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E L C E R R O A Z U L Y E L V O L C A N Q U IZ A P U

E stu d io s so b re e l V olcanism o de la C ord ille ra de T a lca . N..' 3.

Port H U M B E R T O F U E N Z A L ID A V IL L E G A S

Jefe de la Sección Geología.

E n esta entrega de nuestros estudios sobre e¡ vo lcanis­m o de la C ord ille ra de T a lca , nos proponem os presen tar los da tos recogidos y las observaciones personales que poseem os hasta e'1 m om ento , sobre el co n ju n to volcánico conocido con el nom bre de C erro A zu l, el cual tiene, a p a rtir del año 1846, un volcán adventicio de g ran actividad, denom inado d u ra n ­te estos ú ltim os años con el nom bre de V olcán Q uizapu Este volcán fué llam ado po'r D om eyko, "V olcán N uevo del C e­rro A z u l” y en algunas o p o rtun idades se refirió a él con la expresión de S o lfa ta ra lateral del C erro A zul. H asta 1932, era este co n ju n to el cen tro activo más no tab le de esta co rd i­llera y hab ía-ed ificado entré 1846, fecha en que nace el Q u i­zapu , y el año en referencia, un cono de despojos, lo suficien­tem ente a lto e in d iv idua lizado , como para que se le b au tiza ­ra con un n om bre p rop io .

1.— El C erro A zul.

Inm ed ia tam en te al su r del D escabezado G rande (1 ) , y reparados p o r el an tiguo P o rtezue lo del V ien to , cegado desde 1846 p o r el aparecim iento del V o lcán Q uizapu , que lo obs­tru y ó com pletam ente con las lavas de su p rim era actividad, re levanta la estructu ra que ha recibido el nom bre de C erro

(1 ) Sobre el Descabezadb G rande véa.5c el artícu lo publicado en este m ism o B ole tín , t . X X . pp . 35 a 50 .

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A zu l, p o r no habérsele conocido m anifestaciones de ac tiv idad , sino a p a r tir de u n a fecha re la tivam en te reciente. C o m o es una cum bre b astan te elevada, perfec tam en te visible del V alle L o n g itu d in a l, y p o r cuyo costado pasaba u n o de los cam inos m ás frecuentados de la C o rd ille ra en los p rim eros años del siglo pasado, fué necesario darle nom bre . C o m o entonces no se sospechaba su carácter volcánico , se le llam ó , sim plem en te cerro.

Su a ltu ra , según la C om isión C h ilena de L ím ites, es de 3 ,8 1 0 m etros s. m ., es decir, que apenas es u nos v e in titrés m etros m eno r que el D escabezado G rande.

N o se h an d e te rm inado coordenadas geográficas p ara este cerro. Su posición, en consecuencia, puede darse só lo p o r in te rpo lac ión . E n el M apa de M ensura de T ie rra s se encuen­tra d ib u jad o cu a tro m in u to s al su r del D escabezado G rande, esto es, ,a una- d istancia de 7 a 8 km s. de la an te r io r estructu ra .

D escripción. — E n este caso se tra ta de u n vo lcán des­p ro v is to de tru n ca tu ra y de u n a fig u ra b as tan te esbelta, lo que le da u n aspecto m ás elegante.. T a l vez, a causa de esto sea que aparece desm edrado al com parársele con su vecino de m ás al norte , cuya co n tex tu ra es m u ch o m ás m aciza y de m ay o r im ponencia . E s visible desde el V alle L o n g itu d in a l, del m ism o m odo que el D escabezado, y com o éste, su cum bre queda situada p o r encim a de las nieves eternas, que en estas Tegiones se encuen tran a 3 ,0 0 0 m etro s en las so lanas y a 2 ,8 0 0 m etro s en las um brías,

D u ra n te las épocas glaciales, la p a rte superio r del cono ha sido trab a jad a enérgicam ente p o r los h ielos (B rü g g e n ) , de ta l m odo que su fren te occidental, p o r e jem plo , p resen ta una g ran escotadura, que h a p uesto a descubierto la e struc tu ra in ­te rn a del cono, fac ilitan d o considerab lem ente su. estudio .

E n este caso, se tra ta de u n vo lcán co n stitu id o p r in c ip a l­m ente p o r emisiones de lavas que se estra tifican las u n as sobre las o tras, sin d a r lu g a r a g randes desarro llos de capas p iro - clásticas. N o ha sido posib le establecer en este caso, la ex is­tencia de u n zócalo, y parece que el vo lcán se edifica sobre algunos té rm inos vo lcánicos de poco va lo r, que se h a n des­p a rram ad o sobre la fo rm ación p o rf ir ític a . E n to d o caso, ésta aparece en con tac to con el g ra n ito en la L a g u n a de la I n ­vernada, a una breve d is tancia 'del cerro que ah o ra nos p re ­ocupa. Sus vertien tes son, en general, m ás em pinadas que las de! D escabezado. L a figu ra N .‘í 1 m uestra un corte e stru c tu ra l de este a p a ra to en la cual se h a n expresado los p rin c ip a les in ­

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cidentes de su h is to ria . Se observa claram ente en ella, que el cono se ha constru ido p o r una fase relativam ente con tinuada de activ idad , sin que se h ay an presen tado m odificaciones esen­ciales en el m odo de presentarse. S in em bargo, num erosas corrientes de lava que .corresponden a una ac tiv idad que p u ­d iéram os calificar de postum a, se h a n desparram ado p o r grie­tas establecidas en las vecindades de la base del cono, las cua­les h a n rellenado casi com pletam ente la depresión establecida al frente. E s seguram ente al m ism o tiem po que se desarro ­llaba esta ac tiv idad efusiva p o r las pendientes dél cono, cuan­do em pezó a m an ifestar su activ idad p o r m edio de fases pa-

C orte esquem ático a través de la estructu ra C erro A zu l-V olcán Q uizapu .

roxism ales del tip o vulcan iano , que h a n determ inado el n a ­cim iento de dos conos parásitos, el segundo de los cuales, ac­tua lm en te activo, conocem os con el nom bre de Q u izapu . E s­tos volcanes parásitos se h an ubicado, siguiendo una genera­tr iz del cono, o rien tada conform e a la línea n o rte sur7 y desarro llada desde la cum bre hacia su base.

Según una fo to g ra fía publicada p o r «1 señor E rw ín K oehler, que ascendió a su cum bre en 1932, poco después de la g ran erupción del mes de abril, no se observan a llí vestigios del cráter. P o r el con trario , el vo lcán culm ina en u n c o n ju n ­to de peñas, agudas, con aspecto de agujas, que deben corres­p o n d er al tap ó n de lavas que llenaba com pletam ente el p rim i­tivo cráter y cuya consolidación o b stru y ó defin itivam en te la p r im itiv a chim enea del volcán. E l m ism o señor K oehler deja, constancia de la existencia de varias o tra s depresiones cratei- form es establecidas en las faldas del cerro, que corresponden a cráteres de explosión , y p o r los cuales, según lo que puede juzgarse p o r una fo tog rafía pub licada , n o se ha p roducido

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derram es de lava. ‘D ebo d e ja r constancia que las fo to g ra fía s no son lo suficientem ente claras, com o p ara ju z g a r d e fin it i­vam ente si se tra ta del fenóm eno an o tad o p o r el señor K o eh ­ler o si esas depresiones co rresponden m ás b ien a em budos p racticados p o r 'el v ien to sobre los m ateria les sueltos que cuf b rían com pletam en te el cono en ocasión de la v is ita de ese au to r.

E n to d o caso, fuera del cráter p rim itiv o , ya m uy des­tru id o p o r la acción de los agentes a tm osféricos y p o r la acción de los hielos d u ra n te la ú ltim a época glacial, ex isten ' dos cráteres adventicios, establecidos confo rm e a la g en era triz de que hab lam o s m ás atrás. C om o las lav as del crá ter se h a ­b ían conso lidado d u ra n te un p ro lo n g ad o p e río d o de in a c ti­v idad , en ocasión de un nuevo p e río d o crítico, los gases' e% co n tra ro n d ificu ltad p ara escapar p o r el p r im itiv o conducto y ro m p ie ro n la estruc tu ra ligeram ente al n o rte y un poco m ás aba jo de la cum bre, fo rm an d o un p rim er c rá te r adventic io . La v ida de este cráter debe h ab er sido re la tivam en te corta, p o rq u e n o a lcanzó a ind iv id u a liza rse fráncam en te y aparece com o u n a llig e ra giba, com pletam en te ocu lta en la ac tua lidad p o r los p ro d u c to s de em isión de las erupciones del Q u izap u . L a p rim era persona que llam ó la a tenc ión sobre este cráter, fué el D r. B riiggen, en una pub licación rea lizada en el Z eitsch- r i f t fü r V u lcano log ie en el año 1933 . Parece tam b ién h ab er reparado en su existencia el señor J u l io B ustos N a - varrete , pues en una pub licación aparecida en 1934 , dice lo siguiente, h ab lan d o de su exp lo rac ión aérea a esos co n ­to rn o s dos días después de la g ran erupción de ab ril: “ L as observaciones efectuadas p o r m edio de los an teo jos, re­velaban , en p rim er lugar, que la exp lo s ión (sic) del Q u iz a p u de ab ril de 1932 se hab ía verificado p o r u n nuevo cráter a d ­venticio , que queda al lado del a n tig u o p ro d u c id o en 1847 , y la p rueba fo tog ráfica de ello o b ten id a , es de inestim able v a lo r” . E n realidad , h ay aq u í varias confusiones. E l Q u i­zap u es el Q u izap u y no tiene volcanes adventic ios. E l es un adven tic io del C erro A z u l y conocem os b astan te b ien su fo r ­m a, antes de la erupción de ab ril, gracias a las exp lo raciones y a las herm osas fo to g ra fía s tom adas de su cono, p o r el señor M ax Ju n g e , d u ra n te el año 1 928 , año en el cual tam b ién m an tu v o una ac tiv idad re la tivam en te enérgica. E l cono, a pesar de la violencia de las explosiones, no v a rió n o tab lem en ­te de form a con la erupción del 10 de ab ril. A sí p ud im os co n sta ta rlo personalm en te en nuestra v is ita al cráter re a liz a ­d a el 20 de ese m ism o mes, esto es, 10 d ías después de la

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gran erupción. D ebe tra tarse , pues, de que el señor B ustos N av arre te observó tam bién la giba a que ha hecho referencia, la cual desde el av ión debe h ab er m ostrado bien su fo rm a de cráter. Q ue este accidente es an te r io r al nacim ien to del Q ui- zap u . se puede ad v e rtir al leer con cuidado la descripción de D om eyka . en ocasión de su p rim era visita a estas regiones (1 8 4 8 ) . M ás tarde volveré sobre este m ism o tema.

La vida de este cráter debe haber sido relativam ente corta, p o rque no le .perm itió ind iv idualizarse claram ente. . Al parecer tam poco d ió origen a apreciables corrientes de lava.

U n a nueva fase de inactiv idad llevó a cegar esta boca nueva. E lla debe haber d u rado u n tiem po re la tivam en te la r ­go, pues no. d isponem os de n ingún testim onio , hasta 1846. de ac tiv idad del C erro A zu l. La activ idad se renueva f ra n ­cam ente en ese año, con el nacim iento del Q u izapu , fenóm e­no -registrado p o r la ciencia y que estudiarem os con detalle m ás adelante.

E l C erro A zu l, d e l . m ism o m odo que el D escabezado G rande, ha pasado du ran te m ucho tiem po como un volcán inactivo , ,y aun se desconocía su na tu ra leza volcánica. C om o y a he ten ido ocasión de insinuarlo , es m uy posible que los cráteres de estos volcanes no hay an ten ido m anifestaciones de ac tiv idad d u ran te todo el tiem po corrido desde la llega­da de los españoles, po rque de lo con trario , sería m uy d if í­cil im ag inar que ella no hub iera sido observada p o r los p o ­b ladores del V alle L o n g itu d in a l o p o r los baquianos que fre ­cuen taban estas cordilleras. E l hecho de que los cráteres no h ay an ten ido m anifestaciones francas rde activ idad, no quiere decir que el centro m agm àtico correspondiente n o haya ac­tuado com o centro em isor. E n efecto, es u n poco sim plista a tr ib u ir todas las inm ensas cantidades de lavas recientes que rellenan la depresión situada al occidente de los volcanes a la ac tiv idad del Q u izap u o a la activ idad dél V olcán de la R e­solana, cráteres cuya activ idad parece ser p rincipalm ente ex ­p losiva. D ebem os considerar, pues, como posible, que riarte de las lavas que encontram os al frente del C erro A zul, se deban a em isiones p o r grietas de esta estructura, cuya fecha ignoram os. E l estado de frescura con que aparecen m uchas de estas corrientes de lava, sin em bargo, no nos perm ite pensar en una activ idad m uy vieja. P o r o tra parte, al hab lar con los conocedores de esta cordillera o con sus pobladores, m uy a m enudo recoge el investigador ecos de fenóm enos que no pueden corresponder sino a derram es de lavas p o r la base de la estructura.

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E l V o lcán Q u izap n .

L a h is to ria de lo s conos de p royecc ión — q u e son n u ­m erosos en esta co rd ille ra y casi siem pre tienen el carácter de conos adventicios— es m u y sencilla y se rep ite en los d is­tin to s casos con ligeras varian tes . C o rresp o n d en ellos, la m ay o ría de las veces, a las "so lfa ta ra s la te ra les d e lo s v o l­canes” de don1 Ignacio D om eyko . C om o se verá m ás ad e la n ­te, su ac tiv idad es p rin c ip a lm en te exp losiva , au n q u e casi sis­tem áticam ente com ienzan con poderosas em isiones de lava , de d ifíc il escurrim ien to , y acom pañadas de u n co rte jo de fet- nóm enos explosivos. E n la h is to ria subsigu ien te del vo lcán , las em isiones pasan a segundo té rm in o , de ta l m an era que el ap a ra to re su ltan te se 'encuentra c o n s titu id o p rin c ip a lm en te p o r m ateria les p iro d ástico s.

L a estruc tu ra que m e jo r conocem os, respecto de la cual tenem os m ejores docum entos y la de m a y o r s ign ificado d e n ­tro del vo lcan ism o activo de n uestra cordillera,, es el V o lcán Q u izap u .

C o n fo rm e a ley hechos generales señalados a n te r io rm e n ­te, encon tram os en la ’ base de esta e stru c tu ra , p o ten tes em isio­nes de lav a que le s irven de basam en to . E sta s lav as se h a n desp a rram ad o desde la posición d e l.ac tua l c rá te r hacia ab a jo , ci- ñéndose a la fo rm a del C erro A zu l, según la descripción de D om eyko , corresponden a lavas de b loques, las cuales, en ocasión de la v is ita del d istingu ido ' sab io po laco , conservaban frescos sus h o rn ito s , y em an ab an gases de las nu ínerosas grietas establecidas p o r las d ificu ltad es del escu rrim ien to . P o r o tra parte , ellas se h a n desp a rram ad o en p a lio s sucesivos que co rresponden al p rim e r esbozo de conso lidación ex te rn a . A l c o n tin u a r m ov iéndose el m ateria l to d av ía viscoso, p o r el in ­te r io r de u n a corteza conso lidada, d ió o rigen a cavernas y oquedades, m u y características p a ra este t ip o de em isión. F u e ra de esta .prim era co rrien te de lavas, deben haberse p r o ­ducido o tras, las cuales se h a n d esp a rram ad o p rin c ip a lm en te hacia el este y oeste, del a n tig u o p o rtezu e lo del V ie n to . E n la ac tua lidad aparecen en fo rm a de num erosos do rsos ir re ­gulares, que av an zan h a d a la lag u n a de la In v e rn a d a y hacia el occidente b a jo el recu b rim ien to de m ateria les p iro d á s tic o s p royec tados p o r el vo lcán en ocasión de sus p a ro x ism o s p o s ­teriores.

E s sobre las lavas d o n d e se h a ed ificado el cono de p r o ­yecciones. E n nu estra v is ita al c rá te r en el m es de a b ril de

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1932, pud im os consta ta r que entre los diversos taludes de m ateriales sueltos se in tercalan u n o que o tro ligero derram e, de escasa potencia, y que no deben h ab er a lcanzado gran lo n ­g itud . Su a ltu ra es de 3 ,3 5 0 m etros, com o pud im os m ed ir­lo en esa ascensión en com pañ ía del D r. J u a n B riiggen y el cap itán don O scar S tückra t. E sta a ltu ra fué co rrobo rada po r o tra hecha p o r el señor E rw in K oehler, quien , en u n a rtícu ­lo escrito p ara el observa to rio E l Salto , hace una m uy bupna descripción de su cráter. D el in fo rm e pub licado en “ E l M er­curio el 26 de ab ril de 1932 , firm ad o p o r el D r. B riiggen, y que corresponde a las observaciones realizadas p o r la co­m isión n om brada p o r la U n iversidad de C hile, y de la cual fo rm aba parte , ex tractam os los siguientes datos. E l cráter se presen taba am pliam en te desbocando hacia el norte , de tal m anera que a llí só lo es posible observar u n a am plia escota- do ra Su d iám etro fué calculado en 8 0 0 m etros, en su m avor ancho, y fuera de la escotadura m encionada, era de paredes ab rup tas, con frentes fo rm ados casi exclusivam ente p o r m a ­teriales pircclásticos. P o r la p a rte superficial, se observaba la n a tu ra l variac ión en el tam añ o de los com ponentes. E n las vecindades de la cum bre se p resen taban num erosas b o m ­bas, las cuales m id ieron hasta 2 m etros de d iám etro , y eran Hel tip o "c roû te de p a in ” . Su fo rm a ex terna era, sin em ­b argo caprichosa, y en n inguna parte se observaron bom bas m oldeadas p o r la ro tac ión en el aire. E n este sentido pud ie­ra decirse que les correspondía m ejo r el nom bre de bloques volcánicos.

. L a áscenrión en esta parte fué p o r ello m uy d ificu lto ­sa. N uestra visita se realizó apenas diez días después del gran parox ism o del 10 de abril, y en esa o p o rtu n id ad ya la ac tiv i­dad del cráter hab ía d ism inu ido notablem ente. L a bcca em i­tía vapores am arillen tos con un ru ido m uy sem ejante al de un gran caldero de chicharrones, que fué la expresión que en­con tram os más adecuada en esa o p o rtu n id ad p ara calificarlo. L es gases fum aban tranqu ilam en te , pero de vez en cuando salía una vagarada de m ayores proporciones.

L a figura 1. L ám . II, m uestra el cráter a vuelo de pájaro . Se observa en ella una superficie cordada, que se debe segu­ram ente a la viscosidad de la lava ya en v íar de solidificarse.

E l señor Federico O berhauser v is itó de nuevo el cráter en el mes de febrero de 1934. E n esa opo rtu n id ad , la energía era aún m ás m odesta que en la fecha de nuestra visita, de tal m anera que fué perfectam ente posible incursionar p o r su in ­te rio r y to m ar num erosas fo tog rafías de su centro. E llas han sido publicadas con una descripción en los A nales <3e F a-

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cu itad dé F ilo so fía y C iencias de la E ducación , Sección Q u í­m ica, C uad ern o N .9 ’l , 1 9 34 . .

H is te ria . — H e tra ta d o de reu n ir a lgunos d a to s respec­to de la ac tiv idad y la v ida del V o lcán Q u izap u .

C o n tra r iam en te a lo que se h a v en id o acep tando , el c rá ­te r no nació en 1847 , sino el 26 de no v iem b re de 1846 . D om eyko , al referirse al suelto p u b licad o en el d ia rio “ A lfa ” de la c iudad de T a lca , el 2 de enero de 1 847 , tran sc rib ió m al la fecha del año . A pesar de h ab e rlo buscado con insis­tencia, no pude dar con él, p o rq u e la colección ^ u e se guarda en la B iblio teca N ac iona l de S an tiago , de ese p e r ió ­dico, está trunca . D eb id o a a lgunas con trad icciones en el tex to de D om eyko , el O b se rv a to rio S ism ológico de la U n iv e r ­sidad de C h ile hab ía acep tado ya en 1 9 3 2 la fecha correcta (1 ) . F ué do n E n riq u e D o n o so , qu ien en co n tró fin a lm en te el n úm ero correspond ien te del d ia r io “ A lfa ” , en la colección p a rtic u la r de p ro p ied ad de d o n F rancisco E d erra . G racias a la gen tileza del señor D onoso , puedo tran sc rib ir lo in extenso, dice así:

“E l 26 de nov iem bre p ró x im o p asad o se ha descubierto u n nuevo vo lcán que llega a ser u n fenóm eno en está p r o ­v incia p e r la m ag n itu d . Su ap e rtu ra fué p reced ida de e x tra ­o rd in a rio s ru idos y sobre to d o u n espan toso estrép ito se de jó sen tir en la circunferencia de 12 leguas, al hacer la p r i ­m era erupción . L a ap aric ió n ha sido en el C erro A zu l, que es la p u n tilla m ás elevada que se d iv isa a co n tin u ac ió n del D es­cabezado y hacia el Sud. E stá a 31 leguas de T a lc a y a d is­tancia de 26 se percibe to d av ía el o lo r a a zu fre q u e despide en sus erupciones. C o n tig u o al C erro A z u l a trav iesa el ca ­m ino p rin c ip a l p o r d onde se conducen los g anados de esta p rov inc ia a las invernadas de co rd ille ra y com o se h a d e ­rru m b ad o ya una g ran pa rte de aquél, fu n d ad am en te se cree que bien p ro n to qued a rá o b s tru id o éste. T a l cosa sería un m al efectivo p ara los hacendados, pero u n beneficio p ú b lico si se considera que m ien tras perm anezca ab ie rto este re sp ira ­dero de las en trañ as de la tie rra , estarem os p reservados de destructo res te rrem o tos com o el del añ o 3 5 ” . (2 )

H e p o d id o co n firm a r esta corrección de fecha, en u n a carta d irig ida p o r do n F . W . D o lí, al señor R o d u lfo A . P h i- lipp i. escrita desde V a ld iv ia el 2 2 de ju n io de 1 848 . D ice así:

( 1 ) V er B o l. Ser. S ism . U n iv . C h ile . N ." 22 . p. 3 4 . S igo .. 1 9 3 2 .( 2 ) “ A lfa " , 2 de enero de 1 8 4 7 .

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" E l g igante D escabezado, fo rm a un g rupo m agn.'íico con sus congéneres que le rodean. E n su .cercanía se levan tó en o c tu ­bre de 1846 u n volcán de considerable a ltu ra , cuyas lavas tap a ro n un paso de la C ord illera . T o d a v ía v om ita gruesas co lum nas de h u m o ’", y agrega, a m anera de in ju s to com enta­rio : “ La indolencia chilena es tan grande, que jam ás se ha dado noticia de este hecho en a lgún d iario de im p o rtan c ia” .

D o n Ignacio D om eyko v isitó estos lugares veintiséis m ea­ses después — enero de 1849— del parox ism o que dió origen al volcán y log ró reu n ir a lgunos testim onios de los h a b ita n ­tes de la com arca. Según éstos, el volcán se hab ría “ ab ierto p o r !a tarde del 26 de noviem bre, día en que llov ió m ucho, se oyeron truenos y el cerro daba un b ram id o co n tin u o ” . “ La noche siguiente fué m uy oscura y llo v ió a cán ta ro s” . A cada m om ento los h ab itan tes veían relám pagos y ‘’toda 'a cordillera se veía en fuego” . A lguien aseguró que “ todos los cerros p e r el lado del D escabezado estaban alum brados y b ra ­m aban produciendo com o tiro s y se o ían grandes d e rru m ­bam ientos de peñas” . N o se hab ría sentido, sip em bargó, n ingún tem blor. “E l aire estaba im pregnado de o lo r a a z u ­fre” . A l d ía siguiente, el cuadro era m uy sem ejante, sólo que los ru idos se p roduc ían m ás de tarde en tarde. Solam ente al tercer día el volcán log ró “ aplacarse” .

F uera de los testim onios acum ulados p o r don Ignacio D om eyko , he p o d ido d isponer de u n o recogido p o r don H s- rib e rto T re w h e la y. que es particu la rm en te interesante, po r. cuan to el testigo se encontraba en las vecindades m ism as del volcán. E l señor T rew h e la tu v o ocasión de conversar perso­nalm en te con él. L o ex traigo del m anuscrito de una con­ferencia d ictada en el T e a tro de C uricó en m ayo de 1932.

“ V enía de v iaje desde el in te rio r de la cordillera un viejo arriero con unos anim ales vacunos. L o acom pañaba un ch iqu illo llam ado Q uirico R ojas, que m urió m uy anciano sólo unos 8 ó 10 años atrás en C um peo. E ste Q uirico R ojas es quien con taba lo que hab ía v isto .

“ L legando a la Q uesería, una p arte que está como a le ­gua y m edia hacia el orien te del Q u izapu , y teniendo toda esa región volcánica a la vista, se les p e rd ió una vaca. E l arriero siguió con el p iño y dejó instrucciones a R o jas que vo lv iera a buscar el an im al y lo siguiera. E fectivam ente, m uy luego encon tró la vaca perd ida y vo lv ió con ella a la Quesería, en dond ’e se dispuso a pernoctar. L a dejó am arra ­da y en ia tarde, sin tem blores, ta l com o lo refiere “E l A lb a” , sin tió g ran estrépito y al indagar el m otivo , vió gran p o l­

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vareda, p recisam ente en la com ba que une a los dos vo lca ­nes, A z u l y D escabezado, y que era p o r d o n d e p asaba el ca­m ino que conducía desde el va lle cen tra l a las v eranadas o vegas de San Ju a n .

‘•E l fenóm eno ten ía su cen tro , d igam os, en el preciso cam ino que conduce desde el V alle C en tra l a las vegas o p a s­tadas de San Ju a n , s itu ad as al lad o o rien te de esos dos v o l­canes. E l o lo r a azu fre , co n taba Q u irico R o jas , era in a g u a n ­tab le y la vaca se m o s trab a desasosegada, h ac iendo esfuerzos p ara libertarse y ta n to tiró el lazo , que al f in lo c o rtó y “ fu y ó ” p a ra el lad o a rg en tin o . Se com enzó a v e r luces com o pequeños re lám pagos p a ra el lado_de l A zu l, estando el cielo lim p io (en esto h ay u n a d isco rdancia m an ifie sta en tre lo. que pub licó el d ia r io “ A lfa ” y lo que^ co n taba R o ja s ) y luego se v ió una llam ita que se escondía y se ap agaba y com o ya el m iedo se le h ab ía m e tid o en el cuerpo y a cualqu iera se la d o y ” , decía, d ispuso tam b ién a rran ca r, o sea, irse a re u n ir con el a rr ie ro que a m ed io d ía h a b ía p asado el p o rtezu e lo (precisam ente el p u n to c r í t ic o ) , pero en v ez de segu ir ese cam ino , que h ab ría sido im posib le .pasar, to m ó hacia el n o r ­te, d án d o le to d a la vu e lta al D escabezado . L a noche lo p il ló m uy luego y com o a eso de la m edia noche h u b o u n g ran estruendo . S alía h u m o de to d as p a r te s y se ve ían m uchas

- llam ita s azules.“ T e m p ra n o al d ía siguiente, se ju n tó con el a rr ie ro y

éste le co n taba que cuando él pasó el p o rte zu e lo , n o n o tó n i s in tió n in g u n a m an ifestac ión del fenóm eno q u e se p ro d u c ir ía m om en tos m ás tarde , y só lo le llap ió la a tenc ión de que el a rreo que tra ía “ m añ e reó '’ m u ch o en la pasada . E s de n re - sum ir que la n e rv io sidad de esos an im ales n o se deb ió al o lo r a azu fre , pues el m ism o a rr ie ro lo h a b r ía sen tido , y lo m ás p ro b ab le es que el suelo se h a b ría reca len tad o an tes del so- lev a n ta m ie n to " .

L a ún ica d ivergencia en tre este re la to y lo s recogidos p o r el señor D o m ey k o se refiere al estado del tiem p o , pero n o debe e x trañ a rn o s esto, p o r cu an to m u y a m en u d o la co r­d illera tiene u n cielo despejado , m ien tras en el va lle lo n g itu ­d ina l y en las pend ien tes m ism as de los Atndes re ina m al tiem po.

E l seño r D o m ey k o describe p ro lija m e n te el aspecto del vo lcán en ocasión de su v is ita en los p rim ero s meses del añ o 1848 . Sería dem asiado engorroso que yo resum iera sus n u ­m erosas observaciones, m áx im e cu an d o es fác)l co n su lta rla s

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en el tom o correspondien te de sus O bras com pletas (1 ) o en los "A nales de la U n iv ersidad de C hile”-.

N o de jan de ser, sin em bargo, sorpresivas sus conclusio­nes. E n p rim er lugar, niega la existencia de u n cráter v erd a­dero y aunque las acum ulaciones caóticas y quebradas que observó en grandes 'extensiones — la m ism a que actualm ente tienen-—- fueran lavas em itidas po r el volcán en el m om en­to de su parox ism o . Fué p a rtid a rio de una gran explosión — o num erosas— que tr itu ró la corteza del C erro A zu l y p royectó los m ateriales en las direcciones que él señala. Al m ism o tiem po , deja entender que po r el in te rio r de la tierra avanzaba el derretim ien to , p rovocando una h inchazón de la corteza terrestre. E stas ideas son ante todo curiosas; sin em ­bargo, en su m ism a descripción tenem os los elem entos para reconstitu ir los hechos en su verdadero carácter.

Y a d o n Ignacio D om eyko reparó en la existencia de los dos cráteres adventic ios que se encuen tran en la vertien te n o rte del C erro A zu l y que sólo él D r. B rüggen ha puesto de m anifiesto , después, a ra íz de nuestra excursión a esa cor­dillera, en ab ril de 1932 ( 2 ) . “A unas ciento o ciento c in­cuenta varas del vértice del C erro A zu l — dice— se ve toda la cum bre de aquel inm enso cerro, escarpado, desnudo y co­m o am p o llad o ,en una m edia cúpula, de color negro, rayado de venas am arillen tas, verdes y rojizas. M ás abajo y delante de aquella redondez, se. ve o tro b u lto más pequeño, cubierto de sub lim ados am arillos. D etras de este ú ltim o sale una h u ­m areda co n tinua que abraza m ucha extensión, sin p roducir ru idos ni soplos v io len to s de v ap o r y sin a rro ja r cosa alguna al aire . . . “ debajo de este cerrito am arillo , que p o r m om en­tos del todo se cubre de hum o , p rinc ip ian los grandes m o n ­tones de p iedras y quebrados riscos, en parte negros com o el carbón, en partes grises y am arillen tos’ ' ( 3 ) . P alabras m uv parecidas se leen en la pág ina 429 (S o lfataras la tera les).

L o que acabo de citar, no deja duda n inguna que ya en aquella fecha el cráter que ha tom ado cuerpo más tarde, es­taba en v ías de form ación. P o r o tra parte, las acum ulacio­nes caóticas de p iedras que el señor D om eyko describe, co­rresponden a las lavas em itidas en esa o p o rtu n id ad p o r la b o ­ca, com o lo indica la relación de lugar antes citada. Es

(1 ) P ágs. 3 1 9 -3 3 2 y 41 1-445 , t. V .(2 ) B rüggen: "C onferencia sobre los volcanes de la Cordillera de T alca,

en el C lub A lem án en 1932 .(3 ) C o rd . de T alca y C hillan , Ob¿as C om pletas, t. V . pág. 356 .

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evidente que las em isiones fueron viscosas y que el avance de la lava fué m uy lento . L as p a rte s superficiales se co n so lid a ­ban, pero en el seno de la co lada se conservaba ella aú n en ¿sfado pastoso y p rogresaba d an d o esas g raderías sucesivas que observó d e n Ignacio en' las V egas de San J u a n y en la L a g u ­na del B lan q u illo y que ta n to lla m a ro n su a tenc ión . E ste m ism o hecho explica p o r qué “ los fragosos riscos" desped ían h u m o p o r ted as partes, sin que p u d ie ra ver co ncen trada la ac tiv idad en n in g ú n p u n to de te rm in ad o . E l aspecto de t r i ­tu rac ión que ellos p resen taban , es m u y característico , p o r o tra parte, en varias corrientes de la reg ión ; las lavas que llen an la p a rte a lia del C la ro C hico (p roven ien tes del R eso lana , se­gún V cg e l) ofrecen u n aspecto m u y sem ejan te al que des­cribe eòa tan ta exac titud el señor D cm ey k o . L a c o m p ro b a ­ción d ; que se tra ta b a de lavas cuyo m o v im ien to era im p e r­ceptible, lo tenem os en la sigu ien te observación . U n o s v a ­queros co rd illeranos, con los cuales conversó el señor D o m ey - ko , le in fo rm a ro n (pág. 3 6 1 ) , que quince d ías m ás ta rd e del fenóm eno, cuando p asa ro n p o r el p o rtezu e lo del V ien to , éste estaba en teram ente o b s tru id o ; “ to d a la espalda del C erro A zu l hum eaba, g randes m asas de p ied ras recién am o n to n ad as cx h a lab án espeses h u m o s de o lo r m u y fé tid o y aun ap a re ­cían llam as en a lgunos p u n to s ; pero, según la confesión de ellos, los m on tones de risiccs se h a lla b a n le je s tod?.vía de lar- V egas del B la n q u illo ” .

L es b a jo s y h o n d o n ad as que observó el señor D c m e y k o y que le sirven com o arg u m en to p a ra desechar la idea de la corrien te de lava, sirven tam b ién de p ru eb a en co n tra rio . Se tra ta r ía de los conocidos h o rn ito s , es decir, resp iradores p o r d o n d e «scaparon, com o p o r pequeños cráteres, los gases que iban con ten idos en la co rrien te de lava .

A sí restablecido el fenóm eno, podem os es tu d ia r la a c ti­v idad p o ste rio r de este volcán.

R especto de la ac tiv idad d u ra n te el siglo pasado , ten e ­m os las p ro p ias observaciones del señor D cm ey k o . qu ien v i ­sitó estos lugares en d e s nuevas ocasiones, en 1 8 5 7 y en 1 8 7 3 . E n la p rim era de estas fechas e n cen tró que la a c tiv i­dad estaba m ás apaciguada sin que h u b ie ra n in g u n a m o d if i­cación en el aspecto general de la región, y en 1 8 7 3 , la ac ­tiv id ad estaba com ple tam en te e x tin g u id a y la so lfa ta ra “ no exhalaba ni h u m o ni a z u fre ” .

Parece, efectivam ente, que después de la m an ifestac ión inicial, la boca recién , abíierta. m a n tu v o u n a ac tiv id ad m u y p ob re d u ran te to d o el sig lo*pàsado . P a ra los años sigu ien-

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Fig. 2.— A specto del penacho de hum o, en ocasión ck la gran erupción del 10 de abril de 1 9 3 2 , tom ada desde L on tué hacia el mediodía. F o to B tn.

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Fig . 1.— A specto del cráter del V o lcán Q u izap u . V i 'ta zenitfrl.

F ig . 2— C rá te r y cono del V olcán Q u iza p u V is ta aérea. F o to E n riq u e D onoso .

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tes de ese siglo y lo co rrido del presente, tenem os el tes tim o ­nio del señor T rew h e la , quien v iv ió en la ciudad de T a lca h asta 1904 y en seguida en C uricó. A este respecto d i­ce que está seguro que el volcán hasta esa fecha no hab ía te ­n ido n in g u n a reacción. E s solam ente dos años después, en 1906, cuando v ió p o r p rim era vez, al pasar p o r la ciudad de T a lca , unas nubecillas b lancas arrastradas en la región en que h o y está el Q u izapu . “ V arias veces vo lv í a ver esas n u ­becillas en la m ism a form a, sin aum en tar, hasta el año 1914, con m ás precisión el 8 de setiem bre de 1914, fecha en la cual el nuevo volcán em itió tres colum nas de v ap o r a una a l­tu ra de 6 a 7 ,0 0 0 mts. La fuerza de em isión era tan grande que dicha colum na dem oraba en sub ir a esa a ltu ra ocho m in u ­tos y m ed iando entre una y o tra em isión c in rsn ta m in u to s" . E stas emisiones hab ían sido precedidas po r un p au la tin o au ­m en to de la ac tiv idad o rd in a ria del cráter es decir de las n u ­becillas b lancas arrastradas, y después de ellas vo lv ió a su ac­tiv idad acostum brada. Sólo dos iñ o s después com enzó de nue­vo su ac tiv idad explosiva, en form a de penachos que se eleva­ban a a ltu ras variables y que se p roducían con interm itencias que ib an de tres al d ía hasta de pocos m inutos. E n los años siguientes se acentúa esta fase explosiva hasta 1926 en que ella adquiere caracteres de gran constancia. E l i de agosto de ese año, p o r ejem plo, el Sr. T h ew h e la pudo observar una ac tiv i­dad in in te rru m p id a d u ran te varias horas, m an ten ida en form a de penacho. E sta fase de activ idad cesa con ocasión del te rre­m o to de T z lc a y es sólo algunos días después cuando vuelve a producirse la activ idad de fase explosiva. E n esto el señor T r e ­w hela está en perfecto acuerdo con lo observado en esa ocasión p o r el Sr. E n riq u e D onoso desde la ciudad de T a lca (1 ) .

Y a desde el año 1926, el Sr. T rew h e la observaba la co­lum na ro ja que solía ver en las noches despejadas. La des­cribe así: “Se ha descrito ésta como una colum na ro ja de fue­go. M e he llegado a convencer que esa colum na no es fuego sino fo rm ada p o r las piedras candentes que levanta el volcán en cada una de sus explosiones. Si fuera fuego prop iam en te tal, em itiría lu z y es una colum na que no tiene color del fuego sino u n ro jo sin b rillo con un poder de lum inosidad m uy es­caso: apenas ilum ina m uy débilm ente las emisiones de v ap o r con las que siem pre está asociada, du ra pocos segundos y a l­rededor de un m in u to que es el m áxim um de tiem po que k he observado. M irada desde largas distancias, aparece levan tán -

( 1 ) B o le tín del Servicio Sism ológico de la U niversidad de Chile, 1929 .

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dose pausadam en te , com o u n cono de fuego in v e r tid o m uy agudo, perdiéndose la base en las p ro p ias nubes de v a p o r que se acum ulan a rrib a D espués de m an ten er d u ra n te un m o m en ­to su m ay o r a ltu ra , vuelve a b a ja r con esa m ism a pausa con que su b ió ” . A m i ju icio , esto se debe sim plem en te al re sp lan ­d o r de las lavas incandescentes del c rá te r en la base de la co ­lu m n a de hum o , en ocasión de las explosiones. S in em bargo , ello n cs ind icaría una lava incandescente y re la tiv am en te l í ­qu ida.

D u ra n te 1929 , la ac tiv idad del vo lcán h ab ría d is m in u i­do no tab lem en te , siendo m u y con tados los d ías en que se o b ­servaron m anifestaciones. D u ra n te 1930 a lte rn a ro n en cam bio fases de ac tiv idad enérgica con fases de in ac tiv idad , p e ro en n in g ú n caso lo g ra ro n verse penachos co n tin u o s d u ra n te h o ­ras com o en 1928 . E l año 1931 co n tin ú a con idén ticos carac­teres y es sólo a p rin c ip io s de 1932 , cuando v o lv ió a o b ser­varse una ac tiv idad nuevam ente enérgica. D e esta m anera, el ancho cono que p o d ía observarse en 1932 , se hab ía fo rm ad o so lam en te en el lapso de 26 años. A este respecto d o n M ax Y ungue , que v is itó varias veces este vo lcán en esos ú ltim o s años, calcula que el cono crecía 50 m ts. p o r año . E ste cálculo no es exagerado si se piensa que la a ltu ra del P o rtezu e lo , m e­d id a én 1841 . p o r D om eyko . era de 2 ,7 0 0 m ts. y que u n cono cuya cum bre está a 3 ,3 5 0 m ts. se h a fo rm ad o a llí p o s te r io r­m ente. .

Y a he descrito en o tra ocasión (1 ) m is im presiones res­pecto de la gran erupción del 10 de ab ril de 1 9 32 , que .pude observar en la m añana de ese d ía desde la c iudad d e T a lca . M e parece in teresan te cop iar a con tin u ac ió n la descripción de d o n H erib e rto T re w h e la , con la cual estoy en teram en te de acuerdo.

‘‘Esa m añ an a del 10 de ab ril (1 9 3 2 ) lo vi tem p ran o m ien tras iba en au to al cam po. Sin exagerar y acostum brado a estim ar la a ltu ra de sus colum nas, estim é que ésa era de 10 a 1 2 ,0 0 0 m ts. E stoy seguro que no excedía esa cifra.

L a em isión de v ap o r fué co n tin u a d u ra n te to d o el día y parece que com enzó en la noche del sábado al d o m in g o . E ra u n a co lum na que sub ía rap id ís im am en te en sus p rim eros in s ­tan tes y la resistencia dél aire y acum ulación de la ceniza que fo rm aba, ensanchaba la co lum na a m edida que se lev an tab a . U n a vez que llegaba en tre los 10 a 1 2 ,0 0 0 m ts. era to rc ida co ­m o en án g u lo recto hacia el N .N O . com o u n a nube ya m uerta , sin v ida , lángu idam en te , y la som bra que p ro y ec tab a esa ñ u ­

t í ) Z -M agaz ine . N ." 4. 17 agosto 1 9 3 3 , San tiago .

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perla en las partes asoleadas y de u n denso obscu ro en las lum na ocupaba en su base to d o el espacio que queda en tre el D escabezado y el C o. A zu l, estando esta ú ltim a cim a o cu lta en buena p a rte tras el denso h u m o , m ien tras el D escabezado m ostraba al observador, p erfec tam en te despejado su cono tru n cad o , recubierto p o r su casquete de nieves eternas. L a co ­lu m n a se elevaba, en san thándose p au la tin am en te , a m ed ida que ganaba a ltu ra , hasta unos 10 ó 12 m il m etros de a ltitu d , en donde el v ien to S W ., que sop laba ese d ía , d ispersaba las v o ­lu ta s periféricas en una n ieb la tab u la r, que hacía u n a especie de h a lo en to rn o de ella. P e ro el em pu je ascendente de los gases co n tin u ab a p o r el cen tro de la co lum na, d onde n o a lca n ­zaba el v ien to , dan d o , p o r sobre ese ha lo , u n casquete que lo sobrepasaba to d av ía p o r dos o tres m il m etros. L a co lu m ­na toda, observada desde T a lca , ten ía u n a pequeña inc linación hacia el N .

N o ha sido posib le d e te rm in a r con precisión la h o ra exac­ta en que com enzó el fenóm eno, pero , según u n a encuesta re a ­lizad a en esos lugares, a las siete de la m añ an a la co lum na se encon traba perfec tam en te fo rm ad a . E s curioso que d u ra n te toda la m añ an a y p a rte de la tarde, no fueran percep tib les en la c iudad de T a lc a n in g u n a de las exp losiones con que se p ro ­duce el escape de los gases y que p u lv e r izan la lava del cráter, d an d o la ceniza que m ás ta rd e va a caer en los te rren o s c ircu n ­dantes, m ien tras en San R afae l (R ep . A rg e n tin a ) lo fu e ro n desde las 11 de la m añana . P e ro p a ra u n o jo a ten to , las e x ­plosiones eran perfec tam en te d isccrnibles en fo rm a de em p u ­jes ascendentes en el h u m o de la co lum na. L os gases e x trem a­dam en te densos ascendían en finas v o lu ta s m ovien tes, cuya velocidad d ism inu ía a m edida que gan ab an en • a ltu ra , h as ta aparecer en la p a rte superio r, com o u n penacho in m ó v il casi ab ie rto al sol igual que u n a inm ensa co liflo r. H acia la ta rde , _ el h a lo c ircundan te de que hem os h ab lad o , se e x ten d ió m u ch o m ás y b a jó en a ltu ra . .E ra la ceniza que com enzaba a descen­der len tam en te hacia la tie rra , ap rovechando , seguram ente, una d ism inución de in tensidad del v ien to SW . Según a lg u ­nos testigos, se h ab ría p o d id o observar hacia la ta rd e u n cam ­bio de v ien to y m ed ian te éste, la cola que en la m añ an a se d i­rig ía hacia la co rd illera , em pezó a extenderse sobre el va lle C en tra l.

P e ro fué en la noche cu an d o el espectáculo to m ó to d o su realce Y a en el crepúsculo com enzaron a sentirse en C u ricó las explosiones que hacia las siete de la ta rd e e ran r>erfectamen- te percep tib les desde S an tiago , en donde a lg u n o s las co n fu n -

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d ieron con fuego de artille ría a la distancia. T am b ién a. esa h o ra — hacia las ¡seis de la tarde— em pezó la tem pestad eléc­trica que casi siem pre acom paña a las erupciones volcánicas. Según un observador situado en C u r ic ó — don H eriberto T re - w hela, que ha p ro p o rc ionado una de las m ejores relaciones del fenóm eno— los relám pagos eran tan vivos, que aun el sol alto, p ro y ec tab an som bra sobre u n m uro. D u ran te teda la noche co n tin u a ro n las explosiones y los relám pagos. L os rayos asaetaban el .penacho de h um o com o puñales lív idos y la boca del volcán a rro jab a piedras incandescentes que daban la im presión de un enorm e fuego de artificio . Frecuentes tem- brerés sacudían la tierra y los v idrios de las casas tem blaban p o r las vibraciones del aire que ocasionaban las v iolentas ex ­plosiones. E l pánico era inm enso entre los pobladores.

E l día siguiente aun fué visible el sol du ran te la m añana. P ero en el curso de la noche la cola de ceniza hab ía concluido de g ira r y sus nubes obscuras avanzaban hacia el valle C entral. A eso de las 10 de ia m añana em pezó a caer ceniza y a las 11 del d ía fe hab ía tran sfo rm ad o en una noche tan densa que, según el m ism o señer T rew h ela , no veía su m ano al m antener el b razo extendido, y un frío glacial lo invad ía todo.

E n el seno de la cordillera se v ieron los fenóm enos más curiosos. U n g uardado r de ganado me contó que ya el p rop io dom ingo en la m añana, la obscuridad era tal, que no veía la cabeza de su m uía y sobre un p a r de tijeras que llevaba en el a rzó n de la m o n tu ra se p roducían con tinuas descargas eléctri­cas. Fenóm enos sem ejantes se observaron en M alargue, San R afael, donde los seguros eléctricos se quem aron p o r efecto de la electricidad atm osférica. E l'te rm ó m etro bajó en varios p u n ­tos a m enos de cinco grados.

C uando am aneció el día m artes, todo el paisaje se había tran sfo rm ad o en un inm enso cam po cubierto de un uniform e color gris. E n C uricó, M olina, San R afael y o tro ; p u n to s de !a vecina R epública, la lluv ia fué precedida de una ligera pre­cip itación de azufre.