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El informe secreto
PERSHING - LASSITER
La chilenización del siglo XX al desnudo.
Evitemos la del siglo XXI.
ERNESTO YEPES
ASOCIACIÓN: PERÚ SOBERANÍA Y DESARROLLO
2
HOMENAJE
A los generales del Ejército de los Estados Unidos de América
JHON JOSEPH PERSHING WLLIAM LASSITER
Por impedir que Chile utilice el plebiscito legitimando el fraude en Tacna y Arica
A los nobles pueblos de Tacna y Arica
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HOMENAJE ESPECIAL A LA MUJER TACNEÑA
Durante 40 años, mientras los hombres estaban presos, deportados o muertos, la mujer tacneña hizo latir el Perú
en cientos que no conocían su patria
Zoyla Sabel Cáceres Barreda
En la escuela
Tacneña cultivada y aguerrida hizo de la educación el eje de su vida.
Se enfrentó con firmeza al hostigamiento de las escuelas peruanas.
Obligada a salir de Tacna se trasladó a Arequipa hasta que la
Provincia regresó al suelo patrio.
Juana Arias de Freyre y sus hijas
En la calle
Doña Juana Arias de Freyre
y sus dos hijas golpeadas
brutalmente por las turbas
chilenas como represalia por
la adhesión de sus hijos a la
causa peruana
Jorge Basadre y su hermana Laura
En el hogar
Para el futuro historiador de la república fue el calor, el ejemplo
y el mensaje recibidos en su hogar durante el cautiverio los que
gestaron las más hondas raíces de su amor por el Perú.
4
Convocando a los que salieron
Doña Dolores Ara Robles vda. de Jiménez,
descendiente directa del cacique Ara
y tronco añejo de los Jiménez Borja
(que tuvieron que salir a Bolivia),
reúne a la familia para aunarse
al retorno del terruño.
Hermelinda Rejas de Gonzales
Enfrentándose a la impunidad del fusil
La Sra. Hermelinda Rejas de Gonzales personifica el drama de las
madres de Tacna. Vejada y expulsada a Bolivia el mismo
día que llegaba Pershing a Arica, había denunciado valiente el
asesinato de dos de sus hijos al ser llevados al regimiento
Rancahua en Tacna.
Desaparecidos
Aquilino y
Juan Gonzales Rejas
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CONTENIDO
Presentación ............................................................................... 9
Prólogo ........................................................................................ 11
I INTRODUCCIÓN / Ernesto Yepes .................... 21
Actualidad de estas páginas .......................................... 23
Advertencia al lector ...................................................... 28
Breve crónica del fallo y su ejecución ......................... 33
II DOS TESTIMONIOS: Jorge Basadre y Federico Barreto 59
III EL INFORME PERSHING - LASSITER
PRIMERA SECCIÓN
1 EL PROBLEMA DE TACNA Y ARICA ............................ 85
2 EL GRAN DEBATE: LOS REQUISITOS PREVIOS ..... 101
3 LA CRISIS DEL PROCESO PLEBISCITARIO ............... 144
SEGUNDA SECCIÓN
1 EL COMITÉ DE ESCUCHAR E INVESTIGAR QUEJAS 188
2 EL TRIBUNAL ESPECIAL CHILENO ............................. 200
3 REGRESO DE LOS ELECTORES PERUANOS DEL SUR 209
4 EL PODER DE LA COMISIÓN PARA DECLARAR QUE
CHILE HABÍA FRUSTRADO EL PLEBISCITO ................ 218
ÍNDICE GENERAL ................................................................... 235
6
ACTUALIDAD DE ESTAS PÁGINAS
En 1925 las relaciones de Perú y Chile atravesaban por un difícil momento. Similar, en parte, a la tensa
situación que hoy (2012), nuevamente, viven los dos países. El trasfondo en ambos casos es el mismo. Se
mantiene un contencioso que, aunque parezca increíble, dura ya 130 años y aún no termina de resolverse:
precisar por dónde corre la frontera que Chile nos impuso militarmente a partir de 1879.
Hacia 1925 se trataba de definir nuestra frontera terrestre, en el 2012 la marítima. En ambos casos no nos
quedó otro remedio que apelar a un tercero, a un árbitro, a fin de poner alto a una ocupación sustentada no en la
voluntad de las partes sino en el uso de la violencia.
En 1925, Tacna y Arica continuaban retenidas a la fuerza desde hacía cuarenta años, prolongándose una
situación que debió definirse en solo diez, obligándonos a recurrir a la mediación del presidente de los Estados
Unidos.
En el diferendo de 2012 buscamos también poner fin a otra ocupación forzada, la del mar de Grau que
lleva sesenta años, obligándonos a acudir esta vez al Tribunal de la Haya para que la población surperuana,
recupere, no su puerto histórico, sino, por lo menos, las aguas del Pacífico que por siempre han sido suyas. En
diciembre de 2012 los dos países terminaron de presentar su argumentación escrita y oral ante los altos
magistrados de la Corte Internacional. Se supone que a mediados del presente año tendremos finalmente su
pronunciamiento.
Regresando a 1925, el presidente de los Estados Unidos, después de treinta meses de alegatos, dio su fallo
en marzo de ese año. Estábamos completamente persuadidos de que el árbitro nos daría la razón. Sustentamos
entonces que era imposible hacer un plebiscito luego de que Chile arrasara durante décadas a la población
peruana de Tacna y Arica montando un aparato de terror y represión que minaba la lealtad de los peruanos.
Pero, contra todo lo que esperábamos, el árbitro falló a favor de Santiago disponiendo se realice el plebiscito.
Fue la noche más oscura que nos tocó vivir hasta ese momento en el siglo XX.
II
El texto que presentamos trata de la ejecución de ese fallo entre agosto de 1925 y junio de 1926. Como
una radiografía nos revela la vida cotidiana impuesta a los peruanos durante casi medio siglo. Pero, sobre todo,
constituye uno de los más objetivos y analíticos testimonios del doble discurso de Chile que subyace en sus
compromisos y acuerdos con el Perú. El oficial, el que santifica las normas y el derecho, y el otro, el real, el que
con maestría ejecuta en la práctica, implacable en la consecución estricta de sus intereses y objetivos.
Tiene también otras virtudes que no podemos dejar de mencionar. En particular, sus autores, dos
extranjeros, no tenían como objetivo el apoyar al Perú o Chile en sus diferencias. Lo que ellos buscaban era
servir a su país en un tema que suscitaba la atención del mundo: apelar a la justicia para resolver las diferencias
entre las naciones. Ellos llegan al Perú con un norte muy claro, apoyar a su presidente, el presidente de los
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Estados Unidos, para que su mandato como árbitro se ejecutara sin tacha y sirviera de ejemplo a todos los
pueblos.
Además, quienes lo escribieron, no eran personas cuya solvencia profesional despertara dudas. Se trataba
de John J. Pershing y William Lassiter, dos oficiales del más alto grado en las fuerzas armadas de los Estados
Unidos, quienes sucesivamente ejercieron la presidencia de la Comisión Arbitral. Incluso el primero fue nada
menos que el comandante en jefe de los ejércitos estadounidenses que combatieron en la Primera Guerra
Mundial, conduciendo a la victoria a su país. Un héroe viviente.
Tiene otro mérito. Sus juicios no se alimentaron de los sesudos y extensos documentos preparados por los
profesionales de la representación del Perú o Chile, esto es, de políticos, diplomáticos, especialistas. No. Lo que
ellos escribieron provino de su propia experiencia, para lo cual recorrieron incluso los parajes más lejanos del
campo y la ciudad en Tacna y Arica. Es decir, descansaron en la voz de los de abajo, del pueblo.
Esta labor no fue fruto de un día o una semana. Fue un esfuerzo de muchos meses durante los cuales un equipo
de observadores norteamericanos, venciendo mil dificultades sembradas por Santiago, develó el trazo fatal del
doble discurso impuesto al Perú por Chile. La primera voz de indignación del lado estadounidense provino de
Pershing. Al renunciar a la Comisión a fines de 1925,
lo reemplaza Lassiter, con instrucciones del árbitro de avanzar en el proceso. Pronto comprobó que este estaba
trucado por obra de Chile, solicitando la venia de Washington para plantear en la comisión “la imposibilidad de
consumar el plebiscito”. Prudente, tuvo que esperar hasta junio para hacerlo; sabía que los representantes de
Santiago estaban en Washington buscando otras opciones. Seguían su vieja tradición de negociar en varios
frentes cuando la situación aprieta. Lo hicieron antes, durante y después de 1925 y seguramente lo deben estar
haciendo con insistencia ahora (2013) antes del fallo de La Haya, ofreciendo tratos alternativos para aterrizar con
ventaja en los nuevos escenarios. . La pesca será el nuevo salitre en esa mesa de negociación. Gane o pierda en
la corte, Chile querrá asegurarse seguir explotando el mar de Grau como lo impuso por décadas, a costa de un
languideciente litoral surperuano.
Entretanto, Washington, preocupado buscó una tercera opinión, ajena a la controversia y del más alto
nivel para que revisara todo antes de dar el siguiente paso. Convocó a Henry Stimson, un brillante abogado que
llegó a desempeñarse como Secretario de Guerra o Secretario de Estado de los presidentes Taft, Hoo-ver y
Roosevelt. Stimson presentó su informe a fines de mayo de 1926. Su conclusión fue lapidaria: mientras Chile
controle la administración de Tacna y Arica será imposible hacer el plebiscito, no importa lo que se comprometa
a hacer. No va a cumplirlo. El 14 de junio Lassiter presentó su moción final: “un plebiscito libre y justo (…) es
imposible de cumplir y que los procedimientos plebiscitarios son y están (…) terminados”
III
Finalmente, este documento nos plantea a todos los peruanos reconocer una deuda que tenemos
pendiente con los dos grandes actores de esta jornada: los norteamericanos Pershing y Lassiter, de un lado, y la
población de Tacna y Arica, por el otro. De no ser por ellos Tacna sería hoy chilena. Es asombroso entonces
que no haya en la ciudad del Caplina una sola calle, plaza o por lo menos una placa que lleve el nombre de
alguno de estos norteamericanos. Y que en Lima, a la única avenida dedicada a Pershing, le hayamos cambiado
el nombre, ante la indiferencia de todos los peruanos, incluso de los eruditos en la Historia del Perú… y de los
hijos de Tacna.
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Pero lo que más sorprende es nuestro tibio recuerdo de los miles de peruanos que dieron la cara por el Perú
cuando ya no había ejército, estado, iglesia ni colegios. Cuando ya solo el pueblo, sobre todo la mujer, era quien
bregaba alimentando la imagen de la patria ausente y resistiendo todos los asedios. No solo el de la violencia
sino, el más peligroso de todos, el de la dádiva y la recompensa a cambio de abandonar la roja y blanca. Por eso
aquella constituye la más grande epopeya cívica de la república.
Quizá porque ya no hubo jefes, estadistas, ni grandes personajes, sino porque era el hombre común el que
era cotidianamente silenciado, deportado, violentado o simplemente eliminado, su gesta pasó ignorada para la
cultura letrada capitalina, tanto como la acción de las esposas, madres, hermanas que convirtieron el hogar en la
prolongación de su patria (escuela, iglesia, etc.) todos los días durante décadas. Mujeres que no vacilaban en
enfrentarse al poder arbitrario reclamando por sus seres queridos y vecinos. No es de sorprender entonces que
las nuevas generaciones se vieran privadas del orgullo de saber que luego de la tragedia que nos tocó, el pueblo,
nuestro pueblo, había arrancado de las manos del invasor el único pedazo de suelo que estando ya en sus
alforjas, no pudo llevarse.
Pero si los áulicos de siempre atribuyeron a Leguía lo que correspondía a los tacneños y ariqueños,
Pershing y Lassiter se encargaron de testimoniar para el mundo las acciones y nombres de los que casi medio
siglo siguieron combatiendo sin arriar la bandera. Son más de mil páginas que Chile, a brazo partido, impidió
que se difundieran. Y vaya si lo logró. Hasta el día de hoy no obstante todas las puertas tocadas, su publicación
completa sigue siendo una deuda no honrada con los adultos, jóvenes y niños que nos legaron el más
prolongado y noble ejemplo de la fe colectiva llamada Perú.
IV
El texto que ofrecemos es solo una parte del documento presentado por Pershing y Lassiter al presidente
de los Estados Unidos. Pero sus 170 páginas son una buena muestra de lo que contienen las mil restantes. La
primera vez fue publicado en 1999 gracias a una entidad estatal tacneña. Quizá por su huella provinciana, el libro
pasó desapercibido y al poco tiempo desapareció de circulación inadvertidamente. Años más tarde decidimos
que formara parte de un texto más amplio que aún sigue en preparación.
Esta vez, merced a las sugerencias y apoyo de mis colegas de la Asociación: Perú Soberanía y Desarrollo (1) se
reimprime esa primera versión habiéndose ampliado su estudio introductorio. Nos guía el interés de que este
informe ayude a ver en perspectiva más amplia nuestras relaciones con un vecino que no podemos darnos el lujo
de conocer insuficientemente. Un vecino que da muestras fehacientes de estar informado de todo lo que nos
concierne, especialmente de nuestras flaquezas, su aliado principal en nuestros desencuentros. Ese interés
permanente por seguir los avatares del Perú le ha rendido frutos. Tanto que modificó su patrón histórico de
desarrollo. De estar preocupado por la construcción de la riqueza desde que nació como república, a partir de
1879 su problema central pasó a ser cómo distribuir las riquezas que hizo suyas como fruto de esa guerra.
En suma, de cara al futuro, ¿es este informe, el espíritu de este informe, reliquia del siglo XX que debemos
olvidar? Los sesenta años de prepotente ocupación del mar de Grau por la flota chilena y las argucias a las que
hoy recurre para quedarse con él, ¿son cosas del pasado, o son una reedición actualizada del doble discurso de
Chile hacia el Perú que Pershing y Lassiter pusieron al descubierto?
Lima, mayo de 2013.
Ernesto Yepes
9
ADVERTENCIA AL LECTOR
El informe que glosamos en este libro fue escrito conjuntamente por el general John J. Pershing, primer
presidente, y el general William Lassiter, segundo presidente de la Comisión Plebiscitaria de Tacna y Arica. Está
dirigido al árbitro, Calvin Coolidge, presidente de los Estados Unidos.
Se trata de un extenso documento que bordea las mil páginas, sin contar sus nueve fundamentales anexos.
Traducir y publicar en su totalidad este informe sigue siendo una meta a la cual no hemos renunciado a pesar de
las dificultades encontradas. El texto que presentamos transcribe parcialmente algunas de sus partes más
importantes.
Quienes prepararon este informe eran dos altos jefes del Ejército de los Estados Unidos siendo sin duda
alguna Pershing el de mayor renombre. Había sido el Comandante en Jefe de las victoriosas tropas de los
Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial.
El presidente Calvin Coolidge, en tanto árbitro, les había confiado la delicada tarea de representarlo en la
Comisión Plebiscitaria encargada de ejecutar su Fallo: un plebiscito decidiría los destinos de Arica y Tacna.
Luego de casi un año “del más serio y paciente esfuerzo” no les resultó fácil tomar la decisión de que dicho
plebiscito era “imposible de cumplir”, teniendo en cuenta sobre todo que estaba de por medio la respetabilidad y
credibilidad de su país y la de su presidente.
Cuando asumieron la presidencia de la Comisión, supusieron que el encargo recibido los comprometía a
realizar no solo un plebiscito sino uno que fuera honorable y justo. Tuvieron el cuidado entonces de informarse
acerca de la realidad de la zona y de la situación de sus habitantes, a fin de discernir el tipo de reglas electorales
necesarias y verificar si el engranaje administrativo local garantizaba la rectitud del proceso.
Después de muchos esfuerzos y frustraciones los hechos mismos los convencieron de que no era posible
cumplir con el cometido plebiscitario y de que Chile tenía la responsabilidad de ese fracaso. El informe
que prepararon estuvo
entonces encaminado a explicar al árbitro las razones de tan delicado paso, a justificar por qué la decisión
que tomaron era la única posible si no se quería que la propia decisión del árbitro deviniera simplemente en
burla.
En ningún momento los dos representantes del árbitro buscaron una confrontación con Chile. Cuando
percibieron que Santiago tenía sus cartas marcadas, le propusieron confidencialmente buscar otras fórmulas de
arreglo como las negociaciones directas que hubiesen evitado a Santiago ser sindicada como responsable del
fracaso plebiscitario. Pero Santiago conscientemente optó por la confrontación si no lograba imponer sus
puntos de vista. Al representante del árbitro y a un reticente Departamento de Estado no le quedó entonces otro
camino, apoyado por el representante peruano, que poner punto final a todo el proceso declarando que Chile,
con su actitud, había convertido al plebiscito contemplado por el Fallo en un plebiscito imposible de cumplir.
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No creemos que dar a conocer este documento constituya una invitación a que redoblen los tambores o se
agiten las antiguas pasiones contra nuestros vecinos del sur. Buscamos establecer, lo más objetivamente posible,
la realidad de los hechos con el mismo espíritu de aquellos que redactaron el Informe: sentar las bases para una
relación simétrica entre dos pueblos vecinos y mirar el futuro sin desconfianza, con todas las cartas sobre la
mesa.
* * *
Basadre nos dice que el verdadero héroe de estas jornadas plebiscitarias fue el pueblo de Tacna y Arica.
Este juicio, que podría sonar a cliché, es verificado plenamente por las páginas del Informe.
Pershing y Lassiter no hubieran llegado a la decisión que tomaron si no se hubieran informado de que en
las calles y plazas, el campo y la ciudad, la iglesia y la escuela clandestina, la población peruana de las dos
provincias –no obstante las décadas transcurridas y el rigor impuesto sobre ella– luchaba por expresar su
identificación con nuestro país.
Si esos labios hubieran permanecido en silencio, si esos corazones no hubiesen vencido el temor natural a
la represalia impune, es seguro que este Informe no existiría y la geografía política de nuestro país habría sido
otra.
Pocas veces en nuestra historia y en la historia de América un pueblo ha dado evidencia más espléndida y
duradera de lo que significa confiar en el porvenir colectivo bajo una bandera. Ojalá que este libro sea un
testimonio, sobre todo para las nuevas generaciones, de ese testimonio extraordinario y doloroso.
* * *
Finalmente, algunas palabras sobre el contenido. El informe está precedido de algunas notas
introductorias basadas, hasta donde nos ha sido posible, en los escritos de sus protagonistas, como Pershing y
Agustín Edwards, representante de Chile ante la Comisión Plebiscitaria. De él hemos tomado sus Memorias
convencidos de que se encuentran libres de cualquier inclinación pro-peruana. De Pershing hemos revisados sus
papeles personales y oficiales depositados en Washington. Los volúmenes de las Actas de la Comisión
Plebiscitaria, así como las publicaciones del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, nos han sido de valiosa
ayuda. En todos ellos se acredita la esforzada labor de la delegación peruana ante la Comisión Plebiscitaria, un
tanto opacada en el Informe debido a la intensidad de la confrontación entre la delegación norteamericana y la
chilena. Examinar su participación, así como la de la población peruana de Tacna y Arica, es una deuda
que tenemos por delante.
A la parte introductoria hemos querido agregar las vivencias de dos tacneños que conocieron esas horas
difíciles: Jorge Basadre y Federico Barreto. Uno en la ciudad y otro en el barco que sirvió de cuartel general de la
delegación peruana, el Ucayali.
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El informe conjunto de Pershing y Lassiter lo hemos obtenido de los Archivos Nacionales de los Estados
Unidos (RG 76). Está escrito en un estilo por momentos difícil que hizo un tanto penosa la labor de traducción.
También hemos revisado los expedientes de la delegación norteamericana no incluidos en dicho informe.
Respetando el criterio de los autores, las partes del informe que hemos seleccionado se presentan en dos
secciones. En la primera se examina el desarrollo del proceso plebiscitario y las actividades de la Comisión desde
una perspectiva principalmente cronológica. La segunda, en cambio, insiste en un tratamiento temático, más
centrado en ciertos tópicos que permiten un examen transversal del proceso.
A fin de dar mayor fluidez y unidad a un texto fragmentado, intercalamos con frecuencia parlamentos –
siempre en cursivas– que ofrecen un resumen de las partes omitidas o que presentan documentos oficiales
agregados –entre paréntesis– con el objeto de cubrir las limitaciones inevitables de una edición parcial.
PERSONAJES VINCULADOS AL PROCESO
ESTADOS UNIDOS
Presidentes Woodrow Wilson (1913-1921)
Warren H. Harding (1921-1923)
Calvin Coolidge (1923-1929)
Secretarios de Estado Robert Lansing (1915-1919)
Charles E. Hughes (1921-1925)
Frank B. Kellogg (1925-1929)
Henry L. Stimson (1929-1933)
PERÚ
Presidente Augusto B. Leguía (1919-1929)
Ministros de
Relaciones Exteriores Alberto Salomón Osorio (1920-1925)
Pedro José Rada y Gamio (1926-1930)
CHILE
Presidentes Arturo Alessandri (1920-1925)
Emilio Figueroa Larraín (1925-1927)
Ministros de
Relaciones Exteriores
De setiembre de 1921 a setiembre de 1924:
Ernesto Barros Jarpa
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Samuel Claro Lastarria
Carlos Aldunate
Luis Izquierdo
Pedro Rivas
Emilio Bello
Armando Jaramillo
Germán Gallardo
Ramón Briones Luco
De 1924 a 1929:
Emilio Bello
Carlos Aldunate
Jorge Matte
Ernesto Barrios
Beltrán Mathien
Antonio Hunneus
Jorge Matte
Conrado Ríos
COMISIÓN PLEBISCITARIA
Miembros de
Estados Unidos John Pershing
William Lassiter
Miembro del Perú Manuel De Freyre y Santander
Miembro de Chile Agustín Edwards
BREVE CRÓNICA DEL FALLO
Y SU EJECUCIÓN
LA DÉCADA DE 1920 Y EL TRATADO DE ANCÓN
1879 fue un año terrible para el Perú. Marca el inicio de una guerra infausta de varios años que puso al
descubierto nuestra desorganización, empirismo y fragmentación social. Prácticamente todo el territorio quedó
en ruinas y fue mucho el sacrificio de sangre, inteligencias y futuro. El ejército de ocupación destruyó cuanto
pudo y se llevó, por supuesto, cuanto pudo también. Le tomó años al país restañar sus heridas y ponerse a
caminar de nuevo.
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Para el comando chileno la primera preocupación, una vez tomada la capital, fue saber quién iba a firmar
la factura que pensaba imponer por su victoria. Se equivocó en sus propósitos cuando puso en Magdalena a
Francisco García Calderón como presidente del Perú, esperando que aceptase, finalmente, sus términos: oro y
territorio. El presidente dijo no a la mutilación territorial. No a Tarapacá, la gema, la riqueza fundamental que los
del sur venían a buscar. No a la pretensión de retener cautivas Tacna y Arica, dos provincias demasiado
pequeñas y relativamente modestas para quien buscaba la riqueza fácil que no hallaba en su suelo, pero que
podían desempeñar un papel estratégico en la defensa del territorio salitrero conquistado.
Vencida toda capacidad de respuesta organizada, al ejército de ocupación le fue más fácil encontrar una
cabeza visible dispuesta a firmar el acta que cercenó el país: el Tratado de Ancón. Tacna y Arica estuvieron
incluidos en ese precio. Por diez años permanecerían en poder de Chile. Al expirar dicho plazo, la población de
estos territorios decidiría por votación bajo qué bandera deberían continuar definitivamente. Además, el país que
ganara la elección pagaría al otro diez millones de pesos.
Lo que no quedó precisado fueron las condiciones en que debería efectuarse el plebiscito al vencerse los
diez años: quiénes tendrían derecho a votar, quién presidiría el proceso plebiscitario, cuál sería la forma
que tendría la votación, cuál la conformación de las autoridades plebiscitarias, etc. En el Tratado de Ancón
solo se indicaba que un protocolo especial, acordado entre los dos países, establecería esas fundamentales
reglas de juego.
A partir de 1894 –año en que se vencieron los plazos para efectuar la consulta plebiscitaria– la concreción
de esas reglas se convirtió en el vía crucis más amargo por el que tuvo que atravesar la república en la primera
mitad el siglo XX. El país vencedor buscó establecer normas que no garantizaran la realización de un plebiscito
justo y honrado, sino que aseguraran la victoria electoral de Chile. El rechazo de estas normas por parte de Lima
se convirtió en el pretexto interminable para la no realización del plebiscito.
Por supuesto que tal desencuentro pudo resolverse apelando a la mediación de una tercera potencia con
autoridad para zanjar las diferencias. Pero la política invariable de Santiago, durante y después de la guerra, fue
rechazar toda intervención externa y toda fórmula de arreglo que no se aviniera a sus términos. Y así, con el
control de las dos provincias en una mano y el gatillo muy cerca de la otra, aguardó hasta que la votación fuera
segura y no hubiera riesgos de un resultado adverso. Los diez años se convirtieron en más o menos treinta
y cinco. Nuevas generaciones nacieron bajo la bandera del ocupante; muchos hombres oriundos de Tacna y
Arica o antiguos residentes locales fueron forzados a migrar hacia el norte o el este (en Bolivia se concentró un
número apreciable de expatriados que aguardaba impaciente la hora del retorno). Fue alta también la cuota de
peruanos enviados por la fuerza hacia el interior de Chile.
De otro lado, llegaron del sur empleados, obreros, desocupados, policías, carabineros, soldados,
funcionarios públicos chilenos y la temida policía secreta. Muchos de ellos se organizaron en clubs y
asociaciones, con una gran disposición para golpear y amedrentar a los peruanos, bajo la mirada indulgente o
cómplice de las autoridades chilenas.
Después de la Gran Guerra, la misma que hoy llamamos Primera Guerra Mundial, en el contexto
internacional se efectuó un cambio. El espíritu de un nuevo orden mundial, promovido por el presidente
norteamericano Woodrow Wilson, pareció poner en la picota a los tratados impuestos por la fuerza y a la fuerza
misma como factor legitimador del derecho de conquista. Se fortaleció entonces la esperanza en el corazón de
los pueblos peruano y boliviano, despojados de territorio.
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EL CAUTIVERIO
El presidente chileno Arturo Alessandri en Tacna durante el cautiverio.
Máximo R. Lira llegó a Tacna en 1906
como nuevo intendente,convirtiéndose en un implacable ejecutor de la política de chilenización violenta.
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Intimidación: Cruz negra marcada en los domicilios de los peruanos significaba tener
plazos determinados para abandonar la ciudad.
Saqueo: Tacna, 18 de julio 1911, destrucción de las oficinas administrativas
del diario La Voz del Sur.
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Al mismo tiempo nubarrones inquietantes empezaban a agolparse sobre el cielo de Santiago. Durante la
conflagración mundial la élite chilena se había jugado la carta de los países que salieron finalmente derrotados:
las potencias imperiales. Opuesta era la situación del Perú, que había llegado incluso a declararles la guerra.
La peruana y la boliviana eran causas que podrían despertar simpatías en el nuevo contexto internacional.
La recién creada Liga de las Naciones fue parte de dichas ilusiones. En el Perú no faltaron quienes llegaron
incluso a plantear la nulidad del Tratado de Ancón, es decir, a exigir no solo la recuperación de Tacna y Arica
sino la de Tarapacá.
En La Moneda, entre tanto, se consideraba oportuno un cambio de rumbo. No solo por los nuevos aires
que llegaban del otro hemisferio, sino por la certeza de que la huella chilena, luego de décadas, habría hecho
mella en la población cautiva. Ahora podría ser más riesgoso no hacer el plebiscito que llevarlo a cabo. Y si era
necesario, había que recurrir incluso a la figura –herejía de herejías– del arbitraje, a fin de “persuadir” al Perú de
hacer precisamente lo que Lima había reclamado a Santiago durante un cuarto de siglo: el plebiscito.
Cuando el presidente Alessandri propuso a comienzos de la década de 1920 la nueva estrategia a sus pares
políticos, la inercia de tantos años no tardó en salirle al paso: ¿por qué Chile debía correr riesgos inútiles con un
plebiscito o por qué debía remplazar la proverbial figura maléfica del arbitraje (cultivada durante años como
contraria a los intereses de Chile) por una imagen positiva, matizada además por un árbitro norteamericano al
que ya no se miraba con recelo?
Alessandri tuvo que hacer no pocos esfuerzos, dando inicio a lo que se ha dado en llamar una “ofensiva
diplomática”. Tras sondear la actitud de las principales cancillerías sudamericanas, encaminó sus pasos hacia
Washington. Se aseguró de que la potencia del norte fuera un interlocutor más cercano a Santiago que a Lima,
alimentando con ella una relación fluida, de ida y vuelta. Envió emisarios gratos al Departamento de Estado,
tales como el diplomático Carlos Castro Ruiz, amigo personal del subsecretario de Estado Henry Fletcher. Con
paciencia (y en el más absoluto secreto), discutió durante meses las posibles vías de arreglo.
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