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Una de las mayores dificultades que la arqueolo-ga afronta es proponer una reconstruccin genuinade los pueblos que nos antecedieron, pues para lo-grarlo examina edificios y objetos incompletos quehan resistido al paso del tiempo o a la obra destruc-tiva del ser humano. Los arquelogos son conscien-tes de estas limitaciones, pero pese a ellas se han es-crito numerosas sntesis sobre el Per prehispnico.Como se recordar, Felipe Guaman Poma de Ayalapropuso en su obra El primer nueva crnica y buengobierno una versin sobre los pueblos que ocupa-ron Per antes del Tahuantinsuyo.
Las sntesis sobre el Per antiguo son ventajosasen diversos sentidos, en la medida que ofrecen in-formacin de conjunto y global. En el siglo pasadostas fueron escritas por viajeros ilustrados en ma-teria geogrfica e histrica, incluyendo en sus des-cripciones sobre flora, fauna y recursos naturales engeneral, lo referente a los monumentos arqueolgi-cos. Este ltimo aspecto fue tratado en el contextode un inters orientado a poner de relieve aquellasruinas que se consideraba espectaculares. Las des-cripciones abundan y hoy en da son fuente de con-sulta obligada pues una cantidad no precisada derestos prehispnicos ha desaparecido en los ltimos100 aos.
Ral Porras Barrenechea en su libro Fuentes his-tricas peruanas, publicado en 1954 y reeditado en1963 por la Universidad Nacional Mayor de SanMarcos, destaca que la tarea arqueolgica en el sigloXIX consista en recoger objetos representativos porsu belleza para enriquecer los museos de Europa.Pero tambin reconoce que a pesar de la falta depreparacin y el apresuramiento de los viajeros,existen apreciables aportes sobre el Per prehisp-nico, constituyendo trabajos pioneros.
En efecto, fue una labor precursora que antece-di a M. Uhle, figurando en este contexto la obra deMariano Eduardo de Rivero, quien en coautora conJ.J. Tschudi, public en 1851 Antigedades perua-nas, que se convirti en texto de consulta en la se-gunda mitad del siglo XIX.
Clements R. Markham agreg a sus estudios so-bre el quechua, los relacionados con la arqueologa,en especial del Cuzco imperial, en su obra A Journeyof the Ancient Capital of Peru, editada en 1856 en Londres.
William Bollaert a su vez contribuy con Anti-quarian, Ethnological and other researches in NewGranada, Equador, Peru and Chile, with observationson the pre-incarial and other monuments of Peruviannations, editado en Londres en 1860. Thomas J.Hutchinson public por su parte Two Years in Peruwith Exploration of its Antiquities en 1873, Londres.
No podemos dejar de mencionar las excavacio-nes de A. Stubel y W. Reiss en Ancn, publicadas enBerln en 1880-1887. El primero adems estudiTiahuanaco y juntamente con Uhle, quien an noconoca Amrica, publicaron en 1892 Die Ruinens-taette von Tiahuanaco. En 1880 apareci en Pars unamplio e ilustrado estudio de Charles Wiener, par-ticularmente sobre aspectos etnogrficos, arqueol-gicos y lingsticos de Per y Bolivia. Segn Porras,fue el primero en sealar la existencia de MachuPicchu y Huayna Picchu, basado en testimonios querecogi en 1876 de pobladores de la regin.
Otro estudioso que lleg en 1892 fue AdolfoBandelier, un suizo que adopt la nacionalidadamericana y que se form con L.H. Morgan. A dife-rencia de la mayora de sus contemporneos, Porrasle reconoce el mrito de tener un excelente conoci-miento de las crnicas sobre el antiguo Per. Sus es-fuerzos se concentraron en el Altiplano peruano-boliviano, Tiahuanaco (Tiawanaku), pero tambindedic su tiempo a otros lugares tales como la cos-ta central, costa norte, Chachapoyas y Chavn.
Adems de los viajeros previamente menciona-dos, Porras dedica comentarios elogiosos a E. W.Middendorf y E. G. Squier. El primero se interesen aspectos lingsticos y arqueolgicos, publican-do en ambos casos amplios volmenes. Es destaca-ble su obra Per. Observaciones y estudios del pas ysus habitantes durante una permanencia de 25 aos,en tres tomos, originalmente publicada en Alemaniaentre 1893-1895 y reeditada en 1973 por la Univer-sidad Nacional Mayor de San Marcos. El citado au-tor reconoce en el primer prrafo de su prlogo alvolumen II que su recorrido por el Per de ese en-tonces signific tambin conocer sus monumentosarqueolgicos para as lograr un juicio acerca de lanaturaleza de la cultura de los pueblos que habanvivido antiguamente en esta regin. Middendorfno solamente reconoci la importancia de la costa
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en este contexto, sino tambin avizor la relevanciay el significado del centro ceremonial de Chavn deHuntar.
Anteriormente, en 1877, E. George Squier, uninvestigador calificado por muchos como el funda-dor de la arqueologa en EE.UU. de Amrica delNorte, public en Londres y Nueva York su obraPer. Incidents of Travel and Exploration in the Landsof the Incas, reeditada por la Universidad NacionalMayor de San Marcos en 1974 bajo el ttulo Un via-je por tierras incaicas. Crnica de una expedicin ar-queolgica (1863-1865). Estos estudios recibieron elbeneficio de su experiencia previa investigando losrestos arqueolgicos de Mississipi y su permanentecontacto profesional con el historiador WilliamPrescott, quien anteriormente haba publicado En-sayo sobre la civilizacin de los incas.
Squier no fue un improvisado en la materia yfundamentndose en los datos observados estabaconvencido de que en el Per existieron varias ci-vilizaciones separadas y distintas que precedierona los incas (Cap. I, pg. 3, versin castellana). Esigualmente significativo el reconocimiento deSquier de que la civiliza-cin de los antiguos pe-ruanos fue autctona yjunto a los mexicanos al-canzaron un alto nivel dedesarrollo con impo-nentes sistemas de go-bierno y religin (Cap.XXVII, pg. 307).
En las primeras dosdcadas de este siglo, M.Uhle y J. C. Tello publi-caron sus propias versio-nes sobre esta problem-tica, describiendo no so-lamente los rasgos msimportantes de la civili-zacin andina, sino tam-bin defendiendo enrgi-camente sus plantea-mientos. Uhle estuvoconvencido hasta el finalde su vida de que las cul-turas protoides del litoralderivaron de un troncomesoamericano. Tello,por su parte, deline underrotero este-oeste, des-de las tierras bajas de la
cuenca del Amazonas, hasta el litoral Pacfico, elcual fue extensamente explicado en 1921 y sucesi-vamente ratificado en 1929 y 1942.
Para la mayora de investigadores, ambos sonlos fundadores de la arqueologa cientfica en el Pe-r, aunque no faltan aquellos que conceden esemrito nicamente a J.C. Tello. Sin restar el aportede nuestro connacional, debe recordarse que M.Uhle inici sus estudios en territorio peruano, es-pecficamente en Ancn y luego en Pachacamac, apartir de 1896, despus de una temporada de 3aos en Bolivia y Argentina. Estos comienzos coin-ciden en parte con el debate en torno al evolucio-nismo clsico o unilineal y su inaplicabilidad a es-cala universal. Uhle estuvo en la otra orilla del evo-lucionismo clsico al propugnar el difusionismocomo la fuente del progreso social. Su posicin te-rica no debe sorprendernos pues tuvo un cercanovnculo laboral y profesional con A. Bastian, quienno solamente rechazaba el esquema generalizadorde L.H. Morgan, sino tambin fue fundador delMuseo Etnolgico de Berln. Uhle fue asistente deeste museo entre 1888 y 1891 y su misin cientfi-
ca a Amrica en no-viembre de 1892, paraestudiar el pas de losquechuas, fue precisa-mente diseada por A.Bastian.
J.C. Tello inici for-malmente sus estudiosarqueolgicos en el Pe-r en el ao de 1913, alser nombrado directorde la Seccin Arqueol-gica del Museo de His-toria Natural, al acom-paar a A. Hrdlicka paraestudiar los valles de lacosta central, desdeHuaral hasta Mala. Eseao tambin marca elpunto de partida con-cerniente a la preocupa-cin de J.C. Tello por di-fundir el legado del an-tiguo Per a travs de laenseanza en las aulasuniversitarias y por de-fender el patrimonio ar-queolgico. Curiosa-mente, M. Uhle ya no se
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Max Uhle, sinlogo alemn. Uno de los fundadores de laarqueologa cientfica en Amrica y en el Per (Fotografa
tomada de folleto publicado por el Museo de Arte).
encontraba en el Per, pues desde 1912 hasta me-diados de 1916 permaneci en Chile, excavando yorganizando un museo arqueolgico.
El fundamento de la propuesta de Tello descan-sa en el monogenismo entendido como una especiede creacin propia, nativa, en interaccin con lascondiciones particulares de los Andes. J.C. Tello lla-m por eso al Per regin geo-tnica, por cuantoes de suponer que un solo grupo tnico predomina lo largo de su territorio y a travs del tiempo. Porconsiguiente, advirti que las diferencias observa-das en los estilos alfareros no deben ser vistas comoparte de culturas independientes o exticas.
Ambos, Uhle y Tello, propugnaron modelos ba-sados en el difusionismo. Las investigaciones poste-riores demostraron que sus planteamientos no re-sisten la ms mnima verificacin pues: a) Mesoa-mrica y los Andes centrales son expresiones inde-pendientes; b) Chavn de Huntar es la culmina-cin, no el germen, de una experiencia sociopolti-ca preestatal; c) Chavn de Huntar adopt logroscosteos, sobre todo los diseos arquitectnicos enforma de U y los recintos circulares hundidos.
A las publicaciones de los fundadores de la ar-queologa en nuestro pas, les suceden numerosostratados sobre el antiguo Per, sea en forma de mo-
nografas sobre determinadas culturas o como sn-tesis monumentales que intentan delinear las prin-cipales caractersticas de la civilizacin andina,desde sus primeros pobladores hasta el presente. Adiferencia de los tiempos de Uhle y Tello, la di-mensin diacrnica se ha profundizado pues, comoveremos en el captulo correspondiente, existenvestigios que sobrepasan los doce mil aos deantigedad.
Paralelos a los estudios de J.C. Tello, figuran losde Rafael Larco Hoyle, cuyo inters por la costa nor-te se materializ en el estudio de todos sus valles,identificando estilos alfareros y culturas que se su-perponen a travs del tiempo, hasta los incas. Aun-que se le vincula principalmente con la cultura Mo-che, cuya secuencia alfarera no ha sido an rebatidaal final de este siglo, Larco tambin ha contribuidoal conocimiento del perodo Ltico gracias a sus des-cubrimientos de herramientas de piedra en Pampade Los Fsiles y Paijn, en la zona de Trujillo. Porotro lado, a diferencia de Uhle y Tello, Larco plan-te que la costa aport significativamente al desa-rrollo de la civilizacin andina.
Asimismo destacan otros investigadores, sobretodo arquelogos americanos, quienes simultnea-mente a los estudios de Tello y Larco, se interesaronen diversos temas y lugares del mundo andino. Al-fred L. Kroeber merece especial mencin, sobre to-do por su inters en la seriacin de las culturas, laformacin de peruanistas y sus balances sobre laproblemtica de los estudios prehispnicos expresa-dos en sus obras Peruvian Archaeology, y A Reapprai-sal of Peruvian Archaeology, publicadas en EE.UU.en 1942 y 1948 respectivamente. J.H. Steward edituna compilacin en 1946 titulada Handbook ofSouth American Indians. The Andean Civilizations,dos volmenes, con los auspicios de la SmithsonianInstitution. A su vez, W. Bennett y J. Bird publica-ron en 1949 la sntesis Andean Culture History.
En 1957, J.A. Mason public en Londres The An-cient Civilizations of Peru. En la dcada siguienteaparecen varias obras tales como Peru de G. H. S.Bushnell, publicado en 1963, en New York. En1967 E. P. Lanning public Peru Before the Incas y en1969 apareci en Lima el libro de L. G. LumbrerasDe los pueblos, las culturas y las artes en el antiguoPer, el cual ha sido reimpreso en idioma ingls.Ese mismo ao, F. Kauffmann public en Lima suManual de arqueologa peruana.
En la dcada de 1970 se editaron nuevos estu-dios sobre las culturas peruanas, figurando, en1971, el volumen II de An Introduction to American
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Julio C. Tello, huarochirano nacido en 1880, impuls la ar-queologa peruana a partir de la segunda dcada del siglo XX.
Archaeology. South America de G.R. Willey. Un aoantes, con ocasin del Congreso Internacional deAmericanistas celebrado en Lima, R. Ravines publi-c una compilacin a travs del Instituto de Estu-dios Peruanos titulada 100 aos de arqueologa en elPer. En 1975 R. S. MacNeish, T. C. Patterson y D.L. Browman publicaron The Central Peruvian Prehis-toric Interaction Sphere, bajo los auspicios de Phi-llips Academy, Andover.
Aos despus, en 1980, J. Meja Baca edit unamonumental coleccin de 12 tomos titulada Histo-ria del Per. En 1988, R. Keatinge publica PeruvianPrehistory, a travs de Cambridge Press. A comien-zos de la presente dcada, en 1991, D. Bonavia pu-blic con los auspicios de Edubanco Per: Hombre ehistoria. De los orgenes al siglo XV. Por su parte, en1992, M. Moseley public en Londres The Incas andtheir Ancestors. The Archaeology of Peru. En 1993, D.Morales public un extenso libro titulado Historiaarqueolgica del Per (Del paleoltico al imperio in-ca), como primer tomo del Compendio histrico delPer editado por Milla Batres. En 1994, J. A. delBusto D. dirigi la coleccin Historia general del Pe-r, con los auspicios de Editorial Brasa. El primervolumen titulado Los orgenes de la civilizacin an-dina fue preparado por P. Kaulicke. El segundo ytercer volmenes fueron preparados por R. Ravinesy F. Silva Santisteban, respectivamente. Asimismo,en 1995, Cofide public una coleccin de cuatrovolmenes titulada Nuestra historia. En 1997 F. Sil-va Santisteban public Desarrollo poltico en las so-ciedades de la civilizacin andina, bajo el auspicio dela Universidad de Lima, que se agrega a la coleccinen tres tomos del citado autor, titulada Historia delPer y publicada en 1983 por ediciones Bho.
Es pues evidente que a lo largo de los ltimoscien aos se han sucedido numerosas versiones so-bre el antiguo Per, todas con el propsito de actua-lizar los datos y los conocimientos, adems de di-vulgar los resultados de las investigaciones ms re-cientes. Al respecto, debe advertirse que a pesar delas intenciones de los autores no siempre las snte-sis renen toda la informacin, sea porque entre laentrega de los manuscritos y su presentacin al p-blico existe un lapso no siempre corto, o porque ca-da autor tiende, sin buscarlo, a reflejar su visin so-bre el pasado, concediendo en muchos casos priori-dad a ciertos aspectos. El lector descubrir estosrasgos en nuestros escritos.
Ms all de estas observaciones, es consenso en-tre los investigadores de ayer y hoy que los pueblosno pueden sustraerse de su pasado. En 1906 Uhle
asever: Un pueblo que honra su pasado y lo estu-dia, se honra a s mismo. Ms tarde, el 13 de di-ciembre de 1924, con ocasin de la inauguracindel Museo de Arqueologa Peruana, J.C. Tello afir-m: ...la historia es una fuerza activa, que no sloilumina el porvenir, sino que marca inexorablemen-te el destino de la humanidad.
Estos ideales mantienen su vigencia y contenidoen la medida en que al incrementar nuestros cono-cimientos sobre el antiguo Per, posibilitan tam-bin fomentar una corriente de opinin orientada aconservar el patrimonio arqueolgico para la poste-ridad por las siguientes razones: a) para que se com-prueben en el futuro las reconstrucciones hoy pro-puestas; b) para que se definan las caractersticas dela civilizacin andina y compararlas con sus simila-res de otras regiones del mundo; c) para conocernuestras races histricas y contribuir al fortaleci-miento de una identidad; d) para que el turismo sepromueva.
El logro de estos objetivos exige evaluar la ar-queologa que practicamos. Al respecto, si bien larigurosidad cientfica garantiza la adecuada recupe-racin, descripcin e interpretacin de los datos, escierto tambin que tiende en muchos casos a encap-sular a los arquelogos, a tal punto que su dilogose restringe al entorno de sus colegas, con el consi-guiente riesgo de convertir su discurso en un mon-logo inaccesible para quienes no estn familiariza-dos con el lenguaje propio de la disciplina.
Al establecerse una distancia entre los arquelo-gos y la sociedad se origina una imagen distorsiona-da sobre los fines de la disciplina. Mientras que pa-ra unos el estudio del pasado es una simple curiosi-dad, para otros es el descubrimiento de ciudadelasperdidas. No es ni lo uno ni lo otro. La arqueologade los artefactos o de ruinas espectaculares no esprioritaria en estos das. La arqueologa trata al serhumano como producto social y no solamente de-lnea historias o secuencias, sino tambin averiguapor qu las sociedades cambian y alcanzan gradosdiferentes de desarrollo.
El presente texto define procesos de desarrollo alinterior de la periodificacin elaborada por los ar-quelogos. En tal sentido, concedemos similar pe-so a los cmo y a los por qu. Cada etapa o perodose presenta tomando en cuenta sus rasgos ms co-nocidos, definindolos en sus aspectos tecnolgi-cos, artsticos y sociopolticos. Una variable que re-salta a lo largo de la secuencia es la peculiar geogra-fa del territorio peruano, que propici no solamen-te el intercambio de productos alimenticios, sino
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CONDICIONES AMBIENTALES
Amrica destaca por su variada configuracintopogrfica y fisiogrfica. Desde el rtico hasta elcabo de Hornos cubre 14 481 km de longitud y ensu parte ms ancha alcanza 4 827 km. El compo-nente fisiogrfico ms notable en el oeste de Amri-ca del Norte es la cordillera Occidental, que incluyelas montaas Rocallosas, cuencas desrticas, plani-cies, y las cadenas montaosas del Pacfico en el ex-tremo oeste. Al sur, la Sierra Madre y la planicie deMxico forman, con las montaas Rocallosas, unsolo rasgo fisiogrfico. El lmite de estas cordillerasest marcado por la cadena volcnica de Mesa Cen-tral. Ms al sur, existe otra cadena que se desplazade este a oeste y es visible en las Antillas Mayoresdel Caribe. En el este de Amrica del Norte figuranlos Apalaches que, a diferencia de las Rocallosas,constituyen una cadena muy erosionada y de menoraltura. Ambas estn separadas por las llanuras, elEscudo Canadiense y el Mississippi. Adems, al es-te de los Apalaches existe una faja costea que for-ma el golfo de Mxico avanzando hasta la pennsu-la de Yucatn (Willey 1966).
Contrastando con Amrica del Norte y del Sur,el istmo de Amrica Central es una franja con mu-chas islas, sobre todo entre Venezuela y La Florida.Amrica del Sur en cambio presenta una cadenamontaosa llamada Andes, que se extiende desde
Venezuela hasta el sur de Chile. Est dividida porcordilleras que configuran valles, lagos y planicies.Al oeste surge el desierto costeo y al este la cuen-ca amaznica o tierras tropicales bajas con dos ca-denas montaosas pequeas: las montaas de Gua-yana y Brasil, situadas al norte y al sur del ro Ama-zonas respectivamente (Willey 1966).
El clima es asimismo diferente. Desde Groenlan-dia hasta Alaska es sumamente fro y se le conocecomo tundra polar o taiga. En la tundra no existenrboles propiamente, siendo observables solamenteen el sub-rtico con bosques de pinos y cipreses. Amedida que nos desplazamos al sur de Alaska y Ca-nad el clima mejora, con estaciones definidas sobretodo en Estados Unidos. Pero ms al sur, en Mxi-co, Amrica Central y del Sur, el clima es variadodebido a la altitud, el relieve y la cercana al Ecua-dor. Amrica Central es calurosa y con tormentas.Amrica del Sur exhibe diferencias entre el este y eloeste, con altas temperaturas, lluvias torrenciales(cuenca amaznica) y aridez (costa central de Per).
LTIMAS INVESTIGACIONES: EVIDENCIAGEOLGICA Y ARQUEOLGICA
El estrecho de Bering fue la ruta principal pordonde se pobl Amrica. La geologa refuerza esteenunciado, en especial los estudios sobre la glacia-cin Wisconsin cuyas bajas temperaturas ocasiona-
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IPOBLAMIENTO DE AMRICA
tambin gener adaptaciones especficas. Por ejem-plo, en el perodo Ltico no todos fueron cazadoresde venados y camlidos como los habitantes de lascuevas de Lauricocha, Pachamachay y otros lugaresaltoandinos; en la costa, sus primeros habitantes sededicaron a la recolecta de los recursos marinos, delas lomas y del valle.
El Arcaico tiene sus peculiaridades pues el se-dentarismo y el patrn aldeano costeo surgen an-tes que la agricultura. El territorio peruano, sobretodo la costa, es ideal para estudiar esta etapa pues
la ausencia de lluvias contribuy a preservar semi-llas y otros restos orgnicos, tiles para examinarpatrones de subsistencia y el cultivo de plantas enesta regin.
Con relacin al Formativo y los Desarrollos Re-gionales se observan tendencias econmicas y po-lticas definidas. Mientras que el primero es corre-lacionable con el surgimiento de seoros religio-sos, el segundo marca los inicios del Estado en losAndes. Moche y Tiahuanaco son los mejores can-didatos.
ron el descenso del nivel del mar, convirtindose elestrecho de Bering en un corredor de 2 000 km deancho llamado Beringia que permiti el pase deSiberia (Asia Oriental) a Alaska y viceversa de sereshumanos y animales, incluyendo tal vez grupos delas islas japonesas (Haag 1973, Jennings 1978).
El corredor se form ms de una vez durante laglaciacin Wisconsin. Se sabe que entre los 25 000y 10 000 aos hubo un significativo avance glacialy dos de menor grado. Jennings enfatiza que defini-tivamente la Beringia se cerr luego de los 9 000aos. Sin embargo, la sola existencia del corredorno garantiz el xito migratorio desde el noreste deAsia hacia Alaska. Sucede que al surgir dicho corre-dor aparecen tambin grandes masas de nieve enAlaska y Canad y slo habran existido zonas refu-gio (o libres de hielo) en ciertas partes de Alaska.As, la ruta al este o Amrica quedaba bloqueada enlo que hoy se conoce como valle del ro Puerco Es-pn, un tributario oriental del ro Yukon, en Alaska.Puesto que esta barrera surga con lentitud y no eraobstculo mayor al inicio de un avance glacial, pu-do existir un corredor al sur, aunque al mismo tiem-po haba dos grandes mantos glaciales en Canad: elCordillerano, que se proyectaba al este, y el Laurn-tida que iba en todas direcciones, desde su centroen la baha Hudson.
Jennings postula que la migracin Asia-Refugiosde Canad sucedi en tres ocasiones:
a. Entre 52 000 y 54 000 aos: Wisconsin Tem-prano.
b. Hace 42 000 aos: Primer avance del Wiscon-sin Medio.
c. Entre 22 000 y 9 000 aos: Wisconsin Tar-do.
Jennings puntualiza que la tercera opcin ofrecelas mejores posibilidades de xito migratorio, puesen dicha fase se produjo el avance glacial Woodford.William Irving (1985) revis este tema, resumiendoen tres hiptesis la problemtica de los habitantesms antiguos:
Hiptesis I: Sustentada por J. Griffin, V. Haynes,P. Martin, entre otros. Propone que los Clovis, o ca-zadores de mamuts o elefantes lanudos extinguidos,fueron los primeros pobladores de Amrica hace 12000 aos. D. Meltzer (1989) ha reafirmado este pos-tulado. Clovis sera un horizonte cultural extendidodesde el norte de Alaska hasta Guatemala.
Hiptesis II: Amrica se pobl entre 20 000 y 70000 aos atrs. Las evidencias provienen de TaimaTaima, Venezuela, con puntas tipo El Jobo que secaracterizan por ser gruesas, con bases no prepara-das, diferentes a las puntas de Amrica del Norte, loque demuestra la existencia de divergencia cultural
Estrecho de Bering.Durante la glaciacinWisconsin (70 000-10 000 antes delpresente) el nivel delmar descendi ms de90 m en comparacinal nivel actual. Lazona rayada en elmapa (Haag 1973)corresponde alcorredor que permiticonectar Asia yAmrica por vaterrestre.
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pre-Clovis. Las puntas de Taima Taimase asocian, adems, a una pelvis demastodonte con ms de 13 000 aos.Tambin figura el abrigo rocoso deMeadowcraft, a 45 km al suroeste dePittsburg, Pennsylvania, con fechas dems de 19 000 aos y utensilios simplesy pequeos (Adovasio et al. 1975). Elsitio de Old Crow en el Yukon, Alaska,concedi fechas de 29 000 aos en hue-sos de mamut y carib (Harington,Bonnichsen y Morlan 1975).
La segunda hiptesis es la ms acep-table y exhibe el apoyo de restos signi-ficativos en Amrica del Sur. Destacanlos hallazgos de Nide Guidon (1986)en la Toca do Boquequirao da PiedraFurada, la Toca do Sitio do Meio y laToca do Cldeirao dos Rodrguez I, enla regin de So Raimundo Nonato, es-tado de Piau, noreste de Brasil. Las fe-chas alcanzan 50 000 aos. Al respecto,Meltzer, Adovasio y Dillehay (1994)plantean ms de una interrogante entorno a la antigedad de esta cueva y ala autenticidad de las herramientasasignadas a la primera ocupacin. Ar-gumentan que el carbn encontrado enla cueva pudo resultar de incendios na-turales. En cambio, la fase Serra Talha-da (posterior a 10 400 antes del presente) s contie-ne artefactos indiscutibles.
Hiptesis III: Considera fechas entre 80 000y 150 000 aos. W. Irving la desecha por no existirdatos. Se apoya en el hecho de que el ser humano yase haba adaptado a ambientes muy hostiles, comola Siberia, 500 000 aos atrs. En efecto, Yuri A.Mochanov encontr en el sitio Diring, ro Lena, Si-beria, herramientas de ms de 500 000 aos (Mam-moth Trumpet, Vol. 9, Number 2, 1994, pp. 1,4-5).
Esta hiptesis se sus-tenta con datos de Valse-quillo, San Diego y Cali-co, pero estos sitios tie-nen problemas de fechasy refuerzan ms bien lahiptesis II. Valsequillose halla en el norte dePuebla, Mxico, y fue es-tudiado por J. Armenta eIrving Williams. Un gru-po de huesos trabajadoso con marcas fueron fe-chados entre 19 650 y 30600 aos de antigedad,adems de tres fechasmayores a 35 000 aos(Armenta 1978). Otrossitios con fechas pareci-das son Caulipn (Pue-bla), con 21 850 aos se-gn el RC-14, Hueyatla-co (Valsequillo) con fe-cha similar, Tlapacoya(Mxico D.F.) y El Cedralen San Luis de Potos(Mxico) que alcanzanunos 24 000 aos de an-tigedad. En Nicaraguafigura El Bosque, un sitio
con ms de 30 000 aos. En California, San Diegoes un sitio prometedor, pero Irving advierte queexisten dudas sobre las asociaciones de las fechas ylas herramientas. Actualmente es reestudiado porReeves (Irving 1985).
Calico, en el desierto de Mojave, al este de Cali-fornia, es tambin un lugar controvertido. En la d-cada de 1950 Simpson estudi el rea del lago Ma-nix, cerca de Calico, y encontr 4 000 posibles he-rramientas y 6 000 lascas que se denominan Com-
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Puntas halladas en Norteamrica (Willey 1966). Sandia,Nuevo Mxico: a-b; Clovis: c-d; Folsom de Lindenmeir,Colorado: e-g.
Tibia de carib empleada como descarnador hace 27 000 aos (izq.); despellejador en hueso de
bisonte (der.). Artefactos encontrados en Old Crow, Yukon, Alaska (Canby 1979).
plejo Lago Manix. Puesto que existan dudas sobrela autenticidad de tales herramientas, Payen aplicel test Barnes para descartar dudas. Segn este testuna lasca obtenida por un tallador exhibe ngulosde plataforma pequeos pues as se logra controlarel tamao y la forma de la lasca que se desprendedel ncleo. Al ser aplicado el test se demostr quemuchos objetos de Calico fueron obra humana, pe-ro otros muestran fracturas naturales. R. Simpson,L. Patterson y C. Singer (1986) publicaron un an-lisis de los artefactos y fechas a base de torio-uranio,planteando una antigedad de 200 000 aos y rela-cionndolos con el Paleoltico del este de Asia.
La cuenca de Old Crow, un tributario del roPuerco Espn, en el norte de Yukon (Alaska), haproporcionado informacin sobre restos de herra-mientas de hueso, destacando un descarnador he-cho en tibia de Carib y dos huesos de mamut frac-turados intencionalmente por el ser humano. Unafraccin de apatita tomada de la tibia fue sometidaal RC-14, obtenindose una antigedad de 27 000 3 000 aos antes del presente. Los huesos de mamuttambin presentaron fechas similares (Jennings1978:22).
En 1986 se public en Toronto una nota connuevos fechados para la tibia de carib de OldCrow, segn la cual no tendra ms de 3 000 aos;las fechas discrepantes se explicaran por la conta-minacin de la parte inorgnica del hueso debido alcarbonato de las aguas subterrneas. La nota enmencin agrega tambin que otros huesos de ma-mut de Old Crow tienen entre 25000 y 40 000 aos (Newsletter,The Ontario Archaeological So-ciety, pg. 3, May-Jun. 1986, To-ronto).
Por datos de la localidad 15,situada sobre la ceniza volcnica otephra de Old Crow, existiran ob-jetos de hueso con fechas de has-ta 80 000 aos. Tambin se halluna lasca delgada con plataformapreparada. En 1986 Morlan pu-blic fechas de 24 000 y 30 000aos para herramientas seas deeste lugar. Irving, Jopling y Beebe(1986) admiten la existencia deherramientas de hueso de mamutcompuestas de lascas y raspado-res, planteando que los primerospobladores llegaron a esta zonahace 150 000 aos.
En resumen, la hiptesis I se invalida por la exis-tencia de asentamientos anteriores a Clovis y por lavariedad de herramientas en Amrica al momentode la presencia Clovis. Esto refuerza la hiptesis IIpues existen varios sitios que sobrepasan los 30 000aos. La hiptesis III requiere de evidencias anterio-res a 70 000 aos.
CONCLUSIONES
Se afirma que los primeros habitantes de Amri-ca fueron cazadores a tiempo completo. Esta gene-ralizacin es riesgosa toda vez que supone asumirque los recursos fueron los mismos a travs del con-tinente americano. Innegablemente, la caza fue pre-dominante ah donde abundaron los animales quepor sus propias caractersticas eran fciles de obte-ner. Segn Jennings (1978:13) los paleoindios deAmrica del Norte cazaron herbvoros hoy extingui-dos, como el mamut, el buey almizclero, el carib yel bisonte de cuernos largos. En el sur de EE.UU.hubo caballos, camlidos, tapires, pecars y armadi-llos gigantes. En la Gran Cuenca hubo perezosos gi-gantes. El problema es que an no se descubren res-tos concretos sobre caza de estos animales. Los ele-fantes son la excepcin pues fueron descubiertos enasociacin con actividad humana.
T. Lynch (1983:111) comparte la posicin deJennings pero agrega que se desconoce la tcnica decaza. Posiblemente los animales fueron acorraladoso se les mat cuando estaban en los arroyos o zonas
pantanosas. El citado autor con-cede mayor importancia a la ca-za de elefantes en el NuevoMundo pues restos de estos ani-males aparecen en Taima Taima(Venezuela), Tagua Tagua yMonte Verde (Chile). Otro ani-mal preferido fue el caballo, cu-yos restos fueron recuperadosen dichos sitios, excepto enMonte Verde. Aclara Lynch queen Amrica del Sur los animalesms importantes para la subsis-tencia fueron los caballos y lososos hormigueros, pero con elcorrer del tiempo la alimenta-cin deriv a consumo de cam-lidos y venados, sobre todo en laregin andina de Per. Aadeque los pobladores de Amricadel Sur se alimentaron con aves
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Puntas tipo El Jobo.Taima Taima,Venezuela (Willey 1971).
del tipo Tinamidae, representadas por el tinamou(parecido a la perdiz) y el and, segn lo testificanlos restos de la cueva El Guitarrero (callejn deHuaylas), Chobshi (Ecuador) y Los Toldos (Argen-tina). Por otro lado, Lynch admite que los sudame-ricanos practicaron la recoleccin de plantas y ma-riscos para complementar su alimentacin.
Bryan (1986 a y b), a diferencia de Lynch, plan-tea que los primeros pobladores de Amrica lleva-ron un modo de vida menos especializado y ms di-versificado. La caza de grandes herbvoros (elefan-tes, bisontes antiguos) fue la excepcin antes que lanorma, supeditada a hechos coyunturales. El citadoautor no niega que unos grupos cazaron grandesherbvoros, sobre todo en Alaska, donde el ambien-te estepario y de tundra requiere consumir prote-nas. Agrega, sin embargo, que los grupos costeosdel Pacfico Norte tuvieron acceso a pescado, maris-cos, aves, mamferos marinos, incluso plantas. Enotras palabras, los primeros habitantes de Beringiase adaptaron a la costa antes que al interior. No espues generalizable la caza de grandes herbvoros entodo el continente. El nico sitio en Amrica delSur con datos de matanza de mastodontes es TaimaTaima, Venezuela, con 13 000 aos de antigedad.Pero los habitantes coetneos de las savannas de Bo-got (El Abra, Tibit) no parecen haberlos cazado.stos, como los de Monte Verde, aprovecharonotros recursos (Dillehay 1984, 1989). En Patagonia,con un ambiente similar a los grandes llanos deEE.UU., los seres humanos que llegaron hace 13000 aos a esta zona cazaron animales pequeos yaves.
A estos problemas se aaden tambin la migra-cin Asia-Amrica, la migracin una vez en Amri-ca y los tipos humanos desde el punto de vista bio-lgico. stos son realmente parte de una investiga-cin mayor cuyo obstculo principal es la virtualausencia de especmenes seos estratigrficamentedocumentados. Recientemente T. Dillehay(1997:59-61) hizo una revisin de las migracionesAsia-Amrica y por la variedad de herramientas en-contradas cabra la posibilidad de la ocurrencia degrupos distintos y migraciones tambin diferentes.
Uno de los problemas que Dillehay aborda es elrelacionado con el tipo humano especfico que al-canz Amrica. Citando datos obtenidos por estu-dios genticos los restos ms antiguos sugieren se-mejanzas con grupos del sur de Asia, antes que contipos fsicos del noreste de Asia o Siberia. En estesentido, la hiptesis de las tres migraciones, se-gn la cual Amrica fue poblada solamente por tres
oleadas de migrantes de ascendencia mongoloideluego de los 10 000 a.C., provenientes del norestede Asia y Siberia, fue puesta en tela de juicio en ba-se a mediciones craneales hechas en muestras delArcaico Temprano de Amrica del Norte y del Sur.En consecuencia, Amrica fue tambin poblada porgrupos no mongoloides, lo que significara que hu-bo una ola migratoria anterior a los 10 000 a.C.
Dillehay propone tentativamente, en base a la di-versidad de las herramientas lticas, que hubo tam-
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Puntas y raspadores hallados en Amrica del Sur (Willey1971). El Inga, Ecuador: a-f; El Inga, Ecuador, tipo MagallanesI: g-k; cueva Fell, Patagonia, tipo Magallanes I: l-n.
bin varias y diferentes migraciones, aunque esa di-versidad sugiere igualmente la sustitucin de pobla-ciones. Concluye a manera de hiptesis, que ungrupo no mongoloide, tipo robusto, vinculado alsur de Asia y el Pacfico Sur, fue el primero en in-gresar a Amrica antes de los 10 000 a.C., y luegofue asimilado por grupos asiticos mongoloides ti-po grcil.
La migracin mejor documentada de Alaska aPatagonia correspondera a grupos que fabricaronpuntas de lanza tipo Clovis con fechas de 11 000aos antes del presente. Aade el autor que noexisten datos contundentes sobre migraciones ante-riores a esa fecha. Por otro lado, Horai (1993:44),sobre la base de informacin filogentica recogidade nativos americanos, plantea que hubo cuatrogrupos asiticos distintos que corresponden a mi-graciones diferentes producidas entre los 21 000 y14 000 aos antes del presente. En tal sentido, losrasgos fsicos de los pobladores de Amrica no sonnecesariamente homogneos,a pesar de descender de untronco asitico.
Jennings (1978:16,17)describe a los nativos ameri-canos considerando rasgosgenerales compartidos, ca-racterizndolos como indivi-duos gruesos, bronceados, deojos oscuros, cabellos laciosy gruesos, con escasa pilosi-dad. Las mujeres llevan fre-cuentemente la manchamonglica en el torso, lacual desaparece en la puber-tad. El tipo de sangre es O yno existe A2, B, Du y r. La cal-vicie y el cabello gris por la
edad son tambin raros. Tampoco se encuentra enla sangre nativa la clula anmala sickle o de la ane-mia, que se presenta con gran frecuencia entre losafricanos. Tambin los nativos son propensos a con-traer las enfermedades euroasiticas ms comunes,tales como resfro, sarampin y tuberculosis. Es sor-prendente la ausencia de inmunidad en los nativoscon relacin a estos males, evidencia utilizada paraapoyar la hiptesis del largo aislamiento sucedidoen el Nuevo Mundo.
En cuanto al proceso migratorio una vez enAmrica R. MacNeish advierte en la Introduccin aEarly Man in America, que su total entendimientoser difcil pues vari debido a las condiciones eco-lgicas y a las tradiciones culturales. El citado autorpresenta, tomando en cuenta ese argumento, tresposiciones que resumimos a continuacin.
La primera es la migracin rpida, propuestapor E. Lanning, T. Patterson, R. Solecki y V. Hay-nes. Ellos postularon que el desplazamiento desde
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18 000 - 6 000 a.C.
10 000 a.C.6 000 a.C.Mxima extensinde Beringia18 000 - 16 000 a.C.
BERIN
GIA
La barrera formada por la uninde dos mantos glacialescontinentales aisl Alaska delresto de Amrica del Nortedurante 8 000 aos. El descensodel nivel del mar dej expuestaBeringia, convirtiendo Alaska enuna extensin de Siberia. El rticoy la Amrica del Norte temperadase unificaron al iniciarse el retirofinal de los dos mantos de nievedel este y del oeste (Anderson1973).
Alaska a Patagonia se hizo en 2 000 aos, entre los14 000 y 12 000 a.C. Segn este modelo una bandade 30 a 60 cazadores-recolectores avanz un pro-medio de 6 kilmetros por ao. Para confirmar estemodelo es necesario encontrar herramientas simi-lares en sitios distantes pero contemporneos.
La segunda posicin, llamada proceso de filtra-cin por grupos pequeos, fue defendida por Gid-dings, Roberts y Anderson. Segn Giddings (enMacNeish 1973) el rtico fue poblado por cazado-res que evolucionaron lentamente, pero a la vezaprovecharon al mximo el ambiente fro de la zo-na. Corresponde a grupos de escasa movilidad cu-yo avance al sur fue muy lento.
La tercera explicacin, sustentada por Mac-Neish (1973), se llama complejo de adaptacin yconsiste en que varios grupos se adaptaron al no-roeste de Canad y Alaska desplazndose a la costanoroeste del Pacfico, al rtico, los bosques delcentro, y al rea cordillerana de las montaas Roca-llosas. En cada una de estas regiones el cambio cul-tural de los grupos fue rpido, pues los pobladores
debieron abandonar sus hbitos previos e inventarotros. De esa manera surgieron varias tradicionesculturales que avanzaron al sur adaptndose cons-tantemente a diversos ecosistemas. Esta tercera ex-plicacin, que no excluye a las anteriores, ayudaraa entender la presencia de materiales culturales di-ferentes en Amrica.
Por su parte Gruhn (1988) y A. Bryan, en unaentrevista concedida en 1993 a Mammoth Trumpet,proponen una ruta costea y un desplazamientohumano lento en la medida que existan zonas ra-dicalmente distintas en recursos naturales. En estemodelo la migracin al sur fue siguiendo la lneacostera con incursiones al interior. Consideramosque a esta ruta se agregan la correspondiente a lazona montaosa y la parte oriental de Amrica. Loms probable es que los grupos humanos que avan-zaron hacia el sur aprovecharon las zonas que ofre-can recursos alimenticios relativamente fciles deobtener sin importar la regin en la que se encon-traban. En muchos casos habra bastado hallarseen el momento y lugar precisos.
ESCENARIO GEOGRFICO
La cordillera de los Andes es uno de los rasgosfisiogrficos ms notables de Amrica del Sur y seextiende desde Venezuela hasta Chile, con una va-riedad increble de climas. Por eso la historia del Pe-r es tambin en parte la historia de los esfuerzoshumanos para adaptarse con xito a esta gama declimas, ambientes y relieves. Seguidamente presen-tamos una breve descripcin de cada una de sus re-giones.
El territorio peruano tiene una superficie totalde 1 285 216 km2, incluyendo las islas del litoralPacfico y la seccin peruana del lago Titicaca. Sucumbre ms elevada es el nevado de Huascarn(6 768 msnm), localizado en la cordillera Blanca,departamento de Ancash, al norte de Lima. En cam-bio su punto ms bajo es 37 m debajo del nivel del
mar, y se encuentra a unos 60 km al sur de la ciu-dad de Sechura y a unos 40 km al sureste de la ca-leta Bayvar, Piura, en la costa norte del Per. Estahondonada o depresin se conoce como DepresinBayvar o Laguna Cerro, y constituye una fuen-te de sal (Peaherrera del guila 1969).
CostaEs una angosta franja denominada chala por
Pulgar Vidal (1987) y desierto subtropical por Tosi(1960), que presenta una longitud de 2 560 km yun ancho variable de 40 km en Lima, Moquegua yTacna, y de alrededor de 150 km en Piura, los cua-les hacen un rea de 144 004 km2 para esta regin.Esa rea corresponde al 11,20% del territorio nacio-nal y de ste slo el 10% es econmicamente explo-table con 900 000 hectreas cultivadas. Exhibe va-riaciones notables y se subdivide en una primera
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IIPER ANTES DEL TAHUANTINSUYO
zona norte semitropical que se extiende hasta Lam-bayeque, con temperaturas medias anuales de 25Cpara Tumbes, 24C para Piura y 22C para Lamba-yeque. En verano las temperaturas alcanzan hasta35C, con lluvias peridicas y un promedio de pre-cipitaciones anuales de 610 mm en Tumbes, propi-ciando el crecimiento de algarrobo (Prosopis dulcis,juliflora) y zapote (Coparis angulata scabrida), etc.En los desiertos de Olmos (Lambayeque) y Pabur(Piura) crece yuca silvestre (Apodanthera biflora)(Pulgar Vidal 1987:48).
Una segunda zona se extiende de Lambayeque-Trujillo hasta Caete y se distingue por su alta nu-bosidad y clima semitropical, sobre todo entre junioy setiembre. De Caete hacia el sur el ambiente esan ms seco y rido. Por ejemplo, no se registranlluvias en Ica y la temperatura media anual en esaciudad es de 23C.
El mar es un componente importante asociado ala costa por el sistema de corrientes marinas queconfiguran una especial flora y fauna; se trata de lacorriente Costea o de Humboldt, la corrienteOcenica del Per, la corriente Subsuperficial y lacorriente de El Nio. Las dos primeras integran elAnticicln del Pacfico Sur y se desplazan al nortedebido a los vientos alisios del sureste y a la rota-cin de la tierra. La Costea o de Humboldt va pe-gada al litoral y presenta temperaturas de 13 a17C, mientras que la Ocenica exhibe temperatu-ras de 21C, es ms clida y presenta mayor salini-dad (sobre 35%). El atn es el pez comn de estacorriente.
Las consecuencias de estas corrientes, sobre to-do de la Costea, son el afloramiento de aguas pro-fundas fras y la peculiaridad del climade la costa. Ese afloramiento transpor-ta nutrientes que determinan una ricavida marina. Por otro lado, a pesar dehallarse en el trpico, la costa tiene elcielo cubierto, carece de lluvias y ge-neralmente sus temperaturas sonfras. La tercera corriente, llamadaSubsuperficial, nace entre los 2 lati-tud norte y 2 latitud sur y se proyec-ta al oeste y luego al suroeste. Es unacontracorriente subsuperficial quecontribuye a aflorar aguas profundascon temperaturas de 13C y salinidadmayor al 35%.
La corriente denominada El Ni-o aparece generalmente en diciem-bre, cuando los vientos alisios del su-
reste pierden fuerza disminuyendo la actividad delas corrientes antes descritas. Como resultado, lascorrientes tropicales se dirigen de norte a sur en for-ma superficial, generando cambios drsticos en lavida marina y terrestre, como la disminucin delplancton y del afloramiento de aguas fras, la desa-paricin de la nubosidad y la presencia de lluviassemitropicales.
Esta corriente tiene efectos catastrficos y ha si-do registrada desde tiempos de la colonia. As, Ber-nab Cobo informa de fuertes lluvias en Lima en1541; en 1578 hubo grandes lluvias en Trujillo; su-cedi lo propio en Chancay en 1614. Igualmente sehan registrado lluvias en 1891 que provocaron mor-tandad en las aves guaneras. En 1925 las lluvias du-raron varias semanas en la costa norte y central, ele-vndose tanto la temperatura que millones de pecesy aves murieron. Tambin existen registros de llu-vias y altas temperaturas en los aos de 1953, 1957,1965, 1972, 1982. En 1997-1998 sus efectos fuerondevastadores en comparacin al anterior, denomi-nndosele Mega-Nio. En 1993 L. Huertas publi-c un anlisis de este fenmeno tomando como ba-se las calas diacrnicas de J. Vreeland (1985), W.Quinn et al. (1987) y A. Hocquenghem y L. Ortlieb(1992). Se concluye que el fenmeno se manifiestade manera irregular y ha sido registrado desde elPleistoceno Final y durante el Holoceno, segn es-tudios de L. Wells (1990) (en Huertas 1993: 360).
Se asocian a El Nio fenmeno denominadorecientemente ENSO, iniciales que corresponden aEl Nio Southern Oscillation las sequas, que pue-den ser simultneas o subsecuentes. Por ejemplo,luego del registrado en 1982-1983, sobrevino una
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Islas Ballestas (Ica). En el pasado y en el presente el mar peruano ha sido unafuente insustituible de recursos.
sequa en la sierra sur (Cuzco y Puno, principal-mente). Asimismo, existen datos de intensas se-quas en la cuenca amaznica como consecuenciadel mismo fenmeno. B. Meggers (1994:329) infor-ma sobre una disminucin de las lluvias de hasta un70% entre los meses de enero y febrero de 1983.Igualmente, las lluvias en Balbina, al este del ro Ne-gro, en el Amazonas central, fueron de 6,8 mm enenero de ese ao siendo lo normal 200-300 mm. Enfebrero de ese ao, la normal de 225-350 mm des-cendi a 94 mm.
La zona transicional o Yunga se llama tambinChaupiyunga y se halla tanto en la vertiente occi-dental (Yunga Martima de 500 a 2 300 msnm) co-mo en la oriental (Yunga Fluvial de 1 000 a 2 300msnm) de los Andes (Pulgar Vidal 1987). Es favo-rable para el cultivo de frutales y presenta cerros sinvegetacin y en permanente erosin. Su clima es denoches agradables y das calurosos, con temperatu-ras de entre 20 y 27C. En la Yunga Fluvial hacemenos calor y las lluvias son ms intensas. Hunu-
co es un buen ejemplo de este clima,por sus das soleados y sus noches fres-cas. Sin embargo, la Yunga es propiciapara enfermedades tales como la verru-ga, la uta o espundia, y el bocio.
Puesto que la Yunga no ofrece tie-rras para el cultivo, antiguamente seconstruyeron miles de andenes, canalesde regado y estanques para incorporarlas pendientes de los cerros a la agricul-tura. Los andenes de la Yunga son losms representativos en los Andes, des-tacando los de Santa Eulalia en el valle
del Rmac, Yaso en el Chilln, Pacarn y Laraos enCaete, etc. (Pulgar Vidal 1987:61).
SierraLa zona entre la cota de 2 300 m y los nevados
de la cordillera de los Andes es la Sierra y se divideen Quechua (2 300-3 500 msnm), Suni o Jalca (3500-4 000 m), Puna (4 000-4 800 m) y Janca(4 800-5 200 m o ms, segn el lugar) (Pulgar Vi-dal 1987). La Quechua es menos abrupta que laYunga, con suelos aptos para la agricultura; por ello
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Flor del huanarpo (Chilln medio, zona Yunga).Dependiendo de la variedad (macho ohembra) se atribuyen al tallo propiedadesafrodisacas o inhibitorias.
Sauce. Vegetacin propia de la Yunga.
Serranas de Canta (Lima). La deforestacin deesta zona unida a sus fuertes pendientes agravala erosin de sus suelos.
ha sido la regin preferida para vivir,con ciudades grandes y prsperas ta-les como Cuzco, Jauja, Huancayo,Tarma, Cajamarca, Huaraz, Arequipa,etc. Su clima es templado, con das ca-lurosos y temperaturas superiores a20C. Sus noches son frescas, contemperaturas algo menores a 10C.
La regin Suni o Jalca es accidenta-da y fra, con temperaturas mediasanuales de entre 7 y 10C, y mar-cadas diferencias entre el da y la no-che.
La Puna es el altiplano propiamen-te dicho, con ms de 100 km de ancho en Puno, pe-ro muy angosta en el norte peruano. Los das comolas noches son fros, con temperaturas promedio de0 a 7C. Es tierra sin rboles segn Pulgar Vidal,pero en ella crecen gramneas llamadas genrica-mente ichu, que los camlidos (alpacas, vicuas,llamas, guanacos) consumen como forraje. Entreotros productos, destacan la papa (Solanum tubero-sum, Solanum andigenum) y la maca (Lepidium me-yenii); esta ltima es, segn la tradicin, la plantade la fecundidad.
La Janca es la cordillera, con sus picos nevados ycerros escarpados, y se compone de lagos o lagunasglaciares. Es muy fra y no ofrece condiciones parala vida.
SelvaSe divide en Selva Alta o Rupa Rupa (400-1 000
msnm) y Selva Baja, Omagua o Amazona (80-400msnm). La Selva Alta es larga y estrecha con abun-dante follaje. Las temperaturas anuales promedioson de 22 a 25C, con calor intenso en el da y
fresco en la noche. Prcticamente llueve todo elao, pero este fenmeno es ms frecuente de no-viembre a abril. La Selva Alta es conocida asimismopor la incidencia de paludismo.
Se llama tambin piedemonte amaznico cuyoscontrafuertes andinos alcanzan hasta 2 000 m deelevacin y estn separados por valles angostos ymuy largos en forma de gargantas llamados pongos,en caso el can logre grandes proporciones. Estambin comn observar en la selva alta terrazasfluviales que pueden tener hasta 4 niveles, situn-dose algunas a 450 m por encima del cauce actualdel ro. Destacan en este caso las terrazas de la zonade San Ramn, Tingo Mara, ro Tulumayo, Juanjuy Bellavista. Las terrazas que se hallan al nivel delcauce actual de los ros son muy productivas por lasinundaciones peridicas que reemplazan el limo.Las terrazas del nivel medio no son inundables pe-ro tambin ofrecen condiciones favorables para laagricultura.
Esta zona tiene ms precipitaciones que la SelvaBaja, pero tambin cuenta con una estacin seca(entre mayo y setiembre) cuyo promedio mensual
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Recua de llamas. Como en el pasado, estoscamlidos son utilizados como bestias de cargapor el hombre andino.
Cordillera Blanca (Ancash). Los picos mselevados del Per se encuentran en esta regin.
de lluvias es menor a 100 mm. En Quincemil (Cuz-co) se han registrado en 1964 las lluvias ms copio-sas del Per, con 8 965,5 mm. En cambio, en Janlas precipitaciones anuales promedio son menores a500 mm, pues es una zona semidesrtica, con tem-peraturas promedio anuales de 26C, con mximasde 38C. Debido a las frescas temperaturas noctur-nas la humedad atmosfrica se condensa sobre lascopas de los rboles o los techos de las casas y se co-noce con el nombre de roco, que se escurre rpida-mente al despuntar la maana (Peaherrera delguila 1969).
La Selva Baja, Omagua o Amazona presenta unacadena montaosa llamada cordillera de San Fran-cisco y el llano amaznico. La primera es un grupode cerros que parte del nevado de Ausangate y pe-netra la Amazona. Sus faldas o cumbres exhibenambiente de Rupa Rupa en el propio corazn de laAmazona, alcanzando alturas apreciables en algu-nos lugares, como la que se observa al frente de Pu-callpa, conocida como cordillera de las Agujas. Lasladeras de los cerros de esta cadena son aptas parala agricultura y por la estabilidad de sus suelos sonideales para carreteras de penetracin.
El llano amaznico comprende grandes zonashmedas y pantanosas, con cuencas fluviales que
las drenan en la poca seca. Esta regin comienzacuando concluyen los pongos, sean Manseriche,Aguirre, Mainique, y dan paso a una espesura com-puesta por follaje y bosque parejo, a manera de lla-nura ondulante verde. En la llanura los ros incre-mentan su curso mendrico con grandes lechosinundados, existiendo secciones continentales y su-bacuticas.
En los lechos de inundacin de los ros existenterrenos elevados llamados restingas, que sobresaleny estn libres de inundacin incluso en pocas degrandes lluvias. Estos terrenos elevados constituyenlas zonas preferidas tanto por animales como porlos grupos humanos en la medida que ofrecen segu-ridad para vivir y practicar la agricultura.
Un rasgo singular de los ros de la selva baja essu cauce cambiante, originando lechos abandona-dos que luego se convierten en lagunas fluviales cu-yo nivel sube o baja segn la cantidad de lluvias. Seconoce a estas lagunas con el nombre de cochas o ti-pishcas. Los ros mendricos ocasionan tambin ex-tensas playas con mucho limo que se utilizan parael cultivo estacional. La selva baja tiene importanciaforestal y su potencial agropecuario se limita a suszonas altas, no inundables (Peaherrera del guila1969).
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Las tempestades seguidas de la aparicin de bellos arco iris son comunes en la zona de Selva Alta o RupaRupa (Baos Sulfurosos, Moyobamba).
El cronista Felipe Guaman Poma de Ayala elabo-r entre los aos de 1612 y 1615 (folios 48-78) unesquema de desarrollo cultural dividido en cuatroedades llamadas, de la ms antigua a la ms recien-te, Uari Uira Cocha Runa, Uari Runa, Puron Runa yAuca Runa. Guaman Poma de Ayala calcul 5 300aos para la antigedad de estas cuatro edades y afir-m: Despus comensaron a conquistar los Yngas eneste rreyno (folio 65). En otras palabras, el citadocronista propuso una secuencia de 5 etapas. Estetexto comprende solamente las cuatro primeras.
Los comienzos de la arqueologa cientfica en elPer se hallan estrechamente relacionados al interspor establecer un orden a travs del tiempo. Eseaporte pertenece a M. Uhle, quien hace 100 aossent las bases de la arqueologa en el Per, al apli-car el mtodo estratigrfico, seriar las culturas yconstruir una cronologa de alcance regional. Uhle,postul que la cultura peruana se desarroll por im-pulsos mesoamericanos. Hoy los datos revelan quelas civilizaciones mexicanas y peruanas surgieronindependientemente y en un singular proceso deaislamiento.
Contraponindose al esquema de Uhle, J.C. Te-llo propuso uno distinto en 1921 mostrando unaera primordial con base en el oriente, que a manerade un rbol se ramifica y extiende hacia los Andes yla costa. El citado autor ratific su cuadro en 1929y 1942, y en esencia ubic el origen de las culturasen la cuenca amaznica. Curiosamente, a pesar dela sustancial diferencia entre los esquemas de Uhley Tello, ambos coincidieron al mostrar orientacindifusionista en sus ideas. Se diferenciaron solamen-te en la distancia y la procedencia. Actualmente,ambas posturas tericas han sido superadas amplia-mente.
Aparte de los esquemas previamente descritos,existen otros que se formularon considerando crite-rios estilsticos y estratigrficos, aplicados original-mente por M. Uhle. Figuran en este contexto A.Kroeber, W. Bennett y W. Strong, quienes empren-dieron estudios arqueolgicos entre las dcadas de1920 y 1940, destacando la sntesis Arqueologa pe-ruana en 1942 de A. Kroeber (1944). La dcada de
1940 marca en este contexto avances significativospara la arqueologa peruana, debido al inters porestudiar patrones de poblamiento y al descubri-miento de W. Libby en 1949 de la tcnica del radio-carbono 14 para determinar la antigedad de losrestos orgnicos.
De acuerdo con E. Lanning (1967: 21), en 1946el Proyecto Valle de Vir, en la costa norte, propiciael descubrimiento de los primeros asentamientosprecermicos identificados en el Per explorndo-se por primera vez total y sistemticamente un va-lle para conocer su historia cultural y permite de-terminar las primeras fechas radiocarbnicas ennuestro pas. Tambin a partir de este proyecto,Gordon R. Willey publica su historia sobre patronesde poblamiento en el valle de Vir, libro que cam-bia el curso de la investigacin de la prehistoria pe-ruana. Antes de este libro contina Lanning la ar-queologa peruana se concentraba preponderante-mente en la elaboracin de cronologas alfareras;Willey relaciona la historia de los asentamientoshumanos con el entorno ambiental, el crecimientopoblacional, la guerra, las necesidades agrcolas,etc., inspirando la presentacin de los datos en es-tadios de desarrollo.
Los cuadros basados en estadios de desarrolloson cuestionados por J. Rowe en 1956 (1960, 1962)y E. Lanning a mediados de la dcada de 1960. Laobservacin fundamental reside en el hecho de queno siempre los sucesos sociopolticos se producensimultneamente y con la misma magnitud en todaslas regiones.
Rowe plante un esquema que serva principal-mente para ubicar la alfarera en una columna tem-poral, sin considerar aspectos evolutivos o de desa-rrollo sociopoltico. Lo dividi en dos grandes esta-dios: Prealfarero y Alfarero; a su vez, el segundo fuedividido en: Perodo Inicial, Horizonte Temprano,Intermedio Temprano, Horizonte Medio, Interme-dio Tardo y Horizonte Tardo.
En la dcada de 1960, el esquema de Rowe fuecuestionado por Lumbreras (1969a, 1969b, 1976),quien propuso otro compuesto por: Ltico, Arcaico,Formativo, Desarrollo Regional, Imperio Wari, Es-
IIIPERIODIFICACIN Y ESQUEMAS CRONOLGICOS
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tados Regionales, Imperio Tahuantinsuyo. Cierta-mente, ambos esquemas tienen vigencia y son in-distintamente utilizados por los entendidos y el p-blico no especializado. Ambos fueron diseados pa-ra el rea central andina, me refiero al Per funda-mentalmente, y son difciles de asociar con los deEcuador o Colombia.
Recientemente J. Haas (1987), S. Pozorski(1987), Pozorski y Pozorski (1989), F. Silva Santis-teban (1997), Shady (1997) han propuesto un es-quema correlacionando perodos con evolucin po-ltica, ubicando el surgimiento del Estado y la ciu-dad hacia los 1 500 a.C. Como se explicar en el ca-
ptulo correspondiente las condiciones necesariaspara este nivel de desarrollo sociopoltico se crista-lizaron en la poca de los Desarrollos Regionales (0-600 aos de nuestra era) en la costa norte y en el Al-tiplano peruano-boliviano.
En este volumen correlacionamos la periodifica-cin y la evolucin sociopoltica propuestas por di-versos autores (Lumbreras especialmente), comose muestra en el cuadro adjunto. En las siguientespginas ofrecemos una correlacin de los cuadrosque sucesivamente se han elaborado desde la dca-da de 1950 hasta nuestros das, as como la secuen-cia cultural.
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EVOLUCIN SOCIOPOLTICA
La investigacin sistemtica de la etapa cazado-ra-recolectora se inici en la dcada de 1940, reca-yendo esa tarea en Junius Bird (1948) y en el Pro-yecto Valle de Vir (Strong 1948). Las investigacio-nes aisladas antes de esa poca pueden ubicarse enla categora de precursoras (Bonavia y Ravines1973: 34). Bird descubre los talleres lticos de Pam-pa San Pedro (1940) y Rafael Larco los vestigios dePampa de los Fsiles (1948), ambos en La Libertad.Estos descubrimientos marcan un nuevo giro en el
conocimiento del antiguo Per al anteponer unaetapa que se denomina preagrcola, precermica ocazadora.
Cunto se avanz en el conocimiento de estaetapa en el Per? El resultado ms notorio es el cro-nolgico pues mientras que en los aos 50 se acep-taba una antigedad de 6 000-8 000 aos, actual-mente sta retrocede a 14 000 aos a.C., y los msoptimistas proponen 18 000 aos a.C. Sin duda, lacronologa ser una preocupacin permanente, aun
IVPRIMEROS HABITANTES DEL TERRITORIO PERUANO
CORRELACIN DE ESTADIOS DE DESARROLLO
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cuando debe advertirse que la aten-cin de la mayora de arquelogosapunta en la actualidad hacia otrosaspectos, entre los que figuran pa-trones de poblamiento, adaptaciny hbitos alimenticios. Por consi-guiente, esta segunda problemticarecibir toda nuestra atencin en loque resta de este captulo.
PATRONES DESUBSISTENCIA Y MODOSDE VIDA
Qu modo de vida y qu patro-nes de subsistencia tuvieron losprimeros pobladores de los Andescentrales? En los prrafos subsi-guientes nos aproximaremos a estainterrogante. Refirindose concre-tamente a Amrica del Sur y losAndes centrales, T. Lynch (1983) admite que huboms de una estrategia de subsistencia. Por ejemplo,a juzgar por los restos de Taima Taima (Venezuela),Tagua Tagua y Monte Verde (Chile), y La Cumbre(La Libertad, Per), los primeros habitantes habrancazado mastodontes, aun cuando no se puede saberqu importancia tuvieron estos animales frente aotros recursos. En todos estos sitios, a excepcin deMonte Verde, se han encontrado tambin restos decaballo, as como en Pikimachay, Jaywamachay(Ayacucho, Pe-r), Uchcuma-chay (Junn, Pe-r), Huargo(Hunuco, Per),Los Toldos (Ar-gentina), cuevaFell (Patagonia).Aparentemente,afirma Lynch, es-tos animales, alque se aade elperezoso, fueronpreferidos por losprimeros pobla-dores pues su ca-za no ofrece grandificultad. Lynchpropone, asimis-mo, que venadosy camlidos tam-
bin fueron consumidos conforme alos restos recuperados en las cuevasde Pikimachay y Jaywamachay(Ayacucho, Per), Tagua Tagua(Chile), Los Toldos (Argentina) ycueva Fell (Patagonia). Agrega quelos habitantes del territorio peruanoy de Amrica del Sur fueron paula-tinamente orientando sus preferen-cias alimenticias hacia venados, ca-mlidos y otros recursos. Por ejem-plo, los ocupantes de la cueva Inca4 (7 280 a.C.) de la puna de Jujuy(Argentina), consumieron caraco-les, moluscos de agua dulce, batra-
cios, un ave parecida a la perdiz llamada tinamou,perros, vizcachas, chinchillas y roedores, aparte devenados y camlidos (Lynch 1983:119).
Sobre los Andes centrales (Per), Lynch afirmaque entre 9 000-7 000 a.C. varias especies de vena-do, que viven por sobre los 2 000 m de altitud, y ca-mlidos, cuyo hbitat se halla encima de los 3 000m, fueron prioritariamente consumidas. La ventajade los Andes centrales frente a otras regiones es layuxtaposicin y cercana de hbitats, que favorecie-
ron el aprovecha-miento simult-neo de varios re-cursos. Para com-pletar su modelode subsistenciapropone que unrecurso animalimportante paralos primeros po-bladores fue el ti-namou, cuyos res-tos no slo fueronencontrados enlos depsitos I y IIde la cueva ElGuitarrero (An-cash, Per), sinotambin enChobshi (Ecua-dor), Inca y Los
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CULT
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Las alturas de Per y Bolivia han sido fundamentalmente el hbitat de loscamlidos sudamericanos, de los cuales actualmente guanacos y vicuas
estn seriamente amenazados por la caza indiscriminada. En la vista alpacas en Catac (Ancash).
El ancestro del caballo es americano. Enterritorio peruano se han encontrado almenos dos tipos de restos. Su carne sirvide alimento para los primeros pobladores.
Toldos (Argentina). Esta especie es terrestre y fcil-mente capturable con trampas y hasta con redessimples. Es sugerente en este sentido el hallazgo decuerdas de fibra vegetal en Guitarrero II (9 000a.C.), lugar en donde tambin aparecieron huesosde esta ave. Tomando en cuenta esta informacinLynch postula que los primeros pobladores fueronrecolectores y cazadores, aun cuando la evidenciasobre recoleccin en Amrica del Sur es escasa.Aparentemente, los habitantes de Quirihuac (La Li-bertad, Per) y Tres Ventanas (Huarochir, Per),consumieron regularmente caracoles terrestres.
Interpretaciones de otra naturaleza fueron pro-puestas por A.L. Bryan (1986), quien sostiene quealgunos grupos no utilizaron herramientas de pie-dra, como los antiguos pobladores de la costa sur deBrasil. En otras palabras, hubo distintos modos devida en Amrica que dependieron de las condicio-nes ambientales y los recursos disponibles de cadaregin. En tal sentido, en Amrica del Sur se desa-rrollaron diversas estrategias de adaptacin no exis-tiendo evidencias claras de caza sistemtica de gran-des animales como, por ejemplo, elefantes (TaimaTaima, Venezuela, sera una excepcin), en el senti-do estricto del concepto. Lo que se dio fue ms bienel aprovechamiento ad hoc de estos animales cuan-do moran por causas naturales o quedaban atrapa-dos en los pantanos. En cambio, perezosos y caba-llos fueron cazados por algunos grupos de Venezue-la y la Patagonia. Esta preferencia se observa tam-bin en Huargo (punas de Hunuco, Per), Pikima-chay (Ayacucho, Per) y Uchcumachay (Junn, Pe-r). Se entiende por supuesto que este modo de vi-da no es generalizable a otros lugares de Amricadel Sur, tales como la costa peruana o Brasil. Conrespecto a este ltimo, los sitios ms antiguos nopresentan herramientas bifaciales propias de la cazade grandes animales.
Los postulados de Lynch y Bryan son aplicablesal Per en la medida en que los primeros habitantesde esta parte del continente debieron adaptarse acondiciones ambientales diametralmente distintas.Es obvio que esa adaptacin demand el desarrollode estrategias de subsistencia vlidas para zonas olocalidades concretas. Es decir, los pobladores de lasierra de Cajamarca aprovecharon recursos diferen-tes en comparacin a los de las punas de Junn y Ce-rro de Pasco. Por eso, sin fijar parmetros rgidospodemos hablar a grosso modo de adaptaciones se-rranas, adaptaciones costeas y adaptaciones a lastierras bajas o la selva. Este ltimo aspecto no serabordado debido a la escasez de datos.
ADAPTACIONES A LA SIERRA
Las investigaciones se han concentrado princi-palmente en cuevas y abrigos rocosos que se ubicanmayormente en las punas, a ms de 4 000 m de al-titud. Una rpida revisin de lo publicado revelaque existen ocupaciones en diversos puntos de lasierra desde Cajamarca hasta Puno. De stas, lasms conocidas corresponden a los restos encontra-dos en las cuevas de Lauricocha (Hunuco), en laspunas de Junn y Cerro de Pasco, en Huanta (Aya-cucho) y en el callejn de Huaylas (Ancash). Esosestudios revelan asimismo cronologas distintas y, loms importante, propician la construccin de mo-delos que intentan explicar estrategias y patrones desubsistencia aplicables a la sierra peruana (vasepor ejemplo Cardich 1958, 1964, 1980; Lynch 1967,1980, 1983; Ravines 1969, 1973; MacNeish 1970,1971; MacNeish, Patterson y Browman 1975; Matos1976; Matos y Rick 1981; Lavalle y Julien 1976; La-valle, Julien y Wheeler 1982; Hurtado de Mendoza1979, 1987; Rick 1978, 1980, 1983, 1984).
Antes de abordar esas estrategias veamos la se-cuencia cultural, aun cuando para ello considerare-mos nicamente las zonas o asentamientos quecuentan con cronologas relativamente completas,apoyadas por fechados radiocarbnicos y correla-ciones tipolgicas.
Cuenca de AyacuchoEn los aos 1969 y 1970 el Proyecto Arqueol-
gico Botnico Ayacucho Huanta dirigido por Ri-chard S. MacNeish (1970, 1971) hizo descubri-mientos novedosos en las cuevas de Pikimachay (12km al norte de la ciudad de Ayacucho) y Jaywama-chay (16 km al este de la misma ciudad), recupe-rando vestigios de animales extinguidos (perezosos,caballos, camlidos) y posibles herramientas cuyaantigedad se remonta a 20 000 aos. Tomando encuenta vestigios estratificados de dichas cuevas yotros sitios al aire libre, MacNeish propuso una se-cuencia para el Precermico de Ayacucho, que seinicia con la controvertida fase Pacaicasa, seguidade las fases Ayacucho, Huanta/Puente, Jaywa, Piki,Chihua y Cachi. Estas cuatro ltimas fases serntratadas en el siguiente captulo.
Fase Pacaicasa: Se defini en la cueva Pikima-chay, existiendo cuatro fechas RC-14 obtenidas enhuesos de animales; ellas son: 17 650 3 000 a.C.,18 250 1 050 a.C. (nivel ms profundo), 14 100 1200 a.C., 12 750 1 400 a.C. (para el nivel ms recien-te de esta fase) (MacNeish, Patterson y Browman
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Origen de las civilizaciones andinasC
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1975:12). Se encontraron 71 utensilios, ms 100lascas y ncleos, asociados con 96 huesos de ani-males hoy extinguidos, cuatro de los cuales fueronutilizados como herramientas. A excepcin de unaherramienta hecha en basalto, las restantes se fabri-caron en tufo volcnico y se emplearon comochancadores, para descarnar, adems de otras fun-ciones desconocidas. Entre la fauna extinguida fi-guran perezosos gigantes (Scelidotherium sp.), ca-ballo (Equus andium), as como venados y roedores.
Pacaicasa fue cuestionada desde diversos ngu-los. Se duda de la autenticidad de las herramientas,pues el tufo volcnico es una roca que se fracturacon facilidad, no apta para la talla de herramientas;por la imposibilidad de verificar las fechas RC-14obtenidas en restos seos con muestras de carbn;y por la posible intrusin de materiales ms recien-tes en los niveles Pacaicasa (Cardich 1980; Lynch1974, 1983). Lynch (1983: 93) observ que si lacueva de Pikimachay fue habitada en tiempos gla-ciales (de intenso fro) es lgico pensar que susocupantes hicieron fogatas para calentarse, perocuriosamente no se encontr vestigios de fogones oespacios de preparacin de alimentos al interior dela cueva, aunque esta situacin puede ser evidencianegativa nada ms. Por otro lado, el 95% de las su-puestas herramientas se hizo en tufo volcnico, elcual corresponde a la propia roca de la cueva.
Fase Ayacucho: Fue identificada en la cuevaPikimachay justo sobre Pacaicasa y comprendeherramientas hechas en basalto, calcedonia, pe-dernal y cuarcita, materiales totalmente distin-tos al tufo volcnico de la fase previa. Entre lasherramientas encontradas figuran chancadores,descarnadores, raspadores y puntas hechas uni-faciales; estas ltimas seran las puntas ms an-tiguas excavadas en Ayacucho. Tambin se recu-per puntas triangulares de hueso, descarnado-res hechos en costillas de animales, puntas enmetapodio de caballo, aunque Cardich (1980:111) duda de que los huesos fueran convertidosen utens
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