Cuando el pueblo fue gobierno en Zacatecas.
La División del Centro y la coherencia creativa
Hugo Ávila Gómez Profesor Escuela Preparatoria “González Ortega”
Teul de González Ortega, Zac.
Ahora que México atraviesa una crisis política reflejada en la desintegración del sistema
sociocultural del país y los jóvenes tienen escasos referentes que orienten su vida de
manera prudente y digna, más que nunca, necesitamos voltear al pasado en busca de
hechos y personas que sirvan de guía y de aliento de esperanza.
Uno de estos acontecimientos lo encontramos en el movimiento armado
posmaderista de 1913 y 1914, cuando el pueblo del Estado de Zacatecas se rebeló
contra la usurpación del gobierno de la República por parte del general Victoriano
Huerta. Muchos de aquellos líderes y de aquellos campesinos, pequeños comerciantes,
artesanos y un puñado de universitarios que participaron en el partido
antirreeleccionista, para acabar con la dictadura de Porfirio Díaz, esos mismos grupos
de ciudadanos inconformes con la negación de libertades públicas, crearon focos de
insurrección en distintos puntos del Estado y luego se unieron para formar la División del
Centro. Este grupo armado vivió una breve experiencia histórica donde los ideales
tuvieron correspondencia con los comportamientos.
Vale la pena recordar ese momento de la historia de Zacatecas y del país, ahora
que estamos tan urgidos de coherencia, de compromiso, de ejercicio de la ciudadanía y
de tejer relaciones de solidaridad entre el conjunto social que sólo alcanza a expresar
voces aisladas de protesta, pero sin articular alternativas viables que beneficien al
conjunto de la sociedad.
Algunas preguntas guían el presente texto: ¿Quién integraba a la División del
Centro? ¿Qué hizo este movimiento? ¿Qué podemos destacar de la obra del
CENTRO UNIVERSITARIO DEL NORTE DE JALISCO. UdG DÉCIMO ENCUENTRO DE ESPECIALISTAS DE LA REGIÓN NORTE
DE JALISCO Y SUR DE ZACATECAS Colotlán, Jal., 18 de marzo de 2015
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movimiento revolucionario posmaderista? ¿Qué diferencias se pueden encontrar en el
estilo de gobernar de la División del Centro, comparada con las formas tradicionales de
ejercer el poder?
1. El golpe de Estado al gobierno de Madero
En dos años de gobierno, don Francisco I. Madero, líder del movimiento
antirreleccionista y Presidente de la República al caer Porfirio Díaz, se echó al país
encima. Los revolucionarios Pascual Orozco y Emiliano Zapata le reprochaban tibieza
para emprender reformas en favor del pueblo pobre. Los hacendados le recriminaban
falta de autoridad e incapacidad para controlar a los campesinos levantados en armas.
Un sector del ejército estaba a disgusto; prefería el autoritarismo de tiempos de la
dictadura. Con nadie quedó bien el Presidente Madero.
Encabezados por Victoriano Huerta, un grupo de generales conspiró, en acuerdo
con el embajador estadunidense Henry Lane Wilson. El 9 de febrero de 1913, los
generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz se rebelaron contra el gobierno del
Presidente Francisco I. Madero. Liberaron a los generales Bernardo Reyes y a Félix
Díaz. Madero, cándido, nombra a Victoriano Huerta como responsable de defender la
legalidad y la democracia que apenas llevaba dos años.
El 9 de febrero, el Presidente recorre a caballo el trayecto que va del Castillo de
Chapultepec a Palacio Nacional. Lo resguardan cadetes del Colegio Militar y gendarmes
que dispuso el gobernador del Distrito Federal. Lo acompañan también miembros de su
gabinete y varios amigos. Entre los cadetes se encontraba un teulense, José Manuel
Caloca Larios. A este hecho se le conoció como Marcha de la Lealtad.
Los combates entre leales al Presidente y golpistas duraron hasta el 18 de
febrero. Ese día son hechos prisioneros Madero y Pino Suárez. El 19 son obligados a
firmar su renuncia. Los diputados aceptan las renuncias. Nombran presidente interino a
Pedro Lascurain. A los 45 minutos, luego de nombrar Secretario de Gobernación a
Victoriano Huerta, deja el cargo. Huerta asume como Presidente. Se legalizó el golpe de
estado. El 22 de febrero son asesinados Madero y Pino Suárez. Henry Lane Wilson
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había dicho: Si Madero sigue con vida, nuevamente se levantará en armas, para
perjudicar y ensangrentar seriamente al país.
2. La desobediencia en Zacatecas
Las noticias se fueron dando en el interior del estado de Zacatecas. El 20 de febrero de
1913, el presidente municipal de Concepción del Oro, Eulalio Gutiérrez, joven de 30
años, convocó a una reunión para discutir los últimos acontecimientos. Eulario Gutiérrez
era un empresario minero, inconforme desde 1900 con las reelecciones de Porfirio Díaz
y único jefe zacatecano que tomó las armas en noviembre de 1910. 27 personas se
congregaron. La plática terminó con un documento de acuerdos. Ahí se asentó defender
al gobierno de Madero, apoyar la legalidad, desconocer al nuevo gobierno surgido en la
ciudad de México y designaron a Eulario Gutiérrez jefe de las fuerzas que lucharían a
favor del gobierno legítimo (Flores, 2014: 261-262). Fue el primer municipio en todo el
país que se rebeló en contra del gobierno de Victoriano Huerta (Ramos, 1992: 850).
Al caer Francisco I. Madero, los oficiales maderistas de Zacatecas se reúnen en
la capital del Estado. La cita fue en la casa de Antonio Caloca. Ahí acudieron Antonio
Caloca, Miguel Arreola, Pedro Caloca, Manuel Carlos de la Vega, J. Santos Bañuelos,
José Ma. Cabral, Francisco Correa, Fortunato Maycotte y José Marín. De todos ellos,
Pedro Caloca era el de más grado militar, mayor del ejército y por ese tiempo formaba
parte del 26º Cuerpo de Rurales. El jefe de armas, el general Aréchiga, desconfiando de
Pedro Caloca, hizo que lo reconcentraran a la ciudad de México, donde había hecho
estudios en el Colegio Militar (Zertuche, 1969: 24).
Poco después, el 28 de febrero, Fortunato Maycotte, comandante de los rurales,
se levantó en armas en Villa de Coss.
El 26 de marzo, el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, convoca a 65
oficiales entre lo que se encontraban Jacinto Treviño, Lucio Blanco, Francisco Mujica.
En la Hacienda de Guadalupe firman el Plan del mismo nombre que desconoce a
Victoriano Huerta y nombran jefe del Ejército Constitucionalista a Venustiano Carranza,
con autoridad en todo el país. Un movimiento hecho de reivindicaciones políticas.
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Desconocía a los gobernadores que aceptaran al general Huerta y daba atribuciones a
Carranza de ser gobernador provisional de dichos estados.
El 1º de abril de 1913 toma posesión el gobernador del Estado, Rafael Ceniceros
Villarreal, candidato del Partido Católico Nacional (Flores, 2014: 273). Ni el Congreso del
Estado ni el gobernador toman distancia del usurpador Victoriano Huerta. Los poderes
públicos de Zacatecas aceptan a Huerta como Presidente. La rebeldía cunde sólo en las
filas populares.
Por esa misma época, Pedro Caloca, con 22 años de edad, pidió su baja en el
ejército. En tanto se resolvía su solicitud, desde la ciudad de México tramitó un permiso
para viajar al Teul, su tierra. Claramente ya traía intenciones de sublevarse. En el Teul
organizó un grupo de paisanos, quienes dejaron su familia y sus ocupaciones para
luchar en contra del gobierno usurpador. El mismo día que toma posesión Rafael
Cisneros como gobernador, en su pueblo natal, Pedro Caloca y el grupo de teulenses
que lo siguen, cogen las armas en contra de Victoriano Huerta.
Al poco tiempo, llegan de la ciudad de México dos jóvenes teulenses, ambos
militares, para integrarse a las fuerzas de Pedro Caloca Larios. Se trataba de sus
hermanos Ignacio, de 20 años y José Manuel, con apenas 15 años. Ambos habían
desertado del ejército federal para unirse en Zacatecas a la rebelión antihuertista.
También se agregan al grupo armado que dirigía Pedro Caloca otros jóvenes que
habían participado en el movimiento antirreeleccionista en la ciudad de Zacatecas. Entre
ellos estaban Lauro G. Caloca y Luis J. Zalce, despedidos de sus respectivos cargos en
el gobierno cuando Rafael Ceniceros Villarreal ejerce el gobierno de Zacatecas (Flores,
2002: 195).
El 10 de abril, los rurales de la Villa de Nieves se sublevan contra Victoriano
Huerta. El teniente Pánfilo Natera comandaba el 26º Cuerpo de Rurales, el mismo que
fue dirigido en 1911 por Manuel Caloca Castañeda. Santos Bañuelos y Trinidad
Cervantes, también rurales, fueron el principal apoyo del levantamiento lidereado por
Pánfilo Natera. Su fuerza ascendía a 60 hombres. Contingente que aumentó cuando, en
cosa de días, un rebelde orozquista, Juan Ferniza y los soldados que mandaba, se
unieron a la fuerza de Pánfilo Natera.
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El 14 de abril, un grupo de trabajadores jaliscienses de la Compañía Minera
Amparo, dirigidos por Julián Medina, ocupan por la fuerza la población de Valparaíso.
El reguero de pólvora llegó también al Cañón de Juchipila. El 15 de abril, un
participante en el movimiento antirreeleccionista, Crispín Robles Villegas, quien acababa
de renunciar a su trabajo de cadenero en la Penitenciaría del Estado, toma las armas
para dirigir el movimiento revolucionario en su pueblo natal, Juchipila (Flores, 2014:
293).
3. Los rebeldes invaden el Estado de Zacatecas
Mientras, las fuerzas de Pánfilo Natera, Santos Bañuelos y J. Trinidad Cervantes, inician
un recorrido que siguió las huellas de aquella gira emprendida dos años antes por Luis
Moya. El 11 de abril toman Saín Alto. El 14 entran a Valparaíso. El 20 de abril someten a
los defensores de Jerez, en un reñido combate. El 1º de mayo ocupan la población de
San Miguel del Mezquital (hoy Miguel Auza), donde se apropian de armas y municiones.
Pánfilo Natera pudo ganar la batalla de Jerez ayudado por los contingentes
revolucionarios que vinieron en su auxilio. Quizás en la toma de Jerez, ocurrida en los
días viernes 18, sábado 19 y domingo 20 de abril, se congregaron en este punto de la
geografía estatal los grupos guerrilleros de Crispín Villegas, Pánfilo Natera, Santos
Bañueños y Pedro Caloca. En Jerez quemaron el edificio de la jefatura política, liberaron
a los presos y obtuvieron un préstamo de parte de las personas pudientes.
El jueves 8 de mayo, el gobernador Ceniceros Villarreal toma decisiones
relacionadas con las normales del Estado. A las once de la mañana nombra directora de
la Escuela Normal de Mujeres a la profesora Beatriz González Ortega Ferniza. Más
tarde, designa al profesor Francisco L. Castorena Acosta, director de la Escuela Normal
de Hombres. Ambos profesores tenían en común ser descendientes de familias liberales
del siglo XIX y profesaban públicamente su fe católica (Flores, 2014: 287). Signos del
perfil de catolicismo social que pretendía imprimir a su gobierno Rafael Ceniceros,
primer y único gobernante que dio el Partido Católico a Zacatecas.
El 9 de mayo, los jefes revolucionarios alzados y su ejército que ya llegaba a los
400 combatientes, vencieron en Fresnillo la resistencia de las fuerzas de defensa,
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jefaturadas por el oficial Natividad del Toro, comandante de la Acordada, y entraron a la
ciudad. Natividad del Toro y sus oficiales se refugiaron en la torre del templo de Nuestra
Señora de la Purificación, desde donde resistían a los invasores. Para hacerlos bajar,
soldados del ejército rebelde colocaron varios costales de chile seco en las escaleras del
campanario y les prendieron fuego. Aquello se nubló de humo; humo picante y
asfixiante. El olor fue insoportable; no se podía respirar y los oficiales terminaron
bajando con las manos en alto. Sólo su jefe permaneció en la torre, en donde se negó a
rendirse. Terminó dándose un balazo en la cabeza.
En mayo llega a Zacatecas el general veracruzano Cándido Aguilar, anterior
comandante del 38º Cuerpo de Rurales desde marzo de 2012 a enero de 2013. Conocía
bien a las fuerzas rurales de Zacatecas. Traía la encomienda de Venustiano Carranza
de unificar la rebelión antihuertista en Durango, Zacatecas y Jalisco. Se entrevista con
Pánfilo Natera, Santos Bañuelos, Trinidad Cervantes, Crispín Robles y Pedro Caloca.
Los zacatecanos aceptan pelear bajo el liderazgo de Venustiano Carranza, autor del
Plan de Guadalupe (Flores, 2014: 289-290).
El 21 de mayo los grupos de revolucionarios, unidos en un solo contingente,
toman la plaza de Tlaltenango. Y de ahí se dispusieron a tomar la ciudad de Zacatecas.
En tanto, el 24 de mayo, el gobernador Rafael Ceniceros solicita licencia para
separarse de su cargo, con el fin de acudir a la ciudad de México y reunir la suma de
200 mil pesos, con la que contrataría un ejército civil para combatir la creciente
insurrección popular en distintos rumbos del estado. El 25 de mayo le fue concedida la
licencia. Jamás pudo volver. Así terminó la aventura del representante del catolicismo
social, a quien el infortunio de la guerra le impidó terminar su mandato el 16 de
septiembre de 1916.
Para entonces, principios de junio de 1913, los rebeldes ya contaban con un
contingente de 600 combatientes. Y se fueron contra la capital del Estado, defendida por
un ejército profesional. Después de dos días de batalla, el 6 de junio logran tomar la
ciudad de Zacatecas.
El 10 de junio, a propuesta de Pedro Caloca y de J. Trinidad Cervantes, se
reúnen los jefes de los distintos grupos que participaron en la toma de Zacatecas. El
lugar de reunión fue la Negociación Minera La Fe. Ahí se decide integrar la División del
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Centro. Queda como jefe máximo, Pánfilo Natera, recién ascendido a general por
Venustiano Carranza, Jefe del Ejército Constitucionalista (Ramos, 1992: 947).
Así, la División del Centro quedó integrada por los grupos guerrilleros de Pánfilo
Natera, Santos Bañuelos, Crispín Robles y Pedro Caloca. En otras regiones del Estado
combatían, por separado, pero por la misma causa, Eulalio Gutiérrez, en el norte, y
Julián Medina, en el sur.
4. El pueblo asume la ciudadanía creativa por un breve tiempo
En agosto de 1913 la División del Centro se instala en Sombrerete. El 28 de septiembre
de 1913 se declara a Sombrerete como capital del Estado. El edificio conocido como La
Bonanza fue convertido en Palacio de Gobierno. El hidalguense Luis J. Zalce,
avencindado en Zacatecas, participante en el Partido Antirreeleccionsta y miembro del
gobierno maderista de J. Guadalupe González, fue nombrado Gobernador Interino de
los Poderes Constitucionalistas de Zacatecas (Figueroa, 1965 : 28-29).
La mayor parte de los integrantes de la División del Centro eran campesinos y
artesanos. Personas que tiempo de secas de dedicaban a pequeñas industrias en sus
pueblos y que en época de lluvias abandonaban sus oficios para salir a cultivar la tierra.
Había también una pequeña minoría de comerciantes, profesionistas, pequeños
propietarios y militares de carrera. Clase media en la dirigencia, y el pueblo, en el cuerpo
de las filas revolucionarias. Todos maderistas que primero buscaron un cambio en las
estructuras políticas del país, y poco a poco su pensamiento y sus demandas, a medida
que bebían de las fuentes de la realidad, fueron evolucionando hasta plantear
reivindicaciones de derechos económicos, sociales y culturales.
¿Qué puede enseñar la División del Centro a la época contemporánea? ¿Cuáles
acontecimientos de ese grupo revolucionario pueden dar esperanza y orientación para
los tiempos aciagos que vivimos? Podemos describir algunas acciones que fueron la
esencia de la acción revolucionaria de la División del Centro.
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a) Predominio político y militar de las zonas sur y norte del Estado de Zacatecas. Ética en la guerra.
Sólo el centro y oriente del Estado de Zacatecas (Zacatecas, Guadalupe,
Fresnillo, Jerez, Pinos) estuvo bajo el control de las fuerzas leales a Victoriano Huerta.
El resto del Estado fue terreno donde se movían con libertad los contingentes de la
División del Centro y sus aliados. Esto sucedió en buena medida porque ni el gobierno
de la República, ni los gobernadores vecinos pudieron responder satisfactoriamente a
las solicitudes de ayuda de los respectivos gobernadores de Zacatecas. Cada gobierno
estaba enfrascado en su respectiva guerra interna, que era imposible disponer de
recursos para acudir en auxilio de quien estaba en la misma situación. De modo tal, que
la guarnición del ejército federal prácticamente alcanzó para defender la capital del
Estado y sus alrededores. A favor de los revolucionarios se puede decir que éstos
constituían también una fuerza considerable, que en su momento llegó a contar con mil
hombres en el frente de batalla.
La guerra es cruel. En medio de la violencia y de la barbarie desatada es muy
difícil el respeto de la dignidad, las posesiones, la vida de los adversarios, así como los
derechos del pueblo que queda en medio del conflicto. En la División del Norte destacó
el sentido ético del coronel Pedro Caloca Larios que perdonaba la vida a los soldados y
militares del ejército federal, al mismo tiempo que impedía el saqueo y robo a las casas
de la población civil. “El dinero y todo lo que nos hace falta hemos de quitárselo a los
enemigos de la Revolución. De las haciendas ricas tomaremos lo necesario; pero a los
pobres debemos darles por lo menos garantías. El que no esté conforme con esto, que
no me siga”, decía a aquellos campesinos convertidos en revolucionarios, que
integraban su regimiento (Zertuche, 1969: 27-28).
En la misma Toma de Zacatecas de junio de 1913, los días 5 y 6, la División del
Centro, en lugar de hacer saqueos, vandalismo y revanchas contra los enemigos, el
general Pánfilo Natera se presentó en el banco de Zacatecas “para solicitar un préstamo
y cubrir sus necesidades de campaña” (Ramos, 1992: 850). Con ello, mejoró la imagen
pública que se tenía el movimiento, descrito en los periódicos de la época como
asaltantes, robavacas y bárbaros.
La misma consideración tenían cuando acudían con los hacendados. En lugar de
recurrir al pillaje, con comedimiento, pedían un préstamo del dueño de la hacienda, bajo
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la firma de su correspondiente recibo. Aunque en ninguno de los libros consultados se
menciona ocasión alguna en que los revolucionarios regresaron, de la misma manera, a
pagar los préstamos recibidos.
b) Unidad de distintas fracciones regionales y alianzas con movimientos externos
La División del Centro se integró con los grupos rebeldes que surgieron en
distintas regiones del Estado, como Monte Escobedo, Juchipila, San Juan Bautista del
Teul, Nieves y Villa de Cos. La fuerza del principal ejército revolucionario que hizo
presencia en Zacatecas consistió en la decisión de unirse y articular los grupos
regionales dispersos en un inicio. Cada contingente aportó alrededor de 100 personas a
la mayor fuerza revolucionaria que se opuso a Victoriano Huerta.
Asimismo, ya constituida la División del Centro, tejió alianzas con otros grupos
armados, como el de Julián Medina, proveniente de Jalisco, que combatía al lado de
Enrique Estrada en el sur del Estado, y también con Eulalio Gutiérrez, que dominaba en
la región de Concepción del Oro.
Otro factor que explica el ascenso de la División del Centro es que supieron
atender la solicitud de unirse a la causa constitucionalista de Venustiano Carranza, en
voz de su enviado, el general Cándido Aguilar, antiguo comandante del 26º Batallón de
Rurales en Nieves, Zacatecas y compañero de armas de Pánfilo Natera, Santos
Bañuelos, Pedro Caloca y J. Trinidad Cervantes.
Esta lección de unidad, de integración de compañeros que tienen la misma causa
y la creación de frentes organizados, ha sido la excepción en este país, cuya historia
está marcada por la incapacidad de diálogo, de entendimiento, de consensos y de
voluntad de ceder en los propios intereses para que tenga lugar la presencia libre del
otro en los espacios comunes.
Unidad de la División del Centro que, por cierto, no fue permanente. El acuerdo
entre los líderes apenas duró un periodo de año y medio. Las diferencias de criterio, el
abuso de poder y las limitaciones de la naturaleza humana, rompieron con la ejemplar
unidad sostenida desde abril de 1913 hasta julio de 1914. La ruptura entre Carranza y
Villa también se dejó ver al interior de la División del Centro. Poco después de la Toma
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de Zacatecas, en 1914, Pedro Caloca y su división se separaron de este cuerpo militar,
para incorporarse a la División del Norte, de Francisco Villa (Zertuche, 1969: 31-32).
c) Se mantuvo firme en su causa de exigir respeto a la legalidad truncada
Pese a las dificultades del frente de batalla, de andar vagando por cerros y valles,
de sobrevivir a los peligros, de soportar privaciones, intemperies, pérdidas humanas, el
movimiento de la División del Centro sostuvo su adhesión a los principios que los
hicieron tomar las armas.
Asimismo, resistieron con determinación las invitaciones a abandonar la causa
revolucionaria, como aquella efectuada mediante carta que dirigió el jefe político de
Fresnillo, el coronel Luis Gallardo, el 26 de marzo de 1914, en donde le pide al general
Pánfilo Natera que deje las armas del infundado movimiento revolucionario y que obre
como un hombre de bien, honrado y patriota (Flores, 2014: 380-381).
d) Creación de un periódico: El Insurgente
En lugar de lamentarse que los periódicos comerciales de la capital del Estado
hacían mala propaganda a la causa revolucionaria, los dirigentes de la División del
Centro decidieron crear un medio de comunicación, para generar su propia línea de
difusión y propaganda de sus ideas y acciones, y con ello, establecer un contacto más
directo con la población civil. Lauro G. Caloca, teulense, egresado del Instituto de
Ciencias, de la Normas de Maestros, periodista, en el periodo de aguas del año de 1913,
fundó el periódico El Insurgente, para darle voz a las ideas y a las acciones del
movimiento constitucionalista. El Insurgente fue tribuna de la revolución zacatecana, con
razonamientos provenientes de dos fuentes distintas, que el ideólogo supo conciliar
entre sí: el liberalismo y el pensamiento social cristiano. Con este periódico, el
movimiento que empezó reclamando respeto a la legalidad, al orden constitucional,
amplió sus demandas al reconocimiento de justicia social y de la propiedad común para
los desposeídos.
En uno de los primeros editoriales de El Insurgente, Lauro G. Caloca dejó ver su
pensamiento. Habló ahí de la propiedad y su sentido social (Figueroa, 1965: 27).
Para afianzar sus ideas trajo la voz clara y tronante de los Padres de la Iglesia:
Gregorio de Nisa, Ambrosio, Basilio, Anselmo, Juan Crisóstomo, Agustín. “Nombres
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sonoros, hombres de recia voz, de recia doctrina, de ansia de Dios, hombres amigos de
los hombres”.
Dios, el que hace que el sol salga para todos, hizo las cosas para provecho de
toda la humanidad. Por eso, los bienes materiales son para resolver necesidades de las
personas. Dios hizo todas las cosas para la familia humana; y si somos una familia es
justo que todos tengamos igual parte en la herencia de bienes.
Entonces, más que dueños, somos administradores de las cosas, las cuales se
deben compartir, para remediar las necesidades de la comunidad. Así era la Iglesia en
un principio, cuando estaba fresco el recuerdo de Jesús: “Todos los creyentes vivían
unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y bienes y lo repartían entre
todos, según la necesidad de cada uno” (Hechos 2, 44).
El rico es avaro porque no está contento con lo que le es suficiente. También es
ladrón porque toma las cosas de los demás.
Escribió San Basilio: “El pan que tú almacenas pertenece al hambriento; los
vestidos que se te pudren en los armarios son del desnudo; los zapatos que se te
enmohecen son del descalzo; del indigente es el dinero que tienes enterrado. Por tanto,
cometes injusticia contra todos aquellos a quienes puedes ayudar”.
A partir de estas ideas, Lauro pensaba que es de derecho natural la propiedad
común, puesta al servicio del necesitado. La propiedad individual y la acumulación de
bienes son de derecho positivo, cosa de hombres que hacen legal la usurpación, la
fuerza y el robo.
e) Acciones de educación pública
El mismo Lauro G. Caloca fue designado por el ejército revolucionario de la
División del Norte, secretario particular del gobernador Luis J. Zalce y director de
instrucción pública.
Él mismo puso empeño en que esta cartera no quedara como un nombramiento
sin contenido. Abrió una escuela donde enseñaba a 50 niños las primeras letras y
nociones de historia, aritmética, geografía, civismo y español. Las páginas del
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Insurgente dan testimonio de diversos festivales cívico-culturales que se realizaron en la
escuela fundada por Lauro. G. Caloca (Figueroa, 1965: 30).
Si la Revolución Mexicana estalló como volcán para reclamar justicia, educación,
salario digno, tierra para quien la trabaja, no se podía esperar a crear instituciones que
resolvieran todos los problemas del país. Lauro G. Caloca asumió su responsabilidad
con el momento que vivía y puso en juego las capacidades y recursos del movimiento en
que participaba y, en un acto de autonomía y determinación, creó las condiciones para
que los excluidos por quien se hizo la Revolución ejercieran, en el aquí y el ahora, el
derecho a la educación.
Insiste Tomás Mojarro en afirmar que en México tenemos una vieja tradición de
exigir y delegar los derechos y deberes que están en manos del pueblo llevar a cabo.
Padecemos una especie de inmadurez ciudadana al esperar que sean otros los que
resuelvan los problemas, sin poner manos a la obra en aquellas oportunidades que
están a nuestro alcance para construir mejores condiciones de convivencia. La División
del Centro puso el ejemplo de que es posible dejar de delegar y empezar a asumir la
ciudadanía madura, propositiva, creadora y tejedora de redes de condiciones de vida
digna.
Bibliografía
Figueroa, J. (1965). El cuentista parlamentario. México: Costa-Amic
Flores, M. (2002). El grupo masón en la política zacatecana: 1880-1914. México:
Asociación de Investigaciones Filosóficas “Francisco García Salinas”
Flores, M. (2014). Antes de la batalla. México: CONACULTA
Ramos, R. (1992). Diccionario Histórico y Biográfico de la Revolución Mexicana en el
Estado de Zacatecas. México: Gobierno del Estado
Zertuche, E. (1969). Los Caloca en la Revolución. México: s/e
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