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Historia del Ferrocarril en Puerto Rico

El Tren...

Recuerdos y Nostalgia

La historia del ferrocarril de Puerto Rico se inicia en 1888, cuando un ingeniero español obtuvo una franquicia para construir y operar un ferrocarril por la costa alrededor de la Isla. En el 1902, una corporación de Nueva York, la American Railroad Company, se hizo cargo de las operaciones. Por mucho tiempo, la única vía (con cambio en las estaciones) corría desde San Juan a Camuy y desde Aguadilla a Ponce. Durante este período el correo entre Camuy y Aguadilla se repartía a caballo. Pero, en la primera década de este siglo se construyó un túnel en el resto de la sección entre Camuy y Aguadilla, y Puerto Rico pudo alardear de un ferrocarril que iba de San Juan a Ponce, pasando por Mayagüez.

1920's Estación del

Ferrocarril, American Railroad

Station, San Juan, PR. A la

derecha se puede apreciar la Porto

Rico Mercantile Co.

A lo lejos, en la oscuridad de

la noche tropical, podía escucharse el excitante sonido del pito del tren, pues, la compañía, no solamente operaba trenes de carga después del anochecer, sino que, ofrecía servicio de coche cama entre Ponce y San Juan.

La Administración reconocía diferencias de clase económica entre los pasajeros proveyéndoles vagones de primera clase con asientos rectos de paja y asientos de madera para segunda clase. Las tarifas

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eran razonables. Para el 1950, un boleto de primera clase entre San Juan y Mayagüez costaba $1.50 y el de segunda clase, 95 centavos.

El tren número 1 partía de la estación de San Juan a las 7:00 a.m. y llegaba a Ponce

alrededor de las 5:00 p.m.

Los vendedores invadían los coches en cada estación. Algunos pueblos llegaron a conocerse por sus delicias particulares. En Vega Baja (estación) se vendían pajuiles, dulces de coco, frutas y la semilla del anacardo. En Arecibo la empanadilla de cetí y en Isabela el queso de hoja.

Cuando el tren, con su vaivén que arrullaba la sabana, pasaba por los Valles del Cibuco, los pasajeros se quedaban extasiados mirando a los hombres que macheteaban espigas de esperanzas en los cañaverales. El panorama cambiaba según el tren avanzaba. Huertos de toronjas,

sembrados de piña, desoladas extensiones de arena blanca, cañaverales e ingenios azucareros quedaban al alcance de la vista. Se veían las manos, como palomas, decir adiós y mujeres a la orilla de los ríos que

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levantaban la vista hasta ver perder el tren en la lejanía.

(Tranvía de Cataño)

En el 1947 se radicó una petición de quiebra. Mariano Acosta Velarde, abogado del ferrocarril por muchos años, comentaba que tal vez este haya sido el único caso de quiebra en que se pagaron todas las reclamaciones

de los acreedores. Posteriormente la línea se reorganizó como la Puerto Rico Railroad and Transport Company con la mayor parte de las acciones en manos de los trabajadores. Finalmente el servicio de ferrocarril a San Juan, fue descontinuado al igual que todos los trenes de pasajeros. En el 1957 se dieron por terminadas

las operaciones.

No sabemos si algún día la gente volverá a ver el atardecer o la madrugada a través de las ventanas de un tren. . . no sabemos si el rocío mañanero acompañara al pregón del campesino en una renovada estación. Lo que sí sabemos es que sobre esos rieles que han quedado en el olvido se escribieron canciones y poesías que aún se acunan en los corazones borincanos. Esos corazones que quedaron varados en el andén del tiempo. . .

Referencias tomadas de: De San Juan a Ponce En El Tren, Jack Delano, Univ Puerto Rico; ISBN: 0847721175; (June 1990)

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Central Lafayette, Arroyo, PR

La Máquina (Plena)

Compositor: Manuel Jimenez "Canario" (1895 - 1975) Intérprete: Tony Croatto (20 Exitos Navideños)

(Coro) La máquina patinaba Cuando salió de San Juan.

Bayamón, el Dorado, Vega Alta, En Vega Baja volvió a patinar. La máquina patinaba Cuando salió de San Juan. Manatí que es mi pueblo querido, Barceloneta de Sixto Escobar, Arecibo, Camuy con Hatillo En Quebradillas volvió a patinar.

(coro) Ya pasamos del río Guajataka Y en el túnel ya vamos a entrar, Luego viene Isabela, Aguadilla y en Rincón ya volvió a patinar. (coro)

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A Mayagüez vamos entrando de noche, Ya cansados de tanto viajar. San Germán, Hormigueros y Añasco, En Cabo Rojo volvió a patinar. (coro) Ya llegamos a Sabana Grande, Luego Yauco y Guánica central,

Y despues de pasar Guayanilla, Vamos a Ponce la estación final. (coro)

La Tragedia del 7 de noviembre de 1944

Por Haydee E. Reichard de Cancio Especial para El Nuevo Día - 7 de diciembre de 1996, Por Dentro, página 116

Los titulares del periódico EL MUNDO, del ocho de noviembre de 1944, leían así: LOS POPULARES BARRIERON Y

ONCE MURIERON EN AGUADILLA; Tren quedó destrozado en un desnivel.

Entre los recuerdos de mi niñez se encuentra el haber ido con mi padre el Lic. Hector Reichard y mi hermano Hector Jr., en la mañana del ocho de noviembre hasta el lugar llamado el paso a nivel, en Cuesta Vieja de mi pueblo. La

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impresión que sentí en aquel entonces al ver el tren descarrilado, la atmósfera llena de humo, los muertos mutilados y heridos cubiertos de sangre, es lo que me ha motivado a escribir este artículo cincuenta y dos años más tarde.

El día siete de noviembre de 1944 se iban a celebrar las elecciones generales en Puerto Rico. Muchos de los electores que votaban en la Isla habían tomado el tren Núm. 3 a las nueve de la noche de ese lunes en San Juan.

Según se iba deteniendo el tren en las estaciones de la ruta aumentaba el número de pasajeros. El tren, que traía una hora de atraso, se detuvo en el desvío Jimenez, de Aguadilla, cerca de las dos de la mañana para cambiar de maquinista y fogonero con los del tren Núm. 4 que iban para San Juan. El taller de Mayagüez había enviado a Jose Antonio Roman, de Mayagüez, para que terminara la jornada hasta Ponce. El señor Roman, quien era maquinista de tren de carga, no tenía ninguna experiencia con trenes de pasajeros. La máquina Núm. 72 llevaba seis

coches con cientos de pasajeros quienes iban a ejercer ese día su derecho al voto y soldados que se encontraban estacionados en Borinquen Fields, y dos vagones de carga.

A eso de las 2:20 de la madrugada del 7 de noviembre, el tren Núm. 3 comenzó a bajar por el sector Cuesta Vieja de Aguadilla a una velocidad exagerada, cuando de repente, al llegar al lugar conocido como el paso a nivel, se le vio descarrillarse, y estallar al saltar la vía. Seguidamente un vagón de carga se incrustó en uno de los coches de pasajeros. De acuerdo con el informe del Jefe de la Policía, Guillermo Arroyo: "se destrozó la máquina, el

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vagón de expreso y tres vagones de segunda clase".

En otro parte de prensa el señor Oscar Valle escribió para EL MUNDO, "la máquina sufrió una terrible explosión al descarrilarse y el impacto fue tan fuerte que tres vagones quedaron convertidos en fantástico montón de escombros".

Dieciséis personas murieron y casi cincuenta personas resultaron heridas al descarrillarse el tren.

Mario Valentin Ruiz, de Mayagüez, fogonero de la máquina accidentada, fue entrevistado por el señor Oscar Valle, corresponsal del periódico El Mundo en Aguadilla, y relató lo siguiente antes de morir a causa del accidente: "Era imposible reducir la velocidad, y menos cuando empezaba a descender la cuesta".

Tan pronto ocurrió el desastre se escucharon las campanas de la Alcadía y de la Iglesia pidiendo ayuda de la ciudadanía. Mientras tanto los vecinos del sector Cuesta Vieja comenzaron a ayudar a sacar a los heridos. Muchos pusieron a su disposición sus vehículos como lo fue don Jose (Cheo) Cortes, que en su guagüita llevó a varios de los heridos al Hospital de Distrito de la localidad. Allí el galeno aguadillano y entonces director del Hospital, Raul R. Acosta y los doctores Fernando Vallecillo y Julio Gil se dieron a la triste, pero necesaria tarea de atender a los

heridos, Cuatro militares heridos fueron llevados al Hospital de Borinquen Fields (luego Ramey).

El señor Luis Fernandez Lourido, maquinista de la American Railroad Co. se encontraba durmiendo en su casa y al sentir la explosión saltó de la cama, tomó una locomotora en la estación y en minutos llegó al lugar de la tragedia. Allí ayudó a sacar las victimas de los escombros.

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Todavía hoy recuerda con exactitud aquella madrugada de 1944, insistiendo en que el error fue del taller de Mayagüez, al enviar a un maquinista inexperto. Añade que siente una gran satisfacción porque por tres días condujo la máquina del socorro.

Esa noche en el tren viajaba doña Obdulia Ramos, de Hato Rey, quien salvó a su pequeño hijo, Hipolito Rodriguez, al lanzarlo al balcón de doña Dominga Mendez contiguo a la vía. Cuenta doña Carmen Cruz Vda de Cortes que el niño

no sufrió daños al caer y que luego fue llevado al hospital donde la enfermera Julia Ortiz cuidó de él y la madre.

En otro incidente similar don Pedro Antonio Gonzalez quedó atrapado al descarrillarse el tren, sufriendo una fractura en un pie. Al ver que su esposa Lydia Torres estaba atrapada por una viga, y su hijito de ocho meses no podía salir, rompió el cristal de la ventana con el puño logrando sacar al niño y se lo entregó a una señora que estaba cerca.

Volvió don Pedro Antonio a arrastrarse para poder salvar a su esposa y tan grande fue el esfuerzo por levantar la viga que la presionaba, que perdió el conocimiento. Minutos más tarde la brigada de rescate llegó al lugar y la familia fue llevada al Hospital de Distrito.

Existe otra historia que recibimos de don Luis Fernandez que cuenta así: "Recuerdo a una criatura de un año. La encontramos con vida en unos arbustos. La madre viajaba

hacia Sabana Grande y cuando vio que iba a morir, la lanzó por la ventana siendo más tarde encontrado el cadáver de aquella valiente mujer del coche 2". No hemos podido encontrar el nombre de la valiente madre ni el de la niña. Sin embargo, doña Ligia, esposa de don Luis, me comentó que una vecina le dijo que hacía poco la niña había estado por Aguadilla.

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American Railroad Station

San Juan, PR (1915-20)

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El 20 de septiembre de 1953 cesaron las operaciones de la American Railroad Co. en Puerto Rico. Creo que el Gobierno de Puerto Rico cometió un gran error al terminar con este medio de transportación que era de tanta utilidad para los puertorriqueños. El haber vendido al sector privado los

terrenos del pueblo de Puerto Rico fue otro gran error. Muy bien esas vías podían utilizarse hoy día con trenes modernos para llevar pasajeros y carga alreadedor de la Isla. Hoy, 43 años más tarde, se habla de un tren urbano para la zona metropolitana por la congestión de tráfico que existe allí. Pero

comento yo: ¡qué bien nos vendría a nosotros, los llamados de La Isla, el tener todavía nuestro ferrocarril para movernos por la isla y para ir a San juan, aun cuando: "La máquina patinaba cuando salió de San Juan. . . y en Aguadilla volvió a patinar".