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LOS ALUMNOS CON DEFICIENCIA MENTAL
Intervención educativa
Tema 1: Interpretación de la Deficiencia mental
Mención PT LOS ALUMNOS CON DEFICIENCIA MENTAL: INTERPRETACIÓN
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ÍNDICE
1. LAS PERSONAS CON DEFICIENCIA MENTAL:
1.1. Enfoques históricos.
1.2. Interpretación actual.
1.2.1. Dimensiones de la deficiencia mental.
1.2.2. Conducta adaptativa y áreas de habilidades de
adaptación.
Mención PT LOS ALUMNOS CON DEFICIENCIA MENTAL: INTERPRETACIÓN
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INTRODUCCIÓN
La satisfacción adecuada de las necesidades educativas que manifiestan los alumnos
tradicionalmente identificados con deficiencia mental, actualmente discapacidad
intelectual, exige un conocimiento de lo que supone la misma. Éste nos permitirá la
comprensión de las dimensiones conceptuales que abarca y abordar sus capacidades
diferenciales de forma adecuada y así como maestros, contribuir a planificar y desarrollar
de manera ajustada la intervención educativa con los alumnos y alumnas que la
manifiestan.
En este documento, comenzamos realizando una revisión de los enfoques que
históricamente han permitido interpretar a este colectivo de personas para centrarnos
posteriormente en la visión actual de sus características diferenciales y la repercusión
funcional en el terreno educativo.
1. LAS PERSONAS CON RETRASO MENTAL.
1.1. Enfoques históricos.
Para sintetizar la evolución histórica de la concepción del retraso mental podemos hacer
referencia a dos momentos históricos claramente diferenciales, como propone Verdugo,
M.A. (1995):
Antes del siglo XIX, el retraso mental no se diferenciaba de otras alteraciones y era
considerado como una variante de la demencia.
A partir del siglo XIX, se diferencia de la demencia y de otras patologías. Pero ha sido
interpretado desde distintos enfoques, de manera breve presentamos a continuación
los más representativos (Fierro, 1992):
Enfoque biomédico.
Enfoque psicométrico.
Enfoque evolutivo.
Enfoque comportamental.
a. Enfoque biomédico: predominó básicamente hasta la mitad del siglo XX. Desde esta
perspectiva el retraso mental ha sido conceptuado como "oligofrenia" (del griego:
"poca mente"), es decir, como síndrome o conjunto de síntomas que se hallan
presentes en un grupo amplio y heterogéneo de personas, que tienen en común unos
déficits irreversibles en la actividad mental superior.
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Así, la única intervención posible frente al retraso mental era la prevención de la
misma. Sin embargo, hemos de considerar que no todos los casos proceden de una
etiología clínica identificable, y que además independientemente de la causa que
haya producido el retraso mental, en la situación concreta del contexto educativo, nos
enfrentamos ante unas personas cuyo desarrollo y educación debemos abordar.
b. Enfoque psicométrico: nació a principios de siglo, priorizó la medición de la capacidad
general o de aptitudes específicas de las personas.
Conceptos psicométricos son el de edad mental y el de cociente intelectual. La edad
mental (EM), es el nivel de capacidad o aptitudes que un sujeto ha alcanzado según se
corresponde con el nivel promedio de una determinada edad. El cociente intelectual
(CI) resulta al dividir la edad mental por su edad cronológica (EC), multiplicando por
cien el resultado.
EM
CI = X 100
EC
La psicometría consideró estable e inmutable el CI de un sujeto, visión que dista
mucho de la concepción actual.
En términos psicométricos se considera que una persona presenta retraso mental
cuando se halla dos desviaciones típicas por debajo de la media de su
correspondiente población, cuya equivalencia es un CI inferior a 70. Así, el retraso
mental se concibió desde este enfoque como una discapacidad intelectual.
c. Enfoque evolutivo: no hablan tanto de deficiencia como de retraso, retardo o
rezagamiento en la regularidad de los procesos evolutivos que conducen a la plena
madurez del individuo en sus aptitudes mentales y sociales.
Ahora bien, el mero retraso no debería implicar deficiencia, cabría esperar un
momento en su vida en el que los hitos alcanzados no diferenciaran de los obtenidos
por los que le adelantaron. Así, el problema al que nos enfrentamos, su disfunción, no
es sólo un retraso, también supone una deficiencia en sentido estricto.
d. Modelo comportamental: surge en el seno de la psicología conductista, que reprochó
a los anteriores enfoques su carácter meramente descriptivo y el no ofrecimiento de
técnicas o como mínimo, orientaciones para la modificación de la conducta retrasada.
No habla de deficiencia, ni siquiera de retraso, sino simplemente de conducta
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retrasada. Rehúsa las etiquetas y se preocupa por investigar y tratar los aspectos
comportamentales de los escasos rendimientos de ciertas personas ante distintas
tareas o actividades. Al actuar sobre el entorno estimular aguarda el cambio de la
conducta retrasada y la mejora del rendimiento de la persona.
Sin embargo, hemos de considerar las dificultades de generalización de la conducta a
contextos diferenciales, y la escasa o nula eficacia de las técnicas de modificación de
conducta en lo que se refiere al logro de capacidades de orden superior.
1.2. Interpretación actual.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, han sido las definiciones propuestas por la
Asociación Americana para el Retraso Mental [A.A.M.R., antes Asociación Americana para
la Deficiencia Mental (A.A.M.D.)] las que han recibido una mayor aceptación en la
comunidad científica y profesional, por su perspectiva integradora. Pues desde los años
sesenta, incluyen como criterios distintivos en el retraso mental la manifestación
deficitaria de esta población en:
el funcionamiento intelectual y,
la adaptación social del individuo.
Además, no descartan la posibilidad de prevención y mejora del retraso mental.
La A.A.M.R. ha ido modificando la definición del retraso mental, con el fin de aproximarse
cada vez a un concepto más exacto. En el presente tema destacamos sus tres últimas
aportaciones, pues nos permitirán comprobar los cambios y giros que se han producido
en los últimos años y, vislumbrar hacia donde conduce el futuro inmediato en torno a la
interpretación del retraso mental.
En 1983, la A.A.M.R. publicó la siguiente definición:
"El retraso mental se refiere a un funcionamiento intelectual general
significativamente inferior a la media que resulta o va asociado con déficits
concurrentes en la conducta adaptativa, y que se manifiesta durante el período de
desarrollo" (GROSSMAN, 1983).
Las principales aportaciones de esta definición son:
La incorporación del concepto de conducta adaptativa como parte de la definición.
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La reducción del límite de la puntuación de CI, de inferior a la media a significati-
vamente inferior a la media, quedando así excluidas de esta población aquellas
personas con un CI entre 70 y 85, que se consideran, a partir de este momento,
con inteligencia baja y no con retraso mental.
La extensión del límite superior de edad para el diagnóstico inicial de 16 a 18 años.
La refutación de la noción de permanencia a lo largo de toda la vida.
En 1992, la A.A.M.R. replanteó la definición de retraso mental;
"El retraso mental hace referencia a limitaciones sustanciales en el funcionamiento
actual. Se caracteriza por un funcionamiento intelectual significativamente inferior a
la media, que generalmente coexiste junto a limitaciones en dos o más de las
siguientes áreas de habilidades de adaptación: comunicación, autocuidado o cuidado
personal, vida en el hogar o vida doméstica, habilidades sociales/ interpersonales,
utilización de la comunidad o de los recursos comunitarios, autodirección o
autocontrol, salud y seguridad, habilidades académicas funcionales, tiempo libre u
ocio, trabajo. El retraso mental se ha de manifestar antes de los 18 años de edad"
(LUCKASSON, 1992).
Muchas son las razones que avalaron este planteamiento:
El énfasis en el ambiente, el retraso mental se considera como una expresión de la
interacción entre la persona con un funcionamiento intelectual limitado y el entorno.
La especificación de dominios concretos de adaptación frente a un entendimiento
global del comportamiento adaptativo.
El criterio psicométrico no se olvida en el diagnóstico, pero no tendrá un peso
determinante para decidir los programas o emplazamientos educativos.
La misma asociación plantea en 2002 que el retraso mental supone:
“Retraso mental es una discapacidad caracterizada por limitaciones significativas en el
funcionamiento intelectual y la conducta adaptativa tal como se ha manifestado en
habilidades prácticas, sociales y conceptuales. Esta discapacidad comienza antes de
los 18 años”. (LUCKASSON y cols. , 2002)
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Entre sus aportaciones destaca, como analiza M.A. VERDUGO (2003):
La profundización en el enfoque multidimensional y ecológico del retraso mental
(capacidad intelectual, conducta adaptativa, participación, interacción y roles sociales,
salud y contexto).
La intención de presentar directrices para operativizar el diagnóstico, la clasificación y
la planificación de los apoyos, su orientación funcional.
El énfasis en los apoyos, al describir las limitaciones se pretende desarrollar un perfil
de los apoyos necesarios. Identifica nueve áreas de apoyo: desarrollo humano,
enseñanza y educación, vida en el hogar, vida en la comunidad, empleo, salud y
seguridad, conductual, social, y protección y defensa.
Otra fuente de reconocido prestigio es la Asociación Americana de Psiquiatría (APA); en
el D.S.M. IV - TR (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, cuarta edición
revisada, 2000; versión española, 2002) asume la concepción propuesta por Luckasson en
1992 y establece los mismos tres criterios para el diagnóstico del retraso mental:
A. Capacidad intelectual significativamente inferior al promedio: un CI
aproximadamente de 70 o inferior (mínimo dos desviaciones típicas por debajo del
promedio, considerando un error de medición de los tests de inteligencia en más o
menos 5 puntos).
B. Déficit o alteraciones concurrentes de la actividad adaptativa actual (dificultades
para afrontar las exigencias planteadas para su edad y grupo cultural), en por lo
menos dos de las siguientes áreas: comunicación, cuidado personal, vida doméstica,
habilidades sociales/ interpersonales, utilización de recursos comunitarios,
autocontrol, habilidades académicas funcionales, trabajo, ocio, salud y seguridad.
Criterio en el que se muestra la influencia de la definición propuesta por Luckasson en
1992.
C. El inicio es anterior a los 18 años.
En 2014, esta misma asociación publica el DSM-5 identificando dentro de los Trastornos
del Desarrollo Neurológico, el Trastorno de la Discapacidad Intelectual o Trastorno del
Desarrollo Intelectual.
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La discapacidad intelectual (trastorno del desarrollo intelectual) es un trastorno que comienza durante el período de desarrollo y que incluye limitaciones del funcionamiento intelectual como también del comportamiento adaptativo en los dominios conceptual, social y práctico. Se deben cumplir los tres criterios siguientes: A. Deficiencias de las funciones intelectuales, como el razonamiento, la resolución de problemas, la planificación, el pensamiento abstracto, el juicio, el aprendizaje académico y el aprendizaje a partir de la experiencia, confirmados mediante la evaluación clínica y pruebas de inteligencia estandarizadas individualizadas. B. Deficiencias del comportamiento adaptativo que producen fracaso del cumplimiento de los estándares de desarrollo y socioculturales para la autonomía personal y la responsabilidad social. Sin apoyo continuo, las deficiencias adaptativas limitan el funcionamiento en una o más actividades de la vida cotidiana, como la comunicación, la participación social y la vida independiente en múltiples entornos tales como el hogar, la escuela, el trabajo y la comunidad. C. Inicio de las deficiencias intelectuales y adaptativas durante el período de desarrollo.
El término diagnóstico discapacidad intelectual es equivalente al diagnóstico CIE-11 trastornos del desarrollo intelectual. La gravedad de la discapacidad intelectual se puede especificar en leve, moderada, grave y profunda, en función de su menor o mayor grado dependencia.
Con respecto a la etiología, en un 30-40% de los casos, no se puede delimitar una causa
específica y clara. Los factores etiológicos pueden ser intrínsecos o extrínsecos. Entre los
de carácter intrínseco más frecuentes destacan las genopatías o alteraciones genéticas
(metabolopatías: fenilcetonuria, galactosemia, etc., endocrinopatías: hipotiroidismo...,
síndromes polimalformativos: síndrome de Prader-Willi...) y las cromosomopatías,
debidas a anomalías o alteraciones cromosómicas, que a su vez pueden ser autosómicas
(trisomía 21 o síndrome de Down, trisomía 18 o síndrome de Edward, trisomía 13 o
síndrome de Patau,...) o gonosómicas (síndrome de Turner, síndrome de Klinefelter...).
Los factores extrínsecos pueden ser prenatales como infecciones (rubeola, herpes,
toxoplasmosis...), endocrinometabolopatías (diabetes, déficit nutritivo, vitaminopa-
tías,...), intoxicaciones (alcohol, tabaco, fármacos, drogas, plomo, mercurio,...) o
radiaciones; perinatales o factores que actúan durante el momento del parto , debido a
prematuridad, síndrome de sufrimiento cerebral (trauma obstétrico, hipoxia, hemorragia
intracraneal, etc.) o infecciones (meningitis, encefalitis,...); o postnatales, que inciden
después del nacimiento, como infecciones (meningitis, encefalitis,...),
endocrinometabolopatías (hipoglucemia, hipotiroidismo, hipercalcemia, malnutrición,...),
hipoxia (cardiopatías congénitas, parada cardíaca, asfixia,...), intoxicaciones (monóxido de
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carbono...), traumatismos craneoencefálicos y factores ambientales extremos, entre
otros.
Igual que existe una enorme variabilidad etiológica, existe una gran hetereogeneidad con
respecto a la población; por ello se ha insistido en la clasificación y etiquetaje de las
personas con retraso mental. La Asociación Americana de Psiquiatría (APA) en el
mencionado DSM-IV-TR (2002) delimita las siguientes categorías específicas:
- R.M. profundo (CI inferior a 20 o 25).
- R.M. severo o grave (CI entre 20-25 y 35- 40).
- R.M. medio o moderado (CI entre 35- 40 y 50- 55).
- R.M. ligero o leve (CI entre 50- 55 y aproximadamente 70).
Mientras el DSM-5 (2014) diferencia los mismos cuatro grados de gravedad: leve,
moderado, grave y profundo pero los delimita en función de su repercusión en el
dominio conceptual, dominio social y dominio práctico. Utilizando ya, criterios de
carácter cualitativo y no cuantitativo como hasta el momento. Aunque para medir el
criterio A se seguirán utilizando pruebas estandarizadas.
Profundicemos en esta interpretación del retraso mental (este término, por tanto, viene
sustituyéndose por el de discapacidad intelectual) por la repercusión que conlleva en
nuestro campo profesional.
1.2.1. Dimensiones del retraso mental.
El modelo multidimensional propuesto por la AARM en 2002 se describe en cinco
dimensiones que presentamos a continuación, basándonos para ello en el análisis
planteado por M. A. VERDUGO (2003).
La primera dimensión se refiere a las Habilidades intelectuales. La evaluación del
funcionamiento intelectual es un aspecto crucial para evaluar la discapacidad intelectual,
pero no suficiente. La inteligencia es considerada por LUCKASSON y colaboradores (2002)
como una capacidad mental general que incluye “razonamiento, planificación, solucionar
problemas, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas, aprender con
rapidez y aprender de la experiencia”. Si bien el funcionamiento intelectual actual de
estas personas está limitado, no es menos cierto que es susceptible de mejora.
La segunda dimensión es la Conducta adaptativa que se entiende por los mismos autores
como “el conjunto de habilidades conceptuales, sociales y prácticas aprendidas por las
personas para funcionar en su vida diaria”. Las habilidades conceptuales se refieren entre
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otras al lenguaje (receptivo y expresivo), la lectura y la escritura, los conceptos de dinero
y la autodirección. Las habilidades sociales son habilidades de interrelación,
responsabilidad, autoestima, credulidad, ingenuidad, seguimiento de reglas, obediencia a
las leyes y evasión de la victimidad, entre otras. Y por último, las habilidades prácticas
hacen referencia a actividades de la vida diaria (comida, movilidad y transferencia, aseo,
vestido...), actividades instrumentales de la vida diaria (como preparación de comidas,
mantenimiento de la casa, transporte, toma de medicinas, manejo del dinero, uso del
teléfono,....), habilidades ocupacionales y mantenimiento de entornos seguros. Hemos de
ser conscientes que las limitaciones en determinadas habilidades de adaptación
coexisten con capacidades en otras áreas. Por lo que hemos de delimitar las dificultades
para elaborar el perfil de apoyos e igualmente clarificar sus capacidades para ser
utilizadas como puntos fuertes en la intervención.
La Participación, Interacciones y Roles Sociales, constituye la tercera dimensión y
principal novedad de la interpretación de 2002 con respecto a la anterior de 1992. Las
condiciones personales de la persona con retraso mental condicionan su interacción con
los demás y el rol social desempeñado. Ahora bien, la falta de recursos y servicios
comunitarios, las barreras físicas y sociales pueden, de la misma manera, limitar
seriamente la participación e interacción personal; falta de oportunidades que condiciona
la asunción de un rol social valorado.
La cuarta dimensión es la Salud. Desde 1980 la Organización Mundial de la Salud (OMS)
entiende este concepto como un “estado de completo bienestar físico, mental y social”.
Estas personas tienen dificultad para reconocer problemas físicos y de salud mental, para
gestionar su atención en el sistema de salud, para comunicar síntomas y sentimientos,
para comprender los planes de tratamiento, entre otras. La concepción multifactorial del
constructo conlleva la consideración de aspectos biomédicos naturalmente, pero también
de factores de riesgo social, comportamental y educativo.
Raquel CASADO MUÑOZ, (2006) nos recuerda que "El II Plan de Acción para las Personas
con discapacidad 2003-2007 (IMSERSO,2004) fundamenta sus propuestas en unos
principios básicos, entre los que se encuentra la calidad de vida, vinculando ésta a la salud
de las personas con discapacidad"
"La principal de las aplicaciones del concepto de calidad de vida, creemos que es el
facilitar apoyos a las personas con discapacidad intelectual. En este caso apoyos
educativos orientados a promocionar su salud."(CASADO MUÑOZ Y LEZCANO BARBERO,
2002)
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En último término, la quinta dimensión se vincula al Contexto, incluyendo ambiente y
cultura. Desde una perspectiva ecológica se describen, al menos, tres niveles diferentes
(microsistema, mesosistema y macrosistema). Nuestro esfuerzo irá encaminado a
ofrecerle ambientes integrados y a posibilitar el conocimiento cultural necesario para
participar socialmente en los mismos.
1.2.1.1. Conducta adaptativa y áreas de habilidades de adaptación.
La intervención psicopedagógica con estos alumnos parte del diagnóstico del retraso
mental necesitando para ello la identificación de los tres criterios mencionados con
anterioridad (limitación significativa del funcionamiento intelectual, limitaciones
significativas de la conducta adaptativa y edad de aparición). La mayor repercusión de la
interpretación presentada por Luckasson en 1992 fue la definición de diez dimensiones o
dominios concretos de la adaptación, cada uno de ellos compuesto por un amplio
abanico de competencias. Si bien en la definición planteada en 2002 regresa a una
concepción global del comportamiento adaptativo, el conocimiento de dichas áreas nos
permitirá una mejor delimitación del perfil actual del alumno con retraso mental.
Las áreas de habilidades adaptativas descritas, siguiendo a VERDUGO (1995) son:
1. Comunicación, habilidades que incluye son la capacidad de comprender y transmitir
información a través de códigos simbólicos (palabra hablada, escritura, lenguaje de
signos, etc.) o no simbólicos (gestos, movimientos, etc.).
2. Autocuidado o cuidado personal, incluye habilidades relacionadas con el aseo, la
higiene y la apariencia física; la alimentación; el vestido y la protección ante las
condiciones climatológicas y el control de esfínteres.
3. Habilidades de vida en el hogar o habilidades domésticas, relativas a cuidado de la
ropa, tareas domésticas (poner la mesa, planchar...) y cuidado del hogar, planificación
y elaboración de listas de compra, y seguridad en el hogar, por ejemplo.
4. Habilidades sociales e interpersonales, vinculadas a iniciar, mantener y finalizar una
interacción con otros; recibir y responder a claves situacionales pertinentes;
reconocer sentimientos y actuar en consecuencia; aceptar a los iguales; ayudar a
otros y compartir; hacer y mantener amistades; controlar los impulsos; adecuar la
conducta a normas y leyes; y mostrar un comportamiento socio-sexual apropiado,
entre otras habilidades.
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5. Utilización de la comunidad o de los recursos comunitarios, habilidades relacionadas
con el uso adecuado de transportes, tiendas y grandes almacenes, instituciones,
parques y áreas recreativas, etc.
6. Autodirección o autocontrol, habilidades vinculadas a la toma y ejecución de
decisiones como seguir un horario, ajustar su actividad al lugar, momento o
condiciones concretas, completar las tareas necesarias o requeridas, buscar ayuda
cuando es necesario, resolver problemas en situaciones familiares y novedosas, o
habilidades de auto-defensa.
7. Salud y seguridad, habilidades relativas al mantenimiento de la salud como comer,
tratamiento y prevención de accidentes, identificación de síntomas de enfermedad,
primeros auxilios o reconocimiento de señales o lugares peligrosos.
8. Habilidades académicas funcionales, cognitivas y relacionadas con aprendizajes
escolares de aplicación directa en la vida, leer y escribir, y el uso funcional de los
conceptos matemáticos y científicos básicos; habilidades que en definitiva, posibilitan
una vida independiente.
9. Ocio y tiempo libre, hace referencia al desarrollo de intereses variados, tanto los
relativos a entretenimiento individual como compartido, por ejemplo elección, uso y
disfrute de las posibilidades de ocio del hogar y la comunidad, jugar socialmente con
otros, respetar el turno, finalizar o rehusar actividades recreativas, y ampliar la
duración de la participación.
10. Trabajo, incluye habilidades relacionadas con poseer un trabajo a tiempo completo o
parcial en la comunidad, en términos de habilidades laborales específicas,
comportamiento social apropiado y habilidades vinculadas al trabajo (terminar las
tareas, seguir horarios, buscar ayuda, recibir críticas, etc.).
En cada uno de estos dominios o áreas se podrían identificar habilidades conceptuales,
sociales y prácticas, su conjunto constituye la conducta adaptativa.
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