El yerno incómodo * El 17 de noviembre de 1901 el yerno presidencial de Porfirio Díaz protagonizó un sombrío
incidente que dejó al descubierto su orientación, “El baile de los 41”, como se le llamó a aquel
acontecimiento que tomó tintes de escándalo nacional. Narran las crónicas periodísticas de
aquellas fechas que una singular celebración tuvo lugar en la casona marcada con el numero 4
de la avenida La Paz, en la colonia Tabacalera.
Elpidio Hernández
Eran los albores de 1910. Las familias más prominentes de aquellos días se preparaban para
festejar el centenario independentista en un periodo donde haciendas y hacendados habían
alcanzado su mayor esplendor económico gracias al apoyo del general Porfirio Díaz. El auge y
expansión de las grandes haciendas coincidió con la prosperidad del Porfiriato. La imagen común
de aquellos días fue una gran extensión de tierras que permanecía en manos de unas cuantas
familias, mientras que las clases oprimidas observaban cómo sus parcelas eran absorbidas por
los terratenientes. Para 1910 las haciendas en México abarcaban el 81 por ciento de las
comunidades habitadas, mientras que en el norte y sur del país absorbían entre 85 y 95 por
ciento de los pueblos.
En el Valle de Toluca la situación no era diferente. Durante el Porfiriato diez poderosos
hacendados eran dueños del 80 por ciento de las tierras que integraban el distrito de Toluca,
destacando La Gavia, propiedad de la familia Riba Cervantes que en sus años de bonanza llegó a
poseer poco más de 136 mil hectáreas, aunque para principios del siglo XX la extensa propiedad
se habían reducido a 65 mil. En la capital mexiquense además se encontraban asentadas la
Hacienda de los Patos y Barbabosa; en el municipio de Ocoyoacac las más importantes fueron
las haciendas de Texcalpa, Chimalipan y Jajalpa; en Tenango destacó la de Atenco y en Lerma
predominaban dos, Doña Rosa y San Nicolás Peralta, esta última propiedad del acaudalado
Ignacio de la Torre y Mier, yerno incómodo del general Díaz, un personaje de “costumbres
extrañas” quien mantuvo nexos inexplicables con Emiliano Zapata, en aquel tiempo un simpático
mozalbete que trabajó como caballerango en la Hacienda de San Nicolás antes de 1910, según
lo describen los propios peraltenses.
Ignacio de la Torre y Mier fue un rico hacendado que poseía grandes propiedades, entre ellas la
hacienda de Santiago Tenextepango, la más productiva de entonces, con poco más de 16 mil
hectáreas de extensión dedicada a la producción de caña de azúcar; también era dueño de una
finca conocida como El Caballito, ubicada sobre la Plaza de la Reforma en la Ciudad de México y
la de San Nicolás, situada en el municipio de Lerma que llegó a tener una superficie de cinco mil
418 hectáreas, dedicadas al cultivo del maíz, cebada, haba y que contaba con mil 400 cabezas
bovinas, mil 170 de ovino y 600 de ganado porcino.
En 1888 el acaudalado personaje contrajo matrimonio con Amada Díaz, hija mayor del dictador.
Ella, meses antes, había roto su relación sentimental con Fernando González (recio militar que
en 1904 se convirtió en gobernador del Estado de México y que abandonara el cargo en 1911
para embarcarse al lado del general Díaz en su exilio hacia Europa), sin embargo, a semanas de
la unión comenzaron los conflictos matrimoniales. De la Torre y Mier muy pronto llenó de
murmuraciones el entorno de la familia presidencial, pues su homosexualidad era un secreto a
voces.
El 17 de noviembre de 1901 el yerno presidencial protagonizó un sombrío incidente que dejó al
descubierto su orientación, “El baile de los 41”, como se le llamó a aquel acontecimiento que
tomó tintes de escándalo nacional. Narran las crónicas periodísticas de aquellas fechas que una
singular celebración tuvo lugar en la casona marcada con el numero 4 de la avenida La Paz, en
la colonia Tabacalera, bajo el falaz argumento de un bautizo. En aquella casona se dieron cita 42
individuos, todos del sexo masculino. La mitad de los asistentes vestía de mujer, ataviados con
coquetas pelucas, aretes, amplias y frondosas caderas postizas además de rostros embellecidos
de colores llamativos, mientras que la otra mitad vestía prendas masculinas. Aquellas
celebración exclusiva –una de las tantas bacanales organizadas por Ignacio de la Torre-, incluía
la rifa de un joven agraciado conocido bajo el mote de “Bigotes Rizados”. Las crónicas añaden
que los gendarmes hicieron una redada llevándose detenidos a todos los participantes del
singular festín, 41 hombres fueron trasladados a prisión y se cuenta que al momento de la
detención había uno más. El 42, se supo más tarde, fue Ignacio de la Torre y Mier, al que su
suegro salvó para cuidar reputación familiar y honra de su hija. Aunque los periódicos de
aquellas fechas no lograron documentarlo, más tarde se supo que un importante número de
aquellos concurrentes pertenecía a las familias más prominentes del Porfiriato, aunque la lista de
los 41 nunca se divulgó con el fin de salvaguardar la imagen de tan importantes personajes.
A pesar de los intentos del dictador militar por silenciar a la prensa de aquellas fechas e impedir
un escándalo familiar, la noticia se regó por todas partes. Una de ilustraciones más afamadas en
torno a la detención de los jóvenes homosexuales porfirianos son los ejemplares de la Gaceta
Callejera, una hoja suelta que se repartía de mano en mano en aquellos días. José Guadalupe
Posadas tituló aquella reseña como “Los 41 maricones encontrados en un baile de la calle de La
Paz el 20 de noviembre de 1901″, y se ilustra a un grupo de hombres, todos de bigotes
relamidos, bailando alegremente en parejas, mientras que el editor Venegas Arroyo escarneció
más el impreso con un corrido subtitulado, “Aquí están los maricones muy chulos y coquetones”,
que incluía una irónica composición.
Por su parte, Amada Díaz la hija favorita del dictador Díaz en su diario mutado en novela por el
escritor Ricardo Orozco, recuerda así el desagradable pasaje. “Un día, inesperadamente mi
padre me mandó llamar a su despacho en su casa de Cadena. Me quería informar que Nacho
había sido capturado por la policía en una fiesta donde todos eran hombres pero muchos
estaban vestidos de mujer. Ignacio -me dijo mi padre- fue dejado libre para impedir un
escándalo social pero quise prevenirte porque tienes derecho a saber del comportamiento con la
persona con que vives”.
Cien años más tarde la hacienda de San Nicolás prácticamente ha desaparecido. De aquellos
extensos terrenos donde vivieron Amada Díaz e Ignacio de la Torre hoy sólo queda una rústica
construcción convertida en biblioteca pública, mientras que en las entrañas del pueblo se pueden
escuchar algunas historias heredadas por los ancestros peraltenses que trabajaron en la
hacienda.
Jesús Calixto Robles, historiador y ex cronista municipal, narra que de acuerdo a testimonios de
pobladores del lugar se confirmó que el revolucionario Emiliano Zapata trabajó como
caballerango para Ignacio de la Torre y Mier en aquella finca lermense, aunque sólo tiene el
registro de una fotografía que se exhibió en una exposición presentada en la biblioteca hace
algunos años.
Los deslices sexuales del acaudalado hacendado son muy populares entre los pobladores
peraltenses, aunque historias más oscuras se han dejado escuchar a través de los años en
aquella pequeña comunidad rodeada de montañas. En las oscuras leyendas se narra una
supuesta relación sentimental entre Ignacio de la Torre y Emiliano Zapata que se desarrolló en
aquellas tierras.
Aunque en la mayoría de los textos sólo se hace mención de que “Miliano” -como se le llamaba a
quien más tarde se convertiría en el caudillo del sur- sólo trabajó en la finca de avenida
Reforma, varios autores han escrito sobre aquellos rumores esparcidos en territorio peraltense.
El solo hecho de que un “apuesto” provinciano atendiera las caballerizas de un personaje de
“costumbres extrañas” sembró algunas dudas sobre las preferencias sexuales del mítico
revolucionario y se convirtió en materia prima para cientos de conjeturas de los historiadores
para quienes aquel vínculo laboral derivó en una relación sexual, en donde Emiliano Zapata
jugaría un papel bisexual, como lo comenta Armando Ayala Anguiano, en su texto “Zapata y las
grandes mentiras de la Revolución Mexicana”. Por su parte, el escritor estadounidense John
Womack en su texto “Zapata y la Revolución Mexicana”, hace referencia a la homosexualidad de
personajes muy cercanos al caudillo, como el caso de Manuel Palafox, figura clave del
zapatismo, ideólogo y redactor de numerosos documentos del revolucionario. Mientras que el
escritor Pedro Ángel Palou es otro de los ensayistas que habla entre líneas de una relación
sentimental entre Zapata y De la Torre.
Los historiadores rememoran que la relación se remonta a 1906, cuando Ignacio de la Torre
conoce a Emiliano Zapata en la hacienda de San Carlos Borromeo y añaden que desde ese
momento quedó impresionado de aquella figura e inmediatamente pidió informes de aquel
hombre callado, moreno y orgulloso. En 1907 la rebeldía de Zapata originó que fuera tomado en
leva e integrado al ejército. Para 1908 fue conducido al Noveno Regimiento de Caballería en
Cuernavaca, donde sólo permaneció seis meses pues su fama de buen jinete y su figura fueron
suficientes para que De la Torre convenciera al vetusto Díaz de que Zapata saliera de las filas.
Ignacio no sólo lo consiguió la liberación de Zapata, sino que se lo llevó a vivir con él. Amanda
Díaz lo narra así: “Nacho fue a ver a papá para pedirle la libertad de Emiliano, prometiendo que
él vigilaría que Zapata ya no se metiera en política”. Luego de las fiestas del centenario el
caudillo regresaría a su natal Aneneuilco con la amarga idea de que en la capital del país los
caballos vivían mejor que los campesinos morelenses.
El primero de octubre de 1918 Ignacio de la Torre y Mier falleció en Nueva York, cuando le
practicaban una cirugía de colon. Algunos dicen que aquella enfermedad fue producto de sus
múltiples andanzas, aunque otros textos establecen que fue el resultado de los sinsabores a los
que lo sometió Zapata, condenándolo al perpetuo movimiento de una cárcel a otra.
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