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El banano en Macondo y la vida rural en el corregimiento de Varela, Zona Bananera-Magdalena

Diva Marcela Piamba Tulcán1

Resumen:

Como forma de impulsar el turismo “garcíamarquiano” en el departamento de Magdalena, se ha implementado “La ruta Macondo” que consiste en guiar a los turistas por los diferentes cultivos de banano que han prosperado desde los años de la United Fruit Company. Este recorrido se enfoca en visitar los poblados del municipio de Zona Bananera, ubicado entre Ciénaga y Aracataca en el departamento del Magdalena.

En esta ponencia pretendo mostrar la vida rural cotidiana de los habitantes del corregimiento de Varela, Municipio de Zona Bananera, basada en mi experiencia de vida en el lugar y desde una visión de habitante temporal. La discusión se enfoca alrededor de la influencia cultural del cultivo de banano, la adaptación de las acciones cotidianas de los zoneros provocada por la existencia de los cultivos, la escasa relación con el mar, la aparición de mitos y leyendas y la forma en que esta ruralidad es representada en Vivir para contarla y en Cien años de soledad en el Macondo de García Márquez.

Palabras clave: Zona Bananera, United Fruit Company, Dole, Varela, caribe rural, gastronomía del plátano, vida diaria.

1 Estudiante de la maestría en Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia. Docente de la Universidad de Cundinamarca. Integrante de la red de investigación GCaribe.

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“El tren atravesó con un silbido largo las marismas de la ciénaga, y entró a toda velocidad por un trepidante corredor de rocas bermejas, donde el estruendo de los vagones se volvió insoportable. Pero al cabo de unos quince minutos disminuyó la marcha, entró con resuello sigiloso en la penumbra fresca de las plantaciones, y el tiempo se hizo más denso y no volvió a sentirse la brisa del mar. No tuve que interrumpir la lectura para saber que habíamos entrado en el reino hermético de la zona bananera.” (García Marquez, Vivir para contarla, 2002, pág. 23)

El narrador de Gabriel García Márquez en Vivir para contarla sentía la Zona Bananera desde su asiento en el tren. Esta misma sensación que se repite en las obras del cataquero y que ha llevado a pensar que Macondo es la zona rural del Caribe colombiano, actualmente se les ofrece a los turistas en una ruta turística llamada “La ruta Macondo”. Este tour consiste en conocer aquellos caminos que describe el narrador de García Márquez en sus libros y en los que se erige Macondo, una ruta que empieza en Santa Marta o Barranquilla y toma la troncal del Caribe al sur para terminar en Aracataca, ciudad natal del Nobel. De esta manera, el tour atraviesa en todo su esplendor la zona bananera del Magdalena, territorio cargado de historia y conflicto sembrado por las plantaciones bananeras de la época de la United Fruit Company.

Inicialmente, recurriré a la ubicación geográfica del territorio bananero del departamento del Magdalena para luego entrar en la discusión.

La Zona Bananera, Magdalena

*La Zona Bananera fue declarada municipio desde el 10 de Octubre de 1999. Anteriormente era jurisdicción del municipio de Ciénaga de quienes, después de años de lucha política, se emanciparon exitosamente. Hoy, la Zona Bananera es un territorio de 421 hectáreas y poco más de 46.000 habitantes que limita al norte y al oriente con el municipio de Ciénaga, al sur con Aracataca y al occidente con el municipio de Puebloviejo. Esta zona, antiguamente cienaguera, está conformada solamente por Corregimientos y veredas lo que implica que el 92% de su territorio sea reconocido como rural. El poblado principal que funciona a modo de centro del Municipio, y por su ubicación es relativamente cerca a todos los corregimientos, es Sevilla, en donde se encuentran localizados los edificios de Gobierno del municipio y demás instituciones gubernamentales. Debo aclarar que desde el límite con Ciénaga hasta el límite con Aracataca, el muncipio es atravezado por la troncal del Caribe y que el tiempo de recorrido por esta vía dentro del municipio es de aproximadamente 2 horas. *Los corregimientos, en su mayoría, se encuentran a varios kilómetros a ambos lados de la vía troncal, por esto, un recorrido desde el corregimiento de Riofrío a Sevilla puede durar hasta 1 hora y media.

Esta zona, parcialmente, era la que pertenecía anteriormente a “El Apostolado”, organización agrícola de la que hablaremos más adelante. Esta misma, y lo que hoy constituye Aracataca y Ciénaga, pasó a manos de la United Fruit Company. Al día de hoy el paisaje de la Zona Bananera se ha modificado a cuenta gotas por la iniciación del cultivo de palma de aceite y la

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actividad pastoril, pero los sembradíos de banano siguen viéndose hasta el infinito en el horizonte.

Ilustración 1. Ubicación del municipio de Zona Bananera en el departamento de Magdalena y su localización respecto a la ciudad de Santa Marta (al norte).

Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Zona_Bananera

La historia de la crisis social

“¡Carajo! –gritó- Macondo está rodeado de agua por todas partes.”

(García Marquez, Cien años de soledad, 2003, pág. 20)

Desde finales del siglo XIX las tierras que comprendían esta zona entre la Sierra Nevada de Santa Marta y el departamento del Atlántico, y desde Ciénaga o San Juan de Córdoba, como era llamado en la época, hasta Aracataca fueron consideradas como muy fértiles para cultivos fruteros pues su geografía plana y la abundancia de agua debida a los diversos afluentes que bajaban de la Sierra (Río Frío, Río Orihueca, Río Aracataca, Rio Fundación y Río Sevilla) convertían a estas tierras en territorios muy prósperos y de alta capacidad de cultivo.

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Así, el banano, el cacao y el tabaco sembrados en las parcelas de campesinos pequeños terratenientes eran evidentes en la zona mencionada, así como la conformación de grupos de pequeños cultivadores que adquirían tierras para tal fin. En 1870 el rumor de la prosperidad de las tierras del Magdalena empieza a dispersarse entre los grandes asalariados. Personas de apellidos reconocidos así como familias de sefarditas, franceses, alemanes y demás extranjeros que buscaban hacer dinero en los cultivos, empiezan a apoderarse de tierras de la zona. Inmediatamente aparece una política de estado que consistía en entregar las tierras baldías que aún quedaban en el departamento a militares y a comerciantes que apoyaron la Independencia. Es así como en Ciénaga en 1883 se constituyó “El Apostolado”, sociedad agrícola conformada por doce empresarios, nueve de ellos nacionales2 dispuestos a comprar tierras para cultivar(Viloria de la Hoz, 2009). Estas tierras de “El Apostolado” se cultivaron en su mayoría de banano y así permanecen en la actualidad.

En ese mismo año “El Apostolado” adquirió aproximadamente 360 hectáreas al margen izquierdo del Río Frío para cultivo de cacao y plátano. Al mismo tiempo, se autorizó la construcción de un canal de riego para los diferentes cultivos en donde además estaban los de los pequeños campesinos que consistían en frutales y caña de azúcar. “Entre los beneficiarios de tierras encontramos a un presidente de la República, el general Tomás Cipriano de Mosquera, varios gobernadores del Magdalena, como Tomás Abello, Martín Salzedo Ramón, Cesar Campo, José Ignacio Díaz Granados y Manuel Dávila García, un extranjero, el inglés H. B. Taylor. Los demás beneficiarios podrían clasificarse como comerciantes y políticos locales” (Viloria de laHoz, 2009).

Después de esto, en 1890, se construye otro canal de riego con recursos departamentales que iba paralelo a la afluente del Río Frío y que abarcaba grandes cultivos bananeros de grandes terratenientes.

De estas tierras baldías también se benefició el ferrocarril de Santa Marta a quienes les fueron entregadas varias hectáreas de tierra con el compromiso de construir el ferrocarril que atravesara estas prósperas tierras con el fin de facilitar a los nuevos terratenientes el cultivo y el comercio de lo producido. Fue así como en 1882 llegó hasta Ciénaga y en 1894 el ferrocarril llegó hasta Sevilla.

Es en 1899 cuando varios de los cultivadores extranjeros que tenían sus parcelas organizadas se aliaron para dejar entrar al territorio de nuestro país a la ya muy exitosa United Fruit Company. Una empresa con un objetivo muy claro: exportar la fruta que se producía en gran parte del Caribe y Latinoamérica a Estados Unidos. En ese mismo año se disparó la Guerra de los Mil Días por lo que el nuevo cometido empresarial tuvo que esperar un tiempo para empezar completamente. Para cuando la guerra terminó, la United Fruit Company floreció como una gran empresa con miras a convertirse en un monopolio. “La compañía instalaba la infraestructura necesaria en lugares hasta el momento inexplotados, creando verdaderos países de la nada”(Bucheli, 1991, pág. 110). Como un monstruo gigante fue seduciendo a los pequeños cultivadores a hacerse socios de la compañía, agrandando sus hectáreas de cultivo, apoderándose de algunos baldíos que aún quedaban y sometiendo a nuevas reglas de cultivo a los dueños de las

2 (Ocho costeños, un tolimense y tres ingleses): Rafael Barranco, Zabaraín Hermanos, Lorenzo Díaz Granados, Ramón Arrieta, José Miranda, Ezequiel García Pérez, Oscar Pereira, Ricardo Echeverría, Manuel Galindo y los británicos Mansel F. Carr, Laurence Bradbury y H. B. Taylor. (Viloria de la Hoz, 2009)

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haciendas asociadas. La construcción de nuevos canales de riego fue quitando la posibilidad a los zoneros de obtener agua para su consumo pues en la lista de disfrute los primeros eran los bananos.

En 1906, ante la necesidad de abarcar más cultivos, la United Fruit Company extiende el ferrocarril hasta Fundación.

“Desde que el ferrocarril fue inaugurado oficialmente y empezó a llegar con regularidad los miércoles a las once, y se construyó la primera estación de madera con un escritorio, el teléfono y una ventanilla para vender los pasajes, se vieron por las calles de Macondo hombres y mujeres que fingían actitudes comunes y corrientes pero que en realidad parecían gente de circo” (GarcíaMarquez, Cien años de soledad, 2003, pág. 228)

Luego, en 1928 se produce la masacre de las bananeras como consecuencia de la organización de los sindicatos de trabajadores de cultivos que exigían mejoras en sus condiciones laborales. La vida de la United Fruit Company fue decreciendo luego de esto debido a la crisis mercantil en la que cayó la exportación de la fruta y las grandes pérdidas sufridas durante la huelga. En 1966 la United, se dice, se marchó de nuestras tierras.

Macondo y las bananeras

“La ruta Macondo”, como decíamos anteriormente, se ha construido a partir de las descripciones del narrador de García Márquez que se refieren a un Macondo rodeado de plantaciones de banano. La gente de la región e infinidad de lectores han asumido que esta zona descrita es la que se encuentra aledaña a Aracataca y que pertenece a la Zona Bananera por la similitud en la descripción de algunos detalles como la extensa flora y fauna, el ferrocarril bananero, el clima y la geografía cercana a la Sierra Nevada, paralela a la Guajira.

En Cien años de soledad, novela que quiero citar principalmente en este texto, la bonanza bananera atraviesa parte de la historia. Inicialmente, se describe como una casualidad el hecho de que el banano se haya considerado una fruta con gran acogida en el extranjero. Esta casualidad se basó en la llegada de Mr Herbert a Macondo quien buscaba una salida a su crisis financiera. A última hora Mr Herbert encuentra la solución a sus problemas: el banano.

*“[…] uno de tantos miércoles llegó a Macondo y almorzó en la casa el rechoncho y sonriente Mr Herbert.

Nadie lo distinguió en la mesa mientras no se comió el primer racimo de bananos. […] Cuando llevaron a la mesa el atigrado racimo de banano que solían colgar en el comedor durante el almuerzo, arrancó la primera fruta sin mucho entusiasmo. Pero siguió comiendo mientras hablaba, saboreando, masticando, más bien con distracción de sabio que con deleite de buen comedor, y al terminar el primer racimo suplicó que le llevaran otro” (García Marquez, Cien años de soledad,2003, pág. 229)

Días después en Macondo se ve cómo empiezan a aparecer encerramientos y a desfilar gente extraña, para días después tener una nueva gran atracción que ir a visitar: los cultivos de banano. El pueblo fue creciendo por la construcción de caseríos de gringos que con sus mujeres se

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instalaban en zonas cercanas a las bananeras, encerrados y lejos de los nativos. Grandes barrios se construían a las orillas de la carrilera marcando la diferencia social que ahora destinaba a Macondo a ser un pueblo pobre, a ser engañado por el velo de la riqueza para finalmente descubrir que gracias a este monstruo empresarial su historia estaba cambiando para dejar el pueblo en la ruina.

“La historia del huracán que, en la forma de una compañía gringa de bananos, destruyó Macondo es bien conocida por los lectores de Cien años de soledad: Macondo era un lugar próspero hasta que llegó la explotación y la corrupción de la compañía frutera.” (Posada Carbó, 1998, pág. 4)

Mientras la United Fruit Company permaneció en el territorio bananero, las posibilidades de trabajo se reducían a ser jornaleros de las haciendas bananeras. Luego llegó la masacre y todo fue en picada. La crisis social aumentó debido a la crisis mercantil y para cuando la United dijo irse solo quedaron los escombros de una época de un espejismo de auge.

Sin embargo, mi propuesta es que no es válido hablar de la United Fruit Company como algo del pasado. Es imposible decir que la empresa frutera se acabó por completo y que se fue y que dejó crisis y que todo pasó. La competencia de Chiquita Brands, Dole, es ahora quien ejerce la presión social y económica que desde inicios del siglo XIX se implantó en lo que hoy es la Zona Bananera.

*El corregimiento de Varela.

Ubicación

“El mundo cambió. A lado y lado de la vía férrea se extendían las avenidas simétricas e interminables de las plantaciones, por donde andaban las carretas de bueyes cargadas de racimos verdes. De pronto, en intempestivos espacios sin sembrar, había campamentos de ladrillos rojos, oficinas con anjeo en las ventanas y ventiladores de aspas colgados en el techo, y un hospital solitario en un campo de amapolas. Cada río tenía su pueblo y su puente de hierro por donde el tren pasaba dando alaridos, y las muchachas que se bañaban en las aguas heladas saltaban como sábalos a su paso para turbar a los viajeros con sus tetas fugaces.” (García Marquez, Cien años de soledad,2003, pág. 23)

Los recorridos turísticos hablan de algunos corregimientos de la Zona Bananera, entre ellos Ríofrío, Sevilla y Orihueca. De todos los corregimientos de la Zona, Orihueca, Riofrío, y Tucurinca quedan al margen de la troncal del Caribe o a escasos metros. Sevilla es uno de los poblados en donde quedan rezagos físicos de la existencia de un monopolio bananero. En la zona de Prado-Sevilla, ubicada metros antes del corregimiento de Sevilla, aún están en pie las casas construidas como vivienda de los líderes de la United Fruit Company. Como un barrio de alto estrato se construyó Prado-Sevilla que hoy se ve como un sector más de la Zona Bananera. Múltiples casas con una imitación del estilo campestre inglés aún sobreviven en la Zona, algunas en mejor estado que otras. Casas con techos de vigas a la vista y grandes jardines son las que se ven en Prado-Sevilla. Casas que ya llevan más de 80 años de construidas.

*Adicionalmente, hay un poblado en el que siento que la crisis agrícola bananera dejó huellas que han permanecido hasta la actualidad y que han afectado desde el nacimiento de “El Apostolado”. Este es el corregimiento de Varela, ubicado a 45 minutos de Santa Marta. Para

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llegar a Varela se debe girar a la derecha por un desvío que está a 10 minutos del desvío para Riofrío. Es una vía secundaria a la que ya no se le ve intervención estatal y a la que la inaugura una venta de frutas de más papayas que guineos. Aproximadamente 2 kilómetros de carretera llenos de polvo desde la troncal hasta Varela conducen hasta donde empieza el poblado. De ahí para adelante unas 40 casas que de repente se acaban cuando tocan los rieles del tren. De la línea del mismo hacia el fondo no hay más que banano que se aturde con el ruido de aquel tren que aún pasa cada media hora cruzando la Zona Bananera y atropellando a los inocentes cerdos que se pasean huyendo del sol.

**Varela es un poblado tranquilo y construido a lo largo de las líneas del tren por aproximadamente 2 kilómetros. No se oye nada de la violencia que azota a nuestro país aunque la tengan muy cercana, y se habla mucho de trabajo, de jornales, de banano, de peras rojas y de la sopa del almuerzo. Se oyen conversaciones cargadas del orgullo costeño que se puede sentir en cualquier lugar de la costa atlántica. A pesar de esto, no es un poblado con mucha riqueza y su apariencia es de un lugar abandonado a su suerte. Varela actualmente vive su momento de prosperidad aunque parezca lo contrario. Desafortunadamente no ha sido bendecida por su historia y los gobiernos de turno han hecho lo mismo que la Ruta Macondo: condenarla a la soledad.

*La vida diaria

Varela a simple vista es un pueblo rural del caribe colombiano como cualquier otro pero a medida que los días pasan uno empieza a encontrarse con aquellos rezagos de la época de las bananeras y a enterarse cómo aún viven en la década de los 20’s. Varela, como lo decíamos anteriormente, está rodeada de cultivos de banano. Como dicen los documentos escritos por la misma comunidad en una campaña de recuperación de memoria organizada por el escritor Anibal Redondo, oriundo de la Zona, el poblado se construyó gracias a tierras donadas por uno de los terratenientes del momento. Estas dicen textualmente:

*“Los terrenos que hoy en día ocupa nuestra población, eran propiedades de los señores Antonio Ropayn y Alfonso Apolitano, esposos de Abigayl, tierras éstas cultivadas en un 20% de pan coger y frutales.

Estos predios ubicados al Noroeste, centro y sur de la región, conocidos con nombres específicos como Palmichal, al noroeste y la playita finca Malogama de Antonio Ropayn, después San José, hoy en día (Marcela) antes el tiempo.

En el año 1924, Don Manuel Varela por una propuesta de la comercializadora bananera, Magdalena – Fruit Company, multinacional francesa, empieza la siembra de banano en las fincas Eusebia, La Isabel, La hortencia, La María y María Eusebia.

En la década del 50, parte de estos terrenos pasaron a manos del señor Israel Mendoza, como pago de la indemnización por los servicios prestados al señor Antonio Ropayn en la finca San José, y el tiempo como empleado. Esta década es muy importante y recordada, ya que arranca la historia cultural y folclórica de la población.”3

3 Estas citas han sido extraídas del documento privado de la Biblioteca Aníbal Redondo en el corregimiento de Varela, municipio de Zona Bananera. Aún no se encuentra copia en ningún archivo de la nación.

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Esta versión ha sido enriquecida por los mitos de la zona que afirman que el terreno de Varela le fue quitado al diablo en una treta donde su contendor era el señor Israel Mendoza. Este último salió invicto del pacto que había hecho con el diablo quien tuvo que entregarle las tierras que hoy pertenecen al corregimiento. Es decir, Varela fue nacida en medio de las grandes haciendas bananeras y aún vive en medio de ellas.

Las diferentes construcciones han logrado pararse gracias a las pequeñas compras de tierras que han recibido los hoy habitantes.

“Año de 1960, llega a nuestra población procedente de Buenavista Magdalena, la primera maestra pública, es la señora Telma Rosa Arévalo de Olivares, quien matriculó los primeros 60 alumnos, y más tarde se combatió con 120.

Se dictaban las clases en condiciones infrahumanas, bajo un árbol de guásimo porque el local asignado estaba abanodanod y era una guarida de murciélagos, por el estado de abandono.

Los niños se sentaban en unos banquitos o en cajitas de jabón, que antes eran de madera. Su tenacidad ante el gobierno municipal, obligó a que el municipio comprara el lote de terreno al señor Marcial Villalobos, para construir la primera escuela de la población.”

Después de esto es comprada la imagen de San Martin de Loba e inaugurada la única iglesia del corregimiento que desde siempre ha estado conformado por trabajadores de las haciendas bananeras. Actualmente, el trabajo jornaleado en las haciendas es el principal ingreso monetario que tiene el corregimiento.

En la escuela, hoy colegio Telma Rosa Arévalo como fue bautizado en honor a su fundadora, además de las clases básicas reglamentadas por el Ministerio de Educación se les incluye 4 horas semanales de trabajo en las bananeras. Esto consiste en que los estudiantes de décimo y once asisten, a manera de trabajo social (que al parecer no tiene nada de social) a los cultivos a trabajar hasta graduarse. Así, después de esto, al ver que las probabilidades de acceder a la educación profesional son casi mínimas (aunque las estadísticas las favorecen con el tiempo) se dedican a las bananeras. Desafortunadamente la gente en Varela casi no posee tierras de cultivo más que los metros de amplio patio que cada quien tiene en su casa, por esto, se ven obligados a ser jornaleros el resto de sus vidas.

La vida en el lugar es muy barata porque las huertas caseras dan frutos, las tierras aún son muy fértiles. Además, por los diferentes servicios se cobra dependiendo de en cuánto esté el jornal en las bananeras. Así, un almuerzo cuesta 3.000 pesos aunque lo más vendido sea el sancocho con hueso (sopa) que cuesta 1.000 pesos el litro.

*Los días de lluvia son los más esperados por todos los del corregimiento por una razón muy práctica: si llueve ya no deben caminar un kilómetro hasta el río a recoger agua. Varela este año cumple 7 años sin agua en las casas. La tubería está, el alcantarillado está, todo está dispuesto porque alguna vez tuvieron agua. El sistema funcionaba de tal manera que una motobomba extraía el agua del Río Frío hasta Varela y todo funcionó muy bien hasta que la electrificadora del departamento decidió cortar la luz a las instalaciones de la motobomba por falta de pago. Nadie quiso apersonarse de la situación por diversos motivos (falta de organización, falta de dinero) y hasta el día de hoy Varela repite el mismo procedimiento todos los fines de semana: con balde en mano coger un mototaxi e ir a traer agua hasta el río y que alcance para el resto de

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la semana. Entonces, cuando llueve no hay que ir al río, porque él cae en forma de lluvia y los baldes se llenan solos con el agua que cae de los canales de los techos.

Este día, más que ahorro de trabajo es una felicidad completa. La gente deja de hacer lo que está haciendo para salir a la calle a mojarse. Algunos semidesnudos, otros con toda la ropa puesta salen a gritar al agua, a lavar los zapatos, a correr, a divertirse. En estos días se aprecia el valor del agua, se recibe gratis lo que solo se tiene por lujo en Varela.

Los problemas con la electrificadora son recurrentes. Varela no tiene luz permanente, se va por horas, por días, a veces por semanas y quedan todos sumidos en el infierno que representa vivir sin agua y sin luz a 40°C. En esos días el colegio funciona debajo de los árboles intentando escapar del encierro y del caos que se produce al no tener ventilación ni baterías sanitarias para los casi 200 niños.

La gastronomía

Después de la llegada de Mr Herbert a Macondo no se dice de qué manera la gente del pueblo empezó a ver el banano. En la Zona Bananera sucedió lo que expone Viloria de la Hoz en la Historia Empresarial del guineo al decir que “con el paso de los años esta población en constante crecimiento empezó a consumir el banano de rechazo, que en un principio se perdía. Así, el guineo pasó a formar parte de la gastronomía popular de los pueblos del Magdalena Grande, a través de comidas como el mote de guineo o cayeye, el guineo paso y la colada de guineo para niños” (Viloria de la Hoz, 2009, págs. 45-46).

En ninguno de los tres platos del día puede faltar el guineo así sea de rechazo, de lo que no se vende y no se va a vender. Con sus diferentes preparaciones, el plátano hace parte de la tabla de nutrición costeña. Este se ha convertido en el acompañamiento más típico de la Zona. Así como lo cuenta Maria José en el video que quiero exponer, los diferentes tipos de plátano siempre aparecen en la mesa de las familias en diferentes formas.

*video

El cayeye es uno de los platos más perseguidos. Una especie de trocitos de guineo verde que salen del guineo inicialmente cocido, machacado y luego frito con hogao y especias que se acompaña generalmente con rodajitas de salchicha.

El buen vivir

Tuve la oportunidad de vivir en este lugar por casi 5 meses hace unos años y hoy me siento la persona más afortunada por haber tomado esa decisión. A pesar de las escasas condiciones en que se vive en el lugar la gente realmente vive en el realismo mágico. La energía de Macondo, esa que se espera sentir en “la ruta Macondo”, se encuentra a diario en las conversaciones con la gente, en ese orgullo de pertenecer a la costa caribe, en sus creencias y en el sentido de pertenencia por el producto de su tierra. Lo que implica hablar con ellos de Shakira, de García Márquez, de El Pibe, no es sólo un vaso de jugo, implica sonreír, reírse y contagiarse de esa fuerza de alegría.

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Aunque el lugar está ubicado a tan solo 30 minutos del mar, los niños llegan a conocerlo cuando tienen casi 15 años. La relación con la pesca marítima es muy escasa, casi nula. Para estos fines acuden a los ríos y no hasta la orilla del mar. Este no les hace falta aunque saben que queda muy cerca. Parece más un pueblo del interior si no fuera porque su comida caribeña, el vallenato las 24 horas y el sancocho de pescado (así sea de río) son cosas repetitivas.

Para una persona citadina es algo difícil adaptarse a convivir con los cerdos en la calle, con los niños descalzos, con el paso del ganado a las 9 de la mañana y a las 5 de la tarde, con el ruido del tren cada 30 minutos, con la escasez de agua, de luz, etc. Las cosas cambian después de la primera lluvia cuando se entiende que Varela es un pequeño Macondo por donde aún pasan los gitanos: personas que llegan de Ciénaga a vender lo que está de moda como películas, bolsos de colores, veneno para ratas, ollas a presión y cantidad de cd’s de música vallenata.

Es por esto, que yo creo que “la Ruta Macondo” está incompleta, porque Macondo es cada pueblo del Caribe y Varela es uno de esos pueblos, en especial donde aún existe la United Fruit Company en forma de Dole, que ya no pasa solo el tren recogiendo la cosecha, porque este ahora se usa para el carbón, pero sí pasan los grandes camiones por la troncal del Caribe cargados de bananos. Que “la Ruta Macondo” no merece tener un camino asignado porque cada lugar que se encuentra en el caribe rural, por sorpresa, lleva el aire de Macondo. Es por eso que, como dice Jorge Enrique Elías-Caro en el periódico Hoy Diario del Magdalena, a propósito de Cien años de soledad,

“cuando García Márquez escribió esta obra literaria se adelantó en el tiempo en más de media centuria, por eso, lo que pasa justamente en el actual Macondo (Región Bananera) no es una historia de novela, sino un plan prospectivo de largo plazo hecho por el nobel para más de cinco décadas” (Elías-Caro, 2013)

La compañía deja la ruina por donde pasa

Así, la United Fruit Company y actualmente Dole, influenciaron los terrenos aledaños a los cultivos de donde sacan su producido. Las bananeras no son solo unas parcelas sembradas de banano, implican todo un estilo de vida alrededor de ellas: costumbres, comidas, trabajo y formas económicas que se atan al comercio del banano de ese Caribe rural. Implica una contratación de obreros similar a la de la década de los 20’s: por día, sin cobertura médica y con el riesgo diario de morir por mordedura de arañas. Implica, también, vivir en un lugar no tan recóndito pero lo suficientemente desconocido que al encontrarlo hace creer firmemente en la realidad del realismo mágico. Esta zona es descrita por García Márquez en Vivir para contarla así:

“En la población de Riofrío subieron varias familias de arhuacos cargados con mochilas repletas de aguacates de la sierra, los más apetitosos del país. Recorrieron el vagón a saltitos en ambos sentidos buscando dónde sentarse, pero cuando el tren reanudó la marcha sólo quedaban dos mujeres en el resto de viaje. El cura llevaba botas y casco de explorador, una sotana de lienzo basto con

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remiendos cuadrados, como una vela de marear, y hablaba al mismo tiempo que el niño lloraba y siempre como si estuviera en el púlpito. El tema de su prédica era la posibilidad de que la compañía bananera regresara. Desde que ésta se fue no se hablaba de otra cosa en la Zona y los criterios estaban divididos entre los que querían y los que no querían que volviera, pero todos lo daban por seguro. El cura estaba en contra, y lo expresó con una razón tan personal que a las mujeres les pareció disparatada:

- La compañía deja la ruina por donde pasa.

Fue lo único original que dijo, pero no logró explicarlo, y la mujer del niño acabó de confundirlo con el argumento de que Dios no podía estar de acuerdo con él” (García Marquez, Vivir paracontarla, 2002, pág. 24).

Lo que yo creo es que por Varela la compañía aún no ha dejado de pasar. Que en Varela esa sensación de prosperidad aún existe y nosotros como lectores, como visitantes, sabemos que pueden estar mejor. Que en Varela se vive el Macondo de García Márquez, antes de la masacre, antes del sufrimiento, en pleno auge de reproducción de los animales. Que ese Varela condenado a quien sabe cuántos años de soledad está teniendo su oportunidad sobre la tierra.

Referencias

Bucheli, M. (1991, Enero-Julio). La crisis del enclave bananero del Magdalena en los 60's. Historia crítica(05), 107-124.

Elías-Caro, J. E. (2013, marzo 16). Decadencia del Caribe colombiano. Hoy. Diario del Magdalena.

García Marquez, G. (2002). Vivir para contarla. California, USA: Windmills Edition.

García Marquez, G. (2003). Cien años de soledad. Bogotá: Norma.

Posada Carbó, E. (1998). La novela como historia. Boletín cultural y bibliográfico, 35(48).

Viloria de la Hoz, J. (2009, Mayo). Historia empresarial del guineo: Empresas y empresarios bananeros del departamento del Magdalena, 1870-1930. Cuadernos de historia económica y empresarial(23).