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1. El Hospital de San Pedro: Primer nosocomio poblano que albergó el desarrollo
de la medicina científica de 1867-1917
Rosario Robles Galindo, José Ramón Eguibar y Ma. del Carmen Cortés
Introducción
Poco después de la conquista, las órdenes religiosas se abocaron además de
la fundación de iglesias y monasterios, a la edificación de hospitales como parte de
su labor social. En el caso de la ciudad de Puebla desde su creación por Fray Julián
Garcés, decidió que como parte de la nueva ciudad era necesario tener un espacio
hospitalario.
En el lado de El Alto el cabildo de la ciudad decide el 2 de junio de 1531,
construir el hospital de San Jusepe, que nunca se materializa a pesar de la
necesidad de atender a los nuevos habitantes, muchos de ellos peninsulares
avecindados en esta nueva ciudad, pero también de las personas que se movían
desde Veracruz hacia la ciudad de México y viceversa, por eso en 1538, se funda el
hospital de Perote, Veracruz, dada su situación geográfica estratégica.
Debido a una inundación en el lado oeste de la rivera del río San Francisco y
tomando en consideración que estas inundaciones pueden sucederse regularmente
los fundadores deciden entonces mover la traza de la ciudad al lado este del río, y
se retoma la construcción de un hospital al que se le denomina ahora San Juan de
Letrán, que inicia su construcción gracias a un préstamo del terreno por el Sr.
García de Aguilar, además se recibe una donación de 500 pesos del emperador
Carlos V y las limosnas de los ciudadanos, bajo la supervisión del mismo Fray
Julián Garcés. Dado que fue el único hospital de la ciudad, se le llamó también
“hospitalito” y aunque inicialmente estaba dirigido a atender a ambos sexos, al
construirse el hospital de San Pedro, se convirtió en un hospital exclusivo para
mujeres. Este edificio existe a la fecha y es parte de los edificios que conforman
parte del Patrimonio edificado de la ciudad.
Como ya mencionamos fue el propio fundador de la ciudad, Fray Julián
Garcés quien se abocó de manera prioritaria a la edificación de la catedral, pero
también de un hospital como obra del obispado; por lo que dispuso que tres
novenos de los diezmos se destinarían para este fin. El hospital de San Pedro se
fundó entre 1544 y 1545. El hospital fue administrado por el cabildo municipal, a
excepción del período de 1726 a 1753, que estuvo a cargo de los religiosos de San
Juan de Dios.
Antigua sala de cirugía del “Hospital de San Pedro”, la cual se mantuvo en servicio hasta el año
de 1894, cuando fue reemplazada por una nueva sala de operaciones, el valor histórico de este
espacio físico con sus alumbrados laterales, es simbólico para la Ciencia y la Historia de la
Medicina, debido a que por varios siglos albergó entre sus muros la práctica quirúrgica, donde
las diestras manos de los cirujanos recorrían la anatomía de sus pacientes con el fin de aliviarlos
de sus dolores y salvar sus vidas. (Fotografías tomadas en el “Museo de Arte San Pedro”, gracias
a la colaboración de su Director Mtro. Oscar Alejo García, 2007).
El hospital de San Pedro: primer centro quirúrgico en Puebla
En las últimas décadas del Porfiriato, el estado de Puebla contaba con
veintidós nosocomios destinados a la asistencia hospitalaria pública y a la
atención particular de la población. Cabe señalar que dichos hospitales se
encontraban ubicados en los diez municipios más importantes del estado; y los
doce restantes prestaban sus servicios en la ciudad de Puebla. Donde nueve de
ellos eran de servicio particular y los tres restantes eran sostenidos por los
gobiernos federal y local, siendo éstos: el “Hospital San Pedro”, el de “La Caridad
de los niños” y el “Hospital Militar”11. Estos últimos estaban ubicados en el centro
de la traza urbana de esa ciudad, y en sus salas recibían diariamente a pacientes
oriundos de Puebla, y de municipios distantes.
11 Anuario de Estadísticas de la República Mexicana. Impreso por el gobierno mexicano. Años
de 1890-1899. pp. 130.
Hablar de cirugía en el Hospital de San Pedro, es recordar la presencia del
doctor Francisco Marín en el campo operatorio y en el ámbito hospitalario local
y nacional. Así lo señalan sus trabajos e investigaciones, que lo caracterizaron
como un médico innovador de técnicas y métodos quirúrgicos en dónde la
asepsia y la antisepsia fueron sus herramientas y fieles compañeras de profesión.
Cabe añadir, que el doctor Marín introdujo al campo quirúrgico de los
hospitales de la ciudad de Puebla los métodos antisépticos más utilizados de la
época como lo fueron el ácido fénico y el bicloruro de mercurio. Dichos
conocimientos fueron perfeccionados en su estadía en Francia, donde aprendió
y trabajó las teorías y las técnicas médicas que en la década de 1860 eran
novedosas en Europa. A su regreso a Puebla se dedicó a buscar una plaza como
médico y profesor, pues sus objetivos eran los de compartir sus conocimientos
con sus colegas del Hospital General, y con sus alumnos de la Escuela de
Medicina y Farmacia, a quienes les impartió las cátedras de “Enfermedades
Mentales”, “Patología y clínica externa” y “Patología general”.12
12 En cumplimiento con los estatutos de la Secretaría de Fomento el gobernador del Estado de
Puebla, expedía los nombramientos a los profesores seleccionados para cubrir las cátedras de la
Escuela de Medicina y Farmacia, por medio del Presidente del Colegio del Estado. Fondo del
Archivo del Colegio del Estado, Administración, pp.263-270, Biblioteca “José María Lafragua”-
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Doctor Francisco de Paula Marín Morán (1837-
1905), memorable director de cirujanos del
“Hospital General del Estado Puebla” e
introductor de los métodos antisépticos en los
recintos hospitalarios de esa ciudad. Algunas
de sus cirugías más relevantes fueron:
“toracocentésis, laparatomías, abscesos de
hígado, ligaduras de carótida primitiva y
tumores de cerebro”. Fotografía tomada de la
obra “Sociedad Médica de Beneficencia de
Puebla (1883-1983). Primer Centenario”, su
autor el ilustre doctor Antonio Barranco
Tenorio (1912-2001), p. 24.
Francisco Marín, ingresó a trabajar en el Hospital General de Estado en
1867, a su regreso de Francia. Su entusiasmo por aplicar sus conocimientos y
sus técnicas clínicas lo impulsaron a desarrollar sus habilidades como cirujano,
circunstancias que lo hicieron destacar entre el personal médico del hospital, lo
que no pasó desapercibido por el gobernador Juan Crisóstomo Bonilla, quien le
otorgó el cargo de director médico. Su prestigio académico traspasó los límites
de la docencia y trabajo hospitalario; situación que lo hizo incursionar en el
ámbito político y desempeñarse como regidor del Ayuntamiento y presidente
del Consejo Superior de Sanidad del Estado. Cabe señalar que el doctor Marín,
como director médico del Hospital General de Estado dio a conocer el día 26 de
abril de 1881, las condiciones higiénicas y de salubridad que evalúo tanto en el
nosocomio como en el personal médico.
Al respecto el doctor Marín, argumentó, que el edificio era antiguo e
inadecuado para el manejo apropiado de los pacientes. Ya que la distribución
de los enfermos en las distintas salas debía tener como fundamento el origen y
el tipo de sus enfermedades; y no la aglomeración de los pacientes en salas en
base a una decisión administrativa. Lo que había ocasionado que las salas de
hombres y los departamentos de medicina y cirugía se cruzaran en ángulo
recto; lo que provoco que las salas adyacentes a dichos espacios se hubiesen
convertido en los lugares más insalubres del hospital, debido a la cercanía entre
el anfiteatro y la sala de operaciones. Siendo un ejemplo del caso, la sala
denominada Palafox, misma que aglutinaba heridos en condiciones insalubres,
reinando en ella la erisipela y otras enfermedades purulentas, por lo que las
infecciones estaban presentes en numerosos pacientes, y considerando el tipo
de lesiones que presentaban a su ingreso los hacía fácil presa de procesos
sépticos mortales. El director médico, prosiguió su informe mencionando que
en la sala Marín, así llamada en honor a un antiguo administrador del hospital,
también sucumbían los heridos a la infección. Sin embargo, en ella, eran menos
comunes las complicaciones, esto debido a que tenía sólo catorce camas, su
ventilación era mejor y se hallaba aislada del resto de los espacios del hospital.
Adicionalmente, su comunicación era a través de una puerta que era necesario
tener abierta para que el personal médico y de asistencia pudiera atravesar por
el crucero principal, en dónde eran atendidos la mayoría de los enfermos.
Marín, continúo mencionando al gobierno, que el personal médico del
Hospital General del Estado, había acordado en previa junta, utilizar las salas
de distinguidos y aún las piezas de la dirección, con el objeto de aislar a los
pacientes que por la naturaleza de sus enfermedades habían sido operados, y
que al colocarlos en cualquier sala por orden administrativa, eran condenados a
la infección y a sus consecuencias. Que independientemente del cumplimiento
de las medidas obligatorias para combatir las infecciones a través del
aislamiento de los enfermos en cuartos especiales, había sido necesario utilizar
curaciones antisépticas las que al ponerse en práctica lograron disminuir la
mortalidad de los heridos graves, especialmente a los que se les había
practicado cualquier tipo de amputación o bien de aquellos con heridas en la
cabeza. Este director médico, también señaló que fue necesario, incorporar a la
atención clínico-hospitalaria la actividad de investigación patológica antes y
después de la muerte de los pacientes. Este procedimiento permitían tener
diagnósticos rigurosos al emplear autopsias completas, y adicionalmente el
estudio de las lesiones histológicas producidas por los procesos mórbidos
incluyendo las infecciones.
En la última parte de dicho informe el doctor Marín solicitó al
gobernador, que como depositario de la beneficencia pública, procurara los
medios necesarios para mejorar las condiciones higiénicas del Hospital General,
pues no habían sido suficientes las mejoras que se habían realizado desde 1868,
durante el gobierno del general Romero Vargas. Durante su gobierno ordenó el
ingreso a los servicios del hospital de las hermanas de la caridad para ayudar
en las labores de cuidado de los pacientes. Además se sustituyeron las antiguas
camas de piedra por catres de fierro más higiénicos; se abrieron los arcos del
corredor que daban al frente de la entrada lo que mejoró la ventilación de las
salas donde se albergaban a los pacientes y contribuyo a embellecer al edificio
al construir un jardín por el que los pacientes deambulaban en un espacio más
propicio para su recuperación. Así mismo el doctor Marín, informó al
gobernador Juan Crisóstomo Bonilla, que los facultativos Leonardo Cardona,
Francisco Bello, José María Marín, Miguel Ángel Salas, Plácido Díaz Barriga,
Antonio Wenceslao Villanueva, Manuel Rivadeneyra y él, se habían dado a la
tarea de reubicar las salas de pacientes conforme a los principios de la higiene y
de la salubridad pública, con el fin de aminorar las condiciones sépticas. Para
este fin se evaluaron el número de camas y el diagnóstico clínico de los
pacientes. Así el hospital tenía doscientas diecisiete camas, las que se
distribuyeron de las siguiente forma para cirugía de hombres 51 camas y para
mujeres 28; para medicina de hombres 48 y para mujeres 28; sífilis en hombres
25 y en mujeres 17; y para tratamientos homeopáticos 20 camas e informó que la
ocupación media era de ciento cincuenta enfermos. Cada enfermo tenía un catre
con colchón nuevo, dos almohadas, dos sábanas, un cobertor y ropa limpia.
Adicionalmente, como muebles se les otorgaba una mesita y una repisa;
generalmente su dieta diaria consistía en cuatro tortas, cinco onzas de carne,
huevos, papas, tortillas, y de bebidas se les daba chocolate, café con leche, té o
té con leche, atole de leche o simple, vino, cerveza y pulque. En el siguiente
párrafo se mencionan textualmente las reformas que en 1881, el doctor Marín
solicitó con carácter de urgente al gobernador Crisóstomo Bonilla.
“Desde mi punto de vista es necesario agrandar las puertas y ventanas para una mejor
ventilación; que los enfermos graves estén en salas pequeñas y aisladas en forma permanente
hasta su curación total; Nuevamente se piquen y revoquen las paredes y los techos para
obtener una desinfección más completa y se coloquen vasijas de hipoclorito de cal en todo el
hospital para generar una atmósfera menos purulenta. Pese a mis recomendaciones, temo que
no se consiga desterrar todo lo pernicioso de la aglomeración; pues para el número de
pacientes, el edificio es relativamente pequeño. Hasta ahora las salas de mujeres, son un poco
mejores, bajo el punto de vista higiénico; y sin embargo, basta que cualquier parturienta se
encuentre en ellas, para que sin otra causa muera de fiebre puerperal (aunque hay sus
excepciones)…13
Las anteriores condiciones higiénicas del Hospital General del Estado de
Puebla, presentadas por el doctor Francisco Marín, nos dan una idea, de la
preocupación y urgencia para mejorar las condiciones del campo clínico-
hospitalario. Así mismo valiéndose del resumen de sus actividades facultativas
al gobierno del Estado, el doctor Marín mostró a las autoridades que había
llegado el momento de un cambio o reforma hospitalaria ya que era necesario
contar con nuevos equipos bacteriológicos y quirúrgicos para la asistencia y la
curación de los enfermos; y de esta forma poder dar una atención adecuada a la
población de la ciudad. A la propuesta del doctor Marín se unieron los
facultativos del Hospital Militar, entre los que se hallaba su director Francisco
Martínez Baca, Manuel Nava, Guillermo Dávila, Ángel Contreras, y Carlos
Orozco; así mismo la del director del Hospital Infantil de La Caridad, el doctor
Samuel Morales Pereira. 14
San Pedro: complejo hospitalario en pro de la tecnología y de la medicina
moderna
Uno de los trabajos más sobresalientes en el ámbito de la historia de la medicina
quirúrgica en Puebla, es el que realizó en el año de 1879, el alumno Manuel Pita,
quien con su tesis de grado intitulada “Estudio sobre la ligadura de la arteria
subclavia”, señaló los avances tecnológicos que en el campo del trabajo
operatorio existían en esa ciudad porfiriana. Sin olvidar señalar su colaboración
como practicante del doctor Francisco Marín15, siendo una síntesis de esas notas
las siguientes:
13 Informe del Dr. Francisco Marín Morán, director del Hospital General, dirigido al Superior
Gobierno del Estado de Puebla, Libertad y Constitución. Puebla de Zaragoza, abril 25 de 1881.
(AGEP, Ramo de Beneficencia Pública. Sección de Hospitales. Año de 1881. Fojas 1-7). 14 AGEP. Ramo Beneficencia Pública, Hospital de la Caridad de Niños, Año de 1881, fojas 23-28. 15 Pita, Manuel. Estudio sobre la ligadura de la arteria subclavia. Imprenta del Hospital General,
1879. Puebla-México., p. 1. Manuel Pita: alumno de la escuela de medicina de Puebla;
exproceptor de la cátedra de Anatomía en ese mismo establecimiento educativo y antiguo
practicante del Hospital General.
“La ligadura inmediata de las arterias es una operación con la que la cirugía ha hecho uno de
los programas más importantes para la humanidad. Pues la idea de detener una hemorragia
arterial que pone en peligro la vida de un individuo hace necesario un conocimiento perfecto de
la anatomía, la fisiología y del gran sistema circulatorio. Circunstancias que inducen este
procedimiento operatorio al dominio de la anatomía topográfica, y de la región del cuerpo
donde se halla ubicada esa arteria; debido a que, la opinión que al respecto tienen, la mayoría
de los cirujanos resulta ser de alto riesgo debido a que la arteria se localiza en una región
cargada de vasos y nervios”16. Prueba de esto, es el caso del herido Pedro…, el cual en una
contienda recibió una cortada en la parte inferior del hueco axilar izquierdo, que dividió la
arteria y la vena axilar, siendo su tamaño aproximado de 5 cm de longitud. Circunstancias que
provocaron una hemorragia incontenible que le provocó al herido un síncope, que se presentó
antes de que llegara al hospital, donde realicé el proceso de auscultación que me señaló la
gravedad inminente del caso17. Al respecto el doctor Marín sugirió una cirugía inmediata que
inició con la colocación del enfermo en posición decúbito dorsal, y con una incisión paralela a la
clavícula, sobre el borde externo del músculo esternocleidomastoideo, terminando en el borde
interno del trapecio… Tomó una sonda acanalada e hizo un ojal sobre la aponeurosis, con la
extremidad del dedo índice de su mano derecha separó el tejido celular que se encontraba
debajo de ella… Deslizó su dedo sobre el tubérculo de la primera costilla y pudo sentir el latido
de la arteria, que aisló con la sonda acanalada que utilizó para desgarrar la aponeurosis que la
envolvía… Prosiguió tomando una aguja de Deschamps, armada de tres hilos de cabo e inició la
sutura de la arteria con éxito. Anudado el hilo, se limpió la herida y se colocó sobre ella un
apósito de ácido fénico o método de Lister… Posteriormente el enfermo fue colocado en su
cama, cuidando que la cabeza estuviera en posición baja, con el objeto de prevenir un nuevo
síncope…18
16 Ídem. Op.cit., p. 2. 17 Ídem., p. 10. 18 Ídem., p.12.
La fotografía presenta una cirugía de arteria subclavia que se encuentra ubicada en la parte más
profunda del hueco supraclavicular. La primera cirugía de dicha arteria la realizó Ransden a
principios del siglo XIX. El 10 de octubre de 1811, Coles de Duplin, fue el primero que practicó
la ligadura subclavia entre la tráquea y los escalenos. Años más tarde Ruox queriendo
simplificar el procedimiento aconsejó hacer sólo una incisión; Physick realiza las incisiones en
V; Marjolin la transforma en trivertidas, y Lisfranc propone el método que los médicos
mexicanos adaptaron para practicar dicha cirugía en los pacientes. (Fotografía tomada de la
obra Manual Operatorio, de Malgaine Huitieme, Primera Edición, 1874).
“El día 19 de enero de 1889, se presentó ante la Academia de Medicina de
México, el doctor Francisco Marín Morán, profesor de la Escuela de Medicina y
Farmacia de Puebla, director de las salas de medicina y cirugía de hombres del
Hospital General, para exponer el caso clínico de Valentín Valdés, paciente al
que había operado en 1888, utilizando el Método Nacional para el tratamiento de
absceso de hígado, que fue propuesto y usado por primera vez en nuestro país
por el doctor poblano Francisco Jiménez (1857); y que desde ese año se
instituyera como la única forma preestablecida para realizar esa operación. Este
paciente presentaba un absceso en el lóbulo derecho con prominencia hacia los
espacios intercostales. Prosiguiendo su informe el doctor Marín, mencionó lo
siguiente:
“Realicé todo el procedimiento que nos indica el Método Nacional, puncionando y canalizando
el absceso, pero observé que el paciente no mejoraba y su mal empeoraba al transcurrir las
horas; entonces decidí practicar una incisión a través de las paredes del vientre, aprovechando
las adherencias que se formaron por el trabajo inflamatorio y las que se presentaron por medio
de las suturas entre el peritoneo parietal y visceral. Proseguí mi trabajo haciendo una incisión en el
epigastrio, siguiendo el borde de las costillas, introduje dos de mis dedos, esto me permitió
reconocer la existencia de otro foco adyacente, cuya pared cedió a la punción de uno de mis
dedos y brotó la pus, vaciándose en su mayoría el absceso, razón por la cual introduje una
esponja aséptica para recoger el líquido, después la extraje, y con el trocar bisturí y los dedos
penetré hasta el foco que continuó vaciándose en gran parte; continué esta operación irrigando
con solución de bicloruro de mercurio y nueva aplicación de esponja antiséptica en la zona
intervenida, concluyendo este trabajo con la sutura. A las 48 horas volví a reabrir la herida para
extraer la esponja y con el trocar bisturí me aseguré que el foco estuviera completamente vacío.
Por varios días continué irrigando la herida con bicloruro de mercurio y colocando esponjas
antisépticas hasta que el paciente se restableció plenamente”19.
Por otra parte, en 1885, en la escuela de medicina de Puebla, el alumno Juan
Cabrera, presentó su tesis de grado que intituló “Un caso de trépano”, dónde
abordó el caso de Miguel Gerónimo, paciente que ingresó al Hospital General
del Estado el 31 de mayo de 1885, debido a una herida que recibió en la cabeza
durante una riña en el mercado. Lo que le provocó fractura e hundimiento del
cráneo.
19 Escuela de Medicina y Farmacia, sección expedientes, Año de 1889, Biblioteca “José María
Lafragua”- Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Fotografía que muestra la cirugía de un absceso de hígado, enfermedad conocida a finales del siglo XIX
como “Hepatitis tropical supurada”. La aplicación del “Método Nacional”, se iniciaba con el corte del
absceso entre el sexto y noveno espacio intercostillar. Ilustración tomada de la obra “Traité de médecine
opératoire” del autor Karl Löbker, traducida del alemán al francés por Herman Hanquet, París 1895.
Durante la entrevista del paciente, se añadió que no había perdido el
conocimiento al momento del golpe y que sólo había sentido un ligero
aturdimiento. El practicante Cabrera, señaló que utilizando un estilete realizó
una exploración superficial de la herida, cuyo diagnóstico fue ratificado por el
doctor Francisco Marín. Después del examen se tuvo una idea precisa de la
naturaleza de las lesiones óseas; motivos que lo impulsaron a realizar una
incisión exploradora (supliendo la ausencia de radiografías en la época). El
paciente fue anestesiado con cloroformo, y al operar la cabeza del paciente se
determinó que presentaba una fractura irregular ovalada de 2 cm. de longitud y
uno de ancho. Así mismo los fragmentos al hundirse formaban una cavidad
donde cabía la yema del dedo meñique. 20
Cirugías de las bóvedas del cráneo, representación de fractura directa e indirecta, ocasionadas
por instrumentos punzantes o por proyectiles. Fracturas que singularmente eran acompañadas
de una dislocación o hundimiento de algunos de los huesos del cráneo. Fotografías tomadas de
la obra: “Tratado elemental de Patología Externa” Tomo III, de E. Follin, Madrid 1876, pp. 500-
510.
Después de practicada la exploración quirúrgica, el doctor Marín, convocó a
una reunión a los médicos del hospital, con la finalidad de informarles que la
lesión de ese paciente era grave, debido a que internamente los huesos
fracturados y fragmentados, se hallaban dislocados y hundidos; lo que le hacía
sospechar que la corteza cerebral y las meninges tarde o temprano sufrirían las
consecuencias de inflamación y posible infección. Aunque el paciente no
mostraba síntomas de alteración ni pérdida de la conciencia, no se podía
descartar que el encéfalo no estuviera dañado. En dicha reunión también se
20 Cabrera, Juan. Un caso de trépano. Imprenta del Hospital del Estado. Puebla-México. Año de
1885., pp. 1-8.
llegó al acuerdo sobre el material quirúrgico que se iba a emplear en la cirugía,
siendo la selección de los aparatos quirúrgicos los siguientes:
Palanca: La mayoría de los doctores votó por emplear la palanca durante
el desarrollo de la cirugía, debido a que era un instrumento que evitaba la
presencia de traumatismos y además su uso permitiría levantar con mayor
facilidad los fragmentos hundidos.
Trépano: Su uso fue rechazado, debido a que exponía a los huesos a la
osteítis, la cual se asociaba frecuentemente a la meningitis, enfermedades que
una vez declaradas era imposible combatirlas con éxito, cabe la pena recordar la
ausencia de antibióticos.
El cincel y el martillo: Eran instrumentos quirúrgicos, que tampoco
ofrecían ninguna ventaja en el caso de Gerónimo22.
A través de estos casos queremos mostrar que el abordaje de los
pacientes pasó de ser basada en la teoría de los humores hacia procedimientos
quirúrgicos con los materiales más avanzados de la época y orientada a
prevenir y combatir las infecciosas, la principal causa de muerte en esos
tiempos.
El anfiteatro o casa mortuoria del Hospital San Pedro
La casa mortuoria o anfiteatro del Hospital San Pedro, fue el recinto físico donde
se llevó a cabo la enseñanza práctica de los conocimientos teóricos
correspondientes a la clínica patológica, a la anatomía descriptiva, a la anatomía
topográfica y a la histopatología; mediante la elaboración de autopsias22. A este
lugar a donde se dirigían los alumnos de la escuela de medicina de Puebla, para
llevar a cabo las actividades relacionadas con la medicina legal, asignatura que
se había establecido y organizado en un servicio de procedimientos médico-
legales o de expertos en el diagnóstico de las causas mediatas e inmediatas de la
muerte. Este personal se encargaba de realizar las averiguaciones previas en
base a los resultados derivados de las autopsias provenientes de inhumaciones,
exhumaciones, violaciones, suicidios. A estas se incorporaron las
averiguaciones por accidentes caseros y accidentes laborales como mutilaciones,
caídas, asfixia y envenenamientos tóxicos por sustancias químicas o metales.
Conocimientos teórico-prácticos que según el criterio del profesor Carlos
Espino Barros, debían llevarse a cabo por los estudiantes tres veces a la semana
en el anfiteatro del Hospital General del Estado. ¿Pero, en qué consistía esa
práctica?
21 Ídem., p. 9. 22 Ídem., p. 10.
2
Para 1796, se remozó el hospital, en base a las nuevas tendencias que se daban en
España, particularmente en Madrid, Zaragoza y Barcelona. En 1811 el hospital era
ya una institución médica de referencia en la región, con servicios para todos los
grupos y edades, que incluía entre sus capacidades, una botica y un jardín botánico
que permitiese contar con los elementos necesarios para el tratamiento de los
diversos padecimientos.
Por sus servicios el Hospital de San Pedro jugó un rol fundamental en las
epidemias recurrentes de viruela, peste, cólera que azotaban a la ciudad, ya que
fue el centro de referencia para su control a través de actividades epidemiológicas
y registro de los enfermos.
En el periodo que va de 1860 a 1917 es quizá el momento más importante
del hospital, sobre todo debido a que en este periodo se estableció un cambio de
una orientación de la medicina hipocrático-galénica hacia una basada en los
avances científicos y con una orientación positivista.1
Los datos antes mencionados han llevado a varios investigadores dedicados
a la historia de la medicina a estudiar el ámbito hospitalario mexicano, así como la
arquitectura de dichos espacios. Estos estudios nos señalan la funcionalidad que
tuvieron los hospitales y la reutilización que a través de los siglos se ha hecho de
los mismos. Aspectos que son fuentes de conocimiento e información que nos
permiten escudriñar el registro estadístico de las diversas patologías de la época y
el desempeño profesional que realizaron los médicos, los cirujanos, enfermeras y
demás personal de salud que trabajaron en los recintos dedicados a la atención y a
la curación de las enfermedades. En estos hospitales acudían los ciudadanos para
ser asistidos y curados en sus dolores y quebrantos. Por otra parte es importante
mencionar que la historia, como ciencia social, ha trabajado sobre el papel que la
medicina ha tenido desde la aparición del hombre hasta nuestros días. Señalando
la necesidad que tuvieron los médicos y los enfermos de contar con un lugar
apropiado para la atención, el tratamiento y el estudio de los padecimientos.
Aspectos que han hecho necesario un estudio más amplio y estructurado del tema
hospitalario en la ciudad de Puebla, donde se ha tomado como referente
nosocomial al Hospital de San Pedro por su relevancia durante el período colonial,
hasta inicios del siglo XX en Puebla y la región.
1 Muriel Josefina. Hospitales de la Nueva España UNAM y Cruz Roja Mexicana, México 1990.
Instituto de Investigaciones Históricas. Serie Historia Novohispana. Capítulo VIII. Hospital de San
Jusepe y San Juan de Letrán. Puebla, Pue. pp. 149-154. Capítulo XIII. Hospital Real de San Pedro.
Puebla, Pue. pp. 177-190.
El primer paso fue que los alumnos debían trabajar sobre los cadáveres en base
a la historia clínica que había sido recogida por las enfermeras del hospital.
El siguiente paso consistía en realizar la necropsia siguiendo el método
del alemán Rudolf Virchow, que consistía en observar con detenimiento las
características exteriores del cadáver. En el caso de que la muerte hubiese
ocurrido por herida externa, se iniciaba la autopsia en el lugar que se localizaba
dicha lesión.
Después se realizaban distintas incisiones en el cadáver teniendo como
objetivo el estudio de las cavidades corporales de la siguiente manera:
Apertura del cráneo. Las partes blandas del cráneo eran divididas en tres
partes; luego se hacía un corte circular que pasaba dos centímetros arriba de las
cejas y por la protuberancia occipital izquierda. Este tipo de corte era el más
utilizado por su sencillez y rapidez.
Apertura del cuello y de la boca.- El corte iniciaba en la comisura labial, luego
se realizaba otro corte perpendicular en la parte media del labio inferior que
llegaba hasta el esternón. Continuándose este trabajo con los cortes de las
articulaciones acromio-clavicular, con el objetivo de dejar al descubierto la
tráquea y el esófago. Posteriormente utilizando una sierra, se cortaba el maxilar
inferior y las inserciones de sus músculos, para dejar al descubierto la boca y
faringe para su estudio.
Apertura del tórax y del abdomen.- Para abrir la caja torácica, se cortaban
primero las costillas con un costótomo y los músculos intercostales con el
bisturí. Luego se proseguía a cortar las clavículas o en su defecto se
desarticulaban con un escalpelo; y por último con la sierra, se practicaba un
corte transversal al esternón y a los músculos intercostales, con el fin de dejar al
descubierto todas las vísceras.
Apertura de las cavidades.- Una vez abiertas las cavidades, los alumnos
realizaban el estudio de cada órgano, examinando su posición normal o
patológica; luego se dedicaban a practicar cortes de sus tejidos con el fin de
obtener muestras para su análisis en el laboratorio de histología. Así mismo se
cortaba con unas tijeras el tejido de la duramadre; luego se cortaban los pares
craneales y con un escalpelo se separaba el bulbo raquídeo de la médula espinal
y mediante un corte transverso. Esta tarea hacía posible la extracción del
encéfalo de su cavidad ósea, para su observación y estudio detallado.
Por otra parte, se extraían de sus respectivas cavidades el corazón, los
pulmones conjuntamente con la tráquea y los bronquios, el estómago y los
intestinos. Luego se procedía a colocarlos en una plancha con el fin de poder
obtener de ellos algunas muestras que eran llevadas para su estudio histológico.
Mediante el análisis de las muestras histológicas se determinaban las patologías
ocurridas en los órganos dañados por las enfermedades. Estas muestras de
tejido extraídas durante las necropsias eran tratadas y seccionadas mediante el
micrótomo, quedando convertidas en preparaciones coloridas al ser teñidas con
distintos colorantes que mejoraban el contraste de la estructuras tisulares.
Técnicas que durante la segunda mitad del siglo XIX, fueron consideradas de
las más modernas23.
Posteriormente se seleccionaban las piezas para el museo de
anatomopatología, las cuales eran tratadas con las sustancias químicas que
servían como conservadores y fijadores. Luego se colocaban en un frasco o
recipiente en alcohol, arsénico u otras sustancias. Cabe señalar que los órganos
y demás piezas anatómicas que no eran ocupadas para el museo o para los
laboratorios, se colocaban nuevamente en sus cavidades; con el fin de que los
alumnos o el precepto en anatomía, unieran nuevamente la textura de los
músculos y piel con suturas empleando aguja de acero inoxidable, sellando
nuevamente el cadáver que era conducido al cementerio, para su inhumación.
Una vez concluida la autopsia los alumnos recogían todas las observaciones
obtenidas del examen exterior e interior del cadáver, anotando los datos en un
protocolo pre-establecido. Prosiguiendo con el análisis químico y microscópico
de los líquidos y de los sólidos que se habían extraído durante el proceso de la
necropsia24.
Siendo su objetivo el obtener las deducciones patológicas para hallar la causa de
la enfermedad y el diagnóstico sobre las dolencias y determinar las causas del
fallecimiento del paciente. Es decir, “convertir a la anatomía patológica cadavérica
en una ciencia viviente” 25.
Por último, es importante señalar que la técnica para conservar las
piezas, en alcohol y en solución arsenical, para impedir la putrefacción de los
órganos, tenía desventajas, ya que no conservaba íntegra las cualidades de
consistencia y coloración de los órganos, tejidos o miembros. En el caso de la
conservación de los pulmones se utilizaba un líquido fijador para mantenerlos
sumergidos. Con algunas vísceras como el hígado los profesores y alumnos
tenían ciertos contratiempos; debido a que la grasa con el tiempo se degradaba
y se alteraba la conservación de los órganos. Desde luego se experimentaba con
nuevos químicos que permitieran una mejor conservación y por ende su empleo
en las clases correspondientes, con lo cual la química moderna también
aportaba a las ciencias médicas de la época.
23 Revista de Antomía Patológica y Clínica. Tomo 11. México, 1895., p.32. 24 “Boletín Médico”. Tomo II. Año 1892., pp. 9-11. 25 Aureliano Mestre-de San Juan. Tratado elemental… Op. cit., p. XVI.
Las salas del Hospital San Pedro recintos que albergaron los estudios e
investigaciones de la medicina científica o experimental
En los últimos treinta años del siglo XIX, la Academia de la escuela de
medicina de Puebla, realizó su mejor proyecto de crecimiento tanto en docencia,
como en investigación. Prueba tangible de este hecho fue la inversión en los
espacios operativos para el desarrollo de los métodos de la medicina científica.
Proceso experimental que se hizo posible por primera vez en esa ciudad, en las
salas del Hospital San Pedro o General, lugar donde tuvo lugar el encuentro entre
el mundo normal con el patológico, mediante el estudio de las toxinas y su
efecto sobre los organismos humanos. Siendo su referente experimental la
práctica de la química patológica y sus aplicaciones en la medicina clínico-
hospitalaria; cuyos objetivos y trabajos generaron algunas expectativas
terapéuticas que beneficiaron a los pacientes en sus enfermedades siendo
algunos ejemplos representativos de ellos, los siguientes:
Josefa Jaramillo fue una paciente originaria de Cholula, de 16 años de
edad, que ingresó al Hospital General en 1891. Esta joven padecía de un enorme
tumor inoperable en la región lateral del cuello. El doctor Ángel Contreras,
encargado del caso de esa joven, realizó una exploración interna y externa del
tumor, lo que le permitió emitir su diagnóstico apegándose a los estudios de
uno de los patólogos más importantes de Europa, el alemán Virchow, quien
desde hacía algunos años había investigado la evolución de los tumores de
naturaleza benigna y maligna.
En el caso de la joven, el doctor Contreras argumentó que, se trataba de un
linfadenoma, que desde hacía cinco años de su aparición, había aumentado de
volumen y tamaño hasta 27 cm y su extensión llegaba hasta la región occipital
del cráneo. Esta lesión le provoco temblores, vértigos y dificultad para ingerir
alimentos, lo que le había ocasionado una anemia. Aunque el tumor no era
maligno, su pronóstico era grave, pues al ir aumentando de tamaño le
impediría respirar, pues bloquearía la tráquea, lo que le ocasionaría a Josefa,
una muerte irremediable. Guiándose en su diagnóstico, el doctor Contreras
optó por aplicar una terapéutica a base de sustancias químicas que producían
daño tisular (antecedente de la quimioterapia). Tratamiento que en Alemania y
en Francia había dado buenos resultados en pacientes que sufrían algunos tipos
de cáncer. Mediante la administración de sustancias como el fosfuro de zinc y el
arsénico, que actuaban como tóxicos celulares y cuyo fin era de disminuir el
volumen y tamaño de los tumores y la propagación de estos hacia otros tejidos
(ahora denominados metástasis). En el caso de Josefa, el doctor Contreras, lo
administró alternando 10 centigramos de fosfuro de zinc y 3 gotas de solución
arsenical, durante algunas semanas, con el fin de observar la intoxicación del
tejido tumoral producida por estos agentes químicos, teniendo como objetivo
estudiar su reacción en el cuerpo de la paciente. Lamentablemente la familia de
esta joven decidió solicitar el alta de Josefa; la cual al poco tiempo murió26.
Imagen de la joven Josefa Jaramillo, vecina de la ciudad de Cholula, quien padecía de un tumor
inoperable llamado linfadenoma, observación clínica realizada en 1891, por el doctor Ángel
Contreras, profesor de la cátedra de Clínica externa de la escuela de medicina de Puebla. En la
imagen se aprecia el tamaño de la zona afectada por el tumor, el mismo que cubre casi toda la
parte de enfrente de la garganta de la paciente. (Boletín Médico de Puebla. año de 1891, S/N).
26 “Boletín Médico de Puebla. Periódico Mensual. Puebla 1891., pp. 1-3.
La presencia cotidiana de la histopatología en la clínica hospitalaria de la
ciudad de Puebla, en la última década del siglo XIX, se convirtió en una
actividad imprescindible en la práctica médica y en un método observable en
los tratamientos de los pacientes.
En el Hospital General del Estado, en el año de 1892, fue estudiada por
parte de la Academia de profesores la reacción de las pyoctaninas, que era una
sustancia química derivada de la benzina y de las anilinas, reactivo químico muy
utilizado en esa época en el ramo industrial como colorante. Sin embargo,
algunos experimentos mostraron que dicha sustancia era un fuerte antiséptico;
cuyo estudio histológico en Viena, por el doctor alemán Mosetig-Moorhof,
mostró que al utilizar las pyoctaninas para colorear algunas muestras de tejido;
esa sustancia, las había dejado sin vida. Circunstancias que lo animaron a
experimentar con algún éxito en el tratamiento de tumores malignos no
operables, como son los sarcomas de mandíbula; y de un sarcoma de la región
clavicular. En Puebla este tipo de tratamiento fue aplicado por el doctor Carlos
Alberto Moreno y por sus alumnos; en un paciente asilado en el Hospital
General, cuyo diagnóstico era un padecimiento de sarcoma del maxilar inferior,
con el objetivo de obtener resultados positivos, atacando el cáncer que le había
ocasionado un voluminoso tumor que abarcaba hasta el cuello. Fueron varios
meses de trabajo aplicando inyecciones de anilinas, logrando mantenerlo con
vida27. Así mismo la experimentación de medicamentos en los padecimientos
del Hospital General, se hizo un acontecimiento rutinario tanto para los
profesores como para los alumnos, lo que contribuyó a realizar experimentos
terapéuticos novedosos, una práctica que se realiza hasta nuestros días bajo un
riguroso esquema de ensayos farmacológicos y clínicos mediante protocolos
estandarizados de aplicación mundial.
A los anteriores estudios, se incorporaron los relacionados con los
tratamientos de tuberculosis mediante la fórmula química del vino de fosfato de
cal creosotado, elaborado por el doctor Miguel Ángel Salas, director de la escuela
de medicina de Puebla y dueño de varios laboratorios establecidos en la ciudad
y en Atlixco. Cabe señalar que durante este período la tuberculosis y sus
distintas manifestaciones anatomopatológicas se manifestaban a menudo entre
la población mexicana. Preocupación clínica que inició una batalla
bacteriológica entre los médicos y el agente de la tuberculosis (el bacilo de Koch).
En el caso Puebla el doctor Salas sacó al mercado una fórmula concentrada en
un bebida que había probado en varios pacientes por varios años con muy
buenos resultados y cuya administración oral consistía en ingerir diariamente
una cucharada de vino de fosfato de cal creosotado, cuyo contenido era 10
centigramos de creosota de brea de madera de haya y 25 centigramos de fosfato
de cal gelatinoso. Este brebaje produjo resultados satisfactorios en los pacientes,
27 Ídem., pp. 8-10.
primordialmente en las vías digestivas donde actuaba como eupéptico, al
incrementar el apetito y desaparecía las capas saburrales de la lengua y
permitía por tanto una mejor alimentación lo que favorecía el estado general del
enfermo. También se había probado que modificaba las lesiones locales
disminuyendo la purulencia de la expectoración. Además no había indicios de
que provocara hemoptisis (sangrado de las vías respiratorias), sino al contrario,
ya que desaparecía esa sintomatología. Este medicamento también fue
empleado con buenos resultados en la bronquitis crónica, en el raquitismo y en
la escrófula28.
Cabe señalar que los estudios y las investigaciones relacionadas con el
desarrollo de la medicina científica o experimental en las salas del antiguo
Hospital de San Pedro, continuaron su evolución hasta el día de su cierre
acontecido en 1917 cuando dejó de funcionar como el nosocomio más
importante de la ciudad de Puebla.
De lo antes descrito podremos concluir que en la segunda mitad del siglo
XIX se estableció un cambio en la forma de concebir el proceso de salud-
enfermedad, lo que llevó a cambios en la atención médico-paciente y de manera
muy importante en la organización de las áreas hospitalarias, y en particular de
sus espacios quirúrgicos y de las medidas para evitar la dispersión de
infecciones mediante el uso de sustancias químicas lo que mejoró la sobrevida
después de los procedimientos quirúrgicos. Es también el período en el cual se
inició el empleo de sustancias químicas para el tratamiento de las
enfermedades para la quimioterapia o la terapéutica. Estas sustancias se
agregaron a las de origen natural, particularmente plantas y sus derivados que
ya venían empleándose para el tratamiento de diversos padecimientos.
Es también en este período donde se establecieron los fundamentos de la
exploración clínica acuciosa de los órganos y sistemas del cuerpo que
permanecieron como las herramientas para el análisis de las causas de las
enfermedades y que fueron hasta después de la segunda guerra mundial, lo
más importante para el diagnóstico certero de las enfermedades. Por último, la
necropsia se agregó como parte fundamental de la medicina científica ya que el
anatomopatólogo era la persona encargada de determinar las causas de la
muerte del paciente y sobre todo la correlación entre los signos y síntomas del
paciente aunado a las lesiones específicas que producían en diversos órganos, lo
que alejó de manera definitiva como causal de enfermedad a los espíritus u
otros orígenes no fundamentados en la observación detallada y sobre todo su
28 Ídem. Tomo 11. Año 1892., p. S/Núm.
comparación con las diversas evidencias que aportaban las lesiones que se
producían después de los procesos patológicos.
Estos cambios fueron entonces los cimientos de la medicina actual,
basada en evidencias, que depende además de los signos y síntomas así como
de análisis de laboratorio y gabinete. Es entonces el Hospital de San Pedro la
cimiente de los hospitales modernos y del diagnóstico basado en una
exploración clínica acuciosa y tratamientos basados en las mejores técnicas
disponibles. Es este un reconocimiento a los médicos visionarios que decidieron
cambiar el abordaje del proceso salud-enfermedad y origen de la epidemiologia
y salud pública.
3
Es necesario para la recreación de la labor clínica-quirúrgica que se llevó a cabo en
el nosocomio considerar los siguientes datos: a) la fecha de su fundación; b) el
nombre de sus propietarios o benefactores; c) el lugar y las características del
servicio que éste recinto otorgó a la población; d) los ingresos, las bajas y las
estadísticas de mortalidad de sus pacientes; e) los recursos materiales y
administrativos empleados para su funcionamiento; y f) los sucesos de la vida
cotidiana hospitalaria que se manifestaron entre los pacientes y los médicos de esa
época. Cabe señalar que la información y los aspectos, mencionados anteriormente,
están contextualizados en la época de 1867 a 1917 en que fue clausurado. En el
aspecto arquitectónico se deben mencionar los estudios de Enrique Yánez, quien
ha determinado las características de los hospitales y su funcionalidad como parte
del cuidado de la salud integral, es decir, recuperar el armonioso funcionamiento
del organismo ya que se debe recuperar un estado adecuado de bienestar físico,
moral y social2. Cabe agregar que a este trabajo se han incorporado, otros estudios,
relacionados con los tipos de construcciones de las unidades hospitalarias
modernas; sin embargo en Puebla, posee todavía una herencia constructiva
hospitalaria de la Europa Renacentista, según lo señalan los estudios realizados
por José Eduardo Carranza y César Barranco, quienes mencionan que existieron
tres tipos de construcciones que caracterizaron a los hospitales poblanos, durante
los siglos XVI al XVIII, siendo éstos los de tipo Basílica, los de tipo Cruciforme y los
Palaciano o de tipo Claustro3. Cabe señalar, que a este último tipo arquitectónico
corresponde la estructura física que observa el antiguo “Hospital de San Pedro”.
Estructura arquitectónica del “Antiguo Hospital de San Pedro”, que nos permite apreciar la amplitud y la
distribución de sus espacios físicos. El hospital contaba con la sala de pacientes, recintos de cirugía, anfiteatro,
farmacia, biblioteca, iglesia, patio-jardín, corredores tanto en su parte alta como baja. Actualmente podemos
observar el imponente recinto con más de 400 años. (Fotografía tomada de la obra Raudón cirujano poblano de
1810, del autor José Joaquín Izquierdo. BUAP. Año de 1999. Portada Interior).
2 Yáñez Enrique, Hospitales de Seguridad Social, Editorial Limusa/Universidad Metropolitana,
Segunda reimpresión, México 1979, pp. 7. 3 Carranza, José Eduardo y Barranco, César. Arquitectura hospitalaria del siglo XX en Puebla. En
“Estudios de arquitectura y urbanismo del siglo XX”. Editado por ICS y H-BUAP/ICOMOS
Mexicano A. C., Año 2007, p. 114.
4
Por otra parte, es importante mencionar que en el desarrollo de este trabajo, el cual,
está relacionado con la medicina científica que se llevó a cabo en el Hospital de San
Pedro. Con el objeto de explicar, que al unirse éstos, con las fuentes documentales,
es posible identificar visualmente los espacios clínicos, y trabajar a la par con ellos
en la memoria histórica del mencionando hospital. A esto se suma la información
que se encuentra relacionada con la cotidianidad de sus interiores y la descripción
de su uso. Como por ejemplo las salas de consulta externa; que eran los lugares
donde se establecían los diagnósticos, se auscultaba y evaluaban las enfermedades
de los pacientes que ingresaban al hospital. Espacios a los que se sumaron las salas
de estancia y/o recuperación de los enfermos; la farmacia, el anfiteatro, los cuartos
de cirugía, el área de desinfección, la de lavado del instrumental quirúrgico y las
salas de pacientes que eran aislados por ser portadores de enfermedades infecto-
contagiosas. Lugares donde fueron aplicados, primero los métodos y los
procedimientos de la medicina hipocrática-galénica, y después los de la científica o
experimental. Estas nuevas teorías y prácticas médicas que salvaron la vida de los
hombres y mujeres, que fueron ingresados al “Hospital de San Pedro”, denominado
durante el período de 1867-1917 “Hospital General del Estado”.4
Antecedentes históricos del antiguo “Hospital de San Pedro”
En la actualidad existen en México, varios inmuebles hospitalarios que
conservan, aún, entre sus muros la huella que ha dejado el paso de los siglos. Así
mismo sus historias particulares, nos reseñan la actividad médica que, se ejercía en
otro tiempo. Cabe señalar, que en la segunda mitad del siglo XIX, la medicina
científica mexicana se instituyó como el único medio para curar y asistir a los
pacientes. Siendo sus teorías y sus prácticas una continuación metodológica de las
corrientes europeas dedicadas a la clínica hospitalaria y a la salubridad pública. En
el caso del Hospital de San Pedro, el uso de esa medicina por parte de los médicos se
convirtió en una actividad común, la cual, se vio acompañada del desempeño de
su personal administrativo. Una constancia de estos acontecimientos la
encontramos en la elaboración y en el uso de formatos estandarizados, que
incluían una serie de informes de índole estadístico y por ende la simiente de la
futura salud pública. En estos se registraban los grupos de enfermedades, su
recurrencia; así como el número de cirugías practicadas; los movimientos de
entradas y salidas de los pacientes y el número de fallecimientos.
4 AHEMP. Ramo Correspondencia. Año de 1867. S/Núm. de página.
5
Estos registros se convirtieron en parte de las notas médicas diarias que adoptaron
los médicos que trabajaron en ese hospital. A los anteriores informes se
incorporaron los roles y los horarios de visitas que los médicos y cirujanos hacían
en compañía de sus alumnos tanto en las salas de recuperación, como en el
anfiteatro. La información generada se remitía periódicamente al gobernador del
Estado y a las autoridades competentes en materia de salud, educación y de
fomento administrativo-hacendario5 como se ilustra a continuación:
5 AGEP. Gobierno del Estado Libre y Soberano de Puebla. Secretaría de Fomento. Hospital General
del Estado –Estadística de medicina y cirugía. Imprenta y Tipografía del Hospicio. Año de 1885.,
S/Núm. de página.
6
Documento perteneciente a la sección informativa del Hospital General del Estado, donde se señala a los médicos titulares de sus salas durante el
año de 1885, a saber: Francisco Marín, Leonardo Cardona, Francisco Bello, Manuel Nava y Marcial Ramírez. También en su contenido se perciben
los horarios de visitas a los pacientes; duración, sus salidas y los días destinados para esos trabajos (tomado del Archivo General del Estado de
Puebla).
En el Archivo General del Estado de Puebla, existen una serie de documentos
que describen los nombres coloquiales con los que se le conoció al hospital
como; “Antiguo Hospital Real de San Pedro”, “Hospital de San Pedro” y “Hospital
General del Estado”, debido a los cambios políticos impuestos por los gobiernos
que transcurrieron durante su vida activa, y que fueron decisivos en el
desarrollo clínico-hospitalario, durante la etapa del virreinato de la Nueva
España, así como en el período del México Independiente hasta la revolución.
Cabe señalar, que el “Hospital de San Pedro”, conserva, aún su estructura
arquitectónica original hasta en un noventa por ciento, colocándolo como
referente nacional para el estudio de la evolución de la medicina.
Por otra parte, es importante mencionar, que hasta el momento no se conoce
con exactitud la fecha de fundación de este hospital. Sin embargo, en algunos
documentos de las Actas de Cabildo de la nobilísima ciudad de la Puebla de los
Ángeles, se menciona que su construcción se inició en 1542, bajo la tutela del
Cabildo Eclesiástico6. En la actualidad este recinto hospitalario se preserva en
buenas condiciones, siendo pocas las evidencias de deterioro a consecuencia de
la humedad y de otros fenómenos medioambientales en sus casi 500 años de
existencia (del siglo XVI al XXI). Este inmueble posee una gran historia y
tradición para nuestra ciudad y para la medicina mexicana; debido a que
durante el período del virreinato de la Nueva España, se convirtió en el hospital
más amplio e importante de la región, lugar dónde fueron asistidos miles de
pacientes indios, mestizos y españoles, en sus enfermedades cotidianas, así
como en las terribles y funestas epidemias que asolaron a Puebla, por varios
siglos. Cabe señalar que a la caída de la monarquía española este hospital pasó
a ser propiedad del gobierno liberal; circunstancias que dieron paso, a varios
cambios importantes que repercutieron en sus actividades y en la práctica
médica durante el siglo XIX, y los primeros años del siglo XX. Siendo ejemplos
de esos acontecimientos los que dieron apertura e institución a la medicina
científica tanto en los ámbitos escolares como en los hospitalarios en la ciudad
de Puebla de los Ángeles.
El Hospital de San Pedro: preámbulo de la medicina científica en Puebla
Uno de los momentos más importantes en la historia de la medicina en
Puebla, tuvo lugar en los primeros veinte años del siglo XIX, cuando los
médicos y los cirujanos revolucionaron las teorías de Hipócrates y Galeno, que
imperaban desde hacía más de tres siglos en los ámbitos hospitalarios y en los
programas destinados a la salubridad pública de esta ciudad.
6 AHAP. Suplemento del libro de Cabildo Núm. 1. S/Núm de foja.
Los médicos de esa época impulsaron novedosas ideas y propuestas con el
objeto de iniciar una reestructuración en el contenido del método del “antiguo
arte de curar”, el mismo que separaba las actividades de la medicina y de la
cirugía. Tales propuestas revolucionarias pusieron en marcha dos
acontecimientos que tuvieron un carácter irreversible en el ámbito médico de
ese período. Siendo los siguientes:
Primero.- se instituyó un cuerpo académico, formado por los profesores
de medicina y de cirugía, denominado Academia Médico-Quirúrgica. Cuyas
actividades fueron destinadas a la vigilancia y a la práctica de la enseñanza
médica poniendo en boga sus ideales innovadores de establecer una unión y
concordia entre los profesantes de la medicina y los de la cirugía.7
Segundo.- Las propuestas de los médicos y de los cirujanos poblanos, de
unir sus estudios y su ejercicio práctico en una sola actividad médica; dieron
origen a la creación de un nuevo programa de estudios que observó un nuevo
tipo de enseñanza médica. Cuyos principios estuvieron respaldados por el
gobierno local mediante la publicación de la ley del 6 de junio de 1831, la cual
tuvo como objeto unir las profesiones del médico y del cirujano. Esto dio como
resultado que los a los egresados de esa profesión se les denominará médicos
quirúrgicos; teniendo sus estudios una duración de cinco años y señalando como
lugares de esa enseñanza el Hospital de San Pedro y el Colegio del Estado.8
Hacia principios de 1800 fueron utilizados por los médicos poblanos los
métodos de la medicina experimental en el ámbito clínico-hospitalario, dónde
las corrientes teóricas de la higiene y de la salubridad pública se establecieron
como únicas medidas sanitarias obligatorias y se pusieron en marcha los
principios y los métodos provenientes de la medicina clínica. Cabe señalar, que
dichas propuestas tuvieron como objeto principal desarraigar las antiguas
prácticas de higiene y de salubridad pública empleadas por los médicos para
sanear los focos insalubres e infecciosos producidos por la contaminación
industrial y humana, distribuidos por toda la ciudad. Aspectos a los que se
incorporaron los malos hábitos de los ciudadanos para alimentarse, asearse, y la
deficiente limpieza de los lugares y viviendas donde habitaban9, lo que provocó
brotes epidémicos que se suscitaron en Puebla, por lo que los índices de
mortalidad fueron elevados y periódicamente se sucedían epidemias de
distintos males. Siendo el Hospital San Pedro, testigo de esos acontecimientos, los
cuales, continúan siendo visibles en el sinnúmero de cadáveres que yacen en los
enlajados de los pisos de todo este complejo nosocomial y registrados en los
formatos que se emplearon a lo largo de su existencia.
7 Izquierdo, José Joaquín. Raudón cirujano poblano de 1810. Edición BUAP. México, 1999., p. 264. 8 Ibidem., p 264-266. 9 Lyons, Albert y Petrucelli, Joseph. Op., cit., pp. 496-504.
Sin embargo, para la segunda mitad del siglo XIX, en Puebla, se establecieron
los nuevos métodos de curación y los recursos terapéuticos de la medicina
clínica científica, lo que convirtió al “Hospital General del Estado”, en el motor de
la salud pública. Para cumplir con esa tarea sus directivos y su personal se
encargaron de reestructurar su labor administrativa, así como la reordenación
de las actividades que se llevaron a cabo en los distintos espacios de dicho
hospital. En esta etapa se impulsó a los profesores de la escuela de medicina
que trabajaban en el hospital General del Estado, a introducir en sus salas la
aplicación de la medicina científica, representada por los estudios
experimentales del inglés Joseph Lister, del francés Louis Pasteur y del alemán
Robert Koch, quienes propusieron una lucha en contra de los microbios, que se
encontraban como huéspedes en las paredes, en los pisos, en los techos del
hospital y pululando en el ambiente buscando una oportunidad para instalarse
en el mobiliario del hospital, en las salas de cirugía y de manera natural en los
enfermos que asistían al hospital. Diversas investigaciones les permitieron a los
médicos de San Pedro, aplicar la teoría de la bacteriología, comprobando sus
leyes y sus métodos en el campo de la observación patológica de los procesos
infecciosos10. Los anteriores acontecimientos desencadenaron una serie de
cambios en dicho hospital, siendo los más representativos los siguientes:
Primero.-Utilización de métodos antisépticos para aislar al denominado
enemigo invisible que por varios siglos, había ganado la batalla a la medicina, al
hacer presa a miles de enfermos que fallecieron a consecuencia de las
infecciones causadas por estos microorganismos.
Segundo.- El uso de sustancias jabonosas o químicas, así como el empleo
de estufas secas y autoclaves para la esterilización de los instrumentos
quirúrgicos.
Tercero.- En dicho hospital también fueron instaladas algunas estufas de
leña y de vapor de agua con el fin de desinfectar las ropas; los trastos de las
comidas de los pacientes, así como del instrumental quirúrgico.
Adicionalmente, mediante el uso de antisépticos como el ácido fénico (método
Lister) y el de bicloruro de mercurio; así como el empleo de instrumentos y
aparatos de la clínica moderna como el aspirador de Potain, el instrumental de
cirugía liso y las sustancias químicas para el sublimado.
Estos procesos contribuyeron de manera importante al cambio de la
aproximación de las causas de las enfermedades y desde luego de su
tratamiento. De esta forma el tratamiento quirúrgico de los enfermos dejó de ser
una habilidad de los barberos y evolucionó a ser una rama importante del
desempeño de la medicina.
10 Klein, E., Los microbios y las enfermedades, Madrid, 1885, pp. X – XII.
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