Republica Bolivariana de Venezuela
Ministerio del Poder Popular para la Educación
Zona Educativa de Carabobo
Escuela de Cocina Cegan
Distrito Capital
Alumno:
Joaquin Tejero C.
C.I. V- 7.253.259
Profesores:
Chef. Alejandro Borges
10 de Marzo 2011
En la entrega pasada, fueron descritos aspectos más geopolíticos del distrito
capital, incluyendo turismo, folklore, organización político administrativa, de lo
que se llama la Gran Caracas.
En esta segunda entrega me voy a enfocar más en la parte gastronómica de
la ciudad, sus raíces y su evolución a la largo del tiempo, para empezar a
hablar de la gastronomía caraqueña hay que comenzar con la cocina
nacional para ir poco a poco adentrándonos en la cocina caraqueña, que con
algunas recetas propias de cada región la gastronomía caraqueña marco el
inicio de la cocina nacional.
Conforme se adelanta una nación, ensanchando sus fronteras sociales,
políticas y económicas, aquella va
consolidando costumbres y
expresiones como parte de su
cultura, con lo que se arraigando
una identidad nacional. Venezuela
no escapa de ese proceso, como
tampoco su cocina. Está lejos de
ser estática, se robustece con los
aportes gastronómicos regionales, fruto de la unión de diversas culturas. Lo
que se llama cocina nacional en realidad termina siendo un conjunto donde
se amalgaman los sabores provenientes de cada una de sus regiones.
La base, el fundamento, de toda cocina nacional es la cocina regional. La
gente empieza a satisfacer sus necesidades alimenticias recurriendo a los
ingredientes disponibles en su entorno más inmediato. Se trata, al principio,
de una dieta monótona, poco variada, aunque todo depende de la riqueza de
los recursos del entorno de que se trate. En efecto, no es lo mismo que una
comunidad humana se desarrolle en un entorno árido, de suelo pobre, a que
lo haga en un entorno de valles, de suelos fértiles y adecuada pluviometría.
Poco a poco, el entorno se va ensanchando, en la medida que la comunidad
trasciende los límites restringidos de la una sociedad rural aislada, y se abra
al cambio social. Las disponibilidades alimentarias se van ampliando en la
medida en que aumenten y se hagan más complejos los movimientos de
población y el intercambio comercial se incremente y sean creadas,
mejoradas y diversificadas tanto las vías como los medios de transporte y
comunicación. La cocina, que es la manera como se organizan los pueblos
para alimentarse, no permanece indiferente al cambio y se hace cada vez
más variada. De un corpus culinario formado por recetas fijas, de larga y
sencilla factura, establecidas por la tradición, tan dependiente de los
ingredientes y de los utensilios disponibles al nivel de la región, se va
pasando, progresivamente, a otro corpus culinario más amplio, complejo y
en cambio constante, que depende cada vez mas de los ingredientes,
utensilios y técnicas que se pueden encontrar en toda las regiones, y hasta
fuera del país, y que son asequibles por la vía de las importaciones.
En la medida en que se desarrolla una nación, en este caso la nuestra, esta
se va articulando física, política y económicamente, gracias, entre otras
cosas, al desarrollo de las actividades económicas y de las comunicaciones.
Así se va superando los límites de lo regional para pasar a un ámbito mayor,
y más complejo, que es el de la nación. En el campo de la economía, que
surte de bienes alimentarios a la población, se va constituyendo de forma
progresiva un mercado interno nacional y se va desarrollando las relaciones
con el mercado externo. En otros ámbitos de la vida social, como en el
escenario de la cocina, sucede algo parecido, y con mayor intensidad porque
los individuos viajan siempre cargados con sus equipajes culturales, en
especial con sus recuerdos gastronómicos, tan estrechamente ligados a las
añoranzas de su infancia.
Los ingredientes, que son los elementos más importantes de la cocina como
hecho técnico (porque toda cocina siempre es mucho más que la conversión
de ingredientes en platos mediante el empleo de utensilios y técnicas),
pueden ser divididos en dos tipos. De una parte, están los ingredientes que
se encuentran disponibles única y exclusivamente en el ámbito de una zona
o de una región determinada, lo cual es más cierto en la medida en que una
región se encuentre alejada del centro político-administrativo-económico del
país, en nuestro caso la región capital. Y en la otra parte, los ingredientes
que se pueden encontrar son dificultad en todas las regiones del país,
gracias a la actividad productiva o al desarrollo mercantil.
En el primer caso tenemos como ejemplo, entre muchos otros productos
desconocidos o casi no empleados en la cocina nacional, verduras como el
mapuey o aje, el gombo, el guaden o malagueta;
los distintos frutos o inflorescencias de ciertas
palmeras; frutas como el tupiro, el merecure, el
mamey, la guama, el madroño, el mamon o la uva
de playa; frutos secos o nueces como la urupaga, la
nuez de calderas o nueza larense, muchas variedades de pescado de mar o
de rio, así como distintas canes de cacería. Basta con revisar las muestras
de la gastronomía regional contenidas en este libro para tener una idea
aproximada de las infinitas posibilidades de innovación que están a la
disposición del desarrollo de la cocina nacional, se toman las previsiones
para generalizar el ingrediente de empleo regional. Con muchos de ellos, en
combinación con algunos ingredientes del segundo tipo, se elabora la cocina
regional, por ejemplo, de la costa o de la montaña o de los llanos o de la
selva.
En el segundo caso encontramos los ingredientes básicos, que se consiguen
en todas partes del país, como el maíz y la harina precocida, la harina de
trigo ( el trigo casi no se produce en el país, pero se encuentra disponible
gracias a las importaciones), el arroz, la papa, el tomate, la zanahoria, el apio
o camote, la caraota y otras leguminosas, la yuca, el plátano y el cambur, la
piña, la lechosa, la guayaba, la patilla, el limón, las distintas clases de carne,
la leche, el queso, la mantequilla, el huevo, la sal, la azúcar, el aji dulce, el
cilantro, el perejil, algunas especies de uso corriente, y pare de contar. Con
ellos, y con ninguna o escasa participación de los ingredientes del primer
tipo, se elaboran los platos representativos de la cocina nacional, que tienen
como soporte más importante el maíz, nuestro cereal civilizador por
excelencia.
En la medida en que el territorio nacional se gesta un alma nacional, en que
el país se urbaniza y se articulan espacios de la vida social, se va
construyendo, también una cocina nacional. Se puede decir, entonces, que el
corpus culinario de la cocina nacional resulta de la suma de los diversos
platos de la cocina regional que trascendieron el ámbito local por la difusión
de sus ingredientes y técnicas, como consecuencia del mestizaje culinario
entre indígenas, blancos europeos y negros africanos, y de algunos otros
platos que se han asimilado a la cocina nacional como resultado de la
influencia de culturas inmigratorias de otras partes del mundo, sobre todo de
América, Europa y Asia.
Al surgir en Venezuela, durante el tercer tercio de siglo XIX, el primer
proyecto sistemático para organizar la vida de la nación en muchos aspectos
(físicos, económicos, jurídicos, políticos) bajo la conducción de Antonio
Guzmán Blanco, el autócrata civilizador y, sin embargo gran peculador, que
manejaba los asuntos de la nación como cosa propia y son aceptar la
disidencia, se crearon o institucionalizaron los símbolos patrios (el escudo, la
bandera y el himno nacional), el culto a los héroes, especialmente en torno a
Bolivar, el héroe nacional, y se “sacralizaron” los espacios emblemáticos de
este culto: la plaza principal, el Panteón Nacional, la Casa Natal y una
iconografía relacionada. Paralelamente, a estos cambios políticos e
institucionales, que continuaron la obra organizadora de Guzmán, fueron
surgiendo los platos más representativos de la cocina nacional entre ellos el
pabellón criollo y la hallaca.
Antes de finales de siglo XIX, no se conocía el pabellón criollo (carne frita,
arroz, caraotas negras, y por añadidura, tajadas fritas de plátano maduro,
que actúan como “baranda” en el plato). Se comía mucho, y desde tiempos
coloniales, la carne frita, el alimento nacional por excelencia, acompañada de
arroz blanco u otro contorno. La primera vez en que los tres ingredientes
principales (carne, arroz, caraotas) se
unieron en un solo plato fue, muy
probablemente, en un modesto restaurante
de Caracas en las postrimerías del siglo XIX
o en los primeros años del siglo XX. Al
principio se llamo pabellón caraqueño.
Pabellón por tener tres secciones o cuarteles
como la bandera nacional (pabellón es
sinónimo de bandera) e incluir los colores de los grupos constitutivos del
mestizaje racial nacional: el indio americano, el blanco español y el negro de
ascendencia africana, y criollo por haber nacido en Caracas. Pero después
el nombre cambio de “caraqueño” a “criollo” hacia la cuarta década del siglo
XX, cuando comienza a valorizarse en el Apis el criollismo, tanto en la
literatura y la pintura como en los bailes tradicionales venezolanos, cuando
asciende al poder el partido acción democrática. Otro cambio importante se
produjo en los años cincuenta con la inmigración portuguesa, que
establecieron, entre otras cosas, restaurantes y areperas. En sus locales de
comida la carne del pabellón dejo ser frita para convertirse en mechada y
guisada. Después el plato se le agregaron, algunas veces, otros elementos,
como el huevo frito y el queso blanco asado y hasta rodajas de aguacate,
para hacerlo un plato más completo desde el punto de vista nutricional. De
este plato hay algunas variantes regionales, como ocurre en Nueva Esparta,
donde la carne de res es sustituida por carne seca mechada de pescado, o
en Apure, donde, en la época de semana santa, la carne de res es
reemplazada por pisillo de chigüire (carne seca mechada de chigüire).
Con la hallaca, el plato navideño más
importante del país, paso algo parecido. De ser
un plato complejo y laborioso servido durante
cualquier época del año, se fue convirtiendo
poco a poco en el plato decembrino,
emblemático de la navidad venezolana. Por la
complejidad y laboriosidad en su preparación,
en la que participaban distintos miembros de la familia, y la enorme diversos
de sus ingredientes y procesos (masa, guiso, adorno, envoltura, amarre y
cocimiento), la hallaca tenía todas las condiciones para convertirse en un
plato ritual o de celebración, propio para festejar la fiesta navideña en familia,
en torno a la madre, que proporciona la “manera” de hacerla. Ese cambio
ocurrió en la incipiente Venezuela urbana de finales del siglo XIX, y se
generalizo en poco más tarde en todo el país, con las distintas variantes
regionales en su elaboración.
Lo que paso con el pabellón criollo y la hallaca, sucedió también con muchos
otros platos que pueden ser considerados, con justo titulo, representativos de
la cocina nacional, tales como sopas, platos de resistencia, contornos
acompañantes, postres y panes, bebidas, entre otros.
Entre las sopas, nombrar solo algunas, encontramos el hervido de res; el
sancocho de gallina; el sancocho de pescado; el cruzado (que combina
varias clases de carne, generalmente de res y pollo); el mondongo (con
panza de res); la crema de apio, la sopa de caraotas negras, de arvejas, de
frijol bayo o de lentejas.
Entre los platos de resistencia podemos citar el pabellón criollo; las
albóndigas de carne de res, de cerdo o de pollo; los bollos pelones; el pollo
guisado con papas; pollo al horno; el asado negro; el hígado encebollado; la
carne asada a la brasa; el pollo en brasas; espagueti a la boloñesa; arroz con
pollo; el pernil de cochino; la cachapa servida con mantequilla y queso de
mano.
El contorno mas empleado en la cocina venezolana es el arroz blanco
sancochado, aunque también se usan el puré de papas, las papas al vapor,
las papas fritas, las tajadas fritas de plátano maduro, los tostones de plátano
verde, el plátano verde sancochado, la yuca sancochada, la ensalada de
vegetales cocidos o crudos.
Los acompañantes, más frecuentes de la comida son la arepa que tiene
muchas variantes (maíz pilado en pilón, maíz pelado
en cal, chicharrón, plátano verde, harina de trigo, coco,
dulce con anís) y el popular pan francés. También se
usan el casabe, la yuca dulce sancochada, los tostones de plátano verde, el
plátano verde sancochado.
Las arepas rellenas, o tostadas, constituyen un alimento muy popular en las
zonas urbanas, hechas con los rellenos más disímiles: queso, jamón, carne
mechada, carne molida, perico, chicharrón, pernil, chorizo, salchichas. Entre
ellas, una de la más conocida es la reina pepeada.
Los quesos más conocidos, elaborados con leche de vaca, el queso blanco
de pasta blanda o semidura, el queso duro o llanero y el queso de mano.
Entre los postres y panecillos dulces tenemos: dulce de lechosa; el
bienmesabe; arroz con leche; el buñuelo; la conserva de coco; el majarete; el
suspiro; el quesillo; pan de horno; la jalea de mango; la catalina, paledonia o
cuca; el golfiado o golfeado.
Las bebidas no alcohólicas más populares en el país son los jugos o batidos,
así como las merengadas de frutas diversas (lechosa, mango, melón,
guanábana, cambur, níspero) el agua de panela o guarapo de papelón, el
jugo de naranja, la chica de maíz y la chicha de arroz. Entre las bebidas
alcohólicas tenemos e ponche crema, la cerveza y la mistela de frutas (pulpa
de frutas, aguardiente blanco y azúcar) o de ramas (distintas hierbas,
papelón quemado y aguardiente).
El plato para el desayuno mas popular en Venezuela es el perico (huevos,
tomate, cebolla, cebollín y sal), servido con queso, arepas y café con leche,
igual que los pastelitos de harina de trigo ( de carne, queso) y las empanadas
de harina de maíz (carne edres, pollo, queso, caraotas negras, cazón,
pabellón).
Los pasapalos o abrebocas más conocidos son los tequeños (harina de trigo,
agua, huevo, queso, sal, mantequilla, aceite) y las bolitas de carne (masas
de carne y huevo cubiertas con pan rallada y fritas) y de queso (harina de
maíz precocida, queso blanco, sal, agua, azúcar y aceite).
El menú servido en la época de navideña es prácticamente el mismo en todo
el país e incluye varios alimentos: hallaca, pernil de cochino al horno,
ensalada de gallina desmechada con trocitos de papa, zanahoria y
guisantes, aderezada con mayonesa; algunos le agregan trocitos de
manzana) y pan de jamón, servido en pequeñas porciones en un mismo
plato. Como poste se acostumbra a ofrecer dulce de lechosa, y, como
bebida, poche crema.
La estrella de comida navideña es la hallaca, un plato laborioso, de difícil
elaboración, de factura familiar, cargado de representaciones simbólicas, que
evocan la madre, la infancia, la patria, la navidad, el sentido de la fiesta. La
confección de este plato comprende varias operaciones: la preparación del
guiso, la elaboración de la masa, la organización de los adornos y de las
hojas de plátano para la envoltura, el amarre y la cocción final.
El guiso dela hallaca se hace con antelación, por lo general en vispea de la
elaboración del plato. El guiso lleva (la inclusión o no de un ingrediente
depende de las variaciones regionales) carne de res, cochino y gallina,
tocino, cebolla, ajoporro, cebollín, ajo, acaparras, pimentón rojo, tomate, aji
dulce, ají picante, encurtidos en mostaza, vino blanco, papelón rallado,
pimienta negra, caldo de gallina, aceite onotado, sal. El guiso puede ser
crudo o cocido, dependiendo de la región. En el primer caso, para que se
oscurezca, se le agrega suficiente aceite onotado. La masa se hace,
generalmente, con maíz blanco cocido o harina de maíz precocido, aceite o
manteca vegetal o de cochino, onoto, caldo de gallina o caldo con hueso
blanco aliñado, agua, sal. El adorno incluye, de acuerdo a la versión regional
del plato, tiritas o rodajas o partes de tocino, pimentón rojo, cebolla, aceituna
verde rellena, almendras peladas, pasas, encurtidos en vinagre, alcaparras,
rodajas de papa y de huevo cocido. La envoltura se hace con trozos
escogidos de plátano asadas, lavadas y secadas cuidadosamente. El
amarrado se hace con hilo de pabilo o guaral delgado, siguiendo cierto
método, entro cuatro y seis tiras.
La hallaca se arma, utilizando un trozo de hoja como base untada con aceite
onotado. Sobre ella se coloca una capa delgada de masa redondeada.
Encima se pone una porción de guiso y los adornos. Se tapa sobre ella
misma con la misma masa. Se envuelve sucesivamente, y en sentido
contrario, con dos capas de hojas, tomado el pastel una forma cuadrada a
rectangular. Luego se amarra y se pone a cocer (de acuerdo a la versiojn
regional, dependiendo de si e guiso es cocido o no).
La cocina nacional, en tanto se enriquece con las contribuciones regionales,
se halla colmada de una suerte de sabiduría ritual, pues la trama que le da
forma no se ciñe tan solo a la elección correcta de ingredientes, sino también
al simbolismo que le imprimen tanto comensales como los propios artífices.
En cuanto a dicho simbolismo en la gastronomía criolla, este se encarga de
encarar conceptos y creencias venezolanas, tal como hemos visto en las
descripciones precedentes, el pabellón y la hallaca, como grandes ejemplos,
se ocupan de transmitir, junto con sus sabores, indisoluble idiosincrasia
venezolana. Si bien comer puede alcanzar cotas rituales, lo es además
preparar un plato rodeado de familiares y amigos.
Gastronomía Caraqueña
Caracas es la caja de resonancia de todo lo que ocurre en el país, por
ser la capital de la republica, la sede principal de los poderes públicos y de la
actividad productiva privada y de las finanzas, y sobre todo por ser el centro
de recepción y de distribución de una importantísima renta petrolera, de la
cual prácticamente vive todo el país. Por esas razones, la ciudad de Caracas
se ha convertido, desde la década de los cuarenta, en el polo de atracción de
la migración rural-urbana nacional, que emigra buscando empleo y mejores
servicios, así como diversas oleadas inmigratorias de algunos países de
Europa occidental, Asia y América latina. Esas circunstancias han tenido un
peso determinante en la conformación de su actual gastronomía.
Para Jose Rafael Lovera, el principal estudioso de la
historia de la alimentación venezolana, el régimen
alimenticio criollo empezó a fraguarse al mismo tiempo
en que se constituía la sociedad venezolana, desde el
siglo XVI. Ese régimen ha conocido dos etapas: la rural y
la urbana, que fueron diferenciándose cada vez más a
medida en que crecieron las ciudades y se fue
imponiendo un nuevo régimen, a partir del siglo XIX, caracterizado por la
importación de alimentos y la creciente imitación de los gustos y las maneras
francesas e inglesas, lo que puede evidenciarse en las costumbres, la
vestimenta y la alimentación. Los restaurantes que se establecieron copiaron
un poco burdamente, pero copiaron, los usos de los restaurantes europeos
en la forma, e servicio y en el contenido del menú. El nuevo régimen
alimentario urbano comenzó a evidenciarse con claridad en Caracas, la
ciudad capital, y entre los grupos de elite dominante.
Estaba quedando atrás el modelo alimenticio rural, producto de la asociación
gastronómica de los aborígenes y los españoles de la conquista y
colonización. De una parte, los indígenas con sus alimentos base, el maíz y
la yuca, complementados por proteínas de origen animal derivadas de la
caza y la pesca, así como el uso de la miel y la sal marina, y del ají como
condimento por excelencia. De la otra parte, estaban los europeos, que
intentaban reproducir los usos culinarios mediterráneos en el trópico, con sus
alimentos básicos: la carne (vacuna, porcina, ovina), el trigo, el vino, las
grasas vegetales (en especial el aceite de oliva) y animales (manteca de res
o de cerdo, y el uso del azúcar de la caña, la sal y las especies empleadas
en la cocina europea. Algunos alimentos fueron aceptados y compartidos por
los dos grupos, como el pan de maíz, el casabe, el chocolate, la carne y el
azúcar, aunque establecieron ciertas
jerarquías alimentarias que
subordinaron, por ejemplo, el consumo
de maíz y yuca en relación al consumo
del pan de trigo. De esa manera se
establecieron cultivos de trigo en el
valle de Caracas casi desde la propia
fundación de la ciudad, en el siglo XVI,
y que perduraron hasta bien entrado el siglo XVIII. Al establecerse el sistema
de plantaciones comerciales (cacao, caña de azúcar, añil), se sumo la
conformación de la cocina criolla o tradicional el aporte de los usos
alimentarios de la mano de obra de ascendencia africana que había sido
esclavizada. A mediados del siglo XVIII ya se había establecido ese régimen
criollo, que se mantuvo, con incorporaciones y perdidas alimentarias, hasta la
década de los cuarenta. Por supuesto que no puede generalizarse un aun en
el ámbito urbano, pues variaba considerablemente la alimentación entre
clases pobres y subordinadas, que mantuvieron en lo esencial al dieta propia
de la sociedad rural, aunque se percibe una generalización progresiva de
algunos alimentos de la dieta de los grupos dominantes.
A partir de la década de los
cuarenta, siempre según Lovera, se
modifica la dieta típica tradicional, al
cambiar la economía nacional de
agrícola a petrolera y la mayoría de
la población de rural a urbana.
Triunfa así la urbanización por la
migración rural-urbana venezolana y la llegada de inmigrantes europeos,
caribeños y latinoamericanos, y se incrementa la renta petrolera percibida
por el estado. La creciente urbanización trae consigo cambios en el
comportamiento social, sobre todo en el papel jugado por la mujer, que se
incorpora cada vez más al sistema educativo y en el mercado de trabajo. La
prisa y los usos propios de la vida urbana modifican también los
comportamientos de la gente, especialmente de los trabajadores y de los
estudiantes. Todo eso influye sobre la manera de alimentarse de la
población. El desarrollo de la industria petrolera produjo divisas para
aumentar para aumentar las importaciones
de alimentos y mejoras en el poder
adquisitivo de la población para adquirirlos.
Se impusieron así los usos culinarios del
sistema estadounidense, que se
evidencian en la aparición de alimentos
enlatados, alimentos congelados y de
preparaciones de comida rápida o fast food. Así comenzamos a consumir,
primeramente en Caracas, hamburguesas, perros calientes, merengadas,
bebidas gaseosas, papas fritas, sanduches, algunas tortas o cakes, cereales
para el desayuno, helados, bebidas achocolatadas o con avena, carnes
endiabladas, etc., al igual que comenzamos a aplicar, en el ámbito de la
cocina, una nueva tecnología culinaria que usaban electricidad o gas:
refrigeradoras, cocinas, hornos y microondas, y muchos otros utensilios y
artefactos, mientras cambiaban también el espacio interior de la cocina con
la aparición de muebles como el pantry. El crecimiento de la inmigración trajo
también cambios importantes en el ámbito culinario caraqueño: nuevos
ingredientes, platos y bebidas, nuevas técnicas y procedimientos, nuevos
utensilios y artefactos. En fin, cambios en nuestra actual cocina urbana.
La influencia, por ejemplo, de la inmigración es muy marcada en la cocina
venezolana, y en especial en el ámbito caraqueño, don se encuentran
representadas con honestidad muchas cocinas del mundo. Eso es resultado
de las oleadas de población extranjera que Venezuela recibió desde 1944.
Algunas cifras oficiales indican que desde 1944 y
1959 llegaron al país más de 400.000 extranjeros,
en su mayoría europeos. De ellos, la mitad se
erradico en el área metropolitana de Caracas.
Después el flujo migratorio cambio de dirección: en
vez de Europa, los inmigrantes provenían del
Caribe, Colombia y de América del sur (primero de
los países del cono sur, huyendo de las dictaduras
militares y de la violencia política). Pero la inmigración parece que ha sido
aun más importante en la vida venezolana. Entre 1948 y 1961 un total de
614.425 extranjeros fueron cedulados por primera vez. Si a esa cantidad se
le agregan los extranjeros que continuaron indocumentados, y los niños que
no requerían cedula de identidad, se estima que la inmigración en ese
periodo pudo haber alcanzado unas 800.000 personas. De la inmigración
registrada, el 78% estaba compuesta por españoles (gallegos y canarios),
italianos (sur de Italia), de estadounidenses, de colombianos y de
portugueses (madeirenses). El 80% de esos inmigrantes se radico en cinco
entidades venezolanas, sobre todo en Caracas y los estados del centro,
donde ha dejado una honda huella en los comportamientos de la sociedad
venezolana, particularmente en sus usos alimentarios.
Todo eso hace que para hablar con propiedad sobre la actual gastronomía
prevaleciente en Caracas, y proceder a elaborar un inventario de sus
preparaciones más características, se tenga que hacer referencia al menos a
cinco escenarios. En primer lugar, a la cocina tradicional caraqueña,
representada por las preparaciones sobrevivientes del régimen alimenticio
criollo rural en proceso de transición al régimen alimenticio urbano, y lo que
la gente conoce de ordinario como los platos y bebidas de la cocina colonial
venezolana. En segundo lugar, a la cocina caraqueña correspondiente al
régimen alimentario urbano, que tomo cuerpo desde finales del siglo XIX, con
el crecimiento urbanístico de Caracas. En tercer lugar, a la cocina
internacional que se ha adatado de manera progresiva, y nacionalizado, al
gusto venezolano, como aporte de los distintos grupos de extranjeros que
han inmigrado a Venezuela. En cuarto lugar, la comida rápida establecida en
el país, derivada de la globalización alimentaria, y no solo la estadounidense,
sino también la china, japonesa, española, francesa, italiana, árabe,
mexicana, etc. En quinto lugar, a la nueva cocina venezolana, que se gesta
principalmente en Caracas, que se ha propuesto llevar la cocina tradicional
venezolana, sometida a innovación, desde la mesa del hogar hasta la mesa
del restaurante, con las técnicas modernas de cocina empleadas por
cocineros profesionales.
Inventario de la Cocina de Caracas.
De la cocina tradicional, típica o criolla venezolana, régimen
alimentario de la Venezuela rural que se gesto entre el siglo XVI y las
primeras décadas del siglo XIX, cuando nace la Venezuela republicana, han
sobrevivido varios platos, algunos emblemáticos de la cocina nacional y la
cocina caraqueña. Algunas de ellos copian viejas preparaciones españolas,
en especial en el género de los dulces. Otras fueron naciendo en la cocina
colonial caraqueña o venezolana y se convirtieron en platos usuales en esa
época. La más nombrada de todas es la hallaca, el plato por excelencia de la
navidad venezolana a partir del siglo XIX, pero que antes era una
preparación festiva, por su demorada y laboriosa elaboración. La hallaca
tiene muchas variaciones regionales, entre ellas la clásica hallaca
caraqueña, con su guiso cocido compuesto de carne de gallina y de cochino,
prescindiendo de la carne de res. Otros platos de esa etapa son la olleta de
gallo (carne de gallo, agua, cebolla, pimentón verde, ajoporro, ajo, perejil,
laurel, guayabita dulce, comino, tocineta, clavo de especia, papelón raspado,
sal, vinagre, vino y pan viejo rallado); el
mondongo (panza y pata de res, plátano o
topocho verde, apio, yuca, ñame, ocumo.
Mapuey, auyama, papa, jojoto, tomate, ajo,
cebolla, garbanzo, alcaparra, ají dulce,
encurtidos, vainita, pimentón, sal, pimienta,
comino, masa de maíz, aceite o manteca y
aliños); la carne frita; el hervido o sancocho de gallina o de pescado; la sopa
de caraota negra; el atol o mazamorra de maíz. Igualmente se pueden
mencionar dulces y tortas. De las que ha una rica variedad, y entre las que
sobresalen la torta bejarana (plátano maduro, papelón, queso blanco llanero,
mantequilla, canela en polvo, bizcocho de manteca, ajonjolí, pan de horno);
la conserva de la cojita (pulpa de coco rallada, agua, papelón, apio rallado,
clavo de especia, leche, hojas de naranja); el bienmesabe (bizcocho bañado
con crema de merengue y ralladura de coco); la torta caraqueña (plátano
maduro, azúcar, clavo de especia, canela, almendra, vino de Málaga o
malvasía, huevo, leche, mantequilla); la torta de la Soledad (harina, huevo,
leche, canela, clave de especia, vino blanco, agua de azahar); el chivato
( auyama, leche de coco, papelón, maíz, sal; algunos le agregaban jengibre);
el juansabroso (leche de coco, batata, azúcar, sal; después se le incorporo la
leche condensada);la mala rabia
(conserva blanda de batata); los
manjares de diversas frutas; el arroz
con leche (arroz, leche, azúcar,
canela); el tequiche (leche de coco,
agua, leche, papelón, harina de maíz
cariaco tostado); los suspiros (claras de huevo a punto de nieve, azúcar,
ralladura de limón); las polvorosas (harina, azúcar y manteca); las papitas de
leche (leche, azúcar, canela, clavo de especia); los tacones (bizcocho
mojado en leche, azúcar y huevo batido y luego frito y espolvoreado de
azúcar y canela); el majarete o manjerete (masa de maíz, leche de coco,
papelón, canela en astilla y en polvo); el pan de horno. También se pueden
nombrar muchas bebidas alcohólicas derivadas de la mezcla de la caña
blanca o aguardiente claro con sustancias, raíces, cortezas o hierbas
diversas que le daban nombre: berro, menta, durazno, canela, piña, torco,
fruto de burro y otras más. De todas estas bebidas, las más destacadas eran
las chichas o caratos, como el nombrado carato de acupe (maíz blanco,
agua, papelón, que se dejaba un día en reposo para que fermentara).
A partir del siglo XIX, ya en la etapa republicana, se van popularizando otros
platos de variada elaboración e influencia como los bollos pelones (bollos de
masa de maíz rellenos con un guiso); el pastel de polvorosa (con una masa
de harina, huevo, mantequilla, manteca, sal, azúcar, vino, brandy, levadura, y
un guiso con carnes de gallina y cochino, tomate, cebolla, cebollín, ajoporro,
pimentón, aceituna, pasa, alcaparra, ajo, papelón, vinagre, cilantro, perejil,
sal, vino dulce, aceite, salsa inglesa, aceite onotado); la polenta caraqueña
(maíz pilado o jojoto y agua para la masa; para el relleno, carne de cochino,
cebolla, ajo, pimentón, tomate, salsa de tomate, vino dulce, aceite, salsa
inglesa, pimienta negra, sal, mostaza, azúcar, queso blanco, polvo de
hornear, bicarbonato); el funche (con harina de maíz amarillo o harina
precocida de maíz, agua, manteca, sal); el asado negro (carne de res
adobada y dorada en aceite, que lleva
además papelón o azúcar negra y una
salsa de tomate, cebolla, jamón,
tocineta, alcaparra) el queso de bola
relleno (queso de bola Edam relleno
con un guiso de distintas carnes: res,
pollo y cochino, aceituna, pasa, tomate,
cebolla, pimentón, ajo, huevo), y
muchos otros platos más, entre los que figura en el lugar más destacado, el
pabellón caraqueño o criollo, que apareció en la mesa caraqueña
probablemente a finales del siglo XIX o principios del XX. Es el periodo en
que aparecen muchos panes, cuyas recetas fueron traídas al país tras la
gesta independentista de los países andinos. Entre ellos encontramos el pan
de tunja y el pan de lima o tumbagobierno, la torta melosa, la torta tres
leches, la torta negra, la torta de queso, la torta de auyama, la torta de jojoto.
Durante este periodo nace un pan, específicamente en una panadería
caraqueña en 1905, que se convirtió rápidamente en el pan navideño de
Caracas, y, por extensión, de la navidad venezolana, y no es otro que le Pan
de Jamón.
A partir de la nacionalización de la industria petrolera y de aumento inusitado
de los precios petroleros en la década de los setenta, Venezuela, y en
particular Caracas, se convirtió en un polo de atracción de las oleadas
inmigratorias, primero europeas y luego latinoamericanas. La ciudad capital
se lleno de restaurantes de algunas cocinas extranjeras, especialmente
española, italiana, francesa, portuguesa, china, árabe, latinoamericana
(peruana, mexicana, colombiana) y más tarde japonesa. Algunas de esas
preparaciones se asimilaron al gusto nacional, sobre todo de las clases alta y
media, y pasaron a formar parte de nuestra cocina y se hicieron populares
entre caraqueños, modificándose en muchos casos las denominaciones.
Entre los platos españoles se encuentran la paella en sus versiones
valenciana y de mariscos, los camarones al
ajillo, los callos a la madrileña, el cochinillo
a la manera de Segovia, el cocido español,
la empanada gallega, el turrón. Entre los
platos italianos nacionalizamos el espagueti
con sus diferentes salsas: a la boloñesa
(ragú de carne), al pesto, a la napolitana, a
la carbonara; el pasticho de carne (con sus
variaciones, como el de berenjena), los
ravioli, la polenta, el osobuco, los ñoquis, la
pizza, la milanesa, el panetone, algunos
quesos como el parmesano y el pecorino.
De las preparaciones francesas son
populares (aparte del pan francés, la canilla
y el croissant), la crepe, el foie-gras, las mousses, la quiche, el ratatouille, las
preparaciones a la meuniere, algunas salsas como la bechamel, y varios
quesos, entre ellos el roquefort y el camembert. De la cocina portuguesa
adoptamos la feijoada de caraotas rojas y el bacalao sofrito con papas y
aceitunas. De la cocina alemana, las salchichas, e chucrut, el strudel de
manzana. De la cocina árabe asimilamos el kibbe crudo, horneado y asado,
el falafel, el tabule, la crema de garbanzos y de ajonjolí. De la cocina china,
el arroz frito, el chop suey, la lumpia. De la cocina peruana, el chupe de
camarones, e ceviche de mero, los anticuchos, las papas a la huancaína. De
la cocina colombiana, la bandeja paisa, la sobrebarriga. De la cocina
mexicana, los tacos, los tamales, los burritos, los huevos a la ranchera, e
guacamole. De la cocinas Argentina y Chile, las empanadas respectivas. De
la cocina japonesa, el tempura, el sushi, e skiyaque, el sashimi. De la cocina
estadounidense, además de la conocida comida rápida (hamburguesas,
perros calientes, merengadas y malteadas), tenemos e pollo a la broaster, e
desayuno a la americana (huevos fritos con jamón o tocineta, pan tostado,
mantequilla, mermelada, jugo de naranja y café, popularizado por las fuetes
de soda de los automercados CADA a principios de la década de los
setenta), la torta de queso, el brownie, las donas, la ensalada Cesar.
La cocina rápida al estilo estadounidense se instalo en Caracas en la década
de los setenta, cuando ya se había constatado claramente que en Caracas
se había convertido en una necesidad almorzar en la calle durante los días
laborables, porque las colas o embolletamientos del tráfico impedían hacerlo
en casa. Teníamos entonces, y desde mucho antes, una comida rápida a la
venezolana: empandas, pasteles, y sobre todo las arepas rellenas, que
tuvieron un antecedente en las “tostadas”, vendidas en puestos en a calle.
Las tostadas eran arepas rellenas por lo general de queso blanco rallado,
untadas en mantequilla y tostadas al calor de un anafre con brasas, y
después rebozadas en huevo batido y harina, y fritas en aceite.
Más tarde, a partir de diciembre de 1961, con la aparición de la harina
precocida de maíz maraca Harina PAN (Producto Alimenticio Nacional), del
Grupo Polar, se simplifico la elaboración de la arepa, de unas ocho horas de
trabajo a solo tres minutos, y surgieron en Caracas muchos establecimientos,
“Areperas”, que vendían arepas con diversos rellenos. De todas estas
areperas, la más popular fue la de los hermanos Álvarez, creada por la
señora Maria de los Santos Álvarez, que había emigrado desde Trujillo a
Caracas en 1945, y estableció su negocio en 1955, que luego se convirtió en
una cadena de areperas con tres locales: en Catia, Sabana Grande u la
avenida Victoria. Allí creo ese mismo año la arepa rellena más famosa de
Venezuela. Se trata de la “Reina Pepeada”, originalmente con pollo guisado,
mayonesa, aguacate, petit pois y mostaza,
y ahora simplificado su relleno a ensalada
de gallina y aguacate. Lo de reina viene
por constituir un homenaje al triunfo de
Susana Dujim, la primera venezolana en
coronarse Miss Mundo, y lo de pepeada,
porque en la época se les decía, que las
chicas lindas estaban pepeadas. Esta arepera introdujo en Caracas el
concepto americano del servicio drive in, por el cual la comida era servida
por mesoneros en bandejas que se sostenían en las ventanas de los autos
de los clientes. Otra arepera, la de los hermanos Riviera, cerca de Plaza
Venezuela, popularizo en la década de los sesenta los pollos en brasas,
asados enteros, con piel, girando en un eje metálico. Después, en la década
de los ochenta, abren otras importantes areperas: El Ciempiés, La Sifrina,
Tostadas Bello Monte, el Granjero del Este, Las Tres Esquinas.
El verdadero “Fast Food”, hijo de la globalización y promovido por las
multinacionales de este género, llego a Caracas en la década de los setenta,
aunque ya se vendían en algunos sitios perros calientes. Filippo
Sanglimbeni, un inmigrante italiano, relata que en 1958 vendía arepas
rellenas con queso o carne mechada o riñonada con un carrito en el
desaparecido Coney Islan (Ahora se levanta el edificio de Parque Cristal), y
que se paso luego a la venta de perros calientes, que eran prácticamente
desconocidos: “La gente no sabía lo que era esa comida. Solo le poníamos
salsa de tomate y mostaza. E perro costaba un real y eso era considerado
carísimo” (El Nacional, Edición aniversario. Laura Weffer Cifuetes, 3/8/2004)
El inicio del verdadero “fast food” al estilo estadounidense e Caracas ocurrió
en septiembre de 1970 al abrir el primer local en los Palos Grandes la
empresa Tropi Burger, de D. Epelbaum, con capital
nacional. Esa empresa puso de moda el guapo, las
“comidas completas” de pollo, las merengadas, las
“arepitas fritas” y fue la primera en uso en el país el
concepto de “combo” (para designar el conjunto de
hamburguesa, papitas fritas y refresco) y de “tropi lunchera”, antecedente de
la “cajita feliz”. E grupo tropi cerro e 1994, tras crear pizza King, Taco Time,
American Deli, Dallas, Texas Café y Weekend y extenderse a Ecuador y
Republica Dominicana. Después vendrán Burger King (la primera
trasnacional del ramo en instalarse en Venezuela, en los espacios de la
fuente de soda del cada, en 1979); McDonald’s (1985, en un local en e
rosal); Pollos Arturo’s (1986, en dos locales: en La
Urbina, de comida para llevar, y en la Pasaje Zingg,
para sentarse a comer); Dominos Pizza, 1992 (esta
empresa implanto en el país el sistema “Delivery”
como propuesta comercial, aunque el restaurante
chino El Dragon Verde, en La Campiña, fue el
iniciador del sistema de rparto a domicilio en Caracas); Webdy’s y Subway,
en 1997; Chipi’s en 1998; TGI Friday, en 1999, hasta que a finales de la
década se extendió el sistema de franquicias a la comida Japonesa (Ono,
Yamato, Sushi Bar).
Aunque en rigor solo hay una cocina, la buena cocina, Jean-François Revel
distinguió entre dos tipos de cocina: la cocina popular o del ama de casa, que
utiliza los ingredientes del terruño, copia e imita un saber ancestral, pero no
innova o experimenta con nuevas técnicas, procedimientos y utensilios; y la
cocina sabia, la profesional, que se base sobre la primera, pero innova,
experimenta y se renueva constantemente, perfeccionando en arte de la
cocina. A esa cocina, la profesional, la correspondido la difícil tarea de
presentar una propuesta de modernización y aligeramiento de la cocina
popular venezolana y llevarla a la mesa del restaurante. Así, gracias a las
escuelas de cocina y sus inspiradores, entre los cuales se inscribe el
esfuerzo desplegado por Jose Rafael Lovera en el centro de estudios
gastronómicos (CEGA) y de otros como la escuela donde actualmente curso
estudios, “Escuela de cocina CEGAN”. Es lo que de ordinario se conoce
expresa y creativamente su propuesta, que crea nuevas tendencias en la
historia de la gastronomía venezolana, y sobre todo de la caraqueña.
Actividades Productivas en Caracas
Entrando un poco en las secciones del trabajo donde se deben indicar las
diferentes actividades que se realizan en Caracas, tales como Agrícolas,
pecuarias, Pesqueras, Lácteas, Vinícolas e industriales, cabe destacar que
todas las actividades mencionadas anteriormente, solo se cumple la
industrial, salvo pequeñas empresas artesanales, el señor Salvatore que
tiene en su casa un sembradío de rucula y abastece a casi todos los
restaurantes de la zona de las mercedes, este señor tiene ubicada su casa
por prados del este o el sr Antonio, que vive en bello monte y está dedicado
a hacer quesos de cabra curados, podría seguir mencionado algunas mas
pero no revisten de importancia los números para generar algún tipo de
impacto de forma nacional.
Lo que si ocurre en Caracas, y esto debido a su condición de capital, es que
se consigue de todo, existen los mercados populares, que a pesar de la
modernización, que no modernidad, que vive Caracas, y de las
consecuencias negativas que eso entraña en cuanto a la prisa y el trafico, los
caraqueños siguen siendo adictos a algunas costumbres del pasado, como ir
a los mercados populares, según un estudio de los hábitos del consumidor
por El Nacional (5/2/2004), casi el 36% de los entrevistados señalo que va a
mercados populares al menos una vez al mes, creados todos en la mitad del
siglo XX: Catia (1951), Quinta Crespo (1951), Chacao (1951), Guaicaipuro
(1953), donde se encuentra todo lo necesario en la mesa: carnes de todas
clases, hortalizas diversas, numerosas especies. En el mercado de Quinta
Crespo, por ejemplo, dividido por secciones y con los puestos numerados
podemos conseguir el queso venezolano que se le ocurra en los puestos 1
y2, donde coexisten más de quince tipos: Santa Bárbara, Guayanés,
mozzarella de Búfala, de cabra, taparita, crineja, Queso de Mano, coriano,
palmizulia, palmito, concha negra, queso de año, llanero, etc. En los puestos
desde el 140 al 146 se encuentran las carnes: de res, cerdo, cordero, chivo,
carnero y las viseras que estemos buscando; y en el puesto 152 más de 20
variedades de pescado. En el 153 se despliega la sabrosa charcutería
criolla, entre la que destacan los chorizos; merideño; tachirense; vela;
carupanero; riocaribero, cumanes, chisporrito, longaniza, etc. Más allá se
consigue los granos leguminosos, los cereales, las aceitunas, los frutos
secos. Algunos compradores más exigentes y de demanda mas especifica
española y la otra gocha, en ambos casos nos preparaban los platos que nos
gustaban, en el caso de mi aita (abuela española) sus tradiciones eran
totalmente distintas, NUNCA preparo hallacas, caso contrario de mi abuela
Ernestina (abuela Gocha) si hizo hallacas, es mas yo era el encargado de
cortar los pabilos, y después amarrar las hallacas, era el gran evento familiar,
hacíamos como 500 hallacas, y las cocinaba a la leña. Les cuento esto para
ir entrando poco a poco en estas dos visiones gastronómicas que en muy
poco tiempo pude desarrollar, debido en gran parte a dos conversaciones
geniales que tuve, una con el gran Chef Paul Launois, chef venezolano,
formado en merida y después termino su formación en Francia, y la otra
conversación fue con Don Armando Scannone, historiador, investigador, de
la gastronomía venezolana.
La conversación con Launois, muchísimo más
joven que Scannone, fue un poco más informal y
conversamos un poco de Venezuela Gastronómica, y el movimiento que
existe para rescatar la comida criolla y llevarla de forma protagónica al
restaurant. Son un grupo de chef jóvenes, que han realizado sus
investigaciones, y aplican todas las técnicas modernas que aprendieron en
nuestra gastronomía, fusionando sabores, especias, técnicas, para lograr
platos que muchísimas veces nos hemos comidos en nuestros hogares,
como por ejemplo, en mi caso, la salsita que sobra del asado negro con
pasta es genial, bueno en su restaurant “Antigua” me comí unos fetuccini con
asado negro y le pusieron queso blanco llanero, esto era impensable hace
muy poco tiempo en la movida gourmet caraqueña.
Parte de esta conversación, hablamos de que efectivamente, la comida
venezolana, no se veía en los restaurantes de alto nivel, estaba reservada
para restauranticos de carretera, pueblos y sobre todo los hogares
venezolanos, donde también, se estaba perdiendo la costumbre de estos
platos típicos, muchas veces la arepas son para terminar una noche de
buena rumba, estoy hablando de la escena caraqueña.
Tuve el placer de conocer la cocina y darme cuenta que su visión del
restaurant era enorme, hacen todo, desde el pan, hasta la pasta que te
comes, fusionan todo tipo de comidas, pero ahora le están dando fuerza al
rescate de la comida venezolana y llevarla al nivel profesional, esto también
ocurre debido a que desde hace un tiempo corto (unos 10 años), se esta
profesionalizando el oficio de cocinero, y lo están llevando a otro nivel.
En la segunda conversación, Scannone, ya me lo
había advertido Paul, es un poco mas purista, estas
fusiones de italiano con venezolano y técnicas
francesas a el no le cuadran mucho. Una persona
entrada en años, que hace 25 años decidió escribir un
libro de cocina, por que el no cocinaba, y sentía que se
estaba perdiendo la cocina venezolana, que con la
enorme inmigración que hubo en los años 40 en adelante, ya no iba a
conseguir cocineras venezolanas que mantuvieran la sazón de su casa, y se
puso poco a poco a, practicar todas y cada una de las recetas que están en
el libro, y realizo, una de las contribuciones más grandes que hemos tenido
en el mundo gastronómico venezolano, de ahí en adelante su vida cambio.
Entre cafecitos, agua, Cabello de ángel que nunca lo había probado, me
encanto por cierto, siguió nuestra amena conversación, y el me habla de lo
siguiente, la cocina venezolana toma forma realmente a finales del siglo XIX,
que es donde se define la sazón venezolana y se logra el inicio de nuestra
identidad gastronómico, que efectivamente hay preparaciones mucho más
viejas de esa fecha, pero de igual forma, son muy regionales, no son
nacionales y él me habla de una identidad gastronómica venezolana. Que no
podemos tomar encuentra a nuestros indios en cultura gastronómica, debido
a muchos factures, el primordial, lo nómadas que eran estas tribus,
comparadas con otras culturas pre-hispánicas (Mayas, Incas) estábamos
muy atrasados. Por eso le da la razón a Jose Rafael Lovera, en lo que
describo antes, nuestra cultura gastronómica se comienza a fraguar desde el
mismo momento de la conquista/colonización, pero comienza a tomar forma
a finales del siglo XIX.
También en esa conversación, me detalla dos
puntos, primero, después de los años 40, se pierde
la gastronomía venezolana, en la vorágine de
inmigrantes, e influencias extranjeras que tuvimos,
debido a dos poderosas razones: la primera, y según
él, la más relevante, se perdió la más importante de
las profesiones: La de Ama de Casa, esta señora
dedicada a su casa, a cocinar, a cuidar las
tradiciones, se desvaneció muy rápidamente, y esto trae como consecuencia
la segunda razón, nuestro menú se redujo de unos 40 a 50 platos diferentes,
a un máximo de 15, y estoy hablando de la dieta diaria del caraqueño en un
principio, y después como consecuencia lógica del venezolano. La tarde
transcurrió, y la conversación siguió en diferentes sugerencias de platos a
preparar.
En ambos casos tuve muchas sugerencias las cuales preparar, ambos me
sugirieron el asado negro, Paul la polvorosa de pollo, scannone la polenta
caraqueña, ambos también el pabellón caraqueño, espero haberles sido fiel
en la sazón, por que estas son las preparaciones que les traigo.
Menú:
1) Pabellón Caraqueño
2) Asado Negro
3) Polenta Caraqueña
4) Polvorosa de Pollo o Pastel de Polvorosa
5) Quesillo (receta Familia Gonzalez CARAQUEÑOS)
Espero que les guste!
Conclusión
Como conclusión quiero destacar lo siguiente, en una primera instancia no
estaba muy convencido de realizar este trabajo, inclusive lo manifesté en un
par de ocasiones, pero errar es de humanos, corregir de sabios, así que
corrijo, que equivocado estaba en afirmar que este trabajo era una pérdida
de tiempo, me acerco a mis raíces venezolanas y me permitió conocer
platos, preparaciones, inclusive técnicas que eran totalmente desconocidas
para mí, me expandió mi visión gastronómica, y me permitió estar en
contacto con los grandes de la gastronomía venezolana y darme cuenta que
ellos también van en esa dirección, pero como un acto evolutivo del
aprendizaje que tuvieron, en sus diferentes cocinas que estuvieron y
aprendieron. Por mi parte me gusto muchísimo aprender de mi gastronomía,
pero quiero decir también que mi apuesta es a una evolución de la comida
venezolana, respetando sus orígenes, pero dándole nuevas presentaciones,
y mejores técnicas para lograr los mismos resultados, inclusive mejores.
Y como digo en mi blog “Que la Sazón siempre te acompañe”
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