Alguien bebe el vino que me falta
Alguien paga por mí
Alguien se roba lo mío
Alguien, alguien se lleva mis misas
furtivamente, hacia el abismo
Porque buscamos
los límites del verdor del agua
somos el hombre que no tiene amada
donde descansar sus ríos
Porque somos las ciudades inconclusas
somos
la mujer que no tiene esposo
donde reposar los sueños
Porque nos sacudimos el poniente rojo
somos, aquel que se acuesta
sólo con sus sábanas
Y no podemos trepar sobre las nubes
ni vestirnos de lluvia
y la música terrible no baña nuestros párpados
ni reposamos en la honda libertad
que sostiene la jornada
Porque vivimos
en el asfalto ensangrentado
de todos los oficios
nuestras manos
abren los árboles de cemento
y se inclinan a los párpados
quebrando la canción de invierno
Porque la madera guarda silenciosa
todo el sonido
el sonido vence el silencio
de las ciudades
Porque el ojo desde el césped
se hace de las cosas observantes
todo, todo nos toca como un viejo camino
Nos toca, como cuando el primer beso
conoce nuestra boca
Levantamos entonces el rostro interrogado
y acuden las pupilas asombradas
y conocemos la cárcel profana
en todos sus cuchillos
y nos tragamos el llanto
con sus desnudos años
Porque somos
sí,
los pasajeros del tranvía inevitable
somos la brevedad del día
Somos los que en tiempos fríos
encontramos la mano anónima
de un hermano del taxi
Sí, porque somos
los que cabeza pensadora piensan
(cuando pensar se nos puede hacer posible)
en cada cosa que nos circunda
Porque somos, a pesar de todo
los que asimos entre los dedos
un pequeño olvido
un paisaje verde guardamos en los bolsillos
y no descansamos los sueños
ni el dejar de amar
se nos puede hacer posible
Porque algo se queda de nosotros mismos
cuando se parte lejos,
se acortan las distancias
Porque una tierna vocecita
nos pregunta por las cosas,
la luz se anida en nosotros
Porque alguien en blanco amanecer
mezclando el agua y la harina,
orilla el molino
Porque alguien
en oscuras noches de túneles
acaricia el corazón de la tierra,
la melodía
derrumba el muro