Pontificia Universidad Católica del Ecuador
Facultad de Ciencias Históricas
Carrera de Historia
“La teoría del difusionismo transpacífico: Vínculo entre las
culturas Valdivia de la costa y Jomon del Asia”
Eduardo Urrutia
Año 2014
1. Introducción.
El presente ensayo estará dedicado a desarrollar un análisis de las diversas tendencias
arqueológicas que se manifiestan en relación al difusionismo, las cuales surgieron desde
mediados del siglo XX, con la corriente de la Nueva Arqueología, y en relación al estudio
de las culturas precolombinas del Ecuador. Las teorías difusionistas fueron propuestas por
las investigaciones realizadas durante la expedición de los arqueólogos norteamericanos;
Betty Meggers y su esposo, también un arqueólogo de renombre, Clifford Evans en
asociación con el guayaquileño Emilio estrada, quien aportaría al desarrollo de la
arqueología ecuatoriana con el descubrimiento de la cultura Valdivia. “Clifford Evans y
Betty Meggers, investigadores asociados del Smithsonian Institution de Washington (USA)
influirán decisivamente en la arqueología de Latinoamérica y del Caribe.” (3. Echeverría;
1996; 69)
Es importante aclarar que este grupo de arqueólogos estuvo claramente influenciado por las
circunstancias sociales de su época, ellos desarrollaron su teoría y método partiendo de su
propia realidad y tendencias científicas. A pesar de que posteriormente surgieran otras
formas de arqueología más ligadas a los requerimientos de una ciencia objetiva, universal,
metódica y regida por leyes que parten del método de deducción. La teoría difusionista -en
este caso nos referimos a la desarrollada en Latinoamérica- no contaba todavía con aquello
que se podría llamar una total cientificidad, a pesar de haber aportado con valiosas técnicas
de estudio arqueológico como la datación por estratigrafía, también implementaron la
periodización que se utiliza hasta la actualidad, entre otras formas que marcaron una fuerte
tradición científica que viene desde los aportes realizados por figuras como la de Jacinto
Jijón y Caamaño en nuestro país.
La crítica manifestada en oposición a los difusionistas se debió a que su método no cumplía
con ciertos parámetros como la ya mencionada deducción científica. Sus estudios no
pertenecían a un plan de investigación basado en leyes universales, ni a una estructura
teórica previamente establecida que permitiera también generar objetivos claros en relación
a categorías científicas generales. No había una profesionalización de la arqueología como
una ciencia autónoma (Echeverría; 1996; 65).
En Ecuador, el desarrollo profesional de esta disciplina ha sido bastante lento y tardío, un poco a la zaga del desenvolvimiento de la misma a nivel continental y mundial. En líneas generales, el quehacer arqueológico en Ecuador presenta, siguiendo a Idrovo (1990:9-11), tres períodos bien marcados: 1) Período de los precursores-arqueología descriptiva, ubicado desde la segunda mitad del siglo XIX hasta 1945; 2) Período de las innovaciones teóricas y técnicas-arqueología descriptiva-interpretativa, de 1945 hasta 1970 y 3) Período de profesionalización-arqueología interpretativa, desde 1970 hasta la actualidad (Echeverría, 1996: 59).
La obra de Emilio Estrada y de los arqueólogos norteamericanos, se encuentra dentro de los
trabajos que han marcado la historia de la arqueología en el Ecuador. Queda incluido en el
marco de las expediciones científicas que han logrado definir a las culturas precolombinas
americanas, provocando un interés mundial sobre las mismas. Cuestión que aparece desde
las épocas de la arqueología netamente descriptiva dada con las diversas expediciones
científicas en Latinoamérica inicialmente desde el siglo XVIII. Partiendo de la misión
geodésica con figuras como Carles de Marie de la Condamine, o las de Alexander Von
Humboldt, que se preocupaban, más que todo, por sobresalir la arquitectura monumental de
elementos que eran inusualmente impresionantes y exóticos, también se mantenía el interés
sobre objetos para su museificación, principalmente, y no se tomaba en cuenta los objetos
pertenecientes al ámbito de la vida cotidiana de las culturas. (3. Echeverría; 1996; 60).
A pesar de todo, son aportes innegables para la ciencia y la evolución de la misma, los
cuales han servido ampliamente a los estudios arqueológicos hasta la época actual. Pero,
por otro lado, también se trata aportes académicos que han sido apartados de los estudios
arqueológicos durante las últimas décadas, esto se ha debido a su falta de cientificidad y
todavía precario desarrollo de un método científico propiamente dicho. La misma
consideración difusionista de la semejanza entre dos culturas, tan distantes en este caso,
como la cultura Valdivia y la cultura japonesa Jomon, parte de un juicio empírico y
también, de cierta forma, descriptivo e interpretativo que debió haber generado debate y
aversión en aquellas tendencias arqueológicas que anhelaban objetividad y progreso
científico. Este último punto es ciertamente importante ya que por este conflicto entre
paradigmas arqueológicos, por así decirlo, es que se ha dejado de considerar a varias teorías
a lo largo de la Historia, un ejemplo es la del difusionismo transcontinental. Se ha llegado a
recibirlas solamente como simples fantasías obsoletas, que pertenecieron a juicios
desarrollados a partir de un método equivocado, o al menos esa es la opinión de la
oposición escéptica.
Al comparar varios casos particulares para posteriormente concluir en cuestiones generales,
es una clara aplicación de una forma inductiva de método en sus análisis, ir de lo particular
a lo general. Por ejemplo; en la teoría de Betty Meggers se argumenta que debido a las
similitudes entre la cerámica entre las culturas Valdivia temprano perteneciente al territorio
ecuatoriano, y la Jomon temprano medio del Japón, aparte de varias semejanzas que parten
de la datación de los objetos y del ecosistema en el cual se desarrollaron dichas culturas, se
puede concluir que sí existió un contacto entre los continentes, lo cual muestra la clara
aplicación de la inducción y el desarrollo de la concepción de los núcleos culturales a partir
de los cuales se desarrollarían las culturas, lo cual es característico del difusionismo.
Muy similar a otras teorías que parten desde la misma concepción; como la del contacto a
través del océano que pudo haber sucedido entre Ecuador y Mesoamérica, y entre
Mesoamérica y la China con el contacto Shang-Olmeca (2.Meggers; 1998; 8), por la
semejanza, no solamente en relación a los objetos, sino a la simbología que queda plasmada
en ellos como una manifestación de la ritualidad compartida entre las culturas separadas
por una lejanía considerable. “Estudios químicos y tecnológicos en objetos de metal
mesoamericanos verifican la introducción de la metalurgia en el occidente de México desde
la región septentrional de los Andes” (2.Meggers; 1998; 8)
Surgen varias preguntas partiendo del debate planteado ¿en qué se originó el debate entre
las distintas tendencias? ¿Fue un debate basado en la oposición de los métodos de
investigación, o más bien se trataba de un debate ideológico? ¿Puede sobrevivir la idea de
las culturas transcontinentales, o simplemente fue una teoría que servía a concepciones ya
obsoletas y a puras fantasías?
Como un hincapié, es importante mencionar que uno de los elementos que más influye en
esta teoría difusionista es la teoría evolucionista del darwinismo, no solamente como un
apoyo teórico, sino que se lo ve como el sustento absoluto del desarrollo de las culturas en
base al ecosistema en el cual se desarrollan. Este es un tema que será profundizado en este
ensayo como uno de los puntos de justificación de la teoría transpacífica, así como fue
también uno de los aspectos que generó más debate en la disputa entre las diversas
tendencias de la época.
2. Tendencias de la arqueología que forman parte del debate
Imagen extraída del libro de Meggers: “Evolución y difusión cultural”, se aprecia la comparación entre la simbología asiática y la mesoamericana.
Quizás sería oportuno, en este punto, diferenciar las tendencias arqueológicas que se
oponen dentro de este análisis. Por un lado tenemos a los difusionistas ecológicos
norteamericanos que viajan al Ecuador a mediados del siglo XX, y por otro damos con la
arqueología científica deductiva, que surgiría posteriormente – desde 1970
aproximadamente- para refutar a los anteriores. Se tratará de entender los puntos de vista de
ambas partes, y desde qué perspectiva se puede analizar dicho conflicto. Podrían surgir dos
puntos de vista opuestos, pero que pueden ayudar a guiar este ensayo.
El primero trata de la visión sobre el difusionismo desde la ciencia deductiva, esta
tendencia no ha llegado a negar el inmenso aporte que ha significado la utilización del
método difusionista, pero está consciente de sus amplias limitaciones metodológicas y
teóricas. No se lo considera, en sí, como un método sino más bien como un estudio
empírico de los fenómenos sociales, del que parte la concepción del contacto entre las
culturas -los difusionistas negaban la autonomía y particularidad de las culturas, no los
veían como entes aislados-. “En los informes utiliza un lenguaje narrativo tradicional y una
expresión literaria, en vez de un lenguaje simbólico (matemático y estadístico)” (3.
Echeverría; 1996; 65). Para la ciencia objetiva y positivista llega a ser inconcebible un
contacto cultural transpacífico, ya que, según Meggers, significaría llegar a aceptar que las
culturas americanas precolombinas no eran tan subdesarrolladas como nos muestra la
Historia tradicional. “En la explicación del desarrollo de los grupos locales predomina la
difusión; se niega la posibilidad de una invención independiente”. (3. Echeverría; 1996; 65)
Otro de los elementos que genera discusión es el aspecto ecológico del difusionismo
norteamericano, que parte principalmente de la idea de evolución biológica, y la adaptación
de las especies a un ecosistema. Esta perspectiva tampoco es compartida por las ciencias
sociales tradicionales ya que el hombre acaba teniendo la misma reacción de adaptación y
supervivencia que tienen los demás seres vivos ante un sistema ecológico imperante, lo cual
rebaja al hombre en sus facultades superiores aproximándolas a las del resto de organismos
vivientes, es decir, el hombre pierde su jerarquía de ser racional, su antropocentrismo y la
cultura no vendría a ser una manifestación de su raciocinio, y dominio sobre la naturaleza,
cuestión que parte de la teoría marxista y el materialismo histórico con la naturaleza como
un recurso productivo y económico-social. La cultura viene a tener una connotación muy
particular e importante en este caso, esta llegaría a ser la respuesta de la evolución del
hombre ante una cierta circunstancia natural o medioambiental, desde una perspectiva de
adaptación y selección natural de las especies. La naturaleza aparece aquí como el medio
modificador de la vida de los entes sociales. (3. Echeverría; 1996; 69).
Es sumamente importante mencionar en este punto que a pesar de que los arqueólogos
norteamericanos habían pertenecido a la corriente de la “New Archaeology”, ellos, al
introducirse en el contexto ecuatoriano, no pudieron valerse totalmente de su tradición
teórica, sino que más bien tuvieron que desarrollar nuevos recursos más empíricos en sus
investigaciones que logren adaptarse al contexto estudiado, pero sí supieron servirse de
teorías y técnicas absolutamente oportunas como el darwinismo y el ecologismo, o la
aplicación del método de Henry Ford para la cronología (3. Echeverría; 1996; 71). Ellos
iniciaron su interés por la arqueología ecuatoriana partiendo de sus estudios realizados en la
Amazonía, y luego, con la asociación con Emilio Estrada, es que llegan a interesarse por las
culturas de la costa, y específicamente la Valdivia, que fue considerada como la primera
cultura precolombina del Ecuador que había desarrollado una técnica cerámica. (2.
Meggers, Evans y Estrada; 1965).
“El descubrimiento de la cultura Valdivia en la costa del Ecuador, constituye un
importante paso adelante en el progreso de nuestro conocimiento del periodo
formativo en el nuevo mundo. Su posición estratigráfica confirmada por Carbón
14. Le señala una edad de 4.050-4.450 + 200 años. Indicándola como la cultura
cerámica más antigua en el Ecuador, y dándole no sólo importancia local sino
significación general.” (1.Evans; 1959; 7)
Ahora, continuando con el análisis presente, se sabe que el debate sobre el difusionismo se
mantuvo incluso hasta nuestros días sin haber llegado a una conclusión suficientemente
favorable para ninguna de las partes, y es que no se puede ocultar los inmensos aportes de
los arqueólogos estadounidenses por el simple hecho de considerar a su teoría como
obsoleta, y los argumentos que parten desde la ciencia tampoco han sido suficientes para
negar el contacto precolombino transcontinental de las culturas.
Y en adición, se sabe que en la actualidad esta teoría está siendo fuertemente retomada ya
que rompe con varios esquemas que están empezando a considerarse escépticamente, y que
en cierta época fueron sustento científico. Como ejemplo tenemos a la concepción de que el
hombre está sobre la naturaleza y sobre todos los demás seres vivos en una suerte de
jerarquía evolutiva, como una distorsión del darwinismo en base al progreso positivista
respondiendo a la teoría marxista de una naturaleza productiva. O que la cultura era una
muestra de la razón y la superioridad de la raza humana, ahora esta es vista como la
consecuencia de un medio ambiente o circunstancia natural que modifica la vida de los
grupos humanos.
Se ha percibido que la ruptura entre ambos paradigmas ha sido radical, y esta también
puede ser apreciada como un conflicto entre teorías dominantes, que en su momento fueron
negadas y casi olvidadas, consideradas como puras fantasías empíricas, pero que en los
tiempos actuales son retomadas con la seriedad que estas ameritan. (2.Meggers; 1998; 30)
3. La teoría de la difusión transpacífica
El rechazo del difusionismo transpacífico se mantuvo en vigencia hasta nuestros días. El
difusionismo solamente servía para explicar los fenómenos de semejanza entre las culturas,
pero nada más las que pertenecían a un mismo continente. Es un tema que ha generado
amplio escepticismo, inclusive durante la misma época en la cual se produjo dicha teoría.
(2.Meggers; 1998; 6) Su desarrollo es efectuado desde una perspectiva evolucionista
enfocado a las culturas estudiadas y la relación sistemática entre ellas. La cultura vendría a
ser el elemento desde el cual se conjuga tanto la relación de los grupos humanos con su
entorno, así como su evolución temporal. Es el medio de diálogo entre la naturaleza y el
hombre, solamente que, a diferencia de los demás seres vivos que manifiestan su
adaptación con la modificación biológica de los organismos, en el caso de las sociedades, el
medio principal de adaptación y de selección natural vendría a estar expresado en cada
cultura.
Uno de los argumentos que defienden al difusionismo es que las tendencias científicas que
se oponen a la teoría transcontinental son aquellas que están absolutamente dispuestas a
minimizar el desarrollo cultural de las culturas americanas prehispánicas, y que es
inconcebible para ellos definir un avance difusionista sin considerar a las culturas del viejo
mundo como superiores, lo que vendría a confundir la idea de difusión con la de
colonización, y por extensión la de globalización. El principio evolucionista de esta teoría
permite apoyarse en un diálogo y apoyo reciente entre las disciplinas como la lingüística, la
biología, entre otras. El difusionismo ha sabido servirse de este apoyo para sustentar la
relación entre las culturas, como es el caso de las mesoamericanas con las ecuatorianas, y la
de Asia y américa precolombina. Esta postura ha sido censurada y criticada por corrientes
más recientes. (2.Meggers; 1998; 8)
“Como descubrirán los lectores de estos artículos, considero que el entendimiento
de la evolución y función de la cultura está entre los principales retos de la ciencia
moderna. Asumo que nuestra especie evolucionó según los principios darwinianos
y nuestro comportamiento sigue sujeto a su dinámica. El hecho de que el
mecanismo principal para nuestra interacción con el medioambiente es la cultura,
reemplaza el enfoque de la selección natural de nuestros cuerpos a nuestras
creencias.” (2.Meggers; 1998; 7)
Uno de los argumentos escépticos que contradicen a la teoría de la conexión entre las
culturas Jomon y Valdivia, es que hace miles de años, era absolutamente imposible la
realización de un viaje entre continentes por las amplias dificultades que presentaba la vía
marítima, las corrientes, diversas, la extensísima distancia y la escaza tecnología impedían
la posibilidad de un viaje intercontinental. Lo cual ha sido refutado también por hallazgos
arqueológicos más recientes que se han analizados desde la misma tecnología científica
moderna, como las pruebas de carbono 14, que permiten definir con mayor precisión a la
antigüedad de los artefactos arqueológicos que han sido encontrados en suelo Europeo, y
que han pertenecido a culturas ubicadas más allá de los océanos. (2.Meggers; 1998; 12)
Es importante mencionar que Meggers se mantuvo firme en su teoría durante mucho
tiempo. A pesar del desarrollo teórico y de las modificaciones ideológicas que provocaron
un cambio en la forma de hacer arqueología, ella se seguía sustentando su pensamiento en
las bases evolucionistas y difusionistas de la construcción de las culturas. La Valdivia viene
a ser el ejemplo más apropiado para el desarrollo de sus teorías.
Con el estudio realizado sobre la cultura Valdivia, nos damos cuenta de la aplicación del
ecologismo al momento de relacionar el medio ambiente natural directamente con las
actividades sociales, económicas y culturales de los grupos aborígenes. Clifford Evans, en
su estudio sobre dicha cultura, nos manifiesta que la Valdivia gozaba de una economía
autónoma gracias a los abundantes recursos naturales que la rodeaban. Su forma de
subsistencia estaba basada tanto en la agricultura como también en la caza, aunque ambos
medios no eran muy desarrollados (1.Evans; 1959; 11).
Se alimentaban de la fauna marina y de plantas comestibles. La obtención de los alimentos
requería de tiempo, aunque eran abundantes, lo cual no permitía que se dé un complejo
desarrollo de las artes, por así decirlo, ni tampoco de la producción artesanal. Por eso
también es más fácil interpretar e inducir una relación entre la cerámica de esta cultura con
la japonesa, al no tener estas una amplia complejidad en su técnica. Aunque sí llega a
considerarse que los objetos cerámicos de dichas culturas no cumplían una tarea solamente
funcional y utilitaria sino también que cumplían una función ritual, y en esto último
también se asemejan con la del Japón. “La decoración de algunas de las vasijas va más allá
de los simples requisitos de conveniencia para su uso como recipientes u ollas.” (1.Evans;
1959; 11)
Desde un método de investigación interpretativo y más bien empírico, aparece mucho más
factible la posibilidad y hasta la libertad para enfrentar una realidad tan inconcebible para
las ciencias humanas modernas, como lo es la conexión y el contacto entre las culturas
precolombinas. Y en efecto, luego de este análisis nos damos cuenta también de las grandes
limitaciones y prejuicios que ha tenido la ciencia basada en leyes universales, partiendo de
ciertos discursos eurocéntricos y antropocéntricos que, para nuestros días, sí aparecen como
innecesarios y obsoletos. Se trata de recuperar una forma de estudio que ha sido censurada
y apartada de los planes académicos durante ya demasiado tiempo. Ahora se dará paso a
definir al grupo que se opuso a la teoría de Meggers, Evans y Estrada.
4. Tendencias arqueológicas posteriores
En relación al desarrollo de las tendencias que llegarían a refutar al difusionismo ecologista
de la New Archaeology norteamericana, durante la época de los años 70 se desarrollaría
otra expedición científica con la Misión Antropológica de la Universidad de Illinois, bajo la
dirección de Donald Lathrap, otro arqueólogo estadounidense quien tuvo amplios
desacuerdos con la teoría de Meggers de la difusión cultural desde Asia, ya que Lathrap se
había concentrado en la Amazonía como punto o núcleo de difusión.
Esta nueva organización científica buscaba implementar innovadoras formas de método en
torno a la práctica arqueológica; como la estructuración de un proyecto interdisciplinario en
relación al estudio de campo, cuestión que no se veía con el difusionismo ecologista.
Aunque esta postura deberá ser profundizada en otros análisis para comprender de mejor
manera el escepticismo del que partió aquella misión científica.
“El Grupo de arqueólogos de Guayaquil formado por los ecuatorianos: Carlos
Zevallos Menéndez, Francisco Huerta Rendón, Julio Viteri Gamboa, Resffa
Parducci, y los extranjeros Olaf Holm, Edward Lanning (Universidad de
Columbia), Donald Lathrap (Universidades de Harvard y de Illinois), Richard
Zeller, Geofrey Bushnell (Universidad de Cambridge, Inglaterra) siguieron, en
parte, los lineamientos generales de la New Archaeology, pero también
desarrollaron temas diversos y propusieron explicaciones distintas a las de
Estrada, Evans y Meggers, sobre el origen y desarrollo de los pueblos
prehispánicos del Ecuador Antiguo. Con excepción de Julio Viteri Gamboa, quien
fue ayudante de campo de Emilio Estrada, el resto de arqueólogos del Grupo de
Guayaquil -si bien muchos de ellos mantuvieron amistad con Estrada, Evans y
Meggers- se opusieron a la teoría del contacto transpacífico.” (3. Echeverría;
1996; 71)
Se ha asumido que la utilización del concepto de cultura es esencial para la arqueología en
cualquiera de sus aspectos o tendencias. Aun así, la aplicación de este concepto puede estar
influenciada por diversas y hasta opuestas interpretaciones. Por un lado tenemos a la cultura
vista desde la perspectiva ecologista, libre de antropocentrismos y ligada cercanamente a la
teoría de Darwin, y por otro lado tendríamos a la cultura vista desde la concepción
influenciada por el materialismo histórico, que presenta al entorno natural, en el cual esta se
desarrolla, como un objeto a favor de las actividades económicas y de producción en la
sociedad. A pesar de que se utiliza el mismo término, en ambos casos, tiene una
connotación absolutamente distinta y direcciona las investigaciones a conclusiones
opuestas. Aunque estas hayan surgido de una misma escuela teórica como es la de la New
Archaeology, pero que en relación a la práctica toman distintos caminos (3. Echeverría;
1996; 78.)
La misma distinción vendría a darse entre la arqueología que realiza sus investigaciones
desde una percepción mayor sobre la importancia social de las culturas, y su relación
directa con las exigencias de los estados nación, en contraposición de aquellas tendencias
arqueológicas que estudian a la cultura desde su relación con otras, ignorando la autonomía
y particularidad de cada una de ellas.
5. Conclusiones
La intención del presente análisis ha sido tratar de recuperar los aportes generados por el
difusionismo de mediados del siglo XX en relación a la historia de la arqueología
ecuatoriana, y dar cuenta de la importancia de sobresalir el valor de aquellas
investigaciones para así lograr un desarrollo de una ciencia arqueológica más funcional a
las exigencias sociales actuales, y generar una oportuna relación entre una teoría que
también pueda ser desarrollada prácticamente. Como ejemplo de esto último tenemos los
temas relacionados a la conciencia ecológica, que se han presentado recientemente en
sociedad como una política general y global, cuestión que no era tomada en cuenta en el
pasado por las ciencias sociales tradicionales y la teoría utilizada en la academia, que se
veía influenciada más por tendencias marxistas y hasta positivistas.
Es esencial comprender la importancia de una cercana relación entre las disciplinas
sociales, y especialmente la arqueología, con otras ciencias útiles, como es el caso de la
biología, para acercar los estudios a la esencia de la teoría darwiniana, colocar en un mismo
nivel a la naturaleza en frente del papel que cumple el hombre hacia las culturas. Este
cambio de paradigma, propuesto por el difusionismo a través de los estudios arqueológicos,
puede servir de iniciativa para motivar a un cambio en el método de las demás disciplinas
que se encargan también del estudio de las culturas. Pero es verdad que las distintas
disciplinas y sus tradiciones se han mantenido, consciente e inconscientemente, estancadas
dentro de mentalidades antropocéntricas que limitan el entendimiento de la dinámica social.
Se tendrán que romper las barreras ideológicas y discursivas que separan a las ciencias
sociales de las demás disciplinas, y que existen también entre las mismas, para llegar a
unificar propósitos y lograr alcanzar conocimientos más factibles y prácticos para nuestra
sociedad. De igual forma, la arqueología se puede servir de la historia para reconocer la
evolución y desarrollo de la misma a lo largo de las épocas, y para lograr definir qué es lo
que se ha llegado a negar y a ocultar en relación a la producción del conocimiento
arqueológico, así como también comprender qué tipo de paradigmas han dominado en una
cierta época y que posteriormente han caído para ser reemplazados.
Por esto es que la arqueología no puede alejarse de la disciplina histórica, y está última
depende también de la arqueología para extender los alcances de su comprensión, sin llegar
a limitarse únicamente a los documentos que fueron creados, en su esencia, por los
parámetros de una civilización occidental. Aunque es largo el camino por la unificación de
las disciplinas, la recuperación de la esencia difusionista puede ser el comienzo de un
cambio teórico-metodológico en las ciencias sociales, que últimamente han limitado su
aspecto práctico, y se han enfrascado en la teoría dentro de la academia, teoría que ha sido
herencia de épocas e ideologías anteriores.
6. Bibliografía:
1. Meggers Y., Betty. Evolución y difusión cultural. 1998, Quito-Ecuador: Ediciones
Abya – Yala, pp. 300
2. Evans, Clifford. Meggers, Betty. Estrada, Emilio. Cultura Valdivia. Guayaquil-
Ecuador: Museo Víctor Emilio Estrada, 1959, pp. 125
3. Echeverría Almeida, José. Betty J. Meggers: Personalidades y dilemas en la
arqueología ecuatoriana. Ediciones Abya-Yala. 1996, pp.158
4. Estrada, Emilio. Las culturas pre-clásicas, formativas o arcaicas del Ecuador.
Publicación del museo “Víctor Emilio Estrada”. Junio de 1958, pp. 113
5. Laviosa Zambotti, Pia. Origen y difusión de la civilización. Ediciones Omega.
Barcelona- España. 1958, pp. 592
6. Estrada, Emilio. Prehistoria de Manabí. Publicación del museo “Víctor Emilio
Estrada”. Octubre de 1957, pp. 176
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