UES - JP Evita - Rosario
Escuela de Formación Política “Rodolfo Puiggrós” Rosario
MODULO N° 6: Del Estallido a la
Reconstrucción Nacional, Modelo Nacional o
Restauración Conservadora.
- 2003 - 2010: ¿qué se discute en la Argentina de hoy?
- Avances del Gobierno Popular y Política latinoamericana.
- El “Progresismo" y su funcionalidad a la Reacción.
LOS ALIADOS POSIBLES Y EL ENEMIGO PRINCIPAL.
Norberto Galasso
Días atrás, se publicaron notas de opinión de Hugo Barcia y Alcira Argumedo referidas a declaraciones de
Pino Solanas donde responsabilizaba por la mortalidad infantil no sólo al Gobierno, sino también a “cómplices,
mentores intelectuales, etc.”, entre los cuales se hallaría el grupo Carta Abierta. Alcira no refutó las
apreciaciones correctas de Barcia sobre la mortalidad infantil, sino que fundamentó el furibundo
antikirchnerismo de Proyecto Sur en siete puntos, entre los cuales los puntos 2, 3, 4 y 6 corresponden a uno
solo: la política del Gobierno respecto a los recursos naturales; el punto 1 se refiere al Tren Bala, proyecto
que puede considerarse frustrado, el 4 al blanqueo de capitales y el 7 a la prórroga de las licencias a los
medios de comunicación. Además, ratificó las críticas de Pino a Carta Abierta. Estas posiciones no son
nuevas en Proyecto Sur: en La Nación, Pino ha señalado que “Kirchner es un traidor a la patria e hipotecó el
futuro” (29/9/2007), en Perfil sostuvo que “Kirchner continúa a Menem” (20/5/2007) y últimamente calificó a
este gobierno de “antinacional y antipopular”. Si esto lo pregonasen Altamira, Ripoll o Alderete, no escribiría
estas líneas pues la izquierda abstracta, liberal o antinacional, como se la quiera llamar, se ha especializado,
desde Yrigoyen hasta hoy, en ser funcional a la reacción, en nombre del socialismo y sólo la izquierda
nacional ha sabido comprender a los movimientos nacionales cabalgando a su lado mientras intentaba
mantener su independencia política, ideológica y organizativa, aunque también allí hubo claudicaciones como
la de Ramos frente al menemismo. Pero como estas críticas (confundiendo al posible aliado con el enemigo
principal) provienen de compañeros con los cuales hemos transitado caminos de lucha, como en el frustrado
Proyecto Sur de 2002/03, alguien que pertenece a las bases de Carta Abierta, orienta la Corriente Política E.
S. Discípulo y dirige el periódico Señales Populares, se ve obligado, con el dolor que provoca criticar a
antiguos compañeros, a intervenir en la polémica. A las críticas de Alcira, podemos oponer:
1 ) La avanzada política de Derechos Humanos del kirchnerismo.
2 ) La avanzada Política Latinoamericana que contribuyó a hundir el proyecto del ALCA, que desde el Unasur
contribuyó a evitar el golpe de Estado en Bolivia y que ha logrado la simpatía y apoyo de Chávez y Fidel,
quienes, según parece, saben algo de imperialismo y cuestión nacional.
3 ) La depuración de la Corte Suprema de Justicia con la incorporación de figuras de capacidad y conducta
incontrovertible.
4 ) El recupero de los Aportes Previsionales al tomar las AFJP, dando un fuerte golpe al poder financiero.
5 ) La reconversión de una economía de especulación por un Modelo Productivo que permitió una importante
disminución de la desocupación y la pobreza.
6 ) El Intento de Redistribuir el Ingreso a través de la Resolución 125, afectando la renta agraria diferencial, en
el mismo sentido que lo hizo Perón en el ‘46 a través de los tipos de cambio selectivos. (En este caso, no vale
el argumento de Alcira acerca de la votación de Lozano, pues la AFIP (resolución 1898/2008) inició acción
contra las grandes exportadoras por los 1700 millones de pesos evadidos (El Cronista, 22/1/2009). Y aun
cuando no lo hubiera hecho, esto obligaba, por lo menos a la abstención y no a ser cobertura de izquierda de
la nueva Unidad Democrática que están conformando Carrió, Morales, López Murphy y otros.)
7 ) El recupero del Rol del Estado: en Correos, Aguas, transporte aéreo, astilleros, algunos ramales
ferroviarios, proyecto de tomar la fábrica de aviones de Córdoba y el canal Encuentro.
El kirchnerismo es pues todo esto y es también buena parte de lo que dice Alcira, como ocurre normalmente
con los movimientos nacionales en gestación, policlasistas, contradictorios, clientelistas, pragmáticos,
conciliadores, con “amigos del poder” que hacen negocios. ¿Se lo tenemos que decir nosotros, desde la
izquierda nacional, justamente a los peronistas? Diría Jauretche, ¿dónde se ha visto que los hijos enseñen a
los padres cómo se hacen los hijos? ¿Qué hubiera hecho Pino cuando Perón se negó a expropiar a la
corrupta y recorrupta CADE? ¿Hubiera dicho que era “un gobierno antinacional y antipopular”? Claro, desde
la izquierda abstracta es fácil decir, ¿por qué Perón no desarrolló fuertemente la minería?, ¿por qué apenas
dio el puntapié inicial con Somisa cuya primera colada es de la época de Frondizi? ¿Y el contrato petrolero
con la California? ¿Habría dicho acaso: “¡Qué antinacional y antipopular es este Perón!”? Pino dice en otro
artículo: “Perón no estaría hoy en
el PJ”. Yo pregunto: ¿era mucho mejor el PJ del ‘54? ¿No había entonces “amigos del poder” que hacían
negocios? ¿Quiénes eran Jorge Antonio y Silvio Tricerri? ¿O entonces resulta que Codovilla tenía razón
siendo funcional al imperialismo para que sanease a la Argentina emporcada por los “negros peronistas” del
‘45?
Por otra parte, somos ya lechuzas demasiado cascoteadas para entrar en la moralina boba de la Carrió: la
corrupción es intrínseca al capitalismo y cuando está la reacción en el poder disimula sus negocios con leyes
a su conveniencia; cuando estamos los del pueblo algunos violan esas leyes y hacen sus negocitos.
Pregúntenle a Chávez, que sabe de esto, como también de la clase media de Caracas escandalizada
moralmente, aunque, igual que la nuestra, evade impuestos con toda naturalidad.
Por momentos me asombro, porque parece que hay que enseñarles peronismo a los peronistas. Ningún
gobierno, decía Perón, cumple el 100 por ciento de los objetivos nacionales y populares, porque está el
enemigo que también es fuerte. Cuando cumple el 50 por ciento o más ya el balance es favorable. Jauretche
le decía a Jorge Del Río cuando se deslizaba a la oposición porque Perón no expropiaba la CADE: “Es
importante, sí, pero usted no puede ver la historia por el agujerito de la cerradura de la CADE”.
El balance general es el que interesa. Escuchen esto mis viejos y queridos amigos: “Hay muchos actos, y no
de los menos trascendentales por cierto, de la política interna y externa del general Perón que no serían
aprobados por el tribunal de las ideas matrices que animaron a mi generación. Pero de allí no tenemos
derecho a deducir que la intención fuese menos pura y generosa. En el dinamómetro de la política, esas
transigencias miden los grados de coacción de todo orden con que actúan las fuerzas extranjeras en el
amparo de sus intereses y de su conveniencia. No debemos olvidar en ningún momento -cualesquiera sean
las diferencias de apreciación- que las opciones que nos ofrece la vida política argentina son limitadas. No se
trata de optar entre el general Perón y el arcángel San Miguel. Se trata de optar entre el general Perón y
Federico Pinedo. Todo lo que socava a Perón, fortalece a Pinedo, en cuanto él simboliza un régimen político y
económico de oprobio y un rnodo de pensar ajeno y opuesto al pensamiento del país” (1947). No hace falta
que te diga a vos, Pino, que hiciste recientemente una película sobre “los hombres que están solos y
esperan”, que el autor es Raúl Scalabrini Ortiz. Por eso, como decía Jacques Prevert, es muy peligroso dejar
que los intelectuales jueguen con fósforos porque, retomando a Jauretche, combatir lo bueno (“desgastando”,
creando “clima destituyente”) puede significar que en vez de lograr lo mejor, sirvamos para que vuelva lo
malo.
En esta Argentina de hoy hay que luchar para profundizar este proceso, cabalgándole al lado, marcando
críticas, proponiendo soluciones superadoras, empujando, pero no atacando desde enfrente, presionando
para que fracase, porque la única opción que hay hoy la conocemos y viene de lejos: Bullrich, Luro,
Pueyrredón, Pinedo, Estensoro, López Murphy, Grondona, Anchorena, los grandes pulpos mediáticos... y el
Tío Sam.
Por esta razón, Proyecto Sur debería sumarse a Carta Abierta en vez de arrojarle críticas y trabajar desde allí,
para incorporar a la lucha a los sectores populares, para movilizar, exigiendo al Gobierno que profundice lo
realizado, porque -y vuelvo a decir, me da vergüenza explicarlo a compañeros de larga militancia- aquí hay
una cuestión nacional argentina y latinoamericana por resolver. Y estamos frente a una oportunidad como
nunca tuvimos antes. Lo saben Fidel, Chávez, Evo, Correa y muchos otros y lo intuyen los pueblos. Quienes
socaven este proceso -con planteos que desconocen la correlación de fuerzas existente- asumen una grave
responsabilidad si se frustra esta gran oportunidad para ir dando pasos hacia una América latina unida y
soberana, marchando en el camino del socialismo del siglo XXI.
*
* * *
GRACIAS BUZZI.
Eduardo Aliverti.
Sí, el primer sentido de estas líneas es un profundo agradecimiento al amigazo Eduardo Buzzi. Pero el fin no
es ése, sino valerse de eso para llamar la atención sobre ciertas opiniones y acciones circulantes.
El presidente de la Federación Agraria produjo uno de los sinceramientos más felizmente brutales de que se
tenga registro público. Dijo que “la consigna es desgastar a este Gobierno”, y no hay ninguna posibilidad de
que no haya medido que lo dicho no trascendería. Lo aseveró en una reunión de productores agropecuarios
con cobertura periodística. Dijo “desgastar”, dijo “erosionar”, dijo “virulencia”. ¿Por qué lo dijo? Porque sabe
que tiene que aglutinar la furia de los rentistas rurales pequeños y medianos, so pena de que éstos terminen
por no entender cuál fue el negocio de haberse aliado a lo peor de lo peor de la derecha campestre si es que,
derrotada la dichosa Resolución 125, acabaron como pato de la boda. Lo reconoció porque, de toda otra
manera, sus bases quedarían sin horizonte de lucha donde volcar su resentimiento. La Rural y Cía. ya los
usaron de preservativo, los que se jodieron son ellos, el diablo nunca paga bien y entonces Buzzi sale a
doblar la apuesta para conservar consenso. Sin embargo, así la razón no fuese ésa y se tratase de cualquier
otra, ¿Buzzi dijo algo que no supiesen los que defendieron y se plegaron a la lucha del “campo”? ¿Qué es lo
que tanto molesta de su confesión, como no sea el haber reconocido que el objetivo último de la guerra
gaucha era imponer condiciones desde una alianza social de derecha? ¿Qué tiene de malo reconocerlo?
¿Que “desgastar” es asociable a “golpismo”? ¿Y qué suponían que era asociarse para defender intereses
individuales y de sector contra la intervención del Estado en la economía, por muy sospechoso que fuere para
qué quiere intervenir el kirchnerismo? El golpismo ya no adquiere formas militares, pero la política siempre
significa vencer al otro en la administración de los conflictos. Buzzi lo verbalizó, lo despejó. Puso negro sobre
blanco de qué se trata: derrotar al Gobierno porque afecta sus negocios y la negociación ya no tiene sentido
porque al Gobierno no le importa. Esto último podrá estar bien o mal y puede deberse a la convicción
oficialista o a que es una gestión de improvisados que resuelve qué hace sobre la marcha; pero lo cierto es
que hay una parte que no oculta dónde se para y hay otra que, hasta la “confidencia” de Buzzi, decía que su
batalla era por la defensa de la Patria. Y aparece Buzzi y dice no. Dice que es la defensa de ellos, que
enfrente hay alguien a quien doblegar y que para someterlo es necesario ratificar el acuerdo con quienes
sean, no importa la historia y el olor que desprendan. Qué horror, se espantan sus aliados y simpatizantes
sectoriales, políticos y periodísticos. Con todo lo que vivió este país, hablar de “desgastar” a un gobierno
constitucional. ¿Se dan cuenta ahora, y no cuando estaban en cadena nacional con un coro uniforme contra
la tiranía?
La hipocresía de esa razón tiene su espejo gemelo frente al debate por la reestatización del sistema
jubilatorio. El proyecto del Gobierno es o puede ser todo lo desconfiable que se quiera. Hay necesidad de caja
para afrontar los vencimientos de deuda; no es un tema que figurase en agenda; lo sacaron de la noche a la
mañana en forma desprolija, como casi todas las decisiones que encaran; debieron aceptar varios cambios
porque los controles del destino recaudatorio más bien se parecían a un relajo. Pero nadie, con seriedad y
honestidad intelectual, puede oponerse a liquidar el más bochornoso de los negociados que dejaron los ’90. Y
tanto es así que algunos de los periodistas y comunicadores, de la derecha más modosita, se animaron a
inquirir a referentes de la oposición acerca de si sus sospechas sobre la iniciativa oficial implican defender a
las AFJP. Ninguno sabe qué contestar. Se enredan en explicaciones con principio pero sin final, arguyen que
es una confiscación de ahorros y reclaman por un gran debate. Q sea, la nada misma. No se animan a asumir
que defienden el régimen de “capitalización” (curiosa palabra, en tanto sus adherentes no hacen más que
descapitalizarse de modo progresivo), porque saben que hacerlo es política y técnicamente impresentable. El
camino que les queda, en consecuencia, es aprovechar la circunstancia para reagrupar fuerzas a partir de las
suspicacias que despierta el proyecto kirchnerista; y desde ahí, intentar la reactivación de lo que Buzzi admitió
como meta: desgastar, erosionar. No será precisamente un periodista como el firmante quien vaya a
cuestionar que detrás de cada determinación política subyace un posicionamiento ideológico, por acción u
omisión. Pero si como juego de razonamiento pudiera aceptarse, con carácter denostador, que detrás de la
reestatización jubilatoria hay intereses de construcción de poder que van más allá de la defensa de los fondos
provisionales, ¿qué cabe decir de Alfredo De Angeli, Juan Carlos Blumberg & Asociados, el rabino Sergio
Bergrnan y la Corriente Clasista y Combativa, entre muchos otros, sumados a la militancia activa contra el
proyecto oficial? ¿Cómo es esa lógica? ¿En un caso hay ideología, en su acepción de ideologismo perverso?
¿Y en el otro hay ciudadanos intachables provenientes de las más variadas esferas, con la sola pretensión de
oponerse a un saqueo del Estado?
En el mismo sentido, la marcha de los “pañuelos negros” frente a la residencia presidencial de Olivos, por
parte de víctimas de delitos urbanos, cuenta también con el concurso de quienes se enfrentan a las
retenciones agropecuarias y al cambio del sistema de jubilaciones. ¿Alguien le pregunta a De Angeli qué
cuernos hace en una manifestación de víctimas de la inseguridad, en la que además participa como
organizador? No. ¿Está mal que organice y participe? No, está perfecto: es un actor político en legítima
función de desgastar a su oponente. ¿Alguien le pregunta a un rabino qué hace jugando un papel público
contra la vuelta de las jubilaciones al Estado? No, y se copia la secuencia de respuesta anterior. Lo que
resulta vomitivo es el cinismo de disfrazar esa tarea de opositor activo bajo el antifaz de la mera indignación
como “simple ciudadano”. Lo que no se aguanta es que quieran ignorar como si tal cosa el subtexto de
convocar, en la Argentina, a una marcha con pañuelos que no sean blancos. La producción de sentido que
eso significa. El proyecto político que eso quiere decir.
Así que gracias, Buzzi. Un millón de infinitas gracias por contribuir a dejar bien claro desde dónde se habla y
se hace, y con quiénes. Nadie ha pasado tan en limpio cuáles son las alianzas sociales que están hoy en
juego en este país.
* * *
PLEBISCITO Y PROCESO GOLPISTA
Rubén Dri *
Hace unos días, el conocido amante de los golpes Mariano Grondona y el patrón sojero Hugo Biolcati
se divertían en la televisión jugando a las adivinanzas sobre el momento en que se produciría el golpe
destituyente. El candidato propuesto, que por otra parte ya tiene el gabinete en la sombra, es Julio
Cobos. La manera sobradora en la que se expresaron ambos protagonistas es una clara manifestación
de la seguridad con la que camina el movimiento golpista (o “destituyente” para no herir oídos
delicados). Desde que las patronales del agro se largaron a hacer el agresivo y violento lockout del
año pasado, estuvo claro para quien quiso verlo que lo que se pretendía como máxima era la
destitución del Gobierno y, como mínima, su debilitamiento. Por ello a Eduardo Buzzi no le importó que
el rechazo de la 125 dañase logros para los medianos productores, pues lo que se pretendía era
derrotar al Gobierno, debilitarlo para terminar con un Estado que pretende “entrometerse” en los
negocios sojeros. Aunque a mentes puristas les incomode, de lo que se trató (y de lo que se sigue
tratando ahora, y el próximo plebiscito es parte de ello) es de la lucha entre dos proyectos de país
enfrentados. No me gusta hablar de modelos, porque éstos hacen alusión a algo puro, cosa que no se
da en ninguno de los dos proyectos. Si bien es cierto que el proyecto expresado por el gobierno de
Cristina Fernández presenta contradicciones que lo oscurecen, poseemos algunas claves infalibles
para saber si efectivamente se trata de un proyecto nacional y, en consecuencia, con beneficios para
el pueblo. Se trata de ver cómo lo tratan Clarín y La Nación, sus voceros más connotados, Mariano
Grondona y Joaquín Morales Solá, y los canales de televisión en manos en los grandes monopolios.
Pocas veces se han visto en nuestra historia reciente tanto odio, tanta saña, tanta mentira, como la
que diariamente nos muestran los grandes medios de comunicación. Da la impresión de que nos
encontramos bajo la más feroz dictadura, con el peligro diario de ser asaltados, con la prensa
amordazada, aislados del mundo. Una negra dictadura a la que sólo le falta Auschwitz, como dijera la
pitonisa chaqueña. A partir del feroz lockout con que las corporaciones agrarias castigaron a la
sociedad toda, salió a relucir el accionar de una derecha reaccionaria que supo conquistar un espacio
social en proporciones que nunca antes había logrado. Su avance es el dato más peligroso que
presenta la actual coyuntura. En un momento en que finalmente en América latina se está respirando
un aire de autonomía y de solidaridad en proyectos independentistas y liberadores, esta derecha
presenta el peligro mayor. Néstor Kirchner llega a la presidencia por la ventana, sin base social. Con
una inteligente lectura de lo que había sucedido en la pueblada del 19-20 diciembre de 2001,
rápidamente toma diversas medidas direccionadas a responder a demandas urgentes que habían sido
expresadas en dicha pueblada. Es necesario confesar que nadie o muy pocos, si había alguno,
sospechaba el giro que su gobierno habría de tomar rápidamente. Recuperación
del Estado, saneamiento de la Corte Suprema y del Ejército, derogación de las leyes de impunidad,
fortalecimiento de los organismos de derechos humanos, una serie de reestatizaciones como AYSA, Correo
Argentino, Aerolíneas Argentinas, fin del negocio de las jubilaciones privadas, creación del Museo de la
Memoria y del Archivo Nacional de la Memoria en lo que fuera la ESMA, fortalecimiento de la integración
latinoamericana, muerte del ALCA, creación de Unasur y del Banco dei Sur, por citar algunas de las acciones
del Gobierno que hace que se pueda hablar de un gobierno nacional con medidas en beneficio del pueblo.
Para ser efectivamente “popular” se necesita algo más, participación popular, la que es imposible sin la
creación de un movimiento popular. Este movimiento existe “en-sí” o en potencia, en la medida en que se
encuentra fraccionado, sin posibilidades de constituirse en el actor fundamental de la política del Estado. La
política de transversalldad intentada por el Gobierno tuvo magros resultados, en gran parte por no ser una
iniciativa que creciera de abajo hacia arriba. Desde los '60 y ’70 la deficiencia fundamental para una política
nacional y popular ha sido la falta de ese movimiento que supo expresarse en momentos críticos como 2001,
pero que no pudo cuajar en una organización o estructura en la que se respetasen las divergencias para ser
realmente el factor fundamental de poder. En el proyecto del Gobierno hay una profunda contradicción entre
la política del Estado que, pese a fallas graves, se orienta hacia la recuperación del Estado con orientación
popular en lo interno y latinoamericana en lo externo, y el instrumento político formado por el PJ y sus
alianzas. De no resolverse esa contradicción de forma superadora, que sólo puede efectivizarse con la
creación del movimiento popular, se resolverá con un retroceso inevitable. Creación del movimiento popular,
creación de poder popular, de abajo hacia arriba, es una tarea imprescindible si se pretende que el proyecto
nacional sea verdaderamente popular y tenga posibilidades ciertas de producir las profundas
transformaciones que requiere el país. Mientras, ¿qué pasa con las próximas elecciones? ¿El movimiento
popular debe desentenderse? Para una respuesta, menester es tener en cuenta que las elecciones
legislativas a mitad de un período presidencial siempre fueron plebiscitarias, es decir, siempre sirvieron para
aprobar o desaprobar la política del Ejecutivo. Cuando se produce una fuerte desaprobación, esto es, una
derrota del Ejecutivo, éste ya está muerto aunque todavía pueda durar un tiempo. Así les pasó a Alfonsín y a
De la Rúa, quien pretendió desentenderse del problema alegando que él no era candidato. Un triunfo de esta
derecha agresiva que ante nada se detiene significará la marcha hacia la destitución soñada y predicada por
Grondona, el inicio del retroceso hacia el neoliberalismo y todas sus nefastas recetas, la vuelta del FMI, de
las relaciones carnales con el imperio. Los diversos movimientos populares encontrarán los mayores
obstáculos para su crecimiento. Uno de los aspectos más negativos que se producirían con el avance de la
derecha sería el dar la espalda a la construcción de la Patria Grande Latinoamericana. La Argentina podría
tener el triste y nefasto papel de ser tal vez el mayor obstáculo para esta construcción.
* Profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
* * *
ES EL CAMPO, ESTÚPIDO
Horacio Verbitsky
El bloque agrario parecía haber conseguido en las elecciones de ayer una victoria de alcance nacional, que
implicaría una regresión profunda en el panorama político del país. El condicional depende de la estrechez de
los márgenes en algunas provincias clave, como Buenos Aires y Santa Fe, cuya heterogeneidad social y
política impide sacar conclusiones definitivas si la carga de datos no es representativa de sus distintas
regiones. En casos similares varias veces los números de la noche cambiaron al alba. En esas dos provincias
se define el liderazgo futuro del justicialismo gobernante. Es obvio que de los datos finales que obtengan
Reutemann y Kirchner dependerán los alineamientos futuros de ese partido.
Pero con independencia de ese balance, que el lector ya conoce pero que era incógnita al escribirse esta
columna, los datos parciales del escrutinio provisorio a la hora de cierre muestran el fracaso oficial y sobre
todo el éxito del bloque agrario para convertir sus intereses en el sentido común de la sociedad. El rasgo más
notable es el rechazo ai gobierno nacional, continuación de la escalada que comenzó con el conflicto
planteado por las cámaras patronales del campo en marzo del año pasado. Con algo más de la mitad de los
votos escrutados, el ex presidente Néstor Kirchner estaba 2,4 puntos detrás en la provincia de
Buenos Aires, aunque faltaban datos de municipios del conurbano que tal vez podían revertir ese
desequilibrio, aunque también los de La Plata, que se presumían adversos. Pero ya no había dudas de que
habían perdido los candidatos oficiales en un distrito tan significativo como Santa Cruz, la provincia de
Kirchner. A esto se suma la paridad en Entre Ríos, la reducción de los márgenes de ventaja en varias
provincias y los buenos desempeños de los líderes que desde distintas fuerzas políticas, de derecha a
izquierda, enfrentaron con mayor decisión al gobierno de la presidente CFK en la batalla de las retenciones:
Francisco De Narváez y Felipe Solá (apoyados por el sindicalista de los peones rurales Gerónimo Venegas)
en la provincia de Buenos Aires, Julio Cobos en Mendoza, Luis Juez en Córdoba, Fernando Solanas en la
Capital. Al cierre de esta edición no era claro el desenlace de Santa Fe entre Carlos Reutemann y Rubén
Giustiniani, ya que las cifras de la capital y del interior provincial daban ventaja a Reutemann, pero a medida
que se iban contando los votos de Rosario esa diferencia se reducía a un punto y el Frente Progresista, que
se iba imponiendo en diputados, tenía datos propios que lo daban ganador también para el Senado. En todo
caso, tanto uno como otro militaron a favor de las cámaras agropecuarias y en contra del gobierno nacional.
Los hechos objetivos de la economía dicen que con los costos y los precios actuales de los principales
cultivos del país, los pequeños productores de hasta 300 toneladas anuales tendrían una situación mucho
más conveniente si la resolución 125 y sus modificatorias hubieran sido aprobadas por el Senado. Los
márgenes brutos promedio son superiores este año a los del último quinquenio. Pero esta es la mejor medida
del fiasco oficial en esta lucha, que para la Sociedad Rural y sus aliados no es por un punto más o menos de
rentabilidad sino por la imposición de una hegemonía, que implica un proyecto que va mucho más allá de una
u otra medida económica. Esa ofensiva se reforzará a partir de hoy. La debilidad del Gobierno se acentuará
después del escrutinio, por los previsibles corrimientos de propios y ajenos, tanto en la dirigencia política
como en las cámaras patronales y las grandes corporaciones. Las bancadas oficiales en ambas Cámaras del
Congreso se han encogido en forma significativa, así como han crecido las del Acuerdo Cívico y Social, que
abrió sus filas a los candidatos de las cámaras patronales agropecuarias. Nadie percibió antes que Elisa
Carrió la importancia de ese bloque, al que se plegó aun antes del último conflicto. Ayer obtuvieron una
docena de bancas agropecuarias.
El justicialismo comienza la búsqueda de un nuevo liderazgo, para el que ayer se ofreció también Maurizio
Macrl y del que tampoco se debería descartar a Daniel Scioli. El Grupo Clarín se propone sepultar el
anteproyecto de ley de servicios audiovisuales. La Unión Industrial, que habla por Techint, entiende que una
megadevaluación es la mejor prenda de unidad con la oligarquía agropecuaria, a expensas del salario de los
trabajadores, que son los grandes derrotados de ayer. Tantos intereses y tan poderosos fueron demasiado
para un gobierno que no supo organizar una fuerza política que respaldara las audaces medidas que adoptó
para invertir una tendencia de tres décadas, que degradó a la sociedad. Tal vez eso ayude a entender cómo
el voto popular pudo favorecer en porcentajes significativos a un candidato como De Narváez, de quien lo
poco que se conoce es inquietante. Sólo la aversión irracional al Gobierno explica que los votantes hayan
decidido ignorar la misteriosa trama de intereses que sostienen al hombre que ni siquiera se preocupó por
negar las cuatro llamadas desde uno de sus celulares a un detenido al que la prensa bautizó como El Rey de
la Efedrina.
LA SOCIEDAD VOTÓ A LA DERECHA
Con los resultados en caliente, queda en claro que estas nuevas figuras siguen un modelo sin raíces, surgido de los negocios y supuestamente “eficiente”. Y el gran símbolo de este estilo es un señor italiano llamado Berlusconi.
Eduardo Aliverti
Nunca costó tanto escribir en la noche de las elecciones. Las grandes tendencias siempre permitieron
preparar el diseño de la nota del lunes con relativa anticipación. Y a último momento se ajustaban o, más
bien, agregaban detalles ratificatorios de lo bosquejado. Esta vez, y en este mismo momento en que el cierre
de la edición corre una carrera difícil contra varios datos, hay que tener nervios de acero para acertarle al
diagnóstico si es que quiere analizarse el resultado con miras de largo plazo.
Está claro que la derrota del kirchnerismo en el Gran Buenos Aires (aunque no sólo) es el más relevante de
los datos, seguido muy de cerca por el triunfo o excelente desempeño de Reutemann (al cierre de esta nota
faltaba confirmación, pero no cambia demasiado). Ese combo determina que el peronismo cambió a aquellos
que pueden reclamar su jefatura. Es el aspecto central porque, todavía y vaya a saberse hasta cuándo,
suceden dos cosas: los peronistas no funcionan sin jefe y el país no funciona sin el peronismo. En una
elección donde pusieron toda la carne a la parrilla del modo en que lo hicieron en ésta, hasta el extremo de
haber gastado, uno, candidaturas testimoniales, y el otro una fortuna inenarrable, un voto de diferencia era
suficiente. Si en el peronismo los éxitos y los fracasos son eso y listo, en estos comicios lo son más que
nunca. No hay la máxima borgeana de que se trata de dos impostores. No hay derecho al pataleo. Son una
máquina de ejercer el poder y todo lo que los demás les critican -el aparato, el caudillismo, los barones
mafiosos, las prebendas- son constitutivos de su forma de entender la política. El peronista que pierde se
tiene que ir a llorar a la iglesia. De Narváez sabe que es un hijo adoptado a la fuerza, al que de la boca para
adentro detestan quienes no tuvieron otra que sucumbir frente a la simbiosis de ausencia de opciones y
billetera que mata galán. Pero aun así, por esas características brutales en el entendimiento de que quien
gana no se discute, se impone ahora como enorme favorito hacia la gobernación bonaerense y, además,
como referencia del espacio. El caso de Reutemann es análogo. Cuando tomó la decisión de avisar que, por
fin, quería ser presidenciable, se quedó sin retorno. Le fue bien, para papelón inconmensurable de las
encuestas (otro), pero encima él sí es visto con sumo cariño por el conservadurismo peronista.
El descenso de Carrió figura en un puesto de importancia, a la par del interrogante que abre la amplitud de la
ventaja obtenida por Cobos en cuanto a su ascendiente presidenciable. Que la coalición que armó con los
radicales y adyacencias sea presentable como la segunda fuerza se sitúa por debajo de la interpretación del
hecho, que reposa en los números magros en Capital y territorio bonaerense. La derrota en Santa Fe es un
golpe para Binner, que venía como uno de los presidenciables del sector. El triunfo de Juez no ofrece ninguna
garantía de alcance nacional y, de última, lo posiciona a él. Carrió tuvo bien claro, y lo sinceró en los últimos
días de campaña al señalar su inminente derrota personal como un hecho insignificante, que su destino se
decidía en Capital y provincia. Buena parte de la audiencia porteña que la acompañaba demostró haberse
hartado de sus marchas y contramarchas, de su militancia por el Apocalipsis, de su carencia de propuestas; y,
tal vez en primer término en tiempos de postulantes mediáticos, de la extravagancia de haber inventado un
candidato inconcebible, de ésos que el vulgo ubica como puesto a propósito para perder. En alguna medida
presumiblemente importante que sociólogos y encuestólogos ya se encargarán de precisar, los votos que
perdió Carrió fueron a parar a Solanas. Un sufragio con una parte sibarita, desideologizada, que, de acuerdo
con lo que pase en un debate por la tele o con una mueca pública más simpática que desagradable o
viceversa, es capaz de saltar de derecha a izquierda y de izquierda a derecha como quien se decide por una
marca de celular. Un espíritu eternamente disconformista que confluyó en la notable elección de Pino junto a
los votos politizados, decididos a testimoniar que a la izquierda del kirchnerismo puede existir algo más que la
pared. Heller, dentro de todo y visto lo sucedido con el oficialismo a nivel nacional, no hizo una mala elección
si se tiene en cuenta el dígito desde el que arrancó, y consiguió un piso desde el que eventualmente crecer.
El tema es que mucho auditorio progre, que le es naturalmente afín, privilegió la mitad del vaso vacío por
sobre la mitad llena.
Macri y Scioli pueden exhibirse cual anversos exactos. El jefe de Gobierno porteño se beneficia como el
articulador de la fenomenal elección de De Narváez, y no lo toca que Michetti haya ganado por un margen
estrecho y perdiendo votos. Y Scioli aparece como el sacrificado fiel que tuvo su castigo, en forma
inversamente proporcional a la ecuación favorecedora de Macri: su imagen positiva no alcanzó para que
Kirchner sacara aunque sea un hocico, y de manera simultánea resultó contaminado por las deficiencias del
oficialismo. Kirchner no pudo flotar para llegar más o menos firme a lo que se cree es el cierre de su ciclo
personal; pero lo de Scioll es peor, en cierto aspecto, porque sus acciones se desplomaron en cuanto a la
perspectiva de suceder a Kirchner como referente pejotista y candidato 2011.
En este punto es donde todo se complica, si es por aquello de apreciar las cosas con mirada largoplacista. La
derrota del kirchnerismo -aun conservando un rango de primera minoría, si se cuenta que la oposición
permanece dividida- es un hecho demoledor porque, a pesar de todos sus errores/horrores de campaña y
construcción política, se pensaba que podía mantener vigencia y cierto vigor el haber encarado un programa
parcialmente rupturista respecto del modelo neoliberal que parecía invencible. En otras palabras y como no
sea por la brillante elección de Pino, las elecciones testificaron que disminuyeron muy sensiblemente las
reservas hacia la izquierda. Una izquierda muy modesta, pero izquierda al fin si es que hablamos de disputa
de poder y no de abstracciones retóricas. Desde otro dibujo previo, en el que no se hubiera planteado como
de vida o muerte una elección de medio término, las configuraciones podrían ser otras porque, después de
todo, cabe insistir en que el oficialismo es primera fuerza. Este columnista se permitió escribir en su momento,
en este diario, al lanzarse las “testimoniales”, que Kirchner cometía un error de dimensiones impredecibles al
no dejarse lugar para guardarse como reserva. Parece estar claro, aunque en este país nunca se sepa, que
esa posibilidad se le esfumó. Que es donde entra a contar, en todo su peso, aquello de no haber construido
más allá de las mieles individuales de su éxito en los primeros años.
Macri, De Narváez, Reutemann, ¿Cobos?... Ya habrá más y mejor tiempo para analizar lo sucedido, como
para que la noche termine con esos ganadores. Pero no se puede negar que la realidad incontrastable es
ésa. La sociedad votó a la derecha. Y hay alguna izquierda, o progresía, o como quiera llamársele, que,
además de tomar nota, debe hacerse cargo de su responsabilidad por ese voto.
"LA CHIQUl Y HONDURAS”
Sandra Russo
Dice Mirtha Legrand que ella estaba esperando ansiosamente que hablara la Presidenta después de la
derrota electoral, pero que cuando salió, habló de Honduras. “A mí qué me importa Honduras”, reflexionó en
cámara la Señora, la más Señora de todas las Señoras Argentinas. A la presidenta Cristina Fernández de
Kirchner, en cambio, Honduras le importa tanto que ha decidido acompañar al presidente Manuel Zelaya en
su regreso a Tegucigalpa.
El golpe que tuvo lugar en Honduras debe importarnos mucho, me permito sugerirle a la Señora, que siempre
está tan informada, puesto que se trata de una nueva forma de golpe de Estado, tan atípica que los militares
que secuestraron al presidente de madrugada y lo sacaron del país por la fuerza de las armas estaban
obedeciendo órdenes de la Corte Suprema de Justicia, que el Partido Liberal, al que pertenece el presidente
Zelaya, avaló el golpe y que el Congreso en su conjunto lo validó. Toda esa torta de Instituciones, nunca
antes vista en una maniobra de una ilegalidad vehemente, grotesca y desfachatada, se saca de encima así a
la molestia que es Zelaya, elegido constitucionalmente, pero que había virado a las políticas del Alba, en
desmedro del ALCA.
La cuestión no es menor, señora Legrand, porque Honduras salió casi al mismo tiempo que la Argentina de la
larga noche de las dictaduras. Y aunque el tiempo en televisión es tirano y las cosas que pasaron hace dos o
tres décadas parecen de otro siglo, algo sobre lo que resulta aburrido hablar al aire (¿Recuerda a Cecilia
Rossetto, siempre hablando del pasado? Una invitada mala onda), que hayan sido asesinados tantos miles de
argentinos y que hayan sido robados tantos bebitos es un tema que cada tanto recobra actualidad. Tiene eso.
Siguiendo con Honduras, creo que debería importarle porque ese tema en este momento tiene escandalizado
al mundo, incluyendo al presidente norteamericano, fíjese, y a Patricia Janiot, la chica atractiva de la CNN,
que el lunes le hizo un picante reportaje al canciller trucho de Honduras, que no pudo explicar ninguno de los
ribetes canallescos del secuestro del presidente Zelaya y la carta de renuncia falsa que usó el Congreso para
destituirlo.
Habrá visto que la OEA y la ONU respaldan a Zelaya. Quiero decir: aunque en la Argentina siempre tenemos
la mala costumbre de creer que los golpes de Estado en algún otro país (¡por suerte aquí ya somos
democráticos!) son moneda corriente, observe que hace ya mucho tiempo que no hay golpes de Estado, y que
si hay uno, la comunidad internacional y sobre todo la regional actúan como una defensa del sistema
democrático, de acuerdo naturalmente con las reglas de la democracia de cada país.
El reflejo inmediato de la presidenta Cristina Fernández, y el papel que juega nuestro país en este proceso
democratizador tan fuerte que está viviendo esta parte del mundo, tan racional que hasta Obama se suma,
hacen sentir a muchos argentinos, no sólo oficialistas, por supuesto, mucho orgullo. Algunos de ellos incluso
miran su programa.
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