E S P A Ñ AP E R E G R I N A
JU N T A D E C U L T U R A
E S P A Ñ O L A
8-9S U M A R I O
*** ................................. Doce de Octubre, fiesta del Nuevo MundoAlfonso R eyes................ Elegía...............................................................Luis E. Valcárcel........... Mensaje peruano ....................................... .Pablo Neruda................... Reunión bajo las nuevas banderas............Waldo F ra n k .................. Carta abierta a “España Peregrina” .........Leopoldo Lugones......... Voz de la A rgentina .................................--Gabriela M is tra l........... Un ru eg o .................................................... --Manuel M árquez........... Cajal y el “Imperio” español.....................Eugenio Im az .................. En busca de nuestro tie m p o ......................»Juan L a rre a .................... El Paraíso en el Nuevo Mundo, de León
Pinelo.......................................................
Documentos para la historia ...................Creación del Museo y Biblioteca de Indias en Madrid
“España Peregrina” a todos sus lectores......................................América y “España Peregrina” .....................................................La Nube y el Reloj, de Cardoza y Aragón, por José R enau-----Nabi, de José Carner, por Isidoro Enríquez C alleja.....................
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Memorias de Ultratumba
Registro Bibliográfico, por Agustín Millares.
J U N T A D E C U L T U R A E S P A Ñ O L A
ESTA TU TO S DE LA JU N TA D E CU LTU RA ESPA Ñ O L A
IL a J u n ta de C u ltu ra E sp a ñ o la re p re s e n ta la vo lun
ta d de a s e g u ra r la p ro p ia f iso n o m ía e sp ir i tu a l de la c u l tu ra esp añ o la , fav o rec iendo su n a tu ra l desa rro llo y. co n secuen tem en te , la de u n ir y a y u d a r en su s tra b a jo s a los in te lec tu a les españo les ex o a triad o s .
II
E s m isió n de la J u n ta s u p lir con su p re sen c ia activ a y v ig ila n te y con u n e s p ír i tu colectivo de s a c r if icio la acc ió n de los o rgan ism os ofic ia les, de la s institu c io n es de to d o g én e ro y de los es tím u los y ex igencias del am b ien te , que en la in te g rid a d de la v ida e sp añ o la p ro m o v ían y a seg u ra b a n el desenvo lv im ien to de n u e s ira c u l tu ra . •
III
E s p ro p ó sito de la J u n ta e v i ta r la d isg reg ac ió n de los in te le c tu a le s ex p a triad o s , es tab lec iendo e n t r e ellos re lac ió n c o n s ta n te , su sc itan d o y apoyando c ie r ta s in ic ia tiv a s . coo rd inando o tra s , y p ro cu ran d o , p o r todos los m edios a su a lcan ce , que se es tab lezcan en el d e s tie rro los ó rg an o ? de c rea c ió n , ex p re s ió n y conservac ión de la c u l tu ra esp añ o la au e se ju zg u en necesario s .
IV
C om pete a la J u n ta e s ta b lece r co labo ración e in te rcam b io con la s en tidades e in s titu c io n es cu ltu ra le s del e x tra n je ro y con su s cen tro s de in v e stig ac ió n y en se ñ a n z a p a r a con seg u ir que. p o r su in term ed io , se m a n te n g a n y a m p líe n aque llas re lac iones c u ltu ra le s a u e so n ind ispensab les p a ra su p ro p io d esarro llo .
V
E s . asim ism o, m isió n de la J u n ta p ro m o v e r v h a c e r e fe c tiv a s am istad es y apoyos a la c u l tu ra e sp añ o la en. e l e x t ra n je ro p o r aque llos m edios au e en c a d a p a ís y e n cad a m om en to p a rez can m ás indicados p a ra conse
gu irlo . Con este ob je to , la J u n ta p ro m o v e rá la creación de ag ru p ac io n es de “A m igos de la C u ltu ra Española'* en su sede c e n tra l , en la s localidades donde funcione u n a deleg ac ió n de la J u n ta , y en aquellos o tro s lugares que se e s tim e conven ien te .
VI
L a J u n ta de C u ltu ra E sp añ o la se considera in te g ra d a p o r aquellos españo les en los que c o n c u rra la doble c a l id a d : de e s ta r des te rra d o s y de s e r creadores q m anten ed o res de la c u l tu ra españo la. D e todos ellos h$ rá u n a re lac ió n n o m in a l. L a J u n ta de C u ltu ra E sp añ o la se co n s id e ra ig u a lm e n te in te g ra d a po r aau e lla s en tidades que, d e sa rro llan d o u n a o b ra c u l tu ra l , m a n if ie s ten su a d h e sió n a la J u n ta y se p re s te n , s i a ello se les re q u ir ie ra , a c o lab o ra r a sus f in e s en la fo rm a au e en cad a caso se de te rm in e .
V II
L a J u n ta de C u ltu ra E sp añ o la se r ig e p o r u n direc to rio . in te g ra d o p o r sus fu n d ad o re s y p o r la s persogas que és to s vayan designando . E ste d irec to rio p o d rá deleg a r todas o a lg u n as de sus funciones en u n S ecre ta riad o o C om isión E jecu tiv a .
VIH
L a sede c e n tra l de la J u n ta de C u ltu ra E spaño la e s tá a c tu a lm e n te en M éxico. D. F . Se es tab lece rán delegac iones de la J u n ta en los pa íses donde se considere o p o rtu n o . Sus m odalidades de co n s titu c ió n y funcionam ien to se d e te rm in a rá n en cada caso.
IX
L a J u n ta de C u ltu ra E sp añ o la , a s í como laa D elegaciones q u e se v ay a n estab leciendo , s e so m ete rán a ¿as d isposiciones legales v ig en tes en los p a íse s respectivos, que les p e rm ita n a d q u ir ir u n a perso n a lid ad ju r íd ic a con la q ue p u ed a n h a c e r adqu isiciones, c e leb ra r co n tra to s , etc.
ESPAÑ A PEREGRINAD I N A M A R C A 8 0---- M E X I C O . D , F .
PUBLICACION MENSUAL DE LA JUNTA DE CULTURA ESPAÑOLA
Número suelto .................................................. Un peso.Suscripción anual:
México................................................... Diez pesos.Países de Am érica................................. Dos dólares.Otros países .......................................... Dos y medio dólares.
Edición en papel de lujo (100 ejs.):México, anualmente ............................. Veinte pesos.Países de Am érica................................. Cuatro dólares.Otros países ........................................... Cinco dólares.
ESPAÑA PEREGRINAJ U N T A DE CU LTURA ESPAÑO LA
Registrado como artículo de 2» clase on la A dm inistración de Correos de M éxico, D . ? . , coa fecha 28 de febrero d e 1V4Ü
Tomo II 12 de Octubre de 1940 Núm. 8-9
DOCE DE OCTUBRE, FIESTA DEL NUEVO MUNDO
Si lo que se descubrió, lo que al mundo vino el 12 de octubre de 1492 no fué España sino América, ¿cómo en provecho propio trata cierta España de usurpar un aniversario que en realidad pertenece al Nuevo Mundo? ¿A quién puede satisfacer esa insustancialidad del DIA DE LA RAZA con que un grupo de hombres pretende atribuirse feudos hereditarios; a quien, por otra parte, ese DIA DE COLON que arbolan los no españoles para, sin franquear el nivel de lo insignificante, tener acceso de prestado a una fiesta que, por su natura- leía universal, pertenece a la humanidad entera?
Feria de simpleias y juegos de villanos en esta antesala de lo universal en que, be- Ugerando sobre sus deformidades, los bufones matan algo más que el tiempo. La verdadera fiesta, mientras tanto, tiene lugar honda, recatadamente en los pechos donde se embalsa la tradición y se ambicionan porvenires más nobles. Convaleciente el espíritu humano del fuerte traumatismo del medioevo, tiinados aun sus ojos con las tinieblas que las primeras luces del alba dispersaban trabajosamente, la fogosa buena nueva se propagó un día. El océano bahía sido vencido, la jaula abierta. Más allá había nuevos territorios y gentes. El orbe mostraba su presunta, universal redondea tel como era en sí. De este a oeste resonó Europa como un laúd, bien tensas las fibras de la esperança, porque si la materialidad del suceso se cifraba en unos pocos beneficios Particulares, el provecho espiritual era, en cambio, uno mismo para todos, y la imaginación podía darse al placer de roturar ho
rizontes sembrando alas para una celeste primavera futura. Tuvieron, no obstante, que pasar años para que los hombres adquirieran conciencia de la realidad exacta de las cosas. No sólo era un continente desconocido lo que la luz del alba aventuraba sino un Nuevo Mundo. ¡Un Mundo Nuevo! Por la naturaleza integral de su contenido, esto era lo en verdad trascendente. Tanto que, a despecho de la arrogancia de descubridores y conquistadores, las tierras nuevas ostentan desde entonces el nombre no-español de Américo Vespucio, que al llamarla en vez primera por su nombre de Mundo Nuevo, dió a Europa conciencia de la verdadera sustancia americana. Sobre la materialidad del descubrimiento prevalecía, pues, su espíritu. En occidente donde no había hecho aún su aparición el oro de Indias, corrían a la saçón fuertes aires espirituales. Acababa de nacer la imprenta que ponía al alcance de vastos sectores del organismo social, la vida del pensamiento y de la cultura, prometiendo hacerlo para los otros. A hora el nuevo continente anunciaba, entre otras cosas, el triunfo revolucionario de la conciencia, que es ciencia genérica, para todos, fija y verdadera esencia universal del mundo nuevo frente a la dubi- tante del antiguo. Y que es, por tanto, la realidad superior que, por su índole colectiva, pertenece exclusivamente a la humanidad en su concepto unitario, al amor del hombre, y no a ninguna de sus fracciones.
Cuando se aborda, pues, la celebración de este suceso con miras interesadas sólo se consigue rebajar a nivel de abdomen el sentido trascendente de la historia. Bajo el
vendaje de su centripetismo muchas gentes se conducen hoy como aquellos descubridores que, instrumentos ciegos, murieron vírgenes en el espíritu, sin haber verificado un intercambio de luces con el Mundo Nuevo, sin haberle conocido ni sido fecundados por él. También hoy a su semejanza existen enjambres de personas estériles que hablan español, inconscientes de la naturaleza del Nuevo Mundo y de sus extraordinarias posibilidades, quienes tratan por ello de arrogarse el poder, la hegemonía, con un concepto de espiritualidad digno de los retuertos cerebros militares de la España atávica a cuya medida fué concebido.
Sí, el Doce de Octubre es en verdad la fiesta de aquellos que entre penosos vislumbres esperan desde entonces el advenimiento de un mundo o sistema nuevo, de un estado de conciencia correspondiente a una sociedad más perfecta que la actual de que todos somos víctimas, de un más allá de los océanos subjetivos que separan los grandes tramos de la espiritualidad humana. Y es fiesta para el pueblo español en cuanto que éste no conoce más razón de ser en el espíritu que la de complacerse en lo universal a que tendía metafóricamente su catolicismo, de negarse en aquello que, por ser humano, de todos es. Ya no hacen falta pruebas. Ahí está como un cántaro roto esa rosa nuestra de la guerra, confesada hoy por tantos enrojecidos párpados, para siempre viva, en encendido, en inalterable testimonio.
Doce de Octubre. Gran fiesta para el pueblo libre de España, su fiesta más honda desde que por su cauce natural desembocó en el universo. Sucede así que, mientras en el amordazado territorio peninsular reina un silencio de muerte que apesadumbran la soldadesca de plomo y de mentira, el oropélente clericalismo y las mudas desgañita- ciones de Falange, la España-Madre ha lanzado a América, en este trance universal, un jirón de sí misma saturado de la elocuente virtualidad de la sangre y del fuego. Entre nosotros palpita el espíritu popular de España, generoso y vivo, dándose una vez más al Nuevo Mundo. Nada pretende para si. No propone el predominio de una clase, de un grupo histórico o racial, de una interesada jerarquía, sino el triunfo de aquello
que a todos es común, del sistema beneficioso para todos los pueblos y dentro de ellos para los individuos todos. Libertadora por libertada, España está presente en este día, consustanciada con quienes en su trascendencia creen, ayudando a encontrar los benéficos rumbos, los certeros caminos materiales, a madurar con su calor de madre las mieses pacíficas del mañana. No porque seamos nosotros pobres y despreciados como lo fueron los pescadores del Tiberíades, no porque seamos hombres vulgares y sin especial nobleza, como los descubridores, no por mucho que nos difamen, calumnien t invectiven, ha de dejar la verdad de ser verdad ni el Nuevo Mundo de ser tal para hombres y pueblos.
En lo que nos toca, y a fin de que oigan los que quieran oírnos, hemos de conmemorar públicamente este día, renovando nuestra posición moral, nuestra ya enunciado compromiso de entregarnos por entero al advenimiento del Nuevo Mundo, que es al mismo tiempo y frente al concepto subs- tractivo de hispanidad, la exaltación del verdadero espíritu de España. Conviene que para ello hagamos un rápido examen de conciencia.
¿Qué somos? Efusión de espíritu, la representación del pueblo español que, realizando su destino, se proyecta más allá de su muerte, la muerte del sistema de que procede. No existen para nosotros, expatriados, problemas económicos de orden colectivo. Nos envuelve, en cambio, colectivamente un problema de orden extramaterial, en el que incorpóreamente somos, el problema de la justicia y de la verdad porque clama el pueblo español, lo mismo hacia el pasado que hacia el futuro y con él todos los pueblos y l°s individuos libres. Somos un principio, un germen social afirmado más allá de la fuerza y por encima de la economía, una entidad especializada instrumentalmente por la historia para entrar en contacto con una serie de realidades espirituales que otros organismos dedicados a solventar diferentes aspectos de la transformación histórica, relegan al futuro porque ni los sienten boj ni los presienten. Somos una necesidad de justicia, la encarnación de la milenaria aspiración n la verdadera justicia que es conciencia. No alcanzaremos, pues, la plenitu
de nuestro destino mientras no nos entreguemos por entero al fuego del amor que, sublimándonos, nos lance por todos los caninos espirituales del hombre al encuentro de las verdades que por su propio peso curvan hacia nosotros las ramas maestras del tiempo. Por conducto del pueblo español han de verterse raudales de conciencia universal que fecunden la acción justa y conducente a ese mundo nuevo, han de hermanarse en un mutuo convencimiento los pueblos y los hombres todos. He aquí a grandes rasgos nuestra obra.
Contemplemos, para no perder el hilo creador, las vastas perspectivas de la evolución humana sobre la tierra. Veamos al hombre, saliendo durante decenas de siglos de su ganga animal, hacia atrás, ciegamente, en el sentido contrario al de sus ojos, como de su capullo sale la crisálida, y percibiendo, enterándose, pues, de todo a posteriori. Consideremos el forcejeo ascendente que informa sus incesantes luchas mientras que en su fuero subjetivo, en el socavón de su noche, empieqa a pasear su lucecilla un principio consciente que, por reflexión del medio y con la experiencia de los siglos, acaba por convertirse en un sueño de perfección proyectado hacia un despertar futuro. Sigámosle en su trayectoria sucesiva, imaginando cómo, bajo el influjo creador de las figuras históricas naturales o sobrenaturales que operan fuertemente sobre su ámbito, se realiza paso a paso la diferenciación de la conciencia individual en un plano trascendente, descubriéndose la posibilidad de adquirir un sentido interior nuevo que le facidte para percibir directamente realidades del espíritu cuya existencia intuye a penas por conducto de sentidos más rudimentarios. Admirémosle, exteriorizando por medio de la palabra complejas armonías existenciales, desplegando en otro plano, como un jardín colgante, una razón de natu- raleza colectiva donde habrá de ubicarse un mundo de ideas, de objetos espirituales con los que en su día podrá alimentar su fuego interior y familiarizarse con los sonidos que desprenden las más profundas copas corticales de la vida. Mirémosle a medio camino evolutivo, organizando a impulsos de su esencia colectiva y obedeciendo a determinantes de orden material y com
plementario, sociedades ya no rudimentarias, agrupaciones diversas, elevadas culturas, cuerpos económicos cada vez más complejos y siempre separados entre sí por hileras ferocísimas de dientes. Poblado densamente el mundo, fijados los anhelos transformativos —revolucionarios conscientemente o no—, en sistemas cuyas raíces se afianzan en un magma de personas elementales, la avalancha de los descubrimientos que ha puesto armas cada vez mds destructoras en manos de los instintos de dominio aun no absorbidos, ha dado ocasión a terribles duelos, a sangrientas contiendas, hasta llegar a las carnicerías exterminantes, a los lagares apocalípticos de estos últimos tiempos. Todo palpita, todo se mueve, todo prospera en función de esta crepuscular, de esta inmensa, de esta vertiginosa y torrencial rosa de las sangres. Los valores del espíritu, de evolución más lenta, circunscritos a un viejo concepto individualista, han sido ahogados por el desprendimiento de tierra que el materialismo ha traído con sigo, por la irrupción de la técnica industrial conducida por los instintos elementales que, organizándose en entidades colectivas, en clases y estados, tratan de vencer por la fuerza y no de convencer por el espíritu a los demás hombres. La mariposa sigue saliendo hacia atrás de su capullo sin ver más que la antigua envoltura, la realidad pretérita que yace ante sus ojos. ¿Mas deberá ser esto siempre así? ¿O habrá de llegar el día en que aparezca sobre la tierra, por superación de la escala viviente, un organismo cuyo sistema motor, adecuado al vuelo, se halle regido, en primer término, por la visión del medio vivificante, por la conciencia que es ciencia colectiva, el cual justifique a posteriori los trabajos del hombre, una organización producida por la exterioriza- ción de su naturaleza social en la que el individuo deje de sentir sobre el ápice sensible del cerebro, el peso específico del vacío y en la que todos los pueblos, dentro de una obra común, se sientan protegidos, todos hermanos? Sí, llegará ese día. No existe para la afirmativa mejor prueba al absurdo que la que hoy nos proponen los acontecimientos producidos por el principio dual de enemistad, llevado a su extremo paroxismo. La sociedad de hombres y pueblos en un
nuevo concepto de la vida parece necesaria. A ella se vincula la universalidad a cuyo borde nos agitamos, a ella conduce el espíritu del pueblo español, ella se identifica con el Nuevo Mundo, que hoy se conmemora. Otros contribuyen inconscientemente a su realización en el orden material, en el plano de fuerza. Nosotros hemos de hacerlo con la virtualidad del espíritu, por mediación de la dinámica consciente. El tiempo urge. Difícil es poder dudar de que esta hora de cataclismo es así porque el reinado del hombre ha entrado en inminencia.
Reflexionando sobre el anterior esquema o cuadro de marcha de la humanidad, resulta evidente que en un momento crítico de la historia, en el momento de tránsito de lo personal a lo colectivo, de uno a otro sistema económico, de uno a otro plano de conciencia, ha de constituirse una colectividad desinteresada, distinta a todo lo basta aquí conocido, llamada a enfrentarse con las tareas específicamente espirituales que la transformación propone. Este es el caso del pueblo español, de esta España Peregrina que, nacida en un sistema, es traspuesta a otro como la alada mariposa surgida de la transmutación del gusano. No es impropio que ese pueblo haya sido hipócritamente victimado en nombre de la caridad de Cristo, es decir, por el espíritu del Anticristo. Después de la cruenta trilla de que ha sido objeto, por la que se han separado la paja del grano que estuvieron unidos mientras
. . . H A S T A L A
la planta crecía —la España sanguinaria de los conquistadores y buscadores de riquezas sin escrúpulo, los deicidas de hoy, y la España popular, abnegada, a flor de tierra y de ternura como el pan— hacia América, hacia el auténtico Nuevo Mundo, esta última se ha proyectado, desarrollando por metamorfosis su condición celeste. Llega el tiempo primaveral del brote de las alas sembradas hace siglos. Aunque todavía no haya adquirido plena conciencia de su realidad, aquí se encuentra ya la emisión espiritual de España, dispuesta a entrar en contacto con la lucidez neomííndica de América, con las “luminosas almas” rubenia- nas, para lanzarse todos juntos a la conquista del Nuevo Mundo, a la realización de la amorosa, de la divina ciudad del hombre, del sistema integral porque suspira el género humano desde el inicio de los tiempos.
Doce de octubre. Que belfos matarifes y espíritus gregarios se complazcan celebrando el concepto zoofílico de raza. Que invoquen a Colón los colonizadores. Frente a toda sustracción, sobre todo si con el nombre de “HISPANIDAD” se encubre, de libertad, de Mundo Nuevo, de humanidad triunfante hablaremos los herederos de quienes, regándolos-con sus lágrimas, han visto brotar y despegarse nuestros ojos del humo primitivo, los que hundimos la antorcha en el corazón de la noche.
* * *
S E P U L T U R A
La tiranía de los Reyes de la Casa de Austria, su mal gobierno y las crueldades del Santo Oficio, no fueron causas de nuestra decadencia; fueron meros síntomas de una enfermedad espantosa que devoraba el cuerpo social entero... Fue una fiebre de orgullo, un delirio de soberbia que la prosperidad hizo brotar en los ánimos al triunfar después de ocho siglos en la lucha contra los infieles. Nos llenamos de fanatismo a la judaica. De aquí nuestro divorcio y aislamiento del resto de Europa... Nos creimos un nuevo pueblo de Dios; confundimos la religión con el egoísmo patriótico; nos propusimos el dominio universal, sirviéndonos la cruz de enseña o de lábaro para alcanzar el imperio. El gran movimiento de que ha nacido la ciencia y la civilización moderna, y al cual dió España el primer impulso, pasó sin que lo notásemos, merced a! desdén ignorante y al engreimiento fanático.
Juan VALERA
E L E
Malos hados presidieron siempre a estas celebraciones simbólicas que se dió en llamar la fiesta de la Raza. Primero se nos deshacían en vanas verbalidades y en ejercicios de epídíctica oficial, el peor género de retórica que conoce el mundo. Luego, tienden a contaminarse con ese tufo de sangre y crimen que hoy por hoy acompaña a la política fundada en los pretextos étnicos. La ciencia rebajada én alcahueta de las ambiciones imperiales le llama raza a lo que manden los dioses bestiales de la guerra. Por último, en estos días de ferias agrícolas y ganaderas, ya no sabe uno, cuando se habla de raza, si se trata de los bípedos envilecidos o de los irresponsables cuadrúpedos. Y todavía, colmo de los colmos y abominación sobre abominación, andan por ahí haciendo, debajo de la palabra hispanismo, no sé qué ruido de hojalatería barata que le roba toda su dignidad, su sentido de civilización y concordia. Y para hablar de fiestas estamos entre este sembradero de tumbas. Y ya no es posible pensar siquiera con serenidad, con sinceridad, con candor, en aquellas grandes nociones que han sido, para la humanidad, faros de esperanza, banderas de luz entre las tempestades del mundo. ¡Oh, no hay más raza que la humana, ni caen fuera de ella más que los hombres enemigos del hombre! Ya no hay, otra vez, más que el bien y el mal absolutos, a uno y otro lado de la espada que parte en dos mitades la tierra. ¡Fiesta de la Raza, quién te vió y quién te ve: propuesta un día a la meditación de los pueblos como cifra y norma de ideales que integran y completan el ser de las naciones hermanas; hundida hoy cenagosamente en aquel caos de Empédocles donde flotan las miradas sin ojos, los gritos sin garganta y todos los miembros desarticulados, como antes de que se alzara, entre las formas confusas, el pobre muñeco de barro que soñó en imponer el cosmos sobre el caos y en recomponer la mole con la mente!
G I APor Alfonso REYES
Y acá por América, agarrados a la última orilla, unos cuantos náufragos: la América que nació para fertilizar los suelos utópicos del mundo, los anhelos y los ensayos de la República perfecta; la América donde Vasco de Quiroga fundaba sus instituciones de amor y de trabajo; la América de la nueva libertad que buscaron los peregrinos; la América donde los refugiados todavía esperan del bien; la América cuyos hijos se nos andan dejando embaucar por una sirena que es más bien medusa: sierpes los cabellos, relámpagos los ojos, desapacibles rugidos las canciones y el alma vuelta de revés.
Y sin embargo, hay que persistir. El mal no ha vencido, mientras haya un puño que se levante. Todas las religiones juntas y todos las filosofías a un tiempo están de nuestra parte. “Aún hay sol en las bardas”, dice Don Quijote. Hay que hacer fuego con la conciencia, usar la verdad como catapulta.
No he de callar, por más que con el dedo,ya tocando la boca o ya la frente,silencio avises o amenaces miedo.Pero demos su parte al dolor y su parte
a la meditación; su hora al llanto y su hora al pensamiento, como dice —más o menos— el Eclesiastès. América ha absorbido a España en su seno. Ahora sí que somos de la misma sangre. Nada de Metrópoli y colonias. Nada de cambiarse injurias o palabras ceremoniales de uno a otro lado del mar. Acá está, entre nosotros, lo que todavía se salva. Hagamos el inventario, contemos los huecos en las filas y que se levanten los muertos. Seamos capaces del destino. Aquí está la masa, quí están las manos. Que no falte la voluntad. Hasta la vergüenza se cansa de exhibir sus vergüenzas. El que perdura tiene razón. No estemos de más sobre la Tierra. Hay que esperar labrando. Nosotros no importamos ya: importan nuestros hijos, a quienes tenemos que legar, al menos, una memoria honrada. para que no nazcan vencidos.
M E N S A J E
Muy distinguidos compañeros:No es sino con viva simpatía que reci
bimos en el Perú las gratas noticias de la brillante actividad desplegada por la Junta de Cultura Española, desde el momento de su instalación en la capital de esa gran patria hermana. Primero, la lectura de la en- jundiosa revista España Peregrina, y de la Declaración del grupo; después la del libro de nuestro querido e inolvidable Vallejo, España aparta de mí este calii, preparado y prologado con tanto cariño peruanista por ustedes; en fin, la obra extraordinaria de amparo y protección a los millares de escritores, artistas, científicos, maestros, en tan angustioso trance fuera de España; todo este conjunto de nobilísimas acciones ha impresionado profundamente a la intelectualidad del Perú. No podemos menos que enviarles un cálido mensaje de adhesión fraterna y nuestros votos porque mejores días sonrían a tantos compañeros caídos en desgracia. Confiamos en que pronto se realice un acuerdo entre las distintas naciones americanas para ofrecer acogida a los millares de hombres Utilísimos, positivos creadores y mantenedores de cultura de que tanta necesidad tiene nuestro Continente y que hoy el destino pone a su alcance. La preparación, la disciplina, la vasta experiencia de profesores prestigiosos, la exquisita cultura de escritores y artistas, el saber de investigadores y estudiosos son hoy necesarísimos en nuestra América, urgida por el ritmo violento de la historia de nuestra época para acelerar su propio proceso cultural, nivelándonos con Europa en aptitud para la lucha superior de la inteligencia. A diferencia de la ola que cayó sobre las Indias, a principios del siglo XVI, nuestras playas reciben hoy, en esta nueva gran marea, no a aventureros ignaros, a truhanes y gentes de presa, atraídos por el oro, sino a representantes de la más depurada civilización ibérica que llegan a estas tierras en éxodo trágico, mucho más doliente
P E R U A N O
y desgarrador que los inmigrantes del “May- flower”. Estos europeos, españoles de la auténtica España, traen consigo, como llama viviente, la pasión de la libertad, que, ahora en el mundo, no tiene otra atmósfera posible que la atmósfera de América. Vienen a nosotros no en plan de conquista, no empenachados de la soberbia de los descubridores, sino en actitud fraterna, un poco como hijo-pródigos que vuelven al hogar; donde el amor restañará las heridas. Sí, después de vuestra lucha tremenda, de la guerra cruel, hallaréis en los tranquilos pueblos de este hemisferio esa pausa, ese ritmo lento, que os devolverá el equilibrio. Aquí en la vastedad de nuestras pampas, bajo la égida de las montañas, en el abierto y despoblado continente, no existen, no pueden existir, los problemas angustiosos de Europa. Nada justificaría que los creásemos, en una locura de imitación. Este clima de América es proclive a una política de amplitud, de generosidad, de tolerancia, de soluciones domésticas para todos los problemas, vale decir de genuina democracia, de pura y verdadera libertad. No necesitamos la regimentación, el racionamiento ni demás bárbaras restricciones. Este es y puede seguir siendo el Continente feliz.
Queremos que los españoles peregrinos convivan en nuestra comunidad. Están abiertos los hogares para cuantos quieran partir con nosotros el pan. Sólo negaremos nuestra amistad a quienes, obcecados o temerarios, pretenden servir intereses contrarios a los nuestros: nada que recuerde imperialismos inhumanos, nada que insinúe deserción de nuestros principios vitales: Democracia y Libertad.
Los peruanos prometemos cooperar en la noble obra en que la Junta de Cultura Española está empeñada.
Muy cordialmente:
Luis E. VALCARCEL.
R E U N I O N B A J O L A S N U E V A S B A N D E R A S
Por Pablo NERUDA.
QUIEN ha mentidof El pie de la azucena roto, insondable, oscurecido, todo lleno de herida y resplandor oscuro!Todo, la norma de ola en ola en ola el impreciso túmulo del ámbar, y las ásperas gotas de la espiga!Fundé mi pecho en esto, escuché toda la sal funesta, de noche fui a plantar mis raíces, averigüé lo amargo de la tierra, todo fué para mí noche o relámpago : cera secreta cupo en mi cabera y derramó cenizas en mis huellas.
Y para quién busqué este pulso frío sino para una muerte?Y qué instrumento perdí en las tinieblas desamparadas, donde nadie me oye?No,ya era tiempo, huid sombras de sangre,hielos de estrella, retroceded al paso de los pasos humanos, y alejad de mis pies la negra sombra!
Yo de los hombres tengo la misma mano herida, yo sostengo la misma copa roja e igual asombro enfurecido:
un díapalpitante de sueños humanos, un salvaje cereal ha ¡legado a mi devoradora noche para que junte mis pasos de lobo a los pasos del hombre.
Y así reunidoduramente central, no busco asilo en los dormidos huecos del llanto: muestro la pura espiga y la radiante cepa: el pan del hombre, el venidero día.
Dónde está tu sitio en la rosa?En dónde está tu párpado de tierra?Olvidaste esos dedos de sudor que enloquecen detrás del hierro contra el beso triturado?
Paz para tí, sol sombrío,paz para tí, dios ausente!Hay un quemante sitio para tí en los caminos, hay piedras sin misterio que te miran, hay silencios de cárcel con una estrella loca, desnuda, desbocada, contemplando el infierno.
Juntos, frente al sollozo!Es la hora
alta de tierra y de perfume: mirad este rostro recién salido de la sal terrible, mirad esta boca amarga que sonríe, mirad este nuevo corazón que os saluda con su flor desbordante, determinada y áurea.
O C E A N O
S i tu desnudo aparecido y verde, si tu manzana desmedida, si en las tinieblas tu mazurca, dónde está tu origen?Nochemás dulce que la noche, salmadre, sal sangrienta, curva madre del agua: planeta recorrido por la espuma y la médula: titánica dulzura de estelar longitud: noche con una sola ola en la mano: tempestad contra el águila marina ciega bajo las manos del sulfato insondable:
bodega en tanta noche sepultada: corola fría toda de invasión y sonido: catedral enterrada a golpes en la estrella:
Hay el caballo herido que en la edad de tu orilla recorre, por el fuego glacial substituido, hay el abeto rojo transformado en plumaje y deshecho en tus manos de atroç cristalería, y la incesante rosa combatida en las islas y la diadema de agua y luna que estableces.
Patria mía, a tu tierra todo este cielo obscuro!Toda esta fruta universal, toda esta delirante corona!Para tí esta copa de espumas donde el rayose pierde como un albatros ciego, y donde el Sol del Surse levanta mirando tu condición sagrada.
S O N A T A
N i el coraçón cortado por un vidrio en un erial de espinas, ni las aguas atroces vistas en ios rincones de ciertas casas, aguas como párpados y ojos podrían sujetar tu cintura en mis manos cuando mi condición levanta sus encinas bada tu inquebrantable hilo de nieve.
Nocturno açúcar,espíritu
de las coronasredimida
sangre humana,tus besos
me destierran,y un golpe de agua con restos del mar golpea los silencios que te esperan rodeando las gastadas sillas, gastando puertas.
Noche con ejes claros, partida, material, únicamente voz, únicamente desnuda cada día!
Sobre tus pechos de corriente inmóvil, sobre tus piernas de dureza y agua, sobre la permanencia y el orgullo de tu pelo desnudo,quiero estar, amor mío, ya tiradas las lágrimas al ronco cesto donde se acumulan, quiero estar, amor mío, sólo con una sílaba de plata destrozada, sólo con una punta de tu pecho de nieve.
Ya no es posible, a vecesganar sino cayendo,ya no es posible, entre dos serestemblar, tocar la flor del río:hebras de hombre vienen como agujas,tramitaciones, trozos,familias de coral repulsivo, tormentasy pasos duros por alfombrasde invierno.
Entre labios y labios hay ciudades de gran ceniza y húmeda cimera, gotas de cuando y como, indefinidas circulaciones:entre labios y labios como por una costa de arena y vidrio, pasa el viento.
Por eso eres sin fin, recógeme como si fueras toda solemnidad, toda nocturna como una zona, hasta que te confundas con las lineas del tiempo.
Avanza en la dulzura ven a mi lado hasta que las digitales hojas de los violines hayan callado: hasta que los musgos arraiguen en el trueno, hasta que del latido de mane y mano bajen las raíces.
C A R T A A B I E R T A A E S P A Ñ A P E R E G R I N A
(Para el 12 de octubre de 1940.)
Hermanos en México, hermanos de España Peregrina, en esta sombría hora del mundo yo os saludo, os saludo con esperanza y fe que serían mucha más débiles si no vivierais vosotros con vuestro heroico pasado de España, con vuestro noble presente de México, con vuestra promesa de un futuro creador para nosotros todos. España Peregrina es mucho más que el título de una excelente revista; es el nombre de una fuerza espiritual cuya valía para los buenos americanos, y para los buenos ciudadanos del mundo, nunca será tenida en demasiado aprecio, ni salvaguarda con excesiva pasión.
El hecho de que, a pesar de las inmensas dificultades que conozco, podáis trabajar hoy día en México, ese baluarte de la libertad de todo el occidente, que preside el gran Lázaro Cárdenas, tiene para mi país un interés muy superior al simplemente humanitario o al estético. Si vosotros podéis trabajar en México y podéis prosperar en México, nosotros los de Nueva York y los de Estados Unidos, que también ansiamos vivir en libertad, podremos seguir teniendo esperanzas de vivir y trabajar. Si os perdierais, estaríamos perdidos. No hay disparidad posible entre vuestro destino y el nuestro.
En el día de hoy, por afortunada casualidad, he tenido ocasión de sentarme a la mesa con algunos de vuestros compañeros; con los doctores Puche, Pascua y Al- varez del Vayo. El doctor Puche nos ha leído un informe sereno, estadístico, sobre la actuación de vuestra Junta. Y al mirar su rostro, en el que la madurez ha esculpido lo que nuestro gran hombre de Dios del siglo XVIII, Jonathan Edwards, llama la belleza de la virtud: "Benevolencia del Ser en general", he sentido de nuevo la luz y la energía superadora de España que han nutrido y transfigurado mi vida entera.
Hermanos de España: me pedís un mensaje para la fiesta del Nuevo Mundo, del 12 de octubre, un mensaje sobre el valor
que para nuestra América pueden tener los desterrados españoles. Helo aquí en pocas palabras: Os necesitamos; toda América os necesita.
Oscuras y amargas son las vías del crecimiento humano. Hace varios años era evidente para un joven intelectual de los Estados Unidos que la más profunda promesa creadora de Europa no radicaba en la Francia empírica, ni en la Alemania histéricamente romántica, ni en la Inglaterra que ha agotado su generoso genio en dos centurias de expansión industrial y pragmática, sino en España. Esta convicción el joven la expuso en un libro, España Virgen, que era en realidad una declaración de amor. Mas no sabía que este gran tesoro de la salud espiritual de España en la moderna enfermedad de Europa iba a ser trasladado directamente al mundo americano. Lo concebía funcionando primeramente en Europa, para así trasmitir su mensaje a las dos Américas. El destino, sin embargo, nos ha traído a España misma aquí, entre nosotros; nos ha traído a la España de la salud, de la belleza y de la virtud a nuestro mundo occidental en el momento en que este es elegido por el hado como único salvador del espíritu humano para las generaciones venideras. ¿Es esta coincidencia fortuita? No lo creo. Es destino, es necesidad. Si lo entendemos, nos dará —a vosotros en vuestro sufrimiento, en nuestra responsabilidad a nosotros— libertad.
México y la América Española se inspirarán en vuestra laboriosidad, en vuestra capacidad artística, en vuestro saber, en vuestro valor, hombres de España Peregrina. En esta solidificación de la bondad al sur de nuestra tierra, los del Norte encontraremos el aliado que tanto necesitamos para vencer a aquellas mismas fuerzas, en movimiento también aquí, que han robado temporalmente a España la sangre de su corazón.
Al volver a mi casa, después de la comida de hoy, he abierto un magnífico libro que me envió Jay Alien, publicado por vosotros en México y escrito por un viejo amigo mío, ahora desaparecido, César Vallejo, tan recordado, tan presente, durante mi inolvidable estancia en el Perú, en 1929. ¡Cuánto con Carlos Mariátegui hablamos de él! ¡Qué fácil nos parecía entonces la tarea! ¡Qué entusiasmo en nuestros planes para la conquista de las Américas por el hombre! ¡Qué lejos a la sazón las malditas palabras de Vallejo: España, aparta de mí este cáliz! Los cuerpos de Mariátegui y de
V O Z D E L A
. . . Decláreme siempre enemigo de la España fanática, absolutista y germanófila, que no es creación española sino cosa austríaca. La España de Carlos V y de Felipe II, aquella de la cual abominaba Pi y Margall, cuyo recuerdo evocado por ustedes constituye para mí una veneración que alimento casi desde la infancia.
Hay tres Españas germánicas, que por tres veces han causado la ruina de la España española: la de los godos que la abrieron al Islam con la infamia de su barbarie: la de los Austrias, que la postraron en secular derrota y la arrojaron de si misma para América y para el Oriente; y la de ahora, que funesta como siempre, se vincula al desastre, para ser menos que un vencido, en la miseria más triste de su historia.
Pero, así como la España española —la nuestra, pues— renació en Covadonga ge- nuina y retoñó en la América republicana de 1810, por la cepa de los conquistadores que consigo trajeron lo mejor de la raza, espero verla recobrarse, y pronto, en la democracia de los tiempos heroicos; aquella que por mano del Cid, se imponía a los Papas y enfrentaba a los Reyes.
Yo siempre he hablado de España como un español; bien y mal. Porque así
Vallejo se han ido para siempre; el cuerpo de España yace agarrotado. Pero se levantará de nuevo. El espíritu de nuestra antigua esperanza vive más fuerte y más joven, porque más purificado y avisado, en España Peregrina. Ojalá viva también, de algún modo en estos amigos que aquí, en el Norte, habiendo aprendido a quereros, no pueden olvidaros ni traicionaros..
En esta comunión de devoción os saludo humildemente mas enteramente, hermanos en México, hermanos en España, hermanos en el género humano.
Waldo FRANK.
A R G E N T I N A
ocurre cuando se quiere de veras. No he hecho confraternidad de protocolo, para agradar mintiendo, porque eso es la más cobarde explotación de los sentimientos más respetables. No lo haré nunca. No he repicado sobre el famoso Peñón cuya conquista, conviene recordarlo, provino de una guerra dinástica en la cual fué aliada de Inglaterra toda la Alemania, y especialmente Prusia, con la sola excepción de Baviera: guerra austríaca por excelencia, para mayor perfección. . .
Creo, como el gran español don Miguel de Unamuno, que el mal de España, o el mayor de sus males, consiste en el engaño en que vive respecto de sí misma, y que con tanto cinismo fomentan esas alabanzas desvergonzadas cuya ingenua aceptación es un síntoma de decadencia.
Por eso a título de argentino republicano soy republicano español y estoy con ustedes de todo corazón, en nombre de la España libre.
Leopoldo LUGONES.
(A los republicanos españoles. Carta tomada de su libro La Torre de Casandra.)
U N R
Algunos profesores que vivimos al margen del oficialismo por no dar clases y que, por lo tanto, carecemos de influencia en el Estado Mayor que gobierna este negocio; algunos viejos maestros que conservamos entero el interés del idioma español, aunque ya no lo enseñemos; unos diez amigos míos dispersos en América del Sur, piden por mi boca lo siguiente, y ponen mucho calor humano y mucha probidad profesional en este pedir.
*
La inmigración de maestros y escritores de España a nuestros veinte puebios, debe ser realmente aprovechada, pues se trata de una ocasión rara y magnífica.
La lengua de Castilla es harto mal enseñada entre nosotros y no siempre por culpa de quienes la dan. Un idioma que se trasplanta pasa de hecho a segundón. El país latino donde queda menos tiempo el educador criollo que llega a Europa, es precisamente España. Lo menos que suele leer un normalista son los clásicos españoles. El propio profesor de castellano ha desdeñado cog*r el espíritu del idioma, remontando basta sus fuentes de aguas delgadas. El vocabulario hispano-americano corriente es de una miseria que puede llamarse desértica. La lectura de las obras de muchos Pedagogos criollos, prueba de sobra lo que uquí afirmamos, pues son generalmente unos libros jadeados, tiesos, chatos y grises.
Me consta, por el fracaso de varias diligencias, que, al venir la inmigración de españoles, una especie de defensa económica gremial, y de otra parte un torcido espíritu de competencia, alejó de los cargos de oficiales sudamericanos a hombres ilustres que Pudieron ayudarnos a salir del impase lingüístico que vivimos. Me consta que hoy enseñan en Estados Unidos, trabajando los $urcos extraños, unos cinco maestros del
U E G O
Por Gabriela MISTRAL.
idioma, filólogos, gramáticos y escritores cuyo sitio natural eran nuestras Universidades y Liceos. El profesorado criollo puede alegar mayor eficiencia que la del español en algunas asignaturas, nunca en ésta; pretender otra cosa es una ingenuidad o una malicia inefables...
*
Pudo entregarse a nuestros huéspedes cuando menos la enseñanza de la literatura castellana, dada por los nuestros en míseras Antologías o Crestomatías o textos vergonzantes, donde los muchachos se estudian a Calderón o a Gracián en ocho páginas que comprenden la biografía y los trozos del autor.
Todavía es tiempo de deshacer la fea hazaña nacionalista. El menor decoro cultural que puede poseer un pueblo es el idio- mático. Nuestra gente habla mucho, pero habla mal; escribe también demasiado, pero con un abandono mayúsculo y al margen del clasicismo español tanto como del casticismo criollo. Es decir, gobierna la enseñanza del castellano un criterio de antojo, de mínimo esfuerzo, de relajo o lisa y llanamente de ignorancia monda y oronda.
*
Tiren nuestros jefes su amor propio y con más razón su soberbia. Lo que no se tiene hay que buscarlo y la oportunidad de que vivan en nuestro suelo los dueños y señores del habla no es cosa de ser desdeñada o malgastada. Mi generación y la siguiente, que es la de estos altos funcionarios se quedaron fatalmente sin la honra subida de hablar bien y con léxico decoroso; demos a la que viene la herramienta oral y escrita. Una revolución puede hacerse en diez años con sólo dejar que los escritores y los maestros de España hablen a núes-
tros niños que se expresan en una lengua inferior a la de cualquier campesino de Castilla. Digámoslo claro, desnudamente digámoslo.
Y además de poner a nuestros huéspedes en medio del pueblo escolar, créense cursos de literatura española para todos los maestros primarios y secundarios y dénse tales clases con carácter de obligatorias.
Es absurdo haber traído a la América a la flor de los intelectuales de Madrid y no ofrecerles su sitio legítimo. Adoptar hombres no es sólo ceder suelo, aire y luz. Tampoco es dar empleos de bancos, o de comercio, a gente especializada, sin que nos importe nada su ciencia y sólo nos conmueva un poco su pobreza.
Hay quien me ha dicho en una curiosa carta que los maestros españoles no tienen . . . metodología y enseñan mal. Pero hay algo mucho más grave que eso y es no ten e r... idioma.
Otro amigo me recuerda que no se puede despojar a los nuestros de sus empleos. Yo creo que a quien no se debe despojar es a la raza misma de esta ocasión maravillosa de conquistar la expresión honorable que poseen todas las viejas razas.
El nacionalismo sirve para la economía; él es válido hoy —como nunca— para defendernos de una nueva era colonial; él ayuda a organizar nuestros países confusos y confusionistas. Pero un nacionalismo que se pone a discutir la legitimidad del español en menesteres de idioma es algo tan infantil (ofendiendo en el adjetivo a los niños) que haría sonreír, si por torpe no nos subiese el bochorno a la cara.
Pónganse los patronos oficiales delante del problema con unos ojos claros y una áspera honradez. Y acuérdenos, esta gracia que les piden once viejos maestros sin considerar el caso a través de una lucha de empleos y tampoco del complejo de inferioridad criollo que trabaja sordamente a esos señores.
¡Qué linda sería una mocedad sudamericana que hablase, a lo menos, como el campesinado de Córdoba, de Toledo o de Salamanca! Yo querría volver a vivir para oírla. Tendría gracia, donaire, calor y sabor, agilidad y jocundidad en cada decir, en el preguntar y el responder; en el describir y el narrar, hasta en el enamorar y el pelear!
Río de Janeiro, septiembre de 1940.
P L E N O T E S T I M O N I O
Varias cosas importantes se organizarán alrededor de una “Cátedra A. Korn”, que fundamos en el Colegio Libre de Estudios Superiores, una institución privada maravillosa. Del colegio salió el primer manifiesto firmado aquí de adhesión a la República en los primeros días de la sublevación. Uno de los que lo encabezaban era Korn. Y a propósito, un recuerdo. Uno de los últimos pensamientos de Korn fué para la España de ustedes. Poco antes de su muerte, en uno de sus escasos momentos lúcidos, preguntó cómo iban allá las cosas. Se le engañó piadosamente mintiéndole que muy bien. Y medio en broma medio en serio (o con una seriedad oculta bajo la broma, como era su estilo) exclamó: Viva España. Creo que fueron sus últimas palabras.
(De una carta particular del ilustre profesor de Filosofía de las Universidades de Buenos Aires y La Plata, don Francisco ROMERO.)
C A J A L Y E L “ I M P E R I O ” E S P A Ñ O L
Por Manuel MARQUEZ.
Recordando al Gran Sabio cuyo sexto aniversario de su muerte coincide casi con la “Fiesta del Nuevo Mundo’’, nuestro eminente amigo y colaborador, el Prof. don Manuel Márquez, de la Universidad de Madrid, —discípulo y amigo entrañable también del ilustre dasaparecido— ha escrito para España Peregrina" el articulo siguiente:
El día 17 de octubre de 1934 abandonó la vida material, para entrar por derecho propio en la inmortalidad, el hombre más grande que ha tenido España en los dos últimos siglos. Los lectores piensan, seguramente, que esta gran figura histórica no es otra que la de Santiago Ramón y Cajal, a quien con toda justicia puede aplicarse el calificativo por Goethe usado, y a él también aplicable, de “Maestro de maestros”.
Ignoro si en los ignominiosos días que corren y con ocasión de la “Fiesta de la Raza”, habrá sido evocada esta colosal figura científica. Tan colosal que se divisa en el espacio, siendo admirada en todos los puntos del planeta y lo será en el tiempo mientras la historia exista.
Santiago Ramón y Cajal ha sido para los profesionales de la Medicina un médico eminentísimo que no ejercía la profesión; para los médicos científicos, un histólogo ilustre; Para los neurólogos un nuevo Colón del mundo microscópico, pues antes de él era un naos la histofisiología fina del sistema nervioso, en la que hizo una total revolución; Para los hombres de ciencia en general un gran naturalista y un físico formidable, como de ello podrá convencerse el que lea su libro sobre la Fotografía de los colores, en la que era además un práctico extraordinario. y yo recuerdo haber visto bellísimas fotografías de este género hechas por él; Para los pensadores, un filósofo profundo y genial; para los literatos un escritor que dominaba como pocos nuestra maravillosa len
gua y por encima de todo un hombre bueno y amante de la justicia.
El artista o el escritor, por ejemplo, aun los más eminentes, podrán ser discutidos y las que unos consideran bellezas indiscutibles en sus obras serán para otros las más vulgares cosas. El político o el guerrero, sobre todo el último, lo serán aún más, y el considerado por unos como estratega insigne y excelente patriota será tan solo para otros una medianía opaca y un ambiciosillo vulgar, cuando no un inmenso traidor a su patria. Pero la discusión cesará en el momento de apreciar la obra del científico, movido tan sólo por el noble afán del descubrimiento de la verdad y el de que su patria exporte ciencia original y sea por ello respetada en el mundo, máxime si este sabio se llama Santiago Ramón y Cajal.
Que esto no era una apreciación hiperbólica de un admirador incondicional lo corrobora el hecho elocuentísimo siguiente:
Acababa España, en 1898, de ser derrotada —lógica derrota para los espíritus desapasionados, que en aquella época eran muy pocos, el gran Costa y el austero Pi y Mar- gall entre ellos— por el abrumador poderío de los Estados Unidos de Nortemérica. La bancarrota moral y económica y el pesimismo dominaban en el país, que conducido por políticos a los que cuando menos hemos de calificar de inhábiles e imprevisores, había perdido la fe en sus propios destinos. En aquellas circunstancias, la nación vencedora tuvo un gesto de noble reconocimiento del verdadero valer, y fué el de invitar al gran sabio español, que ya entonces era una gloria universal, a visitar la Harvard Univer- sity y otros centros científicos americanos. Cajal acudió al llamamiento, como Embajador Extraordinario de la Ciencia Española y fué recibido con los máximos honores y agasajos, dando conferencias del más alto valer, paseando triunfalmente el nombre de
España por las universidades americanas, que se disputaban el privilegio de oír su autorizada palabra. Logró así la Ciencia lo que no habían logrado las armas e hizo entonces Cajal por el prestigio de su patria, más que lo que los hechos belicosos hubieran podido lograr. Lección admirable para los que creen que es la fuerza la triunfadora, sin parar mientes en que las victorias logradas por ella por sí solas, son tan solo triunfos espectaculares, efímeros y que nada se logra con ellos si detrás de “la razón de la fuerza” no se halla “‘la fuerza de la razón”.
Así el pretendido "Imperio” Español y lo mismo todos los demás “Imperios” que intenten fundarse tan sólo en el predominio material, no lograrán consolidarse o se derrumbarán con la misma rapidez con que se formaron, si es que a formarse llegaran. Sólo el “Imperio” de las Ciencias y de las Artes, el del Saber y el de la Cultura, prevalecerán en definitiva, y la hegemonía que por tales medios logren los pueblos será la única legitimares decir, la que se funde sobre los valores espirituales, sin los cuales las conquistas más ruidosas podrán parecer que son el triunfo de unas llamadas “naciones”, mas en realidad lo serán tan sólo de muchedumbres prontas a recobrar los aires de tribu que una débil corteza de civilización encubriera._ Séanos. permitido reproducir como poderoso apoyo de las ideas expuestas estas otras memorables del maestro, en sus Reglas y Gonsejps para la Investigación Científica: ' ■ “El héroe y el sabio constituyen los polos de; la energía humana y son igualmente ne
cesarios al progreso y bienestar de los pueblos; pero la trascendencia de sus obras es harto diversa. Lucha el sabio por el beneficio de la humanidad entera, ya para aumentar y dignificar la vida, ya para ahorrar el esfuerzo humano, ora para acallar el dolor, ora para retardar y dulcificar la muerte. Por el contrario el héroe sacrifica a su prestigio a una parte más o menos considerable de la humanidad; su estatua se alza siempre sobre un pedestal de ruinas y cadáveres; su triunfo es exclusivamente celebrado por una tribu, por un partido o por una nación y deja tras sí en el pueblo vencido, estela de odios y sangrientas reivindicaciones. En cambio, la corona de los sabios otórgala la humanidad entera; su estatua tiene por pedestal el amor y sus triunfos desafían a los ultrajes del tiempo y a los juicios de la historia; sus únicas víctimas (si pueden llamarse tales los redimidos de la ignorancia) son los rezagados, los atávicos, los que medraron con la mentira y el error, todos, en fin, los que en una sociedad bien organizada debieran ser proscritos como enemigos declarados de la felicidad de los buenos”.
¿Qué se puede añadir a estas elocuentes palabras del maestro? El verdadero “Imperio”, repetimos, será tan sólo el de los pueblos que ante todo rindan culto a las más nobles actividades del espíritu, siguiendo las huellas y las enseñanzas de los que, como el insigne Cajal, son los más altos e inapreciables valores de una nación que aspire, no a llamarse sino a ser de verdad civilizada.
E N C U B R I D O R E S Y D E S C U B R I D O R E S
América no fué descubierta por el progreso de las artes de navegación ni para el comercio, sino porque Isabel sintió la urgente caridad de que sus habitantes pudieran unirse a nosotros, instruirse, vivir y salvarse con nosotros.
Ramón SERRANO SUÑER.
Para compendiar mi partida y vuelta, así como para referir en breve las ventajas de este viaje, prometo que con pequeños auxilios que me suministren nuestros invictísimos Reyes, be de presentarles cuanto oro se necesite, y tanta cantidad de aromas, de algodón, almáciga, que se encuentra sólo en Quío, y tanta de lináloe, y tantos esclavos para el servicio de la marina, cuantos quisieren exigir sus Majestades.
< Cristóbal COLON. (Carta de 4 de marzo de 1493.)
E N B U S C A D E N U E S T R O T I E M P O
Por Eugenio IMAZ.
No vamos a hablar de angustia, porque los tiempos son tan angustiosos que da vergüenza usar la palabra. Porque alude a lo más hondo, al fondo, y por su insignificancia. Los hombres siguen discurriendo como discurrían, andando como andaban, practicando su vida de la manera más rutinaria y delicada. Por lo menos esa mitad del género humano que no se está debatiendo, por el momento, con la muerte. La escepsis es conservadora y la desesperación también, con toda la surenchére con que el instinto de conservación compensa la falta de fundamento.
Que si es angustiosa la falta de fundamento, es más angustiosa todavía la soledad de dos en compañía. Pues está ausente y no sabemos porqué. Una cosa es decir que la política lo domina todo y otra creer vitalmente en que así es. Como decía aquel predicador: Todos sabemos que tenemos que morir, pero nadie lo cree. La desazón de ahora, la nuestra, es más radical y a fondo que la sofocada por el conocimiento, no creído, de la muerte. El hombre es capaz de encajar armoniosamente su golpe. Capaz de remitir la cuestión dichosa del ¿de dónde vengo y a dónde voy?, a la página disipada de las palabras cruzadas. Pero incapaz —suprema capacidad— de no saber a qué atenerse, de no saber qué hacer y aguantarlo.
Porque el hombre no ha venido al mundo, cuando ha venido, para amar a Dios sobre todas las cosas, ni para estar por encima de ellas, como Dios, contemplándolas y complaciéndose en su juego, sino para hacerlas. En esta necesidad absoluta que tiene el hombre de saber a qué atenerse, para saber qué hacer, para hacer, está, según algunos, el origen de la sabiduría.
No son los tiempos nuestro de sabiduría sino de locura. Tiempos de origen de la sabiduría. Tiempos de desesperación y de esperanzas paroxisticas. Tiempos de sere
nidad, de profunda serenidad, en los que importa más que nunca no perder la cabeza, aunque se la corten a uno. Hasta ahora, a pesar de todas nuestras teorías, hemos venido creyendo que el hombre es hijo de sus obras y dueño de su destino cuando el hombre es, nada menos, que padre de sus obras y siervo de su destino. El hombre tiene un destino, un esquema de hombre posible, que tiene que llenar con sus obras. El destino es la política, dijo Napoelón. Pero no la política como ejercicio fulminante del poder, sino como la reunión de los hombres para salvar al hombre de las asechanzas de la naturaleza, que son tres: la naturaleza, la sociedad y la cultura. Porque la sociedad y la cultura se convierten en naturaleza, en sus aliadas, cuando habiendo servido al hombre de instrumento para su dominación, impiden, en su condición de concreciones instrumentales, que siga el duelo vivo entre la naturaleza y el hombre, ese duelo en que la naturaleza propone y el hombre dispone si disposiciones anteriores no le impiden disponer de nuevo.
No vamos a detallar ahora el proceso largo en el que estas indisponibilidades se ¿yan acumulando hasta dejar al hombre sin disposición ninguna, sin saber a qué atenerse para saber qué hacer. Lo han hecho todos ios historiadores de los períodos revolucionarios. Nuestra época es tan revolucionaria que hasta los conservadores proclaman o simulan la revolución. La revolución de los tiempos, que no hay que confundir con la de los astros, que no es tal revolución sino involución perpetua, lo más parecido a la divina quietud, según la versión de Aristóteles.
La revolución de los tiempos. En el tiempo, y en medio de sus compañeros, nace y se hace el hombre, en ese perfecto dúo beligerante con la naturaleza. Se hace, y, siendo el mismo, es cada vez diferente. Por
que la naturaleza está hecha, pero el hombre se hace. Y el hombre se hace a medida que, por su acción, va conociendo el hecho que es la naturaleza, y en la medida que este conocimiento le hace posible prolongar la historia cerrada del mundo con la historia abierta del hombre.
No hay más dualidad que ésta en el cosmos: naturaleza y hombre, dualidad que se da la mano como en una carrera de relevos. Si el hombre, continuándola, supera a la naturaleza, es porque abre la historia cerrada de aquélla, la está abriendo siempre, y la continúa, la está continuando siempre, para no cerrar.
El hombre: entendámonos. Alguien, que no quiero nombrar, pero de cuyo nombre sí quiero acordarme, ha dicho que no hay más que verdades concretas. Como que la verdad es cosa del hombre, del hombre concreto que se hace: el camino concreto que encuentra el hombre para continuar la historia cerrada, y por él abierta, de la naturaleza. Pero no es el hombre, el individuo, quien continúa la historia ni puede ser prolongación, superada, de la naturaleza, sino los hombres, la junta o sociedad de los hombres. La primera respuesta que dieron los hombres a la interrogación dramática de la naturaleza, fué juntarse. Pregunta y respuesta simultáneas. Y todas las nuevas preguntas han sido hechas, no al hombre, sino a la sociedad de los hombres. Y así se ha ido haciendo el hombre, por las respuestas activas que ha ido recibiendo y dando en la sociedad a las interrogaciones planteadas a ella por la naturaleza. Así se ha ido haciendo el hombre concreto, concretamente por las verdades concretas que son los caminos concretos construidos por el hombre para continuar la historia del mundo. Sólo es verdad lo que continúa. Y a dijo Marx, que el hombre aplicó su inteligencia como una nueva fuerza natural. Efectivamente, la aplicó y la está aplicando como una fuerza nueva, siempre nueva. Aquí está la verdad, que no es una copia ni un reflejo, sino continuación novedosa, enriquecimiento del mundo, concluso, por el hombre, mejor, por los hombres.
Este esfuerzo denodado de los hombres para saber a qué atenerse, para continuar la historia del mundo, se ha prolongado mi
les de años en dolorosos ensayos, nada infructuosos, porque necesarios y verdaderos como otros tantos rodeos, aproximaciones, para dar con el camino “más" recto. Con el método más sencillo para continuar esa historia. Ensayos la magia, la religión, la esclavitud, la inmortalidad, el imperio, la polis, la aristocracia, el feudalismo, el capitalismo, etc. Rodeos. El camino recto para el conocimiento activo del mundo, para su dominación eficaz, nos lo fabrican, principalmente, Galileo, Descartes, Newton, con su descubrimiento definitivo del método, del camino, de la ciencia físico-natural.
La filosofía se desglosa de la religión y del mito cuando los hombres cobran por primera vez conciencia de la necesidad de un camino recto para conocer el mundo y dominarlo. Cuando descubren la reflexión y se descubren ante el espejo. Cuando el hombre filosofa, es decir, seculariza su pensamiento, en un ocaso silencioso de los dioses, descubre el valor de la palabra y, desde entonces, en el principio fué el logos. La fidelidad del hombre a su palabra, la memoria reproductora del hombre, espejea un oasis en la inmensidad sepulcral del panteón divino. La fidelidad reproductora de la palabra pone al hombre en el camino del camino. Los primeros filósofos griegos, los físicos, tratan, con los elementos, de fabricar el espejo nítido del mundo. Heráclito llega al callejón sin salida de esta vía. Tan espejo tiene que ser el pensamiento del hombre que, para poder reproducir la naturaleza frenética del mundo, tiene que quemar el pensamiento en el fuego de su devenir. Espejo azogado, y callejón sin salida. Siempre será el espejo, el juego de los espejos, un callejón sin salida. Por eso dice Aristóteles, que para conocer la incesante naturaleza fué menester sujetarla a ideas. Con lo que se pretende que, lo que de este modo se consigue, es limpiar el espejo del vaho danzante de los fenómenos. Pero esta idea, era una idea del hombre. Desde que se aquieta la naturaleza, para conocerla y dominarla, para dominarla conociéndola, el espejo aquietado y limpio mantiene, sin embargo, la inquietud de un reflector manejado por la finalidad del hombre. Siempre que se pretenda asegurar la función reflexiva de la mente, apurar su naturaleza
quieta de espejo contemplador, se hará, sin saberlo, una concesión al antropomorfismo, a las necesidades formales del hombre. Todo el empeño del pensamiento moderno fué acabar con la finalidad aristotélica y acabó en el antropomorfismo formal de la razón pura. Hay unas palabras, bien irónicas, de Descartes, cuando para legitimar la concep- cepción mecanicista del mundo, dice que sería una temeridad tratar de adivinar las intenciones de la providencia. Sigue el esfuerzo del hombre guiado por el espejismo seductor del espejo. El mundo queda reducido a puras entidades matemáticas y el pensamiento también. El descubrimiento de las leyes ópticas por Descartes, lo mismo que su descamadora explicación del arco iris, tienen un exacto valor simbólico. Pero a la conciencia sosegada del espejo se ha añadido la conciencia esforzada de la dominación. Bacon rechaza toda la ciencia antigua, su instrumento, órgano, de Aristóteles, en nombre de la dominación inminente del mundo. El nuevo órgano, el experimento, trata de someter a la naturaleza, de mandarla, cuestionándola y torturándola a preguntas, haciéndole que hable para obedecerla luego. Afianzamiento azogado del espejo y nuevo callejón sin salida. Las quietas ideas las formula de nuevo Descartes con su método. En esta polaridad de inquietud y de quietud, devana el pensamiento su pasión dominadora, ahora consciente de sí misma. Porque la naturaleza es un movimiento incesante, pero un movimiento cerrado, de continuo retomo, un sistema cerrado previsible y construible. La dialéctica de la espiga es una dialéctica sin porvenir.
Cuando el pensamiento del hombre da con el camino sistemático de la naturaleza, el pensamiento se aquieta definitivamente. Y cuando, sobre ese pensamiento, quiere levantar el hombre el pensamiento del mundo suyo, del mundo moral y de la historia, éste es también un pensamiento quieto, cerrado, o abierto en asintótica cerrazón. Ya veremos cómo esta naturalización del pensamiento constituye el peso muerto que impedirá, al par que le fabrica las alas, que el pensamiento del hombre vuele seguro de sus destinos creadores.
No cabe duda que los inauditos triunfos técnicos, los éxitos de dominio que este pensamiento reflexivo naturalizado le proporciona al hombre, orienta, con la brusquedad de una escandalosa sorpresa, su mirada hacia el camino de la historia. La idea de progreso representa el primer orden ■secularizado del mundo histórico. No es Turgot quien ha descubierto esa idea, que está en el aire inquieto de la época. Ya Bacon trabajó, sin saberlo, por ella. Y Descartes es el primer filósofo que condiciona su trabajo y su obra al bienestar de las generaciones futuras. Pero Turgot tiene conciencia expresa de la escandalosa sorpresa. Cuenta cómo, en muy pocos años, los descubrimientos más fecundos y brillantes se han sucedido con una facilidad de juego de niños cuando, por el contrario, la humanidad ha necesitado de miles de años para pasar del grabado de medallas a la invención de la imprenta. Y ya instruido por Descartes, también le dice a Bossuet, que sería una temeridad tratar de adivinar en la historia los secretos designios de Dios. Se cree haber encontrado el camino recto de la historia. Con la idea de progreso, clave de la historia, la Science du gouvernement deviendra facile et ctssera d’Stre au des- sus des forces des bommes. Desde Bacon la idea explícita y activa de dominio acompañará a todo descubrimiento de caminos. Condorcet remacha el clavo: el descubrimiento de la idea de progreso nos asegura la perfectibilidad indefinida del hombre, la imposibilidad del retroceso y la posibilidad de trabar con alguna verosimilitud el cuadro de los destinos futuros de la especie humana. El mundo histórico, sometido aparentemente al capricho de la voluntad humana, tiene también sus luces necesarias a las que no hay más que enfocar la mente, ilustrándola, iluminándola, para que pueda prever el curso de los acontecimientos humanos y fabricarlos de algún modo. Con- dorcert escribe esto cuando los franceses, arrebatados por la misma iluminación, le obligan a guarecerse en casa de un amigo para no perder la vida. Nada más patético que éste e pur si muove, de Condorcet.
El sabía que se movía, como Galileo, pero no acertó, domo Galileo, con el movimiento, porque no hizo sino trasladar el
movimiento heliocéntrico galileano al mundo de la historia. El hombre se movía también por la atracción del sol, de las luces, en un movimiento indefinido de acercamiento iluminador y caluroso sin quemazón.
Pero la fulguración racional de la revolución francesa, fué, a la vez, una iluminación deslumbradora y un achicharramiento. Aquel ultimátum de la razón hizo dudar a muchos que habían creído en ella. ¿Quién podía tener más derecho que la razón a dar un ultimátum, una última ratio? Y, sin embargo, esta razón última parecía advertir que no era la auténtica. O que si lo era, había que renegar de ella en los negocios humanos. Se buscan salidas al callejón sin salida del espejismo racionalista. El positivismo acusará a esa razón de no haber sido bastante razonable, de no haber tenido en cuenta, en su precipitación, en la brusquedad de la escandalosa sorpresa, la naturaleza especial de los hechos humanos. De haberlos identificado, precipitándolos racionalmente, con los hechos mecánicos del mundo. Empieza la rectificación.positivista del progreso, que no es sino una insistencia recalcitrante, minuciosa, en el callejón. Empieza la sociología. Los otros desengañados se escapan del callejón a lo cangrejo, reculando hasta dar de nuevo, o de viejo, con la autoridad salvadora de la tradición o de la Iglesia.
El e pur si muove eficaz lo pronuncia, sin embargo, Hegel. El da con el movimiento auténtico. Decimos que él da con ese movimiento, como dijimos que Turgot dió con el progreso: estaba en el aire, en el aire turbulento de la época. Esta en el aire enrarecido de la Europa post-revoluciona- ria y napoleónica. Estaba, sobre todo, en Alemania. Pero Hegel expresa también, expresis verbis, la sorpresa origen de la idea, sorpresa también escandalosa y, esta vez, sangrienta. Es bien conocido el párrafo de Hegel al final de su filosofía de la historia: hasta entonces, hasta la revolución francesa, no se había visto que la razón, el nous de Anaxágoras, rigiera también el mundo de la historia. Hasta entonces. Es decir, que lo que a otros no había servido más que para renegar de la razón o para insistir, concienzuda y positivamente, en el antiguo camino razonable sin salida, a él le
revela la verdadera ultima ratio de la razón. El espíritu es libertad. El espíritu es creador. ¡Atención!: el espíritu es dialéctico. Pero no con la dialéctica de la espiga o del gusano mariposeados Tenían razón los antiguos y el Eclesiastès: nada nuevo debajo del sol. Porque el espíritu no está debajo del sol, sino por encima de él, aunque ya no le preocupen las cosas de tejas arriba. Como nos dice él mismo, Hegel incorpora en la suya toda la filosofía de Heráclito, pero hace algo más. El quid de su dialéctica está en la palabra Aufbebung: que quiere decir, a la vez, cancelación y conservación, lo cual no se consigue sino superando. ¿' De donde le ha venido al hombre la idea de la superación dialéctica? Escuchémosle: la primera categoría de la historia consiste en la visión del cambio. . . Es la categoría del devenir... Sin embargo, a esta categoría del cambio, pronto se le une otro aspecto: de la muerte renace una vida nueva. Los orientales han tenido esta idea. . . El occidente aporta otra idea. El espíritu reaparece, no sólo rejuvenecido, sino sobrepasado y más claro... Y esta es la segunda categoría del espíritu. Su renovación no es un simple retornar a la forma anterior, es una transformación de sí mismo.
No cabe duda, pues, que es en la historia donde Hegel ha descubierto, o creído descubrir, la dialéctica. En la historia contemporánea, en la revolución francesa. La salida del callejón se la sugieren siempre al pensador los acontecimientos, al pensador con la despreocupación radical de lanzarse al fondo de ellos, como Empédocles al Etna, pero sin dejar ni las zapatillas. Esta es la única angustia respetable que puede dar origen a la metafísica. No la angustia de la nada sino la del todo. ¿Por qué, más bien, este todo y no otro? ¿Por qué este mundo, más bien, y no otro? Sin la dialéctica, sin esa continua aparición creadora del espíritu, sin sus irrupciones mataforsea- doras, no hay lugar legítimo para la revolución en la historia. Hay un momento en que el mundo de los hombres no deja paso a la razón y esta lanza su ultima ratio, levantándose con todo. No cabe pensar, en ese momento, que no hay sino darle la razón que le sobra. La historia es un campo
lleno no sólo de ruinas sino de escombros. Nadie más pesimista y, sin embargo, y por eso, más optimista que Hegel. La emoción sagrada de un Lucrecio ante la naturaleza la encontramos en Hegel ante la historia.
A los diez años de su muerte, como nos dice Engels, el hegelianismo aparecía, o desaparecía, como una filosofía no sólo pretérita sino decrépita. Nadie la entendía. No se atribuya a su modo abstruso. Actualmente tenemos filosofías bastante más abstrusas que, a los pocos meses, están ya de moda. No; había una dificultad radical y radical, precisamente, porque la revolución hegeliana afectaba a lo más tradicional e inveterado del hombre: la lógica. El principio de contradición no es ya ese arma terrible que deja muerto al adversario y al vencedor, porque si destruye el argumento de aquél no le da a éste ninguno nuevo; sino que será —la negación superadora de la negación, la Aufhebung— el pensamiento mismo en marcha, siguiendo la marcha del espíritu en el mundo de la naturaleza y de la historia. Hegel lleva a la lógica, como no podía menos, el movimiento mismo descubierto en la historia, el movimiento del espíritu universal, que es el mismo del espírituto absoluto, del logos. Esto se dice pronto, pero ¡todavía está costando a los hombres discurrir al son de esa marcha!
La naturaleza es la piedra de toque de la dialéctica, nos dice Engels y, efectivamente, en su Dialéctica de la Naturaleza pone a prueba, con un toque largo, el valor científico de la dialéctica. En su excelente prólogo trata de hacernos ver cómo, poco a poco, los descubrimientos científicos, desde la genial intuición cosmogónica de Kant hasta la teoría de la evolución, van inculcando en los hombres de ciencia esta manera de contemplar el mundo en perpetua evolución disolvente de cualquier elemento metafísico consistente. Pero en su introducción al Anti-Dübring y en el prólogo primitivo podemos recoger algunas afirmaciones en que se le escapa la verdad de que ha sido la filosofía, más concretamente la filosofía alemana, y más concretamente al querer explicar el caos aparente de la historia, la que ha elaborado el pensar dialéctico, Que encuentra resistencias en la cabeza de
los científicos imbuida de concepciones mer tafísico-mcanicistas que remontan a Bacon. Por eso les aconseja el estudio de la historia de la filosofía para, de este modo, desarro- llar sus facultades teóricas y abarcar dialécticamente el cúmulo de las observaciones empíricas.
No; la dialéctica ha venido de la historia; este es el hecho histórico. Como también lo es que la lógica de Aristóteles se calca en la naturaleza viva, en el parentesco discreto de las familias naturales. Ya nos dijo él que, para conocer la naturaleza, no hubo más remedio que inventar el concepto. No hubo más remedio porque la naturaleza es puro devenir. Y si se quería conocerla era menester aquietarla. Por eso la potencia y el acto se aquietan lógicamente, instrumentalmente en el concepto: en el fin cristalizado de los seres y de las cosas. Empédocles, con sus cuatro elementos, prometía a sus conciudadanos sosegar los vientos y agitar las lluvias. Sócrates, al inventar el concepto, prometió a los hombres que, si se conocían, podrían dominarse, ser buenos. Sócrates dió su vida por la lógica de Aristóteles.
La ciencia nace para prevenir —el desinterés contemplativo no es más que una añaganza metódica— y, para prevenir, le busca las intenciones a la naturaleza: fina- lismo. Para prevenir construye y, para construir, supone la existencia de elementos discretos. Para prevenir cuenta y, para contar, nos dice que la naturaleza está escrita en caracteres matemáticos. Ni en el concepto aristotélico germina la contradicción ni los elementos permiten el proceso ni las matemáticas, según Hegel, marchan dialécticamente. Siendo la naturaleza devenir, o se comulga con ella, con Heráclito, o se la niega, con Platón, o se le buscan las formas con Aristóteles. Los modernos la construyen con la masa y el movimiento. Con finalidad o sin ella, como dice Bergson, el esquema científico es siempre el de un sistema cerrado teóricamente determinable. La naturaleza es como es; sus modificaciones no son más que repeticiones, su movimiento no es más que un movimiento circular (Hegel). Kant, que empieza su carrera filosófica con su hipótesis de la nebulosa, la corona haciendo el diagrama del
pensamiento mecánico del mundo. Hegel, que sistematiza el pensar dialéctico, considera como “ideas nebulosas" "el nacimiento de le» organismos animales más desarrollados a partir de los inferiores". La naturaleza coarta, siempre, el vuelo dialéctico. Schelling, renuente, torna que torna en la “identidad de los contrarios". Adam Mül- ler, su discípulo, atraviesa su época hasta llegar a la edad media y quedar en ella he- racliteando. Nietzsche, y su evolucionado superhombre, se consuelan con el eterno retorno.
Este gazapeo del pensamiento naturalista lo vive nuestra época con la idea de progreso. Ya vimos su origen en la técnica. Para los progresistas Hegel es un conservador y, para los revolucionarios, un verdadero progresista porque ha superado la idea estática del progreso. ¿Cómo se le ha ocurrido a Marx su materialismo histórico? ¿Contemplando el avance de las ciencias? Esto podría hacernos creer lo del “socialismo científico". Sin embargo, mientras que el nuevo giro de las ciencias naturales sólo había podido imponerse en la medida en que la investigación suministraba los materiales positivos correspondientes, bacía ya tiempo, mucho tiempo, que se habían revelado ciertos hechos históricos que imprimieron un viraje decisivo al modo de enfocar la historia (Anti-Dübring, introducción). No olvidemos, tampoco, que el desarrollo dialéctico de la economía capitalista, descubierto por Marx, ha sido interpretado muchas veces con una mentalidad cientista, positivista, y hasta podríamos decir que "socialista", como un proceso mecánico más o menos fatal y previsible en él que no se le reconoce a la voluntad humana, a la conciencia humana actuante, su parte tan decisiva.
En la naturaleza, nada nuevo debajo del sol, aunque nazcan nuevos soles y se apaguen viejas estrellas. Con el hombre la naturaleza se pone de pie y echa a andar. Este sentido recogemos hoy de aquellas hermosas palabras de Herder: así como la flor cerró, levantándose, el reino subterráneo de lo inorgánico, así el hombre se yergue sobre todos los animales encorvados fiada la tierra. Con la mirada hacia arriba y las manos levantadas, está ahí como el
hijo de la casa, esperando la llamada del padre. El hombre se pone en pie y el mundo, todo el mundo, echa a andar bajo sus plantas. Se rompe el movimiento circular y sale el hombre disparado por la tangente. No, como diría Kant, a la conquista de la libertad contranatural en una infinita aproximación asintótica, sino a continuar la historia cerrada del mundo trayendo a él cosas nuevas. Naturaleza y cultura no se oponen sino que se continúan y complementan incesantemente. Diríamos que el hombre se ha puesto en pie no para andar sino para volar, pero como Anteo. La monstruosa esfinge le cierra constantemente el camino con sus enigmas. El hombre los resuelve con una lección de cosas. Como dice Marx, el hombre, con su trabajo, cambia la naturaleza misma, la enriquece y prolonga. La sociedad y la cultura se convierten en naturaleza cuando se involucran en un movimiento circular de repetición y entonces, para dominarlas, hay que responder a las preguntas que nos hacen, que hacen respectivamente al pueblo y a la filosofía. La sociedad es la primera respuesta que el hombre dió y sigue dando a la naturaleza, es la primera de todas las cosas nuevas. Cuando la sociedad se naturaliza, cerrando la salida a la superación, convirtiéndola en repetición, el pueblo la desnaturaliza abriéndole una salida. La cultura es la segunda respuesta y cuando la cultura se naturaliza la filosofía se encarga de desnaturalizarla. Pueblo, en esta acepción, viene de poblar, poblar humano sin sociedad, carne viva de sociedad, una especie de ciudad de Dios invisible dentro de la ciudad. Filosofía, en este respecto, viene de amor al saber, al saber a qué atenerse para saber qué hacer. Pueblo y filosofía aseguran la renovación de la historia humana, su desnaturalización.
En el segundo capítulo de su Feuerbach, discutiendo Engels la gran cuestión de toda filosofía y especialmente de la filosofía moderna, la de la relación entre el ser y e' pensamiento, viene a definir a los materialistas, como aquellos que admiten 1* eternidad del mundo, la prioridad de la naturaleza sobre el espíritu. Pero, colocado el problema dentro de "la gran cuestión . la de la “relación entre el ser y el pensamiento”. no había manera de salir de la
dualidad y contra el espiritualismo, no propiamente contra el idealismo, tendremos un materialismo, más o menos dialéctico, y perfectamente histórico, en el que la conciencia es un dato secundario, derivado, porque es el reflejo de la materia, el reflejo del ser. Tenemos, otra vez, la dualidad reflexiva del espejo, en la que nuestro conocimiento de las leyes de la naturaleza, verificadas por la experiencia, por la práctica, tiene un conocimiento válido, y la significación de una verdad objetiva. La cuestión de cronología se ha convertido en cuestión de categoría. Dialécticamente parece que tendría que ser que la conciencia es una nueva realidad en el mundo, con más superaciones en su haber que las realidades anteriores. Es verdad que no es la conciencia la que hace la existencia sino ésta la que da origen a aquélla, pero precisamente cuando la existencia está en quiebra es la 'conciencia, la conciencia de las necesidades del momento, la encargada de fabricar la nueva existencia. Porque no se trata de una conciencia para la verdad sino de una realidad para otras realidades. Realidad verdaderamente dialéctica porque no repetido-
• ra. Porque el mundo, no hay que olvidarlo, tuvo su historia pero el hombre la tiene y, como dice Engels, no vivimos solamente en la naturaleza sino también en la sociedad humana y esta última tiene también, no menos que la naturaleza, la historia de su desenvolvimiento y su ciencia. Porque ni la teoría de Laplace ni el descubrimiento de la célula, ni la transformación de la energía, ni la teoría de la evolución, ni la desintegración de la materia nos han revelado la dialéctica, la dialéctica idealista ó la dialéctica materialista, sino, en ambos casos, la historia. La historia de las sociedades humanas.
Ya hemos dicho que la sociedad es la primera respuesta que a la naturaleza da el hombre. La primera pregunta que la naturaleza hace permanentemente al hombre, el enigma monstruoso, es el de su subsistencia. Esto quiere decir que, fundamentalmente, la sociedad es una estructura económica, que tiene que cambiar cuando, por la acción de la cultura del hombre, ha cambiado también la naturaleza. Como dice Rousseau, nació la sociedad cuando un hombre dió trabajo a otros, que podía alimentar, para que trabajaran por él. Y nació al mismo tiempo la cultura, con la explotación del hombre por el hombre. Desde entonces la sociedad, el pueblo y la filosofía se están debatiendo con este cordón umbilical que nos une a la naturaleza: el reparto o la división del trabajo. Hoy tenemos más división del trabajo que nunca y, por consiguiente, más cultura y más explotación que nunca. Hoy, por muy idealista que se sea, no se puede cerrar los ojos a la primordial estructura económica de las sociedades civilizadas. Pero la conciencia no es un reflejo objetivo de esa realidad económica sino, más bien, su conciencia actual, real, una realidad en existencia relación dialéctica con esa realidad económica. Destinada, por tanto, a dominarla y cambiarla, para luego cambiar ella y así sucesivamente. Que como el conocimiento de la naturaleza es un camino para andar por ella y no un entrañamiento, así el conocimiento de la sociedad y de su cultura es un camino para andar en ella, para cambiarla. Y aquel conocimiento será verdad, es decir, aquella conciencia tendrá realidad, que sea viable, que indique a la sociedad el camino que ésta habrá realmente de seguir si quiere, en general, seguir.
L A H I S P A N I D A D A L D E S N U D O
Inevitablemente este imperio tiene significado territorial. Exigimos las tierras descubiertas y conquistadas por nuestros conquistadores y que nuestros misioneros bautizaron con claros nombres españoles, nombre que los piratas no pueden pronunciar y que recibirán en breve el honor de reintegrarse a nuestro imperio. Demandamos las tierras donde abundan los olivos cultivados por los españoles de Levante. ¿Es necesario que digamos que ya hemos luchado por este imperio? ¿Es necesario recordar que hemos derramado suficiente sangre española por tal empresa?
Editorial de Informaciones. Madrid, 7 de junio de 1940.
E L P A R A I S O E N E L N U E V O M U N D O D E A N T O N I O D E L E O N P I N E L O
Por Juan LARREA.
Prendido en el amor de América, Antonio de León Pineio no vivió desde su regreso a España (I) sino por y para el Nuevo Mundo. Hombre de letras, "el hombre de letras más notable de su época” al decir de Bartolomé Mitre, durante los largos años de su función en el Consejo de Indias dedicó la mayor parte de sus horas a leer impresos y manuscritos, espigar documentos, compulsar crónicas, recoger materiales relacionados con el continente nuevo, a clasificarlos por materias y dentro de ellas por el orden más racionalmente lógico organizando así diversas obras que acabaron por conquistarle un justo renombre coronado, por fin, con el título de Primer Cronista Mayor de Indias. De esta suerte nacieron, entre los numerosos títulos que la americanística le debe, obras tan famosas como la Recopilación de las leyes
(1) Bien en 1619 como quiere José Toribio Medina, bien 1622 como se afirma en su primer Memorial
Para la biografía de Antonio de León Pineio consúltense principalmente: Manuel Mendibvru, Diccionario Histérico-Biográfico del Perú, T. VI. Lima, 1885; 1G. Rene Moreno], Bibliografia Peruana, T. I. Santiago de Chile, 1896; y sobre todo, José Toribio Medina, Biblioteca Hispano- Americana, T. VI con las importantes adiciones contenidas en el T. VIL Es este el estudio biográfico más completo consagrado hasta la fecha a nuestro autor.
Contra la creencia fundada en las afirmaciones del interesado, sostiene Medina que León P¡- nelo no fué natural de Valladolid sino de Lisboa. La hipótesis es verosímil aunque no tan evidente quizá, si nos atenemos estrictamente al conjunto de datos que hoy se conocen, como pretende Medina, quien, por otra parte, comete un error de bulto al afirmar que la familia de León Pineio "babia abandonado ya Valladolid y trasladádose a Madrid por lo menos desde 1601" (pág. XCVI). No tuvo en cuenta Medina que en ese año Felipe III trasladó la Corte a Valladolid y que, por tanto, Pineio que en esta ciudad vivía, estuvo en la Corte en- esa fecha sin haber pisado Madrid hasta su regreso de América, o sea veinte años después (1624).
de las Indias y el Epítome de la biblioteca Oriental y Occidental que le hizo acreedor al dictado de príncipe de los bibliógrafos americanos.
Ninguna de estas y de las otras sus obras conocidas es, sin embargo, la que consumió la parte más acendrada de sus desvelos. Sin temor alguno puede hoy afirmarse que Antonio de León Pineio concentró su mayor entusiasmo, todo el entusiasmo compatible con su temperamento de gran erudito, en una obra elaborada durante varios lustros (1), trabajada con paciencia de lapidario en torno de una idea central, de una idea fija, generosa y considerable por muy desatinada que actualmente nos parezca. Tesis de verdadero enamorado que no veía sino por los horizontes de América, que no sentía sino por sus caudalosos ríos, por sus bosques dilatados, por su naturaleza libre, exuberante, promisora, por el efluvio enajenador que de su tierra se desprende. Como los sonetos que el Petrarca consagró a Laura, León Pineio fué cincelando platónicamente los doctos capítulos de su Paraíso en el Nuevo Mundo, historia natural y peregrina de las Indias Occidentales, hasta formar dos gruesos volúmenes en folio. Quijotismo, sin duda. Del auténtico. Del que presupone la existencia de un foco pasional vivificante al que ni duelen prendas ni detienen sacrificios. Quijotismo de la mejor época con su natural ceguera apasionada que le llevó a sostener que el Paraíso Terrenal del Génesis estuvo situado en América de donde, en los días del Diluvio, partió el Arca que depositó en tierras asiáticas el germen su-
(I) En el fol. 249 vv del ms. de Madrid se lee: “en este año que core de MDCXL1I1”, y poco más adelante: “y este año de quarenta y siete en que escrivo esto". La impresión del aparato es de 1656. La terminación de la obra no debió ser muy anterior.
perviviente del genero humano. Esta idea peregrina que, como se verá después, no era original suya, polariza todos los conocimientos que integraban su vasta erudición los cuales se organizan complejamente en un universo regido por la tesis central. Cuanto esta tesis tiene de "peregrina" se compensa en la confección de la obra con el rigor de la estructura lógica, pretendiendo así, por la perfección de lo accesorio, justificar la realidad de la hipótesis. Con esa finalidad no vacila en someter los elementos que la constituyen a toda clase de elaboraciones mentales, forzándolos lo preciso hasta encajarlos como en un mosaico cuya superficie reflejara de modo convincente la tesis referida. León Pinelo ofrendó al objeto de sus entusiasmos no sólo los tesoros sentimentales nacidos directamente de su evocación personal, de lo que vió y sintió en sus mocedades americanas y de lo que después había leído y oído sobre tales materias (1), sino aquellos otros hereditarios propios de la cultura a que pertenecía, imantados nostálgicamente hacia la existencia de un paraíso pretérito que, como él América, la estirpe humana había perdido. De este modo identificaba en un solo punto las dos corrientes, la personal y la genérica, atribuyendo al nuevo continente la propiedad de la inocencia primitiva y con ella la suma de felicidades paradisíacas sin duda las más altas que hasta entonces el entendimiento humano había sido capaz de concebir. ¿Disparatado? Así debieron creerlo sus contemporáneos que pese al gran aprecio que tuvieron por la erudición de León Pinelo, se resistieron a compartir su aventurada hipótesis. Sacó León Pinelo las licencias de los Consejos de Castilla y de Indias (2), imprimió el "aparato” com-
(I) León Pinelo, llevado por sus aficiones continentales, se relacionó con no pocos americanos instruidos. Conocida es la amistad que sostuvo con Juan Ruiz de Alarcón, de quien fué ejecutor •estamentario: (Ve. Luis Fernández Guerra, Don
e -n n ? Piarcón y Mendoza.). Pido excusas al lector por no facilitarle el
xto i d esjos y otros documentos relacionados con el Paraíso en el Nuevo Mundo, que yo sería
primer interesado en conocer. La guerra civil Panola interrumpió la investigación que llevaba
tr><.Cab° e impidió que llegaran a mi poder los da- l0S que tema solicitados del Archivo de Indias.
puesto de la portada (Fig. 1) y de las tablas o índices, hizo constar las promesas de “un gran ministro" de costear su impresión, más no logró pasar de ahí. León Pinelo murió sin ver impreso su monumento apologético que no tardó en hundirse en el olvido. Hace ya de esto cerca de tres siglos y el Paraíso en el Nuevo Mundo no sólo continúa inédito sino que no ha sido aún ni descrito a fondo ni estudiado.
Las cosas se nos aparecen hoy bajo distinto aspecto. El Paraíso en el Nuevo Mundo si no puede pretender ser la obra más útil de León Pinelo, sí debe, en cambio, ser considerada en cierto modo como la más importante de sus creaciones. Dejóse en ella arrebatar por un anómalo lirismo de especie erudita, enajenándose para dar forma a la inmensa cantidad de promesas que ante los ojos humanos, semienvueltos todavía en las tinieblas medievales,'proyectó la presencia viva de nuestro orbe terráqueo y su presea capital el Mundo Nuevo. Difícil es para una mentalidad moderna imaginar la hondísima transformación que operóse por entonces en la conciencia de los vivientes. El caos interior de sus ignorancias vióse de repente intervenido por la horma de la realidad, obligado a adoptar formas intermedias, transaccionales, en las que se trata de conciliar el conocimiento objetivo con las ideas madres que la conciencia subjetiva heredó de los confines del pasado. Son muy numerosas las obras en que se refleja un mismo afán de encontrar explicaciones, de establecer nexos entre la llamada revelación sobrenatural y esta otra revelación revolucionaria de la historia con su aporte de presencias incontrovertibles. Podría decirse que esta época que desde entonces dura, aunque no nos falten hoy razones para suponer que se encuentra en sus postrimerías, se caracteriza por la irre- ductibilidad de ese dualismo, por la coexistencia de esas dos orillas de lo subjetivo y de lo objetivo que encauzan el curso de las humanas generaciones o, si se prefiere, de ese oxígeno y de ese hidrógeno que al mezclarse crean el elemento que la conciencia puebla con las entidades de su vida animada.
En este sentido quizá no exista obra más plena, más acabada y perfecta que esta Historia natural y peregrina. En un esfuerzo tan conmovedor, por lo inútil, como los realizados modernamente para conciliar a la letra los dictados de la ciencia con los de la fe, la clara inteligencia de León Pi- nelo y su tendencia al orden y a la clasificación recogió todos los datos concordantes que la tradición religiosa y los nuevos conocimientos le brindaban, sometiólos a una trabazón rigurosa agrupados en series de coincidencias acusadas por la necesidad de comprender el todo de un modo unitario, metodizando así, en tomo de su tesis, grandes fracciones de la nebulosa humana, todo ese enjambre de elementos vivos echados a volar en aquella sazón histórica. En seguida veremos cómo esa operación no es tan caprichosa como a primera vista parece. Al contrario, es el fruto de una constante que actúa así en todas las ocasiones. La mentalidad que pudiéramos llamar colonial que se produce en América a raíz de la conquista es resultado de idéntico proceso. Así como las formas plásticas eoncilian en un estilo artístico intermedio los aportes europeos y americanos bajo el signo, naturalmente, del elemento más fuerte, así se conservan obras del pensamiento en las que la memoria indígena, tratando de justificar su pasado de la misma manera que la occidental el suyo, vertió sus materiales en el molde que le presentaba la tradición conquistadora. De esta suerte nacieron, por ejemplo, numerosas leyendas cristianas en América, sólo posibles si se dan por buenos los más arbitrarios entronques, obedeciendo a una ley natural de afinidades y concordancias que dan pie a la fantasía para fraguar raros fantasmas circunstanciales.
A este mismo proceso, a esta misma tendencia a aunar las cosas, a establecer nexos, a formar síntesis intermedias, rindió tributo la mentalidad occidental tratando de comprender en visión conjunta, conchándolos, el mundo subjetivo de las grandes creencias con el objetivo que, al darle a conocer la realidad, la historia en aquel momento le imponía. No hay tratadista americano en los siglos XVI y XVII
que no muestre, en mayor o menor escala, indicios de este proceso psicológico propio de la naturaleza pensante. En este orden de ideas El Paraíso en el Nuevo Mundo puede considerarse como un verdadero arquetipo. Libro de época, trabajado con la esmeradísima perfección de una piedra preciosa, constituye un auténtico exponente de los tiempos aquellos en que, dentro de España y en el orbe, la presencia del Nuevo Mundo provocó una fuerte erupción de savias intelectuales que acabaron por cuajar en un fruto sazonado. ¿Y acaso la materia intelectual será menos noble que la madera, el barro, el bronce, de modo que un mueble, un plato vidriado, una figura, despierten subido interés mientras una obra como El Paraíso en el Nuevo Mundo permanece inédita? Sin embargo, la coordinación de complejas armonías, el juego de la baraja de facetas, la proporción de sus partes, muestra en ella tan exacta perfección formal como el más seleccionado objeto salido de las manos del hombre.
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No puede decirse, empero, que El Paraíso en el Nuevo Mundo sea una obra bibliográficamente desconocida. Son varios los autores, como consta en el Anejo 1, que han hecho mención de ella, ventura excepcional tratándose de un libro manuscrito. Ha beneficiado siempre de un halo de leyenda. Se ha sospechado en diversas ocasiones que contenía algo considerable. Pero después de haberle dado mil vueltas, de haberla contemplado desde todos los ángulos sin descifrar el enigma, se ha optado siempre por volver a dejarla en su sitio.
La accidentada historia del manuscrito le presta una personalidad en el mundo de la bibliografía. En 1656 se imprime el aparato. Fallecido su autor, el manuscrito original debió ir a parar a la biblioteca de Barcia si se acepta el testimonio del Epít0' me de la biblioteca Oriental y Occidental que así lo expresa. Se creyó más tarde, a causa del aparato e índices, que había sido publicado. A mediados del siglo XVII aparece repentinamente el manuscrito eo poder del diputado e historiador peruano
Fig. 1— Portada del “aparato”(Archivo Histórico Nacional de Madrid)
Fig. 2.—Mapa de América del Sur, según el ms, de León Pinelo
rrespondencia inédita relativa a esta copia realizada el año 1779 por Don Josef Sobrino y Manxón, Oficial de la Contratación a Indias en Cádiz (Ve. Anejo 2).
Devuelto el manuscrito original a Llano Zapata no tarda en desaparecer sin dejar rastro. Hace falta que transcurra un siglo para volverlo a encontrar, esta vez en la biblioteca de Salvá de la que pasó a la de Ricardo Heredia, comte de Benahavis, siendo subastado públicamente en el Hotel Drouot de París en 1893 y, no habiendo encontrado comprador, de nuevo al siguiente año, ignorándose las manos en que desde entonces se encuentra. En el Anejo 1 se reúnen los documentos concernientes a estas idas y venidas.
El manejo y estudio del manuscrito original nos está, pues, vedado, mientras no se averigüe su actual paradero. Pero tenemos, en cambio, la admirable copia que tan desinteresada como oportunamente hizo sacar la loable previsión de Llano Zapata, copia ejecutada “para el Rey” con el más acabado esmero y que, en principio, puede tenerse por enteramente exacta. Forma en ¡a actualidad parte de la Biblioteca del Palacio Nacional de Madrid y se halla consignada en el catálogo Manuscritos de América de Jesús Domínguez Bordona aguardando el día en que pueda ser confrontada con el manuscrito original. Este es el ejemplar que hemos manejado. (1)
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José Eusebio Llano Zapata quien lo había recibido en Buenos Aires como obsequio, en el año de 1753, del Arzobispo de los Charcas o Chuquisaca, Don Cayetano Mar- cellano y Agramont. Suponía Llano Zapata que León Pinelo debió enviar el original a su hermano Diego, Oidor de la Audiencia de Lima, suposición difícilmente conciliable con la noticia de que había estado en la biblioteca de Barcia. A no ser que en ésta figurara únicamente el aparato con los índices, tesis que no parece imposible, o que fueran dos los ejemplares manuscritos. Llano Zapata estudió a fondo la obra dejando de ella varias referencias en sus impresos Preliminar y cartas y Breve colección de varias cartas (1) tocante la de este último al capítulo XI del Libro V dedicado a la descripción del Río de la Plata, Argentino o Paraguazú, las cuales han corrido posteriormente de bibliografía en bibliografía. En especial debió utilizarlo, según confesión propia, para la composición de sus Memorias Pbísico Químicas cuyo primer tomo vió, por fin, la luz en 1904 en la ciudad de Lima. Llano Zapata tenía por El Paraíso en el Nuevo Mundo una gran veneración, no por la tesis o sistema que le sirve de esqueleto “que no pasando los términos de unas vanas conjeturas, se ha quedado en los límites de una roerá paradoxa”, sino a causa de las noticias de varia procedencia que recubren ese esqueleto, mejor, de la materia histórica en que la tesis se modela. Por la insistencia de Llano Zapata conoció El Paraíso en B Nuevo Mundo, durante algunos años, la curiosidad de las personas cultas. Fué por entonces cuando el historiador peruano, afanoso de perpetuar el contenido de la °bra, de salvarla para los estudiosos de la posteridad, la ofrece, extremando precauteles, al Consejo de Indias a fin de que este mande sacar una copia fehaciente, co- roo así fué en efecto. En el Archivo Histó- nco Nacional de Madrid existe una co-
(1) Relación y cartas que precede al Tomo 1 e las Memorias Histórico-Physicas, Crítico-Apo- °geticas de la América Meridional. Su autor Don
Joseph Eusebio Llano Zapata. Año 1759. Cádiz. .8- 65. Breve colección de varias cartas histó--
nco-crítico-juiciosas.. . Su author D. loseph Eu- *b>o Llano Zapata, Cádiz 1764. Pág. 77.
Nada mejor para darse cuenta sustancial de esta obra que contemplar el mapa que la ilustra (Fig 2). Aparece en él América del Sur, Ibérica como León Pinelo se obstina en llamar siempre al Nuevo Mundo. Destaca en su centro el jardín del Edén o Paraíso Terrenal, Locus voluptatis, regado por los cuatro grandes ríos: Amazonas. Argentino o Plata, Orinoco y Magdalena. La región correspondiente al norte del Brasil y a Colombia y Venezuela se rotula Habitatio filiorum hominum y la costa del Pacífico Habitatio Filiorum Dei. En la re
d i Vo. su descripción en el Anejo 1 donde se trascribe la que de él hace en su catálogo Jesús Domínguez Bordona.
gión ocupada actualmente por el Perú se ve pintada el Arca de Noé y marcado el camino que emprendió en tiempos del Diluvio. El mito se ha organizado con voluntad de exactitud científica. El amor todo lo puede.
El hallazgo de esta sugestiva tesis no pertenece, como antes se dijo, a León Pi- nelo. La deformación profesional inherente a su oficio de erudito le hubiera impedido quizá, con su natural insuficiencia imaginativa, concebir tesis tan arriesgada. Mas no necesitó crearla puesto que se la dieron hecha como él mismo lo declara en el párrafo que se transcribe a continuación, (Lib. II, cap. II, fol. 118 v.) en el que figuran las referencias pertinentes con esa minuciosidad, con esa honradez científica tan moderna que caracteriza sus escritos:
Esta pues nueva aunque antiquissima opinión de que el Paraíso baya sido en el Nuevo Mundo, sin explicarla ni aplicarla a la de S. Efrén, han tocado y referido Autores graves. El primero que tuvo este pensamiento fue el primer Descubridor del Nuevo Mundo el Almirante Don Cbristoval Colón, como explicaremos (a) quando tratemos de los Ríos, y del motivo que tuvo para tan nuevo discurso. Hicieron mención desta Opinión, Franco. López de Gomara (b), Martin del Rio (c). Antonio de Herrera (d), doctor Don Juan de Solór- Zano (e), el P. Josef de Acosta (f), Fr. Tomás de Maluenda (g), Laurencio Beierluic (b), ibi Alii in America Cornelio ¡ansenio (i). Obispo Iprense, Leonardo Mario (k), Cornelio a Lapide (l), y D. Femando Montesinos (m), que en la dedicación del Auto de la Fe celebrado en Lima el año de seiscientos y quarenta, empieza así: “Dos Autos de la Fé los mayores se han celebrado en la América. El vno hizo Dios primer Inquisidor contra la apostasia de Adán y Eva, en el Tbeatro del Paraíso" y se remite a la Historia del Paititi (n), que aun no ha salido a luz. Fr. Claudio de Abevile (o), Religioso Capuchino que citaremos varias veces, y el P. Nicolás Abramo (p).
(a) Infra lib. 5. (b) Lib. I, bist. de ¡as Ind. (c) In Adas, sacr. to. I. adg. 709 p. 378. (d) Hist. de las Ind. Dec. I. lib. 3. c. 12. (e) Lib. I de Ind. lur. c. 7. au 7. ( f) Lib. 2. bist. nat. de Ind. c. 14. (g) De Paradiso d. c. 9. (b) In Tetbro. vit. huma. lit. P. ver. Paradisus. pág. II. (i) In Per.- teteuco pág. 31 (k ) In Script. c. 2. Gen. v. 8. p. 25. (I) In Gen. c. 2. ( m) En la dedic. del Auto de 1640. (n) Lib. I. c. 14. (o) In oper. Crono- graph. pág. 78. colp. 2. (p) Lib. 2. Phari vet. testam. c. 4.
La tesis del Paraíso en el Nuevo Mundo es tratada por León Pinelo observando los
rigores logísticos de la más severa técnica escolástica. De este modo pretende transmitir su evidencia personal. En el Indice que más adelante se transcribe, se comprueba esa extraña tentativa de urdir la prueba al modo envolvente de una tela de araña en la que quede prendido el pensamiento. Las hipótesis probatorias se suceden girando siempre en torno de la idea madre sin temor a deformar, llegado el caso, sus equilibradas órbitas. La muchedumbre de sus conocimientos se da cita allí en modo compacto tratando de casarse unos con otros, de encontrar sus parejas o noticias complementarias. Hallan en sus páginas cabida las historias fabulosas de gigantes, las leyendas aportadas por los primeros conquistadores tal como constan en las crónicas de la época, las noticias de “todas sus bellezas y maravillas naturales, dando cuenta de las producciones de aquellos fértiles países; así es que describe sus árboles, plantas, drogas, habitantes, animales, minerales, piedras preciosas, aguas, cuevas, grutas, edificios y obras memorables de los antiguos peruanos y mejicanos. (1)
En el mapa figura, como hemos visto, el lugar de donde zarpó el Arca de Noé en los días del Diluvio. Puesto a precisar esta clase de detalles no podía dejar de identificar León Pinelo el famoso árbol del Bien y del Mal proveedor de la fruta prohibida: el plátano, aunque para hacerlo le haya sido preciso desechar subrepticiamente el origen no americano de esta planta. El pensamiento psicoanalítico hubiera encontrado en esta identificación, corroborada en realce por la forma del Locus voluptatis, en plena selva virgen, una trasposición particularmente sintomática del verdadero enamoramiento de este erudito, prisionero en la red reveladora de los símbolos. Mas este amor da como consecuencia que no se limite Pinelo a la exposición de su tesis sino que se lance después peregrinamente a la libre rememoración de los encantos de la Dulcinea de su quijotismo, de sus fuertes seducciones, engarzando en el aderezo que pudiéramos quizá atribuir a la sublimación de la libido, cuantas noticias le
(1) Catálogo de la Biblioteca de Salvó, Vol II, pág. 404.
producen una satisfacción interior placentera. Singular, extrañísimo Cantar de los Cantares. León Pinelo se recrea exaltando no sólo la hermosura de la naturaleza americana sino que se complace en reproducir aquellas noticias fantásticas, a todas luces imposibles, que a sus ojos consagran la divinidad, el carácter extranormal de su amada Ibérica. Algunos de los capítulos, en especial aquellos finales dedicados a la descripción de los cuatro grandes ríos, pudieran considerarse, en cierto modo, como los cantos de un poema erudito, la correspondencia, si se nos permite el recuerdo, con los de aquel Paraíso Perdido en que era directa materia poética lo que aquí es seca, desabrida erudicción. Así el juglar que no sabía de oraciones hacía sus malabarismos ante el altar de la Virgen. No deja Pinelo, como es lógico, de situarse a sí mismo en América, evocando los días felices que allí pasó, siempre que puede incorporar su personal testimonio al cuerpo de doctrina (1).
Al propio tiempo acumula, y este es otro de los aspectos de interés que ofrece actualmente el Paraíso, una serie de datos tomados de los cronistas e historiadores sobre monumentos y antigüedades principalmente mexicanas y peruanas, sobre los indígenas, sus costumbres e industrias., . Estos datos proceden en general de fuentes conocidas: Gomara, Herrera, Oviedo, Acosta, mas sucede también que se sirve, reproduciéndolos, de textos desaparecidos. Tal ocurre, por ejemplo, con los Notables del Perú de Felipe de
(1) Dos veces, por lo menos, hace referencia a su persona. En el Lib. V, cap. XII, se contiene el dato biográfico relativo a la entrada de León Pinelo por el Plata, citado por Llano Zapata y reproducido por todos los biógrafos: ‘‘El año de 1604 entrando yo por este Río [de la Platal rodee toda la Isla [de Maldonado] porque desde mis primeros anos fui inclinado a saber y a investigar con atención lo que otros pasan sin ella”. La segunda referencia consta en el Lib. II, Cap. XII, foL 201 w y es inédita: “En Tucumán quatro o cinco leguas de la Ciudad de Córdova en la Sierra que se descubre acia donde llaman Salsi- puedes, nai vna Losa o Peña en la misma Sierra, cerca de vna Cueba que en ella se hace en que están impresas vnas huellas según me acuerdo haverlo oído en aquella Ciudad, donde mis Padres fueron Encomenderos, y yo me crié; aunque nunca vi las huellas, porque los pocos años no atendían a tanta curiosidad.”
Pamanes registrados en el Epítome de la Biblioteca Oriental y Occidental (1) a que Pinelo hace frecuentes referencias, aunque sea preciso confesar que lo disparatado de los trozos reproducidos es generalmente de tal magnitud que no permite abrigar excesivas esperanzas sobre el valor documental de las noticias contenidas en tan fabulosos relatos. Habla en ellos, por ejemplo, de una culebra que medía 208 pies de longitud; de una laguna de agua casi hirviendo con peces negros que morían en el agua fría; de un oso que tenía cópula con dos indias, etc. (2). Lo que demuestra que nuestro autor, tan riguroso en la cita y en la estructura de la argumentación, se deja llevar por la misma tendencia que Felipe de Pamanes dando crédito a todo lo misterioso y extravagante en aras de un misticismo que trata de colocar al objeto amado en un plano independiente y superior al cotidiano, en el plano “peregrino".
En otras ocasiones, sin embargo, y sobre todo siempre que se trata de puntualizar datos concretos, su juicio crítico es mucho más certero y exigente. Sirva de ejemplo su modo de comprender las noticias tan contradictorias contenidas en los cronistas acerca del ídolo del sol del templo del Cuzco, rechazando la leyenda que lanzó a los cuatro vientos el P. Acosta sobre la aventura ocurrida al soldado Mancio Serra de Leguízamo. En ese relato se recoge por vez primera una interesante carta del Virrey Francisco de Toledo que continuó ignorada hasta que casi tres siglos después fué dada a conocer por José Toribio Medina. (3) No acaba desde
(1) "Lie. Felipe de Pamanes, Presbítero. Los Notables del Perú, M. S. 4. Es descripción de sus ciudades, con pedazos de historia de que otro no ha escrito.” Epítome de la Biblioteca Oriental yOccidental, pág. 98.
(2) Las citas más interesantes de Felipe de Pamanes se refieren al tesoro del Cuzco y se hallan en los folios 218 w, 221 w, 223 vv 223 v» y 226 v» del tomo I. No aducen sin embargo novedad de importancia. Las otras citas de este mismo autor se encuentran en los siguientes folios del Tomo II: 42 w, 58, 66 v» 96 v», 117, 146 w, 168, 317 y 319. Es posible que se nos haya escapado alguna otra por no haber podido repasar la investigación.
(3) José Toribio Medina, La Imprenta en Lima, Santiago de Chile, 1890. Tomo I, pág. 178.
luego León Pinelo de deshacer todo el error a causa tal vez del mismo Pamanes que siguió insistiendo sobre la forma discoidal de dicha figura. Mas preciso es confesar que no anduvo muy lejos de la verdad. Oigasele cómo se expresa en el Lib. IV, cap. XXV.
''En este Templo estaba la figura del Sol echa de vna gruesa plancha de oro que ocupaba la testera. El P. Acosta (d) y Garcilaso (e) advierten que en la repartición le cupo en suerte esta figura a yn soldado que se llamaba Mancio Serra de Leguizamo, el qual antes que amaneciese el otro día la bavia jugado y perdido; de que se originó el Adagio de Jugar el Sol antes que salga. A que yo añado que esta no era la Figura del Templo Principal, sino de alguno particular (1) ni es posible que a vn Soldado le pudiera tocar Joya tan rica, y de tanto valor como aquella de- vía de ser. Demás que Felipe de Pamanes (f) que alcanzó noticias de ella, afirma que era de Oro maiizo, como vna Rueda de Carro. Y asi lo cierto es que esta figura del Sol, la retiraron y escondieron los Indios, y después la llevaron consigo, los que se fueron con Tito Cusí Inga, a la sierra de Vilcabamba, donde la tuvieron y adoraron, basta que el Virrey Don Francisco de Toledo im- bió gente, y prendió a Tito Cusí que hizo degollar en la plaza del Cuzco; y entonces vino a su poder este Idolo o Figura. Para prueba referiré lo que este Virrey escrivió al Rey Felipe II en Carta que be visto original (a), ‘‘Por esperar (dice) en tan breve la Lizencia de V. M. y poderla yo llevar, no imbio la mejor pieza, que se ba bavido en este Reyno que se recogió y fortificó en esta Provincia (babla de la de Vilcabamba) que Dios dio ahora a V. M . que fué el Idolo del Sol, que estaba en esta Ciudad, (escrive desde el Cuzco) quando se ganó, que dió el culto y Leyes de Idolatria a todas estas mil y quinientas leguas de Infieles; con cuyo engaño, falsedad de respuestas y amparo, estos Ingas sugetaron toda esta miserable Gente: que como lo bailamos■ agora todo en fresco puesto en obra, se sacó más sin dificultad toda la traza y composición que el Demonio ba tenido y tenia con esta Gente. Y cierto que por ser la raíz y cabeza de todos los engaños e Idolos este, y donde ban pendido las demás, me parece que era Paga y satisfacción, que V. M. podia hacer a su Santidad, del cuidado que le mandó tener desto quando encargó a V. M. la conversión destas Tierras. Otras cosas se hallaron con él, y en su casa del Sol, y con los cuerpos embalsamados en que idolatraban y hacían los Sacrificios de Inocentes, que también tengo para llevar a V. M. de que
(I) Para el P. Reginaldo Lizárraga la imagen jugada por Mancio Serra Leguizamo, a que este mismo hace referencia en su testamento, era una plancha que recubría la gran pila de piedra que en su tiempo se conservaba aún en el templo del Cuzco y que modernamente ha sido trasladada a Lima. A ella misma debe referirse el testimonio de Felipe de Pamanes.
creo que V. M. gustará’’. No dice más ni he podido bailar más noticias desta Joya, ni quando se truxo, aunque lo be procurado". (!)."
(d) Lib. 5. c. 12.—(e) Part. 2. 1.3. c. 20.— (f) Notabl. del Perú. AI. S.—(a) Carta de 9 de Oct. de 1572.
Sobre materia simétrica puede citarse en ejemplo de probidad investigadora el siguiente párrafo tocante a los tesoros mexicanos (Lib. IV, Cap. XXIV. fol. 300 v.)t
Y la Villa rica de Veracruz imbió entonces otro (Presente) de que se baila la memoria en los libros Reales (a) del Consejo de Indias, y parece vinieron muchas Preseas de Oro, y vna Rueda grande con la Figura de vn Monstruo en medio, que pesó tres mil y ochocientos Castellanos y fué la mejor pieza que se halló: aunque no tuvo mejor logro que otras, porque trayéndose estos dos Presentes a España en vn Navio pequeño le robó Juan Florín Corsario Francés, como refiere Castillo (b).
(a) Lib. Nuev. España de 1518, fol. 36.(b) Cap. 170.
He aquí, para terminar el muestrario de citas, otro curioso testimonio referente a la boga que por aquel entonces gozaron en Madrid ciertos productos americanos (Vol. II. fol. 25 v.):
De texer pocas Naciones se ban aventajado a los Collas, y otros del Perú, en las finissimas telas de Cumbe que hacen de lana, con buenas labores de dos ases, que es lo peregrino de ellas, no lo siendo menos la delicadeza del texido, sus vibos colores, y mucha duración. En esta Corte bai reposteros, Alfombras, Camas y Sobremesas de Cumbe, que admira su obra, y no habrá en Europa quien la sepa imitar.
¿Dónde irían a parar tales tejidos para que modernamente no se encontrara en Madrid ni el más remoto indicio de su existencia?
(1) Por otras cartas del mismo Virrey y que León Pinelo no debió nunca llegar a ver se sabe hoy que el verdadero ídolo del templo del Cuzco, llamado Punchao, cogido en Vilcabamba, no era una plancha sino una estatua hueca de poco más de kilo y medio de peso. Don Francisco de Toledo, cumpliendo su promesa, lo trajo consigo a su vuelta a España, siendo depositado por algún tiempo en el guardajoyas real para acabar sin dejar rastro, al igual que todas las demás extraordinarias piezas de las Indias, en manos del fundidor. (Ve. Roberto Levillier. A propósito de una carta del Virrey Toledo. Revista del Archivo Nacional del Perú. Tomo II, Entrega III. Lima, 1924. Pags. 499-515.)
CONTINENS PARADISI
Con ser varios los aspectos apuntados en esta breve reseña, interesantes en extremo y dignos por sí solos de llamar la atención hacia la obra que los contiene, existe a nuestro juicio otro mucho más vivo y significante del que se derivan consideraciones de orden sin duda superior: el valor poético del Paraíso en el Nuevo Mundo, libro marcado con la huella directa de ciertas realidades espirituales propias del psiquismo impersonal o colectivo, proféticas si se prefiere.
Permítasenos que, llevados del mismo amor de América que movió a León Pinelo, formulemos a este propósito una tesis en apariencia no menos atrevida que la suya, a su nivel, por tanto. A nosotros también, en este nuevo aniversario del descubrimiento, en esta fiesta del Mundo Nuevo, se nos encrespa el poder de exaltación de que todo hombre participa, con tanta mayor fuerza cuanto que carecemos de razones para moderarlo y sobran, en cambio, las que inclinan a su estímulo. Porque si el comentario ha de alcanzar la altura de la conmemoración a la vez que la del hombre de letras cuya obra utilizamos,. como él hemos de plantar, por encima del andamiaje erudito, la razón imaginativa que lo justifique haciéndolo digno, no sólo de las circunstancias que lo promueven, sino del Nuevo Mundo cuya esencia es la misma que determina nuestra vida.
Caracterízase la psicología humana de este gran ciclo que comienza con los albores conscientes de la historia y que hasta hoy dura, por el antagonismo de la idea de eternidad propia de la sustancia —llamémosla conjeturalmente así—, en que se plasma el instrumento universal de la conciencia, y la realidad pasajera del tiempo a que rinde tributo el cuerpo físico individual en que aquel instrumento se vehicula. Colocada la sensibilidad intelectual del ente humano en el cruce contradictorio de estas dos vías diferentes, propias de lo que pudiéramos tal vez llamar sentidos dimensionales distintos, percíbese dentro del hombre que piensa, como común denominador, un constante malestar debido a la insuficiente correlación que existe entre el deseo íntimo y la percep
ción objetiva. La dislocación de la imagen simultánea de la Realidad en el espejo trinitario del tiempo con su pasado, presente y futuro, que, por más inmediato, es de los dos elementos —eternidad, temporalidad—, el preponderante, impone al psiquismo humano la necesidad de imaginar un mundo no presente que contrarreste aquello que en el presente hay de ausencia, que le sosiegue y equilibre. Automáticamente se forma así en la oquedad de la nostalgia una imagen de otra vida, lo mismo en el terreno del antes y del después, de la sucesión temporal, que en el de su negación, esto es, en el del destiempo absoluto o eternidad. Durante muchos siglos la conciencia humana, por hallarse vinculada a un elemento de gran plasticidad que tiende a guardar la impronta de los agentes que en ella inciden, es decir, en la memoria, vuelta naturalmente hacia el pasado, ve orientarse la nostalgia hacia la lejanía pretérita, suscitando un espejismo de bienaventuranzas: el primordial Paraíso. Se consuela, al modo onírico, gozando de ellas lunar, reflejamente. Siglos más tarde, cuando, a lo que parece, la sensibilidad se hubo refinado por desarrollo del medio imaginativo que la nutre y, desequilibrada, dolorida, por la insuficiencia del presente, no logra contrapesar su desvalimiento con ese liviano lastre del pasado histórico, empieza a concebirse el mito del bienestar futuro. Los ojos nostálgicos del hombre dejan de volverse hacia atrás para mirar delante de él, en el sentido de su marcha que así se hace funcional, afirmativa y sin obstáculos. Bajo estos determinantes se plasma el mito de un mundo futuro más perfecto, el cual, cuando toma cuerpo en una realidad de orden material, asume la especie de tierra prometida, y cuando vencida aquella y vista su- insuficiencia, lo hace en una realidad de orden espiritual, se proyecta más allá de los confines de la vida histórica para corporei- zarse no en la dimensión longitudinal del' tiempo sino en la altitudinal del destiempo o. eternidad. De este modo se fragua la creencia en el más allá celeste correspondiente a la eternidad del alma que informa las religiones occidentales.
Sucede así que la vida humana, limitada al paladeo de un presente imperfecto y en cuya conciencia no obra directamente ni el pasado ni el futuro, debe ser considerada como un viaje transcurrido en un valle de lágrimas situado entre dos paraísos. Sumergida en el presente, la conciencia de ser sufre el dolor de la dislocación, e identificada por la memoria a la vida personal del individuo cuyo modo de comprender las cosas se conforma al fluir material del cuerpo que es su instrumento, se aferra al consuelo nostálgico del pasado o del futuro apoyándose en ellos como en dos muletas que le sirven para caminar dificultosamente. Como los sueños que se forjan en las zonas del subconsciente para calmar las inquietudes del individuo que duerme, evitando que su reposo sea interrumpido, así en la pantalla interior que suele llamarse alma humana vense alzar los espectros de un bienestar anacrónico que con su consuelo, con su presión exterior, establece un equilibrio circunstancial convirtiendo para él la vida y el movimiento en una noción que oscila entre lo soportable y lo apeticible.
La era cristiana se caracteriza psicológicamente por el proceso de diferenciación de la conciencia individual en relación con un psiquismo que no percibe la Realidad integral de un modo directo sino reflejo. A lo lejos, en el pasado, se sitúa el Paraíso Terrenal con su ángel de fuego que cierra la entrada. En el confín del futuro se abre la promesa de una bienaventuranza eterna siempre que se logre evitar la sima complementaria de los infiernos. Entre ese manantial primigenio y ese futuro mar que intelectualmente lo justifica, transcurre la vida consciente del hombre sobre la tierra.
Esta situación no es, sin embargo, definitiva. Doblado cierto cabo de la historia, en algunas individualidades en las que la realidad material no puede desvanecerse bajo las brumas del destiempo, en aquellos temperamentos en que las formas exteriores se afianzan con evidencia invencible, empieza a concebirse la posibilidad y, por tanto, a nacer, tímidamente en un principio, con más fuerza poco a poco, la esperanza en un mundo materialmente mejor. Un mundo inde
pendiente de aquel de la “otra vida” prometida al individuo, prometido éste, en cambio, a la colectividad, a la especie cuya vida alcanza, en sucesivas generaciones, allí donde la del individuo se queda infinitamente corta. La conciencia, llegada en esas individualidades a un suficiente grado de diferenciación, percibe con nitidez la presencia de una realidad humana extraindividual, de una verdad colectiva que modifica la fijación de los instintos conservadores. Ante la luz que estas verdades arrojan, luz, como la solar, en sí, objetiva, fuera del individuo, que le permite contemplar las cosas y contemplarse a sí mismo de un modo exento, tan diferente de la lucecilla interior que ilumina apenas un círculo sumamente estrecho, la conciencia humana ve desvanecerse aquellas realidades antaño tan evidentes como es el cielo prometido, adquiriendo solidez, en cambio, aquellas otras que afectan a la realidad histórica de la vida humana. La conciencia empieza a abstraerse del individuo, de lo particular, para apoyarse en lo general.
Como consecuencia de este proceso ocurre que el paraíso individual suspendido en el destiempo, empieza a descender del cielo en que estaba situado para asentarse concretamente en el futuro histórico de la colectividad humana. Así como la ilusión de la tierra prometida apareció antaño ante los ojos de los israelitas, ante los ojos de los desheredados de la actual sociedad aparece hoy el paraíso terrenal futuro, viniéndose a cerrar el ciclo psicológico de la humanidad paciente. La serpiente se muerde la cola deshaciendo la dislocación de las tres personas temporales, pasado, presente y futuro, reuniéndolas en una simultaneidad de acorde.
Más aún, ese paraíso material venidero, viene a identificarse con el paraíso espiritual que, desindividualizada la conciencia, empieza a vislumbrarse en el futuro de la especie, formando con aquél, vencida la dualidad, una sola cosa. Es el infinito donde se juntas las dos líneas paralelas de la materialidad y de la espiritualidad, de la individualidad y de la colectividad.
En relación con esta escala de valores El Paraíso en el Nuevo Mundo desempeña un
oficio de excepcional significado histórico. Fruto del amor desinteresado, de ese movimiento de ánimo independiente del egoísmo estrecho del individuo, en él se expresan en síntesis, saliendo a flote, ciertas realidades escondidas, entrañadas al problema humano del conocimiento. Constituye un peldaño expresivo del proceso de transformación de la conciencia en su realidad extraindividual, trabado complejamente a los elementos esenciales, al pasado, al presente y al futuro, y en relación inmediata con los determinantes del destino español a cuya profunda verdad responde.
Porque aquel mismo impulso espiritual que reinaba en España durante los siglos XVI y XVII animando a los místicos a ascender trabajosamente a las cumbres contemplativas del Verbo trascendió al alma de este erudito que, sin buscarlo, inconscientemente, en nostalgia amorosa, fue instrumento de ese complejo creador que a través de él dió testimonio de realidades muy recónditas. Algo de extraordinaria importancia, abriendo las compuertas de la exaltación, había traído consigo al mundo, incluso en el plano espiritual, el descubrimiento de América. En la soledad de las planicies mentales, labradas de antemano por el Renacimiento, siembra y cultiva desde entonces sus posibilidades una gran esperanza: el mundo nuevo. Acostumbrado a moverse intelectualmente en forma retrógrada, con los ojos vueltos hacia el pasado de que se aleja, el ser humano, solicitado por las realidades que imantan sus instintos, vese obligado a rectificar su posición, a girar sobre sí mismo lo bastante para encararse directamente con el futuro hacia donde sus pasos se dirigen. Al paraíso perdido en la añoranza puede empezar a oponérsele, neutralizándolo, la realidad de una perfección futura, si se fuerza la imagen, de un paraíso encontrado. Rodo ello de un modo tímido, inconfesado, como fruto de una sospecha intuitiva, sin malicia aparente y, por tanto, no sometida seriamente a crítica.
He aquí por qué el deseo de expresar ese no sé qué inefable que en su corazón ardía, hizo que la mente erudita de León Pinelo al enfrentarse en las nuevas circunstancias
con el problema humano del conocimiento, se volviese como en un acceso de fijación alucinatoria, hacia la tesis enunciada a la ligera, en vehemencias de intuición, por no pocos predecesores: el Paraíso Terrenal estuvo real, verdadera e históricamente situado en América.
Estas consideraciones definen en verdad la forma y la sustancia del Paraíso en el Nuevo Mundo, obra, en primer lugar, nacida amorosamente de la necesidad intelectual de conocer, constituida, en segundo, por una intuición fundamental, racionalizada a posteriori. La intuición es el punto de partida y la médula; las precisiones materiales, el método y el aparato racional, el hueso, la caparazón que la envuelve protegiendo su debilidad orgánica. Quede sentado que la intuición es el elemento psicológico que revela la presencia de la imaginación creadora. El Paraíso en el Nuevo Mundo, historia natural y peregrina, tiene, por extraña que sea su forma, las características esenciales de una obra poética.
Desde nuestro punto de vista actual, no hay duda de que, contra lo que quisiera hacer creer León Pinelo, empeñado en la tarea racionalizadora, el elemento intuitivo, es el primordial y determinante. Por eso hemos hecho referencia al concepto subjetivo de alucinación intelectual. Para expresar metafóricamente, ya que no estaba a su alcance hacerlo de modo directo, aquello que constituía el fondo ideológico de la época al mismo tiempo que el hondo sentimiento humano que había despertado en él el continente donde transcurrió su mocedad. León Pinelo, a cuya especialización erudita estaba vedado entregarse directamente a la creación poética —mas apto, por consiguiente, para que la imaginación se expresara por boca de su inconsciencia— no encontró entre sus materiales ninguno más apropiado que la idea del Paraíso Terrestre. Temperamento fuertemente lastrado por una hipertrofia mnémica, no tenía más camino que hundir su falta de vuelo imaginativo en el recuerdo. No hay duda de que al obrar de la suerte León Pinelo se conducía con absoluta buena fe, convencido de que la letra de su tesis correspondía a la más exigente verdad históri-
ca. Mas no lo es menos que para la perspectiva de nuestro tiempo nada resulta más fácil que descubrir en el resultado de su operación mental las huellas de un fenómeno de espejismo: el Paraíso que, según su visión particular se refiere a tiempos pasados, corresponde en realidad al futuro. Con lo que no hizo sino seguir el ejemplo del Descubridor que murió creyendo que habia desembarcado en el continente antiguo. Su Paraíso es en verdad un Paraíso nuevo apenas perceptible en la lontananza del hombre cuya conciencia ha dado media vuelta, la cual en vez de alejarse cada vez más de su perfección, hacia ella, vencida la mitad del camino, endereza positivamente sus pasos. El mismo título de la obra de León Pinelo expresa a esta luz su realidad precisa. El Paraíso en el Nuevo Mundo, en el mundo situado más allá del antiguo, en la tierra de la nueva promesa, en América —Continens Paradisi— continente del Amor, continente que se singulariza en espera de su contenido. También aquí la serpiente que desarrolla sus anillos en el tiempo se muerde la cola uniendo las dos extremidades paradisíacas: la del pasado y la del futuro, emitiendo una tesis de simultaneidad imaginativa. En esa nueva promesa de más allá se aúnan los dos elementos de la dualidad, el aspecto material relacionado con el mito de la tierra prometida, única realidad semipercibida probablemente por Pinelo, y el espiritual, con la superación del estado de conciencia del ser humano, correspondiente al cielo prometido. Ultima etapa, pues, del proceso dialéctico de tesis, antítesis y síntesis visible también en la evolución psicológica de las generaciones del hombre.
No nos asusta hoy la contradicción representada por la letra de la tesis. Sabemos que es la corteza protectora que hay que desechar para gustar la almendra. Más aún, sin contradicción no podría expresarse la verdad poética. Todo nos induce a creer en la exactitud de la intuición operante en León Pinelo. Las consecuencias que de ella se derivan coinciden por completo con las que arroja la intuición reinante en todas las repúblicas de América, así como con las necesidades de nuestro organismo psíquico o
espiritual e incluso con los resultados que pueden obtenerse por otros varios conductos. Es axiomático en el nuevo continente que sus tierras incuban el nacimiento de un mundo nuevo. Sin embargo, hasta estos últimos tiempos no era dado conseguir vislumbre alguno sobre la modalidad efectiva de ese mundo ni sobre el aspecto a que pudiera su novedad referirse. En el orden material resultaba fácil percibir que la explotación de sus riquezas pudiera determinar una prosperidad económica sin precedentes. En el orden espiritual, sin embargo, las fórmulas enunciadas hasta la fecha pecan de una vaguedad, de un infantilismo suficiente para revelar bien a las claras que ese mundo deseado no se encontraba aún a la vista. Hoy nos hace la historia penetrar en otra de sus estancias al mostrarnos el contenido irremisiblemente bárbaro de la pretenciosa civilización occidental centralizada en el antiguo continente. A los ojos de cualquier hombre de espíritu libre situado en esta orilla del Atlántico aparece como necesidad inaplazable la urgencia de crear un mundo nuevo que por superación se diferencie fundamentalmente del antiguo. Un mundo arrancado a los dominios infrahumanos de la fuerza bruta, cimentado sobre la razón de amor, de manera que los instintos dominadores de la especie, en vez de dirigirse contra sus semejantes, prolongando un insoportable régimen de esclavitud para los individuos todos, se orienten hacia la dominación de las fuerzas naturales liberando así a la hermandad de todos los vivientes de la carga opresora de su inconsciencia. Un Nuevo Mundo en cuyo infinito se deshaga la dualidad del antiguo dándose cita conscientemente lo espiritual y lo material, lo individual y lo colectivo dentro de una fórmula dinámica que dé libertad a lo verdaderamente humano.
La tesis defendida por León Pinelo se nos aparece hoy, por consiguiente, llena de sentido. Esto mismo que en la actualidad vemos latía ya en las entrañas subconscientes del alma colectiva hace tres siglos expresándose de la manera indirecta revelada por la técnica psico-analítica. En efecto, al tropezar con la barrera represiva de la ideología cristiana que no admite para la conciencia mas felicidad, más perfección que la perdida del
fabuloso Paraíso Terrenal donde el hombre veía a Dios, es decir, tenía visión de lo universal, o la prometida del Cielo post mortevi, la realidad interior hubo de tomar, como el cauce del río al tropezar con invencibles desniveles, el rodeo expresivo del circunloquio. Se alteró así la posición de los elementos de la frase en el tiempo, del antes y del después, en un hipérbaton cuyo esguince es hoy preciso enderezar si se ha de comprender su verdadero sentido. Sin que su autor lo sospechara, la raza ha expresado así, con sus naturales medios, su verdad profunda. El vocablo raza, goza aquí de su plena significación. León Pinelo, de origen judío, de religión católica, se trasladó al Nuevo Mundo, lugar de la libertad, para reunirse con el autor de sus días que años antes salió de la península huyendo de la Inquisición que luego en América lo envolvió, a título de judaizante, en un injusto proceso. Al concebir un Paraíso nuevo la imaginación se limita a obedecer automáticamente a los determinantes alucinatorios que obran en su persona. Afecto, como judío, por inclinación biológica, al orden material, presiente a semejanza de sus antepasados, una Tierra prometida. Como cristiano presiente la vida celeste prometida, en un orden espiritual. Como judío-cristiano realiza, pues, la síntesis amorosa de ambos términos en apariencia contradictorios, la solución de la antinomia materialismo-espiritualismo, en una fórmula histórica cuya primera localización temporal es América. Un día se verá a qué suprema realidad —y con qué admirable precisión— esto que boy parece insignificante coincidencia, responde. A través del primer Cronista Mayor de Indias, titular de una función colectiva, el automatismo histórico ha dado forma oficialmente y de modo acabado a una tesis de carácter colectivo, puesto que en ella se acumulan las intuiciones de buen número de personas en una promesa que abarca a todos. Mirándolo bien, aparece que no cabía otra posibilidad de expresión si la complejidad del lenguaje ha de corresponder a la realidad que la determina. Por la vía consciente, a causa de la represión insuperable de la mentalidad de la época, no había posibilidad de enunciar una tesis de esta índole. Nunca por nadie lo fué. No po
día, pues, subir a superficie sino como efecto de una proyección subsconsciente que, por el hecho de serlo, atestiguara de manera fehaciente que la promesa a que corresponde es una promesa de superación de la conciencia individual y en la que concurren, en síntesis simultánea, elementos esparcidos en el tiempo, hallándose en ella presentes, sobre todo, el principio y el fin del ciclo de que es consecuencia superadora, el Paraíso primordial y el Paraíso post mortem. Después de la muerte del ciclo. Sólo una personalidad de tipo erudito vuelta, por deformación profesional, hacia el pasado, podía ser el instrumento expresivo de estas realidades, para que dieran entero testimonio. La evidencia intuitiva era tan grande en León Pielo que su luz ocultaba a su razón cuanto contradecía lo disparatado de la tesis que con tanta minuciosidad pretendía a su vez evidenciar. Mas sólo de esta manera podían Jas esencias proféticas dar testimonio de la verdad en sí, de aquello que se encuentra fuera del campo de la mentalidad subjetiva del individuo hombre según la conciencia de ser de la época en cuyas postrimerías nos hallamos. Este testimonio del Paraíso futuro no está avalado ante nosotros por una autoridad individual, sin valor en ciertos terrenos, sino por una categoría superior que, para prestarnos acceso a campos imaginativos de orden más perfecto y evolucionado, empieza —condición sine qua non— por negar el absoluto del individuo.
La razón no puede sustraerse a admitir que tan sólo de este modo natural, complejo y aparentemente contradictorio se comprende que pudiera expresarse la promesa del mundo nuevo que, por serlo, se halla en contradicción aparente con aquel que viene a superar, donde se enuncia la profecía; sólo en aquellos días en que las circunstancias psicológicas permitían la filtración hacia el exterior de los deseos subsecuentes al deslumbramiento que la aparición de América produjo en los espíritus, sólo por medio de una profecía expresada inconscientemente en época antigua, fuera, por tanto, del alcance de toda voluntad individual que la desvirtúe, vulnerando la noción que en la conciencia humana refleja la apariencia absoluta del tiempo, puesto que çn uno de sus aspee—
tos esenciales lleva consigo la transformación de esa noción absoluta, sólo a impulso del Amor que es la esencia del Nuevo Mundo. Entre el tiempo aquel en que fué formulada la profecía y el presente en que cumple su finalidad de ser entendida, se establece un contacto directo, una corriente que hace sonar el timbre de alarma anunciador del Mundo Nuevo, de ese Paraíso que entra así en el campo de nuestra imaginación solicitando en nosotros la acción, ya necesariamente consciente, que haga posible su advenimiento, del mismo modo que el hijo futuro llama profundamente al varón desde los ojos de la doncella.
El espíritu que ha animado a España en su relación con América está ahí, al acecho en el tiempo, como no podía ser de otro modo, preparado por el orden superior para surgir, para eyacularse en este momento histórico de las bodas espirituales a que conduce la escala mística de la transformación, cuando el pueblo español, ansioso no de reclamar imperios, sino de entregarse una vez más sin pedir nada en cambio, y en su necesidad de descubrir los elementos profundos, vivificadores, de su cultura, precisa de ello para superarse, para autogenerarse, para alcanzar en el orden del espíritu aquellas realidades universales, post mortem, a que el martirio de sus tres años de guerra en defensa de la justicia humana le ha hecho acreedor. Porque a cada cual habrá de dársele según sus obras. Con gozosa sorpresa observa nuestra España Peregrina que el libro IV del Paraíso de León Pinelo está dedicado —y con qué insistencia, véase el índice—, al estudio de las calidades peregrinas del Nuevo Mundo.
Es posible que estas últimas afirmaciones provoquen un movimiento de protesta entre algunos profesionales de la cultura. No a todos agradará a primera vista esta utilización que quizá llamen política de los elementos culturales contraria a la tradicional que relega cuanto toca al espíritu a las regiones del pensamiento abstracto fuera de las realidades del tiempo. Pero convendría que meditaran antes de escandalizarse si ¡a cultura puede ser algo muerto, momificado, desvirtualizado, o si, por el contrario, no debe responder a un concepto superior de la
vida intelectual, a una necesidad creadora, vivificante. Convendría preguntarse si es o no función de la cultura revelarnos la existencia de un orden vivo llamado a influir profundamente en nuestro desarrollo, en el de nuestra carne, en el de nuestro espíritu, el orden cuya sola presencia invalida nuestros antiguos conceptos, nuestras ideas adquiridas, precisamente porque la cultura responde a la necesidad de que la conciencia del ser humano se supere, único procedimiento para que el entendimiento pueda penetrar en los dominios universales, divinos, de ese Mundo Nuevo con sus armonías espirituales más complejas y gustosas. Convendría, sí, que antes de esbozar un movimiento de repulsa en este albor del mundo nuevo meditara el erudito, meditara el auténtico intelectual para quien la cultura no es un adorno con miras a obtener ciertos beneficios sociales, si esta involucración de planos no es precisamente exigida por las necesidades creadoras de la vida que para lograr el desarrollo del espíritu exije descorrer los velos, entrar en contacto entrañado con el objeto, conocer, al modo como lo entiende el lenguaje sagrado, para que la presencia del orden de vida fecunde nuestra voluntad, nos transforme, transforme nuestro organismo espiritual al transformar nuestra conciencia.
En este lugar exacto de la creación del hombre es donde se sitúa la obra de León Pinelo —concebida bajo el determinante del conocimiento— fruto del Amor desinteresado, de la esencia colectiva propia del Nuevo Mundo. Considérese que para el concepto clásico de la cultura el valor del Paraíso en el Nuevo Mundo era nulo, despreciable. No es ese nuestro juicio, correspondiente a un concepto vivo de la cultura. De acuerdo con su contenido, con el camino que nos señala, con el sentido de nuestra peregrinación, aquí en este Nuevo Mundo a los españoles nacidos en su mismo borde universal se nos abre la luz, se nos presenta la oportunidad de colaborar en la realización del Paraíso para todos —superación natural de España— mientras que en el otro hemisferio reina la noche del espíritu, la noche tan compacta que ni siquiera pueden desgarrar los fogonazos de todos los artefactos destructores.
INDICE DEL PARAISO EN E L NUEVO MUNDO
TABLA DEL TOMO I
Libro Primero
P ágs.
Capítulo I.—Suposición del Paraíso Terrenal y Opiniones de su lugar y sitio....... . 1Capítulo II.—Opinión primera, que dificulta la averiguación del Paraíso. Admitida. 4Capítulo III.—Opinión segunda, del Paraíso ser alegórico. Reprobada............................ 8Capítulo IV.—Opinión tercera, del Paraíso elevado. Impugnada y permitida............. IICapítulo V.—Opinión quarta, del Paraíso en toda la Tierra. Impugnada y permitida.. 17Capítulo VI.—Opinión quinta, del Paraíso al Oriente. Aprobada.................................. 25Capitulo VIL—Opinión sexta, del Paraíso al Mediodía. Admitida............................... 28Capítulo VIII.—Opinión séptima, del Paraíso en la Equinoccial. Admitida............... 31Capítulo IX.—Opinión octava, del Paraíso en el Septentrión. Reprovada en su motivo
primero.................................................................................................................................... 34Capítulo X.—Opinión octava en su motivo segundo, y situación de los Hiperbóreos.
Admitida................................................................................................................................. 43Capitulo XI.—Opinión nona, del Paraíso en la India. Impugnada y admitidos los Fun
damentos................................................................................................................................. 52Capitulo XII.—Opinión décima, del Paraíso en Islas Orientales. Admitida. Undécima
en la Trapobana; duodécima en la Sarmacia. Reprobadas................................... 61Capítulo XIII.—Opinión décima tercia, del Paraíso en la Mesopotamia. Impugnada y
admitido el motivo.................................................................................................... 68Capítulo XIV .—Opinión décima quarta, del Paraíso en el Campo de Esledrón. Im
pugnada................................................................................................................................... 78Capítulo XV.—Opinión décima quinta, del Paraíso en Palestina. Impugnada............... 84Capítulo XVI.—Opinión décima sexta, del Paraíso en Tierra Santa. Impugnada........ 89Capitulo XVII.—Opinión décima séptima, del Paraíso en los Campos Elisios. Admitida. 97
Libro Segundo
Capítulo I.—Opinión décima octava, del Paraíso en otro Continente. Aprobada, y verificada en el Nuevo Mundo........................................................................................................... 102
Capítulo II.—Fundamento primero en la Opinión antigua del Paraíso en otro Continente, y moderna del Paraíso en el Nuevo Mundo..................................................... III
Capitulo III.—Sitio del Paraíso en la Ibérica Meridional, en los términos de la Opinióndécima octava............................................................................................................ 120
Capítulo IV.—Fundamento segundo, y tránsito de los hombres de un Continente a otro. 126 Capitulo V.—Fundamento tercero en el viage del Arca de Noé y lugar de su descanso. 138Capíttdo VI.—Navegación del Arca en el Diluvio saliendo de otro Continente.......... 144Capítulo VIL— Tamaño, capacidad y forma del Arca de Noé para su viage................ . 150Capitulo VIII.—Duración diaria del Diluvio, tiempo que navegó y en que descansó
el Arca.................................................................................................................................................. 163Capitulo IX .— Derrota del Arca en el Diluvio de un Continente a otro..*..................... ¡77Capítulo X.—Nueva Opinión de la Tierra después del Diluvio, reprobada en la del
Paraíso en el Nuevo Mundo................................................. 182
P ág s .
Capitulo XI.—Fundamento quarto en la Población del Nuevo Mundo antes del Diluvio. 190Capitulo X II.—Hombres en el Nuevo Mundo anteriores al Diluvio............................... 197Capitulo X III.—Fundamento quarto en las Cuevas y Grutas de las Indias................... 205Capítulo XIV .—Fundamento sexto en los Edificios antiguos de las Indias.... 211Capitulo XV.—Edificios antiguos de las Indias, incertidumbre de sus Fabricadores.. . . 223Capítulo XV.—Edificios y Obras memorables de los Indios Peruanos.............. ■........ 234Capitulo XVII.—Obras peregrinas y artificiosas de los Indios Mexicanos................... 244Capitulo XVIII.—Edificios anteriores al Diluvio en las Indias....................................... 25/Capítulo X IX .—Población segunda del Nuevo Mundo y Luí Evangélica en él pro
fetizada........................................................................................... 263Capitulo X X .—Pronósticos del acabamiento de la Idolatría en el Nuevo M undo... 268
Libro Tercero
Capítulo I.—Fundamento séptimo en la Opinión tercera del Paraíso elevado, y Tierrasaltas de las Indias............................................................................................................... 282
Capítulo II.—Fundamento octavo en la Opinión quarta del Paraíso en toda la Tierra;y su división en Continentes......................................................................................... 288
Capitulo III.—Fundamento nono en la Opinión quinta del Paraíso al Oriente; y parteoriental del Orbe en la questión......... . ........................................................... ........ . . 298
Capítulo IV.—Fundamento décimo en la Opinión sexta del Paraíso al Mediodía, yTierras en que pudo estar................................................................................................ 306
Capítulo V.—Espada de fuego, Guarda del Paraíso, y Volcanes de las Indias............... 307Capitulo VI.—Fundamento vndécimo en la Opinión séptima del Paraíso en la Equi
noccial, y conveniencia de sus Tierras............................................................................ 322Capítulo VII.—Fundamento duodécimo en la Opinión octava del Paraíso en el Sep
tentrión, y sitio de los Hiperbóreos en el Nuevo Mundo............................................ 328Capítulo VIII.—Fundamento décimo tercio en la Opinión décima del Paraíso en Islas
Orientales, y situación de la de Cipangro en la Nueva España................................. 336Capítulo IX.—Fundamento décimo cuarto en la Opinión vndécima del Paraíso en la
Trapobana. y beatitud de las Islas de Barlovento,..................................................... 342Capítulo X.—Fundamento décimo quinto en la opinión décima tercia del Paraíso en
la Mesopotamia, Fertilidad y Climas de las Indias...................................................... 347Capitulo X I.—Fundamento décimo sexto en la Opinión décima séptima del Paraíso
en los Elisios, y su situación en las Indias.................................................................... 362
INDICE DEL TOMO II
Libro Quarto
Capítulo I.—Fundamento décimo séptimo, en los de la Opinión nona del Paraíso enla India, y calidades peregrinas del Nuevo Mundo..................................................... 1
Capitulo II.—Naciones peregrinas y Monstruos humanos de las Indias........................ 6Capítulo III.—Calidades y condiciones peregrinas de Gentes de las Indias.................... 13Capítulo IV.—Amazonas y sus Noticias antiguas y modernas en las Indias................. 29Capitulo V.—Animales peregrinos de las Indias......................................................... .... 39Capitulo VI.—Serpientes y Culebras peregrinas de las Indias.......................................... 60Capítulo VII.—Animales imperfectos y peregrinos de las Indias.................................... 68Capitulo VIII.—Aves peregrinas de las Indias.................... ............................................... 77
P ágs.
Capitulo IX.—Peces peregrinos en Mares y Ríos de las Indias....................................... 94Capitulo X.—Lagos grandes y peregrinos de las Indias.................................................... 112Capítulo XI.—Laguna Mexicana y sus calidades peregrinas............................................ 126Capítulo XII.—Fuentes y Ríos peregrinos de las Indias.................................................... 145Capítulo XIII.—Arboles y Maderas estimables y peregrinas Hiervas de las Indias... 156Capitulo XIV.—Arboles frutales y Frutas peregrinas de las Indias................................... 164Capitulo XV.—Arbol de la Culpa peregrino en las Indias y probabilidad de que se
bailase en ellas..................................................................................................................... 177Capitulo XVI.—Armas y Drogas peregrinas de las Indias................................................ 195Capitulo XVII.—Drogas medicinales y peregrinas de las Indias..................................... 205Capítulo XV III.—Drogas comerciables, Sal y Salinas peregrinas de las Indias................ 215Capítulo X IX .—Minerales toscos, Tierras y Piedras medicinales y peregrinas de las
Indias...................................................................................................................................... 225Capítulo XX.—Piedras preciosas y peregrinas de las Indias.......................................... 239Capítulo X X L —Perlas y su abundancia peregrina en las Indias................................... 25?Capitido X X II.—Plata y sus Minerales peregrinos en las Indias................................... 271Capíttilo X X III.—Rico Cerro de Potosí peregrino en el Orbe, su descripción, riqueza
y labor.................................................................................................................................... 285Capítulo XXIV.—Oro y su abundancia peregrina en las Indias......................................... 297Capítulo XXV.— Riqueza en Oro, Plata y Perlas que han dado las Indias, peregrina, y
portentosa............................................................................................................................... 309
Libro Quinto
Capítulo I.—Fundamento décimo octavo y final del Paraíso en el Nuevo Mundo, enla questión de los quatro Ríos........................................................................................ 327
Capítulo II.—Aguas y Ríos del Paraíso, según varias opiniones......................................... 333Capítulo / / / .—Descripción del Río Ganges, uno de los quatro del Paraíso.................. 337Capitulo IV.—Descripción del Río Nilo, otro de los quatro del Paraíso.. 340Capítulo V.—Descripción de los Ríos Tigris y Eufrates, de los quatro del Paraíso... 350 Capítulo VI.—Los quatro Ríos del Paraíso en los del Marañón, Argentino, Orinoco
y de la Magdalena del Perú......................................................................................... 364Capítulo VIL—Grandeza y sitio del Río Marañón verificado su nombre.................... 374Capítulo VIII.—Descrívese el Río Marañón de la Corona de Portugal........................ 391Capítulo IX.—Descripción del Gran Río de San Juan de las Amazonas, Orellana y Ma
rañón de la Corona de Castilla y sus vocas................................................................ 398Capítulo X.—Descripción del Gran Río de San Juan de las Amazonas hasta sus Fuentes. 408Capitulo XI.—Descripción del Río de la Plata, Argentino o Paraguazú.................... 426Capítulo XII.—Descripción del Río Orinoco, Vriapari o Río Paria............................... 445Capítulo X III.—Descripción del Río grande de la Magdalena........................................... 451Capítulo XIV .—Calidades de los quatro Ríos del Paraíso en los de la Ibérica Meri
dional....................................................................................................................................... 458Capitulo XV.—Resumen de la situación del Paraíso en el Nuevo Mundo, y Protesta
del Autor......................................................................................... ......................................
A N E J O I
NOTICIAS BIBLIOGRAFICAS SOBRE EL PARAISO EN EL NUEVO MUNDO
Antonio DE LEON PINELO. (Memorial.)“Señor. / El Licenciado Antonio de León
Pinelo, Relator del Consejo / Real'de las Indias: Dice, que el año 604, passó a las Indias con licencia de V. M„ etc.
El Paraíso en el Nuevo Mundo, comentario apologético, historia natural y peregrina de las Indias Occidentales, Islas y Tierra Firme del Mar Océano. Es obra de mucha curiosidad y novedad, y de suma alabanza para las Indias. Está acabada en seis libros, que tendrán más de 250 pliegos. Y un gran ministro ha ofrecido hacer el gasto de la impresión, para que salga pronto a luz".
(Citado por José Toribio Medina. Biblioteca Hispano Americana, tomo Vil, pág. VIII.)
Antonio DE LEON PINELO.Memorial / de los libros, y tra- / tados
qve ba impreso, y tiene / escritos, y ordenados el Licenciado Dn. Antonio de León / Pinelo, Oydor de la Casa de la Contratación de Seui- lla, / y que sime el oficio de Coronista mayor / de las Indias.
" Manuscritos.El Paraíso en el Nuevo Mundo, Comenta
rio Apologético, Historia natural, y peregrina de las Indias Occidentales. Islas, y Tierra Firme del Mar Occeano. Está acabado en cinco libros, que haze dos tomos, que pasarán de docientos pliegos, y sacadas las aprobaciones, y licencias de los Reales Consejos de Castilla, y de Indias, de que el Autor ha impreso el Aparato”.
(Fol. 2 hojas s. f. De 1658. Biblioteca del Palacio Nacional de Madrid VI11/3308.)
Pedro DE ALVA Y ASTORGA.Militia Immaculatae conceptionis Virginis
Mariae. Lovaina 1663. (Columna 105.)Antonius à Leone Pinellus... in erudutissi-
mo tractatu, cujus titulus est: El parayso en el nuevo mundo, lib. I, cap. 4 agit de Concep- tione immaculata Virginis, cujus initium iam typis mandatum est in fol.
P1NELO-BARC1A.Epitome de la Bibliotheca oriental, y occi
dental, náutica y geográfica de Don Antonio de León Pinelo. Madrid. 1738. (Vol. II, col. 787.)
El Paraíso en el Nuevo Mundo, Comentario Apologético. Historia Natural, i Peregrina, de las Indias Occidentales, que se empeço, a im
primir en Madrid, Año de 1656, fol. i está en la Librería de Barcia.
Diogo BARBOSA MACHADO.Bibliotheca Lusitana. Lisboa 1741. (Pág.
306.)“El Paraíso en el Nuevo mundo Maria
Santíssima que como escreve Alva in Milit. Concept. já estava impresso quando elle sabrio com esta obra”.
José Eusebio LLANO ZAPATA.Preliminar y cartas que preceden al Tomo 1 de lac Memorias Histórico-Phisicas, Crítico- Apologéticas de la América Meridional. Cádiz, 1759, pág. 65.
Carta del mismo author al Doctor Don Gregorio Mayans y Sisear, cathedrático del Código de Justiniano en la Real Vniversidad de Valencia.
“Agradezco las noticias, que V. md. me comunica, cerca de los authores, que debo consultar para el mayor acierto de la Obra que he emprehendido. Por lo que hace al primero, que es el Señor Pinelo, tengo de él Obra, sino de tanta consideración, como la que V. md. me previene, a lo menos más propia para la materia, que trato. Es ella el Paraíso en el Nuevo Mundo. Hasta ahora no ha visto la luz pública, a excepción de las primeras frentes, y tablas de los capítulos, que se imprimieron en Madrid por los años de 1656. Son Originales de letra del mismo author. que floreció al medio del siglo XVII. Escribiólos en SeviUa. donde era Oidor de la Contratación a Indias. No see. que casualidad traxo. o verdaderamente restituyó de España al Perú este thesoro. Presumo, que el mismo author Ió embiaria al Doctor Diego de León Pinelo, su hermano, que fué Cathedrático de Prima de Leyes en la Vniversidad de Lima, y Ministro Togado en su Real Audiencia. Sea, como se fuesse. La Obra Original, que su author dividió en 2. vol. en fol. está en mi poder. Con ella me obsequio en Buenos Ayres por los años de 53 el Señor Don Cayetan Marcellano de Agramunt. Dignísimo Arzobispo de los Charcas, y Prelado, en quien se admiran ilustremente enlazadas literatura. piedad y nobleza. Cito, pues, a este author con frequencia. En unas partes con elogio, y aun prefiriéndole a los Nuestros. En otras con aquella juiciosa crítica, que merece un Americano de su mérito, a quien V. md. justíssimamente (en el Tomo I de Cart. Moral, etc. Carta 28. pág. 249.) haciendo retrato de Don Antonio de Solís, que le sucedió en el empleo de Chronista Mayor de las Indias, 11a"
ma Escritor Docto, y de amenissimo ingenio. En cuyo elogio también Nuestro Peralta (en su Lima Fundada Tom. II. Canto 7. Oct. 151.) templando con agudo plectro la sonora cuerda de su Lyra, cantó assí:
Con nuevo abora alborozo a este otro lado Mira a esse honor de Lima, y de Pinelo, Apolo universal, Pindó abreviado,Que nada intacto de xa a su desvelo:Que con igual ilustrará cuidado El Derecho, la Tierra, el Mar, y el Cielo, Pareciendo, al llenar tan varios puntos.Que con él se nacieron los assumptos.
Con todo, no puedo menos, que confesar, que este sabio hombre se precipitó muchas vezes, por querer probar su Systhema del Paraíso en el Nuevo Mundo, que, no passando los términos de unas vanas conjeturas, se ha quedado en los límites de una mera Paradoxa; bien que fundada, si se contemplan sus razones. Le sucedió lo que a los Poetas, que suelen despeñarse, por hallar la fuerza de una consonante. O lo que a los Grammáticos Griegos, que, por encontrar la raiz de una voz, se meten en un enredo o labyrintho de expressiones. Quiso en esto seguir el abuso de su siglo, que con gran fuerza se ha apoderado del Nuestro, metiéndose la moda hasta en los pensamientos. De manera, que no es Escritor el que no levanta Systhemas, ni discurre al uso el que no extravía la senda. En medio de esto, como el Señor Pinelo, para llevar adelante sus ideas, recogió lo más peregrino de Nuestras Indias, se hallan en sus Originales bellissimas especies, que hacen a mi assumpto. De ellas me valgo muchas vezes, citándole literalmente; y no perdonándole los errores de noticias en aquellas cosas, que él no vió; y yo en mi dilatada peregrinación desde Lima hasta el Brasil he examinado por mis propios ojos. No por esto digo, que me merezcan estos Originales todo aquel aprecio, que en la República Literaria logran sus demás escritos. Al modo, que no son despreciables el Olivo por desgreñado, ni la Concha, por reducida, si se hallan en aquel el fruto, y en esta la perla, que es el fin, para que se cultiva el uno. y se busca la otra. Assi- mismo (como V. md. me advierte) hago un grande uso de las Leyes de Indias, que cita este author, cotejándolas con la Nueva Recopilación de ellas: no omitiendo también las Bulas, y Decretos Pontificios, que hacen al assumpto, y materia que son objeto de mi pluma”.
José Eusebio LLANO ZAPATA.Breve colección de varias Cartas histórico-
crítico-juiciosas que saca a luz el Dr. D. Carlos Lorenzo Costa y Uribe. Cádiz, 1764.
Carta al Señor Don Joseph Díaz Infante, de la Rea! Academia de Ciencias de Sevilla, Capitán de Fraeata de la Real Armada. Cádiz, Diciembre 12 de 1763.
(Pág. 77:)
"Fuera de esto hay noticias más que instrucciones, y fundamentos no poco sólidos, que el Padrón de la Demarcación de la Linea Divisoria está fuera del lugar, y sitio donde corresponde su colocación. Comunica esto D. Antonio de León Pinelo, Oydor, que fué de la Contratación de Cádiz, y Author bien célebre, y conocido en la República de las Letras. Este Ministro en su Parayso en el Nuevo Mundo. que escribió más ha de siglo y medio, y Yo guardo Original, citándole muchas veces literalmente en mis Memorias, dice assí: El año de 1604, entrando Yo por este Rio (habla del Paraguazu, o Rio de la Plata) rodee toda la Isla (se entiende la de Maldonado) por que desde mis primeros años fui inclinado a saber, y a investigar con atención lo que otros passan sin ella. Hallé aquella Isla fresca: y en medio con alguna aspereza, y con agua dulce, que de la llovediza se recoge entre las peñas, y se conserva clara muchos dias. En la Playa, que mira al Puerto, havia levantada una Piedra o Padrón quadrado, que a la parte Occidental tenía abiertas y estampadas las Reales Armas de Castilla; y a la Oriental las de Portugal, dando a entender, que por allí passabá la Demarcación, y División de estas dos Coronas, correspondiente a otra semejante, que, dicen, está a la parte del Norte, en tierra de Humos, junto a! Rio Marañóm de Portugal. De esta segunda no dudo, que está bien puesta. De la que vi, see, que está fuera de su lugar; porque aquella Linea no puede salir por aquella parte: que es por 35 grad. sino por el grado vigésimo octavo, según la buena geographia, y verdadera situación de la Costa del Brasil. Y assi consta de Cédulas Reales, que he visto despachadas por el Govierno de Portugal, en que se pone el remate de la Demarcación en el Rio-Grande, cerca de la Laguna de Patos, en la referida altura de 2H. grados. El citado passage (si los Comissarios, aue en nuestros días se destinaron para la Demarcación de Terrenos en ia América Meridional, no advirtieron lo mismo, que en su tiempo notó el Señor Pinelo) es digno de toda madura reflexión del Ministerio de Indias. Según el referido Author es grande el espacio de Tierra, aue viene a perder España, saliendo la Linea Divisoria por el grado 35, que es hasta donde lo estiende la errada colocación de la Piedra, que divide los términos entre el Brasil, y Paraguay. La averiguación de esta toca a inspección más alta, que, la mía, siendo únicamente propio de mi Pluma el cuydado de apuntarle, y no sepultar en el olvido noticia, que, además de su importancia no es de poco interés a los que habitan aquellas Tierras”.
Nicolás ANTONIO.Biblioteca Hispana Nova. Madrid, 1783.
(Tom. !, pág. 140.)"El Paraíso en el Nuevo Mundo: typis forte
jam hoc die commisum”.
Pedro SALVA Y MALLEN.
Catálogo de la Biblioteca de Salvó. Valencia, 1872. (Vol. II, pág. 404.)
“León Pinelo (Antonio). El Paraíso en el Nvevo Mvndo, comentario apologético, historia natural, y Peregrina de las Indias Occidentales, Islas, i Tierra-Firme del mar Occeano: Por el Licenciado D. Antonio de León Pinelo. del Consejo de su Magestad, y su Oidor de la casa de contratación de Sevilla. En Madrid, Año 1656.
Manuscrito en 2 vols. folio, de 239 fojas el I y 288 el II. “Este manuscrito original, autógrafo e inédito, es el mismo que se dice en el Epitome de la Biblioteca oriental y occidental, se empegó a imprimir y está en la biblioteca de Barcia. Hay equivocación en supo
ner haberse empezado a imprimir; el hecho es que Pinelo, siguiendo costumbre de otros autores, y con el objeto de presentar su obra a la censura o al mecenas a quien se proponía dirigirla, hizo tirar una portada y el índice de los dos tomos, y puso un ejemplar de estas cuatro hojas al principio de cada uno de ellos, y al frente de los libros tercero y quinto sólo la portada.
La materia comprendida en estos dos volúmenes es considerable, porque además de estar escritos con suma nitidez, la letra es muy metida, y las páginas generalmente constan de treinta y cuatro líneas.
El contenido de este precioso libro es interesantísimo: su autor, con la singular y peregrina idea de querer probar que la residencia de nuestros primeros padres estuvo en el Nuevo Mundo, habla extensamente de todas sus be
llezas y maravillas naturales, dando cuenta de las producciones de aquellos fértiles países; así es que describe sus árboles, plantas, drogas, habitantes, animales, minerales, piedras preciosas, aguas, cuevas, grutas, edificios y obras memorables de los antiguos peruanos y mejicanos, volcanes y lagos, dedicando por fin el libro quinto, o sean unas ochenta fojas, a la descripción detallada de los ríos Marañón, San Juan de las Amazonas, de la Plata, Argentino o Paraguazú. y el grande de la Madalena”.
Eugenio MAFFEI y Ramón RUA FIGUEROA.
Apuntes para una Biblioteca Española de libros, folletos y artículos, impresos y manuscritos, relativos al conocimiento y explotación de las riquezas minerales a las ciencias axcilia- res. Madrid, 1871-72. (Tom. II, pág. 639.)
1957 bis. El Paraíso en el Nvevo Mvndo, comentario apologético, . . .
Este Ms. que lamentábamos perdido, existe en la Bibliot. de Salvó, según su Catálogo, t. II, pág. 404. (A continuación trascribe una parte de lo que dice Salvá.)
Manuel MENDIBURU.Diccionario Histérico-Biográfico del Perú.
(Tom. VI, Lima, 1885, pág. 379.)“En cuanto al "Paraíso del nuevo mundo”
el insigne literato limeño D. José Eusebio Llano y Zapata en una carta que hemos leído impresa, dijo en 1758 al Dr. D. Gregorio Ma- yans y Ciscar catedrático de Valencia que no se había impreso, y que sólo aparecían publicadas en Madrid en 1656 las tablas de sus capítulos. Que Pinelo floreció a mediados del siglo XVII y escrib ió la obra en Sevilla. Que probablemente enviaría el original a su hermano el Dr. D. Diego, oidor de la audiencia de Lima: que estaba en dos volúmenes, los cuales le regaló (a Zapata) en Buenos Aires en 1753 el Arzobispo de Chuquisaca D. Cayetano Mar- cellano y Agramont. Llano Zapata sin dejar de admirar esa obra, asegura que “Pinelo se precipitó muchas veces por querer probar su sistema del paraíso en el nuevo mundo”. Y no es sospechoso su aserto desde que fué uno de los panegiristas de Pinelo y lo colocó entre los autores de primera clase sobre materias de Indias, recomendándole como uno de los que más fe merecen”.
Bartolomé José GALLARDO.Ensayo de una Biblioteca Española de li
bros raros y curiosos. Tomo IV. Madrid, 1889. (Col. 1330-1333.)
(Reproduce la carta de José Eusebio Llano Zapata a D. José Diaz Infante, impresa en Cádiz en 1764.)
CATALOGUE de la Bibliothèque de M. Ricardo Heredia, comte de Benahavis. Paris. 1891-94. (Tomo III, correspondiente a la subasta realizada en el Hotel Drouot desde el 29 de Mayo al 3 de Junio de 1893, No 3333, pág. 190.)
Traduce abreviándolas algunas de las noticias contenidas en el Catálogo de Salvá, añadiendo: "Ce manuscrit provient de la collec- tion Salvá (N® 2714), auquel nous avons em- prunté les détalis qui précedent”.
(Tomo IV, correspondiente a la subasta realizada en las “salles Silvestre” desde el 12 de Abril al 11 de Mayo de 1894, N® 7837, pág. 468.)
Se reproduce literalmente el artículo del t. III.
Marcos JIMENEZ DE LA ESPADA.Tres relaciones de Antigüedades Peruanas.
Madrid, 1879.“ ...Felipe de Pamanes que León Pinelo
copia a cada paso en su Paraíso en el Nuevo M undo.. . ”
"...abundan sobre manera (los datos sobre antigüedades) en el ya mencionado Paraíso en el Nuevo Mundo del vallisoletano D. Antonio Rodríguez de León Pinelo, como probablemente abundarían en su Historia de Lima y otros tratados que dejó y aun están, como
los precedentes, unos sin hallarse, otros sin salir a luz”.
(G. René MORENO.)Biblioteca Peruana. Santiago de Chile, 1896.
(Tom. I. pág. 467.) Cita al Paraíso en el Nuevo Mundo, refiriéndose a Gallardo y a Llano Zapata y copiando una de las tan repetidas frases de León Pinelo.
José Toribio MEDINA.Biblioteca Hispano Americana. Tomo V,
1902. (Pág. LXXXI.) “He aquí ahora la lista de las obras manuscritas de nuestro autor:
—El Paraíso en el Nvevo Mvndo, comentario apologético, historia natvral, y Peregrina de las Indias Occidentales", etc. Cita a Antonio, Alba y Astorga, Barbosa Machado, Pinelo- Barcia, Llano Zapata, Maffei y Rúa Figueroa, Salvá y Catálogo Heredia, transcribiendo las noticias contenidas en el de Salvá.
José Toribio MEDINA.Biblioteca Hispano Americana. Tom. VIL
(Pág. VIII.)Transcribe los dos Memoriales de León Pi
nelo.Jesús DOMINGUEZ BORDONA.
Manuscritos de América. Madrid, 1935. (Pág. 534-535.)
Antonio de León Pinelo: El Paraiso en el Nuevo Mundo. Dos tomos.
L—“El Paraiso en el Nuevo Mundo, comentario Apologético, Historia Natural y peregrina de las Yslas (sic) Occidentales Yslas y Tierra Firme del Mar Occeano. Por el Licenciado
A N E J
DOCUMENTOS REFERENTES A LA COPIA
D. Antonio de León Pinelo, del Consejo de S. M. y su Oydor en la Casa de Contratación a las Yndias que reside en la Ciudad de Sevilla.
Tomo I. Año de M. DC. LVI. Copiado por Dn. Josef Sobrino y Manxon. Oficial de la Contratación a Yndias en Cádiz. Año de 1779”.
"Tabla del Tomo I”. fs. 2-4 v., sin numerar.“Advertencia. En virtud de Real Orden de
26 de Julio de 1779 comunicada al Sr. Presidente de la Contratación a Yndias se sacó en dos tomos esta exacta copia del Paraiso en eL Nuevo Mundo y se devolvieron los originales a Dn. Josef Llano y Zapata”, f. 5 sin numerar^
"Libro Prim ero... / Cap. I”. / Yntento es y question principal deste Comentario... i. I.
Ac.: ...que estuvo el Paraiso... Fin. f. 365.
II.—-Portada como la del tomo I.“Indice del tomo II". fs. 2-3 v."Advertencia. Siguiendo con toda exactitud
esta copia ha sido forzoso en algunos parages dexar en blanco las dicciones que por lo maltratado y confuso del original no "se han podido comprehender. También se echaran de menos algunos Mapas que se citan y la Protesta del Autor que o no los concluyó o se han extraviado". f. 4 sin numerar.
“Libro quarto ... Cap. I". / £ n la India Oriental situa la opinión... f. 1.
Ac. el Lib. quinto: ...en este capítulo hemos explicado, tolio 469.
370 y 473 fs. 307 X 202 mm. Año 1779. Pasta rejilla con lomera cuajada. 3015-3016.
O I I
DEL PARAISO EN EL NUEVO MUNDO
Cuaderno manuscrito en que se copian varias cartas referentes a las Memorias histórico-físicas de la América Meridional de D. José Eusebio Llano Zapata. 11 páginas útiles no numeradas. Sin firma ni fecha. 6 hojas.
Muy señor mío y de mi mayor respeto. Hallándome con el Cargo de Diputado, y Apoderado General de los Naturales del Perú, en esa Corte, y en la de Roma, me ha parecido muy propio de la obligación de mi oficio y nada ageno del systhema de cosas presentes, incluir a V. S. I el Adjunto Exemplar de la Colección de Cartas que por los años de 1764 imprimí en Cádiz.
En esta colección (a la Pagina 77) cito un Pasage de Dn. Antonio de León Pinelo, Escritor bien conocido en la República de las Letras, que. Por los años de 1604 advirtió, que el Padrón de la Linea-Divisoria del Paraguay estaba fuera de lugar, y sitio, donde correspondía su colocación.
que es por el grad. 28 cerca de la Laguna de Patos en el Rio-Grande.
El expresado Autor, que fué Chronista de las Indias, y havia viajado las Tierras Meridionales del Perú, comunica esta noticia en el Tom. 2» de su Paraiso en el Nuevo-Mundo de que sólo imprimió en Madrid (por los años de 1656) las Primeras Frentes y Tablas, y dexo Manuscritos de su puño en 2 toms. en fol. los originales, que Yo guardo y exhibiré, siempre que convenga.
De estos originales me he valido muchas veces citándoles literalmente en la Historia Natural de la América Meridional, que (de orden del Rey) actualmente escribo, y que baxo el titulo de Memorias Histórico-Physicas &* presenté a S. M. por los años de 1762 el tomo lo que es el Reyno Mineral, y aprobaron el Supremo Consejo de las Indias y Real Academia de la Historia.
(Archivo Histórico Nacional de Madrid. Cartas de Indias, caja 2. N» 17.)
Exmo. Sr.Muy Sor. mío: a consequencia de haver
enterado, por ofizio, a Dn. joseph de Llano Zapata la orn. de S. M. que V. E. me comunicó. con fecha de 28 de Junio antezedente, haziéndole relación de su Real oferta; me ha entregado dos tomos en folio común, con 600 fojas de letra mui metida, manuscriptos, cuyo Título en ambos es el Impreso, que acompaño, con copia del Indice o aparato, que también lo está, por prinzipio en cada vno, de los quatro libros que contienen, y sus Capítulos: de estos dos Impresos, que del primero hay dos Exem- plares, a mas del que dirijo, y ningún otro del Segundo, que el que tiene cada Tomo, se haze presumible, que esta obra fue Impresa en el año que dize, y que puede haver Exemplares en la Real Biblioteca v otras de particulares Curiosos, que hay en Madrid; lo que me ha parecido noticiar a V. E. por la proporzion, que tiene de hallar esta Historia, que sin duda contiene memorias Exquisitas, por lo que se registra ligeramente en su escrito, mal enquadernado por la alteración de folios, muchos al imberso; y sus Capítulos sin coordinación, de forma que para sacar lo copiado perfectamente, se nezesita al menos un año, y amas de amanuense, un sugeto havil que corrija estos defectos, haga entender muchos abreviados y Citas, a que apela, ya en Castellano, ya en latín, y lo que falta en muchas clausulas por lo abreviado, y mal trato del papel, entre regulares forros de pasta.
Haré buscar estos dos sugetos para prozeder al Travajo, que pide el Interesado comienze por el segundo tomo, que nezesita tener mas brebe para continuación de la obra. Interin lo que V. E. me prevenga con este aviso.
Nro. Sor. Gue. a V. E. ms. as. Como deseo. Cádiz 9 de Julio de 1779.
Excmo. Sr. B. L. M. de V. E. su mas ato. segó, seror. Franco. Manxon.
Exmo. Sr. Dn. Joseph de Galvez.(Archivo Histórico Nacional de Madrid. Car
tas de Indias, Caja 2, N& 25.)
“Disponga V. S. como ofrece en carta del 9 del corriente buscar dos sugetos de inteligencia, y buena letra para que saquen copia de los dos tomos en folio de la obra titulada el Paraíso en el Nuevo Mundo que en virtud de Rl. Orden de 28 del próximo antecedente entregó a V. S. Dn. Josef Eusevio de Llano Zapata respecto a que sólo se imprimió el Frontis y tablas de los Capítulos de ella, y mediante la inordinación de estos, sus folios, abreviados y citas providencie V. S. concurra a evacuar la solución de reparos y dudas el mismo Zapata por quanto ha hecho vso de estos libros, y en la situación presente no poder embarcarse para Indias, y autorizando V. S. la copia la remita y le debuelva los originales. Dios guarde a V. S. ms. Md. 20 de Julio de 1779.
Sr. D. Franco. Manxon.
(Minuta.)Madrid, 20 de Julio de 1779.Al Presidente Manjon:Se le previene busque sugetos de satisfacción
y buena letra que copien los dos tomos de fo. del Paraiso del Nuevo Mundo y autorizada la copia que la remita.
(Archivo Histórico Nacional de Madrid. Cartas de Indias, Caja 2, No 23.)
Exmo. Sr.Mui Sr. mío: En cumplimiento de la Orden
de V. E. de 26 de Julio antezedente, he nombrado dos sugetos de esta Contaduría Principal de inteligencia, y buena letra para que copien los dos tomos en folio de la obra titulada Parayso en el Nuevo Mundo, que me tiene entregados Dn. Joseph Eusevio de Llano y Zapata, que pro- videnciaré concurra a evacuar la solución de los reparos, y dudas que se ofrezcan en los escritos, que autorizaré quando estén copiados para pasarlos a manos de V. E. y debolver los originales al enunciado Zapata.
Nro. Sr. gue. a V. E. ms. as. como deseo. Cádiz, 3 de Agosto de 1779.
Exmo. Sr. B. L. M. de V. E. su más ato segó, seror. Franco. Manxon. (Rubricado.)
Exmo. Sr. Dn. Joseph de Galvez.
(Minuta.)Cádiz, 3 de Agosto de 1779.El Preste. Manxon.Que cumpliré la orden de 26 del próximo an
tecedente disponiendo la copia de los 2 tomos en fol. de la obra el Parayso en el Nuevo Mundo, aiutiendo a las dudas Dn. Joseph Eusevio de Llano y Zapata, y conclusa la autorizará debol- viendo los originales a este.
(Archivo Histórico Nacional de Madrid. Cartas de Indias, Caja 2, N» 24.)
"En desempeño de mi obligación a la Real Piedad, y amor a la Madre-Patria, remitiré desde Inds. para los usos que convengan los 3 tomos que restan a la División de mi expresada Obra. Igualmente enviaré todos los Manuscritos o Noticias que contemplase útiles a alguno de los Ramos de la Historia, o Natural, o Civil, como lo acabo de precticar con los Originales del Paraiso en el Suevo Mundo que dexó Manuscritos el Lie. Antonio de León Pinelo, que se me han debuelto, ha- viendose sacado (a cuidado del citado Señor Presidente) una copia para el Rey.
Dios gde. a V. S. ms. as. Cádiz y Julio 7 de 1780.
Exmo. Sr. B. 1. m. de V. Exa. su mi. Reverte. Seror. y Apasdo. José Eusebio de Llano Zapata.
(Archivo Histórico Nacional de Madrid. Cartas de Indias, Caja 2, N» 10.)
D O C U M E N T O S P A R A L A H I S T O R I A
Para la historia de la guerra, para la historia de “la Cruzada”. De sus hombres. De sus ambiciones. De sus intrigas. España Peregrina inicia esta sección con una serie de cartas e informes del archivo privado del Cardenal Gomá, hallado en Toledo a raíz del levantamiento en cuyo desarrollo el Primado tomó tan activa parte. Documentación de especie rara. De aquella protegida por varios estados de penumbra, por densos sigilos, que sólo llega a la conciencia histórica —cuando por excepción llega— muchos años después de inhumados los acontecimientos a que se refiere. El pudor eclesiástico es duro de pelar, refractario a la luz contra la que opone una tupidez de callo. Sólo la intervención de la “providencia” en forma de descuido del protagonista, ha hecho esta vez posible que puedan revelarse tan de inmediato los bajos fondos de complicidad y fraude.
Comprende esta documentación dos conceptos principales. Abarca el primero la correspondencia cruzada —a cruz blandida— entre los Cardenales Gomá y Segura, y otros documentos referentes a la lucha empeñada por la primera de esas Eminencias en contra de su exprotector y coterráneo el Arzobispo de Tarragona, Cardenal Vidal y Barraquer. La rivalidad sorda que Gomá sentía hacia el Arzobispo Catalán, el deseo de “jerarquizarlo”, de imponerle su personal supremacía, parece ser uno de los móviles que más influyeron en su terca, urgente e infatigable lucha a favor de la Primacía de Toledo, diócesis de la que, a fuerza de oficiosidad, había sido nombrado titular. El hecho de que pocos meses antes de la guerra civil hubiera conseguido sus deseos y sintiera vivo el afán de consolidar su triunfo, influyó poderosamente, sin duda alguna, en el desarrollo de los acontecimientos, puesto que influyó en
la actitud de la Iglesia española en relación con la guerra. Fácil es comprender, pues, la extrema importancia de estos papeles.
La segunda parte contiene una serie de informes proporcionados por el Cardenal Gomá a la Curia Romana, especialmente al entonces Cardenal Pacelli, hoy S. S. Pío XII, sin que nadie se los pidiera, informes de tipo diplomático de la incumbencia de Nunciatura. Pero entre Gomá, hombre de armas tomar, y el Nuncio no reinaba en modo alguno la concordia. Y era el primero pro- . penso al correveidilismo obsequioso, al entremetimiento rendido. El asunto de tal documentación es para la República Española de gran interés, pues se refiere a las elecciones de 1936, en que triunfó el Frente Popular. Roma sabía de los problemas españoles a través de esta documentación que, cuando no revela, deja vislumbrar el contenido de la mentalidad eclesiástica, con sus zonas sombrías, con sus promiscuidades confusas entre los planos de lo temporal y de lo eterno.
¿Será necesario decir que todos esos documentos son absolutamente auténticos y que la fidelidad de su transcripción se halla garantizada por España Peregrina?
Inéditos son también todos, salvo uno que fué dado a conocer por el semanario parisién Voi de Madrid en su número de 5 de noviembre de 1938 y que transcribimos hoy, para entrar en materia, junto con los comentarios con que fué entonces aliñado, y seguido de las incidencias a que posteriormente dió ocasión. El Cardenal Gomá se sintió obligado a rectificar algunas palabras que, refiriéndose a su contenido, expresó el exministro republicano señor Irujo. Como verá enseguida el lector, tal vez hubiera sido preferible para el Cardenal haber callado.
MINUTA DE UNA ENTREVISTA SECRETA DE LOS CARDENALES
SEGURA Y GOMA
El documento que se trascribe a continuación fue escrito por el Cardenal Goma, Primado de la Iglesia Española. Por emanar del personaje que ha asumido la dirección espiritual del movimiento faccioso, de aquel que, en nombre de un esplritualismo pretendidamente superior, sostiene que la fe debe florecer en el surco abierto en la carne viva por la punta de la espada, posee este documento una importancia excepcional. A fuerza de padecer, el pueblo español ha conquistado el derecho de saber siquiera en qué consiste ese esplritualismo de que es cruenta víctima; hasta qué punto es oro cuanto reluce detrás del fastuoso aparato de mitras, báculos, anillos, capas pluviales y dalmáticas; cuáles son las preocupaciones profundas de la jerarquía eclesiástica, el heroísmo de su celo apostólico, de su humildad, de su modestia, de su prudencia, de su caridad sin límites; cuál el respetuoso y filial afecto que merece a esa Jerarquía la Santidad del Sumo Pontífice; cuál la materia de los propósitos edificantes que cambian en la intimidad, cuando nadie los oye, los actuales Padres de la Iglesia que se visitan a impulsos del amor divino como antaño lo hicieron los apóstoles, o San Pablo y San Antonio Abad, o San Juan de la Cruz y Santa Teresa, entre otros muchos ejemplos.
A estas curiosidades y a otras más responde el documento en cuestión. En él quedó registrada puntualmente la conversación habida entre su autor, el entonces Excelentísimo Señor Arzobispo de Toledo, Isidro Gomá y Tomás, Cardenal hoy y Primado de la Iglesia Española, y el Eminentísimo Señor Cardenal Pedro Segura y Sáenz, ex- Primado de la misma Iglesia. La entrevista tuvo lugar, secretamente, el día 23 de julio de 1934, en el domicilio de Monseñor Henry Gaubert (Quartier Saint Jean, Villa Endara, Anglet, Basses Pyrénées), y su minuta fué escrita a los pocos días en el pueblo de La Riba (Tarragona) donde nació el Cardenal Gomá. Tiene ese documento la virtud de mostrarnos al desnudo el alma de los dos Príncipes de la Iglesia Española, su contenido moral, así como la mentalidad reinante en las esferas de que son empinadas cumbres. Nótese que el diálogo registrado no es un cambio de frases banales ocurrido indeliberadamente en momentos de solaz y esparcimiento, sino que se trata, muy por el contrario, de una conversación de importancia suma sostenida entre las dos personas que
ocupan los puestos más elevados de la Jerarquía Española, las cuales se reunieron con este exclusivo objeto después de hacer una de ellas un viaje largo y de riguroso incógnito. Plática de tan capital interés, a juicio del Cardenal Gomá, que, aceptando los riesgos que tal determinación supone, no vacila en cometer la grave imprudencia de circunstanciarla por escrito. Importaba, sin duda, no olvidar detalle. ¿Con qué fin? Con el de utilizarla, puesto que el mismo Cardenal lo manifiesta. Utilizarla ¿para qué? Lo ignoramos. Pero a nadie escapa que el contenido de esta conversación, bien esgrimido por mano bélica, ambiciosa y experta en el manejo de la intriga, constituye un arma peligrosísima a la que en vano tratarán de resistirse, por difíciles que parezcan, ciertas agradables victorias.
iSe sirvió el Cardenal Gomá del contenido de este documento en el trascurso de su vertiginosa ascensión? No es posible decirlo. Sabemos, sin embargo, que, pocos meses después, en carta a un confidente ocasional (Rafael Sánchez Mazas, 23 de noviembre de 1934), relativa precisamente a su ardua lucha por la Primacía, amenazaba hacerlo con las siguientes palabras: "Y todvía hay otra razón que no sé por qué no ha debido pesar en el ánimo de su interlocutor de Madrid (el Nuncio). Es la situación delicada que él mismo se ha creado por lo que Ud. no desconoce. ¿NO TEME QUE EN UNA DEFENSA DESESPERADA SE LANCE AL VIENTO LO QUE JAM AS DEBERIA SALIR DE LA PENUMBRA EN QUE ESTA?" '
El derecho a la verdad, ganado con su sangre por el pueblo español, según se ba dicho, no consiente escrúpulos en cuanto a la publicación de este documento, por más que en el sobre donde se hallaba encerrado se lea:
"Reservadísimo y de conciencia. Para el caso de morir sin haber utilizado estas notas mis herederos vendrán obligados a echarlas al fuego cerradas como van”.
"No hay nada oculto que no deba ser descubierto, ni escondido que no haya de ser conocido y publicado", diremos nosotros con el Evangelio de San Lucas (VIH, 17).
He aquí el documento, por consiguiente.
‘‘Impresiones salientes de la conversación habida con (el) C (cardenal) S (egura) el 23, julio, 34.
a) . Mi nombramiento es absolutamente providencial. Nadie tuvo parte en él ni lo supo nadie, ni el mismo Nuncio. El Card (enal) lo supo con secreto pontificio cuando ya me había dado una impresión vaga en la felicitación de Navidad, cosa que el día siguiente ya no hubiese podido hacer. Tal se presentaron las cosas cuando se pensó en proveer la sede Tol (edana), que no había más remedio que nombrarme a mí. No dice más porque no puede.
b) . Cuestión Seg (ura)-Nuncio.—Las profundas desavenencias entre ambos se deben a lo siguiente: Cuando por el año 29 se empezó a hablar en Madrid en grande escala sobre la conducta del N (unció), fueron muchas las personas de viso que debieron vaciarse en el conf (esonario) del P (adre) Antonio Naval, del C (orazón) de M (aria), para que viera de ponerse remedio a la situación. Dicho P (adre) se lo contó al C (ardenal) S (egura), a fin de que se avisara en caridad al N (unció). Seg (ura) se valió del conf (esor) del Nuncio diciéndole debía avisarle, aun a trueque de perder la confianza y el cargo: fue ello sin resultado. Simultáneamente recibía el N (unció) millares de anónimos; y algún católico de posición muy alta se le debió presentar diciéndole o que era un canalla o cesaban inmediatamente los motivos que daban lugar a las habladurías. Fué por entonces a Roma el Card (enal), quien se creyó obligado a consultar con el Card (enal) M (erry) del V (al) sobre la conducta a seguir. M (erry) se tomó un día para consultarlo con el Señor, aplicando la misa a este fin y encargando a varias comunidades rogaran por lo mismo. El día siguiente (sic) le dijo a S (egura) que era indudable y clarísimo que debía hacer la denuncia al Papa. Lo hizo con todo detalle, a pesar de que, le dijo al P (apa), que temía le viniese de aquí algún daño. El P (apa) le repuso que nada tenía que temer, porque nadie absolutamente sabría nada. Para informarse, el Pap (a) cursó la den (uncia) en forma innom (inada) por
Secretaría: se equivocó de nombre de religión del denunciante y por aquí vino a saberlo el N (unció). Este empezó entonces la enemiga contra el Card (enal) en tal forma que en otro viaje a Roma se lo debió decir al Papa. Fué entonces cuando el N (unció), para desvirtuar la fuerza de la den (uncia) y al mismo tiempo vengarse del Card (enal) instruyó un llamado proceso apostólico contra el Card (enal). Este siguió paso a paso las diligencias, por referencias de las mismas personas que eran llamadas a declarar. El objeto del proceso fueron las supuestas relaciones del Card (enal) con su futura cuñada. El procedimiento seguido fué el de buscar-con diligencia dondequiera que pudieran hallarse enemigos y ofendidos del Card (enal), y llamarlos a juicio. Al comparecer se les sometía a la obligación de secreto pontificio reservado al Papa. Entre otros, me cuenta lo ocurrido con Chafarote, amigo de Canales, que debía deponer de oídas del mismo, y que luego le refirió personalmente al mismo Card (enal), las incidencias pintorescas de la deposición, negándose el N (unció) a rectificar lo que posteriormente el mismo Canales le había dicho a Chafarote debía rectificarse. Me dice lo ocurrido con Canales, agraviado con el Card (enal) porque le había llamado para Rector del Seminario, a prueba un año y sin compromiso, y como hubiese resultado que no hizo más que escribir artículos y dedicarse a política, lo despidió, y fué por ello, agraviado como quedó con Seg (ura), utilizado por el N (unció). También lo de Fausto Cant, quien, al aceptar un beneficio contra la voluntad del Card (enal) de quien era familiar, le despidió, despendiéndole que tenía que temer mucho de él; el N (unció) le utilizó como adversario del Card (enal); supone el Card (enal), que fausto fué utilizado en connivencia con Tarragona. De todo ello resultó que en Roma no hicieron caso, que se inutilizó el proceso y que se le consideró como una enormidad jurídica, por cuanto se llamó proceso apostólico a algo que el Papa no conocía, y sólo por haberse utilizado para instruirlo los oficios de un protonotario apostólico. Así se explica el profundo rencor del N (unció) contra el Card (enal) y toda la campaña para que se le
quitara de la Sede, cuando las circunstancias le fueron propicias. El Card (enal) le tiene profundamente atravesado, y teme el día en que hayan de encontrarse en las Congregaciones. Dice que el N (unció) es un felón capaz de vender a todo el mundo; y que el Card (enal) M (erry) del Val le dijo que no ha conocido felonías mayores que las que sabe del N (unció); pondera aquí el Card (enal) la gravedad y prudencia de su interlocutor, cuyo proceso de beat (itifica- ción) está para incoarse.
Cuestión Nuncio.—Roma y el Papa saben todo. Crespi y C (ármelo) B (lay) (?) han ¿ido llamados a declarar. El momento es gravísimo para el N (unció) y seguramente será llamado a no tardar. El P (apa) está preocupado porque no sabe qué hacer con él, pero seguramente será nombrado Card (enal) en el próximo cons (istorio) por una de tantas aberraciones de la curia rom (ana). Cree que el viaje de Tarragona y Herrera a Roma ha tenido por fin principal salvar la situación del Nuncio, más comprometida desde que se recibió en Roma, por todos los Cardenales, el escrito de Renovación. Herrera es quien ha detenido en Madrid las cartas compradas que comprometen extraord (inariamente) al Nuncio, porque han venido a parar a manos de uno de A (cción) P (opular) y se ha hecho cuestión de política entregarlas o no. Los hechos que se han denunciado del N (unció) son ciertos y gravísimos. Lo de que el Papa me dijo que “Tal vez el primado de España podría darme detalles”, viene de la declaración del P (adre) Carmelo. No cree improbable que en el caso de ser llamado el N (unció) quede encargado de negocios M (onseñor) Crespi.
Cuestión primacía de Toledo.—Hace años trata Tarragona de destruirla. Cree que fué invención desgraciada de Reig lo de los Metropolitanos. Me cuenta lo ocurrido en una ocasión en que se consignó en actas de Metropolitanos el título de primado de España a favor de Toledo; en una sesión siguiente, presidiendo accidentalmente Tarragona lo borró; y cuando debió ya presidir Segura le increpó duramente, diciéndole que había incurrido responsabilidad criminal por el
hecho. Me aconseja: a), que debo plantear la cuestión al Papa personalmente (directamente) aunque sea por escrito, breve, razonado, aunque sea en mal italiano o en latín, y ello en todos sus aspectos; b), que (no) deje pasar ocasión de llamarme primado, incluso en mis libros, diciéndome que mal hecho porque le dije a Casulleras que ¡o quitara de la portada de Eucaristía; c), que no pierda el contacto con los obispos; d), que no asista a las conferencias mientras no se amaine la campaña contra la primacía; e), que caso que se decidiera que presidiese el más antiguo, que no vaya más a conferencias; f), que la tendencia de Toledo debe ser que el Nuncio quede relegado a su condición de diplomático, no asumiendo la dirección de los negocios de la Iglesia de España, separando así la gestión ministerial, que es de los Obispos, de la propiamente diplomática. Le repuse aquí que todo viene del excesivo romanismo que ha predominado entre los O (bispos) españoles, a lo que asiente, en el sentido de que se considera al N (unció) como al mismo Papa y todo el mundo se le rinde; añadiendo que en ningún país del mundo el N (unció) tiene la importancia y las atribuciones que en España.
Cuestión negociaciones actuales.— Le cuento lo de la comida diplomática; me responde que él no hubiese transigido y que se hubiese abstenido de ir. Le digo que el N (unció) me había dicho que estaba bien impresionado del curso de las negociaciones y que para breve se esperaba algo bueno y concreto; me dice que sus impresiones últimas son malas y que no se llegará a acuerdo que valga la pena. Me dice lo de la opinión de Dan- vila, según el que no puede hacerse nada mientras no se derogue la Constitución, V que por ello no quiso él ir a Roma. Con todo, cree que se hará como quien ha hecho un pacto para que no se vaya descontento el Embajador ni se crea desairado el Gobierno.
Otras incidencias.—Le cuento lo que me dijo Herrera de que fué poco menos que mal recibido el Rey por el Papa; me lo niega, porque sabe los términos en que se desarrolló la conversación Le digo mi parecer
sobre el triunfo de las derechas y su utilización; está conforme, que se ha desperdiciado una ocasión única y que es necedad suponer que el gobierno vaya a parar a manos de Robles. El Papa es hombre sin afección, frío y calculista. Tiene sus simpatías por Cataluña, porque le recuerda sus viejos tiempos de político liberalizante, cuando aspiraba a la unidad italiana sin perder la fisonomía de las regiones. Las concomitancias y buenas relaciones con el de Tarragona las explica por la simultaneidad de nombramiento cardenalicio. Tiene recuerdos de Barcelona por haber tenido allí un hermano con algún negocio. La política repubücani- zante del Papa con respecto a España, en cuya órbita han entrado de lleno el N (unció), Tarragona y Herrera con sus huestes, se debe a su criterio de que hay que estar siempre bien con todos los gobiernos. Cuando fué Nuncio en Polonia sostuvo siempre buenas relaciones con los soviets, de Rusia, lo que sabido por el jefe de gobierno polaco, llamó a los diplomáticos y les insinuó la conveniencia de que se abstuvieran todos de tales relaciones; que le constaba había uno que las tenía, y que no habría más remedio que quitarle. Dióse por aludido Rati, y salió inmediatamente por (sic) Roma, siendo nombrado Arz (obispo) de Milán y luego Card (enal) y Papa. Con motivo de su elección de Pontíf (ice), un rector de seminario o institución de Milán dióle una velada en la que se dijo "que un desacierto diplomático había sido la causa feliz de que tuviéramos un gran Papa”, lo que ocasionó la destitución fulminante del Rector.
Otros detalles.—Al referirle que Toda me recomendó hiciéramos lo posible por salvar de insidias a su señor, hace un gesto muy expresivo, y dice: ¡Toda, el alcahueta! Insiste en la ingratitud y poca correspondencia de Tarragona, a quien salvó en caso apurado, cuando pesaba sobre él la persecución de la dictadura, la poca estima de la Curia romana y sobre todo el desconcepto por lo de la herencia Foxá. Me dice que la nota que le remití con fecha 20 mayo fué entregada por él al Papa; hablando circunstancialmente de cosas de España, le dijo que precisamente había recibido aquel día dicha nota y se la
pidió; interesantísimo; Una de las causas de la avenencia Vid (al)-Pap (a) es que aquél votó a este cuando la elección, que anduvo muy peligrosa, según testimonio del interlocutor, que ha visto el expediente. Cuando falleció D (on) Quintín, hermano del Car (denal) Seg (ura), al notificárselo al Papa, no él personalmente, quedó más de un minuto sin responder, y luego dijo: “Lo cierto es que hemos sacrificado al Card (enal) Segura sin que se haya obtenido ninguna de las ventajas que se prometieron”.
No removeremos la purulenta ciénaga que descubre esta crónica picaresca del Cardenal Goma, de la que salen igualmente malparados cardenales, legados pontificios, rectores de seminarios y demás mundillo de tejas eclesiásticas abajo, así como ciertos medios políticos que le sirven de periesfera. La carne eclesiástica es flaca, mas su espíritu lo es también.
Lo único que retendremos, por nuestra parte, es esa flaqueza espiritual. Dénse por enterados los fieles cristianos y los que no lo son. Según se desprende del trascrito documento, las normas dictadas por el Sumo Pontífice en asuntos de que depende la salud material y moral de millones de seres humanos, no nacen, a juicio de las dos supremas autoridades de la Iglesia Española, ni de principios de teología moral, ni de consideraciones de política eclesiástica basada en la conveniencia general de la doctrina y de los fieles, ni de la caridad del Pastor a quien la suerte del rebaño ha sido encomendada. Esas normas son linas y no son otras —siempre a juicio de estos dos cardenales— porque Monseñor A quites Ratti fué elevado a la dignidad cardenalicia en el mismo Consistorio en que lo fué también un Arzobispo catalán, porque este Arzobispo votó a favor de dicho Monseñor cuando fué elegido Papa, e incluso por la fortuita futilidad de que un hermano de éste hubiera tenido algún negocio en Barcelona. Admirable escorzo psicológico-espiritual el que tal cuadro nos ofrece, sobre todo en su postrer enunciado: porque un hermano del Papa tuvo algún negocio en Barcelona. La gravedad de tales aserciones no puede ocultársele a nadie. Una de dos, o la imputación es cierta o es falsa. Si fuera cierta significaría que la atrofia espiritual a que ha llegado la Iglesia de Pedro en la persona de su Cabeza visible linda con las regiones del cero absoluto. Si fuera falsa, como creeremos mientras no se nos demuestre lo contrario, la gravísima responsabilidad de la imputación, recae por entero sobre los Cardenales Segura y Gomó, cuya conciencia, espiritualmente hablando, se mueve en esa zona helada del total eclipse.
Ahora bien, si a juicio de los Cardenales, este es el modo como se conduce el Sumo Pontífice, cuya sabiduría es reconocida por el orbe cristiano en pleno ¿de qué índole puede ser la motivación que determina las decisiones de los Carde-
nales Segura y Goma que tal concepto tienen de la espiritualidad del Santo Padref La sabiduría castellana afirma por su parte que el ladrón cree que todos son de su condición. Quiere esto decir que en las operaciones mentales del individuo, en sus creencias y juicios, se refleja su espíritu como en un espejo. No es en verdad honrosa ni halagüeña para las Eminencias hispanas la conclusión que de ello se desprende.
A esta lux l°s acontecimientos de estos últimos años se comprenden en toda su espantosa miseria. Se comprende que el llamado esplritualismo católico se creyera con derecho para salir violentamente al paso del materialismo sano de un pueblo que pretendía tener acceso, en beneficio de cada uno de sus componentes así como en el de la colectividad conjunta, al uso de los bienes temporales. Se comprende que, con ese objeto, fuera pervertido el sentido de la profecia cristiana y erigido en dogma nacional el mito de la guerra santa, aunque su paternidad no pueda atribuirse legítimamente sino a Mahoma. Doctrina fecun
da, de todos modos. A ella se deben ya los abundantísimos frutos producidos en esos deleitosos huertos que B emano s ha denominado “los grandes cementerios bajo la luna". Hay ya centenares de miles de cuerpos españoles sometidos al tratamiento equitativo de la tierra. Centenares de miles de españoles, la salvación de cuyas almas estaba, sin embargo, encomendada al Cardenal Goma y a cuantos con él se confabularon. En su afán de santificarse personalmente, de administrar pingüemente el negocio de su alma socorriendo a la viuda y al huérfano, el Cardenal Goma debió pensar que lo primero que esta operación exigía, de acuerdo con los modernos progresos de la técnica, era fabricarlos en la mayor escala posible.
Todo eso se comprende, si.Lo único que no se comprende es que el mismo
Cardenal Goma preguntara en una carta de por entonces, que tenemos a la vista: “¿Cómo seremos juzgados los que hoy formamos el Episcopado Españolf" No se comprende, porque toda pregunta responde a un estado de duda. Y en este punto la duda no es posible.
"EL PAPA AMIGO DE LOS SOVIETS"
S U B T E R F U G I O S D E L C A R D E N A L G O M A(De Voz de Madrid, 28 Enero 1939.)
En el periódico “The Sunday Times” del II de Diciembre y con motivo de una polémica entablada entre Don Manuel de Irujo, ex Ministro del Gobierno de la República, y el Sr. Merry del Val, alto personaje faccioso, se aludió a un documento publicado no hace mucho en Voz de Madrid, a aquella importantísima minuta en que el Cardenal Gomá recogió la conversación que el día 23 de Julio de 1934 sostuvo en Anglet con el Cardenal Segura.
Decía así Don Manuel de Irujo:"¿Explicaría el Sr. Merry del Val el docu
mento que apareció en la prensa de París, del Cardenal Gomá, Arzobispo de Toledo y autor de la carta del Episcopado Español en favor de Franco, en el cual califica a Su Santidad de "frío, calculista, republicanizante, liberalizante y amigo de los Soviets"?”
Bajo el título “Cardenal Gomá”, se publicó a la semana siguiente (18 Dic.) en el mismo periódico, una carta del Agente de Franco en Inglaterra, concebida en los siguientes términos:
“Señor: He recibido comunicación de Su Eminencia el Cardenal Gomá, Arzobispo de Toledo y Primado de España, pidiéndome que niegue las imputaciones hechas contra él por Don Manuel de Irujo en su carta publicada en su número de la semana pasada. Su Eminencia califica de falsas las imputaciones. Alba”.
Los lectores de Voz de Madrid saben a qué atenerse al respecto. Confrontada con el capítulo de este documento, titulado Otras incidencias, la referencia del Sr. Irujo, si no textual en la forma, es, en cuanto al concepto, enteramente correcta.
¿Cómo, entonces, se atreve el Cardenal Gomá a calificarla de imputación falsa?
Nada más sencillo. El Sr. Irujo ha cometido un pequeño error. En la conversación registrada por el Cardenal Gomá, no es este personaje, como el Sr. Irujo pretende, el que pronuncia las palabras antedichas, sino quien las recoje de labios del Cardenal Segura. Por tanto, ateniéndose al rigor de la letra, Gomá puede sostener sin faltar a la verdad que atribuirle esas afirmaciones es cometer una imputación falsa. En parte tiene, pues, razón. Aunque sólo en parte, porque al recoger esas palabras es evidente que las autoriza prestándolas crédito y complacido asentimiento. Más aún, el hecho de escribirlas sin reservas equivale, en cierto modo, a favorecer su publicación, a transmitirlas. De un modo más amplio no se equivoca el Sr. Irujo al decir que provienen del Cardenal Gomá.
Por lo que nos toca hemos de hacer notar que la rectificación del Cardenal Gomá no pone m por un momento en duda la autenticidad del documento publicado por Voz de Madrid. Se limita a negar que haya sido él el que califica al Papa de
frío, calculista, repubiicanizante, etc. Lo hace, eso sí, de tal manera que toda persona de buena voluntad, no acostumbrada a los fraudes casuísticos, pueda ser inducida a error. En efecto, la primera impresión del lector, sobre todo si desconoce el documento, es que Gomá niega su autenticidad. Nada, sin embargo, más lejos de ello. Lo que hace, en realidad, es evitar referirse a él. Por eso no puede haber mejor prueba de la autenticidad del documento que el becbo de que persona tan minuciosa y precavida como el Cardenal Gomá no haya aprovechado la ocasión para rechazarlo pública y categóricamente. Su rectificación de detalle equivale a un reconocimiento tácito del documento.
De todos modos, para que ni aun los más exigentes puedan abrigar dudas sobre esa autenticidad, transcribimos a continuación el certificado que, con adición de algunos pormenores complementarios, fué extendido, después de estudiar una vez más a fondo la documentación, por Don Tomás Navarro Tomás, Director de la Biblioteca Nacional de Madrid, Jefe hasta hace muy poco tiempo del Cuerpo facultativo de Archiveros, y por el ex Secretario del Archivo Histórico Nacional de Madrid, Don Juan Larrea. Dice así:
"Como las afirmaciones contenidas en una carta firmada por el Duque de Alba y publicada en el “Sunday Times” del 18 de Diciembre pudieran crear dudas sobre la autenticidad del documento del Cardenal Gomá dado a conocer por la prensa de París, a que se refirió Don Manuel irujo en la suya publicada por el "Sunday Times" de 11 de Diciembre, los abajo firmantes certifican lo que sigue:
Entre la numerosa documentación que formaba el archivo del cardenal Gomá, recogida en el Palacio Arzobispal de Toledo, figura un documento escrito en cinco cuartillas dactilográficas reseñando una conversación habida en Anglet (Francia) el día 23 de julio de 1934 entre los cardenales Gomá y Segura. Este documento ha sido publicado en transcripción literal por el semanario parisién “Voz de Madrid", en su número de 5 de noviembre último. Su autor es el mismo cardenal Gomá.
En el legajo a que pertenece este documento se conservan también dos cartas suscritas una por el cardenal Segura y otra por su hermano Emiliano, ambas del 17 de julio del mismo año de 1934. invitando al cardenal Gomá a trasladarse secretamente a Anglet con objeto de realizar esa entrevista. En ellas se le comunicaba el ho
rario de trenes desde Hendaya, se le indicaba la dirección de la casa donde Segura vivía y donde los dos Cardenales podrían encontrarse. Esta era la de Monseñor Henry Gaubert —Quartier Saint- ¡ean — Villa Endara — Anglet (Basses Pyre- nées).
De estos y otros documentos de ese archivo se desprende que el Cardenal Gomá salió de Tara- zona, donde a la sazón se bailaba pasando unos días, entre el 18 y el 22 de Julio. El 23 estaba en Anglet donde tuvo lugar la conferencia. A continuación se trasladó a La Riba (prov. de Tarragona), su pueblo natal. Desde aquí notificó al Cardenal Segura su feliz regreso y aquí recibió una carta de este último —fechada a 7 de Agosto— en la que, entre otras cosas, se felicitaba de la gran reserva con que se había realizado el encuentro.
En La Riba fué donde por aquellos días el Cardenal Gomá escribió a máquina el documento referido. Ello se deduce de manera indudable al hacer la confrontación mecanográfica del documento en cuestión con una carta de Gomá a Segura conservada en ese mismo legajo.
El propio Cardenal Gomá atestiguó la existencia en su archivo del expresado documento. En la Memoria del viaje que hizo a Roma en Abril de 1936, al reseñar la nueva entrevista que allí tuvo con Segura, el Cardenal Gomá se refiere concretamente a la conversación de Anglet, a la materia de la misma y al documento en que dejó constancia, con las siguientes palabras: el Cardenal Segura aprovecha la ocasión “para reiterarme la narración de la denuncia al Papa sobre lo de Nunciatura, según queda referido en la conversación habida en Anglet. (Archivo.)” La Memoria donde esto consta está datada y firmada de puño y letra del Cardenal Gomá.
Como consecuencia, los suscritos, en su calidad de técnicos especialistas, responden plenamente de la autenticidad del documento en que se registra la conversación citada, publicado en el N? 17 de "Voz de Madrid”, poniéndose a disposición de aquellas personas peritas en la materia que quisieran aclarar cualquier duda en relación con dicha autenticidad.
París, 26 de Diciembre de 1938.—T. NAVARRO TOMAS. Director de la Biblioteca Nacional de Madrid.— JUAN LARREA, Archivero- Bibliotecario, ex Secretario del Archivo Histórico Nacional de Madrid".
La palabra, para rectificaciones, corresponde ahora al Cardenal Gomá. A no ser aue antes quiera hacer uso de ella el Cardenal Segura.
A P O L O G I A D E L A H I S P A N I D A D
¿Me diréis que hay otros nombres y otras ideas que pueden servir de base a la hispanidad y amasar los pueblos de la raza en una gran unidad para la defensa y la conquistaT ¿Cuálest ¿La democraciaf Ved que en la vieja Europa, sólo asoman, sobre el mar que ha sepultado las democracias, las altas cumbres de las dictaduras.
Cardenal GOMA
D O C E D E O C T U B R E D E 1 9 3 7
C R E A C I O N D E L M U S E O Y D E L A B I B L I O T E C A D E I N D I A S E N M A D R I D
El Doce de Octubre de 1937, en plena guerra civil y de invasión, el Gobierno de la República Española promulgó el siguiente Decreto creando el Museo y Biblioteca de Indias:
"La gran lucha que sostiene España en defensa de los fundamentos mismos de su cultura obliga a su Gobierno a velar por cuanto con ésta se relaciona.
Por eso, una de sus vivas atenciones se proyecta hoy sobre el porvenir cultural hispanoamericano, con el que lo español se encuentra tan profundamente unido.
De aquí que al llegar el día de la Fiesta de la Raza, en el que se conmemora la grandeza de aquel pueblo que fué nuestro y se hizo de todos, y que en un impulso eminentemente colectivo dió vida y universalidad al Nuevo Mundo, quiera el Gobierno de la República, por una parte, ofrecer a la hermandad americana una prueba cierta del interés que el conocimiento no sólo de cuanto en esos países es de estirpe hispana, sino de aquello otro que les es propio y privativo despierta hoy en la nueva voluntad cultural española y, por otra parte, recoger y completar lo que hay de mejor en la tradición, exaltando el valor de la obra llevada a cabo por soldados y misioneros que en crónicas y relaciones describieron las modalidades de las culturas aborígenes de tan elevado interés científico como artístico.
A este propósito, y en el convencimiento de que nada puede haber más fecundo y digno de los pueblos cuya fiesta se celebra, que la creación de un instrumento de trabajo ordenado a un alto fin de cultura, el Gobierno de la República siente hoy la satisfacción de recoger y dar realización a una vieja idea española, colmando al propio tiempo, los deseos formulados por el X X V I Congreso Internacional de Americanistas, que
recabó de los poderes públicos la creación en Madrid de un Museo de Indias.
El Gobierno de la República está seguro de contar para esta empresa con la colaboración de los Gobiernos Iberoamericanos, siempre dispuestos a contribuir a toda obra generosa.
Por ello, de acuerdo con el Consejo de Ministros y a propuesta del de Instrucción Pública y Sanidad, vengo en decretar lo siguiente:
Artículo Iv Con fecha 12 de octubre de 1937 se crea en Madrid un Museo de Indias en el que tendrán cabida todos los materiales arqueológicos, históricos y artísticos, originales y reproducidos, procedentes de América y antiguas posesiones españolas de Ultramar y tanto de la época precolombiana como de la colonial.
Artículo 29 La base de este Museo, llamado a adquirir un gran desarrollo, estará formada por los fondos de la sección Etnográfica Americana y Filipina del Museo Arqueológico Nacional y por la colección de antigüedades peruanas donada recientemente por don Juan Larrea.
Artículo 3? Se crea asimismo una Biblioteca de Indias destinada a reunir el patrimonio espiritual impreso y manuscrito de América y antiguas posesiones de Ultramar, de la que formarán parte:
a) . Cuantos libros hayan visto la luz en aquel continente e Islas Filipinas hasta el fin de la colonización.
b) . Los procedentes de cualquier lugar y época, de contenido americano o filipino.
c) . La producción bibliográfica moderna que sea expresión de la vida espiritual americana y filipina.
Artículo 4? La base de esta Biblioteca estará compuesta por los fondos impresos
y -manuscritos de las secciones de "Ultramar” e “Hispanoamericana” de la Biblioteca Nacional y por los demás fondos referentes a América y antiguas posesiones españolas de Ultramar que puedan ser desglosados tanto de la Biblioteca Nacional como de las demás Bibliotecas.
Artículo 5Q La organización y servicio de estos establecimientos estarán encomendados al cuerpo facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos.
Artículo 6? La Dirección General de Bellas Artes dictará en su día las disposiciones complementarias para la mejor ejecución de este Decreto.
Dado en Valencia, a veintiocho de octubre de mil novecientos treinta y siete.
Manuel AZAÑAEl Ministro de Instrucción Pública y
Sanidad, Jesús HERNANDEZ TOMAS”.
Así pues, para conmemorar durante la guerra el descubrimiento del Nuevo Mundo, el Gobierno de la República Española, como verdadero defensor de la cultura, prefirió a cualquier otro género de demostraciones, la creación de un instrumento cultural llamado a rendir con el tiempo beneficios de acuerdo con su naturaleza. Justo por sí mismo, este acontecimiento tocaba por igual a cada uno de los dos términos de la realidad hispanoamericana; es decir, que, si constituía un testimonio de fraternal interés hacia la ascendencia indígena de los pueblos del nuevo continente, ni desatendía el aspecto español, como lo atestigua la Biblioteca, ni dejaba de atenerse al mismo tiempo, incluso por lo que al solo Museo se refiere, a lo rancio y excelente de la tradición española.
En efecto, la idea de crear un Museo de Indias es casi tan antigua como la colonia. Sabido es que don Francisco de Toledo, el famoso virrey del Perú, sugirió a Felipe II, en carta del Cuzco a 1® de marzo de 1573, la conveniencia de reservar algunas salas de su recámara y real armería para que en ellas pudieran ser admiradas las antigüedades y objetos preciosos del mundo recién conquistado. El mismo virrey envió con este
fin y trajo más tarde consigo a su regreso a España, piezas valiosísimas que, menospreciadas, desaparecieron. Porque absorbida la Corona por otras más imperiales preocupaciones no halló oportunidad de dedicar a las reliquias históricas, artísticas y etnográficas indoamericanas, ni la atención deferente que sentimentalmente merecían, ni la consideración desinteresada a que la moderna conciencia de las naciones las juzga acreedoras. Felipe II desperdició así la ocasión de rescatar la poco airosa conducta de su padre, quien, luego de esparcir por Europa los presentes magníficos que de México le fueron enviados, condenó a fundición las extraordinarias piezas de orfebrería que le remitieron a su vez los conquistadores del Perú. Ninguno de sus sucesores en el trono estimó conveniente apartarse de tan censurable línea de conducta, ni siquiera Carlos III, fundador de Museos, protector de Artes y Ciencias y auspiciador de expediciones. Así es como, pese a alguna que otra honrosa excepción de iniciativa particular, no llegó a cuajar nunca la política de conservación que hubiera estado de acuerdo con el espíritu popular que animaba a aquellos misioneros y soldados de los primeros tiempos, que dejaron memoria escrita de cuantas noticias les fué dado recoger sobre los usos, costumbres, historias, tradiciones y creencias de los pueblos aborígenes. Y en este sentido es como se está en lo cierto al sostener que la creación del Museo de Indias rompió de una vez con los malos hábitos de Austrias y Borbones, para recoger, en cambio, la genuina tradición de nuestro pueblo.
Tales apreciaciones no son sectarias ni gratuitas. Ni siquiera tienen el mérito de ser nuevas puesto que coinciden en el fondo con las de Antonio de Ulloa, quien en la Introducción a sus Noticias Americanas (Madrid, 1772) se expresa del siguiente modo;
"Después del Descubrimiento de las Indias no se ha trabajado con la aplicación que se requería en conocer lo que encierran de raro, haciendo poco aprecio de esta par-' te, como menos apetecible, siendo pocos los que han parado la consideración en ella!, fuera de aquellas primeras noticias que se adquirieron en los tiempos inmediatos a la
Conquista: no se han repetido, ni se han hecho especulaciones para adelantarlas; por esta razón son más extrañas, y con particularidad las que pertenecen a la Física terrestre, a las antigüedades, a las costumbres, y al carácter, genio e inclinaciones de aquellos habitantes, en su estado natural, y en el que tienen después de haber estado bajo de otra dominación, ofreciendo cada uno de estos asuntos no pocas particularidades en que ocupar el juicio, que son otros tantos documentos para el conocimiento del mundo y de las variedades que encierra”.
¿Más tarde? De siglo y medio a esta parte, muchos son los hombres, muchos los partidos políticos que se sucedieron en el uso y abuso del poder. No faltaron durante tan infausto período, gobernantes y personajes célebres exaltadores del orgullo nacional, los cuales, a pesar de que el americanismo había adquirido ya carta de naturaleza en el seno de las naciones civilizadas, no se interesaron, naturalmente, sino por cuanto atañe a la vida y hazañas llevadas a cabo por los españoles en el continente americano, es decir, por sólo aquello que, siendo exclusivamente nacional, lisonjeaba la vanidad patriótica, con su estulta ambición de preeminencia.
Fácil es comprender hasta qué punto era preciso un cataclismo en el solar hispano, una total revulsión de términos y valores para que, al fin, un Gobierno del pueblo, saliendo en defensa no de aquello que la cultura española tiene de egocéntrico y particular, sino de lo que tiene de universal, de plenamente humano, modificara de repente el concepto del deber que reinaba en las esferas gubernamentales para dar como resultado una nueva orientación capaz de traducirse en hechos como este de la creación del Museo de Indias. ¿De qué otra manera más en consonancia con el espíritu de cultura podía celebrarse el aniversario del descubrimiento de América, si no es reforzando los antiguos nexos espirituales que vinculan lo típicamente americano a lo profundamente español, fomentando la cooperación solidaria de ambos términos en pro de aquel universalismo que prácticamente entró en vías de hecho el día en que plantas españolas hollaron por vez primera el nuevo continente?
¿No era ésta, aunque tardía, la obligada consecuencia del compromiso tácito que adquirió la cultura española al propagarse con afanes de universalidad por toda América, no era acaso obligación que se desprende del pacto de sangre que en nombre de la civilización se concluyó entonces entre los pobladores indígenas y el conquistador hispano?
Vocación de Nuevo Mundo ha sido siempre la del pueblo español que a ella se entregó con alma y vida; vocación de Nuevo Mundo que explica muchas cosas y de la que dimanan sus magnos y progresivos desastres. No deja de ser sintomático a este respecto que el interés por América volviera a despertarse en el preciso momento en que el Nuevo Mundo, en su aspecto específico de más allá humano, hizo su aparición, aunque bajo atroces especies, en la escena histórica de España.
Adviértase que para que tal interés pudiera manifestarse, fué preciso vencer muchos obstáculos, salir en busca de realidades sitas a no poder más lejos. Ciertamente, sólo en estos pasados tiempos de suma decadencia, de fin de mundo, era posible una lejanía tan grande como aquella a que, con olvido de la positiva, de la auténtica tradición española y con olvido del espíritu que dotó a esta tradición de vida y de grandeza, se había confinado a lo americano. Solamente en épocas de fuerte inconsciencia era posible que a las riquísimas donaciones arqueológicas que hicieron a veces algunos Gobiernos de Hispano-América, tales como el deslumbrador tesoro de los Quimbayas, obsequiado por el Gobierno de Colombia, respondiera España con una indiferencia tan soberana como la de sus monarcas, tan absoluta que ni por decoro se sentía la obligación de encubrirla. En virtud de esa indiferencia de tipo senil, quedó gravemente desatendido un sector de actividades del espíritu que reclamaba particulares desvelos. Y así se dejó al cuidado de gentes extrañas el de cumplir los compromisos que para nosotros eran vitales. Compromisos, sí, estos mismos que hoy recobran vigor. Porque no hay que olvidar que hubo una época en que las circunstancias históricas hicieron chocar en el tiempo y en el espacio los ciclos culturales europeo y
americano, viéndose en cierto modo obligado el pueblo español, en representación de Europa y bajo el imperativo ineludible de la universalidad, a destruir, ya fuese objeto precioso, ya grandioso monumento, cuanto pudiera servir de sostén y aferradero a un tipo de mentalidad humana llamado a transformarse. Aun más: cuando se rompieron los diques compresores de la Edad Media y los individuos no privilegiados por la cuna tuvieron acceso al goce de las riquezas, los apetitos ambiciosos, las graves concupiscencias que después de tantos siglos de opresión se desenfrenaron entonces tenían que conducir ineluctablemente al expolio del indígena indefenso. Inconsiderado con cuanto no fueran sus propios apetitos el conquistador español arruinó templos, violó sepulturas, derribó palacios, destrozó estatuas, machacó y fundió millares de objetos de oro, plata y cobre. Sobre América pasó en los siglos XVI y XVII una oleada devastadora de Historia Universal, una de esos marejadas profundas que no dejan piedra sobre piedra y cuya sola justificación, su fundamental razón de ser ante la sensibilidad humana parece residir en su misma magnitud catastrófica, en su razón de grandeza. De este modo doloroso pagó el nuevo continente su rescate a la universalidad. Mas en España no se debió olvidar nunca que, todo lo glorioso que se quiera, el agente exterminador fué el pueblo español. Y se olvidó porque el pueblo español no importaba; ni importaba su crédito, su natural decoro.
Sin este olvido no tendría ese proceso de biología histórica, basado en constantes y, al fin y al cabo, ineludibles leyes de selección natural y de lucha por la existencia, el carácter de gravedad que los hechos posteriores le fueron confiriendo. Lo grave no fué la vehemencia del proceso violador. Lo vitalmente grave, porque supone una insuficiencia de energía vital, fué el desamor consecutivo, es decir, el hecho de que no hubiera posteriormente un solo Gobierno español lo bastante generoso para revisar, en cuanto perdieron fuerza los determinantes históricos, los fundamentos de la primitiva actitud, para condenarla y reparar sus daños en aquello que tuvo de inconsciente, injusta y excesiva. Esa caren
cia posterior, necia y obstinada, es la que presta al conjunto de las actividades hispánicas de muchos años a esta parte un tono de irresponsabilidad, de egoísmo afrentoso, que no ha pasado desapercibido para los pueblos de América. Más aún, esto es lo que América, satisfecha en el fondo de la violencia de los primeros contactos, no ha podido ni puede perdonar nunca. Porque hacía ya demasiado tiempo que nuevas circunstancias ideológicas estaban haciendo sonar en vano la hora de rectificar la vieja política de exterminio, de corregir en lo posible las demasías propias de los instintos que habían sido necesarios para llevar a cabo la conquista y colonización, de recoger a impulos equitativos de solidaridad humana, si no de curiosidad científica, los despojos de cuantos pueblos sufrieron el choque desbaratador de la expansión de occidente. Hacía ya mucho tiempo que estaba sonando la hora de aprovechar metódicamente, con miras al conocimiento, la suma inmensa de materiales que encierran los archivos españoles, de continuar eficazmente la obra meritísima de nuestros cronistas, reanudando su tradición, la substancia de su interrumpido esfuerzo. Esta falta de interés de España, este eclipse total de sus dogmas vitales es lo que presta al acto creador del Doce de Octubre de 1937, la validez de un acto de desagravio.
Desde entonces no puede ser tenido como natural que la protección y fomento de los estudios americanistas corra a cargo de gobiernos y entidades extranjeras. El Gobierno de la República, el Gobierno del pueblo español, reclamó cuando podía hacerlo, su parte de responsabilidad negándose a prolongar el expresado estado de cosas, no por inmemorial menos culpable.
En este punto mueve a admiración la virtud creadora del pueblo español que, colocado en el trance gravísimo cuyas atroces consecuencias sufre, no sólo dedicó su mucha capacidad de heroísmo a la defensa de su vida y de los valores civilizados representados por el Derecho al tiempo que realizaba una intensa política de protección a su Tesoro Nacional, sino que, tomando la iniciativa, atacó a fondo los problemas de alta cultura que ni siquiera plantearon los gobiernos anteriores. ¿Hasta qué otro mo-
mento es preciso remontar el curso de la Historia de España si se ha de encontrar una exaltación de la virutd creadora en cierto modo equivalente? ¿No es acaso hasta el momento característico del Nuevo Mundo, hasta aquel del descubrimiento y primera conquista? Quiéralo o no lo quiera, siempre que la conciencia se pone a analizar el sentido de nuestra guerra, acaba recurriendo necesariamente a ese punto de mira constituido por el apasionamiento español frente a la realidad del Mundo Nuevo. Momentos son estos, el actual y el de la conquista, que se corresponden íntimamente, que se ajustan y completan. Más aún, sin la presencia simbólica del pasado, sin el sentido que se desprende de algunos hechos que se organizan dentro del lenguaje expresivo de que se nutre para tomar desarrollo la conciencia humana, fuera imposible captar la plena significación de los sucesos que estamos viviendo, como no es posible comprender en su exacta realidad el proceso biológico cuya última fase es el parto si no se le refiere a una fecundación antecedente.
En punto a significaciones, la creación del Museo de Indias realizada por el Gobierno de la República, puede ufanarse de poseer la trascendencia vital de los símbolos naturales. Ya va dejando, en efecto, de ser lícito el engaño sobre la verdadera naturaleza de la cultura. Sólo una interesada hipocresía o una grave disminución de ánimo pueden considerarla como una categoría abstracta, absolutamente autónoma, independiente del hombre que vive en su plenitud, que se nutre, que defiende los grandes intereses de la Justicia, que ama. No, el fenómeno cultural, espiritual si se prefiere, no pasa de ser un sueño inconsistente cuando no está entrañado en la vida misma, hasta el punto que si uno y otra no se completan, ni pueden comprenderse ni justificarse, ni conducen, por consiguiente, a la verdadera liberación del sér humano. No sorprenda encontrar en esta creación del Museo de Indias, símbolo del nuevo mundo de plenitud que se anuncia, una resonancia que puede parecer política a fuerza de ser plenamente vital. De esta verdad arranca la gran promesa que se cernió durante la guerra sobre España, donde puede
decirse que vida y cultura, en su sentido más alto, llegaron a identificación completa, donde el analfabeto vencía su ignorancia entre dos combates, donde el Ministerio de Instrucción Pública rivalizaba con los de Defensa y Abastecimiento, porque la cultura era en la España que se estaba jugando el ser a vida o muerte, artículo de necesidad perentoria. Por eso no puede vacilarse en proclamar que, si por el fruto se conoce al árbol, la creación del Museo de Indias, estimado en su justa medida el valor sintomático que encierra el hecho en sí, significó en su día que España volvía al fin por sus fueros ideales, renaciendo de sus muchas cenizas. No la avasalladora, imperialista y exterminadora España que por presión exterior hoy detenta el poder en la península, sino aquella España viva que representa la lógica superación de una época que concluye, la España popular de siempre que está pagando a su vez con dolores supremos su acceso a la universalidad.
Obligación tocante a la cultura española en su natural tendencia al universalismo es perfeccionarse en la reconstitución científica. con el desarrollo intelectual que esto requiere, de aquello que un día desbarató, recoger el sentido que en aquellas formas de civilización palpitaba, extraer de este campo admirable de observación, los principios determinantes del proceso evolutivo de la conciencia y de la sociedad humana, de su plasmación en la Historia, los cuales son necesarios para comprender y sorprender en funciones aquello que en cierto modo pudiera llamarse glándulas secretoras de la fenomenología histórica. Porque, científicamente, acaso no exista campo de observación semejante al que ofrece el cuadro de culturas que presenta el continente americano, con la particularidad única de constituir una unidad viviente, separada de todo el resto, en la que aparece en su íntegro esplendor el juego creador, con sus peripecias y alternativas, con sus acordes y disonancias, de los movimientos colectivos. Sobre todo contando como se cuenta con la excelente aportación de los cronistas españoles que puede ser considerada, en muchos casos, como el segundo lado del triángulo que nos permite deducir la realidad del tercero que falta. En la añeja empresa huma
na rotulada con el “conócete a ti mismo”, que trata de descifrar el enigma concreto del ser, penetrar en su ciencia que es conciencia, la realidad etnográfica del continente americano nos permite sumirnos en la contemplación de estados de cultura muy profundos, de tipo desemejante a cuantos se encuentran hoy en vida y equivalente, en cierto modo, al de las grandes culturas antepasadas de la civilización de occidente. He aquí la importancia de los testimonios de los cronistas y el valor exacto del americanismo, el cual, bajo la apariencia de un cuerpo de conocimientos de puro adorno —especie de violon d’Ingres de la civilización occidental— encierra una potencialidad científica de primer orden.
Expuestos quedan algunos de los alcances del paso que dió el Doce de Octubre de 1937 el Gobierno de la República Española. No resulta fácil negar, en estas_ condiciones, que su gesto fuera la reanuda-' ción de la tradición española en lo que tiene de más justo y espiritual, de esa tradición interrumpida de la plena España para la que la cultura no es tal si no es bien de todos: de todos los hombres, de todos los pueblos, de todas las razas por poco evolucionadas que se encuentren. De esa tradición para la que una de las funciones colectivas del que sabe, la función esencial, es trasmitir la sabiduría, enseñar al que no sabe en vez de explotarle, abusar de su ignorancia, fomentarla, agrediéndole con el pretexto de su inferioridad, dando validez absoluta contra el espíritu de caridad a la ley inicua y anticristiana de la fuerza. Motivo es este, pues, de contento para cuantos sin dejarse engañar por huecas palabrerías se interesan por ese tuétano de espiritualidad que presta la más alta calidad humana a la tradición española. Así como nadie, de cuantas personas se interesan realmente por la ciencia americanista, pudo dejar de acoger con satisfacción la iniciativa del Gobierno de la República. Porque la creación del Museo de Indias no es sólo idea de gran abolengo dentro de España, sino que ha merecido el apoyo de los medios científicos extranjeros. No es ocioso recordar a este respecto que el pasado XXVI Congreso Internacional de Americanistas juzgó tan oportuna una moción presentada por la
Asociación Española de Amigos de la Arqueología Americana, presidida por el ilustre americanista don Rafael Altamira, recabando de los poderes públicos españoles la creación de un Museo de Indias y de los Gobiernos Hispanoamericanos una contribución eficaz para la realización de este propósito, que acordó con un voto de aplauso elevarla a resolución plenari a del Congreso. Fué firmada esa moción por los americanistas más preclaros, por las delegaciones extranjeras más autorizadas. El nombre de Max Uhle, Presidente de honor de la Delegación alemana y el más esclarecido de los arqueólogos suramericanos, campea junto al de su eminente compatriota Konrad Th. Preuss, Director del Museo Etnológico de Berlín, no ha mucho fallecido; junto al de Raoul d’Harcourt, miembro ilustre de la Delegación francesa, y al de Guido Calle- gari, el más distinguido de loS profesores italianos. Completan la lista de firmantes extranjeros los notables arqueólogos Francisco Aparicio y Fernando Márquez Miranda, Delegados argentinos, el del eminente profesor Pedro de Alba, Delegado mexicano, el del erudito historiador e investigador afortunado Raúl Porras Barrenechea, de la Delegación peruana, etc. Ellos son hoy testigos de valor excepcional de cómo el Gobierno de la República Española se hallaba tan consubstanciado con la cultura que no se limitó a proteger en los cruelísimos momentos de la guerra sus tesoros artísticos, bibliográficos y arqueológicos, sino que atendió su solicitud echando los cimientos de un porvenir lleno de promesas.
El resultado adverso de nuestra lucha cambió por completo nuestras esperanzas. Ya no está hoy en nuestra mano ocuparnos por el momento del Museo y de la Biblioteca de Indias, creados en Madrid. Mas, en cambio, los españoles diseminados por América podemos interesarnos in situ por los residuos de las admirables culturas prehispánicas y adquirir sobre la materia un conocimiento directo que se irá traduciendo en positivos aportes para el acervo científico de nuestra patria. Tan deseable nos parece esta eventualidad, que constituye una de las razones que nos han impulsado a publicar este artículo sobre la creación del Museo de Indias así como, con carácter
de complemento ilustrativo, la reseña histórica de las colecciones que forman en la actualidad los fondos de dicho Museo. Ha llegado la hora de que el pueblo español rescate con su actual conducta constructora la destructora de sus antepasados. Conve- nientísimo fuera, por tanto, que en todas las Repúblicas donde ha llegado nuestra emigración, mas sobre todo en México, se formaran equipos científicos de españoles
aficionados que, por las poderosas razones apuntadas, mostraran deseos de imponerse en estas apasionantes ciencias. No dudamos que algunos compatriotas podrán formar incluso colecciones que más tarde, con el permiso de los Gobiernos respectivos, podrán acrecentar los fondos del tan oportunamente creado Museo de Indias. Manos, pues, a la obra.
C O N T E N I D O A C T U A L D E L M U S E O DE I N D I A S
En contradicción con las falsas especies propaladas maliciosa y sistemáticamente por los autotitulados defensores de la verdad, todos, absolutamente todos los objetos arqueológicos indoamericanos que se conservan en la sección correspondiente del Museo Arqueológico Nacional de Madrid, se encuentran a salvo. Todos beneficiaron de las medidas de protección que la Junta Nacional del Tesoro Artístico prodigó desde el primer momento de la lucha a cuantas riquezas se encontraron bajo su tutela. Algunos de esos objetos de inestimable valor, como el Tesoro de los Quimbayas, fueron, extremando las precauciones, trasladados a Valencia. El resto quedó cuidadosamente embalado y puesto a buen recaudo en lugar defendido contra los bombardeos a fin de ampararlo una vez más contra ese tradicional espíritu de destrucción que se ha cebado a lo largo del tiempo en los vestigios de América. Espíritu que, adviértase bien, por mucho que varíen las personas, siempre es uno y el mismo.
Mas si no falta una sola pieza de las colecciones del Estado, es de notar que ese fondo arqueológico no fué enriquecido con ninguna pieza nueva si se exceptúan las que integran la colección Larrea, donada al pueblo español en 1937. Quiere esto decir que como consecuencia de las investigaciones llevadas a cabo por la Junta del Tesoro Artístico en los domicilios particulares a fin de proteger contra los muchos riesgos a que han estado sometidos aquellos objetos de valor artístico e histórico que, aunque de propiedad privada, forman parte del pa
trimonio nacional, aparecieron un elevadí- simo número de cuadros y esculturas admirables, de relojes antiguos, de porcelanas de muy diversa procedencia, de bargueños y muchas otras suertes de muebles. Mas entre tanto accesorio de salón, vitrina o bohardilla no apareció ni un solo objeto de América: ni una sola escultura, ni una máscara, ni una vasija, ni un tejido. ¿Qué mejor prueba de la falta absoluta de interés que las clases nobles, pudientes y adineradas tuvieron y tenían por todo lo indoamericano, de cuyos pueblos codiciaron únicamente los metales preciosos y la capacidad intrínseca de trabajo explotable?
Como consecuencia, una descripción del contenido actual del Museo de Indias coincide exactamente con las reseñas que constan en las guías y anuarios del Museo Arqueológico Nacional y en las publicaciones a que ha servido de objeto la colección Larrea. De esas reseñas se deduce que lo que era sección americana de ese establecimiento se halla constituida por un cierto número de colecciones parciales de varia procedencia, algunas muy ricas, modestas otras, las cuales, casi por el exclusivo procedimiento del donativo particular, se han ido congregando al trascurrir de los años. Como esa agrupación no ha estado presidida por intención alguna de conjunto, pecan esos fondos arqueológicos de muy graves lagunas. Al lado de ciertos lotes de excepcional riqueza se observan vacíos incomprensibles. Mientras existen culturas bastante bien representadas otras hay, como sucede, por ejemplo, con cuantas florecieron en el tern-
torio de la República Argentina, que no cuentan ni con una sola pieza para muestra. Arqueología tan extraordinariamente densa y rica como la mexicana carece en el Museo de Madrid de una representación capaz de dar una idea ni aun remota de lo que fueron aquellas grandiosas civilizaciones precortesianas. Museo es este formado por aluvión, al azar de circunstancias para él muy adversas y que no contó nunca con un verdadero técnico que se interesara por su contenido. La afición a estos estudios no se despertó siquiera depués de aquella magnífica exposición Hispanoamericana celebrada en Madrid en 1892 con motivo del IV Centenario del Descubrimiento de América, a la que los Gobiernos de tantos pueblos hermanos se esforzaron por enriquecer con las mejores galas arqueológicas.
Cuando se trata de pasar revista al contenido del Museo, la primera aportación que cronológicamente reclama la atención parece ser la constituida por los objetos que reunieron durante su expedición por las costas del Pacífico los botánicos Hipólito Ruiz y José Pavón. Se efectuó este viaje en 1777 y sus resultados, etnológicamente hablando, no fueron muy brillantes: algunos trajes, algunos adornos, unos pocos utensilios empleados por los indios atacame- ños de entonces, reminiscencias degeneradas del rico ajuar de épocas más antiguas.
Otro tanto puede decirse del lote recogido en el Estrecho de Magallanes en 1786 por don Antonio de Córdoba, comandante de la fragata Santa María de la Cabeza.
De muy distinta calidad es el notable envío de 600 vasos peruanos que hizo a Carlos III el obispo de Trujillo don Baltasar Jaime Martínez Compañón. Ocurrió este suceso en 1788 y constituye la más importante tentativa científica llevada a cabo por españoles a favor de los recursos del antiguo Perú. Gracias a este docto Prelado cuya iniciativa particular merece ser calificada, en el campo etnológico, de verdaderamente revolucionaria, puede enorgullecerse España de haber dado los primeros pasos por la vía científica del americanismo. Tanto más cuanto que Martínez Compañón dejó memoria circunstanciada de algunas de las excavaciones que llevó a efecto con excelente juicio y grandes dones de
observación, en un magnífico álbum de estampas en que se describe el Arzobispado de Trujillo. Su colección se compone de unos 600 vasos de barro rojizo o negro de las culturas Proto-Chimú o Mochica y Chimú propiamente dicha, que tanto se distinguieron por el sentido escultórico con que modelaron su alfarería. (Lám. 12.) Su arte, eminentemente realista y, en este aspecto, el mejor logrado sin duda de toda América, debió impresionar profundamente al Obispo Compañón cuyo envío fué el primero de esta clase que desembarcó en Europa. Su calidad artística es, naturalmente, muy desigual, encontrándose algunas piezas selectas sobre un fondo de vasijas más bien mediocres. Lástima que hayan desaparecido las piezas de metal, de oro especialmente, y los hermosos tejidos de que Martínez Compañón dejó constancia pictórica en su álbum inédito. Hasta 1936 en que la República Española lo dió a la estampa.
Un año después, en 1789, las autoridades de Guatemala remitieron a la península algunas antigüedades procedentes de las ruinas mayas de Palenque, cuyo descubrimiento causó tan gran sensación en el mundo civilizado. Entre ellas se encuentran algunos ejemplares notables, algunos catunes de estuco, algunos trozos escultóricos, un bello bajorrelieve. {Lám. 3.) Escaso testimonio, a pesar de su indiscutible importancia, de un arte que alcanzó tan prodigioso florecimiento.
Poco más tarde llegaron a España los objetos recogidos por Malaspina en la costa norte de California. Se halla constituido este importante lote por algunas máscaras y otras piezas de madera policromada y adornada con conchas y caracoles marinos. {Lám. 1.) Su interés radica muy especialmente en su reconocida antigüedad. Son estas, en efecto, las piezas más auténticamente antiguas que se conservan de una cultura cuyo estudio se presta a conclusiones de gran valor en el campo americanístico.
Este ramillete de iniciativas prometedoras que floreció en la segunda mitad del siglo XVIII no llegó nunca a cuajar. Con ellas puede decirse que finaliza el exiguo haber americanístico de España.
Aun no acabado el siglo XVIII se abre un ancho y vacío paréntesis de casi una cen-
tuna durante el cual no se acrecentó el Museo en ciernes con un solo objeto que atestiguara, poco o mucho, algún interés por las cosas de América. Es preciso acercarse hasta el último tercio del pasado siglo, para volver a encontrar alguna materia ameri- canística. Sólo entonces vuelven a hacer aparición, aunque tímidamenee en un principio, los donativos particulares.
De este modo las colecciones americanas se enriquecen con una serie de figuras de cera sobre costumbres populares mexicanas, ejecutadas por Francisco Garcia en el siglo XVIII, donada por el Marqués de Prado Alegre, y con otra de vasijas coloniales, muy importante por su número y calidad, formada en México por doña Catalina Vélez Ladrón de Guevara en el siglo XVII y donada por la condesa viuda de Oñate en 1884.
Por entonces entran a formar parte del Museo los famosos códices mayas llamados Cortesiano y Troano, o sea el códice Tro- Cortesiano, como se le denomina en la actualidad, calendarios litúrgicos, a lo que parece, adquiridos en 1872 y 1888, y cuya importancia es sobradamente conocida.
En esta época, si no algunos años más tarde, fué cuando el naciente Museo se acrecentó con un estimable conjunto de antigüedades antillanas compuesto de algunos hermosos collarones y otras piezas líticas tan enigmáticas aún como peculiares del inconfundible estilo portorriqueño. (Láms. 6 y 7.)
Acontecimiento de capital importancia constituyó, en este orden de ideas, la Exposición del IV Centenario que sirvió entre otras cosas, para dar a conocer en Madrid el caudal arqueológico del nuevo continente. Desde nuestro punto de vista, su importancia es subrayada por la serie de considera- rabíes donativos que fueron su consecuencia. En efecto, además de algunos obsequios de menor cuantía, se registran entonces tres valiosas donaciones oficiales: la del Tesoro de los Quimbayas, del Gobierno de Colombia; la del lote de objetos variados del de Perú y la de las colecciones líticas del de Estados Unidos. También estuvo expuesta entonces la colección de antigüedades centroamericanas del Marqués de Casa
Calvo, que acabó viniendo a engrosar los fondos del Museo en formación.
El Tesoro de los Quimbayas es la más preciada joya del Museo actual y constituye la más rica colección de piezas de oro que se conoce de aquella cultura, especializada en la orfebrería. Se compone de 62 piezas de oro puro o mezclado, ejecutadas a cera perdida y representando personajes en pie o sentado, frascos, braserillos, collares integrados por innumerables piezas, cascos, trompetas, etc. (Láms. 8 a 11.) Testimonio grandioso del grado de perfección técnica a que había llegado esta cultura colombiana que al no contarse, sin embargo, entre las más desarrolladas de América, sirven para hacernos lamentar aun más profundamente la desaparición de tantas otras piezas arqueológicas de orden excepcional.
No queriendo ser menos el Gobierno del Perú, hizo donación al de España de una colección compuesta de 17 objeto de oro, cetros, adornos vestimentarios, todo el ajuar metálico de una momia con su máscara de oro, su peto y sus accesorios, algunas figurillas, dos vasos de plata, una pocas piezas de madera, bellos tejidos y medio centenar de vasos selectos. (Láms. 13 y 16.)
Por su parte el Gobierno de Norteamérica dejó en Madrid la colección de objetos de pedernal, con que contribuyó a la riqueza de aquella Exposición y que, aunque carezcan de interés artístico, muestran el nivel de civilización en que se desenvolvía la vida humana en comarcas, hoy tan desarrolladas.
El considerable legado de don Julio Are- llano, Marqués de Casa Calvo, se compone de 376 objetos de diversas materias, procedentes, en su mayor parte, de las culturas chorotegas de Costa Rica, en especial de la Nicoyana. Entre los objetos de piedra sobresalen algunos metates de positivo mérito, algunas figuras de personajes bastante repetidas. La cerámica posee ejemplares muy notables, de formas variadas, a veces de hermosa policromía. (Lám. 5.)
A la magnífica contribución de los expositores del IV Centenario, hay que añadir algunos donativos de menor cuantía debido a personas particulares, ocurridos un poco antes o un poco después. Destaca entre las
piezas así adquiridas un objeto de piedra semejante a las palmas totonacas, aunque, según su donador, Juan Jiménez de San- doval, proceda de la casa del Gobernador de Uxmal. (Lám. 2.)
Más tarde, ya en nuestros días, y después de un nuevo período de descanso, el Museo volvió a incrementarse sensiblemente con el importante donativo de don Rafael Larco Herrera, distinguido patricio peruano, que hizo donación en 1920, de unos 600 vasos procedentes de Trujillo, los cuales vienen a completar la antigua colección de Martínez Compañón. Además de no pocos ejemplares notables, Mochicas y Chimús, representando en su mayoría figuras humanas, animales y productos vegetales, comprende la donación algunas armas y utensilios de cobre de la costa norte de aquella República.
En 1930 el Museo adquirió, por compra, una colección de 45 trozos de tejidos peruanos, que forman un muestrario del arte textil de una serie de comarcas y culturas donde alcanzó un desarrollo extraordinario. Son pequeños trozos en los que se halla representado el arte de Nazca, Paracas, Tia- huanaco, etc.
En 1934, después de la Exposición Ibero Americana d,e Sevilla, tuvo lugar la donación de 209 objetos, hecha por el Gobierno de Costa Rica, a la que contribuyeron con algunos pocos vasos los señores Quer y el eminente coleccionista costarricense don Jorge A. Lines. Son en su casi totalidad vasijas cerámicas de tipo Bugaba, que vienen a completar muy felizmente la citada colección de Casa Calvo.
Por último, a todas las anteriores ha venido a añadirse, ya en plena guerra civil, la donación de la colección Larrea que constituye un completísimo conjunto en el que se hallan representadas todas las manifestaciones de la cultura incaica, entre cuyas piezas destacan no pocas únicas, de gran riqueza y dignas de la importancia que aspira a alcanzar este Museo. (Láms. 14 y 15.)
De cuanto antecede se deduce que los únicos países que se encuentran decorosamente representados por el momento, son:
Colombia con el Tesoro de los Quimba- yas y algunas muy pocas piezas chibchas,
aunque falten por completo todo género de representaciones cerámica y líticas;
Costa Rica que, con sus figuras de piedra, sus metates variados, sus comales y vasijas trípodes de origen chorotega, zapo- teca y bugaba, presenta un conjunto tan homogéneo como estimable.
Puerto Rico, que cuenta con un pequeño muestrario arqueológico de aquella isla, suficiente para hacerse una idea de lo que constituía el arte autóctono.
Y sobre todo el Perú, que puede ufanarse de poseer mayor número de piezas que todo el resto de los países americanos juntos. Destacan entre ellas las procedentes de la costa norte o Chimú y las de la cultura incaica. Mas a pesar de ello, esta representación está muy lejos de ser completa, pues faltan ejemplares de un crecido número de culturas como son las de Chavín, Recuay, Tiahuanaco, Cajamarquilla, Chan- cay, lea, Paracas, del.estilo llamado Epigo- nalo Andino e incluso de la vistosísima cultura Nazca ya que, no obstante los miles de ceramios que de ella hay esparcidos por el mundo, a penas cuenta aquí con media docena de ejemplares.
La representación de las demás Repúblicas deja muchísimo que desear, empezando por México, hasta el punto de que todos los objetos precortesianos que de esta República se conservan, caben, sin exageración, en una sola vitrina. Por su valor histórico sobresale, entre ellos, un broquel de plumería que pertenece a los tiempos de la conquista y que parece ser la única pieza salvada para nosotros, de los envíos de Nueva España. Lo colonial, en cambio, abarca algunas series interesantes como son la de figuras de cera, ya citada, la colección de cuadros maqueados, firmados por Miguel González en 1698, que representan escenas de la conquista, la de búcaros, muy notables, y algunas piezas de arte plumaria.
Nada se diga de la Argentina, de Bolivià, del Brasil, de Venezuela, de Panamá y demás países de Centroamérica, todos los cuales, sin más excepción que Costa Rica, carecen de todo género de representación.’ (Honduras posee un único ejemplar, una estatua de piedra bastante tosca, donada
por el Conde de las Navas). Deficiéntísi- ma es también la representación del Ecuador, cuyas numerosas culturas locales no cuentan aquí sino con media docena de vasijas; así como la de Chile, cuya antigua cultura atacameña brilla por su total ausencia.
*
Por el esfuerzo de los españoles que a este nuevo continente hemos venido, así como por la ayuda benévola de los gobiernos hispanoamericanos, ¿llegará un día a contar España con un Museo de América digno de su pasado, uno de los museos de América en general más importantes del
mundo, si no el más importante, como era ambición, y ambición exclusiva, de algunos españoles que no tenemos hoy cabida en nuestra patria?
Algún día celebraremos un Doce de Octubre poniendo en Madrid la primera piedra de un magnífico edificio destinado al Museo de Indias, cuyos planos estaban ya encargados a nuestro compañero el arquitecto de la Ciudad Universitaria, Luis Lacasa, cuando estalló la rebelión militar en julio de 1936. Y ese día, por la densidad de su significado, será para todos nosotros —podemos declararlo con anticipación— uno de los señalados de nuestra existencia.
L A B I B L I O T E C A D E A M E R I C A
En el aire se ha quedado por ahora también la inestimable biblioteca decretada juntamente con el Museo en la que, además de las series valiosísimas de impresos, debieran haberse concentrado los numerosos manuscritos americanos de extraordinario interés que se hallan repartidos en la Biblioteca Nacional, en la del Palacio Nacional y en la de la Academia de la Historia, las Colecciones de Ayala, de Muñoz, de Botu- rini, los manuscritos de Sahagún y mil más a cada cual más importante. Hubieran venido a engrosarla la serie de estampas botánicas de José Celestino Mutis, conservadas en el Museo de Ciencias Naturales, las numerosas cartas y documentos americanos del Museo Naval, la magnífica serie americana de la Biblioteca Provincial de Toledo, hasta hoy punto menos que desconocida, así como el contenido de otros numerosos depósitos bibliográficos que, al ser explorados sistemáticamente, han de arrojar insospechados elementos de estudio.
No es esto factible por ahora. Pero, en cambio, no nos cansaremos de repetirlo, nuestra estancia en América nos facilita la
• favorable oportunidad de formar aquí una importante biblioteca en la que se centralicen los fondos americanos, una grande y
para nosotros inestimable biblioteca llamada con el tiempo a ser para los españoles objeto de satisfacción y orgullo. La Junta de Cultura ha dado ya en este sentido los primeros pasos. Sus fondos son todavía modestos, modestísimos. Pero si el valor del trabajo colectivo es sentido como se debe por todos los compañeros diseminados por los diferentes países americanos, si así lo comprendieran también algunos de los españoles adinerados de México o de la Argentina, si lográramos el concurso de algunas entidades norteamericanas afectas a la cultura, la afluencia de libros podría adquirir en poco tiempo un ritmo caudaloso dando lugar a la formación de una verdadera colmena bibliográfica con sus fecundísimas consecuencias.
En este sentido volvemos a hacer un llamamiento apremiante a nuestros compañeros y amigos. Pongámonos en marcha. Los elementos complementarios irán viniendo después porque cada paso trae consigo la necesidad de dar un paso nuevo hacia adelante. Creemos que con una buena dosis de voluntad, no es imposible, mejor, es relativamente fácil, formar en México una excelente Biblioteca de América digna de ella, de nuestro pueblo y de nosotros mismos
Lám. 1.—Estados Unidos. Objetos de madera y conchas procedentes de la costa Norte de California.(Expedición Malaspina.)
Lám. 2.—México. Anverso y reverso de una "palma" funeraria. Proc, de Uxmal
Lám. 3.—México. Bajorrelieve en piedra. Proc. de Palenque.
Lám. 4.—México. Anillo de juego de pelota (?)
Lám. 5.—Costa Rica. Cerámica Nicoyana.
Lám. 6.—Cuba. Piedra tallada.
Lám. 7.—Puerto Rico. Piedra acodada.
Lám. 8.—Colombia. Frasco de oro. Tesoro de los Quimbayas.
Lám. 9.—Colombia. Figura de oro. Tesoro de los Quimbayai
Lám. 10.—Colombia. Casco de oro. Tesoro de los Quimbayas.
Lám. 11.—Colombia. Cabeza de oro. Tesoro de los Quimbayas.
Lám, 12,—Perú. Cerámica Mochica,
Lám. 13.—Perú. Cerámica Nazca.
Lám. 14.—Perú. Keros de madera policromada procedentes del Cuzco.
Lám. 15.—Perú. Cabeza de personaje, en diorita. Proc. de Amarucancha, Cuzco.
Lám. 16.—Perú. L'nku o “camiseta”. Proc. de Pachacamac.
EN LA FIESTA DEL NUEVO MUNDO
E S P A Ñ A P E R E G R I N A A T O D O S S U S L E C T O R E S
En Francia innumerables españoles, compañeros nuestros, agonizan. Los meses pasan. Las dificultades arrecian. Las promesas se incumplen. La decepción va amortiguando en sus pechos el impulso evasivo. Muchos están en la zona llamada libre; en la ocupada otros. La situación económica de todos es desesperada. Se encuentran al borde de la sima, en un terraplén movedizo que cede bajo sus pies lentamente pero sin tregua. Y la sima es España con sus cárceles, sus paredones, sus patíbulos. Hace ya más de mil quinientas noches que empezaron sus sufrimientos.
Mientras tanto, nosotros que luchamos junto a ellos, no por defender posiciones particulares sino un ideal de justicia común, nos encontramos tranquilamente instalados en esta generosa América. Con nuestros familiares en la mayor parte de los casos. Con nuestra casa. Con nuestro porvenir. Con agradables, casi risueñas perspectivas. Tan apacible es la atmósfera que respiramos que podemos dedicar interminables horas a disputarnos sobre las diferencias ideológicas que separan, en un nuevo casuismo, a unos de otros los grupos que participaron en la guerra. Se diría que esta posición polémica hacia adentro es lo único que importa. Asi sucedía en los cafés madrileños. Asi antaño en las aulas y calles salmantinas. Así más remotamente bajo el cielo de Bizancio. Miope, irreductible provincianismo. Mientras tanto el enemigo ronda y nuestros compañeros agonizan como lucecillas a las que no sube el aceite.
Mas nosotros decimos: o somos unos y otros, unidos a los de España, miembros de un solo cuerpo, y los que aquí estamos constituimos la extremidad de un todo llamada a resolver ciertos problemas generales planteados en este punto del tiempo y del espacio, o somos unos desalmados que hemos roto un sagrado contrato colectivo en beneficio de un traidor "sálvese el que pueda" e, indirectamente, del enemigo común. Y en tal caso no merecemos perdón. Porque estamos usurpando, en comodidad propia, un lugar que no nos corresponde, que no pertenece a nuestras pequeñas ambiciones particulares propias de un sistema que declina, sino a las avanzadas de un sistema superior, de orden colectivo, que rebasa ya los bordes de la nueva vertiente. No basta que nos acordemos de ellos como se acuerda el hombre de sus difuntos. No basta que nos desprendamos, en el mejor de los casos, de unas pocas monedas para aliviar la suerte de algtín compañero que padece. Nuestro deber es mucho más amplio. Al tiempo que hacemos cuanto nos es posible para que nuestros hermanos salgan de aquel cruelísimo infierno, es preciso que nuestra actividad justifique su dolor, que lo colecte, dirija y haga fe
cundo transformándolo en una fuerza que a través de nuestra tensión se dispare a las regiones más altas de la vida y haga caer sobre la humanidad la luminosa lluvia de amor y de justicia por que el universo clama.
Esta unidad tácita, que es la que es, en sí, independientemente de nuestra voluntad, se confunde con la realidad que nosotros quisiéramos que todos los españoles vieran y comprendieran, y con ella el reparto de ¡unciones que ha operado nuestro pueblo entre sus miembros, encomendando a cada cual una misión precisa. Formamos parte de un todo orgánico en que la unidad y la varia multiplicidad se conciertan para componer una entidad biológica cuya estructura corresponde al haz de coordenadas de la especie conjugadas armónicamente con las del pueblo y las del pasado español y cuya función automática sea la marcha hacia el más allá tan deseado. Sólo así el compromiso de universalidad que pesa sobre el pueblo español podrá orientarse hacia la realidad convertido en una razón positiva de esperanza. Sólo así podremos mitigar un tanto, el indefinido dolor de nuestros compañeros.
Esta unidad es la misma que siempre, aunque con diferentes términos, hemos defendido. La unidad consciente enfrentada y vencedora de la propensión irracional, de ese dejarse llevar de lo español a la disgregación suicida. Tal unidad erigida por sobre los fenómenos particulares, identificable con el primer vislumbre positivo de conciencia colectiva, libre por naturaleza, es la única razón diferencial de nuestra condición de intelectuales para quienes la inteligencia es algo más que una facultad subordinada a la ganancia del sustento. No estamos aquí para salvar nuestra alma, como un sistema determinado por el absoluto del individuo supone. No para olvidar que el espíritu existe y pelearnos dentro de un absoluto económico o social por el uso de honores o riquezas cuyo mayor atractivo es el contraste que establecen con la indigencia que aflije a nuestros hermanos. No para sentirnos piezas de una maquinaria oscura, esclavos del instinto de conservación con su complementario instinto de dominio, formulados dentro de un esquema sustantivado por la lucha de clases. No para ser espectadores apasionados, jale adores de los bandos que toman parte en la contienda que boy divide a un mundo a que ya no pertenecemos. Mas si, en cambio, para que a través de nosotros la vida triunfe dando libertad al ser, abriemio las con- puertas de la conciencia, transformando la sociedad de hombres y pueblos, caminando hacia la universalidad en una vanguardia destacada al modo como eran vanguardia de España y del mun
do aquellos hombres que en 1492 encerraban las carabelas descubridoras. No es otro el contrato que entonces celebró tácitamente España con el Nuevo Mundo.
A este andar de jrente hacia la luz nos consagran nuestros compañeros. Su dolor nos impele. Su sangre nos exalta. Haciéndolo así el pueblo español logrará su destino y con él la humanidad que se desgarra en la misma trayectoria. A esta magna tarea volvemos a llamar en nombre del Amor a todos los españoles que se encuentran en América así como a todos los americanos que tomaron parte en nuestra lucha con su compasión, con su apoyo material y moral, con su voluntad de triunfo.
A vosotros españoles instalados en América y a vosotros americanos hemos de pediros en este aniversario una colaboración fervorosa y eficiente. España Peregrina, si pobre en el orden económico hasta el punto de no poder retribuir en absoluto a sus colaboradores, es rica en el de la creación. Obran en ella aquellas categorías espirituales que sólo salen a superficie cuando las más solemnes campanas del tiempo suenan, aquellas categorías por que suspiran en afán de originalidad y perduración los creadores todos. España Peregrina tiene detrás de sí. en potencia, un sistema ̂ nuevo, una filosofía, una psicología, una poética y, por tanto, una teología nuevas, una nueva ciencia del hombre y de la vida. Es decir, una conciencia distinta y más elevada. Y, como consecuencia, un concepto de los problemas materiales no absoluto sino relativo con cuanto prácticamente de esta realidad deriva. Para los que saben ver, para los que saben sentir, España Peregrina es ya bastante más que una esperanza. Es un proyectil en marcha hacia un mundo verdaderamente mejor, es la voluntad de un pueblo que se propuso subir la escalinata de la especie para sentar al ser humano en el lugar que le corresponde.
En los números de España Peregrina publicados basta ahora puede advertirse, sin duda, un hálito espiritual nuevo. No se trata de palabras engañosas. Han quedado establecidos ya unos cuantos principios firmes. Y se ha empezado a confeccionar un tejido de conceptos lógicos, de verdades afianzadas y sostenidas mutua y solidariamente en función del medio intelectual en que flotan y del movimiento que las anima, como se afianza y sostiene un avión en la atmósfera. Mu- chos no se atreven a aventurarse todavía en tan fràgil aparato, temiendo ser victimas de una ilu- st®]1, vana- Os invitamos, sin embargo a hacerlo pidiéndoos que desechéis todo temor. No son las personas que redactan España Peregrina las que decretan caprichosamente tales cosas. Sus afirma
ciones se hallan autorizadas por una serie de realidades objetivas en el mundo de las ideas, las cuales están estrecha y perfectamente ajustadas a la emanación de espíritu colectivo que debemos al pueblo español. La tragedia de ese nuestro pueblo es la que, revelándonos su hondo contenido, aduce algo nuevo bajo la bóveda celeste. Algo nuevo al alcance de cualquiera que lleve por recto camino sus exploraciones.
Aun cuando esto que exponemos no pasara de ser una incierta aventura ¿no valdría acaso la pena de vivirla? Antaño nuestros predecesores se confiaron a endebles embarcaciones para lanzarse en busca de tierras ignotas. En esta época de los descubrimientos mecánicos no faltan hombres que no vacilan en exponer su vida dentro de cualquier aparato por arriesgado que parezca No escasean incluso los que, impelidos por el actual huracán destructor, realizan los bombardeos con sus peligrosísimas quiebras. ¿Cómo podrán faltar americanos y españoles cuando el espíritu a nuestra puerta llama, cómo podrán dejar de acudir a la maravillosa cita cantando los profundos himnos del hombre?
Las ambiciones populares de amor, de justicia más perfecta, de superación del sistema en que nacimos, abrieron en nosotros durante la guerra española inmensos horizontes que la derrota vino a retirar de nuestra vista como un decorado teatral cuando la representación acaba. Todas nuestras ilusiones terminaron en amarga oscuridad y llanto. ¿Fué todo un espejismo mentiroso, una simple travesura del accesorista? Acordémonos, sin embargo, de la decepción espantosa de quienes vieron al pretendido Rey de los Judíos morir infamemente en la cruz. Hasta que comprendieron, superado el plano de la inmediata apariencia, que sólo y precisamente así, por la vía de la negación, despojándose de su instrumento temporal, podía el espíritu afirmarse en su plena verdad, en su realidad auténtica. Comprendamos también nosotros el eclipse que ha acompañado al derrumbamiento de nuestras evidencias. Sólo así, negativamente, por el desastre de su guerra defensiva, el pueblo español podía alzarse basta la verdadera realidad universal que era su contenido en cuanto pueblo, pasando de un sistema de estructura individual a un sistema de estructura colectiva, fiel exteriorización este último de la naturaleza humana.
Ayudadnos con vuestra fe en los destinos superiores del hombre, con vuestra fe en España. Nada pedimos para nosotros. Lo que pedimos es para todos dentro de una organización compleja. Lo que pretendemos es encontrar con vuestra ayuda y colaboración el cauce por donde vertemos por entero al bien común de manera que la vida pueda mostrar a través de todos sus plenas armonías. Lindamos ya con un concepto más elevado y consciente de libertad, con una moral más
compleja y precisa, con una justicia por fin comprensible para la conciencia humana, con la directa vecindad del ser. Para dar los pasos que nos adentren en tan apetecibles dominios requerimos sin falta vuestro concurso.
Ayudadnos también materialmente. España Peregrina necesita contar, siquiera en un principio, con mil suscriptores. No es mucho si se considera el número de las Repúblicas hispanoamericanas. Que no baya español que no esté suscrito. Que cada cual encuentre algún otro dispuesto a secundarnos en esta empresa digna de la grandeza de nuestro pueblo y de los destinos del hombre. Que los españoles radicados en América a
donde llegaron para hacer fortuna sientan la nobleza profunda de lo español, el contenido extraordinario que palpita detrás de la corteza formada por los individuos que integran la masa emigrante. No se trata, en verdad, de individuos sino de aquello que precisamente los niega: del principio colectivo de un pueblo desvelado por el hambre y la sed de justicia.
Os necesitamos a todos. Queremos que España Peregrina sea un laboratorio vivo de espiritualidad, imprescindible en estos momentos en que el sistema moral se disloca y naufraga en un cataclismo sin precedentes. ¡Venid, pues, en nuestra ayuda! ¡Que a todos un sólo amor nos arrebate!
E M P E Ñ O D E U N I D A D
La Junta de Cultura Española responde no sólo a la necesidad de que los intelectuales españoles expatriados a consecuencia de la bárbara invasión y persecución que padece su patria, encuentren medios inmediatos de sobrevivir individualmente a la tragedia española, sino a la más profunda que la trasciende, de salvar la propia fisonomía espiritural de nuestra cultura, en su continuidad histórica, que esos intelectuales representan y que con ellos se encuentra amenazada gravísimamente hasta riesgo de perderse en su totalidad o en gran parte, probablemente la más calificada y valiosa.
Es preciso que en cuanto el primer efecto pueda conseguirse se atienda paralelamente y sin demora al planteamiento de la continuación de esa misma cultura en cuanto tal, ya que dentro de una sola vida española no habría necesitado este esfuerzo para mantenerse unida. Pero el hecho de la emigración amenaza evidentemente esta unidad, razón y sentido de nuestra cultura, y para continuarla fuera de la patria es indispensable mantener entre los elementos humanos que la sostienen y producen una relación constante que asegure tal unidad y con ella su auténtica e indestructible sustantividad española característica.
Por estas consideraciones, entendemos como una necesidad primordial e ineludible la c!e la unificación de todos los intelectuales españoles emigrados, evitando su desperdicio individual, su separación egoista, su completo desmenuzamiento. Necesidad determinante de la razón misma que nos reúne.
(Declaración de la Junta de Cultura Española en París, a 15 de abril de 1939.)
La Junta de Cultura Española establecida en México necesita afirmar en las presentes circunstancias y para conocimiento de todos sus amigos, mexicanos y españoles, que, ajena totalmente a actividades políticas de partido o bandería, entiende, no obstante, hallarse en la obligación de defender una política, una sola, la de la cultura, cuyo nombre es unión.
(Declaración de la Junta de Cultura Española a su llegada u México, en junio de 1939.)
A M E R I C A Y E S P A Ñ A P E R E G R I N A
Por cientos se cifran las adhesiones al manifiesto o declaración de la Junta de Cultura Española que nos llegan de Norte y Sudamérica. Nombres ilustres, honra del continente, por todos admirados; nombres oscuros, para nosotros desconocidos, pero tan estimables seguramente como los primeros. Grandes escritores, universitarios, políticos... Y junto a ellos los representantes de clases menos señeras, seres humanos que vigilan, que se alarman y responden. Viejos amigos, amigos nuevos. Nuestra bandera ha levantado un eco en todos los países, una conscripción de buenas voluntades y entusiasmos, esos mismos emprendedores ejércitos que en las grandes encrucijadas históricas se congregan para salir en defensa de los sagrados derechos de la especie.
Con alegría y reconocimiento vemos llegar diariamente las tarjetas que señalan la presencia de amigos de todos los rincones de América. Si se tiene en cuenta la desidia característica de los intelectuales, su horror a figurar en el falansterio anónimo de un archivo, la desconfianza ante el uso que pudiéramos hacer de los nombres que hasta nosotros llegan, la ausencia de nuestros incondicionales que, por serlo, no juzgan preciso hacerse presentes, nos vemos obligados a admitir que el apoyo que recibimos es ciertamente extraordinario. A él debemos la íntima evidencia que nos posee de que en torno a los principios humanos típicamente universales que, por encamarlos, defendía durante la guerra el pueblo español, pueden agruparse grandes masas de hombres libres movidos por un mismo impulso desinteresado al par que impersonalmente ambicioso. La indicación en estos momentos críticos de la historia del mundo no puede ser más oportuna. A todos les damos las gracias, a todos les estrechamos las manos calurosamente, a todos España Peregrina inscribe en la lista de sus amigos predilectos.
Numerosos son los que no se han contentado con enviar su tarjeta de adhesión, en su sentir demasiado fría, y han preferido dirigirse a nosotros por carta. Entre estos se cuentan casos tan conmovedores como el de este intelectual español obligado en la actualidad a ganar su vida en otras faenas, que nos escribe del noble siguiente modo:
"Distinguidos compatriotas:Compro y leo cada número de España
Peregrina. Me complace leerla e, incluso, comprarla a pesar de que, según el parecer de muchos compatriotas, las librerías de Bogotá la venden demasiado cara. Me complacerá mucho más comprobar su continuidad durante todo el tiempo que sea necesario que España sea peregrina: comprobar su continuidad en cuanto a aparición normal y metódica y en cuanto a factor demos
trativo de que la Cultura, el intelecto de España, piensa en España y trabaja para España, a pesar de vivir integramente en la emigración. Hay que demostrar que la auténtica España no es la de allá, sino la que está esparcida por el mundo. Hay que demostrarlo, que no es lo mismo que decirlo. En esta tarea, España Peregrina cumple una misión ejemplar que yo deseo que se incremente.
A guisa de pequeña aportación material a la obra de la Junta de Cultura Española y a la revista España Peregrina, les envío diez dólares, los últimos que me quedan de los que hace un año conseguí para transla- darme a este país. No deseo que conste en ninguna lista este donativo. Al contrario: les exijo, si me permiten la palabra, que no den a mi gesto otro valor que el que tiene mi satisfacción de haberles podido ayudar, aunque poco. Además, con franqueza, no quiero que mi dádiva insignificante pueda parecer ridicula largueza de nuevo rico de la emigración. No quiero, tampoco, que dichos diez dólares sirvan de cuota de subscripción a la revista. La seguiré comprando con mucho gusto, mientras pueda. Diez dólares representan para mí 17,5 pesos co- lombiados, o sea la menestra de algunos días. Para esa Junta de Cultura Española pueden representar un estímulo y, sobre todo, la certeza de que su obra es comprendida y apreciada entre los españoles peregrinos.
Existe para mi otra razón que me impulsa a ayudarles: materialmente mis actividades intelectuales, aparte las de índole particular o doméstica, han terminado por abora. El trabajo físico me es necesario para ganarme la vida. Contribuyendo a una obra intelectual tan meritoria como la que ustedes realizan, aunque mi contribución sea económica y en este orden ínfima, me cabe la satisfacción de halagarme yo mismo.
Adjunto les envio, también, la tarjeta de adhesión al Manifiesto o Declaración de esa Junta.
Les saludo muy atentamente.1. A .
No menos emotiva, aunque por otras razones es esta otra carta llegada del Uruguay:
Estimados amigos —más bien hermanos—: Soy hija, nieta y sigue mi árbol vasko —español legítimo— y como mis progenitores he sentido el orgullo de ser española y vaska. Mi lema es Gu-guerra. Y como la jojsekoerrá sigo mi destino. He nacido en
mi patria chica y hermosa URUGUA Y, pero crecí y me he educado en mi madre patria, España. Volví cuando terminó la guerra de 1918 con 11 años de edad. Regresé en el año 1923, hasta el 25. De ahí en adelante no pude pisar más mi patria grande porque cuando pensaba volver, la guerra brutal impuesta por las marionetas italianas y la bestia negra teutona me lo impidió.
Nosotros los uruguayos no ignorábamos nada de cuáles fueron las causas de la guerra en mi patria. Tal vez. sin jactancia de ninguna clase más que ustedes los de ahí. Y el dolor y la vergüenza nos despedazaron el alma, que se habrá desgarrado pero nunca abatido.
Por eso el manifiesto de los intelectuales de España no es para nosotros nuevo, es nuestra idea. Y estamos orgullosos de todos y cada uno de ellos. Sólo los Ortega y Gas- set pueden ignorar el bárbaro crimen, sólo los sicarios como Marañan y el otro no menos vergonzante de Eugenio Montes al que tuve no menos que darle una soberana bofetada, porque como siempre, cuando alguien adopta una posición de dignidad se creen todo permitido. Estos exhombres piensan que acá no sabíamos nada, que ignoramos todo lo que viene de allí. Estaba con Calvo Sotelo —hermano— y otros falangistas bispano-criollos en un hotel de Montevideo que se llama Hotel Lanata. Esto no es un galardón lo que les cuento sino para que vean ustedes los intelectuales y los demás hermanos que no están solos. En fin, no quiero entretenerles más con la charla de esta apasionada española que ha heredado el carácter y el orgullo de los vaskos y la sangre más pura por ser sincera —y de varones de verdad. ESPAÑA para el pasado, España para el presente y España para el futuro. A pesar de todo y contra todos.. .
Con toda mi alma española y uruguaya, cordialisima va mi mano tendida hacia todos y cada uno de ustedes.
A. H. A. U.A estos y a otros muchísimos no menos vibran
tes testimonios personales, es preciso añadir las adhesiones colectivas que hemos recibido de no pocas sociedades españolas y americanas. Testimonios valiosos de la simpatía con que ciertos grupos siguen desde lejos nuestras actividades y se disponen a prestarnos su concurso. De la carta que firmada por su Presidente Julio Barrenechea y- su Secretario Gerardo Seguel, nos dirigió la Alianza de Intelectuales de Chile, son por ejemplo, los siguientes párrafos:
Por acuerdo del Directorio de la Alianza de Intelectuales de Chile, tenemos el agrado de comunicarles que nuestra institución se adhiere a la declaración de principios de la /unta de Cultura Española. No
necesitamos expresarles el fervor con que lo hacemos, pues como ustedes y los demás intelectuales españoles lo saben, los problemas del pueblo español han sido y siguen siendo una de las preocupaciones centrales de la Alianza.
Nuestro Presidente de Honor, Pablo Ne- ruda, y nuestro compañero Luis Enrique Délano van ya en viaje a México en calidad de cónsules de nuestro país. Ellos serán nuestros representantes oficiales y servirán para estrechar mucho más aún los vínculos que deseamos mantener con ustedes.
Particularmente fervoroso es el eco que nuestro llamamiento ha despertado en el Uruguay, de donde entre otras muchas adhesiones individuales hemos_ recibido la siguiente de carácter colectivo, atreviéndonos a publicar los nombres por creer que ese su carácter nos autoriza para ello:
Queridos camaradas: Los suscritos asistentes a la Asamblea General Extraordinaria de la A. I. A. P. E., realizada en el día de hoy, envían su calurosa adhesión al espíritu del Manifiesto publicado por esa Junta en los números I y 4 de la revista España Peregrina, alta cátedra del pensamiento libre español en el exilio.
A la vez expresamos a ustedes, camaradas españoles, nuestro ferviente deseo por el triunfo final de la causa común a todos, la de vuestro pueblo auténtico y la de la cultura española y universal que no traiciona los sentimientos populares.
Por la Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (Sección Uruguaya de las A. I. A. P. E. y Alianzas de America): Dr. Antonio M. Grompone. Decano de la Facultad de Derecho de Montevideo. Presidente; Juvenal Ortiz Sa- ralegui, poeta, Secretario General; Dra. Clotilde Luisi, escritora; Julio J. Casal, poeta Director de la revista “Alfar"; Cipriano S Vitureira, poeta; Sofía Arzarello, poetisa Uruguay González Poggi, poeta y profesor: Tina Borche, pintora; F. Simoes Arce, doctor en Ciencias Económicas; profesor J Be- tancourt Díaz; Dr. Manuel J. Saurí; Mario F. Real de Azúa, periodista; José M Po- desta, crítico; F. R. Pintos, escritor; Carlos Prevosti, pintor; A. Sande, farmacéutico: Homero Clérici, pintor, Secretario de la Federación de Estudiantes Plásticos; Julio E. Suarez, dibujante; Armando González, escultor; Lauro Fernández, músico; F. Álva- rez Alonso, poeta; J. C. Bonelli, pintor; Felipe Novoa, profesor; ingeniero José L. Massera; Hugo Peyrallo, escritor; Eugenio Petit Muñoz, profesor. Director de la revista "Ensayos"; Atahualpa del Cioppo, poeta; C. A. Warren, músico; Bernabé Michelena’ escultor; Lía Mainero, pintora; Carmen Carayalde, pintora; Dr. F. L. Bayhertald, Secretario del Club Alemán Independiente;
José L. Bertullo, escritor; Dr. Guillermo García Moyano, profesor de Derecho Internacional; Leónidas Spatakis, escritor; I. P. de Martins, escritor brasileño; A. Botto Aparicio, poeta: Edgarda Cadenazzi, poetisa; María Teresa Zerpa de Ortiz Sarale- gui, Presidenta de la Comisión de Damas Pro Ayuda al Niño Español; Antonio Guardiola, Director de "España Democrática”; Francisco Rocci. pintor: Marines Casal Muñoz. ooeta: C. M. Britos Huerta, poeta: I u;s A. Favol, pintor; Juan León Bengoa, escritor; Enrique Ricardo Garet. escritor; María Cristina Zerpa de Sosa, maestra; Juanita Bruschera, maestra, Secretaria del Comité Nacional Pro Ayula al Pueblo Español; Carmelo de Arzadun, pintor; Carlos M. Mattos. periodista; F. L. Astiazarán, periodista: Renée Lay, maestra; Raúl Capurro. periodista: Carlos M. Perelló, dibujante: José A. Canessa, músico; Alejandro Laurei- ro, escritor; Dr. Juan F. Pazos, Presidente del Comité Nacional Pro Ayuda al Pueblo Español; Dr. Romeo Grompone, Presidente del Circulo Progreso; Martín Simone, Secretario del Círculo Progreso; Norberto Perdía, pintor; Julián Coronel, escritor; Julio Verdié, poeta; Juan Mario Magallanes, escritor; Dr. Lincoln Machado Rivas, escritor e historiador; Domingo Basurro, pintor, Presidente del Círculo de Bellas Artes; Carlos Vallana, Vicepresidente de la Casa de España; Gisleno Aguirre, escritor; Rafael Laguardia, profesor.
Por el alumnado plástico del Circulo de Bellas Artes: Ricardo, Scagliola, Elbio R. Bergailo, Juan C. Demarco, M. Hortensia Acosta, Washington Barcala, Lidio Dode- ra, O. Aguirre, Manuel Espíndola Gómez, Miguel A. Marsicano, Olga E. de Pose, Luis López, C. M. Rothfus, Nicolás Sa- garia, Amelia Bolón, Dante A. Capece, Rafael C. López, Luis Giarmarchi, Angel Pa- nossetti, O. Tatarletti, Dardo S. Conserva, Marcos López Bomba, M. de Luis, Juan Fasce, Julio Le Bas.
Para terminar transcribimos con especial emoción el mensaje que a este mismo propósito hemos recibido de una de nuestras buenas amigas de Francia, donde tantos excelentes compañeros que hicieron suyo el dolor de nuestra guerra sufren hoy la espantosa tragedia que se ha abatido sobre su país sin poder expresar su desesperación, sin atraer siquiera con el ardor que merecen la simpatía del mundo a quien todavía está permitido tener y no ocultar sus simpatías.
Habiendo tenido que salir de Francia, como vosotros los escritores españoles, tuvisteis que salir de España, al llegar a esta tierra de América todavía libre, he leído vuestra declaración de España Peregrina. Como no soy escritor español no me siento con derecho a firmarla.
Pero yo be vivido en España al lado de vuestro pueblo, cerca de vuestros soldados, dos años de esta guerra épica que no fue sólo la Iticha de los españoles por España, sino también la lucha de los hombres libres de todas las naciones por España, y por la libertad de todas las naciones. Durante dos años he podido contemplar admirar, amar el heroísmo ejemplar de un pueblo indomable, su entusiasmo alegre para afrontar la muerte porque la afrontaba por una causa justa, por una causa universal. Yo sé, como ustedes mismos lo saben, que España no ha sido vencida, que su guerra por la libertad no ha sido más que el primer capítulo, el más puro, de la lucha gigantesca entablada sobre el planeta entre el mundo nuevo que va a nacer y las fuerzas malas de la reacción, del egoísmo, de la fuerza bárbara.
Y por ello es por lo que yo, escritora francesa, me siento lo bastante española de corazón y de alma para enviar mi adhesión total a vuestra declaración.
Y de la misma manera que en ella hablan ustedes en nombre de los suyos que quedaron en España, yo quisiera que sintiesen que también yo hablo en nombre de todos los escritores, de todos los intelectuales que han quedado en Francia y cuya voz también es hoy sofocada —de todos aquellos que han amado a España, que la han defendido porque sabían que al hacerlo defendían también la libertad de Francia, la tierra de Francia, el pueblo de Francia— y que la suerte de España seria también la suerte de Francia. Recojan, pues, ahora, los nombres de los escritores franceses que no han cesado de combatir la política de ‘‘no intervención", traición a España, traición a Francia.
Y que su recuerdo sea para todos nosotros, los que tenemos la suerte de no sufrir más que el exilio, nueva fuente de fuerza y de fe.
Les saluda cariñosamente su amiga y compañera.
Simone TERY
¿Cómo no tener profundas, ilimitadas esperanzas?
U9
L I B R O S
“ L A N U B E Y E L R E L O J ”
Un libro de Luis Cardona y Aragón sobre la pintura Mexicana contemporánea
Por José RENAU.
Es sumamente raro en nuestros medios encontrar un libro “desapasionado”. Desapasionado en su mismo apasionamiento por encontrar una salida sincera desde el punto de vista individual, deliberadamente, a los problemas intelectuales que nos asedian. La aparición del libro “La nube y el reloj" es, para mi juicio de artista, un hecho de verdadero valor, a priori de la discusión de su contenido, que debe ser saludado como acontecimiento de primer orden, como signo de que en los intervalos del ensordecedor ruido con que se manifiestan los hechos de la vida contemporánea, el silencio del pensamiento no es tan aterrador como parece.
La propia voluntad de universalización del hecho artístico mexicano que palpita en las páginas del libro, nos invita y nos obliga, a nosotros, recién llegados, que casi no hemos pasado de una percepción epidérmica de la realidad cultural de nuestra nueva patria, a hacer acto de presencia, a unir nuestra inquietud y nuestras dudas a todas aquellas voces que, como la de Cardoza y Aragón, plantean el problema, desde el punto de vista de los principios, sobre una plataforma de comunidad intelectual, desnudando y unlversalizando los equívocos imponderables de la especulación crítica al uso, humanizando los valores intransferibles de un pueblo en un tono familiar y Heno de responsabilidad íntima, lejos de todo tópico de erudición u ocultación veleidosa de oscuridades psicológicas.
En la realidad intelectual de nuestros tiempos, la sinceridad, como estado psicológico del esfuerzo teórico del crítico, o del esfuerzo creador del artista, es la única comunidad de intereses espirituales a que podemos aspirar. Es nuestra única posible expresión de unidad humana porque a través de su ejercicio íntima o públicamente expresado, la realidad de nuestra situación como intelectuales aparece más cruda, las contradicciones se manifiestan en sus dimensiones auténticas y el caos de la cultura contemporánea se humaniza a medida que su misma informidad se hace patente.
¿Podemos aspirar los intelectuales a encontrar en ese estado psicológico de sinceridad un plano de convivencia intelectual por encima de toda diferencia profesional, de toda matización ideológica? ¿O acaso no es esto mas que una utopía hija de la desesperación, basada en la pretendida independencia de la inteligencia con respecto a los deterninismos sodales sobre la conciencia intelectual? No creo en la autonomía del espíritu y de la inteligencia con respecto a los
demás valores categóricos de la vida, pero no creo tampoco en ningún género de fatalismo o automatismo determinativo de la vida sobre la evolución del espíritu. Creo firmemente en la autenticidad del indefinible gozo de los que son capaces de percibir la luz pura, de los que saben orientarse intuitivamente, de los que, en el terreno de las luchas concretas, logran cristalizar esas dimensiones intuidas, discernir una técnica para seguir el camino. Y estoy convencido, más por experiencia propia que por principio, de lo peligroso y negativo que resulta el tratar de delimitar “objetivamente” la extensión colectiva de una tal comunidad de intereses espirituales dentro de no importa qué partido político o tendencia intelectual.
El elemento individual, cuando de creación espiritual se trata, es fundamental y decisivo. Creo en toda una serie de categorías de la voluntad humana impulsadas por esa ambiciosa generosidad, verdadero estado revolucionario inmanente en el espíritu de los hombres. Por eso, si se llega a una tal comunidad, por fuerza tiene que ser más estrecha de lo que señale toda definición teórica que generalice lo que no es más que un puro estado de subjetividad individual, y sumamente más amplia que cualquier agrupación tácita y reglamentariamente aceptada a través de disciplinas e ideologías. Y no sólo creo que sea posible entre ciertos núcleos intelectuales, sino hasta me atrevo a afirmar la necesidad vital de un tal plano de convivencia.
A este respecto, el mayor mérito que encuentro al libro de Cardoza y Aragón es precisamente una alta moralidad subjetiva que nos hace echar de menos ciertas ambientaciones de convivencia, que provoca o que debería provocar, como un imán, la concurrencia de sinceridades contrarias.
No soy de los que creen que, en el terreno de las ideologías artísticas, pueda llegarse a soluciones ni tan siquiera provisionales sobre la base de coneresos o de amplias discusiones. Pero tampoco creo muy consolador y eficiente el actual estado de dispersión, la bárbara exacerbación individualista que reina hoy en el mundo del arte. Por eso creo beneficiosa la polémica como medio de continua recreación y esclarecimiento, en primer lugar, para el ánimo de quien ejerce y luego como principio de una convivencia intelectual de gran fertilidad en cuanto a los fines generales y colectivos del Arte.
En este aspecto “La nube y el reloj" puede ser un estímulo magnífico y aun a pesar de sus
deliberadas parcialidades, punto de arranque para reavivar el interés polémico de la juventud intelectual mexicana. En el libro están planteados con toda la frescura de su complejidad, los extremos opuestos del conflicto subjetivo en que se debate la conciencia creadora del artista. Y, lo que considero como otro de los valores más altos de la obra de Cardoza y Aragón, es que, pese a sus claramente expresadas simpatías, estos extremos contrapuestos se mantienen vivos, sin solución alguna. Una suprema honradez salvó al autor de todo afán ecléctico de conciliación artificial. Y así, cuando llegamos a lo que en su desarrollo dialéctico podíamos discenir como conclusión ideológica, nos encontramos, más que con una teoría cerrada, definitiva. con una opinión personal, que más bien es un deseo de la inquieta consciencia intelectual de su autor.
Esa vehemencia apasionada y sincera es en Cardoza y Aragón a través de todo el pensamiento que desarrolla, no tanto una consecuencia final de un proceso de especulación teórica, como substancia de la posición psico-ideológica que adopta al enfocar el problema “Necesidad de una pureza absoluta: suprema moral”. Arte: verdad del espíritu. El sueño es una posición ética de nuestro ser. Etica oposición, hermosa y alta "como el encuentro fortuito de una máquina de coser y de un paraguas sobre una mesa de disección”.
“En donde no hay milagro no hay poesía” . ..“No sé a dónde va el arte. Apenas sí. lleno
de inseguridades que me afirman ante mí mismo, comprendo a mi modo hacia donde deseo encaminar mi esfuerzo. No tengo seguridad sino en mi duda y en mi ansia de comprometerme a hacer más de lo que puedo".
Considero de un alto valor psicológico la posición crítica de Cardoza y Aragón.
Actualmente, cuando más sincera es la expresión de las ideas, más se manifiestan las diferencias, o lo que es igual; para realizar el esclarecimiento de las diferencias, de nuestras contradicciones. necesitamos un plano de incuestionable sinceridad. En mi caso particular,, la disconformidad con el pensamiento de Cardoza y Aragón, se apoya, más que en los razonamientos dialécticos de su crítica y en la profunda voluntad de humanización, que ilumina su idea, en los principios absolutos y metafísicos en que fundamenta su tesis inicia!. Mi disconformidad de principio con estas categorías estáticas es total, y espero poder expresarla con la extensión y seriedad que merece, en otra ocasión.
Mas antes de terminar estas líneas, quiero referirme escuetamente a un aspecto más elemental que se desprende de! libro considerado desde e! punto de vista pedagógico.
Hace poco me vi en el trance de dar una conferencia sobre el enunciado forzoso de “La Evolución del Arte”, y para cumplir con mi deber lo más honestamente posible conforme a mis puntos de vista, hube de transformar la conferencia
en una crítica de los críticos, de los estetas. La lectura de “La nube y el reloj”, me ha refrescado 'as ideas centrales que entonces desarrollé. Dice el mismo Cardoza y Aragón: “Se me dice que mi punto de vista es el del poeta y no el del pintor. No necesita explicaciones ni defensa comentario semejante. Los críticos son para criticar: ese es su oficio. Y de sobra sabemos a dónde les conduce tal presunción”.
La misión del crítico, es, en efecto, la de criticar. Pero si es legítimo en la actitud polémica común oponer la libertad creadora del artista a toda extremada definición sobre el utilitarismo social y político del arte, no creo que semejantes términos puedan ponerse en juego al hablar de la necesidad pública del crítico y del historiador de Arte, de su responsabilidad ante la sociedad y ante el artista mismo. Si el crítico no pretende negarse a si mismo por altas que sean sus miras, tiene que aceptar ciertos límites que le impone el rigor metodológico. En ningún caso le puede ser tolerado el mismo grado de derecho a ia gratuidad que se le concede al artista, como no renuncie deliberadamente a su naturaleza y se coloque en la posición psicológica del creador. El critico, como el artista, también tiene su drama subjetivo. Es el sello inequívoco de la época. La inmensa mayoría de los tratados o trabajos de crítica de arte no son más que piezas literarias que precisan, por encima de todo, los gustos personales del autor.
“La nube y el reloj” es, como su mismo autor define, una visión personalísima de! drama intelectual mexicano a través de sus pintores más notables. Cardoza y Aragón, rehuye en su exposición todo rigor sistemático para entregarse apasionadamente a una magistral transposición poética del hecho artístico mexicano.
La voluntad central que anima la obra es esa inquietud que lleva a su autpr a romper los tópicos de tipismo en que los especuladores de la crítica, los corredores de valores artísticos tienen encerrado al arte mexicano, rescatando su perfil original para emplazarlo en una más alta escala de valores universales.
N A B IPoema, por José CarnerEditorial Séneca. México, D. F. 1940.
El lugar común, que llena la teoría del lenguaje, reclama una reivindicación por su justeza y por su estilo. Mejor es repetir para entendemos bien, lugares comunes, que disfrazarlos arteramente. La lectura de Nabi trae el viejo lugar común de que una cosa es el verso y otra cosa es la poesía. Valdrá desempolvar antiguas normas para que se llegue a la unidad estrecha de verso y poesía, como es de rigor, y no que por la obsesión de buscarle tres pies al gato —la personalidad surge cuando y donde debe surgir— ande cada uno por su lado divorciando dos cosas que no hubieron de juntarse porque ya nacieron juntas.
Nabi se sale de lo común. Escribir en torno a un libro que no está a la moda exige hacerlo en función de los demás libros. El poeta que a pesar de toda su gracia no construye buenos versos, entra con un pie quebrado en el Parnaso. En la hora presente no se compone con limpieza. Es imperdonable, pues que en la bolsa de valores de la literatura sólo uno o dos días cotízanse los diamantes en bruto. Para que trascienda deben pulirse muy bien a fin de que el poeta adquiera la técnica de sus versos y no suba prematuro al cielo de los malogrados.
Hoy se acierta en la composición o se logra la profundidad de pensamiento; rara vez se da con el maravilloso sincronismo de fondo y forma, de verso y poesía, como vemos en el padre del modernismo, Rubén Darío, que para cada asunto posee la métrica que le corresponde, y es ingrávido en las cosas versallescas y es macizo en los "Motivos del lobo”.
En gracia de unas tendencias de tipo social y de una locura de la metáfora por la metáfora, hase dispensado a los poetas de nuestro tiempo el gracioso desaliño de sus obras. ¡Mas ya está b ien!... La poesía novecentista ha crecido mucho para ignorar que Lope o Góngora o Calderón hurgaron las fibras más recónditas del purismo sm emperrarse en él y sin dejar de ser impecables en el verso y populares en la anécdota, ya escribiesen sobre Dios o sobre el Diablo.
Así se desliza, rápida como una anguila la poesía cuando se la procura estudiar en serio y con brutal objetividad. Es precisamente a la moderna —la de esos malditos que gritan— a la que más que a ninguna otra pueden aplicarse las palabras del profesor Pedro Salinas: “Todo comentario a una poesía se refiere a elementos circundantes de ella; estilo, lenguaje, sentimientos, aspiraciones, pero no a la poesía misma”.
En la fila de los pocos que hacen el trabajo poético total, está bien situado José Carner. Nabt tiene excelente poesía y versos de la mejor factura. Que enciérrase aquí una potencia lírica lo dice el que habiendo sentido en la lengua de Ma- ragall ha pasado a la de Cervantes saliendo después ilesa del tremendo naufragio que es casi siempre la traducción de un poema. Y es que no_ sólo está presente el buen decir, sino que también el bien pensar.
Desde L’inutil ofrena, El veire encantat y La primavera al poblet hasta Nabi, puede observarse que Carner es uno de los poetas españoles en lengua catalana que se ha impermeabilizado contra la influencia francesa, siguiendo, en cambio, los cauces de la más auténtica lírica castellana. Aunque no puede negarse que. por fiel que sea la traducción, le ha quedado al libro cierta dureza que no podría suavizarse nada más que habiéndolo engendrado en castellano neto. Pero esto es perdonable en Carner, ya que andan por ahí poetas castellanos tan desprovistos del acento prístino del idioma que hablan, que no parece sino que escriben traduciendo del francés o. si los apuran un poco, del esperanto...
Sobre el embrujador paralelismo de los cantos bíblicos, tan pegadizos a! oído y al alma, nuestro
poeta salta y se aleja del ritmo del libro sagrado. Ahí radica la victoria lograda en aventura tan azarosa. Aprovecha de la Biblia la conjunción copulativa berbiqueante de Salmos y Proverbios, que es como una delicada nota de cristal caída en el estanque de la máquica “noche serena” de la escuela salmantina.
Fluye por Nabi la austeridad pura de la mística, con su justeza de palabras y midiendo y pesando a veces las letras, “para que no solamente digan con claridad lo que se pretende decir, sino también con dulzura y armonía". (1)
“Diste vida al inicuo y no le turbas;¿tan sólo al dócil con tu freno escueces? Quítame, pues, Jehová, la vida.Tal es este vivir que es bien que muera”.Corretean imágenes claras y no profusas
—las inevitables que aconsejaba Proust— que no estorban jamás el hilo de la leyenda, una leyenda tan sabida cual la de Jonás. Y la descripción transcurre suave sin más altibajos que el modulado natural a su ritmo poético y la dura talla del lenguaje
“Entre derrumbes y cascotes, guarida de asesinos, tugurio de posesos, a la vista de Nínive, el regajo me indica el camino como un dedo”.Si en limpieza clarea a Fray Luis, en el co
lorido son a chispazos limitados pero seguros, regalo de los ojos, visiones gongorinas de alta quilatación como éstas:
“En bóveda serena de topacio el día se pasmaba, y ya cada árbol al frescor del anuncio o de la nochese enterneció."...
Se ha hecho notar a propósito de este libro la necesidad de los poemas largos. Naturalmente: hay que virar en redondo hacia el poema con pies y con cabeza, y huir de las poesías de poetas para poetas que se parecen a las epístolas de novios en que solamente las entienden aquellos que se las escriben. Poemas largos y pletóricos de vida para que los pueda leer el público de ahora y el de luego. La poesía que en lugar de manantial es cuentagotas, sólo puede catalogarse como un ejercicio de composición más o menos bonito.
No se nos escapa que poemas definitivos como Nabi pasarán por las terribles e iconoclastas tempestades de los "ismos” y eclipsarse temporalmente. Pero no importa: aunque los trague la ballena, aparecerán, como Jonás, en la playa a la hora misma que asome esa ceja roja que es el sol de la verdad, pues como decía Lope:
. . . ‘‘al final de la jornada aquel que se salva, sabe, y el que no, no sabe nada".
Isidoro ENRIQUEZ CALLEJA.
(1) “ De los nombres de Cristo”, de Fray Luis de León.
M E M O R I A S D E U L T R A T U M B AT A N G E R Y E L E S T R E C Í f O E N 1 9 4 0
Nuestra guerra ha sido la primera fase de la guerra actual.
Ramón Serrano Súñer.
Ahora que Tánger y el ¡Estrecho de Gibraltar vuelven a estar al orden del día conviene recordar los bochornosos incidentes ocurridos en sus parajes en el mes de julio y primeros dias de agosto de ¡936, a raíz de la rebelión franquista. Inglaterra y Francia que, invirtiendo inicua y estúpidamente los valores, trataron a la flota del Gobierno legitimo de España como a barcos piratas, no pueden sorprenderse del lodo que trajeron aquellos polvos. Para avivar el recuerdo traducimos los siguientes párrafos de PHistoire de la Guerre d’Espagne de Robert Brasillacb y Maurice Bardécbe, de reconocida inspiración y partidismo facciosos quienes han tomado gran parte de sus datos del libro Franco de }. Arrarás.
Por ese tiempo la escuadra marxista fué a aprovisionarse de aceite pesado a Tánger empezando a bombardear las costas española y marroquí. Franco protesta por medio de una nota cerca de la Comisión de la Zona Internacional y amenaza servirse a su vez de Tánger a favor de la causa que defiende. Llegan en seguida a la bahía los barcos de guerra de todas las potencias signatarias del Estatuto, a fin de proteger la neutralidad de la Zona. Franco precisa en una segunda nota que la escuadra roja, habiendo dado muerte a su oficialidad, debe ser considerada como compuesta únicamente por barcos piratas, y no debe tener acogida en un puerto internacional. Accediendo a esta solicitud, el jefe del control de la Zona Internacional reclama entonces al Gobierno de Madrid la inmediata retirada de su escuadra. En caso de que no se avenga a hacerlo será considerada prisionera de las escuadras francesa. inglesa, italiana y portuguesa de la bahía. El 23 de julio, la española sale de la bahía de Tánger. Es una primera victoria.
Trata la misma escuadra de volver varias veces en la última semana de julio y la primera de agosto. En cada una de esas ocasiones Franco, que permanece en la frontera de la Zona Internacional, denuncia la violación y reclama que se le prohíba el aprovisionamiento en combustible. El 6 de agosto, habiendo aparecido de nuevo, lanza Franco una especie de ultimátum. La Comisión Internacional exige por fin su partida inmediata. La flota sale definitivamente de Tánger durante la noche y las tropas franquistas se alejan entonces de la frontera.
A primeros de agosto, por otra parte, los nacionalistas reciben de Italia nueve trimotores de bombardeo. En la tarde del 4 de agosto se tiene noticia de que un navio gubernamental está bombardeando Larache. Dos trimotores italianos se elevan inmediatamente y arrojan bombas sobre el asaltante que tiene que alejarse rápidamente del puerto. Durante veinticuatro horas los italianos divididos en tres patrullas, los hidroaviones y los Bréguets de Franco, recorren el mar y ahuyentan a ¡os torpederos gubernamentales.
Por efecto de la sorpresa, la flota, mal gobernada, intenta refugiarse en Gibraltar. Parece que se afloja la tenaza. Por una parte, Tánger ha sido evacuado. Por otra, el dominio del mar no pertenece ya indiscutiblemente a los marxistas. Es preciso probar fortuna. Franco somete a sus técnicos un proyecto de convoy por mar, protegido por la aviación y la cañonera Dato que abrazó su causa desde el comienzo de la sublevación.
El proyecto parece aventurado. Franco insiste, poniendo en evidencia la falta de mandos de que adolece el ejército rojo. El 4 de agosto, tres aviones italianos salen a bombardear el campo de aviación y la estación de Guadix, mientras que otros dos aparatos ponen en fuga a dos torpederos en el Estrecho. Se acepta por fin el criterio del general y el día 5 de agosto, un convoy compuesto de cinco barcos de carga de la Compañía Mediterránea se dispone a salir de Ceuta. Lleva 3.000 hombres, 3 baterías, 10 caballos, 2 millones de cartuchos, 3,000 obuses y 12 toneladas de dinamita. Está protegido por cinco pequeñas unidades de la flota, la cañonera Dato y cuatro trimotores. Un submarino gubernamental es hundido en la primera parte de la travesía que se realiza con relativa calma. Mas pronto el contratorpedero Alcalá Galiano ataca al convoy intentando partirlo en dos. Los aviones le obligan a alejarse como obligan a alejarse a otros dos torpederos que llegan de Málaga. Uno de ellos debe guarecerse en Gibraltar y la cañonera marxista Pinto es gravemente averiada. El convoy puede desembarcar sus 3,000 hombres y su material en Algeciras sin más incidentes. El bloqueo está roto.
Vueltos a Tetuán los aviadores italianos que han desempeñado un papel preponderante en esta primera victoria son recibidos en triunfo. Continúan su trabajo los días siguientes extendiendo cada vez más su radio de acción: el 9 bombardean la escuadra en Málaga, el 11 llegan a Mérida y atacan a las tropas que defienden la ciudad; el 12 cuatro trimotores bombardean a Badajoz a 400 kilómetros de su base...
M U S A M U S A EE L C A N T O D E L O S N O V IS IM O S
P r e s e n ta d o p o r do n N a rc is o A lo n so C o r té s , e n c u a r t i l l a s q u e le y ó do n L u is M a r tín e z K le is e r , en u n a r e u n ió n p ú b l ic a de la A so c ia c ió n de E s c r i to r e s y A r t i s t a s , p r e s id id a p o r e l in s ig n e M a r ia n o B e n lliu re , s e h a d a d o a c o n o c e r com o e x c e le n te p o e ta , d o n N a z a r io G o n zález d e lo s H e rm a n o s de l a D o c tr in a C r is t ia n a .
S u s c o m p o s ic io n e s r e f e r e n te s a D ios, a lo s h o m b re s , a c o s tu m b re s e s p a ñ o la s , a l a N a tu r a le z a y a la P a t r i a , s e ñ a la n to d a l a v id a de u n m a g n o p o e ta d e m u y v a r ia d a y s ie m p re a l t í s im a in s p ira c ió n , y f u e ro n f e rv o r o s a m e n te e s c u c h a d a s y a p la u d id a s p o r u n a s e le c t í s im a c o n c u r re n c ia .
(A B C de M ad rid , 8 d e ju n io de 1940.)
P R U E B A S A L C A N T O
E n la p r im e r a c o lu m n a de la p r im e r a p la n a d e l n ú m e ro de 31 d e m a y o ú l t im o , d e l m á s im p o r ta n te d ia r io de O viedo , R e g ió n , se p u b l ic a u n p o e m a A l C o ra z ó n de J e s ú s , de l q u e t r a s c r ib i m o s la s s ig u ie n te s in im i t a b le s e s t r o f a s :
N o m á s b a r r o ; no m á s lodo s a lp ic a d o e l v e l lo r í
de m i a l m a . . .P a r a T í lo q u ie ro to d o e n e s te m e s de e m u ls ió n en q u e e l m u n d o e n q u e d o rm í m is h o ra s de t r a s g r e s ió n , e n la e s e n c ia y e n e l m odo e s e n te ro p a r a T í.E n e s te m es, C o razó n , e n q u e to d o e s e fu s ió n d e a le lu y a s p a r a T í, q u ie ro s e r te v e n d a b a l d e r o s a s d e v e l lo r í ; q u ie ro s e r com o u n ro s a l d e r o s a s de a d o ra c ió n ; q u ie ro s e r co m o e l c r i s t a l d e t u s o jo s , ¡C o razó n !E n c a l e n tu r a de r o s a s q u ie ro q u e v e n g a n la s c o s a s a t e n d e r te a r c o s de a m o r y q u e e l ro s a l d e l d o lo r e n c a l la d a s e r p e n t in a
d e o ra c ió n p e rs o n a l ic e e l p e rd ó n d e t u l a rg u e z a d iv in a . . .¡S ab io en e v a p o ra c ió n d e tu voz m a ra v i l lo s a !¡■ R osal de p a l p i t a c i ó n ! . . .Y a q u e te a c u e r d a s de m íco n e s t a d u lc e in s is te n c ia ,d am e , J e s ú s , p a r a T í,u n r e b r o te de v e h e m e n c iade a q u e l lo s , ¡a y ! q u e p e rd íc u a n d o e n m i to rp e in c o n sc ie n c ia— a q u í m e a lzo , a l l í c a í—y e n d o d e l m u n d o a q u e re n c ia ,m a lg a s té e n in c o n t in e n c ia sm is r a m o s d e f r e n e s í .
P a r a T í, m i D io s , y a to do , e n l a e s e n c ia y e n e l m odo , e n l a f o r m a y e l c o lo r ; h o r te n s ia s y m a d re s e lv a s
p a r a T í ;p a r a T í e l d o lo r de u n b e so
c a r m e s í ;p a r a T í e l n o n n a to a ro m a ; p a r a T í de la s p a lo m a s
e l a m o r ;p a r a T í l a c a l e n tu r a
d e e s a e s t r e l l a ; p a r a T í la d o n o s u ra
d e e s a f lo r ;
p a r a T í la m a n o a q u e l la ; p a r a T í la s a g u a s p u r a s
d e l te m b lo r ; p a r a T í d e l r ío c la ro
la t e r s u r a y e l c la r o r ; p a r a T i m i d e s e m p a ro
y e l h o r r ib le r e s e c o r ; p a r a T i de l a s c a s c a d a s
e l ru m o r ;p a r a T i de e s t a a lb o ra d a
e l s e r e n o re s p la n d o r ; p a r a T i — q u iz á m e jo r—
la c o r r ie n te q u e e s p r e m u r a l a f i g u r a q u e e s a lb o r d e r e s u r g e n c ia f u tu r a , l a f i g u r a q u e e s d o lo r
de l a s c o sa s q u e te d ic e n s u h e r m o s u r as in p a la b r a y s in ru m o r .
T e ó f i lo E S C 3 IB A H O .
LA C U L T U R A E N E L D E S I E R T O
E n e l n ú m e ro 209 d e l B o le t ín O f ic ia l d e l E s ta d o , p u b lic a d o e n M ad rid , c o r r e s p o n d ie n te a l 2T de ju lio , a p a r e c e u n a o rd e n de in s t r u c c ió n P ú b l i c a d e c la ra n d o “ d e s ie r to s p o r f a l t a d e a s p i r a n t e s lo s c o n c u r s o s p re v io s a n u n c ia d o s p a r a p r o v e e r d e te rm in a d a s c á t e d r a s de U n iv e r s id a d ” .
E l te x to de la O rd e n d ic e a s i :“ l im o . S e ñ o r : P o r O rd e n de 30 de m a y o ú l t i
m o (B . O. d e l E . d e 2 d e ju n io ) , f u e r o n a n u n c ia d o s p a r a s u p ro v is ió n , e n v i r t u d d e c o n c u r s o p re v io la s c á t e d r a s q u e a c o n t in u a c ió n se r e la c io n an , y t r a s c u r r id o e l p la z o s e ñ a la d o e n l a c o n v o c a to r ia p a r a l a a d m is ió n de s o l ic i tu d e s , s in q u e se h a y a n p re s e n ta d o a s p i r a n t e s .
E s te M in is te r io h a r e s u e l to d e c l a r a r d e s ie r to s lo s a lu d id o s c o n c u r s o s .
L o d ig o a V . I . p a r a s u c o n o c im ie n to y e f e c to s .
D io s g u a rd e a V . I . m u c h o s a ñ o s .M ad rid , 20 d e ju l io d e 1940. IB A S E Z M A R IN .l im o . S e ñ o r D ir e c to r g e n e r a l d e E n s e ñ a n z a s
S u p e r io r y M ed ia .C á te d r a s a q u e s e r e f ie r e l a O rd e n p re c e d e n te :F A C U L T A D E S D E D E R E C H O : D e re c h o I n t e r
n a c io n a l P ú b lic o y P r iv a d o d e l a U n iv e r s id a d de L a L a g u n a : D e re c h o M e r c a n t i l de la s d e L a L a g u n a , S a n t ia g o y Z a ra g o z a ; D e re c h o P e n a l d e la de M u rc ia : D e re c h o P o lí t ic o , de l a s d e G ra n a d a , L a L a g u n a , M u rc ia y S e v i l la ; D e re c h o P r o c e s a l, d e la d e S a n t ia g o ; D e re c h o R o m a n o , d e l a de O v ied o : E c o n o m ía P o l í t i c a y H a c ie n d a P ú b l i ca, de l a s de M u rc ia , O v iedo , S a n t ia g o y Z a ra g o z a ; F i lo s o f ía de l D e rech o , e n l a s de L a L a g u n a , M u rc ia y V a l la d o l id ; e H is to r i a d e l D e re c h o , dé la de O viedo.
F A C U L T A D E S D E F A R M A C IA : B o tá n ic a D e s c r ip t iv a y d e te rm in a c ió n de p la n t a s m e d ic in a le s , de la U n iv e r s id a d d e G r a n a d a ; M in e r a lo g ía y Z o o lo g ía y Q u ím ic a I n o r g á n ic a , a m b a s e n l a de S a n tia g o .
F A C U L T A D E S D E F IL O S O F I A T L E T R A S G e o g ra f ía , e n l a U n iv e r s id a d d e V a le n c ia ; H is to r i a de E s p a ñ a , d e la s de G r a n a d a y O v ie d o ; I n tro d u c c ió n a la F i lo s o f ía , d e l a s de L a L a g u n a , O viedo , S a n tia g o , S e v il la y Z a ra g o z a ; L e n g u a A rá b ig a , d e la d e G ra n a d a ; L e n g u a y L i t e r a t u r a E s p a ñ o la , d e l a s d e L a L a g u n a y S a n t ia g o ; L e n g u a G rie g a , d e l a s de G ra n a d a y S a la m a n c a
F A C U L T A D E S D E M E D IC IN A : F a rm a c o lo g ía e x p e r im e n ta l , en la U n iv e r s id a d de V a lla d o l id ; F is io lo g ía g e n e r a l y e sp e c ia l , de l a s d e S a n t ia g o S e v illa , C ád iz y Z a ra g o z a ; O b s t e t r i c ia y G in e c o lo g ía , de la de G r a n a d a ; P a to lo g ía G e n e ra l , e n la d e S a n t ia g o ; P a to lo g ía M éd ica , d e la de V a lla d o - l id ; A n a to m ía d e s c r ip t iv a , e n l a d e C ád iz , d e la U n iv e rs id a d de S e v i l la ” .
R E G I S T R O B I B L I O G R A F I C O(1939-1940)
P a r A g u d a M IL L A R E S C AR LO.
Atore v ia tu ra s:
B. A. A. L .: B o le t ín de l a A c a d e m ia A r g e n t in a de L e t r a s . B u e n o s A ire s .
S ’o s .: N o s o t ro s . B u e n o s A ire s .B e v . C uba.: R e v i s ta C u b a n a . L a H a b a n a . P u b l i
c a c io n e s de l a S e c r e ta r ía d e E d u c a c ió n .B . £ . U .: R e v i s ta d e E s tu d io s U n iv e r s i ta r io s .
M éxico .B. H. A.: R e v i s ta de H i s to r i a d e A m é ric a . M éx i
co. D ire c to r : S ilv io Z a v a la .B. L. M.: R e v i s ta d e L i t e r a t u r a M ex ic a n a . D ire c
to r : A n to n io C a s t r o L e a l. M éx ico .
B IB L IO G R A F IA
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849 . V ic é n s , J u a n . E l m a e s t r o y l a s b ib l io te c a s p o p u la re s , en E M V I I I (1940), p á g s . 51-57.
850. X ira u , J o a q u ín . E d u c a c ió n y v id a h u m a n a e n R e v i s ta M ex ic a n a de E d u c a c ió n , a ñ o L n ú m . 2, s e p t ie m b r e de 1940.
P O L IT IC A
851. C irre , J o s é F r a n c is c o . L a r e a l id a d im p e r ia l in g le s a , e n R . d. L L , n ú m . 20 (a g o s to . 1940), p á g s . 91-95.
852. G im é n e z C a b a lle ro , E . R o m a m a d re . A p o lo g ía d e l fa s c is m o , E l D u ce y R o m a . S a n S e b a s t iá n , 1939.
853. I b a r r u r i , D o lo re s . L a s o c ia l d e m o c ra c ia y l a a c t u a l g u e r r a im p e r ia l i s ta . M éx ico . E d ito r i a l P o p u la r , 1940. 12 p á g s .
854. Im a z , E u g e n io . L a c o n fe re n c ia d e L a H a b a n a , e n É . P ., 7 (1 9 4 0 ), p á g s . 3-6.
855. L o rd , D a v id . E s p a ñ a y l a c r i s i s d e l h o m b re , e n E . F ., 7 (1 9 4 0 ), p á g s . 9-12.
856. L u m en , E n r iq u e . H o m b re s de n u e s t r o t ie m p o . A Im a n a n . M éx ico , 1940.
Rogamos encarecidamente a todos los españoles amigos que nos envíen nota de los tra
bajos que publiquen o que hayan publicado a partir del l? de enero de 1939, así como de los
referentes a España o a asuntos españoles sea cual fuere la nacionalidad de sus autores.
Sólo por la colaboración de todos el REGISTRO BIBLIOGRAFICO podrá alcanzar la am
plitud que conviene.
También les rogamos con no menor encarecimiento que, de serles posible, nos remitan
un ejemplar de sus publicaciones para que obre en la biblioteca de la Junta, la cual aspira
a ser, como es sabido, la BIBLIOTECA DEL PUEBLO ESPAÑOL EN EL DESTIERRO.
OBRAS PUBLICADAS POR LA CASA
DE ESPAÑA EN MEXICO
Enrique Díez-Canedo...................Juan de la Encina.......................Alfonso Reyes..............................Antonio Caso................................María Zambrano...........................José Gaos y Francisco Larroyo..León-Felipe...................................José Moreno Villa.......................
Juan José Domenchina................Adolfo Salazar.............................Adolfo Salazar.............................Genaro Estrada.............................Luis Recaséns Siches...................Jesús Bal y Gay...........................Justo Sierra..................................José Medina Echeverría...............Adolfo Menéndez Samará............Jaime Pi-Suñer.............................José Giral......................................Benjamín Jamés...........................Manuel de Rivas Cherif..............
Pedro Carrasco.............................Juan Roura...................................Samuel Ramos..............................Rafael Sánchez de Ocaña............Julio Torri....................................
El teatro y sus enemigos.El mundo histórico y poético de Goya. Capítulos de literatura española.Méyerson y la física moderna.Pensamiento y poesía en la vida española.Dos ideas de la filosofía.Español del éxodo y del llanto.Locos, enanos, negros y niños palaciegos, gente
de placer de los siglos XVI y XVII.Poesías escogidas.Música y sociedad en el siglo XX.Las grandes estructuras de la música. Bibliografía de Goya.Vida humana, sociedad y derecho.Romances y villancicos españoles del siglo XVI. Evolución política del pueblo mexicano. Sociología contemporánea.Fanatismo y misticismo.Bases fisiológicas de la alimentación.Fermentos.Cartas al Ebro.La fotografía de las membranas profundas del
ojo.Optica Instrumental.Educación y Ciencia.Hacia un nuevo humanismo.Reflejos en el agua.De fusilamientos.
Los distribuye
EL FONDO DE CULTURA ECONOMICAPánuco, 63. — México, D. F.
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Primaria. Secundaria. Preparatoria. Comercio. Idiomas.Externado. Medio Internado. Internado.
Patronato: Don Pedro Carrasco Garrorena, Don José Gaos, Don Joaquín Xirau. Don Felipe Teixidor y Don Fructuoso González.
Director: Don Joaquín Alvarez Pastor.
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tor en Ciencias Exactas.
Las inscripciones se hacen en la Secretaría de la ACADEMIA, Paseo de la Reforma número 80.