FAUNA IBÉRICA / II
Por el Dr. Rodríguez de la Fuente
El NOBLE ARTE D E U
CETRERÍA CUANDO el hombre de hoy, llevado
por su amor a la naturaleza, por su pasión cinegética o por s imple cur ios idad, decide penetrar en el mundo fascinante de la Cetrería, encontrará una serie escalonada de sorpresas. En las páginas polvor ientas de los viejos tratados hallará la p r imera : las reglas del arte le asombrarán por su sencillez y sutileza, l lenándole de admirac ión hacia los pacientes e incógnitos cetreros que fueron capaces de arrancar a la naturaleza tan preciosos secretos. El día en que conozca a un autént ico maestro, cuando le vea dominar sus pájaros en vuelo, con una simple señal de su mano, cuando sorprenda el amor con que acaricia sus alas y la dulzura que se ref leja en los pro fundos ojos de sus halcones, habrá descubier to algo no menos inesperado: la Cetrería, aureolada de exot ismo y de mis ter io para el p ro fano, en esencia, no es más que la l ibre y vo luntar ia asociación, en mu tuo benef ic io, de dos cazadores; el más poderoso cazador de la t ie r ra , e! hombre , y el más acabado cazador del cielo, e! halcón.
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En lo sucesivo, todas las experiencias y emociones que vaya atesorando el halconero a lo largo de muchas temporadas de caza, le demostrarán más y más que el halcón no es un esclavo. Es, quizá, el único animal a quien no se puede someter por la cadena o el látigo, es un comensal, un a.migo que compar te la venturosa existencia del cazador. Llegado a esta etapa, quien haya asimi lado el verdadero espír i tu de la Cetrería, no encontrará ninguna d i f i cu l tad para expl icarse un enigma que los histor iadores y paleontólogos no han resuelto aún sat is factor iamente: el origen de la al ianza entre el hombre y el halcón.
El p r imer tes t imonio h is tór ico de la caza con aves de presa aparece en las ruinas de Korsabad, en Persia, y representa a un hombre con un halcón sobre el puño. Esta f igura fue tallada, seguramente, hacia el año 1400 antes de Jesucristo. Pero piensan los especialistas que no fue Persia la cuna de la Cet rer ía , ni ésta la fecha de su apar ic ión.
La i r rad iac ión de 'la Cetrería hacia Or iente , penetrando en la China y el Japón en los pr imeros siglos de nuestra
COLOR DE PAUL RICKEMBACK - DIBUJOS DE JOSÉ ANTONIO LALANDA
Era; la expansión hacia el Sur, cer t i f i cada por el ba jor re l ieve de Korsabad; su poster ior desplazamiento hacia Occidente — c o n las t r ibus germánicas—, c i rcunscr iben una región situada al oeste de la cadena montañosa del A l t a i , ent re los ríos Ural e I r t ych , y a l no r te del mar de A ra l , donde habi taban unas t r ibus de pastores nómadas, que los griegos i n t rodu je ron en la h is tor ia con el nombre de escitas. Piensan los investigadores que estos hombres pud ieron ser los pr imeros domadores de caballos, los inventores del pastoreo t rashumante y, también, los pr imeros halconeros del mundo . El fo rm idab le c ic lo de la domest icación debió de ponerse en marcha en algún punto de Asia a mediados del Neol í t ico.
Y aquí se acaba el h iétodo del invest igador para dar paso a la in tu ic ión del halconero. En las inmensas estepas asiáticas recorr idas por los nómadas escitas, la caza no debía ser fác i l . Todos los animales de llanura están dotados de una vista penetrante y v ig i lan incansablemente para descubr i r al cazador antes de que les tenga al alcance de sus armas. Entre todos los habitantes del a l t ip lanic ie, quizá ei más d i f íc i l de sorprender es la avutarda hubara, ave apre-ciadísima, por su carne, por los cazadores asiáticos de todos los t iempos.
No es d i f íc i l imaginar a las hordas de cazadores escitas t ra tando de poner a las avutardas a t i ro de sus venablos. Pero d i f íc i lmente podrían conseguir lo. Toda la bandada levantaba el vuelo tan p ron to como el v ie jo centinela daba el g r i to de a larma. Y las alas poderosas bur laban el esfuerzo de los cazadores.
El más te r r ib le enemigo de la avutarda era el halcón Sacre que podía darles alcance en pleno cielo, desde cualquier distancia. Contra el Sacre, las astutas aves ponían en práct ica o t ra técnica de defensa. Tan p ron to como le descubrían en el hor izonte, se tendían en t ierra e, inmovi l izándose, desaparecían a favor de su prodig ioso mimet ismo. La rapaz hambr ienta podía volar sobre la bandada sin descubr i r la .
LA PRIMERA CAPERUZA QUE LLEVO UN HALCÓN
Pero algunas veces debieron co inc id i r en la caza los nómadas y el Sacre. El grupo de avutardas aplastado en el pedregal , siguiendo con mirada atónita los círculos que describía en el cielo su enemigo alado, se vio obl igado a levantar el vuelo por la súbita apar ic ión de un grupo de j inetes. El halcón cayó como un rayo, y una avutarda fue derr ibada en t ierra a corta distancia de los cazadores. Los nómadas no d ieron un paso más; habían observado que el Sacre saciaba su apet i to con una tercera parte de la presa. Si esperaban sin asustarle, podían recoger tres o cuat ro k i los de la preciada carne.
Y así se fueron estrechando los lazos
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LoK Alíele IJzLüjcs úp halcones, dvBcrilUS i'n IOH ttatüdorí medii valL-Ti áe Cptn*ría.
I l a k ú n NFblL Halcón Baharí- I lakón Atranrque-
Estrechamiento de lazos entre hombre y halcón
entre los hombres y los halcones. Los Sacres sobrevolar ían cada mañana la marcha de los cazadores y de los rebaños, en espera de que éstos fueran levantando las aves escondidas entre la hierba. Y los hombres respetarían siempre las reglas del juego: p r imero , que coma el halcón, así podremos aprovecharnos de sus restos. Un paso más fue la captura de un pol luelo de halcón que se hab i tuó a v i v i r en las «haimas» y aprendió a cazar sobrevolando a los hombres, como sus hermanos salvajes. Con la di ferencia de que él no se iba de la avutarda der r ibada. Se le podía recoger sobre ella y, sin perm,it ir le saciar el hambre, se le lanzaba sobre una nueva presa. Para l lamarle después de un vuelo fal l ido, se agitaba un ave muer ta , atada al ext remo de un cordel ,
para que el Sacre no pudiera llevársela. Este reclamo se conv i r t ió más tarde en el señuelo.
En una t r i bu desconocida apareció un día la costumbre de cubr i r la cabeza del halcón con una caperuza de cuero para que, al estar pr ivado tempora lmente de la v ista, no se debatiera en di rección a las aves que surcaban el cielo, hasta el momento adecuado.
Y en estos elementos se ha basado la Cetrería de todos los t iempos. Un halcón amansado que captura las piezas levantadas por el hombre ; un pedazo de carne y de plumas sujeto al ex t remo de un cordel para recoger al pá ja ro ; una caperuza para mantener le inmóv i l cuando no se desea emplear le en la caza.
He cazado avutardas hubaras en Arabia con la misma técnica con que pu-, d ie ron hacerlo los nómadas escitas. Es más, la sencillez y f i jeza de la Cetrería árabe me ha llevado a pensar que, a la vez que en Asia Central y, quizá, en otros lugares del mundo , la Cetrería nació de una manera espontánea, también, en los desiertos de Arabia. En algunas regiones de la península arábica, los niños beduinos corren ba lo los co:'tados donde anidan ios halcones, emi t iendo un gr i to pe.::;;iiar: «¡Hoo-hoo! ¡Hoo-hoo! ¡Hoo-hoo!» En cuanto los halcones les oyen, planean sobre ellos, porque saben que los niños levantarán pájaros fáciles
de capturar . Para mí , este juego in fant i l encierra toda la mecánica del or igen de la Cetrería, que, como puede observarse, no tiene nada de mister ioso.
UN DEPORTE DE REYES EN LA EUROPA FEUDAL
En la Edad Media, la Cetrería in t roducida en Europa por los conquistadores árabes, a través de España, y por los cruzados, desde Tierra Santa, alcanzó un esplendor in igualado. Dejó de ser un ingenioso y práct ico sistema cinegét ico, creado para capturar aves y pequeños mamíferos en las estepas, convirtiéndose en un comple j ís imo deporte pract icado de manera exclusiva y exhaustiva por los reyes y magnates de toda la Europa feuda l .
Los halconeros profesionales llegaron a const i tu i r una verdadera casta, cuyos secretos se t ransmi t ían de padres a hijos y pasaban de unos países a o t ros, al servicio de las más ricas cortes. Estos mercenarios, al satisfacer la pasión depor t iva de sus señores, d is f ru taban de pr iv i legios inusitados para quien no fuera noble y, de hecho, muchos de ellos llegaron a alcanzar t í tu los nobi l ia r ios . En el seno de una profesión tan estimada surgieron verdaderos genios de la Cetrería que pusieron en práct ica técni-
En los albores de la Cetrería, el halconero lanza su Sacre en persecución de una avoitarda. El «saluqui» corre en su ayuda.
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Alcotán. Ciavi l iü ' Esmerc ján.
cas sorprendentes para la caza. Fueron capaces tíe enseñar a un halcón lan l igero c o m o un torzue lo Bahan", que pesa apenas medio Wilo^ a cazar la g ru lla, ascendiendo hasta lo a l io del cíelo, para separar una de estas grandes aves — d e unos diez k i los de peso— del resto de la bandada, rrayéndola a t ierra^ sujeta por la cabeza, donde ffegaba a rematar la «sin ayuda de acorredor ni de can».
Las cacerías se t rans ío rmaron en autént icos desfi les ar ís iocrá i icos , donds los más ricos caballeros hacían osíenra-c ión de poseer los halcones m á i exót i cos, procedentes de los hielos de Islan-dia V de los desiertos de China, Los aparejos de los pájaros eran verdaderas joyas : to^ cascabeles de piara y o r o — a b o r d o n y p r ima , para que hicieran buena melodía»-—: las caperuzas, erri-penachadas. erraban adornadas con perlas V br i l lantes, los guanteleres repujados mos t raban las armas del halconero y el nombre del ha lcón. Esre suntuoso depor te ^e ej i íendjó rápidamenre por todo el mundo conocido. Los kanes de Mongo l ia , los emperadores de la China y del Japón, los mahara jás de la Ind ia , los ja res de Rusia v l ° * monar-cas de Europa inrercambiaban como preciados regalos sus mejores pájaros, y eran rnuchos los embajadores que llevaban como presente un d i m l n u f o Esmere jón o un b lanco Ger i fa l te .
Ciertos relatos h is fór icos ponen bien de manífiesTo la valía de los halcones. Cuando el sultán BeyacBlo capturó a la f lo r de la caballería francesa en la bata^ Ha de Nicópol is , no admi t i ó más rescate
por sus egregios pr is ioneros que doce Geri fa l tes blancos. El monarca francés Fel ipe AugustOj que capi taneaba la tercera cruzada, llevó a campaña sus mejores halcones, a pesar de la pont i f ic ia p roh ib ic ión En el s i t io de Tolemaida, su Ger i fa l te favo r i t o desobedeció al halconero, vo lando hacia el in fer ior del ba^ luarte enemigo. Un halconero Islámico cap tu ró el halcón, Y el Monarca f rancés hubo de pagar tal suma para su rescate que, al decir de las crónicas, hubiera bastado y aún sobrado para red im i r a 500 cr ist ianos pr is ioneros .
En España, el gran San Francisco de Bor ja enalre-dó ta Cetrería, cuando, para mor t i f i ca rse , se cubría los Ojos en el momenro supremo en que el halcón Iba a acuchi l lar en la garza, ^o f rec iendo tan grande sacr i f ic io al Señor»
Pero e5ie mundo fabuloso era muy f rñg i l ; a l imen iado por la desmedida pasión que la nobleza sentía por la caza, sustentado en la sólida estructura feuda l , se desmoronó tan p ron to como la revoluc ión francesa y las guerras napoleónicas conmov ieron a la sociedad europea y d ieron al t raste con el feudal ismo Los grandes establecimientos dedicados a la Cetrería comenzaron a cer ra r sus puertas en el siglo X V l l l , Las corles fueron supr im iendo los cargos honor í f icos y despidieron a los halconeros profesionales. Todo un ar le milenar io , cuyas más puras suti lezas se t ransmi t ían por t rad ic ión ora l , desapareció con los ú l t imos halconeros de eslErpe.
El o lv ido del noble arte fue tan absolu to que cuando los erud i tos y caladores del siglo X I X comenzaron a releer
los t ratados clasicoSn como el «L ibro de la cazai^^ del pr inc ipe don Juan Manue l , o e l « L i b r o d e las aves de caza», del cancil ler Pero López de Ayala, se most ra ron incapaces de reconocer las especies de halcones que estos nobles escritores describían en sus l ibros. Durante años, le llegó a pensar que eran variedades de especies comunes, debidas a la cau t iv idad . Hoy, la Cetrería ha resurgido de una manera deport iva en el mundo entero. Los halcones medievales han sido perfectamente ¡deníiffcados con nuestras especies salvajes Y, por p r i mera ve? en la h is tor ia de la Cetrería española, se ha reunido en la sene de fotografías en to lo r que i lus t ran í'ste repor ta je un ret rato de iodos y cada uno de los usiete p lumajes o l inajes de fa l tones^, con que el pr ínc ipe don Juan Manuel inicia su t ratado de Cetrería. El halcón Neblí, el halcón Baharí, el halcón Sacre, al halcón Ger i fa l te, el halcón Borní , el halcón Alfaneque y el halcón Tagarote
LOS LINAJES O PLUMAJES DE LOS HALCONES MEDIEVALES
Los halconeros medievales tuv ieron la opor tun idad de reuni r mayor número de hakones que el más a fo r tunado orn i tó logo moderno. Ello les p e r m i t i ó estud iar per fectamente las d is t in tas características de eslaí. aves, hasta d is t in guir con certeza unas subespeclet de o t ras , con tanto r igor como pueda hacerlo ^1 más meticuloso ta ionomis ta . Costó t raba io ir idenTlficando los l inajes
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I l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l
Todo el mundo andan y cruzan con sus vuelos
medievales con las subespecies o razas ercasiliflda? hoy *n las frsles de los l i bros de ornfiología, Pero ya no nos cebe ninguna duda respecto a fa e^aciirud de la clasificación antigua, qu* pasamos a describir.
EL HALCÓN NEBLL GE^T1L PEREGRINO
Los halcones Neblíes, considerados por el cancitfer Pero López de Ayala como principes de la^ aves de caza, corresponden a las subespecles nórdicas del halcón peregrino^ Ya en la Edad Media recibían ef nombre de peregrinos V don Pero López de Ayala nos legó, en bella prosa, el origen de osEa denominación; «Hámanlos peregrinos por comparación de los peregrinos o romeros que andan por todas las tierras v por iodo e¡ mundOn que asi son lo^ halcones genTiles o neblíes o peregrinos, que lodo el mundo andan y alfaviesan con su volar, partiendo de la tierra donde nacrerona,
V ésta es la principal v i r tud y gloria de los Neblíes. Su capacidad para volar de un modo incansable, para hacer un viaie anual de ida y vuelta desde la Tundra ártica hasta las llanuras def Áfr i ca Central. Los halcones peregrinas nórdicos anidan muy cerca da las colonias de palmípedas que constituyen sus presas, en todo el cimurón de llanuras que se extienden al sur del circulo polar ártico. Llegado el mp5 de septiembre emigran tras de las escuadras de patos, hacía eí Sur. Los halconeros los capturan con redes u otros mecanismos durante esta época, por lo que reciben en Cetrería el calíficaiivo de halconea pasajeros. Son pájaros de gran lalla. pesando entre un kilo y un kilo trecientos gramos Son vállenles, recios, acomeíe-doras, nerviosos e intranquilos en el puno, delicados para la nutr ic ión, incomparables para la caza de allaneria El halconero que llegue a poseer parecido tesoro debe cuidarlo mucho, pues no existe un ave que le aventaje para Ea ca;a de patos, sisones, alcaravanes, per-dices y codornices. El halcón Neblí es, sin duda, el más rápido da todas las aves nobles en el picado. Bien se me rece el atributo que le dieron los cetreros medievales' la gloria de sus s'as
EL HALCÓN BAHARÍ, OE RAZA MEDITERRÁNEA
M¿^ pequeño que el Nebü, sobre todo mds corlo, más compacto de esíruciura, el Baharí pertenece a las raías mediterráneas del halcón peregrino. Anida en los cantiles marítimos, en las cortaduras fluviales, en cualquier roca que domine un buen terri torio de cara Se decía en la Edad Media que los mejores Baharies eran los de España, y los halconeros modernos no^ han comunicado muchas veces que están de acuerdo con el aserto de sus colegas medievales.
Los Baharles suelen capturarse en los nidoSr cuando todavía son pollualos incapaces de emprender el vuelo Entonces se les da el nombre de halcones niegos. S¡ se quiere capturar un adulto, deben rendársele trampas en la roca donde duerme. Estos Baharies son más fuertes y rápidos que los niegos y reci-
ben el sobrenombro de halconea zeha-renos.
La vir tud más marcada de ios Baharles es la bravura. Fueran los pájaros más codiciados para la ca;a de grandes presas, como grullas, garias o avutardas. Pero este desmedido valor ha po djdo comprobarse que no es una esencia específica del Baharí, Se trata simplemente del resultado de !a inexperiencia. Casi todos ios Baharíes son captu-
t rados muy ¡óvenes en los nidos, antes de que aprendan en la vida salvaje lo peligroso que resulta atacar a las aves de gran talla. Al enfrentarles con garbas o con grullas convenientemente inmovi-fiiadas o disn^inuidas, el halconero puede enseñarles paulatinamente las técnicas de combate qua le dirán la victoria. Un Baharí, convenientemente domado para esla caza, acometerá sin tregua al más fuerte barbón de avutarda, hasta darle muerte o morir en la batalla. Quien
K-itP Arnbnrln mi'cÜi-viil tlrmui-^tra que lik C<"tn*fíJi ni> i-sUlm rrftlcla mn r l amor.
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El halcón español tiene fama de bravo
contemple uno de estos lances podrá sentirse orgul loso del pequeño halcón español, que fue famoso en todo el mundo por su bravo corazón.
EL HALCÓN GERIFALTE, MAS NOBLE Y VIGOROSO
El más grande, el más vigoroso, el más bello y el más noble de todos los halcones, es el Ger i fa l te ár t ico. Pocos halconeros tienen lá ventura de poseer una de estas joyas aladasiporque anidan en t ierras ár t icas, en lugares donde es d i f íc i l capturar los y su salud resulta muy quebrantada al ac l imatar los en tierras más cál idas. Los Geri fa l tes, de muy variadas razas y l ibreas, pueden llegar a ser blancos como una blanca paloma. Los más grandes ejemplares alcanzan los dos ki los de peso, justamente el doble que un halcón Neblí. Los halconeros modernos que han manejado estos pájaros a f i rman que en un cl ima adecuado la rapidez y potencia de su vuelo son increíbles. Pueden ascender casi en ver t i ca l , como un « je t» , en palabras textuales del gran.ha lconero inglés, experto en Ger i fa l tes, Ronald Stevens, alcanzando a cualquier ave, por muy alta que cruce en el cielo. En la Edad Media se organizaron costosas expediciones para capturar estas rapaces. La corte danesa surt ía de Geri fal tes a los reyes de Francia y de España. En Flandes existía un f loreciente comercio dedicado a la impor tac ión y expor tac ión de halcones árt icos. Pese a que morían p ron to , muchos eran enviados a los sultanes de Jerusalén y Babi lon ia, como atestigua el Canciller en anecdótico pasaje de su obra : «Yo vi en París —escr ibe don Per o — un mercader genovés que decía que m o r a b a ' y tenía su casa y mercaderías en Damasco, que es del d icho Sultán de Babi lonia, y tenía eii París entonces hombres de Alemania que llevaban Ger i fa l tes para el Su l tán : estaban los que yo vi en cuat ro que ellos l laman cajas, y nosotros decimos acá varas, ochenta Geri fal tes que eran todos roqueses, y decíame que le habían mandado ya ot ros tantos y, cuando allá llegaban, que tanto le daban y pagaban por el que moría en camino como por el que llegaba v ivo . Y haría esto para que los mercaderes no dejasen de llevarle halcones, porque desde Noruega y la Al ta Alemania, de donde los t ra ían, a Damasco
hay muy largo camino por t ier ra y por mar .»
Bien codiciada debió de ser Ja belleza de los Geri fal tes para que se real izaran tan penosos viajes solamente para llevar su presencia y apostura hasta las cortes más exót icas. No en vano su virtud más apreciada fue la armónica proporc ión de su cuerpo y m iembros .
EL HALCÓN SACRE V I N O DEL DESIERTO
Or ig inar io de los desiertos y estepas asiáticas, el Sacre es, sin duda, el más p r i m i t i v o y rúst ico de todos ios halcones. Su p luma je no t iene la belleza del Ger i fa l te , su vuelo carece de la rajoidez y la elegancia del peregr ino, pero les supera a todos en resistencia f ís ica, en agi l idad, en capacidad para desenvolverse y sal ir v ic to r ioso , tanto en el cielo como en la t ie r ra . Es el único halcón perfectamente capacitado para matar aves o mamíferos. Y su intel igencia supera ampl iamente a la del resto de las rapaces.
En Arabia he v is to Sacres de diversas razas, los más preciados son los llamados Sacres blancos, porque, con la edad, llegan a ser casi tan claros como Geri fal tes. Los emires del desierto no cambiar ían sus Sacres por ningún halcón del mundo . Y en aquel c l ima n inguna rapaz sería capaz de matar quince avutardas hubaras en un día, como hizo un Sacre del emi r Abdul lah Bin Abdul Aziz.
El Sacre fue seguramente el p r imer halcón adiestrado por el hombre y tiene también el mér i to de haber derr ibado las presas de mayor tamaño. En Persia fueron adiestrados para dar caza a las gacelas y a los onagros, asnos salvajes de más de 300 k i logramos de peso. Natura lmente , esta hazaña solamente podían realizarla con la colaboración de los rápidos lebreles Saluquis. Pero, en tan desproporcionadas -luchas, se pone bien de mani f iesto la fuerza de la presa de este pá jaro , por lo que en la Edad Media se enal tec ieron, sobre todo, sus garras.
EL HALCÓN BORNÍ, DE VISTA DE LINCE
M u y parecido al Sacre en estructura y costumbres, de p lumaje más l lamativo y menor talla, el Borní es un halcón predesért ico, que habita en Europa Or ien ta l , y se ident i f ica con las razas más norteñas del halcón lañar lo. Sus características no ofrecen ninguna part icu lar idad notable, salvo su salud a toda prueba. En estado salvaje caza lagartos, ratones y hasta insectos. Estas capacidades digestivas le permi ten sopor ta r las más pobres dietas, en caut i v idad , por lo que, en la Edad Media, se decía que eran halcones muy apropiados para los escuderos. Sin embargo.
están dotados de una vista muy penet rante, siendo ut i l izados como atalayas, es decir , se les llevaba sin caperuza, para que descubr ieran una presa lejana, sobre Ja que, después, se lanzaba un Neblí o un Ger i fa l te. De un halcón dotado de buena vista se decía que tenía o jo de Borní .
EL HALCÓN ALFANEQUE O DE PICO MUY FUERTE
A las razas afr icanas del halcón lana-r i o , los halconeros medievales las englobaban en el l inaje de los Al faneques, halcones muy parecidos en todo a los Borníes, de los que son pr imos hermanos, y, como ellos, rúst icos, buenos atalayas y comedores. Tanto que pasaron a la fama por ia fuerza de su pico.
EL HALCÓN TAGAROTE, RÁPIDO Y AGILÍSIMO
En el norte de Áfr ica habita una sub-especie del halcón peregr ino que se dist ingue por su talla reducida, su vuelo rápido y agi l ís imo, su acomet iv idad, su color armónico y encendido y, también , por su salud del icada. Se l lamaron Tagarotes porque a f i rmaban los halconeros afr icanos que se capturaban en las rocas de Tagaros. Todo buen equipo de Cetrería medieval tenía algunos Tagarotes, más que por su ef icacia, por su belleza, por su delicada gallardía. Eran pájaros muy apropiados para las damas y solían descansar, enjoyados, sobre el guante escarlata de una princesa.
He v is to cazar en Cetrería a varios Tagarotes; vuelan muy al tos, atacan en picado con presteza, pero carecen de la velocidad de caída del Nebl í , por lo que muchas perdices escapan vivas, aun después de la cuchi l lada. Quizá el único defecto de estos halcones sea su pequeña talla, pues dada su fac i l idad para g i rar en pleno vuelo, volverse sobre sí mismos y alcanzar pájaros tan rápidos como las tór to las no hay halcón que les supere en agi l idad y belleza del r i zo .
Todos los halcones descritos son muy parecidos en su est ruc tura anatómica / en sus costumbres, caracterizándose por la fac i l idad para cazar en el cielo, en persecuciones prolongadas que, a veces, se pierden entre las nubes. Esta facul tad ha otorgado s iempre a los halcones la máxima categoría entre las rapaces uti l izadas en Cetrería y les ha val ido el t í tu lo de aves de alto vuelo. No obstante, cada l inaje t iene, como hemos v isto, su especial v i r t u d , plasmada en el famoso d icho medieval : «Afas de Nebl í , corazón de Baharí , cuerpo de Ger i fa l te , o j o de Borní , p ico de Al fa-neque y riza de Tagarote.»
LOS PEOUEÑOS HALCCfNES: DOS RAZAS EN MINIATURA
Semejantes en todo a sus grandes parientes, hay dos razas de halcones oue
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