La estructuración de las relaciones objetales y el papel del superyó en los trastornos de
personalidad
María Cristina Carvajal Zapata, [email protected]
Artículo de investigación presentado para optar al título de Psicólogo
Asesor: Andrés Felipe Palacio Pérez, Magíster (MSc) en Investigación Psicoanalítica
Universidad de San Buenaventura Colombia
Facultad de Psicología
Psicología
Medellín, Colombia
2017
Citar/How to cite (Carvajal, 2017)
Referencia/Reference
Estilo/Style:
APA 6th ed. (2010)
Carvajal (2017). La estructuración de las relaciones objetales y el papel del
superyó en los trastornos de personalidad. (Trabajo de grado
Psicología). Universidad de San Buenaventura Colombia, Facultad de
Psicología, Medellín.
Grupo de Investigación Estudios clínicos y sociales en psicología.
Línea de investigación en contextos y subjetividades contemporáneas.
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LA ESTRUCTURACIÓN DE LAS RELACIONES OBJETALES Y EL PAPEL DEL SUPERYÓ... 3
Resumen
Este artículo parte de la descripción estructural de los trastornos de la personalidad, caracterizados
por cierto nivel de difusión de la identidad, en el que los aspectos contradictorios del sí mismo, de
los demás y del mundo son pobremente integrados, es decir, con predominancia de operaciones
defensivas primitivas, centradas en procesos psíquicos con marcadas fallas en la cohesión, la
diferenciación y la individuación; en él, se muestra cómo el análisis de aspectos como el patrón
relacional, la identidad del sí mismo, el narcisismo, entre otros elementos organizadores del
psiquismo humano, dan lugar a una forma particular en cada desorden del carácter de estructurar y
manifestar la instancia del superyó.
Palabras clave: Trastornos de personalidad, relaciones objetales, personalidad límite,
personalidad narcisista, personalidad esquizoide, personalidad esquizotípica, superyó, estructura.
Abstract
This article is based on the structural description of personality disorders, characterized by a certain
level of identity diffusion, in which contradictory aspects of the self, the others and the world are
poorly integrated, with predominance of primitive defensive operations, centered on psychic
processes with marked defects in cohesion, differentiation and individuation; it shows how the
analysis of aspects such as the relational pattern, the identity of the self, narcissism, among other
organizing elements of the human psyche, give rise to a particular form in each disorder of the
character of structuring and manifesting the instance of the superego.
Keywords: personality disorder, object relations, borderline personality, narcissistic personality,
schizoid personality, schizotypal personality, superyo, structure.
Introducción
Partiendo de la descripción realizada por algunos teóricos tradicionales como Freud, que
nombran a los sujetos estructurados bajo la patología de déficit de los desórdenes del carácter o los
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trastornos de la personalidad como “los inanalizables” por su incapacidad para representar una
relación tríadica, por la falta de transferencia auténtica del sujeto (debida al falso self) y por la
utilización de mecanismos de defensa primitivos, se ha dedicado menor tiempo a la descripción y
análisis de los mismos, que se observa en la falta de organización e integración de estos al campo
psicodinámico y se evidencia la necesidad de ampliar la comprensión del abordaje de los trastornos
de personalidad límite, narcisista, esquizoide y esquizotípico.
Para ello se propone un recorrido que inicia con la teoría general y sus planteamientos de
conceptos básicos frente al fenómeno de la personalidad y sus manifestaciones patológicas.
Posteriormente se retoma la teoría relacional con su propuesta de organización de los sujetos y la
matriz relacional en medio de la cual estos se estructuran. Se aborda el planteamiento enfocando
la atención en la descripción realizada desde la perspectiva psicoanalítica del carácter y el superyó.
Desde el psicoanálisis relacional, se hace un recorrido desde lo planteado por Horner relatando la
teoría evolutiva de Mahler y pasando por cada una de sus fases, en cuyas fallas se da lugar a los
distintos desórdenes del carácter abordados en el artículo.
El fin último de esta investigación es responder al interrogante: ¿Cuál es el papel y la
estructura del superyó en cada uno de los trastornos de personalidad? y abordar en cada uno de
los desórdenes del carácter trabajados, la identidad del yo, el patrón relacional, el estilo emocional,
el manejo de la agresividad, el narcisismo, las manifestaciones superyóicas y la sintomatología
características de cada uno de ellos.
Desarrollo del tema
Definiciones tradicionales en la psicología de Personalidad y de Carácter
Ante la falta de la organización clínica del campo de los trastornos de la personalidad y la
dificultad para integrar de manera complementaria las propuestas teóricas de los diferentes autores
psicodinámicos, se evidencia la necesidad de tratar de comprender esta estructura mental,
incluyendo los elementos pulsionales y relacionales; sin dejar de lado los componentes biológicos,
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hereditarios, ambientales, relacionales y los recursos psíquicos del propio sujeto, para establecer
un primer orden de esta estructura mental.
Todo esto, aunado al hecho de que las manifestaciones comportamentales son consecuencia
en gran medida de la organización psíquica propia de los sujetos que se estructuran desde este
lugar, y sobre lo que se hace necesario revisar cómo las influencias del superyó en los diferentes
trastornos del carácter, tienen implicaciones terapéuticas en su concepción teórica, sus criterios
descriptivos y dinámicos, su tratamiento y pronóstico.
Con este fin, se desarrolla en primer lugar el concepto personalidad, desde la visión
complementaria de varios autores. Se inicia retomando a Ortiz-Tallo & Cardenal (2004), citadas
por Ponce & Palacio (2011), quienes la definen: “(…) como un conjunto de facetas y aspectos
psicológicos que una persona pone en marcha y desarrolla al enfrentarse al medio en el que vive”.
(Ortiz-Tallo & Cardenal, 2004, p. 18). Este conjunto de aspectos psicológicos se entiende como la
organización integrada por todas las características cognoscitivas, afectivas, conductuales,
volitivas y físicas de un individuo, tal como se manifiestan y que lo diferencian de otros.
La forma característica en la que un individuo responde a las situaciones, hace alusión a las
propiedades dinámicas y estructurales de su personalidad, que tienden a ser permanentes en el
tiempo y a presentarse en diferentes contextos personales y sociales. Para Millon (1981), citado
por Belloch (1995), estas pautas de afrontamiento al medio son aprendidas en la infancia de las
figuras significativas para cada individuo, y se transforman en formas complejas y estables de
manejar el entorno (p. 585).
Posteriormente, según el DSM-III citado por Belloch en 1995, la definición de personalidad
incluye el concepto de rasgos, entendidos como “pautas duraderas de percibir, pensar y relacionarse
tanto con el ambiente como con uno mismo” (Belloch, 1995, p. 573).
Así, Anzieu et al. (1998) citado por Ponce & Palacio (2011) dice que:
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La personalidad se inscribe también en el seno del desarrollo, donde aparece como
una estructura efecto duradero de las elecciones y rechazos efectuados por un sujeto
“dentro” del campo psicológico, considerado como conjunto de las relaciones del
organismo y del entorno. Cabe aclarar que esta no aparece sólo como una
organización de instancias, sino como una red de actitudes constituidas en el curso
y con el encuentro de diversos comportamientos (Anzieu et al., 1998, p. 430).
Siguiendo este orden de ideas, Anaya (2004) en su Diccionario de Psicología citada por
Ponce & Palacio (2011), describe la personalidad como: “Patrón global de rasgos
comportamentales, temperamentales, emocionales, mentales y de carácter, que dan lugar a la
manera única y relativamente consistente de una persona de sentir, pensar y comportarse” y lo
complementa con una visión psicoanalítica que lo define en términos de “conjunto de rasgos y
tendencias especiales, formas específicas de ser y reaccionar que le otorgan una singularidad
biopsicológica” (Anaya, 2004, p. 214-215).
Comprendiendo de esta forma el concepto de personalidad, se pasa a definir trastorno de
personalidad, para lo cual se retoma a Belloch (1995) quien comenta que:
La tradición psicoanalítica defendía la existencia de una teoría de la personalidad y
de la psicopatología en la que la perturbación de la evolución personal sería la fuente
explicativa responsable de las alteraciones, por una solución insatisfactoria del
conflicto específico en cada fase evolutiva de la libido (p. 572).
Belloch (1995) más adelante escribe, cómo desde las perspectivas más sociales: “(…) los
trastornos de la personalidad serían concebidos como errores del proceso de socialización dirigidos
a la producción de daños en los demás, sin que medie necesariamente ningún tipo de problema
biológico” (p. 573).
Según el DSM-III (1987), citado por la misma autora en 1995:
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Para que los rasgos de personalidad “adquieran” el carácter de convertirse en
trastorno de personalidad deben poseer ciertas características: “en el caso de que los
rasgos de personalidad sean inflexibles y desadaptativos, causen incapacitación
social significativa, disfuncionalismo ocupacional o malestar subjetivo” (DSM-III)
se habla de trastorno. Dicho con otras palabras: los criterios de anormalidad
propuestos lo son de forma disyuntiva (aunque no excluyente): sufrimiento
personal, problemas laborales o problemas sociales (Belloch, 1995, p. 573).
Se identifica un trastorno de la personalidad por una configuración de rasgos que se dan
con una frecuencia suficiente como para que se pueda inferir que existe una relación de
dependencia entre estos diferentes rasgos. Sin embargo, existe una gran diversidad en la
descripción y clasificación de las personalidades patológicas.
Actualmente según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-
V) (2013), los trastornos de la personalidad se caracterizan por patrones perdurables de
experiencias internas y comportamentales que se desvían notablemente de las expectativas de la
cultura del individuo, y que se manifiestan en los ámbitos cognitivo, afectivo, del funcionamiento
interpersonal y/o del control de impulsos (dos o más ámbitos).
Es un patrón perdurable e inflexible que causa malestar clínicamente significativo o
deterioro en las áreas social, laboral, u otras que sean importantes para el funcionamiento de la
persona. Su inicio se presenta en la adolescencia o en los primeros años de la adultez (Kaplan H.
S., 1996).
Generalidades sobre los desórdenes del carácter o trastornos de la personalidad en la teoría
relacional
La psicología dinámica y el psicoanálisis en general, incluyen cuatro grandes estructuras
psicopatológicas: neurosis, psicosis, perversión y desórdenes del carácter. A estos últimos, se les
ha dado tradicionalmente el nombre de trastornos límites de personalidad, pero para efectos de la
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comprensión de este texto, se entenderá que lo límite hace referencia a determinadas características
clínicas que se sitúan en la frontera entre lo neurótico y lo psicótico, y se manifiestan en una clara
inestabilidad emocional, conductual, relacional y en cuanto a la estructuración particular del yo
(Kaplan, Sadock, & Grebb, 1996).
Estructuralmente hablando, se hace referencia a cierto nivel de difusión de la identidad, en
el que los aspectos contradictorios del sí mismo, de los demás y del mundo (los objetos) son
pobremente integrados, es decir, con predominancia de operaciones defensivas primitivas,
centradas en procesos psíquicos con marcadas fallas en la cohesión, la diferenciación y la
individuación; y determinados en gran medida por mecanismos de defensa de escisión, idealización
primitiva, identificación proyectiva, negación y omnipotencia; además, de una prueba de realidad
conservada, aunque con alteraciones en relación a los sentimientos de realidad (Kernberg, 1999).
Aun así, cabe mencionar que uno de los desórdenes que hacen parte de esta cuarta
estructura, es el desorden llamado limítrofe de la personalidad, al cual se han asignado variados
nombres en el poco tiempo que se ha dedicado a su estudio, aproximadamente desde la década de
los 60’s, pasando por denominaciones tales como esquizofrenia ambulatoria, personalidad como-
sí, esquizofrenia pseudoneurótica y carácter psicótico (Kaplan, Sadock, & Grebb, 1996).
A lo que hay que sumarle los múltiples conflictos conceptuales a los que nos vemos
enfrentados al interior del psicoanálisis y la psicología dinámica respecto a los diversos usos que
se han dado a éste término, lo que refleja la clara necesidad de establecer un orden en la teoría de
los desórdenes del carácter -o trastornos de la personalidad- para lograr integrar la teoría de manera
más clara.
Es preciso entonces decir que se denominarán trastornos de la personalidad a los fenómenos
aquí descritos, ya que por trastorno se entiende: la suma del síndrome, sus signos y síntomas, el
malestar clínicamente significativo y el deterioro funcional. Así, la psiquiatría tradicional considera
su alto componente biológico y hereditario, por lo que para este modelo se requiere para la cura
determinados químicos y medicamentos en los cuales no centraremos nuestra atención (Kaplan,
Sadock, & Grebb, 1996).
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Por su parte, en la psicología dinámica se siguen los mismos criterios, pero no se interpreta
ni se analiza su nosología de la misma manera, es decir, los síntomas son entendidos en une teoría
como de origen orgánicos, en la otra, como el resultado de las vicisitudes de las relaciones objétales
y sus consecuencias en la estructuración del carácter del sujeto. Enfocaremos todo interés del
presente artículo en las perturbaciones a nivel psicológico, estructural y del carácter, es decir, el
resultado de las vicisitudes de las relaciones objetales y sus consecuencias en la estructuración del
yo y del sí-mismo.
Por otro lado, comparando los modelos diagnósticos de la psiquiatría con los modelos de la
psicología dinámica, los teóricos que se han inclinado hacia el estudio de estas estructuras clínicas,
han propuesto variadas clasificaciones para los desórdenes del carácter, entre las que se han
encontrado, por ejemplo: la personalidad histérica, que con el paso del tiempo se equiparó a la
personalidad histriónica y en los últimos manuales diagnósticos a partir del DSM-III-TR se
reunieron en las características sintomáticas de uno y otro, comprendiéndolos como uno solo. Se
han eliminado, además, algunos otros que se consideraron trastornos como: la personalidad
pasivo-agresiva, y modificado otros como el depresivo-masoquista en los últimos manuales
diagnósticos como en DSM IV y el V (Millon & George, 1994).
Es por estas múltiples transformaciones en la psicopatología, que se eligen cuatro de estos
trastornos de la personalidad o desórdenes del carácter, ya que se han mantenido en la psicología
dinámica relacional, con el fin de ordenarlos e integrarlos para una mejor compresión clínica. Estos
son:
Desorden límite de la personalidad
Desorden narcisista
Desorden esquizoide
Desorden esquizotípico
Todo lo anterior implica, que si bien hemos llegado a algunos acuerdos con respecto a
estructuras como las neurosis, las psicosis e incluso las perversiones, la estructura de los Trastornos
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de la Personalidad requiere aún una investigación mayor que permita ordenar la teoría y los
conceptos, llegando a consensos entre los elementos pulsionales y relacionales con el fin de realizar
interpretaciones más acordes a los fenómenos que se presentan en la vida intrapsíquica e
interpersonal de los sujetos que se atienden en la clínica.
Pero sobretodo, consideramos que el hecho de incluir el papel de la instancia del superyó
para tratar de comprender la influencia que esta tiene en los comportamientos de dichas estructuras,
nos permitirá un mejor y más amplio esclarecimiento de los fenómenos sintomáticos y clínicos que
implican los llamados trastornos de la personalidad.
Así, se vuelve la mirada hacia la complementariedad de las propuestas teóricas de autores
como Otto Kernberg y Margareth Mahler, ya que se comprende que estos ofrecen miradas del
desarrollo psíquico complementarias y aclaratorias entre sí.
Es por todo lo expuesto que se decide centrar esta investigación en la organización psíquica
de los desórdenes del carácter, y en las influencias en ello del superyó, lo que se ve reflejado en las
formas de comportamiento, y en el análisis de las modalidades del yo, las relaciones objetales, el
narcisismo y la agresividad.
Teoría de los desórdenes del carácter. La teoría de los Trastornos de Personalidad en el
psicoanálisis
Partiendo de la postura pulsionalista de Otto Fenichel, se enfoca el interés por el estudio de
los trastornos del carácter, en el creciente fenómeno en las últimas décadas del aumento de la
presencia de cuadros clínicos caracterizados por una personalidad, que contraria a ser uniforme e
integrada y verse perturbada en un momento dado, resulta contrahecha y se encuentra
comprometida por los síntomas, desdibujando la línea que diferencia a estos últimos del modo
habitual de ser y comportarse del sujeto (Fenichel, 1966).
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Desde esta visión, el carácter es entendido como la manera que tiene el sujeto para hacer
armonizar las exigencias pulsionales inconscientes, las del mundo externo y el superyó. El yo tiene
la función de proteger al organismo y al sujeto, tanto de los estímulos externos como de los internos,
para lo cual bloquea sus reacciones, tamiza y organiza los estímulos e impulsos, que puestos en
concordancia con las gratificaciones y las frustraciones, permite que unos se expresen de manera
directa y otros en forma un tanto modificada. Es esta organización dinámica y económica, y la
combinación de las funciones yoicas, la que permite hallar soluciones adecuadas para cada forma
de carácter (Fenichel, 1966).
De este modo, el carácter se encuentra constituido por los modos habituales de reacción y
adaptación del yo al mundo externo, al ello y al superyó, buscando elegir entre los actos posibles,
aquel que mejor permita satisfacer las exigencias de estas fuentes. Esto da lugar a comprender que,
una perturbación del carácter o personalidad: es una manera patológica de comportarse con el
mundo externo, las pulsiones internas y las exigencias del superyó, o una limitación para combinar
las respuestas a estas diversas fuentes (Fenichel, 1966).
El carácter en su tarea armonizadora, representa la función del yo como parte de la
personalidad que organiza e integra, y es por esto que si el yo del sujeto no se halla completamente
desarrollado, se encuentra fijado en alguna etapa, o ha regresionado a etapas previas del desarrollo,
las reacciones de este yo y el carácter serán arcaicas (Fenichel, 1966).
Cabe resaltar que la instauración del superyó en la estructuración del sujeto es decisiva para
la formación del carácter. Lo que para una persona es bueno o malo, su respuesta a los mandatos
de la conciencia, y la obediencia o la rebeldía ante ella, son características que responden a la
conducta de los padres y las reacciones instintivas del niño frente a ellos, lo que a su vez depende
de la constitución del niño y de sus experiencias infantiles: El Edipo y el desarrollo de las relaciones
objetales (Fenichel, 1966).
La formación del superyó dependerá de estos elementos y de las actitudes de los padres que
el niño adopte e imite, sean positivas o prohibitivas; de la fusión del yo que se da por la
identificación o por la oposición a la autoridad que reclama obediencia pero promete protección; y
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por las exigencias de la sociedad a la que la persona pertenece. De esta manera el carácter se
estructura en parte de acuerdo a la formación del superyó, que a su vez repite en cierta medida la
estructuración del yo, y que dependerá de las cualidades de los modelos que sirvieron para su
identificación y al ambiente en el que estos se desarrollaron (Fenichel, 1966).
El aporte del Psicoanálisis Relacional a la teoría de los desórdenes del carácter o trastornos
de la personalidad
Se comprende que en la conformación de la personalidad influyen de manera significativa
las primeras relaciones y la adherencia a los objetos con los que se forman vínculos durante los
primeros años de vida.
“Transformarse en una persona determinada es un procedimiento complejo durante el cual
el niño, que “busca objetos”, encuentra a otras personas, se apega a ellas y se conforma de acuerdo
con ellas para obtener su reconocimiento” (Mitchel, 1988, p. 41).
Estos lazos se convierten en la manera de interactuar y comunicarse que el individuo
aprende para relacionarse con los demás, y por tergiversados que sean, posibilitan la
transformación de cada persona en una versión particular de lo humano y la construcción de una
definición de sí mismo, del objeto y del vínculo entre ambos.
Desde esta mirada relacional, la personalidad se constituye a partir de una compleja trama
de inevitables conflictos que surgen en el contacto y la identificación con las primeras figuras
significativas; así los síntomas son entendidos como configuraciones relacionales conflictivas que
no se han podido incluir de manera armónica a la composición de la personalidad, y que encuentran
formas de expresión indirectas, disfrazadas o encubiertas (Mitchel, 1988).
Retomando la propuesta Mahleriana, la estructura de carácter de una persona adulta y sus
manifestaciones en sus relaciones interpersonales, su sintomatología o la transferencia que
desarrolla en un proceso psicoterapéutico, están directamente relacionadas con los éxitos o los
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fracasos que tuvo durante su desarrollo temprano. De ser un proceso exitoso, el sujeto logrará el
desarrollo del sentido de sí mismo diferenciado del otro, la identidad, podrá relacionarse con otros
y no sólo para satisfacer sus propias necesidades, tendrá la capacidad de tolerar la ambivalencia sin
tener que mantener una división entre las representaciones buenas y malas, tanto de sí mismo como
del objeto. Tendrá la habilidad de mantener el propio equilibrio narcisista como el resultado del
logro de la constancia de objeto libidinal (Horner, 1995).
Por el contrario, en caso de presentarse fallas en este proceso, dependiendo de la fase en la
que estas se den, las manifestaciones serán unas u otras. Por ejemplo, en caso de una falla en la
fase de simbiosis, habiéndose instaurado el apego, y en caso de que este se interrumpa por
separación o pérdida y falta de disponibilidad de un objeto de apego sustituto, podría dar como
resultado, un desapego esquizoide a lo largo de toda la vida (Horner, 1995).
Por su parte, fallas en el inicio de la fase de separación-individuación, como la pérdida de
la pareja simbiótica, cuyas funciones hasta el momento han constituido un marco de referencia y
punto de orientación para el sujeto, pueden dar lugar a una desorganización y disolución del self
del que todavía se hace parte; experiencia análoga a la sensación de los pacientes limite, que
mantienen la necesidad de fusión como defensa en contra de la disolución del self (Horner, 1995).
Si la falla se presenta en el período de ejercitación de esta misma fase, el niño se encontrará
en el punto máximo de la creencia en su omnipotencia mágica, basada en experiencias como su
capacidad de caminar solo y verticalmente, pero esta creencia seguirá siendo: “en gran medida
derivada de su sentimiento de compartir los poderes mágicos de su madre” (Mahler, 1968, p. 20).
Mahler (1972) añade que ahora hay una “representación afectiva compleja de la unidad dual
simbiótica, con su excesivo sentimiento de omnipotencia” y que esto es “ahora aumentado por el
sentimiento del niño de su propio poder mágico (…)” (p. 23).
Esta inflada y omnipotente representación sí mismo-objeto es el núcleo del self grandioso
que se obtiene en casos de narcisismo patológico, ya sea con estructuras limite o personalidades
narcisistas.
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Kernberg manifiesta:
Debido a que los precursores del yo ideal y del superyó maduro – las imágenes
idealizadas del objeto- son tomadas dentro del self y forman parte de ella, de esta
manera existe una falla para desarrollar ideales y el superyó como una estructura
madura (…) Cuando las funciones autónomas son asimiladas dentro de una
estructura del self grandiosa patológica, no están disponibles para logros en la
realidad que contribuyan a una saludable autoestima basada en la realidad
(Kernberg, 1979, pp. 115-131).
Finalmente, en el período de acercamiento, último de la fase de separación-individuación,
se hace aparente la patología límite, en casos en los que la falla materna se manifiesta en el retiro
de la disponibilidad libidinal de la madre para dar el apoyo, la aprobación y amor que el sujeto
requiere, causando una detención en el desarrollo de esta fase y generando que el adulto con
estructura límite use defensas como la regresión a la estructura del self grandiosa o la fusión para
protegerse a sí mismo de la ansiedad de la pérdida del objeto y su consecuente desorganización
(Horner, 1995).
El papel del superyó en los desórdenes del carácter o trastornos de la personalidad
El superyó es definido clásicamente como el heredero del Edipo, el superyó es una de las
instancias de la personalidad establecidas por Freud en su descripción del aparato psíquico. Su
formación y estructuración se da en la fase de declinación del complejo de Edipo, cuando el niño
renuncia a la satisfacción de estos sus deseos e impulsos más peligrosos debido a la prohibición
parental, transformando la catexia que ha puesto sobre los padres en identificación con ellos, e
interiorizando la prohibición en la represión. El superyó es un sistema que comprende a su vez el
valor de modelo es la instancia crítica que funciona como un juez, encarna una ley y prohíbe su
transgresión (Laplanche & Pontalis, 1996).
Es preciso aclarar que la identificación parental no hace referencia a que el superyó del niño
se forme a imagen de los padres; es más bien a imagen del superyó de estos, lleno del mismo
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contenido, convertido en el representante de la tradición, manteniendo los juicios de valor y
enriqueciéndose por las exigencias sociales y culturales que se transmiten en la educación, la
moralidad y la religión (Laplanche & Pontalis, 1996). Por lo general el yo-ideal proviene de la
relación del infante con su madre, mientras que el Ideal-del-yo proviene de la relación con el padre;
la suma de estas representaciones y de estas relaciones deja como resultado la estructura del sistema
del superyó.
Al examinar este sistema interno de legislación, es posible distinguir la existencia de una
mayor o menor tendencia de los sujetos a la auto-observación y la autoevaluación. Como se
mencionaba anteriormente, la función de vigilancia del superyó está determinada por múltiples
factores, entre ellos el nivel de prohibición, control y observación que los padres hayan tenido sobre
el comportamiento del niño; a lo que se suma, la organización defensiva que vigila desde dentro
del propio sujeto con la intención de anticiparse a una objeción por parte del exterior. Así, mientras
mayor inseguridad y temor se sienta ante las figuras externas, mayor será la búsqueda del mismo
sujeto de sus propias fallas, incrementando la vigilancia (Vanegas, 2002).
También forma parte de esta estructura una conciencia crítica o sistema evaluador, que
acepta o rechaza las representaciones del sí mismo respecto a los ideales. Esto abre la posibilidad
de que existan altas normas de observancia (yo-ideal) con los que se juzgue cada conducta para ver
si se ajusta o no a las metas, ambiciones e ideales. Si de la evaluación resulta que el sujeto cumple
con los ideales, entonces se acepta a sí mismo, e incluso puede entrar en momentos de exaltación
narcisista; de lo contrario se pasa por momentos de depresión, dando lugar a estados de ánimo
caracterizados por la labilidad emocional (Vanegas, 2002).
El dominio del sadismo permanente contra sí mismo, la intencionalidad agresiva que
moldea y guía el proceso de evaluación, marca la distancia entre la representación del sujeto y los
ideales. El sujeto puede elevar las metas o rebajar la imagen del sí mismo, bajo la intencionalidad
de atacarse, de acuerdo con la forma que ha internalizado de relacionarse consigo mismo
equivalente a la manera con que sus figuras significativas lo han hecho, por lo que si estas han sido
guiadas por el odio, el sujeto, aplastado por su superyó, encuentra satisfacción únicamente en el
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ejercicio de actividades autoagresivas, que pueden alternarse con momentos de proyección de su
insatisfacción sobre ciertas figuras externas a las que ataque sádicamente (Vanegas, 2002).
Otra posible manifestación es el “superyó moral” que imponga la prescripción de cuidar al
otro, no dañarlo y evitar a toda costa su sufrimiento, y ante cualquier infracción a estos mandatos,
surgirán sentimientos de culpabilidad e impulsos de reparación de los daños infligidos, sean reales
o imaginarios (Vanegas, 2002).
Para terminar, se puede presentar un “superyó narcisista” cuyos mandatos implican ser el
mejor, ser perfecto, no cometer errores, triunfar siempre, e imponen el alcance de niveles excelsos
de belleza, perfección física o intelectual, y/o de logros sociales, mandatos que frente a la
frustración generan en el sujeto sentimientos de inferioridad haciendo que la preocupación por el
objeto pase al segundo plano (Vanegas, 2002).
Resultados
Tabla 1
Descripción de los aspectos estructurales de los trastornos de personalidad.
Desorden límite Desorden narcisista
Desorden
esquizoide
Desorden
esquizotípico
Identidad
del Yo
Presenta un Síndrome
de Difusión de la
Identidad que se
refleja en la
experiencia de vacío
crónico, en
percepciones
contradictorias del sí
mismo/objeto, en
conductas
contradictorias que no
pueden integrarse en
una forma
emocionalmente
significativa, en
carencia del sentido
Los límites de la
identidad se
encuentran mejor
definidos que en la
personalidad límite,
hay un mayor nivel de
cohesión del sí mismo,
salvo en situaciones
que revivan la angustia
de perder al objeto
reabastecedor del
narcisismo y/o se
vivencie vergüenza.
Tiene una pseudo –
identidad, y también
podría presentar
La falla, al igual que
en la personalidad
límite se ha
presentado en el
proceso de
diferenciación, pero
es una forma de
estructuración que
ha permitido al
sujeto escapar de
ansiedades
demasiado
extremas,
convirtiendo al sí
mismo en el único
lugar relativamente
Presenta una escisión
o fragmentación del
self que se manifiesta
en diferentes
representaciones del
sí-mismo que no se
integran y resultan en
una identidad difusa,
que no le permite
reconocer al sujeto
quién es y lo hace
sentir golpeado por
pensamientos,
sentimientos, deseos e
impulsos muy
conflictivos.
LA ESTRUCTURACIÓN DE LAS RELACIONES OBJETALES Y EL PAPEL DEL SUPERYÓ... 17
de la identidad
consistente y en
percepciones
empobrecidas de los
demás (Salas, 2017).
Falta un concepto
integrado entre el sí
mismo y el objeto (el
sujeto comenzó el
proceso de
diferenciación del
objeto pero este
quedó incipiente).
Síndrome de Difusión
de la Identidad.
Su falla se encuentra
en la integración de lo
positivo con lo
negativo, pues el sí
mismo no se integró y
no cumplió con su
propósito de alimentar
el concepto de sí
mismo, generando una
alianza patológica con
la representación del
objeto omnipotente
(Kernberg, 2001).
seguro, y que se
intenta proteger de
la intromisión de los
objetos que se
encuentren por fuera
de la frontera que
construyen y limita
el intercambio
interior-exterior, si
estos no se
consideran
predecibles y
controlables.
Las áreas del self se
encuentran
disociadas.
El pensamiento es
autorreferencial
aunque no llega a
construcciones
delirantes.
La difusión de la
propia identidad hace
que la relación con los
otros sea
problemática
(Gabbard, 2002).
Fairbain (1954)
consideró lo
esquizoide como una
defensa contra el
conflicto entre querer
relacionarse con otros
y temer que las
propias necesidades
dañen al otro. El
dilema con el tiempo,
pasa de temer devorar
al otro con sus
necesidades, a ser
devorado por el otro,
por lo que la relación
se experimenta como
peligrosa y se evita
(Gabbard, 2002).
Patrón
relacional
Excesivo
compromiso
(adherencia),
dependencia y
profundidad en muy
pocas relaciones, que
activan su
funcionamiento
primitivo. Los demás
vínculos son
superficiales para
mantener la
adaptación (Kaplan
H. S., 1996).
Las imágenes del sí
mismo y del objeto
permanecen
escindidas y
extremadamente
contradictorias. Por
un lado, teme ser
atacado por el objeto
Depende
excesivamente de la
admiración de los
otros, tiene actitudes
seductoras pero
escasamente se
preocupa por el otro,
por su poca capacidad
de amar. La tendencia
es a explotar a los
demás.
Teme perder al objeto
que le sirve para el
reabastecimiento
narcisísticos, y teme a
la vergüenza frente a
un objeto que percibe
poderoso y que puede
humillarlo. Si pierde
un objeto lo devalúa
como decepcionante y
busca un nuevo objeto
En general, tiene los
mismos temores que
la personalidad
límite, pero la
imagen que él ha
internalizado del
objeto es terrorífica
por lo que ha
buscado huir lo más
pronto posible del
núcleo simbiótico.
Mientras más
temprana la huida,
más determinante el
desapego
caracterológico
(Osorio, 2006).
El proceso de
separación es tan
precipitado que no
permite la gradual
Su principal
característica es que
aparentemente no
establecen relaciones
con otros. Durante el
trabajo con personas
con estructura
esquizotípica, se ha
podido observar que
aunque realmente
desean relacionarse
con otros, han
quedado detenidos en
una etapa temprana
del desarrollo que les
ha hecho creer que
por el fracaso que
vivieron en la relación
con su madre o primer
objeto significativo,
los siguientes intentos
por recibir cualquier
cosa de otros objetos
LA ESTRUCTURACIÓN DE LAS RELACIONES OBJETALES Y EL PAPEL DEL SUPERYÓ... 18
que percibe malo, y
teme perder al objeto
que percibe bueno
(angustia de
abandono), lo que
activa sus defensas
primitivas. Por otro
lado, siente que si
pierde al objeto se
pierde a sí mismo, por
lo que necesita
controlarlo para que
no lo abandone.
La experiencia
relacional primaria
fue con un cuidador
depresivo,
abandonante, no
disponible
afectivamente, con
predominio de
experiencias de
frustración y
hostilidad.
(usa el sí mismo
grandioso para
defenderse de esta
falla).
Ante las fallas del
ambiente tiene
reacciones extremas:
humillación, envidia,
voracidad o ira por la
pérdida del control de
los suministros
narcisísticos (Salas,
2017).
internalización del
objeto libidinal, que
culminaría en la
constancia objetal
(Gabbard, 2002).
Se muestra
indiferente ante los
elogios o a los
ataques de los
demás, pero con
facilidad se sienten
en peligro de ser
absorbidos,
controlados,
invadidos y
traumatizados
cuando se
relacionan con otros
(Sutil, 2014).
Son hipersensibles a
cualquier actitud de
los demás que
puedan sentir como
un ataque, lo que
motiva no sólo el
aislamiento social
sino también la
hipervigilancia
hacia el entorno.
ulteriores tampoco
funcionará, lo que los
hace preferir aislarse
(Gabbard, 2002).
Balint (1979), citado
por Gabbard (2002),
propone una “falta
básica” en su
capacidad de relación
a causa del rechazante
e inadecuado cuidado
materno que
recibieron en la
infancia.
Estilo
emocional
Tienen baja tolerancia
a la ansiedad y a la
frustración. Bajo
control de impulsos
(sin capacidad de
culpa, ni
preocupación por el
otro)
Escasos canales de
sublimación y goce
creativo.
Es lábil
emocionalmente,
exhibicionista,
pseudo-hipersexual,
con tendencias
competitivas y
masoquista.
Tienen baja tolerancia
a la ansiedad, la
frustración y baja
capacidad de controlar
impulsos. Evidencia
una adaptación que es
superficial pero eficaz.
El bajo control de
impulsos se evidencia
en la necesidad de los
suministros
narcisísticos.
Cuentan con escasos
canales de
sublimación y goce
creativo. Tienen una
fantasía de
grandiosidad /
Mantienen un patrón
de aislamiento
social durante toda
la vida. Muestran
frialdad emocional,
aplanamiento o
distanciamiento de
la afectividad. Es
contenido
emocionalmente
pero no experimenta
la soledad como
desagradable.
Tienen tendencia a
la
despersonalización,
sensaciones de
irrealidad, extrañeza
Aparentemente es
excéntrico y
extravagante, pero es
aislado e inaccesible
por lo que puede ir
desde lo aprehensivo,
frenético y
desesperado en los
casos activos
(proactivo), hasta lo
apático, insensible y
apagado en los casos
pasivos (reactivo)
(Millon T. &., 1994).
Presenta
manifestaciones
contradictorias al
mostrarse
LA ESTRUCTURACIÓN DE LAS RELACIONES OBJETALES Y EL PAPEL DEL SUPERYÓ... 19
No toleran la soledad,
prefiriendo
mantenerse en una
búsqueda exacerbada
de compañía sin
importar lo
insatisfactoria que sea
(Salas, 2017).
sentimientos de
inferioridad (Salas,
2017).
La expresión afectiva
va desde
despreocupada hasta
exuberante.
en situaciones
familiares y
familiaridad en
situaciones extrañas
(sensaciones
paradójicas).
desapegado,
autosuficiente,
desinteresado,
asexual y moral, pero
de manera encubierta
es vigilante, sensitivo,
emocional y creativo.
Manejo de
la
agresividad
Se autoagrede con el
fin de evitar perder al
objeto, para expresar
emociones como la
rabia o para buscar
liberarse de ciertos
afectos como la
tristeza o el miedo,
que les desbordan. En
las relaciones
cercanas pueden
expresar una ira
enorme si se sienten
decepcionados (Sutil,
2014).
Ante los afectos de
angustia, depresión o
rabia, presentan
repetidas conductas
de acting y
autodestructividad
(Osorio, 2002).
Posee la ilusión de una
superioridad
inherente, se mofa de
las reglas
convencionales de
convivencia y cree que
sus derechos son
mayores que los de los
demás, por lo que
puede llegar a agredir
al objeto en caso de no
darle el trato especial
que considera merecer
o criticarlo.
Las conductas
antisociales, la
agresión egosintónica,
el sadismo
egosintónico y la
orientación paranoide
generalizada, se
manifiestan en casos
de patología severa
(Sutil, 2014).
Los actos agresivos
muy raramente
forman parte de su
abanico de
respuestas, por lo
que la mayoría de
sus miedos, sean
reales o imaginarios,
se resuelven
mediante la
omnipotencia o la
resignación
fantaseadas.
No predomina la
agresividad ni el
apego (Sutil, 2014).
Aceptar cualquier
cosa del otro implica
desarrollar intensa
ansiedad por temor a
la dependencia y a la
fusión. Amar a
alguien más es peor
aún porque se
considera idéntico a
fusionarse, y esto
genera pérdida de la
propia identidad y
destrucción de la
identidad del otro.
La propia voracidad
se proyecta en el otro
y desarrolla fantasías
de omnipotencia que
no permiten conocer
al otro porque prefiere
alejarse y distanciarlo
(Kernberg, 1994).
Narcisismo
Falta de vivencia
narcisista que genera
una falla en la
cohesión del sí mismo
por no ser amado
suficientemente.
No puede hacer uso
de la función
organizadora
narcisizante y por eso
se des-diferencia
fácilmente, quedando
organizado en una
relación de
Exagerada centración
en sí mismo. Fue
amado pero ese amor
es incierto porque
también fue
abandonado, agredido
y humillado por el
objeto (también
narcisista), lo que dio
origen a un sí mismo
grandioso y falso self,
llevó a la falla en la
integración, pero
gracias a la vivencia
Su capacidad adaptativa está puesta en su
creatividad, facilitada por su tendencia al
aislamiento, por lo que evitan repetir la sobre-
estimulación traumática que viene de fuera
debido a su temor de ser absorbidos,
distorsionados y devorados (conflicto oral) y
se centran en la auto-confirmación y la
estimulación interna, evitando la externa.
LA ESTRUCTURACIÓN DE LAS RELACIONES OBJETALES Y EL PAPEL DEL SUPERYÓ... 20
dependencia
patológica.
narcisista que logró,
pudo tener un sí
mismo mejor
cohesionado y más
diferenciado.
Usa la función
organizadora
narcisizante y así
puede negar la
dependencia del
objeto.
Superyó
El malestar que
experimenta por su
impulsividad y
excesos agresivos con
el objeto, es por temor
a perderlo, no es un
indicador de
precursores directos
del superyó.
Puede ser muy
punitivo consigo
mismo en momentos
de crisis, debido a la
identificación
proyectiva con el
objeto.
No hay capacidad de
culpa o preocupación
por el otro, pero
puede presentar una
reparación maniaca
para recuperar al
objeto.
Presenta temor a la
vergüenza como
precursor primitivo
del superyó, que
funciona como
regulador para la
tendencia a la labilidad
yoica (Kernberg,
2001).
No hay capacidad de
culpa o preocupación
por el otro, pero puede
presentar una
reparación maniaca
para recuperar al
objeto.
La integración del
superyó es deficiente,
el nivel de
organización puede
ser intermedio, el
superyó es muy
punitivo; hay un
desvanecimiento
parcial entre el
superyó y el yo
(Kernberg O. , 1999).
No siente culpa o esta se halla desrealizada.
Se puede sentir pobre y por tanto
premoralmente malo, pero no por algo que
haya hecho.
La integración del superyó es mínima, se
puede encontrar en el nivel inferior de
organización, por lo que la persona proyecta
sus núcleos superyóicos primitivos y sádicos.
Los límites entre el yo y el superyó se
desvanecen por completo (Kernberg O. ,
1999).
Presencia de fuerte
labilidad emocional.
Es posible que sufran
episodios psicóticos
de corta duración, en
los que no hay
necesariamente una
Sentido propio de
grandiosidad y auto-
importancia según el
cual también esperan
que los demás los
traten. Baja tolerancia
a la crítica, a la que
Las personas con
este desorden de la
personalidad, dan
la impresión de ser
frías y distantes, se
muestran
reservadas y
Las personas con
estructura
esquizotípica tienen un
patrón general de
déficit social e
interpersonal,
distorsiones cognitivas
LA ESTRUCTURACIÓN DE LAS RELACIONES OBJETALES Y EL PAPEL DEL SUPERYÓ... 21
Síntomas
ruptura psicótica en
toda su magnitud.
En las relaciones
interpersonales, la
autoimagen y la
conducta, se hace
evidente un patrón
general de
inestabilidad,
acompañado de
excesiva
impulsividad que se
manifiesta en los
gastos, el abuso de
sustancias, el sexo,
los atracones de
comida, etc.
En las relaciones
interpersonales
descritas como
inestables, se observa
alta divalencia entre
los extremos de
idealización y
devaluación. La
sensación de vacío
crónica se refleja en
las repetidas
conductas autolesivas
y la alteración de la
identidad.
responden con ira o
indiferencia.
Se niegan a seguir las
normas
convencionales, tienen
la sensación de que
están autorizados para
casi todo. Sus
relaciones
interpersonales son
frágiles, y sólo se
muestran
comprensivos para
conseguir lo que
desean. Explotan
frecuentemente a los
demás.
Su autoestima es
frágil, tienen una gran
necesidad de contar
con otro que les
admire, aspecto que
los hace proclives a la
depresión.
carentes e
implicación con los
sucesos que son de
interés para los
demás. Se
caracterizan por ser
silenciosos y
retraídos, viviendo
sin necesidad de
mantener lazos
emocionales con
los demás,
incluyendo a sus
familias.
Prefieren las
actividades y
trabajos solitarios,
no son
competitivos. Su
vida sexual puede
darse sólo en sus
fantasías, con poco
interés de tener este
tipo de
experiencias con
otras personas.
Muestran una
incapacidad de toda
la vida para
expresar la ira de
manera directa.
Se interesan por
pocas actividades,
y prefieren poner su
energía afectiva en
intereses no
humanos, como
animales,
matemáticas o
astronomía. Desde
que no requiera
interacción social,
también se
interesan por la
salud, la filosofía y
las ideologías
sociales.
y perceptivas y
excentricidades en el
comportamiento.
Presentan ideas de
referencialidad,
pensamiento mágico
(consiste en ideas de
superstición,
clarividencia,
telepatía, entre otras),
experiencias
perceptivas
inhabituales (como
ilusiones corporales),
pensamiento y
lenguaje raro que
puede ser
circunstancial,
metafórico, sobre-
elaborado; suspicacia e
ideación paranoide,
afectividad restringida,
apariencia rara, y
ansiedad social
excesiva.
LA ESTRUCTURACIÓN DE LAS RELACIONES OBJETALES Y EL PAPEL DEL SUPERYÓ... 22
Conclusiones
A lo largo de la búsqueda de información y la recolección de material bibliográfico acerca
de los distintos aspectos estudiados de cada uno de los trastornos de la personalidad, se hizo notoria
la dificultad para encontrar elementos que permitieran la distinción entre el desorden esquizoide y
el desorden esquizotípico de la personalidad.
La misma investigación permitió comprender que esto es debido a que la lectura que se
hace desde la psicología dinámica, no pretende analizar la nosología de los mismos desde la
diferenciación de sus síntomas, sino que lo hace desde la comprensión del resultado que dieron las
vicisitudes vividas en la matriz relacional del sujeto, y en vista de que la falla se generó en el mismo
punto evolutivo para estos dos desórdenes del carácter, la psicología dinámica no hace distinción
entre ellos.
De igual manera, se evidencia en cada uno de los trastornos de la personalidad, sea límite,
narcisista, esquizoide y/o esquizotípico, la forma en que las relaciones objetales fundantes, en
medio de las cuales el sujeto estructuró su identidad, se refleja en la experiencia que dicho sujeto
sigue teniendo de sí mismo, del otro y del mundo a lo largo de su historia.
Esto se refleja en la posibilidad que cada uno de ellos tiene para estructurar su superyó
según el nivel de organización logrado, que a su vez dará cuenta del manejo emocional y conductual
que logre el sujeto ante las experiencias que viva de gratificación y frustración, ubicando en el nivel
inferior a los trastornos esquizoide y esquizotípico, en el nivel medio al límite y al narcisista.
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