“CON EL RUMBO HACIA EL SOL”: LA EMBLEMÁTICA EN DOS SONETOS
DE SANDOVAL ZAPATA
Joaquín Rodríguez Beltrán
UNAM
Resumen
La presente ponencia propone una lectura conjunta de dos sonetos de Sandoval Zapata: uno
en torno a la garza y uno en torno al girasol. Se plantea la idea de que un análisis que
interrelacione tales poemas entre sí y que, en un plano más general, los ubique en el marco
de la tradición emblemática, puede ser muy productivo y esclarecedor. Concretamente, se
propone que la originalidad de Sandoval Zapata puede comprenderse al contextualizar tales
sonetos en el ámbito de los emblemas en relación con el águila dirigiéndose al sol, con la
garza remontando el vuelo y con el girasol mirando al sol.
1. INTRODUCCIÓN
Después de las numerosas investigaciones de los últimos años en torno a la cultura
emblemática, ya no cabe duda alguna de que los libros de emblemas no eran sólo
“repertorios” de cultura plasmada en alegorizaciones, sino que también constituían en
buena medida un filtro o casi una herramienta de trabajo para cualquiera que deseara
escribir acerca de algún tema y encontrar fuentes de inspiración. Y así, el emblema triplex
de la tradición de Alciato no es más que la manifestación arquetípica de la cultura
emblemática, pero no es en absoluto la única forma en que se plasmaba este inmenso
bagaje cultural: a lo largo del siglo XVII, los emblemas ya habían permeado a tal grado en
el suelo novohispano, que es posible encontrar sin problema los rastros de una emblemática
sin imagen en sermones, en teatro o en poesía1. Y es que a medida que se popularizan los
libros de emblemas, se comienza a ver cómo una de las modalidades (entre muchas otras)
que toma la recepción de tales obras consiste en hacer uso de ellas como fuentes para la
inventio2.
1 Véase, por ejemplo, la enumeración hecha por INFANTES, “La presencia de una ausencia. La emblemática
sin emblemas”, p. 103. 2 Para más detalle, véase LÓPEZ POZA, “Los libros de emblemas como ‘tesoros’ de erudición auxiliares de la
‘inventio”.
Sin duda, el mismo hecho de que se usaran así los libros de emblemas explica en buena
medida por qué existe esa constante recreación, reinterpretación y alegorización sucesiva en
los mismos emblemas, haciendo que uno sólo sea como un punto de partida para plasmar
intencionalidades o posibilidades semánticas nuevas y propias de cada autor. Había, pues,
en la época una conciencia clara de que lo novedoso dependía enteramente de lo viejo, de
lo ya consabido por todos.
En este contexto, pues, se inserta el emblema del ave –generalmente un águila–
dirigiéndose al sol, además de otro muy emparentado: el del girasol con la vista hacia el
astro solar. Que se trata de emblemas particularmente cercanos e interconectados lo prueba
un simple vistazo a dos sonetos de Luis de Sandoval Zapata3: el número 10, titulado A una
garza remontada; y el número 28, sin título pero evidentemente dedicado a un girasol4.
Hacer una revisión de la tradición emblemática en que se fundan –creemos– es el primer
paso para comprenderlos cabalmente y evaluar, por tanto, en qué medida revelan una
intencionalidad propia de su autor.
El primer soneto dice así:
“A una garza remontada”
Tú que rompiste esa ciudad del viento
trepando al sol, alcázares de nieve;
que por enamorada, si por breve,
ya fuiste girasol, ya pensamiento.
Ya tu ambición al párpado sediento
paciendo en tanto espíritu no muere,
y cuando en golfo imperceptible bebe
le paga en parasismos el aliento.
En dos alas espíritu embarcado,
3 Sigo la edición preparada por José Pascual Buxó, del Fondo de Cultura Económica, SANDOVAL ZAPATA,
Obras. 4 En realidad, el análisis se podría completar incluyendo un tercer soneto, también dedicado a la garza, el
número 11, pero por razones de espacio no se aborda aquí. Ibidem, p. 90.
si por ardiente de tan grande abismo
voló planeta de erizada espuma,
no descienda tu espíritu elevado,
pase a constelación tu parasismo,
quédate estrella, ya no bajes pluma5.
El segundo soneto dice así:
Girasol que, al pimpollo desunido,
rompiste cárcel de esmeralda fría
por volver a vivir argentería,
águila hojosa sobre verde nido.
Pájaro en alas de coral florido,
a mucho riesgo tu ambición fía,
¿qué importa en mar del sol navegar día,
si has de desembarcar en el olvido?
Por esa misma luz, por esos rayos,
tus mismos pasos tu vivir extinguen ;
expirarás aunque tu luz alegres.
Parasismos y alientos son desmayos,
todos matan y sólo se distinguen
que unos son tristes y otros son alegres.6
Se habrá visto que, en el primero, a la garza se le llama “girasol”; y en el segundo, al
girasol se le llama “águila hojosa”. Éstos son sólo los rasgos más visibles que comprueban
que los poemas están entrecruzados. El puente de unión no es otro sino la tradición
emblemática en torno al águila, a la garza y al girasol, cuyo conocimiento puede contribuir
5 Ibidem, p. 89. 6 Ibidem, p. 107.
enormemente a entenderlos. Por ello, es preciso explicar brevemente tal tradición antes de
comentarlos directamente.
2. LA TRADICIÓN EMBLEMÁTICA
2.1 EL ÁGUILA HACIA EL SOL
Entre las distintas aves utilizadas en emblemas, es el águila la que ha sido más
estrechamente asociada con el sol. Se podría decir que tal relación se representa
icónicamente de tres maneras: o bien el águila es presenta alzando el vuelo hacia el sol –a
veces con otros elementos, como un hombre cubriéndose los ojos, por ejemplo–; o bien el
ave se muestra con sus polluelos dirigiendo la vista hacia el sol –a veces con alguno de
ellos yaciendo aparte en el suelo–; o bien es representada cayendo al agua o con las plumas
quemadas por el sol.
Cada una de estas tres modalidades tiene sus propias implicaciones simbólicas. Las dos
primeras7 se apoyan en fuentes antiguas
8 que enfatizaban su capacidad para remontarse
muy alto, su gran vista –que le permite mirar directamente hacia el sol– y el modo en que
selecciona a sus polluelos poniéndolos a prueba para ver si pueden observar directamente al
sol. Lo que nos interesa entonces son cuatro elementos clave: el águila, el vuelo en ascenso,
la mirada fija y el sol9.
Al respecto, se puede hablar de tres paradigmas interpretativos básicos: uno
epistemológico, otro moral y otro espiritual.
En el plano epistemológico, el ascenso del águila se interpreta como la ambición
humana en el ámbito intelectual, tratando de acercarse al conocimiento que no le compete,
lo divino. Se conecta, evidentemente, con dos emblemas bien conocidos de Alciato: el
titulado –a partir del adagio de Erasmo– “Lo que está por encima de nosotros no nos
7 La tercera la dejamos de lado, pues, al tener implicaciones tan particulares, no viene al caso para el asunto
aquí tratado. 8 Véase GARCÍA ARRANZ, Ornitología emblemática, pp. 176-178. 9 Por lo tanto, serán dejadas de lado todas las implicaciones simbólicas del águila probando a sus crías:
justicia distributiva, autoconocimiento, forma de tratar a los hijos impíos, identificación águila-María, o del
águila descendiendo al agua para mutar su plumaje quemado (penitencia, bautismo, renovación espiritual).
compete”10
, donde se utiliza la figura de Prometeo encadenado con un águila devorándole
las entrañas; y el titulado “Contra los astrólogos”11
, donde vemos a Ícaro cayendo al agua
luego de que el sol le derritiera sus alas de cera. Aunque en el plano icónico, no se parecen
mucho a los emblemas del águila, lo cierto es que en cuanto a significado no es difícil
relacionarlos12
, sobre todo al ver en ellos las bases para una postura más general en contra
de la ambición humana por un conocimiento que excede sus límites13
.
En el plano moral, la elevación del águila hacia el sol es vista como el símbolo de la
soberbia o la temeridad, y con esto nos viene inmediatamente a la mente la figura de
Faetón, de amplia difusión en aquella época y que también Alciato sintetizó en un conocido
emblema14
.
Pero en el mismo plano moral también podemos encontrar una interpretación en cierto
modo opuesta al castigo fatídico de Faetón: se trata de un emblema de Joachim Camerarius
en su Symbolorum et Emblematum ex volatilibus et insectis desumtorum centuria tertia
collecta (1596). Se representa al águila dirigiéndose hacia el sol, que se esconde detrás de
nubes tormentosas y rayos. El lema es “A través de rayos y centellas”15
. El comentario es
muy ilustrativo al respecto:
Con lo cual quiere señalar al fortísimo héroe que se ha propuesto que ningún peligro, que
ningún asunto por terrible que sea, ni finalmente la misma suerte le espante, con respecto al
cumplimiento de los mandatos de la voluntad, y por asumir empresas dignas de esta
alabanza. Puesto que en todas sus acciones no piensa en ninguna otra cosa, ni tiene nada
ante los ojos, que la sólida virtud y la verdadera gloria, hacia la cual por muchos trabajos y
variadas dificultades aspire hacia el monte alto y de difícil acceso con ánimo intrépido y
constante, por mucho que en su acceso traten de alejarle o desviarle múltiples géneros de
tempestades, es decir, ataques de la variable fortuna, y muchas otras situaciones críticas,
10“Quae supra nos, nihil ad nos”, ALCIATO, Emblemata, p. 112. 11 “In astrologos”, Ibidem, p. 113. 12 Y es así como vemos aparecer la figura de Ícaro y la del águila en un solo emblema de Joannes Sambucus.
Véase GARCÍA ARRANZ, op. cit., p. 175. 13 Véase al respecto el excelente ensayo de GINZBURG, “Lo alto y lo bajo: el tema del conocimiento vedado en
los siglos XVI y XVII”. 14 El emblema titulado In temerarios o “Contra los temerarios”. ALCIATO, op. cit., p.65. 15 “Per tela, per ignes”. El emblema lo reproduce GARCÍA ARRANZ, op. cit., p. 163-164.
dirija sin embargo sus ojos hacia el sol, es decir, la verdadera razón y la agudeza de la
mente, y llegue a pesar de todo al fin deseado una vez superadas todas las dificultades16
.
Este énfasis en la heroicidad de alguien dispuesto a superar cualquier dificultad está sin
duda ligado a otras dos vertientes del paradigma moral: por un lado, el emblema del águila
se llegó a asociar también con la búsqueda infatigable de un caballero por su amada; por
otro lado, se llegó a utilizar para ponderar al rey esforzado y valeroso listo para arrostrar las
situaciones más peligrosas17
.
Ahora bien, en el paradigma
religioso o espiritual, ya no se trata del
conocimiento, ni de las acciones
humanas, sino del amor a dios o de la
pureza de alma18
. Un emblema
interesante al respecto –o más
exactamente, una empresa– lo presenta
Antonio de Lorea, en su David
pecador; empresas morales, político
cristianas (1674). En él, se pueden ver
tres elementos en torno al sol: un águila con la mirada fija en él, una planta al parecer
también dirigiéndose a él –posiblemente un heliotropo–, y un hombre cubriéndose los ojos
de su luz. El lema es “No es uno para todos”19
, es decir, la luz divina no es igual o de un
solo modo para todos. Puede irradiar tanto de un modo benéfico como perjudicial,
dependiendo de la “pureza” del receptor. Con esto podemos ver claramente cómo, en el
plano alegórico, tanto el ave como la planta podían remitir en realidad al mismo contenido.
El puente que va del águila al girasol, por lo tanto, es fácilmente franqueable.
16 Ibidem, p. 164. 17 Véanse, respectivamente, los comentarios de GARCÍA ARRANZ, op. cit., en torno a una empresa de Girolamo
Ruscelli (p.163), y a otra de Salomón Neugenbaer (p.184). 18 Es precisamente éste el sentido con el que aparece el emblema en el conocido libro de Girolamo Ruscelli,
Le imprese illustri (1572), con el mote “Que me puedo sentir feliz de (contemplar) la verdadera gloria”.
Ibidem, p. 183. 19 “Non omnibus unus”, BENAT VISTARINI y CULL, op. cit., p. 55.
Imagen tomada de BENAT VISTARINI y CULL,
Emblemas Españoles Ilustrados, p. 55.
Por último, no cabe duda que la imagen del águila en ascenso rumbo al sol tuvo cierto
éxito en la Nueva España, particularmente entre los intelectuales del siglo XVII. Un
contemporáneo de Sandoval Zapata, el jesuita Baltasar López, en su discurso inaugural en
latín pronunciado en el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo en el año de 1644,
utilizó la imagen como símbolo para hablar del conocimiento valioso, en oposición a los
esfuerzos vanos del intelecto20
. Posteriormente, encontramos la imagen en El Sueño de Sor
Juana, claramente dentro del paradigma epistemológico21
.
2.2 EL VUELO DE LA GARZA
Comparada con el águila, la garza tiene menos alegorizaciones. En general, se le suele
asociar con la prudencia y con la nobleza o la elevación de espíritu, elemento que en
ocasiones toma un sentido negativo y pasa a
significar engreimiento. Al respecto, Isidoro de
Sevilla es un buen indicador de las ideas que
fueron de dominio común hasta bien entrado el
siglo XVII: “La garza [“ardea”] es llamada así
por la altura del vuelo [“ardua”]. Dice Lucano:
‘Porque se atreve a volar la garza’. Teme las
tormentas y vuela por encima de las nubes para
no sentir sus torrentes. Cuando vuelan muy alto,
significa [que se aproxima] una tempestad.
20
Véase RODRÍGUEZ BELTRÁN, La agudeza del ingenio vista por un humanista novohispano, pp. 118-125. La
descripción de López es formidable: “El ave, excelente por la pompa de las plumas y potente por el remo de
sus alas, despliega el vuelo a lo alto, muy por encima de las nubes y los vientos, y aventurada hacia los
mismos cielos, disparada con sus alas extendidas y planeando con el cuerpo inmóvil, se atreve con un
esfuerzo sobresaliente a clavar con la pupila siempre abierta aquellos ojos tan vivaces y sin miedo en el
resplandor áureo del ardiente sol y sus luces fulgurantes, a resistir aquella fuerza de los rayos con una mirada
tenaz, a explorar con los ojos aquellos fuegos inaccesibles, a recorrer con la mirada la magnitud del Príncipe
de los Planetas, a observar su rostro, a apoderarse feliz de su belleza, habiendo conseguido una potente
inspección de ojos, habiendo experimentado un noble peligro, habiendo alcanzado la gloriosa aprobación de un espectáculo sobresaliente estando el sol como examinador. Habría sido mejor para la noble ave
encandilarse ligeramente ante el disco ardiente del sol y cerrar un poco los ojos, que abrirlos siempre, con
mirada tenaz y ojos atentísimos, para cazar moscas. Así el varón de índole aguileña e ingenio elevado, aunque
ve muy bien con la agudeza de la mente y distingue clara y abiertamente estas minucias de razonamientos,
sentidos banales de opiniones, frágiles y volátiles aguijones de sentencias y argucias improvisadas,
considerando todo eso una nadería y una bagatela, lo pasa por alto reflexionando en asuntos más altos y
apuntando a cosas más nobles”. Ibidem, p. 175. 21 JUANA INÉS DE LA CRUZ, Obras completas, p. 189.
Imagen tomada de BENAT VISTARINI y CULL,
op. cit., p. 366.
Muchos la llaman Tántalo”.22
Dos elementos se destacan en lo anterior: la capacidad de remontarse a lo alto y la
facultad de prevenirse ante las lluvias torrenciales. Gracias a lo primero es como se ve que
la garza puede utilizarse, así como el águila, para ensalzar las virtudes de alguien23
. Por otro
lado, es gracias al segundo elemento –prevención frente a las futuras tormentas– como se
puede comprender, por ejemplo, el emblema de Josep Romanguera que aparece en su
Atheneo de grandesa sobre eminencias cultas (1681), con el mote “Es mía la preocupación
por el futuro”24
y que lleva como subscriptio en catalán: “Bolar ab temps al retiro, /
Prevenint tormenta tal, / És triunfar del temporal”.25
Volar en el momento oportuno hacia el
retiro, cuidándose o previniéndose de la tormenta, es triunfar sobre el temporal.
Asimismo, es sumamente significativa la mención, por parte de Isidoro, de que también
al ave se le llama Tántalo. Se trata, en efecto, del conocido personaje mitológico que fue
castigado por haber revelado los secretos de los dioses. La elevación espiritual del ave
hacia las alturas puede, por lo tanto, también tener un matiz negativo, tal como ocurre en
los emblemas ya descritos del águila en su ascenso. Y es que la garza también había
adquirido significados asociados a la contemplación del alma hacia lo divino26
. En este
sentido, así como Faetón y Tántalo recibieron su castigo por tratar de excederse a sí mismos
y ponerse en el plano de lo divino, así también el águila y la garza están emparentadas.
22 ISIDORO DE SEVILLA, Etymologiarum, XII, 7, 21: “Ardea vocata quasi ardua, id est propter altos volatus. Lucanus (5,554): “Quodque ausa volare Ardea”. Formidat enim imbres, et supra nubes evolat, ut procellas
nubium sentire non possit. Cum autem altius volaverit, significat tempestatem. Hanc multi Tantalum
nominant.” 23 Es así como Bernardo de Balbuena utiliza, en efecto, la figura de la garza al inicio del poema dedicatorio al
arzobispo Fray García de Mendoza, al inicio de la Grandeza Mexicana: “Divina Garza que a la blanca nieve /
y al Cisne altibo del Meandro elado / en canto vences y en pureza ygualas, / y a cuenta de tu buelo remontado
/ nos da oy el cielo quanto bien nos debe / Apolo su Laurel, su Oliva Palas. / Recoge y pliega las tendidas alas
/ al fresco desta juncia / que a tu grandeza anuncia / nido de Encienso en las Tiberias salas. / Y tras este
escalon de nuestros bienes / la Tyara mas alta / que ahora te falta y merecida tienes.” BALBUENA, Grandeza
mexicana, p. 10. Nótese, al respecto, que la garza divina que simboliza a la persona elogiada supera en pureza
a la blanca nieve, y en canto al cisne; pero es el vuelo remontado el elemento peculiar que la distingue en este caso y que aporta tantos bienes. 24 “Mihi cura futuri est”, BENAT VISTARINI, y CULL, op. cit., p. 366. 25 Ibidem. 26 Esta idea la vemos aparecer en la Historia naturalis de Juan Gil de Zamora (1245-ca.1310): “Ardee vero
contemplatiua potest anima comparari; quia, sicut in altum euolat ut ymbres fugiat, sic et ista semper alta, id
est, celestia meditatur. Contemplacio namque nichil aliud est quam mentis in Deum suspense quedam supra se
eleuacio, eterne dulcedinis gaudia degustans”. Citado en MARTÍNEZ GÁZQUEZ y FLORIO, Antología del latín
cristiano y medieval, p. 203.
2.3 LA MIRADA DEL GIRASOL
El girasol se asocia típicamente tanto con la devoción como con el amor, lo cual en
realidad son dos caras de la misma moneda: una, en el plano divino; otra, en el plano
terrenal. A medida que avanza el siglo XVI, se puede ver cómo poco a poco el girasol –de
origen americano–se viste de todas las alegorizaciones que poseía el heliotropo; y así, ya en
el siglo XVII, es muy notorio el hecho de que el girasol casi lo ha suplantado por completo.
Gracias a este proceso, el mito antiguo de Clitia, doncella que amaba al sol y que después
fue transformada en heliotropo, fue rápidamente asimilado al girasol.
Era inevitable, por supuesto, que en un
contexto cristiano la planta que mira
firmemente al sol tuviera implicaciones
religiosas en relación con la gracia divina. Es
con este sentido con el que Sebastián de
Covarrubias, en su conocida obra Emblemas
Morales (1610), utiliza la figura del heliotropo
en su emblema 112, que lleva el mote: “Si te
vas bolverme he al llanto”. El heliotropo, según
explica el mismo Covarrubias, “puede ser
simbolo, y figura del hombre, quando por ausencia de la gracia, causa en el su pecado una
tiste noche, bolviendole las espaldas, y escondiendosele aquel divino Sol de justicia”27
. Se
podrán notar, por lo tanto, las correspondencias entre la utilización alegórica del águila o de
la garza y el uso que se le da a esta flor.
3. ANÁLISIS
Pasemos ahora directamente a los sonetos. En general, ambos retratan, usando recursos
parecidos pero símbolos clave diferentes, el profundo contraste entre el deseo de
trascendencia y la muerte.
En el primer soneto, respecto al ascenso de la garza, los dos versos iniciales enfatizan
inmediatamente la dificultad de tal logro: esa ave por sí sola ha sido capaz de “romper”
27 COVARRUBIAS, op. cit., Emblema 112.
COVARRUBIAS, Emblemas morales,
Emblema 112.
toda una “ciudad del viento” en su afán por volar hacia el sol, ha cruzado las mismas nubes,
“alcázares de nieve”. Sin duda al describirlas con esa metáfora, se destaca en cierto modo
su aspecto infranqueable; se trata de una blancura que forma murallas en el cielo. Tenemos,
pues, una clara caracterización del acto de remontarse al sol, subrayando particularmente lo
arduo de tal empresa.
Lo que viene después es fácil de entender teniendo en cuenta lo dicho aquí con respecto
al girasol. En efecto, “por enamorada, (…) fuiste girasol” es una referencia clara a la figura
mítica de Clitia. Y así, el acto de dirigirse hacia el sol adquiere un nuevo aspecto al
trasladarlo a un contexto amoroso.
Pero nótese que también la garza fue “pensamiento”. Esto se clarifica al ver el segundo
cuarteto del soneto, donde aparece una palabra clave para todo el poema en su conjunto y
que se repite también en los dos tercetos: espíritu. Ello parece confirmar la importancia de
la palabra pensamiento en tanto que movimiento del alma, y esto como una mezcla del
paradigma epistemológico y el espiritual. El espíritu aparece rodeado en este caso de ciertos
elementos como fuerza, potencia, magnitud; se trata del lugar de donde se sacan bríos para
dirigirse hacia el mismo sol. Tal acción está impulsada por la “ambición”, la cual,
“paciendo en tanto espíritu”, no muere al párpado sediento; es decir, alimentándose de tanto
espíritu, se mantiene viva para el párpado que está sediento de luz28
. Pero he aquí que
cuando bebe de esa luz, sufre desmayos, es decir, muere un poco y en repetidas ocasiones.
Este cuarteto pretende destacar, pues, una oposición entre la vida sedienta –es decir, en
búsqueda– y la repetida muerte saciada –que ya recibió la luz solar.
Con respecto a la palabra parasismo, hay que pensar no tanto en exaltación, sino es en
muerte. No en vano el Diccionario de Autoridades nos da sólo la acepción médica, en la
que parasismo es un “accidente peligroso, ò quasi mortal, en que el paciente pierde el
sentido y la accion por largo tiempo”. Dicho de otro modo, se trata de un desmayo, una
28 Una lectura muy distinta podría hacerse interpretando pacer como desgastar, acepción incluida en el
Diccionario de Autoridades (1737): “Pacer: Vale tambien comer, roér à gastar alguna cosa”. En tal caso,
significaría que la ambición, desgastado o lastimando al párpado sediento, en tanto espíritu no muere. Sin
embargo, me parece que eso desbalancearía el claro juego de oposiciones en el cuarteto, pues hay una clara
tensión entre, por un lado, el hecho de sacar fuerzas del interior, mantenerse con vida y estar sediento de luz
exterior, y por otro lado, el hecho de beber de ese mar exterior y tener breves lapsus mortales al saciar esa sed.
pérdida de conciencia, y es gracias a esto que en la época era frecuente asociar los
parasismos con la muerte29
.
La imagen del planeta ardiente remite directamente a la elevación y la potencia en el
vuelo; y la “erizada espuma” es un modo inolvidable de pintar el plumaje blanco de la
garza, y al mismo tiempo, quizás, de continuar con las alusiones marítimas. “No desistas”,
parece decírsele al ave, la cual se convierte en el símbolo del derecho a aspirar a algo más.
La garza, gracias a su osado intento, es estrella. Se trata de conminar al ave a ya no bajar, a
quedarse en su trascendencia. Pero ha sido una trascendencia sólo conseguida por el
“parasismo” que tuvo que sufrir el ave al experimentar la luz. Y si nuestra lectura se
mantiene, tal parasismo no es otra cosa sino la muerte.
Pero surge una pregunta importante: ¿Qué motivación simbólica hay en el hecho de que
se trate de una garza y no de un águila, que sería lo más normal? En primer lugar,
recuérdese que el águila está rodeada siempre de un hálito de realeza, mientras que la garza
de prudencia y sabiduría, de nobleza de espíritu. El más marcado atributo del águila es la
vista y su capacidad de mirar fijamente hacia el sol. Pero la mirada de la garza, si bien sí
aparece aludida en los el soneto de Sandoval, no tiene más preponderancia que el hecho de
remontarse a lo alto. En cierto modo, utilizar una garza ayuda a enfatizar el anhelo del
espíritu a ser algo más y no tanto el de entender ese algo; parece que ver más con un estar
que con un desentrañar. Por eso tenemos una conversión o metamorfosis en el poema: el
ave puede “quedarse estrella” o bien “perderse polvo”. Haber elegido a una garza y no a un
águila, subraya la pureza por encima de la realeza, y es evidente que la primera es más
pertinente para hablar de algún tipo de ascenso o transformación espiritual30
.
Sin embargo, esta sutil diferencia sólo podría entenderse teniendo como telón de fondo
toda la tradición en que se apoya el emblema del águila hacia el sol. Nos damos cuenta,
29 Véanse, por ejemplo, aquellos versos de CALDERÓN DE LA BARCA, Lágrimas que vierte un alma arrepentida…, p. 2: “ahora, el pulso débil, / torpe la voz, yerto el brio, /en parasismos se emboza / el ultimo
parasismo (…)”. 30 Surge la duda, por supuesto, acerca de la posible relación entre la garza y el fénix, ave con gran simbolismo
a la que Sandoval recurre en otras ocasiones. E incluso sólo al investigar un poco, uno se da cuenta de que
precisamente los egipcios representaban al fénix como una garza. Sin embargo, no parece haber alusión
alguna, en los sonetos a la garza, al tema de la renovación, que es típico del fénix; es decir, desde el punto de
vista semántico, la garza tal como la utiliza Sandoval se asocia más fácilmente al paradigma interpretativo del
emblema del águila hacia el sol, parentesco que –esperamos– ahora ya debe resultar evidente al lector.
pues, que en este soneto de Sandoval el paradigma espiritual está, contra lo que parecía en
un inicio al comentar la palabra pensamiento, por encima del epistemológico, pues lo
central es un afán de trascendencia y su irremediable consecuencia inmediata, a saber, la
muerte. De cualquier modo, es muy fácil notar que, mediante la sola elección de la garza en
un contexto marcadamente emblemático, Sandoval está tratando de proyectar una visión
que le sea propia en contraste con tal tradición emblemática.
Pasemos al segundo soneto. El primer cuarteto describe, en pocas palabras, el
nacimiento de la flor, el momento en que brotó. La “cárcel de esmeralda fría”, en efecto,
parece remitir al tallo verde antes de florecer. Lo notable aquí es que se describa al girasol
diciendo “águila hojosa de verde nido”; no es en vano que sea precisamente el águila si
tenemos presente toda la tradición emblemática descrita.
En el segundo cuarteto vemos aparecer una vez más la palabra ambición, tal como en el
primer soneto. Ello nos confirma, pues, que estamos en un mismo universo simbólico.
Nótense, también, los elementos marítimos que aquí también se usan: coral, mar, navegar,
desembarcar. Desde aquí ya se subraya el inminente fracaso de la ambición del girasol. El
cielo se convierte en el océano, “mar del sol”, la infinidad de luz, y en navegar ahí reside
tanto el logro como el peligro.
Y así, vemos en el primer terceto que lo que busca el girasol es la misma causa de su
muerte. Su alegría es su muerte. Y vemos después aparecer dos palabras que también
aparecen en el soneto sobre la garza: parasismo y aliento. Más aún, tenemos una definición
implícita de las dos, que nos dice la semejanza y la diferencia entre tales conceptos. Ambos
matan, pero el parasismo es triste y el aliento –esto es, el ímpetu– es alegre.
Las innovaciones que realiza Sandoval Zapata son también visibles en el soneto al
girasol. Y es que en tal poema lo que ocurre es una especie de fusión de tradiciones:
estamos ante el tópico de la muerte en relación con las flores –que suele contrastar la
belleza actual y la muerte inevitable, y cuyo ejemplo por excelencia suele ser la rosa–, y al
mismo tiempo, estamos ante el conjunto de alegorizaciones creadas a partir de la tradición
emblemática en torno al girasol –y también, en un nivel más general, en torno al águila y la
garza.
En suma, después del análisis aquí realizado, ya no puede haber duda alguna de los
entrecruces semánticos entre los dos sonetos. Sin duda, hay un entramado simbólico muy
claro entre águila, garza y girasol; todo ello, por supuesto, en relación con el astro solar,
con lo sublime y lo que aspira a serlo.
Curiosamente, en los dos sonetos se percibe nítidamente la referencia a un contexto
marítimo para describir el espacio en el que el pájaro o la flor entablan su relación con el
sol. En cierto modo, pareciera que el uso de elementos marítimos le permite al poeta
describir la acción misma de la garza o el girasol en el sentido de buscar “un más allá”: el
pájaro pertenece al aire; la flor, a la tierra; pero ambos se asemejan en cuanto a que
pretenden algo que les excede. Es en este sentido en el que el mar es particularmente útil
para resaltar tal pretensión31
. Por otro lado, la presencia continua de lo marítimo sirve
también para enfatizar la inmensidad a la que se han lanzado el pájaro y la flor; de ahí que
veamos aparecer la palabra abismo en el primer soneto.
El rasgo más notorio de los dos sonetos es, pues, el hecho de que en ellos se percibe de
uno u otro modo el carácter finalmente fatídico de la garza y del girasol. Pareciera que
Sandoval quisiera subrayar su innegable condición terrena. Es casi como si la garza hubiera
querido transgredir tal condición buscando la “emulación”, en cierto modo la identidad.
Pero con el girasol nos percatamos de que esa búsqueda es como estar mirando fijamente a
la propia muerte. ¿Qué queda, entonces? ¿Toda ambición es destrucción? Sí, parece
contestarnos Sandoval, pero hay dos caminos hacia este mismo destino: uno es triste y el
otro alegre. Uno es el del parasismo; el otro, el del aliento. Estamos, sin duda, ante una
variatio particularmente estimulante del gran tópico barroco del desengaño.
BIBLIOGRAFÍA
ALCIATO, Andrea, Emblemata, Macé Bonhomme y Guillaume Rouille (ed.), Lyon, 1550.
BALBUENA, Bernardo de, Grandeza Mexicana, facsímil de la edición de 1604 por Melchor
Ocharte, Luz María y Miguel Ángel Porrúa, México, 1985.
31 Es justo esta misma función la que se percibe, por ejemplo, cuando se habla de los “pasos” del girasol, que
son precisamente los que hacen que perezca. La flor quiso excederse en tanto que flor y quiso caminar hacia
la luz.
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