Respirar es
vida
por
Sonia Lorente
Parroquia de San Félix
Barcelona
13 octubre 2014
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RESPIRAR ES VIDA
La primera página de la Biblia, en sus primeros párrafos, dice:
Al principio creó Dios el cielo y la tierra. Las tinieblas
cubrían el océano, y un viento de Dios aleteaba sobre las
aguas… (Génesis 1, 1).
Más adelante, cuando Dios forma al hombre, leemos:
Entonces Dios formó al hombre con el polvo de la tierra,
sopló en su nariz un aliento de vida y el hombre se
convirtió en un ser vivo. (Génesis, 2).
Y en el último verso del salmo 150 encontramos esta exclamación:
¡Alabe al Señor todo lo que respira! (Salmo 150)
Viento (espíritu) de Dios, aliento de vida, todo lo que respira…
Desde siempre el ser humano ha comprendido que la vida está
unida al aire, al respirar, al aliento. Es lo primero y lo último que
hacemos en nuestra vida. Apenas nacemos, aprendemos a respirar.
Cuando morimos, exhalamos nuestro último aliento. Respirar es
vida, por eso es tan importante aprender a respirar
conscientemente y a hacerlo bien.
Volviendo a la creación del hombre, la palabra hebrea aphar, que
se traduce como polvo, barro o tierra, en realidad significa ceniza.
Esto quiere decir que se ha producido una combustión de la
materia. Y es que respirar es una forma de combustión que genera
energía: la energía vital que nos hace vivir.
Los niños en el seno materno también respiran. Absorben oxígeno
a través del fluido que los rodea y el cordón umbilical que los une a
su madre. A esto se le llama respiración sanguínea. Cuando nace,
el niño inicia la respiración aérea. Sale del canal del parto y, con el
esfuerzo, abre de forma natural su diafragma y los conductos
respiratorios. En realidad, el cachete que se les da no hace falta,
¡ningún animal mamífero da un golpe a su cría apenas nacer!
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LA PRIMERA RESPIRACIÓN
Golpear al bebé apenas nace es traumático. El niño recibe un
mensaje al tiempo que aprende a respirar: de dolor, prisa, miedo y
tensión. Esto le causa un impacto que se reflejará en su vida
posteriormente. Lo ideal es dejar que aprenda a respirar por sí solo,
está preparado para hacerlo.
El acto de sacar aire va contra la gravedad. El niño en el útero
materno vive sumergido en líquido y no está acostumbrado a
vencer la fuerza de la gravedad. Por eso su diafragma debe
madurar para ejercer la fuerza suficiente que le permita respirar. El
diafragma es un músculo poderoso que separa los pulmones y el
corazón de las vísceras del abdomen. Con la respiración torácica,
suspirando fuerte, estamos activando el diafragma.
EL “ÁRBOL” DE LA RESPIRACIÓN
Imaginemos que el sistema respiratorio es un árbol de la vida.
Incluso su forma se asemeja a un árbol. Pero está al revés, con las
raíces hacia arriba y las ramas y las hojas abajo. Porque de las raíces
es de donde toma su alimento: el aire.
¿Cuál es la raíz de este árbol? ¿De dónde nace la energía
respiratoria? De la nariz.
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LA NARIZ
Comencemos por el principio. La respiración comienza en nuestras
fosas nasales. Lo primero que debemos saber es que hay que
respirar por la nariz, siempre que se pueda.
La inspiración por la nariz es cien veces más fuerte que la
aspiración por la boca. Respirar por la boca indica cansancio.
Además, por la boca entran gérmenes y elementos contaminantes,
suciedad, frío, aire que pasa al estómago y produce malas
digestiones. La nariz, con sus vellos, filtra el aire de partículas, le da
calor y hace que llegue limpio y caliente al pulmón.
Es interesante notar cómo son las narices de las diferentes
poblaciones del mundo. En lugares muy cálidos las personas tienen
fosas nasales amplias, que ventilan y refrescan el aire que entra en
el cuerpo. En lugares fríos tienen las fosas nasales muy cerradas,
que no dejan pasar el frío y calientan el aire que se respira.
Por tanto, la puerta de entrada del aire es la nariz. De ahí la
importancia de mantenerla bien limpia. No solo por fuera, sino por
dentro. El trayecto del aire va mucho más allá de la nariz: hay unos
conductos que pasan por una serie de ganglios linfáticos, atraviesan
los senos paranasales y llegan hasta la parte posterior del cráneo.
Allí también se acumulan mocos y pueden estar mucho tiempo,
obstruyendo los ganglios, que tienen forma de caracol. Entonces,
cuando vamos a la playa y nos zambullimos en el mar, llenamos de
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agua salada esos conductos y salimos echando muchísima
mucosidad. Hemos hecho un lavado de nariz sin querer, y nos
hemos librado de todos los mocos acumulados.
Lo ideal es lavarse cada día las fosas nasales, con agua de mar o
agua salada. Existen unas teteras de manguito largo especiales para
ello, de venta en tiendas naturistas. También se pueden usar perillas
de goma, que se encuentran en farmacias. La higiene de la nariz es
necesaria, pues vivimos en un ambiente lleno de polución. La
calefacción y el aire acondicionado esparcen millones de gérmenes
patógenos a los que estamos expuestos continuamente.
Una nariz fría casi siempre va acompañada de unos pies fríos. Nos
avisa de que también hay frío en nuestro interior: lo interno se
refleja en lo externo. Nariz fría es señal de mala oxigenación,
pulmones fríos, sangre poco oxigenada. Por eso las manos y los
pies suelen adquirir un tono azulado o violeta. Un pulmón frío quita
energía al cuerpo. Por tanto, si arriba ―en la nariz― hay frío, abajo
―en el pulmón― no habrá energía.
Lo de afuera se repite adentro. Si arriba hay frío, abajo
no hay energía. Nariz fría = pulmones sin fuerzas. ¡Pero
podemos cambiar esto!
LA GARGANTA Y LA BOCA
La boca debe permanecer cerrada. Es un conducto apto para el
alimento y el agua, no para el aire.
De todos modos, cuando se corre, se nada o se hacen ejercicios
aeróbicos intensos, es necesario abrirla para soltar el aire. Entonces
sí que conviene inspirar por la nariz y soltar por la boca, porque al
ser una respiración muy intensa hay una gran demanda de energía
y se da un intercambio de oxígeno adecuado.
Es importante mantener la boca limpia y cuidar la garganta,
protegiéndola del frío en todas las estaciones del año.
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45 cm: EL TRAMO DE LA VIDA
De la punta de la nariz al fondo del pulmón van unos 45 cm. Este es
el tramo de la vida: si lo amamos y lo cuidamos tendremos mucha
vida y energía.
Pasemos de la nariz al diafragma. Este músculo necesita ejercicio,
como cualquier otro. Hay una serie de ejercicios para abrirlo.
Cualquier emoción fuerte nos cierra el corazón y encoge el
diafragma. De manera que tenemos que aprender a abrirlo y
mantenerlo en forma.
En Medicina China, cada víscera se asocia a unas emociones. El
pulmón es donde se aloja la tristeza, el agobio. Cuando una
persona está triste se le encorva la espalda, le cae el pecho sobre el
abdomen y se encoge.
El riñón, que procesa el agua, está asociado con el miedo.
El corazón alberga la alegría. Está en sintonía con el pulmón. Si el
pulmón está falto de energía, triste, el corazón se encoge.
El movimiento de encogerse, de cerrazón, indica tristeza y miedo.
En cambio, la expansión, la apertura, son señal de alegría. Cuando
falta alegría la vida se vuelve muy pobre. Respirar bien, tener sano y
fuerte nuestro árbol de la vida, nos hará tener una vida más plena.
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MASTICAR EL AIRE
Cuando el aire entra por la nariz, es semejante al alimento que
entra por la boca. Hay que procesarlo. La nariz lo filtra y lo calienta.
De ahí pasa a la tráquea y luego a los pulmones.
Es necesario “masticar el aire”. ¿Cómo? En los alvéolos.
Los alvéolos forman como racimos de uvas dentro del pulmón.
Cada uno es una celdilla, como una uva. Cuando inspiro, lleno los
alvéolos de aire. Si retengo el aire, el alvéolo recoge la carga
energética del oxígeno y expulsa hacia afuera ácido, lleno de
toxinas. Pero si respiro de forma superficial, sin parar, no doy
tiempo a que salgan los tóxicos del pulmón. He respirado, pero no
he limpiado ni me he cargado de suficiente energía.
Las consecuencias de una mala oxigenación y de no expeler las
toxinas son varias:
El sistema nervioso permanece contaminado.
La médula espinal queda poco oxigenada y poco alimentada,
y produce pocos glóbulos rojos pues no tiene fuerza.
La sangre no se oxigena ni se depura: al haber pocos
glóbulos rojos, se lleva poca energía a las células.
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Todo el cuerpo acusa el cansancio, la falta de energía y la
tensión y desajustes causados por un sistema nervioso mal
alimentado y sucio.
Por eso es tan importante respirar profundamente.
Conscientemente.
EJERCICIO
Inspira profundamente por la nariz.
Retén el aire durante 3 segundos ―cuenta hasta tres―.
Espira por la nariz, suave, profunda y lentamente. Repite
unas diez o quince veces. Hazlo si puedes 3 veces al día.
Respirar conscientemente, reteniendo el aire y soltando bien por la
nariz, nos aportará niveles altos de energía y concentración.
Será bueno para nuestro estado anímico, para bajar la tensión,
aumentar la atención, la inteligencia y la memoria. También nos
embellecerá.
La piel refleja lo que nos ocurre por dentro. Una piel de gallina
refleja una emoción fuerte, conecta el pulmón con la emoción y
acelera la respiración.
En nuestra vida diaria vamos tan aprisa y respiramos tan mal que no
reaccionamos bien ante las emociones. Además, la climatización
nos descoloca y nos desequilibra.
La transpiración de la piel también está controlada por el pulmón.
Cuando se come muy ácido ―harinas, carnes, dulces― el aliento
huele, y también huele el sudor: huele ácido todo el cuerpo.
Entonces es necesario depurar el organismo para que el pulmón no
se agote.
Si no cuidamos nuestra respiración, la vida se nos
acortará.
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LA CARGA VIBRACIONAL: DESCALZARSE
El aire no está formado solo de oxígeno y otros gases. En la
naturaleza, en los árboles, en la tierra, en el agua, hay una carga
energética vibracional. Toda sustancia desprende unas partículas
que vibran y producen sus efectos en el medio ambiente y en
nosotros.
Son los llamados iones, que pueden tener carga positiva o
negativa. La diferencia de cargas genera movimiento: tomar –
soltar, atraer – repeler, subir – bajar.
Los aparatos que tenemos en las casas nos roban la carga iónica.
Moquetas, plásticos, electrodomésticos y las suelas de goma de
nuestros zapatos nos aíslan y nos quitan iones. Esto produce
cansancio y nos puede llegar a enfermar. Tener “calambrazos” en
los dedos o los cabellos erizados al peinarse son signos de una
malísima carga iónica.
Hay edificios enteros que están enfermos y provocan dolencias
crónicas, cansancio o depresión a las personas que viven y trabajan
en ellos. La solución es simple: la tierra nos devuelve la carga
iónica. Basta descalzarse y pisar tierra ―o una maceta, si no se
puede ir a un jardín o a un parque―. ¡Vigilad vuestros pies!
Siempre los llevamos aislados con suelas de goma. Es importante
descalzarse.
También conviene beber
agua, de botellas de cristal
o en vaso, no en plástico.
Manos y pies son nuestros
terminales de entrada y
salida de carga energética.
Por eso descalzarse permite que entre y salga la energía por los
pies.
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EL AIRE Y LA MENTE
El aire siempre sube, tiende a
ascender. Si queremos cuidar la
parte superior de nuestro cuerpo
hemos de respirar bien. Una buena
respiración contribuye a tener una
mente calmada.
De los cuatro elementos básicos: tierra, agua, fuego y aire, el aire es
el más abundante. ¡Lo tenemos siempre, y gratis! Pero lo hemos
intoxicado y llenado de polución.
Nos hace falta tener consciencia de la vida. Entender que la salud es
cuidar de este templo sagrado que es nuestro cuerpo, y que lo
tenemos para desarrollarlo, disfrutar y compartir.
El tabaco es terrible. Inspirar aire con humo literalmente chafa los
alveolos. Su forma normal es la de una uva. Los fumadores tienen
los alvéolos aplastados como una salchicha y, por tanto, su
oxigenación es muy deficiente. Fumar provoca un enorme desgaste
energético, mala circulación, poca oxigenación, pérdida de memoria
y claridad mental.
¿Por qué domina el tabaco a las personas adictas? Porque el aire
está en la mente. Si la dejamos suelta, cabalga sin cesar. Pero
respirar conscientemente nos permite dominar al caballo
desbocado… o al mono loco que todos llevamos dentro. Una mente
calmada nos aporta energía. Los yoguis orientales, que practican
mucho la respiración consciente, poseen un dominio increíble de su
cuerpo y su mente. Son ancianos y pueden doblarse como quieren.
Su mente está ágil y despierta, su cuerpo flexible.
Utilizar el aire con consciencia calma el corazón y el pulmón, la
mente y las emociones.
¡Respiremos! Nunca nos falta el recurso para calmarnos y estar
bien. No necesitamos tantas pastillas, ¡basta el aire!
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EL AIRE NOS ALIMENTA
Cada dos horas hay un agujero de la nariz que se abre y otro que se
cierra. Esto es así porque tenemos dos hemisferios cerebrales. Se da
una alternancia para oxigenar con más intensidad uno de los dos
hemisferios cerebrales, y luego cambiar al otro.
EJERCICIO
Inspira por un lado, tapándote la otra fosa nasal. Retén
el aire unos segundos. Espira por ese mismo lado. Repite
diez veces y haz lo mismo con el otro lado. Es importante
expulsar el aire con fuerza, siempre por la nariz.
Este ejercicio alimenta la raíz del árbol respiratorio y también
oxigena la parte frontal de nuestro cerebro, donde se aloja la
memoria y el pensamiento inmediato.
Si la raíz está débil, el árbol está débil; si respiramos mal, todo
nuestro organismo estará falto de energía.
Otro buen ejercicio es respirar y apretar los esfínteres inferiores: el
ano y el perineo, pues lo que ocurre arriba repercute abajo.
Tenemos un cerebro superior ―en la cabeza― y otro inferior ―el
vientre― donde está nuestra memoria interna. El centro de este
cerebro inferior está en la rabadilla.
La gente mayor, que no respira bien y se mueve poco, tiene este
cerebro muy debilitado y por eso no controla los esfínteres. Sufre
de incontinencia por la enorme debilidad interna.
EJERCICIO
Respira hondo. Contén el aire y al mismo tiempo
comprime los esfínteres. Suelta el aire por la nariz,
expulsando con fuerza. Repítelo 50 veces.
Este ejercicio refuerza la zona pélvica y el cerebro inferior. También
refuerza la función digestiva y sexual. La digestión y las hormonas
sexuales están conectadas directamente con el cerebro superior.
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RESPIRAR BIEN PARA VIVIR MEJOR
Respirar conscientemente nos permitirá vivificar otras funciones de
nuestro cuerpo: la digestión, el gusto, la sensibilidad.
Respirar conscientemente nos aporta muchos beneficios: nuestra
sangre se enriquece, con más glóbulos rojos. Oxigena mejor los
órganos. Regenera nuestra columna, nos da más flexibilidad, física y
también mental, ante la vida. Respirar hondo nos permite soportar
mejor los golpes y los disgustos.
Pero la vida nos da regalos continuamente, y esto debería provocar
en nosotros alegría y expansión. Agradezcamos el vivir donde
estamos y con quién estamos. Respirar nos da aire, alegría,
expansión.
EJERCICIO: de pie, respiremos hondo unas 10 o 20
veces, inspirando, reteniendo, espirando con fuerza.
Estiremos nuestro cuerpo, como hacen los animales
antes de levantarse, desperezándose con calma y
amplitud de movimiento.
Empecemos el día agradeciendo a la vida lo que nos da.
Conectemos con nuestra vida. De noche, más calmados, demos
gracias también.
Vale la pena levantarse más temprano para comenzar bien el día,
respirando, con un minuto de calma. ¡Tan solo un minuto basta
para cambiarnos la vida!
Por la tarde, busquemos otro minuto de paz para respirar y dar
gracias. Estos minutos tienen un poder extraordinario.
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PREGUNTAS Y RESPUESTAS
―¿Qué hacer cuando ya estamos tan… escacharrados?
―Os contaré mi experiencia personal. Hago muchas cosas, pero lo
primero es respirar con conciencia. Cuando estoy de pie, en la
cocina, por ejemplo, procuro practicar esta respiración.
Otro truco es bostezar, no por sueño, sino gratuitamente. Bostezar
despierta la energía y nos oxigena. Por eso se contagia.
Otro medio: suspirar. Cuando se suspira se exhala profundamente.
Más ejercicios:
EJERCICIO
Sentados, con las palmas de las manos sobre las rodillas
y vueltas hacia arriba, respirad hondo y sentid la energía
en las manos, hasta que estás se pongan calientes.
Luego, cerrad las palmas suavemente sobre la cara y
frotaos la nariz. También se calentará. Podéis hacer un
masaje suave sobre el rostro, que descansa mucho.
EJERCICIO
Respira a conciencia. Piensa en lo que haces. Siente lo
que haces. Ama lo que haces. Ama tu cuerpo, tu tracto
de la vida. Envía amor a tu cuerpo mediante la
respiración. Si no sientes tu cuerpo, el cuerpo te
abandonará.
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