Lasnuevasnarrativas,enelentornosocialUniversidad de La Laguna, diciembre de 2019
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Formación humana integral y aprendizaje cooperativo: Claves para un trabajo en
proyectos integradores
Integral human formation and cooperative learning:
Keys for working on integrative projects
Victoria Dalila Palacios Mieles – Pontificia Universidad Católica del Ecuador –
Paulina Cisneros – Pontificia Universidad Católica del Ecuador -
Narcisa Jessenia Medranda Morales – Universidad Politécnica Salesiana –
Abstract: El proyecto integrador como estrategia didáctica se ha constituido en
un elemento clave para la innovación educativa. Los beneficios de esta
estrategia son del orden de la integración de las diversas áreas temáticas que
se trabajan dentro del sistema educativo; la resolución de problemas mediante
la participación de la persona en su integralidad; y finalmente, el trabajar con
otros, lo cual requiere del desarrollo de habilidades sociales. A través de la
investigación documental, en este trabajo se aborda cuáles serían los
requisitos para lograr un mejor trabajo por proyectos integradores y se plantea
que los elementos de la formación humana integral y del aprendizaje
cooperativo son clave para que la persona se comprometa de manera total en
el proceso y que desarrolle capacidades de trabajar con otros de manera
apropiada.
Keywords: Innovación pedagógica; proyectos integradores; aprendizaje
cooperativo; pedagogía; didáctica
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1. Introducción
El proyecto integrador es una estrategia didáctica que, a partir de un núcleo
temático, busca la convergencia de diversas áreas para la resolución de
problemas, la integración de conocimientos y la formación integral. Esta
estrategia se presenta como una alternativa a la fragmentación del
conocimiento presente en los modelos educativos tradicionales, mismos que se
han estructurado mediante asignaturas en donde el conocimiento y la
posibilidad de acceder a él aparecen como un hecho individual. Esa
fragmentación de los saberes, no logra dar respuestas reales a problemas
reales los cuales en su mayoría aparecen en un contexto más amplio y cuya
solución requiere de varios accesos.
La integración de las diferentes asignaturas en un proyecto da sentido al
conocimiento y al aprendizaje, pues muestra cómo la solución a un problema
requiere de la participación de diversas ciencias. Por lo tanto, al aplicar esta
estrategia integradora se logra tanto poner en práctica los conocimientos
adquiridos como dar cuenta de la necesidad de otros conocimientos, es decir
de investigar.
En el caso de los estudiantes, tradicionalmente, el aprendizaje ha sido visto
como un hecho individual. Es el sujeto quien puede conocer y aprender, hacia
él se dirigen los planes, programas y en él se aplican las metodologías y es a él
a quien se evalúa. Adicionalmente, el sistema educativo, y sobre todo desde la
evaluación, también están concentrados en el individuo y en su posibilidad de
aprender. Esto ha conllevado en muchos casos que la escuela se sitúe como
un espacio de competencia en donde los individuos son clasificados y
estratificados según sus capacidades de responder satisfactoriamente a los
requerimientos del sistema.
Es frente a estas situaciones que el proyecto integrador aparece como la
posibilidad de transformar las estructuras que rigen el sistema educativo y
proponer formas más integradoras, tanto conceptualmente como
humanamente, de llevar a cabo el hecho educativo.
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Para los estudiantes, trabajar con proyectos integradores implica desarrollar
habilidades de búsqueda, integración y aplicación de conocimientos. Esto
conlleva una formación que integra lo teórico y lo práctico, que puede ser
entendido también como lo conceptual y lo procedimental. Además, al ser el
trabajo por proyectos una estrategia grupal, el estudiante está llamado a
trabajar con otras personas, lo que le da a esta estrategia una dimensión
humana.
Este trabajo pretende concentrarse en esta última dimensión, humana, la cual
se considera crucial para lograr la puesta en marcha de un proyecto integrador.
Se propone investigar y explicar el proceso para llegar a construir un proyecto
integrador exitoso que tome en cuenta la dimensión humana y enseñe a
trabajar de manera cooperativa.
Para sustentar esta propuesta, usando la investigación documental, se
estructurará este trabajo en los siguientes apartados: la formación humana en
el proceso educativo, el aprendizaje cooperativo, y los requisitos para un
trabajo en proyectos integradores. Finalmente se establecerán las
conclusiones. Este artículo está enmarcado en la línea temática “Nuevas
tendencias en educación”, de las líneas de investigación del Congreso
Internacional de Innovación Educativa.
2. La formación humana en el proceso educativo
Tradicionalmente, los sistemas de educación formal han sido concebidos
principalmente para la formación del intelecto. Las metodologías que estos
utilizan, promueven que los estudiantes sean capaces de aprender y de utilizar
conceptos. Incluso, las asignaturas humanísticas y sociales se han
concentrado en la integración de conocimientos a nivel cognitivo. Esta manera
de entender la educación, dentro del ámbito formal, ha conllevado que los
estudiantes y la sociedad en general, a que se relacionen con estos sistemas
desde una visión cognitivista, en donde el aprendizaje se concentra en el
dominio de conocimientos propuestos en los planes y programas que no
trascienden lo académico.
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Ante realidad anteriormente descrita, es preeminentemente necesario llevar a
los estudiantes a que, apoyándose en el campo cognitivo, sean capaces de
trascender al campo de la creatividad, definida esta como: “La creatividad es
sinónimo de un pensamiento original del estudiante, en ella interviene la
imaginación como uso del pensamiento convergente y creativo. En este
sentido, el pensamiento original es un proceso mental que nace de la
imaginación.” (Palacios, 2017, p.116).
En consecuencia, el reto que ahora se debe asumir en los procesos educativos
están enmarcados en la innovación educativa que será entendida de la
siguiente manera:
Es el proceso de renovación pedagógica que busca actualizar las prácticas
dentro y fuera del aula con la finalidad de ofrecer a los estudiantes una
educación integral que atienda sus necesidades cognitivas, expanda su
comprensión del mundo y los prepare para las demandas cambiantes en lo
técnico, científico, laboral y personal que impone la era tecnológica. (Palacios,
2018, p.3)
Pensar en una formación integral, no obstante, requiere tomar en cuenta otras
dimensiones de la persona, como su dimensión corporal, emocional, cognitiva y
social, incluso se puede integrar la dimensión espiritual de acuerdo al sentido
que esta tenga para la persona. En los últimos años, los sistemas educativos
han ido integrando estas inquietudes respecto de la formación integral de la
persona y se han preguntado sobre cómo llevar a la práctica estas propuestas.
Esto ha suscitado la necesidad de repensar el sistema educativo e innovar
todos sus aspectos. Una de las aristas de estas ideas innovadoras
corresponde a la formación humana integral que es una propuesta que busca
justamente trabajar la formación humana de manera integral.
La formación humana integral según el enfoque desarrollado por Guindon
(2001) plantea que el ser humano es capaz de reapropiarse de las
construcciones psíquicas de las diferentes etapas del desarrollo humano. Esto
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es posible a partir de un acompañamiento riguroso en un contexto de
condiciones apropiadas para que la persona pueda vivir experiencias
significativas ligadas a los aspectos de su persona que quiere trabajar. La
experiencia y el acompañamiento constituyen de esta manera el mejor camino
para lograr cambios significativos en la vida de la persona que contribuyan a su
realización plena. Las experiencias se trabajan en las distintas dimensiones de
la persona: corporal, emocional, cognitiva, social, y espiritual. El rol del
acompañante, en este caso del docente, es de crear las condiciones para que
la persona pueda integrar las experiencias vividas en su organización psíquica
mediante la relectura de las mismas. La relectura de experiencias se trata de
un proceso de toma de conciencia de sí a partir de las experiencias cotidianas;
este enfoque señala que es en las experiencias en donde se pone en evidencia
los valores y capacidades de la persona y que, por lo tanto, es en la “relectura”
de las mismas que la persona puede descubrirse y apropiarse de ellas. A este
descubrimiento de sí mediante la relectura de experiencias se denomina
actualización de las fuerzas vitales humanas. La actualización de fuerzas
vitales humanas es un método de intervención en el cual se busca que la
persona, al mirarse de manera más profunda, logra integrar conscientemente
sus valores y capacidades. Se trata en el fondo de un proceso de
humanización mediante el cual la persona se vuelve ella misma de manera
más plena y consciente.
Ahora bien, abordar estos aspectos dentro del sistema educativo requiere al
menos dos acciones: por un lado, integrarlo dentro del currículo y por otro
integrarlo en la formación docente.
En el ámbito curricular es necesario tener en cuenta cómo está organizado el
currículo ecuatoriano, el cual según la última guía del Ministerio de Educación
comprende los siguientes elementos.
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Si partimos de la idea que el currículo orienta sobre: lo que se espera del
proceso educativo, es decir los objetivos; las orientaciones sobre el cómo
lograrlo, es decir la metodología, y sobre cómo medir el proceso, es decir la
evaluación; es claro que desde este instrumento es necesario trabajar la
formación humana integral.
Si los objetivos del currículo son formar en todas las dimensiones de la
persona, sería necesario que toda esta estructura sea coherente con esa
intención. Por lo tanto, será necesario reformular los contenidos, plantear
metodologías que vayan en la línea de la formación integral, como el
aprendizaje cooperativo, crear materiales apropiados y determinar modelos
evaluativos en la misma línea. Se trata en el fondo se organizar de manera
coherente el currículo para alcanzar la formación todas las dimensiones de la
persona. La coherencia curricular representa una oportunidad de dotar de
mayor sentido a todo el proceso educativo y que los estudiantes sean vistos
como personas y que sus circunstancias sean tomadas en cuenta dentro de la
educación. También es una oportunidad para que los estudiantes puedan
relacionar lo que aprenden con lo que viven y de esa manera dar mayor
sentido a su proceso educativo. Por lo tanto, la integración de la formación
humana en el currículo es una oportunidad para que los estudiantes alcancen
Figura 1: Elementos del currículo ecuatoriano.
Elaboración: Victoria Palacios M., PhD. y Msc. Paulina Cisneros.
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un nivel de reflexión no sólo en el ámbito cognitivo sino axiológico, afectivo,
corporal social y espiritual.
En cuanto a la formación docente, este proceso requiere que los maestros
desarrollen capacidades de intervención en todas las dimensiones de la
persona, y que logren llevar al aula las recomendaciones curriculares. En clave
de formación humana integral esto quiere decir que los docentes están
llamados a ir más allá de la formación conceptual de sus áreas de estudio y
que deben integrar elementos de la formación humana para estar en capacidad
de responder a la totalidad de la persona de sus estudiantes. De manera
práctica, se requerirá desarrollar al menos tres capacidades en los docentes
que buscan acompañar de manera integral a sus estudiantes:
1. Desarrollar la capacidad de observación.
Las situaciones de nuestro entorno que se plantan como conflictivas pueden
ser resueltas mucho más rápido, siempre y cuando se llegue a entender el
objeto de que causa la disputa. Por lo tanto, sabemos que en primera instancia
la observación aborda todo problema, así lo define Carlos Arturo Monje (2011)
Observar implica identificar las características y elementos del objeto de
conocimiento. (2011, p. 96)
Si bien los docentes tienen un área definida de estudio, es necesario que, al
trabajar con personas en formación, logren integrar habilidades de observación
para poder darse cuenta de lo que viven sus estudiantes dentro del proceso
educativo. No se trata de convertirse en un especialista en el diagnóstico de
problemas en las dimensiones de la persona, sino estar atento a lo que ocurre
a sus estudiantes y poder buscar ayuda. Es decir, “observar implica mirar la
realidad en la que nos encontramos, no para juzgarla, sino para intentar
comprenderla tan profundamente como sea posible y sacar conclusiones
positivas” (AQU, 2009, p.76). Y en este caso, comprenderla profundamente
para poder realizar intervenciones adecuadas en beneficio de los estudiantes.
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2. Desarrollar habilidades de acompañamiento
Esto quiere decir, ir más allá de las cuestiones puramente académicas y ayudar
a los estudiantes a descubrirse en las experiencias viven y en las que ponen de
manifiesto sus valores y capacidades. En este campo, la actualización de las
fuerzas vitales humanas propuesta por Guindon (2001) es una alternativa para
el trabajo de acompañamiento docente. Esto requiere un entrenamiento del
docente en la relectura de las experiencias de sus estudiantes. Este
entrenamiento es posible en la medida en que el docente ha desarrollado su
capacidad de observación y que, por lo tanto, es capaz de ver las fuerzas
vitales de sus estudiantes, y mediante su intervención puede hacer que ellos
las descubran. Estas capacidades en el docente se construyen en la medida en
que ellos han experimentado en su propia persona la actualización de las
fuerzas vitales humanas, por lo tanto, deben formarse en este campo para
intervenir.
3. Trabajar en la toma de decisiones
Gracias a los postulados que señala Frank H. Knight en su libro Risk,
Uncertainty and Profit, sabemos que:
Vivimos en un mundo de cambio y de incertidumbre. Nosotros vivimos
sabiendo algo del futuro: mientras los problemas de la vida, o de conducta al
menos, surgen del hecho de que sabemos tan poco. La esencia de la situación
es actuar según la opinión, con mayor o menor fundamento, nunca con
completa ignorancia y nunca con completa y perfecta información, pero con
conocimiento parcial. (Frank H. Knight, 1921, p. 100).
En estas premisas se fundamenta el contexto del que surge el proceso de toma
de decisiones, el cual es un aspecto fundamental dentro de la formación
humana pues otorga al sujeto el protagonismo sobre sus actos. La capacidad
de tomar decisiones es un paso hacia la autonomía lo cual quiere decir que la
persona se sabe responsable de su vida y que es capaz de observar, discernir
y elegir de manera apropiada. Este aprendizaje crucial para la vida puede ser
trabajado en el aula y el docente puede intervenir para que los estudiantes
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puedan entrenarse en la toma de decisiones. Este ejercicio debe hacerse
creando las condiciones según el contexto de los estudiantes.
En el siguiente esquema se plantea un proceso para trabajar en la toma de
decisiones:
Figura 2: Proceso de toma de decisiones.
Elaboración: Victoria Palacios M., PhD. y Msc. Paulina Cisneros
a. Identificar la situación sobre la que se debe decidir
A menudo las personas consideran decisiones únicamente a aquellas en las
que se debe tomar posición frente a una situación crítica. No obstante, en todo
momento las personas toman decisiones y es importante que se den cuenta
sobre cómo lo hacen para descubrir su propia manera de decidir. Esto se lo
realiza a partir de la relectura de experiencias en las que la persona es
consciente de haber decidido.
b. Explorar las opciones.
Esta acción implica que la persona es capaz de proyectarse más allá de la
situación en la que se encuentra y de mirar alternativas a lo que está viviendo.
El docente puede plantear un problema y evidenciar que hay varios caminos
para resolverlo, y que unos y otros son válidos pero que implican diversos
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requisitos o consecuencias. Esto puede ser extrapolado a las situaciones de la
vida cotidiana de los estudiantes para que se entrenen en ver constantemente
alternativas a lo que viven.
c. Prever las consecuencias
Este paso va a la par del anterior, y tiene que ver con la capacidad de la
persona de proyectarse en el futuro frente a las acciones presentes y de tomar
conciencia que las decisiones tienen consecuencias que deben asumirse. Es
importante que los estudiantes desarrollen esta capacidad para ser más
conscientes de sus actos y de prever lo que sus acciones pueden generar.
d. Decidir
Una vez analizada la situación, las opciones y las posibles consecuencias, la
persona está en capacidad de decidir. Todo el proceso previo implica un
discernimiento que tiene por finalidad tomar en cuenta todos los elementos de
la realidad para que la persona, libremente y de manera consciente, pueda
decidir. La decisión por lo tanto es un acto consciente en el que la persona
toma posición frente a una situación dada.
e. Asumir las decisiones
Finalmente, el proceso de decidir termina con el asumir las decisiones, una vez
que la persona ha obrado, sus actos le pertenecen y por lo tanto debe ser
responsable de ellos, de ahí la importancia del proceso. Si la persona ha
seguido fielmente el proceso de decidir, ha analizado y valorado las opciones y
sus consecuencias, y con esos insumos ha decidido, está llamada a asumir esa
decisión con todo lo que ello implica. El rol de los docentes en este momento,
debe ser el de acompañar a los estudiantes en su decisión, no decidir por ellos.
Los estudiantes deben saber y sentir que no están solos y que pueden
equivocarse.
Estos tres elementos permitirán a los docentes situarse en una etapa inicial de
formación humana, a partir del cual pueden ir construyendo un proceso más
amplio en la intervención sobre todas las dimensiones de la persona. La
formación humana tiene que ver con cómo la persona es capaz de realizarse
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plenamente desde sus propios valores y capacidades, y eso debe ser
potenciado también dentro de los sistemas educativos. En ese sentido, la
educación formal debe preguntarse cómo lograr que, al atravesar los trayectos
formativos, los estudiantes logren, no sólo integrar conceptos, sino descubrir
quiénes son y cómo potenciar sus valores y capacidades. Para ello, tanto la
innovación curricular como la formación docente son elementos imprescindibles
para lograrlo.
El aprendizaje cooperativo, base del proyecto integrador.
Conseguir que el proyecto integrador se convierta en un generador de
aprendizajes y experiencias significativos para los estudiantes implica que
éstos sean capaces de comprometerse desde todas las dimensiones de su
persona en la experiencia educativa, de poner en marcha habilidades físicas,
afectivas, sociales y cognitivas hacia la consecución de objetivos comunes de
aprendizaje. Estas habilidades deben ser desarrolladas a lo largo del proceso
educativo para lo cual, el aprendizaje cooperativo puede contribuir a
desarrollarlas. Dado que en este aprendizaje la persona logra trabajar y
aprender con otros, esto convierte a esta técnica en la base para el proyecto
integrador. Por su parte, el aprendizaje cooperativo requiere de la formación
humana para poder llevarse a cabo, pues se trata de una metodología que
recoge y requiere la participación total de la persona. Así, como lo menciona
Cisneros (2018)
“la cooperación constituye un elemento fundamental en los individuos y en la
sociedad […] todo conocimiento adquirido por el ser humano es elaborado
socialmente en la interacción de los sujetos con su medio y con el contexto
histórico en el que se desarrollan” (2018, p. 22).
Salvin (2002) manifiesta que, en la propuesta del aprendizaje cooperativo, un
principio básico es que “los alumnos deben trabajar juntos para aprender y son
tan responsables del aprendizaje de sus compañeros como del propio. La tarea
de los alumnos no consiste en hacer algo como equipo, sino en aprender algo
como equipo.” (2002, p.50). Se plantea de esta manera una alternativa a la
idea del aprendizaje individual y competitivo, pues la persona está llamada a
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trabajar con otros y en esa acción construir sus aprendizajes a la vez que es
responsable por el aprendizaje de los otros. Esta nueva perspectiva del
aprendizaje implica que se tome en cuenta todas las dimensiones de la
persona como elementos necesarios para alcanzar conjuntamente con otros,
los objetivos de aprendizaje.
El aprendizaje basado en la interacción social no es algo nuevo, lo que sí
aparece como una visión innovadora es que ese aprendizaje sea una
responsabilidad colectiva, que la persona logre integrar el hecho de que no es
posible aprender sin el otro y que, si no aprenden todos, no aprende nadie.
Esto es lo que demanda una nueva visión de la relación social; no como una
condición para el aprendizaje sino como un elemento esencial al aprendizaje
mismo.
Llevar a cabo un proceso educativo bajo esta perspectiva requiere tomar en
cuenta dentro de la experiencia educativa, aspectos subjetivos de los
estudiantes y tomar al trabajo con otros como un hecho indisoluble de la
posibilidad de aprender, además de las habilidades cognitivas. Se trata por lo
tanto de una experiencia de aprendizaje en el que la persona en su integralidad
es protagonista y corresponsable de la acción de aprender, dentro de un grupo.
Como lo señalan los hermanos Johnson y Johnson (1990):
En las situaciones de aprendizaje cooperativo, los estudiantes experimentan
sentimientos de pertenencia, de aceptación y de apoyo; y las habilidades y los
roles sociales requeridos para mantener unas relaciones interdependientes
pueden ser enseñadas y practicadas. A través de repetidas experiencias
cooperativas, los estudiantes pueden hacerse sensibles a qué conductas
esperan los otros de ellos y aprender las habilidades necesarias para
responder a tales expectativas. (Johnson y Johnson, citados por Ovejero, 1990,
154-155)
Esta concepción del aprendizaje cooperativo muestra que el ser humano
aprende con todo su ser, que toda su integralidad participa de esa experiencia
y que estas habilidades pueden ser aprendidas. Es en la experiencia de trabajo
con otros que la persona se va sensibilizando sobre lo que el grupo espera de
ella y en cómo responder a esa expectativa. En esta experiencia, por lo tanto,
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no se aprenden sólo conceptos, sino que se aprende el sentido de pertenencia
en tanto la persona se sabe parte de un grupo y es capaz de poner sus
talentos al servicio de los demás, reconoce que no puede ser sin el otro;
también aprende la apertura al otro, pues reconoce que el otro tiene
expectativas sobre sí y que estas pueden diferir de las propias, es allí que la
persona es capaz de hacer cambios en sus acciones con una finalidad social,
que en este caso es estar y trabajar con el otro; aprende valores como la
solidaridad y el respeto, pues reconoce que en un grupo tiene algo que
contribuir y que sin esa contribución el grupo no alcanzará sus objetivos, al
haber integrado como propio el objetivo grupal, sabe que todos persiguen
objetivos comunes y que alcanzarlos requiere de su trabajo con otros. Estas
situaciones evidencian al aprendizaje cooperativo como una experiencia
educativa integral, en donde se forma a la persona en todas sus dimensiones.
Johnson y Johnson (1999) afirman que el aprendizaje cooperativo:
Contrasta con el aprendizaje competitivo, en el que cada alumno trabaja en
contra de los demás para alcanzar objetivos escolares tales como una
calificación de “10” que sólo uno o algunos pueden obtener, y con el
aprendizaje individualista, en el que los estudiantes trabajan por su cuenta para
lograr metas de aprendizaje desvinculadas de las de los demás alumnos (p.
14).
Es por estas características que este modelo de aprendizaje tiene estrecha
relación con el trabajo en proyectos integradores, pues parte de una base
colectiva de aprendizaje en donde cada estudiante coopera con los demás
para alcanzar objetivos comunes, y por ese mismo hecho el otro se convierte
en un aliado y no en un rival. Se generan de esta manera comunidades de
aprendizaje y se refuerzan los lazos de amistad y compañerismo, esto permite
nuevamente, la integración de valores a la vez que desarrolla habilidades
físicas, afectivas, cognitivas y sociales.
Por su parte Prieto, (2007) destaca del aprendizaje cooperativo el hecho de la
promoción de valores y habilidades diferentes a los que se fomentan desde los
modelos individualistas y competitivos. Se menciona que:
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Aprender cooperativamente representa una ocasión privilegiada para alcanzar
objetivos de aprendizaje muy diversos, no solo referidos a los contenidos, sino
también orientados al desarrollo de habilidades y destrezas interpersonales,
con claros beneficios para el aprendizaje de los alumnos. (2007, p.15).
El trabajo cooperativo plantea por lo tanto una serie de elementos que lo hace
más provechoso a nivel social y desde el punto de vista de la formación integral
que otros modelos basados en la competencia y en el individualismo. Según
Johnson & Johnson (1994) entre estas características tenemos:
Características del
aprendizaje
cooperativo
Descripción de la característica
Interdependencia
positiva
Es la responsabilidad que tiene cada miembro de un
grupo para cumplir con la tarea asignada y al mismo
tiempo avalar el que todas las personas integrantes
del equipo también lo hagan.
Interacciones cara
cara de apoyo mutuo
Ocurren cuando los participantes del equipo, en un
clima de responsabilidad, respeto y confianza, se
consultan, intercambian materiales e información
sobre el desarrollo individual de aquella parte del
trabajo que les ha sido asignada.
Responsabilidad
personal e individual
Cada miembro del grupo es responsable de aquella
porción de la investigación que le ha sido asignada y
debe rendir cuentas al grupo de su desarrollo a fin de
que sean conocidas por todas las personas
integrantes del equipo.
Destrezas
interpersonales y
Los estudiantes conocen y confían en los otros
miembros del grupo, se comunican de manera clara y
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habilidades sociales todos aceptan el apoyo de los demás.
Autoevaluación
frecuente
Es un espacio de reflexión constante para auto valorar
ciertos aspectos de los procesos que se han
desarrollado al interior y también al exterior del grupo
de trabajo con el fin de encontrar soluciones a los
problemas que se presenten.
Tabla 1: Características del aprendizaje cooperativo
Elaborado por: Victoria Palacios M., PhD. Y Msc. Paulina Cisneros. A partir del
texto de Johnson & Johnson (1994)
Como ponen en evidencia los autores, la experiencia de un trabajo cooperativo
es a la vez hecho generador de aprendizajes y espacio para poner en práctica
la formación en todas las dimensiones de la persona. El aprendizaje
cooperativo no es un tema nuevo dentro de las ciencias de la educación,
autores clásicos como Vygotsky plantean el aprendizaje como una experiencia
social y cultural, y manifiesta la importancia de las situaciones colectivas para
aprender (Avilés Dinarte, 2011, p. 137). La actualidad de este modelo radica en
la importancia que ha cobrado en la sociedad actual la formación humana y el
desarrollo de habilidades para la vida. Por lo tanto, este estilo de aprendizaje
tiene mucho que ofrecer para alcanzar los objetivos de los sistemas educativos.
La formación humana y el aprendizaje cooperativo en los proyectos
integradores.
Los proyectos integradores son una estrategia metodológica cuyo propósito
fundamental es desarrollar en los estudiantes las habilidades para integrar de
manera articulada los distintos saberes adquiridos para responder a un
problema específico, todo ello dentro de un proceso formativo estructurado, y
que son necesarios para responder el núcleo problema en los diferentes
niveles de formación (Hewitt, 2007).
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Como lo mencionan Galeano-Barrera et al. (2017)
Un proyecto integrador es una estrategia pedagógica de aula que permite a los
estudiantes aplicar los saberes interdisciplinarios a fenómenos del entorno,
mediante la orientación del docente, de manera que capacite a los estudiantes
para elaborar propuestas de solución que puedan contener elementos
innovadores y un componente básico de formación investigativa (pp. 159-160).
Esta estrategia tiene un fin de aplicabilidad, es decir, que busca dar un sentido
práctico a los aprendizajes y en relación con el contexto en el que se produce.
A la vez, implica la participación de todas las dimensiones de la persona. El
estudiante pone en práctica habilidades físicas, afectivas, cognitivas y sociales
en la búsqueda de información, procesamiento y aplicación, todo ello en vista
de la resolución de un ejercicio, sea teórico o práctico, de ahí la relación con el
desarrollo de habilidades de investigación.
La importancia de la relación entre la formación humana, el aprendizaje
cooperativo y los proyectos integradores radica en la centralidad de la persona
y sus relaciones dentro del proceso formativo. Esta experiencia no puede ser
vivida en solitario y los objetivos se alcanzan en la medida que se trabaja con
los demás. También, en todos estos casos, se apunta a la formación total de la
persona, sin establecer relaciones asimétricas entre las dimensiones de la
persona y su importancia dentro del aprendizaje.
Para evidenciar esta relación, se puede analizar cómo funciona un proyecto
integrador y cómo se relaciona con las otras disciplinas propuestas. En el
trabajo por proyectos integradores se requiere aplicar al menos los siguientes
pasos:
● Identificar y formular un problema de investigación relacionado con los
temas y objetivos establecidos en el currículo para el nivel educativo que
corresponda.
● Recopilar información para fundamentar teórica y empíricamente el
problema de investigación.
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● Seleccionar la metodología adecuada para dar respuesta al problema
formulado.
● Elaborar un proyecto que recoja toda la información y través del cual se
evidencie el trabajo desarrollado para dar solución al problema
planteado.
● Elaborar el informe final.
Cada uno de estos pasos requiere algunas habilidades que se construyen
desde la formación humana integral y desde el aprendizaje cooperativo. Como
se puede evidenciar en el siguiente cuadro.
Tabla 2: Relación entre el proyecto integrador, la formación humana y el
aprendizaje cooperativo.
Pasos del proyecto
integrador
Habilidades de la
formación humana
integral
Habilidades del
aprendizaje cooperativo
Identificar y formular un
problema de
investigación.
Sentido de pertenencia
a un colectivo para
encontrar objetivos
comunes y
comprometerse con
ellos.
Interactuar cara a cara
para construir un
proyecto mediante el
intercambio de
información en un marco
de responsabilidad,
respeto y confianza.
Recopilar información
para fundamentar
teórica y empíricamente
el problema.
Identificar las fortalezas
en las diferentes
dimensiones de la
persona para la
asignación de
responsabilidades, sin
establecer jerarquías en
las diversas
capacidades.
Interdependencia
positiva para cumplir con
la tarea asignada y velar
por el cumplimiento de
la de los otros.
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Seleccionar la
metodología adecuada
para dar respuesta al
problema formulado.
Prever los desafíos y
tomar decisiones
basadas en el
discernimiento.
Construcción colectiva
de una metodología
confiando en los
conocimientos y
habilidades de los
miembros.
Elaborar un proyecto
que recoja toda la
información y través del
cual se proponga una
solución al problema
planteado.
Apertura para acoger la
contribución de cada
persona y sus
propuestas como
posibilidades de
solución, más allá de
estar o no de acuerdo
pero encontrando
salidas comunes.
Trabajar en equipo de
manera articulada,
evaluando las
posibilidades de cada
miembro, y con la
confianza de que todos
aportarán.
Elaborar el informe
final.
Reconocer los logros y
las falencias del proceso
como una experiencia
de aprendizaje, y a partir
de la cual se puede
siempre mejorar y
crecer.
Reflexionar para valorar
los procesos que se han
desarrollado como grupo
durante el trabajo
realizado.
Elaborado por: Victoria Palacios M., PhD. Y Msc. Paulina Cisneros
Como se puede evidenciar, el trabajo por proyectos integradores requiere que
los estudiantes hayan desarrollado diversas capacidades que les permitan
trabajar con otros en la búsqueda de soluciones a problemas. Estas
capacidades están relacionadas con las diferentes dimensiones de las
personas como se puede evidenciar en el siguiente cuadro.
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Tabla 3: Dimensiones de la persona y el trabajo por proyectos integradores.
Dimensión humana Importancia para el trabajo en proyectos
integradores
Física o corporal Permite toda posibilidad de existencia y por lo
tanto de aprendizaje.
Afectiva o emocional Es el punto de partida para un aprendizaje
significativo.
Cognitiva Permite comprender conceptualmente la
realidad.
Social Reconoce que todo aprendizaje es un hecho
social, se aprende con y para los otros.
Elaborado por Victoria Palacios M., PhD. Y Msc. Paulina Cisneros
Si bien en todos estos procesos se busca que los estudiantes mantengan un
rol protagónico, es indiscutible la importancia del docente como generador y
cuidador de las condiciones necesarias para que los estudiantes vivan estas
experiencias y que puedan integrarlas dentro de su proceso formativo como lo
manifiesta Galeano-Barrera:
El docente juega un papel fundamental en el desarrollo del proyecto integrador,
dada la orientación que debe generar al estudiante para garantizar el
cumplimiento de objetivos propuestos en dicho proyecto integrador, de tal
manera que al existir una articulación directa y real entre la academia y las
necesidades sociales, se puede asegurar una mejor apropiación del
conocimiento y el desarrollo de competencias. (Galeano-Barrera et al, 2017, p.
167).
Nuevamente, el rol del docente se va configurando como el de un
acompañante de todo el proceso y como el garante de que los procesos se
lleven a cabo de la mejor manera. Sus orientaciones se realizan tanto a nivel
académico como humano, lo cual permite que un proyecto integrador sea un
espacio de aprendizaje conceptual y práctico, pero también humano.
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La revisión y el contraste del material documental ha permitido que esta
investigación exponga una explicación de cómo lograr proyectos integradores
bien estructurados, trabajados en profundidad a través de una cooperación
efectiva y que involucren todas las dimensiones de las personas involucradas:
física, afectiva, cognitiva y social.
Conclusiones
El aprendizaje cooperativo permite a los estudiantes vivir experiencias
significativas, las cuales, mediante un acompañamiento apropiado, se
convierten en espacios privilegiados para el desarrollo de habilidades en todas
las dimensiones de la persona. Esta manera de aprender y las habilidades que
desarrolla son fundamentales para llevar a cabo el trabajo por proyectos
integradores.
La formación integral de la persona concibe a ésta como una totalidad, y por lo
tanto su formación requiere trabajar en todas esas dimensiones. Se requiere
que los estudiantes sean capaces de conocer y utilizar conceptos, al mismo
tiempo que son capaces de tomar decisiones apropiadas y mantener
relaciones humanas saludables. Estos elementos se integran en la persona en
la medida en vive y reflexiona sobre sus experiencias en la relación con otros.
El trabajo por proyectos integradores es una metodología en la que se trabaja
con todas las dimensiones de las personas: corporal, emocional, cognitiva,
social y espiritual. Esta integralidad en el aprendizaje contribuye a la formación
total de la persona en tanto cada una de sus dimensiones es importante para
alcanzar los objetivos de aprendizaje propuestos. Trabajar en proyectos
integradores requiere por lo tanto que el sistema educativo y los docentes sean
capaces de reconocer y valorar la importancia de todas esas dimensiones en el
aprendizaje, sólo de esa manera esta metodología podrá aplicarse de manera
efectiva.
Para que el trabajo por proyectos integradores pueda realizarse, el aprendizaje
cooperativo y la formación humana integral aportan desde sus campos con
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aprendizajes que son cruciales para un trabajo en proyecto. La formación
humana aporta desde la reflexión y la toma de conciencia de sí mismo, el
aprendizaje cooperativo aporta desde el trabajar con otros.
El proyecto integrador requiere de estas dos habilidades: los participantes de
un proyecto deben ser capaces de reconocerse como personas, de trabajar en
equipo, de construir su aprendizaje colectivamente, de ver al otro como un
aliado y no como un rival. Es necesario pasar de una visión competitiva a una
visión cooperativa. Lograr este tránsito, sin duda tendrá repercusiones
profundas en las personas que se forman dentro del sistema educativo y
contribuirá en la construcción de una sociedad más fraterna y solidaria. Así,
superar la fragmentación del conocimiento constituye una metáfora para
superar la fragmentación social.
Además, el encontrar respuestas reales a problemas reales resignifica el
conocimiento y el aprendizaje, pues pone de manifiesto que la educación no
está alejada de la realidad, que los trayectos educativos tienen un objetivo
palpable y que, en la medida en cada estudiante se comprometa en las
experiencias de aprendizaje, estará comprometiéndose con una transformación
social, lo cual no es sino el fin último de todo proceso educativo.
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