—respondióFergusson.Y dos gruesas lágrimas brotaron de los ojos de aquellos dos hombres tan
intrépidos. Ambos se asomaron, intentando distinguir algún rastro del desgraciadoJoe,peroyaestabanlejos.
—¿Quéharemos?—preguntóKennedy.—Bajaratierraencuantoseaposible,Dick,yaguardar.Después de haber recorrido sesenta millas, el Victoria descendió a una costa
desierta, al norte del lago. Engancharon las anclas en un árbol poco elevado, y elcazadorlassujetósólidamente.
Llególanoche,peroniFergussonniKennedypudieronconciliarelsueñounsoloinstante.
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CAPITULOXXXIII
Aldíasiguiente,13demayo, losviajeros reconocieron lapartede lacostaqueocupaban, la cual era una especie de islote en medio de un inmenso pantano.Alrededor de aquel trozo de terreno firme se levantaban cañas tan grandes comoárbolesdeEuropayqueseextendíanhastadondealcanzabalavista.
Aquellas ciénagas inaccesibles hacían segura la posición del Victoria. Bastabavigilar lapartedel lago.La superficiedelaguaparecía ilimitada, sobre todoporeleste,sinqueenningúnpuntodelhorizontesedistinguiesenniislasnicontinente.
Nosehabíanatrevidoaúnlosdosamigosahablardesudesgraciadocompañero.Kennedyparticipó,alcabo,susconjeturasaldoctor.
—Quizá Joeno esté perdido—dijo—.Esunmuchacho listo comopocosyunexcelente nadador. En Edimburgo atravesaba sin dificultad el Firth of Forth. Lovolveremosaver,aunquenosénicómonicuándo;pornuestraparte,debemoshacertodoloposibleparafacilitarlelaocasióndeencontrarnos.
—Diosteoiga,Dick—respondióeldoctor,conmovido—.Haremoscuantoestéanuestroalcanceparaencontraranuestroamigo.Antetodo,orientémonos,despuésdehaberliberadoalVictoriadesuenvolturaexterior,quedenadasirve,conloquenoslibraremosdeunpesodeseiscientascincuentalibras.
El doctor Fergusson y Kennedy pusieron manos a la obra. Tropezaron congrandes dificultades, pues fue preciso arrancar trozo a trozo el tafetán, que ofrecíamucharesistencia,ycortarloenestrechastirasparadesprenderlodelasmallasdelared.Eldesgarrónocasionadoporelpicodelosquebrantahuesosteníaalgunospiesdelongitud.
Invirtieronmásdecuatrohorasen laoperación;peroal finvieronqueelglobointerior,enteramenteaislado,nohabíasufridoningunaavería.ElVictoriaofrecíaunvolumenunaquintapartemenorqueeldeantes.LadiferenciafuebastantesensibleparallamarlaatencióndeKennedy.
—¿Serásuficiente?—preguntóaldoctor.—Acerca del particular, Dick, puedes estar tranquilo. Yo restableceré el
equilibrio,y,sivuelvenuestropobreJoe,volveremosaemprenderconélelcaminoporelespacio.
—Si no me falla la memoria, Samuel, en el momento de nuestra caída nodebíamosdeestarmuylejosdeunaisla.
—Lorecuerdo,enefecto;peroaquella isla,comotodas lasdelChad,estarásinduda habitada por una chusma de piratas y asesinos que seguramente habrán sidotestigosdenuestracatástrofe,ysiJoecaeensusmanos,¿quéserádeél,anoserquelasupersticiónleproteja?
—Él es perfectamente capaz de ingeniárselas para salir de apuros, te lo repito;
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confíoensudestrezayensuinteligencia.—Tambiényo.Ahora,Dick,veteacazarporlasinmediaciones,peronotealejes.
Urgerenovarnuestrosvíveres,deloscualeshemossacrificadolamayorparte.—Bien,Samuel;volverépronto.Kennedycogióunaescopetadedoscañonesy,porentrelascrecidashierbas,se
dirigióaunbosquebastantecercano.Repetidosdisparosdieronaentenderaldoctorquelacazaseríaabundante.
Entretanto, él se ocupó de hacer el inventarlo de los objetos conservados en labarquillaydeestablecerelequilibriodel segundoaeróstato.Quedabanunas treintalibrasdepemmican,algunasprovisionesdetéycafé,unacajadeungalónymediodeaguardienteyotradeaguatotalmentevacía;todalacarnesecahabíadesaparecido.
El doctor sabía que, a causa de la pérdida del hidrógeno del primer globo, sufuerzaascensionalhabíasufridounareduccióndeunasnovecientaslibras.Asípues,tuvoquebasarseenestadiferenciaparareconstruirsuequilibrio.ElnuevoVictoriatenía una capacidad de sesenta y siete mil pies y contenía treinta y tres milcuatrocientosochentapiescúbicosdegas.Elaparatodedilataciónparecíahallarseenbuenestado,ylaespitayelserpentínnohabíanexperimentadodeterioroalguno.
Lafuerzaascensionaldelnuevogloboera,pues,deunastresmillibras.Sumandoel peso del aparato, de los viajeros, de la provisión de agua, de la barquilla y susaccesorios,yembarcandocincuentagalonesdeaguaycienlibrasdecarnefresca,eldoctorllegabaauntotaldedosmilochocientastreintalibras.
Podía,portanto,llevarparaloscasosimprevistoscientosetentalibrasdelastre,encuyocasoelaeróstatosehallaríaequilibradoconelaire.
Tomó sus disposiciones en consecuencia y reemplazó el peso de Joe por unsuplementodelastre.Invirtiótodoeldíaenestospreparativos,loscualesllegaronasutérminoalregresarKennedy.Elcazadorhabíaaprovechadolasmuniciones.Volviócon todo un cargamento de gansos, ánades, chochas, cercetas y chorlitos, que élmismo se encargó de preparar y ahumar.Ensartó cada pieza en una fina caña y lacolgó sobre una hoguera de leña verde. Cuando las aves estuvieron en su puntofueronalmacenadasenlabarquilla.
Aldíasiguiente,elcazadordebíacompletarlasprovisiones.La noche sorprendió a los viajeros en medio de sus ocupaciones. Su cena se
compuso de pemmican, galletas y té. El cansancio, después de haberles abierto elapetito, les dio sueño.Durante su guardia, ambos interrogaronmás de una vez lastinieblascreyendooírlavozdeJoe,pero,¡ay!,estabamuylejosdeellosaquellavozquehubieranqueridooír.
Alrayarelalba,eldoctordespertóaKennedy.—Hemeditadomucho—ledijo—acercadeloqueconvienehacerparaencontrar
anuestrocompañero.
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—Cualquieraqueseatuproyecto,Samuel,loapruebo.Habla.—LomásimportanteesqueJoetenganoticiasnuestras.—¡Exacto!Sillegaseafigurarsequeloabandonamos…—¿Él? ¡Nos conoce demasiado! Nunca se le ocurriría semejante idea; pero es
precisoquesepadóndeestamos.—Pero¿cómo?—Montaremosenlabarquillaynoselevaremos.—¿Ysielvientonosarrastra?—No nos arrastrará, afortunadamente. El viento nos conduce al lago, y esta
circunstancia,quehubierasidocontrariaayer,hoyespropicia.Nuestrosesfuerzosselimitarán,pues,amantenernosdurantetodoeldíasobreestavastaextensióndeagua.Joe no podrá dejar de vernos allí donde sus miradas se dirigirán incesantemente.Acasolleguehastaainformarnosdesuparadero.
—Lohará,sinduda,siestásoloylibre.—Ysiestápreso—repusoeldoctor—,noteniendolosindígenaslacostumbrede
encerrarasuscautivos,nosveraycomprenderáelobjetodenuestraspesquisas.—Pero —repuso Kennedy—, si no hallamos ningún indicio, pues debemos
preverlotodo,sinohadejadounahuelladesupaso,¿quéharemos?—Procuraremos regresar a la parte septentrional del lago,manteniéndonos a la
vista todo loposible;allí,aguardaremos,exploraremos lasorillas, registraremos lasmárgenes,alascualesJoeintentarásindudallegar,ynonosiremossinhaberhechotodoloposibleporencontrarlo.
—Partamos,pues—respondióelcazador.Eldoctortomóelplanoexactodeaquelpedazodetierrafirmequeibaadejary
estimó,segúnsumapa,quesehallabaalnortedelChad,entrelaciudaddeLariylaaldeadeIngemini,visitadasambasporelmayorDenham.Mientras tanto,Kennedycompletó susprovisionesdecarne fresca; sinembargo,peseaqueen lospantanoscircundantessedistinguíanhuellasderinocerontes,manatíesehipopótamos,notuvoocasióndeencontrarunosolodesemejantesanimales.
A las siete de lamañana, no sin grandes dificultades de esas que el pobre Joesabía solucionar a lasmilmaravillas, desengancharon el ancla del árbol. El gas sedilató y el nuevo Victoria se elevó a doscientos pies del suelo. Primero vaciló,girandosobresímismo;peroatrapadoluegoporunacorrientebastanteactiva,avanzósobreellagoyfueempujadomuyprontoaunavelocidaddeveintemillasporhora.
Eldoctorsemantuvoconstantementeaunaalturaquevariabaentredoscientosyquinientos pies. Kennedy descargaba con frecuencia su carabina. Cuandosobrevolaban las islas, los viajeros se acercaban a tierra imprudentemente,registrandoconlamiradaloscotos,losmatorrales,losjarales,lospuntossombríos,todas las desigualdadesde las rocas capacesdedar asilo a su compañero.Bajaban
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hastasituarsemuycercadelaslargaspiraguasquesurcabanellago.Lospescadores,alverles,seprecipitabanalaguayregresabanasuisla,sindisimularenabsolutoelmiedoquesentían.
—Nosevenada—dijoKennedy,despuésdedoshorasdebúsqueda.—Aguardaremos,Dick,sindesanimarnos;nodebemosdeestarlejosdellugardel
accidente.A las once, el Victoria había avanzado noventa millas. Encontró entonces una
nuevacorrienteque,enángulocasirecto,loimpelióunassesentamillashaciaeleste.Planeabasobreunaislamuyextensaypobladaque,enopinióndeldoctor,debíadeserFarram,dondeseencuentralacapitaldelosbiddiomahs.AldoctorFergussonleparecíaquedetodoslosmatorralesveíasaliraJoeescapándoseyllamándole.Libre,lo hubieran cogido sin dificultad; preso, se hubieran apoderado de él repitiendo lamaniobra empleada con elmisionero; pero nada apareció, nada semovió.Motivoshabíaparadesesperarse.
Alasdosymedia,elVictoriaavistóTangalia,aldeasituadaenlamargenorientaldelChad y quemarcó el punto extremo alcanzado porDenham en la época de suexploración.
Inquietabaaldoctorladirecciónpersistentedelviento.Sesentíaempujadohaciaeleste,arrojadodenuevoalcentrodeÁfrica,alosinterminablesdesiertos.
—Esabsolutamenteindispensablequenosdetengamos——dijo—,einclusoquetomemostierra.Debemosregresarallago,sobretodoporJoe;perotratemosantesdeencontrarunacorrienteopuesta.
Por espacio demás de una hora, buscó en diferentes zonas. ElVictoria siguióderivandotierraadentro;pero,afortunadamente,alaalturademilpiesunvientomuyfuertelocondujohaciaelnoroeste.
No era posible que Joe estuviese retenido en una de las islas del lago, pueshubierahalladoalgúnmediodemanifestarsupresencia.Talvezlehabíanllevadoatierra.AsídiscurríaeldoctorcuandovolvióaverlaorillaseptentrionaldelChad.
LaideadequeJoesehubieseahogadoerainadmisible.UnpensamientohorriblecruzólamentedeFergussonydeKennedy:loscaimaneserannumerososenaquellosparajes.Peroniunoniotrotuvieronvalorparaformularsemejantepreocupación.Sinembargo,resultabataninsistentequeeldoctordijosinmáspreámbulos:
—Loscocodrilosnoseencuentranmásqueenlasorillasdelasislasodellago,yJoe habrá sido bastante diestro para no caer en sus garras. Además, no son muypeligrosos,pueslosafricanossebañanimpunementesintemersusataques.
Kennedynorespondió;preferíacallaradiscutirtanterribleposibilidad.EldoctordistinguiólaciudaddeLarlhacialascincodelatarde.Loshabitantes
estaban ocupados en la recolección del algodón delante de chozas formadas concañasentretejidas,enmediodecercadosmuylimpiosycuidadosamenteconservados.
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Aquella aglomeración de unas cincuenta cabañas ocupaba una ligera depresión deterrenoenunvallequeseextendíaentresuavescolinas.Laviolenciadelvientoleshacíaavanzarmásdeloquelesconvenía;perosudirecciónvarióporsegundavezycondujoalVictoriaprecisamenteasupuntodepartidaenellago,enlaespeciedeislafirmedondehabíanpasado lanocheprecedente.Elancla,en lugardeencontrar lasramasdelárbol,hizopresaenlasraícesdeunhazdecañasalasquedabaunagranresistenciaelfangodelpantano.
Aduraspenaspudoeldoctorcontenerelaeróstato;pero,alfin,elvientoamainóalllegarlanoche,quelosdosamigospasaronenvela,casidesesperados.
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CAPITULOXXXIV
A las tres de lamañana, el viento soplaba tan furiosamente que elVictoria nopodíapermanecersinpeligrocercadelsuelo,yaquelascañasrozabansutafetányloexponíanaromperse.
—Tenemos que irnos, Dick —dijo el doctor—. No podemos seguir en estasituación.
—Pero¿yJoe?—¡Noloabandono!¡Volveréaporélaunqueelhuracánmelleveacienmillasal
norte!Peroaquícomprometemoslaseguridaddetodos.—¡Partirsinél!—exclamóelescocéscongrandolor.—¿Creesacaso—repusoFergusson—quenotengoelcorazóntanlaceradocomo
tú?¡Obedezcoaunanecesidadimperiosa!—Estoyatusórdenes—respondióelcazador—.Partamos.Pero la partida ofrecía grandes dificultades. El ancla, profundamente hincada,
resistía a todos los esfuerzos, y el globo, tirando en sentido inverso, aumentaba suresistencia.Kennedynologróarrancarla;además,enlaposiciónenquesehallabasumaniobraeramuypeligrosa,porqueseexponíaaqueelVictoriaascendieseantesdepoderélmontarenlabarquilla.
Noqueriendoexponerseaunaeventualidaddetantatrascendencia,eldoctorhizoregresaralabarquillaalescocés,resignándoseacortarelcabledelancla.ElVictoriadioenelaireunsaltodetrescientospiesypusodirectamenterumboalnorte.
Fergussonnopodíadejardesometerseaesatormenta,demaneraquesecruzódebrazosabsortoensustristesreflexiones.
Despuésdealgunosinstantesdeprofundosilencio,sevolvióhaciaKennedy,nomenostaciturno.
—Tal vez hayamos tentado a Dios —dijo—. ¡No corresponde a los hombresemprenderunviajesemejante!
Yseescapódesupechoundolorososuspiro.—Haceapenasunosdías—respondióelcazador—nosfelicitábamosporhaber
escapadoatantospeligros.¡Nosdimoslostresunapretóndemanos!—¡Pobre Joe! ¡Tan bondadoso! ¡Con un corazón tan valiente y franco!
Deslumbradomomentáneamenteporsusriquezas,acontinuaciónsacrificabagustososustesoros.¡Yahoratanlejosdenosotros!¡Yelvientonosarrastraaunavelocidadirresistible!
—Dime,Samuel,admitiendoquehayahalladoasiloentrelastribusdellago,¿nopodría hacer como los viajeros que las han visitado antes que nosotros, comoDenhamyBarth?Éstosregresaronasupaís.
—¡Notehagas ilusiones,Dick! ¡Joenosabeunapalabrade la lenguadelpaís!
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¡Estásoloysinrecursos!Losviajerosdequetúhablasnodabanunpasosinenviaralos jefes numerosos presentes, sin llevar una gran escolta, sin estar armados ypreparados para una expedición. ¡Y aun así, no podían evitar padecimientos ytribulaciones de la peor especie! ¿Qué quieres que haga nuestro desgraciadocompañero?¿Quéserádeél?¡Eshorriblepensarlo!Jamáshabíaexperimentadopesartangrande.
—Perovolveremos,Samuel.—Volveremos,Dick,aunquetengamosqueabandonarelVictoria,volverapieal
lagoChadyponernosencomunicaciónconelsultándeBornu.Losárabesnopuedenhaberconservadounmalrecuerdodeloseuropeos.
—¡Te seguiré, Samuel! —respondió el cazador con energía—. ¡Puedes contarconmigo! ¡Antes renunciaremos a terminar este viaje! Joe se ha sacrificado pornosotros,¡nosotrosnossacrificaremosporél!
Estaresolucióndevolvióalgúnvaloralcorazóndeaquellosdoshombres.Laideaensí los fortaleció.Fergussonhizo todo lo imaginableparaencontrarunacorrientecontraria que le acercase al Chad; pero en aquellos momentos era imposible, eincluso el descenso resultaba impracticable en un terreno pelado y reinando unhuracándetanespantosaviolencia.
El Victoria atravesó también el país de los tibúes, salvó el Belad-el-Dierid,desiertoespinosoqueformalafronteradeSudán,ypenetróeneldesiertodearena,surcadoporlargosrastrosdecaravanas.Muypronto,laúltimalíneadevegetaciónseconfundió con el cielo en el horizonte meridional, no lejos del principal oasis deaquella parte de África, dotado de cincuenta pozos sombreados por árbolesmagníficos.Peroelglobonopudodetenerse.Uncampamentoárabe,tiendasdetelaslistadas,algunoscamellosqueestirabansobrelaarenasucabezadevíboraanimabanaquellasoledad;maselVictoriapasócomounaexhalación,yrecorrióentreshorasunadistanciadesesentamillas,sinqueFergussonpudiesedominarsurumbo.
—¡Nopodemoshaceralto!—dijo—.¡Nopodemostampocobajar!¡Niunárbol!¡Niunaprominenciaenelterreno!¿Vamos,pues,apasarelSahara?¡Decididamente,elcieloestácontranosotros!
Así hablaba, conuna rabiadedesesperado, cuandovio, al norte, las arenasdeldesiertoagitarseentrenubesdedensopolvoyarremolinarseaimpulsosdecorrientesopuestas.
En medio del torbellino, quebrantada, rota, derribada, una caravana enteradesaparecía bajo el alud de arena; los camellos lanzaban gemidos sordos ylastimosos; gritos y aullidos surgían de aquella niebla sofocante. A veces un trajemulticolor destacaba entre aquel caos, y el mugido de la tempestad dominaba laescenadedestrucción.
Luegolaarenaseacumulóformandonubescompactas,ydondemomentosantes
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seextendíalalisallanura,ahoraselevantabaunacolinaaúnagitada,inmensatumbadeunacaravanaengullida.
El doctor y Kennedy, pálidos, asistían a aquel terrible espectáculo. No podíanmanejar el globo, que se arremolinaba enmedio de corrientes contrarias, y ya noobedecía a las diferentes dilataciones del gas. Envuelto en los torbellinos de laatmósfera, giraba con una rapidez vertiginosa, y la barquilla describía ampliasoscilaciones;losinstrumentoscolgadosbajolatiendachocabanunosconotroshastahacersepedazos; los tubosdel serpentín seenroscabanamenazando rompersey lascajasdeaguaseagitabanconestrépito.Losviajerosnopodíanoírseyseagarrabanconcrispaciónalascuerdas,intentandolucharcontraelfurordelhuracán.
Kennedy, con los cabellos revueltos, miraba sin hablar; pero el doctor habíarecobradolaaudaciaenmediodelpeligroyningunadesusviolentasemocionessetradujoensusemblante,niauncuando,despuésdeunúltimoremolino,elVictoriasehalló súbitamente detenido enmedio de una calma inesperada. El viento del nortehabíaganadolapartidayloimpelíaensentidoinversoporelcaminodelamañana,connomenosrapidez.
—¿Adóndevamos?—exclamóKennedy.—DejemosactuaralaProvidencia,amigoDick;hehechomalendudardeella;
sabe mejor que nosotros lo que nos conviene, y ahí nos tienes regresando a loslugaresqueesperábamosnovolveraver.
Aquelterrenotanllano,tanigualdurantelaida,sehallabaahorarevuelto,comoelmardespuésdelatempestad.Unaseriedepequeñosmontículos,apenasasentados,jalonaban el desierto; el viento soplaba con violencia y el Victoria volaba en elespacio.
Ladirecciónseguidaporlosviajerosdiferíaligeramentedelaquehabíantomadoporlamañana;asípues,hacialasnueve,enlugardeencontrarlasorillasdelChad,todavíavieroneldesiertoqueseextendíaanteellos.
Kennedycomentóelhecho.—Da igual —respondió el doctor—. Lo importante es volver al sur;
encontraremos de nuevo las ciudades deBornu,Wuddle yKuka, y no vacilaré endetenermeenellas.
—Siatiteparecebien,amítambién—respondióelcazador—.¡PeroquieraelCielo que no nos veamos reducidos a atravesar el desierto como aquellosdesgraciadosárabes!Loquehemosvistoeshorrible.
—Yserepiteconfrecuencia,Dick.Lastravesíasporeldesiertosonmuchomáspeligrosasqueporelocéano.Eldesiertopresentatodoslospeligrosdelmar,ademásdefatigasyprivacionesinsostenibles.
—Meparece—dijoKennedy—que el viento tiende a calmar. El polvo de losarenalesesmenoscompacto,susondulacionesdisminuyenyelhorizonteseaclara.
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—Mejor;esprecisoexaminaratentamenteconelanteojoyqueningúnobjetosenosescape.
—Meencargodeello,Samuel.Encuantoaparezcaunárbol,aviso.YKennedy,conelanteojoenlamano,secolocóenlaproadelabarquilla.
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CAPITULOXXXV
¿QuéeradeJoedurantelavanabúsquedadesuseñor?Trasarrojarseallago,suprimermovimientoalvolveralasuperficiefuelevantar
la vista. Vio entonces al Victoria, muy elevado ya, que subía más y más a granvelocidad, la cual poco a poco fue disminuyendo, y que luego, atrapado por unacorrienteviolenta,desaparecíahaciaelnorte.Suseñor,susamigos,estabansalvados.
«Hasidounasuerte—sedijo—quesemehayaocurridolaideadearrojarmealChad.Sino,selehabríaocurridoalseñorKennedy,elcualtampocohabríavaciladoen hacer lo que acabo de hacer yo, porque es muy natural que un hombre sesacrifiqueparasalvarados.Esoesmatemático».
Tranquilizadosobreestepunto,Joeempezóapensarensímismo.Sehallabaenmediodeunlagoinmensorodeadodetribusdesconocidasy,probablemente,feroces.Razóndemásparaprocurarsalirdeapuroscontandosóloconsuspropiasfuerzas.Nopodíahacerotracosa.
Antesdelataquedelasavesdepresa,que,ensuopinión,sehabíancomportadocomoauténticosquebrantahuesos,habíadistinguidounaislaenelhorizonte;resolvió,pues,dirigirseaella,yempezóadesplegartodossusconocimientosenelartedelanatación, después de desprenderse de sus más pesadas prendas de vestir. No learredrabaenabsolutounpaseodecincooseismillas;poresomientrasestuvoenellagonosepreocupómásquedenadarconvigoryenlínearecta.
Alcabodehoraymedia,ladistanciaqueleseparabadelaislahabíadisminuidoconsiderablemente.
Pero, a medida que se acercaba a la orilla, cruzo por su mente una idea que,siendo en un principio pasajera, se apoderó luego tenazmente de su cerebro. Sabíaquepoblabanlasorillasdellagoenormescaimanescuyavoracidadconocía.
Por más que tuviese la manía de que todo es natural en este mundo, el buenmuchacho estaba preocupado sin poderlo remediar; antojósele que la carne blancadebía de halagar muy particularmente el paladar de los cocodrilos, y, porconsiguiente, se iba acercando a la playa con las mayores precauciones. En estadisposición de ánimo, hallándose a unas cien brazas de una margen coronada deverdes árboles, llegó a su olfato una bocanada de aire cargado de un fuerte olor aalmizcle.
«¡Yaaparecióloqueyotemía!—sedijo—.¡Elcaimánnoandalejos!».Ysezambullórápidamente,aunquenolobastanteparaevitarelcontactodeun
cuerpo enorme, cuya escamosa epidermis le arañó al pasar; se creyó perdido yempezó a nadar con una precipitación desesperada; subió a la superficie, respiró ydesapareciódenuevo.Pasóuncuartodehoraenunaangustiaindeciblequetodasufilosofía no pudo dominar, creyendo oír detrás el ruido de las monstruosas
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mandíbulas que ya casi le tenían atrapado. Nadaba entre dos aguas, con lamayorsuavidad posible, cuando se sintió cogido por un brazo y luego por la mitad delcuerpo.
¡Pobre Joe!Tuvo para su señor un último pensamiento y empezó a luchar condesesperación, sintiéndose atraído, no hacia el fondo del lago, que es a donde loscocodrilossuelenarrastrarlapresaparadevorarla,sinohacialasuperficie.
Nobienpudo respirary abrir losojos, sevioentredosnegrosqueparecíandeébano,loscualeslesujetabanvigorosamenteylanzabangritosextraños.
—¡Toma!—exclamó Joe—. ¡Negros en lugar de caimanes! Mal por mal, losprefiero.Pero¿cómoseatrevenesosmonotesabañarseenestosparajes?
JoeignorabaqueloshabitantesdelasislasdelChadcomootrosmuchosnegros,sezambullenimpunementeenlasislasinfestadasdecaimanes,sinhacerleselmenorcaso. Los anfibios de aquel lago gozan sobre todo de una reputación bastantemerecidadeanimalesinofensivos.
Pero ¿no había evitado Joe un peligro para caer en otro? Dio a losacontecimientoselencargoderesolveresteproblemay,nopudiendohacerotracosa,sedejóconduciralaplayasinmanifestarelmenormiedo.
«Evidentemente—se decía—, estos salvajes han visto el Victoria rozando lasaguasdel lagocomounmonstruoaéreo;hansidotestigoslejanosdemicaídaynopueden dejar de guardar consideraciones a un hombre caído del cielo.Dejémoslesobrarasugusto».
Estaba Joe sumido en estas reflexiones cuando aterrizó en medio de unamuchedumbre aulladora, compuesta de individuos de ambos sexos y de todas lasedades,aunquenodetodosloscolores.Seencontrabaentreunatribudebiddiomahsdeunnegromagnífico.Notuvomotivosparaavergonzarsedelaligerezadesutraje,yaquesehallaba«desnudo»alaúltimamodadelpaís.
Peroantesdetenertiempodedarsecuentadesusituación,nopudoequivocarserespectoalaadoracióndequeeraobjeto,loquenodejódetranquilizarle,sibienlahistoriadeKazehasaltósumemoria.
«¡Presientoquevoyaconvertirmedenuevoenundios,enunhijocualquieradela Luna! En fin, lo mismo da ese oficio que otro cualquiera cuando no se tieneelección.Loque importaesganar tiempo.SiveopasarelVictoria,aprovecharéminueva posición para ofrecer a mis adoradores el espectáculo de una ascensiónmilagrosa».
Mientras se hacía Joe estas reflexiones, la turba se agolpaba a su alrededor, seprosternaba ante él, aullaba, lo palpaba, se hacía familiar, y tuvo la buena idea deofrecerleunmagníficofestín,compuestodelecheagriaymielconarrozmachacado.Eldignomuchacho,quedetodosabíasacarpartido,hizounadelasmejorescomidasde su vida y dio a su pueblo una ajustada idea de cómodevoran los dioses en las
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grandesocasiones.Llegadalatarde,losmagosdelaislalocogieronrespetuosamentedelamanoylo
condujeronaunaespeciedechozarodeadadetalismanes.Antesdepenetrarenella,Joe echó una mirada bastante inquieta a algunos montones de huesos que habíaalrededordelsantuario,yestabapensandoensuposicióncuandoloencerraronenlachoza.
Alanochecer,yaundespuésdemuyentradalanoche,oyócánticosdefiesta,elretumbar de una especie de tambor y un estrépito de chatarra, todo ello muyagradableparaoídosafricanos.Corosdeaullidosacompañabaninterminablesdanzascondimentadas con contorsiones y gestos, que se bailaban alrededor de la cabañasagrada.
Porentreloscañizosrebozadosdelodoqueformabanlasparedesdelachoza,Joedistinguía aquel conjunto ensordecedor, y tal vez enotras circunstancias le hubieradivertido tan extraña ceremonia; pero una idea muy desagradable atormentaba sumente.Aunmirando las cosas bajo elmejor aspecto posible, le parecía estúpido einclusotristehallarseperdidoenaquellacomarcasalvajeentresemejantestribus.Delosviajerosquehabíanllegadoaaquellascomarcas,pocoshabíanvueltoasupatria.¿Podía fiarse de la adoración de que era objeto? ¡Teníamuy buenas razones paracreer en la vanidad de las grandezas humanas! Se preguntó si, en aquel país, laadoraciónllevaríahastaelextremodecomersealadorado.
Pese a tan lamentable perspectiva, después de algunas horas de reflexión elcansancio pudo más que las ideas negras y Joe se entregó a un sueño bastanteprofundo,quesindudahabríaduradohastaelamanecersinolehubiesedespertadounahumedadinesperada.
Aquellahumedadnotardóenconvertirseenagua,quesubióhastacubrirleaJoelamitaddelcuerpo.
«¿Quéesesto?—sedijo—.¡Unainundación!¡Unatromba!¡Unnuevosuplicioquehan inventadoesosnegros!Puesnopiensoesperar aque el aguame llegue alcuello».
Apuntaló sus atléticos hombros contra la frágil pared y consiguió derribarla.Entoncesseencontróenmediodellago.Nohabíaisla;sehabíasumergidodurantelanoche.SóloseveíaensulugarlainmensidaddelChad.
«¡Triste país para sus propietarios!», pensó Joe, y volvió a ejercitarvigorosamentesusfacultadesnatatorias.
Un fenómeno bastante frecuente en aquel lago había salvado al valientemozo.Delmismomodoquelaislaenqueélsehallaba,handesaparecidodelanochealamañana otras que presentaban la solidez de una roca, y con frecuencia laspoblaciones ribereñas han tenido que recoger a los infelices que han escapado convidadetanterriblescatástrofes.
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Joe ignoraba esta particularidad,mas no por eso dejó de aprovecharse de ella.Descubrióunabarquichuelaabandonadaynotardóenalcanzarla.Noeramásqueuntronco de árbol toscamente ahuecado. Tenía dentro, afortunadamente, un par deremos,yJoesedejóllevaraladerivaporunacorrientebastanterápida.
«Orientémonos—sedijo—.La estrellaPolar, que desempeñahonradamente suoficiodeindicaratodoelmundoelcaminodelnorte,vendrágustosaenmiayuda».
Sedejóllevarporlacorriente,puesvioconsatisfacciónquelellevabaalaorillaseptentrional del lago.Hacia las dos de lamañana puso el pie en un promontoriocubiertodecañasespinosasqueparecíanmuymolestashastaparaunfilósofo;peroconmuchaoportunidadsehallabaallíunárbolqueleofrecíaasiloentresusramas.Joetrepóaélparamayorseguridad,yaguardódormitando,laluzdelalba.
Llególamañanaconesarapidezpropiadelasregionesecuatoriales.Joeechóunamiradaalárbolquelehabíaservidoderefugiodurantelanoche,ylehelódeterrorunespectáculo inesperado. Las ramas del árbol estaban literalmente cubiertas deserpientes y camaleones, bajo cuyos apretados anillos desaparecía el follaje.Hubiérase dicho que era un árbol de una especie nueva que producía reptiles, loscuales, a los primeros rayos del sol, empezaron a agitarse y retorcerse. Joeexperimentó un sentimiento de terror mezclado con asco y se tiró del árbol entredesapaciblessilbidos.
—Heaquíunaaventuraalaquenadiedarácrédito—dijo.NosabíaquelasúltimascartasdeldoctorVogelmencionabanesasingularidadde
lasorillasdelChad,donde los reptilessonmásnumerososqueenningúnotropaísdelmundo.Despuésdeloqueacababadever,Joeresolviósermáscircunspectoenlosucesivo y, orientándose por el sol, emprendió de nuevo su peregrinación hacia elnoroeste. Evitó con el mayor cuidado cabañas, chozas, barracas, cuevas, en unapalabra,todoloquepudieraservirdereceptáculoalarazahumana.
¡Cuántas veces levantó la vista al cielo! Esperaba ver alVictoria, y, aunque lobuscóenvanodurante todoaqueldíademarcha,nopor ellodisminuyóen lomásmínimolaconfianzaqueteníaensuseñor.Muchafirmezadecarácternecesitabaparaaceptar tan filosóficamente su situación. Uniose el hambre a la fatiga, porque unhombrenoreparasusfuerzasconraíces,méduladearbustosyfrutaspoconutritivas;ysinembargo,segúnsuscálculoshabíaavanzadounasveintemillashaciaeloeste.Las cañas del lago, las acacias y lasmimosas habían lacerado con sus espinas sucuerpo, y sus pies ensangrentados sufrían al andar crueles dolores. Pero logrósobreponerseasuspadecimientosyresolviópasarlanochejuntoalChad.
Allí tuvo que soportar las atroces picaduras de millares de insectos. La tierraestaba literalmentecubiertademoscas,mosquitosyhormigasdemediapulgadadelargo.AlasdoshorasdeestarenaquelsitionolequedabayaaJoeniunahilachadela poca ropa que llevaba. Las hormigas la habían devorado toda sin dejarle ni un
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harapo.Aquéllafueunanochehorrible,enlaqueelviajerofatigadonoencontróniun instante de reposo. Los jabalíes, los búfalos y los ajubs, manatíes bastanteagresivos,seagitabanentrelamalezayenlasaguasdellago,yunconciertodefierasretumbabaen lanoche. Joenoseatrevíaamoverse.Su resignacióny supacienciaeranyacasiinsuficientesparasobrellevarunasituaciónsemejante.
Llegó por fin el día. Joe se levantó precipitadamente, y júzguese cuál sería suascoalverconque inmundoanimalhabíacompartidosucama: ¡unsapo!Unsapoquemedíacincopulgadasdelargo,unanimalmonstruoso,repugnante,quelemirabaconsusgrandesojosredondos.Joesintióqueselecontraíaelestómagoy,sacandoalguna fuerzade supropia repugnancia, corrióal lagoy sezambullóen susaguas.Aquelbañomitigóunpocolacomezónqueleatormentabay,despuésdemascarunascuantashojas,volvióaemprendersucaminoconunaobstinaciónyunempeñodelosqueélmismonosabíaloquehacía,aunquesentíaensuinteriorunpodersuperioraladesesperación.
Sin embargo, le torturaba un hambre terrible, viéndose obligado a ceñirsefuertementeuna lianaen tornoalcuerpo.Suestómago,menos resignadoqueél, sequejaba;contodo,sentíaunbienestarrelativoalcompararsuspadecimientosconlossufridos en el desierto, cuando le acosaba la sed, pues ahora podía saciarla a cadapaso.
«¿DóndeestaráelVictoria?—sepreguntaba—.Elvientovienedelnorte,¿cómoesqueelglobonovuelvehaciaellago?Sindudamiseñorsehabrádetenidoenalgúnsitiopararestablecerelequilibrio;paraelefectodebiódebastarleeldíadeayer,y,por consiguiente, esmuy posible que hoy…Pero, procedamos como si le hubieseperdido para siempre. Después de todo, si tuviera la suerte de llegar a una de laspoblacionesdellago,mehallaríaenlamismaposiciónquelosviajerosdequemehahabladomiseñor.¿Porquénohabíadesaliryodeapuroscomoellos?Algunoshanregresadoasupaís,¡quédiablos!…¡Valor,yveremos!».
Ymientrashablaba, andaba,y andando llegóaunbosquedondeencontróaungrupodenegrossalvajesocupadosenemponzoñarsusflechasconzumodeeuforbio.Talactividadconstituyeunadelasprincipalesocupacionesdelastribusdeaquellascomarcas y se efectúa con una especie de ceremonia solemne. El intrépido Joe sedetuvoantesdequelovieran.
Inmóvilysinrespirar,sehallabaocultoenlamalezacuando,alalzarlavista,vioentreelfollajealVictoria,quesedirigíahaciaellagoapenasacienpiesdesucabeza.¡Ynopodíadarningunavozparaque leoyeran,ni tampocosalirde suescondrijoparadejarsever!
Una lágrima asomó a sus ojos, y no de desesperación, sino de reconocimiento.¡Suseñorleestababuscando!¡Suseñornoleabandonaba!Tuvoqueesperaraquesemarchasen los negros y entonces pudo salir de lamaleza y dirigirse a la orilla del
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Chad.Pero entonces el Victoria se perdía a lo lejos en el cielo. Joe, que abrigaba la
convicción de que volvería a pasar, resolvió esperarlo; y volvió a pasar,efectivamente,peromásaleste.Joecorrió,hizomilseñas,diomilgritos…¡Envano!Unvientoviolentoarrastrabaalgloboaunavelocidadirresistible.
La energía y la esperanza abandonaron por primera vez el corazón deldesgraciado.Sevioperdido,creyóquesuseñorhabíapartidoparanovolverylefaltóhastalafuerzaparaseguirreflexionandoconserenidad.
Como un loco, con los pies ensangrentados y el cuerpo magullado, estuvoandando,andandosinparardurantetodoeldíaypartedelanoche.Searrastraba,yaderodillas,yaagatas;veíaacercarseelmomentoenque,faltándolelasfuerzas,teníaquemorir.
Asíllegóaunpantano,omásbienaloqueprontosupoqueeraunpantano,puesestaba ya muy entrada la noche, y cayó inesperadamente en él. A pesar de susesfuerzos, a pesar de su desesperada resistencia, se fue hundiendo poco a poco enaquelterrenocenagoso,quealospocosminutosyalecubríalamitaddelcuerpo.
«¡Aquíestálamuerte!—sedijo—.¡Yquémuerte!».Luchó, forcejeó con denuedo, hasta con rabia, pero sus esfuerzos sólo servían
parasepultarlemásymásenaquellatumbaquesecavabaélmismo.¡Nieltroncodeunárbol,niunamiserablecañadondeagarrarse!Comprendióquetodoparaélhabíaconcluidoycerrólosojos.
—¡Señor!¡Señor!¡Socorro…!—gritó.Ysuvozdesesperada,aislada,ahogadaya,seperdióenelsilenciodelanoche.
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CAPITULOXXXVI
DesdequeKennedyhabíavueltoatomarsupuestodeobservaciónenlaproadelabarquilla,nocesóunmomentodeescudriñarconlamayoratenciónelhorizonte.
Pasadoalgúntiempo,sevolvióaldoctoryledijo:—Sinomeequivoco,alláalolejoshayungrupoenmovimiento,nosiéndome
aún posible distinguir si es de hombres o de animales. Lo cierto es que se agitanviolentamente,pueslevantanunanubedepolvo.
—¿Noseráunvientocontrario—preguntóSamuel—,trombaquenosarrastraríadenuevohaciaelnorte?
Yselevantóparaexaminarelhorizonte.—Nolocreo,Samuel—respondióKennedy—.Esunamanadadegacelasode
torossalvajes.—Talvez,Dick;pero,sealoquesea,sehallaalmenosanueveodiezmillasde
distancia,yyonoalcanzoavernada,niaunconelanteojo.—De todos modos, no lo perderé de vista. Hay, en lo que vislumbro, algo
extraordinario que excita mi curiosidad sin saber por qué; diríase que es unamaniobradecaballería.¡Yloes!¡Sonjinetes!¡Mira!
Eldoctorobservóconatenciónelgrupoindicado.—Creoquetienesrazón—dijo—;esundestacamentodeárabesodetibúes,que
lleva la misma dirección que nosotros. Pero nosotros corremos mucho más y lesdaremosalcanceenseguida.Dentrodemediahoraestaremosencondicionesdeveryjuzgarloquedebemoshacer.
Kennedyseguíamirandoatentamenteconelanteojo.Lamasadejinetessehacíacadavezmásvisible;algunosdeellosseapartabandelgrupo.
—Evidentemente—repusoKennedy—, es unamaniobra o una cacería.Diríasequeesasgentespersiguenalgo.Ymegustaríasaberloquees.
—Paciencia,Dick.Dentrodepocolosalcanzaremosyhastalesdejaremosatrás,sinotomanotradirección;avanzamosaunavelocidaddeveintemillasporhora,ynohaycaballoqueresistasemejantecarrera.
Kennedysiguióobservandoyunosminutosdespuésdijo:—Son árabes corriendo a todo escape. Los distingo perfectamente. Hay unos
cincuenta.Veosusropajesahuecadosporelviento.Esunejerciciodecaballería.Sujefelesprecedeaunadistanciadecienpasos,ytodoslesiguenprecipitadamente.
—Sean quienes sean, Dick, no deben inspirarnos ningún miedo; pero si esnecesario,noselevaremos.
—¡Aguarda, aguarda, Samuel! —exclamó Dick—. ¡Es curioso! —añadió,despuésdeunnuevoexamen—.Hayalgoquenopuedoexplicarme.Ajuzgarporsusesfuerzosylairregularidaddesulínea,esosárabesnosiguen,sinoquepersiguen.
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—¿Estássegurodeello,Dick?—Evidentemente. ¡Nome equivoco! ¡Es una cacería, perovan a la caza de un
hombre!Elquelesprecedenoessujefe,sinounfugitivo.—¡Unfugitivo!—dijoSamuel,conmovido.—¡Sí!—Noloperdamosdevistayesperemos.Enpocotiempodisminuyótresocuatromillasdedistanciaqueseparabaelglobo
delosjinetes,pesealaprodigiosaligerezaconqueéstoscorrían.—¡Samuel!¡Samuel!—exclamóKennedyconvoztrémula.—¿Quéocurre,Dick?—¿Esunaalucinación?¿Esposible?—¿Quéquieresdecir?—Espera.Elcazadorlimpiórápidamenteloscristalesdelanteojoyvolvióamirar.—¿Qué?—lepreguntóeldoctor.—¡Esél,Samuel!—¡Él!—exclamóéste.¡Él!Aquellapalabralodecíatodo.Nohabíanecesidaddenombrarle.—¡Esélacaballo!¡Amenosdecienpasosdesusenemigos!¡Huye!—¡EsJoe!—dijoeldoctor,palideciendo.—¡Nopuedevernosensufuga!—¡Nosverá!—respondióFergusson,disminuyendolallamadelsoplete.—Pero¿cómo?—Dentrodecincominutosestaremosacincuentapiesdetierra;dentrodequince
estaremosencimadeél.—Debemosdispararuntiroparaprevenirle.—¡No!¡Nopuederetroceder!¡Lecortanlaretirada!—¿Quéhacer,pues?—Aguardar.—¡Aguardar!¿Yesosárabes?—¡Los alcanzaremos! ¡Los dejaremos atrás!Nos encontramos amenos de dos
millasdeellos;contaldequeelcaballodeJoeresista…—¡Diosbendito!—exclamóKennedy.—¿Quépasa?KennedyhabíalanzadoungritodedesesperaciónalveraJoerodarportierra.Su
caballo,rendido,extenuado,acababadecaer.—¡Noshavisto!—exclamóeldoctor—.¡Allevantarsenoshahechounaseña!—¡Perolosárabesvanaalcanzarle!¿Aquéespera?—¡Ah!¡Valiente!¡Hurra!—gritóelcazador,sinpoderreprimirsuentusiasmo.
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Joe,traslevantarseenelprecisoinstanteenqueseabalanzabasobreélunodelosjinetesmásrápidos,diounsaltocomounapantera,evitóelgolpe,selanzóalagrupa,asióalárabedelagarganta,loestranguló,loderribóyprosiguióenelcaballodesuenemigosurápidafuga.
Losárabeslanzaronungritodefuror;perocentradostotalmenteenlapersecucióndelfugitivo,nohabíanvistoalVictoria,queestabaquinientospasosdetrásdeellosyamenosde treintapiesdel suelo.Ellosdistabanentoncesdelperseguidomenosdeveintecuerposdecaballo.
UnodeellosestabayacasitocandoaJoe,eibaatraspasarleconsulanzacuandoKennedy,queseguíatodossusmovimientos,loderribódeunbalazo.
Joe ni siquiera se volvió al oír el disparo. Una parte de los perseguidores sedetuvoehincó la frente enelpolvoalver elVictoria;pero losdemáscontinuaronacosandodecercaalfugitivo.
—Pero¿quéhaceJoe?—exclamóKennedy—.¡Nosedetiene!—¡Sabeloquesehace,Dick!¡Lehecomprendido!¡Sigueladireccióndelglobo!
¡Cuentaconnuestrainteligencia!¡Bien,valiente!¡Seloarrebataremosalosárabesensusmismasbarbas!Noestamosmásqueadoscientospasos.
—¿Quéhayquehacer?—preguntóKennedy.—Dejalacarabina.—Yaestá—dijoelcazador,soltandoelarma—.¿Yahora?—¿Puedessostenerentusbrazoscientocincuentalibrasdelastre?—Aunqueseanmás.—Bastanlasquetedigo.YeldoctorfueamontonandosacosdearenasobrelosbrazosdeKennedy.—Colócateenlapopadelabarquillayestatepreparadoparaechartodoellastre
degolpe.¡Pero,porDios!Noloarrojesantesdequetelodiga.—¡Descuida!—Deotromodo,erraríamoselgolpeyperderíamosaJoeirremisiblemente.—Tecomprendoperfectamente.El Victoria caía entonces casi verticalmente sobre el grupo de jinetes que
perseguíana Joeagalope tendido.Eldoctor, en laproade labarquilla, teníaen lamano la escala desplegada, preparado para soltarla en elmomento preciso. Joe sehabíamantenidoaunadistanciadecincuentapiesdelosperseguidores,aquieneselVictoriadejóalgorezagados.
—¡Atención,Kennedy!—Cuandodigas.—¡Joe…! ¡Alerta…!—gritó el doctor convoz sonora al tiempoque soltaba la
escala,cuyosúltimospeldañoslevantaronpolvodelsuelo.Alllamarleeldoctor,Joe,sindetenerelcaballo,habíavueltolacabeza;laescala
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sedesplegójuntoaély,enunmomento,seagarróaella.—¡Abajo!—gritóeldoctoraKennedy.—¡Alláva!YelVictoria,descargadodeunpesosuperioraldeJoe,seelevócientocincuenta
piesdegolpe.Joeseagarróconfuerzaalaescalaparanocederasusviolentassacudidas;hizoa
losárabesunamuecaindescriptibley, trepandoconlaagilidaddeunmono,llegóalosbrazosdesuscompañeros.
—¡Señor!¡SeñorDick!—exclamó.Y,rendidoporlaemociónylafatiga,cayódesvanecido,mientrasKennedy,casi
delirante,exclamaba:—¡Salvado!¡Salvado!—¡Puesno faltabamás!—dijoeldoctor,quehabía recobrado su impasibilidad
habitual.Joe estaba casi desnudo y llevaba impresos sus padecimientos en los
ensangrentadosbrazosenelcuerpo,cubiertodecardenalesymagulladuras.Eldoctorcurósusheridasyloacostóbajolatienda.
Joerecobróluegoelsentidoypidióunvasodeaguardiente,queeldoctorledejóbeber, porque a Joe no había que tratarlo como a la generalidad de los enfermos.Despuésdebeber, el valiente criado estrechó lamanode susdos compañerosy semanifestódispuestoacontarsuhistoria.
Pero,comoeldoctornolepermitióhablar,concilióunprofundosueño,quebienlonecesitaba.
En aquellos momentos el Victoria trazaba una línea oblicua hacia el oeste.Empujadoporunvientomuyfuerte,volvióaverlasorillasdeldesiertoespinosoporencimade laspalmerascurvadasoarrancadasporel ímpetude la tormenta;y, trashaberrecorridocasidoscientasmillasdesdeelrescatedeJoe,elanochecersuperólos10°delongitud.
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CAPITULOXXXVII
Durantelanocheparecióqueelvientotambiénqueríadescansardesusfatigasdeldía,yelVictoriapermaneciópacíficamentesobrelacopadeuncorpulentosicomoro.EldoctoryKennedyserepartieronlaguardia,yJoedurmiódeuntirónporespaciodeveinticuatrohoras.
—Queduerma—dijoFergusson—.Elreposoeselúnicoremedioquenecesita,ylanaturalezaseencargarádecompletarsucuración.
Alamanecervolvióasoplarunvientofuerte,perovariable,tanprontosedirigíaalnortecomoalsur,aunquefinalmenteelVictoriafueempujadohaciaeloeste.
El doctor,mapa enmano, reconoció el reino deDamergu, territorio de suavesondulacionesymuyfértil,conaldeascuyaschozasestánconstruidasconaltascañasyramasdeasalpesiaentrelazadas.Enloscamposcultivados,lasgavillassealzabansobre una especie de andamios destinados a preservarlas de la acción de ratones ytermitas.
NotardaronenllegaralaciudaddeZinder,fácildereconocerporsugranplazadelasejecuciones,encuyocentroselevantaelárboldelamuerte;alpiedeéstevelaelverdugoycualquieraquepasabajosusombraesinmediatamenteahorcado.
Consultandolabrújula,Kennedynopudoabstenersededecir:—¡Otravezrumboalnorte!—¿Qué importa? Si el viento nos lleva a Tombuctú, no tendremosmotivos de
queja.Nuncasehabráverificadounviajeenmejorescondiciones.—Niconmejorsalud—añadióJoe,asomandosuapaciblesemblanteporentrelas
cortinasdelatienda.—¡Aquítenemosanuestrovalienteamigo,anuestrosalvador!¿Quétalva?—Demaravilla,señorKennedy,demaravilla.Nuncaheestadomejorqueahora.
NohaynadaqueentonetantoaunhombrecomounviajederecreoprecedidodeunbañoenelChad.¿Noescierto,señor?
—¡Noble corazón!—respondió Fergusson, estrechándole la mano—. ¡Cuántasangustiaseinquietudesnoshasocasionado!
—Yustedesamí,¿qué?¿Creenqueestabamuytranquilopensandoensusuerte?¡Bienpuedenvanagloriarsedehabermehechopasarunmiedomortal!
—Nuncanosentenderemos,Joe,sitetomaslascosasdeesemodo.—Yaveoquelacaídanolehacambiado—añadióKennedy.—Tudesprendimientoha sido sublime,muchacho, ynosha salvado, porque el
Victoriacaíaenellagoyunavezallí,nadapodríasacarlo.—Pero si mi desprendimiento, como les gusta llama a mi zambullida, les ha
salvado,¿nomehasalvadotambiénamí,puestoqueaquíestamoslostressanosysalvos?Notenemos,porconsiguiente,nadaqueagradecernos.
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—Nohaymaneradeentenderseconestemozo—dijoelcazador.—Lamejormaneradeentendernos—replicóJoe—esnohablarmásdelasunto.
Lopasado,pasado.Buenoomalo,nohayquerecordarlo.—¡Qué terco eres!—dijo el doctor, riendo—. Pero ¿nos contarás al menos tu
historia?—¡Siseempeñan!Peroantesvoyaasarestesoberbioganso,puesyaveoqueel
señorDickhahechodelassuyas.—¡Yalocreo,Joe!—Pues bien; vamos a ver cómo se porta un ganso de África en un estómago
europeo.Unavezdoradoelgansoalcalordelsoplete,fuedevoradoalinstante.Joecomió
enabundancia,comoeranaturalquelohiciesedespuésdetanprolongadoayuno.Despuésdeltéydelgrog,pusoasuscompañerosalcorrientedesusaventuras;
habló con cierta emoción, pese a considerar los acontecimientos bajo el punto devistadesufilosofíahabitual.Eldoctorleestrechóvariasveceslamano,alverenélun criado más interesado en la salvación de su señor que en la suya propia, y,respectoalsumergimientodelaisladelosbiddiomahs,leexplicólafrecuenciaenellagoChaddetannotablefenómeno.
Porfin,Joe,prosiguiendosunarración,llegóalmomentoenque,hundidoenelpantano,lanzóunúltimogritodedesesperación.
—Yome creía perdido, señor, y a usted se dirigíanmis pensamientos. Realicéterriblesesfuerzossinquepuedadecircómo;estabatotalmentedecididoanodejarmeengullir sin oponer resistencia cuando, a dos pasos demí, ¿qué creen que vi? ¡Unpedazodecuerdareciéncortada!Multipliquémisesfuerzosy,echandoelresto,pudellegaracogerelcable,tirédeély,despuésdemuchotirar,puseelpieentierrafirme.Enelotroextremode lacuerdaencontréunancla…¡Oh, señor!Ycreoque tengotodo el derecho a llamarla el ancla de la salvación, si usted no ve ningúninconveniente en ello. ¡La reconocí! ¡Era un ancla del Victoria! ¡Ustedes habíantomadotierraenaquelmismopunto!Seguíladireccióndelacuerda,quemeindicabala suya, y después de nuevos esfuerzos salí del atolladero. Con la libertad demismiembroshabíarecobradoelánimo,ycaminédurantepartedelanochealejándomedellago.Lleguéalfinalaentradadeuninmensobosque,dondehabíauncercadoenel que pastaban tranquilamente unos cuantos caballos. ¿No les parece que hayocasionesenlavidaenquenohaynadiequenosepamontaracaballo?Sinperderunminuto en reflexionar,memonté de un salto en uno de los cuadrúpedos y eché acorreratodoescapeendirecciónalnorte.Noleshablarédelasciudadesquenovinide las aldeas que evité.Atravesé campos sembrados, salté zanjas, corrí, volé y asílleguéalaslindesdelastierrascultivadas.Estabaeneldesierto.¡Mejor!Tendríamáshorizonteantemíyobservaríamásobjetosmimirada.EsperabaveralVictoria,que
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nodebíadeandarmuylejos,peronofueasí.Seguíalgalopeyalcabodetreshorasme metí como un imbécil en un campamento de árabes. ¡Ah! ¡Qué persecución!SeñorKennedy,leaseguroqueuncazadornosabeloqueesunacaceríahastaquehasidocazadoélmismo.Leaconsejo,sinembargo,quenodeseesaberloatantacosta.Micaballonopodíamás,losbárbarosmeseguíandecerca,losteníayaencima…Enesemomentomecaíy,noquedándomeotrorecurso,saltéalagrupadeunodemisperseguidores.Yonoledeseabaningúnmal,ynodebeguardarmeningúnrencorporhaberleestrangulado.Peroyoleshabíavisto…,yelrestoyalosaben.ElVictoriamesiguióyustedesmecogieronalvuelo,comosecogeunasortijaeneljuegodeestenombre.¿Noteníarazónenconfiar?Yave,señorSamuel,quetodoloquehapasadoesmuysencilloylomásnaturaldelmundo.Dispuestoestoyarepetirlohecho,silaocasiónlorequiere.Escosadelaquenisiquieravalelapenadehablar.
—¡Mi buen Joe! —respondió el doctor, muy conmovido—. ¡No en vanoconfiábamosentuinteligenciaydestreza!
—Nohaymásqueseguir losacontecimientosparasalirdeapuros.Lomejoresaceptarlascosascomosepresentan.
DurantelanarracióndeJoe,elglobohabíasalvadorápidamenteunaextensióndepaísconsiderable;Kennedyseñalóenelhorizonteunamultituddecasasqueofrecíanel aspecto de una ciudad. El doctor consultó el mapa y reconoció la ciudad deTagelel,enelDamergu.
—Aquí—dijo—volveremosaencontrarelcaminodeBarth.Tenemosalavistaelpuntodondeseseparódesusdoscompañeros,RichardsonyOverweg.Elprimerodebíaseguir lasendadeZinder,yelsegundoladeMoradi,yyasabéisque,de lostresviajeros,BartheselúnicoquevolvióaEuropa.
—Asípues—dijoelcazador—,siguiendoenelmapa ladireccióndelVictoria,avanzamosdirectamentehaciaelnorte.
—Directamente,amigoDick.—¿Yesonoteinquietaunpoco?—¿Porqué?—PorquenosdirigimosaTrípolicruzandoelgrandesierto.—Esperonoirtanlejos,amigomío.—¿Dónde,pues,piensasdetenerte?—Dime,Dick,¿nosientescuriosidadporverTombuctú?—¿Tombuctú?—Sin duda—repuso Joe—.Nadie debe permitirse hacer un viaje aÁfrica sin
visitarTombuctú.—Seráselquintoosextoeuropeoquehayavistoesaciudadmisteriosa.—PuesvamosaTombuctú.—Entoncesdejaquelleguemosa17°o18°delatitud,yallíbuscaremosunviento
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favorablequenosempujehaciaeloeste.—Deacuerdo—respondióelcazador—.Pero¿tenemosaúnqueavanzarmucho
haciaelnorte?—Cientocincuentamillas,almenos.—Entonces—replicóKennedy—,voyadormirunpoco.—Duerma—respondióJoe—,yustedtambién,señor.Sindudatienennecesidad
dedescanso,porqueleshehechovelardeunamaneraindiscreta.El cazador se tendió bajo la tienda; pero Fergusson, que era infatigable,
permanecióensupuestodeobservación.Treshorasdespués,elVictoria salvabaconsuma rapidezun terrenopedregoso,
con hileras de altas montañas peladas de base granítica. Algunos picos aisladosllegaban a alcanzar una altura de cuatro mil pies. Las jirafas, los antílopes y losavestruces saltaban con maravillosa agilidad entre bosques de acacias, mimosas,guamosypalmeras.Tras laaridezdeldesierto, lavegetaciónrecobrabasu imperio.Aquéleraelpaísdeloskailuas,quesetapanlacaraconunabandadealgodón,igualquesuspeligrososvecinoslostuaregs.
Alasdiezdelanoche,despuésdeunasoberbiatravesíadedoscientascincuentamillas, el Victoria se detuvo sobre una ciudad importante, de la cual, al suaveresplandordelaluna,seveíaunapartemedioenruinas.Algunascúpulasyminaretesdemezquitasreflejabanendistintospuntoslosblancosrayosdelaluna,yeldoctorcalculandolaalturadelasestrellas,reconocióquesehallabanenlasinmediacionesdeAgadés.
Dicha ciudad, centro en otro tiempo de un inmenso comercio, caminaba yarápidamentehaciasuruinaenlaépocaenquelavisitóeldoctorBarth.
ElVictoria,aprovechandolaoscuridad,tomótierraadosmillasdeAgadés,enungran campo demijo. La noche fue bastante tranquila; a las cinco de lamañana elgloboseviosolicitadohaciaeloeste,inclusounpocoalsur,porunvientoligero.
Fergussonseapresuróaaprovechartanexcelenteocasión.Seelevórápidamenteypartióenvueltoenlosrayosdelsolnaciente.
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CAPITULOXXXVIII
Eldía17demayofuetranquilo,ysinningúnincidente.Eldesiertoempezabadenuevo.Un viento nomuy fuerte volvía a empujar alVictoria hacia el sudoeste; elglobo no oscilaba ni a derecha ni a izquierda, trazando su sombra en la arena unalíneaabsolutamenterecta.
El doctor, antes de partir, había renovado prudentemente su provisión de agua,temiendonopodertomartierraenaquellascomarcasplagadasdetuaregs.Lameseta,cuyaelevaciónerademilochocientospiessobreelniveldelmar,descendíahaciaelsur. Cortando el camino de Agadés a Murzuk, en el que se distinguían muchaspisadasdecamellos, losviajeros llegaronpor lanochea16°de latitudy4°55'delongitud,despuésdehaberrecorridocientoochentamillasdeprolongadamonotonía.
Duranteaqueldía,Joecondimentólasúltimasaves,quenohabíanrecibidomásque una preparación preliminar; para cenar sirvió unos pinchitos de chochasumamenteapetitosos.Comoelvientoerafavorable,eldoctorresolvióproseguirsucaminodurantelanoche,muyclaraporalumbrarlaunalunacasillena.
ElVictoria ascendió a una altura de quinientos pies, y en toda aquella travesíanocturna,deunassesentamillas,nosehabríavistoturbadonielligerosueñodeunniño.
Eldomingopor lamañanavariódenuevoelvientohacia elnoroeste.Algunoscuervoscruzaban los aires,y enelhorizonte sedistinguíannumerososbuitres,queafortunadamentenoseacercaron.
LaaparicióndeaquellasavesindujoaJoeacumplimentarasuseñorporsufelizideadeembutirunglobodentrodeotro.
—¿Qué sería de nosotros a estas horas—dijo— con un solo envoltorio? Estesegundo globo es como la lancha del buque que reemplaza a éste en caso denaufragio.
—Tienesrazón,Joe;peromilanchamecausaalgunazozobra,puesnovaletantocomoelbuque.
—¿Quéquieresdecir?—preguntóKennedy.—Quiero decir que el nuevoVictoria es inferior al otro; bien porque la tela se
hayadesgastadoacausadel roce,obienporque lagutapercha sehayaderretidoalcalordelserpentín,lociertoesquenotociertapérdidadegas.Hastaahoranoesgrancosa,peronodejadeserapreciable.Tenemostendenciaabajar,yparaimpedirlomeveoobligadoadarmayordilataciónalhidrogeno.
—¡Demonios!—exclamóKennedy—.Nosemeocurreningunasolución.—Nolatiene,amigoDick,porloquecreoquedeberíamosdarnosprisa,eincluso
evitardetenernosdenoche.—¿Estamosaúnlejosdelacosta?—preguntóJoe.
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—¿Quécosta,muchacho?¿Sabemosacasoadóndenosconduciráelazar?TodoloquepuedodecirteesqueTombuctútodavíaseencuentracuatrocientasmillasaloeste.
—¿Ycuántotiempotardaremosenllegar?—Si el viento no nos desvía demasiado, cuento con encontrar dicha ciudad el
martesalanochecer.—Entonces—dijoJoe,señalandounalargacomitivadebestiasydehombresque
avanzabaporeldesiertollegaremosantesqueaquellacaravana.FergussonyKennedyseasomaronyvieronunagranaglomeraciónde seresde
toda especie. Había allí más de ciento cincuenta camellos, de esos que por docemutkabas de oro van de Tombuctú a Tafilete con una carga de quinientas libras.Todosllevabanbajolacolauntalegodestinadoarecogersusexcrementos,queeselúnicocombustibleconquesepuedecontareneldesierto.
Aquelloscamellosdelostuaregssondeunaespeciesuperioratodaslasdemás,puespuedenpasardetresasietedíassinbeberydossincomer;además,superanenligereza a los caballos y obedecen con inteligencia al khabir o conductor de lacaravana.Sonconocidosenelpaísconelnombredemeharis.
Tales fueron los pormenores dados por el doctor, mientras sus compañeroscontemplaban aquella multitud de hombres, mujeres y niños que caminabanpenosamente por una arena movediza, contenida únicamente por algunos cardos,hierbasagostadasyzarzalesmuyruines.Elvientoborrabacasi instantáneamentelahuelladesuspasos.
Joepreguntócómo lograban losárabesorientarseeneldesiertoyencontrar lospozosesparcidosenaquellasoledadinmensa.
—Los árabes —respondió Fergusson— han recibido de la naturaleza unmaravilloso instinto para reconocer su rumbo. Donde un europeo se desorientaría,ellos no vacilan nunca. Una piedra insignificante, un guijarro, una hierbecita, elindiferente matiz de las arenas les bastan para avanzar con seguridad completa.DurantelanocheseguíanporlaestrellaPolar;noandanmásquedosmillasporhoraydescansanamediodía,queescuandohacemáscalor.Nohacefaltadecirmásparacomprender cuánto tiempo invertirán en atravesar el Sahara, que es un desierto demásdenovecientasmillas.
PeroelVictoriayaseencontrabalejosdelasmiradasatónitasdelosárabes,quedebieron de envidiar su rapidez. Por la tarde pasaba por los 20 26' de longitud, ydurantelanocheavanzómásdeungrado.
El lunes cambió el tiempo completamente. Empezó a diluviar, y fue precisoresistir el exceso de peso con que la lluvia cargaba el globo y la barquilla.Aquelaguacero continuado explicaba que toda la superficie del país fuese una inmensaciénaga;reaparecíalavegetación,conmimosas,baobabsytamarindos.
EraelSonray,consusaldeaspobladasdechozas,cuyos techospresentancierta
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semejanzacongorrosarmenios.Habíapocasmontañas,reduciéndoseéstasacolinasmuy bajas que forman barrancos y despeñaderos incesantemente cruzados porchochasypintadas.Unimpetuosotorrentecortabaendiversospuntoslassendas,quelos indígenas atravesaban agarrándose a un bejuco tendido entre dos árboles. Losbosques iban poco a poco siendo reemplazados por junglas donde se agitabancaimanes,hipopótamosyrinocerontes.
—No tardaremos en ver el Níger —anunció el doctor—; el terreno semetamorfosea en la proximidadde los grandes ríos.Esos caminos andantes, segúnunafelizexpresión,hantraídoconellosprimerolavegetaciónymásadelantetraeránlacivilización.AsíescomoelNíger,ensutrayectodedoscientascincuentamillas,hasembradoensusmárgeneslasmásimportantesciudadesdeÁfrica.
—Eso —dijo Joe— me recuerda la historia de aquel gran admirador de laProvidencia,delacualdecíaqueeraacreedoraasusaplausosporhaberhechopasarlosríosporlasgrandesciudades.
Haciamediodía, elVictoria pasó sobreunapoblación llamadaGao, que fue enotrotiempounagrancapitalyalasazónsehallabareducidaaunaaglomeracióndechozasbastantemiserables.
—He aquí el sitio—dijo el doctor— por el cual Barth atravesó el Níger a suregresodeTombuctú,elNíger,eseríofamosodelaantigüedad,elrivaldelNilo,alcual la supersticiónpaganaatribuyóunorigencelestial.ElNíger,comoelNilo,haatraídolaatencióndelosgeógrafosdetodoslostiempos,ysuexploración,másaúnqueladelNilo,hacostadonumerosasvíctimas.
ElNíger corría entre dosorillasmuy separadasunadeotra, y sus aguas fluíanhaciaelsurconciertaviolencia;perolosviajerosapenastuvierontiempodeobservarsuscuriososcontornos.
—Me dispongo a hablaros de ese río—dijo Fergusson—, ¡y está ya lejos denosotros! El Níger, que casi puede competir con el Nilo en longitud, recorre unaextensión inmensadelpaís,y según lacomarcaqueatraviesa toma losnombresdeDhiuleba,Mayo,Egghirreou,Quorrayotros,todosloscualessignifican«elrío».
—¿SiguióeldoctorBarthestecamino?—preguntóKennedy.—No,Dick.AldejarellagoChadatravesólasprincipalesciudadesdeBornu,y
cruzóelNígerporSau,cuatrogradosmásabajodeGao.Luegopenetróenelsenodelas inexploradas comarcas que el Níger encierra en su recodo y, después de ochomesesdenuevasfatigas,llegóaTombuctú,loquenosotros,conunvientotanrápido,haremosentresdíasescasos.
—¿SehadescubiertoelnacimientodelNíger?—preguntóJoe.—Haceyamuchotiempo—respondióeldoctor—.ElreconocimientodelNígery
de sus afluentes atrajo numerosas exploraciones, de las cuales os indicaré lasprincipales. De 1749 a 1758,Adamson reconoce el río y visitaGorea. De 1785 a
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1788,GolberryyGeoffroyrecorrenlosdesiertosdelaSenegambiaysubenhastaelpaísdelosmoros,queasesinaronaSaugnier,Brisson,Adam,Riley,Cocheletyotrosmuchosinfortunados.VieneentonceselilustreMungo-Park,amigodeWalterScottyescocés como él. Enviado en 1795 por la Sociedad africana de Londres, alcanzaBambarra, ve el Níger, recorre quinientas millas con un traficante de esclavos,explora lacostadeGambiayregresaa Inglaterraen1797;vuelveapartirel30deenerode1805consucuñadoAnderson,eldibujanteScottyungrupodeoperarios;llegaaGorea,seuneaundestacamentodetreintaycincosoldadosyvuelveaverelNíger el 19 de agosto; pero entonces, a consecuencia de las fatigas, de lasprivaciones,delosmalostratos,delasinclemenciasdelcieloydelainsalubridaddelpaís, no quedaban ya vivos más que once de los cuarenta europeos; el 16 denoviembrellegaronamanosdesuesposalasúltimascartasdeMungo-Park,yunañodespuéssesupoporuncomerciantedelpaísque,alllegaraBusse,aorillasdelNíger,el 23 de diciembre, el desventurado viajero vio cómo arrojaban su barca por lascataratasdelríoantesdeserdegolladoporlosindígenas.
—¿Yunfintanterriblenocontuvoalosexploradores?—Al contrario,Dick, porque entonces no sólo hubo que reconocer el río, sino
también buscar los papeles del viajero. En 1816 se organizó en Londres unaexpedición,enlacualtomaparteelmayorGray;llegaaSenegal,penetraenelFuta-Djallon, visita las poblaciones fuhlahs ymandingas, y regresa a Inglaterra sin otroresultado. En 1822, el mayor Laing explora toda la parte de África occidentalpróximaalasposesionesinglesas,siendoelprimeroenllegaralasfuentesdelNíger;segúnsusdocumentos,elnacimientodeesteríoinmensonotienedospiesdeancho.
—Esfácildesaltar—diloJoe.—¡Fácil!—replicóeldoctor—.Segúnlatradición,cualquieraqueintentacruzar
deunsaltoaquelmanantialesinmediatamenteengullido,yquienquieresacaraguadeélsesienterechazadoporunamanoinvisible.
—¿Ymeestápermitido—preguntóJoe—nocreerunapalabradelatradición?—Nadieteloimpide.Cincoañosdespués,elmayorLaingatravesaríaelSahara,
penetraríaenTombuctúymoriríaestranguladounasmillasmásarribapor losulad-shiman,quequeríanobligarleahacersemusulmán.
—¡Otravíctima!—exclamóelcazador.—Entonces,unjovenvalerosoyconmuyescasosrecursos,emprendióyllevóa
caboelviajemodernomásasombroso.MerefieroalfrancésRenéCaillié.Despuésdevariastentativasen1819yen1824,partiódenuevoel19deabrilde1827deRíoNúñez;el3deagostollegótanextenuadoyenfermoaTimé,quenopudoproseguirsu viaje hasta seismeses después, en enero de 1828; se incorporó entonces a unacaravana,protegidoporsutrajeoriental,llegóalNígerel10demarzo,penetróenlaciudaddeYenné,seembarcóydescendióporelríohastaTombuctú,adondellegóel
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30deabril.En1670otrofrancés,Imbert,yen1810uninglés,RobertAdams,talvezhabían visto aquella curiosa ciudad. PeroRenéCaillié sería el primer europeo quesuministraradatosexactos;el4demayoseseparódeaquellareinadeldesierto;el9reconoció el lugar exacto donde fue asesinado el mayor Laing; el 19 llegó a ElArauanydejóaquellaciudadcomercialparacruzar,corriendomilpeligros,lasvastassoledades comprendidas entre Sudán y las regiones septentrionales de África; porúltimo,entróenTánger,yel28deseptiembreembarcóparaToulon,desuertequeendiecinuevemeses, pese a una enfermedad de ciento ochenta días, había atravesadoÁfrica de oeste a norte. ¡Ah! ¡Si Caillié hubiera nacido en Inglaterra, se le habríahonrado como al más intrépido viajero de los tiempos modernos, como al mismoMungo-Park!PeroenFrancianoseleaprecióentodosuvalor.
—Eraunvalienteexplorador—dijoelcazador—.¿Yquéfuedeél?—Murióalostreintaynueveaños,deresultasdesusfatigas.EnInglaterrasele
habríantributadolosmayoreshonores;peroenFranciasecreyóhaberhechobastanteadjudicándoleen1828elpremiodelaSociedadGeográfica.Ymientrasélrealizabatanmaravillosoviaje,uninglésconcebíalamismaempresaylaintentabaconigualvalor, aunqueconmenos fortuna.Se tratadel capitánClapperton, el compañerodeDenham.En1829entróenÁfricaporlacostaoesteenelgolfodeBenin,siguiólashuellasdeMungo-ParkydeLaing,encontróenBussalosdocumentosrelativosalamuertedelprimeroyllegóel20deagostoaSakatu,donde,trashabersidoapresado,exhalóelúltimosuspiroentrelosbrazosdesufielcriadoRichardLander.
—¿YquéfuedeesetalLander?—preguntóJoeconmuchointerés.—ConsiguióllegaralacostayregresaraLondresconlospapelesdelcapitány
una relación exacta de su propio viaje. Entonces ofreció sus servicios alGobiernopara completar el reconocimiento delNíger; incorporo a su empresa a su hermanoJohn,segundohijodeunahumildefamiliadeCornualles,yde1829a1831ambosbajaronporelríodesdeBussahastasudesembocadura,describiendoelcaminomillaamillayaldeaporaldea.
—Entonces, ¿esos dos hermanos se libraron de la suerte común? —preguntóKennedy.
—Sí,almenosenaquellaexploración;peroen1833RichardemprendióuntercerviajealNígerymuriódeunbalazojuntoaladesembocaduradelrío.Yaveis,pues,amigosmíos,queelpaísqueatravesamosha sido testigodenobles sacrificiosqueconhartafrecuencianohantenidomásrecompensaquelamuerte.
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CAPITULOXXXIX
El doctor Fergusson quiso matar el tiempo en aquel pesado día dando a suscompañerosmildetallesacercade lacomarcaqueatravesaban.El terreno,bastantellano, no presentaba ningún obstáculo para su marcha. La única preocupación deldoctoreraelmalditovientodelnoroeste,quesoplabafuriosamenteylealejabadelalatituddeTombuctú.
ElNíger,despuésdehabersubidohastaestaciudadporlapartenorte,crecehastaconvertirse en un inmenso chorro de agua y desemboca en el océano Atlánticoformandounanchodelta.Enaquelrecodoelpaísesmuyvariado,distinguiéndosetanprontoporunaexuberantefertilidadcomoporunaaridezextrema.Llanurasincultassuceden a campos de maíz, que son luego reemplazados por dilatados terrenoscubiertosderetama.Todaslasespeciesdeavesacuáticas,elpelícano, lacerceta,elmartínpescador,habitanlasorillasdelos torrentesy losmárgenesdelospantanos,formandonumerosasbandadas.
De vez en cuando aparecía un campamento de tuaregs, refugiados bajo sustiendas de cuero, en tanto que las mujeres se dedicaban a las faenas exteriores,ordeñandoloscamellos,consuspipasencendidasenlaboca.
Hacialasochodelatarde,elVictoriahabíaavanzadomásdedoscientasmillasendirecciónoeste,ylosviajerosfueronentoncestestigosdeunmagníficoespectáculo.
Algunos rayos de luna, abriéndose paso por una hendidura de las nubes ydeslizándoseentrelasgotasdelluvia,bañabanlascordillerasdelHombori.Nadamásextraño que aquellas crestas de apariencia basáltica que se perfilaban formandofantásticas siluetas en el sombrío cielo. Parecían las ruinas legendarias de unainmensa ciudad de la EdadMedia y recordaban los bancos de hielo de losmaresglaciales,talcomoenlasnochesoscurassepresentanalamiradaatónita.
—He aquí una ciudad de Los Misterios de Udolfo —dijo el doctor—; AnnRadcllff no hubiera acertado a describir estas montañas con un aspecto másimponente.
—Nomegustaría—respondióJoe—pasearsolodurantelanocheporestepaísdefantasmas.Sinopesasetanto,mellevaríatodoestepaisajeaEscocia.QuedaríamuybienenlasmárgenesdellagoLomondyatraeríaamuchosturistas.
—Nuestro globono es lo bastante grande para satisfacer tu capricho.Pero,meparecequenuestradirecciónvaría. ¡Bueno!Losduendesdeestos lugares sonmuyamables;nosenvíanunvientecillodel surestequenospondrádenuevoenelbuencamino.
Enefecto,elVictoriasedirigíamásalnorte,yeldía20porlamañanapasabaporencima de una inextricable red de canales, torrentes y ríos, que constituían laencrucijada completa de los afluentes del Níger. Algunos de aquellos canales,
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cubiertosdeunahierbaespesa,parecíanferacespraderas.AllíencontróeldoctorlarutadeBarth,cuandoésteembarcóparabajarporelríohastaTombuctú.ElNíger,deunasochocientastoesasdeancho,corríaallíentredosorillascubiertasdecrucíferasytamarindos.Gruposdegacelastriscadorasconfundíansusretorcidoscuernosconlasaltashierbas,desdelascualeselcaimánlasacechabasilencioso.
Largas recuas de asnos y camellos, cargados de mercancías de Yenné, seadentrabanen las frondosasarboledas;alpoco,enuna revueltadel ríoaparecióunanfiteatrodecasasbajas,encuyasazoteasy techosestabaacumulado todoelhenorecogidoenlascomarcascircundantes.
—HeaquíKabar—exclamóeldoctorconalegría—.EselpuertodeTombuctú;laciudadseencuentraapenasacincomillasdeaquí.
—¿Está,pues,satisfecho,señor?—preguntóJoe.—Encantado,muchacho.—Bueno,lacosamarcha.Enefecto, doshorasdespués la reinadel desierto, lamisteriosaTombuctú, que
tuvo, comoAtenas y Roma, sus escuelas de sabios y sus cátedras de filosofía, sedesplegóbajolasmiradasdelosviajeros.
FergussonseguíalosmenoresdetallesenelplanotrazadoporelpropioBarth,yreconoció sugranexactitud.Laciudad formaunenorme triánguloenuna inmensallanuradearenablanca.Lapuntasedirigehaciaelnorteypenetraenunextremodeldesierto. ¡En los alrededores, nada! Algunas gramíneas, algunas mimosas enanas,algunosarbustoscasisecos.
ElaspectodeTombuctú,avistadepájaro,eseldeunamontonamientodebolosydedados.Lascalles,bastanteestrechas,estánbordeadasdecasasdeunasolaplanta,edificadas con ladrillos cocidos al sol, y de chozas de paja y cañas, cónicas ocuadradas. En las azoteas se ven indolentemente tendidos a algunos habitantes,vestidosconsusropajesdecoloreschillonesyconlalanzaoelmosqueteenlamano.Aaquellashorasnoapareceniunamujer.
—Pero sediceque lasmujeres sonbellas—añadió el doctor—.Mirad los tresminaretes de las tres mezquitas, únicas que quedan de las muchas que había. Laciudadhaperdidosuantiguoesplendor.Enelvérticedeltriángulosealzalamezquitade Sankoro, con sus hileras de galerías sostenidas por arcos de un diseño bastantepuro.Más lejos, junto al cuartel deSane-Gungu, seve lamezquitadeSid-Yahiayalgunascasasdedospisos.Nobusquéisnipalaciosnimonumentos.Eljequeesunsimpletraficante,ysumoradareal,unlugardecomercio.
—Meparecevermurallasmedioderribadas—dijoKennedy.—Fuerondestruidaspor losfuhlahsen1826,entonceslaciudaderaunatercera
parte mayor, pues Tombuctú, objeto de codicia general desde el siglo XI hapertenecido sucesivamente a los tuaregs, los kaurayanos, los marroquíes y los
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fellatahs.Peroestegrancentrodecivilización,enqueunsabiocomoAhmed-BabaposeíaenelsigloXVIunabibliotecademilseiscientosmanuscritos,noeshoymásqueunalmacéndecomerciodeÁfricacentral.
La ciudad, en efecto, parecía sumida en una gran incuria. Acusaba la desidiaepidémica de las ciudades condenadas a desaparecer. Enormes cantidades deescombrosseamontonabanenlosarrabalesyformaban,conlacolinadelmercado,losúnicosaccidentesdelterreno.
AlpasarelVictoriaseprodujociertorevueloeinclusoseoyótoquedetambores,pero el último sabio de la localidad apenas tuvo tiempo de observar aquel nuevofenómeno.Losviajeros,empujadosporelvientodeldesierto,volvieronaseguirelcurso sinuosodel río, ymuyprontoTombuctú no fuemásqueunode los fugacesrecuerdosdelviaje.
—Yahora—dijoeldoctor—,queelCielonosconduzcaadondeleplazca.—¡Contaldequeseaaloeste!—replicóKennedy.—¡Bah! —exclamó Joe—. No me asustaría aunque se tratase de volver a
ZanzíbarporelmismocaminoodeatravesarelocéanohastaAmérica.—Nopodríamos,Joe.—¿Quénosfaltaparaello?—Gas, Joe. La fuerza ascensional del globo disminuye sensiblemente, y
tendremosquellevarmuchocuidadoparaconseguirquenosllevehastalacosta.Voyavermeobligadoaecharlastre.Pesamosdemasiado.
—Heaquílasconsecuenciasdenohacernada,señor.Tendidostodoeldíacomounos haraganes, engordamos excesivamente y así no hay globo que puedasostenernos. A la vuelta de nuestro viaje, que es un viaje de perezosos, nosencontraránhorriblementeobesos.
—Tus reflexiones, Joe, son dignas de ti—respondió el cazador—.Pero esperahasta el final. ¿Sabes acaso lo que el Cielo nos reserva? Estamos aún lejos deltérminode nuestro viaje. ¿Aqué parte de la costa deÁfrica crees que llegaremos,Samuel?
—Nopuedodecírtelo,Dick;estamosamerceddevientosmuyvariables.Pero,enfin,me daré pormuydichoso si llego entre SierraLeona yPortendick, donde hayciertaextensióndetierradondeencontraremosamigos.
—Ytendremosmuchogustoenestrecharleslamano.Pero¿seguimosalmenoselrumboapetecido?
—No enteramente, Dick; mira la brújula y verás que nos dirigimos al sur yremontamoselNígerhaciasusfuentes.
—¡Buena ocasión para descubrirlas —respondió Joe—, si no estuviesen yadescubiertas!Pero¿nopodríamosencontrarotras?
—No,Joe.Pero,tranquilízate;esperonollegarhastaallí.
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Alacaídade la tarde,eldoctorechó losúltimossacosde lastre.ElVictoria seelevó,peroelsoplete,aunquefuncionabacontodalallama,apenaspodíamantenerlo.SehallabaentoncessesentamillasalsurdeTombuctú,yaldíasiguientelosviajerosamanecieronsobrelasorillasdelNíger,nolejosdellagoDebo.
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CAPITULOXL
En aquel sitio el lecho del río estaba dividido por grandes islotes en estrechosbrazosdeunacorrientemuyrápida.Enunodeaquéllossealzabanalgunaschozasdepastores,perolavelocidaddelVictoria,queibaenprogresivoaumento,nopermitiórealizarunexamenexhaustivo.Desgraciadamenteelgloboseinclinabatodavíamáshaciaelsur,yenunosinstantescruzóellagoDebo.
Fergussonbuscóadiferentesalturas,forzandoextraordinariamentesudilatación,otrascorrientesatmosféricas,peroinfructuosamente,porloqueprontoabandonóunamaniobra que aumentaba la pérdida de gas, comprimiéndolo contra las fatigadasparedesdelaeróstato.
Estaba muy inquieto, pero no manifestó su zozobra a sus compañeros. Laobstinación con que el viento lo empujaba hacia la parte meridional de Áfricadesbaratabasuscálculos.Nosabíaaquerecurrirparasalirdeapuros.Sinollegabaaterritorioinglésofrancés,¿quéseríadeélydesuscompañerosentrelosbárbarosqueinfestabanlascostasdeGuinea?¿CómoaguardaríanenellasunbuquepararegresaraInglaterra?YladirecciónactualdelvientoloslanzabaalreinodeDahomey,unadelas tribusmás salvajes, amerced de un rey que en las fiestas públicas sacrificabamillaresdevíctimashumanas.Allísuperdiciónerairremisible.
Por otra parte, el globo perdía gas visiblemente, y el doctor veía acercarse elmomentoenqueseríadetodopuntoinservible.Sinembargo,viendoqueeltiemposedespejabaunpoco, abrigaba la esperanzadequedespuésde la lluvia sobrevendríaalgunavariaciónenlascorrientesatmosféricas.
Pero volvió a tomar conciencia de su crítica situación al oír la siguienteexclamacióndeJoe:
—¡Frescos estamos! Va a arreciar la lluvia, y ahora diluviará, a juzgar por elnubarrónqueseacercaapasosagigantados.
—¡Otronubarrón!—dijoFergusson.—¡Ynopequeño!—repusoKennedy.—Comonohevistootro—comentóJoe.—¡Quéalivio!—dijoeldoctor,dejandoelanteojo—.Noesunnubarrón.—¿Cómoqueno?—exclamóJoe.—¡No!¡Esunanube!—Puesesoesloquedecimos.—Perounanubedelangostas.—¡Delangostas!—Como lo oyes. Millones de langostas pasarán sobre estas tierras como una
tromba,ydesgraciadaserálacomarcaquesirvadeteatroasusdevastaciones.—Quisieravereso.
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—Lo vas a ver, Joe—dijo el doctor—.Dentro de diezminutos, esa nube nosalcanzaráyjuzgarásportimismo.
Fergussonnomentía.Aquellanubeespesa,opaca,devariasmillasdeextensión,llegabaconunruidoatronador,proyectandoenlatierrasuinmensasombra.Eraunainnumerablelegióndeesaslangostasalasquesedaelnombredecaballejos.AcienpasosdelVictoria,seprecipitaronsobreunterritorioalfombradodeverdor;uncuartodehoradespués,lamasareemprendíaelvueloylosviajerosaúnpodíandistinguirdelejos los árboles desprovistos de hojas y las praderas convertidas en rastrojos.Hubiérasedichoqueunrepentinoinviernohabíasumidolacampiñaenlaesterilidadmáscompleta.
—¿Quétehaparecido,Joe?—Unacosamuycuriosa,señor,peromuynatural.Loqueharíaenpequeñouna
langosta,lohacenengrandemillonesdeellas.—¡Espantosalluvia!—exclamóelcazador—.¡Ymásdevastadoraqueelgranizo!—Ydelacualnoesposiblepreservarse—respondióFergusson—.Algunavez,
loscampesinoshan tenido la ideade incendiar losbosquesyhasta lasmiesesparadetenerelvuelodetanvoracesinsectos;perolasprimerasfilas,precipitándosesobrelas llamas, las apagaban bajo su enorme mole, y el resto de la columna pasabainexorablemente.Porsuerte,enestascomarcasseencuentraciertacompensacióndesusestragos,pues los indígenas recogenunnúmero inmensode langostas,que sonparaellosunbocadodelicadoyexquisito.
—Son los cangrejos del aire—dijo Joe—, y siento no haberlos podido probar,puesmegustainstruirme.
Alanochecer,losviajerosllegaronacomarcasmáspantanosas.Sucedieronalosbosquesgruposdeárbolesaislados,yenlasmárgenesdelríosedistinguíanalgunasplantacionesdetabacoyterrenosanegadoscubiertosdeforraje.EnunaextensaislaaparecióentonceslaciudaddeYenné,conlasdostorresdesumezquitadetierrayelolor infecto que emana de millones de nidos de golondrinas acumulados en susparedes.Algunascopasdebaobabs,mimosasypalmerasdescollabanentrelascasas;inclusodurantelanoche,laactividaddelapoblaciónparecíamuygrande.Yennées,enefecto,unaciudadmuycomercial,yabastececasiexclusivamenteaTombuctú,adondellegan,conlosdiversosproductosdesuindustria,susbarcasporelríoysuscaravanasporcaminossombreados.
—Sinotemieraprolongarnuestroviaje—dijoeldoctor—,habríamosdescendidoalaciudad,dondesindudahubiéramosencontradoamásdeunárabequehaviajadopor Francia o Inglaterra, y que conoce nuestro tipo de locomoción. Pero no seríaprudenteenlascircunstanciasenquenoshallamos.
—Aplacemoslavisitaparanuestrapróximaexcursión—dijoJoe,riendo.—Además, amigos míos, si no me equivoco, el viento presenta una ligera
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tendenciaasoplarhaciaeleste,ynodebemosdesperdiciarunaocasiónsemejante.Eldoctorarrojóalgunosobjetosqueyano leseranútiles;botellasvacíasyuna
cajaquehabíacontenidocarne;asíconsiguiómantenerelVictoriaenunazonamásfavorable a sus proyectos. A las cuatro de la mañana, los primeros rayos de solbañaronSego,lacapitaldeBambara,fácildereconocerporlascuatrociudadesquelacomponen,porsusmezquitasmoriscasyporelincesanteiryvenirdebarcasquetrasladan a los habitantes deunbarrio aotro.Pero losviajerosni vieronni fueronvistos,puesvolabanconrapidezydirectamentehaciaelnoroeste,ylasinquietudesdeldoctorsecalmabanpocoapoco.
—Dos días más en esta dirección y a esta velocidad, y alcanzaremos el ríoSenegal.
—¿Ynoshallaremosenpaísamigo?—preguntóelcazador.—Todavía no; pero, si el Victoria nos fallase, desde allí podríamos llegar a
territorio francés.Sinembargo, loquedebemosdesearesqueelglobo tirealgunoscentenares más de millas, y sin fatiga, zozobras ni peligros llegaremos a la costaoccidental.
—¡Ytodohabráacabado!—dijoJoe—.¡Quépena!Sinofueseporlasganasquetengodecontarlo,noquisierabajarnuncade labarquilla.Señor,¿creequesedarácréditoanuestrosrelatos?
—¡Quiénsabe,Joe!Pero,enfin,siemprehabráunhechoincontestable:MilesdetestigosnoshabránvistosalirdeunacostadeÁfrica,ymilesdetestigosnosveránllegaralaotracosta.
—En este caso —intervino Kennedy—, no se podrá negar que la hemosatravesado.
—¡Ah, señor Samuel!—añadió Joe, suspirando—.Más de una vez echaré demenosmispedruscosdeoromacizo.Habríandadoconsistenciaanuestrashistoriasyverosimilitud a nuestros relatos. A grano de oro por oyente, habría reunido a unescogidopúblicoparaoírmeyhastaparaadmirar.
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CAPITULOXLI
El27demayo,hacialasnuevedelamañana,elterrenosepresentóbajounnuevoaspecto. Las extensas pendientes se transformaban en colinas que hacían presagiarmontanaspróximas.HabíaquetraspasarlacordilleraqueseparalacuencadelNígerdeladelSenegalydeterminaladireccióndelasaguas,obienalgolfodeGuinea,obienalabahíadeCaboVerde.
Aquella parte deÁfrica, hasta el Senegal, es peligrosa. El doctor Fergusson losabíapor lasnarracionesdesuspredecesores,quehabíansufridomilprivacionesyarrostradomil peligros entre aquellos negros bárbaros. Aquel clima funesto acabóconlamayorpartedeloscompañerosdeMungo-Park.Fergussonestaba,pues,másdecididoquenuncaanoponerlospiesenaquellacomarcainhospitalaria.
Pero no tuvo unmomento de sosiego. El Victoria bajaba sensiblemente, y fueprecisoarrojarmultituddeobjetosmásomenosútiles,sobretodoenelmomentodesalvar el picoo crestadeuncerro.Yasí anduvieronpor espaciodemásde cientoveintemillas,sinparardesubirybajar;elglobo,nuevopeñascodeSísifo,descendíaincesantemente; las formas del aeróstato, poco hinchado, se alargaban, y el vientoformababolsasensusparedes.
Kennedynopudoevitarcomentario.—¿Tieneelgloboalgunafisura?—preguntó.—No—respondióeldoctor—;pero sinduda, conel calor, lagutapercha seha
reblandecidooderretido,yelhidrógenoseescapaporeltejidodeltafetán.—¿Ycómoimpedirqueseescape?—Deningunamanera.Nopodemoshacermásquealigerarpeso;arrojemosfuera
delabarquillacuantopodamosarrojar.—Pero¿quéhemosdearrojar?—preguntóelcazador,recorriendoconsumirada
labarquilla,yamuydesprovista.—Desprendámonosdelatiendaquepesabastante.Joe,queeraaquienincumbíaestaorden,subióencimadelcírculoquereuníalas
cuerdas de la red y desde allí pudo fácilmente desatar las gruesas cortinas de lastiendasyecharlasabajo.
—Estoharáfelizaunatribuenteradenegros—dijo—.Hayaquítelaparavestiramilindígenas,puesyasesabecuánahorrativossonenmateriadetrajes.
Elglobosehabíaelevadoalgo,peroenseguidaresultóevidentequenoperdíasutendenciaadescender.
—Bajemos—dijoKennedy—yveamosquésepuedehacerconlaenvoltura.—Telorepito,Dick,aquínohaymedioderepararla.—¿Cómonoslasarreglaremos,pues?—Sacrificaremostodoloquenoseaabsolutamenteindispensable.Quieroevitara
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toda costa un alto en estos sitios. Los bosques sobre los cuales pasamos en estemomento,tocandocasilacopadelosárboles,notienennadadeseguros.
—¿Hayleones?¿Hayhienas?—preguntóJoecondesprecio.—Hayalgopeor,Joe:hombres,ydelosmáscruelesquevivenenÁfrica.—¿Cómosesabe?—Porlosviajerosquenoshanprecedido.Además,losfranceses,queocupanla
coloniadeSenegal,hantenidonecesariamentequeponerseenrelaciónconlastribuscircundantes; bajo el mando del coronel Faldherbe, se han practicadoreconocimientostierraadentro,ylosseñoresPascal,VincentyLamberthantraídodesusexpedicionesdocumentospreciosos.Hanexploradoestascomarcasformadasporel recodo del Senegal, en las cuales la guerra y el saqueo no han dejadomás queruinas.
—Peroalgúnorigentendráestaguerradevastadora—dijoelcazador.—Sí, lo tiene.En1854unmorabitodelFuta senegalés,Al-Hadjí,declarándose
inspiradocomoMahoma, incitóa todas las tribusa laguerracontra los infieles,esdecir,contra loseuropeos.Llevó ladestruccióny la ruinaentreel ríoSenegalysuafluenteelFalemé.Treshordasde fanáticoscapitaneadosporél recorrieronelpaísmatandoy saqueando, sin que se librasede su furor ni una sola aldea, ni una solacabaña. Invadieron luego el valle del Níger, hasta la ciudad de Sego, que estuvomuchotiempoamenazada.En1857sedirigieronmásalnorteyatacaronelfuertedeMedina,construidoporlosfrancesesenlasmárgenesdelrío.AquelestablecimientofueheroicamentedefendidoporPaúlHoll,elcualresistióvariosmesessinvíveresycasi sinmuniciones,hastaque llegóensuauxilioelcoronelFaidherbe.Al-HadjiysushordasvolvieronentoncesapasarelSenegalyregresaronalterritoriodeKaarta,dondecontinuaronsusrapiñasyasesinatos.Puesbien,estascomarcasenlasquenoshallamos son precisamente la guarida donde se han refugiado los bandidos, y osaseguroquenoseríanadaconvenientecaerensusmanos.
—No caeremos —dijo Joe—, aunque para elevar el Victoria tengamos quesacrificarhastanuestroszapatos.
—Noestamoslejosdelrío—dijoeldoctor—;perometemoquenuestroglobonopodrállevarnosmásallá.
—Lleguemosalaorilla—replicóelcazador—yesohabremosganado.—Esprecisamenteloqueintentamoshacer—dijoeldoctor—.Peromeinquieta
unacosa.—¿Cuál?—Tendremos que salvar montañas, y resultará muy difícil, ya que no puedo
aumentarlafuerzaascensionaldelaeróstatonisiquiera,produciendoelmayorcalorposible.
—Aguardemosaverquéocurre—dijoKennedy.
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—¡Pobre Victoria! —exclamó Joe—. Le he tomado el mismo cariño que unmarinoasubuque,ymesepararédeélconpesar.Yaséquenoesloqueeracuandoemprendimoselviaje,pero,aunasí,nodebemoscriticarlo.Noshaprestadograndesservicios,ymeromperáelcorazónabandonarlo.
—Tranquilízate,Joe;si loabandonamos,seráapesarnuestro.Nosserviráhastaquesehalleextenuado.Sólolepidoquesemantengaotrasveinticuatrohoras.
—Seagota—dijoJoe,contemplándolo—,flaquea,selevalavida.¡Pobreglobo!—Si no me equivoco —intervino Kennedy—, tenemos en el horizonte las
montañasdequehablabas,Samuel.—Enefecto—dijoeldoctor,despuésdeexaminarlasconsuanteojo—.Muyaltas
meparecen;muchonoshadecostaratravesarlas.—¿Nolaspodríamosevitar?—Meparecequeno,Dick—dijoFergusson—.¿Noveselinmensoespacioque
ocupan?¡Casilamitaddelhorizonte!—Ydiríasequenoscercan—añadióJoe—;avanzanporlosdosextremos.—Esabsolutamenteindispensablepasarporencima.Aquellos obstáculos tan peligrosos parecían acercarse con extrema rapidez, o,
mejordicho, el vientoque eramuy fuerte, precipitaba alVictoriahacia los agudospicos.Eraprecisoelevarseatodacosta;delocontrario,seestrellarían.
—Vaciemoslacajadeagua—dijoFergusson—.Conservemostansóloellíquidoestrictamentenecesarioparaundía.
—¡Yaestá!—dijoJoe.—¿Subeahoraelglobo?—preguntóKennedy.—Algo,unoscincuentapies—respondióeldoctor,quenoapartaba lavistadel
barómetro—.Peronoessuficiente.Parecía,enefecto,quelasaltascumbressalíanalencuentrodelosviajerospara
precipitarse contra ellos. Éstos se hallaban muy lejos de dominarlas; todavía lesfaltabanmásdequinientospies.Tambiénarrojaronlaprovisióndeaguadelsoplete,delacualnoseconservaronmásquealgunaspintas;perotodavíanofuesuficiente.
—Ysinembargo,hemosdepasar—dijoeldoctor.—Echemoslascajas,yaquelashemosvaciado—dijoKennedy.—Echémoslas.—¡Yaestá!—gritóJoe—.¡Quétristeesdesaparecertrozoatrozo!—¡Oye,Joe!¡Guárdatederepetirelsacrificiodelotrodía!Sucedaloquesuceda,
júramenoseparartedenosotros.—Tranquilícese,señor,nonossepararemos.El Victoria había subido unas veinte toesas más, pero la cresta de la montaña
seguía dominándolo. Era una cresta recta que terminaba en una verdaderamurallaescarpada,ysehallabaaúnmásdedoscientospiesencimadelosviajeros.
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«Dentro de diez minutos —se dijo el doctor—, nuestra barquilla se habráestrelladocontralasrocassinologramoselevarnoslosuficiente».
—¿Quéhacemos,señor?—preguntóJoe.—Guardasólolaprovisióndepemmicanyarrojatodalacarne,queesloquemás
pesa.El globo se desprendió de otras cincuenta libras de peso y se elevó muy
sensiblemente, lo que de nada le servía si no conseguía situarse sobre la línea demontañas.Lasituacióneraespantosa.ElVictoriacorríaconunarapidezsumaeibaahacersetrizas.Elchoquenopodíadejardeserterrible.
Eldoctorregistrólabarquillaconlamirada.Estabaprácticamentevacía.—¡Porsiacaso,Dick,disponteasacrificartusarmas!—¡Sacrificarmisarmas!—respondióelcazador,conmovido.—AmigoDick,notelopediríasinofuesenecesario.—¡Samuel!¡Samuel!—¡Tusarmasytusmunicionespuedencostarnoslavida!—¡Nosacercamos!—exclamóJoe—.¡Nosacercamos!¡Dieztoesas!LamontañatodavíasuperabaalVictoriaendieztoesas.Joecogiólasmantasylastiró;y,sindecirunapalabraaKennedy,tirótambién
algunospaquetesdebalasyperdigones.Elglobosubió,traspasólapeligrosacumbre,ylosrayosdelsolbañaronsupolo
superior. Pero la barquilla se hallaba aún a una altura algo inferior a la de lospeñascos,contraloscualesibainevitablementeaestrellarse.
—¡Kennedy! ¡Kennedy! —exclamó el doctor—. ¡Arroja tus armas o estamosperdidos!
—¡Aguarde,señorDick!—dijoJoe—.¡Aguardeunmomento!YKennedy,alvolverse,leviodesaparecerfueradelabarquilla.—¡Joe!¡Joe!—gritó.—¡Desgraciado!—exclamóeldoctor.Enaquelpuntolacrestadelamontañateníaunostrescientospiesdeancho,ypor
elotroladolapendientepresentabamenosdeclive.Labarquillallegójustoalniveldeaquellameseta bastante lisa y se deslizó por un terreno compuesto de puntiagudosguijarrosquerechinabanconelroce.
—¡Pasamos! ¡Pasamos! ¡Hemos pasado! —gritó una voz que hizo palpitar elcorazóndeFergusson.
Elintrépidomuchachoseagarrabaconlasmanosalbordeinferiordelabarquillay corría por la cresta para aligerar al globo de la totalidad de su peso, viéndoseobligadoasujetarloconfuerzaporquetendíaaescapársele.
Cuandohubo llegadoa la laderaopuestayantesusojossepresentóelabismo,
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Joe, mediante un enérgico juego de muñecas, se levantó y, agarrándose de lascuerdas,subióalladodesuscompañeros.
—Nadamásdifícilqueloqueacabodehacer—dijo.—¡ValienteJoe!¡Amigomío!—dijoeldoctorconefusión.—¡Oh!Loquehehecho—respondióJoe—nohasidoporustedes, sinopor la
carabinadelseñorDick.Selodebíadesdeelasuntodelárabeymegustapagarmisdeudas.Ahoraestamosenpaz—añadió,presentandoalcazadorsuarmapredilecta—.Mehubieraconmovidodemasiadoverlesepararsedeella.
Kennedylediounvigorosoapretóndemanossinpronunciarunapalabra.ElVictoriayanoteníamásquebajar,loqueleerafácil;muyprontoseencontróa
doscientos pies del suelo y entonces recuperó el equilibrio. El terreno presentabanumerososaccidentesmuydifícilesdeevitardurante lanocheconungloboqueyanoobedecía.Estabaoscureciendocongranrapidezy,peseasusreticencias,eldoctortuvoqueresignarseahacerunaltohastaeldíasiguiente.
—Vamosabuscarunlugarfavorableparadetenernos—dijo.—¡Ah!¿Tedecidesalfin?—respondióKennedy.—Sí,hemeditadodetenidamenteunproyectoquevamosaponerenpráctica.No
sonmásquelasseisdelatarde;tendremostiempo.Echalasanclas,Joe.Joeobedeció,ylasdosanclasquedaroncolgandodebajodelabarquilla.—Distingoinmensosbosques—dijoeldoctor—.Iremosporencimadelascopas
desusárbolesynosagarraremosdealguna.Pornadadeestemundoconsentiríaenpasarlanocheentierra.
—¿Podremosbajar?—preguntóKennedy.—¿Paraqué?Osrepitoqueseríapeligrososepararnos.Además,reclamovuestra
ayudaparauntrabajodifícil.El Victoria, que rozaba la verde bóveda de inmensos bosques, no tardó en
detenerse bruscamente; sus anclas habían quedado enganchadas. El viento cesóentradayalanoche,yelglobopermaneciócasi inmóvilencimadeuninterminablecampodeverdorformadoporlascopasdeunbosquedesicomoros.
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CAPITULOXLII
El doctor Fergusson determinó su posición por la altura de las estrellas; seencontrabanaveinticincomillasescasasdelSenegal.
—Todo loquepodemoshacer, amigosmíos—declaró,despuésde examinar elmapa—,espasarel río;perocomoenélnohaynipuentesnibarcas, lohemosdecruzarengloboatodacosta,yalefectodebemosaligerarloaúnmás.
—Puesnosécómoloharemos—replicóelcazador,quetemíaporsusarmas—,ano ser que uno de nosotros se decida a sacrificarse, a quedarse atrás…Y, en estaocasión,yoreclamoesagloria.
—¡Deningunamanera!—protestóJoe—.¿Notengoyoacasolacostumbre…?—Nosetratadeecharse,amigomío—aclaróelcazador—,sinodealcanzarapie
lacostadeÁfrica,yyosoybuenandarín.—¡Noloconsentiréjamás!—replicóJoe.—Vuestro combate de generosidad es inútil, mis buenos amigos —intervino
Fergusson—;esperoquenolleguemosatalextremo,yenelcasodellegaraél,lejosdesepararnos,permaneceríamosjuntosparaatravesarelpaís.
—Esoeslomejor—dijoJoe—.Unpaseítononosvendríamal.—Pero, antes—repuso el doctor—, echaremosmano de un últimomedio para
aligerarnuestroVictoria.—¿Cuál?—preguntóKennedy—.Estoyenascuasdeseandoconocerlo.—Debemos desprendernos de las cajas del soplete, de la pila deBunsen y del
serpentínquenosobliganaarrastrarporlosairesnovecientaslibras.—Pero,Samuel,¿cómoobtendrásluegoladilatacióndelgas?—Deningunamanera;noslasarreglaremossinella.—Pero…—Oídme, amigos: he calculado muy exactamente lo que nos queda de fuerza
ascensional,yessuficientepara transportarnosa los trescon lospocosobjetosquellevamos. No pesaremos más de quinientas libras, incluidas las anclas, que tengointerésenconservar.
—AmigoSamuel—respondióelcazador—,tú,máscompetentequenosotrosenla materia, eres el único juez de la situación; dinos lo que hemos de hacer y loharemos.
—Asusórdenes,señor.—Os repito, amigos míos, que aunque reconozco la gravedad de la
determinación,hemosdesacrificarnuestroaparato.—¡Sacrifiquémoslo!—replicóKennedy.—¡Manosalaobra!—dijoJoe.Laoperaciónpresentónumerosasdificultades.Fueprecisodesmontarelaparato
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pieza por pieza. Primero quitaron la caja de mezcla, después la del soplete y porúltimo la caja donde se operaba la descomposición del agua. Se necesitó la fuerzareunida de los tres viajeros para arrancar los recipientes del fondo de la barquilla,dondesehallabanincrustados;peroKennedyeratanfuerte,JoetandiestroySamueltan ingenioso que vencieron todas las dificultades. Las diversas piezas fueronsucesivamentearrojadas,ydesaparecieronabriendograndesagujerosenelfollajedelossicomoros.
—Los negros se quedarán muy asombrados —dijo Joe— al encontrar en losbosquessemejantesobjetos.Capacesserándeconvertirlosenídolos.
A continuación tuvieron que ocuparse de los tubosmetidos en el globo y quepasabanporelserpentín.Joeconsiguiócortar,aunospiesporencimadelabarquilla,lasarticulacionesdecaucho;encuantoalostubos,hubomayordificultad,porquesehallabanretenidosporsuextremosuperiorysujetosconalambresalcírculomismodelaválvula.FueentoncescuandoJoedemostróunaagilidadmaravillosa.Descalzo,paranoromperlaenvoltura,conayudadelaredyapesardelasoscilaciones,logróencaramarsehasta lacimaexteriordelaeróstato,yallí,despuésdemildificultades,agarrándose conunamano a aquella superficie resbaladiza, desatornilló las tuercasexteriores que sujetaban los tubos. Éstos se desprendieron entonces fácilmente yfueron retirados a travésdel apéndice inferior, que fueherméticamente cerradopormediodeunafuerteligadura.
ElVictoria, libre de aquel peso considerable, se elevó y tensó enormemente lacuerdadelancla.
Amedianochequedaronfelizmente terminadosaquellos trabajos,queresultaronmuy fatigosos. Los viajeros cenaron rápidamente un poco de pemmican y de grogfrío,pueseldoctoryanoteníacalorparaponerloadisposicióndeJoe.
Además,ésteyKennedyestabanrendidos.—Acostaos y dormid, amigos míos —dijo Fergusson—, yo haré la primera
guardia.AlasdosdespertaréaKennedy;alascuatro,KennedydespertaráaJoe;alasseispartiremos,¡yqueelCielosigavelandopornosotrosduranteestaúltimajornada!
Losdoscompañerosdeldoctor,sinhacersederogar,setumbaronalfondodelabarquillaysesumieronenseguidaenunprofundosueño.
Lanocheeraapacible.Algunasnubesvelabandevezencuandoelúltimocuartode luna, cuyos rayos indecisosdisipabanmuy ligeramente laoscuridad.Fergusson,acodadomiraba a su alrededor.Vigilaba con atención la sombría cortina de follajeque se extendía bajo sus pies sin dejar ver el suelo. El menor ruido le parecíasospechoso,yprocurabaexplicarsehastaelmáslevetemblordelashojas.
Sehallabaenesadisposicióndeánimoquelasoledadvuelvemássensibleaún,ydurante la cual vagos terrores asaltan el cerebro. Al final de un viaje semejante,despuésdehabervencidotantosobstáculos,enelmomentodeconseguirelobjetivo,
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lostemoressonmásvivos, lasemocionesmásfuertes,yelpuntodellegadaparecehuirantelosojos.
Porotraparte,lasituaciónnoeraparatranquilizaranadie,enunpaísbárbaro,yconunmediodetransporteque,endefinitiva,podíafallardeunmomentoaotro.Eldoctoryanocontabaconelglobodeunamaneraabsoluta;habíapasadoeltiempoenquemaniobrabaconaudaciaporqueestabasegurodeél.
Bajoestasimpresiones,eldoctorcreyópercibirunosrumoresindeterminadosenaquellosinmensosbosques,inclusocreyóverbrillarunallamaentrelosárboles.Mirócon atención y enfocó su anteojo de noche en esa dirección; pero fue incapaz dedistinguirnada,yhastaparecióqueelsilenciosehabíahechomásprofundo.
SindudaFergussonhabíaexperimentadounaalucinación.Escuchósinsorprenderelmenorruidoy,habiendotranscurridoeltiempodesuguardia,despertóaKennedy,le recomendóquevigilara conmuchísimaatencióny se acostó al ladode Joe, quedormíaapiernasuelta.
Kennedy encendió tranquilamente su pipa, se restregó los ojos, que le costabamucho mantener abiertos, apoyó los codos en un rincón y empezó a fumarvigorosamenteparadisiparelsueño.
Elsilenciomásabsolutoreinabaasualrededor.Unvientosuaveagitabalacimadelosárbolesymecíasuavementelabarquilla,invitandoalcazadoraunsueñoqueleinvadíaasupesar.Quisoresistirseaél,abrióvariasveceslospárpados,abismóenlastinieblasdelanochealgunasdeesasmiradasquenoveny,alfinal,sucumbiendoalafatiga,sequedódormido.
¿Cuánto tiempo permaneció sumido en aquel estado de inercia? Lo único quepudodecirfuequeledespertóunchisporroteoinesperado.
Serestrególosojosysepusoenpie.Uncalorinsoportablellegabaasurostro.Elbosqueestabaardiendo.
—¡Fuego!¡Fuego!—exclamó,sincomprenderloquepasaba.Susdoscompañerosselevantaron.—¿Quéeseso?—preguntóSamuel.—¡Unincendio!—exclamóJoe—.Pero¿quiénpuede…?Enaquelmomentoseoyerongritosdebajodelfollaje,violentamenteiluminado.—¡Los salvajes! —exclamó Joe—. ¡Han prendido fuego al bosque para estar
segurosdequemarnos!—¡Lostalibas!¡LosmorabitosdeAl-Hadjí!—dijoeldoctor.UncírculodefuegorodeabaalVictoria.Loschasquidosdelostroncossecosse
mezclaban con los gemidos de las ramas verdes. Los bejucos, las hojas, todas laspartesvivasdeaquellavegetaciónexuberantese retorcíanenvueltasenelelementodestructor. La mirada se perdía en un océano en llamas; los grandes árbolesdestacaban en negro en la inmensa fragua, con las ramas cubiertas de ascuas; el
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inflamado conjunto se reflejaba en las nubes, y los viajeros creyeron hallarseencerradosenunaesferadefuego.
—¡Huyamos!—exclamóKennedy—.¡Atierra!¡Esnuestraúnicaposibilidaddesalvación!
PeroFergusson lodetuvoconmano firmey,precipitándosehacia la cuerdadelancla, lacortódeunhachazo.Las llamas,prolongándosehaciaelglobo, lamíanyasus iluminadasparedes;peroelVictoria, libredesusataduras,seelevómásdemilpies.
Espantosos gritos resonaron en el bosque, acompañados de violentasdetonaciones de armas de fuego. El globo, atrapado por una corriente que selevantabaconeldía,pusorumboaloeste.
Eranlascuatrodelamañana.
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CAPITULOXLIII
—Siayerporlanochenohubiésemostomadolaprecaucióndealigerarpeso—dijoeldoctor—,aestashorasestaríamosirremisiblementeperdidos.
—Poresoesbuenohacerlascosasatiempo—repusoJoe—.Graciasaesonoshemossalvado,yesmuynatural.
—Noestamosfueradepeligro—replicóFergusson.—¿Qué temes? —preguntó Dick—. El Victoria no puede descender sin tu
permiso,yauncuandodescendiera…—¡Comodescendiese…!¡Mira,Dick!Losviajerosacababandetrasponerellinderodelbosque,yvieronaunostreinta
jinetesvestidosconpantalónanchoyalbornozondeante.Unosarmadosconlanzasyotrosconespingardas,seguíanaltrote,alomosdesuscaballosvivosyardientes,ladireccióndelVictoria,queavanzabaaunavelocidadmoderada.
Alveralosviajerosprorrumpieronengritossalvajes,blandiendosusarmas.Lacóleray la amenaza se leían en sus semblantesmorenos, cuya ferocidad acentuabauna barba escasa pero erizada. Atravesaban con facilidad las mesetas bajas y lassuavescolinasquedesciendenalSenegal.
—¡Son ellos!—dijo el doctor—. ¡Los crueles talibas, los ferocesmorabitos deAl-Hadjí!Preferiríahallarmeenelbosquerodeadodefieras,quecaerenmanosdetaninmundosbandidos.
—Suaspectonoestranquilizador—dijoKennedy—.¡Yselesvemuyfornidos!—Afortunadamente—dijo Joe—, son bestias de una especie que no vuela; al
menosesunconsuelo.—¡Mirad esas aldeas en ruinas y esas chozas reducidas a cenizas! —dijo
Fergusson—.Es obra de ellos; la aridez y la devastaciónmarcan las huellas de supaso.
—Pero no pueden alcanzarnos—replicó Kennedy—. Si logramos poner el ríoentreellosynosotros,estaremoscompletamenteseguros.
—Dices bien, Dick; pero para eso es preciso no caer —respondió el doctor,mirandoelbarómetro.
—Porsiacaso,Joe—repusoKennedy—,noestaríademásprepararlasarmas.—Eso no puede perjudicarnos, señor Dick; ha sido una suerte no haberlas
sembradoporelcamino.—¡Micarabina!——exclamóelcazador—.Esperonosepararmenuncadeella.Y Kennedy la cargó con el mayor cuidado. Le quedaba aún pólvora y balas
suficientes.—¿Aquéalturanosmantenemos?—preguntóelcazador.—Aunossetecientoscincuentapies.Peroyanotenemoslaposibilidaddebuscar
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corrientesfavorablessubiendoobajando;noshallamosamerceddelglobo.—Locualesungraveinconveniente—repusoKennedy—.Elvientoesbastante
flojo; si hubiéramos encontrado un huracán como el de otros días, ya habríamosperdidodevistaaesosinfamesbandidos.
—Esos malditos—dijo Joe— nos siguen sin ninguna dificultad, al trote. ¡Unauténticopaseo!
—Si los tuviésemos a tiro —dijo el cazador—, me divertiría derribándolos atodosunotrasotro.
—¡Buena laharíamos!—respondióFergusson—.Si los tuviésemosa tiro,ellostambiénnostendríanatiroanosotros,ynuestroVictoriaofreceríaunblancofácilalas balas de sus largas espingardas. Hazte cargo de lo que sería de nosotros siagujereasenelglobo.
La persecución de los talibas continuó toda la mañana. Hacia las once, losviajerosapenashabíanrecorridoquincemillashaciaeloeste.
El doctor examinaba en el horizonte hasta lasmás pequeñas nubecillas. Temíaunavariaciónatmosférica.SielvientoarrastrabaelglobohaciaelNíger,¿quéseríadeellos?Notaba,además,queelglobotendíaabajarsensiblemente.Desdesupartidahabíaperdidoyamásdetrescientospies,yelSenegaldebíadeestaraúnaunasdocemillas;alavelocidadactualtodavíalesfaltabantreshorasdeviaje.
Enaquelmomento,nuevosgritos llamaronsuatención.Los talibasseagitaban,precipitandoelgalopedesuscaballos.
Eldoctorconsultóelbarómetroycomprendiólacausadeaquellaalgarabía.—Bajamos—dijoKennedy.—Sí—respondióFergusson.«¡Malo!»,pensóJoe.Pasadouncuartodehora,labarquillasehallabaamenosdecientocincuentapies
delsuelo,peroelvientoeramásfuerte.Lostalibas,sindetenerse,hicieronunadescarga.—¡Estáis demasiado lejos, imbéciles!—exclamó Joe—. Bueno será tenerlos a
raya.Y,apuntandoaunodelosjinetesqueibandelante,hizofuego.Eltalibadiouna
voltereta;suscompañerossedetuvieronyelVictorialessacóventaja.—Sonprudentes—dijoKennedy.—Porque creen estar seguros de cogernos —respondió el doctor—. Y nos
cogeránsiseguimosbajando.Esabsolutamenteindispensablequenoselevemos.—¿Quévamosaechar?—preguntóJoe.—Todoelpemmicanquequeda.Serántreintalibrasmenosdepeso.—¡Puesalláva!—dijoJoe,obedeciendolasórdenesdesuseñor.Labarquilla,quecasillegabaalsuelo,subióentreelgriteríodelostalibas;pero,
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mediahoradespués,elVictoriavolvíaabajarrápidamente.Elgasseescapabaporlosporosdesusparedes.La barquilla rozó el suelo y los negros de Al-Hadjí se precipitaron hacia ella;
pero,comosucedeensemejantescircunstancias,apenaselglobotocóelsuelo,diounsaltoyfueacaerunamillamásadelante.
—¡Noescaparemos!—dijoKennedyconrabia.—Joe, echa nuestra reserva de aguardiente —ordenó el doctor—, nuestros
instrumentos,todoloquepese,porpocoquesea,ytambiénelancla.Joearrancólosbarómetrosylostermómetros;perotodoesosuponíamuypoco,y
elglobo,quesubiómomentáneamente,notardóenvolveratocarelsueloLostalibascorríantrasellosynoestabanyamásqueadoscientospasos.
—¡Echalasdosescopetas!—exclamóeldoctor.—Noserásinhaberlasdescargado—respondióelcazador.Ycuatrodisparossucesivoshicieronmorderelsueloacuatrotalibas,quecayeron
entrelosfrenéticosgritosdelahorda.ElVictoriaselevantódenuevo,dandosaltosenormes,comounainmensapelota
quebotaenelsuelo.¡Extrañoespectáculoelqueofrecíanaquellosdesdichadosintentandohuirapasos
degigante,yque,asemejanzadeAnteo,parecíaquerecobrabanfuerzasal llegaratierra! Pero aquella situación no podía prolongarse incesantemente. Era casimediodía.ElVictoriaseagotaba,sevaciaba,sealargaba;suenvolturasetornabafofayondulante;losplieguesdeltafetánrechinabanalrozarunosconotros.
—¡ElCielonosabandona!—dijoKennedy—.¡Vamosacaer!Joenorespondió,nohacíamásquemirarasuseñor.—¡No!—dijo éste—.Aúnpodemosdesprendernosdemásde ciento cincuenta
libras.—¿Dónde están?—preguntóKennedy, pensando que el doctor se había vuelto
loco.—¡La barquilla! —respondió éste—. Colguémonos de la red. Las mallas nos
sostendrányllegaremosalrío.¡Pronto!¡Pronto!Y aquellos hombres audaces no vacilaron en intentar semejante medio de
salvación.Secolgaronde lasmallasde lared, talcomohabía indicadoeldoctor,yJoe,sosteniéndoseconunamano,cortóconlaotralascuerdasdelabarquilla,lacualcayóenelmomentoprecisoenqueelaeróstatoibaadesplomarsedefinitivamente.
—¡Hurra! ¡Hurra!—exclamó, mientras el globo, sin lastre alguno, ascendía atrescientospiesdealtura.
Lostalibasespoleabanasuscaballos,quebarríanelsueloconloscascos;peroelVictoria, encontrando un viento más activo, les tomó la delantera y avanzórápidamentehaciaunacolinaquecerrabaelhorizontealoeste.Fueunacircunstancia
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favorableparalosviajeros,porquepudieronpasaralotroladodelacolina,mientrasque lahordadeAl-Hadjísevioobligadaadarunrodeoporelnorteparasalvarelobstáculo.
Lostrescompañerossesosteníanagarradosdelared,quehabíanpodidoatarpordebajo,desuertequeformabaunaespeciedebolsaflotante.
Derepente,despuésdehaberpasadolacolina,eldoctorexclamó:—¡Elrío!¡Elrío!¡ElSenegal!Enefecto,aunadistanciadedosmillas fluíaunaextensacorrientedeagua.La
orillaopuesta,bajay fértil,ofrecíauna retiradasegurayun lugar favorableparaeldescenso.
—Uncuartodehoramás—dijoFergusson—,yasalvo.Pero, desgraciadamente, el globo vacío caía poco a poco sobre un terreno casi
enteramente desprovisto de vegetación, compuesto de largas pendientes y llanuraspedregosas,dondenosevelanmásquealgunosmatorralesyunahierbaespesaqueelardordelsolhabíasecado.
El Victoria tocó varias veces el suelo y volvió a elevarse; pero sus saltosdisminuían en extensióny altura, y en el último se quedó enganchadopor la partesuperiorde la reda lasaltas ramasdeunbaobabaislado,únicoárbolenmediodeaquelterrenodesierto.
—¡Todohaconcluido!—exclamóelcazador.—Yacienpasosdelrío—dijoJoe.Lostresdesdichadossaltaronatierrayeldoctorcondujoasusdoscompañeros
haciaelSenegal.En aquel lugar, el río producía un barboteo continuado; al llegar a la orilla
Fergusson reconoció las cataratas de Goulna. No había ni una barca, ni un seranimadoalavista.ElSenegal,queteníaallídosmilpiesdeancho,seprecipitabaconatronador ruido desde una altura de ciento cincuenta de este a oeste, y la línea depeñascosqueseoponíaasucursoseextendíadenorteasur.Enmediodelacascadahabíarocasdeextrañasformas,comoinmensosanimalesantediluvianospetrificadosentrelasaguas.
La imposibilidad de atravesar aquel abismo era evidente. Kennedy no pudoreprimirungestodedesesperación.
PeroeldoctorFergusson,enuntonodeenérgicaaudacia,exclamó:—¡Todavíanosquedaunmedio!—Yalosabíayo—dijoJoe,conesaconfianzaensuseñorquenoleabandonaba
jamás.Lahierbasecalehabíainspiradoaldoctorunaideaatrevida.Eraelúnicorecurso.
Volvió rápidamente con sus compañeros al punto donde se había quedado laenvolturadelaeróstato.
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—Les llevamos al menos una hora de delantera a los bandidos—dijo—. Noperdamostiempo,compañeros;recogedhierbaseca,muchahierbaseca;necesitoporlomenoscienlibras.
—¿Paraqué?—preguntóKennedy.—Comonotenemosgas,cruzaremoselríoutilizandoairecaliente.—¡Ah, mi querido Samuel! —exclamó Kennedy—. ¡Eres verdaderamente un
granhombre!JoeyKennedypusieronmanosalaobrayenunmomentoreunieronunaenorme
piladehierbajuntoalbaobab.Entretanto, eldoctorhabíaagrandadoelorificiodel aeróstatocortandosuparte
inferior, tras haber hecho salir por la válvula el poco hidrógeno que aún pudieracontener; después amontono cierta cantidad de hierba seca bajo la envoltura y leprendiófuego.
No hace falta mucho tiempo para hinchar un globo con aire caliente. Unatemperaturade180°,essuficienteparadisminuiralamitad,enrareciéndolo,elpesodelairequecontiene,demaneraqueelVictoriaempezóarecobrarsensiblementesuformaredondeada.Lahierbaabundaba;eldoctoractivabaelfuegoyelvolumendelaeróstatoaumentabavisiblemente.
Eraentonceslaunamenoscuarto.Enaquelmomentounasdosmillasalnorte,apareciólapartidadetalibas.Oíanse
susgritosyelruidodeloscascosdeloscaballoscorriendoatodogalope.—Dentrodeveinteminutosestaránaquí—dijoKennedy.—¡Hierba!¡Hierba,Joe!¡Dentrodediezminutosestaremosenelaire!—Aquítiene,señor.ElVictoriaestabahinchadoensusdosterceraspartes.—Amigosmíos,agarrémonosalared,comohemoshechoantes.—Yaestá—respondióelcazador.Diezminutosdespués,unassacudidasindicaronlatendenciadelgloboaelevarse.
Lostalibasseacercaban;estabanapenasaquinientospasos.—Agarraosbien—exclamóFergusson.—¡Notema,señor,no!Yeldoctor,conelpieañadiómáshierbaalahoguera.Elglobo,totalmentedilatadoporelaumentodetemperatura,seelevórozandolas
ramasdelbaobab.—¡Enmarcha!—exclamóJoe.Unadescargademosqueteslerespondió,yunadelasbalaslehizounrasguñoen
un hombro; pero Kennedy, inclinándose, descargó su carabina y derribó a otroenemigo.
Gritosderabiaimposiblesdereproduciracompañaronlaascensióndelglobo,que
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subiócercadeochocientospies.Seapoderódeélunvientofuertequelehizooscilarde manera alarmante, mientras el intrépido doctor y sus dignos compañeroscontemplabanbajosuspieselabismodelascataratas.
Diez minutos después, sin haber hablado una palabra, los intrépidos viajerosdescendíanpocoapocoaltiempoqueseacercabanalaotraorilla.
Allí,sorprendido,maravillado,atónito,habíaungrupodeunosdiezhombresconuniforme francés. Júzguesecuál sería suasombroalverelevarseaquelgloboen lamargenderechadel río.Casi creyeron enun fenómenoceleste.Pero sus jefes, queeran un teniente deMarina y un alférez de navío, conocían por los periódicos deEuropa la audaz tentativa del doctor Fergusson y al momento comprendieron elsuceso.
El globo, deshinchándose poco a poco, descendía con los atrevidos aeronautascolgadosdesured;peroeramuydudosoquepudiese llegara tierra,por loquelosfranceses se echaron al río y recibieron en sus brazos a los tres ingleses en elmomentodebajarelVictoriaaalgunastoesasdelaorillaizquierdadelSenegal.
—¡EldoctorFergusson!—dijoelteniente.—Elmismo—respondiótranquilamenteeldoctor—,ysusdosamigos.Los franceses llevaron a los viajeros a la orilla del río,mientras que el globo,
mediodeshinchadoyarrastradoporunacorrienterápida,fueasepultarsecomounainmensaburbuja,conlasaguasdelSenegal,enlascataratasdeGouina.
—¡PobreVictoria!—exclamóJoe.El doctor no pudo reprimir una lágrima; abrió los brazos, y sus dos amigos se
precipitaronhaciaélprofundamenteconmovidos.
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CAPITULOXLIV
La expedición que se encontraba a orillas del río había sido enviada por elgobernadordeSenegalysecomponíadedosoficiales,losseñoresDufraisse,tenientedeInfanteríadeMarina,yRodamel,alférezdenavío,unsargentoysietesoldados.Hacía dos días que estaban buscando la situación más favorable para elestablecimiento de un puesto en Gouina, cuando fueron testigos de la llegada deldoctorFergusson.
Huelga decir que los tres viajeros recibieron muchos abrazos y muchasfelicitaciones.HabiendolosfrancesespodidocomprobarporsímismoslarealizacióndelaudazproyectodeSamuelFergusson,seconvertíanen los testigosnaturalesdeéste.
Asíesqueeldoctorlespidió,enprimerlugar,queconstatarandemaneraoficialsullegadaalascataratasdeGouina.
—¿Tendrá la bondad de levantar acta y firmarla? —le preguntó al tenienteDufraisse.
—Estoyasudisposición—respondióéste.Los inglesesfueronconducidosaunpuestoprovisionalestablecidoaorillasdel
río,yallíselesprodigaronlasmayoresatencionesyselesproveyóabundantementedecuantopudierahacerlesfalta.Allíseredactótambién,enlossiguientestérminos,el acta que se encuentra actualmente en los archivosde laSociedadGeográficadeLondres.
Los abajo firmantes declaramos que en el día de la fecha hemos vistollegar, colgados de la red de un globo, al doctor Fergusson y a sus doscompañeros,RichardKennedyyJosephWilsonhabiendocaídodichogloboaunospasosdenosotrosenel lechomismodel río, siendoarrastradopor lacorrienteyabismándoseenlascataratasdeGouina.Entestimoniodelocualfirmamoslapresenteenunióndedichosviajerosparaqueconstedondeseapertinente.FirmadoenlascataratasdeGouina,el24demayode1862.
SAMUEL FERGUSSON, RICHARD KENNEDY, JOSEPH WILSON;DUFRAISSE,tenientedeInfanteríadeMarina;RODAMEL,alférezdenavío;DUFAYS, sargento; FLIPPEAU, MAYOR, PÉLISSIER, LOROIS,RASCAGNET,GUILLONyLEBEL,soldados.
Aquí concluye la asombrosa travesía del doctor Fergusson y de sus valerososcompañeros, constatada por irrecusables testigos. Se hallaban ya entre amigos yrodeados de tribus más hospitalarias que mantienen relaciones con losestablecimientosfranceses.
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HabíanllegadoalSenegalelsábado24demayo,yel27delmismomesestabanenelpuestodeMedina,situadoaorillasdelrío,unpocomásalnorte.
Losoficialesfranceseslesrecibieronconlosbrazosabiertosylesagasajarontodolo posible. El doctor y sus compañeros tuvieron ocasión de embarcar casiinmediatamenteenelpequeñobarcodevaporBasilic,quedescendíaporelSenegalhastasudesembocadura.
Catorcedíasdespués,el10de junio, llegaronaSantLuis,dondeelgobernadorles ofreció una magnífica acogida. Ya estaban repuestos completamente de sustribulacionesyfatigas.Joedecíaatodoaquelquequisieraescucharle:
—Nuestro viaje, después de todo, ha sido muy tonto, y no aconsejo que loemprendaquiendeseeexperimentaremocionesfuertes.Acabaporresultartedioso;deno ser por las aventuras del lago Chad y del Senegal, nos habríamos muerto deaburrimiento.
Habíaunafragatainglesapróximaazarpar,ylostresviajerosembarcaronenella;eldía25dejuniollegaronaPortsmouth,yelsiguienteaLondres.
NodescribiremoselentusiasmoconquelesacogiólaSociedadGeográficanilosobsequiosdequefueronobjeto.KennedypartióinmediatamenteparaEdimburgoconsufamosacarabina,deseosodetranquilizarcuantoantesasuviejaamadellaves.
El doctor Fergusson y su fiel Joe siguieron siendo los mismos hombres quehemos conocido, sin que se hubiera verificado en ellos más que una variaciónimportante.
Sehabíanconvertidoeníntimosamigos.TodoslosperiódicosdeEuropacolmarondeelogiosalosaudacesexploradores,y
elDailyTelegraphlanzóunatiradadenovecientossetentaysietemilejemplareseldíaenquepublicóunextractodelviaje.
EnsesiónpúblicacelebradaenlaRealSociedadGeográfica,eldoctordiocuentadesuexpediciónaeronáutica,yobtuvoparaélysuscompañeros lamedalladeorodestinadaarecompensarlamásnotableexploracióndelaño1862.
Elprincipal resultadodeldoctorFergussonha sido constatarde lamaneramásprecisaloshechosylosdatosgeográficosreunidosporBarth,Burton,Spekeyotrosviajeros. Gracias a las expediciones actuales de Speke y Grant, De Heuglin yMunzinger, que se dirigen a las fuentes del Nilo o al centro de África, podremosdentro de poco comprobar los propios descubrimientos del doctor Fergusson en lainmensacomarcacomprendidaentrelosgrados14y33delongitud.
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JULIOVERNE.JulesGabrielVerne(Nantes,8defebrerode1828–Amiens,24demarzode1905),conocidoenlospaísesdelenguaespañolacomoJulioVerne,fueunescritorfrancésdenovelasdeaventuras.EsconsideradojuntoaH.G.Wellsunodelos padres de la ciencia ficción. Es el segundo autor más traducido de todos lostiempos, después deAgatha Christie, con 4.185 traducciones, de acuerdo al IndexTranslationum.Algunas de sus obras han sido adaptadas al cine. Predijo con granexactitud en sus relatos fantásticos la aparición de algunos de los productosgenerados por el avance tecnológico del siglo XX, como la televisión, loshelicópteros,lossubmarinosolasnavesespaciales.FuecondecoradoconlaLegióndeHonorporsusaportesalaeducaciónyalaciencia.
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