Download - CUENTO: LA NIÑA NUEVA

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  • 9La nia nueva

    Desde la formacin, Sol not algo raro en su clase. La nia que estaba dos puestos ms adelante, no slo era la ms bajita de la fila y llevaba una trenza oscura hasta la cintura, sino que vesta un traje fuera de estacin. Porque todava a principios de abril la temperatura sofocaba como para po-nerse esa chompa de lana y ese faldn grueso, que adems lucan tan anticuados.

    Pero aun as, Sol no entenda por qu las chicas y los chicos ms cercanos parecan apartarse de ella. Tenan un pie delante y el cuerpo echado hacia atrs, como no queriendo rozarla siquiera. Era como si un anillo invisible creara un espacio vaco alrededor de la nia, un pequeo abismo circular por donde pudieran caer.

    Cuando termin la formacin de ese lunes y la pro-fesora dio la orden de entrar al saln, algo sali brusca-mente de la fila. Era un bastoncito delgado, de aluminio, que empez a golpear el suelo tanteando cada paso. Las chicas y los chicos se apartaron un poco ms, temiendo

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    tocar el tubo de metal o tropezar con la nia. Recin en-tonces Sol la vio con sus enormes anteojos negros y su cara inexpresiva.

    Apenas ingres al saln, la nia tom asiento en la primera carpeta. Estaba a un paso del pupitre de la pro-fesora y de la pizarra, pero mucho ms cerca estaba de la puerta. Sol se sent atrs, en el mismo lugar que vena ocupando desde que empezaron las clases. Querr ella escapar de nuestro colegio?, fue lo que pens Sol con la carita entre sus puos.

    Nadie se sent al lado de la nia y la profesora obser-v ese lugar desocupado. Lo observ con cara de sorpresa cuando ingres al saln y lo sigui observando con cara de tristeza mientras caminaba a su pupitre y tomaba asiento. Acerc con la palma de su mano el registro de asistencia y, un segundo antes de abrirlo, dibuj un gesto de pena con los labios.

    Empez a tomar lista: Arancibia Presente! Astudillo Presente! Bustamante Presente! Cavero Presente!...

    Las chicas y los chicos permanecan tranquilos como nunca, esperando que pronunciara el apellido de la nia. Quilca, llam la profesora y hubo un silencio profundo en el saln. Quilca repiti la profesora y la nia respon-di bajito: Soy yo. Tena la cabeza cada sobre el pecho y los brazos en una extraa posicin, hacia un mismo lado, sujetando con ambas manos el bastoncito de metal.

    Ella es su compaera Quilca dijo la profesora. Valentina Quilca. Ella ha venido del departamento de Apurmac, que queda al sur muy cerca de Cuzco y de Ayacucho.

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    La profesora hizo una pausa. Podra decirse que en ese saln las chicas y los chicos ni respiraban, pues el silencio era absoluto.

    Ustedes saben que el terrorismo ha sido muy fuer-te en la sierra del Per continu la profesora, pero hablaba mucho ms despacio que de costumbre, como buscando cuida-dosamente las palabras y las luchas con el Ejrcito fueron a diario. La violencia en esa zona era algo terrible imperdonable

    Apenas la profesora termin de pronunciar imperdo-nable, Sol se puso de pie, levant su mochila y dio dos pa-sos para sentarse al lado de la nia. Todos la miraron entre perplejos y conmovidos.

    De qu lugar de Apurmac? pregunt Sol a la pro-fesora.

    Era evidente que Sol quera saber ms, pero tambin quera evitar lo de la violencia, porque le pareca algo muy doloroso para la nia y tal vez algo muy personal.

    Nnno lo s dijo la profesora abriendo las manos y dirigindose a la nia pregunt : Valentina, de qu pro-vincia de Apurmac?

    Valentina se par y murmur unas palabras.Perdn, Valentina? dijo la profesora.De Andahuaylas contest la nia, con un inoculta-

    ble acento andino.Andahuaylas! repiti la profesora como si se ale-

    grara. Ah naci nuestro gran escritor Jos Mara Argue-das. T lo sabas, Valentina?

    La nia movi afirmativamente la cabeza.Y t has ledo alguna de sus obras? pregunt la

    profesora entusiasmada, sin reparar por un instante en el verbo que haba usado.

    Todos en el saln lo advirtieron y fue como si resona-ra ledo ledo ledo sordamente en sus cabezas.

    Lo siento dijo la profesora y camin hacia la nia. Le acarici la mejilla con el dorso de la mano y le repi-ti: lo siento mucho.

    Entonces la nia respondi con valor:S, profesora, he ledo El sueo del pongo.

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    Ellas se hacen amigas

    Hace dos semanas empezaron las clases quieres que te preste lo que hemos hecho? le pregunt Sol a la nia, una vez que la profesora termin de tomar lista y se puso a escribir en la pizarra.

    S, por favor.Desde cundo ests en Lima?Hace cuatro meses.Y por qu vienes recin?La nia llev su pequeo dedo a la cara, sealndose

    los ojos. Sol se qued en silencio, no saba cmo retomar la conversacin para no ofenderla.

    Has venido con tus padres? le pregunt.Slo con mi mam, a mi pap lo mataron.Perdona que sea tan torpe con mis preguntas.Est bien dijo la nia, pasndose la mano por la

    nariz debo acostumbrarme a todo.Sol la mir y not que la nia haba endurecido

    su rostro. Ahora tena el mentn levantado con cierta

    arrogancia y la mandbula apretada, como expresando enojo.

    Si quieres nos quedamos en el recreo y te ayudo a ponerte al da dijo Sol.

    Gracias dijo la nia y volvi a hundir su cara en el pecho, como la haba tenido desde que lleg al colegio. Soy yo la que debo aprender a controlarme.

    La profesora haba terminado de escribir en la piza-rra unas frases y de hacer unos trazos que semejaban cua-drados y tambin muequitos de palotes. La profesora, por desgracia, no dibujaba bien. Haba hecho algo as:

    Luego chasque los dedos.Escchenme bien: voy a salir un momento a la bi-

    blioteca. Me esperan tranquilos, sin hacer alboroto.No pareca necesario que lo advirtiera; todava las chi-

    cas y los chicos estaban atentos a la nia nueva, siguiendo con curiosidad sus movimientos, la conversacin silenciosa