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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SAN LUIS POTOSÍ
INSTITUTO DE INVESTIGACIÓN Y POSGRADO
MAESTRIA EN PSICOLOGÍA
LPF: ESTUDIOS PSICOANALÍTICOS, TEORÍA Y CLÍNICA
CORTES EN EL CUERPO LEÍDOS DESDE LA HISTERIA
Elaborado por: Ivonne Sierra Ortiz1, Víctor Novoa Cota2
Mesa de trabajo: Estudios de Psicoanálisis sobre Violencia e Imagen
Resumen: Dentro de la clínica de la histeria es habitual encontrarnos con un
cuerpo que está en relación constante con el dolor, un cuerpo violentado, debido a
que el conflicto psíquico que ahí se gesta se expresa a través del síntoma. La
histeria da cuerpo al síntoma, sin embargo, no se trata de un cuerpo biológico sino
de aquel que habita en el psiquismo bajo los principios que gobiernan los procesos
inconscientes; cuerpo simbolizado, investido por las pulsiones, lugar de expresión
del deseo. Si el cuerpo en la histeria es un cuerpo que ha sido erotizado producto
de la transformación que opera para que el vacío devenga falta en la perspectiva
del deseo, debido a la existencia de una falta fundante, correspondiente a un
significante que responda por lo femenino, ¿Podrían pensarse bajo esta idea los
cortes en el cuerpo como una protesta ante dicho vacío cuyo responsable es ese
padre que no ha inscrito lo femenino dentro del universo fálico?
Palabras clave: Histeria, Cuerpo, Cortes, Psicoanálisis, Dolor.
San Luis Potosí, SLP. A 30 de Diciembre del 2014.
1 Licenciada en Psicología por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y actualmente
maestrante en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí generación 2013-2015, en el área de estudios psicoanalíticos, adscrita a la línea de investigación “connotación moral del dolor”, bajo la dirección del Dr. Víctor Javier Novoa Cota. [email protected] 2 Psicoanalista. Profesor investigador en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Sus áreas de estudio
son la violencia y la ley, el campo de la escritura y el psicoanálisis ante el dolor en la subjetividad contemporánea. [email protected]
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ÍNDICE
Introducción…………………………………………………………………………..……2
Distintas lecturas sobre el cuerpo en la histeria…………………………………….…3
Los cortes como una protesta ante la imposibilidad de acceder a lo femenino……7
Otras contribuciones ante el fenómeno de los cortes en el cuerpo……………..…10
Conclusión……………………………………………………………………………..…13
Bibliografía…………………………………………………………………………..……13
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INTRODUCCIÓN
El presente trabajo es un acercamiento al fenómeno de los cortes del cuerpo a
través de una lectura psicoanalítica, poniendo el énfasis en lo concerniente a la
clínica de la histeria, su interés radica en la frecuencia con la que se presenta en
el consultorio, predominantemente en los jóvenes, quienes se infligen incisiones,
no como episodios aislados, sino de forma continua, cuya práctica no necesita
atención médica, puesto que se trata de cortes superficiales en los que no se pone
en peligro la vida.
Para situar el campo epistémico desde el cual será abordado dicho fenómeno,
es necesario especificar cómo es concebido un cuerpo desde el psicoanálisis, si
nos referimos al campo de la histeria se habla de un cuerpo simbólico y pulsional,
sede del conflicto psíquico, inscripción que se estructura como un mensaje
codificado, en donde están presentes formaciones del inconsciente, a diferencia
de lo que ocurre, por ejemplo, en el cuerpo de la psicosomática, impermeable al
lenguaje, cuyos procesos psíquicos están obturados.
Asimismo, se retoman las formulaciones freudianas sobre la feminidad para
situar el lugar de la histérica respecto al falo, en donde los cortes del cuerpo dan
cuenta de una protesta ante la imposibilidad de estructurar una identidad
femenina, dejando a la histérica con un hueco, un vacío, un cuerpo del que no
puede apropiarse, que se diluye. La práctica de la autoincisión es abordada como
un correlato ante la inexistencia de su ser mujer.
Finalmente se emprende un recorrido por algunas propuestas teóricas que
proporcionan nuevas lecturas en torno al fenómeno de los cortes, en las cuales
puede no estar necesariamente implicada la histeria, sin embargo, dan cuenta de
la heterogeneidad de dicha práctica tan en boga en nuestros días.
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DISTINTAS LECTURAS SOBRE EL CUERPO EN LA HISTERIA
Al hablar de histeria suele pensarse en síntomas conversivos que atañen al
cuerpo, expresiones de conflictos inconscientes. Sin embargo, no habrá que pasar
por alto que igualmente pude presentarse una histeria sin que síntomas de
conversión estén presentes, no obstante, en ambos casos el cuerpo se encuentra
siempre implicado, siendo a partir de él que nos constituimos ante los otros.
Como punto de partida habrá que diferenciar el cuerpo al que se refiere el
psicoanálisis del que es propio de la medicina, el orgánico. Freud empieza a
hablar de otro tipo de cuerpo con las histéricas de la Salpêtrière, un cuerpo que no
implica al biológico de la medicina sino al construido psíquicamente como
inconciente, simbolizado, investido por las pulsiones, lugar donde se da expresión
al conflicto psíquico y no al padecimiento corporal.
Es importante puntualizar que el cuerpo biológico, lo real, queda siempre ajeno
a nosotros, es desde el exterior que nos apoderamos de él, pero únicamente de
una construcción simbólica, no del cuerpo en tanto tal. “[…] La imagen que
tenemos de nuestro cuerpo es siempre una imagen falsa, un espejismo obligado.”
(Nasio, 2008 pág. 61). Este autor sostiene que la imagen del cuerpo está
implicada con nuestro deseo inconsciente, en donde vemos únicamente lo que se
nos permite ver; imágenes subjetivas que falsean la percepción que tenemos que
tenemos de nosotros mismos, constantemente cambiantes, a través de las cuales
vivimos nuestro cuerpo.
Lo que nos remite a pensar que no nacemos con un cuerpo, es necesario que
éste se construya psíquicamente gracias a una relación inserta en el campo de la
palabra con un otro, tal como lo postula Pommier cuando dice: “El cuerpo humano
no vivió nunca fuera de su humanidad de palabra. El pretendido hombre neuronal
no sobrevive fuera del lazo social […] de pie gracias a las palabras.” (Pommier,
2005 pág. 21). Supuesto necesario para pensar el porvenir de la especie, lo
humano.
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Al referirnos al cuerpo psíquico, siendo éste el que nos interesa en psicoanálisis
no queda excluido el cuerpo biológico, por el contrario, ambos están implicados,
dado que las modificaciones en la anatomía del cuerpo impactan en el psiquismo,
tal es el caso de la histeria que pasa a lo real, en donde suelen presentarse
intervenciones quirúrgicas como una manera de mantener delirantemente una
relación con el cuerpo, se anuda algo que estabiliza.
Lacan (1949) pone el acento en el estadio del espejo como estructurante de la
imagen unitaria del propio cuerpo, desde esta perspectiva no hay cuerpo sin
imagen del cuerpo. Es así como el cuerpo del sujeto se estructura únicamente a
partir de la imagen del otro, del cuerpo propio reflejado como una alteridad, la
identidad imaginaria del cuerpo propio es ajena, únicamente puede llegar a
constituirse gracias a otro y como otro.
Para referirse al cuerpo en la histeria, Freud (1905) crea el concepto de
solicitación somática, el cual aparece por vez primera en la obra Freudiana en el
caso Dora, en donde se pregunta si los síntomas de la histeria responden a una
etiología psíquica o somática para concluir que todo síntoma histérico requiere la
contribución de ambas partes; por un lado, es necesaria cierta solicitación
somática, brindada por un proceso normal o patológico al interior del órgano, que
se producirá más de una vez si este posee cierto significado psíquico, un sentido.
Es así como los síntomas se solucionarán a medida que se descubre su
significación psíquica y únicamente al término de la misma, podrán pesquisarse
las bases somáticas; orgánico-constitucionales.
Es decir, un órgano enfermo puede ser tomado como lugar de expresión
simbólica de un conflicto psíquico en la histeria. “[…] Ese síntoma dado por la
realidad se erige en representante de todos los fantasmas inconscientes que
acechan la oportunidad de adueñarse de un medio de expresión.” (Assoun, 1977
pág. 50). Como si el conflicto psíquico esperará pacientemente ese paso a lo real
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del cuerpo orgánico para hacer eclosión de la neurosis que ya se venía gestando
tiempo atrás.
Sobre la misma línea de pensamiento, Sami-Ali (1987) habla de que la
perturbación funcional en la histeria tiene lugar como una manera de frenar la
locura de un deseo inconciliable que encuentra salida mediante el acto,
transgrediendo al cuerpo. Cuerpo libidinal que deriva de la sexualidad infantil,
donde se buscará reproducir a partir del cuerpo real, una experiencia anterior de
satisfacción.
Por su parte, André (2002) habla sobre el proceso de conversión en la histeria
como un intento de sexualización de lo real, ahí en donde el traumatismo abre un
agujero en lo simbólico, la conversión viene a ser un intento de sexualizar eso real
que resulta insoportable para el sujeto, lo cual es comandado por la represión. “La
represión tiene como efecto sustituir una sexualidad orgánica por una sexualidad
comandada por la representación, por el significante” (André, 2002 pág. 88). El
traumatismo tiene que ver con esa experiencia pasiva de ser objeto del goce del
Otro, lo cual ocurre en las primeras épocas de la vida en las que el bebé es un
objeto ofrecido enteramente al Otro (la madre).
Al hablar de lo real se hace alusión a la castración materna, a eso de lo que el
sujeto no quiere saber nada, por tanto, lo arroja hacia afuera, a lo incognoscible,
teniendo como resultado el despertar de la angustia ante el enfrentamiento con lo
real. (Pommier, 2005).
Esto podemos observarlo, en el asco en la histeria, tan presente en los
historiales clínicos de Freud, el cual se genera cuando irrumpe la función real,
orgánica del cuerpo, desplazando a lo erótico y con esto, al deseo. Sabemos que
todo lo que atañe a la necesidad se ve trastocado al pasar por las sendas del
deseo, en donde: beber y comer se vuelven actividades eróticas que el cuerpo
realiza sujetándose más sobre el deseo que sobre la necesidad orgánica.
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Esto es lo que tiene lugar en la anorexia y en la bulimia, desórdenes
alimenticios tan frecuentes al hablar de histeria, en donde la necesidad lucha con
el deseo y viceversa, por un lado, la exigencia orgánica obliga a la boca a
atragantarse de alimento hasta el punto de generar asco, irrumpiendo
inmediatamente después la función erótica que busca sostener la nada del deseo.
La falta deviene para la histérica, el objeto de su deseo, se trata, a toda costa, de
hacer valer el deseo en contra de la necesidad. (André, 2002).
El histérico histeriza el mundo, es decir, dota de un vínculo erótico sus
relaciones con los otros; sin dejar de lado a su analista; erotiza el cuerpo del otro,
despertando sensaciones intensas, convirtiéndolo en un cuerpo-sensación del que
se alimenta; con gran inocencia sexualiza lo que no es sexual.
Asimismo, se paraliza ante la angustia de perder el falo, no sabe si es hombre o
mujer; esta angustia intolerable busca una salida y es a través de la conversión,
que el yo logra desprenderse de dicha sobrecarga; desplaza la sobrecarga y
comienza a investir todo el cuerpo, generando un falo que se expande a todo el
cuerpo, exceptuando, la zona genital. “El cuerpo real pasa a ser un cuerpo que
sufre de ser un inmenso falo” (Nasio, 1922 pág.61). El cuerpo se convierte en el
lugar de múltiples afecciones y sufrimientos; este falo-cuerpo no es más que ese
falo que le faltó a la madre.
Sin embargo, la erotización total de su cuerpo real no es posible, pues siempre
le faltará ese significante que responde por lo femenino, es a falta de dicho
significante que erigirá su imagen corporal al nivel de símbolo fálico, siempre
temerosa de que detrás de dicha imagen no haya más que lo real orgánico, el
cuerpo desexualizado. Lo que nos conduce a reflexionar acerca de las
implicaciones de lo femenino dentro de dicha forma clínica.
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LOS CORTES COMO UNA PROTESTA ANTE LA IMPOSIBILIDAD
DE ACCEDER A LO FEMENINO
Situar a los cortes del cuerpo dentro de la neurosis, implica traer a escena el
retorno de lo reprimido así como la sustitución metafórica presente en la
conformación de los síntomas, sin embargo, encontrar la particularidad de dicho
fenómeno en la clínica de la histeria obliga a una pesquisa que nos conduce por
los senderos de la feminidad.
Popularmente se cree que la histérica encarna la expresión más elevada de lo
femenino, modelo para las demás sobre lo que es ser una mujer, por lo que no
existiría ningún conflicto en ella para apoderarse de lo femenino. Sin embargo, el
psicoanálisis nos provee una lectura diferente, colocándola como presa de una
identificación viril que la mantiene cautiva de su ser mujer, imposibilitándole tejer
una pregunta sobre su deseo. Siendo aquí donde los cortes se tejen a manera de
protesta hacia la imposibilidad de acceder a otra identificación que no sea la fálica.
De entrada, habrá que especificar siguiendo a Freud (1933) que no existe una
naturaleza de lo femenino o de lo masculino por sí misma, no es posible atribuirle
al órgano anatómico la diferencia de los sexos, la cual se sitúa en algo más allá de
la carne, indisociable de la lógica del deseo en cuestión.
Para hablar sobre feminidad es necesario remitirnos al complejo de castración,
el cual tiene lugar de manera distinta tanto en la niña como en el varón; en un
principio el desarrollo libidinal tiene lugar paralelamente en los dos sexos, ambos
toman como primer objeto de amor a la madre, esta elección de objeto responde
al tipo de apuntalamiento, pues ha sido ella quien ha satisfecho sus necesidades
más primordiales, en ambos sexos se genera una ligazón-madre preedípica,
posteriormente, dicha ligazón estará destinada a ser sustituida por una ligazón
hacia el padre, la cual dejará como resto sentimientos hostiles hacia la madre,
pues la ha privado de tener pene, dichos sentimientos pueden durar incluso toda
la vida.
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Es la castración de la madre la que vendrá a erigir el falicismo, instituido este
como símbolo de poder, como ese símbolo perdido que aludía a una creencia
preedípica: la omnipotencia materna, en la que la madre encarnaba el poder, el
todo, la completud imaginaria. Ahora el pene vendrá a compensar esa carencia.
La envidia del pene pone fin al onanismo, la niña expresa el disgusto con su
clítoris y con esto, hacia toda satisfacción proveniente de él, es aquí donde tiene
lugar la vuelta hacia el padre, buscando en él, el pene que le fue negado, lo cual
tiene por consecuencia, preparar el terreno para la venida de la feminidad. La
envidia de pene seria posiblemente un deseo por excelencia femenino, el cual
impacta en gran medida en la conformación de la feminidad y en la elección de
objeto, la cual está en relación al hombre que de niña le hubiese gustado ser.
(Freud, 1932)
Por otro lado, la propuesta de Serge André radica en que la demanda de la
histérica va más allá de obtener el falo, está en relación a obtener un significante
que le permita identificarse con lo femenino, sin embargo, lo que espera del otro
es un imposible, pues no existe tal significante. “Su demanda, más que
reconducirse a la demanda del falo, vale fundamentalmente como una demanda
de “algo más que el falo”. (André, 2002 pág. 116).
André (2002) siguiendo a Lacan en el “estadio del espejo” comenta que la
problemática de la histérica radica en la impotencia del padre, siendo la falla del
padre la que introduce una grieta en la constitución de la imagen corporal. Si nos
referimos a los historiales clínicos de las histéricas nos encontramos con padres
enfermos, impotentes, sin carácter, insuficientes para poder asentar una identidad
femenina pues no ofrecen otro tipo de identificación que no sea fálica, es por esto
que Lacan dice que la histérica la hace de hombre, pues únicamente así puede
erotizar completamente su imagen corporal, pues al no haber una identificación
específicamente femenina queda como un significante vacío.
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“Al padre del histérico hay que animarlo, porque esta afligido […] perdió toda
posición de excepción, degradado al rango de la castración de todo hombre,
amado por sus heridas abiertas más que poderes.” (Soler, 2006 pág. 315).
Ante la ausencia de dicha identificación queda presa en el mundo fálico,
reducida a un objeto del hombre, en donde cansada de que este falle, dedica su
vida a repararlo, se convierte en defensora de los pobres, enfermera del padre,
hace de un hombre el centro de su vida, todo esto, con la esperanza de obtener
de él algo más que el falo: un signo de una feminidad finalmente reconocida.
Busca dotarlo de la potencia que le hace falta para que este pueda proporcionarle
una identidad femenina (André, 2002)
Ante la imposibilidad de nombrar lo femenino más allá de la lógica del falo o el
Edipo, los cortes se instituyen como la expresión de un rechazo del cuerpo cuyo
destinatario es el padre puesto que no provee de un significante que vaya más allá
de lo viril, inscribiendo lo femenino dentro del universo fálico.
Siguiendo la misma línea de pensamiento, Recalcati (2008) postula que la
histérica padece una especularización incompleta de su propia imagen, por este
motivo, busca en la otra mujer un suplemento especular para culminar la
especularización narcisista de su imagen y así poder tomar cuerpo. Mientras en el
hombre el falo provee de un sostén visible que lo protege con el encuentro con el
vacío, con la ausencia, generando que su relación con la imagen especular sea
menos esencial, en el caso de la mujer, la imagen especular viene a recubrir ese
vacío gracias a la mascarada de la feminidad que recubre el no-tener fálico.
La propuesta de este autor inscribe a la histeria en relación a una imposibilidad
de tomar cuerpo en el momento de la constitución narcisista, lo que tiene varias
implicaciones, entre ellas, autoagresiones continuas como lo son los cortes.
Distintas son pues, las concepciones que se tejen en relación a la feminidad en
la histeria, en las cuales se encuentra presente lo inatrapable de la identidad
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femenina, lo que genera un hueco en lo simbólico, haciendo del sexo femenino
algo vacío, que se define precisamente por estar fuera del saber. Es así como la
histeria plantea la problemática de la feminidad, viviendo su imagen corporal como
algo frágil, constantemente variable. Siendo a través de los cortes que pretende
apropiarse de esa imagen que se le escapa por todos lados.
OTRAS CONTRIBUCIONES ANTE EL FENÓMENO DE LOS
CORTES EN EL CUERPO
El fenómeno de los cortes del cuerpo, adquiere lecturas diversas en relación a
los procesos psíquicos implicados, por lo que no es posible realizar una única
lectura, más aún si pensamos que en cada época se establece una relación
diferente con el cuerpo; en donde los cambios sociales impactan en el psiquismo
generando nuevas manifestaciones en la clínica. A continuación se presentan
algunas propuestas para pensar la riqueza clínica de dicho fenómeno.
Declinación de la autoridad paterna: A partir de Freud sabemos que la ley
del padre es esencial para pensar la inserción del sujeto en la cultura, puesto
que gracias a la castración, se inscribe la renuncia pulsional que da entrada al
mundo social. Asimismo, la ley del padre provee de referentes simbólicos que
posibilitan que emerja el deseo. Sin embargo, habría que preguntarnos: ¿Cómo
se constituye psíquicamente el sujeto ante la caída de la autoridad paterna y
con esto, ante la imposibilidad de tolerar la falta? Los cortes en el cuerpo que se
sitúan aquí, parecen actuar a manera de dique ante esa castración fallida que
dirige al sujeto a una satisfacción pulsional en la que se ve comprometido su
ser, la cual a su vez se inscribe dentro de un discurso capitalista que pugna por
la completud imaginaria.
La negativa de la madre a separarse de su hijo(a): Freud (1932) postula que
la única salida de la mujer hacia la feminidad es a partir de la castración, en
donde el deseo de pene se sustituye por el deseo del hijo. Es decir, establece
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una correlación entre mujer-madre. Cuestión interesante, puesto que aunque
han pasado más de cien años de sus formulaciones, en lo social se sigue
relacionando a la feminidad con la maternidad, mandato que deja poco margen
a algunas mujeres para poder constituirse como tales desde otro lado, sin pagar
un precio alto: la culpabilidad.
Siendo así como la venida del hijo permite erigir una imagen fálica en donde
la madre no permitirá la separación, puesto que se compromete la
representación que ha creado sobre sí misma, es en este punto donde los
cortes fungen como un intento desesperado de crear una distancia ante esa
madre que anula al sujeto, asimismo, como la búsqueda de una constitución de
la imagen propia del cuerpo, puesto que al no haber alteridad, ¿De qué tipo de
cuerpo se habla?
Cortes como base de una identificación histérica: La imitación, el contagio y
la simulación de los síntomas histéricos ha sido ampliamente descrita por
Freud, sobre todo en Psicología de las masas y análisis del yo, al referirse al
pensionado de niñas en donde una de ellas presenta un síntoma que es
seguido por las demás, lo cual hace alusión a una identificación del sujeto con
el deseo del otro sujeto. Aspecto presente en gran parte de las posesiones
demoniacas de la edad media, en las que solo hizo falta un caso para dar pie al
contagio.
El fenómeno de los cortes del cuerpo, en ciertos casos de histeria puede
articularse desde aquí, por lo que la apuesta clínica estaría en relación a que se
geste una pregunta sobre el deseo propio que posibilite un cambio de lugar del
sujeto.
La búsqueda de la consistencia del cuerpo: La actualidad se caracteriza por
puro semblante, pura apariencia, en donde gracias al capitalismo, la
virtualización del sujeto lo ubica como irreal, su existencia es puramente virtual,
por lo que los cortes se instituyen como una modalidad patológica de retorno a
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lo real en el cuerpo, en tanto recurso para encontrar un asiento en la realidad
corporal ante la ansiedad de percibirse a sí mismo como inexistente, es el
intento de recobrar algún tipo de normalidad. (Zizek, 2000, citado en
Dartiguelongue, 2012).
Asimismo, autores contemporáneos postulan: El cuerpo como obra de arte
contemporáneo, sacralizado a falta de rituales, va a ser torturado, va a volverse
verdadero. Esto se parece al masoquismo o al sadismo, pero no lo es: se hace
sólo para intentar sentir vivir un cuerpo que se ausenta (Pommier, 2002 pág.
16).
Alivio ante la angustia: En lo referente a la clínica, la angustia se presenta
en varios momentos del análisis, cuya irrupción puede darse desde la realidad,
lo superyoico, al desbaratarse la función de lo imaginario, etc. la cual activa
procesos psíquicos, previniendo al yo de una catástrofe, es una alerta, es la
señal ante algo, un intento desesperado de crear barreras de protección.
Dartiguelongue (2012) realiza un análisis de quince casos que presentan
cortes en el cuerpo, donde muestra como en la mayoría de ellos el factor
desencadenante es la angustia, siendo mediante el corte que el sujeto ejecuta
una recuperación, pues lejos de caer de la escena, el corte implica una
restitución, una recuperación de la condición subjetiva, limitando la angustia ya
desencadenada. La apuesta clínica en este punto giraría en relación a
posibilitar ligazones libidinales que permitan tramitarla de otro modo, de manera
que no encuentre como una salida al cuerpo.
Lo anteriormente planteado da cuenta de algunos desarrollos teóricos que se
tejen en relación a la práctica de la autoincisión, cuya especificidad habrá de
encontrarse en la particularidad del caso que se presente en la clínica, no
perdiendo de vista la significación contemporánea que le es asignada al cuerpo en
nuestra época, creadora de nuevas subjetividades.
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CONCLUSIÓN
Gracias a Freud, sabemos que el desarrollo libidinal en la niña se encuentra con
desafíos que no están presentes en el varón; el trasmudar su objeto de amor de la
madre hacia el padre buscando el falo que le fue negado, de entrada la sitúa en
una relación constante con la falta, recurriendo a la feminidad como un semblante
que recubre su no tener fálico. Artimaña desesperada, puesto que no existe
significante que dé cuenta de lo femenino, quedando aprisionada por la dimensión
fálica y con esto, alienada de su deseo.
Siendo así como la histérica, con su cuerpo, erigido hasta el nivel de símbolo
fálico exige una identidad femenina que le permita darle consistencia al cuerpo; la
práctica de la autoincisión como una protesta ante la inexistencia de lo femenino
se articula con los mandatos de género que les son impuestos a las mujeres en la
contemporaneidad. Es la histérica, quien con su cuerpo no se deja atrapar ante el
constructo social que busca definirla y con esto, anularla, en su discurso se pone
de manifiesto el sujeto como incapturable, renuente a dejarse atrapar por artificios
sociales.
BIBLIOGRAFÍA
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clínica de la autoincisión. Argentina: Letra viva.
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Nasio, J. (1922). El dolor de la histeria.: Buenos Aires: Paidós.
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Pommier, G. (2005). Qué es lo real. Ensayo psicoanalítico. Buenos Aires:
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