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“En el Castillo Interior de
Santa Teresa de Jesús hay una
catequesis progresiva hacia el
conocimiento de Dios, del
hombre y su grandeza…”
B. Juan Pablo II
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Este pensamiento que nos ofrece el
Beato Juan Pablo II, nos invita a seguir las pistas de crecimiento y
madurez en nuestro camino espiritual para llegar a la meta de todo
cristiano: la comunión con Dios.
Lo que está viviendo la Orden Carmelitana como preparación
a la celebración del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de
Jesús, este año 2013, coincide con el
Año de la Fe inaugurado por
Benedicto XVI. Es una ocasión
propicia para activar la luz de la fe
en los grandes misterios del amor de
Dios hacia nosotros, recordando sus
dones y gracias infinitas que ella
describe en su Castillo Interior y nos
las comparte, para que nos
animemos a disponernos a
recibirlos.
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La fe de nuestra Santa Madre la Iglesia, que se expresa y da
sentido en los escritos de Santa Teresa de Jesús, le ha merecido el
título de “Doctora de la Iglesia”. Esta fe de los creyentes encuentra
significado en el símbolo del “Castillo Interior”, “Castillo del alma”,
su obra cumbre, y éste será el tema de esta catequesis.
En primer lugar debemos conocer
¿Quién fue Santa Teresa?
¿Qué fue lo que caracterizó su fe desde niña...?
Lo escribe ella misma en su autobiografía:
“El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me
bastara con lo que el Señor me favorecía para ser buena...
Mis hermanos ninguna cosa me desayudaban a servir a Dios.
Tenía uno casi de mi edad. Juntábamonos a leer vida de
santos […] Como veía los martirios que por Dios los santos
pasaban, parecíame compraban muy barato el ir a gozar de
Dios y deseaba yo mucho morir así por gozar tan en breve de
los grandes bienes que veía haber el cielo.” (V 1,1.4)
Y así ella intentó, por sus propios medios, lograr este bien,
saliendo de su casa con su hermano para dar testimonio de su fe, en
donde fuera. Como no les dio resultado el intento, prosiguieron con
sus lecturas espirituales para encontrar otro modo de ir al cielo.
“Espantábanos mucho el decir que pena y gloria era
par siempre en lo que leíamos. Acaecíanos estar mucho rato
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tratando de esto y gustábamos de decir muchas veces: ‘para
siempre, siempre, siempre!’ En pronunciar esto mucho rato
era el Señor servido me quedase en esta niñez imprimido el
camino de la verdad.”(V 1,4)
Este es el martirio que le toca a cada cristiano de buena voluntad:
Vivir la fe de su bautismo aceptando por amor, la voluntad de Dios
en los acontecimientos de la vida.
En 1535, el 2 de noviembre,
cuando contaba 20 años, ingresa en el
Monasterio de la Encarnación de Ávila,
con la intención de consagrarse
totalmente a Dios.
Y ¿Cómo vivió Teresa su deseo
de martirio en la vida religiosa?
“Vuelvo a decir que está el todo o
en gran parte, en perder cuidado de
nosotros mismos y nuestro regalo; que
quien de verdad comienza a servir al Señor, lo menos que le
puede ofrecer es la vida, pues le ha dado su voluntad, ¿qué
teme? Pues ya nos sabéis hermanas, que la vida del buen
religioso y que quiere ser de los allegados amigos de Dios, es
un largo martirio.” (C 12,2)
“Siento tanto verme en este destierro muchas veces,
¿qué sería el sentimiento de los santos?, ¿qué debía de pasar
San Pablo y la Magdalena y otros semejantes, en quien tan
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crecido estaba este fuego de amor de Dios? Debía ser un
continuo martirio.” (V 21,7)
Su fe y amor a la Iglesia
Santa Teresa conocía a la Iglesia como lo que es: la Familia
de Dios en la tierra, Cristo vivo que nos revela el misterio de la
SSma. Trinidad. Y el Espíritu Santo, la tercera Persona, enviado por
el Padre y por el Hijo, que guía a la Iglesia hasta el conocimiento de
la verdad plena. (cf. Jn 16,13)
Santa Teresa amó a la Iglesia como Cuerpo de Cristo y por lo
tanto el motivo principal de su vida fue rogar por ella y por los que
son sus defendedores: predicadores y letrados. Y les dice a sus hijas:
“Para que todas ocupadas en oración ayudásemos en
lo que pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le
tienen, a los que ha hecho tanto bien, que parece le querían
tornar ahora a la Cruz y que no hubiese adonde reclinar la
Martirio es el dolor de cada día
si en Cristo y con amor
es aceptado.
Fuego lento de amor que en la alegría
de servir al Señor es consumado (Himno de la Liturgia)
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cabeza… Estáse ardiendo el mundo, quieren tornar a
sentenciar a Cristo –como dicen- pues le levantan mil
testimonios y quieren poner su Iglesia por el suelo… ¿Qué es
esto ahora de los cristianos? ¿Siempre ha de ser de ellos los
que más os fatiguen? A los que mejores obras hacéis, los que
más os deben, a los que escogéis para vuestros amigos, entre
los que os comunicáis por los sacramentos?” (C 1,3)
Esta visión de la Iglesia de su tiempo se puede aplicar
también al nuestro, ni más ni menos. Jesús seguirá sufriendo en la
persona de su representante, el Papa, los obispos y sus ministros
hasta el fin del mundo, cuando culminará la ‘Historia de Salvación’.
Pero lo que nos da confianza son las palabras de Jesús: “Yo estaré
con vosotros hasta el fin del mundo” y “las puertas del infierno, no
prevalecerán contra ella”.
Recordemos aquello que le hacía exclamar a Pío IX, al
describir las características de la Iglesia: Una, Santa, Católica,
Apostólica Romana y “siempre perseguida”.
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Castillo Interior
Santa Teresa de Jesús modelo de obediencia en la fe,
comienza a escribir su nuevo libro dirigiéndose a sus hijas
carmelitas. Pero, al igual que todos sus escritos, será un nuevo
llamado de Dios ‘para nuestro mayor bien, en orden a hacernos
participantes de su santidad’. (Cf Hb)
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Prólogo
JHS
”Pocas cosas que me ha mandado la obediencia se me han
hecho tan dificultosas como escribir ahora cosas de oración,
más entendiendo que la fuerza de la obediencia suele allanar
cosas que parecen imposibles, la voluntad se determina a
hacerlo muy de buena gana aunque el natural parece que se
aflige mucho. Y así comienzo a cumplirla hoy día de la SSma.
Trinidad año 1577”.
A Santa Teresa, agraciada por el Señor con dones
sobrenaturales y gracias místicas, le resulta muy difícil declarar con
palabras, las vivencias espirituales, cosas de oración que no se puede
entender si no hay experiencia. Por eso se vale de metáforas,
imágenes. Así como Jesús nos hablaba en parábolas para hacernos
comprender los misterios del Reino de los cielos: “… El Reino de los
cielos se parece a un tesoro escondido en un campo… un hombre lo
encuentra, lo vuelve a esconder y lleno de alegría, vende todo lo que
posee y compra el campo…” En sus parábolas Jesús pasa de
realidades materiales a realidades espirituales. Del mismo modo
Santa Teresa de Jesús. Ella usa la alegoría del Castillo, todo de un
diamante o muy fino cristal, una imagen de la belleza de nuestra
alma. Por lo cual no se trata de un castillo de orfebrería sino un
castillo de cielo, resplandeciente por el Dios que lleva adentro: “Dios
de Dios, Luz de Luz”, por Quien la luz de nuestros días resultan
opacas. Por eso dice la Santa que nuestros entendimientos no son
capaces de comprender la hermosura de un alma -en gracia- como no
se puede comprender a Dios, ya que está hecha a su imagen.
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El otro símil es que en este Castillo hay muchas habitaciones
como en el cielo hay muchas moradas. Si nos preguntamos ¿Cómo
son esas moradas en el cielo?, veamos esta clara alusión a Jn 14. Se
refiere a la despedida de Jesús: “No se inquieten, crean en Dios y
crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas
habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a
prepararles un lugar. Volveré otra vez para llevarlos conmigo a fin
de que donde Yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino
del lugar adonde voy.” Ya sabemos que la Casa del Padre es el cielo
y el lugar, el Misterio de Dios, pues Dios mismo es el cielo. Lo
sabemos por nuestra fe. Sabemos que Jesús volverá para llevarnos
con El, a fin de que donde El esté, estemos también nosotros.
También se habla en otro pasaje del Evangelio de algo que
puede darnos luz acerca de las Moradas en nuestro Castillo interior:
son palabras de Jesús refiriéndose a su precursor, San Juan Bautista:
“Les aseguro que no hay ningún hombre más grande que Juan y, sin
“Ví bajar del Cielo, de junto a Dios a la Ciudad
Santa, la nueva Jerusalén, ataviada como una novia que se
adorna para su esposo […] Esta es la Morada de Dios con
los hombres […]
Brillaba como una piedra de jaspe claro, como un
cristal… y las calles y la plaza de la ciudad son de oro puro,
como vidrio transparente.”
Ap 4, 3.20
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embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es más grande que él.”
(Lc 7,28). Como vemos, hay ‘grados’: el más pequeño, el más
grande. Así el Señor le dio a conocer a Santa Teresa el fin eterno de
algunas personas que la ayudaron y refiere ella misma: “De algunas
fue el Señor servido vea los grados que tienen de gloria,
representándoseme en los lugares que se ponen. Es grande la
diferencia que hay de unos a otros”. (V 38,33)
Podemos decir entonces, que las Moradas nos ofrecen un
camino de vida espiritual y, comenzando por las primeras, son pista
que nos indican el camino recto hasta el tramo final: “la unión”
íntima con el Rey de este Castillo.
La puerta para entrar en cada morada es la oración. Es la
puerta que se abre por dentro. Es abrir el corazón adonde llama Dios
siempre, es el lugar del encuentro y del diálogo de amistad.
“Mira que estoy a la puerta
llamando. Si alguno me abre, entraré y
cenaremos juntos y le comunicaré mis
secretos.”
Ap
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Reflexión preliminar
Comenzamos meditando un pasaje de la Biblia que nos viene
bien en este tema:
“Cuando el Señor libró a su pueblo de la esclavitud de los
egipcios por manos de Moisés, con la promesa de hacerlos subir a
una tierra fértil, a una tierra que mana leche y miel… el pueblo de
Israel salió provisto de bienes: con su ovejas, sus vacas; objetos de
oro y plata y también ropa. Y el Señor hizo que el pueblo se ganara
el favor de los egipcios, para que llevaran cuanto iban a necesitar en
el camino que duró cuarenta años y cuando ya no tenían alimentos
les dio el ‘maná’, pan del cielo, hasta llegar a la tierra de
Promisión.”(cf. Ex 12,37)
En este pasaje bíblico, vemos en un lenguaje simbólico, una
clara alusión a nuestro éxodo de hoy hacia la Tierra prometida, que
para nosotros es la Jerusalén Celestial, donde Dios Padre, Nuestro
Señor Jesucristo y el Espíritu Santo nos espera para hacernos
partícipes de su Gloria.
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Como otro Moisés nos envía a su Hijo muy amado como guía
y compañero de camino y que también nos provee de lo necesario
para vivir como hijos de Dios. Este sustento espiritual nos lo da por
medio de su Iglesia, nuestra Madre, y consiste en los Sacramentos de
la fe, los mandamientos de la fe y el Padre nuestro, la oración de la
Iglesia. Todo esto son canales por donde nos envía Dios su gracia
santificante. Y para defendernos de los ataques del enemigo nos da la
espada del espíritu que es la Palabra de Dios. Con esta arma venció
Jesús a Satanás en el Desierto.
Con esta preparación comenzamos el recorrido por las
Moradas de nuestro Castillo Interior. Es un camino de interioridad
pues todo se realiza en lo secreto de nuestra alma, en pura fe, como
los israelitas que marchaban por el desierto hacia lo desconocido.
Vivían su fe a la intemperie, no veían a Dios, pero sentían su
presencia en una nube luminosa de noche y como sombra protectora
de día.
Así vivió Santa Terea su fe, siguiendo las indicaciones del
Señor, en lo incomprensible y así, Dios la envolvió en el resplandor
de su Luz, que es su Humanidad Sacratísima, Cristo Jesús.
Siguiéndola en sus escritos, nos transmite su experiencia.
“Estando hoy suplicando a nuestro señor hablase por
mí, se me ofreció, lo que ahora diré para comenzar con algún
fundamento: que es considerar nuestra alma como un castillo
todo de un diamante o muy claro cristal, donde hay muchos
aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. Que si
bien lo consideramos hermanas, no es otra cosa el alma del
justo sino un paraíso adonde dice El tiene sus deleites.
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“Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde
un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de
todos los bienes se deleita? No hallo yo cosa con qué
comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad;
y verdaderamente apenas deben llegar nuestros
entendimientos a comprenderla, así como no pueden llegar a
considerar a Dios, pues El mismo dice que nos crió a su
imagen y semejanza. Basta decir su Majestad que es hecha a
su imagen para que apenas podamos entender la gran
dignidad y hermosura de nuestra alma”. (1M 1,1)
“No es pequeña lástima y confusión que por nuestra
culpa no entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién
somos. ¿No sería gran ignorancia, hijas mías, que
preguntasen a uno quién es y no se conociese ni supiese quién
es su padre ni de qué tierra? Pues sin comparación es mayor
la que hay en nosotras cuando no procuramos saber qué cosa
somos, sino que nos detenemos en estos cuerpos y así porque
nos lo dice la fe sabemos que tenemos alma o quien está
dentro en esta alma o el gran valor de ella, pocas veces lo
consideramos; y así se tiene en tan poco procurar con todo
cuidado conservar su hermosura: todo se nos va en la cerca de
este castillo (en el exterior) que son nuestros cuerpos.” (1M
1,2)
Estos son los interrogantes fundamentales sobre nuestro
origen y nuestro fin.
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Imitando a la Santa, que le gustaba tomar de las enseñanzas
de la Iglesia, sobre todo del Catecismo y así lo inculcaba a sus hijas,
leamos del Catecismo de la Iglesia Católica esta respuesta:
“¿Cuál es el designio de Dios para el hombre?
“Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo,
en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para
hacerle partícipe de su vida bienaventurada. En la plenitud de los
tiempos, Dios Padre envió a su Hijo como Redentor y Salvador de
los hombres caídos en el pecado, convocándolos en su Iglesia y
haciéndolos hijos suyos de adopción por obra del Espíritu Santo y
herederos de su eterna bienaventuranza.” (Compendio Catecismo de
la I.C. 1)
Trata de cuán fea cosa es un alma que está en pecado
mortal
“Nos has hecho para ti y
nuestro corazón está inquieto
mientras no descanse en Ti”
(San Agustín)
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“Antes que pase adelante, os quiero decir que
consideréis qué será ver este castillo tan resplandeciente y
hermoso, esta perla oriental, este árbol de vida (otra imagen
de nuestra alma) que está plantado en las mismas aguas de la
vida, que es Dios, cuando cae en un pecado mortal”. “No hay
tinieblas más tenebrosas, ni cosa tan oscura y negra que no lo
esté mucho más. No queráis más saber de que, con estarse el
mismo sol que le daba tanto resplandor y hermosura todavía
en el centro de su alma, es como si allí no estuviese para
participar de El, con ser tan capaz para gozar de Su
Majestad como el cristal para resplandecer en él el sol.
Ninguna cosa le aprovecha; y de aquí viene que todas las
obras que hiciere, estando así, en pecado mortal, son de
ningún merecimiento para alcanzar gloria.” (1 M 2,1) Y por
el contrario explica: “Así como de una fuente muy clara lo
son todos los arroyicos que salen de ella, como es un alma que
está en gracia, que de aquí le viene ser sus obras tan
agradables a los ojos de Dios y de los hombres, porque
proceden de esta fuente de vida, adonde el alma está como un
árbol plantado en ella, que la frescura y fruto no tuviera sino
le procediese de allí, que esto le sustenta y hace no secarse y
que dé buen fruto.”(1 M 2,2)
“¡Oh almas redimidas por la sangre de Jesucristo!
¡Entendeos y habed lástima de vosotras! ¿Cómo es posible
que entendiendo esto no procuráis quitar este pez de este
cristal? Mirad que, si se os acaba la vida, jamás tornaréis a
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gozar de esta luz. ¡Oh Jesús! ¡Qué es ver a un alma apartada
de ella! Dios por su misericordia, nos libre de tan gran mal,
que no hay cosa mientras vivimos que merezca este nombre de
mal, sino ésta, pues acarrea males eternos para sin fin.”(1 M
2,4-5)
Es interesante que, así como quiso Nuestro Señor, mostrarle
cómo quedaba un alma cuando pecaba mortalmente, del mismo
modo le mostró la imagen de un alma en gracia. Ella lo relata en el
libro de Vida:
“…Parecióme ver como un espejo claro toda, sin
haber espaldas ni lados ni alto ni bajo que no estuviese toda
clara y en el centro de ella se me representó Cristo nuestro
Señor, …y también este espejo se esculpía todo en el mismo
Señor por una comunicación que yo no sabré decir, muy
amorosa.” (V 40,5)
Estos dones que Dios le ha hecho a esta Santa tan grande y
humilde a la vez, es para que nos aprovechemos nosotros, pues a
pesar de que empañemos su belleza y resplandor en nuestra alma por
el pecado, no nos abandona y siempre está dentro dándonos el ser y
esperando nuestro deseo de recobrar su imagen en nosotros. Así lo
confirma ella en el libro de la Vida, contando lo que le dijo el Señor
en una visión: “¡Ay hija, qué pocos me aman con verdad! Que si me
amasen, no les encubriría Yo mis secretos. ¿Sabes qué es amarme con
verdad? Entender que todo es mentira lo que no es agradable a Mí.”
(V 40,1)
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“Porque a cuanto yo puedo entender, la puerta para
entrar en este Castillo es la oración y consideración, no digo
más mental que vocal; que, como sea oración, ha de ser con
consideración; porque la que no advierte con quién habla y lo
que pide y quién es el que pide y a quién, no le llamo yo
oración aunque mucho menee los labios.” (1 M 1,7)
Este texto nos trae a la memoria el pasaje de los apóstoles,
cuando le dijeron a Jesús: “Enséñanos a orar” y El les contestó con
la hermosa oración del Padre nuestro. Como enseñada de tal
Maestro, la Santa gustó de comentar esta oración en el Camino de
Perfección y allí nos va introduciendo en esa pedagogía de orar ‘con
consideración’.
“Padre nuestro que estáis en los cielos’. ¡Oh Hijo de
Dios y Señor mío! ¿Cómo dáis tanto junto a la primera
palabra? Ya que os humilláis con extremo tan grande en
juntarnos con nosotros al pedir y haceros hermano de cosa
tan baja y miserable, ¿Cómo no dáis en nombre de vuestro
Padre todo lo que se puede dar, pues queréis que nos tenga
por hijos que vuestra palabra no puede faltar?” (C 27,2)
“Pues dice el buen Jesús: ‘Santificado sea tu
nombre, venga en nosotros tu reino.’ Considero yo aquí y es
bien que entendamos qué pedimos en este reino…“ (C 30,4)
“El gran bien que hay en el cielo es: ya no
tener cuenta con cosas de la tierra, un sosiego y gloria en sí
mismos, un alegrarse de que se alegren todos, una paz
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perpetua, una satisfacción grande en sí mismos, que le viene
de ver que todos santifican y alaban al Señor y bendicen su
Nombre y no le ofende nadie. Todos le aman y la misma alma
no entiende en otra cosa sino en amarle, ni puede dejarle de
amar, porque le conoce.” (C 30,5)
“Y así le amaríamos acá, aunque no esta perfección y
en un ser, más muy de otra manera le amaríamos de lo que le
amamos, si le conociésemos.” (C 30,5)
“Sea hecha tu voluntad y como es hecha en el cielo así
se haga en la tierra. Bien hicisteis, buen Maestro y Señor, de
pedir la petición pasada, para que podamos cumplir lo que
dais por nosotros, porque cierto, Señor, si así no fuera,
imposible me parece poder nosotros cumplirlo. Mas haciendo
vuestro Padre lo que vos le pedisteis de darnos acá su Reino,
yo sé que os sacaremos verdadero en dar lo que dais por
nosotros, porque hecha la tierra cielo, será posible hacer en mí
vuestra voluntad.” (C 32,2)
“El pan nuestro de cada día, dánosle hoy, Señor’.
Entended, hermanas, por amor de Dios, esto que pide el buen
Jesús, que nos va la vida no pasar de corrida por ello y tened
en poco lo que habéis dado, pues tanto habéis de recibir.
“Paréceme ahora a mí, que viendo el buen Jesús lo que
había dado por nosotros… y la gran dificultad que había,
por ser nosotros tan inclinados a cosas bajas y de tan poco
amor y ánimo, que era menester ver el suyo para despertarnos
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y no una vez, sino cada día, que aquí se determinó a quedarse
con nosotros.” (C 33,1.2)
“¡Oh, válgame Dios, qué gran amor del Hijo, y qué
gran amor del Padre! Aún no me espanto tanto del buen
Jesús, porque, como había ya dicho ‘Fiat voluntas tua’,
habíalo de cumplir como quien es. Sí, que no es como nosotros
y sabe que la cumple con amarnos como a Sí mismo y así
andaba a buscar cómo cumplir con más perfección, aunque
sea a su costa, este mandamiento. Mas vos Padre Eterno,
¿cómo lo consentís? ¿Por qué queréis ver en manos tan ruines
a vuestro Hijo? ¿Cómo puede vuestra piedad cada día, verle
hacer injurias? ¡Y cuántas se deben hacer hoy a este
Santísimo Sacramento! ¡En qué de manos enemigas suyas le
debe ver el Padre! ¿No ha de haber quién hable por este
mansísimo Cordero?” (C 33,3-4)
“¡Oh Padre Eterno, que mucho merece esta humildad!
¿Con qué tesoro compramos a vuestro Hijo? Venderle, ya
sabemos que por treinta dineros; más comprarle, ¿qué precio
basta? … No hace El diferencia de El a nosotros, más
hacémosla nosotros para no nos dar cada día por EL.” (C
33,5)
“Y porque no penséis se saca poca ganancia de rezar
vocalmente con perfección, os digo que es muy posible que
estando rezando el paternóster os ponga el Señor en
contemplación.” (C 25,1)
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En la vida espiritual actúan el cuerpo y el alma. ¿De qué
manera el cuerpo y el alma forman en el hombre una unidad?
Dice el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica nº
69: “La persona humana es, al mismo tiempo, un ser corporal y
espiritual. En el hombre, el espíritu y la materia forman una única
naturaleza. Esta unidad es tan profunda que, gracias al principio
espiritual, que es el alma, el cuerpo, que es material, se hace humano
y viviente y participa de la dignidad de la imagen de Dios.”
¿Por qué late en el hombre el deseo de Dios?
Dios mismo, al crear al hombre a su propia imagen, inscribió
en el corazón de éste, el deseo de verlo. Aunque el hombre a menudo
ignore tal deseo, Dios no cesa de atraerlo hacia Sí, para que viva y
encuentre en El aquella plenitud de verdad y felicidad a la que aspira
sin descanso. En consecuencia, el hombre por naturaleza y vocación,
es un ser esencialmente religioso, capaz de entrar en comunión con
Dios.
En estas primeras moradas la santa detalla el itinerario
espiritual que puede ser recorrido con las fuerzas naturales y la ayuda
normal de la gracia. Se las incluye en la llamada ‘Vía purgativa o
ascética’: es un proceso de despojo total de todo lo que no es grato a
Dios: negando la propia voluntad para hacer la de Dios, ir arrancando
las malas hierbas que perjudican las flores de nuestro jardín, etc.
Entran en las primeras moradas por la puerta que es la
oración, a través del camino de la fe, iluminado por Cristo, Modelo
y Maestro, en el cual el orante debe poner todo su amor. Se repite a
cada etapa la consigna de Santa Teresa dicho de diferentes modos:
“Por eso os digo, hijas, que pongamos los ojos en Cristo”
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Para los que han comenzado este camino, en la primera
morada comienza el proceso de transformación: tienen deseos de
perfección y se ejercitan en buenas obras, aunque todavía con
defectos, luchas y tentaciones. El propio conocimiento, la belleza del
alma en gracia y la fealdad del alma en pecado, son dos fuertes
estímulos.
Lo indispensable para este camino de perfección es comenzar
con el propio conocimiento y humildad.
“Por eso digo, hijas, que pongamos los ojos en Cristo,
nuestro bien, y allí aprenderemos la verdadera humildad, y en
sus santos y ennobleceros ha el entendimiento y no hará el
propio conocimiento cobarde; que, aunque ésta es la primera
morada, es muy rica y de tan gran precio que no se quedará
sin pasar adelante. Terribles son los ardides y mañas del
demonio para que las almas no se conozcan ni entiendan sus
caminos.” (1 M 2,11)
“Mirad que en pocas moradas de este Castillo dejan
de combatir los demonios, más es mucho entender sus ardides
y que no nos engañe hecho ángel de luz; que hay una
multitud de cosas que nos pueden hacer daño entrando poco
a poco como lima sorda, y hasta haberle hecho no le
entendemos.” (1 M 2, 15.16)
“Lo que aquí pretende el demonio no es poco, que es
enfriar la caridad y el amor de unas con otras, que sería gran
daño. Entendamos, hijas mías, que la perfección verdadera es
amor de Dios y del prójimo y mientras con más perfección
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guardáramos estos dos mandamientos, seremos más
perfectas.” (1 M 2,16.17)
La vida de nuestra alma, con mayor razón que la del cuerpo,
debe ser alimentada cotidianamente y para esto nuestra Madre la
Iglesia nos ofrece sus Sacramentos que dan vida y fuerzas en el
camino de perfección que deseamos andar. En las segundas Moradas
nuestra Santa Madre nos indica de qué modo son los llamamientos
que nos hace el Señor, que tiene en tanto que le amemos y
procuremos su compañía. Y no nos deja de llamar y es tan dulce su
voz que el alma se deshace por no hacer luego lo que le manda. Es el
Amigo divino, amador que en esta relación con Dios otorga al
hombre su dignidad original.
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“Ahora vengamos a saber cuáles serán las almas que
entran en las segundas moradas y qué hacen en ellas. Es de
los que ya han comenzado a tener oración y entendido lo que
les importa no quedarse en las primeras. Así estos entienden
los llamamientos que les hace el Señor; porque, como van
entrando más cerca de donde está Su Majestad, es muy buen
vecino y tanta su misericordia y bondad que aún estándonos
en nuestros pasatiempos y contentos del mundo, y aún
cayendo y levantando en pecados, con todo esto, tiene en
tanto este Señor nuestro que le queramos y procuremos su
compañía, que una vez u otra no nos deja de llamar para que
nos acerquemos a El, y es esta voz tan dulce que se deshace
la pobre alma en no hacer luego lo que le manda, y así ,como
digo, es más trabajo que no lo oír.”(2 M 1,2)
“No digo que son estas voces y llamamientos como
otras que diré después, sino con palabras que oyen a gente
buena o sermones o con lo que leen en buenos libros y cosas
muchas que habéis oído por donde llama Dios, o
enfermedades o trabajos y también con una verdad que
enseña en aquellos ratos que estamos en la oración, sea cual
flojamente quisiereis, tiénelos Dios en mucho. Y vosotras
hermanas, no os desconsoléis aunque no respondáis luego al
Señor, que bien sabe Su majestad aguardar mucho días y
años, en especial cuando vé perseverancia y buenos deseos.”
(2 M 3)
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“La voluntad se inclina a amar adonde tantas
muestras ha visto de amor y querría pagar alguna, en especial
se le pone delante cómo nunca se queja de él este verdadero
amador, acompañándole, dándole vida y ser. Luego el
entendimiento acude con darle a entender que no puede
cobrar mejor amigo, aunque viva muchos años, que todo el
mundo está lleno de falsedad.” ( 2M 4)
“Toda la pretensión de quien comienza oración, ha de
ser determinarse y disponerse a hacer su voluntad conformar
con la de Dios. Y como diré después, a estar muy cierta que
en esto consiste toda la mayor perfección que se puede
alcanzar en el camino espiritual. Quien más perfectamente
tuviere esto, más recibirá del Señor y más adelante está en
este camino. En esto consiste todo nuestro bien.” ( 2M 8)
“Plega a Su Majestad nos dé a entender lo mucho que
le costamos y qué hemos menester obrar para merecer su
gloria y que para esto nos es necesario orar para no andar
siempre en tentación.” ( 2 M 11)
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Las terceras moradas se caracterizan por los llamamientos de
Dios a una vida cristiana más intensa y aumento en las virtudes. De
un modo particular a los que llama a vivir con El, como llamó a los
primeros Apóstoles, los elegidos para hacerlos partícipes de su
misión mesiánica y que proclamen que el Reino de los cielos está
cera. En la escena evangélica del joven rico (Mc 10,17) vemos un
ejemplo de esta llamada. Así Jesús nos pide desprendernos de los
bienes perecederos de esta vida para darnos los eternos.
“A los que por la misericordia de Dios han vencido estos
combates y con la perseverancia entrado a las terceras
moradas, ¿Qué le diremos, sino ‘bienaventurado el varón que
teme al Señor?’ Por cierto con razón le amaremos
bienaventurado, pues si no torna atrás, a lo que podemos
entender, lleva camino seguro de su salvación. Aquí veréis
hermanas lo que importa vencer las batallas pasadas, porque
tengo por cierto que nunca deja el Señor de ponerle en
seguridad de conciencia, que no es poco bien. Digo en
28
seguridad y dije mal, que no la hay en esta vida y por siempre
entended que digo si no torna a dejar el camino comenzado.”
(3M 1)
En esta catequesis viene bien considerar también el gran
regalo de Jesús Resucitado cuando les dijo a los apóstoles: “Como el
Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes.’ Al decirles
ésto, sopló sobre ellos y añadió: ‘Reciban el Espíritu Santo. Los
pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen y serán
retenidos a los que ustedes se los retengan.” (Jn 20,22) Santa Teresa
tenía fe en la eficacia de los Sacramentos instituídos por el Señor
Jesús, por eso se aprovechaba de ellos para mantener limpia
conciencia y perseverar en el bien comenzado; muy especialmente
del sacramento de la Reconciliación y de la Eucaristía.
“Porque ustedes se despojaron del hombre
viejo y de sus obras y se revistieron del hombre
nuevo, aquel que avanza hacia el conocimiento
perfecto, renovándose constantemente según la
imagen de su creador… Todo lo que puedan decir
o realizar, háganlo siempre en nombre del Señor
Jesús, dando gracias por El a Dios Padre.”
(Col 3,10.17)
29
“Volviendo al tema de las almas que han entrado a
las terceras moradas, que no les ha hecho el Señor poca
merced en que hayan pasado las primera dificultades, sino
muy grande. De estas, por la bondad del Señor, creo hay
muchas en el mundo. Son muy deseosas de no ofender a Su
Majestad y aún de los pecados veniales se guardan y de hacer
penitencia amiga, sus horas de recogimiento, gastan bien el
tiempo, ejercítanse en obras de caridad con los prójimos, muy
concertadas en hablar y vestir y gobierno de su casa. Cierto,
estado para desear y que, al parecer, no hay por qué se les
niegue la entrad hasta la postrera morada ni se la negará el
Señor, si ellas quieren, que linda disposición es para que les
haga toda merced.” (3M 1,5)
“¡Oh Jesús! ¿Y quién dirá que no quiere un tan gran
bien, habiendo ya, en especial pasado por lo más trabajoso?
No, ninguna.” (3M 1,6)
“Todas decimos que lo queremos, más como aún es
menester más para que del todo posea el Señor el alma, no
basta decirlo, como no bastó al joven del Evangelio cuando le
dijo el Señor que si quería ser perfecto. Desde que comencé a
hablar en estas moradas le traigo delante, porque somos así al
pie de la lera y lo más ordinario
vienen de aquí las grandes sequedades
en la oración, aunque también hay
otras causas. Porque si le volvemos
las espaldas y nos vamos tristes, como
30
el mancebo del Evangelio, cuando nos dice lo que hemos de
hacer para ser perfectos, ¿qué queréis que haga Su Majestad,
que ha de dar el premio conforme al amor que le tenemos? Y
este amor, hijas no ha de ser fabricado en nuestra
imaginación, sino probado por obras, y no penséis que ha
menester nuestras obras, sino la determinación de nuestra
voluntad.” (3M 1.5.6.7)
A estas moradas y a las siguientes se las coloca en el
apelativo de “Vía iluminativa”, porque aquí comienzan a ser cosas
sobrenaturales o moradas místicas: iluminaciones y revelaciones. En
realidad la Santa presenta las moradas cuartas como moradas de
transición, mezcla de ‘natural’ y ‘sobrenatural’, o con otras palabras:
adquirido e infuso, dirá ella misma.
31
“Para comenzar a hablar de las
cuartas moradas fue menester
encomendarme al Espíritu Santo y
suplicarle hable por mí para decir algo de
las que quedan de manera que lo
entendáis, porque comienzan a se cosas
sobrenaturales, y es dificultoso dar a
entender, si Su Majestad no lo hace. Aunque un poco más
luz me parece tengo de estas mercedes que el Señor hace a
algunas almas, es diferente el saberlas decir. Hágalo Su
Majestad si se ha de seguir algún provecho.” (4 M 1,1)
“Como ya estas moradas se llegan más adonde está el
rey, es grande su hermosura y hay cosas tan delicadas que ver
y que entender, que el entendimiento no es capaz de poder
dar traza cómo se diga siquiera algo… que no quede bien
oscuro para los que no tienen experiencia, que quien la tiene
muy bien lo entenderá.” (4M 1,2)
“En estas moradas pocas veces entran las cosas
ponzoñosas, y si entran no hacen daño, antes dejan con
ganancia.” (4 M 1,3)
“Pues hablando de lo que dije diría aquí de la
diferencia que hay entre contentos y gustos en la oración, los
contentos me parece a mí se pueden llamar los que nosotros
adquirimos con nuestra meditación y peticiones a nuestros
Señor, que procede de nuestro natural, aunque en fin, ayuda
32
para ello Dios, que no podemos nada sin El; más nacen de la
misma obra virtuosa que hacemos y parece a nuestro trabajo
lo hemos ganado y con razón nos da contento habernos
empleado en cosas semejantes. Los contentos comienzan de
nuestro natural mismo y acaban en Dios. Los gustos
comienzan de Dios y siéntelos el natural.” ( 4M 1,4)
“Sólo quiero que estéis advertidas que para
aprovechar mucho en este camino y subir a las moradas que
deseamos, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar
mucho; y así lo que más os despertare a amar, eso haced.
Quizá no sabemos qué es amar, y no me espanta; porque no
está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de
desear contentar en todo a Dios y procurar en cuanto
pudiéremos, no le ofender y rogarle que vaya siempre
adelante la honra y gloria de su Hijo y el aumento de la
Iglesia católica. Estas son las señales del amor, y no penséis
que está la cosa en no pensar otra cosa y que si os distraéis en
otra cosa va todo perdido.” (4 M 1,7)
“Pone esta comparación según el verso del salmo 118:
‘Dilatasti cor meum’ (ensanchaste mi corazón), dice que se
ensancha el corazón, y no me parece que es cosa que su
nacimiento es del corazón, sino de otra parte aún más
interior, como una cosa profunda. Pienso que debe ser el
centro del alma. Y así como su Majestad quiere, cuando es
servido hacernos una merced sobrenatural, produce con
33
grandísima paz y quietud y suavidad de lo muy interior a
nosotros.” (4 M 2,5)
“Tornamos al verso en lo que me puede aprovechar, a
mi parecer, es en aquel ensanchamiento, que así parece que
como comienza a producir aquella agua celestial de este
manantial que digo de lo profundo de nosotros, parece que se
va dilatando y ensanchando todo nuestro interior y
produciendo unos bienes que no se pueden decir, ni aún el
alma sabe entender lo que le da allí.” (4 M 2,6)
“La voluntad bien me parece que debe estar unida en
alguna manera con al de Dios, más en los efectos y obras de
después se conocen estas verdades de oración, que no hay
mejor crisol para probarse.” (4 M 2,6)
Después de explicarnos de manera que lo podamos entender, la
forma de oración adquirida por nuestras meditaciones, y la de
‘recogimiento infuso’, primer grado de oración mística, (que nos
llegar directamente de Dios en el centro de nuestra alma, que a
manera de un manantial de agua celestial, ensancha el alma y la
dispone a recibir grandes mercedes), a continuación, en el capítulo 3,
nos dice algo que nos puede sorprender.
“Hagamos cuenta que esto sentido y potencias (que, como he
dicho, son la gente de este castillo) que se han ido fuera y
andan con gente extraña, enemigas del bien de este castillo,
días y años, y que viendo su perdición, se han ido acercando a
él, aunque no acaban de estar dentro. Indicio claro de las
34
almas que han vuelto atrás en su camino de oración que es la
puerta para entrar en las moradas.” (4 M 3,2)
“Visto ya el gran Rey que está en la morada de este Castillo,
su buena voluntad, por su gran misericordia, quiérelos tornar
a él y, como buen pastor, con un silbo tan suave, aunque aún
casi ellos mismos no lo entienden, hace que conozcan su voz
y que no anden tan perdidos sino que se tornen a su morada.
Y tiene tanta fuerza este silbo, que desamparan las cosas
exteriores en que estaban enajenados y métense en el
Castillo.” (4M 3,2)
Así, lleva el buen Pastor a sus ovejas a las aguas de Vida.
Este encuentro con Cristo lleva al alma a sentirse invadido por su
amor misericordioso.
35
Aquí canta la grandeza y poder de su Dios, por las maravillas
que hace en el alma y en todas sus criaturas, reflejo de su divina
hermosura. La metáfora del gusano de seda tiene para ella un sentido
espiritual, esponsalicio por la transformación de un gusano muerto,
en mariposa blanca símbolo del alma que, por vivir escondida con
Cristo en Dios, ya no tiene asiento en la tierra y sólo puede volar a
las alturas para morar en la Trinidad. Lo curioso de estas
experiencias, es que también están vinculadas al ejercicio del amor al
prójimo.
“Comienza a tratar cómo se une (Vía unitiva) el alma con
Dios”
“¡Oh hermanas! ¿Cómo os podría yo decir la riqueza y
tesoros y deleites que hay en las quintas moradas…? No se
ha de saber decir ni el entendimiento lo sabe entender ni las
comparaciones pueden servir de declararlos, porque son muy
bajas las cosas de la tierra para este fin.” (5 M 1,1)
36
“Para llegar aquí, (oración de unión), hemos menester
mucho y no nos descuidar. Por eso, hermanas mías, a pedir al
Señor que pues, en alguna manera podemos gozar del cielo en
la tierra, que nos dé su favor para que no quede por nuestra
culpa.” (5 M 1,2)
“No imposibilita a ninguno para comprar sus
riquezas. Bendito sea tan gran Dios. Más mirad, hijas, que
para esto que tratamos, no quiere que os quedéis con nada;
poco o mucho, todo lo quiere para sí, y conforme a lo que de
vos habéis dado se os harán mayores mercedes. No hay mejor
prueba para entender si llega a unión nuestra oración o no.”
(5 M 1,3)
“Sabemos que está Dios en todas las cosas por
presencia y potencia y esencia. No os habéis de engañar
pareciéndoos que esta certidumbre queda en forma corporal,
como el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo está en el SSmo.
Sacramento, aunque no le vemos, porque acá no queda así,
sino de sola la divinidad. Pues, ¿Cómo lo que no vimos se nos
queda con esa certidumbre? Eso no lo sé yo, son obras suyas:
más sé que digo verdad y quien no quedare con esta
certidumbre, no diría yo que es unión de toda el alma con
Dios.” (5 M 1,11)
Lo que nos lleva a esta certeza es la fe, la virtud que
nos hace creíble las maravillas de Dios en nosotros, en la
creación. Ella misma nos dará un ejemplo concreto.
37
“Ya habréis oído
sus maravillas en cómo
se cría la seda, que sólo
El pudo hacer
semejante invención y
cómo de una simiente,
que es a manera de granos de
mostaza pequeños, con el calor, en
comenzando a haber hoja,
comienza esta simiente a
vivir; que hasta que hay
este mantenimiento de
que se sustentan, se está
muerta, y con hojas de
moral se crían, hasta que
después de grandes, les pone unas
ramillas y allí con las boquillas van de sí mismos hilando la
seda y hacen unos capuchillos muy apretados adonde se
encierran; y acaba este gusano, que es grande y feo y sale del
mismo capucho una
mariposica blanca,
muy graciosa.” (5
M 2,2)
“Más si eso no se
viese, sino que nos
38
lo contaran de otros tiempos ¿Quién lo pudiera creer? ¿Ni
con qué razones pudiéramos sacar que una cosa tan sin razón
como es un gusano y una abeja, sean tan diligentes para
trabajar en nuestro provecho y con tanta industria, y el pobre
gusanillo pierda la vida en la demanda? Para un rato de
meditación basta esto, hermanas, aunque no os diga más, que
en ello podéis considerar las maravillas y sabiduría de
nuestro Dios. ¿Pues qué será si supiésemos la propiedad de
todas las cosas? De gran provecho es ocuparnos en pensar
estas grandezas y regalarnos en ser esposas de Rey tan sabio
y poderoso.” (5 M 3,2)
“Tornemos a lo que decía. Entonces comienza a tener
vida este gusano, cuando el calor del Espíritu Santo se
comienza a aprovechar del auxilio general que a todos nos da
Dios y cuando comienza a provecharse de los remedios que
dejó en su Iglesia,(los Sacramentos), así de continuar las
confesiones, como con buenas lecciones y sermones, que es el
remedio que un alma que está muerta en su descuido y
pecados y metida en ocasiones puede tener. Entonces
comienza a vivir y se va sustentando en esto y en buenas
meditaciones, hasta que está crecida, que es lo que a mí me
hace al caso.” (5 M 2,3))
“Pues crecido este gusano, comienza a labrar la seda y
edificar la casa adonde ha de morir. Esta casa querría dar a
entender aquí que es Cristo, como dice San Pablo, que
39
nuestra vida está escondida con Cristo en Dios y que Cristo
es nuestra vida.” (5 M 2,4)
“Pues veis aquí, hijas, lo que podemos con el favor de
Dios: que Su Majestad mismo sea nuestra morada, como lo es
en esta oración de unión, labrándola nosotras. (Alusión a las
palabras de Jesús: “El que me ama será fiel a mi palabra y
mi Padre lo amará e iremos a él y habitaremos en El”). Pues
digo que El es la morada y la podemos nosotros fabricar para
meternos en ella. Y ¡cómo si podemos! No quitar de Dios, ni
poner, sino quitar de nosotros… que no habremos acabado de
hacer en esto todo lo que podemos, cuando este trabajillo, que
no es nada, junto a Dios con su grandeza y le dé tan gran
valor que el mismo Señor sea el premio de esta obra. Y así
como ha sido el que ha puesto el mayor trabajo, así quiere
juntar nuestros trabajillos con los grandes que padeció Su
majestad y que todo sea una cosa.” (5 M 2,5)
“Pues veamos qué se hace este gusano que es para lo
que he dicho todo lo demás, que cuando está en esa oración
de unión muerta al mundo: sale una mariposita blanca. ¡Oh
grandeza de Dios, y cuál sale un alma de aquí, de haber
estado un poquito metida en la grandeza de Dios y tan junta
con El!” (5 M 2,7)
“¡Oh! Pues ver el desasosiego de esta mariposita, con
no haber estado más quieta y sosegada en su vida, es cosa
para alabar a Dios. Y es que no sabe adónde posar hacer su
40
asiento , que como le ha tenido tal, todo lo que se ve en la
tierra le descontenta, en especial cuando son muchas las
veces que la da Dios de este vino.” (5 M 2,8)
“Pues, ¿cómo, Señor, no se os puso delante la
trabajosa muerte que habéis de morir tan penosa y
espantosa? No, porque el grande amor que tengo y deseo de
que se salven las almas sobrepuja sin
comparación a esas penas; y las muy
grandísimas que he padecido y padezco
después que estoy en el mundo son bastantes
para no tener esas en nada, en su
comparación. (5 M 2,3)
Esta
mariposita
es la que exclama:
‘Vivo sin vivir en mí
Y tan alta vida espero
¡Que muero porque no muero!’
41
“Dice de otra manera de unión que puede alcanzar el
alma con el favor de Dios y lo que importa par esto el amor
del prójimo.” Más de ser posible no hay que dudar como lo
sea la unión verdaderamente con la voluntad de Dios. Esta
es la unión que toda mi vida he deseado, esta es la que pido
siempre a nuestro Señor y la que está más clara y segura”. (5
M 3,5)
“¿Qué pensáis, hijas, que es su voluntad? Que seamos
del todo perfectas; que para ser unos con El y con el Padre,
como Su Majestad le pidió (Jn 17,22). Mirad qué nos falta
para llegar a esto. Yo os digo que lo estoy escribiendo con
harta pena de verme tan lejos y todo por mi culpa; que no ha
menester el Señor hacernos grandes regalos para eso; basta lo
que nos ha dado en darnos a su Hijo, que nos enseñase el
camino. (5 M 3,7)
“Acá solas estas dos cosas nos pide el Señor: amor de
Su Majestad y del prójimo, es en lo que hemos de trabajar.
Guardándolas con perfección, hacemos
su voluntad, y así estaremos unidas
con El. Más, ¡qué lejos estamos de
hacer, como debemos a tan gran Dios,
estas dos cosas, como tengo dicho!
Plega a Su Majestad nos de gracia
para que merezcamos llegar a este
estado que en nuestra mano está si queremos.” (5 M 3,7)
42
“La más cierta señal que, a mi parecer, hay de si
guardamos estas dos cosas, es guardando bien la del amor del
prójimo, porque si amamos a Dios no se puede saber, aunque
hay indicios grandes para entender que le amamos, más el
amor del prójimo, sí. Y estad ciertas que mientras más en este
os viereis aprovechadas, más lo estáis en el amor de Dios;
porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene, que en
pago del que tenemos al prójimo hará que crezca el que
tenemos a Su Majestad por mil maneras. En esto yo no
puedo dudar.” (5 M 3,8)
“Esta es la verdadera unión con su voluntad, y que si
vieres loar mucho a una persona, te alegres más mucho que si
te loaren a ti. Esto, a la verdad, fácil es, que si hay
humildad, antes tendrá pena de verse loar. (5 M 3,11).
“Pedid a nuestro Señor que os dé con perfección este
amor al prójimo y dejad hacer a Su Majestad, que El os dará
más que sepáis desear, como vosotras os esforcéis y procuréis
en todo lo que pudiereis esto, y forzar vuestra voluntad para
que se haga en todo la de las hermanas, aunque perdáis de
vuestro derecho, y olvidar vuestro bien por el suyo, aunque
más contradicción os haga el natural, y procurar tomar
trabajo por quitarle al prójimo, cuando se ofreciere. No
penséis que no ha de costar algo y que os lo habéis de hallar
hecho. Mirad lo que costó a vuestro Esposo el amor que nos
tuvo, que por librarnos de la muerte, la murió tan penosa
como muerto de cruz. (5M 3,12)
43
“Todavía quiero más declararos lo que me parece que
es esta oración de unión. Conforme a mi ingenio pondré una
comparación, después diremos más de esta mariposica, que no
para (aunque siempre fructifica haciendo bien a sí y a otras
almas), porque no halla su verdadero reposo. (5 M 4,2)
“Ya tenéis oído muchas veces que se desposa Dios con
las almas espiritualmente. ¡Bendita sea su misericordia que
tanto se quiere humillar!” (5 M 4,2.3)
“Paréceme a mí que la unión aún no llega a desposorio
espiritual, sino, como por acá cuando se han de desposar dos,
se trata si son conforme y que el uno y el otro se quieran, y
aún que se vean, para que más se satisfaga el uno del otro,
así acá, presupuesto que el concierto está ya hecho y que esta
alma está muy bien informada cuán bien le está y
determinada a hacer en todo la voluntad de su Esposo de
todas cuantas maneras ella viere que le ha de dar contento y
Su Majestad, como quien bien entenderá si es así, lo está de
ella, y así hace esta misericordia, que quiere que le entienda
más y que, como dicen, ‘vengan a vistas’ y juntarla consigo.”
(5 M 4,4) (‘Venir a vistas’ era un rito prenupcial, anterior al
desposorio, en que los novios se conocían mutuamente).
“Por eso, almas cristianas, a las que el Señor ha
llegado a estos términos, por El os pido que no os descuidéis,
sino que os apartéis de las ocasiones, aunque aún en este
estado no está el alma tan fuerte que se pueda meter en ellas,
44
como lo está después de hecho el desposorio, que es en la
morada que diremos tras ésta; porque la comunicación no fue
más de una vista, como dicen, y el demonio andará con gran
cuidado a combatirle y a desviar deste desposorio; que
después, como ya la ve del todo rendida al esposo, no osa
tanto, porque le ha miedo y tiene experiencia que, si alguna
vez lo hace, queda con gran pérdida y ella con más
ganancia.” (5 M 4,5)
“Yo os digo hijas, que he conocido a personas muy
encumbradas, y llegar a este estado y con la gran sutileza y
ardid del demonio, tornarlas a ganar para sí, porque debe de
juntarse todo el infierno para ello, porque, como muchas
veces digo, no pierden un alma sola, sino gran multitud.
Porque, si miramos la multitud de almas que por medio de
una trae Dios hacia Sí, es para alabarle mucho los millares
que convertían los mártires: ¡una doncella como Santa
Úrsula! Pues, ¡las que habrá perdido el demonio por Santo
Domingo y San Francisco y otros fundadores de órdenes y
pierde ahora por el padre Ignacio, el que fundó la Compañía!,
que todos está claro, como leemos, recibían mercedes
semejantes de Dios.” […] “¿Qué fue esto sino que se
esforzaron a no perder por su culpa tan divino desposorio?
¡Oh hijas mías!, que tan aparejado está este Señor a hacernos
merced ahora como entonces, y aún en parte más necesitado
de que las queramos recibir, porque hay pocos que miren por
su honra.” (5 M 4,6)
45
La Santa responde las preguntas de sus hijas: Si está el alma
puesta en la voluntad de Dios, estando tan apartada del mundo, tan
llegadas a los Sacramentos en compañía de ángeles, pues todas no
traen otro deseo que servirle y agradarle en todo, ¿cómo se puede
engañar?
“Yo digo que en esto tenéis razón, que harta
misericordia nos ha hecho Dios; más cuando veo, como he
dicho, que estaba Judas en compañía de los Apóstoles, y
tratando siempre con el mismo Dios y oyendo sus palabras,
entiendo que no hay seguridad en esto.” (5 M 4,7)
“Respondiendo a lo primero, digo que si esta alma se
estuviese siempre asida a la voluntad de Dios, que está claro
que no se perdería, más viene el demonio con unas sutilezas
grandes y debajo de color de bien la va desquiciando en
poquitas cosas y metiendo en algunas que él le hace entender
que no son malas y poco a poco oscureciendo el
entendimiento y entibiando la voluntad hasta que de uno en
otro la va apartando de la voluntad de Dios y llegando a la
suya. De aquí queda respondido a lo segundo; porque no hay
encerramiento tan encerrado adonde el no pueda entrar, ni
desierto tan apartado adonde deje de ir. Y aún otra cosa os
digo, que quizá lo permite el Señor para ver cómo se ha aquel
alma a quien quiere poner por luz de otras; que más vale que
en los principios, si ha de ser ruin, lo sea que no cuando dañe
a muchas.” (5 M 4,8)
46
“La diligencia que a mí se me ofrece más cierta, después de
pedir siempre a Dios en la oración que nos tenga de su mano,
y pensar muy continuo cómo, si El nos deja seremos luego en
lo profundo, como es verdad, y jamás estar confiados en
nosotros, pues será desatino estarlo, es andar con particular
cuidado y aviso, mirando cómo vamos en las virtudes: si
vamos mejorando o disminuyendo en algo en especial en el
amor unas con otras y en el deseo de ser tenida por la menor y
en cosas ordinarias. Y para que veáis, hijas, lo que hace con
las que ya tiene por esposas, comencemos a tratar de las
sextas moradas, y veréis cómo es poco todo lo que pudiéremos
servir y padecer y hacer para disponernos a tan grandes
mercedes.” (5 M 4,9.10)
47
Esta andadura por las moradas de nuestro Castillo interior es
un aprendizaje progresivo en los grados de oración en las pistas de
lectura de Las Moradas: meditación, simple mirada, recogimiento
infuso, oración de quietud, gustos, oración de unión. En las dos
últimas: herida de amor, contemplación perfecta. Fruto: progreso en
las virtudes comenzando por el propio conocimiento, humildad y
como fundamento, el amor a Dios y al prójimo. Y al fin, la
comunión con Dios-Amor, en la Jerusalén celestial.
“El amor no pasa nunca. El don de predicar se
acabará. El don de lengua enmudecerá. El saber se
acabará. Mi conocer es por ahora inmaduro, entonces
podré conocer como Dios me conoce. En una palabra:
quedan la fe, la esperanza, el amor. Estas tres. La
más grande es el amor.” ( I Co 13,13)
48
En estas moradas trata cómo en comenzando el Señor a hacer
mayores mercedes hay mayores trabajos.
“Pues vengamos con el favor del Espíritu Santo a
hablar en las sextas moradas, adonde el alma ya queda herida
del amor del Esposo. […] “Ya el alma bien determinada
queda a no tomar otro esposo, más el Esposo no mira a los
grandes deseos que tiene de que se haga ya el desposorio, que
aún quiere que lo desee más y que le cueste algo.”(6 M 1,1)
“¡Oh, válgame Dios! Y qué son los
trabajos interiores y exteriores que padece
hasta que entra en la séptima morada. Por
cierto que algunas veces lo considero y que
temo que si se entendiesen antes, sería
dificultosísimo determinarse la flaqueza
natural para poderlo sufrir… salvo si no
hubiese llegado a la séptima morada, que ya
allí nada no se teme de arte que no se arroje muy de raíz el
alma a pasarlo por Dios.” (6 M 1,1.2)
“Quizá no serán todas la almas llevadas por este
camino, aunque dudo mucho que irán libres de trabajos de la
tierra de una manera o de otra, las almas que a tiempos
gozan tan de veras de cosas del cielo.” (6 M 1,2)
49
La Santa conoce por experiencia estos trabajos interiores y
exteriores que ahora cuenta, pero como siempre en este libro, lo
hace en tercera persona.
“Aunque no tenía por mí de tratar de esto, he pensado
que algún alma que se vea en ello, le será gran consuelo saber
qué pasa en las que Dios hace semejantes mercedes, porque
verdaderamente parece entonces que está todo perdido. […]
No llevaré concierto cómo suceden, sino como se me
ofrecieren a la memoria. Y quiero comenzar por los más
pequeños. Se refiere a la críticas que recibe, que se hace la
santa, que hace extremos para engañar el mundo y para hacer
a los otros ruines, que son mejores cristianos sin esas
ceremonias,… que son cosas del demonio. Mil maneras de
mofas y dichos de éstos”. (6 M 1,3)
“Esto es gran verdad y antes fortalece el alma que la
acobarda, porque ya la experiencia la tiene enseñada la gran
ganancia que le viene por este camino y parécele que no
ofenden a Dios los que la persiguen, antes que lo permite Su
Majestad, para gran ganancia suya y como la siente
claramente, tómales un amor particular muy tierno, que le
parece aquellos son más amigos y que le dan más a ganar que
los que dicen bien.” (6 M 1,5)
“También da el Señor enfermedades grandísimas…
Yo conozco una persona (ella misma), que desde que comenzó
50
el Señor a hacerle esta merced (de la oración de unión), que
ha cuarenta años, no puede decir con verdad que ha estado
un día si tener dolores y otras maneras de padecer.” (6 M
1,6.7)
“Otras… las llevará por
otro camino; más yo siempre
escogería el de padecer siquiera por
imitar a nuestro Señor Jesucristo,
aunque no hubiese otra ganancia,
en especial que siempre hay
muchas.” (6 M 1,7)
“¡Oh, válgame Dios, Señor, cómo apretáis a vuestros
amadores! Más todo es poco para lo que le dais después. Bien
es que lo mucho cueste mucho. Cuánto más que, si es
purificar esta alma para que entre en la séptima morada,
como los que han de entrar en el cielo se limpian en el
purgatorio, es tan poco este padecer, como sería una gota de
agua en el mar.” (6 M 11,6)
“Parece que hemos dejado mucho a la palomica
(mariposa) y no hemos, porque estos trabajos son los que aún
la hacen tener más alto vuelo.” (6 M 2,1)
“Hay unos principios, y aún medios, que tienen
algunas almas, que como comienzan a llegar a oración de
quietud y a gustar de los regalos y gustos que da el Señor,
paréceles que es muy gran cosa estarse allí gustando. Pues
51
créanme y no se embeban tanto, que es larga la vida y hay en
ella muchos trabajos y hemos menester mirar a nuestro
dechado Cristo, cómo los pasó y aún a sus apóstoles y santos,
para llevarlos con perfección. Es muy buena compañía el
buen Jesús para no nos apartar de ella y su Sacratísima
Madre, y gusta mucho de que nos dolamos de sus penas,
aunque dejemos nuestro contento y gustos algunas veces.” (6
M 7,13)
“Creo queda dado a entender lo que conviene, por
espirituales que sean, no huir tanto de cosas corpóreas que les
parezca aún hace daño la Humanidad Sacratísima. Alegan lo
que el Señor dijo a sus discípulos, que convenía que El se
fuere. Yo no puedo sufrir esto. A osadas que no lo dijo a su
Madre Sacratísima, porque estaba firme en la fe, que sabía
que era Dios y Hombre, aunque le amaba más que ellos, era
con tanta perfección que ante la ayudaba. No debían estar
entonces los apóstoles tan firmes en la fe como después
estuvieron y tenemos razón de estar nosotras ahora.” (6 M
7,14)
“Para que más claro veáis, hermanas, que es así lo que
os he dicho y que mientras más adelante va un alma más
acompañada es de este buen Jesús, será bien que tratemos de
cómo cuando Su Majestad quiere, no podemos sino andar
siempre con El cómo se ve claro por las maneras y modos con
que Su Majestad se nos comunica y nos muestra el amor que
nos tiene, con algunas aparecimientos y visones tan
52
admirables, que por si alguna merced de estas os hiciere, no
andéis espantadas. En suma, alguna cosa de éstas, para que
le alabemos mucho, aunque no nos las haga nosotras, de que
se quiere así comunicar con una criatura, siendo de tanta
Majestad y poder.” (6 M 8,1)
“Acaece, estando el alma descuidada de que se le ha
de hacer esta merced ni haber jamás pensado en merecerla,
que siente cabe sí a Jesucristo nuestro Señor, aunque no le ve.
Esta llaman visión intelectual.” (6 M 8,2) (Esta merced la
recibió ella)
“Sé que estando temerosa de esta visión, porque no es
como las imaginarias que pasan de presto sino que dura
muchos días, se fue (ella misma) a su confesor harto fatigada.
El le dijo que, si no veía nada que cómo sabía que era nuestro
Señor; que le dijere qué rostro tenía. Ella le dijo que no sabía
ni veía rostro, que lo que sabía era que era El el que la
hablaba y que no era antojo y aunque le
ponían hartos temores, no podía dudar,
en especial cuando la decía: ‘No hayas
miedo que Yo soy.’ Tenían tanta fuerza
estas palabras que no lo podía dudar y
quedaba muy esforzada y alegre con tan
buena compañía, que veía claro serle
gran ayuda para andar con una
ordinaria memoria de Dios.” (6 M 8,2.3)
53
Trata de las mercedes grandes que hace Dios a las almas que
han llegado a entrar en las séptimas moradas.
Aquí estamos en el último tramo de nuestro itinerario
teresiano del Castillo interior en donde la autora nos advierte:
“No penséis que está dicho todo y no queda nada por
decir, pues la grandeza de Dios no tiene término, tampoco lo
tendrán sus obras. ¿Quién acabará de contar sus
misericordias y grandezas?” (7 M 1,1)
El Espíritu Santo, es a quien se
encomendó para que “diga algo de lo mucho
que hay que decir y da Dios a entender a quien
mete en esta morada”. Es este Espíritu divino el
que nos muestra el rostro del Padre, Dios-Amor en
su hijo Jesucristo, en su Humanidad Sacratísima.
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“Harta misericordia nos hace que haya comunicado
estas cosas a persona que las podamos venir a saber, para que
mientras más supiéremos que se comunica con las criaturas,
más alabaremos sus grandeza y nos esforcemos a no tener en
poco almas con que tanto se deleita el Señor.” (7 M 1,1)
La santa relata sus experiencias místicas por mandato de su
superior. Algo nada fácil de explicar por lo que le pide a Dios su
gracia, “pues sabe que mi intento es que no estén ocultas sus
misericordias, para que más sea alabado y glorificado su nombre.”
(7M 1,1)
Aquí el alma ya ha llegado a la
oración de unión en la que Dios le descubre
sus grandes secretos, como ahora a ella se le
representa el misterio de la SSma. Trinidad.
“Aunque es por una manera
extraña y metida en aquella morada por visión o
conocimiento intelectual que nace de la fe. Por cierta manera
de representación de la verdad, se le muestra la SSma.
Trinidad, todas tres personas, […] de manera que lo que
tenemos por fe, allí lo entiende el alma podemos decir, por
vista, aunque no es vista con los ojos del cuerpo ni del alma,
porque no es visión imaginaria. Aquí se le comunican todas
tres Personas y la hablan y la dan a entender aquellas
palabras que dice el Evangelio que dijo el Señor: ‘Que
vendría El y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el alma
que le ama y guarda sus mandamientos.” (7M 1,6)
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La Madre del Redentor, proclama con su canto, la verdad de
estas palabras: “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la
Palabra de Dios y la practican.” Ella fue la primera morada del
Verbo hecho carne en sus entrañas.
“Pues vengamos ahora a tratar del divino y espiritual
matrimonio, aunque esta gran merced no debe cumplirse con
perfección mientras vivimos, pues si nos apartamos de Dios,
se perdería este tan gran bien. […]
“Todas las generaciones me felicitarán
porque el Santo y poderoso
maravillas hizo en mí.
Su Misericordia llega a sus fieles
y su Nombre es Santo,
Santo es su Nombre.”
Padre.” (Col
3,10.17)
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“La primera vez que Dios hace esta merced quiere Su
majestad mostrarse al alma por visión imaginaria de su
Sacratísima Humanidad, para que lo entienda bien y no esté
ignorante de que recibe tan soberano don. A otras personas
será por otra forma; a esta de quien hablamos (ella misma), se
le representó el Señor acabando de comulgar con forma de
gran resplandor y hermosura y majestad, como después de
resucitado y le dijo que ya era tiempo que sus cosas tomase
ella por suyas y El tendría cuidado de las suyas.” (7 M 2,1)
Ponemos aquí lo que escribió en la Relación 35, dirigida a su
confesor, en la que describe mejor esta gracia. En una nueva visión le
da una seña de que será su esposa:
“Un día, estando comulgando, partió la hostia el
padre que me daba el Santísimo Sacramento, para otra
hermana. Yo pensé que no era falta de hostias sino que me
quería mortificar, porque yo le había dicho que gustaba
mucho cuando eran grandes las hostias, (no porque no
entendía no importaba para dejar de estar el Señor entero
aunque fuese muy pequeño pedacito). Díjome Su Majestad:
‘No hayas miedo, hija, que nadie es parte para quitarte de
Mí’, dándome a entender que no importaba. Entonces
representóseme por visión imaginaria, como otras veces, muy
en lo interior, y dióme su mano derecha y díjome: “Mira este
clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy. Hasta
ahora no lo habías merecido, de aquí adelante, no sólo como
Criador y como Rey tu Dios mirarás mi honra, sino como
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verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía.”
Hízome tanta operación esta merced, que no podía caber en
mí, y dije al Señor que o ensanchase mi bajeza o no me hiciese
tanta merced, porque no me parecía lo podía sufrir el
natural.” (R 35)
Retomando la explicación en Moradas, explica la diferencia
de ‘Desposorio a matrimonio espiritual’.
Desposorio aquí es lo que ahora llamamos
compromiso, se intercambian los anillos
como señal de que ya se han comprometido
al matrimonio.
“El desposorio espiritual es diferente, que muchas
veces se separan y la unión también lo es; porque, aunque
unión es juntarse dos cosas en una, en fin se pueden apartar
y quedarse cada una de por sí. En esta otra merced del Señor,
no, porque siempre queda el alma con su Dios en aquel
centro. […] Acá es como si cayendo agua del cielo en un río o
fuente, adonde queda hecho todo agua, que no podrán ya
dividir ni apartar cuál es el agua del río o lo que cayó del
cielo; o como si un arroyico pequeño entra en el mar, no habrá
remedio de apartarse.” (7 M 2,4)
“Quizá es esto lo que dice San Pablo: ‘El que se
arrima o allega a Dios, hácese un espíritu con El’. Tocando
este soberano matrimonio, que presupone haberse llegado Su
Majestad al alma por unión. Y también dice: ‘Mi vivir es
Cristo y la muerte una ganancia’. Así me parece puede decir
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aquí el alma, porque es adonde la mariposilla, que hemos
dicho, muere y con grandísimo gozo, porque su vida es ya
Cristo.” (7 M 4,12)
“Esto quiero yo, mis hermanas, que procuremos
alcanzar, y no para gozar, sino para tener estas fuerzas para
servir, que no podéis vosotras, ni tenéis cómo allegar almas a
Dios. Que algunas veces nos pone el demonio deseos grandes,
porque no echemos manos para servir a nuestro Señor en
cosas posibles. Dejado que en la oración ayudaréis mucho, no
queráis aprovechar a todo el mundo, sino a las que están en
vuestra compañía y así será mayor la obra, porque estáis a
ellas más obligadas.” (7 M 4,12)
“¿Pensáis que es poca ganancia que sea vuestra
humildad tan grande, y mortificación y el servir a todas y
una gran caridad con ellas y un amor del Señor, que ese fuego
las encienda a todas y con las demás virtudes siempre las
andéis despertando? Y con esto que ponéis por obra –que
podéis- entenderá Su Majestad que haríais mucho más; y así
os dará premio como si le ganáseis muchas.” (7 M 4,14)
Con la práctica de la caridad pone broche
de oro a este camino de oración que no se da sin
el ejercicio de las virtudes. No hay
configuración con Cristo sin tener sus mismos
sentimientos y deseos: que seamos uno en el
amor del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo.
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“En fin hermanas mías, con lo que concluyo es, que no
hagamos torres sin fundamento, que el Señor no mira tanto
la grandeza de las obras, como el amor con que se hacen; y
como hagamos lo que pudiéremos, hará Su Majestad que
vayamos pudiendo cada día más y más,
como no nos cansemos luego, sino que lo
poco que dura esta vida –y quizá- será más
poco de lo que cada una piensa, interior y
exteriormente ofrezcamos al Señor el
sacrificio que pudiéremos, que Su Majestad
le juntará con el que hizo en la Cruz por
nosotras al Padre, para que tenga el valor
que nuestra voluntad hubiere merecido, aunque sean
pequeñas las obras.” (7 M 15,4)
“Plega a Su Majestad, hermanas e hijas mías, que nos
veamos todas adonde siempre le alabemos y me de gracia para
que yo obre algo de lo que os digo, por los méritos de su Hijo,
que vive y reina por siempre jamás. Amén.” (7 M 4,16)
A la luz de la Fe, deseamos y
pedimos a Dios nos conceda se nos desvelen
los misterios que nos ofrecen estos textos
que hemos leído. La grandeza de nuestro
Dios y su misterioso Amor al crearnos a
su imagen.
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“Si las pocas facultades de que
disponemos no nos permiten llegar hasta las
profundidades de estos misterios tan grandes,
mejor os adoctrinará Aquel que habla en
vuestro interior, aún en ausencia nuestra,
Aquel que es el objeto de vuestros piadosos
pensamientos, Aquel que habéis recibido en
vuestro corazón y del cual habéis sido hechos
templo.” (
San Agustín)
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