Camino a ninguna parte no hay nada planeado, todo puede pasar, eso era lo que pensaba en
ese cadillac rojo cruzando aquel desierto.
Paré el coche y salí a admirar la genialidad del momento, sabía que había sido lugar de tomas
de muchas fotografías pues ya lo había ojeado en alguna revista de prestigio pero, ahora me
fijé que al igual que en la fotografía mostraba esa inmovilidad que parecía calculada por el
fotógrafo. Era un sitio vacío, pero ¿qué se espera de un desierto?
Sí, mi vida ha transcurrido como una fotografía desenfocada, intentando cada vez enfocar y
ajustar la imagen, pero no pudiendo sacar en ella el plano deseado o la luminosidad que
debiera tener. Pensé en demasiadas ocasiones dejar a un lado esta forma de ver el mundo,
esta forma metódica de buscar en mi visión futuros planos, de guardar en mi memoria figuras
que en un futuro atraparía, de conservar de algún modo los semblantes de caras desconocidas,
pero mi vida siempre se mostró bajo la fría y sincera mirada de un objetivo. Cierto es, que
cuando trabajo no lo hago por dinero pero sería atrevido por mi parte no asegurar que el
dinero me viene muy bien, sobre todo en este momento de capitalismo y consumismo que ata
a cada uno a la sociedad.
Parece que ya nadie tiene suficiente pero no seré hipócrita, en el capitalismo estamos todos.
Como llegué a ese desierto sería la pregunta más idónea, y la contestaría casi de inmediato
pero permítanme que explique un poco esta profesión.
Tengo una modesta tienda de fotografía, antes era un estudio, pero ahora ya me dedicó a
vender, sale más rentable.
Los días no son muy divertidos considerando que un fotógrafo como yo debe humillarse
demasiadas veces al día para conseguir una sonrisa de un niño desafiante, en estos momentos
pienso en un reto que debo conseguir, sé que tengo que sacar una buena pose sea como sea,
me repito cinco veces y no más lo siguiente:
“al fin y al cabo es mi trabajo y me gusta, me gusta muchísimo sería desgraciado sino lo
hiciera” pero ¿por qué todos nos empeñamos en actuar superficialmente ante una cámara?
Esto no es un concurso donde hacer una foto de un niño haciendo un pino, una mujer
enseñando algo más que una sonrisa abierta o un señor histérico queriendo una fotografía
donde se supone que debe parecer que no le importa en absoluto la foto, mirando como a lo
infinito, como si fuera un sabio a quien sus propios pensamientos le estorbasen en ese
momento para mirar al objetivo.
Siempre he tenido muy clara la respuesta a la pregunta planteada, todo el mundo sabe que
nada ni nadie puede engañar a la justa cámara porque lo coloca todo donde debe estar, por
ejemplo si un niño se empeña en parecer alegre ante la cámara si no ríe nunca, una mueca
monumental aparece y será de reclamación obligatoria por parte de los padres de la criatura
llegado el caso.
Por eso, intento dejar a los niños a su aire, dejarlos que disfruten porque son muy pequeños
para ir eliminado la inocencia que en ellos habita, todavía es tiempo de dejar volar la
imaginación pensar que se está en un mundo de fantasía y sobretodo porque les queda poco
para que sus corazones se corrompan por esta sociedad, en cambio es más difícil sacar una
pose de un adolescente porque están dudando acerca de todo y mirándose a cada instante
que pueden a algo que refleje su propia imagen, aunque claro no hay que meterlos a todos en
la misma tortilla todo depende del impulso de moda que haya seguido, respecto a eso el
chaval tendrá mayor o menor grado de confianza, se podría decir que es directamente
proporcional el grado de violencia. Claro que no hay que generalizar, ¿no creen?
Lo que no soporto son esas personas a que les encantan que les saquen fotos porque así ellos
creen sentirse inmortales, es cierto de alguna forma, quién no sabe hoy en día la imagen de
Cary Grant, de Humphrey Bogart o Errol Flynn o de Greta Garbo, Bette Davis o Ava Gadner,
estas personas son inmortales pero no por una foto sino por las obras magistrales que
cosecharon en vida, y a nadie debería importarle si fueron o no buenas personas porque
caemos en el error de pretender en demasiadas ocasiones juzgar a las personas que
desconocemos solamente por su aspecto, sino ¿porqué creen que políticos en época de
campaña se visten con camisa a cuadros y obstinados en colocarse colores suaves? Yo siempre
he pensado que es bueno que cada uno agote sus recursos, y ya se sabe en la política vale todo
desde estadísticas manipuladas a falsa propaganda para desacreditar al otro, aunque claro
siempre hay gente que no lo hacen y admiran a estos poderosos actores.
Es una pena que en la era de la tecnología haya gente que ya se crean en el derecho de
desechar aquellas máquinas inspiradoras que dieron lugar a los mejores fotógrafos que
atraparon los mejores sitios y las célebres personas de su momento, a mi me gusta la
tecnología pero no puedo comprender que la gente tire sus cámaras antiguas por el mero
hecho de ser antiguas, aunque esto no solo pasa en el campo en el que trabajo, la gente tira de
todo desde radios o televisores de hace 30 años, hasta vinilos que injustamente son llevados a
menudo a una quema multitudinaria por jóvenes ignorantes, pueden que hoy en día la calidad
que muestran estas máquinas no puedan ser comparadas con la era digital, aunque muchos
maestros siguen trabajando con ellas y aseguran que no notan las diferencias, me gusta a mi
pesar recordar quién soy y donde vengo, y esas máquinas ratifican una época, un periodo un
pasado que no debe de ser olvidado.
He perdido muchos clientes por la tecnología pero he ganado otros que les encanta que
retoquen sus fotografías o que las manipule, aunque claro no se gana como antes pero eso sí
el trabajo a realizar no es lo mismo, ahora con cualquier cámara digital se pueden sacar una
fotografía de primera y con un programita se le puede hacer de todo, la fotografía se ha
convertido en un derecho con el que todo el mundo goza.
Y eso para un amante del arte de la fotografía como yo no pasa de desapercibido,
la venta de cámaras es inmensa.
No me desviaré más de lo que quiero contarles con los detalles de los que goza mi propia
memoria.
A parte de sacar instantáneas a los futuros prodigios, tengo dos encargos semanales que
compiten en rareza, el primero se trata del retrato de la señora Jimena una mujer mayor pero
con un espíritu tan jovial y fresco que me siento culpable cuando me llama anticuado, una
señora rica y por tanto con mucho tiempo libre.
El segundo un encargo de un peluquero excéntrico que inmortaliza sus mejores peinados para
dejarlos a la posteridad.
Pues ese día, como cada miércoles intentaba cumplir con la misión de sacar a la señora,
Jimena. La particularidad de sus encargos y el cariño que le había cogido a esta encantadora
anciana hacían de mí un esclavo para realizar sus deseos.
- Vamos a ver, me parece que lo mejor es que realice la fotografía en un lugar amplio- le
decía con toda la paciencia que un aries puede tener
- ¡De ningún modo!
- Pero entre en razón ese caballo no cabe en mi estudio-repliqué firmemente
- No es un caballo es una yegua o es que no sabe ver que no tiene aparato masculino.
- Madre, esto es una locura y ese fotógrafo no es más que un mediocre, es solo un…
- Ya es suficiente, para mi no hay ninguno como él, al fin al cabo hace ya mucho tiempo
que me recomendaste a tus fotógrafos y todos se negaron a hacerme aquel retrato como
Marilyn, él me consiguió hasta un aparato de esos para hacer aire con el que subir un poco mi
falda,-hizo una pausa y guiñándome un ojo añadió- eso fue muy divertido.
Dejó escapar un par de carcajadas delante de su hijo Fernando.
El tal Fernando, siempre fue un hijo solitario a pesar de esas dos hermanas que tenía, las
cuales poco tenían que ver con ese tosco hombre, acomplejado, defensor de todas las normas
y amantes de las leyes que proporcionan dinero a empresarios como él, tenía una gran fortuna
reunida en el aparatoso mundo de las grandes finanzas, poseedor de uno de los bancos
internacionales y amigo de aquellos cuyas manos se encontraban llenas de papeles verdes.
Pero uno no nace rey, sino se tiene sangre azul, su infancia terminó repentinamente el día en
que falleció su padre, dejándoles con unas sumas debidas que alcanzaban la infinitud y
terminando con un sin sabor al comprobar cómo la supuesta riqueza se evaporaba con la
herencia concedida a su única esposa con la que tiempo atrás concibió dos mellizos que ahora
tendrían unos cincuenta años.
La señora Jimena nunca forzó al padre de Fernando a casarse con ella, él solía decir que el
matrimonio lo único que hacía era destrozar parejas, y quiero pensar que verdaderamente el
amor de la señora Jimena, la admiración, la veneración que sentía fue correspondido, pero
nunca fue así.
El apellido que utiliza siempre es el suyo de soltera solo que ahora con la edad se ha ganado el
título de señora, se cansó de corregir a la gente, esa gente que tantas veces en el metro le
habían concedido el sitio llamándole señora. Su hijo al igual que sus hijas antepusieron el
apellido de su madre al de su padre, con ese apellido se ganaron un hueco en la vida. Un
apellido más que reconocido mundialmente. Trujillo.
Sumergidos en esta discusión que navegaba ya rumbo al sin saber, llegó el chofer de Fernando
Trujillo que le recordaba una importantísima reunión, el cual desapareció tras confirmarla
dejándome a solas con su madre.
- Sabes, llevo pensando un tiempo, ¿tienes algo que hacer esta noche, hijo?
- ¿yo?- pregunté interesado
- sí, no hay nadie más a quién pueda dirigirme ¿o sí?, ¿la yegua?-me volvió a dedicar una
sonrisa
- No tengo nada confirmado, dije intentando parecer que tenía falsos planes
- Bueno si te interesa y tienes tiempo, esta noche he organizado una pequeña fiesta con
mis amigos, algo discreto pero claro hay que añadir que siempre acude mucha juventud- esto
último lo dijo con bastante énfasis y mirando el reloj, comprobando que ya era hora de
dejarme, así que recogió su bolso desinteresadamente y dirigiéndose a la puerta concluyó-
Creo que esta noche sería memorable si vinieras, hoy es un día muy especial para mi
Empecé a pensar si ese día tenía de especial que era su cumpleaños, era tarde así que me
dispuse a cerrar para salir a comer, de vuelta de casa, recogí el regalo que le había comprado y
que se encontraba debajo de la caja, guardándolo para cuando encontrara un momento en esa
mañana para dárselo, y la ocasión se había presentado pero habría que esperar a la noche.
Esa tarde se me hizo más larga que de costumbre, vendí poco y hable demasiado porque
recurrí varias veces al bar de en frente para calmar mi sed. Allí en una de las ocasiones me
encontré a Sefín, el peluquero, ¿recuerdan? Nada más verme se dirigió a mí sin demora.
- Hombre, ahora que te encuentro, he de decirte que necesito de tus manos para esta
misma noche, cuento contigo
- Lo siento pero ya tengo planes
- Venga ¿tú?, siempre que dices eso significa que no tienes nada mejor que hacer. Además
este peinado tiene el nivel de Hollywood, algunas de esas estrellas lo llevarán.- Señalaba la
televisión donde aparecían actrices con motivo de la entrega de algún premio. Espera un
momento ¿es una cita?
- Me tienes demasiado calado pero te digo que esta vez es diferente, no es una cita, se
que lo sacarás para chantajearme pero esta noche tengo una cena
- Una cena al nivel Rostchild, el cumpleaños de la señora Trujillo - me cortó
sorpresivamente-
¿A qué hora es la cena?
- A las nueve y media
- Estupendo, aún tenemos tiempo
- Pero no te he dicho que no puedo sacarte esa foto, mañana, te lo prometo a primera
hora la haré.
- Pero olvídate ya de la foto no es de eso de lo que hablamos, mi obra maestra deberá
esperar, lo primero es arreglarte a ti.
- ¿A mí?
- ¿No pensarás ir así?
Me miré en el reflejo de un plato iba con mi mejor traje, un traje sencillo, negro, algo holgado
y llevaba una camisa azul que me gustaba mucho, el pelo como siempre de un rizado
imposible, aún así, estuve casi un cuarto de hora con el peine en la mano.
- Mira que ojos, esas ojeras son horribles y esas manos sucias desaliñadas piden a grito
una manicura urgente. Mírame, cómo crees que conquisto a las mujeres ¿con mis encantos?
no, hombre no, ya sabes que carácter tengo sino con mi físico. Atrás quedo lo de ser metro
sexual ahora lo que se lleva es ser un madurito interesante como lo llaman ellas que te cuides
mucho pero que no se note, como si todo fuera natural y no nos preocupara nuestra imagen al
fin y al cabo somos hombres a nosotros no nos va eso de cuidarnos.
Miré los ojos como si fuera mi propio doctor y escondí mis manos como el que esconde la
piedra cuando la tira
- Ese pelo lo domo yo, si me dejaras un momento tu imagen se parecería a la del propio
James Bond,
- ¿Pero como sabes tú que es su cumpleaños?
- Ah eso, bueno uno tiene sus contactos.
- No me jodas a estas horas, dime ¿Cómo?
- Soy peluquero de alto standing, ¿qué te crees?
- Bueno lo que tu quieras pero a mi no me tocas las narices y menos el pelo
- Sabes son muy agraciadas las criaturas que van a ir- finalizó.
No sé muy bien como me dejé usar como rata de laboratorio, el caso es que por más que me
miraba ahora en el espejo no me reconocía, el peluquero tenía de todo y cuando digo de todo
es de todo en eso no hay discusión, me había cambiado hasta la ropa interior porque según él
nunca se sabe y en eso un hombre tiene que estar impecable, y yo que pensaba que esta frase
era típica de una mujer, en fin varias horas con él, en las que pase por todo, cambio de ropa
completa, pedicura, manicura, incluso depilación y varias horas de peluquería intensiva
hicieron de mi un gentleman.
Pero por si no tenía suficiente hizo unas llamadas a sus amigos, los cuales me prestaron un
mercedes de ensueño el cual ahora conducía.
Me volví a mirar otra vez en el espejito del coche y eché dos vistazos a la calle, uno a cada
lado, comprobando que estaba enfrente de la casa adecuada y armándome de valor apoyé el
timbre.
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