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ANARQUISMOy el MOVIMIENTO OBRERO
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SIGLO VEINTIUNO AMERICA NUESTRA
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COLECCION AMERICA NUESTRA
♦ caminos de liberación
AMÉRICA NUESTRA es una nueva colección que Siglo XXI proyecta como
una expresión coherente del examen de la realidad que nuestros
países viven desde siglos tierra colonizada que no logra liberarse.
Queremos difundir, con sistema, textos que exhiban tanto la
grandeza de las culturas destruidas por la Conquista como los
testimonios de la lucha por la liberación que llega hasta nuestros
días y que tiene expresión en la obra y las ideas de los hombres
que las orientan. Nada mejor para definir esa intención que las
palabras que escribió José Martí: "...la historia de América, de
los incas acá, ha de ensenarse al dedillo, aunque no se enseñe la
de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia
que no es nuestra, nos es más necesaria... Injértese en nuestras
repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser de nuestras
repúblicas..."
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por
SIGLO VEINTIUNO AMERICA n u e s t r a
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edición al cuidado de jorge tula portada de anhelo
hernández
primera edición, 1978
derechos reservados conforme a la ley
impreso y hecho en méx ico printed and made in mexico
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I. E L TRASFONDO Y LOS PRIM ERO S PASOS
Brotes, 19; Argentina de 1880-1914. Política, economía, sociedad,
21;
La gran inmigración a la Argentina, 30; Malatesta y los anarquis
tas de la década de 1890, 35; Disgregamiento y organización a
fines de la década de 1880, 40; El periódico El
Perseguido, su rumbo ideológico y sus grupos, 42;
Grupos anarquistas y sus publicacio nes, 44; Anarco-comunistas y
anarco-socialistas a comienzos de la década de 1890, 46; Los
socialistas en la Argentina y sus relaciones con los
anarquistas, 51; Inclinaciones terroristas entre los anarquis tas,
54; La oposición al terror entre los anarquistas, 59; Huelgas
obreras de 1895-1896, 61; Los anarquistas y la agitación obrera de
1895-1896, 62
I I. E L VUELCO DE LOS ANARQUISTAS HA CIA LA INTERVENCIÓN EN
LOS SINDICATOS OBREROS (J U N I O DE 1 8 9 7 - J U N I O DE 1 8 9 9
)
La Protesta Humana, 66; Grupos anarquistas en 1897, 72; La
Pro- testa Humana y los problemas obreros, 76; Los
anarco-individualis- tas, 78; Las relaciones entre
anarquistas y socialistas, 84; Pietro Gori en la Argentina,
88; Él Rebelde y sus círculos, 93; Los grupos anar
co-socialistas, 99; Otros grupos anarquistas y sus actividades,
104; Los anarquistas y los sindicatos obreros, 106; El terror
individual de los anarquistas en Europa y sus ecos en la
Argentina, 110; El proyecto de ley de M. Cané, 116
III. PENETRACIÓN Y CONSOLIDACIÓN DE LOS ANARQUISTAS EN LOS
SINDICATOS OBREROS (J UNIO DE 1899- M A Y O DE 1 9 0 1 )
Apremios y desocupación entre los obreros, 119; Agravamiento
de los conflictos laborales (1900), 124; Las condiciones de
vida de los trabajadores (1901), 127; Huelgas obreras
(1901), 131; Organización sindical y tendencias federativas,
134; Los grupos anarquistas y su actividad, 136; Militantes y
propagandistas descollantes del anar quismo. 139; El congreso
anarquista internacional en París; prepa rativos y polémica, 143;
La discusión entre “organizadores” y "anti- organizadores” y
la contribución de Pellicer Paraire, 148; La acti vidad anarquista
en los sindicatos obreros, 157; Relaciones entre anarquistas
y socialistas, 160; El primer congreso de la FOA, 163
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IV. SURGIMIENTO DE LA HEGEMONÍA ANARQUISTA EN LA FOA
( m a y o d e 1 9 0 1 -a b r i l d e 1 9 0 2 ) 1 7 4
Discusiones entre los anarquistas, a raíz del congreso de la FOA,
174; Fortalecimiento de la posición anarquista en los
sindicatos obreros, 176; Las grandes huelgas. La primera victima
entre los trabajado res, 178; Cambio de actitud de los sindicatos
socialistas hacia la f o a , 182; La actividad anarquista en
1901, 185; Cambios en la rela ción hacia los anarquistas, 188;
Resquemores y miedo por la vio lencia anarquista, 192; La actitud
anarquista hacia el terror y la violencia en las luchas
sociales, 196; Conflictos laborales en la pri mera mitad de 1902,
203; Exhortación a la huelga general, 208; Tensiones en las
relaciones de socialistas y anarquistas en los sindi
catos obreros, 210; El II Congreso de la f o a , 214
V. L A G RA N C O N F R O N T A C I Ó N Y L A P R O M U L G A C IÓ
N D E L A L E Y
DE RESIDENCIA ( M A Y O DE 1902-DICIEMBRE DE 19 02 ) 22 5
Actividad de los anarquistas en los sindicatosobreros después del
II Congreso de la f o a , 225; Anarquistas activos y círculos
anarquis tas en 1902, 228; La actividad de la Casa del Pueblo en
Buenos Aires, 231; Ampliación de la actividad anarquista,
problemas, temo
res y logros, 235; Organizaciones adicionales entre otros
círculos obreros, 238; Las luchas de los trabajadores
panaderos, 240; Las huelgas en los glandes puertos durante el
mes de noviembre, 247; Paralización del puerto de Buenos
Aires, posición de los emplea dores y de las autoridades, huelgas
de solidaridad, 252; El escalo- namiento del conflicto y la
proclamación de la huelga general, 256; La marcha de la huelga
general. Los días 20-22 de noviembre, 258; El debate en el congreso
sobre el proyecto de ley de residencia y su aprobación, 261;
Agravación de la huelga general y aplicación del estado de
sitio, 268; Ejecución de la ley de residencia, 272; Las
enseñanzas de la huelga general, 277
V I . L A R E C U P E R A C I Ó N D E L M O V I M I E N T O A N A R
Q U I S T A Y DE L OS
S IN D I C A T O S O B R E R O S ( E N E R O D E 1903- M AYO D E 1
9 0 4 ) 2 8 3
Reanudación de la actividad anarquista después de la primera
ola de expulsiones, 283; La prensa anarquista en 1903, 291;
La cam paña contra la ley de residencia y las persecuciones en la
Argen
tina, 293; Reanudación de las luchas obreras, 299; El III
Congreso de la f o a , 303; Anarquistas y socialistas, 309;
Discusiones internas entre anarquistas sobre la actitud hacia
la clase obrera, 313; Des arrollo y dificultades en las acciones de
los sindicatos obreros, 316; Las relaciones de trabajo en la
segunda mitad de 1903, 320; La huelga grande en el puerto de
Buenos Aires, 323; Las huelgas a comienzos de 1904, 330; La
actividad anarquista en 1904 y el pe riódico La Pro testa
, 332; Anarquistas y socialistas, 335; Tumultos
sangrientos el 1 de mayo de 1904, 337; El debate en el discurso
sobre los tumultos del 1 de mayo, 340; Ley Nacional del
Traba-
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jo, 344; La reanudación del debate sobre la Ley de Residencia
en la Cámara de Diputados, 348
VII. l a CONSOLIDACIÓN DEL ANARQUISMO EN LOS
SINDICATOS OBREROS
La actividad anarquista en 1904, 353; El IV Congreso de la f o a ,
356; Los anarquistas después del IV Congreso, 363; Las
huelgas de sep- tiembre-octubre, 366; Cambios en el gobierno,
368; Sucesos san grientos en Rosario, 370; Huelga general de 48
horas, 372; La prensa y la policía en la lucha contra los
anarquistas, 375; Con flictos laborales: diciembre de 1904-febrero
de 1905, La revolución radical y sus resultados, 382;
Arrestos y deportaciones en la época del estado de sitio,
388; Manifestación de protesta y sucesos san grientos en Buenos
Aires el 21 de mayo, 392; Persecución, depor taciones y aplicación
renovada de la Ley de Residencia, 396; Los anarquistas en
Uruguay, 397; Relaciones laborales y tensión social, 399; El
atentado contra el presidente Quintana, 401; El III Con greso de la
UGT y la aparición del sindicalismo en la Argentina, 403; Los
anarquistas en 1905, 409; Los preparativos para el V Congreso
de la FORA, 414; Deliberaciones del V Congreso de la f o r a
y sus resoluciones, 418
APÉNDICES
I. Lista de ciudades y pueblos argentinos en donde hubo suscripcio
nes de La Protesta Humana entre los años 1897-1901, 425; II.
Pacto de solidaridad de la Federación Obrera Regional
Argentina apro bado en el IV Congreso de la f o r a del 2 de
agosto de 1904, 429; III. Lista de publicaciones anarquistas
impresas en Buenos Aires entre los años 1890-1904, 434
BIBLIOGRAFÍA
ÍNDICE DE NOMBRES
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A MI FAMIL IA
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A comienzos del siglo XX el anarquismo parecía uno de los fac tores
que entrañaban el mayor peligro para la estabilidad y la
integridad del régimen prevaleciente en Europa y en el continente
americano. Ideologías anarquistas que avivaban esperanzas en
el surgimiento de una nueva sociedad, que se instauraría
sobre las ruinas del régimen viejo —y
movimientos anarquistas que expre saban de manera radical las
protestas sociales— agitaban a vastos
círculos de los estratos inferiores de la sociedad, a la vez que
des pertaban temores en los sectores gubernamentales de los
países donde surgían. En esos años, es cierto, disminuyó la
ola de actos de terror individual, cometidos por anarquistas
(“la propaganda por el hecho”), pero no desapareció por
completo y, aparte de va rios atentados contra jefes de Estado, se
inició también un proceso de penetración y consolidación
anarquista en los sindicatos obre ros de varios países europeos y
americanos.
En América Latina existían, ya a principios del siglo xx,
varios movimientos anarquistas pequeños en Uruguay, México,
Brasil, Chile, Perú, así como un movimiento relativamente
grande en la Argentina. En este último país el movimiento
anarquista echó raíces vigorosas en las masas trabajadoras
locales y en sus organi zaciones, en el primer decenio del siglo;
logró cumplir una activi dad consecutiva y regular por medio de
decenas de grupos anar quistas en las grandes ciudades de la
República, publicó y difundió
cuantiosos libros y folletos de propaganda, en miles de
ejemplares; editó periódicos y hojas de esclarecimiento; a
partir de 1904 pudo imprimir también un cotidiano anarquista,
uno de los contados de su índole en el mundo. Pero lo más
notable e impresionante en el desarrollo del anarquismo
argentino, fue su éxito al alcanzar una posición hegemónica
en la federación de sindicatos obreros más importante, la f o
r a , y convertirse de ese modo en un factor de
trascendencia en las luchas sociales del país.El crecimiento y la
fortificación constantes del anarquismo, en la primera
década del siglo xx, pasaron a ser un fenómeno notable en la
vida argentina y sembraron inquietud a la vez que temores en
los círculos gubernamentales. Un informe publicado por la
policía de Buenos Aires, sobre los tumultos sociales en la
República, lo expresa inequívocamente. En lo que concierne al
anarquismo, dice: “Este conglomerado sectario, el más
peligroso como representación
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doctrinaria, ya ha puesto aquí en juego sus medios... Se exhiben en
el período de 1902 a 1905, en que buscan apoderarse de los
trabajadores para inducirlos a la acción revolucionaria . .
." 1
También un observador extranjero —el corresponsal de The
Times londinense en Buenos Aires— comenta el miedo a
la ex pansión del anarquismo, en una reseña rela tiva al año
1910: “Qui zás el problema más serio al que se enfrentan las
repúblicas sud americanas sea la dispersión del anarquismo y su
crecimiento en las nuevas atmósferas libres. Argentina es el estado
más afec tado.. . ” 2 Pero cabe señalar que 15 años antes no se
advertía nin gún resquemor de esta índole, y ni siquiera el jefe de
policía de
Buenos Aires, al analizar las luchas obreras de 1895, consideró
necesario destacar el hecho, pues el anarquismo no tenía el menor
asi dero.3Es decir: el desarrollo y el fortalecimiento
impresionantes del anarquismo en los sindicatos obreros de la
Argentina, se produjo con mucha rapidez y en un espacio de tiempo
breve, entre fines del siglo xix y comienzos del xx.
¿Por qué creció un movimiento anarquista vigoroso en Argen tina?
¿Cómo fue posible su desarrollo? ¿Quiénes lo promovieron?
¿Cuáles fueron el trasfondo y los factores que lo fomentaron? El
presente estudio, precisamente, se propone contestar a esos
interro gantes, a la vez que realiza un examen histórico.
La investigación presente no pretende dilucidar en su totalidad la
historia del anarquismo argentino, que comprende un período de 50
años consecutivos (de 1880 a 1930), sino que se circunscribe,
por anticipado, a una sola época. Al escoger este capítulo
histó rico, presté atención especial a un espacio de tiempo de
singular
significado en la historia argentina: el período en que el anar
quismo no fue un elemento marginal, sino un factor concreto en la
sociedad, con una vasta concatenación de interacciones que in
cluían la sociedad circundante y sus instituciones. Conforme a este
criterio, los albores del siglo xx me parecieron los más adecuados,
pues en su transcurso el anarquismo no sólo logró expandirse
y fortificarse, sino que también se convirtió en un rival molesto y
peligroso para el régim en existente. Sobre el alcance de la
rivalidad
sirve de testimonio, entre otras cosas, la necesidad que sintió el
régimen de promulgar leyes especiales destinadas directamente
a
1 Proceso y sus causas (de los hechos ocurridos el 1º de mayo
de 1909). Pu blic ació n de la policía de Buenos Aires, C
apital Federa l, 1909, p . 27.
2 “The law of social defense in Buenos Aires”, T he T im e s
(Londres), 30 de agosto de 1910, South American Supplement.
3 H. Spalding, La clase trabajadora argentina, Buenos
Aires, Galerna, 1970, p. 184.
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contrarrestar la influencia anarquista que se intensificaba en la
República: la “Ley de residencia” en 1902, y la “Ley de defensa
social” en 1910.
Elegí para empezar mi estudio los años que precedieron al siglo xx,
a fin de investigar las raíces del proceso que permitió al
movimiento anarquista revelar capacidad de confrontación, con po
sibilidades de ocupar un lugar trascendente en las luchas sociales
del primer decenio de este siglo. En el curso de la investigación
comprobé cuánta importancia tuvo, al respecto, el crecimiento de la
corriente anarquista partidaria de la organización. Es decir, los
círculos anarquistas adictos por principio al uso de las esferas
or
ganizativas permanentes para su actividad, y que se esmeraban
porintegrarse en los sindicatos obreros. Esta corriente anarquista
se expresó de un modo sólido, en Argentina, a través del
periódico
La Protesta Humana, que empezó a publicarse en 1897, y
que se ñaló los albores de una época de incorporación a la
actividad sindical. Por lo tanto me pareció adecuado fijar como
fecha inicial de mi estudio el año 1897, y precedí mi trabajo con
un capítulo general que examina el trasfondo de la realidad
argentina entre
1880 y 1910, así como una reseña de los comienzos de los
gruposanarquistas en la Argentina, con sus matices ideológicos y
organi zativos variados y peculiares.
El punto final de este examen histórico es el V Congreso de la
Federación Obrera Regional Argentina (FORA) que, bajo la he gemonía
anarquista, se celebró en agosto de 1905. En ese congreso se aprobó
una resolución exhortando a los miembros de los sindi catos obreros
afiliados, a aceptar los principios del anarco-comu
nismo y predicarlos. Con esta resolución se dio un tono anarco-
comunista franco y manifiesto a la FORA, y llegó a su término el
período form ativo en la his to ria de las actividades
sindicales del anarquismo argentino. Después del V Congreso se
inició una nue va época, en la que la labor anarquista en los
sindicatos obreros siguió un itinerario definido, ajustado a la
concepción sindical anarco-comunista. Dicha concepción abriría un
sendero especial a los anarquistas de la Argentina que,
posteriormente, impediría
cualquier unificación federal general sobre la base de principios
sindicalistas, y los llevaría a formar una esfera separada, que pre
servó el nombre significativo “La FORA (del V Congreso)”. La pe
culiaridad del rumbo de la FORA en Argentina se preservó tam
bién en la Inte rnacional Analco Sindicalista (AIT)4 y se la
puede
4 La organización obrera, edición extraordinar ia para la
propaganda inter nacional, núm. 3, Buenos Aires, 1924, pp. 28, 32,
55-56.
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ver como un aporte del anarquismo argentino al sector anarquista
mundial.
Cabe destacar que la consolidación de esta concepción sindical
anarco-comunista, que habría de tener importancia decisiva en
el
porvenir del anarquismo argentino, se inició en un período
previo a 1905. En nuestro estudio tratamos de investigar las raíces
y las etapas de tal proceso, que asomó con los grupos anarquistas,
sus doctrinas, su experiencia en la actividad sindical y su
confronta ción con el régimen existente.
Por último, una referencia a las fuentes de que me valí para
redactar esta investigación. Sin detenerme en el conjunto de
fuentes variadas de donde extraje material (los pormenores se
insertan en la bibliografía), me permito señalar el valioso aporte
prestado
por la colección que guarda el In ternational Institu te of
Social History, de Amsterdam. La colección abundante de material
anar quista de la Argentina —que abarca libros, folletos, diarios,
perió dicos, circulares, documentos y cartas de la época examinada—
fue
un virtual tesoro de materia prima inapreciable para mi trabajo.Sin
exagerar puedo decir que, de no ser por esa colección, la pre sente
investigación no habría sido posible. Por ello me place expre sar
mi reconocimiento a todos los que, durante años, compilaron el
material y lo cuidaron. Entre ellos descuella la figura de
Max
Nettlau, el gran historiador del anarquismo cuyas im ponentes
colecciones privadas constituyen el fundamento más amplio del
archivo al que recurrí. Me considero muy privilegiado por
haber
podid o valerm e de esa colección, un privilegio que entraña
tam bién un deber in eludible y difícil: dar expresión
histórica adecua da al material documental que fue acumulado, con
grandes desve los, durante muchos años.
I. O.
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Este libro, escrito originalmente como una tesis para obtener el
grado de Doctor en Filosofía, que fue presentada a la Universidad
de Tel Aviv, aborda el tema: “El anarquismo en los sindicatos
obreros de la Argentina a comienzos del siglo xx (1897-1905).” El
trabajo se realizó bajo la supervisión de los profesores M.
Confino, de la Universidad de Tel Aviv, Israel, y E. Gallo,
director del Instituto Torcuato Di Tella, de Buenos Aires,
Argentina. Expre
so a ambos mi sincera gratitud por la excelente orientación que
prestaron, cada cual en la esfera de su especialidad: el
profesor Confino en las cuestiones relativas al estudio del
anarquismo, el profesor Gallo en los problemas concernientes
a la historiografía argentina.
El presente escrutinio histórico, como sucede con todo trabajo de
investigación, implica un desafío para el investigador y sólo sobre
él recae la responsabilidad directa por sus comprobaciones. Pero si
la responsabilidad no puede ser compartida, sí deben compar tirse
los méritos y derechos, pues la labor del historiador-investi gador
no se puede cumplir en la soledad, sino que, en el curso de sus
averiguaciones, recurre a la ayuda de un considerable número de
estudiosos, colegas, funcionarios de institutos de investigación y
enseñanza, bibliotecarios, archivistas, etc. Su labor, por lo
tanto, adquiere matices de una obra colectiva, aunque hilvanada
dentro
de una urdimbre personal que no se presta a la separación.
Mitrabajo, es verdad, se cumplió de esa manera y por ello siento el
agradable deber de expresar el agradecimiento general, en primer
término, a todas las personas que contribuyeron, cada cual en su
esfera, al progreso de mi investigación desde sus etapas iniciales.
Cada aporte, aun el más modesto, fue muy valioso. Me sería muy
difícil manifestar mi gratitud a cada uno por separado; la nómina
es larga y la guardo de un modo indeleble en mi memoria.
Llegue
mi cálido reconocimiento a cada una de esas personas.Pero la
contribución de algunas ha sido especial y de singular importancia.
Les estoy agradecido particularmente y me encantará darle expresión
ahora, detalladamente. Antes que nada, quiero mencionar al profesor
Zvi Yavetz, que encabeza el Departamento de Historia General en la
Universidad de Tel Aviv y quien alentó mi marcha académica desde
sus primeros pasos. Me infundió con fianza, me hizo creer en la
posibilidad de asumir las tareas de la
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investigación y me ayudó a vislumbrar los amplios horizontes de la
enseñanza y el escrutinio histórico. Un reconocimiento especial
merece mi supervisor, profesor E. Gallo, por guiarme abnegada
y
fielmente desde las primeras etapas, cuando me encontraba en elSt.
Antony’s College de Oxford, así como por los estrechos lazos de
cooperación que subsistieron también cuando nos hallábamos lejos
geográficamente. En cada etapa de la investigación, su guía
desempeñó un papel valioso y eficaz.
Asimismo quiero agradecer la hospitalidad y la inapreciable ayu da
académica que me brindaron el personal docente y administra tivo
del St. Antony’s College de Oxford; su “warden”, el profesor
Raymond Carr, quien se interesó por mi trabajo; y los
investigadores de su Centro de Estudios Latinoamericanos, cuyas
puertas siempre me fueron abiertas para cualquier dilucidación o
análisis. Durante mi permanencia en Oxford, en el año lectivo
1971-72,
pude conversar con investigadores y eruditos que revelaron
interés por el estudio que apenas empezaba y me dedicaron un
tiempo considerable en coloquios provechosos. Entre ellos
mencionaré en
particula r a Sir Isaiah Berlin, Ch. Abramsky, James Joll, J.
Ro-
mero-Maura, A. Lehning y H. Spalding (a quien encontré en
Amsterdam); las charlas con ellos me sirvieron de inspiración impor
tante en las primeras etapas y les estoy muy agradecido a todos.
Siento también la necesidad de dar las gracias a mi colega en el
Departamento de Historia General de la Universidad de Tel Aviv,
doctor H. Horwitz, quien accedió gustoso a leer el manuscrito de
los primeros capítulos; sus palabras de estímulo y sus
observaciones fueron un gran incentivo para emprender el
trabajo.
Una fuente de mucha importancia fue el International Institute of
Social History, de Amsterdam, en cuya biblioteca y archi vo
encontré la mayor parte de los materiales indispensables. La ayuda
y la orientación, merecen un reconocimiento especial. Tam
bién quiero agradecer a la bib lioteca “C anning House” de
Lon dres, al Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad
de Londres y a la Biblioteca del Centre International de Recherches
sur l’Anarchisme de Ginebra, a los que acudí en el transcurso
de
mi labor. En los años que me aboqué a esta investigación me
ayudaron
con becas varias fundaciones de investigación, que me posibilita
ron el trabajo desde un punto de vista material: la Fundación de
Becas de la Universidad de Tel Aviv, la Fundación Zalman Arann y la
Fundación de la Secretaría del Kibutz Hameujad para pro mover el
estudio y el perfeccionamiento. Me complace sobremanera expresar mi
gratitud a los encargados de esas fundaciones. Un
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agradecimiento especial le cabe al personal administrativo del De
partam ento de His toria , y a la Secretaría de la Escuela de
His toria de la Universidad de Tel Aviv, que siempre me
allanaron
las dificultades cuando recurrí a sus servicios.Finalizaré la lista
expresando el más sincero reconocimiento a mi amigo Bar Kójba
Málaj, por la inapreciable fidelidad y abne gación con que se
esmeró para que el texto tuviera el adecuado revestimiento en
lengua española.
Durante los años en que recorrí los caminos de la investigación, me
sentí como el hombre de mar en un buque que zarpa hacia costas
lejanas, pero que guarda en su alma el puerto hogareño, al
que regresará indefectiblemente cuando termine sus viajes.
Ese puerto ha sido mi casa en el poblado comunal —en el
kibutz—, donde también vive mi familia. Siempre fue el sitio que me
in fundió aliento y fuerza en mi tarea de escrutinio. Ahora, cuando
la tarea ya ha terminado, no puedo menos que elogiar el valioso
apoyo que me prestó el kibutz con su comprensión, así como su
interés en los móviles personales que me impulsaron a emprender una
investigación histórica y su anuencia a relevarme de los
requi
sitos cotidianos del trabajo y el cumplimiento de funciones
queimpone el quehacer kibutziano, a fin de que pudiera dedicarme
íntegramente a la investigación.
Por último, debo la más profunda gratitud a mi familia, que se
identificó con la tarea que me impuse y reveló comprensión por el
estilo de vida que me vi obligado a llevar. En primer término
agradezco a mi mujer, Tehila, que me alentó y me prestó su gran
apoyo durante el largo trayecto de mi trabajo.
IAACOV OVED Kibutz Palmahim, Israel, julio de 1976
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Br o t e s
Los primeros indicios de la actividad anarquista en la Argentina,
asomaron en los años del setenta del siglo xix, paralelamente a los
primeros síntomas que se revelaron en México y en Uruguay. Se
trataba de las manifestaciones iniciales del anarquismo en América
Latina, y brotaron sobre el trasfondo de la creación de las
filiales
ele la I Internacional en este continente, a la vez que constituye
ron una parte integral de tal actividad. Las primeras noticias so
bre miembros activos de la I Inte rnacional en Buenos Aires,
se tuvieron a partir de 1872, a raíz del intercambio epistolar
entre los secretarios de las secciones de Uruguay y México.1 En el
Con greso de La Haya, celebrado en 1872, se informó que ya había ra
mificaciones de la Internacional en Buenos Aires. El 3 de marzo de
1873 se envió una carta de Buenos Aires, firmada por A. Aubert,
quien desempeñaba el cargo de secretario general de la Interna
cional en Buenos Aires, y que contiene la siguiente reseña
sucinta:
“Hay actualmente en Buenos Aires tres secciones internacio nales,
basadas en la diferencia de lenguas: la sección francesa, la
sección italiana y la sección española [...]; cada sección tiene su
comité central particular y las cuestiones de interés general son
tratadas por un consejo federal, compuesto por un consejo de seis
miembros (dos de cada sección).” 2 Según informaciones adicio nales
llegadas a los círculos de la Internacional en Nueva York, las
secciones de la filial en Buenos Aires contaban, hasta febre ro de
1873, 250 miem bros.3 Según esas fuentes, la tendencia ideo lógica
que prevalecía en los primeros años era adicta a Marx,
1 José C. Valadés, “Documentos para la historia del anarquismo en
Améri ca”, en Certamen internacional de “La Protesta", Buenos
Aires, 1927, pp. 83-88. En la primera carta enviada de México, el 3
de abril de 1872, al secretario
de la sección uruguaya de la Asociación Internacional de los
Trabajadores, seseñala explícitamente que se la debe entregar
también a A. J., "en donde se encuentre, Montevideo o Buenos
Aires”. De la prosecución del intercambio epistolar se deduce que
A. J. es un propagandista de la sección uruguaya, acti vo en esos
días en Buenos Aires.
2 Esta carta fue descubierta por el historiador anarquista Max
Nettlau, en el archivo socialdemócrata de Berlín, y la cita D. Abad
de Santillán en su libro El movimiento anarquista en la
Argentina, pp. 15-16.
3 D. Aba d de Sa ntillán , El movimiento anarquista en la
Argentina, Buenos Aires, 1930, p. 16.
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y sobresalía la fidelidad al consejo general de Londres, principal
mente por parte de la sección francesa. Pero en las secciones ita
liana y española había adictos al ala de Bakunin, cuyo número
iba en aumento a medida que llegaban cuantiosos intemacionalistas
exiliados de España, después de 1874, cuando se produjo la res
tauración de los Borbones.4 El incremento de los partidarios de
Bakunin entre los miembros de las secciones de la Internacional en
Buenos Aires, agravó primero las luchas entre ellos y los adictos a
Marx, y luego, desde 1876, sobresalió la hegemonía de los baku-
ninianos. Las noticias sobre tal desarrollo son escasas. José
Ingenie ros, en un artículo que publicó en 1898 en A lmanaque
Socialista
de La Vanguardia, resume las noticias escasas a su
disposicióndespués de 1875, de la siguiente manera:
L a s d iv i s ione s i n t e s t i na s a um e n ta r on , r e f l
e j a ndo l a s que e n E ur opa s e
acen tuaban en t r e marx is tas y bakunin i s tas , has ta que en
1876 se fundó un Ce n t r o de P r opa ga nda Obr e r a ba kun in i
s t a , c on e l ob j e to c a s i e xc lu sivo de combat i r a los
marxis tas . En 1879 esa f racción publ icó un fol le to i n t i t
u l a d o Una idea , en e l cua l , además de exponer los p r
inc ip ios gene ra les de la In te rnac iona l , hac ía públ icas
sus cues t iones in te rnas , inc lu yendo todo e l pac to d i s
iden te f i rmado por l a s Federac iones española , i t a l iana ,
euras iana , f r ancesa y amer icana en e l congreso ce lebrado en
Sa in t Imie r por los bakunin i s tas con t r a los marx is tas
.5
El 6 de enero de 1879 apareció en Buenos Aires El
Descamisado, el primer periódico anarquista,6 pero se publicó
sólo poco tiempo. Esos días la actividad general de las secciones
de la Internacional, en Buenos Aires, se hallaba en evidente
declinación y desmoro namiento. J. Ingenieros dice, al respecto, en
ese artículo suyo:
Las secc iones de Buenos Ai res , comple tamente anarqu izadas , se
d i so lv ie ron antes de 1881, para reconstruir se y redisolverse
, perdiendo ya su carác te r de secc iones de la Asoc iac ión In te
rnac iona l de los Traba jadores ,
A comienzos de la década de 1880, por consiguiente, declinó y
4 J . Díaz del Moral , H is to ria de las agitaciones campes
inas andaluzas, M a drid, 1969, pp. 121-122.
5 D. Abad de Santillán, “La Protesta” en la compilación Certamen
internacio nal de "La Protesta", op. cit., p. 35.
6 “Era anarquista pero me ha parecido ser bastante primitvo en su
concep ción de las ideas." Así lo juzga el historiador-bibliógrafo
Max Nettlau. Citado en D. Abad de Santillán, op. cit., p. 29.
D. Abad de Santillán menciona también otro periódico, La
Vanguard ia , del que el único detalle recordado es que
estaba bajo la redacció n de E. Camaño, in tem acio nalista .
El carácte r anarqu ista del periódic o no es cla ro , n i se
sabe el tiem po que existió.
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se desvaneció virtualmente la actividad de los anarquistas en la
Argentina. Pero en menos de cuatro años se reanimó, al surgir
grupos nuevos de anarquistas activos, llegados de Europa con
la
ola de inmigrantes de grandes dimensiones de esa época. El
renacimiento del anarquismo en esos días reinició la historia conse
cutiva de acciones anarquistas en el país, pero antes de atenernos
a su estudio conviene una reseña general de Argentina para ubicar
el capítulo en la esfera histórica apropiada.
A R G E N T I N A D E 1880-1914. P O L Í T I C A , E C O N O M Í A
, S O C I E D A D
En 1880, al comenzar la época de la presidencia del general J. A.
Roca, se inició un nuevo capítulo, decisivo, en la historia argen
tina. Finalizó un período largo de guerras civiles y guerras en el
exterior, de inestabilidad política y de desórdenes administrativos
y gubernamentales, y en cambio sobrevino una época de estabili dad
gubernamental, de ausencia de guerras y de luchas
fratricidas,
de administración ordenada y de prosperidad material. Una expre
sión precisa de este nuevo período podía encontrarse en el eslogan
del gobierno del general Roca: “Paz y Administración”. Desde los
albores de su gobierno, procedió a cumplir una serie de cambios
impresionantes por su alcance y sus logros, con miras a fortificar
el gobierno central, unificar el país y abolir las tendencias sepa
ratistas y centrífugas. Los pasos más descollantes dados, fueron:
a] federalización de Buenos Aires, es decir, su conversión en
la
capital de la República, y creación paralelamente de La Plata como
capital de la provincia de Buenos Aires. A raíz de la fe
deralización sobrevino una serie de medidas institucionales, que
procuraron consolidar y organizar el nuevo marco
institucional, recientemente inaugurado. Al respecto cabe mencionar
algunas le yes; b] organización de la municipalidad de Buenos
Aires; c] or denamiento de los tribunales de la capital; d]
organización de los territorios nacionales; e] supresión
definitiva de las guardias pro
vinciales, bases del poder militar provincial; f] leyes
de creación del código de procedimientos en lo civil; g] la ley de
unificación mo netaria (ley 1130); h] la ley de educación común (de
1884); i] la ley de registro civil.
A estas medidas institucionales cabe añadir la culminación de la
operación militar con miras a anexar las extensiones meridio nales
—la "Conquista del desierto”— y la eliminación de la do minación de
los indios. Esa operación militar y una parte de las
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medidas legislativas no fueron innovaciones del nuevo gobierno,
sino la conclusión y ejecución de actos y tendencias planeados en
años previos. El logro del gobierno de Roca consistió en que
supo
unificar esas tendencias en un plan general, a la vez que se
sobre ponía a las vallas que habían impedido, en el pasado, la
expansión económica de la República, lo que puso su sello en el
curso de la historia argentina durante los años siguientes.7
La expansión económica —en especial la agrícola— encarna de un modo
eminente el impulso sustancial dado por la Argentina en su
desarrollo, a partir de la década de 1880. Para puntualizar su
alcance, baste señalar que en 1874 Argentina aún importaba
trigo
y harinas para el consumo interno, y que a comienzos del siglo
xx,en cambio, ya era uno de los mayores países exportadores de ce
reales: entre 1910 y 1914 su exportación ascendía a 5 294 000 tone
ladas, sin contar las exportaciones de ganado vacuno y carne, que
también asumieron un punto notable. Paralelamente cabe señalar el
aum ento p ronunciado de la población: de 2 492 000 habitan tes en
1880, llegó a 7 885 000 en 1914.8 Este aumento de la población se
debió en primer término a las corrientes inmigratorias de
gran
des dimensiones que afluyeron a Argentina a comienzos del siglo xx,
y la convirtieron en uno de los países principales del mundo en
cuanto a la absorción masiva de inmigrantes de Europa.9
El rápido desarrollo de la Argentina entre 1880 y 1914, cuyas
manifestaciones más descollantes (aunque no únicas) hemos seña
lado, se vio ayudado por circunstancias internacionales
favorables
pero no fue el fruto de una m era coyuntura , sino de un
programa económico y político de los gobiernos de la década de
1880.10 Con
viene señalar que un prerrequisito obligatorio para la aplicación
del programa político y económico, era la term inación de la
“Conquis ta del desierto”. Esta campaña finalizó en 1881, con el
someti mien to de 14 000 indios y la incorporación de 15 000 leguas
de tierra. Para finalizar la operación —iniciada en los días del
go
7 E. Gallo, “La gran expansión económica y la consolidación del
régimen conservador liberal” en La R epública conservadora
, en Tulio Halperin Donghi,
Ed., H is to ria argentina, Buenos Aires, Paidós, 1972,
tomo v, pp. 61-76; D. Abadde Santillán, H is to ria arg
entina, tom o III, pp . 327-352; O. Co rnblit, E. Gallo, A.
O’Connel, "La generación del 80 y su proyecto” en A rgentina,
sociedad de masas, EUDEBA, p p . 43-50.
8 V. Vázquez Presedo, El caso argentino (1875-1914), Buenos
Aires, EUDEBA,
1971, p. 92. 9 A rge ntina ab sorbió u n 17 % de la em igració n e
uro pe a e ntre 1891-1914.
Vázquez Presedo, op. cit., p. 134. 10 O. Cornblit, E. Gallo,
A. O’Connel, op. cit., pp. 43-50. Véase también
T. F. Mc Gann, Argentine, the U .S . and the in tera m erican
sy stem , pp. 1-54, 313.
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bierno de Avellaneda, que precedió al del general Roca— se re
currió enérgicamente al ejército argentino que, hasta entonces, era
empleado para las luchas fratricidas y las guerras.
Este recurso de emplear al ejército de la República para conquistar
territorios dominados por los indios, a fin de incluirlos en la
esfera de la economía nacional, destacó una línea de carácter espe
cial en el proceso de la expansión económico-agrícola.
El gobierno estaba muy interesado en suprimir la dominación de los
indios en el sur, para estabilizar las fronteras con Chile en las
inmensas extensiones meridionales, pero no menos gravitaron los
intereses del sector económico-social de mayor fuerza en la
Re
pública: los glandes terratenientes. La identificación entre
esossectores y la élite gobernante en aquella época, era muy
grande. Así resultó que muchas de las tierras incorporadas al
cultivo des pués de la ’’Conquista del desierto” no fueron a
parar a manos de los colonos, sino que en su gran mayoría se
dedicaron a la gana dería extensiva, en propiedades de los grandes
te rraten ientes.11
En el régimen político que prevalecía en la Argentina de esos días,
el gobierno era ejercido por un círculo reducido que tenía
su origen en la élite social tradicional y en los círculos de
grandesterratenientes. De esta élite provenían todos los
gobernantes y políticos en el dom in io nacional y en el
provincial. Esa élite actuó, desde mediados del siglo xix, dentro
de los marcos constitucionales y en dicha esfera se cumplieron, en
el período de referencia, las normas de un régimen normal y
ordenado, es decir: separación de poderes, elecciones a plazo
fijo, actividad parlam entaria , etc. En las campañas electorales
la minoría gobernante se apoyaba en el res
paldo popular de vastas “clientelas” de votantes, que
dependíande las familias y los grupos mandatarios. El respaldo de
la “clien tela” lo reclutaban, generalmente, los caudillos locales,
que obra ban al servicio de los grupos políticos. Estos
procedim ientos eran más eficaces en el interior, donde el
caudillismo rural había echado raíces. Pero, en sustancia, puede
afirmarse que a fines del siglo xix la política era una actividad
sumamente restringida, de la que se hallaba alejada la gran m
ayoría de la población nacional.12
La no intervención de la mayoría de los pobladores en la vida
política, es comprensible tam bién sobre el trasfondo de la
índole del proceso social. El fraude y la violencia eran parte
integral del proceso constitucional. Así, las viciadas
prácticas electorales provo
11 R. Cortés Cond e y E. G allo, La fo rm ació n de la A
rgentina moderna, Buenos Aires, Paidós, 1967, pp.
42-46.
12 G. Germani, Política y sociedad en una época de
transición, Buenos Aires, Paidós, 1963, p. 204; E. Gallo,
La R epública conservadora, op. cit ., pp. 61-63.
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caban la apatía política de la población nativa, que miraba con
profundo escepticismo las distintas actividades de la vicia
electoral.
A eso cabía añadir la abstención del elemento extranjero que
no
recibió la ciudadanía argentina y que, al intensificarse las olas
inmigratorias, constituyó un porcentaje muy considerable de las cla
ses medias, que por lo general son los candidatos potenciales a tor
narse la base masiva de la actividad política.13
En el ámbito político no se operó ningún cambio. Fue estre mecido
por la crisis de 1890 pero no modificó radicalmente nada, aunque
fue la causa de tensiones que brotaron sobre el trasfondo del
proceso que se iniciaba en las provincias del litoral,
relativa
mente desarrolladas, donde se había pasado de la “gran aldea” ydel
país provincial a una sociedad cosmopolita moderna.14 Pese a la
modernización relativa, no se crearon partidos con ins
tituciones formales, con aparatos organizativos y burocracia. Los
factores políticos eran determinados por grupos de familias, a más
de la “clientela”, o por grupos de adherentes (clubes, sectores
inte resados, como ser la Sociedad Rural, la Unión Industrial Argen
tina, etc.).15
De 1890 a 1912, el círculo gobernante no halló una
solución política adecuada para incorporar a la población, que
crecía ráp i damente. Pero desde comienzos del siglo xx, se
advirtió en los círculos gubernamentales una preocupación por la
atonía y el mar- ginamiento del sistema político de sectores cada
vez más numerosos y con creciente peso en la sociedad.
La búsqueda de caminos para ampliar el círculo de participantes en
el quehacer político, sin estremecer radicalmente al régimen,
hizo que el ministro del Interior, J. V. González, propusiera
en1902 un nuevo sistema electoral, pero esto sólo deparó la
elección de un único representante socialista, A. Palacios, en la
zona obre ra de la Boca, en 1904. Un cambio básico se operó sólo en
1912, al aplicarse el derecho de voto universal, conforme a la ley
Roque Sáenz Peña.16 Una parte considerable de la población, por lo
tanto, en toda esa época, se mantuvo al margen del proceso de las
deci siones políticas. Esto incluyó a los sectores rurales
marginados por
su mismo aislamiento, y también a una parte considerable de sec- 13
S. Bagú, Evolución histórica de la estratificación social en la
Argentina,
Caracas, Universidad de Venezuela, 1969, pp. 79-82. 14 R. Cortés
Conde, “ Auge de la ec onom ía e xp orta do ra y vicisitudes
del
régimen conservador", en La R epública conservadora , op.
cit., pp. 187-194. 15 Ib id ., p. 190. 16 Sobre
la evolución en el do m inio de la pro m ulgació n de leyes
electorales
en la Argentina, de 1853 a 1912, véase D. Abad de Santillán,
H is to ria arg entina, op. cit., tomo III, pp.
686-694.
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tores urbanos, extranjeros de las capas populares y los estratos
medios.
A esos sectores, que tropezaron con vías políticas cenadas,
les
quedaba la posibilidad de actuar como grupos de pre sión ,
princi palm ente en los terrenos económicos y gremiales,
articulando in tereses sectoriales e incorporándolos a la sociedad.
Sobre este tras fondo surgieron también las organizaciones obreras
y sus luchas a fines del siglo xix y a comienzos del xx. El centro
de gravedad de esos grupos estaba fuera de la política, en tanto
que la campaña gubernamental y el foco de las resoluciones
políticas seguía en manos de la élite nativa tradicional.17 Desde
la década de 1880 la
élite gobernante, en el marco de ese régimen político
oligárquico,cumplió una política que llevó a la expansión económica
y a la prosperidad; el eje central del desarrollo económico
era la expan sión agrícola. Al respecto, cabe destacar el aumento
pronunciado de las áreas cultivadas con cultivos principales: de 2
184 953 hec táreas en 1888, a 19 828 250 hectáreas en 1914.18 El
aumento de la
producción agrícola se m antuvo con constancia. La crisis de
los años 1890-1891, que sacudió las finanzas de la Argentina,
azotó
los ingresos de la República y al sector no exportador urbano
(comerciantes, importadores, trabajadores), pero no dañó de igual
manera al sector agropecuario. Por el contrario, se produjo una
sostenida e impresionante expansión de la producción agropecua ria,
que se tradujo en la disponibilidad de saldos exportables. El
aumento no fue sólo en la ampliación de superficies sembradas, sino
también en la producción, sobre todo en los comienzos de la década
de 1890. A esta expansión se sumaron miles de colonos de
dicados a la agricultura de diversa manera, sea por medio de
colonias independientes en las provincias de Santa Fe, Córdoba y En
tre Ríos, o por el sistema de arrendamiento en la provincia de
Buenos Aires. El incremento principal fue en la producción de ce
reales para la exportación, que llegó a su punto culminante entre
1900 y 1905. También creció la exportación del lino y el maíz, asi
como de la lana.19
El auge de la ganadería fue siempre un aspecto central en la
economía de la Argentina. En el pasado el ganado se criaba sil
vestre en las vastas pampas y era sacrificado para el aprovecha
miento del cuero, y luego para la producción del tasajo. A fines
del siglo xix se operaron cambios importantes. Desde 1880 se
em
17 R. Cortés Conde, La R epública conservadora , op. cit.,
pp. 212-214. 18 R. Cortés Conde y E. Gallo, La fo rm
ació n de la A rgentina m odern a, op.
cit., pp. 52-53. 19 R. Cortés Conde, La R epública
conservadora, op. cit., pp. 97-103.
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pezó a m ejorar el ganado, con m iras a la exportación de
reses vivas. Se fundaron estancias modernas, se cultivó alfalfa.
Desde 1895 Ar gentina empezó a ocupar un lugar destacado en la
exportación de ganado en pie a Gran Bretaña. El desarrollo más
impresionante se produjo en la exportación de carne
congelada. La carne congelada comenzó a producirse en la Argentina
desde la década de 1880. Los
prim eros frigoríficos se instalaron en 1883, pero hasta 1899
care cían de importancia económica. Sólo en 1900 empezó a
comerciali zarse la carne congelada en grandes cantidades. En 1901
Argentina era el segundo exportador de carne congelada a Gran
Bretaña y en 1905 ya consiguió el primer puesto. Este renglón
creció en la pri
mera década del siglo xx paralelamente con otros aspectos de
ex portación agrícola, y en 1910 la relación
agricultura-ganadería en las exportaciones era: ganadería, 43.2%,
agricultura 52.8%.20
Un prerrequisito básico para el fomento de la exportación ar
gentina, era el abaratamiento del flete. En esa época se había
abaratado el flete marítimo y sólo hacía falta disminuir el precio
del transporte por tierra (y desarrollarlo). Para eso era necesaria
una red de ferrocarriles, que hasta la década de 1870 tenia
dimen
siones muy limitadas. En 1874 comenzó una promoción rápida delos
ferrocarriles, a un ritmo vertiginoso: de 1 331 kilómetros de vías
férreas en 1874, se llegó a 13 682 kilómetros en 1892. El incre
mento de los ferrocarriles se mantuvo todo el tiempo y en 1916 se
llegó a 33 955 kilómetros.21 La construcción de ferrocarriles
em
pezó como una obra del gobierno, pero en la década de 1880
pasó a manos foráneas, en especial británicas. En esa época la
Argen tina se convirtió en la zona de inversiones preferida por los
britá
nicos, fuera del Imperio británico. La afluencia de inversiones
y préstamos ingleses, que se intensificó durante la
presidencia de J. A. Roca, llegó a su cúspide en la época del
sucesor Juárez Cel- man. El capital británico acudió en primer
término a los ferro carriles, luego a las obras públicas (obras de
salubridad en la ciu dad de Buenos Aires, la ciudad de La Plata,
etc.), y finalmente a la construcción de puertos nuevos o al
mejoramiento de puertos viejos.
En la época de Juárez Celman se otorgaron numerosas concesiones a
las compañías extranjeras, en especial británicas. Este fe-
20 R. Cortés Conde, E. Gallo, La fo rm ació n de la A
rgentina m oderna, op. cit., p. 72; R. M. Ortiz,
H is toria económica argentina, Raigal, 1955, t.
II,
pp . 10-27; V. Vázquez Presedo, op. cit., pp. 175-191.
21 E. Gallo, La R epúblic a conservadora , op. cit.,
pp. 34-39; R. Cortés Conde.
La R epública conservadora , op. cit., pp. 129-145; R.
M. Ortiz, H is to ria Eco nómica, op. cit., t. I, pp.
226-300; R. Cortés Conde y E. Gallo, La fo rmació n de
la Argentina moderna, op. cit., pp. 55-58.
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nómeno se expresó de un modo drástico en 1890-1891, cuando la
crisis hirió tanto a la Argentina como al Banco Baring, británico.
También después de la crisis de 1890-1891, el capital británico
si
guió afluyendo a la Argentina. Asimismo se invirtieron
capitalesfranceses y belgas en las vías férreas, que eran el imán
principal que atraía inversiones foráneas.22 El desarrollo
acelerado de los ferrocarriles repercutió significativamente en el
fomento de la eco nomía, directa e indirectamente, pues permitió
ajustarla a los re quisitos del mercado mundial, lo que contribuyó
a modernizar la producción y estim ular la industria
local.
La gran expansión agrícola y el desarrollo de una red de
trans
porte impulsaron considerablemente al sector industrial entre
1880y 1914, aunque no llegó a las alturas de la expansión agrícola.
En la década de 1880 la industria argentina seguía aún en pañales.
Un censo realizado en 1887 reveló que la mayoría de los estable
cimientos fabriles censados podían ser tenidos aún por talleres de
artesanos. En esos años la industria nacional ocupaba un lugar
sumamente modesto dentro del conjunto de la economía. Pero el
desarrollo vertiginoso de la producción agrícola influyó en el
pro
greso de la industria por diversos caminos. En primer término,
favoreció la instalación de industrias que procesaban la materia
pri ma destinada a la exportación, como los molinos harineros,
frigo ríficos, refinerías de azúcar, etc. En segundo lugar
progresaron las industrias dirigidas a producir efectos utilizados
por el sector agio-
pecuario o de transporte , ta l como talleres de reparación
de mate rial ferroviario y de máquinas agrícolas.
No menos im portante fue la influencia indirecta sobre la
indus
tria. La gran expansión agroexportadora produjo un
incrementosustancial en los ingresos de la población y en las masas
de inmi grantes, que se tradujo en un apreciable aumento de la
demanda. Dicha demanda se canalizó rápidamente hacia las industrias
que producían bienes perecederos, com o por ejemplo los de la
alimen tación y el vestido (textil, etc.).23 U na influencia ind
irec ta adi cional, ligada al desarrollo de la red de transporte y
a la unifica ción de la economía nacional, fue la expansión de
productos in-
22 Vázquez Presedo, op. cit., pp. 25-68; E. Gallo, La
República conservadora, op. cit., pp. 36-39.
23 A. Dorfman, H is to ria de la in dustr ia arg
entina, Buenos Aires, ed. Solar, 1970, pp. 201-220; E. Gallo,
La R epública conservadora, op. cit., pp. 32-34; E.
Gallo, “Agrarian expansion and industrial development”, en St.
Antony’s
papers, num. 22, Oxford, pp. 48-56; R. Cortés Conde,
“Problemas del crecimien to industrial”, en Argentina,
sociedad de masas, pp. 71-84; L. Geller, “El creci miento
industrial argentino hasta 1914 y la teoría del bien primario expor
table”, El Trimestre Económico, pp. 788-792, 809-811.
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dusuiales lugareños e importados que desplazaron a los productos de
artesanado local y provocaron la decadencia de las industrias
artesanales en el interior.24
Los gobiernos argentinos no permanecieron inactivos en estecampo y
coadyuvaron al desarrollo industrial mediante leyes y re
glamentaciones (la ley de aduana de 1876 y sus posteriores regla
mentaciones de 1883 y 1887, las leyes de 1891, etcétera).
La política de protección a la industria local se notaba y era
eficaz en las industrias de azúcar y vino,25 y menos enérgica en
otras. Los medios proteccionistas no abarcaron todos los tipos de
industria y las medidas de emergencia (por ejemplo en 1891)
no
fueron recibidas con beneplácito entre los importadores, ni
entrelos exportadores y sus asociados, que temían las represalias
de paí ses de allende el Atlántico. Cabe decir que las industrias
jóvenes en la Argentina tuvieron que luchar por su posición. Las
indus trias de artículos de consumo que abastecían las grandes
necesida des de la población, debieron competir con los artículos
importados de Europa. Otra dificultad apreciable fue la necesidad
de importar una parte considerable de la materia prima de esas
industrias, así
como los altos aranceles aduaneros que se debía pagar por
ella.26Con el trasfondo de estas dificultades, asomaron los
primeros intentos de los industriales de organizarse, a fin de
pedir al go
bierno la adopción de varias medidas de carácter económico
pro teccionista. En un comienzo las tentativas de organización abar
caron sólo círculos industriales. En 1887 se asociaron todos los
grupos y formaron la Unión Industrial Argentina. La UIA
creció en importancia gradualmente, y centralizó las actividades de
un
conjunto numeroso de asociaciones locales, promovió el
establecimiento de nuevas industrias, criticó las deficiencias de
tarifas y tomó parte en peticiones y negociaciones. En 1899
organizó una importante reunión industrial donde tomaron parte
también los obreros de este sector.27 La UIA trató a menucio
de divulgar la idea de “una comunidad de intereses” para el capital
y el trabajo dentro del sector industrial, pero los sindicatos
prefirieron en aque llos años actuar como representantes de
consumidores urbanos y
oponerse a todo proteccionismo (véase más adelante). 24 A. Dorfman,
op. cit., pp. 212-213; E. Gallo, La R epública
conservadora,
op. cit., p. 34. 25 A. Dorfman, op. cit., pp. 212-213;
Vázquez Presedo, op. cit., pp. 217-222;
R. Ortiz, op. cit., t. I, pp. 191-193; t. II, pp .
136-140. 26 R. Cortés Conde y E. Gallo, La fo rm ació n de la
A rgentina modern a, p. 76;
Vázquez Presedo, op. cit., p . 215. 27 A. Gue rre ro ,
La industr ia arg entina, Buenos Aires, 1944, pp.
91-110; Váz
quez Presedo, op. cit., p. 216.
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En cuanto al carácter del desarrollo industrial y su alcance, en la
época de referencia, sirven de testimonio los datos de los censos
de 1895, 1908 y 1914. Los datos sobre capitales invertidos,
núme
ro de establecimientos, personas empleadas, fuerza motriz y valorde
la producción ind ican un a expansión efectiva e
importante:28
1 8 9 5 1914
N ú m ero de establecim ientos 24 144 48 779 Miles de H. P.
instalados 60.0 678.7 M iles de personas em pleadas 174.8
410.2
M iles de pesos-papel invertidos 327.4 1 787.6Producción anual en m
illones de pesos-papel 340.9 1 861.8
Respecto a las diferencias sobresalientes entre el aumento del
número de empresas y el alcance de la producción o el valor de
ellas, sirve de prueba el proceso de concentración y de capitaliza
ción de las industrias más importantes al que corresponde, por otro
lado, la liquidación de los abundantes pequeños talleres de carac
terísticas casi artesanales. Uno de los rasgos adicionales que dis
tinguen al proceso de crecimiento de la industria, se expresa en el
hecho de que la mayoría de las industrias se radicaron en la zona
litoral. Allí se encontraban, en 1914, el 70 % de los establecimien
tos, el 79 % de la producción, el 72.1 % de los capitales y el 76.5
% del personal.29 Un examen del tipo de producción in du strial en
el litoral, nos mostrará la naturaleza de esta industria liviana de
artículos de consumo y servicios públicos.30
Una línea peculiar adicional y muy significativa de la industria
argentina en esa época, es el alto porcentaje de extranjeros (es
decir inmigrantes, nuevos y más antiguos) tanto en carácter
de
patronos como de obreros. Tam bién en este tema nos valdremos
de los censos de 1895 y 1914. En 1895 los extranjeros constituían
el 84.2 % de los propietarios de empresas industriales y el 63.3 %
de los operarios. En 1914, en cambio, eran el 76 % de los pa-
28 R . Cortés Conde, “ Problem as del crecimiento in du
strial”, en Argentina, sociedad.. . , op. cit.;
véase Vázquez Presedo, op. cit. pp. 127-216.
29 R. Cortés Conde, "Prob lem as del crecimiento ind us trial”, en
Argentina, sociedad.. . , op. cit. , p. 82; R.
Cortés Conde y E. Gallo, op. cit., pp. 77-78.
30 Vázquez Presedo, op. cit., pp. 222-224; A. Dorfman, op.
cit., pp. 201-212 y 273-280; R. Ortiz, Historia
económica argentina, op. cit. , II, pp. 198-207. Un
testimonio importante de primera fuente sobre el carácter
industrial argenti no puede hallarse en "Informe presentado al
Parlamento británico por sir T. Worthington”, Parliamentary
papers, vol. XCVI, 1899, apéndice V, pp. 33-41.
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trones de empresas industria les y el 52.6 % de los obreros.31 En
cuanto al “impacto" general del desarrollo industrial en Argentina,
señalaremos la concentración de la actividad en las provincias
lito
rales, donde se sumó a la expansión agrícola y en conjunto llevóa
la concentración creciente de la población en la zona, lo que
deparó un aumento del porcentaje de la población del litoral junto
con la del Gran Buenos Aires, del 66 % en 1895 al 72 % en
1914.
Esta aglomeración de la población en el litoral intensificó la
tendencia a la urbanización (que se debía también a otros facto
res: por ejemplo, a la concentración de los inmigrantes en las
grandes ciudades) y vemos, de 1895 a 1914, un aumento de la
po
blación urbana del 37 % al 53 % (la población residente en
lasgrandes ciudades, de más de 20 000 habitan tes, aum entó en esa
época de 24% a 36%).
Un cambio importante y significativo se inició entonces en la
estructura ocupacional de los pobladores, al aumentar la gravita
ción de los ocupados en los sectores secundario y terciario, en
tanto que descendía el peso de los ocupados en el sector primario,
en especial al fortalecerse los estratos medios, que en 1914 ya
cons
titu ían el 33 % de la pob lación activa.32En líneas generales
puede decirse que la vida económica adqui rió una mayor complejidad
como consecuencia de la aparición de nuevas actividades económicas
(debido al auge industrial en el pe ríodo 1895-1914, sustitutivo de
la vieja artesanía) que permitieron la inserción de nuevos grupos
en el proceso económico. Este pro ceso de organización y ampliación
de la actividad económica, se nutrió en otro proceso que se operaba
al mismo tiempo en la
Argentina: la afluencia masiva de inmigrantes.
LA GRAN INMIGRACIÓN A LA ARGENTINA
De 1880 a 1914 afluyeron aluviones masivos de inmigrantes a la
Argentina, que dejaron un saldo total de inmigración neta de 3 034
000 almas, y fueron un factor im po rtante que causó un cre-
31 R. Cortés Conde, A rgentina, sociedad de masas, op.
cit., pp. 70-71 y 74-78; R. Cortés Conde y E. Gallo, op.
cit., p. 85; A. Dorfman, op. cit., p. 209; H.
Gorostegui, G. Beyhaut, R. Cortés Conde, ‘‘Los inmigrantes en el
sistema ocupacional”, en Argentina, sociedad de masas,
pp. 117-118; Del Valle Iberlucea, ‘‘Industrialismo y socialismo”,
en Revis ta Socialista In te rnacio nal, 15 de marzo
de 1909, pp. 272-273; G. Germani, La estructura social,
ed. Raigal, Buenos Aires, 1955, p. 223.
32 G. Germani, La estru ctura social, op. cit ., pp.
58-59, 69, 218-225; S. Bagú, op. cit., pp. 118, 26-31; R.
Cortés Conde y E. Gallo, op. cit., pp. 82-83.
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cimiento impresionante de la población: de un número de 2 492 000
hab itantes en 1880, a 7 885 000 en 1914. El resultado direc to de
esta inmigración masiva fue que en 1914 un tercio de la pobla ción
del país estaba formada por extranjeros (gente llegada poco tiempo
antes) y el porcentaje de inmigrantes con respecto a la
población nativa era el más alto del mundo. La gran
inmigración a la Argentina acaecía en momentos en que corrientes
impresio nantes de emigrantes fluían de Europa a otros continentes.
Argen tina era uno de los principales países de destino y acogió al
17 % de la emigración total de Europa en esa época.33 Esta inmigra
ción de glandes dimensiones se convirtió en un fenómeno funda
mental, sin el cual no es posible comprender el desarrollo de
laArgentina moderna. Junto a las fuerzas inmanentes que actuaron
aquí, se debe tomar en consideración el esfuerzo consciente y pre
meditado de la élite gobernante para desarrollar y modernizar la
economía de la República, poblar y trabajar sus tierras, ampliar su
fuerza laboral y promover la europeización de la población.34
La tendencia a estimular la inmigración a la Argentina de Euro
pa, se acentuó in m ediatam ente después de la independencia
; pero
sólo con la Constitución de 1853 se le dio expresión sólida y se
incluyeron cláusulas explícitas al respecto (los Artículos 14, 20 y
25). En 1876 se dieron pasos concretos, al crearse el Departamento
de Inmigración y agencias de propaganda en el exterior, al
subsidiarse los pasajes y facilitarse el período inicial de la
estada en el país.35 El gobierno estaba interesado primero en la
absorción de inmi grantes con conocimientos agrícolas, por lo que
prefería a los lle gados de Europa septentrional y occidental; pero
al iniciarse la
época de la expansión, en la década de 1880, hubo una gran demanda
de mano de obra y de operarios también en el sector urba no, por lo
que las preferencias anteriores se postergaron y empezó a
absorberse también inmigrantes sin selección. En esos años las
principales corrientes in m igratorias procedían de Europa
meridio nal y central, por lo que se creó una situación de arribo
masivo de inmigrantes de Italia y España, y en grado algo menor de
Fran cia, Gran Bretaña, etcétera.36
33 G. Germ an i, Política y sociedad en una época de transición,
op. cit., pp. 182-185; V. Vázquez Pre sedo, op.
cit., pp. 87-89, 92, 133-134; J. A. Alsina, La inm
igración en el prim er siglo de la independencia , Buenos
Aires, 1910, pp. 41-42; G. G erm ani, La estru ctura
social en la Argentina, op. cit ., pp. 81-90.
34 G. Germani, Política y sociedad, op. cit., pp. 181-182. 35
J. A. Alsina, op. cit., pp. 143-201; E. Gallo, H is to
ria , pp. 51-54. 36 G. Be yhau t, R. C ortés Conde, H . G
orostegui, S. T o rrad o, op. cit., en
Argentina, sociedad de masas, pp. 94-98.
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Para los emigrantes de Italia, Argentina era el segundo destino en
importancia, después de Estados Unidos.37 Esta inmigración,
empujada por fuerzas vigorosas en el país de origen a fines del
siglo xix, trasplantó a la Argentina hombres llegados sobre todo
del norte,38 en su mayoría campesinos, pero también supo de una
población considerable de pescadores y m arineros de Génova
(se concentraron en el suburbio de la Boca, en Buenos Aires). A
partir de la década de 1890 arribaron muchos italianos albañiles y
traba
jadores no calificados, para cum plir labores en obras
públicas (construcción de vías férreas, carreteras, etc.). Estos
operarios se aglomeraron en las ciudades, componían el grueso de la
mano de obra para los trabajos públicos, en la construcción y en
las fábricas. Muchos de ellos eran la mayoría activa en los
primeros sindicatos obreros grandes (véase más adelante); a
comienzos del siglo xx la mayor parte de los inmigrantes italianos
se concentraban en las grandes ciudades y su número gravitaba en
los suburbios, en donde generalm ente residían los
trabajadores.39
El segundo lugar en importancia numérica, en ese entonces, le
correspondió a la inmigración de España. También en la
península
ibérica presionaban fuerzas expelentes sobre todo en los
sectorescampesinos. Muchos emigrantes españoles partieron a la
Argentina en la segunda mitad del siglo xix, pero el aluvión masivo
se pro dujo en 1904 y superó inclusive al número de los
italianos.40 A diferencia de los italianos, que se dividieron entre
campesinos y habitantes de las grandes urbes, los españoles se
ubicaron en las grandes ciudades y se consagraron principalmente al
comercio y a los servicios públicos. Los italianos y españoles
constituyeron el
grueso de la inmigración a la Argentina en las postrimerías
delsiglo xix. Se integraron mejor que los inmigrantes de otras
latitu des, debido a la rápida adaptación al idioma, a la cultura,
a la mentalidad, etc., prevalecientes. Gracias a su adaptación
afortuna da, se convirtieron en la base de absorciones posteriores,
cumplidas por parientes, amigos, etc. Al mismo tiempo,
dificultaron la absor
37 Salvo los años 1888, 1891-1898 y 1901-1902, cuando Brasil la
superó; véase V. Vázquez Presedo, Estadísticas históricas
argentinas (comparadas) 1875-1914, Buenos Aires, Macchi,
1971.
38 Vázquez Presedo, El caso argentino, op. cit., p. 98.
39 Sobre los inmigrantes italianos a la Argentina, véase R.
Foerster, Ita lian
emigration of our times, Arno Press, Nueva York, 1969, pp.
226-278; S. Baily, “The Italians and organized labour in the U. S.
and Argentine, 1880-1910”, en The International Migration
Review, vol. I, nú m . 3, 1967; Vázquez Presedo , El caso
argentino, pp. 95-103.
Vázquez Presedo, El caso argentino, pp. 104-105; Estadísticas
históricas ar gentinas, pp. 39-47.
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ción de inmigrantes de otras latitudes, de mentalidad y lengua dis
tintas. Los inmigrantes de Europa occidental —Francia, Gran Bre
taña, Bélgica, etc.—, que llegaron en número considerable antes de
las olas inmigratorias masivas, disminuyeron a partir de la dé cada
de 1880. Una inmigración masiva adicional afluyó a fines del siglo
xix y comienzos del xx, de las comarcas del Imperio otomano, del
Imperio austrohúngaro y de Europa oriental, y entre ellos había un
porcentaje glande de judíos. Esta inmigración se encauzó
prim ero a las zonas de colonización y levantó poblados
agrícolas en las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires,
pero al
poco tiempo se dir ig ió a las zonas urbanas.41
La mayor parte de la inmigración en masa a la Argentina, durante la
década de 1880, se vio atraída por la imagen de la prospe ridad
económica y por la creencia de que cualquiera podía intentar hacer
fortuna. Los rumores sobre la prosperidad se propagaron en los
países de origen y despertaron esperanzas grandes en los secto res
de migración; esas esperanzas eran en general exageradas. El cuadro
que se obtiene de la emigración indica que las grandes co rrientes
inmigratorias coincidieron con los “booms” económicos, y
que la decadencia corresponde a los períodos de crisis. El
ejemplo prom inente es la crisis de 1890-1891, que provocó la
contracción drástica de la inmigración a la Argentina. Pero apenas
asomaron indicios de recuperación económica, en la década de 1890,
volvie ron a crecer las olas inmigratorias y alcanzaron dimensiones
cum
bres en la segunda m itad de la prim era década del siglo
xx.42 El arribo masivo de inmigrantes hizo un “impacto”
considera
ble en la estructura social y demográfica argentina. La
mayoría
de los extranjeros se concentraron en profesiones y renglones
vinculados con la expansión económica, primero en la agricultura y
lue go en la infraestructura y en ramas industriales, en zonas de
las provincias del lito ral y en la ciu dad de Buenos Aires,
donde tenía lugar esa expansión. Ello llevó a una concentración muy
grande de “extranjeros” en los sectores más importantes desde un
punto de vista económico, en las grandes urbes, y en la población
masculina de edad laboral.43 Eso influyó también en la estructura
ocupacio-
41 Vázquez Presedo, El caso argentino, op. cit., pp. 114-117,
124-133; G. Ger mani, Política y sociedad, pp. 184-185; J. A.
Alsina, op. cit., p. 22. Sobre los
ju dío s en la A rg entin a véase Ja im Avni,
Argentina, tierra de destino (en hebreo), Jerusalén,
1973.
42 G. Beyhaut, R. Cortés Conde, H. Gorostegui, S. Torrado, A
rgentina, So ciedad de masas, pp. 116-118; L. Geller, op.
cit., p. 772; Cortés Conde y E. Ga llo, op. cit., pp.
48-50; E. Gallo, La R epública conservadora , p. 52; R.
Cortés Conde, La República conservadora , p. 165.
43 G. Germani, “La movilidad social en la Argentina”, en Lipset,
Benedict,
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nal. Aunque la mayoría de los inm igrantes declaraban al llegar que
eran campesinos (60-70 %) —y sin duda pertenecían a los sec tores
pobres de sus países de origen— comprobamos empero un
proceso evidente de fortalecim iento de los sectores medios
en la población argentina en las zonas de absorción
principales de los inm igran tes.44 Los extranjeros evidenciaron a
ptitud de movilidad excepcional, más que los lugareños, y por ello,
aunque la mayoría declaró al ingresar al país que pertenecían a la
rama primaria, el incremento ocupacional de extranjeros en la
agricultura y ganade ría entre 1895 y 1914 fue de 67 000 personas,
mien tras que las industrias y artes manuales registran un aum ento
de 218 000 ex
tranjeros, 94 000 en el comercio y 21 000 en transportes. En
esossectores los extranjeros constituyeron un factor decisivo en
las ca pas obreras, y su aparic ión masiva en esos dominios
generó la base del proletariado argentino, a partir de la década de
1890.45
También en las propias capas obreras se notaba una “movili dad”
apreciable, que se expresó en el aumento del porcentaje de obreros
independientes hasta 1895, y en su declinación posterior. Este
descenso se vincula con la caída de la producción artesanal y
el surgimiento del proletariado industrial, entre 1895 y 1914.46 El
proletariado se amplió constantemente por los aluviones de
inmigrantes que, en parte considerable (sobre todo los italianos y
españoles), fueron atraídos a la Argentina por el nivel del
salario, muy superior al de sus países de origen.47 Una
investigación de A. Bunge sobre salarios y obreros comparados (en
vísperas de la
prim era guerra m undial) , en relación con Estados Unidos,
Ingla terra, Francia y Alemania, señala que el salario
nominal prome
dio de la familia común en la Argentina, ocupaba el segundo lugar,
después de Estados Unidos de América. Pero en com para ción con el
salario familiar real (cotejado con precios de vivienda,
artículos de consumo y alimentación), se comprueba que los salarios
en la Argentina son inferiores a los de Estados Unidos en 32 %,
a
La m ovilidad social , pp. 319-321; G. Germani,
Estructura social, p. 81; Vázquez Presedo, Estadísticas, op.
cit., p. 26; E. Gallo, La República conservadora
,
pp. 54, 78-80; R. Cortés Conde, H is to ria argentin
a, t. v, p. 170.44 G. Germani, M ovil id ad
social, pp. 350-351; G. Germani, Política y socie dad,
p. 189; E. Gallo, La República conservadora , p. 54; G.
Beyhaut y colabo radores, en Argentina, sociedad de masas,
op. cit., p. 95.
45 L. Geller, op. cit., p. 805; R. Cortés Conde, La
República conservadora , pp. 172-173, 215; G. Beyhaut y
cola bora dores, op. cit., pp. 94-112, 117-120; Váz quez
Presedo, El caso argentino, op. cit., p. 139; G. Germani,
Estructura social, pp. 205-209, Política y
sociedad, pp. 194-195; A. Dorfman, op. cit., pp.
206-207.
46 R. Cortés Conde, La R epública conservadora , p.
176. 47Vázquez Presedo, El caso argentino, op. cit., pp.
135-137.
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los de Francia en 12 %, a los de Inglaterra en 9 %, a los de Ale
mania en 3 %.48 Si se tiene en cuenta que la comparación se hace
con países desarrollados industrialmente, es indudable que
coteja
do con los países de origen principales de los emigrantes, el
nivelde salario relativamente alto en la Argentina sirvió de factor
de atracción.49
Cabe señalar que se trata del salario relativo, comparado con otros
países. En cuanto al salario obrero real en Argentina, la ten
dencia general es de declinación (con ciertas oscilaciones de ascen
so) desde la década de 1880 hasta 1899.50 (Un análisis más
detallado del salario obrero en la época que media entre 1899 y
1905, se
intercalará en el examen posterior, por lo que nos abstenemos de
hacerlo ahora más minuciosamente.)
La transformación en la Argentina que se estudió hasta ahora,
configura el trasfondo histórico, político, económico y social en
que se gesta la clase obrera argentina y el surgimiento de las
corrientes anarquistas. La interrelación de ambos fenómenos —en tre
1897 y 1905— es el tema de la investigación y del examen que
insertamos seguidamente, pero consideramos indispensable pre
cederlo con una descripción sucinta del surgimiento de los círculos
anarquistas en la época entre los años 1880 y 1897.
MALATESTA Y LOS ANARQUISTAS DE LA DÉCADA DE 1890
Las grandes olas inmigratorias