Art Toys.
Art Toys, Vinyl Toys o Juguetes de Diseñador, son nombres para describir a los
juguetes coleccionables producidos en edición limitada, los cuales son creados
por diseñadores y artistas. Estos juguetes pueden ser de diferentes materiales,
entre los más importantes se encuentran el plástico y los polímeros.
La historia de los juguetes vistos como verdaderas obras artísticas se remonta
a mediados de la década de los años 90 en Hong Kong, cuando los artistas
Michael Lau y Eric So, emplearon el vinilo suave para crear versiones limitadas
de juguetes coleccionables dirigidos a un público adulto.
Dicho movimiento urbano recibió más tarde el nombre de art toy o vinyl toy y
consistió, en un principio, en crear muñecos de cinco a 20 centímetros sobre
una base blanca o negra. Algunos de los artistas y diseñadores retomaban las
figuras de personajes animados famosos como el icónico Mickey Mouse.
Cuando se fue haciendo popular se hizo también comercial, y grandes pintores,
grafiteros, dibujantes de cómic e ilustradores empezaron a personalizarlos no
sólo en países orientales, pronto invadieron el mercado anglosajón y europeo.
En la actualidad, existen empresas que se dedican a la venta de estos
juguetes, a los cuales se les han llegado a agregar accesorios tecnológicos
como altavoces, luces de colores, rayo láser, memorias USB y discos duros.
A pesar de todo esto, la corriente artística del art toy todavía se mantiene entre
la élite, debido a que las piezas suelen ser caras, pero los creativos no quitan
el dedo del renglón y su objetivo próximo es abrirse camino en el mercado.
La modalidad en la comercialización también agrega un factor interesante en lo
que al coleccionar este tipo de figuras.
Como se mencionó anteriormente, las tiradas de las series de los art toys son
limitadas. A eso debemos sumarle el concepto de blind box ( Caja ciega) que
no es mas que al momento de la compra, el comprador no sabe que figura
contiene el Packaging y sumado a esto, dentro de una misma colección, no se
comercializan igual número de personajes, sino que hay algunos que se
fabrican en menor cantidad con respecto a otros convirtiéndolos en las figuras
difíciles de la serie, lo que acrecienta la búsqueda en los coleccionistas.
El objetivo es crear figuras con diferentes materiales especialmente el plástico.
El tamaño suele variar desde los 8 centímetros hasta los 20 centímetros.
Aunque, incluso se crean figuras a gran escala para exposiciones o
coleccionistas. Estas figuras se producen en serie de no más de 2.000 piezas
y, por ello, suelen ser piezas para coleccionistas e incluso alguna de ellas se
convierten en objeto de culto.
Debido a los altos costos que supone producir una pieza única, se crean
figuras en blanco que sirven como lienzo para que cada artista lo personalice a
su gusto, son los denominados custom toys, figuras customizadas por artistas
creando piezas únicas.
Muchas son las empresas que han apostado por este tipo de figuras, (alguna
de ellas les han añadido una funcionalidad a las figuras), como es el caso de
Kidrobot en Estados Unidos, de Paul Bunditz, pionero visionario que desde el
principio creyó y apostó por los juguetes como medio de expresión. Existen
otras empresas alrededor del mundo como Toy2r en Hong Kong y Colette en
Francia.
Psicología del coleccionista. Aspectos sustanciales
El abordaje del concepto juguetes para adultos necesariamente obliga a
entender las razones o motivaciones que llevan a una persona a hacer una
colección en primer lugar y a la relación que un muñeco se convierta en algo
que pueda ser adquirido por un adulto.
Walter Benjamin se interesó en 1937 por la naturaleza del coleccionismo a
propósito de su encuentro con Eduard Fuchs, propietario de una de las
mayores colecciones del mundo de caricaturas, arte erótico y cuadros de
costumbres. En su ensayo Eduard Fuchs: historia y coleccionismo, Benjamin
plantea el doble problema de los caracteres psicológicos del coleccionista y de
la naturaleza del coleccionismo en tanto que traslación de la historia de la
cultura a un patrimonio de bienes.
En relación con el primer problema, Benjamin detecta ya en Fuchs (y por
extensión en todos los coleccionistas) los atributos de una sensibilidad ligada a
un pathos (‘pathos’, voz griega que significa ‘sufrimiento y pasión’) específico,
unos atributos que convierten al coleccionista en un individuo perteneciente a
las minorías más excéntricas y complejas de la sociedad: "A la figura del
coleccionista, que con el tiempo aparece cada vez más atractiva, no se le ha
dado todavía lo suyo.
Nada impide creer que ninguna otra hubiese podido deparar ante los
narradores románticos un aspecto más seductor. Son románticas las figuras del
viajante, del jugador, del virtuoso. Pero falta la del coleccionista". Benjamin
insiste luego en el interés que dicha figura presenta para la psicología. Y
sabemos que la psicopatología moderna considera abiertamente el
coleccionismo como una conducta ligada a naturalezas maníacas y
megalómanas, estrechamente relacionada con comportamientos premórbidos,
como la usura o la avaricia.
Sin embargo, más allá de los caracteres psicológicos del coleccionista,
Benjamin se interroga, a propósito de Fuchs, sobre el sentido del
coleccionismo en relación con la memoria y la recuperación de la historia. Para
Benjamin, tras la conducta del coleccionista privado se esconde la obsesión de
objetualizar el legado del pasado y de convertirlo en un patrimonio valiosísimo
de bienes, unos bienes que no poseen valor pecuniario alguno, y que sin
embargo constituyen un incalculable tesoro.
El arraigo de la propiedad en el espíritu del coleccionista, y sólo este aspecto
de la naturaleza del coleccionismo puede explicar el denominador común de
este pathos a lo largo de toda la Historia: buscar, encontrar, clasificar y agrupar
parte de la historia, de la cultura.
La pasión de coleccionar es tan vieja como el hombre. Todos tenemos, como
uno de nuestros rasgos fundamentales, una inclinación a coleccionar.
Cuando el doctor Vallejo-Nájera llegó a considerar el coleccionismo como una
“patología sana” sintetizó de una manera brillante dos aspectos fundamentales
en torno al coleccionismo. Por una parte su motivación psicológica. Así, esta
pasión coleccionista de “reunidor de un poco de todo” es, como ya decía
Cicerón, un modo de expresar inequívocamente el control sobre un aspecto de
nuestra realidad privada, un modo de autoafirmación. Al coleccionista le mueve
principalmente el deseo de posesión, la necesidad de una actividad libre, el
propósito de auto superación y la urgencia de clasificarse a sí mismo.
En ocasiones estas cuatro motivaciones se producen conjuntamente para
definir una pasión coleccionista que justifique a un mismo tiempo los apetitos
íntimos, el afán de liberación, la propia vocación de artista y hasta la certeza de
obtener una aceptación. El coleccionista invierte tiempo y dinero en una afición
suavemente obsesiva: acopiar objetos de una misma gama, series de cosas
que él considera en sí mismas valiosas. Una especie de ritual que en casos
muy aislados se puede hacer patológica. Objetos de colección por otra parte
que obedecen a cualquier criterio.
Por otra parte, esa “sanidad” de la que hablaba Vallejo-Nájera se constata día
a día a través de numerosos estudios que demuestran los beneficios que
conlleva el coleccionismo. A su contribución en la creación de nuevos
estímulos culturales y educacionales que desarrollen el aprendizaje entre los
más pequeños –el caso de la placa de cava como ayuda didáctica, ya que
mediante una enseñanza original, interesante y divertida, la placomusofilia
instruye, además de desarrollar la capacidad intelectual, el lenguaje y la
sociabilidad, la tendencia por el orden y el ahorro y un reposo físico y psíquico-,
otras investigaciones han corroborado que el coleccionismo ayuda a superar el
aislamiento social, además de servir como un remedio contra las vicisitudes y
las prisas de la vida moderna, al ser ante todo una magnífica fórmula para
llenar los ratos libres y educar a uno mismo y a los que le rodean en el gusto
por lo bello, por la búsqueda y por la curiosidad. Asimismo, se deben difundir y
analizar con mayor rigor sus virtudes terapéuticas.
Así, muchos médicos recomiendan a personas mayores el coleccionismo,
principalmente a pacientes que se recuperan de problemas de estrés o
cardiacos. Y es que el coleccionismo debe vivirse como una afición flexible,
que puede y debe convivir perfectamente con otras aficiones o actividades,
pero que conlleva hábitos de conducta “sanos” que se mantienen durante toda
la vida, como el carácter voluntarioso, constante, metódico y apasionado por la
ocupación del tiempo libre, y que encierra la satisfacción personal por la
posesión de algo único e irrepetible.
Cabe destacar que no todo el mundo tiene esa propensión a coleccionar como
así tampoco a una actividad lúdica tanto sea con juguetes o cualquier otro
elemento sea este de arte o de consumo.
El análisis que se realiza desde el punto de vista del comportamiento en su
mas basta acepción en los niños es importante en este punto.
Las tarjetas y muchos otros tipos de colecciones acaparan la atención de los
niños año con año, esta puede ser una afición que si se maneja de manera
adecuada por lo padres; puede ayudar a los niños a desarrollar habilidades y
actitudes muy positivas, como por ejemplo: Constancia, orden, paciencia,
memoria, etc.
Así como el deporte puede ser una forma de juego para los niños, el
coleccionar algún objetivo también puede serlo. Alrededor de los cinco a seis
años, el niño comienza a tener interés por la colección sobre todo de tarjetas y
figuras de su película o serie televisiva favorita, posteriormente a partir de los
nueve años y a veces hasta la vida adulta su colección se va haciendo más
específica y amplia.
Lo que antes eran tarjetas, ahora son monedas (numismática) estampillas
postales (filatelia), mariposas, rocas minerales, banderines, llaveros, aviones,
coches, etc.
Dicen los coleccionistas que un objeto de su colección es, en realidad un
opcional que no cuenta con un valor intrínseco, pero si con unicidad,
principalmente si pertenece a un determinado período histórico o si perteneció
a una persona importante. Según los analistas de la famosa casa de subastas
Christie's, que de objetos coleccionables entiende mucho, "coleccionar es
sinónimo de amar, y es imposible buscar motivaciones razonables para
explicar estas manifestaciones". Del mismo modo, no es fácil buscar
motivaciones válidas para explicar la colección de radiografías de un médico
francés, que en su archivo reunió tibias y fémures. O la colección de millares de
pares de zapatos de la ex primera dama de Filipinas, Imelda Marcos, o de una
de las mayores colecciones del mundo de latas de cerveza, reunida por un
coleccionista de Porto Alegre.
El coleccionista serio es una combinación muy curiosa de instintos, desde los
mas delicados hasta los mas vulgares, y desde los mas espirituales hasta los
mas primitivos, algunas veces de un egoísmo grotesco y otras veces de una
dedicación purísima a un objeto o a una idea. El coleccionista se dedica a la
contemplación y al desarrollo de su actividad "sui generis". Y aquella facultad
es, muchas veces, aquella necesidad, aquella "fuerza mayor" de ver
determinados objetos de una manera precisa, especial, didáctica y de
relacionarlos y valorizarlos. El coleccionista a veces parece seguir los instintos
de un egoísmo vulgar y a veces parece moverse dentro de un círculo
encantado de ideas de investigación y se mantiene equidistante de los dos,
tanto como del mundo imaginario como del pensamiento.
Un coleccionista es egoísta, muchas veces astuto y otras tantas actúa por
impulsos. El busca "valores". Tiene ideas fijas sobre el objeto de su colección.
No se avergüenza del mundo que creó ni de la dedicación que le da, aunque a
los ojos de un necio, no pase de un simple pasatiempo de alguien que tiene
dinero "para tirar" o que no tiene algo mejor para hacer.
No obstante las opiniones ignorantes sobre las colecciones, es necesario notar
que los coleccionistas son tratados con respeto en casi todas las situaciones y
en casi todas las épocas. De todos modos ellos, como cualquier humano
"especial", tienen una propensión a querer imponerse en el mundo exterior, es
decir, procuran para su manera de contemplación y ocupación un
reconocimiento y merecimiento general, como si fueran una cosa valiosa para
la humanidad. Ellos tratan de probar esa verdad instintivamente sentida de
coleccionar, como una forma de ocupación y contemplación "sui generis", la
cual, por esto mismo, debe ser vista de manera especial, en una tentativa de
justificarla de forma comprensible a todos aquellos desprovistos de la alegría
de coleccionar.
Mientras que el coleccionista es ordenado y cuidadoso y, como explica el
psicólogo Ricard Cayuela, “suele socializar su colección y mostrarla orgulloso”,
la acumulación acrecentada y desordenada, sin sentido de la cualidad de lo
que se colecciona “forma parte de una psicopatología, como el síndrome de
Diógenes”. En El sistema de los objetos, Jean Baudrillard también distinguió un
nivel inferior de acumulación de materias y otro de guardar objetos en serie de
lo que es la verdadera colección.
"El coleccionista dedicado es un poeta de valores"
El coleccionismo es una estupenda herramienta pedagógica, porque:
- Para los niños más pequeños esta actividad le resulta emocionante y aunque
en ocasiones es frustrante, si se les incentiva a continuarla y se les
proporcionan pautas y exigencias, es una herramienta muy eficaz para que el
niño siga sintiéndose muy interesado y motivado.
-En los niños tímidos y que se relacionan muy poco con los demás, el
coleccionismo les ayuda a fomentar las relaciones de intercambio y el contacto
personal.
- Tiene un valioso aporte para los niños que muestran síntomas de
hiperactividad, en este caso lo mejor es orientarles a que coleccionen objetos
que les exijan una mayor concentración y atención, asì como mayor
memorización y organización.
Habilidades que el niño desarrolla al coleccionar
El coleccionismo impulsa a los niños a desarrollar una serie de habilidades
que les beneficiarán posteriormente tanto en el desarrollo de muchas de sus
actividades como en su vida familiar.
Entre estas habilidades se encuentran:
- El orden: El coleccionismo incita al orden ya que es necesario tener un control
sobre las piezas ya conseguidas, las que faltan y las repetidas.
- La responsabilidad: se fomenta el cuidado por sus objetos de colección y el
dinero, ya que el niño será responsable para ahorrar y poder así pagarse su
propia colección.
- El respeto: El niño no sólo aprenderá sobre el cuidado de su colección,
además podrá apreciar a partir de lo propio, lo importante que es respetar las
pertenecias de los demás.
- La organización: el niño debe saber en todo momento dónde se encuentran
sus objetos de colección para así poder realizar los intercambios que desee.
- La constancia: Como la finalidad de esta actividad es acabar la colección, el
niño deberá esforzarse para así poder conseguir las piezas que le faltan; por lo
que necesitará mostrar una clara actitud de constancia para poder alcanzar su
objetivo en el plazo previsto.
- La memoria: el niño fomentará esta capacidad ya que el coleccionismo lo
incitará a recordar todas las partes de su colección, de tal forma que sabrá lo
que le falta para completarla, lo que puede cambiar o que ya esta repetido.
Esta memorización le podrá ser útil en el futuro para otros temas como los
estudios.
“El arte de coleccionar”
Entrevista Revista Elle, Agosto 2006
Periodista Lorena López a la Lic. Fabiana Porracin Psicóloga (UBA) -
Antropóloga (UBA)
LL- Desde la antropología, el hecho de “coleccionar” ¿es inherente al hombre?.
¿De dónde surge este interés?
FP- Debido a que el hombre es un ser cultural, transmite sus adquisiciones a
las siguientes generaciones. Ya en las primeras organizaciones sociales
nómades y posteriormente en las sedentarias, se observa en las culturas
mortuorias y religiosas modalidades de colección de objetos representativos.
Las formas de coleccionar socialmente tienen su historia. En su origen un
museo fue un templo de Musas, un lugar sagrado que ellas frecuentaban,
debido a que eran las diosas de la memoria.
Posteriormente, en tiempos de la dinastía Ptolemaica, Ptolomeo mandó
construir en Alejandría un edificio al que llamó museo dedicado al desarrollo de
todas ciencias.
En la Antigüedad, en los templos se guardaban objetos de culto u ofrendas que
ocasionalmente se exhibían al público para que pudiera contemplarlos y
admirarlos. Lo mismo ocurría con los objetos valiosos y obras de arte que
coleccionaban algunas personas de la aristocracia en Grecia y en Roma, las
exponían en sus residencias y los enseñaban con gran orgullo a los amigos y
visitantes.
Recién en el Siglo XV comienzan a aparecer las primeras instituciones sociales
destinadas a transmitir y conservar “retazos” de historia. Estas primeras
instituciones son, al principio, los llamados "Gabinetes de Curiosidades" donde
se realizaban “amontonamientos” de objetos sin clasificar.
A fines del Siglo XIX el Museo de Historia Natural de Londres exhibía sus
objetos, ordenados científicamente.
En el Renacimiento es cuando se da el nombre de museo -tal y como lo
entendemos hoy- a los edificios expresamente dedicados a tales exposiciones.
El hecho de “coleccionar” objetos representativos culturalmente, que hacen a la
pertenencia, identidad e idiosincrasia grupal es un fenómeno que comienza con
las primeras organizaciones nómades, en los albores del hombre. La
costumbre adquiere distintas formas en las primeras civilizaciones sedentarias
y con la complejización política, económica y social se destinan espacios
públicos para tales fines.
El interés surge de una necesidad social, la de transmitir y preservar la cultura.
Los seres humanos perecemos, y la cultura nos trasciende, perdura, se
transforma, aunque en algunos casos perece también. Transmitir lo adquirido
quizás sea una forma de perdurar, y defenderse de la desaparición total.
Hay culturas que tienen determinadas formas de realizar estas acumulaciones,
por ejemplo, The British Museum de la ciudad de Londres cuenta en su haber
con acumulación de manifestaciones culturales de todos los tiempos, y de la
mayor parte de las culturas de nuestro planeta, apropiándose de valiosísimos
objetos que son patrimonio de la humanidad, y que pertenecen a otras
civilizaciones, posee desde objetos provenientes de Irán, Anatolia,
Mesopotamia y Levante. Posee una gran colección de la cultura del antiguo
Egipto, desde tiempos predinásticos (unos 4.000 años aC) hasta el período
copto (cristiano; siglo XII dC), objetos del mundo griego desde inicios de la
edad de bronce, de todo el imperio romano, hasta esculturas del Partenón, etc.
De forma análoga a la legitimación por “prepotencia” de poder –según mi
opinión- ejercida por este museo, hay individuos que también se apropian de
colección de objetos que son de todos, como el caso de individuos que se
apropian de restos fósiles para incrementar sus colecciones personales, por
ejemplo.
Y también existen los aficionados a coleccionar. El coleccionismo es un hobby,
consiste en agrupar y organizar objetos de una determinada categoría. Como
el coleccionismo depende de la afición de cada coleccionista, algunos pueden
centrarse en un aspecto particular de un área y otros en una de mayor
amplitud.
El coleccionismo puede ser muy variado, pero hay algunos temas muy
populares que han creado un mercado propio en el que se compran, venden e
intercambian objetos de la colección. Con la aparición de Internet se incorpora
este nuevo recurso como medio de estos intercambios.
La variedad de objetos de colección es muy amplia. Unas de las más
conocidas son las de filatelia y numismática. Pero hay colecciones de todo tipo
y variedad, por ejemplo, existen xilotecas: es una colección de maderas, de
códigos de barras, de biblias de todo el mundo, de boletos capicúa, de piezas
de odontología, de preservativos y mucho más.
LL- Coleccionar ¿es “natural” o es más “construido”?
FP - “Construir” fenómenos es parte de la naturaleza humana.
Para analizar los fenómenos diseccionamos. Con fines de entender separamos
analíticamente y decimos que el ser humano es resultado de lo bio-psico-
sociocultural. Pero en la realidad son instancias inseparables. Ningún
fenómeno es estrictamente sólo social, o sólo psicológico o sólo biológico. De
allí que si es “construido” culturalmente es también natural. En este sentido
amplio.
“Construir” necesidades o tendencias es parte de esa naturaleza humana, es
decir, la vida cultural -inherente a lo humano- imprime incluso ciertas
modificaciones en las tendencias biológicamente determinadas. ¿Qué quiere
decir esto?, que por fuerza de la cultura pueden modificarse aspectos de la
anatomía en grados variabilísimos que pueden ir por ejemplo, desde estirar
cuellos, achicar pies, estirar lóbulo de las orejas, mutilar clítoris, hacer agujeros
en el lóbulo de las orejas a los días de vida de nacida una beba, etc.
A su vez, por ejemplo, se puede alterar por reparto desigual de la riqueza -
variable socio-económica- el genotipo. El hambre altera toda expresión
genotípica del ser humano.
De acuerdo a este punto de vista, no existe comportamiento “natural” o
“antinatural”. Si es parte del ser humano, es parte de su naturaleza,
independientemente de la fuente que determine el fenómeno a analizar: lo
biológico, lo psicológico, lo socio-cultural.
No obstante esto, es interesante discernir que tiende a parangonarse, y a darle
valorización –erróneamente desde mi perspectiva- a lo siguiente:
-Comportamiento natural se connota positivamente, equivale a sano, a que
hace bien.
-Comportamiento antinatural es connotado negativamente, equivale a
insalubre, no hace bien.
Podría reformularse el planteo: una cuestión es plantearse si se trata de una
tendencia que promueve bienestar o malestar, si se trata de una tendencia que
enriquece al ser humano o lo empobrece como tal.
Otra cuestión es asignarle connotaciones negativas o positivas a lo natural o
antinatural. Ya que por ser cultural es natural. Construir tendencias y
necesidades culturalmente es parte de la naturaleza humana. Si las tendencias
que se promueven empequeñecen, es una cuestión de otro orden a si es
natural o antinatural.
En síntesis, en sentido amplio no habría comportamiento antinatural, si se
manifiesta, si se expresa, sería un fenómeno más de la naturaleza humana, por
consiguiente, sería natural. Distinto es si lo que se promueve o contruye está
bien o mal, si hace bien o mal.
LL- Coleccionar, tener, es algo visto con buenos ojos por nuestra sociedad
actual. ¿Siempre fue así? ¿Hay culturas donde esta noción de acumular no sea
valorada?
FP - Ha sido preponderantemente de esta forma. Todas las culturas tienen
producción, distribución, uso, colección de objetos, y sus formas de
preservarlas y transmitirlas, ya sean estas de uso personal, social, suntuarios,
mortuorios, de guerra, de arte, religiosos. A su vez, en general toda
organización social destina ámbitos a tales fines, como mencionáramos
anteriormente.
Pero también hay subsistemas culturales que promueven lo contrario. Estos
subsistemas forman parte de la cultura más amplia de la que forman parte
también, como se observa en algunas religiones que profesan el ascetismo.
Por ejemplo, cuando Buda, (en realidad en este momento Siddhartha), a los 29
años abandona su reino para convertirse en asceta está en contacto con
distintos maestros religiosos del valle del Ganges que profesaban el ascetismo.
Las primeras doctrinas ascéticas en occidente se remontan a la antigua Grecia,
y como corriente se incorpora de diversas maneras a sistemas religiosos como
el Budismo, el Cristianismo y el Islam. En el Tao Te Ching, del Lao Tse profesa
por ejemplo el desprendimiento del afán posesivo.
Es decir que hay sistemas culturales que profesan, promueven y practican lo
contrario a la acumulación, colección, a posesión de objetos materiales.
En la actualidad, hay sectores culturales que se encuentran “entrampados” en
una inercia imparable de acumular sólo por creer que “pertenecer tiene sus
privilegios”.
LL- ¿Es el hecho de acumular lo que provoca placer?
FP- Debido a que el placer es individual -y cada persona es única- hay tantas
fuentes de placer como personas hay. Hay personas que obtienen placer en el
hecho de acumular. Hay personas que obtienen placer en el hecho de obtener
status a través de sus colecciones. Hay personas que se gratifican con la
transmisión y difusión a otros de los objetos que coleccionan. Hay personas
que obtienen placer en el simple hecho de acopiar elementos de su gusto,
satisfaciendo así, por ejemplo, su curiosidad. Hay personas que obtienen
placer en ser medios de la preservación de cierta producción cultural de su
época. Hay personas que por esto último obtienen placer en esta modalidad de
trascender, preservando lo que trasciende.
El mero hecho de acumular no sería la única fuente de placer. Aunque lo sea
para algunos individuos. La diferencia radicaría en el acumular como fin en sí
mismo, o como medio para un fin, y esto multiplica los fundamentos del
fenómeno en cuestión como fuente de placer.
LL- Hay diferencias entre hombres y mujeres?
FP - No difieren en cuanto a la necesidad de coleccionar.
Se han diferenciado como resultado de prácticas históricas, ya que ambos
géneros han sido tradicionalmente destinados a distintos ámbitos: el hombre al
ámbito público, que implica el trabajo, la guerra, la política, el arte, las ciencias.
Las mujeres, tradicionalmente asignadas al ámbito de lo privado han sido sólo
las portadoras “antropológicas” de los objetos de embellecimiento personal.
Estas tendencias, desde la Revolución Industrial, en el llamado mundo
occidental, están en permanente cambio, ya que la mujer comienza a avanzar
en la esfera pública. Este cambio incide en que se emparenten, se desdibujen
diferencias históricas en cuanto al género, también en el fenómeno de
coleccionar.
Comentarios generales
FP - La racionalidad del ser humano es una herramienta de escaso alcance
para aprehender la profundidad e incomprensibilidad del fenómeno de la vida,
del infinito, de la nada, de la muerte.
Podría uno hipotetizar si la cultura, además de ser una herramienta más de
supervivencia grupal, podría pensarse como instancia paradojal, es decir, que
encierra a su vez la paradoja de ser un andamiaje defensivo de enfrentarnos
con la voracidad e inconmensurabilidad que es el fenómeno de la vida, siendo
el perecer uno de los hechos más inquietantes de la misma.
Coleccionar podría pensarme como un recurso más para sobrellevar la
inevitabilidad, y de esta forma también, luchar por trascender, por perdurar.
Por todo lo expuesto el coleccionismo se pude abordar desde distintos frentes
de análisis.
El elegido para el presente trabajo es aquel que provee al individuo de un
sentido de pertenencia, creando una identidad de pertenencia a un grupo
selecto, que poseen colecciones únicas.
Fuente http://www.fabianaporracin.com.ar
VALORACIÓN DE LOS OBJETOS DE ARTE
La imposibilidad de definir la artisticidad de un objeto producido por el hombre,
y que llamamos convencionalmente arte, hace que las obras de arte se valoren
según criterios no artísticos o estéticos sobreañadidos, sobre todo después de
que la obra coleccionada o museada y fuera de su contexto, haya perdido su
funcionalidad. De ahí que casi todos los valores sobreañadidos han nacido por
razones del coleccionismo, del comercio del arte y como consecuencia de la
museografia.
1) La antigüedad: la reflexión histórica nos obliga a considerar el valor antiguo
de un objeto si tiene más de 75-100 años. Sobre esta valoración se ha
construido todo el canal del comercio del arte de los anticuarios. Pero no debe
confundirse la antigüedad con la historicidad de un objeto: el primero es un
valor cronológico y el segundo un valor cultural (popularmente se expresa con
el dicho "no todo lo viejo es antiguo").
Al valor de antiguo se unen otras consideraciones: la procedencia del objeto,
por razón de su propietario o cultura excepcional o rara; el exotismo y la rareza
en cuanto a la poca frecuencia del tipo o modelo; la serie o pertenencia a un
conjunto completo o no; la unicidad, contrapuesta a la multiplicidad en forma de
copia o reproducción; la integridad del objeto conservado total, parcialmente o
restaurado. Se considera íntegro y comerciable un objeto si conserva más del
25 % de su integridad primera y original. Estas consideraciones son
valoraciones, sobre todo, de tipo mercantil y comercial.
2) La autoría. El reconocimiento del autor de la pieza, con firma o sin ella,
aumenta la valoración de la obra, que cada vez depende más del autor, desde
que los renacentistas aconsejan firmar las obras. Maestro, taller, escuela son
valores escalonados de más a menos de tal forma que la autentificación de la
firma o falsificación de la misma provoca un escándalo, aunque más en el
mundo comercial que en el creativo, pero afecta también al museográfico.
3) El precio final de la pieza depende de los dos anteriores y de la importancia
que se desee ofrecer por la crítica especializada. El precio hace que la ficción
alcance cifras traducibles de la forma siguiente: cuanto más cara es una pieza,
más artística parece. El valor de la inversión y comercio del arte se apoya en
este principio: es arte lo que vale dinero y se revaloriza. El artista triunfa
cuando ha alcanzado ciertos precios. La referencia "valor de ventas" es el
baremo del éxito del artista.
La obra de arte, en su verdadero sentido, nada tiene que ver con el precio,
porque no tiene valor de compra. Como máximo, una obra se puede robar,
pero no se puede vender. Por eso la historia del arte, al revés que el comercio
del arte, ha de fundamentarse sobre valoraciones distintas: el arte tiene valor
cultural, estético e histórico.
Fuente: www.arteymercado.com/coleccionismo_historia.html
Artista elegido.
Tal como se mencionó en la introducción y con el fin de ejemplificar e ilustrar el
presente trabajo se considera el trabajo de Patricio Oliver de origen Argentino.
Conocido como PO! es diseñador gráfico y creador de Art Toys.
Nacido en 1977 en la provincia de Neuquén, Argentina. Estudió diseño gráfico
en la Universidad de Buenos Aires, donde es profesor de Tipografía desde el
año 2000. En cada una de sus actividades, PO! siempre ha tratado de ser un
generador de nuevos mundos, centradas en la fantasía y la imaginación
colectiva. Presta especial atención a la cultura victoriana, comicbooks, la
estética de películas de terror y todo lo relacionado con el universo
sobrenatural.
Sus mundos y sus creaciones por fin han cruzado la barrera de papel y la
pantalla, y se han hecho en forma de juguetes de vinilo, para las empresas
como Red Magik China, Kid Robot , Toy2r, Juguetes Raje, UnboxIndustries,
The design mall y Mugo.
Patricio Oliver recaló en el diseño de art toys de manera casual, pero no menos
importante en el devenir de los acontecimientos. Supo expresar su mundo
interior a través de personajes corpóreos de una manera natural y muy
personal, quedando evidenciado que no es una moda sino una nueva
vanguardia.
“….Se generó una moda del personajito. Vos ibas a cualquier lado y
cualquiera te hacía un personajito. Llegabas a tu casa, lo pegabas en la pared
y eras diseñador de personajes.”
“….. Están buenísimas las modas. Porque las modas hacen que surjan
personas que hacen cosas que a veces son talentosas, pero también se
masifica todo a un nivel que se pierde lo que uno hace.”
Estas declaraciones de Patricio Oliver, evidencian a las claras, su pasión y su
desarrollo en la creación y fijación de nuevas pautas en lo que a los art toys se
refiere.
La más clara impronta que le inflinge a su labor de creación quedan
respaldadas en la siguiente declaración:
“Yo no diseño personajes, yo creo personajes”
La diferencia no es semántica sino sustancial. La creación parte de un
concepto profundo y personal. Cada personaje responde a características muy
precisas e irrepetibles. Esas características quedan representadas en la
morfología y en la paleta de colores elegida. Asimismo todos los personajes
forman parte de un universo que también es creado por el autor. Incluso el
Packaging tiene un correlato con los personajes en cuestión.