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Conceptualización sobre pobreza, desigualdad y exclusión social
Juan Carlos Acero y Paula Botero
El propósito de estos documentos es servir de herramientas conceptuales básicas para el análisis de
diversas problemáticas sociales. El presente texto presenta tres conceptos que, aunque se utilizan con
bastante frecuencia –por ejemplo en los medios de comunicación o en los discursos políticos–,
muchas veces, o bien la definición no es clara, o bien la riqueza y complejidad se pierde debido a
definiciones demasiado simplistas. Por lo tanto, al hacer un breve repaso acerca de las discusiones
que se han dado alrededor de los conceptos de pobreza, desigualdad y exclusión social, queremos
dejarle al estudiante un abre-‐bocas para que, cuando vuelva a escucharlos, reflexione un poco más
sobre qué se está diciendo y pueda sentar una posición más crítica al respecto.
Hay un relativo consenso frente a estos conceptos en el sentido en el que parecen señalar problemas
sociales que de alguna manera deben ser abordados y erradicados, o en su defecto, por lo menos
reducidos. Pero para poder eliminar o reducir un problema es necesario primero definir qué es el
problema al cual nos estamos enfrentando e identificarlo dentro de su contexto específico para
después poder idear estrategias a través de las cuales éstos se puedan solucionar. Por lo tanto, ¿qué
son la pobreza, la desigualdad y la exclusión social?
Dentro del marco de la Educación para el Desarrollo, dar cuenta del significado de estos conceptos
implica verlos en toda su complejidad y partir de las diversas interpretaciones que se han hecho de
ellas desde diferentes marcos político-‐económicos. Teniendo esto en cuenta podremos mirar cómo
los definen, a qué propósitos e intereses responden, qué soluciones se han propuesto, y hasta cierto
punto, cómo proponen implementarlas.
1.1. Pobreza y desigualdad desde el enfoque de desarrollo económico
1.1.1. Pobreza
Según el economista colombiano y ex director de Planeación Nacional, Armando Montenegro, “la
pobreza y la desigualdad en Colombia son problemas graves que se deben enfrentar sin dilación”, y la
expresión extrema de estos fenómenos sociales podría eliminarse en el plazo de una década,
Desarrollo Social Contemporáneo
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mediante el desarrollo de programas focalizados, de buen diseño, que dirijan el gasto público hacia
los más pobres y eliminen los privilegios tributarios y las exenciones (Montenegro & Rivas, 2005).
La afirmación anterior está soportada en una mirada de la pobreza desde un enfoque económico, es
decir, parte de una concepción del desarrollo que lo entiende como crecimiento económico. Una
persona es pobre si no está en condiciones de satisfacer sus necesidades vitales y poder acceder a
una vida digna. Esto quiere decir que las características de la pobreza se definen como la falta de
recursos suficientes para poder satisfacer unas condiciones de vida básicas bajo la lógica de los
ingresos de las personas (lo que recibe) y de su capacidad de consumo (lo que gasta). En otras
palabras, la pobreza se define como “la imposibilidad de acceder a una canasta alimentaria básica
desde el punto de vista tradicional” y como “la imposibilidad de acceder a otros bienes y servicios
indispensables para la reproducción biológica y social, tales como la salud, la educación, la vivienda y
el transporte” (Gómez, 2006).
Definir a una persona en estado de pobreza desde la lógica cuantitativa, basada en el ingreso y el
consumo de las personas, necesariamente implica trazar una línea definida constituida por aquellos
bienes y servicios que se consideran mínimamente esenciales. Para tal efecto existe una manera,
entre otras, de medir la pobreza a través de una herramienta econométrica denominada la Línea de
pobreza (LP). Se puede considerar que cada persona o familia necesita un ingreso mínimo para poder
adquirir bienes o servicios esenciales. Este ingreso mínimo depende de los precios que haya en cada
país para una canasta determinada de bienes y servicios. Teniendo en cuenta lo anterior, la pobreza
está relacionada con el valor de la canasta de bienes y servicios básicos determinada, los cuales se
evalúan a precios de mercado y su costo se compara con los ingresos. Visto de esta manera, son
pobres los que no tienen suficiente dinero para adquirirla. Este procedimiento es válido para definir
empíricamente tanto la pobreza como la pobreza extrema; la diferencia entre uno y otro depende de
la manera en que se define la canasta. La forma más sencilla ha sido considerar que cada persona
necesita por lo menos dos dólares diarios de ingreso para vivir dignamente (esta medición la ha
asumido, entre otros organismos, el Banco Mundial); por lo tanto, pobre sería aquella persona que no
cuente por lo menos con este ingreso. Una persona indigente es aquella que no cuente con al menos
un dólar diario para vivir.
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Otro de los indicadores que en la actualidad se utiliza para medir niveles de pobreza y que se utilizan
para mediciones económicas en los países es la que se denomina Necesidades Básicas Insatisfechas
(NBI). Esta herramienta considera que un hogar es pobre si sufre al menos de una de las siguientes
privaciones, e indigente si sufre de al menos dos: 1. Hacinamiento: más de tres personas por cuarto;
2. Materiales inadecuados de construcción de la vivienda; 3. Ausencia de servicios sanitarios
adecuados. 4. La no asistencia escolar de niños entre 6 y 12 años, 5. Alta dependencia de los ingresos
del jefe del hogar.
Desde la lectura del desarrollo económico, dado que por principio los recursos públicos son escasos,
es necesario, primero, focalizarlos en los más pobres y, segundo, hacer eficiente el mercado laboral a
través de procesos de flexibilización laboral1 que permitan que más personas puedan tener un
ingreso, y por lo tanto tener capacidad de consumo para movilizar la economía nacional. Es necesario
mencionar que algunas lecturas, como la de Armando Montenegro, va más allá de sólo proponer el
crecimiento económico como herramienta de solución al problema. También plantea que es
necesario eliminar los factores determinantes responsables de la pobreza, entre los cuales se
destacan, según este autor: el vínculo evidente entre la pobreza y la falta de educación. “Los pobres
no pueden educar a sus hijos. Estos luego no tienen nada que ofrecer en el mercado laboral. Los
pobres son los últimos en conseguir empleo, los primeros en perderlo y los que menos recursos
tienen para afrontar la crisis. La falta de educación mantiene a las personas en un estado de pobreza,
y la buena educación, por el contrario, es un pasaporte a la movilidad social” (Montenegro & Rivas,
2005).
Así mismo existe una relación evidente entre el nivel de pobreza y el número de hijos de un hogar.
Según su argumento, “la gente pobre con más niños no los puede alimentar y educar bien. Al mismo
tiempo, la gente muy pobre, que no ve oportunidades de prosperar, tampoco encuentra razones para
tener familias pequeñas”; “en el largo plazo es necesario que las familias más pobres tengan menos
hijos para que puedan salir de la pobreza y no hay que esperar a que este proceso se dé por
generación espontánea” (Montenegro & Rivas, 2005).
1 La flexibilización laboral consiste en “Mecanismos jurídicos, reformas, y estrategias, cuyo objetivo es quitar rigidez a la legislación laboral a fin de permitir que el factor trabajo se "acomode", se "adapte" fácilmente a las necesidades y conveniencias del sistema productivo”, en “Concepto de Flexibilización Laboral”, documento en línea disponible en www.atiasmartinez.com/mayra/La_flexibilizacion2.doc
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Sin embargo, no hay ningún acuerdo en este enfoque economicista del tema de la pobreza alrededor
de los factores determinantes o estructurales de la misma. Estos tres factores nombrados por
Armando Montenegro los citamos para efecto de dar algunos ejemplos; pero independientemente de
cuáles son los factores determinantes que se señalen, las definiciones de pobreza que resultan de
este enfoque están definidas en términos de recursos y tienen como característica el poner una
delimitación clara entre quiénes son pobres y quiénes no lo son.
1.1.2. Desigualdad
La desigualdad se entiende de diferentes maneras por gente diferente: está sujeto a debate si la
desigualdad debe incluir conceptos éticos, como el deseo de un sistema particular de incentivos, o si
simplemente significa diferencias en ingresos. Aquí vamos a entender el concepto de desigualdad como
la dispersión de una distribución2, sea del ingreso, del consumo o de algún otro indicador de bienestar o
atributo de una población.
La desigualdad a veces se estudia como parte de análisis más amplios que incluyen pobreza y
bienestar. La desigualdad es un concepto más amplio que el de pobreza, ya que se define sobre la
entera distribución, y no se centra sólo en la distribución de individuos o familias que viven por
debajo de la línea de pobreza. Cuando se mide la desigualdad, los ingresos en la parte alta y media de
la distribución pueden ser tan importantes como aquellos situados en la parte baja; de hecho, algunas
medidas de desigualdad se determinan mayormente por ingresos en la parte alta de la misma.
Hay varias maneras de medir la distribución del ingreso. Por ejemplo, se puede medir el porcentaje
del ingreso que recibe el 20% más rico de la población, el primer quintil. También se puede medir el
porcentaje del ingreso del 20% más pobre. Por lo general, ambas medidas son un buen indicador de
desigualdad: las sociedades donde pocos ricos reciben mucho son también aquellas donde los más
pobres reciben menos (Montenegro, 2005). La curva de Lorenz permite describir la distribución del 2 Una manera de explicar lo que significa la dispersión de una distribución, como por ejemplo la distribución de ingresos en una sociedad, es mirar cuál es el ingreso promedio, y después mirar cómo están distribuidos los ingresos de las personas alrededor de ese promedio: si la mayoría de los ingresos están alrededor de ese promedio, hay poca dispersión y por lo tanto se tiene una distribución equitativa. Pero si hay unos pocos que ganan mucho y muchos que ganan poco, esa distribución está muy dispersa, y por lo tanto hay desigualdad. Mirar el gráfico y su explicación para mayor claridad.
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ingreso de una población completa. En el eje horizontal se reparte la población por deciles, de
acuerdo con la distribución del ingreso, de los más pobres a los más ricos, hasta que se llega al 100%
de la población. En el eje vertical se señala el porcentaje acumulado del ingreso que le corresponde a
un determinado punto del eje horizontal. Una distribución absolutamente equitativa del ingreso
recorre la línea diagonal y entre peor la distribución del ingreso, más alejada está la curva de la línea
diagonal. ¿Por qué? Si la curva corresponde a la línea diagonal, hay una distribución igual de todos los
deciles con respecto al porcentaje de ingreso que reciben. Entre más se aleja la curva de esa línea
diagonal corresponde menos porcentaje del ingreso a mayor porcentaje de la población. En el caso de
esta curva podemos ver que el 60 % de la población se reparte el 20 % del ingreso, el 90 % de la
población se reparte el 50 % del ingreso y el último 10 %, es decir, el diez por ciento más rico, se
reparte el restante 50 % del ingreso.
Echeverry, Juan Carlos, Presentación Pobreza y Riqueza, La Pobreza en Colombia y el Mundo, 05.08.2009, Universidad de Los Andes, Ciclo Básico
Universitario.
El Índice de Gini, por su parte, se deriva de la curva de Lorenz para poder resumir la información de
ese cuadro en un valor único; en otras palabras, el índice de Gini calcula el área entre la línea roja y la
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línea azul del gráfico. El valor del índice de Gini queda entre 0, que sería el escenario de mayor
igualdad (dado que queda sobre la línea roja que es la distribución equitativa de ingresos) y 1, que
sería el área total de la parte inferior del gráfico, por debajo de la línea roja, que sería el escenario de
mayor desigualdad.
1.2. Pobreza y Desigualdad desde el enfoque de Desarrollo Humano
Si partimos de una concepción que entiende que ser pobre, en términos generales, significa carecer o
estar privado de algo, los defensores del enfoque de desarrollo humano, para quienes el desarrollo
debe girar en torno al ser humano y no al crecimiento económico, defienden que la pobreza es un
concepto complejo y multidimensional que se basa en la falta de capacidades básicas para poder
escoger el tipo de vida que se quiere vivir y de las opciones y la libertad para poder tomar las
decisiones correspondientes (Sen, 2004).
La pobreza se presenta así como un círculo vicioso, en el que se es pobre dado que se carece de unas
dotaciones iniciales mínimas, con lo cual el desarrollo de capacidades humanas es muy bajo y las
personas encuentran dificultades para ejercer sus derechos. A su vez, la ausencia de un verdadero
ejercicio de los derechos dificulta la potenciación de capacidades en las personas, con lo cual se
perpetúa la situación de pobreza (Corredor, 1999).
En este sentido, quienes entienden la pobreza y la desigualdad desde el enfoque del desarrollo
humano no niegan la importancia de los recursos económicos como un medio importante para poder
alcanzar las libertades y capacidades que un ser humano necesita para tener una vida plena. Sin
embargo, hacen énfasis en decir que es un medio, no un fin, y como tal, el análisis de y la lucha contra
la pobreza no debe girar en torno a discusiones acerca del ingreso o del consumo sino en torno a las
capacidades básicas de vida, como por ejemplo la educación, la salud, el empleo, la participación, la
vivienda, etcétera.
Este enfoque, a diferencia del anterior, ya no establece tan claramente una ruptura o separación
tajante entre los pobres y los no-‐pobres. Primero, desde la perspectiva de las capacidades, alguien
puede ser pobre en algunos aspectos y no-‐pobre en otros; por ejemplo, tener una buena renta y un
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buen nivel educativo, pero ser altamente discapacitado y por lo tanto no poder gozar de muchas otras
libertades. Por otro lado, según las condiciones específicas, también se empieza a utilizar una
tipología de pobres según tres categorías: los pobres coyunturales, que por circunstancias varias están
en riesgo de caer en condiciones en las cuales se vulneren sus derechos; los pobres estructurales o
crónicos que están privados de sus derechos por carencia de dotación mínima de capacidades y
libertades; y pobres en miseria, es decir, sin posibilidad para elegir formas de acción y desarrollo
personal (Corredor Martínez, 1999).
En esta misma lógica, la importancia de la desigualdad como un fenómeno social no se debe
concentrar únicamente en la desigualdad de ingresos, dado que, como dice Amartya Sen, cada una de
las diferentes variables que componen la pobreza están sujetas a ser analizadas en términos
comparativos, es decir, en términos de las desigualdades sociales que existen en torno a ellas. Unos
pocos ejemplos que ilustra en su libro “Desarrollo y Libertad” muestran por qué puede ser más
iluminador para comparar las condiciones de vida de las personas en una sociedad analizarlas en
términos de las diferencias en la esperanza de vida, en los niveles de educación, en la morbilidad
infantil, en las condiciones sanitarias de la vivienda, en el acceso a la información, etcétera. Hacer un
análisis, por ejemplo de género, en torno a estas variables podría dar un panorama más acertado de
la diferencia en las condiciones de vida de estos segmentos poblacionales, dice Sen, que el análisis de
la diferencia de ingresos como medida de desigualdad (Cfr. Sen, 2004).
Aún en términos de comparaciones entre diferentes países resulta, según este enfoque, más
apropiado hacer este tipo de análisis comparativos que simplemente comparar medidas de ingreso y
consumo o de PIB per cápita.
¿Cómo instrumentalizar estos conceptos?
Aunque hasta ahora no se han creado muchas herramientas de medición de la pobreza desde este
enfoque, el PNUD (Programa de Naciones Unidas sobre Desarrollo) creó y ha venido aplicando el
Índice de Desarrollo Humano como medida de pobreza a nivel local, regional, nacional e
internacional. ¿Cómo volvieron operativo este concepto? Este índice es, primero, un índice que está
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compuesto de distintas variables. Es decir, en vez de medir las diferentes variables con un índice para
cada uno, para efectos de poder efectuar comparaciones más fácilmente, las agregaron en un solo
índice. Las variables que utilizaron fueron, primero, una vida larga y saludable, medida en la
esperanza de vida al nacer; segundo, el nivel de conocimiento, medido en la tasa de alfabetismo
adulto y la tasa bruta de cobertura3 combinada de los niveles primario, secundario y terciario de
educación; y tercero, un estándar adecuado de vida, medido en el PIB (Producto Interno Bruto) per
cápita; cada una de estas variables agregadas tienen igual peso en el índice agregado.
Adicionalmente, el escrito del PNUD que explica el índice (PNUD, 2007) hace algunas aclaraciones. En
primera instancia, que son conscientes de que este índice todavía no logra cubrir todos los aspectos
de la pobreza dentro del marco del desarrollo humano, pero que recoge algunos de los más
importantes; en este mismo sentido, que es por lo tanto un índice flexible con espacio para ser
refinado y ajustado, para perfeccionarlo y adaptarlo a los contextos en los cuales se quiere adaptar.
1. 3. Exclusión Social
Aunque este término es ampliamente utilizado tanto en el ámbito público como en el académico,
también se ha generado en algunos sectores académicos resistencia al mismo, dado que “el concepto
de exclusión social comenzó a ser utilizado en la discusión académica y pública para referirse a una
amplia gama de situaciones, convirtiéndose en un concepto “paraguas” que abarca a todo, pero que
no quiere decir nada. [...] Entonces, ¿cuál es el aporte del concepto?” (Duhart, 2006, p. 2).
Para entender el concepto de exclusión social, diferenciándolo del de pobreza y del de desigualdad, se
encontraron dos aproximaciones relevantes: en primera instancia, que “la exclusión social, más que
representar un estado, refleja un proceso que puede llevar a distintos resultados (pobreza,
desigualdad, marginalidad)” (Banco Mundial, 2000, p. 13) y segundo, que hace énfasis en “el rol de las
3 La tasa bruta de cobertura es la tasa calculada según la totalidad de escolarizados en el nivel educativo respectivo, independiente de la edad, a diferencia de la tasa neta que considera únicamente la población escolarizada en la edad que corresponde al nivel.
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características relacionales de la privación” (Sen, 2000, p. 1), como se cita en el trabajo de Duhart,
2006.
Si se toman estas definiciones por fuera de las interrelaciones conceptuales dentro de las cuales se
construyen, son definiciones complementarias: la exclusión social sería entonces un proceso, que
como tal se va construyendo en un lapso determinado de tiempo y en un ámbito espacial más o
menos determinado y en el cual se debe hacer énfasis en sus características y expresiones
relacionales. Sin embargo, para entenderlo mejor, es importante profundizar un poco en cada una de
las aproximaciones, para así poder determinar qué puntos en común y qué diferencias tiene, y si es
posible asociar cada una de estas aproximaciones, igual que con los anteriores conceptos,
respectivamente más a una u otra de las perspectivas de desarrollo.
La primera definición parte de una observación de análisis económico: “En nuestras sociedades existe
una correlación aparentemente fuerte entre la distribución de los ingresos, la incidencia de la pobreza
y la raza, la organización social y la cultura. Una cierta forma de relación causal se observa entre las
características que indican quién es uno –como el grupo étnico-‐racial– y la posición que uno mantiene
en la estructura del ingreso de la sociedad.” (Banco Mundial, 2000, p. 7). Es decir, en la relación entre
pobreza y desigualdad, esta última entendida como la distribución de ingresos, hay un tercer
elemento, determinado por “la raza, la organización social y la cultura”.
Analizando esta observación, este trabajo identifica tres dimensiones básicas del concepto de
exclusión social: económica, político-‐institucional y sociocultural, y lo ubica así como riesgos
específicos de estos tres tipos que impiden o dificultan que ciertos grupos o colectivos sociales
puedan garantizar la realización de sus derechos humanos y puedan integrarse a la sociedad en su
conjunto (Banco Mundial, 2000). Aquí entonces está el valor, no solamente académico, sino
especialmente en el ámbito de las políticas públicas que para estos autores tiene este concepto: “la
fuerza del enfoque de exclusión social consiste en que a partir del entendimiento de los factores de
riesgo y procesos institucionales que desencadenan y mantienen una situación de vulnerabilidad,
permite pensar una matriz de políticas tendientes a intervenir en las causas que impiden la inclusión
social” (Banco Mundial, 2000, p. 12).
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Por el otro lado, el autor que plantea el segundo enfoque empieza haciéndose una serie de
preguntas: “[...] ¿qué aporte puede hacer [este concepto] para la acción y el diseño de políticas de
inclusión? [...] ¿Para qué queremos integrar a estos grupos sociales excluidos del sistema económico-‐
político y social?, ¿para que ellos cambien y adopten los cánones del sistema?, ¿o no será que el
sistema mismo es inherentemente excluyente?, y en ese sentido, ¿no será también necesario un
proceso de transformación del mismo sistema durante este proceso de inclusión o integración social?
¿Cómo se puede lograr este proceso paralelo e interconectado?” (Duhart, 2006, p. 1).
En este sentido cobra aun mayor relevancia plantear este enfoque en términos de las características
relacionales de la privación, dado que estudiarlo en términos de la exclusión social implicaría hacer un
análisis multidimensional en términos de las escalas (local, regional, global), de los actores (tanto
individuales como colectivas) involucrados, de sus relaciones sociales y las lógicas culturales e
institucionales que los enmarcan. Con base en esto, el autor identifica como factor determinante en
este análisis las relaciones de poder, y define este concepto de una manera más amplia de como
usualmente se entiende. El poder es entonces “una capacidad [...] de realizar una acción o entablar
una relación. En este sentido, el control de unos sobre otros podría ser un tipo de relación que es
posible establecer en el uso de esa capacidad, pero no la única. También sería posible establecer
relaciones mutualistas de cooperación y colaboración, que no son excluyentes, mediante esta
capacidad.” (Duhart, 2006, p. 8).
A partir de este análisis, el autor llega a una conclusión interesante que le da una perspectiva
completamente distinta al concepto de exclusión social, que tiene fuertes implicaciones también en
los de pobreza y desigualdad, y en las posibilidades reales que tenemos hoy en día en nuestras
sociedades para resolver estos problemas. Nuestro marco socio-‐cultural, es inherentemente
competitivo; abarca “el funcionamiento tanto de los sistemas económicos como los políticos y
jurídicos, estableciendo al conflicto, y su expresión institucional en la competencia, como el único
método de interacción entre los actores” (Duhart, 2006, p. 7), y es por eso que la noción de poder
hegemónica se configure igualmente en esos términos. Viendo el problema desde esta perspectiva, la
única forma en que tiene sentido plantear los procesos de exclusión social y sus consecuencias como
un problema estructural, es, desde lo local y regional, desnaturalizar esta cultura de la competencia
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volviéndola consciente y empezar a generar otros tipos de relaciones, y, desde lo global, identificar el
problema en el marco socio-‐cultural que rige nuestras instituciones económicas, políticas y sociales.
Estos dos enfoques tienen entonces en común que identifican el carácter relacional y de proceso de la
privación, e iluminan en ese sentido la fuerte influencia que tienen factores culturales e
institucionales no económicos en ella. Sin embargo, la manera en que cada uno caracteriza y analiza
esos procesos difiere profundamente; en ese sentido, es posible ubicar el primero más cercanamente
a la perspectiva de desarrollo económico y el segundo más hacia la del desarrollo humano.
Conclusiones
Como se puede ver, entender diversas definiciones de pobreza, desigualdad y exclusión social y la
relación que se establece entre ellas nos puede dar unas herramientas muy importantes para poder
analizar críticamente muchas de las problemáticas sociales a las que nos enfrentamos hoy en día, no
solamente en Colombia sino en muchas partes del mundo. Así mismo, también es importante resaltar
que aparte de las dos perspectivas principales que se plantearon aquí, se pueden encontrar muchas
otras que enriquecerían el debate, pero que por cuestiones de concreción y brevedad, no se
incluyeron en este documento; por ejemplo, algunos autores (como Joseph Stiglitz, Hugo Zemelman y
Helio Gallardo) consideran importante poner en debate el concepto de empobrecimiento como
producto estructural de un sistema desigual que es preciso transformar.
Bibliografía
Banco Mundial, (2000). Exclusión Social y Reducción de la Pobreza en América Latina y el Caribe.
Editado por Estanislao Gacitúa, Carlos Sojo y Shelton H. Davis. Washington: Banco Mundial.
Corredor Martínez, C. (1999). Pobreza y desigualdad, reflexiones conceptuales y de medición. Bogotá:
Ediciones Universidad Nacional, Colciencias, CINEP y GTZ.
Duhart, D. (2006). “Exclusión, Poder y Relaciones Sociales”, en Revista Mad. Departamento de
Antropología, Universidad de Chile No. 14. Documento en línea, disponible en,
http://www.revistamad.uchile.cl/14/duhart.pdf. Recuperado el 11 de junio de 2010