La terceridad del suicidio: análisis y reflexión sobre el clímax y desenlace de Nada.
Óscar Valdés
En este trabajo se pretende analizar la parte final de la novela Nada de Carmen Laforet aplicando la
metodología propuesta por Mónica V. Cruz Salinas basada, a su vez, en la teoría de Charles S. Peirce.
La anterior tiene por objetivo “analizar los nudos narrativos y las relaciones que sostienen entre sí, y
con base en esto, jerarquizarlos para extraer el argumento”. A continuación se hará un breve repaso de
la teoría y después se mostrarán los resultados de la aplicación en la obra.
La metodología de Cruz Salinas se basa principalmente en las tres categorías fundamentales de
Peirce primeridad, segundidad y terceridad. La primeridad se refiere al primer encuentro con un
objeto y el sentimiento o sensación instantáneos, no racionales; no tiene referentes y es únicamente la
posibilidad de ser. La segundidad es ya un hecho concreto, es el objeto actualizado que pasa a
significar algo, por lo tanto, es una realidad. Por último, la terceridad corresponde a un ejercicio
racional, por lo que no es instantáneo; crea leyes y transforma a los signos. Ésta última de pie a la
semiosis infinita, pues a una terceridad seguirá siempre una nueva primeridad.
Se analizará el momento clímax de la obra, el nudo donde parecen condensarse todas las
historias que se habían ido contando a lo largo de la novela: el suicidio de Román. Según Cruz, los
episodios de la historia se pueden jerarquizar con base en las conexiones que establecen con otros a
partir de la semiosis infinita. Por tanto, los episodios de mayor importancia se relacionaran con un
mayor número de nudos, además de que el proceso semiótico será más evidente y complejo.
Lo anterior se comprueba, en el caso del episodio del suicidio, porque como se puede ver en la
tabla 1, en la novela el proceso semiótico del suceso mencionado se experimenta por más de un sujeto,
lo que contrasta con la mayor parte de la novela, cuya historia es percibida sólo por los ojos de la
protagonista y narradora, y a la vez, por el lector. Sin embargo, podemos ver que la autora de la obra
hace explícita la semiosis de más de un personaje en cuanto al suicido de Román.
Como se dijo anteriormente, la primeridad se refiere a una posibilidad de ser, y por ello resulta
interesante lo dicho por la narradora muy poco antes del episodio: “No sé qué latidos amargos tenían
las cosas aquella noche, como signos de mal agüero. No me podía dormir”1, lo cual deja al lector la
expectativa de que algo va a suceder, aun de forma inconsciente, pues, cuando efectivamente sucede,
siente como si ya hubiera sido advertido. El lector percibe como una segundidad el pasaje completo del
suicidio; no obstante, lo interesante es cómo aparece la terceridad: en primer lugar, son las
explicaciones de Antonia a lo largo de las páginas siguientes las que comienzan a resolver las preguntas
que aparecen sobre el suicido; sin embargo, la verdadera terceridad aparece fuera de la obra, en la 1 Carmen Laforet, Nada, México, Destino 1999, p. 274.
capacidad del lector para atar cabos, proponer injerencias o hacer un trabajo de reflexión alrededor de
la historia y cómo se construye.
En este sentido, a partir del análisis hecho, se propone que Ena influyó en el suicidio de Román,
aun cuando esto no es explícito en la novela. En el diagrama 2 se puede ver la manera en la que se
construyen los hechos y que el suicido de Román coincide con la partida de Ena a Madrid y también
con última discusión que estos dos personajes tuvieron, en la que Andrea percibe a Román de una
manera en que nunca lo había hecho, además de pálido y nervioso (lo cual, para el lector constituye
también una primeridad, un conjunto de sensaciones y sentimientos que son solo mencionados pero
dejan ya abierta la puerta para un nuevo suceso).
Como se iba diciendo, en el cuadro 1 se muestra la multiplicidad de sujetos desde los cuales se
descubre el suicidio de Román. Para los personajes, la primeridad aparece cuando son despertados por
los gritos de la criada, que, por estar en crisis, no puede comunicar lo que le sucede. Es hasta que Juan
la abofetea y le avienta agua fría, cuando la crida expresa lo sucedido: ésa es la segundidad. A partir de
ese momento, los personajes llevarán un proceso distinto. Juan comprenderá rápidamente quién ha
muerto a pesar de que no ha sido dicho y subirá las escaleras de la casa, índice muy claro de que el
muerto es Román, pues vive en la parte superior de la vivienda. Por otro lado, la abuela y Gloria
actuarán de manera diferente: la primera, negando el suicidio y Gloria culpándose a sí misma por éste.
De esta forma se puede ver que este hecho se construye en la novela como visto por todos, y la autora
muestra los diferentes momentos y maneras en que es percibido, comprendido y explicado.
Se pasará ahora a explicar los análisis de los nudos secundarios relacionados con el clímax. Es
importante resaltar que son dos los hechos que conllevan al final de la novela. En primer lugar, se
reafirma la amistad de Andrea con Ena: después de que la protagonista interrumpe la conversación de
Ena con Román, ésta última explica todo lo que ha sucedido, y Andrea puede otra vez volver a confiar
en ella. Después, el hecho de que Andrea recibe la carta. El primer episodio funciona como causa y el
segundo como antecedente directo. Resulta interesante que estos dos episodios son de una complejidad
semiótica menor al del suicido, por lo que, siguiendo la metodología propuesta, se deben considerar
secundarios. El primero sólo tiene un sujeto que percibe los fenómenos: Andrea (el lector, en este caso
va siguiendo las percepciones del narrador al mismo paso que ella). El pasaje de la carta es visto de
manera distinta por el lector que por Andrea; sin embargo sigue contrastando el menor número de
sujetos (dos frente a seis; v. tabla 1).
En el diagrama 1 se puede ver cómo Ena está involucrada tanto en el clímax como en el
desenlace final de la novela. No se puede negar su importancia como causante de los hechos de la
historia, o como papel activo frente a Andrea, que, si bien no es totalmente pasiva, ella misma se
considera observadora: “Unos seres nacen para vivir, otros para trabajar, otros para mirar la vida. Yo
tenía un pequeño y ruin papel de espectadora. Imposible salirme de él. Imposible libertarme”2; y esto se
nota en la novela, pues pareciera más narradora testigo que protagonista: en la mayor parte de lo
narrado ella vive los romances ajenos, escucha las peleas de los otros, y son muy pocos los pasajes en
los que ella vive la historia. En el diagrama 2 se ve cómo Andrea no es el sujeto más que de tres
acciones, espiar (como se ha dicho, la acción de Andrea suele reducirse a verbos de percepción: oír,
presenciar, escuchar, acompañar…), irrumpir (uno de las pocas acciones directas) e irse (la cual se
suma a una serie de acciones intransitivas: Andrea llega a Barcelona¸ camina por sus calles…).
En conclusión, y con base en los resultados obtenidos, se observa que la metodología no sólo es
funcional para obtener una jerarquización de los episodios, sino también para reconocer la importancia
de los personajes y su papel en la obra, con base en las proposiciones básicas con las que se construyen
los diagramas, podemos inferir qué provoca, antecede o simplemente observa los hechos.
Bibliografía
Laforet, Carmen, Nada, México, Destino, 1999, p. 295.
2 Ibid, p. 224.
Top Related