Gomer Betancor [[email protected]] Rubén Díez <[email protected]>
De los Movimientos sociales a la creatividad colaborativa con
los Conjuntos de Acción.
Tomás R. Villasante
Resumen: ¿Para qué sirven los movimientos sociales? ¿Cómo se pueden
aprovechar sus impulsos para una mejor democracia? La metodología trata
de superar problemas no resueltos por McAdam, Tarrow y Tilly, o por
Wallertein, Castells y Escobar que nos van a acompañar en este debate.
Partimos de contradicciones internas y externas de los sectores populares.
Analizar las “posiciones discursivas”, depende también de los escenarios
(Goffman), los entramados (Elias), o los lenguajes (Scott). Siguiendo a J.
Ibáñez y a J. Galtung conviene escuchar a los “entramados” y a los
movimientos para ir más allá de los dilemas evidentes, y tratar de construir
colaborativamente y creativamente “pentalemas”, que saquen a flote las
posiciones ocultas, que vayan al fondo. Estrategias para posibles denuncias,
y aislamientos de los poderes más negativos, tanto como para encontrar
puntos de acuerdo entre movimientos más parciales.
¿Para qué y para quién estamos haciendo el análisis? ¿Para clasificar a
tal movimiento? ¿Para construir unas estrategias por dónde avanzar? Las
ideologías están de fondo, pero las metodologías pueden reenfocar como
podemos abordar cada situación. ¿Si se proclama “somos el 99%”, qué
relación hay entre lo cuantitativo y lo cualitativo, las relaciones dentro de
los movimientos y con la población? En el 15M y las mareas indignadas se
calcula que hubo millones de personas participando. Solo participó un 5%
de la población. Por lo que su legitimación no estaba en el número sino en:
1.- La diversidad. 2.- Los consensos. 3.- La construcción colaborativa. 4.-
Lo abierto y transparente del proceso. 5.- La parte emocional de la gente
6.- La auto-organización.
Los “Conjuntos de acción” se van construyendo en la realidad de todos
los días, con redes cara a cara y las telemáticas. Rellenar vacíos
emocionales, lo que llaman “significantes vacíos, fluidos, flotantes,
relacionales” autores como Lacan o Laclau. Por eso los movimientos han
de atender a: 1.- El tiempo para asuntos tangibles y concretos 2.- Crear un
buen ambiente 3.- Aprender con otras situaciones, 4.- La legitimidad de la
causa social. 5.- Aprendizajes vivenciales. 6.- Difusión como que “nos
motiva estar motivando”.
Se cierra la ponencia presentando tres esquemas sobre juegos de poderes, en el debate de estrategias, de circuitos complementarios de poder, y de un sistema de planificación y gestión participativa experimentado, y que resulta aplicable para la construcción local de los municipios del cambio. 1.- El análisis relacional-situacional de los movimientos sociales. ¿Se acabó el 15M y las mareas de indignados y ahora solo queda la
gestión desde los poderes públicos? ¿Quién tiene capacidad para hacer
trasformaciones sociales y políticas? ¿Qué características tienen y cómo
funcionan los movimientos sociales? ¿Si consiguen democratizar los
sistemas donde operan, que ventajas e inconvenientes muestran? ¿Cómo se
pueden aprovechar sus impulsos para una mejor democracia y para unas
formas mejores de vida cotidiana de las personas del común? Estas son
algunas preguntas que nos seguimos haciendo, y por eso voy a explorar
algunos debates y caminos nuevos. Parto desde los debates, las
experiencias y las metodologías de investigación en que desde hace años
andamos.
Antes de nada discutiré algunas posiciones de los grandes análisis que se
han hecho en las últimas décadas. Tanto para partir de los aciertos en los
cambios de enfoques que estos autores han producido, como para marcar
las distinciones donde nuestra metodología trata de superar los problemas
no resueltos. Por ejemplo, McAdam, Tarrow y Tilly (2005) han presentado
un trabajo conjunto que es la referencia internacional más considerada
sobre movimientos sociales. Ellos mismos se muestran auto-críticos con
sus propios trabajos anteriores, que en general se trataban de encontrar una
sola causa para la explicación de los movimientos. En este sentido su
crítica a la sociología y marxismos tradicionales viene bien, y es un buen
punto de partida.
En sus conclusiones, no queda claro si ellos han “evitado la pretensión
de crear un modelo” (pg. 340), pues más adelante afirman que tienen el
“presentimiento de que nuestro marco puede adaptarse con facilidad al
análisis de la contienda dentro de cualquier sistema de poder… El modelo
genérico solo requiere que el analista…” (pg.378), o más bien tal como
afirman en la última frase del libro se trata de “un punto de inicio y nada
más que eso”. Los 15 casos de estudio que presentan y que repasan como
base de aplicación de sus conceptos teóricos, recorren toda la geografía
mundial, partiendo incluso de la “revolución parisina de 1798” y llegando
hasta movimientos muy conocidos del siglo XX. Compararemos todo esto
con los trabajos más actualizados de Wallerstein sobre los anti-sistema, de
Castells sobre las plazas indignadas, y de Escobar sobre los pueblos
originarios, para avanzar algunas propuestas metodológicas propias.
En todos estos trabajos presentan un implícito “equivalente general de
valor” que suelen nombrar como “la democracia”. Este criterio de valor de
los autores no queda claro y se supone que existe una de referencia pues la
nombran en singular, y no solemos saber a cuál de las muchas que han
existido en la historia, o que puedan existir, se refieren. Para los autores
Suiza y México llegaron a “la democracia” por caminos muy distintos (pg
295 de McAdam, Tarrow, Tilly): “Un régimen es democrático en la medida
en que la ciudadanía se encuentra generalizada y es igual para todos y
autónoma, celebra consultas vinculantes a los ciudadanos en general con
respecto a las actividades del gobierno y de su personal y protege a los
ciudadanos frente a actuaciones arbitrarias de los agentes del gobierno”. Se
puede dudar que México sea una democracia en cuanto a proteger a sus
ciudadanos, y que Suiza sea igual para todos (banqueros y migrantes, por
ejemplo).
Los autores presentan a continuación unos cuadros en donde tratan de
encuadrar a los diferentes estados según “capacidad de gobierno” en un eje,
y en el otro eje “consulta protegida”. Pero no consideran, por ejemplo, el
estado de Kerala (India) (Pinto y Villasante 2011) que es un referente de
“planificación participativa descentralizada”, y que frente a las tendencias
populistas o gestionistas más habituales, presenta iniciativas ciudadanistas
que podrían completar un estudio más amplio. Los autores concluyen este
capítulo con: “La democratización se produce por medio del mismo tipo de
mecanismos que hemos encontrado en los movimientos sociales, en los
ciclos de contienda, en las revoluciones y en el nacionalismo.” En esto se
puede estar más de acuerdo, más que hablar de “la” democracia se pueden
analizar los procesos de “democratización”, y se puede estar de acuerdo en
que en ellos los mecanismos de los movimientos sociales son importantes
para estas contiendas, revoluciones o nacionalismos.
En las últimas páginas (381) afirman: “En nuestros casos aparecen aquí
y allá restos de especulación en torno a las diferencias entre estados
democráticos y no democráticos, fuertes y débiles,… pero en general el
análisis estándar de la estructura política ha desaparecido de este libro…
Los gobiernos han parecido repetidamente como actores poderosos, pero
no como las entidades dinámicas, contestadas y continuamente recreadas
que sabemos que son. Así pues para desarrollar completamente nuestra
perspectiva, hará falta una descripción más satisfactoria de los actores
estatales en términos más dinámicos y relacionales”. El tono final del libro
es el que nos anima dar continuidad aquí a metodologías más concretas y
útiles para los movimientos sociales y los procesos de democratización.
Lo más interesante de sus enfoques es la insistencia en lo “relacional”
que reiteran en todo el texto. “Nada parecido a la teoría de estadios rígidos
de la primera generación de académicos, Tampoco hay excesivos rastros de
las tendencias estructurales que identificaban a la segunda generación. Ni
tampoco el determinismo estructural de la tercera…” (pg 249). “Donde nos
separamos de nuestros colegas más resueltamente culturalistas es al afirmar
que la historia, la cultura y los procesos interpretativos operan, no como un
envoltorio externo, sino mediados por las interacciones de los principales
actores de cada episodio” Lo que estos autores deducen como metodología
de análisis a gran escala, es lo mismo que venimos haciendo en el CIMAS
a escalas menores, pero con unos dispositivos técnicos más concretos y
operativos para los movimientos.
“Prestar atención simultáneamente a los cambios estructurales a largo
plazo… al enmarcamiento cultural de las interpretaciones de oportunidad y
riesgo por parte de cada uno de los participantes y a la interacción
estratégica a corto plazo... Pero la estructura, la cultura y el cálculo
estratégico no son externos a los mecanismos de la contienda, sino la
materia prima para la acción y la interacción entre estos”. Nosotros en los
talleres participativos que hacemos desde hace unos 25 años ponemos la
medición de la “estructura a largo plazo” en el eje vertical de los cuadros a
construir. Colocamos los intereses “culturales e ideológicos” aplicados a
cada oportunidad concreta en el eje horizontal. En los cuadrantes internos
colocamos las formas de organización, institucionales, o de sectores no
organizados, como tercera variable, y entre estas formas establecemos las
“interacciones o vínculos emotivos a corto plazo” entre actores.
Este tipo de “mapeo” o “sociograma” es nuestra “materia prima para la
acción y la interacción” desde los propios movimientos sociales, o los
grupos que inician un proceso socio-político. Los grupos motores o en los
talleres de los movimientos pueden así construir sus propias estrategias
cuando analizan los “conjuntos de acción” en esos mapeos, y deciden el
tipo de alianzas que les convienen o no. (Villasante, 1998; y otros 2001;
CIMAS, 2015)
El eje vertical sitúa el poder económico político, el eje horizontal la
afinidad, confianza o desconfianza con los objetivos del proceso o
movimiento. Además dentro del cuadro aparecen representadas las otras
dos variables:
Organización-Actores Tipo de Relaciones
La diferencia con estos autores no está en el enfoque “relacional” sino
en la excesiva teorización que ellos hacen de un cuasi-modelo enfocado
“desde fuera”, desde la academia y sin participación de los verdaderos
actores de los procesos. Son mejorables estos enfoques, como tratamos de
demostrar en nuestros trabajos de construcción co-creativa. Está bien que
en la academia se avance en estas direcciones, pero sería más interesante
que estos estudios fueran menos ideológicos (por ejemplo, encubriendo
conceptos no explícitos sobre la democracia) y fueran más metodológicos
al servicio de los propios movimientos, aportándoles talleres que les sirvan
para sus propias estrategias. Tampoco les vendrían mal hacer análisis sobre
los grupos motores (no solo de los partidos), las formas de organización y
comunicación, talleres a cerca de las alianzas potenciales, y también de la
división de los opuestos, por ejemplo, para ser más completos.
2.- Análisis de los tiempos de las movilizaciones a los movimientos.
Una variable no muy considerada son los tiempos necesarios de estos
procesos para analizar sus resultados. Esta es la otra cara de la moneda de
lo que acabo de plantear, de las metodologías hechas sobre la marcha y con
los propios actores sociales Pero es necesario diferenciar entre los distintos
tiempos requeridos para los movimientos y las transformaciones sociales,
incluso cuando estamos realizando talleres para cuestiones muy urgentes, y
desde luego para plantearse estrategias a medio y largo plazo. Hace 20 años
(Villasante, 1996) distinguía entre las “movilizaciones” y lo que son más
“movimientos”, porque no todo lo que se mueve (por importante que sea)
constituye un movimiento social necesariamente. Un movimiento ha de
tener, para que perdure un tiempo significativo, tanto capacidad para la
movilización como capacidad de auto-organización. Y estas suelen ser dos
características contradictorias entre sí. O sea, cuanta más organización se
consolida (¿más burocracia?) suele haber menos capacidad movilizadora, y
cuanta más movilización popular se realiza la organización ha de cambiar y
adaptarse a los nuevos actores.
Sucesos importantes como las manifestaciones y movilizaciones del año
1968 o del año 2011, son síntomas de cambios de épocas. Pero lo que se
puede llamar movimientos sociales tienen duraciones más largas, pues el
conseguir las trasformaciones que se pretenden no es cosa de un año o dos,
sino de períodos prolongados. Wallertein (2008), Castells (2015) y Escobar
(2012) nos van a acompañar en este debate sobre los tiempos para las
trasformaciones sociales. Desde el Congreso de Cartagena de 1997 sobre
Investigación Acción Participativa en donde coincidimos con Wallertein y
Escobar en sus enfoques, los movimientos de los pueblos originarios y los
movimientos anti-sistema han avanzado mucho. Desde las movilizaciones
indignadas, Castells y otros muchos hemos retomado el tema. Se opina, con
razón, que aún es pronto para hacer un análisis serio y riguroso de estas
movilizaciones, pues solo llevamos 5 años.
Wallerstein está de acuerdo en análisis de largo plazo para analizar con
perspectiva histórica los resultados. Por ejemplo afirma que el “período
posterior a 1945, en los tres “mundos”, pone de relieve que en el conjunto
de los países, que representaban por lo menos las tres cuartas partes de la
población mundial, el objetivo principal de los movimientos antisistémicos
del siglo XIX, es decir la toma del poder, había sido efectivamente
alcanzado. La mayoría de las personas veían en estos procesos toda una
serie de grandes éxitos, y la mayoría de los nuevos regímenes nacidos de
ellos, estaban orgullosos de la existencia de esta visión de las mayorías”
(pg 59). Desde la herencia de la revolución francesa y la norteamericana,
distingue entre 3 movimientos antisistema que se focalizaron en conseguir
la toma del poder de sus estados. Es decir, estamos hablando de un siglo,
más o menos, para conseguir sus objetivos.
Los movimientos socialdemócratas consiguieron en los países centrales
el Estado del Bienestar. De otro lado “movimientos comunistas” realizaron
“la socialización de los medios de producción… y también la planificación
central… esto garantizó un nivel más alto de seguridad, sobre todo la
seguridad en el empleo… (y) una industrialización llevada a cabo a un
ritmo relativamente rápido”. En tercer lugar movimientos “nacionalistas”,
pues “la expansión de los movimientos obreros organizados en Europa
entre 1870 y 1914, coincidió con la última gran expansión territorial de
Europa dentro de la historia moderna, inscribiéndose entonces dentro de
ese contexto de la conquista colonial… Los movimientos socialistas
nacieron en los países del centro de la economía-mundo, mientras que los
movimientos nacionalistas lo hicieron en la periferia” (pgs 46 y 47) Pero
después de la segunda guerra mundial los movimientos nacionalistas en
general ya habían conseguido también sus objetivos de toma del poder, y
dejar de ser colonias al menos legalmente.
Aquellos movimientos se centraron en la conquista del estado. “Pero en
1968 este objetivo había sido ya ampliamente conquistado” y los nuevos
movimientos “no luchaban solamente en contra del sistema mundial
existente, en contra de la economía mundo capitalista, sino también en
contra de los “antiguos” movimientos antisistémicos que habían llegado al
poder” (pg 66) “Para resumir, podemos decir que la llegada al poder de los
movimientos antisistémicos después de 1945 , si bien permitió realizar de
entrada reformas importantes, con un fuerte apoyo popular, se tradujo,
conforme iba pasando el tiempo, en una profunda desilusión” (pg65) Esta
opinión de Wallerstein viene a ser corroborada por las movilizaciones más
recientes de este siglo, que dan continuidad a las manifestaciones de esa
desilusión en nuevas generaciones.
Tanto en el 1968 como en el 2011, lo que se manifiesta es un descrédito
en que se haya mejorado sustancialmente el sistema, incluso que ha
empeorado para amplios sectores. La mayoría de la gente a la que le decían
que vivía en el mejor de los mundos posibles, comprueba todo lo contario.
Sobre las últimas movilizaciones masivas: “El 15 de octubre del 2011 una
red global de movimientos de ocupación bajo la bandera de “Unidos por un
cambio global” movilizó a millones de personas en 951 ciudades de 82
países del mundo, reivindicando justicia social y democracia auténtica. En
todos los casos los movimientos ignoraron a las partidos políticos,
desconfiaron de los medios de comunicación, no reconocieron ningún
liderazgo, y rechazaron cualquier organización formal, dependiendo de
internet y de las asambleas locales para el debate colectivo y la toma de
decisiones” (Castells, pg.25)
Pero no es una tarea que se construya solo con movilizaciones de unas
semanas o meses. “La larga marcha de los movimientos antisistémicos ha
sido como una piedra que rueda porque su climax se acumuló con el
tiempo. Y el razonamiento más grande ofrecido por movimiento alguno
para movilizar apoyo fue el éxito de otros movimientos comparables o
razonablemente cercanos en cultura o geografía... Dese esta perspectiva, el
gran debate interno de los movimientos –reforma versus revolución- fue un
falso debate.” (pgs 118) Wallerstein, como Castells, plantea tareas de largo
plazo, y con nuevos retos, que ya no encajan en los debates y en los
horizontes de los “antiguos” movimientos, se sigue y se experimenta desde
el ejemplo de otro tipo de movilización y movimientos, que guardan poca
relación con los que tuvieron relativo éxito en el siglo pasado.
Seguimos los retos que plantea Wallerstein: “Se trata menos de un
“nuevo punto de partida” que de un análisis crítico de las experiencias
pasadas y de las derrotas presentes, para lograr preservar las conquistas ya
alcanzadas dentro del periodo 1850-1950, y para agregarles a ellas una
dosis importante de las nuevas perspectivas derivadas de las experiencias
posteriores a 1945…” (pg 76) Las derrotas de los años 80 y 90, han dado
paso otros tipos de movilizaciones y movimientos, que están respondiendo
a una nueva fase de la economía-mundo, que por sus crisis tiene unos
tiempos concretos. Es una tarea para una generación por lo menos. “Por
encima de todo no es una tarea de días o semanas, ni para siglos. Es una
tarea para los próximos veinticinco, cincuenta años, que deberá ser acotada
con precisión y cuyos resultados serán consecuencia directa de lo que
estemos dispuestos a ofrecer desde ahora.”(Pgs 127)
En nuestro caso estamos ante una generación de 30 a 45 años, que es la
más numerosa y la mejor preparada de las habidas en Europa. Es la
generación protagonista de la indignación y de las “mareas” contra los
abusos del neo-liberalismo. Tanto esta generación como las que le siguen
no tienen la perspectiva de vivir mejor que la generación anterior, por las
crisis económica, ecológica, institucional y de valores que se presentan en
los años venideros. Esta generación vivió la huelga de institutos cuando era
adolescente, manifestaciones contra las guerras y los desastres del vertido
de petróleo, se escandalizó con la corrupción, y por todo esto se están
generando otras propuestas políticas alternativas. Entre nosotros es también
el momento de abordar estos retos de los movimientos, para no cometer
los mismos errores que cometimos la generación anterior.
Por ejemplo, hay que andar con cuidado porque muchos tipos de asambleas,
y por eso debemos avanzar con cuidado. Hay las asambleas informativas donde
solo algunos manejan la información, que son los que suelen hablar en ellas, y la
mayoría asiente o se queja, pero que no se pueden considerar participativas si
cada cual no ha podido construir sus iniciativas o sus deliberaciones. Muchas de
estas asambleas (sobre todo si son masivas) son en realidad ritos emocionales
muy importantes, pero tienen poco de deliberativas o de construcción colectiva
de la acción o el conocimiento. Las asambleas para ser participativas deben
acompañarse de talleres en grupos pequeños, donde todo el mundo pueda opinar
y proponer. Bien puede ser que en el mismo momento nos dividamos en grupos
por temas o zonas, o bien que los grupos ya hayan propuesto y debatido antes. Lo
que parece más claro es que los Reglamentos de Participación no están sirviendo
para casi nada, o solo para justificar a quienes los usan (algunos partidos y
lideres). Pero superar los Reglamentos no es solo hacer asambleas, sino hacer
procesos que incluyan aportaciones de grupos y comisiones y unos plenarios-
asambleas abiertas. ¿Cómo se puede hacer esto por internet? Está aún en
experimentación.
Lo que es nuevo en internet son las actas trasparentes, porque en la labor de
representantes y de los delegados o portavoces siempre aparecen aspectos muy
personales o subjetividades que se mezclan con los contenidos y acaban trayendo
problemas. Ejemplo: problemas de exposición, pues se hacen muy largas y
tediosas las particularidades que cuenta cada portavoz, como problemas de cada
una de las interpretaciones posibles de lo acordado en la asamblea o movimiento
de base. Aunque sean rotativos no se acaba de eliminar este aspecto de
personalismos. Los Partidos, Asociaciones, o los Sindicatos, en las formas
participativas innovadoras quedan en un segundo plano (o desaparecen), frente a
los grupos motores de tareas concretas. Sean grupos de dinamización, grupos
de trabajo con temas sectoriales, o comisiones de actividades, lo cierto es que las
ideologías existentes se dejan en segundo plano (o no se muestran) y se
privilegian las tareas colectivas y concretas. Este parece un avance operativo de
los movimientos y las democracias de base, pues aunque cada cual pueda tener su
ideología o religión, de esta forma ha de ponerla al servicio de la causa común.
Las metodologías de estos procesos son también variadas pero tienen
algunos elementos comunes que las diferencian de las clásicas encuestas o
sondeos consultivos. Buena parte de la población ha de sentirse participe de estos
procesos, y algunos sectores plenamente implicados. Sea con técnicas de
Investigación-Acción-Participativa, de Diagnóstico Rural Participativo,
Planificación Estratégica Situacional, Socio-análisis Institucional, Co-
investigación militante, Dinámica de grupos, Socio-praxis, etc. conseguir la
construcción colectiva de los auto-diagnósticos y las devoluciones creativas es la
mejor forma de ejercer la “inteligencia colectiva”. Hay que señalar los
problemas de cada una de estas metodologías pues todas tienen que depurar
efectos a veces preocupantes, pero son nuevas formas que están desplazando con
ventaja a las formas clásicas de conocimiento, tanto las “cuanti” como las “cuali”
que usan los puramente profesionales. ¿Son experimentables en internet tal como
están ahora? Sin duda hay que readaptarlas, este es un nuevo reto de las ciencias
sociales y de los propios movimientos transformadores.
Ejemplos de problemas: ¿podemos fiarnos de que la gente siempre tiene
razón, sean como sean las asambleas? ¿O hemos de dar paso a unos
procedimientos participativos para evitar un “basismo voluntarista” que a veces
se convierte en manipulador? Si una minoría se empeña en bloquear un consenso
sin variar su argumentación, ni tratar de llegar a acuerdos integradores, o si los
técnicos aprovechan para hacerse los amos del proceso, o si bajo un argumento
“ideológico” se esconden unas influencias no tan confesables, hay que encontrar
procedimientos superadores. ¿Tiene sentido hacer propuestas para el Estado que
aún no hemos probado a escala de asambleas y de coordinación entre
movimientos? Las ciber-democracias primero deberíamos mejorarlas entre los
movimientos, incluso para ser mejores en nuestros tiempos y espacios de
relación. La coordinación de asambleas y las “redes conjuntadas” son temas
pendientes, que por ser muy recientes aún están por resolverse bien.
Aspectos nuevos de estas movilizaciones en el estado español:
1.- INCLUSIVIDAD DE “LOS DE ABAJO” CONTRA “EL 1%”
(Más allá de las “ideologías cerradas”)
2.- DEMOCRACIA DE INICIATIVAS DE BASE (Más allá de los
“representantes electos”)
3.- INTELIGENCIA COLECTIVA Y CREATIVIDAD SOCIAL
(Más con “grupos motores” que con “partidos”)
4.- METODOLOGÍAS DE CUIDADOS Y CONSENSOS (“Vamos
despacio, porque vamos lejos”)
5.- PROLIFERACIÓN DE GRUPOS AUTO-ORGANIZADOS
(Servicios, ecología, economía social, etc.)
6.- COMUNICACIÓN HORIZONTAL Y MARCAS ANÓNIMAS
(Uso “viral” de la telemática y las “auto-convocatorias”)
3.- El comportamiento interno. Trasfondos y proto-movimientos
Partimos en los años 80 de analizar los movimientos sociales en las
principales ciudades de la península, pero luego nos separamos en las
tareas académicas. Manuel Castells se orientó al análisis de las nuevas
tecnologías y de la sociedad-red, con estudios internacionales muy bien
documentados, y desde ahí ha vuelto al análisis de los movimientos a partir
del 15 M y de los indignados. Las ciencias sociales suelen analizar con
datos, y con bastante tiempo posterior a los acontecimientos, las causas de
lo que ha pasado. En ese sentido no sirven para analizar desde dentro lo que
está pasando ahora, en las motivaciones y en las esperanzas que se están
cuajando en los propios movimientos. Con las metodologías de
investigación-acción tratamos de seguir otro camino, preocupados no tanto
por el “dato científico” (siempre relativo) como por las dinámicas de
construcción colaborativa de la realidad (otro tipo de ciencia co-creativa).
Aunque no coincidimos en los análisis que hacía en los años 80, si se
puede coincidir en el resumen que ahora establece Castells: “…en los años
setenta los movimientos ciudadanos en España, y particularmente en
Madrid y Barcelona, fueron los más importantes de Europa y factor
decisivo en la transformación política que superó al franquismo…. Este
movimiento, autónomo aunque con presencia destacada de militantes
políticos, sobre todo comunistas y de extrema izquierda, era la fuerza que
originó las reformas municipales que cambiaron las ciudades españolas en
la primera década de la democracia. Sin embargo los partidos políticos, en
particular socialistas y comunistas, decidieron que en democracia los
movimientos ciudadanos no debían ser contrapeso al poder de los partidos.
De modo que deliberadamente, los liquidaron. Cooptaron a sus principales
líderes como concejales o administradores municipales. Los integraron
como correas de trasmisión del poder municipal mediante juntas de distrito
directamente controlados por concejales. Los subvencionaron
selectivamente mediante clientelismo político, Y los reprimieron cuando
fue necesario…” (Castells, 2015, pg 310)
Precisamente por este proceso histórico, desde mediados los años 80
acompañamos a diversos movimientos ciudadanos para poder analizar
conjuntamente cual eran las “claves internas” de sus procesos. No solo los
datos de la “clase en sí”, o las subjetividades culturales de la “clase para
sí”, o de los bloques o sectores sociales, o del “pueblo” o las “multitudes”,
como grandes agrupaciones de personas y sujetos. Más bien la vida más
cotidiana, las contradicciones internas de los sectores populares, por
ejemplo según los enfoques de N. Elias, H. Lefevbre, E. P. Thompson, P.
Bourdieu, E. Gofmann, J. Scott, etc.
Cuando a finales de los años 80 estudiamos más de veinte barrios de
Madrid y sus movimientos por la vivienda, con características de clase
social semejante y de culturas ideológicas semejantes (Villasante y otros
1989) vimos que los resultados eran muy distintos, sobre todo por las
relaciones internas dentro de cada movimiento. Cuando hicimos este tipo
de enfoque y metodología en 6 metrópolis latinoamericanas (también más
de veinte barrios estudiados), nos volvió a salir que las condiciones de clase
y de ideologías en presencia eran importantes, pero claramente muy
insuficientes para aclarar las causas de los movimientos y sus resultados.
(Villasante, 1994) Por eso nos pusimos a estudiar sus entramados o redes
internas, con un enfoque relacional, tomado de la antropología y del
análisis de redes de la Escuela de Manchester.
“Contrariamente a los presupuestos apriorísticos de Parsons (1988 y
1966:240 ss.) en torno al sistema de valores comunes del “poder
consensual”, los actores más desprovistos y dependientes a menudo
“consienten” a disgusto y por impotencia, pero de ningún modo comparten
los mismos valores…” aunque eso no quita para “que los dominados
interioricen determinadas narrativas justificativas de fuerzas de dominación
e incluso de explotación” (C. Silva, 2012, pg 27) Es decir, las identidades
personales o de los movimientos no se pueden reducir a esencialismos
deterministas, ni de clase social, ni psico-culturales, pues simplemente
tienen varios niveles o ámbitos contrapuestos donde se van auto-
construyendo sobre la marcha, en relación a los espacios o lugares donde se
vive la vida cotidiana.
La hiper-complejidad de la comunicación humana y de la toma de
decisiones no se puede reducir al “presupuesto –también presente en la
visión (neo)liberal, en la teoría de la elección racional o en el modelo de
juegos- de que los actores saben bien, desde el punto de vista táctico y
estratégico, cuáles son sus intereses y como movilizar los recursos para
alcanzar sus objetivos”. Y según este sociólogo portugués también cabe ir
más allá de la “respuesta marxista dominante en la que se trata como “falsa
conciencia” de sujetos alienados, … pues… necesita ella misma de
explicación,… el presupuesto estructural y economicista en el análisis
tradicional marxista en torno de las clases sociales no solo ontologiza la
dimensión estructural-económica, sino que ignora o subestima las
vertientes organizacional-política e interactiva, y menosprecia la dimensión
cultural-normativa en los procesos identitarios. (C. Silva, 2012, 30-1)
El tema de la identidad es complejo: “Las identidades individuales y
colectivas no son entidades fijas e inmutables, sino procesuales, dinámicas
y relacionales, significativas, incorporadas y localizadas en el tiempo y el
espacio… tampoco son por norma, fluidas y liquidas o resultantes de
colores camaleónicos de cada momento al punto de perder de vista que se
arraigan en condiciones objetivas de vida, impregnadas de intereses),
revelando tensiones, y conflictos en torno de recursos y recompensas.” (c.
Silva, pg 32) Por eso nosotros preferimos hablar más de “identificaciones”
que de “identidades”, pues incluso el concepto de “habitus” (P. Bourdieu),
aun suponiendo un avance importante al superar las concepciones
estructuralista e interaccionista, no acaba de entrar en las contradicciones
internas, no entra en los componentes organizativos y relacionales, y en su
construcción desde los entramados de vida cotidiana. Aun apuntando en esa
dirección no ofrece una metodología concreta que ayude a cada
movimiento a realizar su propia estrategia de transformación.
Por eso, para cruzar las variables de 1.- la estructura, 2.- las culturas-
ideologías, 3.- la organización o no, y 4.- las relaciones cotidianas, hemos
seguido los enfoques y las metodologías de los “entramados” de Elias, de la
vida cotidiana de Lefevbre o Thomsom, del “análisis de redes” de la
Escuela de Manchester, de las “resistencias y sobrevivencias” de Scott,
pues además de estas cuatro variables, la materia prima para documentar
cualquier proceso tiene varias capas. Las formas de comunicarse y hablar
entre los sujetos, o sea las “posiciones discursivas”, dependen también de
los escenarios (Goffman), los entramados (Elias), o los lenguajes (Scott).
No es lo mismo contestar una encuesta que hablar en casa con la familia,
no es lo mismo lo que se quiere ocultar que lo que se infla para parecer más
fuerte, etc. Y todo eso puede suceder dentro de una misma identidad o
sujeto, sin aparentes contradicciones. Lo que obviamente dificulta que lo
que se habla o percibe sea fuente real de lo que se siente, piensa, o se hace.
Todos estamos muy acostumbrados a declaraciones muy “ecologistas”
que en la práctica se traducen en estilos de vida muy “consumistas” y hasta
despilfarradores. Scott nos informa de cómo los sujetos y hasta los mismos
movimientos tienen un lenguaje público y otro oculto. Y sin duda hay otro
preconsciente, que ni siquiera se sabe que esta oculto. Lo que en los
trabajos de A. Ortí y de F. Conde (Delgado y Gutiérrez, 1995) se designan
como tres niveles para la construcción discursiva. Hay un lenguaje
cristalizado, que es lo público que pueden recoger las encuestas y que se
suele traducir en datos. Hay otros lenguajes en construcción, aun
balbucientes, que solo se manejan en círculos reservados, y que puede que
coincidan más con los ocultos o semi-ocultos, y hay desde luego los
lenguajes de los que no somos conscientes. No es que estemos alienados o
que estemos esquizofrénicos, no es un problema psicológico del sujeto o
del movimiento. Es un problema derivado de la sociedad, que es la que esta
alienada, esquizofrénica, etc. (Deleuze, Gattari, etc.) Las situaciones de
“doble vinculo” (Bateson) son una constante que encontramos en todos
nuestros trabajos con la gente de los barrios o de las cooperativas. La
“disonancia cognitiva” es también un fenómenos frecuente, pero más por
no saber preguntar e investigar los profesionales toda la complejidad que
oculta que porque la gente no sepa lo que quiere.
La estructura patriarcal de la sociedad nos conforma, no solo en
varones y mujeres, sino sobre todo en las identidades que hemos de
construir para tener poder y sobrevivir. La educación de la infancia y la
adolescencia son puros “ritos de paso” para los sujetos, que hemos de ir
demostrando que somos varones o mujeres, que somos dominantes o
dominados, que somos creíbles o mentirosos, que somos valientes o
cobardes, que somos … Pero en realidad no somos lo uno u lo otro, sino las
dos cosas a la vez. En realidad no somos (no es una cuestión de haya que
tener una identidad frente a la otra), sino que “estamos”. En castellano
podemos separar el verbo “ser” del “estar”, y en este caso es una gran
ventaja. Porque solemos estar en situaciones (más o menos paradójicas) y
es mucho más complejo afirmar que es lo que somos en realidad, tanto los
sujetos como los movimientos. Aún recuerdo cuando en los años 90 desde
el movimiento “okupa” se negaban a que los estudiosos del mismo les
encasillasen en un tipo de movimiento u otro.
Claro que en el fondo quedan los conflictos no resueltos, la pluralidad de
posiciones posibles no exploradas. Puede aparecer a veces la “resiliencia”
desde los fondos ocultos, aunque no siempre afloran. Por debajo de las
movilizaciones están los proto-movimientos (Villasante, 2014, pg 130), es
decir todo lo que se está cociendo en los lenguajes ocultos, en las
emociones balbucientes, en construcción. La prensa y los analistas sociales
se quedan siempre impresionados por los fenómenos “espontáneos”, pues
hasta que no los tienen delante no los escuchan ni los ven. Y cuando los
ven tratan de encajarlos en sus esquema previos, en las leyes sociales
heredadas de lo conocido y cristalizado, sin darse cuenta que estos procesos
suelen emerger unas nuevas formas que desbordan los dilemas
precedentes. Por eso es muy interesante conocer los proto-movimientos y la
generación de las nuevas emergencias y resiliencias que van apareciendo.
Es posible que al quedarse en los dilemas y si no se encuentran otras
motivaciones y causas, el fenómeno no consiga desbloquear la situación.
Por ejemplo, si la emergencia de las movilizaciones del 1968 o del 2011, a
pesar de ser críticas con los partidos y las formas tradicionales de organizar
el poder, no salen de esos dilemas y los vuelven a reproducir, sin apenas
añadidos.
Siguiendo a J. Ibáñez (1994) y a J. Galtung (2004) conviene escuchar a
los entramados de las personas y a los movimientos para ir más allá de los
dilemas evidentes, y tratar de construir “tetralemas” o “pentalemas”, que
saquen a flote las posiciones ocultas, y que ofrezcan una mejor resolución
de conflictos que vayan al fondo de los movimientos y no se queden en las
posiciones cristalizadas. Por ejemplo, en las movilizaciones del 68 y del 11
aparecen dilemas con el sistema en su conjunto, pero también dilemas con
asuntos particulares (vivienda, corrupción, etc.) Señalar que los más “anti-
sistema” son los banqueros especuladores y los gobiernos que los apoyan,
es situar las contradicciones en su campo. Señalar que la crisis es una
“estafa” pues hay quienes están obteniendo beneficios cuantiosos es
provocar con las diferencias que hay dentro de los sectores conservadores
del sistema. Se pueden analizar todas las contradicciones pero algunas
aíslan a los que son los principales detentadores del poder, y en ese sentido
propician que los demás puedan encontrar movilizaciones comunes.
Escuchar no solo las identidades dominantes sino las contradicciones
internas, pues son las que nos abren a posibles alianzas. Tanto a posibles
denuncias y aislamientos de los poderes más negativo, como a encontrar
puntos de acuerdo entre movimientos más parciales. Si sabemos cuáles son
los puntos de discrepancias que están sobre la mesa, y cuáles son los puntos
de confluencia con los diferentes, pero que nos enfrentan a los mismos
opuestos, entonces es más fácil organizar las resistencias y tal vez algunas
alternativa. El objetivo de los movimientos no es ser y definir una
identidad, cómo aparecer en una clasificación de la historia, sino “estar” o
sea examinar en cada situación concreta en la que se está para poder tomar
decisiones de alianzas (en que estamos de acuerdo con otros movimientos
con algunos puntos comunes, y diferencias) y descubrir las contradicciones
de los más opuestos (para dividirlos y mostrar sus incoherencias).
Desde luego hay ideologías en juego en las que nos hemos formado de
forma más o menos consciente. Pero estos principios básicos nos suelen
jugar malas pasadas estratégicas si pretendemos deducir de ellos todo lo
que ha de hacer un movimiento. Una cosa es partir de conocer y saber en
qué ideologías nos hemos formado y nos convencen más, y otra es saber
estar en una toma de decisiones conjunta con otros movimientos cuyos
dirigentes parten de otras ideologías y puntos de reivindicación. No ser
conscientes de las ideologías de origen, pues todos las tenemos, es tanto
como engañarnos a nosotros mismos. Y este auto-engaño es lo peor que
nos puede pasar para hacer análisis de donde estamos. Por eso lo primero
es una auto-reflexión sobre los prejuicios y las ideologías con las que cada
cual partimos. Y esta ya es una tarea metodológica para examinar desde
donde ponemos nuestro enfoque de los movimientos, Por ejemplo, desde
que concepciones de la democracia estamos orientando el análisis.
¿Para qué y para quién estamos haciendo el análisis o la estrategia?
¿Para situar en la historia o en una clasificación a tal o cual movimiento?
¿Para entender y explicar las causas y/o para construir unas estrategias por
donde avanzar en cada momento? Las ideologías están de fondo y no hay
otra posibilidad, pero las metodologías deben reenfocar la forma en que
podemos abordar cada situación. Partiendo de las contradicciones internas
de cada movimiento o promotores de un proceso, luego viendo el mapeo de
relaciones donde estamos (quienes son cercanos a la propuesta pero con
algunos matices diferentes, quienes indiferentes, o los opuestos y sus
contradicciones internas). Con un mapa de los condicionantes y de las
posiciones discursivas, podemos tratar de escuchar las posiciones de cada
uno de los nudos principales, para saber sus puntos de confluencia y sus
contradicciones y divergencias. En todas esas posiciones hay dilemas más
dominantes (lo social o lo nacional, reforma o ruptura, etc.) y otras
posiciones más complejas que pueden emerger. Con estas metodologías se
pueden construir para cada situación un saber estar, construcciones de tipo
colaborativo, estrategias operativas para la transformación social.
Las metodologías, si son participativas y colaborativas mejor, sirven así
para concretar las ideologías, más allá de los estrechos cauces de los que
suelen partir. Un momento importante suele ser la realización de talleres de
“creatividad social” con grupos amplios de participantes. Se trata de
validar lo que se haya avanzado, se trata de profundizar más allá de los
dilemas que nos paralizan, se trata de priorizarlas líneas de acuerdo por
donde avanzar co-creatiamente hasta donde se pueda. Si el dilema es
partidos sí o no en el movimiento, podemos quedarnos paralizados entre
esas dos posiciones, o podemos encontrar que los partidos pueden tener su
espacio propio (por ejemplo en lo electoral), mientras los movimientos se
centran en las transformaciones de fondo (más unitarias por ejemplo). La
cuestión seguramente no es si hay partidos no (pues siempre puede haber
gente que quiera estar en ellos) sino quién define para que sirven y donde
deben estar en un proceso democrático transformador.
4.- Legitimidad de los tamaños de participantes
Pero realmente ¿quién participa, y en dónde reside su legitimidad para
constituir un movimiento o para tomar decisiones? ¿Es lógico pensar que
va a participar todo el pueblo, toda la gente, como a veces se reclama?
¿Cuándo se dice que “estaba todo el mundo” a que se suele referir esta
expresión? ¿Cuándo se proclama “somos el 99%” que sentido se le puede
conceder en realidad? ¿Qué relación hay entre los datos cuantitativos y los
aspectos cualitativos de las relaciones y comunicaciones que se suelen
establecer dentro de los movimientos y con la población en general?
David Graeber, cita a Joseph E. Stiglitz como el origen de la expresión
de que el 1% son quienes tienen realmente el poder, y por extensión se le
ocurrió proponer en un correo electrónico la expresión “¿Qué os parece el
“movimiento del 99%... Así que si los dos partidos representan al 1% de,
nosotros representamos el 99% cuyas vidas han quedado básicamente fuera
de la ecuación”. Stiglitz decía: “la riqueza engendra poder, y este engendra
más riqueza… Lo personal y lo político están hoy por hoy en perfecta
alineación. Prácticamente todos los senadores de Estados unidos y la
mayoría de los representantes de la Cámara son miembros del 1% de arriba
cuando llegan, se mantienen en el cargo gracias al dinero del 1% de arriba,
y saben que si sirven bien al 1 % de arriba, serán recompensados por ese
1% cuando abandonen el cargo”. (D. Graeber, 2014, pg 53)
Apropiarse de la representación del 99% es una buena idea-fuerza para
los movimientos de base, para señalar a los de arriba frente a todos los de
abajo, pero estos movimientos tienen muchos matices y entramados de
conexiones variables internas, como hemos venido señalando. O dicho de
otra manera, que dentro del 100% de la sociedad hay muchos subconjuntos
que son los que realmente la mueven. Las clases sociales fueron
caracterizadas como una clasificación útil para entender los movimientos
sociales, pero ya hemos visto que no parece suficiente. Un análisis de la
vida cotidiana nos suele llevar a considerar “entramados” más cercanos a
las personas y a las organizaciones activas. Desde luego la base son los
entramados familiares, los del trabajo, los de la residencia, y los dedicados
a actividades culturales o de ocio. Pero todos estos entramados pre-
políticos o proto-movimientos como los hemos llamado en otras partes,
tienen formas de conexión entre sí, que son de vital importancia conocerlas
bien para el funcionamiento de cualquier movimiento social.
Tiene un principio de razón Wallerstein cuando nos recuerda, desde sus
estudios históricos, que todos los movimientos nacieron de un grupo
intelectual mezclado con grupos de otras extracciones sociales. Pero ante
todo añade “aquellos que triunfaron lo hicieron porque fueron capaces,
gracias a largas campañas de organización y educación, de asegurar para sí
mismos amplias bases populares constituidas en círculos concéntricos de
militantes, simpatizantes, y gente que los sostenía pasivamente. Cuando el
círculo de estas personas que eran el apoyo pasivo del movimiento creció
lo suficiente para que los militantes operaran, según la frase de Mao Tse
Tung, “como peces en el agua”, esos movimientos se convirtieron en
serios contendientes por el poder político” Wallerstein (pg 85).
Veamos que aun en la actualidad las formas de comunicación para la
participación en los movimientos sigue siendo muy parecidas, es decir en
círculos más o menos concéntricos. Los núcleos militantes no suelen ni
llegar al 1 o 2 %, por lo que los podemos comparar con ese otro 1% que se
dice que dirige la economía y los poderes políticos incluso, pero de signo
opuesto en sus posiciones extremas. Los simpatizantes pueden alcanzar
hasta un cuarto de la población total (le gente que puede acudir a unas
manifestaciones, campos de futbol para grandes actos, o votaciones en
algunos casos), pero aún queda otro círculo de “apoyos pasivos” que es el
verdadero dispositivo que indica la correlación de fuerzas.
Legitimidad cuantitativa y cualitativa
En la actualidad la TV y los sistemas multimedia se saltan varias de
estas conexiones, llegando directamente a los comentarios entre los
“sectores pasivos” (sobre un 60 a 70 % de la población), que a su vez
retrasmiten lo escuchado, con sus conversaciones de vida cotidiana, para
que acabe por alcanzar al 100% de la audiencia. Pero donde se crea opinión
realmente es entre las conversaciones del 20 o 30 % de simpatizantes de las
diversas tendencias en disputa y ese 60 o 70 % de retransmisores más
pasivos, que luego lo acaban de extender al resto. Por eso en los
movimientos parece clave conocer bien como es el salto comunicativo del
1-2% militante hacia ese 20-30% simpatizante, y desde estos hacia ese 60-
70% retransmisores. Si la TV o los sistemas telemáticos llegan más
directamente a los sectores pasivos o retransmisores, pueden movilizar
opiniones y conductas, pero no tanto ser capaces de auto-organizar
movimientos. Pueden encumbrar por ejemplo a un líder o poner en la
agenda una idea-fuerza, pero lo que llamamos movimientos son más que
las movilizaciones o las votaciones de unas elecciones.
Pongamos el ejemplo de una población de unas 30.000 personas, para
hacernos a la idea de cómo funcionan estas conexiones. Son poblaciones
con las que solemos trabajar en la red de metodologías participativas. Por
ejemplo un barrio, o agrupación de vecindarios, en una gran ciudad, una
pequeña ciudad, o una comarca rural. Mega-urbes que tienen millones de
habitantes, o cientos de miles suelen tener sistemas descentralizados para
poder hacer planificación de los servicios básicos (salud, enseñanza, etc.) y
por eso estas dimensiones son lo suficientemente grandes para tener ese
tipo de equipamientos que sirven a varias vecindades, y suficientemente
pequeñas para que las podamos comprender en su vida cotidiana. En este
tamaño una asamblea de 300 personas suele considerarse un éxito por su
grado de asistencia. La gente saldrá diciendo que “estaba todo el mundo” y
eso le da legitimidad ante la población. Pero en realidad estaba el 1% de la
población total. Esta aparente paradoja tiene explicación.
Si se llenara un campo de futbol con 3.000 personas, o tal vez en alguna
manifestación salieran ese número de personas (ahora el 10%), diríamos
que la participación fue masiva. Pero con ese número de personas poco más
se podrá hacer que gritar a favor o en contra de alguna idea, de algún líder,
o por el equipo deportivo que toque. No parece que sea el formato
adecuado para un debate razonado u para la construcción colectiva de algún
consenso. Será más fácil llegar a acuerdos entre los diferentes tipos de
entramados de la localidad en talleres de unas 30 personas. Aunque en este
caso son tan pocas que pueden ser todas tan amigas entre sí, que no reflejen
la diversidad de posiciones que hay en la localidad. Y por lo mismo pierden
la legitimidad de haber contado con todo el mundo. Es decir, la legitimidad
de contar con todo el mundo no parece que tenga que ver con el número
masivo de asistentes, sino con la forma de construir análisis o acuerdos
entre los presentes.
Para que se den incluso reuniones o asambleas de 300 personas en una
población de 30.000 habitantes, tiene que haber circulado antes alguna
noticia o rumor que le interese a la mayoría. Por nuestra experiencia ya se
sabe que no basta que haya muchos carteles o medios de comunicación, o
que el tema sea importante en sí (desempleo, vivienda, etc.) sino que sea
creíble para los sectores que lo comentan en los bares, mercados, a la
puerta de colegio, etc. Aunque luego no vayan a la reunión o asamblea se
tiene que haber comentado (a favor o en contra) por ese 20-30 %, que son
los que crean opinión como simpatizantes o no. En una población de ese
tamaño hay posiciones muy distintas sobre cualquier tema que se plantee,
pero es precisamente esa diferencia lo que enriquece el debate y lo hace
creíble. Y también que no se vea manipulado el debate por algún partido o
religión no tendencia exclusivista o sectaria.
Lo más importante de estos procesos no es lo que suele pasar en esas
reuniones o asambleas, sino lo que se comenta después, de nuevo entre los
20-30% que comentan los resultados y así se corre la voz. Si solo se
comenta que hablo este y aquel, que parece que llegaron a un acuerdo, pero
que ya lo veremos, porque hay otros intereses de fondo; o que no estaban
los que tienen otros intereses y lo van a boicotear; o que solo se habló y se
habló pero no se llegó a un consenso claro,… para la siguiente reunión ira
la mitad de la gente, y así se acabará la movilización. Pero si los
comentarios de los que han acudido a la reunión y sus simpatizantes son
sobre una asamblea realmente participativa, con resultados operativos y
claros, donde la gente se sintió protagonista y con ánimos, entonces es el
movimiento quien tiene posibilidades de auto-organizarse. Tanto los que
participan más asiduamente (hasta un 1%) como los simpatizantes (20 a
30%) que no acuden a reuniones, han de saber las bases de su legitimidad y
poder comentarlas a la parte más pasiva-retransmisora (60-70%)
En las movilizaciones del 15M-indignados se calcula que hubo más de 2
millones de personas participando en algún momento de 2011. Es decir,
dependiendo de lo que se entienda por participación, que participó sobre un
5% de la población total. Lo cual no es mucho estadísticamente, pero es
muchísimo en términos de “entramados o redes sociales” que se han
movilizado. De hecho diversas encuestas realizadas en junio de 2011 nos
daban como resultados una “simpatía”, “razón” o “acuerdo” mayoritarios
entre la población, entre un 66%, y un 88%. ¿Cómo se pudo llegar a esa tan
amplia difusión y resultados de apoyo? Sin duda porque los medios que no
habían cubierto la convocatoria, se vieron sorprendidos, incluso porque no
había líderes o portavoces oficiales, y tuvieron que retransmitir
directamente las opiniones de la gente común directamente, tanto sus
sloganes ingeniosos y creativos, como las opiniones de algunos anónimos
manifestantes.
Para comunicarse en este tipo de movilizaciones y movimientos entre el
1-5% de los activistas y el 60-80 % de los receptivos, hace falta que esté
activo el comentario de un 20-30% de la población. Estos entramados que
se identifican con el sentido común creado y que lo recrean en sus propios
códigos de expresiones populares, más locales y coloquiales. No fue tanto
la fuerza de internet sino la conexión con el sentido común que circulaba
por las “redes o entramados conjuntados”. Por ejemplo como comenta
Castells de Javier Toret, uno de los promotores del 15 M y de una visión
tecno-política: “Sin embargo un medio tan poderoso y participativo como
las redes sociales de internet no es el mensaje. El mensaje construye el
medio. Como sostiene Toret, el mensaje se hizo viral porque coincidía con
la experiencia personal de la gente”. (pg 132) Experiencia que se comenta
cotidianamente en los proto-movimientos, en las conversaciones de ese 20-
30 % de la población, que no son militantes, pero que crean la opinión de
simpatía o antipatía hacia cada proceso.
Son sintomáticos también otros comentarios de las encuestas de junio de
2011, para ser comparadas con la realidad actual. Según Metroscopia entre
un 53 y 57 % desconfiaban claramente de que las movilizaciones pudieran
tener continuidad y que la gente se olvidaría en poco tiempo de ellas, y
también que no serviría para mejorar la situación. Estos aspectos pesimistas
de las movilizaciones también estaban en sus inicios, al menos en la mitad
de la población, lo que nos habla de las contradicciones y desconfianzas de
la gente. Incluso con lo que se está muy de acuerdo, pues solo entre el 12 y
21% de la población manifestaba rechazo a las movilizaciones. Se trata de
un apoyo por dignidad, por coherencia, pero desencantado de la política y
de los banqueros, de que sea escuchado o se traduzca en alguna fórmula
política viable. Entre el 68-69% no ven que se vaya a integrar en un partido
ya existente o nuevo lo que se está manifestando en las plazas y las calles.
Será años más tarde, cuando la auto-organización de las movilizaciones
ya haya pasado por las mareas, solo permanezcan las grandes marchas “por
la dignidad” y ningún partido sea capaz de recoger los estímulos que se han
construido desde abajo, cuando algún partido y agrupaciones de tipo
municipalista traten de recoger estas herencias. Pero los sistemas de
comunicación y construcción colectiva recreados entre los indignados ya
apuntaban más lejos que estas salidas de incorporarse a la dinámica de las
instituciones. Esperando que la entrada en las instituciones políticas sea un
avance en las formas democratizadoras, la reflexión sobre cómo es la
comunicación y la auto-organización de los movimientos nos debe llevar
más lejos, a cuestiones de mayor profundidad que quedaron planteadas
desde estas movilizaciones y una repercusión tan apoyada por la mayoría
de la sociedad.
5.- Elementos de los Conjuntos de Acción y los Grupos Motores.
De la comparación de estos porcentajes de activistas, de simpatizantes, y
de solo reproductores pasivos de la opinión pública, podemos deducir las
legitimaciones de las asambleas y de los movimientos. No es el número de
personas que acuden a las reuniones, o su representatividad por algún tipo
de elecciones, sino la capacidad de debatir desde la diversidad de las
opiniones de sentido común popular, de llegar a acuerdos con un cierto
consenso mayoritario, y de poder dar algún tipo de continuidad operativa a
lo que se haya acordado.
1.- La diversidad y pluralidad puede ser previa a las reuniones o que
se manifieste en la presencia y debates de las propias reuniones. Por
ejemplo, que haya presencia de las distintas edades, géneros, clases
sociales, culturas, de una localidad o sector de actividad. Una reunión de 30
personas puede ser más diversa que una de 300, y en ese sentido que la
gente pueda decir que “estaba todo el mundo”. Pero en una reunión de 300
personas casi es seguro que suelen estar la gran mayoría de las posturas
posibles, para que se pueda debatir un tema. Otra cosa es como se puede
hacer para que se puedan repartir en grupos más pequeños donde mucha
más gente pueda opinar y pasar de una “asamblea informativa o
emocional” a lo que puede ser una “asamblea participativa”, donde
previamente ya se han recogido las diversas posturas. Si se han recogido
posturas previas diversas desde una cierta “muestra” o un “mapeo de
actores”, y en la propia asamblea se pueden distribuir grupos que analicen
los diversos aspectos, es más fácil que se pueda llegar a consensos
operativos.
2.- Es posible construir consensos básicos desde de pequeños grupos
anti-sectarios que dan una enorme legitimidad a los procesos. Y cuanto
mayor sea el número de los presentes menor es la posibilidad de que todo
el mundo se exprese con tranquilidad, por lo que habitualmente se ha
recurrido a algunos que nos representen. Pero este sistema representativo,
tarde o temprano, aunque sea en los movimientos, acaba también en que las
bases no se sienten representadas por sus electo, ya que estos acaban
encerrados en los intereses que ven más cerca. En los grupos pequeños,
antes de que se hagan las asambleas, o durante estas, toda la gente puede
hablar con más libertad, y se puede debatir desde el sentido común. Lo que
se trata de evitar es que las reuniones se monopolicen por los que siempre
quieren tener razón, los que con sus proclamas ideológicas nos quieren
educar en sus principios. Incluso a veces se ha optado por hacer sorteos
para que se pueda evitar las manipulaciones de los dirigentes, pero
actualmente hay bastantes metodologías que solucionan este tipo de
problemas.
3.- La construcción colaborativa mediante ciertos consensos básicos,
que no descansen en enfrentamientos por el poder, es una legitimación de
estos procesos más interesante que las votaciones entre electos de las
diferentes fracciones en presencia. Por lo tanto la metodología para hacer
estos acuerdos es también más importante que el número de personas que
acudan a una reunión. En general no se trata de elegir primero a los que
nos representan y que ellos se pongan de acuerdo luego, sino que se trata de
ponernos de acuerdo primero en cuales son los temas principales
pendientes, cuáles son sus causas, y cuales los caminos que podríamos
tomar en adelante. Y solo después pasaríamos a ver cómo se hace, y quién
es el más indicado para cada cosa. En las metodologías colaborativas se
puede partir de sondeos previos, dar tiempos a las partes para reformular
los “dilemas” en nuevos “multilemas” y soluciones superadoras. De forma
que no se dividan los movimientos en mayorías y minorías por un escaso
margen, sino que se puedan sustentar los acuerdos en algunas posiciones
comunes, de una 70-80 % de los presentes al menos. La urgencia se valora
menos que la construcción colaborativa.
4.- La legitimidad viene también de lo abierto y transparente que sea
el proceso. El papel de los liderazgos entonces está controlado para que no
puedan manejar a escondidas o por detrás las tomas de decisiones, y para
evitar las competencias por el poder que suele darse. No es tanto tratar de
que no haya liderazgos, lo cual se ve como muy difícil, sino que se puedan
reconducir para que sean más colaborativos y no competitivos. Por eso
primero se trata de llegar a los acuerdos básicos y solo luego es cuando se
ve quién es la persona o grupo que podría aplicarlos mejor. De tal manera
que se recoja el “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su
necesidad”. Por lo tanto el principio de rotatividad en los puestos y que las
tareas se puedan hacer grupalmente pasan a ser elementos muy importantes
para evitar dedicaciones “profesionales” de los delegados en las tareas. En
los tiempos de internet y los medios telemáticos hay muchas maneras de
que las informaciones fluyan rápido y cualquiera las pueda ver y comentar,
y que cualquiera (no solo los militantes enterados) puedan ir a ejercer
funciones determinadas por un tiempo.
5.- La parte emocional de la gente del común debe estar presente en las
asambleas en los movimientos, pues también deben contar con esos
apoyos exteriores a los asistentes a las reuniones. No se trata de acuerdos
racionalmente calculados tan solo, sino emotivamente respaldados por
buena parte de la población. Como hemos argumentado, para que se junten
algunas decenas o cientos de personas debe haber previamente unas
emociones compartidas y comentarios al menos por un 20-30 % de los
simpatizantes del tema. Aunque no sean la mayoría, tampoco los son los
20-30 % de votantes de un partido que gobierna. Pero aquí hay una
diferencia, y es que no están peleando por tener el poder, sino por alguna
construcción colaborativa del común más allá de intereses particulares. Y
eso es lo que puede recoger los comentarios y emociones entre el 20-30%
y los 60-70% más pasivos–retransmisores.
6.- La auto-organización para dar continuidad a un proceso es también
una forma de consolidar la legitimidad de estas formas no representativas.
Se trata de que se hagan las cosas y de dar resultados, y para eso hay que
organizar el seguimiento y la concreción de lo que se haya planteado. Por
eso aparecen grupos y comisiones de seguimiento, que pueden y tal vez
deben ser específicas para cada tarea, para repartir las responsabilidades y
que se distribuya el poder entre las personas interesadas. Hasta que no se
acaba de realizar la tarea, aun cuando le corresponda a funcionarios el que
se lleve a cabo, es importante que desde los movimientos haya quién haga
el seguimiento y de cuenta de cómo se va resolviendo el proceso. Si no es
así, se pueden quedar las movilizaciones en flor de un día y no sacar
consecuencias organizativas para que el movimiento se pueda considerar
como tal. Reflexionar sobre el propio movimiento y aprender las propias
virtudes y defectos, para corregirlos, es una prueba también de que son
muy posibles unas formas democráticas no solo elitistas, y mejorables. De
esta forma estamos dando más legitimidad a unas formas “desde abajo”,
desde la diversidad, la construcción colaborativa, y la auto-organización,
que desde el número de personas que se juntan en un momento.
La democracia representativa presupone unos movimientos y actores
socio-políticos cuyos intereses se dan previamente, claros y racionales,
desde antes de ponerse a deliberar. Por eso se centran en contar cuantos
intereses hay de cada lado. “la mayoría de los teóricos de la democracia
liberal -desde Jean Jaques Rousseau hasta John Rawls- conceden a esa
esfera de la deliberación un alcance increíblemente limitado, dado que dan
por sentada la existencia de una serie de actores políticos (votantes,
políticos, grupos de interés) que ya saben lo que quieren antes de aparecer
en la arena política. Más que utilizar la esfera política para decidir cómo
equilibrar los valores en conflicto, o idear en sus mentes el mejor desarrollo
de los acontecimientos, tales actores políticos, si piensan en algo, es en el
mejor medio para alcanzar sus intereses existentes” (Graeber, 2014, pg
200). En los movimientos sociales ya están las lógicas que luego veremos
operar en las democracias que resulten de sus conquistas históricas.
Los movimientos no solo se legitiman por el número de participantes y
por lo racional de sus programas, a partir de la racionalidad previa de los
“más enterados”, sino también y sobre todo la construcción colaborativa,
desde la diversidad de las bases y con el seguimiento operativo de lo que se
acuerda. Así se puede llegar, con metodologías participativas, a tratar
graves problemas como cuando hay alguna catástrofe natural y toda la
población del lugar se auto-organiza para resolver los problemas más
urgentes. Esto suele pasar en cualquier parte del mundo, en donde vemos
que cuando llegan las instituciones, ya la población ha colaborado para
paliar los primeros efectos negativos. Todas las personas y comunidades
somos contradictorias, pero nos sale lo mejor que tenemos cuando vemos
que es necesario sobrevivir colectivamente a una catástrofe. Esos fondos de
solidaridad y de construcción colectiva son los proto-movimientos de
donde surge la colaboración, no tanto por cálculos racionales de los que
puedan ser intereses particulares como por la racionalidad de que vivimos
en un mismo barco.
No es lo mismo un proceso de consenso que una votación del 100% (o
de los dos tercios) de una asamblea, por ejemplo. Cuando le preguntan a
David Graeber si un plan que aprueban un 66 o el 75 % de los asistentes,
porqué se llama consenso cuando se podría llamar mayoría cualificada, el
responde: “En realidad, no es lo mismo. Lo crucial en un consenso es el
proceso de síntesis, la reformulación de propuestas hasta que el mayor
porcentaje de participantes están conformes y el menor porcentaje están en
desacuerdo… Al recurrir a una votación de dos tercios, al recurrir de
inmediato a la votación, la dinámica es distinta ya que nunca existirá la
presuposición de que las perspectivas de todos tienen el mismo valor.
Cualquier persona cuya opinión parezca representar menos de un tercio de
los asistentes será ignorada” (pg 223) Son los procesos de “creatividad
social” como los llamamos en las metodologías participativas que usamos
los marcan la diferencia, no tanto por la mayor o menos racionalidad que se
supone que se ha construido, sino por el apoyo al proceso de toma de
decisiones, en que todas las partes pueden aportar.
Desde la experiencia de Ocuppy Wall Street lo que nos cuenta Graeber
es que lo más importante para un movimiento social es hacer emerger un
proceso de síntesis creativa: “Cuando se funciona por consenso, el grupo
no vota, sino que trabaja para crear un compromiso o, mejor una síntesis
creativa que todo el mundo pueda aceptar” (pg 65) y cuenta como ante un
dilema con dos alternativas se hicieron propuestas superadoras en una
asamblea de N. York, por ejemplo. Para que estas movilizaciones puedan
practicar estas metodologías es fundamental que puedan contar con los
“espacios liberados” que estén a su alcance. Y de esta forma irán pasando a
constituirse como movimientos auto-organizados. En las movilizaciones
primero y en los movimientos después se van consolidando las prácticas
que más tarde veremos en los procesos instituyentes y en la construcción de
nuevas institucionalidades. Por eso es tan importante que analicemos los
movimientos desde los proto-movimientos y desde las movilizaciones, y
desde sus metodologías internas, tanto de comunicación como de toma de
decisiones, pues estas cuestiones formales no son solo cuestiones de forma,
sino lo que serán las democracias instituidas en el futuro.
Por todo esto vamos a pasar a los debates sobre las motivaciones de los
grupos motores para la participación social, sacadas del estudio de los
movimientos que venimos haciendo desde hace años y en particular de un
estudio en los años 2012-14 en Ecuador, con redes y grupos de
agroecología, asociaciones para el reciclaje urbano, y comunidades con
presupuestos participativos (Astudillo, 2014).
1.- Una primera consideración pasa por partir de que los movimientos y
sus grupos motores solo están dispuestos a dar su tiempo voluntario para
asuntos tangibles y concretos. Muy poca gente va a estar en un grupo de
un movimiento por una ideología concreta. En general, la gente más bien
no parece estar dispuesta a reunirse para “perder el tiempo” (como se suele
decir), por ejemplo en debates teóricos, que no se vea que traen un
provecho directo para su vida cotidiana. No se trata tan solo de recursos
económicos, sino de cualquier tipo de metas a conseguir, que se puedan
traducir en calidad de vida para sus familias o la gente del trabajo o el
vecindario. Hay diferencia entre quienes están motivados a participar en un
grupo preparador de las acciones, un grupo motor, y quienes solo van a ir a
las acciones concretas. Pero con distintas intensidades, la participación
suele basarse en motivaciones concretas, que por ellas mismas tiene ya un
buen resultado a corto o medio plazo, aparte de los efectos a largo plazo
que se puedan conseguir.
2.- Se ha de crear un buen ambiente dentro del grupo y de este con
otros grupos con los que ser activos en los movimientos. Las relaciones
conflictivas y las reuniones pesadas van en contra de que el movimiento se
pueda ir consolidando, pues lo que más desarticula movilizaciones y
movimientos es un ambiente de conflictividad interna. Las disputas entre
liderazgos que compiten entre sí, por ejemplo, acaban por hacer que se
fracase en lo concreto de una movilización y además hace insoportable la
lucha por la causa más general, por muy buena que esta sea. Por estas
causas se suele enfocar la atención a las metodologías de consensos y a las
formas de participar, porque no son cuestiones solo formales. Afectan
fundamentalmente al estilo de hacer las cosas, al ambiente que se crea en
las reuniones o en las actividades, a lo que la gente que se acerca percibe,
no tanto en los discursos o reivindicaciones, sino en si se lo están pasando
bien, aun con esfuerzos, o si es un sacrificio que en sí mismo solo trae un
sinsabor y poco más. Siempre hay un balance entre lo que “vale la pena”,
es decir, hay un esfuerzo pero uno sale con satisfacción de lo hecho, y lo
que “no vale la pena”, que suele identificarse con exigencias y esfuerzos
desproporcionados para lo que se quiere conseguir.
3.- Aprender con las motivaciones prácticas de otras situaciones, como
las experiencias de otros movimientos que consiguieron algunas de sus
objetivos, son mucho más interesantes para los grupos que los debates de
principios teóricos. La parte de la teoría está bien para formularse algunas
preguntas a resolver, pero no para repetir su receta. Las motivaciones no
son principalmente teóricas sino emocionales, y sobre estas emociones se
pueden establecer razonamientos estratégicos. No es que todo se base en
copiar a otros movimientos, y tampoco se trata de dar ejemplo a los otros
movimientos sobre cómo se puede hacer. Pero las experiencias vivenciales
dan muchas motivaciones para la participación: “pues si allí lo han podido
hacer nosotros no vamos a ser menos”. Y realmente casi nunca se copia, y
de hecho se van estableciendo variaciones según las circunstancias. Pues
sobre lo que es concreto se puede discutir y modificar con las condiciones
de cada caso. De esta forma los grupos pueden construir con sus vivencias
más que con las razones teóricas de otros, y sentirse protagonistas de lo que
quieran aportar al proceso.
4.- Una gran motivación es la legitimidad de la tarea, por ejemplo, una
causa social que represente a la totalidad de la población como la del 99%
frente al 1%. Por lo tanto los grupos motores de un movimiento social han
de conectar con las aspiraciones de dignidad socialmente reconocidas. Por
ejemplo, hacer actividades para defender la salud, o protestas para no ser
burlados por los poderes, o para conseguir algunas mejoras en la calidad de
la vida cotidiana de la mayoría de la población, etc. No se trata tanto de
hacer algo por la caridad hacia los más necesitados, por compadecerse por
otras personas, pues eso marca unas diferencias internas entre los que se
sienten superiores y los que reciben la ayuda, y las motivaciones entonces
difieren, y pueden durar poco o crear ambientes de conflictos latentes. Se
trata de luchar por conseguir que pueda haber dignidad y reconocimiento
para todas las partes, en donde cada cual aporte lo que pueda, sea poco o
mucho. Las motivaciones para crear movimientos sectoriales pueden ser
corporativistas, es decir, si atienden prioritariamente a los intereses de los
miembros inscritos; pero también pueden ser más socio-políticas, para así
poder alcanzar motivaciones más generales de la población. Se basan en
que defienden sus intereses particulares, pero esto lo legitiman como una
forma de defender los intereses más amplios de la gente.
5.- En los movimientos los grupos suelen plantear la necesidad de hacer
algunas prácticas de auto-formación, de aprendizajes vivenciales como un
elemento de motivación para la participación. Cuando entrevistamos a los
activistas muchos nos dicen que además de lo que se ha conseguido con el
movimiento, lo que cada uno se lleva para su vida es lo que ha aprendido
con las prácticas reivindicativas y organizativas. Esto es algo que ya no se
suele olvidar en toda la vida, en cuanto a lo personal, pero también para el
movimiento porque va constituyendo algún tipo de memoria colectiva. Es
una educación por la práctica, no como los talleres pesados que a veces se
organizan desde las autoridades para la gente, sin que tengan que ver con
las necesidades sentidas de cada momento. La gente quiere aprender en los
movimientos y no solo movilizarse, quiere reflexionar sobre y con sus
propias experiencias. Quieren sentirse ser los protagonistas conscientes de
sus experiencias, más o menos implicados, pero pudiendo debatir y que las
opiniones sean consideradas en igualdad con los demás. Para ser los
protagonistas de su propia auto-formación vital, no basta estar en las
reuniones, sino en las actividades comunes, sintiendo que se está (con los
demás, de alguna manera) cambiando el mundo. Los movimientos sociales
se convierten así en verdaderas “escuelas de democracia” según expresión
muy repetida en casi todos los casos.
6.- También son muy reclamadas las campañas de difusión de temas de
los movimientos para motivarse con lo que se está haciendo. Por lo tanto
no solo por difundir las ideas que se están defendiendo, sino también para
sentir que los grupos motores estamos con nuestro ejemplo expandiendo
estas formas de hacer las cosas. “Nos motiva estar motivando” a otros que
no están enterados aún de lo que estamos haciendo. Es decir, como lo que
estamos haciendo es desde un movimiento social unitario, más allá de los
intereses de un partido, una iglesia, o una administración. Con los medios
que se tienen y desde la gente, no como propaganda de un grupo cerrado
para sus intereses particulares, sino como un interés colectivo donde todo el
mundo puede tomar parte.
6.- Los poderes: Planificación democrática y gestión municipalista.
Partimos de presentar las estrategias de los movimientos sociales
respecto a los juegos de poderes realmente existentes, como el papel de las
instituciones, para abrir procesos de posibles transformaciones.
Pentalema sobre poderes
A.- PODERES-DOMINACIÓN B.- PODERES REPRESENTATIVOSSUPRA-ESTATALES ESTADO PROTECTOR
(lo que hay y manda) (reformas desde dentro)
C.- DUALIDAD DE PODERES / DEMOCRACIAS PARTICIPATIVAS
CONTRA-PODERES / MOVIMIENTOS
(luchas y procesos sociales)
D.- ANTI-PODERES / “HACERES” E.- DESBORDES DE PODERES
AUTO-ORGANIZADOS “CONJUNTOS DE ACCIÓN”
(ni esto ni aquello) (construcción situacional)
Para contraponerse a los poderes-sobre (tanto “supra-estatales” como los
poderes de los “estados” incluso mas reformistas), ambos claramente de
dominación, aparecen los “contra-poderes”, en movimientos de diversos
tipos, con la posibilidad intermedia de la “dualidad de poderes” más o
menos en conflictos varios. Pero en este eje de luchas nadie garantiza que
con la transformación no se sigan dando poderes-sobre otros colectivos, de
forma que los poderes-dominación sigan adelante y los “poder-hacer” sigan
dominados. Por eso algunos plantean “ni unos ni otros”, es decir los “anti-
poderes”, como crítica radical a ambos. Pero entra la duda si es posible tal
perfección de vivir sin ningún tipo de “poder-sobre”, y solo con los “poder-
haceres” que se articulan en una sociedad ideal. Así que planteamos una
nueva posición que abre un plano con más posibilidades. Los desbordes
con “poderíos sociales”, que incluyen aspectos positivos de las otras
posiciones. Algo de contra –poder y de poder-sobre pues no se trata de
negar estas tendencias que existen, sino de regularlas con metodologías que
tiendan a los anti-poderes, a controlar desde los poderíos sociales de base
esas tendencias históricas. Estos desbordes actúan como lo han hecho
históricamente los movimientos sociales, pero ahora con el reconocimiento
y legitimidad social en que se puede estar educando la sociedad a si misma.
Cuadro comparativo de Movimientos y Sistemas de Participación.
Ayuntamien-
tos (clásicos)
tos (España, otros)
Presupuestos
Participativos
(Latinoamérica)
Planificación
Participativa
(Londres,
España, otros)
Planificación
Descentralizada
(Kerala,
Chengdu, otros)
Movilizaciones
Indignadas
(M 15 M, otros)
Ciber-
Democracias
(¿futuro?)
Delegación del
voto, y control
de electos cada
4 años
Democracia
participativa
Vinculante en
parte del gasto
Construcción
colectiva de
Planes y de
Programas
Autosuficiencia
de comunidades
descentralizadas
por el Estado.
Democracia
Real, sin
miedo. Otro
mundo es
posible
¿Idea-fuerza
o sueño
tecnológico?
Los políticos:
3er problema en
encuestas
Cogestión de
iniciativas
desde la base
Iniciativas de
grupos desde
la base social
Iniciativas de
comunidades de
base territorial
Iniciativas de la
gente por su
cuenta.
¿Conjugar el
control con las
iniciativas?
Plenos y
Reglamentos
de
participación
ciudadana
Asambleas y
Foros de
iniciativas
Asambleas y
Talleres
participativos
Asambleas y
trabajo con
Representantes
Asambleas
horizontales
deliberativas,
sin jefes
¿Cómo hacer
lo informativo,
emocional y
participativo?
Representantes
electos
Delegados para
seguimiento
Portavoces
del proceso
Representantes
y portavoces
Portavoces
rotativos
¿Actas
Electrónicas?
Partidos,
asociaciones,
sindicatos,…
Grupos
motores y
técnicos
Grupos
motores y
técnicos
Grupos
voluntarios y
movimientos
Comisiones y
Grupos de
Trabajo, sin
dogmas
¿Ideologías
frente a tareas
concretas?
Encuestas y
consultas
clásicas
------------------
pero no
implicación de
la población
Foros,
educación
popular,
las IAP, etc.
------------------
pero basismos
voluntaristas a
veces
Escuchas y
talleres con
Devoluciones
creativas
-----------------
pero a veces
tecnificación
Diagnóstico
Rural
Participativo
(DRP)
--------------------
pero aún duran
las corruptelas
locales
Inteligencia
colectiva, con
dinámicas de
grupos
--------------------
pero aún en
experimentación
la coordinación
de asambleas
¿Metodología
de “redes
conjuntadas”?
----------------
¿Problemas
con lo aún no
ensayado?
Rivalidades
paralizantes.
Temas
concretos (¿no
políticos?)
Reversión y
Desbordes
creativos
Incluir a la
oposición con
“gandhismo”
Inclusividad y
Reversión sin
violencia (99%)
¿Transparencia
y nuevas
formas de
inclusión?
En la última línea del cuadro se contraponen las rivalidades partidistas con la
inclusividad que se pretende desde las democracias de base. Si las rivalidades
electorales fuesen ante todo de tipo ideológico todavía podrían entenderse, pero
en general se perciben como luchas por el poder de tipo personal o grupal, con
intereses no confesados claramente. Contrastan con algunos procesos de
Presupuestos participativos donde la gente dice no estar “en política” aunque
estén decidiendo sobre parte del presupuesto municipal. Las propuestas de
inclusividad, sean las de somos el 99%, o el citar a Gandhi para forzar al
Partido del Congreso de India a apoyar la descentralización y la
autosuficiencia, o las de revertir las contradicciones de los opuestos con
“desbordes creativos”, no son estrategias ingenuas. La no violencia, por
ejemplo, del 15 M es una manera de desautorizar a las formas represivas que
no permiten las formas democráticas de debate, de protesta y propuesta.
En varias ciudades de cientos de miles o de millones de habitantes se nos
han presentado asesorías para la aplicación de estos planteamientos de la
planificación participativa. De entre ellos me atrevo a rescatar unos
principios comunes, tratando de responder a los problemas que se suelen
plantear. Y para que nos e queden en sistemas muy teóricos o abstractos
tratare de mostrar un esquema referente de articulación de sus elementos de
forma que la gestión pueda verse y funcionar de la mejor manera, aún dada
su complejidad inherente. Cada ciudad tiene su propio carácter y sus
soluciones particulares, no solo por su tamaño o su cultura particular, sino
también por su correlación de fuerzas (partidos y fuerzas sociales), y por
las posibilidades de sus culturas burocráticas y de liderazgos sociales. Lo
que aquí se presenta es un ejercicio orientativo para no quedarnos en los
elementos teóricos solamente.
Si nos referimos a un territorio de población numerosa, es bueno tener en
cuenta los principios de descentralización y subsidiariedad. De forma que
todo lo que se pueda resolver a escala más cercana de la ciudadanía no
tenga que pasar por toda la burocracia centralizada. Por supuesto dividir el
territorio en Distritos ya es una descentralización, pero aun así cada
Distrito puede seguir teniendo el tamaño de una ciudad, que precisa
también de una descentralización propia para llegar a la ciudadanía de
forma más cercana y menos burocrática
En el esquema de Gestión que sigue ponemos: A) Electos e Internet.
Desde sistemas de primarias para la elección de cargos ejecutivos, hasta
recepción de iniciativas ciudadanas, y hasta priorización de propuestas
validadas por los servicios técnicos. La democracia digital viene a
complementar a las formas más habituales de construcción colaborativa
cara a cara.
B) Asesorías y Observatorios. Puede haber equipos asesores, e
introducir un estilo de construcción colaborativa. Cada equipo debería
contar con personas especialistas (profesionales y/o activistas) y algunos
Grupos Motores con experiencia en los respectivos temas. Se regirán por
un Código Ético acorde con los principios de la democracia participativa.
Los Observatorios pueden hacer investigaciones y el seguimiento
preventivo del proceso.
C) Grupos Motores. Su tarea sería la de Formación-acción para la
dinamización local o del sector temático correspondiente, y recoger las
iniciativas que surjan desde la gente, de abajo hacia arriba. Otra tarea sería
la vinculación con movimientos sociales de acuerdo a estrategias locales
partiendo de mapeos de los procesos existentes. Una tercera tarea puede ser
ayudar a preparar Planes y Presupuestos Participativos. No quieren mandar,
pero si que se hagan las cosas de su ámbito. Pueden estar en la gestión
acompañando a los técnicos y a los electos, y su sentido común suele ser
muy productivo. Si los partidos se auto-definen por sus ideologías, si los
profesionales se agrupan en los sindicatos, y si los usuarios se crean sus
asociaciones, todos para poder participar en la gestión, en los Grupos
Motores se mezclan más por acciones concretas que por formas de tipo
permanente. Hay bastante gente que no quiere representar ni mandar, que
solo quiere colaborar para que se puedan ir haciendo las cosas.
D) Asambleas e Internet. Se realizarán al menos dos Asambleas a lo
largo del año, con la finalidad de priorizar Iniciativas, elaborar Planes
Participativos, y establecer Rendición de Cuentas de Electos/as. El
funcionamiento de las Asambleas puede ser mediante talleres abiertos a la
población en base a las propuestas presentadas por las iniciativas
ciudadanas, con apoyo de los grupos motores.
ESQUEMA DE GESTIÓN PARTICIPATIVA PARA UNA GRAN CIUDAD:
Código Ético Planificación y Pres. Part. Metodologías
Electos Asesores
Municipales temáticos Democracia digital Participativas
Observatorios Temáticos Municipales
Juntas
Vocales
Internet y Presupuesto Participativo Construcción
DISTRITO colaborativa
Foros Locales con Talleres, Asambleas, etc.
Grupos Motores
Autogestión local
Movimientos sociales
Electores y gente no organizada
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