Domingo II Tiempo de Adviento
(Ciclo B) - 2014
• Textos Litúrgicos• Lecturas de la Santa Misa
• Guión para la Santa Misa
• Exégesis• P. Joseph M. Lagrange, O.P.
• Comentario Teológico• Catecismo de la Iglesia Católica
• Santos Padres• San Jerónimo
• Aplicación• P. Alfredo Sáenz, S.J.
• P. Gustavo Pascual I.V.E.
Textos Litúrgicos
Lecturas de la Santa Misa
Domingo II de Adviento (B)(Domingo 7 de diciembre de 2014)
LECTURAS
Preparen el camino del Señor
Lectura del libro de Isaías40, 1-5. 9-11
¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo,dice su Dios!Hablen al corazón de Jerusalény anúncienleque su tiempo de servicio se ha cumplido,que su culpa está pagada,que ha recibido de la mano del Señordoble castigo por todos sus pecados.Una voz proclama:¡Preparen en el desiertoel camino del Señor,tracen en la estepaun sendero para nuestro Dios!¡Que se rellenen todos los vallesy se aplanen todas las montañas y colinas;que las quebradas se conviertan en llanurasy los terrenos escarpados, en planicies!Entonces se revelará la gloria del Señory todos los hombres la verán juntamente,porque ha hablado la boca del Señor.Súbete a una montaña elevada,tú que llevas la buena noticia a Sión;levanta con fuerza tu voz,tú que llevas la buena noticia a Jerusalén.Levántala sin temor,di a las ciudades de Judá«¡Aquí está tu Dios!»
Ya llega el Señor con podery su brazo le asegura el dominio:el premio de su victoria lo acompañay su recompensa lo precede.Como un pastor, él apacienta su rebaño,lo reúne con su brazo;lleva sobre su pecho a los corderosy guía con cuidado a las que han dado a luz.
Palabra de Dios. SALMO RESPONSORIAL 84, 9- 14 R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Voy a proclamar lo que dice el Señor.el Señor promete la paz, la paz para su pueblo y sus amigos.Su salvación está muy cerca de sus fieles,y la Gloria habitará en nuestra tierra. R.
El Amor y la Verdad se encontrarán,la Justicia y la Paz se abrazarán;la Verdad brotará de la tierray la Justicia mirará desde el cielo. R.El mismo Señor nos dará sus bienesy nuestra tierra producirá sus frutos.La Justicia irá delante de Él,y la Paz, sobre la huella de sus pasos. R.
Esperamos un cielo nuevo y una tierra nuevo y una tierra nueva
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pedro 3 , 8 - 1 4Queridos hermanos, no deben ignorar que, delante del Señorun día es como mil años y mil años como un día. ElSeñor no tardaen cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino que tiene paciencia con ustedesporque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. Sin embargo, el Día del Señor llegará comoun ladrón, y ese día, los cielos desaparecerán estrepitosamente; los elementos serán desintegrados por el fuego,y la tierra, con todo lo que hay en ella, será consumida.Ya que todas las cosas se desintegrarán de esa manera, ¡que santa y piadosa debe ser la conducta de ustedes,esperando y acelerando la venida del Día del Señor! Entonces se consumirán los cielos y los elementosquedarán fundidos por el fuego. Pero nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielonuevoy una tierra nueva donde habitará la justicia.Por eso, queridos hermanos, mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera que Él los encuentre en paz,sin mancha ni reproche.Palabra de Dios.
ALELUIA Lc 3, 4.6Aleluia.Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.Todos los hombres verán la Salvación de Dios.Aleluia.
EVANGELIO
Allanen los senderos del Señor
• Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 1, 1-8 Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios.Como está escrito en el libro del profeta Isaías:«Mira, Yo envío a mi mensajero delante de tipara prepararte el camino.Una voz grita en el desierto:Preparen el camino del Señor,allanen sus senderos,»así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de lospecados. Toda Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas delJordán, confesando sus pecados.Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y mielsilvestre. Y diciendo: «Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno deponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua pero Él losbautizará con el Espíritu Santo».
Palabra del Señor.
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Guión para la Santa Misa
II DOMINGO DE ADVIENTO- 7 DE DICIEMBRE 2014- CICLO B
Entrada: La liturgia del Adviento nos invita a buscar a Dios mientras se deja encontrar, preparándole uncorazón bien dispuesto para recibir su gracia. En esta Santa Misa, unámonos al sacrificio que Cristo comenzó yadesde la Encarnación y que consumó en la Cruz.
Liturgia de la Palabra
1º Lectura: Isaías 40, 1- 5. 9- 11
Para que se revelase la gloria de Dios a los hombres, era necesario preparar un sendero llano para el Señor.
Salmo Responsorial: 84
2º Lectura:2 Pedro 3, 8- 14
Dios no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan en la espera de un cielo nuevo y de una tierranueva.
Evangelio:Marcos 1, 1- 8
Juan el Bautista se presentó en el desierto, como mensajero de Dios, para preparar el camino del Señor.
Preces: Adviento II
Hermanos, con confianza filial elevemos nuestra oración al Padre, fuente y fin de nuestraesperanza.
A cada intención respondemos cantando:
* Por el Papa, los obispos y los sacerdotes, para que hablando al corazón de todos los hombres, sean losheraldos que con fuerte voz anuncien la Buena Nueva del Evangelio. Oremos.
* Por los neo- sacerdotes de nuestra Familia religiosa, para que a ejemplo de san Juan Bautista sepan prepararlos corazones de los hombres para la visita que Dios quiere hacerles en la Persona de su Hijo. Oremos.
* Por todos los pueblos que sufren a causa de la violencia, para que durante este Adviento se dejen transformarpor la fuerza del Señor y reciban la paz del Buen Pastor que los apacienta y reúne. Oremos.
* Por los que están solos, por los ancianos y por los niños abandonados; para que reciban en sus almas alEspíritu Santo, el Gran Consolador. Oremos.
* Por las misiones populares que realizarán los miembros de nuestros Institutos, y para que el Señor siembre enel corazón de los hombres la semilla de la verdad. Oremos.
Escucha Padre, la oración que con humilde confianza te dirigimos, y no tardes en cumplir tuspromesas. Por Jesucristo nuestro Señor.
Liturgia Eucarística
Ofertorio:
Mientras aguardamos la manifestación de Cristo en su Gloria ofrecemos junto con Él, al Padre, el memorial desu Pasión salvadora. Ofrecemos:
* Cirios, representando la entrega de nuestras vidas para que se consuman en la presencia de Dios, y seamosasí alabanza de su gloria.
* Panyvino,y nuestro deseo de unirnos a la intercesión de Cristo ante el Padre por todos los hombres.
Comunión: El recibirte en mi corazón, dulce Jesús, aumenta mi esperanza a tal punto que en esta SantaComunión poseo el cielo que tanto anhelo.
Salida: Anunciemos a los hombres nuestra esperanza junto a María y a todos los santos que esperaron conamor la venida del Salvador.
(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _ Argentina)
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Exégesis
P. Joseph M. Lagrange, O.P.
MISIÓN DE JUAN BAUTISTA Y SU PREDICACIÓN(Lc 3, 1-18; Mc 1, 8; Mt 3, 1-12)
«En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarcade Galilea, y su hermano Filipo tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconitide, y Lisanias tetrarca de Abilene,bajo el gran sacerdote Anás y [bajo el gran sacerdote] Caifás, la palabra de Dios fue dirigida a Juan, hijo deZacarías, en el desierto» (Lc 3, 1-2).¡Singular unión esta que pone en el mismo plano a Tiberio, emperador, omnipotente, y a Lisanias, principilloignorado! Para comprenderlo es necesario ir a donde el evangelista nos lleva, al desierto, cerca de las riberas delJordán. El valle en esta parte se ensancha, formando una especie de circo, pero está dominado de ambos ladospor altas colinas. Es el único punto del globo que está aproximadamente 350 metros bajo el nivel del mar. Por elnorte, el horizonte está cerrado por la Montaña del Viejo, el Djébel-ech-cheikh, el antiguo Hermón, cuyasnieves brillan en invierno y en primavera. Se diría que no hay nada detrás de esta montaña del Septentrión,donde los semitas ponían la morada de la corte divina. Al sur está el mar Muerto exhalando olores de betún yazufre en sus orillas. Con frecuencia aparece velado por una neblina, que se espesa hacia el mediodía, como sifueran jirones de la nube que derramó la destrucción sobre Sodoma y Gomorra. El Jordán no es, como otrosríos, un límite; es más bien un punto de unión, tanto para los habitantes de las dos riberas como para las aguasque descienden de sus colinas. Las dos riberas fueron dadas a Israel. Y he ahí por qué, después de nombrar alseñor del mundo romano, cuyos años de imperio suministraba una fecha oficial que se imponía a todos, sanLucas enumera estos pequeños estados del país de uno y otro lado del Jordán, cuyo centro de gravedad eraJerusalén, situado en la ribera occidental.Allí se halla Judea, reino propio de David, donde la vida religiosa y nacional volvió a resurgir después de lacautividad de Babilonia; de suerte que los israelitas se convirtieron en habitantes de Judea o, como nosotros losllamamos, judíos. Verdadero lugar del espíritu de toda la raza, es también el más vigilado, y Roma quiso queestuviese bajo su inmediata tutela, administrado por el romano Poncio Pilato. Al norte, la Galilea, a la que lehabían anexionado una parte del otro lado del Jordán, la Perea, estaba bajo el cetro de Herodes, conservandouna aparente independencia. El nombre de rey le hubiese venido demasiado grande a tan pequeño príncipe. Eratetrarca, es decir, estaba al frente de la cuarta parte del país, sin que se preocupase de saber si este términocorriente resultaba en verdad de una división en cuatro partes. De hecho, no hallamos más que otros dostetrarcas: a Filipo, que gobernaba frente a Herodes, al nordeste, del otro lado del Jordán, y a Lisanias, cuyopequeño estado cierra la perspectiva de la dominación de Israel por el norte.Pero fuera y por encima de estos príncipes temporales, san Lucas quiso nombrar al Sumo Sacerdote, único lazoque unía aún a los descendientes de Israel. Este Sumo Sacerdote era Caifás, elevado por el favor del procuradorromano, Valerio Grato. El respeto debido al sucesor de Aarón alcanzaba aún a Anás, Sumo Sacerdote depuesto,que el mismo Caifás, su yerno, estaba obligado a reverenciar.No hay ningún dato político que no esté sólidamente fundado en los documentos históricos y se podría decirsobre el terreno. Si la erudición contemporánea ha querido levantar un caramillo a san Lucas sobre el nombrede Lisanias, dos inscripciones descubiertas en la región de Abil, antigua Abilene, le han dado la razón.Aunque esta misma ciencia no esté de acuerdo en el cómputo de los años de Tiberio, puede juzgarserazonablemente que su decimoquinto año había comenzado el 1 de octubre del año 27 de la era cristiana. Fue,sin duda, poco después de esta fecha cuando Juan apareció predicando en toda la región del Jordán. «Andabavestido de pieles de camello y con un cinto de cuero alrededor de los lomos, y comía langostas y miel silvestre»(Mc 1, 6).El romano, envuelto en su toga, reconocía al filósofo discípulo la visión del más ardiente profeta. En otrotiempo, los enviados del rey Ococías habían dicho a su señor: «Hemos encontrado a un hombre en nuestrocamino, era velludo y un cinto de cuero ceñía su cintura (2 R 1, 8). Y dijo el rey: «Es Elías, el Tesbita». Esteaparato exterior, por mucho tiempo respetado, había caído en desprecio, a causa del descrédi-to que sobre sí
habían atraído tantos falsos profetas. Cubrirse con manto de pieles era exponerse al sarcasmo: era aparecercomo impostor. En otro tiempo había dicho Zacarías: «Y será que, cuando alguno profetizare, le dirán su padrey su madre: no vivirás porque has hablado mentira en nombre de Yahvé;... y acaecerá en aquel tiempo quetodos los profetas se avergonzarán de su visión cuando profetizaren: ni nunca más se vestirán de manto vellosopara mentir» (Za 13, 3-4).La profecía estaba muerta, y los falsos profetas cesaron de revestirse con su oropel mentiroso. Sólo después delargo silencio, en tiempos de elegancia y urbanidad, cerca de Jericó, la ciudad dada por Antonio a Cleopatra porla belleza de sus aromáticos jardines, reedificada cuyo pequeño estado Cierra la perspectiva de la dominaciónde Israel por el norte.Pero fuera y por encima de estos príncipes temporales, san Lucas quiso nombrar al Sumo Sacerdote, único lazoque unía aún a los descendientes de Israel. Este Sumo Sacerdote era Caifás, elevado por el favor del procuradorromano, Valerio Grato. El respeto debido al sucesor de Aarón alcanzaba aún a Más, Sumo Sacerdote depuesto,que el mismo Caifás, su yerno, estaba obligado a reverenciar.No hay ningún dato político que no esté sólidamente fundado en los documentos históricos y se podría decirsobre el terreno. Si la erudición contemporánea ha querido levantar un caramillo a san Lucas sobre el nombrede Lisanias, dos inscripciones descubiertas en la región de Abil, antigua Abilene, le han dado la razón'.Aunque esta misma ciencia no esté de acuerdo en el cómputo de los años de Tiberio, puede juzgarserazonablemente que su decimoquinto año había comenzado el 1 de octubre del año 27 de la era cristiana. Fue,sin duda, poco después de esta fecha cuando Juan apareció predicando en toda la región del Jordán. «Andabavestido de pieles de camello y con un cinto de cuero alrededor de los lomos, y comía langostas y miel silvestre»(Mc 1, 6).El romano, envuelto en su toga, reconocía al filósofo discípulo la visión del más ardiente profeta. En otrotiempo, los enviados del rey Ococías habían dicho a su señor: «Hemos encontrado a un hombre en nuestrocamino, era velludo y un cinto de cuero ceñía su cintura (2R 1, 8). Y dijo el rey: «Es Elías, el Tesbita». Esteaparato exterior, por mucho tiempo respetado, había caído en desprecio, a causa del descrédi-to que sobre síhabían atraído tantos falsos profetas. Cubrirse con manto de pieles era exponerse al sarcasmo: era aparecercomo impostor. En otro tiempo había dicho Zacarías: «Y será que, cuando alguno profetizare, le dirán su padrey su madre: no vivirás porque has hablado mentira en nombre de Yahvé; ... y acaecerá en aquel tiempo quetodos los profetas se avergonzarán de su visión cuando profetizaren: ninunca más se vestirán de manto vellosopara mentir» (Za, 13, 3-4).La profecía estaba muerta, y los falsos profetas cesaron de revestirse con su oropel mentiroso. Sólo después delargo silencio, en tiempos de elegancia y urbanidad, cerca de Jericó, la ciudad dada por Antonio a Cleopatra porla belleza de sus aromáticos jardines, reedificada por Herodes para estación invernal en los confines de lasuntuosidad y el desierto, se levanta Juan, nuevo Elías por sus hábitos y no menos audaz por la libertad de susinvectivas. Tan potente era su voz, que el desierto se conmovió, y sus rumores se extendieron hasta las ciudadesde la tierra alta. ¿Será la hora de Dios? Se sabía, desde la profecía de Amós, que «el Señor no hará nada sin querevele sus secretos a sus siervos los profetas. Bramando el león, ¿quién no temerá? Hablando el Señor Yahvé,¿quién no profetizará?» (Am 3, 7-8). En efecto, decía Juan: «¡Haced penitencia porque el reino de Dios estácerca!» (Mt, 3, 2).En otro tiempo, cuando de los labios de un profeta brotaba la llamada a penitencia, el pueblo se recogía: lanación entera había pecado, ya adorando los dioses extranjeros, ya asociando prácticas impuras al culto del Diossantísimo: se derruían los altares consagrados a Baal, se quemaban los árboles de Astarté y se limpiaba elsantuario. Yahvé perdonaba y el pueblo quedaba libre.Los tiempos habían cambiado. El mundo, antes de los sucesores de Alejandro, jamás había presenciado elextraño espectáculo de un pueblo que rehusaba postrarse ante los dioses del vencedor. Los Macabeos habíanhecho esto y habían arrojado al muladar los dioses de Grecia. Por eso Dios les había dado la independenciafrente al extranjero y el poder sobre sus hermanos. Después de la nueva dedicación del Templo, continuaba elculto según las ceremonias sagradas: cada día los sacerdotes hacían el sacrificio, y las solemnidades secelebraban con la pompa prescrita. La nación nada tenía que reprocharse, ¿por qué entonces este llamamientoa la penitencia?Lo comprendían, sin embargo, las almas escogidas, porque la religión había llegado a ser, si no más interior, almenos más individual. Cada uno se sentía responsable delante de Dios, y era la superioridad manifiesta de la
religión de Israel, su intransigencia moral, que ni el oro ni el poder habían logrado doblegar. Era ésta la tradiciónde los antiguos profetas, menos cuidadosos de atraer al Templo rebaños de víctimas que de excitar en elcorazón de los israelitas sentimientos de compunción y de temor filial y más aún, tal vez, porque era el puntodifícil, moverlos al amor a sus prójimos. “¿No sabéis cuál es el ayuno que yo quiero?Dice el Señor Iahvé:que partas tu pan con el hambriento,y a los pobres sin albergue recojas en tu casa;que cuando vieres al desnudo lo cubrasy no te escondas de tu carne.Entonces nacerá tu luz como el alba»(Is 58, 6-8). La conciencia de muchos israelitas estaba bastante despierta para que fueran insensibles a tales acentos, y losque se consideraban culpables sentían la necesidad de hacer penitencia. Los maestros sabían muy bien, y eranlos primeros en proclamarlo, que la penitencia era la disposición esencial requerida antes de la llegada delMesías, que debía por sí mismo fundar el reino de Dios.El aspecto de un hijo de los antiguos profetas, austero, sobrio hasta abstenerse del modesto alimento del pancotidiano, sus presentimientos que penetraban los síntomas del tiempo, su acento patético, todos esos rasgosque hoy harían sonreír a espíritus ligeros o fuertes, eran la expresión espontánea e impetuosa de los antiguosprofetas de Israel. Aun entonces en las ciudades acaso hubieran tenido a Juan por un hombre pobre de espíritu;atemorizaba, conmovía y aterraba las almas cuando su voz se elevaba sobre las dunas estériles o a lo largo delos tamarindos del Jordán, sobre las rápidas aguas, sobre los recuerdos milagrosos, haciendo oír su llamamientotradicional, ¡Penitencia!, por última vez antes que llegue la hora de Dios.Había, sin embargo, algo de singular en la predicación de Juan: invitaba al bautismo. La penitencia debíaempezar por un signo sensible, del cual era él el ministro. En su presencia se sumergían en el agua, de modo queapareciesen como lavados por él mismo. Ser bautizado era ser lavado enteramente. La erudición moderna,preocupada demasiadas veces en reemplazar las iniciativas del genio por la lenta evolución de todo el mundo,no sabe qué pensar de los orígenes de este rito. No es que las purificaciones por el agua hayan faltado en laantigüedad. El agua limpia quita las manchas, devuelve al cuerpo una cierta pureza. La inocencia de lascostumbres es naturalmente comparada a la pureza del cuerpo. El baño es, pues, un símbolo de retorno a unavida sin mancha. Lo que el bautismo es para el cuerpo, es la penitencia para el alma. Venid, pues, decía Juan, arecibir el bautismo, como para dar testimonio a Dios y a los hombres de vuestro arrepentimiento. Los judíosdebían comprender esto al igual que los gentiles; pero entre aquéllos, los lavados de los utensilios, y aun los delos alimentos y los mismos baños que tomaban, tenían por fin sobre todo ponerse en estado de pureza ritual: unpueblo santo debía evitar toda suciedad, no sólo la que inspira repugnancia, sino también el contagio másmisterioso que proviene de cualquier contacto profano. No se sabe que hayan llevado más lejos el simbolismo.El baño era, a lo más, una preparación de los prosélitos para la circuncisión; pero no era en el seno del judaísmoun signo sensible de penitencia y de renovación de vida.Sin embargo, al lado de los que representaban la ortodoxia, y al margen de la Ley, se habían formado ciertosgrupos, que daban un valor considerable a la pureza más perfecta de alma y cuerpo: se les llamaba esenios. Losantiguos comentaristas habían imaginado que en el desierto de Judá, Juan había recibido sus lecciones y habíasido imbuido en sus escrúpulos. La crítica se sonrió de esta conjetura, pero he aquí que exagera más inventandouna secta de baptistas antes del mismo Bautista. Los antiguos mandeos, habitantes hoy de las riberasdel Tigris,por encima de Basora, que pasan en el agua una parte de su existencia, habrían dado una suerte de culto alagua, a la que atribuían cierta virtud divina para devolver al alma, contaminada por el cuerpo, su prístina pureza.Juan habría sido su discípulo, pero tan aventajado, que sería su principal maestro, el reformador, ya que no elfundador de una religión, de la cual el Cristianismo habría tomado su bautismo.Esta conjetura queda desvanecida por el acuerdo de dos testimonios: el del Nuevo Testamento y el delhistoriador Josefo. El retrato del Juan del Evangelio aparecerá a nuestros ojos con los rasgos de un israelita fiel asu Ley. Es el mismo que nos conservó Josefo. Herodes Antipas temió el movimiento desencadenado por Juan,pero solamente porque veía en él un movimiento revolucionario. En cuanto al bautis-mo, Juan no le atribuía
ninguna eficacia para la remisión de los pecados: lo consideraba solamente como símbolo de la purificación delalma por la justicia. Josefo da, pues, un testimonio preciso y decisivo sobre la naturaleza del bautismo de Juan,el mismo que, como veremos, da el Bautista. Sin embargo, si el bautismo no tenía virtud propia para perdonarlos pecados, se consideraba como paso decisivo de penitencia e indicio manifiesto de arrepentimiento, quealcanzaba de Dios la mise-ricordia y el perdón: por eso iba acompañado de la confesión de las faltas. Había allíaún otra cosa nueva. Al reconocerse culpable no solamente delante de Dios, en el secreto de su corazón, sinotambién delante de aquel que atrevidamente se presentaba como ministro de la penitencia cuyo heraldo era, elhijo de Israel daba una prueba de su sinceridad en volver a Dios. Confesar las faltas contra la Ley divina eracomprometerse a no volverlas a cometer más. Debían esperar que la obediencia a la voz de Dios resonando enlos acentos del profeta, el cumplimiento de un rito exterior de pureza, la confesión y la detestación de losdesórdenes, moverían el corazón de Dios a la misericordia. Él sólo llama a los pecadores para atraerlos a sí yperdonarlos.¿Se habrían hecho inútiles los sacrificios ofrecidos por los pecados en el Templo? Sabemos que estos sacrificiosprescritos para casos particulares tenían por fin reparar una falta, haciendo reinar de nuevo el orden legal. Juanno los mandaba, pero no tenemos ningún indicio de que los reprobase. Una cosa era el cumplimiento de lasceremonias y de los mandatos, y otra el movimiento de los corazones hacia Dios, para que se dignaseestablecer su reino. El reino de loscielos que predicaba el Bautista era el mismo reino de Dios. La expresión dereino de los cielos, propia de san Mateo, es la que debía usar todo israelita piadoso que se cuidaba de no repetircon demasiada frecuencia el nombre de Dios, común a todos los países, porque el nombre de Dios de Israel, delSeñor Yahvé, estaba severamente prohibido pronunciarlo. Decían «los cielos» porque el hebreo usa el pluralpara designar el sin-gular, como nosotros decimos «las tinieblas» y no la tiniebla. Debiéramos, pues, traducir«del cielo», a no ser que imitemos a los griegos en su servil traducción. ¡Cuántas veces oímos decir: el Cielo loha querido; es preciso inclinar la cabeza a las órdenes del Cielo!La dificultad, por tanto, de la expresión está solamente en el primer término. En francés, y lo mismo en español,decimos el reinado para señalar el poder, la autoridad que se ejerce, y así decimos el reinado de las leyes yllamamos reino a la región, al estado gobernado por un rey. En hebreo, y lo mismo en griego, se emplea lamisma palabra para designar las dos cosas, de modo que en el Antiguo Testamento se debe determinar en cadacaso el sentido, lo cual no siempre es fácil. Lo mismo pasa en el Evangelio, y ya veremos de qué matices apenasperceptibles se ha revestido esta palabra. En la predicación del Bautista el significado no es dudoso. Anunciabaque Dios iba a inaugurar su reinado, que era precisamente lo que esperaban los judíos. La historia antigua lesrecordaba el tiempo en que ellos no habían querido el reinado de Dios. Entonces el profeta Samuel lesnotificaba su voluntad santa, y en la paz como en la guerra, Israel no tenía que mostrarse quejoso de talrégimen. El pueblo, no obstante, no se sentía satisfecho viviendo en medio de tantas naciones que teníanreyes: en la Edad Media, los ducados aspiraban a ser reinos. Se quejó Dios de que su pueblo no quisiera quereinase más sobre él, pero accedió a sus deseos (1 S 8, 1-22).Querían un rey, para que fuese al frente de ellos y los guiase en la guerra. Pero las guerras, si fueron victorias entiempos de David, se convirtieron en constantes derrotas, no pocas veces vergonzosas para Israel. El rey no sóloreemplazó a Dios, le combatió muchas veces juzgando de buena política rendir homenaje a los dioses, sin dudamuy poderosos, de los grandes imperios. La dinastía de David se eclipsó con la independencia de Judá,esclavizada en adelante por los persas, y después por los griegos de Egipto y de Siria. El heroísmo de losMacabeos les mereció la diadema real. Esta nueva dinastía, brote de una reacción fervorosa, si no hizo alianzacon los dioses extranjeros, adoptó casi insensiblemente las formas de una monarquía profana, sin cuidarse lobastante de que prevalecieran los derechos de Dios, y acabó por ceder el lugar a un hombre de sospechosoorigen, aquel Herodes, cuyo verdadero Dios era Augusto, árbitro de sus destinos.Dios, sin embargo, no había abandonado a su pueblo. Le había dicho muchas veces, por sus profetas y por sussalmistas, que establecería su reinado personal. La familia de David subiría al trono. El horizonte de las profecíasse terminaba en un descendiente del santo rey, el Mesías, el Ungido del Señor, rey como David y sus sucesores,pero únicamente dedicado a hacer reinar al Señor.Esta promesa era objeto de fe para los más fervorosos de Israel. Si se quiere medir el punto de perfección morala que habían llegado la fidelidad de las familias piadosas, el heroísmo de los últimos mártires, merced a lascontinuadas revelaciones de castigos empapados en misericordia, es necesario comparar este ideal con el quehabían concebido los más esclarecidos sabios del pueblo más culto. Sí, Platón había soñado con un estado
organizado donde reinase la justicia interior, y hasta había emprendido personalmente la realización de estaempresa en sus tres animosos viajes a Sicilia; pero volvió descorazonado, no atreviéndose a hablar de su sueño,por otra parte tan incoherente como todos los sueños, y nadie esperaba la reforma moral de un estadoorganizado por el filósofo. El estado aspiraba a hacer reinar el orden y la paz, lo cual era ya mucho y era cuantose le podía pedir. Dios hubiera podido hacer mucho más y, ante todo, darse a conocer como principio desantidad y de toda justicia, como origen de mandamientos justos y como razón suprema de toda la vida moral.Todo esto se presentía. Pero decir, comolos pitagóricos, «imita y sigue a Dios» y continuar adorando a losdioses del paganismo, ¿no era la suprema ironía o la inconsciencia de un pensamiento quimérico? ¡Cuánto másclaro se veía todo en Israel! El Dios que había creado el mundo era el único Señor, y era Él a quien había queservir como a verdadero Rey. Pero, haciéndose los hombres sordos a su voz, le fue forzoso manifestarse paraque fuera reconocido y tomara posesión de su reino. Era lo que se le suplicaba.La fórmula de las dieciocho bendiciones se compuso después de la ruina de Jerusalén; pero ya hacía más de unsiglo que la oración que brotaba incesante de todo israelita piadoso era: «¡Reina, Señor, sobre nosotros, pero túsolo!».El reino de Dios era deseado con toda el alma por los judíos piadosos y por los oyentes del Bautista. Sinembargo, el «tú solo» no era en verdad sincero en los labios de muchos, porque todo buen israelita esperabareinar con Dios sobre todas las naciones castigadas y reducidas a esclavitud. En fin, Dios reina, es el único quetiene derecho a reinar; pero necesita la cooperación de ministros: ¡está tan lejos en su gloria inaccesible! Si reinasobre algo, es únicamente porque Israel acepta su dominación y la da a conocer, y seguirá haciendo lo mismo, ycon más justa razón, cuando los injustos dominadores de Israel estén rendidos a sus plantas. Este sentir de suscorazones lo conocía muy bien el Bautista y no lo podía sufrir.En toda conmoción de las masas entran en escena los elementos más diversos, pero no tienen importancia: loque importa son los sentimientos de los directores. Esta porción selecta está lejos de serlo siempre bajo todossus aspectos. No suele ser la parte más espontánea, ni la más sincera, ni la más desinteresada en lasmanifestaciones que suponen abnegación, voluntad generosa, entusiasmo e ímpetu avasallador. A esa clasedirectora, a los fariseos, es a quienes primero se dirigeel Bautista, según lo describen los Evangelios. Poco a poco veremos a los fariseos y saduceos proyectar su figuraen el luminoso telón de nuestros relatos.Su primera entrada fue recibida, diríamos nosotros, con una injuria.«¡Raza de víboras! ¿Quién os ha enseñado a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de penitencia yno os deis importancia, diciéndoos a vosotros mismos: tenemos a Abrahán por padre, porque yo os digo queDios puede suscitar hijos de Abrahán aun de estas piedras» (Mt 3, 7-9).Se indigna para salvar. La víbora, sin dejarse ver, muerde y mata, y la animosidad contra ella nace de lacompasión por sus víctimas. El pueblo humilde, a quien los fariseos despreciaban, los miraba como losintérpretes autorizados de la Ley divina; y no sospechando en ellos nada malo, no podía preservarse del venenode su doctrina. Este veneno, denunciado por san Juan, es el orgullo que los hace considerarse instrumentos deque Dios no puede prescindir. Son hijos de Abrahán; Abrahán fue el depositario de las promesas hechas en sufavor; la omnipotencia divina estaba sujeta a sus personas. Pretensión intolerable al hombre religioso, quesondea lo que él es, miserable y, además, pecador, delante del Infinito. Abrahán había creído en la promesa,pero en su humildad se había postrado hasta juntar el rostro con la tierra (Gn 17, 3). Se creían ellos losindispensables y por este orgullo ridículo provocaban el castigo. Confiados de que Dios no los dejaría perecer,por temor de destruir su culto, iban a sostener una lucha desesperada y perecer en ella. Juan lo presentía o losabía de Dios: «El hacha está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado yechado en el fuego» (Mt 3, 10).Era, pues, un tiempo precioso para hacer penitencia, y la primera señal de arrepentimiento era humillarse, esdecir, colocar, antes que su persona, la soberanía infinita de Dios, que podía de aquellas piedras desprendidasde las rocosas colinas suscitar verdaderos hijos de Abrahán, no según la carne, sino imitadores de su fe,humildes en su confianza.¿Quién no había de creer, al oír esta ruda invectiva, que Juan, fascinado por la inminencia del juicio, dado porentero a la misión del último profeta, sobreexcitado por sus rigurosos ayunos y vigilias, iba a invitar a suauditorio a algo extraordinario? Judas, el Galileo, únicamente había querido admitir como jefe y señor a Dios yarrastró a los judíos a la rebelión. Otros, no queriendo correr los peligros de una atroz represión o dejándolotodo a Dios, proponían un ayuno de tres días. Después de lo cual decía Taxo a sus siete hijos: «Escondámonos
en una cueva y mura-mos». ¿O era necesario acometer alguna empresa extraordinaria para maltratar el cuerpohasta extenuarlo? Los que habían confesado sus pecados y estaban dispuestos a abrazar una vida agradable aDios se preguntaban esto a sí mismos. Pero este Juan, que Renán comparó a un yogui de la India, respondía conla discreción de un prudente director de conciencia. No había que adelantar la hora de Dios, sería insensatatentativa, ni esperarla con desalentadora actitud. Debían practicar la justicia y el amor: «El que tiene dostúnicas, reparta con el que no tiene, y el que tiene que comer, haga lo mismo» (Lc 3, 16). Él, asceta, ni vistetúnica ni se alimenta de ricos manjares. Nada pide para sí: pide para sus hermanos, según el espíritu más purode los profetas (Is 58, 7).Pero algunas profesiones, ¿no están más expuestas a la solicitación del pecado? Los publicanos se presentan yle dicen: «Maestro, ¿qué debemos hacer?» La opinión pública, sin duda, les hubiera respondido: «Renunciar aese oficio de rapiña». En efecto, en él, la tentación era fuerte y continua. El Estado arrendaba a los particularesla recaudación de ciertos impuestos, como las aduanas. Los grandes postores, llamados arrendatarios generalesbajo el antiguo régimen, encargaban a su vez a los empleados subalternos cobrar los impuestos. Éstos, o parahacer méritos delante de sus amos, o defraudando a la vez al público y a sus patronos, exigían impuestosdesorbitados. Los israelitas se exponían, además, al contacto impuro de los extranjeros. Los mismos labradores,a quienes los fariseos despreciaban a causa de su ignorancia, eran menos despreciables. Es verdad que paraevitar actuaciones demasiado arbitrarias, los príncipes establecieron tarifas públicas, como la de Palmira,recientemente hallada. Con esta arma, el comerciante estaba tan bien defendido entonces como en nuestrosdías en que las tarifas están expuestas al público.Pero, en fin, no todos sabían leer, y las aduanas de Palestina no estaban muy bien organizadas, y así el fraudeera fácil y la vigilancia impotente. Los buenos recaudadores de contribuciones eran raros, y a todos se lesconsideraba como una mancha en Israel. Juan, a ninguno de éstos dice: «Sígueme», pues su misión no es hacerprosélitos; solamente les dice: «No exijáis más de lo que está fijado».Llegaron, en fin, aquellos a que ordinariamente se llamaban soldados, aunque tienen fama de cometerfácilmente actos de violencia, de robo y de pillaje, no acostumbraban hacer las falsas delaciones de que noshabla san Lucas. Más que soldados eran policías empleados como fuerza armada, bien para cobrar losimpuestos directos, bien para servir de defensa al Gobierno y de apoyo a los mismos publicanos. Seguramenteeran israelitas, pues los extranjeros no eran invitados por Juan a la penitencia, y preguntan si también ellosdeben dar muestras patentes de penitencia. Juan les dice: «A nadie molestéis y contentaos con vuestra paga»(Lc 3, 14).En otro tiempo, Moisés, cuya faz airada inspiraba espanto, era el hombre de más dulce carácter aun cuando suhonor fuese tirado por los suelos, si no se ofendía la gloria de Dios (Nm 12, 3). Así san Juan, terrible en susamenazas, pero indulgente con las buenas voluntades, rehusará con dulcísima voz el honor que no le pertenece.Acudían a él de toda la llanura del Jordán, tanto los que vivían en las casas suntuosas de Jericó como los quemoraban bajo tiendas en la falda de los montes de Moab: llegaban de toda Judea y aun de la misma Jerusalén,en donde toda aquella efervescencia había de originar necesariamente la cuestión fatídica: ¿Sería Juan elMesías? Había en sus modales una austeridad que hería las imaginaciones. ¿Sería cier-to que era hijo deZacarías? Había aparecido de repente, saliendo del desierto, como un enviado de Dios, venido tal vez de lo alto.No hacía milagros, pero más bien que milagros, lo que se esperaba del Mesías era que les liberara del yugoextranjero. Su potente voz sacudía la somnolencia de las masas; a la hora menos pensada, les daría tal vez laseñal para la lucha y para la victoria. Las conjeturas se hacían y se deshacían con la misma facilidad, antes deser formuladas rigurosamente por los guardianes de la doctrina.El pueblo fue el primero en presentarle la cuestión: su bautismo, ¿no sería la primera señal del Mesías? ¿No eraél el Mesías? Juan se dio prisa en desengañarlo, pero proclamando al mismo tiempo que la proximidad del reinode Dios significaba bien a las claras la proximidad del Mesías. «Viene en pos de mí el que es más poderoso queyo, al cual no soy digno de desatarle, postrado en tierra, la correa de las sandalias. Yo, a la verdad, os hebautizado con agua, más Él os bautizará en el Espíritu Santo» (Mc 1, 7-8). San Mateo y san Lucas dicen: «En elEspíritu Santo y por el fuego».Aquí «por el fuego» es sólo una imagen, pues no se puede suponer un bautismo más perfecto que el del EspírituSanto. El bautismo en el Espíritu Santo es comparado a un bautismo de fuego. El agua lava, pero no tiene lavirtud de quitar todas las manchas. Lo que es pasado por el fuego, si no es consumido por él, es semejante aloro que sale perfectamente purificado del crisol. El bautismo del Espíritu es un bautismo más perfecto, pues
llega a las profundidades del alma, porque el alma hecha pura por el arrepentimiento, es como una nuevacreación del Espíritu Santo (Sal 51, 12-13).Pasando de una imagen a otra con movilidad oriental, Juan compara ahora la obra de la purificación al oficio deharnero. En el reino del Mesías sólo los justos reinarán con Él. ¿Qué hacer para separarlos de los malos? Lo quehace el segador para limpiar su parva. Arrojada con el bieldo al aire, cae el grano que es más pesado cerca, entanto que la paja es transportada lejos por el soplo del viento. Cae, sin embargo, se la amontona y se la quema,en tanto que el buen grano es guardado en el granero. Esta vez el fuego no purifica ni se le debe apagar. Ahorase observan las cosas desde otro punto de vista, pues aunque se emplee la misma imagen del fuego, no hayencadenamiento lógico ni sucesión de tiempo: el que no sea purificado por el fuego del Espíritu Santo serápasto de las llamas semejantes a aquellas que consumen la paja. El queha de bautizar en el Espíritu Santo es elmismo que inmediatamente separará los buenos de los malos. De no entender las imágenes así romperían todailación, no atribuyendo al Mesías la completa realización de su empresa. El Mesías domina todas las edades,volviendo al fin después de una primera obra, cuya duración no está señalada, pues abarca el período mesiánicodel Espíritu.
LAGRANGE,Vida de Jesucristo según el evangelio, Edibesa Madrid 1999, 56-69
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Comentario Teológico
Catecismo de Iglesia Católica
III LA CONVERSION DE LOS BAUTIZADOS
1427 Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del anuncio del Reino: "El tiempo se hacumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1,15). En la predicaciónde la Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavía a Cristo y su Evangelio.Así, el Bautismo es el lugar principal de la conversión primera y fundamental. Por la fe en la Buena Nueva ypor el Bautismo (cf. Hch 2,38) se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la remisión de todos lospecados y el don de la vida nueva.
1428 Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos. Esta segundaconversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que "recibe en su propio seno a los pecadores"y que siendo "santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante,busca sin cesar lapenitencia y la renovación" (LG 8). Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Es elmovimiento del "corazón contrito" (Sal 51,19), atraído y movido por la gracia (cf Jn 6,44; 12,32) aresponder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (cf 1 Jn 4,10).
1429 De ello da testimonio la conversión de S. Pedro tras la triple negación de su Maestro. La mirada de infinitamisericordia de Jesús provoca las lágrimas del arrepentimiento (Lc 22,61) y, tras la resurrección del Señor,la triple afirmación de su amor hacia él (cf Jn 21,15-17). La segunda conversión tiene también una
dimensión comunitaria. Esto aparece en la llamada del Señor a toda la Iglesia: "¡Arrepiéntete!" (Ap 2,5.16).
S. Ambrosio dice acerca de las dos conversiones que, en la Iglesia, "existen el agua y las lágrimas: el aguadel Bautismo y las lágrimas de la Penitencia" (Ep. 41,12).
IV LA PENITENCIA INTERIOR
1430 Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, alas obras exteriores "el saco y la ceniza", los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón,la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario,la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras depenitencia (cf Jl 2,12-13; Is 1,16-17; Mt 6,1-6. 16-18).
1431 La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios contodo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malasacciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vidacon la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión delcorazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron "animi cruciatus" (afliccióndel espíritu), "compunctio cordis" (arrepentimiento del corazón) (cf Cc. de Trento: DS 1676-1678; 1705;Catech. R. 2, 5, 4).
1432 El corazón del hombre es rudo y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo (cf Ez36,26-27). La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver a él nuestroscorazones: "Conviértenos, Señor, y nos convertiremos" (Lc 5,21). Dios es quien nos da la fuerza paracomenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante elhorror y el peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de él. Elcorazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron (cf Jn 19,37; Za 12,10).
Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y comprendamos cuán preciosa es a su Padre, porque,habiendo sido derramada para nuestra salvación, ha conseguido para el mundo entero la gracia delarrepentimiento (S. Clem. Rom. Cor 7,4).
1433 Después de Pascua, el Espíritu Santo "convence al mundo en lo referente al pecado" (Jn 16, 8-9), a saber,que el mundo no ha creído en el que el Padre ha enviado. Pero este mismo Espíritu, que desvela el pecado,es el Consolador (cf Jn 15,26) que da al corazón del hombre la gracia del arrepentimiento y de laconversión (cf Hch 2,36-38; Juan Pablo II, DeV 27-48).
V DIVERSAS FORMAS DE PENITENCIA EN LA VIDA CRISTIANA
1434 La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y los Padres insistensobre todo en tres formas: el ayuno, la oración, la limosna (cf. Tb 12,8; Mt 6,1-18), que expresan laconversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás. Junto a la purificaciónradical operada por el Bautismo o por el martirio, citan, como medio de obtener el perdón de los pecados,los esfuerzos realizados para reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de penitencia, la preocupación porla salvación del prójimo (cf St 5,20), la intercesión de los santos y la práctica de la caridad "que cubremultitud de pecados" (1 P 4,8).
1435 La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, elejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (Am 5,24; Is 1,17), por el reconocimiento de nuestras faltasante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la direcciónespiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la cruzcada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (cf Lc 9,23).
1436 Eucaristía y Penitencia. La conversión y la penitencia diarias encuentran su fuente y su alimento en laEucaristía, pues en ella se hace presente el sacrificio de Cristo que nos reconcilió con Dios; por ella sonalimentados y fortificados los que viven de la vida de Cristo; "es el antídoto que nos libera de nuestrasfaltas cotidianas y nos preserva de pecados mortales" (Cc. de Trento: DS 1638).
1437 La lectura de la Sagrada Escritura, la oración de la Liturgia de las Horas y del Padre Nuestro, todo actosincero de culto o de piedad reaviva en nosotros el espíritu de conversión y de penitencia y contribuye alperdón de nuestros pecados.
1438 Los tiempos y los días de penitencia a lo largo del año litúrgico (el tiempo de Cuaresma, cada viernes enmemoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia (cf SC 109-110; CIC can. 1249-1253; CCEO 880-883). Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejerciciosespirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privacionesvoluntarias como el ayuno y la limosna, la comunicación cristiana de bienes (obras caritativas ymisioneras).
1439 El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábolallamada "del hijo pródigo", cuyo centro es "el Padre misericordioso" (Lc 15,11-24): la fascinación de unalibertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haberdilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la dedesear alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; elarrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino del retorno; la acogidagenerosa del padre; la alegría del padre: todos estos son rasgos propios del proceso de conversión. Elmejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena dealegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo elcorazón de Cristo que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de sumisericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza.
(CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, nº 1427 – 1439)
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Santos Padres
San Jerónimo Preparad los caminos del SeñorAquel ser viviente, que en el Apocalipsis de San Juan y en el comienzo del libro de Ezequiel aparececuatriforme, por tener cara de hombre, cara de toro, cara de león, y cara de águila, tiene también en este lugarsu significado: en Mateo se descubre la cara de hombre, en Lucas la de toro, en Juan la de águila; a Marcos lorepresenta el león, que ruge en el desierto.Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Conforme está escrito en Isaías el profeta: Voz que clamaen el desierto: preparad los caminos del Señor, rectificad sus sendas . El que clama en el desierto ciertamente esel león, a cuya voz tiemblan los animales todos, corren en tropel y no son capaces de huir. Considerad al mismotiempo que Juan el Bautista es llamado la voz, y nuestro Señor Jesucristo la palabra: el siervo precede al Señor.«Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.»Por tanto, no del hijo de José. El comienzo del Evangelioes el final de la ley: acaba la ley y comienza el Evange-lio.Conforme está escrito en Isaías el profeta: Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tucamino. Conforme está escrito en Isaías. En cuanto soy capaz de recordar y buscar en mi mente, repasando conla máxima atención tanto la traducción de los setenta como los mismos textos hebreos, nunca he podidoencontrar que esto esté escrito en el profeta Isaías. Lo de: «Mira, envío mi mensajero delante de ti», estáescrito, sin embargo, al final del profeta Malaquías ,¿cómo es que el evangelista Marcos dice aquí «conformeestá escrito en el profeta Isaías?» Los evangelistas hablaban inspirados por el Espíritu Santo. Y Marcos, que estoescribe, no es menos que los demás. En efecto, el apóstol Pedro dice en su carta: «Os saluda la elegida comovosotros, así como mi hijo Marcos» . ¡Oh apóstol Pedro, tu hijo Marcos, hijo no según la carne, sino según elespíritu, instruido en las cosas espirituales, ignora esto! Y lo que está escrito en un lugar, lo asigna a otro.«Conforme está escrito en el profeta Isaías: Mira, envío mi mensajero delante de ti». Porfirio,aquel impío, queescribió contra nosotros y que vomitó su rabia en muchos libros, se ocupa de este pasaje en su librodecimocuarto, y dice: «Los evangelistas fueron hombres tan ignorantes, no sólo en las cosas del mundo, sinoincluso en las di-vinas Escrituras, que lo escrito por un profeta lo atribuyen a otro». Esta es su objeción. ¿Qué leresponderemos nosotros? Gracias a vuestras oraciones me parece haber encontrado la solución. Conforme estáescrito en el profeta Isaías. ¿Qué es lo que está escrito en el profeta Isaías? «Voz que clama en el desierto:Preparad el camino del señor, enderezad sus sendas». Esto es lo que está escrito en Isaías . Ahora bien, estamisma afirmación se halla expuesta más ampliamente en otro profeta. El evangelista mismo dice: Este es Juanel Bautista, de quien también Malaquías dijo: «Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tucamino». Por tanto, lo que dice que está escrito en Isaías, se refiere a este pasaje: «Voz del que dama en eldesierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas». Para probar que Juan era el mensajero, quehabía sido enviado, no quiso Marcos recurrir a su propia palabra, sino a la profecía del profeta.Apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión... " . Juan apareció: nuestroDios existía. Lo que apareció, dejó de ser y, antes de aparecer, no existió. Por el contrario, el que existía existíaantes y existía siempre y nunca ha tenido principio. Por ello, de Juan el Bautista se dice apareció, mientras delSeñor y Salvador se dice existía. Cuando se dice existía significa que no tiene principio. Él mismo es el que dijo:«El que me ha enviado» :pues el ser no tuvo principio. Apareció Juan en el desierto, bautizando y predicando. Enel desierto apareció la voz que tenía que anunciar al señor: otra cosa no debía proclamar sino la venida delSalvador. Apareció Juan en el desierto. ¡Feliz innovación: abandonar a los hombres, buscar a los ángeles, dejarlas ciudades y encontrar a Cristo en la soledad! Apareció Juan en el desierto, bautizando y predicando:bautizaba con su mano, predicaba con su palabra. El bautismo de Juan precedió al bautismo del Salvador. Delmismo modo como Juan el Bautista fue el precursor del Señor y Salvador, así también su bautismo fue elprecursor del bautismo del Salvador. Aquél se dio en la penitencia, éste en la gracia. Allí se otorga la penitenciay el perdón, aquí la victoria.
Acudía a él gente de toda la región de Judea" . A Juan acude Judea, acude Jerusalén; más a Jesús, el Señor ySalvador, acude todo el mundo. «En Judá Dios es conocido, grande es su nombre en Israel» . A Juan, pues,acuden Judea y Jerusalén, más al Salvador acude todo el mundo.Venían todos y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados . Eran bautizados por Juan. Juanel Bautista ofrece la sombra de la ley, por ello los judíos son bautizados sólo según la ley. Venían de Jerusalén yeran bautizados por él en el Jordán, el río que baja. Pues la ley baja: aunque bautiza, es, sin embargo, de abajo.Jordán significa esto: río que baja, mientras que nuestro señor, y toda la Trinidad, es de arriba. Alguien podríadecir: si la ley es de abajo, ¿no es también de abajo el Señor, que fue bautizado en el Jordán? Fue bautizado enel Jordán justamente, pues guardó los preceptos de la ley. Del mismo modo como fue circuncidado según la ley,según la ley fue bautizado.Juan llevaba un vestido de piel de camello, y se alimentaba de langostas y miel silvestre . Así como los apóstolesson los primeros entre los sacerdotes, Juan el Bautista es el primero entre los monjes. Y, como nos transmitenlos escritos hebreos y puede todavía recordarse, también en las listas de los sacerdotes se nombra a Juan entrelos pontífices. De este modo queda claro que aquel varón fue no sólo un santo, sino también un sacerdote.Leemos, además, en el Evangelio de San Lucas que Juan era de linaje sacerdotal. «Hubo, dice, un sacerdotellamado Zacarías..., que en el turno de su grupo...» . Esto, propiamente hablando, no puede referirse más que alos príncipes de los sacerdotes, es decir a los pontífices. ¿Por qué he dicho todo esto? Para que sepamos que elque sabía que Cristo iba a venir era sacerdote y, sin embargo, no buscaba a Cristo en el templo, sino en eldesierto, donde habíase retirado de la multitud. Para los ojos que esperan a Cristo, ninguna otra cosa merece laatención más que Cristo. Y Juan llevaba su vestido hecho de pelo de camello: no de lana, para que no pudieraspensar que eran vestidos delicados. Nuestro Señor mismo da testimonio en el evangelio del ascetismo de Juan.«Los que visten con elegancia, dice el Señor, están en los palacios de los reyes» .Tratemos ahora de descubrir, con la ayuda de vuestras oraciones, el sentido espiritual del texto.«Tenía Juan unvestido hecho de pelos de camello con un cinturón de cuero a sus lomos» . Juan mismo dice: «Es preciso que élcrezca y yo disminuya. El que tiene la esposa es el esposo; pero el amigo del esposo se alegra mucho, si ve alesposo» . Y dice además: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; yo no soy digno de desatarle lacorrea de sus sandalias» .Lo de «Es preciso que él crezca y yo disminuya» equivale a decir: es preciso que elEvangelio crezca y yo, la ley, disminuya. Llevaba Juan, es decir, la ley en Juan, un vestido hecho de pelos decamello: no podía llevar la túnica propia del cordero, de quien se dice: «He aquí el cordero de Dios, he aquí elque quita los pecados del mundo» ,y también: «Como oveja fue llevado a la muerte» .Bajo la ley no podemosllevar la túnica propia de aquel cordero. Y bajo la ley llevaba Juan un cinturón de cuero, porque los judíosconsideran pecado solamente el cometido de obra; lo contrario de nuestro Señor Jesús, que en el Apocalipsis deJuan aparece en medio de siete candelabros, llevando un cinturón de oro, y no en los lomos, sino en el pecho .Laley se ciñe a los lomos, mientras que Cristo, es decir, el Evangelio y la virtud de los monjes no sólo condena losactos libidinosos, sino incluso los malos pensamientos. Aquí —en el Evangelio— no está permitido pecar nisiquiera de pensamiento, allí —en la ley—sólo es reo de pecado quien de hecho haya cometido fornicación. Enverdad, os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón . «Estáescrito en la ley, dice Jesús, no cometerás adulterio» .Este es el cinturón que se ciñe a los lomos. «Pues yo osdigo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón». Este es el cinturónde oro, que se ciñe al pecho.Llevaba un vestido de pelos de camello y «comía langostas y miel silvestre». La langosta es un animal pequeño,intermedio entre las aves y los reptiles, pues no despega de tierra lo suficiente; aunque se eleva un poco, saltamás bien que vuela, e incluso, cuando se ha elevado un poco de tierra, cae de nuevo al suelo, al fallarle las alas.Así también, la ley parecía alejarse un poco del error de la idolatría, mas no era capaz de volar al cielo.Nunca sehabla en la ley del reino de los cielos. ¿Queréis saber por qué el reino de los cielos sólo se predica en elEvangelio? «Haced penitencia, dice, porque está cerca el reino de los cielos» .Así, pues, la ley elevaba un poco alos hom-bres de tierra, pero no podía llevarlos al cielo. «Donde esté el cuerpo, allí se reunirán las águilas» . Estorespecto a las langostas.También comía miel, no de la cultivada, sino de la silvestre, entre las fieras, entre las bestias; no en casa, no enla Iglesia, sino fuera de la Iglesia. En la ley llegaba a su fin la miel silvestre, de ahí que nunca hallemos escritoque la miel haya sido ofrecida en los sacrificios. Tal vez alguien se sorprenda y diga: ¿Por qué, siendo ofrecidos aDios en sacrificio el aceite, la harina, el carnero, el cordero, la sangre de los animales, y demás cosas, sólo lamiel no es ofrecida? En definitiva, ¿qué dice la Escritura? Todo lo que se ofrezca en sacrificio, ofrézcase
sazonado con sal . «Que vuestra conversación esté sazonada con sal» . La miel no se ofrece en absoluto. Y todolo que haya tocado —se dice—, será impuro. La miel es signo delplacer y la sensualidad: el placer conducesiempre a la muerte y no agrada nunca a Dios. Cuanto consigo trae dulzura no se ofrece a Dios en sacrificio. Lamiel es ciertamente dulce por sí misma y, por despertar con su dulzura los sen-tidos, se equipara al placer, a lapasión, a la lascivia. Cierto que la miel procede de las flores, que surgen por doquier, pero si te fijas bien, entrelas mismas flores hay cadáveres, podredumbre y cosas semejantes... Por tanto, la miel no sólo procede de lasflores, sino también de todo lo voluptuoso. Parece ciertamente agradable, más si sabes discernir el peligro, esen realidad mortal. ¿Por qué he dicho esto? Porque en la ley estaban los comienzos, mientras que en elEvangelio está la perfección.Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sussandalias . Aquí aparece claramente un signo de humildad; es como decir: no soy digno siquiera de ser su siervo.Pero en estas sencillas palabras se nos revela otro misterio. Leemos en el Éxodo, en el Deuteronomio y en ellibro de Ruth que cuando alguien se negaba a tomar por mujer a la viuda de su hermano, quien le seguía enorden de parentesco, ante los jueces y los ancianos le decía: a ti te corresponde el matrimonio, tú eres quiendebe tomarla por mujer. Si se negaba, la misma a quien no quería tomar por esposa le quitaba su sandalia, legolpeaba en la cara y le escupía. De este modo podía ya casarse con el otro. Esto se hacía para pública deshonra—interpretando de momento el texto al pie de la letra— a fin de que si alguien fuera a rechazar a una mujerespecialmente por ser pobre, el miedo a esta pública deshonra le hiciera desistir. Por tanto, aquí se nos revela elsacerdocio. Juan mismo dice: «el que tiene a la esposa es el esposo» . Él tiene por esposa a la Iglesia, yo soysimplemente el amigo del esposo: no puedo, siguiendo la ley, desatar la correa de su sandalia, porque él no harechazado a la Iglesia por esposa.Yo os bautizo con agua , yo soy un servidor, él es el Creador y el Señor. Yo os ofrezco agua. Yo, que soy criatura,ofrezco una criatura; él, que es increado, da al increado. Yo os bautizo con agua, ofrezco lo que se ve; él lo queno se ve. Yo, que soy visible, doy agua visible; él, que es invisible, da el Espíritu invisible.
SAN JERÓNIMO, Comentario al evangelio de San Marcos,Comentario a Mc 1, 8, Ciudad Nueva Madrid 1988,pág. 19-27
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Aplicación
P. Alfredo Sáenz, S.J.
El papel de San Juan Bautista La figura de Juan Bautista, rancia y agreste, domina toda la perspectiva del Adviento. Y es que en verdad elBautista sólo se explica por su respecto a Cristo. Su concepción extraordinaria, fruto de un seno estéril, fue elpreludio de la concepción virginal del Señor; su nacimiento, tan alegre y festivo, anunció la dichosa Navidad deJesús; precedió al Señor en la manifestación de su vida pública, despejándole el camino mediante supredicación y su bautismo de penitencia; dio testimonio del Cordero de Dios delante de la multitud de losjudíos; y, finalmente, su cabeza mártir, adornando el plato real de la venganza, fue una patética profecía de lainmolación del Cordero de Dios, Cabeza de la Iglesia.Juan constituye el lazo de unión entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Al decir de San Pedro Crisólogo, es "elbroche precioso que fija sobre el pecho de Cristo, Pontífice eterno, el doble manto de la Ley y de la Gracia". ElBautista es el adviento hecho persona. Todo Juan es adviento. Por eso a él confía la Iglesia el cuidado depreparar las próximas navidades. Siempre seguirá siendo el precursor de la llegada de Jesús, no sólo en elámbito individual sino en el campo más vasto de la historia. Ya que, según consideramos el domingo pasado, eltiempo de Adviento tiene también por fin prepararnos para la venida última del Señor, disponernos a su Parusíagloriosa. De ahí que la misión del Bautista no haya quedado cancelada con la Encarnación histórica del Hijo deDios sino que se continúa durante todos los siglos de la vida de la Iglesia hasta la vuelta del Señor. Siempre Juan
seguirá ejerciendo desde el cielo su oficio de preparar a las almas para que en ellas nazca el Señor, o en ellasrenazca, siempre será aquel que clamará: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos", como lo habíapredicho Isaías. "Precursor en su nacimiento, precursor en su muerte —enseña San Ambrosio— sigue San Juancaminando sin cesar delante del Señor. Y quizás su acción se hace sentir en nuestra vida actual, en este día, másde lo que nos imaginamos". Nada más normal, porque la vocación providencial de los santos no se agota con lafase terrestre de su existencia, así como el oficio maternal de María no se clausuró al reclinar a su Hijo en elpesebre. Toca, pues, a Juan Bautista preparar en nosotros el camino del Señor, rectificar los senderos tortuososde nuestras almas y allanar sus montículos, para que Cristo encuentre expedito el camino, libre de obstáculos,de modo que pueda hacer serenamente su ingreso en nuestro interior e invadirlo con su gracia luminosa.¿Qué papel ocupa San Juan Bautista en la trama de la redención? Toda la historia de la salvación puede serconsiderada como una historia de amor entre Dios y los hombres, una historia de matrimonio espiritual entreDios y su pueblo. Es éste un tema que aparece con frecuencia ya en el Antiguo Testamento, donde Yahvégustaba dirigirse a su pueblo en términos nupciales. En la perspectiva del Nuevo, Cristo ocupa el lugar del Señoren el Antiguo. Él es el Esposo del nuevo Pueblo de Dios. El Esposo esperado. Luego de un largo adviento, elVerbo se hace carne para desposarse con la Iglesia. Así lo enseña San Pablo en ocasión de recordar los deberesque tienen los maridos para con sus mujeres: "Maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a su Iglesia yse entregó por ella... a fin de presentársela a sí gloriosa, sin mancha ni arruga". Pues bien, Juan Bautista dijo desí mismo que era el amigo del esposo: "Yo no soy el Mesías sino que he sido enviado delante de él. El que tieneesposa es el esposo; el amigo del esposo, que le acompaña y le oye, se alegra grandemente al oír la voz delesposo. Pues así mi gozo es cumplido. Conviene que él crezca y que yo disminuya". Juan se presenta, pues,como "el amigo del esposo". Esta expresión no indica sólo una relación de simple amistad sino que en elambiente judío era un término técnico que servía para designar a aquella persona que en la celebración de losmatrimonios estaba encargada de conducir a la novia hasta su futuro esposo. El oficio delamigo incluía tambiénlos actos preparatorios de la concertación matrimonial. Todavía en su casa paterna, la joven prometida tomabaun baño, luego se vestía, se adornaba con joyas, y finalmente era conducida a la casa del novio; a partir de esemomento ya podía considerarse desposada. Tocaba precisamente al "amigo del esposo" el cuidado de preparara la novia y llevarla a la casa del esposo.Juan, el precursor de Cristo, es el amigo del Esposo. El preparó al pueblo —la esposa— exhortándolo a laconversión y a las buenas obras, adornándolo con las joyas de las virtudes, bañándolo en su bautismo depenitencia para el perdón de los pecados. "Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían aél, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados", nos dice el evangelio de hoy.Finalmente condujo al pueblo —a la esposa— hacia Cristo: nos refiere la Escritura que al oír el testimonio deJuan, dos de sus discípulos siguieron a Jesús. Y así hicieron otros más adelante. Todos se iban tras el esposo.Juan Bautista no era el esposo sino "el amigo del esposo". El preparó a la novia, la engalanó, la condujo hastaCristo. Gozándose al enterarse de que sus discípulos lo abandonaban para seguir a Jesús, para desposarse conJesús, el Bautista quiso permanecer, hasta el último, fiel a su misión. Por eso nunca su gloria resplandece tantocomo cuando se pierde entre las brumas de la historia, mientras señala por última vez al Señor: Conviene que élcrezca y que yo disminuya. Y desaparece en las sombras. Porque Cristo era la luz; él solamente había venidopara dar testimonio de la luz. Como el lucero de la mañana señala el fin de la noche y el principio del día, elBautista fue el lucero antes del Alba, la voz antes de la Palabra.Amados hermanos, pronto nos acercaremos a recibir el Cuerpo del Señor. Mientras nos vamos aproximando alaltar, pidámosle al Señor que la práctica de la magnanimidad, de esa virtud que llevó al Bautista a decir laverdad a los poderosos del mundo, rellene los barrancos cobardes de nuestras almas; y que la práctica de lahumildad, de esa virtud que llevó al Bautista a desear el crecimiento del Señor aun a costa de su aparentedilución, allane los montículos de nuestra soberbia. Y que cuando entre el Señor en nuestros corazones para eldesposorio místico de la Eucaristía, los encuentre bautizados y enjoyados por intercesión de aquel que fuellamado el amigo del Esposo, a quien sean la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
SáENZ A.,PALAbRA y Vida, Ciclo b, Segundo Domingo de Adviento, Gladius Buenos Aires 1993, 11-15
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P. Gustavo Pascual, I.V.E.
La conversión del Adviento
Mc 1, 1-8
Marcos cita en su Evangelio dos profecías del Antiguo Testamento, una de Malaquías[1]
y otra de
Isaías[2]
y las cita libremente:
Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz del que clama en eldesierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas.
En esta profecía podemos reflexionar sobre dos aspectos: el precursor y el lugar donde predica.
El precursor, al cual se refiere Marcos, es Juan Bautista.
Juan Bautista se prepara en el desierto durante treinta años para anunciar y disponer al pueblo de Israela la venida del Mesías esperado.
Juan se presenta “proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados”. Juan predica laconversión, la cual, se manifiesta exteriormente recibiendo su bautismo. Su bautismo no perdonaba lospecados pero si preparaba para el perdón que traería Jesús. Juan se presenta al estilo de los antiguos profetas,vestido rústicamente, alimentándose pobremente y desde el comienzo con la verdad. Se manifiesta como elprecursor y enseña humildemente la grandeza del que proclama. Su bautismo es preparatorio, con agua, el deJesús es con Espíritu Santo, purificador. El sólo es un simple servidor, un esclavo, Jesús es el Señor y es másfuerte que él, infinitamente más fuerte que él.
Esta es la condición del precursor. Y también todo el que quiera ser precursor, y creo que todos estamosllamados de una manera u otra a ser precursores porque todos podemos llevar a Cristo a nuestros hermanos,todos podemos preparar un buen camino para que llegue Cristo a quien lo necesite. La condición del precursores manifestar una vida conforme con las palabras que predica y sinceridad a su misión para no empañar suvocación de precursor, en una palabra humildad. Juan manifiesta la clara conciencia que tenía de su misión de
precursor cuando les dice a sus discípulos “es preciso que Él crezca y yo disminuya”[3]
. Juan cumple su misión ysin dar lugar a confusiones desaparece. Ha cumplido la voluntad de Dios.
Juan predica la conversión. Lo primero que debemos considerar en nosotros es este aspecto. ¿Qué cosastenemos que convertir en nosotros? El Evangelio usa la palabra metanoia que significa cambio de manera depensar. ¡Cuántos pensamientos y criterios hay en nosotros que están en contradicción de los de Cristo y seasemejan a los del mundo! En esto hay mucho para convertir en nuestra vida.
Juan fue muy fuerte en su predicación general llamando a la conversión. Apostrofaba a sus oyentesdiciéndoles: raza de víboras, árboles sin frutos que sirven solo para el fuego, falsos hijos de Abraham, objeto deira. Sin embargo, en las consultas que le hacían sobre su conversión personal los exhortaba al cumplimiento fielde su deber de estado. Evaluemos nuestro cumplimiento del deber de estado. ¿Qué es el deber de estado? Loque cada uno tiene por principal función en la vida: una profesión, una obligación de estudio, la atención de unafamilia, la autoridad familiar, la maternidad, la paternidad, la filiación, el trabajo honesto y hecho conresponsabilidad, en una palabra lo que nos ha tocado como vocación en esta vida. Aquí tenemos que exigirnos,aquí está el punto de conversión, porque no puede ser buen cristiano el que no cumple su obligación personalcristianamente. Vemos gente muy comprometida con la Iglesia y decimos que buen cristiano, será buen
cristiano verdaderamente si cumple su deber de estado. Ser fieles a nuestro deber de estado y ser fielesrealizándolo por amor a Cristo. Y en el cumplimiento fiel de nuestro deber de estado hay muchas oportunidadespara ser precursores de Cristo. Cuando en el trabajo un cristiano sobresale por hacer las cosas con perfección,por cumplir bien los horarios, por tener una conversación amena y edificante, por vivir con alegría, por noquejarse y ser generoso aunque no lo obliguen, etc., o un padre de familia sobresale por interesarse por laeducación virtuosa de los hijos, por amar a su esposa y respetarla, por interesarse por la armonía en el hogar,por hacer de su casa un lugar cálido y acogedor para todos los miembros de la familia. O un agricultor que datestimonio ayudando a sus vecinos, siendo amable con ellos, siendo generoso y no altercando con ellos porboberías, no desconfiando de todos sino confiando en ellos como nuestro Padre del cielo, rezando en el trabajo,pidiéndole a Dios por sus cosechas y dándole gracias, ofreciendo las primicias, etc.
Cumpliendo bien nuestro deber de estado somos precursores de Cristo. ¡Cuántas personas se cuestionanel buen ejemplo o mal ejemplo de los cristianos! ¡Cuántos se acercan a Cristo si nos ven semejantes a Cristoaunque nunca les dirijamos una palabra! Los buenos ejemplos arrastran.
La conversión nos prepara para que venga Cristo a nosotros con mayor intensidad y también nos haceprecursores de Cristo para con nuestros hermanos.
Juan predicaba en el desierto y allí iban los israelitas a escucharlo. En este tiempo de Adviento y en todotiempo el desierto es el lugar privilegiado para encontrarse con Jesús, para escuchar su voz. El desierto materiales bueno pero no está al alcance de todos pero sí el desierto interior. Hay que buscar momentos durante el díao al menos semanalmente, aunque sean momentos cortos, para encontrarse con Jesús en el corazón. Nopodemos encontrar intensamente a Jesús en el bullicio exterior. Nos unimos a Él en el trabajo. Lo encontramosen el surco, en la cocina, en los hijos, en el vecino, en la calle, en el mercado, pero para escuchar mejor su voz,hay que bajar al interior del corazón. Toda la historia de la Iglesia y también de Israel manifiesta la preferenciadel Señor para comunicarse con los hombres en el desierto, en silencio y soledad. Juan llevaba las almas y lespredicaba en el desierto. El se había retirado al desierto desde niño para prepararse a su misión, Jesús se retiróal desierto antes de comenzar su vida pública y durante ella varias veces se retiraba a los montes en soledadpara comunicarse con su Padre.
Aprovechemos este tiempo para tener un contacto más íntimo con Jesús. Mirar a Jesús que viene. Vienepobre, humilde, en el silencio, ignorado, en dolor y compararme con El, contemplar sus virtudes y las mías,¡cuánto para convertir! El Evangelio nos relata la infancia de Jesús, en los misterios gozosos del rosario loscontemplamos, allí podemos preparar nuestra alma para la conversión, tomemos una virtud de Jesús niño,tratemos de imitarla en algo concreto, en privarnos de gastos superfluos, en no desconsolarnos cuando nosdejen solos, en no enojarnos cuando no nos salgan las cosas como queremos, en no afligirnos porque no nostengan en cuenta, no nos escuchen, nos ignoren.
Aprendamos a aceptar la voluntad de Dios en las pequeñas cruces de cada día. Busquemos
interiorizarnos en estos días para recibir mejor a Jesús que se acerca. El Pesebre[4]
nos recuerda un encuentroque se conmemora cada año desde que Jesús nació entre los hombres y nos anuncia un encuentro que seaproxima, que es cierto y que es sumamente consolador. Jesús vendrá nuevamente a nuestro encuentro paravivir con nosotros para siempre. Preparemos un Pesebre en nuestro corazón, un Pesebre más hermoso que eldel año pasado.
Este es el mensaje de Juan Bautista, que aparece para anunciarnos que Cristo viene y quiere que loimitemos porque infinidad de hermanos nuestros no saben que Cristo quiere nacer en sus corazones. Nosotrosen nuestra pobreza y con nuestras limitaciones y rudezas podemos ser precursores de Cristo para tantos que lodesean pero no saben dónde buscarlo.
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Instituto del Verbo Encarnado
Provincia Nuestra Señora de Luján, ArgentinaE- mail: [email protected]
[email protected] Web: www.iveargentina.org
[1] 3, 1
[2] 40, 3
[3] Jn 3, 30
[4] Belén en España.
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