Dom 10 XI 2007. ¿Una mujer para siete hermanos?
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Domingo 32, tiempo ordinario.
Lucas 20, 27-38. No siete novias
para siete hermanos, en la famosa
película antigua, sino una sólo
mujer "sucesivamente" para siete
hermanos. Así lo formula esten
texto complejo, que trata de temas
antiguos y nuevos: mujeres y maridos, matrimonio y muerte, hijos y
herencia... el sentido de la vida.
Evidentemente, podemos y debemos criticar (como ha hecho Jesús) la ley de
fondo del pasaje: un buen judío debía casarse con su cuñada vida (aunque ya
tuviera una mujer) para darle hijos al hermano muerto y para asegurar así la
transmisión de la herencia de la tierra. En ese contexto no sólo se permitía,
sino que se ordenaba la poligamia, para que el buen judío protegiera a su
cuñada viuda, y para que le diera hijos.
Éste es un texto que puede chocarnos, pero debemos empezar por
comprenderlo. Es lo que haremos hoy, defendiendo en un sentido la ley del
levirato (por algo la introdujo en su momento la Biblia), reflexionando después
sobre la poligamia de fondo, aplicándolo todo en un sentido actual, desde la
perspectiva de un Dios que está al servicio de la vida. Buen domingo a todos.
Texto: Lucas 20, 27-38
1. En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la
resurrección, y le preguntaron: Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le
muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé
descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se
casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los
siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la
resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado
casados con ella.
2. Jesús les contestó: "En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que
sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los
muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos
de Dios, porque participan en la resurrección. Estáis muy equivocados.
2. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la
zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob".
No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos."
Presentación y división
Tal como lo he dividido, el texto tiene tres partes. La primera trata de la ley del
levirato y del caso de la mujer de siete maridos. La segunda del matrimonio y
los ángeles. La tercera de la resurrección y del Dios de Abrahán. Empezaré
primera.
Éste es un tema que probablemente se discutía entre los círculos judíos de
aquel tiempo y que el evangelio ha retomado, desde su primera versión de
Marcos (cf. Mc 12, 18-27). No voy a entrar aquí en las variantes de los
sinópticos, sino en el tema de fondo, empezando por la primera parte.
Los saduceos ridiculizan la resurrección de los muertos,
citando el caso una mujer que ha sido “propiedad” de siete maridos. ¿De quién
de ellos será al fin de los tiempos? La cuestión ha sido bien planteada: no
alude a la mera supervivencia espiritual sino a realización integral de la
persona, dentro de un grupo social (de una familia), en un cielo realísimo, de
maridos y mujeres, de propiedades y tierras. Es evidente que una mujer
concebida como propiedad del varón no tiene cabida en el Reino de la
resurrección, en el que todo se vuelve actual (presenta, a la vez), porque en
ese caso ella tendría que ser concebida como propiedad de siete varones. En
este contexto se plantea le ley del levirato.
Ley del Levirato:
5 "Si unos hermanos viven juntos y muere uno de ellos sin dejar hijo, la mujer
del difunto no se casará fuera de la familia con un hombre extraño. Su cuñado
se unirá a ella y la tomará como su mujer, y consumará con ella el matrimonio
levirático. 6 El primer hijo que ella dé a luz llevará el nombre del hermano
muerto, para que el nombre de éste no sea eliminado de Israel. 7 "Si tal
hombre no quiere tomar a su cuñada, entonces su cuñada irá a los ancianos, a
la puerta de la ciudad, y dirá: 'Mi cuñado rehúsa levantar nombre en Israel a su
hermano; él no quiere cumplir el matrimonio levirático conmigo.' 8 Entonces los
ancianos de su ciudad lo llamarán y hablarán con él. Si él se pone de pie y
dice: 'No quiero tomarla', 9 entonces su cuñada se acercará a él delante de los
ancianos, quitará el calzado del pie de él, le escupirá en la cara y le dirá: '¡Así
se haga al hombre que no edifica la casa de su hermano!' 10 Y se llamará su
nombre en Israel Casa del Descalzado (Dt 25, 5-10).
Algunos elementos de la ley:
a. La herencia debe mantenerse en la familia o clan. El texto supone, dentro
del espíritu de continuidad familiar, que cada hombre, fundador de familia,
posee una tierra y que debe legarla a sus descendientes, dentro de una
“federación” de familias libres. Si un hombre muere sin dejar herencia, su tierra
puede convertirse en propiedad de otros (que la usurpen, dentro del clan) o
pasar a otro claro (si la viuda se casa y entrega la tierra a otro marido extraño).
Por eso, la viuda debe casarse de nuevo, dentro de la familia.
b. Ésta es ley para proteger a las viudas… que corren el riesgo de quedar
desamparadas, si pierden al marido y no tienen hijos (como sabe el conjunto de
leyes de Éxodo y Deuteronomio, que mandan proteger a las viudas). Pues
bien, la mejor forma de proteger a las viudas es hacerlo dentro de la misma
familia, no por “caridad”, sino por ley. Por eso, el pariente más próximo de la
viuda debe encargarse de ella (como supone, en otro plano, la misma ley de la
Iglesia cristiana en 1 Tim 5, 4). La única forma real de proteger a la viuda, en
aquel contexto, es “casándose” con ella (es decir, tomándola en casa) y
dándole un hijo que sea su heredero… es decir, que herede la tierra del marido
difunto y proteja después a su madre.
c. Poligamia. Ésta es una ley que supone la “poligamia”, al menos temporal.
No se dice si el “levir” (el hermano que se casa con su cuñada) está casado o
no. Ésta es una ley de “cuñados-hermanos”… Ellos aparecen como garantes
de la continuidad familiar (como en otras culturas los tíos, es decir, los
hermanos de la madre). En ese contexto, introduciré al final unas reflexiones
"´criticas" sobre la poligamia. Ésta es normalmente una ley onerosa para el levir
o cuñado… que tiene que cuidar de dos casas y herencias, de la suya propia…
y de la de su hermano. El buen “levar” es un hombre que trabaja para que se
mantenga la herencia de su hermano, engendrado y cuidando un hijo que no
va a ser suyo, sino de su hermano. Por eso, el texto insiste en que cumpla su
obligación y que si no lo hace “caiga en vergüenza”. Como se ve, ésta es una
ley que no puede imponerse por obligación.
d ¿Qué pasa con la viuda? ¿Qué piensa ella? El texto no lo dice, pero, en
principio, esta ley quiera favorecerla: darle una casa, asegurarle una herencia
(un hijo), permitir que su hijo sea su heredero.
¿Poligamia en el cristianismo?
La realidad es compleja y la historia bíblica ha admitido en ciertos momentos la
poligamia... y que tengo la sospecha (casi la certeza) de que en ciertos
círculos de origen judío de la Iglesia Cristiana antigua hubo poligamia,
por lo menos "tolerada" (según 1 Tim y Tito, cuando dicen que el obispo o
presbítero sean hombres de una sola mujer).
Eso nos hace ser mucho más humildes en los planteamientos... Defiendo,
evidentemente, la monogamia desde el varón y desde la mujer, pues creo que
responde mucho mejor a la dignidad personal de los "contrayentes" del
matrimonio y al camino de Jesús... Pero no me gusta dictar soluciones desde el
principio, por principio.
Según la ley del levirato, el matrimonio está al servicio del mantenimiento
de la posesión familiar (individual, patriarcal) y de la herencia.
En ese engranaje de herencia de la tierra y estirpe (las dos promesas de
Abrahán) entra la mujer. Pues bien, premisamente para impedir la lucha por la
herencia (y para confirmar la autoridad de los varones) en una sociedad
patriarcalista (¡el padre mantiene su “nombre” por los hijos!), se ha establecido
la ley del levirato, aunque ella pueda aparecer también y sea garantía de
seguridad para las mujeres: (Una viuda sin hijos carece de protección y
derechos civiles; para defenderla, ofreciéndole una casa y descendencia, la
desposa su cuñado).
Respuesta de Jesús
Jesús acepta un tipo de levirato “en este mundo”, es decir, para los hijos de
este eón (ouioi tou aiônos toutou). Eso significa que él no rechaza esa ley, pero
la sitúa sólo en este mundo, antes de la transformación, es decir, antes de la
llegada del Reino de Dios. … Pero hay otro nivel, una realidad más alta:
"En esta vida, hombres y mujeres se casan y son casados; pero los que sean
juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no
se casarán ni serán casados. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son
hijos de Dios, siendo hijo de la resurrección. Estáis muy equivocados”
En un plano general, la respuesta de Jesús es clara: Los resucitados no se
casan al estilo antiguo y por eso carece de sentido la pregunta sobre quién de
los siete poseerá a la viuda común sobre el cielo. Ni los hombres serán dueños
(no se casarán en clave activa de posesión); ni ellas serán siervas (no serán
casadas, en plano de sometimiento).
Habrá acabado el tiempo en que la esposa sin marido y descendencia puede
ser “utilizada” por “levires” para asegurar la herencia patriarcal de la familia.
Ella será por fin persona en el sentido radical de la palabra: responsable y
dueña de sí misma, independiente ante Dios y ante los otros. Eso significa que
ella no estará ya al servicio de un campo, ni de una descendencia del marido.
Será libre, como el esposo, podrá vivir una vida personal…
Una respuesta revolucionaria
Para que se cumpla lo que pide Jesús es necesaria una revolución económica
(de posesión de campos) y familiar (de posesión de mujeres). Jesús proyecta
esa revolución para el “fin” (para el tiempo de la resurrección). Pero es evidente
que lo que se dice del fin (Reino de Dios) se aplica al presente, pues el Reino
está comenzando ya.
Quiero insistir en el tema: Según el evangelio, lo que vale para el Reino
(resurrección) ha de aplicarse (anticiparse) aquí en la tierra. Eso significa que la
ley del levirato pierde su sentido: la mujer no está al servicio de la herencia del
marido, pues cesa la familia patriarcal y el tipo anterior de posesión de tierras.
Eso significa que los hijos no pueden estar al servicio del mantenimiento de la
“herencia”, ni las mujeres al servicio de los hijos del varón-patriarca. La mujer
no es objeto de placer y posesión (herencia) del marido; de manera que vale y
es por sí misma.
Mirada desde aquí la pregunta de los saduceos pierde su sentido. Ellos
están argumentando desde una “ley vieja” de posesión…. Y esa ley no
puede aplicarse a la vida de los cristianos, a la resurrección.
Los saduceos piensan que las cosas no pueden cambiar… Eso significa que no
puede haber Reino, no puede haber resurrección…. Pues si la hubiera
significaría una “eternización de la injusticia”. En ese sentido, el budismo
clásico niega la posibilidad de un “cielo en la línea de este mundo”… El nirvana
será negación total. La ley es para asegurar la vida en este mundo. No puede
haber “cielo”.. Pues bien, en contra de eso, Jesús afirma la posibilidad de un
orden distinto, que puede empezar ya aquí
No pueden morir, son como ángeles. Un matrimonio distinto
Todas las leyes nacen del miedo de la muerte… Todas imposiciones nacen del
miedo de la muerte. Allí donde los hombres y mujeres no tienen miedo a morir,
pueden vivir con gozo y compartir la vida, en fecundidad.
Serán como ángeles… no significa “serán asexuados”, sino “sexuados de
un modo distinto”, no al modo actual del dominio, de la lucha por la
herencia… sino en gratuidad en un tipo de comunicación y de lenguaje total
que en este momento (en este tiempo) no logramos realizar aún…Por eso, el
matrimonio no puede concebirse como un tipo de institución de dominio… que
no puede perpetuarse en la resurrección, sino como una experiencia de gracia
y comunicación que debe culminar en plenitud en la resurrección (como sabe
toda la tradición nupcial de Antiguo y Nuevo Testamento, tal como culmina en
las bodas del Apocalipsis).
Eso significa que ha de cesar esta vida en la que se engendra para la
muerte, en lucha por la posesión de tierras y campos…
Podrá surgir, está surgiendo ya una vida para la vida. Ésta es la palabra clave:
No pueden morir, son como los ángeles… El miedo a la muerte es el que lleva
a la división…. La experiencia de la resurrección que nos hace superar las
injusticias de una historia donde los varones habían convertido a muchas
mujeres en esclavas al servicio de su deseo y poder genealógico. Todos los
humanos aparecen vinculados, llenos de valor, en manos de un mismo Dios de
los que viven, tanto en este mundo como en el futuro. Por eso, esclavizar a la
mujer o utilizarla para asegurar la herencia (por la ley del levirato) va contra la
más honda libertad personal que brota de ese Dios de vida
(Cf. O. Schwankl, Die Sadduzäerfrage (Mk 12, 18-27 par), BBB, Bonn 1987.
Sobre la visión de Dios que está al fondo de la controversia cf. J. Schlosser, El
Dios de Jesús (BEB 82), Salamanca 1995, 79-94).
Más allá del matrimonio saduceo
(a) La mujer anterior se hallaba al servicio de la estirpe, como servidora y
sagrario de una vida administrada por varones. No importaba su libertad, no
contaban sus sentimientos. Sólo un marido que velase por ella, dándole hijos,
podía ofrecerle dignidad (como muestra incluso la historia conmovedora de
Rut).
(b) La mujer del evangelio no necesita protecciones particulares, ni
cláusulas de herencia patriarcal, pues en la vida de evangelio (que es vida de
resurrección) lo que vale para los hombres vale para las mujeres. Y si hay dos
mujeres y dos hombres… hay dos tipos de matrimonio.
Hay un matrimonio saduceo: inmerso en las leyes de dominio y lucha de este
mundo, un matrimonio que está dominado por la urgencia de seguridad, de
posesión de bienes, de miedo a la muerte… Este no es matrimonio de
resurrección, no es una “boda del cielo”, como la que culmina en el Apocalipsis
(Ap 21-22)
Hay un matrimonio evangélico, que es comunión de amor para la vida…
comunión de gratuidad para la resurrección. Ese matrimonio tiene una historia
y un camino, una historia en este mundo (con hijos para la vida) y una
culminación en la Pascua Plena de Jesús, cuando la vida sea tal que ya no
sean necesarios más hijos, en transparencia angélica
Una familia distinta
‒ Para que las cosas continúen como han sido no merece la pena la
resurrección, al menos en perspectiva de mujeres. Pero, si hay resurrección
(¡que la hay, pues Dios es Dios de vida!) las cosas de este mundo tienen que
cambiar y tiene que cambiar el matrimonio… Se tratará de un matrimonio que
no es para “engendrar” herederos que aseguren la posesión familiar de la
tierra, en un contexto de disputa económica. Se tratará de un matrimonio en
gratuidad y transparencia, por el amor en sí, por lo que vale el amor… Cada
uno de los hombres y mujeres son, según Jesús, como “ángeles”, seres
individuales, seres inmortales:
a. Cada hombre o mujer es un ser individual: cada uno en perfecto en sí
mismo, decía la tradición antigua! ¡cada uno es su propia “especie”, seguía
añadiendo esa tradición. Eso significa que los hombres y mujeres no son para
otra cosa, ni siquiera para el matrimonio como imposición “vital”. Cada uno
tiene valor infinito.
b. Cada hombre o mujer es inmortal en línea de resurección… porque vive
en Dios, que es la vida… Por eso, sin miedo a la muerte, puede gozar desde
ahora la vida en que vive, esta vida pequeña y limitada, pero llena de encanto
de Reino… pues la resurrección ya ha comenzado, como indica la palabra de
Jesús que llama a los hombres y mujeres “hijos de la resurrección”…
c. ¿Pero sigue habiendo matrimonio, es decir, madre con hijos?
Precisamente ahora, desde ahora se puede hablar de matrimonio, pero de un
modo distinto. La resurrección cristiana sólo tiene sentido allí donde varones y
mujeres empiezan a ser en este mundo (en esta iglesia) libres e iguales,
superando así las estructuras clasistas y avanzando en un camino de fidelidad
personal y de gratuidad familiar. Sólo en este contexto se puede hablar de
verdad de hijos, como hijos de Dios y de la resurrección: la fe pascual protesta
contra la injusticia social de un mundo controlado por varones, al servicio de la
posesión. Es un matri-monio sin patri-monio, como supone Jesús en Mc 3, 31-
35, donde habla de madres, hermanos e hijos…sin padres (pero de eso habrá
que hablar otro día, dejemos el tema apuntado).
Todo queda por hacer… y todo está hecho. Breve conclusión
Todo está hecho porque hay Dios… y Dios es Dios de vivos… Todo queda por
hacer, pues deben plantearse todas las relaciones desde la gratuidad, desde
una gratuidad que empieza en el plano “económico”, allí donde la vida (el
matrimonio y los hijos) no están en función de la herencia….No hará falta
recordar que en la actualidad, lo mismo que en tiempo de los saduceos,
matrimonio e hijos siguen estando en función de la economía… de un modo
distinto, pero igualmente brutal. Por eso digo que, estando todo hecho, está
todo por hacer. Creo que Jesús seguiría diciendo: ¡Quien tenga oídos para oír
que oiga!
Xabier Pikaza