Colonia menonita en Argentina
Publicado por Virginia Vaccarezza | Last updated Jul, 03 2013
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Un grupo de familias menonitas se instaló a fines de 1986 en el paraje Remecó jurisdicción rural de Guatraché, La Pampa, a unos 220 kilómetros al sur de Santa Rosa.
Provenientes de México y Bolivia, adquirieron en los campos pampeanos una fracción de 10.000 hectáreas donde establecieron la colonia La Nueva Esperanza. Allí, mantienen su sistema de educación, creencias religiosas, forma de trabajo y vida familiar.
Trabajo de sol a sol, la producción láctea como principal actividad
La capacidad de trabajo es uno de los rasgos distintivos de los menonitas. La actividad económica de la comunidad se basa en la producción láctea. La mayoría de las familias posee sus propias vacas lecheras y realiza algún tipo de tarea agrícola.
La leche se utiliza generalmente para producir quesos y cubrir la demanda de pasta de mozzarella de muchas ciudades.
Además del tambo, que cumplen en dos turnos de ordeñe, casi todos los grupos familiares realizan alguna de las actividades económicas alternativas, como la metalurgia y la carpintería.
Todos los hogares tienen un taller con herramientas, donde producen silos, pinchos para rollos, carros y estructuras para sostener todo tipo de máquinas rurales e implementos agrícolas, que venden en varias provincias como La Pampa, Buenos Aires, Neuquén y Santa Fe.
Restricción del uso de energía
Una familia menonita construye su casa, elabora sus propios muebles, herramientas y utensilios, confecciona su ropa, produce la mayor parte de sus alimentos y hasta juguetes para los niños.
Las mujeres menonitas cultivan huertas, crían aves de corral, cerdos y caballos, utilizados estos últimos como medio de locomoción porque sus creencias les impiden utilizar vehículos a motor, como no sean tractores, máquinas rurales o cualquier herramienta de trabajo.
Solo tienen permitido usar la energía de sus grupos electrógenos para hacer funcionar cualquier herramienta, pero no para iluminar el interior de sus casas que lo hacen con faroles o velas.
Vida social y familiar entre los menonitas
La vida del menonita transcurre dentro de un contexto guiado por tres ejes:
La familia
El trabajo
La espiritualidad
La mayor parte de las horas del día la dedican a trabajar, esa es su misión en la vida, trabajar y honrar a Dios.
El grado máximo de autoridad lo tiene el primer obispo, que junto al segundo obispo, los diáconos y predicadores se encargan de la tarea de la predicación del evangelio. Pero además tiene autoridad sobre todos los otros asuntos que no sean de carácter religioso, opinando, asesorando y decidiendo sobre lo mejor para la congregación.
Nunca recurren a instancias jurídicas o a los tribunales emanados del Estado, puesto que los conflictos surgidos entre los habitantes de su propia congregación son solucionados entre ellos mismos. Solamente acuden a dichos tribunales cuando sufren de un abuso o una agresión por parte de personas ajenas a su organización.
Todos tienen un trabajo que cumplir
Todos los miembros de la comunidad tienen un trabajo que cumplir de acuerdo a su edad y posibilidades de efectuarlo. Los niños, además de asistir a la escuela de la colonia, ayudan en las labores de la casa y cuando tienen la edad suficiente se dedican a las labores del campo.
La mujer menonita es la encargada de administrar los bienes de la granja y elaborar embutidos. El hombre interviene en labores propias de la granja como criar y sacrificar animales.
La comunidad menonita es prácticamente autosuficiente. Tratan de ser ellos los que realicen todas las actividades antes de recurrir a un especialista.
Los jóvenes están sometidos a una serie de prohibiciones en cuanto a la música y reuniones, excepto los días domingos, en forma separada varones y mujeres,
Cuando alcanzan la edad próxima de casamiento se visitan y disponen de una hora a solas únicamente los domingos en la casa de la novia, luego todo es compartido.
La educación: Alemán, Matemáticas y Religión
La comunidad menonita cuenta con treinta escuelas. Todos los niños sin excepción asisten seis años para recibir instrucción escolar.
La edad para ingresar es de seis años, las escuelas son mixtas y se enseña básicamente la lectura y escritura del alemán alto, las matemáticas y la religión. Poseen un programa particular de educación diseñado por ellos mismos y elaboran e imprimen sus propios libros de texto.
Solo los hombres se pueden dedicar a la enseñanza en las escuelas.
Los menonitas consideran que la educación que reciben en seis años es suficiente para desarrollar las actividades que ellos pretenden y para la clase social a la que pertenecen.
Consideran que una educación de más alto nivel implica una aspiración para radicarse en las grandes ciudades y por ende abandonar las actividades del campo, por lo cual no desean que sus hijos alcancen niveles de educación superior.
Historia y creencias religiosas. La más antigua de las iglesias evangélicas
Los menonitas constituyen la más antigua de las iglesias evangélicas. Surgieron en 1527 como el «ala radical» de la reforma protestante.
El nombre de menonitas proviene del ex sacerdote católico Menno Simons, quien en el siglo XVI se convirtió en líder de un grupo de anabaptistas del norte de Alemania.
Su radicalismo implicaba la separación entre Iglesia y Estado, el bautismo tan solo de creyentes, la no violencia y objeción a las guerras, y su insistencia en la naturaleza de la iglesia como comunidad de discípulos de Jesús comprometidos a un estilo de vida de santidad.
Creen en un Dios único y en la Divina Providencia, en la Trinidad la encarnación de Cristo mediante la virgen María, la condición de pecadores merecedores de condenación en que se halla toda la humanidad fuera de Cristo, la salvación por la fe, la esperanza en la resurrección de los muertos y el regreso de Cristo, la necesidad de ceñirse a las Escrituras.
Los menonitas oran y trabajan por el bien de la comunidad
Estudian y leen devotamente la Biblia entera pero ponderan la enseñanza del Nuevo Testamento.
Por otro lado, al considerarse discípulos de Jesús personalmente, los menonitas se ven en el mundo pero no se consideran parte de él.
No asumen como su identidad ni los nacionalismos, ni las costumbres y valores, ni las xenofobias y racismos de su entorno en cada lugar donde viven.
Oran y trabajan por el bienestar de la ciudad y la nación donde residen, pero se consideran extranjeros, ciudadanos de otro reino cuya consumación esperan y anhelan
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