ISSN: 1646-5024 ENERO-JULIO 2010 REVISTA NUESTRA AMRICA N 8 123 - 97
Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario27CARMEN DOLORES HERNNDEZ28
RESUMEN
Visin de conjunto sobre la literatura puertorriquea del siglo XX, en la que se seala
hacia dos corrientes coexistentes que han marcado su fisonoma durante ese perodo.
Una tiende a mirar hacia adentro, hacia las circunstancias del pas, aunque utilizando el
vocabulario esttico contemporneo. La otra tiende a mirar hacia fuera y, en general, ha
tardado en ser aceptada como parte importante de esa literatura. Es esta ltima corriente
alterna, sin embargo, con sus vnculos estrechos a movimientos sociales y estticos de
mayor universalidad, la que ha resultado a la postre- de ms impacto y la que le ha gran-
jeado un mayor reconocimiento a esta literatura.
PALABRAS CLAVE
Literatura puertorriquea, siglo XX/ tendencias principales de la literatura/ tendencias
innovadoras/ autores puertorriqueos del siglo XX.
ABSTRACT
This article projects a comprehensive vision of XXth Century Puerto Rican literature,
emphasizing two separate tendencies which have characterized its development during
that time. There has been, on the one hand, a tendency to look inwards, to concentrate
27 Una versin de este trabajo, Alternancias en la literatura puertorriquea, se public en: Litera-tura puertorriquea. Visiones alternas, ed. por Carmen Dolores Hernndez. San Juan: Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 2005, pp. 65-90.
28 Nacida en San Juan y doctora en Literatura Espaola por la Universidad de Puerto Rico, Carmen Dolores Hernndez tiene a su cargo la crtica literaria en el peridico El Nuevo Da, donde escribe se-manalmente desde 1981 y dirigi las revistas culturales Foro y Letras (2002 y 2005). Miembro de la Academia Puertorriquea de la Lengua Espaola, colabora habitualmente en revistas puertorriqueas y del extranjero (Estados Unidos, Mxico y Alemania). Ha publicado los libros: Manuel Altolaguirre, vida y literatura (1974); De aqu y de all. Libros de Puerto Rico y del extranjero (1986), Puerto Rican Voices in English. Interviews with Writers (1997), Ricardo Alegra. Una vida (2002) y A viva voz (2008). Ha editado un libro de ensayos sobre literatura puertorriquea, Literatura puertorriquea. Visiones alternas (2005) y un volumen con los cuentos ganadores del Certamen de El Nuevo Da, que inici en 1997, Convocados (2009). Un artculo suyo sobre la escritura de la Dispora puertorriquea se incluy en la obra colec-tiva Literary Cultures of Latin America. A Comparative History (Oxford University Press, 2004). Contacto: [email protected].
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on the problems and circumstances of the Island, although using the contemporary
aesthetic idiom. Certain authors who have not been immediately recognized as impor-
tant or representative, on the other hand, have connected with universal themes and
modes. Somewhat paradoxically, these have achieved a wider recognition for Puerto
Rican literature.
KEY WORDS
XX Century Puerto Rican literature/ Mainstream literary currents/ Literary breakthrou-
ghs/XX Century Puerto Rican authors
Una visin a vuelo de pjaro de la literatura puertorriquea en el siglo XX
requiere de ciertos aterrizajes que permitan apreciar de cerca algunos hitos
significativos. Veremos entonces de lejos y de cerca- un panorama comple-
jo, reflejo de una sociedad con grandes diferencias respecto a otras del Ca-
ribe e Hispanoamrica. Cuatro escalas se nos aparecen como encrucijadas
ilustrativas de las confluencias y disidencias entre los derroteros conside-
rados centrales de esta literatura -los hollados por escritores ampliamen-
te reconocidos en su tiempo - y aquellos caminos alternos, desconocidos
por muchos, por los que transitaron figuras que en su momento fueron
o ignoradas o menospreciadas por sus contemporneos. Los primeros se
identifican a menudo con movimientos que hicieron escuela, que tuvieron
variantes y seguidores, que se estudiaron y discutieron asiduamente en
su da. Las figuras alternas que siguieron otras vertientes no tuvieron una
proyeccin de igual envergadura en su momento, aunque su valor se ha ido
reconociendo con el tiempo. Resultan ahora, en todo caso, imprescindibles
para mostrar la riqueza de las modalidades literarias puertorriqueas y las
diferentes formas en que nuestra literatura ha respondido a situaciones
particulares del pas.
Primera escala: comienzos del siglo XX.
Una figura colosal domina la poesa modernista en Puerto Rico a principios
de siglo: Luis Llorns Torres (1876-1944), vate consagrado y consagrador de
una afirmacin colectiva en aquel momento de zozobra que sigui a la Gue-
Carmen Dolores Hernndez 9998 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
rra Hispanoamericana y al cambio de soberana.29 La Ley Foraker del 1900, la
primera que organiz el gobierno del pas bajo los Estados Unidos, dej a los
puertorriqueos con menos autonoma que la concedida por Espaa en la Carta
Autonmica del 1897; el rgimen volva a ser completamente colonial, con un
gobernador nombrado por los Estados Unidos que administraba el pas con la
ayuda de un Consejo Ejecutivo. Puerto Rico adquiri un status especial como
territorio no incorporado sujeto al Congreso norteamericano.
Como respuesta a esta situacin, Llorns Torres invent una historia halagadora
y afirmativa para un pueblo colonizado; celebr y cant los hroes antillanos y
americanos (Daz Quiones 1986: 18) creando para Puerto Rico el mito de una
hidalgua vinculada a lo hispnico. Tal estrategia se percibe claramente en su largo
poema de tono pico, La cancin de las Antillas, algunos de cuyos versos dicen as:
Somos islas! Islas verdes. Esmeraldas
en el pecho azul del mar.
Verdes islas. Archipilago de frondas
en el mar que nos arrulla con sus ondas
y nos lame en las races del palmar.
Somos viejas! O fragmentos de la Atlante de Platn
o las crestas de madrpora gigante,
o tal vez las hijas somos de un cicln
[...]
Somos grandes! En la historia y en la raza.
En la tenue luz aquella que al temblar sobre las olas
dijo tierra! en las naos espaolas.
Llorns sent las bases de la modernidad literaria puertorriquea, no slo en
la manera en que se suscribi al culto aristocrtico del Arte (Daz Quiones
1986: 39), tan caracterstico de los modernistas, sino tambin en su cultivo del
periodismo. Como los modernistas hispanoamericanos, desarroll una concien-
cia profesional de la escritura; experiment con el lenguaje, el ritmo, el tono,
29 Como consecuencia de la Guerra Hispanoamericana del 1898 la isla de Puerto Rico pas de ser colonia espaola a ser posesin de los Estados Unidos.
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el color. Sus versos eran como un taller en que el poeta -un orfebre- moldeaba,
pula, refinaba y engarzaba palabras, frases y ritmos. Todo ese afn modernista
se mezclaba con un tono criollista que busc en el jbaro -el campesino- y en
metros tradicionales como la dcima las esencias del sentimiento nacional que
quera reforzar con su poesa, utilizndolos como smbolo de resistencia.
No fue l, ni mucho menos, el nico poeta modernista en Puerto Rico. Fuerte
y persistente, el modernismo domin la vida literaria central de la Isla hasta
entrados los aos veinte. A l se adhirieron poetas como Jess Mara Lago, An-
tonio Prez Pierret, Jos de Jess Esteves, Evaristo Ribera Chevremont y P.H.
Hernndez. Tambin Jos de Diego, innovador como Llorns- en poemarios
como Pomarrosas (1904) (Rivera de lvarez 1974, I: 504-509).30 Parte del exo-
tismo que para otros poetas modernistas hispanoamericanos resida en un
reflejo de Francia, de la antigua Grecia o del Oriente, para los puertorrique-
os curiosamente- se encontraba en una vinculacin espiritual con Espaa,
la antigua metrpoli. En la prosa su mximo cultivador fue Nemesio Canales,
el humorista, conocido por los ensayos que publicaba en el peridico El Da de
Ponce con el ttulo genrico de Paliques.
Existi en ese momento del primer cuarto del siglo XX alguna corriente alter-
na, que difera o se apartaba significativamente de los postulados estticos y de
la temtica cosmopolita y un tanto rebuscada de los modernistas? Existi. Se
trata de un cuerpo extenso de literatura, poco estudiado hasta el da de hoy: la
literatura de la clase obrera. Presenta otra faz completamente diferente de la ex-
periencia puertorriquea. Su gnesis apunta hacia la industria del tabaco como
establecedora no slo de pautas polticas y sociales, sino tambin literarias.31
30 Muy vinculado a la vida literaria espaola, mientras estudiaba en la pennsula haba estado en con-tacto con los escritores de versos satricos de revistas como El Madrid Cmico y La Semana Cmica a quienes ahora se les reconoce una influencia renovadora sobre la poesa. En esas dos revistas salieron los versos de Jovillos, que no public en forma de libro hasta mucho ms tarde (1916). Diego, Jos de (Rivera de Alvarez, 1974, I, 504-509). Sobre el Madrid Cmico y su poca modernista bajo la direccin de Don Jacinto Benavente a finales del siglo XIX, ver el artculo Revistas literarias y culturales espaolas en Diccionario de literatura espaola e hispanoamericana. Madrid: Alianza, 1993, Tomo 2, pp. 1381-1384.
31 La importancia de la clase obrera para el desarrollo poltico, social y econmico de Puerto Rico desde mediados del siglo pasado ha sido estudiada por historiadores y socilogos puertorriqueos desde la dcada del 70. Una buena sntesis de los orgenes del movimiento obrero se encuentra en la Seccin II de Garca 1985: 67-96.
Carmen Dolores Hernndez 101100 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
En 1865 y en el taller El Fgaro, de La Habana, se haba iniciado la prctica de
leerles a los obreros mientras despalillaban tabaco, prctica que se generaliz
en las Antillas y lleg hasta las fbricas de Nueva York (Marrero 1984: 80).32 Los
tabaqueros, por lo tanto, eran relativamente cultos, aunque fueran analfabetos.
Conocan textos anarquistas y estaban al tanto de las publicaciones obreras
-libros y peridicos- de Espaa . Tambin se les lean novelas de Dumas y Victor
Hugo, de Balzac, Flaubert, Jos Mara Vargas Vila, Prez Galds y otros escrito-
res europeos, incluyendo a los rusos (Valle Ferrer 1990: 60-61).
En un pas donde no hubo universidad hasta el 1903, tales prcticas convirtie-
ron a esos obreros en seres privilegiados con oportunidades inslitas. Tambin
lo fueron los tipgrafos (Gonzlez y Quintero Rivera 1984). Desde finales del
siglo XIX, adems, algunos grupos de obreros haban establecido casinos en
donde se le daba mucha importancia a la alfabetizacin. Surgieron tambin
peridicos como El Eco Proletario y El Obrero (Garca 1985). Estas actividades au-
mentaron en frecuencia e intensidad con el cambio de soberana y el acerca-
miento del lder Santiago Iglesias Pantn al movimiento obrero norteamericano,
sobre todo a la American Federation of Labor dirigida por Samuel Gompers. A
esa entidad se afili la puertorriquea Federacin Libre de Trabajadores funda-
da por el mismo Iglesias.
Tras el 98, muchos trabajadores publicaban libros, panfletos, poemarios, ma-
nifiestos polticos, obras de anlisis y de divulgacin de sus ideas. Fue en estos
primeros aos del siglo que ms escritos de obreros se publicaron. (Gonzlez
y Quintero Rivera 1984: 146). La figura de una mujer resulta especialmente in-
teresante. Luisa Capetillo (1879-1922) -a quien se suele conocer en Puerto Rico
porque fue encarcelada en La Habana por usar traje de hombre, desafiando as
una de las ltimas convenciones que le quedaban por retar- haba sido lectora
en una fbrica de tabacos. Inici su carrera como escritora en 1904, escribiendo
32 El tabaquero puertorriqueo, Bernardo Vega, habla de esa prctica en Nueva York: (1988: 40-41): Al principio, el lector de la fbrica, por su cuenta, escoga las obras. Predominaba entonces la literatura de puro entrenimiento: novelas de Prez Esrich, Luis Val, etc. Pero con el desarrollo poltico de los tabaque-ros, stos comenzaron a intervenir en la seleccin. Se impuso la preferencia por las doctrinas sociales. Se lea a Gustavo Le Bon, Luis Buchner, Darwin, Marx, Engels, Bakunin. Al final de los turnos de lec-tura se iniciaba la discusin sobre lo ledo. Se hablaba de una mesa a otra, sin interrumpir el trabajo
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ensayos. El suyo es un caso excepcional. Me atrae de un modo irresistible la
literatura, escribir es para m la ms agradable y selecta ocupacin, la que ms
me distrae, la que ms se adapta a mi pensamiento, (Ramos 1992: 74-75) es-
cribi en una ocasin, enfatizando una singularidad que se refera no slo a su
activismo obrero, sino tambin literario.
Entre sus libros hay un relato utpico que parece de ciencia ficcin a lo George
Orwell, La humanidad en el futuro ( 1910 ). Del 1911 es un libro importante de
ensayos inmensamente retador: Mi opinin sobre las libertades, derechos y deberes
de la mujer como compaera, madre y ser independiente. Aunque por el ttulo pa-
recera acercarse al tratado de Mary Wollstonecraft, A Vindication of the Rights
of Woman (1872), el de Luisa Capetillo es un libro curioso, una amalgama de
pensamientos, ensayos y hasta cuentos. En 1916 escribi un drama en tres ac-
tos, Influencia de las ideas modernas. Sus escritos, an los de tipo aleccionador y
proselitista, poseen una cualidad directa, persuasiva, que los distingue. 33
No obedece su literatura -ni la de otros escritores obreros, como Ramn Rivera
Rosa, Jos Ferrer y Ferrer, Ramn Morell Campos y Eduardo Conde- a los cnones
estticos vigentes en su da. Escribe ella, como ha dicho Julio Ramos (1993), desde
la periferia de una cultura letrada. Se trata -en el caso de todos ellos- de una lite-
ratura sin lectores, (Garca 1989: 86) es decir, sin los lectores de clase media -con
acceso a los medios de comunicacin masivos, a las instituciones de enseanza y
de prestigio cultural- que tradicionalmente dominan esa parte del ciclo de produc-
cin literaria. A diferencia de la corriente literaria principal, en estos escritos no
hay un ideario de resistencia nacional ni se utiliza como smbolo la figura del jba-
ro. Se proyectan ms bien hacia lo contrario, una especie de universalismo cuya
meta es la identificacin de los proletarios de todos lugares, sin distinciones nacio-
nales y con ideales algo utpicos de hermandad y progreso espiritual universal.34
33 La industria del tabaco incorpor desde muy temprano a la mujer en las fbricas, como lectora o como despalilladora. Fueron ellas quienes encabezaron en Puerto Rico varios movimientos en pro de mejores salarios y condiciones de trabajo. Las mujeres tabaqueras estuvieron, pues, a la vanguardia tanto del feminismo como de las reivindicaciones obreras en la Isla.
34 Por eso, segn nos dijo Julio Ramos en una entrevista: Tal ausencia de la reflexin sobre la nacio-nalidad la sita en un lugar problemtico para la historia del pensamiento crtico en Puerto Rico que fue, hasta mediados de los setenta, un campo intelectual definido en torno a las preguntas qu somos? cul es nuestra identidad?
Carmen Dolores Hernndez 103102 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
La inclusin de la literatura obrera en el corpus literario puertorriqueo del
siglo XX podra resultar extraa. Si consideramos, sin embargo, las condiciones
de la escolaridad y la produccin literaria en Puerto Rico a finales del XIX, el
hecho de que haya surgido entonces un movimiento bibliogrfico y editorial
con un pblico lector demarcado, el que se hayan escrito obras pensando en
l, buscando transformar su sensibilidad, acrecentar su consciencia social e
informarlo, es un desarrollo que no debe pasarse por alto. La de los obreros fue
una produccin literaria sistemtica que se asom a varios gneros y que iba a
contrapelo de los cnones estticos y de las preocupaciones temticas de lo que
hasta el momento haba parecido ser la literatura puertorriquea. Sus lneas
de desarrollo eran, irnicamente, ms cosmopolitas que las de los modernistas
(con su fijacin sobre lo espaol) y no slo por ideologa poltica, sino tambin
por las lecturas que se hacan en las fbricas. Fue una literatura, adems, mu-
cho ms ligada a la tradicin oral, que les quedaba muy cerca a estos escritores
(tanto por su procedencia social como por la va principal de instruccin que
haban tenido: las lecturas en las fbricas). Estos escritos, pues, ensanchan y
diversifican el panorama que habitualmente se contempla en los estudios tradi-
cionales de la literatura puertorriquea.
Segunda escala: los aos treinta.
Esa dcada fue, para la literatura puertorriquea, un perodo comparable al
del 98 en Espaa en trminos de auto-examen, de angustia, de bsqueda en las
esencias colectivas. Si figuras como Maeztu, Ganivet, Unamuno, se enfrentaron
en la pennsula al desastre colonial, al derrumbe final de la manera imperial
en que tradicionalmente se haba concebido a s misma la nacin espaola, en
Puerto Rico el cambio fue igualmente fundamental. Una nave al garete llam
el ensayista Antonio S. Pedreira a Puerto Rico (1957: 96) Una isla pequea, colo-
nizada y medio olvidada por Espaa hasta el siglo XIX, que haba servido como
baluarte militar y que haba permanecido muy fiel y muy leal a la Corona a
travs de escaseces, guerras, ataques piratas y calamidades administrativas,
entraba ahora a formar parte de una realidad completamente diferente.
Un ensayista -totalmente olvidado hoy- que en el 98 tena 10 aos, describe as
el impacto del cambio:
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Andaba yo a la escuela en los ltimos das de la dominacin espaola en Puerto
Rico. Un mucho perplejos nos dej a los rapaces la salida de los soldados espao-
les de Puerto Rico, y ms todava la entrada de las huestes militares de la Gran
Repblica, que se decan libertadoras, pero que hablaban un idioma que no era el
nuestro, la lengua regalada que nuestras madres nos ensearon, y tenan unas
costumbres que no eran nuestras; la novedad de tan extraos y trascendentales
sucesos hubo de revolver absolutamente nuestras ideas Un poco tristes estba-
mos los chicos, como guerreros que se quedan sin enemigos a quienes combatir.
Ya no eran nuestros juegos pasionales, ya en la escuela no presida la bandera
espaola, haban quitado el retrato del rey nio, all estaban los retratos de Wa-
shington y Lincoln; pero no se hallaba aqul sustitudo por la Matrona simblica
del gorro frigio que todos ambamos Ahora, qu claro se me aparece aquel mis-
terio! Haba hudo, desgarrndonos las entraas, un secular Poder, magno an
en sus errores; se haba apagado el brillo de nuestra ilusin, nuestra ilusin de
libertad Cuando los muchachos nos percatamos de ello, cuando vimos que al
Poder derrocado sustitua otro Poder, aprestmonos para la lucha, y formaron
en nuestra genuina ciudad criolla por su espritu rebelde, Ponce, no ya los nios
naturales de Puerto Rico, lo mismo los de la ciudad que los infelices que habitaban
los bohos, sino los hijos de los espaoles residentes en la poblacin, que antes no
jugaban con nosotrosJams la Gran Repblica tuvo en contra enemigos tan de-
cididos. Las consideraciones de la gente sesuda fueron un incentivo de nuestro
odio. Alguno, una tarde, hallndonos acampados en las riberas del ro Portugus,
nos dio esta noticia: He odo decir que no nos van a dejar hablar en espaol. Un
grito de unnime protesta se alz entre los legionarios: No hablaremos ingls, no
aprenderemos ingls. Viva la estrella solitaria! Queremos ser puertorriqueos!
(Hernndez Usera 1922: 114-117).
No fue esa, sin embargo, una tnica duradera en el ambiente poltico del mo-
mento. Muchos pensaron entonces que los Estados Unidos representaba el fu-
turo, el progreso, la libertad.35 A la altura de los treinta, sin embargo, ya haban
35 El mismo autor, en un ensayo diferente de aqul de sus reminiscencias de niez, refleja las as-piraciones de muchos que vieron en los Estados Unidos una esperanza de progreso y modernidad. Escribiendo desde Espaa durante los aos veinte, tras hacer un anlisis somero de las lacras que vea en las interioridades de estas aejas organizaciones polticas europeas, compara con ellas la civilizacin norteamericana: Eso veo aqu en Europa, y al contemplar este cuadro de desolacin y
Carmen Dolores Hernndez 105104 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
pasado las primeras e ilusionadas esperanzas, los conflictos se calibraban en
todo su alcance y las lneas de pensamiento se empezaban a definir con ms
claridad. Un estudioso puertorriqueo seala:
En ese momento [del 98] la posibilidad de asimilar cultural y lingsticamente a
Puerto Rico pareci fcilmente realizable tanto a las autoridades coloniales de la
nueva metrpoli, como a un sector muy importante de las fuerzas polticas y so-
ciales de nuestro pas Al cabo de tres dcadas de intento de asimilacin forzada,
tanto el uso del espaol en nuestras escuelas como el reclamo del reconocimiento
de una cultura nacional puertoriquea se convirtieron en una reivindicacin fun-
damental de las fuerzas polticas del pas. (Mndez 1997: 46-47).
La del treinta fue la primera generacin que se form enteramente tras el cam-
bio de soberana, segn seala la historiadora de la literatura, Josefina Rivera
de lvarez (1983: 321). Estuvo dolorosamente consciente de una profunda deso-
rientacin. Somos una generacin fronteriza escribi Pedreira batida entre
un final y un comienzo (Pedreira 1957: 210). La Ley Jones del 1917 les haba
dado la ciudadana a los puertorriqueos y se comprenda mejor el alcance de
un plan abarcador de americanizacin cuya arma principal fue la enseanza
pblica. Estaba en plena vigencia un sistema de colonialismo econmico con su
centro en la industria azucarera. El inicio de la Gran Depresin de la economa
norteamericana agudiz los problemas econmicos.
La generacin del 30 reaccion ante tales circunstancias enarbolando una his-
panidad concebida como resistencia lingstica y cultural. Ciertos organismos
apoyaron ese sesgo. En el 1927 se fund en la Universidad de Puerto Rico (la
mayora de cuyos cursos se impartan en ingls) un Departamento de Estudios
Hispnicos bajo la rectora del Dr. Thomas Benner. Su primer director fue don
Federico de Ons, que llegaba va la Universidad de Columbia en Nueva York.
compararle con el de Amrica, donde el nico trono es la Ley, donde la Ley es la voluntad del pueblo, la fuerza pblica su imperativo ejecutor y los Poderes sus representantes, me enorgullezco. Cuando miro a los ciudadanos de nuestra libre Amrica exaltados a la ms alta categora, libres para pensar, para aprender, para el ejercicio del comercio y de la industria, sin trabas, conviviendo en superior armona, exigiendo responsabilidad a los gobernantes, informando por medio del sufragio la accin del Poder, me siento enaltecido, pudiendo ostentar los derechos de mi patria autnoma y la ciudada-na de la Gran Repblica, a cuya gloria contribuiremos como ella contribuye a nuestra prosperidad. (Hernndez Usera 1922: 62-63).
106 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
Otros espaoles contribuyeron a fortalecer tal departamento, entre ellos Toms
Navarro Toms, ngel del Ro, Amrico Castro y Valbuena Prat. Con ese de-
partamento se vincularon muchos de los ensayistas puertorriqueos que mar-
caran el perodo. El rgano oficial del Departamento fue la Revista de Estudios
Hispnicos, que comenz en el 1928 bajo la direccin de de Ons.36
Ese departamento y sus profesores llevaron a cabo una labor decidida de re-
cuperacin de una cultura y un pensamiento puertorriqueos vinculados es-
trechamente a lo hispnico. Concha Melndez ampli esa vinculacin con sus
estudios pioneros sobre la literatura hispanoamericana; Mara Cadilla de Mar-
tnez busc la raz folklrica hispnica. Un lingista puertorriqueo, Rubn del
Rosario, escribi en un artculo del 1939 que el sistema educativo debera Asig-
nar al espaol, la lengua materna, el lugar de preferencia que en la actualidad
no tiene en la educacin elemental (Del Rosario 1985: 28).
La vida literaria -y la intelectual- adquirieron una fortaleza y un ritmo nunca an-
tes vistos en Puerto Rico. Enrique Laguerre, con La llamarada, le dio a Puerto Rico
su propia novela de la tierra.37 La poesa floreci: sobresalieron dos poetas muje-
res que, como sus congneres en la Amrica Latina, desafiaron las convenciones
asociadas tradicionalmente a la escritura femenina: Julia de Burgos y Clara Lair.
En el teatro se destacaron, entre otros, Manuel Mndez Ballester y Emilio Belaval.
El escritor ms emblmatico de la generacin fue Pedreira, cuya obra -escrita
durante una vida muy corta, 1899-1939- incluye una valiosa Bibliografa puerto-
rriquea y un estudio titulado El periodismo en Puerto Rico, adems de biografas
de Hostos y de Jos Celso Barbosa y el ensayo La actualidad del jbaro. (Esta gene-
racin reclam al jbaro no desde la perspectiva criollista de Llorns, sino desde
una ideolgica. Lo convirtieron en el smbolo del atraso socioeconmico a salvar,
36 Entre ellos Antonio S. Pedreira, Toms Blanco, Margot Arce de Vzquez, Rubn del Rosario, Fran-cisco Manrique Cabrera, Concha Melndez, Gustavo Agrat, Lidio Cruz Monclova y Jos Agustn Bal-seiro (Naranjo y Puig Samper 2002).
37 Como lo fue Don Segundo Sombra de la pampa argentina, Doa Brbara de los llanos venezolanos y La Vorgine de la selva colombiana. Pero a diferencia de aqullas, su eje no era una naturaleza indome-able sino las circunstancia sociales del hombre vinculado al cultivo de la tierra: la pobreza y miseria de una sociedad que viva explotada, que dependa de un monocultivo dominado por capital muchas veces ausentista.
Carmen Dolores Hernndez 107106 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
hasta el punto de que un entonces joven poltico, Luis Muoz Marn, hizo de su
perfil el emblema del Partido Popular que fund en 1937). Fue tambin Pedreira
crtico periodstico mediante una columna fija de comentarios y de reseas que
se publicaba en el peridico El Mundo con el ttulo de Aclaraciones y Crtica. La
obra por la que ms se le recuerda, sin embargo, es su ensayo Insularismo de 1934,
un intento serio de interpretar la realidad puertorriquea a la luz de su pasado
y de su presente conflictivo.38 La tnica de esta generacin represent, durante
aos, la posicin aceptada de la clase intelectual puertorriquea que, a falta de
una defensa de la nacionalidad por las armas, la llev a cabo con las letras.
Para esa misma poca de los treinta se encontraba en plena produccin po-
tica una figura totalmente diferente tanto en su sesgo ideolgico como en sus
preocupaciones estticas. Incomprendida, criticada y magnfica, se trata del me-
jor poeta, quizs, que hemos tenido y uno de los mejores y ms originales de la
lengua espaola: Luis Pales Matos. Su obra potica consisti de un solo poema-
rio importante publicado en vida, Tuntn de pasa y grifera. Nacido en el pueblo
sureo de Guayama en 1898 y muerto en 1959, apenas sali en alguna ocasin
de Puerto Rico. Su talento potico extraordinario, sin embargo, recogi otra raz
de la cultura puertorriquea, la negra, y le dio una expresin potica singular.39
Inicindose como poeta modernista en la juventud, recibi luego -durante la
segunda y la tercera dcadas del siglo- el influjo de las vanguardias: junto con
su amigo Jos Isaacs de Diego Padr, forj el diepalismo, movimiento que privi-
legiaba la onomatopeya y la imagen inslita. Nadie los tom muy en serio. Tam-
poco suscitaron mucha atencin dos poemas tempranos de Pals, que datan de
1917 y 1918: Danzarina africana y Esta noche he pasado por un pueblo de negros. La
fecha, sin embargo, ser crucial en la avanzada de una corriente poderosa de
38 Con claras influencias de Ortega y Gasset y de Oswald Spengler, Pedreira pinta un cuadro bas-tante pesimista del puertorriqueo, de su carcter y de su trayectoria histrica, responsabilizando al componente tnico negro (especialmente al mulato) de la abulia y la falta de capacidad social para la accin conjunta. Ciertas culpas recaen tambin sobre la mujer como educadora. Con un claro sesgo aristocratizante caracterstico de una de las principales corrientes de pensamiento de la poca- se privilegian las formas artsticas provenientes de la tradicin europea sobre manifestaciones de carc-ter hbrido, popular y/o autctono.
39 Pals Matos ha sido una de las figuras literarias puertorriqueas ms estudiadas de Puerto Rico (L-pez Baralt 1993, 1995 y 2009); (Arce de Vzquez 1978 y 1984); (Ons 1974); (Marzn 1995); (Luna 2008).
108 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
literatura afroantillana que comprendi no slo a poetas y escritores como Ni-
cols Guilln, Emilio Ballagas y Alejo Carpentier de Cuba sino tambin a Manuel
del Cabral de la Rpublica Dominicana. Cultivaron ese tipo de poesa otros anti-
llanos adscritos al movimiento artstico-cultural de la Negritud que se desarro-
ll durante los treinta, cuando el poeta Aim Cesaire de Martinica signific con
la palabra una identidad social y artstica negra supra-nacional. Al movimiento
de la Negritud se unieron escritores como Len Damas de la Guayana Francesa
y Leopold Sedar Senghor del Senegal (Appiah y Gates 1997). Anteriormente
haba surgido un movimiento reivindicador de la cultura negra en los Estados
Unidos, el Harlem Renaissance, que arranc con el poemario Harlem Shadows
del jamaiquino Claude McKay (Ousby 1988: 43-435).
Pals Matos se adelant a estos movimientos que reflejan el inters suscita-
do por el arte negro entre los artistas plsticos de principios de siglo, espe-
cialmente los cubistas, estimulados a su vez por las investigaciones que sobre
las civilizaciones africanas hizo el antroplogo y arquelogo Leo Frobenius. La
msica negra (sobre todo el jazz) y su difusin a travs del nuevo invento del
gramfono contribuyeron al inters en la cultura negra. El poeta de Guayama,
por lo tanto, se insert desde muy temprano y por dos vas en una corriente
que no provena exclusivamente de un origen hispnico. Lo hizo por su propia
experiencia en un pueblo donde una proporcin significativa de la poblacin es
de color y donde se conservan - o conservaban- cuentos y tradiciones africanas,
como los que le contaba la cocinera de su propia casa, y por la va literaria.40
Integr, en las estructuras poticas de sus versos en espaol, los ritmos y voces
africanas y tambin sus onomatopeyas, las repeticiones que caracterizan su
msica y una abundancia de referencias mticas y reales del mundo africano.
Uno de sus poemas ms conocidos, Danza negra, empieza as:
Calab y bamb,
Bamb y calab.
El Gran Cocoroco dice: tu-cu-t.
La Gran Cocoroca dice: to-co-t.
40 Para Pals fue importante la lectura de Vachel Lindsay y de otros poetas norteamericanos (Lpez Baralt 1995: 255, 484-485).
Carmen Dolores Hernndez 109108 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
Al buscar otra raz de lo puertorriqueo, Pals incorpor en su poesa un con-
texto a la vez familiar y extico. Fue una poesa y una esttica hbridas en que
aparecen lo blanco y lo negro; el lenguaje potico contaminado con el prosaico;
lo cotidiano en el mismo plano de lo excepcional.41 Pals no fue comprendido en
su da. En torno a su obra hubo numerosas polmicas, alimentadas por artcu-
los como el de Luis Antonio Miranda, publicado en el peridico El Mundo de San
Juan (1932) con el siguiente ttulo: El llamado arte negro no tiene vinculacin
con Puerto Rico. Jos de Diego Padr, el poeta asociado a l en su juventud,
sostuvo que el negrismo de Pals era quincalla de importacin y Graciany
Miranda Archilla, poeta y periodista, habl de La broma de una poesa prieta
en Puerto Rico en la revista Alma Latina (1933). An sus defensores, Toms
Blanco y Margot Arce de Vzquez, sealan hacia una sensibilidad blanca en el
caso de la poesa negra de Pals. l, sin embargo, afirm en 1932: Yo creoen
la necesidad de una poesa antillana. (Lpez-Baralt 1995: 476-478). Y antillana,
en el ms pleno sentido de la palabra, es su poesa, sntesis cultural de un mes-
tizaje racial, lingustico y de actitudes. Es una poesa que representa una clara
disidencia respecto a la hispanofilia central del talante intelectual de su tiempo.
Tercera escala.
Para mediados de los cuarenta el entorno puertorriqueo haba cambiado no-
tablemente. El Nuevo Trato del Presidente Roosevelt haba tenido un impacto
notable en Puerto Rico; muchos puertorriqueos se haban integrado al ejrcito
norteamericano en la Segunda Guerra Mundial; tras sta los Estados Unidos
entraron en una nueva poca de prosperidad y de confrontacin con el enemigo
comunista, iniciando as la Guerra Fra. En la Isla, el Partido Popular Democr-
tico haba alcanzado en el 1944 su primer triunfo electoral. Su fundador, Luis
Muoz Marn, haba establecido una alianza con el gobernador norteamerica-
no, Rexford Tugwell, perteneciente a la camarilla liberal de Roosevelt; entre
ambos mejoraran el lote del puertorriqueo. En 1948 Muoz Marn fue el pri-
mer gobernador elegido por el pueblo e impuls la Ley 600 que dio paso a la
41 Con ello se adelanta, postula el crtico Julio Marzn, a la antipoesa de Nicanor Parra. (Marzn 1995: 9-28).
110 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
redaccin de una constitucin para Puerto Rico, proceso que culmin en 1952
con la proclamacin ( y el reconocimiento por la ONU, que sac al pas del comi-
t anticolonialista) del Estado Libre Asociado de Puerto Rico.42 Dos elementos,
sin embargo, se opusieron a esta trayectoria de xitos y progreso. Un brote de
nacionalismo violento, reivindicativo de una soberana, result en un levanta-
miento armado en 1950. Por otro lado, una emigracin masiva, de proporciones
verdaderamente asombrosas, moviliz a cientos de miles de puertorriqueos
pobres hacia los Estados Unidos en busca de una mejor vida (Scarano 1993).
La literatura reflej los cambios denunciando la desintegracin social. Se pusie-
ron en evidencia los costos culturales, sociales y morales de tan rpida trans-
formacin. Hubo un lamento, explcito o implcito, por un viejo orden que
terminaba, por una perdida coherencia social. Predomin, entre los narradores
y ensayistas de la poca, la nocin de que se venda el alma por un plato, no ya
de lentejas, pero s de hamburguesa y papas fritas. Se aoraba un pasado ideali-
zado de felicidad sencilla y patriarcal -considerado muchas veces como ligado a
unas races hispnicas que se perdan- y se entroniz un pesimismo existencial
que provena en parte del ambiente filosfico de la poca. Los escritores puerto-
rriqueos lean a Horacio Quiroga, a Juan Bosch, a Dos Passos, Steinbeck, Faulk-
ner, Hemingway y Camus. Muchas de las obras de la poca manifestaban un
sentimiento anti-norteamericano. El poeta Francisco Matos Paoli estuvo preso
por su colaboracin con la causa nacionalista.43 El grupo dominante intelectual
/ literario form una clase aparte, angustiada e inconforme, algo alejada de los
intereses de la gente comn (Rivera de lvarez 1983 y Gelp 1993).
Una serie de instituciones reforz el talante de resistencia de esa intelectuali-
dad militante. La Asociacin de Mujeres Graduadas de la Universidad de Puerto
Rico fund en el 1945 la revista Asomante, que dirigi por muchos aos Nilita
Vients Gastn, proveyendo no slo un vehculo para las letras puertorriqueas
42 Se obr por entonces una de las transformaciones socio/econmicas ms aceleradas y dramticas que haya experimentado pas alguno en la historia. Un plan de industrializacin atrajo capital nor-teamericano a la isla en un intento por cambiar la economa de agraria a industrial. El progreso eco-nmico convirti a Puerto Rico en una vitrina de la democracia en el Caribe, concepto que se afianz poco antes de que Cuba cayera bajo la influencia sovitica.
43 Se refugi en un trascendentalismo espiritual, una mstica de la nacin que marc su poesa.
Carmen Dolores Hernndez 111110 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
sino tambin una apertura hacia el mundo intelectual del exterior. El Instituto
de Cultura Puertorriquea, fundado en el 1955, bajo la direccin del Dr. Ricardo
Alegra, enfatiz la conservacin y la afirmacin de lo propio. Mediante sus fes-
tivales de teatro y sus esfuerzos editoriales provey de nuevos foros a los inte-
lectuales y escritores. Los certmenes de literatura del Ateneo Puertorriqueo
cobraron fuerza y vigencia.
Los escritores que marcaron la centralidad del momento fueron, entre otros,
Jos Luis Gonzlez, Abelardo Daz Alfaro, Pedro Juan Soto, Emilio Daz Valcrcel
y Ren Marqus. A ste ltimo se le considera especialmente representativo
del talante de la poca. Narrador, dramaturgo, ensayista, antlogo, guionista y
crtico, Ren Marqus (1919-1979) institucionaliz una actitud de protesta ante
un cambio que perciba como enajenante. En obras teatrales como La Carreta y
Los soles truncos puso de manifiesto las consecuencias sociales de la transfor-
macin.44 Sus colecciones de cuentos -Otro da nuestro, de 1955 y En una ciudad
llamada San Juan, de 1960, adems de novelas como La vspera del hombre de
1959- giran en torno a la memoria de un pasado patriarcal. Enfatizan la prdida
de una unidad pretrita, la disolucin de la gran familia puertorriquea. El
pesimismo, la enajenacin, la denuncia, la decadencia, el vaco, priman en su
escritura que, por otra parte, se abre a tcnicas entonces novedosas como la
estructuracin circular del texto y la vuelta atrs o flashback para enfatizar la
pervivencia del pasado en la vida de los personajes.45
Ante ese sentido de prdida, ante la persistencia de unos recuerdos idealiza-
dos en el contexto de un pas nuevamente colonizado, un escritor que se haba
dado a conocer aos atrs como poeta, Jos Isaacs de Diego Padr, llev a cabo
una obra directamente contestataria del talante predominante. En 1924 haba
escrito una novelita, Sebastin Guenard, que sigui trabajando durante aos.
Una segunda versin -muy ampliada- se public en 1940 con el ttulo de En Ba-
44 En la primera los miembros de una familia campesina que se traslada sucesivamente a San Juan y a Nueva York sucumben a una progresiva degradacin. En la segunda, tres hermanas -desposedas de sus tierras y deprimidas por la sordidez y falta de gracia del presente- prefieren sucumbir antes de adaptarse.
45 Mara M. Caballero tiene un estudio iluminador (1986) y tambin lo son algunos de los ensayos del libro de Gelp (1993).
112 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
bia. Larga, compleja y desigual, resulta tan novedosa para su momento que de
haber tenido su autor acceso a los canales de difusin mundial, posiblemente
hubiera sido considerada como un hito seero en la literatura latinoamericana
del momento. Abarcadora, ambigua, heterognea, sexualmente audaz, con un
estilo pardico y cambiante que va de la imitacin farsesca a la stira y del
debate a la fantasa, constituye tambin un puente entre Unamuno y los no-
velistas latinoamericanos del Boom. La accin se sita en la ciudad de Nueva
York: la cuenta un caribeo de nombre Jernimo Ruiz Iturriburu, cuya relacin
conflictiva con un amigo cubano, Sebastin Guenard, suscita una enorme gama
de incidentes inverosmiles. La novela intercala cuentos, ensayos y reflexiones
del narrador. Se utiliza el lenguaje con un gran sentido de su poder dramtico,
alterando el tono para los diferentes gneros incluidos. Descubre, tres dcadas
antes de que se convirtiera en lugar comn, que la ciudad de Nueva York es
tambin una gran ciudad hispana.46 Nueva York es, en esta obra, lo que sera
Lima en Conversacin en la catedral de Vargas Llosas, Pars en Rayuela de Cortzar
o Mxico en La regin ms transparente, de Carlos Fuentes.
La naturalidad con que los personajes asumen su ser caribeo all contrasta
con la actitud defensiva que en la obra de Ren Marqus tienen los puerto-
rriqueos en su propia tierra. En sta -y en otras novelas como El tiempo jug
conmigo y El minotauro se devora a s mismo- De Diego Padr cre un universo
literario rico y complejo cuyos ciudadanos pasan de novela a novela, afirmn-
dose en un ambiente con ocasionales visos mticos, ajeno a las consideraciones
poltico-sociales tan presentes en los escritores de la generacin del 45. Ade-
lantndose a su momento, en estas novelas aparecen elementos sexuales poco
convencionales entonces, como el homosexualismo. De Diego Padr despliega
asimismo una erudicin fantstica que depende de todo un aparato apcrifo,
como notas al calce, citas, etc., vinculndose as con el talante de Jorge Luis Bor-
ges. El puertorriqueo publicara luego, en 1973, una obra que debi haber sido
ms importante de lo que fue dentro de la corriente de novelas de dictadores
hispanoamericanos (El otoo del patriarca de Gabriel Garca Mrquez, Yo, el Su-
premo, de Augusto Roa Bastos, etc.). En El hombrecito que vea en grande, pinta al
46 Las ciudades adquirirn una enorme importancia en novelas hispanoamericanas posteriores, como Adn Buenosayres de Leopoldo Marechal, que para muchos fue la precursora del Boom.
Carmen Dolores Hernndez 113112 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
dictador de una repblica latinoamericana que linda con una francesa (verde
y con puntas). Es un enano gobernante, de nombre Cayo Pompeyo Palemn,
presidente de la repblica de Lelolandia, que se empea en construir un gran
puente en un llano. De nuevo, en la obra de un autor puertorriqueo fuera de
serie se encuentra una apertura inslita, una corriente alterna que sigue un
camino de amplitud cosmopolita, de diversidad e inventiva y de incorporacin
de novedosas tcnicas a la narrativa puertorriquea.47
Cuarta escala: los aos setenta.
Llegamos a la ltima escala de un vuelo que no aterrizar definitivamente hasta
que se valore justamente lo hecho literariamente en un siglo que fue de tran-
sicin. La llamada generacin del setenta marc un momento de ruptura. El
aldabonazo que anunci la nueva modalidad fue En cuerpo de camisa, coleccin
de cuentos de Luis Rafael Snchez publicada en 1966. La alusin a la vestimenta
indicaba el tono de los textos; el referente no eran ya las clases medias altas,
con su empaque de buscada elegancia o su relacin jerarquizada con las bajas.
Una nueva plebeyizacin domin la literatura en temas, ambiente y lenguaje.
Lo ltimo result especialmente importante en un pas como Puerto Rico, en
donde la brecha entre el habla dialectal y el texto literario siempre ha sido muy
amplia, debido a los esfuerzos de correccin lingustica por parte de los escrito-
res, que se atribuyeron la misin de rescatar un idioma amenazado y de rei-
vindicar la pureza de su uso ante el peligro de su contaminacin con el ingls.
Luis Rafael Snchez, sin embargo - tambin dramaturgo, ensayista y novelista-
se propuso escribir en puertorriqueo (Barradas 1981; Ortega 1989; Figueroa
1989 y Vzquez Arce 1994). No se trata de que, como suceda en la corriente
criollista, imitara grficamente la pronunciacin coloquial de los personajes
sino de que la voz misma del texto era coloquial. No conllevaba una proyec-
cin de autoridad; ms bien la escritura les daba cabida, sin jerarquizarlas, a
diferentes voces y modalidades cuyo entramado de palabras iba tejiendo el ca-
47 De Diego Padr no ha sido un escritor muy estudiado. Hace unos aos otro novelista, Pedro Juan Soto (1990), public En busca de De Diego Padr.
114 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
amazo de la fbula. Lo hacan jugando entre s, parodindose, reflejndose,
intercalndose y utilizando estrategias como la exageracin grotesca, la inter-
textualidad manifiesta, la incorporacin de lo soez. Ese lenguaje deviene litera-
rio en virtud de que se trabaja conscientemente -cuidadosamente- para crear
un efecto. Resulta, las ms de las veces, ferozmente festivo y se constituye, por
s mismo, en una estructura alterna de lo que hasta entonces haba sido el ca-
mino principal de la literatura puertorriquea: comprometida -no importa cual
fuera el tema - con la correccin y con la elegancia en el decir.
Luis Rafael Snchez sent el tono de una escritura que durante los setenta sor-
prendi a un pblico recin familiarizado con el Boom latinoamericano. En 1971
Toms Lpez Ramrez public Cordial magia enemiga; en 1976 Rosario Ferr, con
Papeles de Pandora, inici una vertiente feminista retadora reforzada por el pro-
yecto de una revista vanguardista e iconoclasta (que public con la tambin es-
critora Olga Nolla): Zona de carga y descarga. La familia de todos nosotros, de Magali
Garca Ramis, apareci en 1976 y Llegaron los hippies, de Manuel Abreu Adorno,
dos aos despus. Juan Antonio Ramos y Edgardo Sanabria Santaliz lanzaron
sus primeros libros para esa poca: Dmosle luz verde a la nostalgia y Delfia cada
tarde. Edgardo Rodrguez Juli, quien se haba dado a conocer con una novela
sobre el siglo XVIII puertorriqueo, public a principios de los ochenta Las tri-
bulaciones de Jons y El entierro de Cortijo, sus primeras crnicas. Por otra parte,
los cuentos de Vrgenes y mrtires, obra conjunta de Carmen Lugo Filippi y Ana
Lydia Vega, conmovi en 1981 el mundo literario puertorriqueo con el ingenio
chispeante de las autoras.
Las posiciones retadoras, desde luego, reflejaban el espritu de los tiempos.
Eran los aos de la polarizacin acentuada por la revolucin cubana, cuando el
caso Padilla dividi en dos al mundo literario; de la guerra de Vietnam, en la que
sirvieron - y murieron - tantos puertorriqueos y de las resonancias, en Puerto
Rico del poderoso movimiento en pro de los derechos civiles - y tambin del
feminista - en los Estados Unidos. En Hispanoamrica se afianzaba el boom; los
escritores puertorriqueos, impresionados con su virtuosismo textual, dese-
charon los compromisos socio/polticos evidentes en las obras de sus colegas
anteriores. Los temas no desaparecieron de su escritura, pero se formularon
de manera ms sutil. Se cultiv la stira con tono ldico; se experiment con la
fantasa; se reformul la historia en trminos imaginativos y se incorporaron
Carmen Dolores Hernndez 115114 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
nuevas tcnicas de fragmentacin espacial/temporal del texto. El tema sexual
se torn explcito y combativo, como es evidente en la obra del fallecido escritor
Manuel Ramos Otero (Barradas 1983; Vega 1983). Algunos de estos escritores -
todava activos - derivaron hacia la novela. Mayra Montero ha alcanzado enor-
me xito con obras de tema antillano. Algunos cultivaron el gnero detectivesco
o la novela sentimental a la manera decimonnica (Ana Lydia Vega) mientras
que en La importancia de llamarse Daniel Santos Luis Rafael Snchez explor las
leyendas y los mitos que surgieron en Hispanoamrica en torno a los persona-
jes de la cultura popular.
Cul puede ser la contracorriente de una corriente que es de por s de ruptura?
Una va alterna a la de los escritores establecidos que marcaron el final de siglo
en Puerto Rico se encuentra en la literatura de los puertorriqueos en los Estados
Unidos, que escriben en ingls no por gusto o conviccin sino, casi invariable-
mente, porque es el nico idioma en que lo pueden hacer. Pero escriben en ingls
desde una perspectiva reconociblemente puertorriquea. Siempre estuvimos
aqu, podra ser el lema de los latinos en los Estados Unidos,48 pero no siempre
hemos sido visibles. Si bien desde la ltima dcada del siglo XIX, cuando arreci
la lucha por la independencia cubana, Nueva York fue una sede importante para
la intelectualidad y los polticos antillanos, no fue hasta mucho despus que se
desarroll una literatura fuerte entre los migrantes puertorriqueos.49
Tras la Segunda Guerra Mundial los puertorriqueos acudieron a los Estados
Unidos en nmeros crecientes. Los migrantes eran mayormente campesinos
afectados por la revolucin industrial puertorriquea, gente iletrada, sin tradi-
cin acadmica y mucho menos literaria. Los norteamericanos no entendan su
lengua y sus costumbres, ni los aceptaban por su color. Estos puertorriqueos,
quizs por ello, se negaron a diluirse en el famoso melting pot o crisol. Esta-
blecieron comunidades auto-contenidas (ghettos) donde crearon un espacio
propio. Empezaron a hablar una lengua contaminada por el ingls en su voca-
48 El llamado comercio triangular entre la Nueva Inglaterra, frica y las Antillas fue la ocasin para la temprana presencia de los caribeos en los Estados Unidos.
49 Para estadsticas de los nmeros de puertorriqueos que han emigrado a los Estados Unidos y de las condiciones sociales y educativas de su vida (Rivera-Batiz y Santiago 1996). (Hoy da la mitad de todos los puertorriqueos que se definen a s mismos como tales viven en los EEUU.)
116 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
bulario pero de pronunciacin castellanizada. Mantuvieron sus vnculos fami-
liares entre s y con los que haban dejado atrs (la mejor formulacin literaria
de esta continua conexin la ha dado Luis Rafael Snchez en su texto La guagua
area) y, lo que es ms sorprendente, empezaron a crear arte segn cnones
diferentes tanto de los aceptados en Norteamrica como de los que primaban
en el pas de origen.
De nuevo -como a principios de siglo entre los obreros- surgi un movimiento
literario fuerte proveniente de un grupo sin tradicin acadmica o literaria. El
oficio de escritor radica -o sola radicar- casi por definicin en la clase media,
gente con acceso a la educacin, a los libros, a las editoriales. En los Estados
Unidos, sin embargo, este grupo de escritores no cuadraba en esa descripcin.
Hijos de gente desposeda, muchos trabajaban en los empleos ms precarios de
una sociedad, ganando salarios nfimos y todos conformaban la primera gene-
racin de sus familias con escolarizacin ms all de la escuela elemental.
La primera sorpresa vino en 1967 cuando unas memorias noveladas, Down The-
se Mean Streets, escritas por un ex-presidiario puertorriqueo y negro, Piri Tho-
mas, fueron publicadas por la prestigiosa casa Knopf y se convirtieron en un
xito de librera. Contaban de crmenes, cadas y redenciones, de sufrimiento,
tentaciones y perseverancia, de las dificultades de un joven con una doble vul-
nerabilidad -puertorriqueo y negro- que se haba criado en las calles de Nueva
York. La familia y la religin, por un lado, y el vicio (las drogas) y el dinero, por
el otro, luchaban por su alma. Lo segundo triunf temporeramente y el joven
result herido en el curso de un robo a mano armada. Acab, durante 7 aos, en
la prisin de Sing Sing. All no slo experiment una conversin religiosa sino
que se convirti en escritor.50 El relato es fuerte, extraamente potico, descrip-
tivo del arrabal latino en Nueva York. Y si bien guarda ecos de la tradicin lite-
raria del negro norteamericano (Ralph Ellison, James Baldwin, Elridge Cleaver,
Malcolm X) la sensibilidad y las preocupaciones son reconociblemente latinas.
50 En el libro Puerto Rican Voices in English. Interviews with Writers (Hernndez 1997) aparecen las en-trevistas que les hemos hecho a 14 escritores puertorriqueos de los Estados Unidos. En l cuentan su vida y las circunstancias en que iniciaron su escritura.
Carmen Dolores Hernndez 117116 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
Se inici as una tradicin de novelas del ghetto puertorriqueo que escritores
como el juez Edwin Torres con Carlitos Way (1975) continuaron. La experiencia
de leer esta novela es curiosa. Algo parece muy familiar: un tono desencantado
y filosfico, un leve cinismo, una narracin en primera persona, unos ambien-
tes srdidos. Y es que al lado de una temtica que acerca esta obra al gnero
netamente norteamericano de la novela gansteril, el modo de la narracin es
el de la picaresca, adaptada a una realidad y a un tiempo muy diferentes de los
de la Espaa del siglo XVII. Como el pcaro tradicional, Carlito Brigante es un
desplazado que no tiene familia, ni amistades, ni bienes de fortuna; se acomoda
entre bandas rivales, sirviendo ora a los jefes de una, ora a los de otra. Acaba
en la crcel, meditando filosficamente acerca de su trayectoria. Ms adelante,
en Spidertown (1993) y tambin en The Buddha Book (2001) y en South by South
Bronx (2008)- Abraham Rodrguez Jr. describira las vidas de los puertorrique-
os del South Bronx metidos en el mundo de la droga. Escrita con fuerza y
pericia, la primera de las novelas citadas ofrece una imagen especular de la
sociedad constituda. El de la droga es el lado oscuro del mundo socialmente
aceptado. Quienes habitan ese mundo tienen, como los del otro, ambiciones;
persiguen la fama y la riqueza y enarbolan los mismos smbolos de xito que
los del mundo legtimo: autos, joyas, mujeres.
La novela no fue el nico gnero cultivado por los puertorriqueos de los Esta-
dos Unidos. Hubo un movimiento teatral fuerte y gran cantidad de poetas. El l-
timo rengln present una vertiente singular al vincularse con otras tradiciones
literarias. Si bien en Puerto Rico es (o era) corriente la tradicin de los impro-
visadores o cantantes campesinos que componan versos mientras cantaban en
ocasiones determinadas - un bautizo, una boda, un cumpleaos- en Nueva York
los poetas, como los improvisadores o como los juglares de antao, recitaban
para el hombre de la calle. Su temtica, sin embargo, se aproximaba ms a la de
la llamada Beat Generation (Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William Burroughs,
Amiri Baraka) (Charters 1992) que a la de los sencillos trovadores del Puerto
Rico rural. El sexo, las drogas, la vida libre de trabas y de cnones aceptados, el
gusto por los barrios bajos, todo eso aparece en gran parte de esta poesa.
El padre de esta modalidad potica, segn varios testimonios, se llamaba Jorge
Brandon; era un deambulante del Lower East Side (re-bautizado Loisada por los
boricuas) que se paseaba con un carrito del supermercado recogiendo desechos
118 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
y ofreciendo versos. Otros -algunos con ms educacin- se unieron al quehacer:
Miguel Algarn (quien le dio el nombre de Nuyorican al movimiento y prepar la
primera antologa de esta poesa) (1975); Miguel Piero (un dramaturgo droga-
dicto y a veces presidiario que muri joven); Lucky Cienfuegos, Jess Papoleto
Melndez y Sandra Mara Esteves. En los setenta, Algarn fund el Nuyorican
Poets Caf, un caf-teatro-sala de fiestas que, despus de varias mudanzas, se
encuentra ahora en la calle 3 entre las avenidas B y C del Lower East Side. Es
un lugar inslito, adonde acuden poetas de todas partes latinos o no- para
leer una poesa fuerte, retadora, grosera, macabra y extraamente alucinante.
La energa potica encuentra all su contraparte en violentas aprobaciones y
rechazos del pblico de entre el cual salen los jueces para la competencia de
poesa que toma lugar varias veces a la semana (Algarn 1994: 3-28).
Un desarrollo interesante de esta poesa es el uso del Spanglish o combinacin
de espaol con ingls. Si un idioma entraa una forma de ver el mundo, la
contraposicin de dos puede constituir una apertura poco usual hacia una mul-
tiplicidad de resonancias. Un cdigo lingustico dual les ha permitido a estos
poetas crear efectos pardicos interesantes. Unos versos de Victor Hernndez
Cruz ilustran el punto:
Lucy Comancho is an artist
Art this
[...]
She had a frenes
A friend in C
A friendinme
(Hernndez Cruz 1988: 119).
Las memorias y las autobiografas noveladas han sido cultivadas sobre todo por
las escritoras. Su situacin, como la de la mujer negra, es especialmente difcil.
Preteridas dentro de su propia comunidad por mujeres y por puertorriqueas
dentro de la comunidad mayor, su manera de visibilizarse ha sido la escritura
de Bildungsromane que documenten sus experiencias. En 1973, Nicholasa Mohr
escribi Nilda, sobre la vida de una muchacha puertorriquea en el Barrio. El
momento en que sucede la accin, la II Guerra Mundial, le da una perspectiva
especial al texto. Desde los ochenta se han publicado ms memorias noveladas
Carmen Dolores Hernndez 119118 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
o novelas con ribetes autobiogrficos: In the Line of the Sun, de Judith Ortz Cofer
(1988); When I was Puerto Rican (1993) de Esmeralda Santiago y A Perfect Silence
(1993) de Alba Ambert (la nica de las escritoras que cambi conscientemente
del espaol al ingls por razones editoriales). Son, por lo general, historias de
adaptacin, de cmo ha sido la experiencia de ser mujer, pobre y vctima del
discrimen en una gran ciudad norteamericana. Aunque en dos casos se revisten
de una estructura a lo Cenicienta (tanto en When I was Puerto Rican como en A
Perfect Silence las protagonistas ascienden desde el arrabal de su niez a la Uni-
versidad de Harvard, el non plus ultra del xito cultural norteamericano), en am-
bas hay un subtexto que niega el sesgo optimista de la trayectoria. En un caso
el costo (implcito) es dejar de ser puertorriquea; en el otro es la salud mental.
El panorama de la literatura puertorriquea en los Estados Unidos tiene otras
facetas. Lo negro aparece en la poesa de Louis Reyes Rivera, en sus ritmos, en
su vocabulario y en su postulado de que la literatura negra es en realidad una,
no importa que provenga de un mundo hispano o anglosajn. Narradores como
Ed Vega, por otra parte, utilizan el humor; otros, como Jack Agueros, intentan
darles cabida a personajes que luchan por alcanzar la normalidad en una so-
ciedad hostil.
Todos estos escritores ejemplificaron otra manera de escribir en puertorri-
queo. Al lado de la nueva literariedad de lo plebeyo y lo soez que prim en
Puerto Rico durante los setenta y ms all, esta narrativa se mostr descarnada,
fuerte, descriptiva de una realidad social. Una parte importante de su impacto
residi en la documentacin que llevaron a cabo de unas experiencias de mi-
gracin, transculturacin, cambio, adaptacin y creacin que de otra manera
se hubieran perdido. Estos escritores son nuestra frontera ms trabajada, la
que ha resultado del ms ntimo contacto con los Estados Unidos tras un siglo
de vinculacin poltica. Su escritura es el espacio en donde se ha demostrado
fehacientemente que una cultura que no quiere sucumbir sobrevive, si no en el
idioma, s en la sensibilidad y la perspectiva.
La experiencia puertorriquea en los Estados Unidos podra ser la primicia del
giro que tomarn las alianzas culturales en el siglo que empieza. El futuro ser,
seguramente, un mundo de inmigrantes. Quizs todos lo seamos en algn mo-
mento; encontrando nuestra nacin entre quienes nos ensean cmo adaptar-
120 Aterrizajes no forzosos: escalas en un viaje centenario
nos sin perder el alma. Se trata de un mestizaje cultural, del tipo que tan bien
conoce la Espaa que pas por la dominacin musulmana y del que conoce
tambin la regin caribea, cruce de culturas y de imperios.
A dnde llevar el viaje emprendido? Dos fuerzas -una de resistencia y otra
de apertura- se han opuesto literariamente a travs del siglo XX. Habr una
resolucin para tales tensiones? Quizs nuestro destino est en la continua in-
tegracin de nuevos influjos; quizs sea el movimiento constante, el vaivn de
la vida y la vitalidad. As lo vio Luis Pals Matos en algunos versos de su Plena
del menalo:
Bochinche de viento y agua
sobre el mar.
Est la Antilla bailando
-de aqu pay, de ay pac,
[...]
En el raudo movimiento
se despliega tu faldn
como una vela en el viento
tus nalgas son el timn
y tu pecho el tajamar,
vamos, velera del mar,
a correr este cicln,
que de tu disestro marear
depende tu salvacin
A bailar!
Bibliografa
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