8/2/2019 Benítez Rubio, Fco. Javier - Atenas y Jerusalén - El camino tortuoso
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El camino tortuoso Fco. Javier Benítez Rubio 1
ATENAS Y JERUSALÉN
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ATENAS Y JERUSALÉN
El camino tortuoso
Fco. Javier Benítez Rubio
I
A partir de la Ilustración, las relaciones entre religión y filosofía
han cuajado en una disciplina llamada ‘Filosofía de la Religión’. Pero
aunque la disciplina es reciente, las relaciones, y los problemas, entre la
fe y la razón, entre las convicciones y las razones, vienen de muy lejos.
Fue Tertuliano, uno de los primeros en preguntarse qué tenía que ver
Atenas con Jerusalén, la razón con la religión, la argumentación con lacreencia. La opción de este Apologista del s. III fue la de rechazar la
‘ Academia’ y quedarse con la ‘Ecclesia’. Mejor panorama tenemos con
Agustín de Hipona: la fe va primero, pero ésta puede mantener un
diálogo con la razón. Será Tomás de Aquino, el que establece la
legitimidad de ambos saberes, la revelación y la naturaleza. Lo que
estamos haciendo aquí, al comienzo, es mostrar pequeñas pinceladas deuna agria disputa que dura siglos. No ha sido éste, nunca, un mundo
para conciliadores, para mediadores, para dialogantes, para el equilibrio,
para gente que tiene y proyecta puentes y carreteras. Sí para la guerra, el
combate y el enfrentamiento, para jerarquías, para levantar muros que
separan y abismos tajantes que imposibilitan las uniones. En este mundo
alguien tiene que tener la culpa de las cosas, unos han de quedar por
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encima de otros, unas instancias deben de relegar a otras al ostracismo, y
otras tiene que colocar a las unas como esclavas, anclas o subsidiarias. En
la historia la disyunción tiene más pegada que la conjunción, está claro.
O fe o razón, o Atenas o Jerusalén. O ellos o nosotros. Vamos y venimos
dando pinceladas, y la tensión llega hasta nuestros días. Unamuno decía
que cree porque eso le consuela. Hegel, un poco antes, entendió que lo
divino está en la razón; y mucho antes todavía, Lutero hablaba de la
‘bestia’ haciendo referencia a la razón. Hay más, Feuerbach, refiriéndose
a la religión habla de oscuridad e ignorancia; tenemos también el temor y
el temblor que provoca la religión en el bueno de Kierkegaard; y, por
supuesto, no podía faltar, el positivismo que termina decapitando tanto a
la razón de la filosofía como a la convicción de la religión, sin saber que
con ello, lejos de iluminar e ilustrar al mundo, sacarlo del oscurantismo,
estaba acelerando su autofagocitosis.Dice Fraijó (1998: 27) que “ Atenas y Jerusalén son dos posibilidades del
espíritu humano”. Tan humana es la una como la otra, tan importante, tan
necesaria, tan especial y digna de ser visitadas. La una y la otra, bien
avenidas, respetándose, buscando lugares para encontrarse y dialogar.
Algún día de estos, habrá que empezar a pensar, y hablar, de
complementariedad y no de mutua exclusión. Existen hombres de la
religión que pueden convivir, y de hecho lo hacen, con la razón. Y
conocemos hombres de la filosofía que han convivido sin problema con
la emotividad. En algún momento habrá que dejar de poner obstáculos
en esa carretera. Algún día de estos habrá que darle voz a los prudentes
de uno y otro bando, a los que buscan el equilibrio. Habrá que tomarse
en serio las palabras de estos. Ya sé que en el mundo que vivimos se
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lleva la voz en grito, la protesta indignada, la crítica feroz, los
incendiarios. Que son estos los que venden libros, los que llenan las
portadas, a los que todos quieren entrevistar, los que copan titulares, los
que enardecen a los pasivos en las aulas y las plazas, los que, en
definitiva, mueven la máquina de guerra. Por eso, creo, que mientras el
mundo siga premiando a los rompedores y la fuerza frente a la
prudencia no habrá carretera, ni ruta, ni camino que lleve, sano y salvo,
de Atenas a Jerusalén o de Jerusalén hasta Atenas.
II
¿Pueden razonarse las creencias religiosas1? Larga discusión ésta,
desde luego. Para Nietzsche, ‘las convicciones son prisiones’, y el creyente
es un fanático (Fraijó, 1998:29). Las convicciones y las creencias crean
dependencia y ofrecen seguridad incuestionable a las personas, por eso
los débiles buscan allí su refugio y tranquilidad. Frente al creyente
convencido, Nietzsche propone al escéptico que no se casa con nada ni
con nadie; y que, además, no necesita protección. Toda convicción lleva
consigo una elección de algo; y a la vez, una enorme exclusión de todo lo
demás porque una vez que has elegido, te has plantado inamovible en
una determinada casilla, y todo lo demás pasa y pasa. Y Nietzsche no
quiere que nada lo limite, mucho menos una creencia, mucho menos el
miedo. Mi estimado Friedrich es uno de esos dinamitadores de los que
antes hablaba, de los que prefiere tener cabreados al personal. Con él, no
1 ¿Pueden razonarse las creencias ideológico-políticas?
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hay puentes ni rutas posibles. Pero si le somos fieles, verdaderamente,
no podemos sin más darle la razón y hacerle caso, dejar que nos
convenzan sus palabras, quedarnos quietos en sus intempestivas y no
seguir adelante buscando más cosas además de su dinamita. Hacerle
caso a Nietzsche no es quedarse en la casilla de Nietzsche, no es ser un
fanático de Nietzsche, es seguir avanzando.
Dice Fraijó (1998:31) que Nietzsche no vio la grandeza y la dignidad
que hay en el creyente que duda y que arriesga, que hace su humildeapuesta por algo. Hay aquí una diferencia que Nietzsche o no vio o no
quiso ver: no todos los creyentes son iguales. No todas las convicciones
están emparentadas con la soberbia, con el absoluto, con el punto y final.
La convicción es una vivencia indemostrable, una seguridad que
impregna a la persona pero de la que no puede dar razón (Fraijó, 1998:27). Es
una seguridad, sí, pero sin garantías. La convicción tiene poco que vercon la certeza, y mucho que ver con la duda y la inquietud. Lo peor de
las religiones, el fundamentalismo, llega cuando se prohíbe toda duda,
cuando aparece la soberbia de la verdad absoluta y se persigue a la
incertidumbre, cuando se elimina todo preguntarse y se obliga a la
certeza ciega. Pero esta ausencia de garantías no es una dificultad que
afecte sólo a la convicción religiosa. ¿Qué decimos del amor, la amistad o
el arte? Éstas son también instancias muy reales que exigen confianza,
riesgo y apuesta. La convicción, por tanto, está hermanada con la duda y
con el riesgo. Nadie en su sano juicio querría prescindir en su vida del
amor, de la amistad, de la belleza; tampoco de las creencias y
convicciones. Hay Creencias y creencias. Existe una opción humilde y
parcial, que, renunciando a lo titánico, sigue siendo digna y grande por
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lo que tiene de compartido. El escéptico está sólo, vive sólo buscando y
buscando respuestas por la vida. El creyente convencido y fanático
también está sólo y poseído por la certeza absoluta, ya no necesita
moverse del lugar, ni buscar nada más, ni hacerse más preguntas. Es
más, ni a Dios tiene siquiera porque lo que quiere es una certeza. Los
demás creyentes se tienen los unos a los otros, se dan fuerza y aliento en
su caminar, en su dudar, en su arriesgar.
III
La pregunta sigue en pie, ¿Se pueden dar razones de las
convicciones?, ¿qué clase de razón puede darse de la convicción? La
convicción y las creencias religiosas tienen muy mala prensa en amplios
sectores del pensamiento analítico anglosajón. Para estos, la cuestión
religiosa tiene que ver con la moral, y las convicciones religiosas con la
emotividad y la asunción de compromisos. Es la búsqueda de un
imposible, poder “expresar lo indecible” (Fraijó, 1998:39). Y claro, lo indecible
no puede decirse, sólo podemos expresar emociones y sentimientos de
ello. Los razonamientos pueden compartirse, demostrarse, traspasarse
de unas personas a otras. Las emociones y los sentimientos son de cada
cual, son inefables, no explican nada sólo convencen. Lo religioso queda
expulsado de la racionalidad. Pero, incluso si la religión sólo fuera
cuestión de irracionalidad como dicen algunos, ¿cuánto espesor tiene lo
inefable, cuánta hondura y profundidad existe en lo misterioso y lo
tremendo? En mitos, símbolos, ritos, poemas, leyendas, epopeyas,
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relatos, etc. hay mucho más que expresión de sentimientos y emociones,
hay mucho más que irracionalidad.
Hay pensadores que entienden que sí hay racionalidad en lo
religioso. Es cierto, que los hay que siguen empecinados en una razón
fuerte y prepotente, con mayúsculas, cuyo castillo de naipes salta por los
aires al primer soplido. Son los mismos de los que hablábamos antes con
su convicción fanática y su fe ciega. Pero también los hay más modestos
que buscan y buscan una razón con minúsculas, más humana, máscercana al acá que al más allá. La razón misma ha sido uno de los
grandes temas de reflexión del último siglo. Estamos hablando de un
solar de proporciones inmensas. La razón hace tiempo que dejó de ser
maciza y unívoca, ahora lleva apellidos: especulativa, analítica, pura,
práctica, abstracta, concreta, crítica, dialéctica, histórica, instrumental,
técnica, vital, simbólica, utópica, estratégica, comunicativa,hermenéutica, etc. Entonces, “¿de qué razón hablamos cuando nos referimos a
la racionalidad de las convicciones religiosas?” (Fraijó, 1998:35). Metz propone a
la razón histórica, que hace más caso al recuerdo que a la mera captación
de datos de la experiencia. Esta razón compara, relaciona, pone en
contraste el ayer y el hoy para saber cosas del mañana. Bloch propone la
razón utópica, que tiene que ver con las esperanzas y los anhelos; pero
también con el inconformismo y la rebelión frente a lo establecido. En los
últimos tiempos tenemos la propuesta de la razón hermenéutico-
comunicativa centrada en comprender y llegar a acuerdos intersubjetivos
a través del diálogo y la deliberación. Hay algunas más, pero todas
tienen la misma característica de ser una razón narrativa centrada en la
bondad, la compasión y la misericordia, también en la esperanza de un
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futuro mejor (Fraijó, 1998:38). O se sofoca lo racional y se exalta lo emotivo o
se extingue la llama del sentimiento y se eleva a los altares a la pura
razón. Equilibrar es lo difícil y lo complicado, hacer las paces y
reconciliarse, encontrarse a medio camino.
- Fraijó, Manuel A vueltas con la religión, Editorial Verbo Divino 1998, Estella (Navarra).
Lecturas recomendadas:
- Panikkar, Raimon Invitación a la sabiduría, Círculo de Lectores (Espasa Calpe), 1998,
Barcelona.
- Küng, Hans ¿Existe Dios?, Ediciones Cristiandad, 5ª edición, 1980, Madrid (1979)
Abril 2012
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