Mural de la iglesia de San Juan Bautista en el río Jordán que muestra el nacimiento de Jesucristo
d e l a s C u l t u r a s d e l M u n d o
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Vol. VI, número 57, 1o de marzo de 2010. CEDICULT Director: Leonel Durán Solís
En este número:
◊ Carlos Montemayor, hombre de letras
◊ Vislumbres de Oceanía
◊ Le Clézio, en busca de otros mundos
◊ Museo de Arte Asiático de San Francisco
◊ Exterminio de un pueblo indígena en la India
Carlos Montemayor (1947-2010)
El Centro de Estudios sobre la Diversidad Cultural
lamenta profundamente el fallecimiento del maestro
Carlos Montemayor
miembro del Comité Asesor de este Centro
y amigo del Museo Nacional de las Culturas.
Instituto Nacional de Antropología e Historia
México, D.F., a 1o de marzo de 2010.
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
El también traductor se definía a sí mismo como alguien con “vocación
por la clandestinidad, cultural, literaria y social”, por interesarse en la
situación indígena y en los movimientos guerrilleros.
El escritor Carlos Montemayor, premio Nacional de Ciencias y Artes 2009,
falleció, tranquilo y sin sufrimiento, este domingo a las 3:35 de la madrugada,
luego de ardua batalla contra el cáncer que lo aquejó los últimos meses. Estuvo
siempre acompañado por su familia: Susana de la Garza, esposa; Victoria,
Alejandra, Jimena y Emilio, sus hijos.
De acuerdo con sus deseos, no se realizaron funerales, fue cremado ayer
mismo y sus cenizas llevadas por la tarde a la Academia Mexicana de la Lengua,
donde recibió una emotiva despedida de colegas, amigos, familiares y, sobre
todo, de aquellos que compartieron con él sus ideales.
Escritor, ensayista, poeta, tenor, puntual crítico de la política social y cultural
del país, nació el 13 de junio de 1947, en Parral, Chihuahua, donde desde la
infancia cultivó gran amistad con escritores como Víctor Hugo Rascón Banda
(1948-2008) e Ignacio Solares, quien suele recordar la anécdota de un pulcro
niño Montemayor que llegaba a jugar con ellos, con un par de relucientes
pistolas de juguete, negándose a hacer pasteles de lodo y pidiendo en cambio:
“¿no tienen un poco de ese material masticable que tienen en la boca que me
conviden?”, en lugar de “chicle”.
“Este cuate seguro será académico de la lengua”, bromeaban entonces
sus amigos. No se equivocaban. Su pasión por la sonoridad no sólo del habla
castellana, sino de los diversos idiomas indígenas de América, llevó al ensayista
a ocupar un lugar en la Academia Mexicana de la Lengua, en la Real Academia
Española y a ser un incansable promotor de la poesía maya, zapoteca, náhuatl,
guaraní y totonaca, entre otras.
Semblanza
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Referente de análisis social
Estudió la licenciatura en derecho y la maestría en letras iberoamericanas en
la Universidad Nacional Autónoma de México. Posteriormente se inscribió en
estudios orientales en El Colegio de México. Fue catedrático en la Universidad
Autónoma Metropolitana. Su vocación por difundir sus hallazgos literarios lo
llevó a publicar en la revista El Tiempo; en Diorama de la Cultura, del periódico
Excélsior, en Revista de Bellas Artes, y en Revista de la Universidad de México.
Sus novelas, crónicas y ensayos acerca de diversos movimientos sociales son
referente para analizar el contexto y la actualidad en torno a fenómenos como
las guerrillas y los levantamientos indígenas. Entre esos títulos se encuentran:
Chiapas, la rebelión indígena de México (1998); La guerrilla recurrente (1999);
Rehacer la historia (2000).
En cuentos como Las llaves de Urgell (1971), Premiá, 1983, Diana, 1990, y
en ensayos como Los dioses perdidos (1979) y El oficio literario (1985), aborda
de manera puntual la vida y problemáticas indígenas.
Hacia 1983 Carlos Montemayor, también amante cultivador del bel canto,
se sintió fascinado por la dimensión cultural, política y social de las lenguas
indígenas, en las que descubrió similitudes tanto métricas como vocales con el
griego clásico. “Para mí fue deslumbrante, pues en lugar de hacer deducción
teórica me permitía enfrentarme con lenguas vivas, por ejemplo el zapoteco,
una de las más melódicas y musicales por sus estructuras tonales y silábicas”,
expresó en diciembre pasado en entrevista con La Jornada.
En aquellos años, el narrador participó en el proyecto que tenían en la
Dirección General de Culturas Populares (dependiente de la Secretaría de
Educación Pública) respecto del trabajo en comunidades indígenas.
En 2007, el Fondo de Cultura Económica publicó el primer volumen de sus
Obras reunidas, en el cual se incluyen dos de sus novelas más emblemáticas:
Guerra en el paraíso (1991) y Las armas del alba; en la primera narra las
vicisitudes de Lucio Cabañas.
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
Activista y luchador
Cuando joven, Carlos Montemayor presenció en su natal Chihuahua “la fuerza
de un movimiento campesino que se extendía por todo el estado y que abarca-
ba algunas zonas de Durango y Sonora. La mayor parte de los líderes campe-
sinos eran de la sierra; algunos, profesores normalistas rurales que trabajaban
muy activamente en la gestión ante las autoridades de la Reforma Agraria”,
relató a este diario.
Agregó que “a principios de los años 70 algunas compañías privadas dieron
inicio a una serie de despojos de tierras que provocó la reacción inmediata de
los campesinos y paulatinamente la conformación de una fuerza organizada.
Carlos Montemayor con Leonel Durán
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El mayor contingente formó parte de la Unión General Obrero Campesina de
México, que en ese momento dirigía Jacinto López.
“Estas movilizaciones en defensa de predios y contra las invasiones fueron
creando un clima de tensión social muy importante en Chihuahua. Cuando era
adolescente, en Parral y en la regiones cercanas a mi ciudad, llegué a conocer
el movimiento.
“Cuando me fui a estudiar a la Universidad de Chihuahua, entré en
contacto con los cuadros políticos y frentes campesinos que me permitieron
conocer más de cerca este proceso social. En esa época varios amigos míos,
muy jóvenes, se radicalizaron y tomaron las armas.
“Ellos constituyeron el primer movimiento guerrillero en México después de
la revolución cubana. Desarrollaron varias acciones, que narro en Las armas del
alba. La acción armada más notable de ellos ocurrió el 23 de septiembre 1965;
esa mañana intentaron tomar por asalto el cuartel militar de Ciudad Madera.
“Desde hacía más de un año yo radicaba en la ciudad de México, por lo
que desconocía que ellos habían entrado en la clandestinidad. Cuando me
enteré del ataque y vi las fotos de algunos cadáveres de mis compañeros me
sacudí, pero sobre todo, me estremeció el tipo de información oficial sobre
ellos: los trataron de gavilleros, de delincuentes, de pistoleros, de robavacas.
“Eso fue lo que más me afectó, porque a mí me constaba su honestidad, su
limpieza, su integridad, su militancia, su generosidad. Esta impresión de cómo
una versión oficial puede destruir tan brutalmente la verdad de la vida humana
me marcó para siempre.”
Así surgió el compromiso de Montemayor de contrastar las versiones
oficiales con las realidades social y humana, tanto como analista político en
artículos publicados los años recientes en La Jornada, y como investigador e
historiador.
El también traductor se definía como “especialista en cuestiones
clandestinas”, también por su interés en la cultura clásica, latinista y helenista,
“temas que no le interesan a nadie, pero que están en el subterráneo de
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
nuestra cultura occidental. Las cuestiones indígenas son también algo oculto y
subestimado, y los movimientos guerrilleros están también en el subterráneo
de la conducta social, de manera que puedo decir que tengo vocación por la
clandestinidad, cultural, literaria y social”.
Como activista político y luchador social jugó un papel relevante. En este
ámbito, su más reciente participación fue como integrante de la extinta Comisión
de Mediación entre el gobierno federal y el Ejército Popular Revolucionario,
para investigar el paradero de dos desaparecidos políticos.
Sus últimas obras
En diciembre recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de
Literatura y Lingüística. A falta de un discurso oficial de los galardonados, la
prensa rodeó durante la premiación a Montemayor para que hiciera un breve
diagnóstico sobre el clima social y político que vive el país.
El escritor respondió: “México vive en un estallido constante, en el que la
pobreza, la inestabilidad, el desempleo, la desnutrición, el crimen organizado
están armando un país indeseable para todos; en 2010 solamente pueden
empeorar las cosas”.
–¿Prevé alguna alianza entre fuerzas criminales (el narco) con grupos de lucha
social? –se le preguntó.
–No, ninguna. Son mercados distintos, son objetivos distintos, organizaciones
diferentes, dinámicas totalmente divergentes.
–¿Ningún riesgo?
–Ningún riesgo en especial, más que los que tenemos ya, que son el desem-
pleo, la miseria, la depresión, el empobrecimiento. Ésos son los graves riesgos
que estamos viviendo y que no hemos podido solucionar.
Respecto de los planes que tenía el poeta, había bromeado con que com-
praría (con el monto de su premio) un rancho y cabezas de ganado en su tierra
de Chihuahua, “para no hacer nada más que ponerme a escribir”.
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Un par de discos donde hace gala de su voz de tenor que serán editados
en breve, y el nuevo libro La violencia de Estado en México, del cual La Jornada
ofreció un adelanto el viernes pasado (y que comenzó a circular en librerías el
martes 2 de marzo), así como la novela Las mujeres del alba (todavía sin fecha
de publicación), son los trabajos más recientes con los que Carlos Montemayor
se despide de una sólida, plena y vigorosa vida intelectual.
Fuente: La Jornada/Editado por el Correo
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
Ustedes tienen gran talento, escriben en dos idiomas –explico poco antes
de que termine la conversación–. Pero cuando hablamos, también lo
hacemos con el movimiento de nuestras manos, de nuestros hombros, de
nuestros ojos. Al escribir, en cambio, no hay manera de utilizar el cuerpo ni la
voz. Por eso escribir es una cosa y hablar otra. Cuando ustedes transcriban con-
versaciones, deben corregirlas para que sean textos claros. Escribir es mostrar lo
mejor y más puro de nuestro idioma. Porque ustedes deben ser principalmente
útiles para su lengua, no traductores al español. Un escritor debe ser capaz de
entender muchas cosas en su idioma. Debe ser capaz de distinguir lo correcto,
pero también de percibir lo mejor. Lo uno se logra por la gramática; lo otro por
el conocimiento del ritmo. Uno es sintaxis; otro es ritmo. Uno es idioma correc-
to; otro es literatura. Si la lengua española no hubiera tenido libros importantes
en leyes, en poesía, en religión, en historia, en relatos, no hubiera desarrollado
su literatura. También el chinanteco, el zapoteco o el mixe podrán hacerlo. Yo
me propongo compartir todo lo que sé para que ustedes desarrollen su trabajo
de escritores. Compartir todo aquello que un escritor debe saber; independien-
temente de que escriba en francés, español, griego, mixe o chinanteco. Porque
un escritor extranjero sabrá mucho de lo que conviene en su idioma; pero
ustedes sabrán lo que conviene en el suyo. Deben asumir esta responsabilidad.
Palabras de Carlos Montemayor a promotores chinantecos, mixes
y zapotecos en Oaxaca
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(Cae el atardecer en Oaxaca. Son las seis de la tarde del 18 de agosto. Veo desde
mi habitación a los que caminan sin prisa por la plaza; a los que permanecen
quietos, ociosos, sentados en las bancas bajo los laureles, bajo la frescura del
aire humedecido de una próxima lluvia. Miro a dos muchachas indígenas con-
versando con un joven de camisa roja; una de ellas tiene una falda como Neyva,
que es blanca con rayas azules. Escucho el sonido del agua de la fuente, nítido,
sin dificultad, a pesar de la música que empieza a escucharse del otro lado de
la plaza, desde el templete situado frente a la Catedral, donde se prepara ya la
audición municipal nocturna. Siento la tarde en Oaxaca. Siento el sabor de la
cerveza y del mezcal tratando de aliviar el calor del ya lejano mediodía. Ahora
escribo con la sensación de estar en un sitio donde sé que verdaderamente no
estoy de paso. Donde sé que la euforia que me invade pertenece a un mismo,
inmenso sitio de donde manan regiones enteras, de donde mana un confuso
sentimiento de ser también esto, de que ellos son también yo, de que esta vida
fluye en un mismo e inmenso cuerpo que nos comprende, que nos explica.
Estoy aquí, sin estar lejos de ningún sitio que amo, sin estar lejos de la tierra
caliente del norte que amo, sin estar lejos de El Mogor, sin estar lejos de Villa
Blanquita, sin estar lejos de mis desiertos, sin estar lejos de los lugares, de los
cuerpos, de los quietos e inmortales sitios que amo.
Carlos Montemayor
Fragmentos del libro Encuentros en Oaxaca, Ed. Aldus, México, 1995.
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
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Etnografía
VISLUMBRES DE OCEANÍALos ancestros
Pueblos del agua, gente de las islas.
Los ancestros son figuras centrales en las cosmologías de Oceanía. En las
sociedades jerárquicas, donde se establece el rango siguiendo la genealogía,
la situación de cada individuo está determinado en gran medida por la de sus
antepasados. El mana, o la eficacia personal, es heredada de generación en
generación, aunque es preciso demostrarlo con gestos y acciones. De hecho,
el mana deriva de los dioses, ellos mismos percibidos como remotos ancestros.
En las sociedades del Pacífico más estratificadas, como las de Hawai, Tahití
y Tonga, un continuum gradual, basado en una precedencia genealógica
existía entre los dioses y la gente. Los individuos de los que se podía trazar la
genealogía, desde el primogénito hasta ancestros fundadores o de los dioses,
tenían el derecho a ser jefes o usar títulos altos (yo). Aunque la mayoría de
las sociedades del Pacífico reconocen la importancia de los ancestros
masculinos y femeninos, la filiación masculina prima con frecuencia sobre
la filiación femenina.
Los nombres de los antepasados importantes fueron utilizados a menudo
en la entronización de los jefes. Los más altos cargos en sociedades jerárquicas
se consideran similares a los dioses antes que a seres humanos, y la gente les
otorgaba una respetuosa devoción mezclada de temor. Sus cuerpos fueron
tabú y se mantuvieron fuera del alcance de la población. El nacimiento, el
matrimonio y la muerte de estos dignatarios se hacían acompañar de elabo-
rados rituales. Las ofrendas propiciatorias a los dioses más influyentes a veces
requerían sacrificios humanos para obtener su favor o para aplacar su ira. En
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
las sociedades jerarquizadas los sacerdotes eran capacitados para oficiar en las
más importantes ceremonias dedicadas a los dioses, simbólicamente asocia-
das con el mar o con el cielo.
Los espíritus ancestrales desempeñaban también un papel predominante
en las sociedades del Pacífico. En las sociedades menos estratificadas, actua-
ron a menudo de manera más directa que los dioses en cuanto al estableci-
miento del orden en el mundo social. Bajo la forma de fantasmas, apariciones
y fuerzas invisibles, estos espíritus intervenían regularmente en los asuntos
humanos. Causaban y curaban enfermedades, manejaban las almas de los
vivos y podían causar su muerte, propiciando la buena o mala fortuna a sus
descendientes o permitiendo o impidiendo cosechas abundantes, etc. Era
importante para aplacar a los espíritus ancestrales ofrecer sacrificios (sobre
todo cerdos), oraciones, ceremonias de kava y la ofrenda de las primicias de
frutos u otros rituales en los templos. Para ello se erigieron las casas de los
espíritus, o relicarios, que contenían reliquias de algunos antepasados. En
algunos lugares, los espíritus ancestrales eran también fuentes de poderes
mágicos y proveedores de presagios.
Además de los lazos de sangre, los antepasados son comúnmente aso-
ciados con lugares específicos. Sus descendientes siguen bien conectados
espiritualmente a las tierras que aquellos ocupaban. Las emplazamientos de
las casas donde vivieron los antepasados, las tumbas y cementerios donde
descansan, y la tierra que les daba sus alimentos siempre tienen un significado
especial para los pueblos de Oceanía. Ellos están en el corazón del sentido de
la identidad de un pueblo y las comunidades de parientes. La creencia de que
el cuerpo de un individuo es el producto de las sustancias proporcionadas por
sus antepasados (semen, sangre) y de los alimentos que obtiene de tierras
ancestrales está muy extendida en Oceanía. Los vínculos con los antepasa-
dos eran a menudo reforzados por las creencias totémicas —por ejemplo, la
sinergia con las aves— que unían, de manera simbólica y ritual, los linajes a
sus fundadores.
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Con frecuencia los antepasados actuaban como espíritus guardianes,
siempre que sus descendientes se adhirieran a la costumbre (kastom) y los
trataran adecuadamente. Por contra, podrían causar estragos entre los des-
cendientes que violasen los tabúes (por ejemplo, la prohibición del incesto o
de la menstruación), los que olvidasen darles ofrendas o que propiciaran la
disensión dentro de los lineamientos. Los individuos invocaban a los espíritus
ancestrales para asestar una maldición a algunas personas, incluyendo a sus
familiares, que habían ofendido de alguna manera. Que alguien quedara
estéril era una maldición común: se imploraba a los espíritus ancestrales que
negara a esa persona la capacidad de procrear y convertirse en un ancestro
venerado. Los antepasados podían además ser llamados para hacer cumplir la
justicia o corregir las inequidades. Eran también importantes en los movimien-
tos políticos, tales como los cultos del cargo.
Los antepasados desempeñaban un papel central en las ceremonias. En
muchas sociedades del Pacífico, son representados por estatuas, máscaras,
tablas votivas e iconos de las distintas categorías. También pueden ser repre-
sentados en las danzas ceremoniales, o bien, ser honrados y atraídos por
canciones, cantos y melodías tocadas en flautas ceremoniales, especialmente
durante los ritos de iniciación. En este aspecto, los funerales revisten mucha
importancia, ya que marcan la transición entre la tierra de los vivos y el más
allá. Por lo general, van acompañados con la preparación de una fiesta en
la que se intercambian objetos de valor, como alfombras, tapas y monedas
hechas de conchas de crustáceos.
http://www.oceanie.org Traducción del francés de Mariano Flores Castro
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Libros
Le Clézio, en busca de otros mundospor José María Guelbenzu
Mondo y otras historias
J.-M. G. Le Clézio
Traducción de Vera Waksman
Tusquets. Barcelona, 2010
Cuando en 1963 se publica en Francia El atestado, nadie hubiera podido
imaginar el rumbo que tomaría la carrera literaria de Jean-Marie Gustave Le
Clézio. Sus tres primeras novelas estaban en la onda del experimentalismo
iniciado por los representantes de la “escuela de la mirada” y Le Clézio
aparecía como un epígono de aquel grupo, con especial referencia a Michel
Butor. Sin embargo, tras El diluvio (primera novela suya publicada en España,
de la mano de Carlos Barral) y La fiebre cambió la dirección del viento.
Hasta entonces su escritura estaba ceñida al mundo urbano-tecnológico y su
peso sobre el hombre contemporáneo. La objetivización del punto de vista
practicado por aquel grupo parecía un aliado perfecto para expresar esa
sociedad, que Le Clézio detestaba, con la ayuda de elementos añadidos a la
escritura, desde la tipografía hasta la fragmentación (que, por cierto, hoy se
presenta en España como de la gran invención del momento) e, incluso, la
utilización del collage, otra técnica bien experimentada ya en las vanguardias
de comienzos del siglo XX.
La dirección del viento cambió para Le Clézio en 1969, cuando decide huir
de esa civilización en busca de horizontes más puros. La veleta que marca
el nuevo rumbo es El libro de las huidas. Nuestro autor se convierte en un
errabundo que viaja de un continente a otro en busca de otros espacios y
otras formas de vida, lo que le llevará por un camino que podríamos definir
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como iniciático hacia una búsqueda de sabiduría cósmica, un encuentro del
hombre con su exterioridad a través de la Naturaleza que lo devuelva a sí
mismo, a su esencia. En cierto modo, una especie de misticismo panteísta que
puede incluso llevarle a planteamientos cercanos a la utopía. Todo ello, sin
concesiones a la simpleza que amenaza a menudo a estos planteamientos:
las fuerzas de la Naturaleza con las que trata son hermosas, vitales, pero
también terribles.
Mondo y otras historias reúne una serie de relatos que tienen por común
denominador el que sus protagonistas sean niños. Los niños, como los
animales o las tormentas, pertenecen simbólicamente a la Naturaleza en la
medida que están apenas contaminados por el proceso de civilización. Los
de estos cuentos pertenecen a su vez a espacios abiertos o ciudades de otro
tiempo. Los lugares donde transcurren las historias son abiertos y elementales,
descarnados, con preferencia por el desierto, que es una constante en su
obra. De hecho, Le Clézio es mauriciano y aunque criado en buena parte en
Francia, el relato El africano, donde habla de su padre y su vivencia africana,
deja bien a las claras el origen de sus preferencias por el paisaje selvático,
desértico o de la sabana.
Aunque no vienen fechados, deduzco que todos los cuentos son posteriores
a la aparición de uno de ellos, Lullaby, de 1970. De hecho, la comparación
entre éste y Mondo da la tónica del volumen, irregular, pero que contiene
al menos tres relatos magistrales. Digo irregular porque el riesgo que corre
permanentemente el autor con estos textos es el de idealizar el mundo de los
niños. En Mondo, por ejemplo, el niño que aparece como por arte de magia
en un poblado vive en la calle y es un dechado de pureza, resulta finalmente
tan candoroso como cargado de buenas intenciones el autor. En cambio,
Lullaby, Alia o Pequeña Cruz son personajes mucho más interesantes. De
hecho, Le Clézio los utiliza para saltar del mundo real al mundo imaginario, y
esta doble visión a veces puede resultar un tanto forzada. Cuando el personaje
soporta el salto, el relato brilla a gran altura, como es el caso del espléndido
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
Lullaby o de la historia de Daniel Simbad, cuyo acierto soberbio es el de
encerrarla entre dos momentos de realidad: los de los compañeros del colegio
que se preguntarán siempre por él, tanto al comienzo como al final, creando
un contraste expresivo excelente. Este sistema de inserción de un núcleo en
otro lo repite en Hazarán, con la historia de Trébol dentro del relato de Alia.
La presencia de la Naturaleza es constante y su descripción, tanto en la
realidad como en lo imaginario y en la ensoñación, está cargada de color, de
rudeza, de austeridad y de sensualidad, de accidentes geográficos, colores
y sensaciones que, salvo en los casos en que la idealización de los mundos
soñados o intuidos los dirige hacia la abstracción, muestran una presencia
poderosísima. Ejemplo de poderío es el relato último, Los pastores, una
verdadera obra maestra en la que se resume lo mejor de esta segunda etapa
literaria del escritor errante y viajero en busca de otros mundos, otras culturas,
otros espacios de vida que oponer al modo de conocimiento obligado por la
civilización occidental. Pero todos estos relatos tienen otro punto en común,
aún más interesante: el deseo primordial del autor de captar el mundo con
ese golpe de asombro con que el niño abre los ojos a lo que le rodea.
De resultas de su actitud, puede pensarse que Le Clézio es un autor
titubeante que acaba por no definir su campo de acción. Craso error: Le
Clézio es un buscador y un aventurero de la literatura. Su diversificación es
producto del deseo de saber, el más poderoso estímulo de un escritor; desde
la itinerancia (Viaje a Rodríguez) a lo biográfico (La música del hambre, El
africano), desde la fascinación por las culturas perdidas u olvidadas (Desierto)
al relato utópico (Urano), Le Clézio nunca ha dejado de ser fiel a sí mismo a
través de la diversidad.
Fuente: Babelia-El País
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Museos
Museo de Arte Asiático, San Francisco
Este museo tiene una de las colecciones más completas de arte
asiático en el mundo. Abarcando 6,000 años, su alcance y ampli-
tud permiten al museo proporcionar una introducción a todas las
grandes tradiciones del arte y la cultura asiáticos. Bien conocido en el
mundo académico, la colección contiene objetos raros y excepcionales
a los que a menudo se hace referencia en revistas y libros de texto.
La colección incluye aproximadamente 17,000 objetos que van desde
pequeños jades hasta monumentales esculturas, pinturas, porcelanas y cerá-
micas, lacas, textiles, muebles, armas y armaduras, títeres, y la cestería.
Alrededor de la mitad de los objetos de la colección del museo fueron
donados por el empresario de Chicago Avery Brundage en la década de 1960,
que sirvieron como impulso inicial para la fundación del museo. Su contribu-
ción incluye algunos de los objetos más célebres del acervo, incluyendo un
Buda de bronce dorado de fecha 338 –el más antiguo Buda fechado de China
en el mundo y con frecuencia citado como un ejemplo de libro de texto ssobre
arte budista chino.
Las galerías de la colección del museo en las plantas segunda y tercera
presentan más de 2,500 obras de arte y ofrecen una introducción general a
todas las grandes culturas de Asia. Las galerías de la colección se dividen en
siete regiones geográficas: Asia del Sur, el Mundo Persa y Asia Occidental y
el Sudeste de Asia, el Himalaya y el Mundo Budista Tibetano, China, Corea
y Japón. Presentes en todas las galerías hay tres temas principales: el desa-
rrollo del budismo, el comercio y el intercambio cultural y las creencias y
prácticas locales.
Fuente: www.asianart.org
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Museos
200 Larkin Street, San Francisco, CA 94102, United States Tel.(415) 581-3500
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Exterminio de un pueblo indígena de la India
El último miembro de un pueblo
indígena único ha muerto en las
Islas Andamán de la India. Boa
Sr, que murió la semana pasada
a la edad de 85 años, era la
última persona que hablaba
“bo”, una de las diez lenguas
granandamanesas. Se cree que
los bo llevaban viviendo en las
Islas Andamán unos 60,000
años, lo que les convertía en
los descendientes de una de las
culturas humanas más antiguas
de la Tierra.
Boa Sr era la más anciana de los granandamaneses, de los que ya úni-
camente sobreviven 52 personas. Los granandamaneses procedían origina-
riamente de diez pueblos indígenas diferentes. Cuando los británicos colo-
nizaron las Islas Andamán en 1858, los granandamaneses sumaban 5,000
personas. La mayoría fueron asesinados o murieron por las enfermedades
que trajeron consigo los colonizadores.
Tras no lograr “pacificar” a los pueblos indígenas por medio de la violen-
cia, los británicos intentaron “civilizarles” capturando a muchos de ellos y
manteniéndoles en lo que se conocía como “Hogar Andamán”. De los 150
niños que nacieron en este lugar ninguno vivió más de dos años.
Genocidio
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
Los granandamaneses supervivientes dependen en gran medida de los
alimentos y el cobijo que les proporciona el gobierno de la India. El abuso
del alcohol está extendido entre su población.
Boa Sr sobrevivió al tsunami que asoló Asia en diciembre de 2004. Según
comentó a los lingüistas: “Todos nos encontrábamos allí cuando sobrevino
el terremoto. Nuestros mayores nos dijeron ‘la Tierra podría partirse, no
corráis ni os mováis’. Los ancianos nos lo dijeron y así es como lo sabemos”.
La profesora lingüista Anvita Abbi”:http://www.andamanese.net/, que
conocía a Boa Sr desde hace muchos años, declaró tras su muerte: “Dado
que ella era la única persona que hablaba bo se encontraba muy sola, no
tenía a nadie con quien conversar… Boa Sr tenía un gran sentido del humor,
y su sonrisa y su carcajada profunda eran contagiosas.”
“No puedes imaginar el dolor y la angustia que he sentido cada día al
ser el único testigo mudo de la pérdida de una cultura excepcional y de una
lengua única.”
En una ocasión Boa Sr le comentó a Abbi que sentía que sus vecinos, los
indígenas jarawa que no han sido diezmados, tenían suerte de vivir en su
bosque alejados de los colonos que ahora ocupan buena parte de las islas.
Fuentes internas a Survival han manifestado: “Los granandamaneses
fueron masacrados, en primer lugar, y después exterminados por completo
por políticas paternalistas que les asolaron con epidemias de enfermedades
y les robaron su tierra e independencia. Con la muerte de Boa Sr y la extinción
de la lengua bo, una parte única de la sociedad humana ya es sólo un recuer-
do. La muerte de Boa es un deprimente recordatorio de que no debemos
permitir que esto les suceda a otros pueblos indígenas de las Islas Andamán.”
Fuente: www.survival.es/noticias/
Genocidio
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INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA
DIRECTOR GENERALALFONSO DE MARIA Y CAMPOS CASTELLÓ
SECRETARIO TÉCNICOMIGUEL ÁNGEL ECHEGARAY
SECRETARIO ADMINISTRATIVOLUIS IGNACIO SAINZ CHÁVEZ
COORDINADORA NACIONAL DE MUSEOS Y EXPOSICIONESMIRIAM KAISER
DIRECTOR DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURASY DEL CORREO DE LAS CULTURAS DEL MUNDO
LEONEL DURÁN SOLÍS
ÉSTA ES UNA PUBLICACIÓN DELCENTRO DE ESTUDIOS SOBRE LA DIVERSIDAD CULTURAL (CEDICULT)
DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS
EDITORMARIANO FLORES CASTRO
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS POR LOS RESPECTIVOS AUTORES DE LOS ARTÍCULOS, NOTAS Y FOTOGRAFÍAS.
MÉXICO, D.F., 1O DE MARZO de 2010.
Directorio